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Meditemos acerca de uno de los temas que, a mi parecer, es clave para poder
vivir una espiritualidad según nos propone S. Juan Evangelista, "el amigo más
amado de Jesús". El tema es el de la amistad...
PRIMERA PARTE
LA AMISTAD HUMANA1
1 Las reflexiones de esta primera parte fundamentalmente fueron tomadas de C.S. Lewis, Los
Cuatro Amores, Rialp, Madrid, 3ed. 1994, pp. 69-102. Los párrafos en cursiva son textuales.
2 Proviene de la palabra latina amicitia. Y, amicitia deriva de amor, amoris, amor.
3 Sobre la amistad como virtud moral: Cf.: Fr. Marcos González, O.P, Cuadernos de Espiritualidad y
En la amistad, hay veces en que por prudencia se debe guardar una "sana
distancia:", sin que por ello se pierda la intimidad; es más, muchas veces la
aumenta: "Así dos amigos varones, aún en la convivencia repetida y cercana deben
guardar una cierta distancia. Por ejemplo, para calentarse con el fuego hace falta
una cierta distancia, de lo contrario el sujeto se quema; para gustar plenamente la
belleza de una obra de Velázquez hace falta una cierta distancia. Una cercanía
impropia podría hacer desvanecer una verdadera amistad"6.
Que sea espiritual no significa necesariamente que siempre sea buena. No
podemos pensar que por ser espiritual la amistad ha de ser siempre santa o
infalible en sí misma: "Existe el mal espíritu tanto como el espíritu bueno. Hay
ángeles malvados tanto como ángeles Santos".
Sabemos que los peores pecados del hombre son los espirituales.
Por experiencia, sabemos, también, que la amistad puede ser tanto una
escuela de virtud como una escuela de vicio: "La amistad es ambivalente: hace
mejores a los hombres buenos y peores a los malos", según el fin que persigan y los
intereses que les unan.
Enseña C.S. Lewis: incluso, "las mejores amistades encierran peligros".
En primer lugar, existe el peligro de que "la indiferencia o sordera parcia
lrespecto a la opinión exterior que se da en toda amistad, aunque necesaria y
justificada, puede conducir a una "sordera total, que es arrogante e inhumana". De
este modo se puede llegar a no entender, incluso a despreciar, otras razones que no
sean las del grupo. Así, el peligro de orgullo corporativo es inseparable del amor de
amistad.
Otro peligro es pretender la exclusividad: "La amistad es excluyente. Del
inocente y necesario acto de excluir, al espíritu de exclusividad hay un paso muy
fácil de dar y, desde ahí, al placer degradante de la exclusividad".
El mayor de los peligros: Por ser la amistad el más espiritual de los amores
está sujeto al mayor peligro, también espiritual: la soberbia. De ahí que la amistad
deba estar protegida por otra virtud, la humildad. La amistad, como los demás
amores naturales, aun siendo algo bueno en sí mismo, no se puede considerar un
bien absoluto.
Debemos tener conciencia de que por ser un amor natural no queda exento
de la herida del pecado. Aunque es hermoso y pleno, a su vez, es relativo y limitado.
SEGUNDA PARTE
EL MISTERIO DE LA AMISTAD DIVINA
San Juan evangelista, el discípulo amado, que contempló los más íntimos
secretos de Jesús, recostado sobre el corazón del Maestro 7 , experimentó
seguramente en su corazón aquello que luego enseñaría Sto. Tomás: "Es propio de
la amistad que el amigo revele sus secretos al amigo. Porque, como la amistad une
los afectos y de dos corazones hace como uno solo"8.
Tenemos aquí los signos de la amistad: la "adivinación " de los sentimientos
del amigo y la "revelación" de los secretos más íntimos.
Abrimos nuestros secretos al amigo sin profanarlos, porque no los
extraemos, sino que los prolongamos9.
Este discípulo es al que Jesús le reveló este misterio: "Que todos sean uno:
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros...Yo
les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno
-yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno para que el mundo
conozca...que los amé cómo tú me amaste"10.
Dice S. Agustín: "En la amistad se ama al amigo como a uno mismo. Uno no
puede decir que es amigo de sí mismo. Este amor, el amor hacia sí mismo es algo
superior. Si la amistad es hacerse uno con el otro; entonces el amor a sí mismo
implica una unidad previa. Si no sabes amarte a ti mismo no sabrás amar a los
demás".
Enseña Sto. Tomás: "«El amor es un poder unitivo» escribe Dionisio, y cada
uno tiene en sí mismo una unidad superior a la unión. Y así como la unidad es
principio de la unión, el amor con el que uno se ama a sí mismo es forma y raíz de la
amistad, ya que con los demás tenemos amistad en cuanto nos comparamos con
ellos como con nosotros mismos" 11 . El mismo santo y Aristóteles dicen
constantemente: "El amigo es como otro yo". "El otro", pasa a ser como "yo mismo".
