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CAPÍTULO I: EL NIVEL SENSOMOTOR

Periodo anterior al lenguaje, recibe este nombre por la falta de función


simbólica. El desarrollo mental es rápido e importante por que el niño elabora el
conjunto de subestructuras cognoscitivas que servirán de punto de partida a sus
construcciones perceptivas e intelectuales ulteriores.

I. La inteligencia senso-motora:

Existe una inteligencia antes del lenguaje que permita al niño construir esquemas
de asimilación, esas construcciones se efectúan apoyándose en percepciones y
movimientos mediante una coordinación senso-motora de las acciones.
De los movimientos espontáneos y de reflejo a los hábitos adquiridos y de estos
a la inteligencia hay una progresión continua, con un mecanismo que consiste en una
asimilación, toda relación nueva está integrada en un esquematismo anterior. El
asociacionismo concibe el esquema estímulo respuesta bajo una forma unilateral E R.
El punto de vista de la asimilación supone una reciprocidad E R.
Estadio I. hay que buscar el punto de partida del desarrollo en las actividades
espontáneas y totales del organismo y en los reflejos, como capaces de presentar una
actividad funcional que implica la formación de esquemas de asimilación.
Los reflejos se constituyen por diferenciación a partir de actividades más
globales. Son muy importantes para el porvenir, dan lugar a unas consolidaciones por
ejercicio funcional.
La asimilación reproductora o funcional que asegura ese ejercicio se prolonga,
en una asimilación generalizadora, en una asimilación re-cognoscitiva. Interpretamos
esa adquisición por una simple extensión de la asimilación senso-motora en juego en el
reflejo. Esa adquisición es indefinida, va a inscribirse en un esquema reflejo y se limita
a extenderlo.

Estadio II. Un reflejo condicionado no es estable y solo llega a serlo por la


constitución de un esquema de asimilación, cuando el resultado conseguido satisface la
necesidad inherente a la asimilación considerada.
Estas conductas adquiridas (hábitos) no son aun inteligencia.

Estadio III. Presenta las transiciones siguientes a partir del momento hacia los
cuatro meses y medio, en que hay coordinaciones entre la visión y la aprehensión. Nos
hallamos ante el umbral de la inteligencia.

Estadios IV y V. en el cuarto estadio se le impone al sujeto una finalidad previa,


independientemente de los medios que vaya a emplear.
Durante el estadio V se añade a las conductas precedentes una relación esencial:
la búsqueda de medios nuevos por diferenciación de los esquemas conocidos.

Estadio VI. Señala el término del periodo senso-motor, el niño es capaz de


encontrar medios nuevos por combinaciones interiorizadas.

II. La construcción de lo real.


Estructuras de orden y reuniones que constituyen la subestructura de las futuras
operaciones de pensamiento.
El objeto permanente: en el Estadio V el objeto se busca en función sólo de sus
desplazamientos. En el Estadio VI se añade a esto un juego de inferencias que logran
dominar ciertas combinaciones.
El espacio y el tiempo. Estadios V y VI
- desplazamiento reinvertido ab-ba
- desplazamiento nulo aa-bb
- desplazamientos asociativos abcd=ab+bd=ac+cd
La causalidad sólo se hace objetiva y adecuada al término de una larga evolución.
La causalidad se objetiviza en que las causas reconocidas por el sujeto no están ya
situadas en la sola acción propia sino en objetos cuales quiera, y que las relaciones de
causa-efecto entre dos objetos o sus acciones suponen un contacto físico y espacial.

III. El aspecto cognoscitivo de las reacciones senso-motoras.


Existe una ley de desarrollo. El esquematismo senso-motor se manifiesta bajo tres
grandes formas sucesivas: las formas iniciales están constituidas por estructuras de
ritmo, movimientos espontáneos y globales del organismo; regulaciones diversas que
diferencian los ritmos iniciales siguiendo múltiples esquemas; comienzo de la
reversibilidad, fuente de futuras “operaciones” de pensamiento.

