Está en la página 1de 105

Artículos de Carlo Frabetti en ‘El País’ en 20171

Carlo Frabetti (Bolonia; 1945) es un matemático, escritor, guionista de televisión y crítico de


cómics italiano residente en España y que escribe habitualmente en castellano. Como
matemático, cultiva asiduamente la divulgación científica y la literatura infantil y juvenil. Sus
obras más importantes son El mundo flotante y sus continuaciones. Durante años prologó
antologías de ciencia ficción en Editorial Bruguera, en los que manifestaba de continuo sus
posturas políticas de extrema izquierda.
Reside en España desde los ocho años, en la actualidad, en Gerona. De vida inquieta, ha
trabajado en casi todo tipo de oficios, si bien es esencialmente guionista y escritor. Colaboró en la
revista ¡disparo! Trabajó luego en la televisión, escribiendo y/o dirigiendo numerosos
programas, como La bola de cristal y El duende del globo . Tuvo una hija llamada Emilie que
nació en 1985.

o
3.1 La magia más poderosa
o 3.2 Ulrico y las puertas que
hablan
o 3.3 Ulrico y la llave de oro
o 3.4 Ulrico y la bola de
cristal
o 3.5 Malditas matemáticas.
Alicia en el país de los
números
o 3.6 Nunca más
o 3.7 El ángel terrible
o 3.8 Calvina
o 3.9 El vampiro vegetariano
o 3.10 El mundo inferior
o 3.11 El palacio de las cien
puertas
o 3.12 La casa infinita
o 3.13 El libro infierno
o 3.14 El gran juego
Carlo Frabetti ha publicado más de cuarenta libros, entre los que destacan El bosque de los
grumos y los protagonizados por el enano Ulrico (La magia más poderosa, Ulrico y las puertas
que hablan, Ulrico y la llave de oro). Escribió con Franco Mimmi Amanti latini, la storia di
Catullo e Lesbia, 2001.

1
https://elviajero.elpais.com/autor/carlo_frabetti/a/2

1
Índice

2017
Las reglas del juego (de la ciencia)................................................4
Galileo y Kepler en Laputa............................................................6
Algún día hablaremos de la supersimetría.....................................8
Signos en rotación........................................................................10
Números y palabras......................................................................12
La paradoja de Berry....................................................................14
La madre de todas las paradojas...................................................16
La primera persona……...............................................................18
La paradoja de Dawkins………...................................................20
Tareas sobrehumanas...................................................................22
Un guisante del tamaño del Sol....................................................24
El número de Ramanujan…..........................................................26
Colegas y comentarios..………....................................................28
El mono y los cocos………..........................................................30
El hombre que calculaba...............................................................32
La mujer que calculaba……….....................................................34
La aguja de Buffon……...............................................................36
El número 100……….…….........................................................38
Trío de musas……………...........................................................40
Los nueve mil millones de nombres de Dios...............................42
El nombre secreto de Girona........................................................44
Diversión con banderas………....................................................46
Dominar el dominó……...............................................................48
El dominó binario de Gardner......................................................50
Equipos imprevistos………….....................................................52
Los problemas de Fermi……......................................................54

2
La ecuación de Drake...................................................................56
La paradoja de Fermi....................................................................58
El castillo de Chindasvinto...........................................................60
Los gemelos de Lorentz................................................................62
La esfera de Dyson.......................................................................64
La escala de Kardashov................................................................66
El imperio galáctico de Asimov...................................................68
Las leyes de la robótica…............................................................70
Los robots de Lem........................................................................72
El cilindro de O'Neill……………................................................74
¿Es una grabación la forma más adecuada de intentar
comunicarse con una civilización extraterrestre?.........................76
La geometría como emblema de la razón.....................................78
La paradoja de Teseo………........................................................80
El dilema de la secretaria..............................................................82
La paradoja de Condorcet.............................................................84
El concurso de belleza de Keynes…............................................86
El equilibrio del miedo……….....................................................88
Juegos de suma cero.....................................................................90
La falacia del jugador…...............................................................92
El método de Montecarlo.............................................................94
El principio de Cavalieri..............................................................96
Pilas..............................................................................................98
La serie armónica.......................................................................100
Piensa un número.......................................................................102

3
Las reglas del juego (de la ciencia)
En la mayoría de los juegos las reglas se conocen de antemano, pero en el juego de la ciencia no
es así
Carlo Frabetti
6 ENE 2017 - 05:19 CST

Ilustración del juego de la oca.


Nos preguntábamos la semana pasada (o sea, el año pasado) qué tiene de especial 2017. Como
han señalado algunos lectores, es un número primo de la forma 4n + 1 (es decir, múltiplo de 4
más 1), y también de la forma 6n + 1 (múltiplo de 6 más 1), lo que permite expresarlo como suma
de dos cuadrados, y también como el producto de dos números más los cuadrados de ambos (o
sea, en la forma m2 + n2 + mn). Efectivamente, 2017 = 92 + 442 = 72 + 412 + 7 × 41. Además,
como ha señalado Lorem Ipsum, 2017 es la hipotenusa de un triángulo rectángulo de catetos 792
y 1855, puesto que 20172 = 7922 + 18852.
Vagamente relacionado con las descomposiciones anteriores, nuestro usuario destacado Salva
Fuster nos propone el siguiente problema:
Tenemos una cantidad determinada de sillas, todas iguales. Queremos asignar un precio a cada
silla, para lo cual, contamos la cantidad total que tenemos y asignamos como precio en euros de

4
cada silla, dicha cantidad total. Es un precio que ya no variará. Las vendemos todas, y el dinero
obtenido hay que repartirlo entre dos personas (A y B) a partes iguales. Como lo tenemos todo en
monedas de un euro, empezamos dando 10 a A, 10 a B, 10 a A, 10 a B… y así varias veces. El
proceso de reparto finaliza con 10 monedas para A y las que quedan para B. B se queja porque no
le han tocado 10, pero A saca su bolígrafo y le dice: “¿Si te doy este boli quedamos igualados?”.
B le contesta que sí. ¿En cuánto se ha valorado el bolígrafo?
Pasar la frontera
Lo que hace tan fascinantes -e inquietantes- a los números primos es que no parecen obedecer
ninguna regla, aunque puedan dividirse en subconjuntos de características definidas (como la
posibilidad de expresarlos como suma de dos cuadrados). Y la propia ciencia se parece a los
números primos en que solo parcialmente se deja encerrar en un conjunto de reglas estables y
precisas. Y por eso el juego de la ciencia es tan fascinante, pues parte del juego -tal vez la parte
más importante- consiste en ir averiguando sobre la marcha cuáles son las reglas, al contrario de
lo que ocurre en los demás juegos, cuyas reglas se especifican a priori.
La propia ciencia se parece a los números primos en que solo parcialmente se deja encerrar en un
conjunto de reglas estables y precisas
Aunque no siempre, o no del todo. Hay un juego de salón conocido como “pasar la frontera” en
el que uno o varios de los presentes retan solapadamente a los demás a averiguar cuál es el
requisito para pasar una frontera imaginaria. Sin dar ninguna explicación previa, sin anunciar
siquiera que se va a jugar a algo, alguien puede decirte: “Yo pasé la frontera con un trozo de
carbón, ¿cómo la pasarías tú?”, y al cabo de unos segundos de desconcierto y varios intentos
fallidos, tal vez adivines que el requisito es tener algo de color negro.
Pues bien, hay una frontera que pasaron, entre otros, Demócrito, Spinoza, Schopenhauer y
Einstein. ¿La pasaría Epicuro? ¿Y Hobbes? ¿Y Bohr? ¿Conoces o se te ocurren otros juegos en
los que parte del juego consista en averiguar las reglas?
Cabría preguntarse también cuáles son los requisitos para pasar con buen pie la frontera que
separa 2016 de 2017; pero ese es otro tipo de problema. Que espero que todos mis lectores y
lectoras resuelvan felizmente.

5
Galileo y Kepler en Laputa
De cómo un anagrama de Galileo llevó a Kepler a “descubrir” los satélites de Marte, también
descubiertos por los laputienses de Swift
Carlo Frabetti
13 ENE 2017 - 05:10 CST

Ilustración de la isla volante Laputa en 'Los viajes de Gulliver'


El problema de las sillas planteado la semana pasada tiene su miga, y también su pequeña trampa
final. Si vendemos n sillas a n euros cada una, tenemos n2 euros a repartir entre dos personas, A y
B, y en n2 hay un número impar de decenas, pues el reparto no es exacto y la última decena se la
lleva A. Es fácil comprobar que el cuadrado de un número n tiene un número impar de decenas si
el cuadrado de las unidades de n también tiene un número impar de decenas, luego n tiene que
terminar en 4 o en 6, pues los cuadrados de los demás dígitos tienen un número par de decenas.
Por lo tanto, n2 termina en 6, luego a B le faltan 4 euros para llegar a 10, luego el bolígrafo de A
se valora en 2 euros (no en 4: aquí está la pequeña trampa).
Al hablar de “pasar la frontera” y otros juegos en los que, al igual que en el juego de la ciencia,
parte del juego consiste en averiguar sus reglas, salió el tema de la encriptación, que nos llevó al
sorprendente enigma, aún sin resolver, de los anagramas de Galileo.

6
Dos anagramas y una isla volante
En 1610, Galileo le envió a Julián de Médicis el siguiente mensaje cifrado:
SMAISMRMILMEPOETALEUMIBUNENUGTTAURIAS, un anagrama de la frase que
anunciaba su último descubrimiento astronómico. El significado oculto del mensaje era:
ALTISSIMUM PLANETAM TERGEMINUM OBSERVAVI (He observado el planeta más alto
en triple forma). Se refería a Saturno (Urano, Neptuno y Plutón aún no habían sido descubiertos),
y Galileo, a causa de la insuficiente potencia de su telescopio, había tomado los extremos de su
anillo por un par de satélites. Antes de que Galileo revelara su significado, Kepler intentó
descifrar el anagrama y halló una solución que él mismo calificó de “bárbaro verso latino”:
SALVE UMBISTINEUM GEMINATUM MARTIA PROLES (Salve, furiosos gemelos, prole de
Marte). De este modo, Kepler llegó a la conclusión de que Galileo había descubierto un par de
satélites marcianos. Lo asombroso del caso es que Marte tiene, efectivamente, dos pequeñas
lunas (bastante furiosas, por cierto); pero ni Kepler ni Galileo podían conocer su existencia (no
fueron descubiertas hasta 1877). Y tampoco Swift cuando escribió Los viajes de Gulliver, en
1726, a pesar de lo cual cuenta que los astrónomos de la isla volante Laputa han observado dos
pequeños satélites marcianos, y los datos que da sobre sus distancias a Marte y sus períodos de
traslación se aproximan notablemente a las cifras reales. Y esto solo es la mitad de la historia.
Unos meses después de enviarle su primer anagrama, Galileo le mandó otro a Julián de Médicis:
HAEC IMMATURA A ME IAM FRUSTRA LEGUNTUROY, cuyo significado oculto era:
CYNTHIAE FIGURAS AEMULATUR MATER AMORUM (La madre del amor emula las
figuras de Cynthia). La madre del amor es Venus, y Cynthia es un nombre poético de la Luna:
Galileo había descubierto que el segundo planeta mostraba unas fases cíclicas análogas a las
lunares (una clara prueba de que Copérnico tenía razón). También en este caso intentó Kepler
descifrar el anagrama antes de que Galileo revelara su significado, y de nuevo halló una solución
distinta: MACULA RUFA IN JOVE EST GYRATUR MATHEM ETC (En Júpiter hay una
mancha roja que gira matemáticamente). Y de nuevo la “errónea” solución de Kepler resultaba
cierta: en Júpiter hay, efectivamente, una gran mancha roja que gira de forma regular, y que no
sería descubierta hasta 1885.
La probabilidad de que dos anagramas de más de treinta letras admitan por puro azar segundas
reordenaciones significativas, y que esos significados intrusos se correspondan con hechos reales
desconocidos en el momento de redactar y descifrar los mensajes, es tan pequeña que invita a
buscar algún tipo de explicación. Puesto que no parece probable que Galileo y Kepler visitaran
Laputa, ¿qué explicación se te ocurre? ¿Conoces o puedes crear otros anagramas de doble
significado?

