Sin duda, el coche eléctrico va postulándose gradualmente como
una alternativa real frente al de combustión. Y, aunque se van conociendo datos importantes sobre su eficiencia o autonomía, poca gente sabe realmente algo sobre la historia del motor eléctrico.
Breve historia del motor eléctrico
Los primeros motores eléctricos fueron simples dispositivos electrostáticos descritos en experimentos realizados por el monje benedictino escocés Andrew Gordon y el inventor estadounidense Benjamin Franklin en la década de 1740. El principio teórico detrás de ellos, la Ley de Coulomb, fue descubierto por el inglés Henry Cavendish en 1771, aunque no fue publicado. Esta ley fue descubierta independientemente por el francés Charles-Augustin de Coulomb en 1785, quien sí la publicó. La invención de la pila electroquímica por el italiano Alessandro Volta en 1799 hizo posible la producción de corrientes eléctricas persistentes. Después de que el danés Hans Christian Ørsted descubriera en 1820 la interacción entre tal corriente y un campo magnético (interacción electromagnética), pronto se hicieron muchos progresos. El francés André-Marie Ampère tardó sólo unas semanas en desarrollar la primera formulación de la interacción electromagnética y presentar la Ley de Ampère, que describe la producción de fuerza mecánica por la interacción de una corriente eléctrica y un campo magnético. La primera demostración del efecto con un movimiento rotativo fue realizada por el inglés Michael Faraday en 1821. Se sumergió un alambre colgante en mercurio, sobre el cual se colocó un imán permanente. Cuando una corriente pasaba a través del alambre, este giraba alrededor del imán, mostrando que la corriente daba lugar a un campo magnético circular cercano alrededor del mismo. Sin duda, un científico fundamental en la historia del motor eléctrico. Este motor se muestra a menudo en experimentos físicos, sustituyendo el mercurio (tóxico) por salmuera. El inglés Peter Barlow se basó en esto en 1822 para su Rueda de Barlow, aunque estos y otros motores homopolares similares no pudieron ser utilizados para su aplicación práctica hasta finales de siglo. En 1827, el físico húngaro Ányos Jedlik comenzó a experimentar con bobinas electromagnéticas. Después de que resolviera los problemas técnicos de rotación continua con la invención del conmutador, llamó a sus primeros dispositivos "auto-rotores electromagnéticos". Aunque sólo se utilizaban para la enseñanza, en 1828 Jedlik mostró el primer dispositivo que contenía los tres componentes principales de los motores de corriente continua prácticos: el estator, el rotor y el conmutador. El dispositivo no empleaba imanes permanentes, ya que los campos magnéticos de los componentes estacionarios y giratorios eran producidos únicamente por las corrientes que fluyen a través de sus devanados.