IV. El aspecto afectivo de las reacciones senso-motoras.


La afectividad de los mismos niveles senso-motores procede de un estado de
indiferenciación entre el “yo” y el entorno físico y humano para construir a
continuación un conjunto de cambios entre el “yo” diferenciado y las personas o cosas.

CAPÍTULO II. EL DESARROLLO DE LAS PERCEPCIONES

La percepción depende del aspecto figurativo del conocimiento de lo real.

I. Constancias y causalidad perceptiva.


En la constancia de la forma interviene una interacción entre la percepción y el
esquema senso-motor.
La constancia de los tamaños se inicia hacia los seis meses, el niño una vez
decidido a escoger la mayor de dos cajas, continúa eligiéndola si se aleja la más grande,
aunque esta corresponda entonces a una imagen retiniana más pequeña.
Respecto al objeto permanente y la percepción, podemos decir que el efecto túnel
no es primitivo, y no se constituye sino una vez adquirida la permanencia del objeto; un
efecto perceptivo es netamente determinado por los esquemas senso-motores, en lugar
de explicarlos.
La causalidad senso-motora es independiente de todo contacto espacial y no puede
derivarse de la causalidad perceptiva, sometida en el niño a condiciones de impacto
mucho más exigentes.

II. Los efectos de campo.


Se presentan dos clases de fenómenos perceptivos visuales:
Los efectos de campo o de centration que no suponen ningún movimiento de la
mirada y son visibles en un solo campo de centration.
Y las actividades perceptivas que suponen desplazamientos de la mirada en el
espacio o comparaciones en el tiempo.
Las actividades perceptivas corrigen las “ilusiones” o deformaciones sistemáticas
propias a los efectos de campo. Estas “ilusiones” siguen siendo cualitativamente las
mismas en cualquier edad pero disminuyen de intensidad con el desarrollo, bajo el
efecto corrector de las actividades perceptivas.
Las actividades perceptivas se desarrollan con la edad, hasta poder plegarse a las
directrices que les sugiere la inteligencia en sus procesos operativos. Antes de que se
constituyan las operaciones de pensamiento, la acción entera es la que desempeña el
papel de orientación. Son los efectos de campo los que aparecen como sedimentaciones
locales de actividades perceptivas de niveles variados.

III. Percepciones, nociones y operaciones.


El método adecuado consiste en elegir determinado número de nociones cuya
evolución pre-operatoria y operatoria se conoce bien y analizar las percepciones
correspondientes de modo que se decida si son suficientes o no para dar cuenta de esas
nociones.
Las nociones y percepciones proyectivas no aparecen sino a partir de los siete años
y encuentras un nivel de equilibrio a los nueve o diez años.
Las constancias perceptivas y las conservaciones operatorias se construyen de
modo análogo por compensaciones reguladoras u operatorias. Las conservaciones
operatorias constituyen una prolongación directa de esa forma precoz de invariante que
es el esquema del objeto permanente y entre el esquema y las constancias nacientes
existen interacciones.

CAPÍTULO III. LA FUNCIÓN SEMIÓTICA O SIMBÓLICA

La función semiótica es la capacidad de poder representar algo por medio de una


“significante” diferenciado que sólo sirve para esa representación, se logra a partir del
año y medio o dos años.