7
Algún día hablaremos de la supersimetría
¿Qué eres capaz de hacer con el título de este artículo, que en realidad es un desafío mental en sí
mismo?
Carlo Frabetti
20 ENE 2017 - 06:17 CST

Fotograma de 'Futurama'.
Los anagramas de Galileo, de los que hablábamos la semana pasada, llevan siglos propiciando
especulaciones de todo tipo, algunas de las cuales se retoman y discuten en nuestra sección de
comentarios, aunque la cuestión dista mucho de estar zanjada. Nuestro “usuario destacado” Salva
Fuster sugiere que, para hacernos una idea de la dificultad de la tarea, os proponga una frase de la
misma extensión que los anagramas galileanos para que intentéis reordenar sus letras en otra
frase significativa y relacionada con El juego de la ciencia. Pues ya está. Y digo que ya está
porque es el propio título de este artículo: ALGÚN DÍA HABLAREMOS DE LA
SUPERSIMETRÍA. La frase tiene 35 letras (dos menos que el primer anagrama de Galileo) y una
proporción de vocales y consonantes de uso frecuente que no debería hacer muy difícil la
formación de otras palabras; el desafío es encontrar una “frase oculta” que tenga sentido; y, más
difícil todavía, que la frase tenga que ver con esta sección.
Capicúas y palíndromos
Y puesto que vamos a hablar de supersimetría (algún día), podemos empezar hablando de
simetría a secas, y más concretamente de simetría lingüística, para seguir con el tema de las
ensaladas de letras. O de cifras. Hay números simétricos, llamados “capicúa” (cabeza y cola en
catalán), y palabras y frases morfológicamente simétricas: los palíndromos.

8
Especialmente curioso es el conocido como primo de Belfegor, con el número de la bestia, 666
Todo número capicúa con un número par de cifras (por ejemplo 374473) es divisible por 11. ¿Por
qué? Sin embargo, un capicúa con un número impar de cifras puede ser primo, como 313, 929 o
10301. Especialmente curioso es el conocido como primo de Belfegor, con el número de la
bestia, 666, entre dos grupos de trece ceros:
1000000000000066600000000000001
Y otro dato curioso: el primo capicúa más largo conocido tiene 11811 cifras (su número de
dígitos es otro capicúa), y también termina en 1. Aunque esto último no tiene nada de especial,
pues todos los primos capicúas de más de tres cifras terminan en 1… ¿O no?
Si sumamos un número a su reverso, el resultante a su reverso y así sucesivamente, acabamos
obteniendo un capicúa. Si todas las cifras son menores de 5, es evidente que lo obtendremos en el
primer paso: 32 + 23 = 55, 214 + 412 = 626, 4101 + 1014 = 5115. Y aunque haya cifras iguales o
mayores que 5 obtendremos un capicúa en varios pasos; por ejemplo: 28 + 82 = 110, 110 + 11 =
121; 759 + 957 = 1716, 1716 + 6171 = 7887. El número así obtenido es el capicúa del número
inicial; así, 55 es el capicúa de 32, 121 es el capicúa de 28, 7887 es el capicúa de 759, etc.
¿Puedes demostrar que todo número tiene su capicúa? ¿De qué depende el número de pasos
necesarios para hallarlo? ¿Hay un límite para ese número de pasos?
Se suele usar el término “capicúa” para los números y “palíndromo” para las frases, pero son
intercambiables
Se suele usar el término “capicúa” para los números y “palíndromo” para las frases, pero son
intercambiables. Hay muchas palabras capicúas, sobre todo entre las más cortas: ORO, ALA,
ERRE, SOLOS… ¿Cuál es la palabra capicúa más larga que eres capaz de hallar?
En cuanto a las frases palindrómicas, recordemos un par muy logradas, una popular (en
castellano) y otra culta (en latín): Dábale arroz a la zorra el abad, e In girum imus nocte et
consumimur igni (Damos vueltas en la noche y nos consume el fuego). El palíndromo latino
podría ser una antigua adivinanza relativa a las mariposas nocturnas o las antorchas; o a los
demonios, según algunos, por lo que se lo conoce como el verso del diablo. Guy Debord,
fundador de la Internacional Situacionista, adoptó el palíndromo In girum… como divisa y
realizó en 1978 un cortometraje con este título.
¿Conoces o se te ocurre algún palíndromo interesante y preferentemente largo?
PD: Acabo de ver en el contador de palabras de mi ordenador que las de este artículo, sin incluir
esta post data, son 666 (puedes contarlas… si te atreves).

9
Signos en rotación
Los números son palabras, las palabras son figuras, las figuras son números…
Carlo Frabetti
27 ENE 2017 - 03:43 CST

Una versión de la "Monalisa", hecha con signos.


El título de la semana pasada, Algún día hablaremos de la supersimetría, ha dado lugar, barajado
por nuestras sagaces lectoras y lectores, a diversos anagramas tan ingeniosos como
sorprendentes. He aquí algunos: "Pues debí hallar su misterio del anagrama", "Hallar ambigüedad
si la suerte nos premia", "A leer, puedes hablar tú misma sin dialogar", “Le gustará: sabiduría
hermana de lo simple”, “Mi grito enumera huellas de palabras idas”, “Hegel dual, dirás así,
insuperable marmota”.
En cuanto a la explicación del enigmático affaire Galileo-Kepler, la hipótesis más consensuada es
la de que Kepler encontró lo que, de forma consciente o inconsciente, estaba buscando. En el
caso de los satélites de Marte, puesto que la Tierra tiene uno y Júpiter se creía que tenía cuatro, es
razonable pensar que Kepler supusiera (como luego Swift al escribir Los viajes de Gulliver) que
Marte, situado entre la Tierra y Júpiter, tenía dos, de acuerdo con la progresión 1, 2, 4…, ya que
en aquel momento se tenía una visión un tanto pitagórica del Sistema Solar (que aunque no

10
andaba desencaminada, no era tan esquemática como para que los satélites formaran una
progresión sencilla).
MÁS INFORMACIÓN

 La paradoja de Moravec

 El cuervo y el pupitre
Pasando al inagotable tema de los palíndromos, todo número capicúa con un número par de cifras
es divisible por 11 porque las cifras que ocupan lugar impar suman igual que las que ocupan
lugar par, ya que son las mismas, luego la diferencia entre ambas sumas es cero, que es
precisamente el criterio de divisibilidad por 11 (la demostración es sencilla pero un tanto larga).
La mayoría de los primos capicúas de más de tres cifras terminan en 1, pero no todos. Por
ejemplo, 30203, 70207 y 91019 son primos.
No está demostrado de forma concluyente que todos los números tengan su capicúa (obtenible
por suma iterativa de reversos, como vimos la semana pasada). Como ha señalado Manuel
Amorós, hay números, como el 196, sospechosos de no tener capicúa: son los denominados
números de Lychrel (que, curiosamente, aunque tienen nombre podrían no existir).
Y pasando de los números a las palabras, la capicúa más larga que hemos encontrado entre todos
es SOMARRAMOS, de diez letras. Pero Flying nos ha revelado la existencia de un constructor
de palabras digno de formar parte de Oulipo: Víctor Carbajo, autor de capicúas como
AIRETERREFERRETERÍA, una tienda en la que venden aire, tierra y tornillos.
Números, palabras, figuras
A menudo olvidamos que los números también son palabras, y que los signos que representan los
dígitos y las letras también son figuras. Y a su vez las figuras pueden describirse mediante
palabras y expresarse mediante números… Signos en rotación, como diría Octavio Paz.
Pues bien, he aquí algunos problemillas que tienen que ver (y esta es una gran pista) con esa
multiplicidad y movilidad de los signos:
—En una fiesta de letras en rotación, ¿cuál es la última en irse?
—Entre estas seis palabras, ¿cuál está de más?
AMA, ATA, ENE, OSO, DEDO, BOBO.
—¿Cuáles son los siguientes números de estas secuencias?
1, 2, 4, 5, 8, 11…
3, 6, 7, 9, 10, 11…
3, 6, 8, 10, 11, 12…
7, 4, 3, 2, 6, 8…
Advertencia: dada una secuencia de números, el siguiente puede ser cualquier otro, pues siempre
podremos encontrar un criterio —una función— que lo justifique; por lo tanto, las soluciones
tienen que ser sencillas e ingeniosas (aunque no necesariamente iguales a las mías).

11
Números y palabras
Los números, como los objetos, se definen mediante palabras, lo cual puede dar lugar a extrañas
contradicciones
117
Carlo Frabetti
3 FEB 2017 - 07:02 CST

Cuadro de René Magritte.


En una fiesta de letras en rotación como la celebrada la semana pasada, “la última en irse” es la e:
la última letra en (la palabra) irse.
Entre las palabras AMA, ATA, ENE, OSO, DEDO y BOBO, podemos excluir una de acuerdo
con distintos criterios; por ejemplo, DEDO es la única en la que se utilizan tres letras distintas (D,
E y O), mientras que en todas las demás solo hay dos. Pero la más singular de las seis es ENE: es
la única que no tiene ningún tipo de simetría (OSO tiene simetría central y las demás especular),
y además es autorreferente, pues es el nombre de su consonante.
MÁS INFORMACIÓN

 Galileo y Kepler en Laputa

12
 Las reglas del juego (de la ciencia)
En cuanto a las secuencias numéricas propuestas, aquí están las tres primeras con sus soluciones
y la cuarta sin:
1, 2, 4, 5, 8, 11, 12
3, 6, 7, 9, 10, 11, 12
3, 6, 8, 10, 11, 12, 100
7, 4, 3, 2, 6, 8…
La primera secuencia es la de los números cuyo nombre contiene la letra o. La segunda es la de
los números cuyo nombre contiene la letra e. La tercera es la de los números cuyo nombre tiene
cuatro letras. Y la cuarta no la ha resuelto nadie satisfactoriamente (resolverla de forma poco
satisfactoria es trivial, ya que cualquier secuencia admite cualquier número como elemento
siguiente), así que tenéis una segunda oportunidad. Una pista: la secuencia me la propuso un niño
de secundaria muy listo y muy malévolo.
Y una más de propina propuesta por un lector como contribución a lo que denomina “series poco
serias”: 7, 7, 7, 6, 6, 5…
La paradoja de Richard
El hecho de que los números también sean palabras da lugar a interesantes acertijos, algunos tan
poco “serios” como los anteriores y otros más enjundiosos.
Por ejemplo, ¿cuál es el menor número natural que no puede definirse con menos de tres
palabras?
Más difícil todavía: ¿cuál es el menor número natural que no puede definirse con menos de
catorce palabras?
Como en el caso de la famosa pipa de Magritte, la relación de un número con las palabras que lo
definen puede resultar contradictoria.
Una pista para los matemáticos que merodean por esta sección (y para quienes, sin serlo, deseen
profundizar en el tema): el último acertijo tiene bastante que ver con la paradoja de Richard, que
se puede resumir así:
Si se hace una lista con los números reales que se pueden definir con un número finito de
palabras, se puede construir, mediante el método diagonal de Cantor, un número real que no está
en dicha lista. Sin embargo, ese número ha sido definido (en la frase anterior) con un número
finito de palabras.

13
La paradoja de Berry
Números que se resisten a ser definidos, narices que solo pueden crecer si no crecen…
Carlo Frabetti
10 FEB 2017 - 09:22 CST

Un fotograma de 'Pinocho'.
El menor número que no puede expresarse con menos de tres palabras es el treinta y uno, a no ser
que aceptemos la posibilidad de escribirlo de la forma “treintaiuno”, poco ortodoxa pero tolerada
por la RAE, en cuyo caso pasaríamos al mil ciento uno.
MÁS INFORMACIÓN

 Galileo y Kepler en Laputa

 Las reglas del juego (de la ciencia)


En cuanto al segundo acertijo planteado la semana pasada, se las trae, y ha suscitado numerosos y
muy enjundiosos comentarios. ¿Cuál es el menor número natural que no puede definirse con
menos de catorce palabras? Sea cual fuere, al decir “el menor número natural que no puede
definirse con menos de catorce palabras” lo definimos con trece palabras, lo que entraña una
contradicción conocida como paradoja de Berry, pues Bertrand Russell la planteó a partir de las
reflexiones de G. G. Berry, bibliotecario de la Universidad de Oxford, que había señalado la
índole paradójica de expresiones tales como “el primer número ordinal que no se puede definir”.

