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Nada sera Imposible

La oración es la más poderosa herramienta que Dios ha dado a Su Iglesia y, sin embargo, quizás la
más olvidada de todo el arsenal.
“Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; (ellos habían fracasado en expulsar al demonio) porque de
cierto os digo que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí
allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno”
(Mateo 17: 20-21).
En Lucas 18: 1, Jesús nos habla: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar
siempre, y no desmayar”. La palabra “desmayar” es mejor traducida como “detenerse”. Orar siempre
sin detenerse. Esto es, no detenerse hasta conseguir una respuesta. La Escritura dice, “Todos los
que lo tocaron fueron sanados”. Todo esto implica una lucha. “Nada les será imposible” implica que
voy a enfrentar cosas totalmente imposibles para mí, pero que gracias a la fe, se harán posibles. En
la teología de hoy la lucha es rebajada. Hemos creado un tipo de “creencia fácil”, una “confesión
positiva”, que dice que el hombre no tiene que aferrarse a Dios, luchar a través de la oscuridad, todo
lo que tiene que hacer es simplemente citar la Escritura y reclamar la promesa, pero esta rebaja de
la lucha deja a la Iglesia impotente contra el enemigo.
Muchos estuvieron clamando para ser sanados. En una ocasión una gran multitud oprimía a Jesús.
Lo apretaban para ser sanados. Pero sólo aquellos que lo tocaron recibieron de El. Creer requiere
esfuerzo. Como Israel y el maná; ellos tuvieron que recogerlo. La Biblia dice acerca de la mujer con
el flujo de sangre, que ésta era una mujer que había padecido de hemorragias durante 12 años.
Había ido a los médicos, gastado toda su fortuna y sin embargo, no había mejorado. Pero ella vino a
Jesús y su testimonio es, “si sólo puedo tocar el borde de su manto”. Ella lo tocó y fue sanada. Ella
estaba débil, anémica por la pérdida de la sangre, no obstante insistió hasta tocar a Jesús. Hay un
enemigo y no saldrá hasta que tú y yo lo expulsemos. Si tocas a Jesús tendrás que arrasar al
demonio. Sólo los violentos lo arrebatarán.
Daniel estaba desesperado por una respuesta a los problemas de la nación; por 21 días ayunó y oró
sin recibir ni una palabra de Dios. Entonces el ángel vino a Daniel y le dijo: “Oh, amado de Dios, tú
fuiste escuchado desde el primer día”. ¿Qué había pasado? Los demonios habían impedido que el
ángel lo encontrara. Hubo una guerra en el cielo y el mensaje demoró. Los demonios que retrasaron
la respuesta a Daniel son tan reales hoy como lo fueron entonces. Si el demonio puede
desanimarte, te va a desanimar.
La Iglesia ha sido victimada por la “creencia fácil”, predicamos un evangelio de “nómbralo y
reclámalo”, “di que está hecho y estará hecho”. Pero cuando dijimos “está hecho” y no lo estuvo,
entonces no supimos qué hacer. Perdimos el compromiso dentro de nosotros que nos mantenía de
rodillas. Perdimos la habilidad de obedecer lo que Jesús dijo, de orar sin cesar, orar y no desmayar.
Pablo nos dijo: “orad sin cesar”. Esto es, sigan en oración hasta que la respuesta llegue. Los
vendedores de esta “creencia fácil” nos dijeron que si orábamos dos veces por lo mismo, entonces
la segunda vez era incredulidad. El infierno nunca vendió una mentira más grande. Mira a Jesús y el
ciego. He aquí que un hombre ciego se acerca a Jesús y éste pone Sus manos en él. Cuando Jesús
retira sus manos, el hombre le dice: “veo hombres como árboles caminando”, en otras palabras, no
estaba completamente curado. Entonces Jesús oró por él nuevamente por segunda vez (Ref.
Marcos 8: 24). En Getsemaní, Jesús oró tres veces la misma oración en la agonía de ese momento.
¿Acusan a Jesús de orar con incredulidad? Mira a Elías en el Carmelo después de pedir que cayera
fuego del Cielo, matando a los falsos sacerdotes y a los falsos profetas de la religión de Jezabel. El
va al monte a orar para que llueva. Se han cumplido todos los requisitos y él empieza a orar por
lluvia. El oró siete veces; seis veces en que el ayudante regresó y dijo que no veía nada pero la
sétima vez regresó y dijo ver una nube del tamaño de la mano de un hombre. Y Elías dijo, “es
suficiente, va a llover”. El oró siete veces para que esto ocurriera. ¿Dirían que oraba con
incredulidad? Yo les digo que él sólo obedecía a Jesús cuando El dijo que los hombres debían orar
y no detenerse hasta obtener una respuesta.
Yo solía tener un sermón sobre esto. Predicaba sobre el número siete y lo hice como un tipo de
magia, de manera que estaba volviéndome algo legalista en esto, por decir: “simplemente ora siete
veces por todo y sucederá”. Me aclamaban mucho por esto. La carne ama esto; es una fórmula que
la carne siempre ama, y yo tenía esa fórmula. Me alistaba para ir al culto una noche a predicar este
gran mensaje sobre la sétima oración de Elías, y Dios me dijo: “he escuchado suficiente de esta
tontería”. Le dije, “¡Oh, Señor!, éste es mi más grande sermón, que ahora se va al desagüe”. Pero él
dijo, “ya he escuchado suficiente de esta tontería”. Le pregunté, “¿Qué quieres decirme?”. El dijo,
“Nada tiene que ver con el siete. Si no hubiera llovido, el habría estado ahí orando dieciséis veces;
él sólo sabía que había hecho lo que le dije que hiciera, y era tiempo de abrir los cielos y él no iba a
dejarme hasta que los cielos se abrieran”.
El evangelio del “nómbralo y reclámalo” ha dejado a la Iglesia impotente en la batalla. Cuando ellos
no consiguen una respuesta no saben qué hacer. Nuestros padres del movimiento Pentecostés
usaban la terminología de “orar hasta romper los cielos”. Esto simplemente significaba que tú sabías
que Dios estaba en esto, así es que no lo debes soltar hasta que haya una respuesta. Ellos me
enseñaron desde el momento que nací de Dios y en todo momento, que la oración significaba que tú
podías creerle a Dios. Tú eres un creyente, sólo espera, cree, y permanece firme porque Dios te
escuchará. Al creer que la guerra ha terminado, el creyente piensa que todo lo que necesita es sólo
citar la promesa. El simplemente citar la Escritura, como tal, nunca ha producido resultados divinos.
Debemos perseverar hasta que los pensamientos de Dios realmente se vuelvan nuestros
pensamientos.
La simple teología de la confesión ha sentenciado a millones a una vida de derrota, porque no
resistieron activamente al demonio, agarrándose de la oración. El Señor nos manda, “No den lugar
al diablo”. Esto nos dice algo sobre el diablo. Debemos saber que él fue vencido en el Calvario, pero
también debemos saber que nosotros tenemos que hacer cumplir esa victoria cada vez que
traigamos nuestras necesidades a Dios. Satanás anda como león rugiente, buscando a quien
devorar. Si tú no lo resistes, él te devorará. La fe manda que yo esté tan fervientemente en contra
del mal como lo estoy a favor del bien. Si quieres salud debes estar contra la enfermedad. Debes
estar en contra de aquello que te impide tener salud. Si quieres ser santo debes estar en contra del
pecado. Jesús dijo que los hombres deben orar siempre y no detenerse.
Pablo nos advirtió, “Orad sin cesar”. La oración es el campo de batalla. La oración es donde
batallamos con el enemigo. Y la fe demanda que yo esté tan fervientemente en contra del mal como
lo estoy a favor del bien. La fe en su más exacto sentido es “oración prevaleciente”. “¿Y acaso Dios
no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os
digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”
(Lucas 18: 7-8). La fe verdadera entonces, de acuerdo con Jesús, es la habilidad de esperar.
Esperar significa que el diablo no va a tener a ese joven o esa joven, esto significa que va a ser
curado.
Yo fui salvo a los 27 años; 4 años después empecé a predicar a la edad de 31 años. Cerca de 2 ó 3
años después estaba en la ciudad de Edna, Tejas, predicando en una campaña. Yo fui ahí, y la
Iglesia había estado en un terrible trauma. El pastor había tenido un romance con la secretaria, y
habían huido con los ingresos de la Iglesia; mi amigo había llegado allí a pastorearla, y en medio de
tan terrible asunto, el pueblo había sido involucrado, la policía también y así toda la iglesia estaba en
cierta forma bajo una nube. Fue ahí que yo fui a predicar. Yo había estado teniendo problemas de
salud y no estaba bien del todo. Le dije al pastor que había venido a predicar de domingo a
domingo. Pero a medida que predicaba, Dios cambió esto, llegó el avivamiento y para el sábado en
la noche, se había llenado totalmente la iglesia. Y el pastor me dijo: “Mire, no puede dejarme ahora”.
Pero yo le había dicho a Dios, “es fin de noviembre”, y le dije, “si me das suficiente dinero voy a
descansar el mes de Diciembre”. Dios me dio el dinero, no era mucho en esos días, pero él me
había dado en esa semana alrededor de $300 que era mucho dinero para esa época de 1,950, pero
en lugar de obedecer lo que había dicho a Dios que haría, permanecí con el pastor y le dije que
seguiría otra semana. Al final de la semana, un sábado por la noche, estaba predicando. Recuerdo
que predicaba “Jesús el Conquistador”. No había predicado mucho tiempo cuando un dolor me
golpeó en medio del pecho y me corrió hacia abajo por ambos brazos. Me paralicé y caí en la
plataforma con lo que una enfermera dijo que fue un ataque cardíaco. Me llevaron a la casa pastoral
y en el sofá tuve otro ataque cardíaco. La enfermera me buscó el pulso; yo sentía todo pero no
podía moverme. Ella buscó en todas partes pero no pudo encontrar el pulso ni aun aquí alrededor
de las orejas o donde sea que palpó, y dijo que yo estaba muerto.
Todo el mundo lo creyó menos mi esposa. Se mantuvo orando en lenguas. Yo no las conocía, pero
las estaba entendiendo. Dios me resucitó. El no me había curado pero ella me llevó a casa, a la
granja donde sus padres vivían y estuvimos ahí tratando de sostenernos en Dios. Sabía que si iba a
un médico moriría. Y en el tercer día desperté por la noche con otro ataque cardíaco. Yo no pude
despertarla. Transpiraba tanto que el sudor corría hasta el colchón. Cuando ella despertó en la
mañana para verme pensó que estaba muerto. Ella lloraba y empezó a orar, Dios me revivió, me
resucitó o al menos me devolvió la vida; yo sabía que tenía que tocar a Dios. Así es que le dije a
ella, “quiero que me lleves al hotel en el pueblo, el pequeño pueblo de la granja, y me dejes ahí,
tengo que tocar a Dios”. Ella estaba segura que yo moriría. Ella no quería llevarme. Le dije, “si no
me llevas tendré que hacerlo yo mismo”. Ella aceptó y me llevó. No entraré en detalles. Me registró y
me puso en la habitación 9 y le dije “no dejes que nadie me moleste, regresa a la granja, yo iré
cuando esté bien”. Le dije al portero que no me molestara, “no necesito sábanas, no necesito nada,
no me moleste a menos que le llame”. El salió del cuarto y por 9 días y 9 noches estuve
mayormente de rodillas. Mi corazón estaba tan mal que no podía respirar fuerte bajo mi manzana de
Adán. Pero sabía, porque me lo habían enseñado, que podía tocar a Dios. “Tú puedes tocar a Dios,
(y yo sabía que mi única esperanza estaba en tocarlo) y nada de lo que El dijo te será imposible.”