7 Jn 13, 23.
8 Santo Tomás de Aquino, Suma contra Gentiles, L IV, c. 21.
9 Fr. Marcos González, O. P, Op. Cit., p. 91.
10 Jn 17, 21-23.
11 Santo Tomás de Aquino, Suma de Teología (S. Th), II-II, q. 25, a. 4.
8
comprarte un regalo de cumpleaños» Por supuesto, el padre lo hace y se siente complacido con el
regalo del niño." (C. S, Lewis, Mero cristianismo, ed. Andrés Bello, chile, 1994, p. 120).
17 Jn 15, 15.
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No todo amor tiene estas características, lo cual nos hace suponer que no
todo amor es amor de amistad.
La amistad presupone cierta igualdad, y no existe sin intercambio mutuo,
dice Aristóteles: "el amigo es amigo para el amigo" (amicus amico amicus).
Dice Sto. Tomás que tal benevolencia mutua se fundamenta en cierta
comunicación20.
Ahora, ¿puede existir entre Dios y el hombre la posibilidad de reciprocidad
-entre iguales- en el amor?
Sabemos que la relación que se establece entre Dios y nosotros, tanto
metafísica y teológicamente, es entre desiguales, entre lo Infinito a lo finito, de
Creador a criatura, no hay entonces proporción entre ambas partes.
¿Cómo puede haber amistad entre seres que son infinitamente diferentes?
Sólo por un don gratuito de Dios. Él solo puede elevar al hombre al plano de
su familiaridad. Él solo puede crear en el hombre el fundamento de tal intercambio.
Dios ha dado al hombre ese fundamento de la amistad divina. Le comunica
su propia vida, su bienaventuranza. Hace de él un hijo de Dios, introduciéndolo en
el misterio de su intimidad.
Dice Sto. Tomás de Aquino: "Como existe cierta comunicación, una comunión
del hombre con Dios, porque Dios nos comunica su bienaventuranza, puede
edificarse sobre esta comunión una amistad"21.
Hay, entonces, una verdadera comunicación de Dios con el hombre: una
verdadera participación de Su vida, en su bienaventuranza. Dios se dona, al
comunicarnos su Gracia, a sí mismo, de tal manera que sobre ese don es que puede
edificarse una verdadera amistad con él.
Sin esa comunión de vidas no hay amistad. Cuanto más íntima sea esa
comunión, más profunda será la amistad. "La semejanza es causa del amor y de la
amistad"22.
A esta gracia nos la dio desde la creación hasta la hora en que Jesús les dice
a sus discípulos: "Desde ahora los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo
lo que he oído de mi Padre".
La amistad es hacer partícipes y comunicar lo que hay de más precioso en
nosotros.
Jesús ya no llama siervos a sus discípulos, "porque el siervo no conoce lo que
hace su señor”.
El nos llama amigos, porque nos confía lo más íntimo que tiene su corazón:
su amor al Padre en el Espíritu Santo23. Los discípulos llegan a ser sus amigos
porque participan de este misterio, no sólo con el simple conocer, sino con toda su
vida, con todo su corazón, con toda su alma.
Todo crecimiento en nuestra relación con Dios se fundamenta en esta
comunión de amor.
Pero, ¿en qué radica esa comunión de amor? ¿Cuál es esa participación en la
bienaventuranza propia de Dios que hace posible que tengamos amistad con Él?
ES LA GRACIA
Bellamente dice Sto. Tomás: "La gracia no es otra cosa que cierto comienzo
de la vida divina (inchoatio gloriae) en nosotros"24.
21 Ibíd.
22 Cf.: S. Th., I-II, q. 27 a. 3; Etic. L VIII, 4.
23 1 Jn 4, 13.
24 S. Th, II-II, q. 24, a. 3 ad 2.
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Por la Gracia es que podemos estar desde ahora en comunión de vida con
Dios, una comunión que nos va llevando de felicidad en felicidad hasta la felicidad
plena.
S. Pablo no se cansa de "alabar la gloria"25 de la gracia. La Beata Sor Isabel de
la Trinidad, tenía esta frase de S. Pablo como todo un programa de vida, decía: "
Vivo en el cielo de la fe, en el centro de mi alma y procuro hacer la felicidad de mi
Maestro siendo ya en la tierra la «alabanza de Su Gloria»"26, "Laudem Gloriae, será
mi nombre en el cielo"27. El Apóstol no deja de hablar tampoco de "la riqueza que es
esa gracia derramada sobre él"28.
Dice el fr. P. Philipon, O.P: "Dios es glorificado en la medida en que la
«belleza» de sus perfecciones se refleja en las almas".