14
Esta paradoja, junto con la famosa paradoja del barbero, también reformulada por Russell en
relación con la teoría de conjuntos (¿se contiene a sí mismo el conjunto de los conjuntos que no
se contienen a sí mismos?), dio al traste con el monumental proyecto logicista de Gottlob Frege,
que pretendía reducir la matemática a la lógica (en el sentido de deducir las verdades de la
matemática directa y exclusivamente de las verdades de la lógica). En 1902, con su obra Leyes
básicas de la aritmética ya en la imprenta, Frege recibió una carta de Russell en la que le
señalaba, a partir de las citadas paradojas, una incoherencia en su sistema lógico-matemático (en
honor de Frege hay que decir que encajó con gran entereza aquel golpe que desbarataba el
resultado de largos años de trabajo y supo convertir su error en punto de partida de nuevas
aportaciones al desarrollo de la lógica).
Paradojas replanteadas
Como acabamos de ver, en realidad las paradojas atribuidas a Russell no son suyas; pero él las
reformuló y replanteó en un contexto que les confirió un nuevo e importante papel. Intentemos
emularlo:
1. ¿Qué pasaría si Pinocho dijera “Va a crecerme la nariz”? ¿Es esta paradoja idéntica a la famosa
paradoja del mentiroso o posee características propias?
2. A estas alturas no tiene mucho sentido volver a preguntar qué fue antes, el huevo o la gallina;
pero tal vez lo tenga esta otra pregunta: del mismo modo que la paradoja de Russell sobre los
conjuntos que se contienen a sí mismos es equivalente a la paradoja del barbero, ¿de qué famosa
paradoja es una variante —o un caso particular— la del huevo y la gallina?
3. Llamemos autorreferentes a las palabras aplicables a sí mismas (como “sustantivo”, que es ella
misma un sustantivo, o “esdrújula”, que es esdrújula) y no-autorreferentes a las que no lo son
(como “adjetivo”, que no es un adjetivo, o “aguda”, que es llana). ¿Qué clase de palabra es “no-
autorreferente”? ¿A qué paradoja remite esta cuestión?

15
La madre de todas las paradojas
“Cierto es el testimonio de uno de ellos que afirma que los cretenses mienten siempre”, dijo San
Pablo
67
Carlo Frabetti
17 FEB 2017 - 04:44 CST

San Pablo predicando, cuadro de Rafael


Nos preguntábamos la semana pasada qué pasaría si Pinocho dijera que va a crecerle la nariz. Si
no le crece habrá mentido, y por tanto tiene que crecerle; pero si le crece habrá dicho la verdad, y
por tanto no tiene que crecerle. Es una versión más de la paradoja del mentiroso, que podríamos
llamar “del mentiroso ocasional”, ya que Pinocho solo miente algunas veces. Por otra parte, al
referirse a un acontecimiento futuro, presenta algunas peculiaridades con respecto a la paradoja
del mentiroso tradicional. Obsérvese, dicho sea de paso, que la formulación de San Pablo, aunque
remite a ella, no es una paradoja: es, sencillamente, una afirmación falsa.
MÁS INFORMACIÓN

 La paradoja de Berry

 Números y palabras

16
Se suele considerar, y no faltan motivos para ello, que la paradoja del mentiroso es la madre de
todas las paradojas. Pero hay otra que, aunque menos famosa, puede disputarle el título, tanto por
su poder perturbador como por su numerosa progenie, y es la paradoja sorites o paradoja del
montón, atribuida a Eubúlides de Mileto (a quien, por cierto, también se atribuye la del
mentiroso, aunque su primera formulación se remonta a Epiménides). Y una de las variantes de la
paradoja sorites, aunque a primera vista no parezca tener ninguna relación con ella, es la del
huevo y la gallina.
¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? La pregunta puede reducirse a esta otra, banal: ¿qué viene
antes, la infancia o la madurez? Y puesto que el huevo es la “infancia” de la gallina y en su
interior ya está latente lo que será el individuo adulto, la pregunta se contesta sola. Pero entonces,
¿quién puso el huevo del que salió la primera gallina? Un ave que aún no era una gallina cien por
cien. ¿Y qué es una gallina cien por cien? Esa es la verdadera pregunta sin respuesta tras la
paradoja del huevo y la gallina, lo que la convierte en un claro ejemplo de la paradoja sorites.
Bueno, no tan claro: invito a mis sagaces lectoras/es a desarrollar este argumento.
En cuanto a la palabra (o palabro) “no-autorreferente”, si fuera autorreferente sería no-
autorreferente, y si fuera no-autorreferente sería autorreferente. Es la paradoja de Grelling-
Nelson, equivalente a la del barbero (y a la de Cantor-Russell sobre los conjuntos que se contiene
a sí mismos), aunque con algunas peculiaridades interesantes.
Paradoja y/o ambigüedad
¿Y qué pasa con el término “autorreferente” tal como se define en la paradoja de Grelling-
Nelson? ¿Es autorreferente o no-autorreferente?
¿Es autorreferente el término “susurro”? ¿Y “negro”?
¿A qué otras paradojas y/o ambigüedades puede dar lugar la formulación de Grelling-Nelson?
Una pista para quienes deseen profundizar en el tema: los conceptos de “caso” y “tipo”
propuestos por C. S. Peirce pueden ser de gran utilidad.

17
La primera persona
¿Hasta dónde podemos llegar trepando por nuestro árbol genealógico?
Carlo Frabetti
24 FEB 2017 - 10:08 CST

Lucy, la Eva mitocondrial.


El término autorreferente, tal como lo definimos la semana pasada en relación con la paradoja de
Grelling-Nelson, es tautológico: si decimos que es autorreferente, lo es, y si decimos que no, no
lo es. Es una idea un poco difícil de pillar, y tal vez ayude un ejemplo menos resbaladizo: ¿Es
corto el término corto? Depende: si solo consideramos cortas las palabras monosilábicas, “corto”
no es corto porque tiene dos sílabas; si también consideramos cortas las bisilábicas, sí que lo es.

18
En cuanto a la palabra susurro, será autorreferente si la susurramos, pero no si la gritamos. Y
algo parecido ocurre con negro: en el contexto de este artículo es autorreferente, pues está escrita
en negro; pero si la escribiéramos con letras rojas, no sería autorreferente. En cualquier caso, el
concepto de autorreferencia manejado en la paradoja de Grelling-Nelson es bastante impreciso, lo
que puede dar lugar a situaciones dudosas, confusas y aun contradictorias.
MÁS INFORMACIÓN

 La australopiteca Lucy ya andaba como nosotros

 Lucy se mira y se cuenta


Y aunque a primera vista no parezca tener mucho que ver, prolongando algunas de las reflexiones
relativas a las paradojas contempladas recientemente cabría preguntarse por nuestros primeros
ancestros. ¿Es Lucy, la famosa Eva mitocondrial (denominada así porque de sus mitocondrias
descienden todas las mitocondrias de la población humana actual), la madre de la humanidad,
como se ha dicho a menudo? ¿Podría ser Lucy la primera persona humana propiamente dicha?
El que pierde, gana
Además de ser el título de una excelente novela de Graham Greene y de una interesante
modalidad de ajedrez de fantasía, el pierde-gana es la situación que se plantea en otra paradoja
clásica sacada a relucir la semana pasada por varios lectores (ver sección de comentarios): la
paradoja de Protágoras.
El gran sofista (término no necesariamente despectivo) Protágoras de Abdera, elogiado por
Platón y Aristóteles, es famoso, sobre todo, por haber dicho que el hombre es la medida de todas
las cosas; pero en su tiempo era conocido principalmente como maestro de retórica, y al parecer
cobraba por sus enseñanzas unos honorarios tan elevados que, según afirma Platón en uno de sus
diálogos, reunió más dinero que Fidias y diez escultores más.
En cierta ocasión, Protágoras acordó con su discípulo Evatlo que este solo le pagaría por sus
enseñanzas de retórica cuando ganara un pleito. Pero pasaba el tiempo y Evatlo no trabajaba, y
como no ganaba ningún pleito, se negaba a pagarle a su maestro los honorarios convenidos.
Entonces Protágoras lo llevó a juicio diciendo: “Si gano, tendrás que pagarme, pues así lo
dictaminará la sentencia; si pierdo, habrás ganado tu primer juicio y tendrás que pagarme, según
acordamos”. Y esta es la paradoja de Protágoras. ¿Es equivalente a la del mentiroso, a la del
barbero o a ninguna de las dos?

19
La paradoja de Dawkins
En tu álbum de fotos familiar hay un pez, te advierte Richard Dawkins en su libro 'La magia de la
realidad'
Carlo Frabetti
3 MAR 2017 - 04:11 CST

Richard Dawkins, en 2009, cuando fue investido doctor 'honoris causa' por la Universidad de
Valencia. Jordi Vicent
En la columna anterior, La primera persona, hay un fallo que me apresuro a subsanar: al hablar
de Lucy debería haber dicho “la impropiamente denominada Eva mitocondrial”, y también que,
aunque haya sido empleada profusamente, la propia expresión “Eva mitocondrial” es tan
inadecuada como sensacionalista, pues sugiere la idea de una madre primigenia de la especie
humana que nunca existió ni pudo existir. Hablar de una “primera persona” no tiene ningún
sentido, ni siquiera como entelequia, y solo sirve para fomentar una visión mítico-religiosa de la
humanidad que, lamentablemente, dista mucho de haber sido arrumbada.
Supongamos por un momento que le concedemos a Lucy (o a cualquier otra) el título de primer
ser humano propiamente dicho. ¿Qué pasa con sus progenitores? ¿Son menos humanos que su
hija? Los cambios evolutivos son tan pequeños y graduales que hacen falta miles o millones de
años para que su acumulación resulte significativa, por lo que son totalmente imperceptibles a
nuestra escala temporal, y sería absurdo considerar pertenecientes a especies distintas a los
miembros de generaciones próximas entre sí. Si Lucy era humana, también lo eran sus padres, y
sus abuelos, y sus bisabuelos… ¿Hasta dónde tendríamos que remontarnos para encontrar un
antepasado no humano? La pregunta no tiene respuesta: hemos topado, una vez más, con la vieja
y omnipresente paradoja sorites. Si cerca de tu casa hay una farmacia y en la puerta de al lado
hay una papelería, puedes decir con toda propiedad que cerca de tu casa hay una papelería; y si
junto a la papelería hay una frutería, también puedes comprar fruta cerca de tu casa; pero así, de
puerta en puerta, podrías llegar al otro extremo de una calle de varios kilómetros, y es evidente
que en algún momento dejarías de estar cerca de tu casa. Sí, pero ¿en qué momento?

20
En el fascinante libro de Richard Dawkins La magia de la realidad, hay un capítulo titulado
“¿Quién fue la primera persona?”, en el que plantea la paradoja de la clasificación por especies.
Como respuesta a su pregunta, Dawkins propone el siguiente experimento mental: imagina una
enorme pila de fotografías que empieza con tu propia foto, seguida por la de tu padre, la de tu
abuelo, tu bisabuelo…, y así hasta abarcar 185 millones de generaciones. ¿Qué nos
encontraríamos?
“Nos encontramos con la paradoja de que nunca hubo una primera persona -dice Dawkins-
porque cada persona pertenece a la misma especie que sus padres, y puedes ir tan atrás como
quieras en el tiempo, sacar una fotografía de la pila y descubrir que tu abuelo de hace millones de
años era un pez”. El término “especie”, por tanto, no es sino una convención para aludir a las
diferencias genéticas entre individuos separados por miles de generaciones.
Genes y memes
No se puede hablar de Richard Dawkins sin mencionar su libro más famoso e influyente, El gen
egoísta, en el que, entre otras cosas, propone el concepto de meme como equivalente mental del
gen. El meme es la unidad teórica de información cultural transmisible de un individuo a otro o
de una generación a la siguiente, y no hay que confundirlo con su versión banalizada, los memes
de Internet (que más que memes suelen ser memeces).
Algunos memes son muy visibles y se propagan con rapidez (como la costumbre de ponerse la
bufanda doblándola por la mitad y pasando las dos puntas por el doblez), e invito a mis sagaces
lectoras/es a descubrir y comentar algunos memes recientes relacionados con la indumentaria, la
gastronomía u otros aspectos de nuestra cultura.