Nueve días pasaron y él no decía nada. Empecé a leer Génesis. Leí todo hasta los Salmos. Dios no
decía nada. Mil demonios me dijeron, “tú vas a morir justamente aquí”. Bien, la novena noche a las 3
de la mañana, llegué al Salmo 9: 10 y leí algo como esto: “En ti confiarán los conocen tu nombre;
por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron”. Allí no decía sintieron, vieron,
tocaron sino que decía “buscaron”. Nadie pudo buscarlo más de lo que yo lo hice en esos 9 días. La
certeza de que El no me había abandonado nació. Y en ese momento la Escritura saltó ante mis
ojos, sentí como una mano que entraba en mi pecho, penetrando en mi corazón, apretándolo. Yo di
un salto y aterricé en esa cama y rompí las tablillas, corrí a los pasillos en pijama gritando y
alabando a Dios. Dios me había sanado. Yo había tocado a Dios, le había creído a Dios. Tú puedes
tocar a Dios.
Estamos en una guerra, debemos estar preparados para resistir. No des lugar al diablo, no te dejes
intimidar. No luchamos contra carne y sangre. Uno de los trucos más grandes del diablo es
hacernos creer que la gente es nuestro enemigo. Cuando creemos que la gente es nuestro
enemigo, acudimos a las armas carnales. Nuestro enemigo es espiritual, por lo tanto nuestras armas
son espirituales. “No luchamos contra carne y sangre”, y nuestra lucha es en oración, en este
combate mano a mano. En la lucha oriental el hombre que está de pie cuando todo acaba, gana.
Dios no dijo que nosotros deberíamos luchar. El dijo, “Nosotros luchamos”. La “creencia fácil” ha
conducido a los hombres a creer que la lucha ha acabado. Pablo dijo, “he peleado la buena batalla,
he guardado la fe”. Fue la lucha de fe, y la fe es la habilidad de resistir. Sin embargo, cuando el Hijo
del Hombre venga, ¿encontrará fe en la tierra? ¿Dónde están los intercesores? ¿Dónde están
aquellos que se pararán en la brecha y harán vallado para su familia, para su iglesia? No es de
extrañarse por qué hay tantos divorcios. Los jóvenes en las drogas. Existe aquellos llamados
“cristianos”. Los altares han sido abandonados.
Yo estuve tres años en la guerra; cuatro años en el servicio, tres años en la guerra en la sección de
ametralladoras. Cuando establecimos una línea de defensa, en diferentes posiciones pusimos las
ametralladoras, las dispusimos en un pequeño frente. Estaban para disparar haciendo fuego
cruzado, a través del cual, cuando estuvieran en acción, era casi imposible que nadie ni nada se
atravesara. Pero si una de esas armas se detenía, dejaba un hueco en la línea, así que a cualquier
costo teníamos que seguir disparando. Esto mismo ocurre con los intercesores. Cuando dejan el
altar, dan lugar para que venga el enemigo y robe nuestros jóvenes, y destruya nuestras familias. No
hay situación, sin embargo, en la que no podamos ganar. Nuestras armas son poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas. Ningún arma forjada contra nosotros prosperará. Pablo luchó
contra la bestia de Efeso, la cual era el espíritu enviado por el diablo para impedir que Pablo
estableciera la Iglesia. Efeso era una ciudad entregada a la idolatría y el demonio estaba decidido a
que esto no cambiaría. Pablo realmente combatió con el diablo por esa ciudad. El luchó en oración
contra los demonios que tenían esta ciudad cautiva.
La Biblia enseña que el perdido es mantenido cautivo por el diablo. Ellos son controlados por
Satanás. “Ningún hombre puede venir al Hijo a menos que el Padre lo traiga”. A menos que las
cadenas sean rotas por medio de la oración prevaleciente de los santos, el perdido no podrá venir.
Pero, “cuando Sión estuvo de parto, dio a luz sus hijos”. Antes que el avivamiento llegara a Efeso,
Pablo tuvo que atar al hombre fuerte. Lo mismo es verdad en cada ciudad, en cada nación, donde
sea. La falta de conocimiento ha vencido a la Iglesia. Al no saber lo que estaba pasando, ellos se
frustraron. Grandes planes se fijaron para el avivamiento, el evangelista fue llamado y nada pasó. El
problema era Satanás. La Iglesia debe atarlo. El fracaso del pueblo de Dios es no reconocer el
control de Satanás sobre los perdidos, los ha llevado a la derrota en su lucha para ganarlos a Cristo.
Nada será imposible. Resiste al diablo, y él huirá de tí. Vuelve tu fe contra Satanás, tu enfermedad y
tu miedo, y vencerás. Vuélvete violento en tus oraciones. Nada es imposible para tí o para mí.

La negación del Yo
Te das cuenta que las cosas no están bien en la Iglesia y que no están
funcionando como deben funcionar. Me refiero a la Iglesia Universal. Hay una falta
de poder, hay una falta de influencia. Es un hecho en la historia que cuando un
verdadero avivamiento toca a una nación o a una persona, no sólo vienen grandes
cambios en las vidas de los que verdaderamente vienen a conocer a Dios en ese
movimiento, sino que trae una gran sujeción en la sociedad donde esto ocurre. El
pecado se reduce, porque la Iglesia se convierte en luz y el diablo no puede
funcionar en la luz. Los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas. Y cuando hay oscuridad espiritual, vemos la ascensión de la
maldad, y ciertamente podemos ver esto en la tierra hoy, y por todo el mundo. Hay
un terrible aumento de la maldad que nos dice a los que conocemos a Dios, que la
Iglesia verdaderamente no está dando luz al mundo en el cual vivimos. Estas
enseñanzas son muy importantes en ese proceso porque hablan de lo que yo
puedo hacer individualmente, para que ese poder pueda estar en mi vida. Hasta
que esto se encuentre en nuestra vida no podremos hacer nada.
Leamos Lucas 9: 23, “Y (Jesús) decía a todos: si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Jesús con Su vida enseñó
la negación del yo. Si tú deseas seguir a Jesús, entonces lo primero que tienes
que hacer es que debes negarte a tí mismo. Si quieres hacer las obras de Cristo,
debes vivir la vida de Cristo. De Jesús se escribe lo siguiente: “Levantándose muy
de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”
(Marcos 1: 35). Si quieres hacer las obras de Cristo, entonces vas a tener que orar
como Cristo. Detengámonos un momento y pensemos en lo que te estoy diciendo.
Si quieres hacer esas obras vas a tener que orar como Cristo oraba. Tú no puedes
dejar a la casualidad ese ministerio de oración y luego esperar ser poderoso en la
manifestación del poder de Dios en tu vida tal como le ocurrió a Jesús. El “yo” sólo
ora cuando le conviene. El “yo” no soporta la soledad. Al “yo” le gusta mucho orar
en la multitud, cuando otros escuchan, pero las horas en la noche orando solo no
traen ninguna gloria al “yo”. Nadie va a poder decir “qué gran guerrero de oración
es”. Nadie dirá “mira cómo intercedió”. No había nadie alrededor de esta figura
solitaria que nos menciona el evangelio de Lucas, sino El solo levantándose muy
de mañana, aún muy oscuro para orar. Jesús dijo, “…niéguese a sí mismo…”. Esto
es sacrificio y Dios honra el sacrificio (Romanos 12: 1). Escuchamos el mismo
latido del corazón del Espíritu Santo mientras ruega contigo en este cuarto.
¿Quieres realmente este poder? ¿Quieres realmente traer avivamiento a la
Iglesia? o ¿Quieres realmente ver a Dios glorificado otra vez en ese vehículo que
fue creado para manifestar a su Hijo?
Entonces aquí está la respuesta. Debes negarte a tí mismo. No puede ser de otra
manera. Debes llegar al punto en el que estás dispuesto a sacrificar cada deseo y
escuchar lo que te insta el Espíritu Santo aquí en Romanos 12: 1. El te está
hablando a tí personalmente: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias
de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional”.
La oración es el lugar de batalla. No te equivoques; no hay nada más importante
contra lo que Satanás va a batallar contigo, que con tu vida de oración. Y yo te
digo, si tú no estableces un tiempo para encontrarte con Dios, vas a ser derrotado
en la oración. Si tú no estableces un tiempo y dices, “este es el momento que voy
a encontrarme con Dios, este es mi momento con Dios y no voy a dejar que nadie
me interrumpa”, entonces no vas a orar. Pero si tú estableces ese tiempo, y no
permites que el diablo interfiera en ese tiempo, serás una persona poderosa con
Dios. Y el tiempo apropiado es antes que el diablo y el resto del mundo se levante.
“Los que me buscan temprano, me encontrarán. Cuando me busques de todo tu
corazón, me encontrarás”. Tú no puedes buscarlo con todo tu corazón con la
interrupción de tus hijos, de la iglesia, del teléfono, y otras miles de cosas.
Levántate como Jesús lo hizo, muy temprano en la mañana. Te vas a dar cuenta
que el diablo es muy flojo para levantarse a esta hora y puedes encontrar a Dios.
Hay oportunidades cuando la oración es una delicia, cuando son tiempos de
refrigerio. Pero la mayoría de la oración es encontrarse con el enemigo cara a
cara. Pablo dijo que estamos luchando. La “lucha libre” es un deporte de contacto;
Pablo pone a la oración en esta categoría. Hay momentos que nos encontramos
en una lucha libre durante la oración, como Jacob, cuando clamó “No te dejaré, si
no me bendices” (Génesis 32: 26). Esto es contender con Dios por una respuesta.
Hay veces cuando la respuesta demora, pero tenemos que prevalecer, como
Daniel que esperó por 21 días (Daniel 10: 2). Van a haber veces cuando la lucha
va a cansar nuestro cuerpo y tensar nuestros nervios, como cuando Elías oró para
que el fuego caiga y vino la lluvia luego (1 Reyes 18). Tal oración demanda
negarnos a nosotros mismos, y esta es la oración que prevalece con Dios, y si no
prevalecemos con Dios, es un tiempo perdido.
El diario que guardó David Brainard, quien fue un misionero a las Indios Norte
Americanos, es una de las historias más grandes de la oración que prevalece. Se
trata de un hombre con tuberculosis. El nunca entendió por qué, pero Dios nunca
lo llegó a sanar. Pero a pesar de su dolor, en ese gran Nor-Oeste, él trabajó en las
circunstancias más extremas. El cuenta cómo predicó un año y nada sucedió. Pero
en una descripción de esos tiempos de dolores de parto, él dijo, “hoy luché por tres
horas, pero durante hora y media había un tiempo maravilloso con Dios”. El
demostró lo que es luchar, prevalecer, presionar con Dios hasta alcanzarlo. Esta
es la respuesta a ese poder, y esto es lo que hizo Jesús. “Todo lo que pidiereis en
oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21: 22).
