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NIHILISMO DEL FIN LA HISTORIA

Gustavo Flores Quelopana


 
Nihilismo como falta de sentido encuentra su configuración antropológica en el
hombre anético. El anético es el ser que se siente estar más allá del bien y del mal
y, en consecuencia, procede a disolver los valores. Es expresión del narcisismo de
la temporalidad y del poder-ser. Lo cual, a su vez, expresa una decadencia
civilizatoria consumatoria en el poder de la Nada. El nihilismo es la utopía
inmanente del poder de la Nada y sinónimo de estancamiento espiritual del Fin de
la Historia. El nihilismo liquidador ha generado su propia mutación antropológica
en el hombre narcisista, indiferente, que banaliza la vida, la filosofía y la vida del
nonato.
 
NIHILISMO LIQUIDADOR DE LA RISA
En la sociedad nihilista actual lo humorístico es un entorno permanente. Pero la
broma actual no tiene osamenta, no se burla, se ha banalizado. No es sarcástico
sino lúdico. El humor dominante se ha desubstancializado, exhibe una hipertrofia
del lenguaje y la vacuidad de los signos. El humor lúdico rechaza burlarse del
Otro. Ahora es el propio Ego devaluado el que se convierte en objeto de risa.
Vivimos la fase de la liquidación de la risa. La risa se ha depauperado. Las
groserías se han banalizado y tampoco hacen reír como antaño. Los insultos y las
tonterías tampoco causan risa porque el hombre hedonista es la estupidez
banalizada.
El auge de los gadgets responde al tono humorístico vacío y banal muy distante
de la ironía mordaz. Lo que prima en el humor posmoderno es la lógica del
absurdo. La risa sonora del carnaval y de la fiesta tradicional se ha apagado y
extinguido. El aumento de la polución sonora urbana es inversamente proporcional
a la disminución de la risa que se apaga. La llegada del nihilismo neonarcisista, sin
heroísmo ni tragedia, pone la risa en vías de desaparición. Ya no hay risa de
alegría sino mueca de conformismo. La apatía, la indiferencia y el sentimiento de
vacío neutraliza las emociones, se experimenta una absorción narcisista que
erradica las pulsiones espontáneas, desapareciendo progresivamente la risa. El
espacio humano va siendo invadido de silencio, sólo los niños ríen.
Mientras en la otrora sociedad disciplinaria sonreír era un código indispensable
para la simpatía social, en la sociedad laxa y narcisista posmoderna ya no se
necesita sonreír, es mal visto y asumido como un desafío a las necesidades de
desocialización y suave aislamiento en sus redes comunicacionales. Y es que la
atrofia de la risa responde a la debilitación de la voluntad en el hombre hedonista
de nuestro tiempo. Se ha impuesto una civilización decadente sin risa, sin humor,
pero repleta de narcisismo. El hombre hedonista, desocializado, indiferente,
inocuo, ligero, inconsistente, sin ideología, sin historia, ubicado más allá del bien y
del mal y evacuado de su dimensión de verdad, tenía que producir un humor
vacuo y sin sentido.
De la misma forma en que el arte ha dejado de funcionar en el nihilismo
posmoderno de manera similar lo hace el humor. En la sociedad nihilista tanto el
pensamiento como las costumbres se han convertido en una parodia lúdica.
Rasgados y desvaídos no son solamente los jeans de moda sino también el pálido
humor que se luce. Lo autonomización de lo social y la atomización del individuo
se convirtieron en terreno fértil para un humor opaco, cínico y cordial. La libertad
ilimitada de la era nihilista cambió el código humorístico haciéndolo corresponder
con el ilusionismo y desasimiento del sujeto. La edad cibernética del humor
implantó la eliminación de todo lo serio, que quedó cursi, para compensar a un
individuo que perdió la pulsión espontánea de reír. En lo estético el buen gusto
cedió su lugar a lo divertido, personalizado, hipernarcisista, sofisticado y
heteróclito. De ahí que la moda retro sea parodia ligera. Es la burla de sí mismo
frente al espejo. En el Fin de la historia la contradicción se despotenció de fuerza
creadora, quedando tan sólo la imitación y la repetición. Mientras la cultura
objetiva científico-tecnológica más avanza en innovaciones, la cultura subjetiva del
individuo nihilista más se estanca en vacías repeticiones.
Ahora lo frívolo es lo serio y funcional. En el spleen dominante se trata siempre de
disipar, suavizar, afectar, amanerar con desenfado y desaliño. El proceso
humorístico en boga exhuma cualquier extravagancia porque su lógica es el
misoneísmo o afán de novedades. Se trata de provocar la sonrisa en una era en
que la risa se atrofia. En el Fin de la Historia la parodia lúdica señala la
obsolescencia de los signos. La sociedad abierta, inseparable de la edad del
consumo, y flexible reclama aquel código humorístico. Se trata de un nuevo ethos
democrático cuyo aroma espiritual es lo divertido, banal y ligero.
Nada de seriedad, distinción y respetabilidad, el nuevo valor cultural es el relax. Se
trata de hipertrofia lúdica que disimula el vacío existencial, la depresión y la
neurosis narcisista. Y es que la parodia lúdica de la sociedad hedonista lo que
busca es pacificar las relaciones humanas desmantelando hasta el último rincón
las fricciones del individuo desocializado. La democracia posmoderna es
posigualitaria, el propio ideal de la igualdad tiene un efecto cómico en consonancia
con la desacralización de todos los valores, ideales y lo divino. La secularización
del humor ha disipado los grandes códigos políticos y todos los espacios reclaman
una coloración humorística.
Todo se ha miniaturizado y esas diferencias microscópicas son parte del humor
lúdico nihilista. En el fin de la Historia los ídolos han caído, la contradicción se
petrifica, la ideología revolucionaria se disipa y explosiona el destino humorístico
lúdico. Las diferencias sociales se humorizan y el universo personalizado impone
la sonrisa pasajera y ridícula. La ideología igualitaria fue pulverizada por la
ideología humorística, donde el individuo se vuelve en un zombi cómico que flota
en un espacio paródico.
 