21
Tareas sobrehumanas
No solo los héroes mitológicos sino también los matemáticos se enfrentan a tareas sobrehumanas
Carlo Frabetti
10 MAR 2017 - 03:28 CST

Gustave Moreau: Hércules y la Hidra de Lerna (1876). Wikimedia Commons


Como ejemplos de los memes propuestos por Richard Dawkins, de los que hablábamos la
semana pasada, nuestras/os lectoras/es mencionaron la pizza y sus variantes, el uso y abuso actual
del prefijo “neuro” y el propio concepto de meme, que se ha convertido él mismo en un meme
profusamente replicado (sobre todo tras la banalización del término en Internet).
No se puede hablar de la genealogía de la especie humana, de los memes y de la paradoja de
Dawkins sin mencionar a Luigi Luca Cavalli-Sforza. En su libro Genes, pueblos y lenguas, el
gran genetista italiano (que, por cierto, acaba de cumplir 95 años), dice: “¿En qué punto de
divergencia genética hay que poner el límite para dar una definición de la diferencia racial? Dado
que la divergencia aumenta de un modo absolutamente continuo, parece evidente que la
definición siempre será arbitraria. En la práctica, se puede generalizar diciendo que hay
diferencias, muy pequeñas, incluso entre dos aldeas vecinas, pero que son insignificantes; y que
al aumentar la distancia geográfica, la distancia genética también aumenta, pero sigue siendo
insignificante con respecto a la distancias que se encuentran entre individuos de la misma
población”. Si la existencia de las especies es una convención, la de las “razas humanas” es una
falacia.
La lámpara de Thompson
Dos de nuestros “usuarios destacados”, Salva Fuster y Francisco Montesinos, han desempolvado
el viejo problema de la caja de números (ver comentarios de La primera persona): metemos en

22
una caja los números 1 y 2 y sacamos el 1, luego metemos el 3 y el 4 y sacamos el 2, luego
metemos el 5 y el 6 y sacamos el 3, y así sucesiva e indefinidamente… ¿Qué contendrá la caja al
final del proceso?
El problema de la caja de números es una versión de la paradoja de Ross-Littlewood,
directamente relacionada con las denominadas supertareas o tareas sobrehumanas, que nada
tienen que ver con los trabajos de Hércules u otros superhéroes (aunque matar a la Hidra de
Lerna, a la que le salían dos cabezas nuevas por cada una cortada, bien podría considerarse una
supertarea matemática). La más conocida de las tareas sobrehumanas es la de la lámpara de
Thompson, denominada así en honor del filósofo británico James F. Thompson, que la planteó en
1954. Mantenemos encendida una lámpara durante un minuto; luego la apagamos durante medio
minuto; a continuación, la encendemos durante un cuarto de minuto, y así sucesivamente,
encendiendo y apagando la lámpara durante intervalos de tiempo que se reducen a la mitad en
cada encendido o apagado. Al cabo de dos minutos, ¿estará encendida o apagada? ¿A qué
paradojas clásicas remite la de la lámpara de Thompson?

23
Un guisante del tamaño del Sol
El teorema de Banach-Tarski demuestra que podemos trocear una esfera y reagrupar sus
fragmentos para obtener dos esferas iguales a la original
Carlo Frabetti
17 MAR 2017 - 06:33 CST

Un
fotograma de la serie de dibujos animados 'Futurama'.
El parpadeo infinito de la lámpara de Thompson, de la que hablábamos la semana pasada, remite
a las paradojas clásicas sobre el movimiento, como la de Aquiles y la tortuga; pero con una
diferencia importante: en el mundo real, Aquiles alcanza a la tortuga, mientras que el estado final
de la lámpara de Thompson es indecidible, puesto que el experimento es materialmente
irrealizable (o tan siquiera concebible en el marco de la física real, puesto que no tiene sentido
hablar de lapsos de tiempo infinitesimales).
MÁS INFORMACIÓN

 El Tangram, Bolyai-Gerwien y la cuadratura del círculo


Un lector, Carlos Gaceo, ha señalado oportunamente que se echa de menos, entre tantas paradojas
relacionadas con el infinito, el teorema de Banach-Tarsky, que demuestra que podemos trocear
una esfera maciza y reagrupar sus fragmentos para formar dos esferas macizas iguales a la
original. Una formulación más radical del teorema dice que dados dos objetos sólidos
cualesquiera, uno puede ser obtenido por reagrupación de fragmentos del otro; lo que equivale a
decir que a partir de una esfera del tamaño de un guisante podríamos obtener otra del tamaño del
Sol. Este resultado totalmente contrario a la intuición (y al igual que la lámpara de Thompson
irrealizable en el mundo físico) tiene que ver con el denominado axioma de elección, que afirma
que dada una serie de conjuntos no vacíos, podemos formar otro conjunto que contenga un

24
elemento de cada uno de ellos. La formación de dicho nuevo conjunto es trivial si partimos de un
número finito de conjuntos (pues se trata simplemente de coger un elemento cualquiera de cada
uno); pero, según demostró Ernst Zermelo en 1904, para un número infinito de conjuntos puede
no ser así, y se hace necesaria la formulación de un axioma ad hoc. La cuestión es demasiado
compleja para desarrollarla aquí, pero no quería dejar de mencionarla por su relación con lo visto
en artículos anteriores; quienes deseen profundizar en el tema y aportar sus comentarios, serán
bien recibidos.

El tangram mínimo de Brügner.


No todas las particiones y reagrupaciones son tan complejas e inquietantes como la plantada por
el teorema de Branach-Tarski. En el extremo opuesto tenemos, como máxima simplificación del
tangram tradicional, la elegante versión propuesta por el matemático alemán G. Brügner en 1984,
que consiste en dividir un rectángulo en tres triángulos rectángulos tal como se indica en la
figura. Si la relación entre los lados del rectángulo es la adecuada, podemos formar, reagrupando
los tres triángulos de distintas maneras, hasta 16 figuras poligonales convexas. ¿Cuál ha de ser
dicha relación tangramática?

25
El número de Ramanujan
¿Es correcta la más famosa afirmación del genial matemático indio Srinivasa Ramanujan?
Carlo Frabetti
27 MAR 2017 - 06:02 CST

El matemático indio Srinivasa Ramanujan.


Para que el tangram mínimo de Brügner (el que resulta de dividir un rectángulo en tres triángulos
rectángulos semejantes), del que hablábamos la semana pasada, permita construir, entre otras
figuras, hasta 16 polígonos convexos, el segmento mayor de los dos en que queda dividida la
diagonal del rectángulo tiene que ser igual al lado menor del mismo. Por la semejanza de los tres
triángulos del minitangram, es fácil ver que la proporción entre los lados del rectángulo ha de ser
la raíz cuadrada de Φ (el número áureo: 1,618…); o sea, si el lado menor del rectángulo es 1, el
lado mayor es aproximadamente 1,27.
Por cierto, la raíz cuadrada de Φ se aproxima mucho a 4/π. ¿Podemos sacar alguna conclusión de
esta curiosa coincidencia?
MÁS INFORMACIÓN

 El matemático al que los dioses susurraban fórmulas imposibles


Queda abierta la cuestión de un posible tangram de cuatro piezas, obtenible, a partir de un
cuadrado o un rectángulo idóneo, mediante tres cortes rectilíneos. Huelga señalar que es muy
fácil obtener un tangram cualquiera; se trata de diseñar uno cuyas piezas se presten a formar una
amplia gama de figuras interesantes, por ejemplo, polígonos convexos.

26
Y hablando de polígonos convexos, otra cuestión pendiente es la del número de los mismos que
se pueden formar con cada tangram. Como vimos, con el de Brügner son 16. ¿Y con el tangram
tradicional de siete piezas?
¿Realmente mínimo?
Hay pocas dudas sobre el hecho de que el tangram de Brügner de tres piezas triangulares es el
mínimo tangram no trivial. Obviamente, podemos dividir un cuadrado o un rectángulo en solo
dos partes en lugar de tres, y además podemos hacerlo de infinitas maneras (clasificables en
cuatro tipos, el primero con un solo elemento y los otros tres con infinitos: dos triángulos, dos
cuadriláteros, un triángulo y un cuadrilátero, un triángulo y un pentágono); pero ninguna
bipartición daría mucho juego a la hora de componer figuras con los dos trozos resultantes.
Pasando de las figuras a los números, otro mínimo famoso es el número de Ramanujan: el 1729.
En cierta ocasión, G. H. Hardy le comentó al genial matemático indio que era un número poco
interesante, y Ramanujan replicó: “No diga eso, Hardy, 1729 es el menor número que se puede
expresar de dos maneras distintas como suma de dos cubos”.
Efectivamente, 1729 = 103 + 93 = 123 + 13; pero ¿es realmente el menor número con esta
propiedad?

27
Colegas y comentarios
Demostrar que hay al menos dos comentaristas de 'El juego de la ciencia' que tienen el mismo
número de colegas en la sección de comentarios
Carlo Frabetti
31 MAR 2017 - 08:08 CST

'Los colegas', de Keith Haring.


El 1729, tal como vimos la semana pasada, es el menor número que puede expresarse de dos
maneras distintas como suma de dos cubos de números naturales (103+93 y 123+13); pero si no
especificamos que estamos hablando de números naturales (o sea, enteros y positivos) y
admitimos también los números negativos, podemos enmendarle la plana a Ramanujan, pues hay
otras soluciones enteras. Por ejemplo, barajando los mismos números pero con algunos cambios
de signo tenemos que 728 = 93+(-1)3 = 123+(-10)3. El menor entero positivo que puede
expresarse como suma de dos enteros no necesariamente positivos es 91 = 43+33 = 63 + (-5)3.
Algunas/os lectoras/es se han planteado la cuestión con otras potencias, y muy concretamente con
los cuadrados. El menor número que puede expresarse como suma de los cuadrados de dos
números naturales de dos maneras distintas es 50 = 72+12 = 52+52. Y 325 es el menor número que
puede expresarse como suma de los cuadrados de dos números naturales de tres maneras
distintas: 325 = 182+12 = 172+62 = 152+102.
MÁS INFORMACIÓN

 El Tangram, Bolyai-Gerwien y la cuadratura del círculo


El tema es inagotable, pues hay muchos problemas del mismo tipo. Por ejemplo, hallar un
número de tres cifras (distintas de cero) que sea igual a la suma de los cubos de sus cifras.

28
Y no hace falta decir que el tangram es otro tema inagotable, pues lleva siglos fascinándonos con
su combinatoria. Con las siete piezas del tangram tradicional se pueden formar 13 polígonos
convexos (tres menos que con el tangram mínimo de Brügner, que, como vimos, permite formar
16). ¿Y si no usamos todas las piezas?
Comentaristas cordiales
Y ahora volvamos a uno de los temas recurrentes de El juego de la ciencia: la autorreferencia.
Afortunadamente, nuestra sección de comentarios está muy concurrida, y aunque de vez en
cuando se producen disputas más acaloradas de lo necesario, lo más frecuente es que los y las
comentaristas dialoguen entre sí en términos cordiales; si llamamos “colegas” a quienes así lo
hacen, puedo asegurar que hay al menos dos comentaristas que tienen el mismo número de
colegas. ¿Por qué?

29
El mono y los cocos
¿Podría un mono muy listo, como la gorila Koko, resolver el problema del mono y los cocos?
Carlo Frabetti
7 ABR 2017 - 05:02 CDT

La gorila Koko en una imagen de archivo. AP


Sin necesidad de hacer una encuesta, veíamos la semana pasada que se puede asegurar que al
menos dos comentaristas de El juego de la ciencia tendrán el mismo número de colegas
(independientemente de cómo definamos el colegueo). La demostración tiene que ver con el
denominado principio del palomar: si tres palomas ocupan dos palomares, en un palomar habrá
necesariamente más de una paloma (generalizando, si m objetos ocupan n lugares y m>n, en al
menos un lugar habrá más de un objeto). El caso de los comentaristas y sus colegas no es tan
evidente como el da las palomas y los palomares, pero podemos aplicar el mismo razonamiento:
si hay n comentaristas, las posibilidades de colegueo de un comentarista oscilan,
cuantitativamente, entre 0 (ningún colega) y n-1 (todos los demás comentaristas son colegas
suyos); pero si alguien, digamos Antonio, no tiene ningún colega, no puede haber alguien,
digamos Berta, que sea colega de todos los demás, pues entonces Berta también sería colega de
Antonio, y este no tiene ningún colega. Es decir, las posibilidades 0 y n-1 son mutuamente
excluyentes, por lo que no hay n posibilidades (de 0 a n-1), sino n-1, y como hay n personas, al
menos dos de ellas comparten palomar, es decir, número de colegas. Si el 70 % de los hombres
son feos, el 70 % son tontos y el 70 % son malos, ¿cuántos hombres, como mínimo, son a la vez
feos, tontos y malos?