La oración real es determinante y prevalece. Es la fuerza más grande en la tierra.
La primera Iglesia oró 10 días y vino el milagro de Pentecostés: tres mil personas
se convirtieron. Pedro predicó 3 minutos, (por lo menos, esto es lo que te tomaría
en leer ese sermón), y tres mil personas vinieron a Cristo. Hoy la tendencia es que
oramos 3 minutos, predicamos 10 días y nadie se salva.
Moisés pasó 40 días hablando con Dios, y la Biblia dice que su rostro brillaba tanto
que tenía que usar un velo, pues él venía de la presencia de Dios. Jesús oró toda
la noche; El se levantó en la madrugada para orar. Era tan evidente que los
milagros que El hacía eran el resultado de la oración, que Sus discípulos le decían,
“Señor enséñanos a orar”. Cuando los discípulos no pudieron echar un demonio en
Marcos 9: 23-29, Jesús les dijo que la razón era por su falta de oración y ayuno. Si
alguno quiere ser discípulo de Cristo, primero debe negarse a sí mismo. Orar como
Jesús oraba es ciertamente un acto de negación del yo. Yo sé, porque he estado
por los últimos 30 años, levantándome alrededor de las 4:30 de la madrugada para
estar en la reunión de oración a las 5:00 de la madrugada y puedo decírtelo:
cuando la alarma del reloj suena, esta carne vieja comienza a renegar, y te dice,
“descansa unas horas más. No va a pasar nada si no tienes la reunión de oración
hoy”. Es un sacrificio real, es lo que te estoy diciendo, y tú tienes que negar ese
“yo” para orar toda la noche, o levantarte de madrugada. Jesús dijo, “Si quieren ser
mis discípulos, si quieren hacer las obras de Dios, entonces esto va a ser parte de
su vida”. Y otra vez te digo que el ayuno es una parte importante de la negación
del “yo”. Todo lo que tiene vida demanda alimento. Tú le quitas el alimento y viene
la muerte. No importa si es una planta, animal, un ser humano o espiritual. Si tú
quitas el alimento, comienza a morir. El deseo por el alimento, es uno de los
deseos más fuertes del “yo”. Fue por alimento que Esaú vendió su primogenitura.
Fue al hambre físico donde Satanás dirigió su primera tentación para hacer pecar
a Jesús. Jesús advirtió contra el exceso, que es glotonería, y El dijo que esto haría
que pierdas el rapto (Lucas 21: 34). No es malo comer, pero es malo comer
mucho. La comida puede convertirse en tu dios. Pablo habló de unas personas
quienes eran “…enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición,
cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo
terrenal” (Filipenses 3: 18-19). El ayuno no es una herramienta de regateo con
Dios, el ayuno tiene que ver solamente con la negación, la crucifixión de este “yo”,
esta carne. Dios sólo responde al hombre espiritual, a la nueva creación. Cuando
la nueva creación ora, Dios siempre responde.
En Isaías 58: 6-9 el ayuno se muestra para romper el yugo de la carne. “¿No es el
ayuno que yo escogí?” dijo Dios, para romper el yugo de la carne. El lo describe
aquí, y lo hace muy claro en los versículos 6 y 7, hay una necesidad para ayunar.
Esto no cambia a Dios, te cambia a tí.
Pero cuando ese yugo es roto, entonces sale la nueva creación al frente y El dice,
“cuando tú me busques, yo responderé”. Así que el ayuno entonces es una
herramienta muy definida para mantener la carne muerta que es como se supone
debe estar. Es a través del ayuno que el hombre viejo se mantiene abajo. El poder
es la presencia manifestada de Dios. Y el ayuno abre el camino para que la vida
de Dios salga adelante. Isaías 58: 8 dice, “Entonces (y esta palabra “entonces”,
significa “después” de los versículos 6 y 7 cuando hayas roto esta carne a través
del ayuno), “nacerá tu luz como el alba”. Luz es vida. Juan 1: 4 dice “En él (Jesús)
estaba la vida; y la vida era la luz de los hombres”. El dijo que cuando esta carne
es rota, entonces nacerá tu luz, porque la vida de Dios nacerá a través de tí.
Cuando tú ayunas, pones abajo al hombre viejo, cuando oras, levantas al hombre
nuevo. El verdadero ayuno es darle a Dios el primer lugar sobre todas las
demandas de la vida del “yo”. Cuanto más cerca el discípulo camina con Dios,
mayor será el poder en la vida de ese discípulo.
Dios dice, “acercaos a Dios, y él se acercará vosotros” (Santiago 4: 8). Acercarse a
Dios es alejarse de todo lo que no es de Dios, de todo lo que niega a Dios.
¿Sabes?, no estamos separados de Dios por metros, centímetros o pulgadas;
estamos separados por nuestra iniquidad, de acuerdo a la palabra de Dios en
Isaías 59: 2, que dice, “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre
vosotros y vuestro Dios…” Si vemos esta palabra “iniquidad”, significa el “yo”.
Significa vivir en la voluntad del “yo”, y cuando tú te alejas de esto, tú te acercas a
Dios. La negación al “yo” va a llevarte frecuentemente a salir de la compañía de los
que tú más disfrutas. Oh, sí; si tu quieres tener el poder de Dios, tendrás tener
comunión con Dios, y la verdadera comunión es con el Padre y su Hijo Jesucristo
(1 Juan 1: 8). Los que tienen poder con Dios y son usados por Dios para librar a
los enfermos, estas son personas que están pasando mucho tiempo a solas con
Dios antes de ir delante de la gente.
En nuestras enseñanzas cuando tratamos con la renovación de este vaso o la
puerta de Dios, yo señalé con mucho énfasis, que tú eres el anciano de Dios, y
que tú tienes que tener tu sueño. Esto simplemente significa que tú debes esperar
en la presencia de Dios hasta que oigas y sepas lo que Dios está diciendo y
haciendo; luego salgas de esta presencia de Dios y vayas a la congregación y
entregues ese sueño al pueblo de Dios. Este es el primer paso para producir un
verdadero avivamiento, que tú y yo, ancianos de Dios, pasemos mucho tiempo en
la presencia de Dios. Por esto pusieron diáconos para ver las cosas comunes.
Dios no llamó diáconos: los eligieron para que los apóstoles persistieran, ¿en
qué?, en la oración y a la palabra de Dios, para que pudieran venir de ese tiempo
de oración y ministrar Dios a la gente. El poder es el resultado del esperar en Dios.
Si tú permites que la Iglesia haga de tí un mero gerente de negocios, y tú te pasas
todo tu tiempo buscando ambulancias y servicios funerales y tomándole de la
mano a los descontentos, no vas a tener el poder de Dios.
Es verdad que vas a conservar ese hipócrita descontento en la Iglesia, porque
sabe que tú estás ahí para sostener su mano, pero si pasas tu tiempo con Dios
para que Jesús brille en tí en el púlpito, vas a atraer a los que tienen hambre de
Dios. El “yo” te dice “apúrate”; Dios dice “en paciencia tú conservarás tu alma”.
Esto es, el nuevo hombre posee su alma. Paciencia es aquel atributo que
obtenemos a través del sufrimiento. David decía “guarda silencio ante Jehová, y
espera en él” (Salmos 37: 7). La espera es casi un arte perdido. Lo queremos todo
ahora. Yo sé que esta generación está en grandes problemas al ver jóvenes
parados frente a un horno microondas gritándole para que se apure. El hombre
que ha esperado delante del Señor ordena a la enfermedad y a los demonios que
se vayan, y se van. El hombre que no tiene tiempo para esperar dice las mismas
palabras, pero nada pasa cuando él habla.
Esperar en el Señor incluye ayunar, orar y después simplemente esperar. Cuando
lo has dicho todo, entonces espera, deja entonces que Dios te hable a tí. La
primera vez que fui a Rusia, sus reuniones de oración consistían en un montón de
conversación; después de 4 ó 5 minutos de oración, se paraban, cantaban algunos
coros y luego decían que ya no tenían más que decir. Digo, espera delante del
Señor primero, luego habla con El y cuando parece que no estás inspirado para
hablar, entonces espera. La oración es un diálogo. Deja que Dios responda.
Cuando estés en la reunión de oración, toma la Biblia para leerla. No es que hayas
dejado la oración, sino que le estás dando a Dios una oportunidad de hablar
contigo. La mayoría de Su conversación será a través de Su Palabra. El “yo” es
intranquilo e impaciente, siempre quiere acción, siempre quiere atención,
gratificación. El “yo” está preocupado por las cosas del mundo, la carne. Jesús
dijo, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo…” (Lucas 9: 23).
Jesús dijo en Mateo 28: 18 “Toda potestad me es dada…”. Todo el poder está en
Jesús, y no puede ser obtenido sino sólo de El.
El que tiene al Hijo, tiene la vida. El que no tiene al Hijo, la ira de Dios está sobre
él. Todo el poder fue dado a Jesús. Esto significa que no hay poder para mí, y no
hay para tí. El único poder que es posible que pueda haber en mí, es cuando
Jesús está en mí. Así que en la medida en que tú y yo estemos conformados a Su
imagen, el poder de Dios obrará a través de nosotros. Pero El no compartirá Su
vida con tu vida, así que El dice, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a
sí mismo”. No hay atajos para un ministerio de poder como Pablo: debemos estar
crucificados con Cristo, y debemos permitir a Cristo que viva a través de nosotros.
Ahora, quiero darles uno de los aspectos más importantes de esta lección y traerlo
a la luz hoy. Es posible que este poder esté en tí pero nunca ser visto. La Biblia
habla de esto en Romanos 1: 18, “…que detienen con injusticia la verdad”. Luego
dice que ellos conocieron a Dios pero no le glorificaron como a Dios. La única
manera en que tú puedes glorificar a Dios es permitiéndole que El viva a través de
tí. El crimen más grande del siglo es tener a Dios dentro tuyo y manifestar el “yo”‘
por fuera; ese es el crimen más grande. El hecho que esto pueda ser verdad, y el
hecho que es verdad la mayoría de las veces, se demuestra en el evangelio de
Mateo, cuando Jesús le dijo a sus discípulos que dejen que su luz alumbre. Ese
pequeño verbo “dejen” dice que hay una luz ahí. Esta luz es la vida de Dios.
Dejemos que la vida de Dios sea vista a través nuestro, para que los hombres
vean nuestras buenas obras. No hay ninguno bueno sino Dios, y cuando la gente
ve las buenas obras que son de Dios, van a glorificar a vuestro Padre que está en
los cielos. Y no hay ninguna razón para que estemos aquí, sino sólo para que
glorifiquemos a Dios. No hay otra razón para que haya avivamiento sino, glorificar
a Dios. Todo otro motivo es egocentrismo. David dijo que han invalidado la ley de
Dios. Es tiempo de actuar. Es tiempo de que tú y yo llevemos este “yo” a la nada, y
permitamos que la vida de Jesús fluya a través de nosotros, porque cuando vean a
Dios, cuando vean a Cristo ser levantado, la gente entonces será atraída a El.

