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Mateo 16:21-27
Es Agustín con su expresión “Dios será el lugar para nosotros luego de la muerte”
lo que lleva a postular la existencia de un “lugar” en el cielo, por encima de las
estrellas, en contraste con el infierno (sitio inferior) localizado debajo de la
tierra. Pero la “geografía” del reinado de Dios es en esta tierra, como la tierra que
mana leche y miel, y no en el empíreo. La concepción griega (Platón y Aristóteles)
que tanto influyó en el cristianismo, veía el sol, la luna y las estrellas como las
mejores imágenes de Dios. Los persas veían en las estrellas dioses menores o
ángeles (seres entre Dios y el hombre). Hoy no es defendible la errada cosmología
bíblica y no se habla de lugares sino de estados o modos de ser. Siguiendo a Juan
la eternidad se ha pensado también como la calidad de la vida presente: vivimos
ya la vida eterna o la resurrección. Así dice la carta a los colosenses que ya
estamos resucitados: “Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis
resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos” (Col
2:12). La misión del creyente sería entonces ayudar a muchos que no han logrado
resucitar de sus limitaciones o penalidades; permitirles verdadera vida. En el
pasado la vida eterna fue un mecanismo para despreciar esta vida o para
desconocer la responsabilidad histórica del creyente. Esta vida como “un valle de
lágrimas”, jaculatoria introducida por el monje Bernardo de Claraval en el siglo XII.
Teresa de Lisieux decía, en contrario, que esta vida era una lluvia de rosas. La
salvación fue adquiriendo un tinte de asunto y propiedad privada muy lejos del
judaísmo y de la idea de reinado de Dios que predicó Jesús. La esperanza en la
vida eterna (verdadera, según Juan), en vez de alienarnos de este mundo, nos
permite obrar con libertad frente a las opciones éticas aunque en ello se pierda la
vida. Mártires de campos como el ecológico, los derechos humanos, las causas
sociales están muy cerca de los profetas del Antiguo Testamento.
[1]ψυχή (psyché) de donde viene psicología, significa soplo, hálito, aliento vital;
fuerza vital, alma, vida y en escritos antiguos significa mariposa, símbolo de
inmortalidad.
[2] Hoy nos parece lo más natural que el alma sea inmortal, que es una idea
griega. Padres de la iglesia como Taciano, Ireneo y otros decían que quien
creyera en la inmortalidad del alma no era cristiano. Ofendía a Dios porque siendo
el alma la vida, solamente Dios la podía conceder y nada sería inmortal por
derecho propio. En su lugar decían que lo cristiano era la resurrección de la carne.