I. la función semiótica y la imitación.


Se constituye hacia los nueve-doce meses, el esquema del objeto permanente,
existe la búsqueda del objeto desaparecido, pero acaba de ser percibido y corresponde a
una acción ya en curso. No hay en esto representación pero si constitución y utilización
de significaciones. Hay una significación de conjunto, una dualidad entre significados y
significantes, lo que incluye hablar a ese nivel de función semiótica.
Podemos situar la aparición de la función semiótica en el segundo año, cuando un
conjunto de conductas que implica la evocación representativa de un objeto o de un
acontecimiento ausente y que supone la construcción de significantes diferenciados, es
decir, elementos no perceptibles. Presentamos cinco de esas conductas:
- imitación diferida, la que se inicia en ausencia del modelo.
- Juego simbólico o juego de ficción, la representación es neta y el significante
diferenciado es un gesto imitador pero acompañado de objetos que se han
hecho simbólicos.
- El dibujo o imagen grafica, intermediario entre el juego y la imagen mental.
- Imagen mental, aparece como una imitación interiorizada.
- Evocación verbal de acontecimientos no actuales.
La imitación tiene un papel importante, las cuatro primeras conductas se basan en
la imitación. Ésta constituye a la vez la prefiguración senso-motora de la representación,
y en consecuencia, el término de paso entre el nivel senso-motor y el de las conductas
propiamente representativas.
El juego simbólico señala el apogeo del juego infantil. Corresponde a la función
esencial que el juego llene en la vida del niño. El niño no llega a satisfacer las
necesidades afectivas e incluso intelectuales de su “yo”. A su equilibrio afectivo e
intelectual le es indispensable disponer de un sector de actividad cuya motivación no
sea la adaptación a lo real, sino la asimilación de lo real al “yo”. El juego transforma lo
real, por asimilación más o menos pura, a las necesidades del “yo”, mientras que la
imitación es acomodación más o menos pura a los modelos anteriores, y la inteligencia
es equilibrio entre asimilación y acomodación.
El dibujo es la forma de la función semiótica a mitad de camino entre el juego
simbólico, mismo autotelismo, misma imagen mental con la que comparte el esfuerzo
de imitación de lo real. Constituye tanto una preparación como un resultado de la
imagen mental, y entre la imagen grafica y la imagen interior existen innumerables
interacciones, ya que las dos se derivan directamente de la imitación. El realismo del
dibujo pasa por diferentes fases. “realismo fortuito”, “realismo frustrado”, “realismo
intelectual” y “realismo visual”.

Una imagen es la prolongación de la percepción y también un elemento del


pensamiento. Las imágenes mentales sólo constituyen un sistema de símbolos que
traducen el nivel de comprensión preoperatorio y luego operatorio de los sujetos. La
imagen no basta para engendrar las estructuras operativas, puede servir para precisar el
conocimiento de los estados que la operación ha de enlazar luego por un juego de
transformaciones reversibles.
Después de los siete-ocho años la imagen se hace anticipadora y mejor para servir
de soporte a las operaciones, ese proceso resulta de la intervención de aportaciones
exteriores debidas a la formación de las operaciones.

El lenguaje aparece aproximadamente al mismo tiempo que las otras formas de


pensamiento semiótico. Tras una fase de balbuceo espontáneo y una fase de
diferenciación de fonemas por imitación, por un estadio situado al término del periodo
senso-motor, el estadio de las “palabras-frases”.
En el proceso formador del pensamiento el lenguaje desempeña un papel
importante, ya que el lenguaje está ya elaborado socialmente por completo y contiene de
antemano un conjunto de instrumentos cognoscitivos al servicio del pensamiento.
Las raíces de la lógica hay que buscarlas en la coordinación general de las
acciones a partir de ese nivel senso-motor cuyos esquemas parecen ser de importancia
fundamental desde los inicios, y ese esquematismo continúa desarrollándose y
estructurando el pensamiento en función del progreso de las acciones cuando estas se
hallan en estado de interiorizarse y de agruparse en estructuras de conjunto.

CAPÍTULO IV. LAS OPERACIONES “CONCRETAS” DEL PENSAMIENTO


Y LAS RELACIONES INTERINDIVIDUALES.