El calor del desierto

A través de los capítulos anteriores de esta serie, Dios nos ha mostrado que el
ministerio que El ordenó, es que el Evangelio no sea predicado solamente en
palabras, sino en poder y demostración del Espíritu Santo. Pero ahora veamos
otras circunstancias que se presentan ejerciendo el ministerio.
Exodo 12: 11, “Y lo comeréis así: Ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en
vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente;
es la Pascua de Jehová”.
Veamos ahora Exodo 3: 9-14, “El clamor, pues de los hijos de Israel ha venido
delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi
pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios : ¿Quién soy yo para
que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve,
porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando
hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte. Dijo Moisés a
Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel , y les digo : El Dios de vuestros
padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?,
¿Qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo:
Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”.
Después de cuatrocientos años de esclavitud, había llegado el momento para que
el pueblo de Dios sea liberado de las manos de sus enemigos. Dios llamó a
Moisés en el desierto a través de un arbusto que no se consumía. Y Dios le dijo a
Moisés, “el clamor de mi pueblo Israel ha llegado hasta mí y te envío allá para
liberarlos”. Moisés argumentó con Dios. Pero Dios le dijo, “diles que YO SOY te ha
enviado”. Pero lo que Moisés escuchó realmente fue esto: “Yo seré lo que tengo
que ser en Egipto”. Dios va a ser todo lo que El tiene que ser para la victoria. El
pueblo de Dios había sido esclavo tanto tiempo que casi se habían olvidado que
eran esclavos. La tragedia más grande es entrar en la rutina de la religión y vivir
ahí tanto tiempo que equivocamos la muerte por la vida y sentimos que todo está
bien cuando todo realmente está perdido.
La Iglesia de nuestro tiempo se ha introducido en una rutina que no tiene vida, y
los linderos de la religión que limitan a Dios a las formas del sistema organizado,
se han convertido en el impedimento más grande para el avivamiento. Dios quiere
dar avivamiento y libertad, pero nuestras mentes han sido apagadas por el sistema
bajo el cual estamos. Es muy difícil despertar a un hombre y hacerle ver que algo
está mal. Reconozco esto muy fuertemente como pastor. Hay buenas personas
que se sientan en las bancas todos los domingos, ellos aman a Dios, apoyan el
evangelio, dicen amén al programa, pero aún están lejos del espíritu del
avivamiento. Esas son las personas que son más difíciles para tocar.
Cuando Dios le dijo a Moisés “te estoy enviando a Egipto”, Moisés empezó a
argumentar. Primero que todo, cuál sería la situación con el pueblo de Dios. Pero
el Señor lo animó. No hay ningún hombre que conozca a Dios a quien no le
gustaría tener avivamiento. Pero cuando llegas al verdadero asunto de lo que se
trata el avivamiento y lo que cuesta tenerlo, te vas a dar cuenta que no muchas
personas están interesadas. El emancipador o la persona que trae el avivamiento,
es siempre el héroe al principio; la gente lo quiere hacer rey. Actualmente la Iglesia
puede ser encendida con el pensamiento del avivamiento. Puedes ver una buena
reacción. Pero cuando les dices a esas mismas personas que te va a costar
noches de oración, entonces pierdes la audiencia.
Cuando Moisés estuvo en Egipto, se dio cuenta que lo querían hacer rey. Cuando
él le demandaba a Faraón que los dejara ir, ellos aclamaban. Cuando él entraba al
palacio del Faraón y decía, “Así dice el Señor, deja ir a mi pueblo”, estaban listos
para irse. Cuando la larga marcha empezó, no había ningún desviado entre ellos.
Todos estaban felices . No hay ninguna persona que no sepa que Dios se ha
empezado a mover en este planeta. No sólo en las iglesias pero en todas partes,
los espíritus de la gente están abiertos. Dios ha empezado algo que va a culminar
con la segunda venida de Cristo.
Cuando hablamos a dónde estamos yendo, podemos gritar hasta que las paredes
casi caigan. Cuando llegue el tiempo de movernos al calor del desierto y de
enfrentar las aguas amargas de Mara y ganar la victoria de una tierra prometida,
ahí pierdes a la multitud. Todos se emocionan con el avivamiento: David dijo,
“Traigamos de vuelta el arca”. Todos están de acuerdo en hacerlo. Pero cuando
ven que los hombres mueren por causa de su desobediencia y mal uso,
inmediatamente quieren dejar el arca en cualquier lugar. Cuando se tiene que
cargar la responsabilidad de un avivamiento y pagar el precio para conseguirlo,
vamos a ver que no hay muchas personas interesadas. Cuando un hombre se
pone de pie y proclama lo que Dios quiere hacer, todos gritan. Tres millones de
esclavos con el oro de Egipto en su bolsillos, los aretes de las egipcias en sus
bolsas, salían con un grito. Una nación que los detuvo por cuatrocientos años caía
en ruinas. Sin duda habían predicadores en la multitud que decían, “Ahora que
somos victoriosos, nunca tendremos más problemas o pruebas”. Dejaron Egipto
con una canción. Todo era maravilloso. No había ningún problema a la vista. Pero
no habían avanzado mucho cuando la arena del desierto comenzó a quemar sus
pies. Las aguas de Mara eran amargas y empezaron a quejarse. Moisés el
libertador ya no es más el héroe; ahora es un estafador que les ha engañado a
hacer algo que ellos no querían.
Yo te hablo de esto porque tú vas a enfrentar lo mismo. Enfrentamos una inercia y
una Iglesia que está en esclavitud a Egipto, que es el mundo. Las cadenas deben
ser rotas; Dios te va a llamar para prepararte y así poder sacar a la gente de donde
está y llevarlos a la Tierra Prometida. Y te puedo asegurar que hay un desierto
entre el lugar que estamos y ese avivamiento. Debes saber que la arena va a
quemar tus pies. Ellos prefirieron el campamento esclavo de un sistema religioso
que no les cuesta nada, en lugar del real mover de Dios que les va a costar todo.
Todos quisiéramos el mover de Dios si no nos va a costar nada. A todos nos
gustaría vivir en un continuo avivamiento. Pero el avivamiento nos va a costar la
muerte de lo que tú y yo somos. Mucha gente no está dispuesta a soportar el calor
de ese desierto para producirlo. Sé que hay personas que saben cómo producir
este avivamiento en sus mentes. Yo también sé cómo hacerlo. Pero no es a través
de la rutina o práctica de la religión que éste va a llegar . La vida viene por el morir.
Israel cantó y gritó en las orillas del Mar Rojo sin ningún problema en el mundo.
Los falsos profetas les dijeron que habían visto lo último de Egipto, que ya no iban
a haber problemas, que el diablo ya no les molestaría más, todo iba a ser
diferente. Pero en el momento que tocaron el desierto querían otra vez volver a
Egipto y crucificar a Moisés. El que fue su héroe e hizo que la ira de Dios cayera
sobre sus enemigos, ahora se había convertido en su enemigo. Yo sería el peor
predicador si te dijera que ya no vas a tener más luchas. Pero habrá arena caliente
en el desierto. Habrán momentos cuando los hombres van a tener que ayunar y
orar y aferrarse a Dios a pesar del diablo. Dios te dice a tí y a mí, “come tu
banquete con tus zapatos puestos, y tu vara en la mano porque la hora más
grande de la Iglesia está por delante”.
No dudo en decirte que lo postrero de la Iglesia será más grande que el inicio.
Hageo dijo, “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera”. Nehemías
edificó los muros, pero lo hizo con una cuerda en una mano y una espada en la
otra. Y si tú piensas que vamos a reedificar sin luchas los muros de la Iglesia ,
estás equivocado. Vamos a hacerlo con un ojo en la tormenta y el otro en la gente
que va a ser ganada o perdida de acuerdo con nuestra dedicación a la tarea.
Edificaremos con una espátula de la Palabra de Dios en nuestra mano y nuestros
ojos en el enemigo que está determinado a que nunca reedifiquemos. Ponte tu
calzado y camina hacia la meta. No va a ser fácil; va a haber maná del cielo, pero
también problemas y pruebas, y el diablo va a estar en ese desierto. La Tierra
Prometida está delante de nosotros, pero van a haber luchas y batallas antes de
llegar allá.
Cuando llegaron al desierto, querían otra vez volver a los puerros y a los ajos de
Egipto. He visto gente que ha salido de sistemas religiosos y ha descubierto que
Dios es real. Pero no digo que ellos hayan sido libres de sus espíritus, sino que
ellos salieron y encontraron a Dios; comenzaron a andar con el Espíritu, y luego
ven que en las filas del frente hay luchas y que la lucha es terrible y quieren volver
a un mero sistema religioso. Moisés los guió al desierto y tuvieron continuos
problemas. El deseó en una oportunidad no haberlos ni siquiera conocido. Un
hombre tiene una visión, (quizás tú has tenido una); el ve las montañas de Dios y
el lugar que Dios quiere que él ocupe. Pero él comienza a avanzar y los aleluyas
se van y no hay nada sino luchas, aún para orar. He luchado con esto; el infierno
me dice, “¿Dónde está tu Dios? hubiera sido mejor que no hubieras empezado”, y
te señala cada problema. A veces el diablo te hace que tú desees no haber tenido
una visión; pero la diferencia es que cuando un hombre está luchando, esto hace
ver que está vivo. Pero cuando la lucha se acaba, cuando ya no hay más
oposición, es porque ha muerto. Cuando tú ves mas allá de lo superficial y
contemplas la gloria de Dios, los problemas se ven arreglados. No es sólo otro
lugar donde predicar; es un cuerpo donde Dios vive; es el instrumento a través de
quien el mundo ve a Dios. Toda la sabiduría y el multiforme poder actual de Dios
se encuentra en la Iglesia.
He visto a la Iglesia, la he visto a miles de millas de donde Dios quiere que esté.
Pero El dice, “quédate con tus zapatos puestos, tu vara en la mano, estás yendo
hacia la meta”. El no está menospreciando el hecho que va a haber arena en el
desierto. Lo que El está diciendo es que vamos a avanzar a pesar del diablo.
Siempre hay un Coré. El es un reverendo, un predicador, pero un esclavo. Su
tatarabuelo estuvo entre las primeras sesenta y tres personas que salieron de
Palestina a Egipto para conseguir maíz. El no tiene la fe para liberarse él mismo y
mucho menos a la gente. Pero cuando llegaron al desierto, el señor Coré tenía
todas las respuestas. Moisés los había guiado y habían cruzado el Mar Rojo. Una
nube apareció de día y una columna de fuego por la noche. Dios dijo, “yo te
alimentaré todas las mañanas”. Había una roca que les daba agua. Había un
camino en el desierto que los llevaba a la victoria de Dios, y Moisés los guió ahí;
pero en el desierto, cuando querían regresar a Egipto, no se volvieron a Moisés
sino donde el hermano Coré. Un esclavo nunca puede liberar a otro esclavo. Uno
de los grandes requisitos para un cristiano es la fe. La marca más grande de
espiritualidad es la fe. No vale nada si un hombre dice que es espiritual si no tiene
fe. Aquí estamos en el desierto con el hermano Coré, como la vieja empleada que
te va a decir cómo criar a tus hijos, o los super espirituales que tienen las
respuestas para todos los problemas. De repente él es visto como el líder
espiritual; esto siempre “complica” el problema. Moisés ya tiene suficientes
problemas con las dificultades de la gente y ahora aparece encima el consejo de
un predicador sin fe. Es terrible cuando un hombre que no tiene nada de fe
siempre está aconsejando a la gente de cómo salir de sus luchas. Lo que
necesitamos es que Dios nos levante. Coré era un esclavo en Egipto, él no tenía
las respuestas. Los esclavos nunca liberan a otros esclavos.