30
MÁS INFORMACIÓN

 Un guisante del tamaño del Sol


 Tareas sobrehumanas
Hay dos números de tres cifras distintas de cero que son iguales a la suma de los cubos de sus
cifras: 153=13+53+33 y 371=33+73+13. Si eliminamos la restricción de que las cifras sean distintas
de 0, hay dos soluciones más: 370 y 407. Y, por cierto, no haría falta decir que el número ha de
tener tres cifras, pues no hay soluciones para números de más o menos cifras (con la evidente
excepción del 1, que es igual a su cubo, y del 0, si lo consideramos un número).
Pongámonos diofánticos
La semana pasada un lector me acusó de ponerme diofántico, y para hacer honor al adjetivo (que,
recordémoslo, se aplica a las ecuaciones y problemas que solo admiten soluciones enteras), no
tengo más remedio que desempolvar un clásico que probablemente sea el más famoso acertijo de
este tipo: el del mono y los cocos.
Cinco marineros naufragan y llegan a una isla desierta en la que el único alimento disponible son
los cocos. Recogen un montón y se van a dormir tras decidir repartirlos al día siguiente. Pero por
la noche uno de los marineros se despierta hambriento, divide los cocos en cinco partes iguales,
ve que sobra un coco y se lo da a un mono que lo observa con curiosidad; luego se come su parte
y vuelve a dormirse. Al cabo de un rato, un segundo marinero se despierta hambriento y hace lo
mismo: divide los cocos que quedan (creyendo que son la totalidad de los que han recogido) en
cinco partes iguales, ve que sobra uno y se lo da al mono, se come su parte y se acuesta de nuevo.
Y lo mismo hacen sucesivamente los otros tres marineros. A la mañana siguiente, dividen los
cocos que quedan en cinco partes iguales y no sobra ninguno. ¿Cuántos cocos recogieron, como
mínimo, los náufragos?
He respetado el planteamiento original (atribuido al escritor Ben Ames Williams) por su interés
documental; pero creo que habría que sustituir los cocos por cacahuetes, por razones que
comprenderéis al hallar la solución.
Y una pregunta extramatemática inspirada por la homonimia: ¿podría un mono muy listo, como
la famosa gorila Koko, resolver un problema similar al de los cocos?

31
El hombre que calculaba
El problema del mono y los cocos tiene un antecedente (o dos) en el famoso libro de Malba
Tahan
Carlo Frabetti
10 ABR 2017 - 06:47 CDT

El matemático y escritor brasileño Malba Tahan.


Si llamamos N al número de cocos recogidos por nuestros náufragos de la semana pasada, x a los
que se lleva el primero de ellos, y a los del segundo, z a los del tercero, v a los del cuarto, w a los
del quinto y r a los que les tocan a cada uno en el reparto final, tenemos:
N = 5x + 1
MÁS INFORMACIÓN

 El número de Ramanujan
N – x – 1 = 5y + 1
N – x – 1 – y – 1 = 5z + 1
N – x – 1 – y – 1 – z – 1 = 5v + 1
N – x – 1 – y – 1 – z – 1 – v – 1 = 5w + 1
N – x – 1 – y – 1 – z – 1 – v -1 – w – 1 = 5r
De donde, despejando y sustituyendo, se obtiene tras laboriosos pero sencillo proceso:
1024N = 15625r + 8404
Como N y r tienen que ser números enteros y positivos, obtenemos, por el método clásico de
resolución de ecuaciones diofánticas (demasiado largo para exponerlo aquí pero fácil de
encontrar en la red):

32
N = 3121 + 15625n, donde n puede tomar cualquier valor entero, pues el problema tiene infinitas
soluciones. Como nos piden el número mínimo de cocos que cumplen la condición, tomaremos
n = 0, o sea, N = 3121. Lo que significa que el primer náufrago se comió 624 cocos, el segundo
499, el tercero 399, el cuarto 319 y el quinto 255, lo cual es tan disparatado que plantea el
metaproblema de por qué el problema se ha mantenido así en vez de sustituir, por ejemplo, los
cocos por cacahuetes, piñones o pipas de girasol.
En cuanto al porcentaje de hombres a la vez feos, tontos y malos, si hay un 70 % de cada tipo
tenemos, por cada 100 hombres, 210 dones a repartir entre ellos, por lo que a al menos 10 les
tocarán los tres, de modo que al menos un 10 % de los hombres son feos, tontos y malos (un
misántropo diría que, si en el problema anterior nos pasamos de la raya, en este nos quedamos
cortos).
De perlas, princesas, monedas y marineros
Un lector señaló oportunamente que el problema del mono y los cocos es similar a Las perlas del
rajá, uno de los acertijos planteados en el maravilloso libro El hombre que calculaba, del
matemático, escritor y arabista brasileño Júlio César de Mello e Souza, más conocido por su
seudónimo Malba Tahan. El acertijo en cuestión dice así:
En El hombre que calculaba hay otro problema, el de los tres marineros, aún más similar al del
mono y los cocos; tan similar que probablemente sea su antecedente directo
Un rajá dejó a sus hijas cierto número de perlas y dispuso que se las repartieran de la siguiente
manera: a la hija mayor le correspondería una perla más un séptimo de las restantes; a la segunda,
dos perlas más un séptimo de las restantes; a la tercera, tres perlas más un séptimo de las
restantes, y así sucesivamente. Las hijas más jóvenes se quejaron ante un juez, alegando que con
ese reparto saldrían perjudicadas. Pero el juez, que era hábil en la resolución de problemas,
replicó que la división propuesta por el rajá era justa y equitativa. Y tenía razón, pues tras
efectuar el reparto todas las hermanas obtuvieron el mismo número de perlas. ¿Cuántas eran las
hijas del rajá y cuántas perlas se repartieron?
Pero en El hombre que calculaba hay otro problema, el de los tres marineros, aún más similar al
del mono y los cocos; tan similar que probablemente sea su antecedente directo. El planteamiento
es el mismo, aunque algo más sencillo:
Tres marineros reciben como recompensa un montón de monedas que han de repartirse al día
siguiente. Por la noche, uno de los marineros se despierta, divide las monedas en tres partes
iguales, tira al mar una moneda que sobra y se lleva su parte. El segundo y el tercer marinero,
sucesivamente, hacen lo mismo. A la mañana siguiente el capitán divide las monedas restantes en
tres partes iguales, se queda una moneda que sobra y le da una parte a cada marinero. ¿Cuántas
monedas había?
Quienes se atascaron con el largo y engorroso problema del mono y los cocos, tal vez tengan más
éxito con esta versión reducida; y quienes lo resolvieron pueden buscar, en este caso, otra vía de
resolución más simple.

33
La mujer que calculaba
No hay muchas mujeres expertas en matemática recreativa; pero al menos una, Angela Foxx
Dunn, se ha ganado un puesto junto a los mejores
Carlo Frabetti
21 ABR 2017 - 07:05 CDT

Portada de un libro de Angela Foxx Dunn.


El reparto de perlas entre las hijas del rajá, tal como se planteó la semana pasada, exige que la
última hija, la enésima, se lleve n perlas y no sobre ninguna, pues si sobraran algunas tendría que
llevarse, además, la séptima parte de ellas, y quedarían sin repartir 6/7 de dichas perlas sobrantes.
Y como nos dicen que el reparto es equitativo, cada una de las demás hijas también se lleva n
perlas, por lo que su número total es n2. Por otra parte, este número ha de ser múltiplo de 7 más 1,
para que la hija mayor pueda llevarse una perla más un séptimo de las sobrantes, luego
n2 = 7k + 1, donde k es un número entero. La menor solución es k = 5, n = 6, o sea, 6 hijas y 36
perlas. La primera hija se lleva 1 + 35/7 = 6; la segunda, 2 + 28/7 = 6; la tercera, 3 + 21/7 = 6; la

34
cuarta, 4 + 14/7 = 6; la quinta, 5 + 7/7 = 6; y la sexta, las 6 restantes. Esta solución es única, ya
que n = 1 + (n2-1)/7, de donde n2 -7n + 6 = 0, y esta ecuación de segundo grado solo tiene dos
soluciones: n = 1 y n = 6, o sea, el caso trivial de una sola hija y una sola perla, y el caso acorde
con el enunciado: seis hijas y 36 perlas.
Curiosamente, nadie ha resuelto el problema de los tres marineros y las monedas, de modo que
queda pendiente.
MÁS INFORMACIÓN

 Colegas y comentarios
Pasatiempos problemáticos
Una lectora que creía que Malba Tahan era un nombre femenino, pregunta si hay mujeres
expertas en matemática recreativa. Yo solo conozco un caso destacable: la estadounidense
Angela Foxx Dunn, que en los años sesenta del siglo pasado realizó, para un par de revistas
técnicas, una excelente sección semanal de acertijos matemáticos (casi siempre basados en
cálculos ingeniosos, como los de Tahan), titulada Problematical Recreations, y también publicó
varios libros sobre el tema.
Veamos, como pequeño homenaje a esta injustamente olvidada “mujer que calculaba”, tres de sus
breves y contundentes acertijos (breves en su planteamiento, pero no tanto en la resolución).
Usando los diez dígitos, formar dos números de cinco cifras cuyo producto sea el mayor posible.
El menor de dos números consecutivos es divisible por 23 y el mayor por 29. Hallar esos
números sabiendo que solo están formados por los dígitos 1 y 2.

35
La aguja de Buffon
El gran naturalista francés Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, hizo también importantes
contribuciones a las matemáticas
Carlo Frabetti
28 ABR 2017 - 09:16 CDT

Georges Louis Leclerc, conde de Buffon.


Para formar, utilizando los 10 dígitos, dos números de cinco cifras cuyo producto sea máximo,
como nos pedía el primero de los acertijos de Angela Dunn propuestos la semana pasada, hay que
tener en cuenta dos cosas: que los dígitos más grandes han de estar a la izquierda, y que la
diferencia entre ambos números ha de ser la menor posible. Por tanto, un número acabará en 0 y
el otro en 1, uno tendrá 2 decenas y el otro 3, uno tendrá 4 centenas y el otro 5, y así
sucesivamente. Y la diferencia entre ambos es mínima para los números 96.420 y 87.531.

36
En el segundo problema, si llamamos x al menor de los dos números consecutivos, tenemos que
x = 23a y x+1 = 29b, siendo a y b números enteros, luego 29b = 23a+1, por lo que a ha de ser de
la forma 29k+5 y b de la forma 23k+4. Como los números solo pueden contener los dígitos 1 y 2,
x ha de terminar en 1, luego a termina en 7, y por tanto k termina en 8. Con k = 18, a = 27 y
b = 418, y los números son 12.121 y 12.122.
MÁS INFORMACIÓN

 Martí Domínguez recrea la vida del conde de Buffon en una novela


Según la solución que da Angela Dunn, el primer día de un siglo solo puede ser lunes, martes,
jueves o sábado; pero hay un debate abierto entre nuestras y nuestros lectoras y lectores relativo a
lo que puede suceder a partir del año 4000 (ver sección de comentarios de la semana pasada).
Particiones y probabilidades
Las últimas semanas hemos hablado de particiones (de cocos, perlas y monedas) y de
probabilidades, y ambos temas han suscitado numerosos e interesantes comentarios. Veamos,
pues, un par de insólitos problemas (uno muy conocido y otro no tanto) que reúnen lo partitivo y
lo probabilístico.
Una fina varilla de vidrio de 30 centímetros de longitud cae al suelo y se rompe en tres trozos.
Suponiendo que todos los posibles puntos de fractura sean igualmente probables, ¿cuál es la
probabilidad de que con los tres trozos se pueda formar un triángulo?
A mediados del siglo XVIII, el gran naturalista y matemático francés Georges Louis Leclerc,
conde de Buffon, dividió una hoja de papel en franjas de 4 centímetros de ancho mediante rayas
paralelas y calculó la probabilidad de que, al dejar caer sobre el papel rayado una aguja de 2
centímetros de longitud, la aguja quedara tocando una de las rayas. Curiosamente, pues el
problema no parece tener nada que ver con circunferencias, Buffon halló (aplicando el poderoso
cálculo infinitesimal desarrollado un siglo antes por Leibniz y Newton) que dicha probabilidad
era igual a 1/π. Sabiendo esto, ¿cómo podríamos hallar experimentalmente el valor de π?

37
El número 100
¿Por qué es tan contundente y “redondo” el número 100?
Carlo Frabetti
6 MAY 2017 - 03:51 CDT

Rita Levi-Montalcini celebrando su centésimo cumpleaños.