FEMINISMO ABORTISTA NIHILISTA
Desublimación del embarazo, desacralización de la gestación. Con las abortistas
el propio feminismo se hunde a sí mismo y exige su destrucción. por lo demás, se
corresponde con la propia legitimización de la esencia democrática. El feminismo
abortista es el epítome de la cultura individualista. Desaparecido el fundamento
divino del mundo la decisión debe ser pura expresión de la voluntad humana. El
abortismo es el paroxismo de la cultura prometeica, hedonista, indiferente y
nihilista. El abortismo es en el fondo la culminación de la empresa revolucionaria
democrática que concluye en la civilización sin Dios. Debe también su existencia
al propio capitalismo que con el consumo masivo hizo que los valores tradicionales
cedieran a los valores hedonistas.
El nuevo principio axial es el placer individual, al que sirve de maravilla la
racionalidad funcional. El abortismo es ejercicio de la negación que ha perdido su
poder creativo. Por ello que es síntoma de declive civilizatorio. No interesa licuar al
feto en la muerte y en la Nada, lo que interesa es pulverizar lo real con egoístas
fines narcisistas. Ese odio al hombre que alimenta el feminismo engendra
relaciones humanas crueles y conflictivas. Alimenta en el hombre un odio y
desprecio irrefrenable hacia la mujer. La sexualidad femenina liberada es sinónimo
de capacidades orgásmicas insaciables y vertiginosas que se convierte para el
hombre en una amenaza que intimida y angustia. El abortista feminismo nihilista
borra las diferencias estables entre hombre y mujer y convierte el matrimonio en
una jungla insoportable. La feminista al buscar su identidad perdida provoca la
pérdida de identidad de la propia virilidad. Sin querer su guerra de los sexos está
desembocando en el fin del mundo del sexo y en la autoseducción narcisista
transexual. En los hombres aumenta la impotencia, en las mujeres la disipación
cuando no el lesbianismo. Pero ese individuo aleatorio y andrógino es el que
corresponde al capitalismo hedonista, democrático, individualista y cibernético.
 