Daniel estaba en Babilonia, pero Babilonia no estaba en Daniel. Los avivamientos
siempre han venido a través de hombres de fe cuyos espíritus fueron libres.
Algunos han predicado que Moisés fue apóstata en el desierto. Yo no creo esta
historia. Yo creo que Dios lo mantuvo en el desierto durante cuarenta años porque
no quería que Moisés tuviera la mentalidad de un esclavo. No quería que pensara
como la mayoría. De acuerdo a lo que piensa un hombre, así es él, dice Dios. Pero
el problema es lograr que Su pueblo piense de la manera correcta. La gente dice,
“Hagámoslo”, pero cuando se llega al momento de hacer las cosas, la arena
quema los pies; el pueblo de Israel prefirió los puerros y los ajos de Egipto. Toda la
lucha está en lograr que hayan pensamientos correctos, tener nuestra mente
enfocada en Dios.
En los momentos actuales que vivimos hemos tratado de alcanzar a esta
generación con todos los medios posibles excepto con los métodos del Señor. La
lucha de Moisés era la de animar al pueblo a que sea libre. Es horrible cuando
tenemos que rogarle a la gente para que vaya al cielo. Moisés casi tiró la toalla; la
gente prefería la seguridad del campamento esclavo. Ahí no hay seguridad, es una
falsa seguridad. Sólo Jesús salva. La religión institucional, en Estados Unidos
especialmente, nos ha mentido. El pertenecer a una Iglesia no te salva. Cuando la
gran marcha empiece no vas a llegar muy lejos y vas a tener problemas. Pablo
tuvo a Juan Marcos, y éste retrocedió; Demas también lo dejó. Todo Asia se apartó
de él. Tú puedes decir que esto es porque él no estaba en la voluntad de Dios si
quieres; pero la Biblia no lo dice. En una oportunidad, la Iglesia de Galacia le
hubiera dado hasta sus ojos a Pablo, pero luego lo quisieron matar. Del amor al
odio. ¿Por qué? El estaba tratando de destruir las ataduras del mundo. El dijo: “Oh,
Gálatas insensatos, ¿habiendo empezado con el Espíritu, acabarán por la carne?”;
el héroe se convirtió en el villano porque les dice la verdad.
Israel con su vientre lleno de cordero asado y el oro de Egipto en su bolsillo,
cuando todo estuvo bien, había una canción de gozo; pero vinieron las presiones
de la vida y vieron el costo de todo ello, y comenzaron a quejarse y llorar y a
clamar por los puerros y el ajo de Egipto. Era el clamor de la incredulidad.
Escucharon a la voz de aquellos que eran esclavos de ellos mismos, de aquellos
que no tenían fe. Dios está a punto de liberar a su Iglesia. Estamos en el tiempo de
prueba. El accionar de todo hijo de Dios está siendo probado y si no nos podemos
parar ahora, nunca gobernaremos con El en ese mundo eternal.
Treinta y un mil dejaron al hermano Gedeón de una sola vez. El vio que su escuela
dominical bajó de un promedio de treinta tres mil a trescientos, en menos de lo que
puedo contártelo. Pero él siguió a la victoria. No es siempre que un hombre o una
iglesia estén mal sino es que simplemente están pasando la prueba. El diablo va a
probar todo lo que avanza para a Dios. El error más grande es no hacer nada. He
aprendido que los problemas por los cuales he atravesado no han sido porque yo
haya estado mal. La mayoría de los problemas que he enfrentado han sido porque
yo estuve en lo correcto.
Quiero decirte que al diablo no le interesa cuánto asistas a la iglesia, si esto es
todo lo que haces. A él no le importa cuantas veces vas a la iglesia. Si no permites
que los hermanos salgan a compartir con otros te va dejar tranquilo. Sólo sirve a
Dios en Egipto, Faraón dice que vas a estar bien ahí. Deja tu ganado. Moisés dijo,
“No dejaremos nada; nos vamos con todo, con todo lo que somos y tenemos nos
vamos al desierto. Vamos a adorar a Dios en el monte”. Dios dijo, “Cuando salgan
de Egipto, ésta será una señal. Van a regresar a este monte donde está la zarza
ardiendo y adorarán al Señor en éste monte”. Moisés salió con tres millones de
esclavos. Pero casi apenas que habían dejado a Faraón, es cuando encontró
problemas en el mismo campamento. Al mundo no le importa cuántos dones
tengas ni cuánto dances y cantes en el Espíritu. Siempre ha sido ese sapo sentado
en las bancas de la Iglesia que empezó como un cristiano, pero ahora odia las
cosas de Dios que quiere volver a Egipto: “no habían reproches ahí. Sabíamos
donde estábamos. Hacíamos ladrillos y servíamos a Faraón y él nos daba ajos,
puerros y cebollas. No era la mejor dieta del mundo, pero sabíamos que íbamos a
comer.”
Cuando encuentras a un hombre buscando seguridad, olvídalo; él no es bueno si
esto es todo lo que busca. No hay seguridad fuera de Dios; nuestra seguridad está
en seguir esta nube de día y el fuego de noche y ser alimentados con el maná del
cielo. Esto puede parecer inseguridad para los religiosos, pero esta es la única
seguridad que hay. Dios es una persona en los reinos del Espíritu, y en las aguas
donde un hombre tiene que nadar, hay una gloria que nunca ha sido tocada.
Nunca he sido tan afectado como últimamente, viendo el mundo de Dios en
contraste con el pequeño mundo religioso de nuestros tiempos, donde la reunión
de la escuela dominical es el termómetro de la Iglesia. Si hay cien personas
menos, todos se desaniman. Si hay cien nuevos, todos se animan. No es más que
entusiasmo humano que puede ser derrumbado con el calor del desierto. Yo vi la
presencia de Dios en Moisés cuando todo estaba en su contra, he visto al apóstol
Pablo en el camino a Listra apedreado y dejado como muerto. Yacía ahí en un
charco de sangre. Todos lo habían abandonado. Pero en el Espíritu, he visto a
esta masa humana, pararse nuevamente y alguien le gritaba, “¿Dónde vas
predicador”? y él contestaba, “al mismo lugar que iba antes de que esta multitud
me agarrara”. No hay retroceso cuando un hombre o mujer conoce a Dios. El
entusiasmo humano se puede derrumbar pero la vida de Dios no . No es
entusiasmo lo que necesitamos sino espiritualidad.
Claro que cuando te quieras mover en esta dirección, todo el infierno va a irse
contra tí. No hemos llegado a este lío de la noche a la mañana, y tampoco va a ser
corregido de la misma manera. En Mateo 16: 18 dice, “Y yo también te digo, que tú
eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella”. Los necios de nuestra época podrán burlarse de Cristo y
podrán tomarlo a la ligera, pero El va a regresar y se va a vengar de los que no
creyeron Su evangelio. Un día este mundo temblará bajo las pisadas de nuestro
Cristo. Cuando El vuelva para juzgar a los vivos y a los muertos, todo será muy
diferente. Puede parecer que la maldad va a ganar. Tú puedes pensar que la
Iglesia va a perder y que las tinieblas van a triunfar, pero ¿sabes qué?, en una
hora, Babilonia caerá. Los negociantes se van a lamentar viendo cómo se quema.
Puedes regresar a Egipto si prefieres el sistema de este mundo a la vida en el
Espíritu, pero yo prefiero las maravillas del mundo del Espíritu Santo donde los
muertos resucitan y los cojos caminan y la emoción de la presencia de Jesucristo
es experimentada. Creo que Dios podría sacarnos ahora mismo de Egipto.
Estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Dios está tratando de erradicar
ese sistema de nuestras vidas. El nos está tratando de sacar al lugar en donde
nosotros podamos realmente creer a Dios. El nos está trayendo a esta gran verdad
que, “No es por fuerza ni con ejército, sino el Señor con su Santo Espíritu”, ha
dicho.
La Iglesia ha sido levantada para ser una habitación para Dios en el Espíritu;
somos el cuerpo, el vehículo por el que Dios es expresado al mundo. Si
fracasamos, hubiera sido mejor que nunca hubiéramos existido. ¿Qué vamos a
escoger, el calor del desierto o la “seguridad” de ese campamento esclavo?
¿Vamos a retroceder y protegernos en la sombra de un sistema? Como esos
leprosos que salieron de esa puerta, hay una hambruna en el interior, en ese
sistema religioso. Levantémonos y marchemos contra el enemigo

Fortalezas

Me dirijo a tí que no eres solo orador, pero también demostrador de las verdades
de Dios. En la 2da. carta a los Corintios 10: 1-12 dice, “Yo Pablo os ruego por la
mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy
humilde entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros; ruego, pues,
que cuando esté presente, no tenga que usar de aquella osadía con que estoy
dispuesto a proceder resueltamente contra algunos que nos tienen como si
anduviésemos según la carne. Pues aunque andamos en la carne, no militamos
según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda
altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda
desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta. Miráis las cosas según la
apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo que es de Cristo, esto también
piense por sí mismo, que como él es de Cristo, así también nosotros somos de
Cristo. Porque aunque me gloríe algo más todavía de nuestra autoridad, la cual el
Señor nos dio para edificación y no para vuestra destrucción, no me avergonzaré;
para que no parezca como que os quiero amedrentar por cartas. Porque a la
verdad, dicen, las cartas son duras y fuertes; mas la presencia corporal débil, y la
palabra menospreciable. Esto tenga en cuenta tal persona; que así como somos
en la palabra por cartas, estando ausentes, lo seremos también en hechos,
estando presentes. Porque no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con
algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos, midiéndose a sí mismos por sí
mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos”. Voy a hablar de la
fortaleza de Satanás en la vida de los creyentes, particularmente en tu vida, y
también en la Iglesia misma.
Debemos reconocer estas fortalezas, y saber que como creyentes, todos nosotros
estamos bien equipados para tratar con ellas. El texto dice que las armas de
nuestras milicias no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de
fortalezas. Cuando un enemigo invade una tierra extraña, su primer trabajo es
colocar una fortaleza. Desde esta fortaleza será el lugar de inicio de su trabajo
para destruir todo el país; muchas veces la fortaleza es secreta. Pablo trata con
estas fortalezas, porque aún en esos primeros días, el enemigo había invadido la
Iglesia con un sólo propósito: destruirla. Podemos ver estas fortalezas desde la
creación: Dios hizo al hombre a Su imagen, lo puso en el Edén y ahí, dice la Biblia,
Dios caminó con él. Hubo sólo una restricción para ese hombre “…del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás…” (Génesis 2: 17). Satanás vino a buscar
una fortaleza, una base de operaciones en la creación de Dios.