Los dominicos tenemos a Sto. Domingo como "Predicador de la gracia". San
Agustín es tenido como "Doctor de la gracia". Y, Sta. Teresita repetía: "Todo es
gracia".
Pero, ¿qué es la gracia? ¿Qué es esa comunicación de Dios mismo al hombre,
por lo cual podemos llegar a ser amigos de Dios?
Nos recuerda Sto. Tomás, con una cita de P. Lombardo: "El amor (la caridad)
es el Espíritu Santo mismo, que habita en el alma. Cuando amamos a Dios, entonces
el Espíritu Santo mueve El mismo e inmediatamente nuestro amor'29.
Si es así, ¿no iría en detrimento de nuestro amor a Dios? ¿No seríamos
reducidos a una mera pasividad, a una poca capacidad de nuestra parte para
amar? ¿Cómo habría verdadera amistad si no pudiéramos amar -nosotros mismos
y con libertad- a Dios? ¿Cómo nuestra voluntad, es capaz de realizar actos que
"alcancen y toquen" realmente a Dios?
Todos nuestros actos están sustentados y son posibles por facultades que
nos inclinan a ello. Para poder amar a Dios (así también para la fe y la esperanza)
necesitamos recibir un "don" y una capacitación que nos sea dada por el mismo
Dios, y que está más allá de nuestra capacidad natural y nos hace inclinados a
amar y nos impulsa a amar con prontitud y alegría.
La gracia nos convierte en amigos de Dios o al menos crea el fundamento
sobre el que se puede edificar una amistad con Él.
25 Ef 1, 6.
26 Carta de mayo 1906.
27 Verano de 1906.
28 Ef 1,7.
29 S. Th, II-II, q. 23, a. 2.
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cuanto don del Espíritu Santo. Así, Dionisio, dice que «es perfecto en las cosas divinas no sólo
conociéndolas, sino también experimentándolas» (De div. nom. 9). Y esa compenetración o
connaturalidad con las cosas divinas viene de la caridad que nos une con Dios, como dice S. Pablo:
«Quien se une a Dios se hace un solo espíritu con El» (1 Cor 6, 7)". (S. Th,, II-II q. 45 a.2 c)
35 I Sent. d. 14, q. 2, a. 2, ad 3m; d. 15, q. 5, expos. 2 partis textus.
36 Ibídem, d. 16, q. 1, a. 2, sol.
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37 El subrayado es nuestro.
38 Dice Sto. Tomás: "por la fe nos abrazamos a la Verdad Primera por lo que es en sí misma. Y de
esta manera, sostenidos por el conocimiento divino, vemos todo con los ojos de Dios" (In. Boet. De
Trinit. q. III, 1 ad 4).
39 Mt. 11, 25-27.
40 S. Th, I-II q. 68 a. 2 c.
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amor. Nuestro corazón descubre allí más de lo que puede hacernos comprender la
fe, vivimos más cosas de las que percibimos.
Los amigos de Dios ven, entienden, sienten todo "con el corazón de
Dios"; y conocen todo "con los ojos del amigo".
Sólo el amor, en su esencia más íntima, puede unir dos seres hasta el
extremo de darles esta manera idéntica de ver las cosas, de mirarlo todo, de
gustarlo todo en una comunión total, de comprenderse sin necesidad de las
palabras.
Cuando el amor de Dios nos convierte en amigos suyos, nos convierte
además en amigos los unos de otros41.
El amor es el que nos convoca a vivir en comunidad la fe42. Este amor deberá
llegar hasta el extremo43.
Dijo Jesús: "No hay amor más grande que el de dar la vida por los amigos"44.
El cristiano unido a Dios por el amor de amistad (la gracia), lo encuentra a Él
en todas partes. Todo le habla de su amigo. Ve en todas las cosas su mano y su
presencia. Reconoce en ellas su bondad, adivina sus intenciones, sabe sus
costumbres y sus delicadezas, en una palabra, saborea los misterios que sin amor
jamás su espíritu habría podido alcanzar.
En nuestro tiempo este tema del verdadero amor y de la amistad cada vez
tiene menos simpatizantes. Hoy la amistad se ve minada por múltiples formas
extraviadas y falsas, por la superficialidad, el erotismo, la valoración equivocada
del sexo, etc.
Necesitamos recuperar la verdadera y vital dimensión de nuestra afectividad.
Dios transporta el corazón del hombre por encima de todo sentimiento humano
hasta el plano de la misma vida divina.
El tema de la amistad con Cristo es de una verdadera urgencia. La comunión
con Cristo, su amistad, no sólo reconcilia al hombre con Dios, le libra de los
pecados, sino que también puede sanar las heridas entre las personas.
Debemos intentar recuperar la hermosura y la fuerza sanadora de la amistad
cristiana.
41 Jn 15, 12
42 Jn 17, 21-23.
43 Jn 13, 1.
44 Jn 15, 13.
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