Enfocamos un largo periodo que va desde los dos-tres años hasta los once-doce y
la dividimos en dos fases.
La primera de esas fases, aun durando cuatro o cinco años es un periodo de
organización y de preparación comparable a lo que son los estadios I y II del desarrollo
senso-motor. Mientras que el periodo de siete-ocho a once-doce años es el de
completamiento de las operaciones concretas, comparables a los estadios IV, V, o VI de
la construcción de los esquemas senso-motores. Tras de lo cual sólo un nuevo periodo
operatorio, que llega a su punto de equilibrio hacia los catorce-quince años, permite
perfeccionar las construcciones aun limitadas y con lagunas parciales propias de las
operaciones concretas.
Las operaciones consisten en transformaciones reversibles, y esa reversibilidad
puede consistir en inversiones (A-A=0), o en reciprocidad (A corresponde a B y
recíprocamente).
Una transformación operatoria es siempre relativa a un invariante, y ese invariante
de un sistema de transformaciones constituye lo que hemos llamado hasta aquí una
noción o un esquema de conservación. Las nociones de conservación pueden servir de
indicios psicológicos del perfeccionamiento de una estructura operatoria.

Respecto a las nociones de conservación, se da su ausencia hasta los siete-ocho


años. Los niños parecen no razonar sino acerca de los estados o configuraciones,
descuidando las transformaciones. La transformación no es ignorada, pero no es
concebida como tal, es decir, como paso reversible de un estado a otro, modificando las
formas, pero dejando invariable la cantidad.
Los estados están subordinados a las transformaciones y estas acusan a la vez a
modificaciones en sus variaciones compensadas y la invariante implicada por la
reversibilidad.

Las operaciones concretas afectan directamente a los objetos y aun no a hipótesis


anunciadas verbalmente, forman la transición entre la acción y las estructuras lógicas
más generales que implican una combinación y estructura de grupo coordinante de las
dos formas posibles de reversibilidad.
La seriación consiste en ordenar los elementos según sus dimensiones crecientes
o decrecientes.
Cuando se le da a un niño diez regletas cuyas diferencias poco aparentes necesitan
comparaciones dos a dos, se observa las siguientes etapas: primero, parejas o pequeños
conjuntos pero incoordinables entre si; luego una construcción por tanteos empíricos,
que constituyen regulaciones semirreversibles; finalmente, un método sistemático,
consistente en buscar por comparaciones dos a dos el elemento mas pequeño, en este
caso el método es operatorio.
De esta seriación operativa, adquirida hacia los siete años, se derivan
correspondencias seriales o seriación de dos dimensiones.

La clasificación constituye un agrupamiento fundamental. Los más pequeños


comienzan por colecciones de figuras, es decir, disponen los objetos no sólo según sus
semejanzas y diferencias individuales, sino yuxtaponiéndolos espacialmente en filas, de
modo que su colección implica una figura en el espacio.
La segunda etapa es la de las colecciones no figurativas: pequeños conjuntos sin
forma espacial diferenciadles es subconjuntos. Este encaje de clases en extensión se
consigue hacia los ocho años y caracteriza entonces la clasificación operatoria.

La construcción de los números enteros se efectúa, en estrecha ligazón con la de


las seriaciones y de las inclusiones de clases. La evaluación numérica para el niño esta
unidad a la disposición espacial de los elementos y en analogía estrecha con las
colecciones figurativas.

El espacio, el desarrollo de las intuiciones preoperatorios y luego de las


operaciones espaciales en el niño esté más próximo a la construcción teórica que a las
filiaciones históricas: las estructuras topológicas de partición de orden preceden muy
netamente a las otras, y de estas estructuras de base proceden, simultánea y
paralelamente, las estructuras proyectivas.

Un móvil es más rápido que otro si lo rebasa. A nivel preoperatorio el niño no


considera más que los puntos de llegada y luego estructura operatoriamente los
rebasamientos anticipados tanto como los comprobados.
La noción de tiempo se basa en su forma acabada, sobre tres clases de
operaciones; una seriación de los acontecimientos, constitutiva del orden de sucesión
temporal; un ajuste de los intervalos entre los acontecimientos puntuales, fuente de la
duración; una métrica temporal, isoforma de la métrica espacial.

La representación del universo, causalidad y azar.