NIHILISMO NARCISISTA
En tiempos de Freud la "vanidad corporal" sólo afectaba a las mujeres. Hoy, en
cambio, se ha vuelto en signo tenebroso y generalizado de toda la cultura nihilista.
El narcisismo es la nueva neurosis y el nuevo trastorno psíquico más generalizado
en nuestra era del nihilismo de la indiferencia. Las histerias, las fobias y las
obsesiones, propias del capitalismo autoritario, quedaron como propias de las
neurosis clásicas del siglo XIX. Se trata del narcisismo nihilista del capitalismo
permisivo, donde predomina un malestar difuso que invade todo, acompañado de
un sentimiento de absurdidad de la vida. Es una patología mental que corresponde
a la ley de una época que ha licuado los principios, valores y creencias
tradicionales. El narcisista no se crispa como el histérico, ni se emociona como el
fóbico, ni se estremece como el obsesivo, sino que más bien flota, anda ligero por
la vida como el aire. En el narcisista prima el desapego emocional, rehúye a
cualquier compromiso, preconiza las relaciones libres sin apego ni posesión.
Afincados en el bunker de la indiferencia es adicto a todo aquello que deja de lado
lo afectivo (el feminismo, la pornografía). No sienten la necesidad de asumir
responsabilidad alguna. Por ello sus conatos amorosos son breves. Alérgicos al
compromiso el Narciso pulveriza la sociabilidad, anemiza lo real, se sienten bien
en urbes y galerías comerciales donde prima la circulación. El no enraizamiento es
su pathos narcisista. Pero junto a la desubstancialización de lo real de la sociedad
hedonista el Narcisista es egoísta, duro y punitivo en las relaciones humanas. Su
código de subjetividad sufre una hiperinflación de simpatía, pero una dramática
devaluación de la empatía. No es sociable ni cooperativo, sino cruel y conflictivo,
manipulador y competitivo. Convierte las relaciones humanas en relaciones de
dominio. En él el laxismo reemplaza al moralismo. Es experto en el disimulo y la
discreción. Su sueño es permanecer siempre joven, esbelto y dinámico. La cirugía
plástica, las dietas, el gimnasio, y los implantes son su mundo. Su orbe está
signado por la voluntad del deseo corporal. Vive en el reino de la expansión del
Ego puro. Se trata de una mutación antropológica que vuelve al mundo más
peligroso precisamente porque se preocupa narcisistamente sólo en sí mismo.
 
NIHILISMO DE LA INDIFERENCIA
"Me da igual", "normal nomás", "y nada", son las frases que se reproducen por
doquier en nuestro tiempo de la indiferencia. La indiferencia pura no va más allá
del nihilismo pasivo ni del nihilismo activo, sino que es el nihilismo cumplido. Al
indiferente puro le es posible vivir sin objetivo y sin sentido, sin valores y sin
imperativo categórico. No tiene ideas, sólo deseos. Vive en el puro presente, sin
sentido de historia y sin necesidad de futuro. Atado a su prótesis tecnológica -el
celular y las redes sociales- no es conservador ni revolucionario, es reaccionario.
Inclinado a la revuelta momentánea, que al cambio sostenido. Vive en la fugacidad
de emociones y en la orfandad de ideas. La necesidad de sentido ha sido barrida
de su alma por un capitalismo consumista, que ahora hace indiferentes a los
hombres, así como ayer lo hizo con las cosas. Es anemia emocional y infertilidad
mental. Hasta el suicidio pierde sentido y se vuelve indiferente. Su universo es la
pura banalidad de la pasión por la nada. Las masas postmodernas del capitalismo
cibernético han abrazado el nihilismo de la indiferencia.
 
FILÓSOFO POSMODERNO
El filósofo posmoderno busca pensar sin moldes ni criterios tradicionales. Lo
primero es lo vivido, lo corporal, la sensibilidad. Se cuidan de lo conceptual y lo
teórico, que son identificados con el poder imperial masculino. Por ello comparten
el afeminamiento de la sociedad del deseo. Buscan ser encantadores y
seductores, lucen una amplia sonrisa vacía pero simpática. El filósofo posmoderno
funciona con la iluminación en lo social, el strip tease integral y generalizado. Sus
nuevos valores son la cordialidad, la tolerancia y las confidencias hedonistas. Es
ecologista, feminista y todo lo que tenga que ver con los ismos blandos. Busca
salir del logos para permanecer en el soma. Huye de cualquier centrismo, incluso
del falocentrismo. Considera más importante permanecer en lo fluctuante, lo
ambiguo, lo andrógino. Jamás es idéntico a sí mismo, gusta permanecer adherido
a la Nada, prefiere la incoherencia, lo fluido y continuo.
Avergonzado de la máquina teórico-fálica y lejos de considerarse como una
involución de la racionalidad prefiere definirse como un producto de la mayor
libertad del sujeto. Vive como una ameba adaptado a los sistemas democráticos
hedonistas. Rehúye estar sujeto a rígidos imperativos categóricos y a severos
sistemas de pensamiento. No nos engañemos, su inflación de análisis narcisista y
de comunicaciones seductoras lo convierte en una máquina de atomización
sistemática. Se ha erguido en el mundo filosófico un Narciso permisivo que sólo
entroniza los deseos individuales y justifica por doquier una desrealización
eufórica para satisfacer al humorístico y vacío sujeto posmoderno.

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