Para que los tres trozos en que se rompe la varilla de vidrio de la semana pasada puedan formar
un triángulo, ninguno de los tres puede ser mayor que la suma de los otros dos ni menor que su
diferencia, lo cual implica que los puntos de fractura estén en lados distintos con respecto al
punto medio de la varilla y que la distancia entre dichos puntos sea menor que la mitad de la
longitud de la misma; la probabilidad de que ocurra lo primero es 1/2, y la de que ocurra lo
segundo también, por lo que la probabilidad de que ocurran ambas cosas a la vez es 1/2x1/2=1/4.
Por cierto, la longitud de la varilla es irrelevante.
Para hallar experimentalmente un valor aproximado de π a partir de la fórmula de Buffon, basta
con repetir su experimento: supongamos que dejamos caer la aguja 100 veces y en 32 ocasiones
toca las rayas; como la probabilidad es 1/π=32/100, π=100/32=3,12. Si queremos una precisión
mayor, tendremos que dejar caer la aguja más veces; muchas más, en realidad, pues con solo 100
repeticiones basta una desviación mínima de la pauta para alterar considerablemente el valor
estimado de π.
Y van cien
El título de este artículo se puede entender de dos maneras, una evidente y otra no tanto. Por una
parte, alude a la importancia de la decena de decenas en el sistema de numeración y en la visión
del mundo de los bípedos implumes dotados de cinco dedos en cada mano. Por eso “cien”, en
determinados contextos, equivale a muchos, como cuando decimos que había cientos de personas
en un local. Y por eso expresamos las proporciones, los intereses y las probabilidades en tantos
por ciento. Y el hecho de que los humanos rara vez vivan más de cien años también le da a este

38
número un significado muy especial (en este sentido, recuerdo con emoción la celebración, en
2009, del centésimo cumpleaños de la neuróloga Rita Levi-Montalcini).
Pero, por otra parte, este es el centésimo artículo de El juego de la ciencia, con todo lo que ello
significa, por lo que es una excelente ocasión para dar las gracias a todas las lectoras y lectores
que con sus comentarios, tan interesantes como numerosos, han hecho de esta sección algo más -
mucho más- que una colección de acertijos lógico-matemáticos.
Veamos, como pequeño homenaje al número 100, algunos pasatiempos (unos bastante conocidos
y otros no tanto) que lo tienen como protagonista o invitado especial:
Un gavilán se encuentra con una bandada de palomas y les pregunta: “¿Adónde vais, cien
palomas?”, a lo que ellas contestan: “No somos cien, gavilán; las que somos, y tantas como las
que somos, y la mitad de las que somos, y la mitad de la mitad de las que somos, y contigo,
gavilán, somos cien”. ¿Cuántas palomas hay? (Si eres mejor calculista que el gavilán, intenta
resolverlo mentalmente).
En un bingo de cien bolas numeradas del 0 al 99, ¿cuál es la probabilidad de que al sacar cinco
bolas seguidas salgan ordenadas de menor a mayor?
¿Cuál es el mayor producto que se puede obtener multiplicando entre sí varios números enteros
cuya suma es 100?
¿Cuál es el mínimo número de movimientos necesarios para ensamblar un rompecabezas de cien
piezas? En cada movimiento podemos unir dos piezas sueltas o dos bloques de piezas
previamente unidas.

39
Trío de musas
¿De cuántas maneras distintas pueden salir a pasear las nueve musas en grupos de tres sin repetir
compañeras?
Carlo Frabetti
12 MAY 2017 - 10:15 CDT

'Atenea y las musas', de Frans Floris de Vriendt.


Para resolver mentalmente el problema del gavilán y las palomas propuesto la semana pasada, la
clave está en darse cuenta de que el número de palomas ha de ser divisible por 4, ya que uno de
los sumandos es “la mitad de la mitad” de dicho número. Probando con 40 (ya que, además, el
número de palomas ha de ser algo inferior a la mitad de 100) obtenemos 40 + 40 + 20 +10 + 1 =
111, por lo que la solución ha de ser el anterior múltiplo de 4, que es 36; efectivamente, 36 + 36 +
18 + 9 + 1 = 100.
En el problema de las cien bolas numeradas hay una pequeña trampa en forma de dato sobrante,
ya que el número total de bolas es irrelevante: 5 bolas pueden ordenarse de 5 x 4 x 3 x 2 = 120
maneras distintas y en solo una de esas ordenaciones están las bolas de menor a mayor, por lo que
la probabilidad pedida es de 1/120.
MÁS INFORMACIÓN

 El número 100

 Series y sucesiones

40
Para hallar el mayor número obtenible multiplicando factores que sumen 100, hay que tener en
cuenta varias cosas: es obvio que hay que descartar el 1, puesto que deja igual el producto; el 4 se
puede sustituir por dos 2; cualquier factor n mayor que 4 daría un producto mayor sustituyéndolo
por 2 y n-2. Por lo tanto, todos los factores serán 2 y 3, y solo habrá dos 2, ya que el producto de
dos 3 (3 × 3 = 9) es mayor que el de tres 2 (2 × 2 × 2 = 8). Por lo tanto, el número buscado es
332 × 22 = 7.412.080.755.407.364.
El del rompecabezas es uno de esos problemas que resulta trivial si se enfoca adecuadamente,
pero en el que la intuición puede confundirnos. Basta darse cuenta de que con cada movimiento
disminuye en 1 el número de bloques que tenemos en ese momento, independientemente de que
sean bloques de una sola pieza o de varias; como partimos de 100 piezas, harán falta 99
movimientos.
Las musas de tres en tres
El matemático francés Édouard Lucas, conocido sobre todo por su Torre de Hanói y sus trabajos
sobre la sucesión de Fibonacci, se ocupó asiduamente de lo que él denominaba “recreaciones
matemáticas”, que recopiló en varios volúmenes de obligada consulta para los aficionados; en
ellos, y en la línea de algunos problemas de distribución y combinatoria vistos recientemente,
podemos encontrar, entre otros, el problema de las tríadas de musas, que puede formularse así:
Las nueve musas han ido a pasear de tres en tres un cierto número de veces, de tal manera que
cada una ha paseado con todas las demás una y solo una vez. ¿Cómo lo han hecho?

41
Los nueve mil millones de nombres de Dios
¿De cuántas maneras distintas pueden combinar los monjes tibetanos las letras de su alfabeto en
su búsqueda del verdadero nombre de Dios?
Carlo Frabetti
19 MAY 2017 - 04:33 CDT

El alfabeto tibetano.
Si las nueve musas han de salir de paseo de tres en tres sin que ninguna de ellas repita
compañeras ni deje de salir con ninguna, como vimos la semana pasada, cada musa sale cuatro
veces, ya que en cada ocasión va con dos de sus ocho compañeras. Se habrán producido, pues, 9
x 4 = 36 paseos individuales, y como en cada paseo participan tres musas, el número de paseos
será 36/3 = 12. Si numeramos las musas del 1 al 9, los paseos de la primera podrían ser 123, 145,
167 y 189; los de la segunda, sin repetir ninguna de las parejas anteriores, 246, 258 y 279; los de
la tercera, 349, 357 y 368; los de la cuarta y quinta, 478 y 569, y ya no quedan más posibilidades

42
sin que se repita ninguna pareja. Obviamente, la solución no es única. En su primer paseo, la
primera musa podría haber salido con cualquiera de las 28 parejas que se pueden formar con las
ocho restantes, y a partir de ahí la cosa se sigue ramificando hasta dar… ¿cuántas soluciones
distintas?
MÁS INFORMACIÓN

 Trío de musas

 El número 100
Este problema es una versión simplificada del famoso “problema de las colegialas” planteado por
el matemático británico Thomas Kirkman en 1851, que dice así:
Quince colegialas salen formadas en filas de tres durante siete días seguidos. ¿Cómo han de
formar cada día de manera que al terminar la semana no haya habido dos de ellas que hayan ido
en la misma fila más de una vez?
Variaciones con limitaciones
Los problemas de combinatoria en los que alguna condición limita el número de posibles
combinaciones (o variaciones, o permutaciones), como los que acabamos de ver, suelen ser
especialmente interesantes, y a menudo más complejos de lo que parecen a primera vista.
Uno de los más famosos es de origen literario: en su relato Los nueve mil millones de nombres de
Dios, Arthur Clarke cuenta la historia de unos monjes tibetanos que combinan sin cesar las letras
de su alfabeto para intentar formar el verdadero nombre de Dios. Teniendo en cuenta que el
alfabeto tibetano consta de treinta letras, que el nombre de Dios no puede tener más de nueve
letras y que una misma letra no puede aparecer más de tres veces seguidas (pues ello daría lugar a
un nombre impronunciable incluso para un monje tibetano), ¿es realmente del orden de los miles
de millones el número de posibles nombres divinos? ¿O quienes erróneamente traducen billions
como billones están en este caso más cerca de la verdad?

43
El nombre secreto de Girona
Girona fue un importante centro cabalístico, lo que invita a especular sobre la combinatoria de las
letras de su nombre
Carlo Frabetti
26 MAY 2017 - 10:56 CDT

El árbol de la vida cabalístico.


En Los nueve mil millones de nombres de Dios, el famoso relato de Arthur Clarke mencionado la
semana pasada, se plantea un típico problema combinatorio en el que no son válidas todas las
combinaciones (o variaciones con repetición, como en este caso) posibles, sino solo las que
cumplen ciertos requisitos. En principio, con 30 letras tomadas de 9 en 9 podemos formar 309
“palabras” distintas, es decir, casi 20 billones, por lo que las restricciones impuestas por los
monjes tibetanos (como la de que una misma letra no puede repetirse más de tres veces seguidas)

44
tendrían que ser muy drásticas para que los nombres válidos “solo” fueran 9.000 millones. Parece
más lógico pensar que cuando Clarke, que era británico, hablaba de billions se refería a billones
de los europeos y no de los estadounidenses; pero como el relato se publicó en una revista
estadounidense, se interpretó (y luego así se tradujo al castellano) que se trataba de miles de
millones. Si consideramos que los nombres de Dios son 9 billones, las restricciones solo reducen
a la mitad las 309 posibilidades iniciales (y eso que solo estamos contando los nombres de nueve
letras), lo cual es más verosímil.
MÁS INFORMACIÓN

 Los nueve mil millones de nombres de Dios

 Trío de musas
Si la única restricción fuera que no podía repetirse una misma letra más de tres veces seguidas,
solo habrá que restar de las 309 variaciones con repeticiones posibles las de la forma aaaaxxxxx,
xaaaaxxxx, xxaaaaxxx, xxxaaaaxx, xxxxaaaax y xxxxxaaaa, lo cual es más complicado de lo que
parece a primera vista, pero fácil de plantear. Y a estos posibles nombres de nueve letras habría
que añadir los de ocho, siete, seis…
Con las letras de Girona
Hace muchos años vi, en un libro cuyo título no recuerdo, un ejemplo mucho más sencillo de este
tipo de problemas combinatorios literales con limitaciones ortográficas:
Con las letras de GIRONA, ¿cuántas palabras se pueden formar que respeten la alternancia vocal-
consonante?
Y un poco más complicado: ¿Cuántas palabras pronunciables podemos formar con esas seis
letras?
Obviamente, no se consideran pronunciables las palabras que empiezan o terminan por las tres
consonantes, que, además, solo pueden ir juntas, entre vocales, en el orden NGR, como en
ANGRIO. Y la única pareja de consonantes admisible al comienzo de una palabra es GR, como
en GRINOA. Forzando un poco la mano de la pronunciabilidad, se pueden admitir las
terminaciones NG, RG y RN, pero no GR, GN y NR. Pero, por supuesto, cada lector(a) puede
abordar el problema introduciendo las variantes que considere oportunas.
Girona fue uno de los más importantes centros cabalísticos de la Edad Media, por lo que tal vez
nuestros pacientes lectores, a imitación de los monjes tibetanos del relato de Clarke, acaben
descubriendo el nombre secreto de la ciudad.

