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¿Te has dando cuenta que en la medida que vamos creciendo las decisiones
se van volviendo cada vez más difíciles? Cuando niñas como mucho debemos
elegir entre una cosa o la otra, como el color de la ropa, el sabor del helado, el
diseño de los útiles escolares. Todo el mundo nos promete como un trofeo que "ya
decidiremos nosotros cuando seamos grandes". Lo interesante es que nos
encontramos anhelando esa etapa de nuestras vidas, que suele llegar mucho
antes de lo esperado, ignorantes de las consecuencias que trae consigo.
Muchas veces cuando he tenido que tomar decisiones difíciles me he topado con
que mis amigas también se encuentran en la misma situación. La toma de
decisiones es un tema muy serio cuando nuestro futuro depende de ello, y
pensamos ¿Es esta la voluntad de Dios? ¿Es Su voluntad para mí de forma
específica? ¿Qué pasará si me equivoco? ¿Y si eso no era lo que Dios
quería? ¡Nuestras dudas llegan tan lejos! Al pensar que equivocarnos nos alejará
del plan de Dios estamos cargando con una ansiedad innecesaria y asumiendo un
lugar que no nos corresponde. Si Dios es soberano, y lo es, puedo descansar
en esa verdad. Entonces ¿no debemos decidir nada?
¿Qué hago entonces cuando en el día a día deba tomar decisiones realmente
muy difíciles para mí?