Tienes que creer esto; donde sea tu ministerio, en cualquier lugar que pongas esta
iglesia, Satanás va a ir ahí con un sólo propósito; buscar una fortaleza, un lugar
donde el pueda corromper y destruir. Dios dijo que Satanás era la criatura más
sutil de todas. El comenzó a razonar con Eva en Génesis 3: 1- 4, “Pero la serpiente
era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho;
la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del
huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto
podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No
comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la
mujer: No moriréis”. Satanás es un vendedor profesional; sedujo a Eva y la
engañó. El engaño entró a la creación de Dios, y esta fue la fortaleza de Satanás;
a través de ella comenzó a atacar a Adán. La Biblia dice que Adán no fue
engañado: Con ojos abiertos transgredió la ley de Dios. Fue la transgresión de
Adán y no el engaño a Eva, que arruinó la raza. (1 Timoteo 2: 14). Así que el
proceso es claro. Observa: Un a brecha de engaño: La fortaleza de Satanás. La
transgresión de Adán: La caída de la raza, lo cual es una tragedia.
Vemos en 2 Corintios 11: 1-5, en el que el predicador está tratando de lo que
estamos hablando: “¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme. Porque
os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para
presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con
su astucia engañó a Eva, de vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados
de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si alguno viene predicando a otro Jesús
que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis
recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis; y pienso que
en nada he sido inferior a aquellos grandes apóstoles”. En estos versículos Pablo
está mostrando la fortaleza de Satanás en la Iglesia de Corinto. ¿Cuál era?; los
maestros falsos y la enseñanza falsa aceptada en el cuerpo, se convirtieron en una
fortaleza de Satanás.
¿Has visto alguna vez en tu vida cómo los famosos predicadores de Pentecostés
menosprecian la verdad y la necesidad de la verdad? Dicen que Dios no ve la
doctrina sino sólo el corazón. Y cualquiera que trata con esta falsedades en la
Iglesia, es llamado un hereje o algo peor. Pero aquí la fortaleza de Satanás en esta
Iglesia de Corinto, en esta primera Iglesia, fue la enseñanza falsa. Los falsos
maestros vinieron predicando otro evangelio, otro Jesús y los que recibieron este
falso evangelio participaron de otro espíritu. El enemigo estaba ahí en la Iglesia de
Corinto, y su fortaleza o base de operaciones, eran falsos maestros. Entonces, el
engaño había entrado, estableciendo una fortaleza, y estuvo llevando a la Iglesia a
la transgresión. En 2 Corintios 3: 1-3 dice, “¿Comenzamos otra vez a
recomendarnos a nosotros mismos? ¿O tenemos necesidad, como algunos, de
cartas de recomendación para vosotros, o de recomendación de vosotros?
Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas
por todos los hombres, siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por
nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de
piedra, sino en tablas de carne del corazón”. Como hijos de Dios nuestras vidas
deben ser un libro abierto; no deben haber lugares secretos en la vida de un hijo
de Dios. Si hay cosas de las cuales tú te avergüenzas , cosas que haces en
secreto, cosas que rechazas confesar y traer a la luz, entonces Satanás tiene una
fortaleza en tu vida, y desde ese lugar secreto el enemigo va a atacar hasta
destruir tu vida. Cuando un cristiano va a lugares y hace cosas de las cuales
estaría avergonzado delante de otros cristianos, eso es una fortaleza de donde el
enemigo va a atacar.
En Juan 8: 33-36, Jesús estaba hablando a judíos que habían creído en él. Pero
estos judíos querían saber qué es lo que El se refería con ser libres, diciéndole:
“Linaje de Abraham somos y jamás hemos sido esclavos de nadie”. Pero Jesús les
explicó que si cometen pecado, entonces son esclavos del pecado, pero “…si el
Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Así que el mensaje del Evangelio
es, a pesar de que eres pecador, puedes ser libre. El Hijo va a sacar esta
naturaleza de tí, y serás verdaderamente libre. La frase “verdaderamente libre”
significa libre en cada acción, hecho, motivo, pensamiento y obra. Lo que hace
primero Jesús es ir y atar al hombre fuerte y echarlo fuera. El toma sus bienes,
limpia la casa, y la libera. Jesús nos liberó, somos nueva creación.
Jesús no nos perdona y después nos da una ley para que nos limpiemos nosotros
mismos; El nos libera, y es en esta nueva creación que Satanás busca poner una
fortaleza. En Mateo 12: 43-45, vemos acerca del hombre fuerte; el está buscando
una fortaleza en la nueva creación. Observa que cuando él regresa a casa, la
encuentra vacía, barrida, adornada. Está limpia. Cuando el enemigo regresa y nos
encuentra vacíos, aunque estemos limpios, estamos abiertos al engaño. Esta casa
limpia tiene que convertirse en una habitación de Dios por el Espíritu. Si no somos
llenos del Espíritu, éste le da al enemigo una posibilidad para regresar. El lo hará si
se lo permitimos, pero Dios dice que no demos lugar al diablo. El no puede volver
solo a gusto, pero si hay lugares secretos o fortalezas en tu vida, entonces le estás
dando lugar al enemigo. Y si hay lugares secretos en la iglesia a la cual tú has sido
llamado a pastorear, él va a venir contra toda la iglesia a través de esto. Esta es la
razón por la cual tú debes continuamente escudriñar esta iglesia con la palabra del
Dios vivo, hasta que todo lo que no sea de Cristo sea expuesto por lo que es: una
fortaleza del diablo.
Por más de cuatro décadas, como ministro de Cristo, he tratado con muchos que
son poseídos por demonios. A muchos liberé, a otros no pude; he aprendido que
uno tiene que desear ser libre. De la experiencia que he adquirido con los
endemoniados, he aprendido sobre los cristianos y sus fracasos para encontrar las
respuestas. Los cristianos permiten las fortalezas; no están poseídos, pero hay
áreas secretas en sus corazones con las que nunca tratan. Puede ser un pecado
secreto a lo que puedes llamar “mi debilidad”. Ningún predicador puede desalojar
esta fortaleza, tú mismo tienes que tratar con ella. En algunos casos la fortaleza de
Satanás es algo de lo cual el creyente no está consciente. Aquí es cuando entra el
engaño, y así fue como Satanás atacó a Eva. El truco de Satanás es darte algo y
hacerte creer que es de Dios, pero es otro evangelio; ésta es la razón por la cual tú
debes estar atento a todo ese sensacionalismo, y saber de dónde viene.
Creo en el poder de Dios, y he visto a gente caer por ese poder, aun gente
gritando y danzando delante de Dios. Creo que han habido veces en que hubo
verdaderamente una risa santa, pero siempre fue el resultado de una obra del
Espíritu Santo, y nunca fue esto lo que atrajo al Espíritu Santo. Tienes que cuidarte
de ese sensacionalismo. Si juegas con el espíritu equivocado vas a acabar en
grandes problemas. Debemos, por la palabra de Dios y el espíritu de
discernimiento, descubrir estos engaños. Cuando los descubrimos, se tiene que
tratar con ellos. Si están en mi vida, entonces tienen que irse, si están en tu vida y
en la de otros en la Iglesia, Dios nos ha dado el poder para vencer estas cosas.
Hemos tratado con las maneras de romper esta carne en otro capítulo, con el título
¿No es este el ayuno? Hemos visto que el ayuno fue aquello que Dios nos había
dado como uno de los medios de tratar con esas fortalezas. El ayuno es negación,
es rechazar el lugar del “yo” y del apetito, y todo lo demás. El ayuno toma muchas
dimensiones. El ayuno no sólo es ayunar de comida, sino es ayunar la mente,
abstenerte y negarte. Todo esto es parte de ello.
A través de la palabra de Dios, estas fortalezas deben ser descubiertas, reveladas
y luego tratadas y destruidas, o si no, Satanás va a destruir a toda la Iglesia.
Ananías y Safira en Hechos 5, representaron tal engaño, ahí mismo en el altar de
Dios. ¿Te das cuenta?, lo que ocurre exteriormente no nos puede dañar, pero lo
interior sí. Aquí están ellos, dos personas declarando ser parte de la Iglesia,
postrados en el altar. Si Pedro no hubiera discernido esto y tratado con ello,
entonces el Espíritu de Vida se hubiera detenido, porque no puede haber tal
corrupción en el altar.
En otro capítulo mostramos que cuando rompemos estas fortalezas de Satanás,
destruimos esta carne, y tratamos con todo lo que es de la carne, entonces
comenzamos a ver la vida de Dios fluir; y cuando lo hace, entonces se cumple la
obra de Dios: los enfermos serán sanados, los endemoniados serán libres, vendrá
el avivamiento, y habrá gran gozo en el pueblo de Dios. Vimos que, cuando
obedecemos a Dios, rompemos esas fortalezas, las descubrimos, las destruimos
con el ayuno, cualquier cosa que sea, entonces nacerá nuestra luz como el alba.
Esta es la vida de Dios que fluye a través de nosotros. El socorro viene como la
mañana, Jesús será nuestra justicia frente a nosotros y la gloria de Dios estará
detrás de nosotros. Cuando oramos, Dios responde siempre al nuevo hombre, al
hombre espiritual. Nuestra luz brillará en la oscuridad , y el Señor nos guiará
continuamente, y la Biblia dice que, aún en sequedad, nuestra alma será saciada.
Esto significa simplemente que habrá un avivamiento continuo en tí y en mí. Si una
gran parte de la Iglesia ha retrocedido, tú no tienes que hacerlo. Si tú tratas
continuamente con estas cosas, esto hará que el río fluya constantemente y
tendrás avivamiento continuo. Aún cuando estés en sequedad tu alma será
saciada. Sabemos que una sequedad es cuando no llueve, y cosas desesperantes
ocurren; todo muere, y la gente llega a descender al canibalismo. Israel estuvo en
sequedad durante 3 años. Se puso tan mal que comenzaron a comerse los hijos,
unos de otros. Pablo dijo que en tiempos de sequedad en la Iglesia, los miembros
empezaron a morderse y comerse unos a otros. Bueno, la única manera de
solucionar esto, es tratando con aquello que impide que el río fluya, y si tú tratas
con esto en tu propia vida particularmente, entonces cuando todo esté seco a tu
alrededor, ¡aleluya!, aún en esta sequedad, tu alma será saciada.
La primera vez que fuí a Beaumont y comencé la iglesia que pastoreé por 35 años,
nació en un avivamiento y ese avivamiento continuó. Recuerdo que un domingo
por la noche durante el servicio de alabanza, 6 personas recibieron el bautismo del
Espíritu Santo. Prediqué, recibimos las ofrendas, y 6 personas fueron salvas, y 3
de ellas recibieron el bautismo tambien; a la una de la madrugada nos retiramos.