45
Diversión con banderas
¿Cuántas banderas de tres franjas se pueden formar con seis colores?
Carlo Frabetti
2 JUN 2017 - 10:23 CDT

Sheldon Cooper, en uno de sus capítulos de 'Diversión con banderas' de 'The Big Bang Theory'.
Recombinando las letras de GIRONA y respetando la alternancia vocal-consonante, como nos
planteábamos la semana pasada, podemos formar 72 nombres distintos. En efecto, la primera
letra puede ser cualquiera, así que tenemos 6 posibilidades; para la segunda letra tenemos 3
opciones: cualquiera de las vocales si la primera es consonante, o cualquiera de las consonantes si
la primera es vocal; para la tercera letra tenemos 2 opciones: una de las consonantes restantes si
empezamos por consonante, o una de las vocales restantes si empezamos por vocal; para la cuarta
letra tenemos otras 2 opciones, y solo 1 para la quinta y la sexta; en total, 6 × 3 × 2 × 2 = 72.
Algo más complicado es hallar el total de los nombres pronunciables. En principio, las letras de
GIRONA se pueden reordenar de 6 × 5 × 4 × 3 × 2 = 720 formas distintas, y si eliminamos las
impronunciables (las que empìezan o terminan con tres consonantes, las que empiezan por una
pareja de consonantes que no sea GR, etc.), nos quedan 720 – 276 = 444, un número que seguro
que excita la imaginación de cabalistas y numerólogos.
Tres franjas y seis colores
No solo con las letras y los números, sino también con los colores, podemos plantearnos
interesantes problemas de “combinaciones con limitaciones”, como, sin ir más lejos, el famoso
problema topológico de los cuatro colores. Veamos, en el curioso campo de la vexilología, uno
algo menos complicado.
Muchas banderas nacionales (alrededor del 30 % de todas las del mundo) tienen tres franjas, ya
sean horizontales o verticales, ya sean de tres colores distintos (como la italiana) o de dos (como
la española). Y los colores banderiles más habituales son el rojo, el amarillo, el azul, el verde, el
blanco y el negro. Si prescindimos de la anchura relativa de las franjas y de los matices
cromáticos (así, el gualda de la bandera española se considera amarillo), ¿cuántas banderas
distintas se pueden diseñar con los seis colores citados?

46
Invito a mis sagaces lectoras/es a proponer problemas del mismo tipo -otras formas de divertirse
con banderas y similares- y a buscar fórmulas o algoritmos que permitan resolverlos sin recurrir a
la consabida “cuenta de la vieja”.

47
Dominar el dominó
¿Cuántas cadenas distintas se pueden formar con las 28 fichas de dominó?
Carlo Frabetti
9 JUN 2017 - 07:13 CDT

Piezas de dominó
Hay distintas maneras de abordar el problema de las banderas planteado la semana pasada, y tal
vez la más sencilla sea considerar que la franja central puede ser de cualquiera de los 6 colores y
en cada caso tenemos 5 opciones para cada franja lateral (pues dos franjas adyacentes no pueden
ser del mismo color, ya que en tal caso se convertirían en una sola franja de doble anchura); en
total, 6 x 5 x 5 = 150 banderas de tres franjas verticales y otras tantas de tres franjas horizontales.
Cabría objetar que la bandera azul/blanca/roja es la misma que la roja/blanca/azul, y así es si las
consideramos rectángulos de tela sueltos, pues una es el reverso de la otra (o la otra girada 180º);
pero las banderas siempre se unen al mástil por el mismo color en el caso de las de franjas
verticales, y siempre se sitúan con el mismo color arriba en el caso de las de franjas horizontales.
Así, la bandera francesa es azul/blanca/roja (empezando a partir del mástil), distinta de una
hipotética bandera roja/blanca/azul; y la bandera alemana es negra/roja/amarilla (empezando por
arriba), y no amarilla/roja/negra.
Pasar o no pasar, esa es la cuestión
MÁS INFORMACIÓN

 Trío de musas

48
 El número 100
La combinatoria de letras y colores dio paso, en la animada sección de comentarios, a la de las
fichas de dominó, y un problema aparentemente sencillo originó un interesante debate (ver
comentarios de las dos últimas semanas). Este es el problema, por si alguien quiere retomarlo: En
una partida de dominó convencional (cuatro jugadores con siete fichas cada uno), el jugador que
está a tu izquierda abre con el seis doble y tú pasas. ¿Has tenido muy mala suerte o era
relativamente probable que te ocurriera?
Y aprovechando que tenemos las fichas sobre la mesa, veamos otro problema en cierto modo
opuesto al anterior (en vez de pasar a la primera de cambio, ahora nadie pasa en ningún
momento):
¿Cuántas cadenas distintas (respetando las reglas del juego) se pueden formar con las 28 fichas de
dominó? O dicho de otro modo: ¿Cuántas partidas distintas se pueden jugar sin que nadie pase?
(En puridad, la partida se acabaría cuando el jugador que abrió colocara su última ficha; pero
vamos a suponer que los otros tres también terminan de colocar las suyas).
Suponiendo que falte una ficha, ¿se puede, y en qué casos, formar una cadena continua con las 27
restantes? Y una vez formada la cadena, ¿cómo se puede identificar fácilmente la ficha faltante?

49
El dominó binario de Gardner
Hay muchas variantes del dominó, y partir de las más elementales ayuda a comprender su
compleja combinatoria
Carlo Frabetti
16 JUN 2017 - 06:52 CDT

El
dominó cubano de 55 fichas.
Es fácil ver que una cadena continua con las 28 fichas de dominó siempre empezará y terminará
con el mismo número. Para facilitar las cosas, quitemos las fichas dobles, pues luego podremos
insertarlas en la cadena entre dos cualesquiera del mismo valor. En las 21 restantes tenemos seis
veces cada uno de los siete números, del 0 (blanco) al 6, y para formar con ellas una cadena
continua hemos de establecer 20 uniones de dos números iguales, para lo cual utilizamos 40 de
los 42 números disponibles, y como esos 40 forman 20 parejas de números iguales, los dos que
quedan libres en los extremos también han de ser iguales. Por lo tanto, toda cadena continua
formada con las 28 fichas puede cerrarse uniendo sus extremos, y si quitamos una ficha
cualquiera, con las 27 restantes formaremos una cadena que podría cerrarse con la ficha ya
restada, por lo que podremos saber cuál falta sin más que echar un rápido vistazo a la cadena. Si,
pongamos por caso, en un extremo de la cadena hay un 4 y en el otro un 3, sabemos que la ficha
que falta es la 3-4.
MÁS INFORMACIÓN

 Dominar el dominó

50
 Diversión con banderas
Un lector indicó (ver comentarios de la semana pasada) que el problema había sido tratado, entre
otros, por Martin Gardner, y, efectivamente, hay un amplio e interesante capítulo dedicado al
dominó en su maravilloso libro Circo matemático (Alianza, 1983); y, por si fuera poco, en la
cubierta del libro figura el mismo esquema de fichas que utilicé como ilustración de mi artículo.
Acudo a menudo al maestro Gardner en busca de inspiración, pero en este caso la coincidencia ha
sido involuntaria.
Coincidencia involuntaria, pero afortunada, pues me ha llevado a releer su texto después de
muchos años, lo que me permite traer a colación su interesante manera de abordar la cuestión de
las cadenas de fichas. Gardner parte del caso elemental de un dominó de solo dos números, 0
(blanca) y 1, y por tanto tres fichas: 0-0, 0-1 y 1-1. En este caso trivial, es evidente que solo hay
una cadena posible: 0-0/0-1/1-1, o dos si las consideramos distintas según que empecemos por un
extremo o por el otro (dicho de otro modo, hay dos “partidas” posibles utilizando todas las
fichas).
Gardner señala que el número de cadenas posibles es igual al número de formas distintas en que
podemos recorrer un grafo en el que los puntos son las fichas dobles y las líneas que los unen son
las fichas que combinan los valores de los puntos unidos; así, en el caso trivial del “dominó
binario”, el grafo lo forman los puntos 0-0 y 1-1 unidos por el segmento 0-1, grafo elemental que
solo se puede recorrer de una manera (o dos si tenemos en cuenta el sentido).
Menos trivial es el “dominó ternario” formado por las piezas 0-0, 0-1, 0-2, 1-1, 1-2 y 2-2. En este
caso el grafo es un triángulo, y aunque el recorrido también es básicamente único (0-0, 0-1, 1-1,
1-2, 2-2, 2-0), podemos unir sus extremos, como en el caso de las 28 fichas, formando un anillo
que luego se puede romper por seis puntos, lo que da lugar a otras tantas cadenas diferentes.
En cuanto al “dominó cuaternario” (de 0-0 a 3-3), sus diez fichas nos deparan una sorpresa. ¿Cuál
es?
En el caso del dominó convencional de 28 fichas, el correspondiente grafo es un heptágono con
todas sus diagonales, que se puede recorrer formando 7.959.229.931.520 circuitos cerrados
distintos, cada uno de los cuales, a su vez, se puede abrir por 28 puntos diferentes, dando lugar a
más de 200 billones de cadenas.
Y la cosa no acaba aquí: el de 28 fichas es el dominó más conocido, pero no el único ni el más
complejo. En Latinoamérica es muy popular el dominó cubano de 55 fichas (de 0-0 a 9-9),
superado en tamaño y complejidad por el “doble doce” (de 0-0 a 12-12), que tiene… ¿cuántas
fichas?

51
Equipos imprevistos
¿Qué ocurre si, en una liga de fútbol, se incorporan equipos que no estuviesen previstos?
Carlo Frabetti
23 JUN 2017 - 09:03 CDT

Fotograma
de Los Simpsons.
En un dominó que solo contiene los números del 0 al 3 hay diez fichas: 0-0, 0-1, 0-2, 0-3, 1-1, 1-
2, 1-3, 2-2, 2-3 y 3-3, y tiene la particularidad de que no podemos formar una cadena continua
con todas ellas: siempre sobrará al menos una. Veíamos la semana pasada que la combinatoria
del dominó convencional de 28 fichas se puede representar mediante un heptágono con todas sus
diagonales, en el que cada vértice representa una ficha doble y cada lado y diagonal la ficha
mixta con los números de los vértices que une. Pues bien, el grafo correspondiente al dominó de
cuatro números es un cuadrado con sus dos diagonales; en cada vértice confluyen tres segmentos
(dos lados y una diagonal), un número impar, por lo que no podemos dibujar la figura de un solo
trazo, lo que equivale a decir que no podemos formar una cadena continua con todas las fichas.
MÁS INFORMACIÓN

 Diversión con banderas

 El nombre secreto de Girona


En el dominó “doble doce” hay 91 fichas: cada uno de los trece números (del 0 al 12) se combina
con cada uno de los demás, lo que da lugar a 13x12/2 = 78 fichas mixtas, a las que hay que sumar
las 13 dobles. El dominó “doble doce”, también conocido como “tren mexicano”, es
prácticamente desconocido en Europa, pero bastante popular en Estados Unidos y otros países

52
americanos, donde se suele jugar con dinero (a tantos centavos el punto). Por cierto, ¿se puede
formar una cadena continua con sus 91 fichas?
Relaciones diplomáticas y deportivas
Siguiendo con la combinatoria con condiciones, nuestro “usuario destacado” Francisco
Montesinos (ver comentarios de la semana pasada, donde sigue el debate sobre las cadenas de
fichas) propone el siguiente problema:
Dos países mantienen relaciones diplomáticas si cada uno de ellos tiene embajada en el otro. En
un grupo de 20 países se vio que al menos dos de cada tres no habían establecido relaciones
diplomáticas. ¿Puede haber en estos 20 países 200 embajadas o más correspondientes a países del
mismo grupo?
Y otro en la misma línea (algo más sencillo, para no recalentar excesivamente las cabezas en
estos tórridos días estivales):
En una liga de fútbol, cada equipo ha de jugar dos veces (partido de ida y partido de vuelta) con
cada uno de los demás. Una vez establecido el calendario de partidos, se suman a la liga algunos
equipos que no estaban previstos, lo que obliga a planificar 34 partidos más. ¿Cuántos equipos
participan en la liga?

53
Los problemas de Fermi
Fermi era famoso por su habilidad para hallar soluciones muy aproximadas a partir de datos
insuficientes. ¿Puedes emularlo?
Carlo Frabetti
30 JUN 2017 - 10:42 CDT

Sello conmemorativo de Enrico Fermi.