Se despliega un gran número de actividades estructuradas en diversos grados
según lleguen con mayor o menor facilidad a asimilar lo real. La causalidad y el azar
son los dos polos entre las que se distribuyen.
Los “por qué” atestiguan una precausalidad intermedia entre la causa eficiente y la
causa final y tienden a encontrar una razón para los fenómenos que para nosotros son
fortuitos.
Además de ese finalismo casi integral, puso en evidencia un “realismo” debido a
la indiferenciación de lo psíquico de lo físico: los nombres están ligados materialmente
a las cosas; los sueños son pequeños cuadros materiales que se contemplan en la alcoba;
el pensamiento es una especie de voz. El animismo nace de la misma indiferenciación
pero en sentido inverso.
La precausalidad resulta de una especie de asimilación sistemática de los procesos
físicos en la acción propia. La precausalidad representativa, forma poco a poco al nivel
de las operaciones concretas en una causalidad racional por asimilación.
Un ejemplo de esta causalidad operatoria es el atomismo infantil, derivado de las
operaciones aditivas y de la conservación que de ellas emana.
El azar no es concebido enseguida más que a título negativo, el niño llega pronto a
asimilar lo aleatorio a la operación, la noción de probabilidad se construye entonces
poco a poco, en tanto que es relación entre los casos favorables y los casos posibles.

Evolución de las interacciones sociales y afectivas. La llegada de la


representación, debida a la función semiótica, es tan importante para el desarrollo de la
afectividad y de las relaciones sociales como para el de las funciones cognoscitivas.
Hay en las relaciones entre el niño y el adulto fuentes de transmisiones educativas y
lingüísticas, aportaciones culturales desde el punto de vista cognoscitivo y fuente de
sentimientos específicos y de los sentimientos morales.
El proceso de socialización es el que esencialmente constituye el problema. Existe
un proceso de socialización que es progresivo, la individualidad está más socializada
que el yo en interdependencia de la primera infancia; esas interdependencias sociales
iniciales de dos a siete años atestiguan, un minimum de socialización por estar
insuficientemente estructuradas.
Génesis del deber. La formación del sentido de obligación está subordinada a dos
condiciones: la intervención de consignas dadas desde el exterior, órdenes de
cumplimiento indeterminado; y la aceptación de esas consignas, que supone la
existencia de un sentimiento sui generis de quien recibe la consigna por quien la da.
Esa hetoronomía se traduce en cierto número de reacciones afectivas y en ciertas
estructuras notables, propias del juicio moral antes de los siete-ocho años.
El poder de las consignas está inicialmente ligado a la presencia material del que
las da: en su ausencia, la ley pierde su acción o su violación sólo va unida a un malestar
momentáneo.
Ese poder se hace duradero; se produce un juego de asimilaciones sistemáticas que
los psicoanalistas expresan hablando de identificaciones con la imagen paterna o con las
imágenes de autoridad.
Los componentes del respeto se disocian y esa disociación desemboca en mezclas
de afecto y de hostilidad, de simpatía y de agresividad, de celos, etc.
Desde el punto de vista del juicio moral, la heteronimia conduce a una estructura
bastante sistemática, preoperatorio desde el doble punto de vista de los mecanismos
cognoscitivos relacionales y de los procesos de socialización: el realismo moral.
En el terreno de la mentira el niño recibe la consigna de veracidad, mucho antes de
comprender el valor social de ésta por falta de suficiente socialización. La regla de la
veracidad permanece como exterior a la personalidad del sujeto y da lugar a una
situación típica de realismo moral y de responsabilidad objetiva ya que la mentira
parece grave en la medida que se aleja de la verdad objetiva.

La autonomía. Con los progresos de la cooperación social entre niños y los


progresos operatorios correlativos, el niño llega a relaciones morales nuevas fundadas
en el respeto mutuo y que llevan a cierta autonomía.
En los juegos con reglas los niños de menos de siete años reciben las reglas como
“sagradas” intangibles, y de origen trascendente. Los mayores ven en la regla un
producto de acuerdo entre contemporáneos, y admiten que pueda modificarse.

Un producto esencial del respeto mutuo y de la reciprocidad es el sentimiento de


la justicia, frecuentemente adquirido a expensas de los padres sobre los siete-ocho años.

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