El lunes en la mañana tuvimos un tiempo de confraternidad con el presbiterio. Yo
asistí y no me recibieron muy felices en la comunidad, pero yo fui. En esta reunión,
el buen presbítero preguntó si alguien quería dar algún testimonio. Había un
hombre detrás de mí, que medía por lo menos 2 metros; se paró detrás de mí, y
comenzó a decir: “Estamos en un tiempo de apostasía. La gente no quiere
escuchar nada. Todo está mal, y después de esta reunión voy a tener que pedir
prestado dinero para pagar las deudas”. El se sentó, otro hombre saltó y dijo: “yo
sólo quiero decir `Amén´ a lo que el hermano dijo”. Bueno, simplemente yo no
podía permanecer sentado ahí, así que salté y comencé a decir: “Hermano no
tiene por qué ser así”. Y di testimonio de todo lo que ya te conté sobre los que
recibieron el bautismo. Bueno, era el único que estaba gritando, así que me senté.
Pero me llevé esta verdad a casa: ellos están en sequedad pero yo no. Y aún en
esta sequedad mi alma estaba saciada; la tuya también puede estarlo.
Un amigo predicador predicó en una iglesia de las Asambleas de Dios, en la parte
norte de los Estados Unidos (quizás fue en el sur); bueno, él dijo que fue un
hermoso edificio. Tenían una casa para esta iglesia, hermosa, alfombra roja, como
de terciopelo, almohadones en los asientos y en el altar. Todo estaba en un orden
perfecto. Pero estaba muerta, todo estaba lleno de muerte. Y él dijo: “yo prediqué,
yo hice todo”. No había ningún sonido, excepto una pequeña anciana, averigüé
después que tenía 85 años, no pesaba mucho, quizas 40 kilos. Yo estaba
predicando y cada vez que ella fue tocada, ella brincó gritando, y dando vueltas, se
sentaba. Todos se avergonzaron, pero ella y yo estábamos en lo mismo. Una
noche, después del servicio, yo le dije al pastor, “será mejor que tú y yo oremos
por esta dama en el asiento de adelante”. El preguntó, “¿por qué? no veo nada
malo en ella”. Mi amigo evangelista dijo, “yo tampoco, pero debemos orar, porque
todo el aceite que tienen en esta iglesia está en ella y si no lo derramamos en
alguien más antes que muera, se acabará”. Hermano amado, ¿sabes lo que me
impactó de todo esto?, que el resto de esta iglesia estaba muerta, menos ella. Aún
en sequedad su alma estaba saciada. Saca esas fortalezas de tu vida y el río va a
fluir, y en aquel fluir, las oraciones serán contestadas

No es tal el Ayuno que yo escogí

Cualquier creyente con alguna percepción espiritual, tiene que reconocer que la
Iglesia del Siglo XX tiene muy poca semejanza con la Iglesia del Siglo I. Aquello
que nació en Pentecostés ha perdido mucho de lo que le dio el impulso para llevar
el Evangelio a toda su generación. Es esto lo que estamos tratando de redescubrir
y volver a poseer en esta Escuela de Cristo. Hemos estado hablando acerca de las
cosas que impiden el fluir del Espíritu Santo.
Lo que debemos recobrar, es lo que es ser como Cristo. Veremos el ayuno como
una de las herramientas de Dios para tratar con aquello que nosotros llamamos el
“yo”, o la carne. Pero también vamos a ver los resultados de controlar esta carne
realmente a través del ayuno. Tú luchas por ver a Dios obrar, luchas por fe, luchas
por el poder, pero estas cosas son un resultado directo del avivamiento. Y
debemos entender que Dios tiene un deseo mucho más grande por el avivamiento
en la tierra que nosotros, Su pueblo.
En el Libro de Isaías 58: 6-14 dice: “¿No es mas bien el ayuno que yo escogí,
desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a
los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el
hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al
desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?. Entonces nacerá tu luz
como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la
gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová;
clamarás, y dirá el: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo
amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al
alma afligida, en la tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía.
Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus
huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas
nunca faltan. Y los tuyos edificaran las ruinas antiguas; los cimientos de
generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos,
restaurador de calzadas para habitar. Si retrajeres del día de reposo tu pie, de
hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová;
y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni
hablando tus propias palabras, Entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir
sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre;
porque la boca de Jehová lo ha hablado”.
El mensaje de Pentecostés es Dios el Padre, a través de Dios el Espíritu Santo,
mostrando a Dios el Hijo, a través de un instrumento humano, llamado la Iglesia.
Esto debiera gobernar todo lo que nosotros pensamos, cuando nosotros
reconocemos realmente lo que somos llamados a ser y a hacer. Todo esto está
resumido en esta frase que les acabo de dar.
Hemos visto cómo fue que en la caída, el espíritu del hombre fue tan violado que
se hundió en sujeción a su alma. El hombre, entonces, se convirtió en una criatura
diferente por completo. Dios alejó esta creación fuera de Su presencia, luego puso
querubines y una espada encendida a la entrada que decía: “Tu género nunca mas
podrá volver a mi presencia”. A través de la vida, muerte, y resurrección de
Jesucristo, Dios proveyó una nueva raza. Jesús fue el primogénito de esta raza; a
través de Su muerte un camino nuevo y vivo ha sido abierto para Dios: el hombre
puede nacer de nuevo.
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en El” (2 Corintios 5: 21). A través del “nuevo
nacimiento” Dios hace posible, por medio de la obediencia de Cristo, que el
hombre una vez más esté en el camino real de ser conformado a la imagen de
Cristo. Esta transformación se cumple al reemplazar una vida por otra. La Biblia
llama a este cambio: “Santificación”.
Cuando el hombre es nacido de nuevo es una nueva creación, pero aún se
encuentra ahí lo viejo que tine que ser tratado. En este cuerpo hay de ambos, de lo
“viejo” y de lo “nuevo”. Cuando aparece el “nuevo hombre” la guerra comienza,
“Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la
carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5:
17). Ahora, la guerra es muy real, y los riesgos son muy altos. “Porque el ocuparse
de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Romanos 8: 6).
“Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir
las obras de la carne, viviréis” (Romanos 8: 13).
Viendo el alto precio de vivir para la carne, el Apóstol Pablo nos dice: “Despojaos
del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovados
en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en
la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4: 22-24). El ser conformados a Cristo
requiere la muerte de lo viejo, y crecimiento de lo nuevo. Si es que va a haber un
aumento de Cristo, algo en tí y en mí tiene que convertirse en la ofrenda quemada.
Para llevar a la muerte la “vieja naturaleza,” Dios nos ha dado el ayuno.
“¿No es mas bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar
las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo
yugo?” (Isaías 58: 6). Desatar las ligaduras de impiedad y romper todo yugo
mediante el ayuno, es romper el dominio que esta naturaleza carnal tiene sobre lo
espiritual. Esto está claramente ilustrado en Romanos 7. Hay quienes enseñan que
el Apóstol Pablo no era convertido en el tiempo de esta lucha, sin embargo la lucha
en sí misma es testimonio que era salvo. Aquí vemos, detallado en forma vivida, el
cumplimiento de Gálatas 5: 17, “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu,
y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis
lo que quisiereis”. Aquí mismo, fíjate, podemos comprender el problema con la
Iglesia y por qué no estamos haciendo lo que hemos sido llamados a hacer, que es
predicar este Evangelio en poder y demostración.
En Romanos 7: 15-19 dice, “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo
que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago,
apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello,
sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora
el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el
bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”. Esta clase de guerra nunca
está presente en el que no ha sido regenerado. Es cuando la nueva creación
aparece que la guerra comienza. Esto se ve claramente en los dos hijos de
Abraham. “Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el
otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la
promesa. Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno
proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Así que,
hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces
el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el
Espíritu, así también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y
a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De
manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre (del Espíritu)”
(Gálatas 4: 22-24 y 28-31). La guerra en la tienda de Abraham no comenzó sino
hasta cuando Isaac nació. Ismael, el hijo de la carne, no creaba problemas hasta
que el hijo del Espíritu fue traído a la tienda. No es posible para la carne y el
Espíritu ocupar el mismo templo en paz; el uno o el otro deben salir. De la misma
manera, el Apóstol Pablo en ese entonces, no tuvo ningún problema con la carne
hasta el nacimiento del nuevo hombre. La guerra de dos naturalezas distintas en
un cuerpo causó el clamor de su corazón: “¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de
este cuerpo de muerte?” (Romanos 7: 24).
Cuando Pablo se refiere al “viejo hombre” como “cuerpo de muerte”, está usando
el ejemplo de una de las formas que practicaban los romanos para castigar a los
hombres; en ciertos crímenes de los estados romanos, ejecutaban al prisionero
atándole un cadáver a su cuerpo. El hombre tenía que comer, dormir y hacer todas
sus cosas, hasta que se muriese con el olor pútrido de ese cuerpo muerto. Pablo
decía, que lo que ese cadáver era para un hombre físicamente vivo, la naturaleza
carnal lo es para la nueva creación.
De acuerdo a Isaías 58: 6-7, Dios ha escogido el ayuno para desatar al hombre del
espíritu de esta horrible naturaleza. En efecto, Dios ha dicho que si por el ayuno
“hacéis morir las obras de la carne, viviréis”. Sencillamente Dios está diciendo que
si nosotros cumplimos nuestra parte del pacto, crucificando a esta vieja naturaleza
de Ismael, y por lo tanto permitiendo la entrada del hombre espiritual, la nueva
creación, para que se manifieste y viva a través de nosotros, ya no seremos más
nosotros los que vivimos, sino que será Cristo viviendo a través de nosotros. Este
es el mensaje de Pentecostés; cuando se le permite al Espíritu Santo romper el
yugo de la carne y revelar al Hijo de Dios a través del Cuerpo de Cristo, la lucha
cesa, y el Evangelio comienza a funcionar. Todas aquellas cosas que habíamos
intentado hacer, obrar los milagros de Dios, de pronto comienzan a acontecer,
cuando tú y yo, a través de este ayuno, rompemos el dominio de esta naturaleza
carnal y permitimos que la nueva creación tenga la preeminencia.
En el “nuevo hombre” libertado de la esclavitud de la carne, Dios se ha asegurado
“un hombre conforme a Su corazón”, y es a través de ese hombre que las cosas
por las que nosotros luchamos para que acontezcan, acontecen automáticamente.
Cuando la casa está en orden, entonces el río fluye. “El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu…”. Tú
no tienes que rogarle al río para que fluya, y tú no tienes que rogarle para que
sane. Simplemente suéltalo; cualquier cosa que ese río toque, lo sanará.
“Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos,
vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán
sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río” (Ezequiel 47: 9). Cuanto más y
más somos “conformados a la imagen de Cristo”, y las restricciones de la carne
son quitadas para que el río pueda fluir sin impedimento, más pronunciada será la
presencia y el poder de Dios en nuestras vidas individualmente, y en la Iglesia
colectivamente. Porque es la misma naturaleza de la experiencia cristiana el
acumular poder, mientras que progresivamente es cambiada a la imagen de Aquel
a quien “todo poder en el cielo y en la tierra han sido dados”.
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por
el Espíritu del Señor”. (2 Corintios. 3: 18). Mientras nosotros cumplamos nuestra
parte del pacto, manteniendo la carne bajo control a través del ayuno, y
levantamos al hombre espiritual a través de la oración, el río del Espíritu comienza
a fluir, trayendo consigo el poder y la presencia de Dios. Observa que en Isaías 58:
8, este versículo comienza con la palabrita “Entonces”; en este caso la palabra
“entonces” significa “después”. ¿Después de qué? Después de los versículos 6 y
7. Después que el yugo de la carne haya sido roto a través del ayuno, “Entonces
nacerá tu luz como el alba.”
Juan 1: 4 dice así: “En él (Jesús) estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres”. Mientras Jesús estaba aquí dijo: “Yo soy la luz del mundo”, pero antes
de Su partida les dijo a Sus discípulos, y a tí y a mí, que somos la luz del mundo.
Cuando recibimos el Espíritu Santo, recibimos “el espíritu de vida” de acuerdo a
Romanos 8: 2. Es esta vida en nosotros la que nos hace, la Iglesia, la luz del
mundo. Pero el hecho de que esta vida puede estar en nosotros y no ser vista,
está demostrado en la ordenanza de Jesús: “Así alumbre vuestra luz delante de
los hombres” (Mateo 5: 16). El énfasis está en el tiempo imperativo “alumbre” en el
verbo. Dios es luz, por lo tanto, nuestra única fuente de luz es la vida de Dios que
está dentro de nosotros. Pero hay otra vida en este cuerpo, y esta es “la vida de la
carne”. Para permitir que nuestra luz brille tenemos que darle una estocada de
muerte a la carne.
Si queremos que Jesús sea visto en nosotros, la carne debe ser crucificada; yo
debo menguar para que Cristo crezca. A medida que el “viejo hombre” es demolido
a través del ayuno que Dios ha escogido, y el hombre espiritual comienza a
afirmarse, cosas maravillosas comenzarán a acontecer. Tú no tienes que rogarle al
río para que fluya. Simplemente quita el obstáculo de la carne, entonces lo que el
río toque, sanará. “…y tu salvación se dejará ver pronto…”. Fíjate, la vida de Dios
en tu propia vida, nacerá, será vista, y luego tu salvación se dejará ver pronto.
Yo sé, yo predico, y yo creo en la sanidad divina para este cuerpo, pero en este
caso, El está hablando acerca de que cuando esta vida comienza a fluir, entonces
la misma Iglesia es sanada, y cuando el Cuerpo de Cristo sea sanado y opere de
igual manera que Cristo, entonces el Cuerpo sanará a toda persona enferma ahí.
Cuando los traían a Jesús, El los sanaba a todos, y cuando nosotros, el cuerpo de
Cristo, nos convertimos en aquello que se supone nos debemos convertir,
entonces también haremos lo mismo. Ahora, si el Espíritu de Aquél que levantó de
los muertos a Jesús mora en nosotros, vivificará también nuestros cuerpos
mortales.
La mayoría de las enfermedades, ya sean espirituales o de otro tipo, son el
producto de tensión, depresión y egoísmo. La tensión es producida por el egoísmo.
La depresión en el creyente en la gran mayoría, es nacida de la desobediencia y
rebelión, y ambas son productos de la voluntad propia. Yo he leído que cuando un
rayo láser tiene contacto con un objeto, si no hay resistencia, va a empujar a ese
objeto a la velocidad de la luz. Pero si hay resistencia ahí, el láser desintegrara el
objeto. Así es cuando Dios toca nuestra vida. El comienza a movernos a Su mundo
de luz. El nos ordena: “despojémonos de todo peso y del pecado que nos
asedia…” (Hebreos 12: 1). Si nosotros obedecemos y nos despojamos del “viejo
hombre” Dios nos llevará a Su presencia más y más. Pero si nos rebelamos, si nos
resistimos, él nos quebrantará; estaremos deprimidos, frustrados y enfermos. A
medida que caminamos en el Espíritu, despojándonos de los pesos, es entonces
que tu salvación (tu salud) se dejará ver pronto; e irá tu justicia (la cual es Jesús),
delante de tí, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.
Dios solamente obra con el “hombre espiritual”, o sea que, a medida que nosotros
continuamos poniendo al hombre viejo en sujeción y nos revestimos del nuevo,
más y más conseguiremos los deseos de nuestro corazón. Dice el Espíritu:
“Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares
de en medio de tí el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad”. Si tú tratas
con esta naturaleza egoísta, y esta nueva creación está orando, Dios la oirá todo el
tiempo. El hombre no puede ser más rico que la primera parte de este versículo 9.
Dios está diciendo: “hay un punto cuando todo clamor es oído, y toda oración es
respondida”. El mundo de las oraciones respondidas está reservado para aquellos
que viven en obediencia a la última parte del versículo 9: “…si quitares de en
medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad”.
El Apóstol Juan caminó en esta promesa y dio este testimonio: “…y cualquiera
cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y
hacemos las cosas que son agradables delante de él” (1 Juan 3: 22). Lo principal
es que Dios no hace ningún trato con el “hombre viejo”, pero oirá todo clamor del
“nuevo hombre”. Esto es a lo que David se refirió cuando el habló de “un abismo
llama a otro” (Salmo 42: 7). Es la nueva naturaleza de Dios en la nueva criatura
clamando a Dios. Y Dios responderá a lo que es Su propia naturaleza siempre.
Esto está preciosamente ilustrado en una madre con su hijo recién nacido. Cuando
un bebé viene a este mundo, él conoce a la madre. Esto es algo bello. Yo aprendí
esto con nuestro primogénito. El no me conocía cuando llegó. Muchas veces en
esas primeras semanas, yo lo cargaba y él lloraba y nada de lo que yo hiciere lo
satisfacía; finalmente, se lo daba a su madre, e inmediatamente él se calmaba. El
estaba con alguien que él conocía, y se sentía seguro. Había otra cosa que noté
con respecto a la relación con mi esposa y nuestro bebé. Mi esposa podía estar
completamente dormida, pero si ese niño respiraba diferente, o se movía, ella se
despertaba instantáneamente e iba al lado de la cuna; el más pequeño murmullo y
ella estaba ahí, ¿por qué? Ella y ese niño habían estado juntos por nueve meses
antes que él viniera a este mundo. Ese bebé vino de ella, ella y él eran uno, tanto
así, que la menor reacción de él, hacía que ella respondiera al instante.
Lo que es cierto de esta madre con su niño, es igualmente cierto del Padre con
una nueva criatura en Cristo. Esta nueva criatura vino de Dios. El estaba con Dios
desde la eternidad pasada. Aún mucho antes que él hubiera nacido en este
mundo, Dios y ese nuevo hijo espiritual son uno; tanto así que, como la madre, el
más pequeño llamado de él trae una respuesta inmediata del Padre. “Clama a mí,
y yo te responderé …”. Dios siempre oirá al hombre espiritual. “Y si dieres tu pan al
hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad
será como el mediodía” (Isaías 58: 10). La primera parte del versículo muestra que
aún estamos nosotros operando detrás del “entonces” del versículo 8. Estamos
cumpliendo con nuestra parte del pacto al mantener a la carne bajo sujeción a
través del ayuno.
Dios solamente va a oír a la nueva creación. Cuando el hombre cayó, Dios quitó
Su presencia del género humano. Luego puso una espada encendida a la entrada
que decía: “Tu género no puede entrar en mi presencia”. Ninguna carne se gloriará
en Su presencia. Los oídos de Dios están cerrados para el hombre carnal. Dios ha
escogido el ayuno para quebrantar el dominio del hombre carnal sobre el hombre
espiritual. Cuando nosotros obedecemos, y la carne es quebrantada, entonces el
río de vida comienza a fluir de nuestro ser. No tienes que instar al río para que
fluya. Quita la barrera, derrumba la represa, el río fluirá, y sanará lo que tocare. Y,
cuando el río fluye, la lucha cesa, y las cosas por las que nos afanamos para que
ocurran, acontecen. El problema es “la carne” (la vieja naturaleza Adámica),
porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la
carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagamos lo que quisiéramos. “El
que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”
(Juan 7: 38).
La respuesta a todo está en el fluir del río. Pero para que el río fluya, a la “carne”
se le tiene que dar una estocada mortal. Tú y yo, a través del ayuno, debemos
quitar los obstáculos. “…en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el
mediodía”. Y si cumples tu parte del pacto, muriendo diariamente como Pablo
predicó, haciendo morir continuamente las obras de la carne, a través de la
disciplina del ayuno, y si al mismo tiempo continuamente levantas al “nuevo
hombre” a través de la oración, tu vida, que es la vida de Dios en tí, se levantará
en la oscuridad y Jesús será visto en tí, y Jehová te pastoreará siempre.
La forma más alta de existir es vivir en la voluntad de Dios; vivir de tal manera que
Dios pueda decirte paso a paso lo que vas a hacer, es el plano más alto de
espiritualidad. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son
hijos de Dios” (Romanos 8: 14). La palabra “hijo” aquí en este pasaje habla de
madurez espiritual. Es al “hombre espiritual” maduro al que Dios guiará
continuamente. Dios no ordena los pasos del hombre carnal.
“Por Jehová son ordenados los pasos del hombre” (Salmo 37: 23), lo cual nos dice
que aún estamos operando detrás de ese “entonces”, porque Jesús dijo en Lucas
18: 19, “Ninguno hay bueno, sino solo Dios”. Estas Escrituras nos dicen que Dios
solamente ordenará los pasos de aquellos que son de Su propia Naturaleza. Si
alguno está en Cristo, nueva criatura es. Esta nueva creación ha llegado a ser
participante de la naturaleza divina (2 Pedro 1: 4). Esta guianza del Señor por
nuestra parte es un proceso. Por otro lado, es el crucificar, o mantener muerta la
naturaleza vieja. Y hasta que resuelvas esta guerra entre la carne y el Espíritu, no
puede haber ahí verdadero gobierno del Espíritu. Para esto, Dios nos ha dado el
ayuno.
¿Cómo es que el ayuno trae esta crucifixión? Muy sencillo: todo lo que tiene vida
demanda comida. Si le quitas la comida a cualquier cosa viviente, sea planta,
animal, humano, o espiritual, comenzará a morir. Cuando tú ayunas, debilitas al
“viejo hombre”, y si al mismo tiempo pasas mucho tiempo en oración, fortalecerás
al “nuevo hombre”, y a medida que ese nuevo hombre gana más terreno sobre el
viejo y comienza a manifestarse, Dios lo puede guiar a Su voluntad y propósito.
Este es el medio de Dios, este es el ayuno que Dios ha escogido. Y si nosotros le
obedecemos, nuestras vidas serán levantadas como el alba, nuestra salvación
(salud) se dejará ver pronto; Jesús irá delante de nosotros, la gloria de Dios detrás
nuestro, y cuando oremos, Dios nos oirá. Nuestra luz nacerá en oscuridad y el
Señor nos guiará siempre. En las sequías, Dios saciará tu alma. Esta es la forma;
si tú, mediante el ayuno y la oración, colocas a la naturaleza nueva en su lugar
apropiado, Dios obrará a través de tí y contigo, y las cosas por las que nos
afanamos por lograr, acontecerán.

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