En nuestra liga futbolística de la semana pasada se incorporaron 2 nuevos equipos a los 8
iniciales. Si llamamos x a los segundos e y a los primeros, podemos plantear la siguiente
ecuación:
(x + y) (x + y – 1) = x (x – 1) + 34
MÁS INFORMACIÓN

 Dominar el dominó

54
 Diversión con banderas
El primer término es el número de partidos a jugar al sumarse y nuevos equipos, y el segundo es
el número de partidos que habrían jugado los x equipos iniciales de no sumarse ninguno nuevo,
más los 34 que hay que añadir al calendario. Por tanto:
y2 + 2xy – y = 34
Y antes de quejaros de que es una ecuación difícil de resolver, fijaos en que puede escribirse de
esta forma:
y (y+ 2x – 1) = 34
Como la ecuación ha de tener soluciones enteras (es decir, es diofántica) y 34 solo puede
descomponerse en dos factoras de la forma 2 × 17, tenemos que y = 2 e y + 2x – 1 = 17, de donde
x = 8. La otra solución posible, x = 17 e y = 1, ha de descartarse porque nos dicen que se
incorporan algunos equipos nuevos, en plural.
El problema de las embajadas resultó tan complicado como los problemas diplomáticos reales,
por lo que sigue abierta la discusión (ver comentarios de la semana pasada).
Con datos insuficientes
Y hablando de problemas complicados, algunos lectores se quejan de que en ocasiones hacen
falta conocimientos de matemáticas o física de cierto nivel para resolver los acertijos de El juego
de la ciencia. Yo procuro que siempre haya una parte que solo requiera para su resolución los
conocimientos más básicos, y pido disculpas si no siempre es así; no es fácil conseguir que los
problemas sean accesibles a todos y a la vez no resulten triviales para nuestros “usuarios
destacados”, entre los que hay no pocos matemáticos y físicos de pro.
El gran físico italiano Enrico Fermi era famoso por su habilidad para llegar a soluciones muy
aproximadas a partir de datos insuficientes, y solía estimular la creatividad de sus estudiantes
invitándolos a hacer lo propio
Y al hablar de acertijos difíciles de resolver sin las herramientas adecuadas, es inevitable pensar
en los “problemas de Fermi”. El gran físico italiano Enrico Fermi era famoso por su habilidad
para llegar a soluciones muy aproximadas a partir de datos insuficientes, y solía estimular la
creatividad de sus estudiantes invitándolos a hacer lo propio. Por ejemplo, en una ocasión les
pidió que hicieran una estimación razonable de cuántos afinadores de pianos había en Chicago.
¿Cuántos diríais que puede haber en una ciudad como Madrid o Barcelona?
Otro clásico en la misma línea, que fue utilizado para evaluar la creatividad de los aspirantes a un
importante puesto de trabajo:
Desde un barco situado sobre la fosa de las Marianas tiramos al mar una bola de hierro, ¿cuánto
tarda en llegar al fondo?
Y si desde el fondo soltáramos una bola de corcho, ¿cuánto tardaría en llegar a la superficie?

55
La ecuación de Drake
¿Cuántas civilizaciones capaces de comunicarse con nosotros hay en la Vía Láctea?
Carlo Frabetti
7 JUL 2017 - 06:54 CDT

Frank Drake y su famosa ecuación.


Para calcular cuántos afinadores de pianos podía haber en Chicago, Fermi razonó del siguiente
modo: en Chicago viven unos cinco millones de personas; suponiendo que haya una media de
dos personas por casa y un piano cada veinte casas, hay algo más de cien mil pianos, que, si se
afinan una vez al año y si afinar un piano lleva un par de horas, darán trabajo a unos cien
afinadores durante ocho horas diarias, cinco días a la semana. En el cálculo se parte de una serie
de suposiciones poco precisas, pero verosímiles, y el resultado, aunque no sea -ni lo pretenda-
exacto, es una primera aproximación aceptable, que nos da idea del orden de magnitud de la
cantidad buscada: tras los sencillos cálculos de Fermi, no es razonable pensar que en Chicago
haya (hubiera en aquella época) miles de afinadores de pianos, o solo una docena.
Con respecto a la bola de hierro que cae al mar sobre la fosa de las Marianas, hay que tener en
cuenta, ante todo, que un objeto que se hunde en el agua lo hace a velocidad constante, pues la
resistencia del agua aumenta rápidamente con la velocidad y evita que el objeto acelere (en el
aire, mucho menos denso, ocurre lo mismo: una persona en caída libre se estabiliza al alcanzar
una velocidad de unos 300 km/h). Todos hemos visto hundirse un objeto en una piscina (por
ejemplo, jugado a buscar una piedra o una moneda tirada al agua), y podemos estimar que
desciende pocos metros en un segundo, digamos tres o cuatro, por lo que es razonable pensar que
la bola de la semana pasada tardaría alrededor de una hora en descender los 11 kilómetros de
profundidad de la fosa de las Marianas. En este contexto, “media hora” (como han estimado
algunos lectores) o “dos horas” son respuestas válidas; de lo que se trata es de no quedarse
paralizado ante la ausencia de datos y dar con el orden de magnitud.
¿Cuántas civilizaciones hay en la Vía Láctea?
Una famosa aplicación del método de Fermi es la conocida como “ecuación de Drake”. En 1961,
el astrónomo Frank Drake, presidente de SETI, propuso una fórmula para calcular el número de
posibles civilizaciones de la Vía Láctea susceptibles de ponerse en contacto con nosotros. Según
Drake, ese número es:
N = R* . fp. ne . fl . fi . fc . L

56
R* es el número de estrellas que nacen en nuestra galaxia cada año y duran lo suficiente como
para poder desarrollar vida.
fp es la fracción de esas estrellas que tienen planetas orbitando a su alrededor.
ne es el número de esos planetas situados en la ecosfera, esto es, en la zona idónea para la vida.
fl es la fracción de esos planetas en los que se desarrolla la vida.
fi es la fracción de esos planetas en los que se desarrolla vida inteligente.
fc es la fracción de esos planetas en los que los seres inteligentes han desarrollado una tecnología
que les permite comunicarse con otros mundos.
L es el lapso de vida de una civilización inteligente y comunicativa.
Aplicando esta fórmula, Drake llegó a la conclusión de que en nuestra galaxia podría haber una
decena de civilizaciones capaces de comunicarse con nosotros. ¿Qué opinan nuestras/os sagaces
lectoras/es? De la fórmula misma, de los valores atribuibles a cada factor, de la conclusión de
Drake…

57
La paradoja de Fermi
¿Por qué si hay tantos planetas susceptibles de albergar vida inteligente, ninguna civilización
extraterrestre se ha puesto en contacto con nosotros?
Carlo Frabetti
14 JUL 2017 - 10:10 CDT

Si tenemos algún vecino extraterrestre, ¿por qué aún no han contactado con nosotros?
La conclusión a la que llegó el astrónomo Frank Drake a partir de su propia ecuación -una decena
de civilizaciones capaces de comunicarse con nosotros en la Vía Láctea-, hoy, medio siglo
después y a la vista de los últimos descubrimientos astronómicos, nos parece excesivamente
prudente, y muchos creen que esas civilizaciones galácticas podrían contarse por cientos o miles.
A pesar de lo difícil que resulta detectar planetas extrasolares, ya se conocen más de tres mil, y
algunos astrónomos consideran probable que la mayoría de las estrellas tengan planetas orbitando
a su alrededor, lo que significaría que los “ecomundos” (planetas idóneos para albergar vida) se
podrían contar por cientos de millones.
MÁS INFORMACIÓN

 Equipos imprevistos

 El dominó binario de Gardner


Y ahí es donde surge con renovada fuerza la conocida como “paradoja de Fermi”, pues el gran
físico italiano, inspirador de la ecuación de Drake, se preguntó a mediados del siglo pasado por
qué ninguno de esos supuestos vecinos galácticos se había puesto en contacto con nosotros ni
había dejado ninguna huella perceptible de su presencia en el cosmos.

58
Una de las posibles explicaciones de esta paradoja es la denominada“hipótesis de la Tierra
especial”, según la cual, aunque hubiera muchos planetas similares al nuestro, se requieren tal
cantidad de condiciones para que se desarrolle la vida inteligente, que el proceso podría haberse
dado en muy pocos planetas, tal vez solo en la Tierra. Pero esta hipótesis parte del supuesto de
que la vida inteligente solo puede desarrollarse mediante un proceso análogo al que se ha dado en
nuestro planeta, y no tiene por qué ser necesariamente así.
Invito a nuestras/os sagaces lectoras/es a reflexionar sobre la paradoja de Fermi y sus
implicaciones. O a seguir reflexionando, mejor dicho, pues ya han empezado hacerlo en los
numerosos y muy interesantes comentarios de la semana pasada.
Visitando a nuestros vecinos
Supongamos que en nuestro entorno galáctico más próximo hay tres planetas habitados por seres
inteligentes, a “solo” 10, 20 y 30 años luz de distancia de la Tierra respectivamente. ¿Cuál es la
distancia mínima a la que pueden estar dos de esos exoplanetas entre sí? ¿Y la máxima?
Queremos visitar esos tres mundos, uno tras otro, en un solo viaje. ¿Cuál es la disposición
espacial que haría que ese viaje fuera mínimo en cuanto a la distancia recorrida por nuestra
astronave? ¿Y la disposición que daría lugar al recorrido más largo?

59
El castillo de Chindasvinto
¿Existe realmente este siniestro lugar evocado por un conocido poema?
Carlo Frabetti
21 JUL 2017 - 08:01 CDT

¿Cuál es el misterio del castillo de Chidasvinto?


Un conocido poema humorístico de Joaquín Abati, El conde Sisebuto, empieza con los versos:
“A cuatro leguas de Pinto/ y treinta de Marmolejo/ existe un castillo viejo/ que edificó
Chindasvinto”. ¿Podrían deducir mis sagaces lectores y lectoras si tal castillo existe realmente?
Aunque no lo parezca, esta pregunta tiene que ver con el más sencillo de los acertijos propuestos
la semana pasada: si tres planetas -A, B y C- distan respectivamente 10, 20 y 30 años luz de la
Tierra, lo más cerca que pueden estar dos de ellos entre sí es 10 años luz (A y B o B y C si están
alineados con la Tierra y en la misma dirección), y lo más lejos, 50 años luz (B y C alineados con
la Tierra y en direcciones opuestas).
El otro problema, el de los recorridos mínimo y máximo para visitar los tres exoplanetas, tiene
una parte fácil y otra no tanto. El recorrido será mínimo si los tres planetas están alineados con la
Tierra y en la misma dirección, pues al ir al más alejado pasaremos por los otros dos y “solo”
tendremos que recorrer 30 años luz (y otros tantos de vuelta, claro, si queremos volver a casa).
Hallar la disposición de los planetas que daría lugar a un recorrido máximo es bastante más
complicado, y algunos lectores aún están en ello (ver comentarios de la semana pasada).
Un viaje largo, pero confortable
Sigamos con el fascinante tema de los exoplanetas vecinos. ¿Cuánto tardaría una astronave en
llegar al planeta A de nuestro acertijo anterior, el que solo está a 10 años luz, acelerando a 1 G
(9,8 m/s2)? Para los que no recuerden sus clases de física de secundaria, eso significa que cada
segundo su velocidad aumentaría en 9,8 metros por segundo (igual que un cuerpo en caída libre).
La elección de esa aceleración no es arbitraria, pues se traduciría en una gravedad artificial igual
a la terrestre, cosa muy conveniente a todos los efectos. Una aceleración mayor acortaría el viaje,
pero sería sumamente incómoda para los viajeros (o incluso gravemente perjudicial si se

60
mantuviera durante mucho tiempo). Los aviones de reacción aceleran a veces a 5 G o más, pero
solo durante unos segundos, pues en esos momentos el piloto es aplastado contra su asiento como
si su peso corporal se hubiera quintuplicado.

61
Los gemelos de Lorentz
Si un astronauta viaja a Alfa Centauri a gran velocidad y regresa, ¿será más joven que su
hermano gemelo, que permaneció en la Tierra?
Carlo Frabetti
28 JUL 2017 - 05:18 CDT

Einstein y Lorentz en 1921.


No puede haber un castillo “a cuatro leguas de Pinto y a treinta de Marmolejo”, como afirma el
conocido poema humorístico mencionado la semana pasada, pues, de haberlo, Pinto y Marmolejo
podrían distar entre sí 34 leguas como máximo, en el caso de que estuvieran alineados con el
castillo y en direcciones opuestas. Pero 34 leguas son menos de 200 km (se llamaba “legua” a lo
que podía caminar una persona en una hora: entre 4 y 6 km), y Pinto y Marmolejo distan más de
300.
MÁS INFORMACIÓN

 La ecuación de Drake

 Los problemas de Fermi


Si viajáramos hasta un planeta situado a 10 años luz acelerando a 1 G, es decir, 9,8 m/s2,
tardaríamos casi un año (unos once meses) en alcanzar una velocidad próxima a la de la luz, que
podríamos mantener hasta que nos faltara un año para llegar a destino, pues entonces tendríamos

62
que empezar a decelerar al mismo ritmo. En esos dos años de aceleración y deceleración,
recorreríamos aproximadamente un año luz de distancia, y como los otros nueve los
recorreríamos a una velocidad próxima a la de la luz, en total tardaríamos unos doce años. Pero
para nosotros solo habrían pasado un par de años, pues el tiempo se ralentiza al aumentar la
velocidad y casi se detiene a velocidades muy próximas a la de la luz. Aunque la cosa no está tan
clara, según la famosa paradoja de los gemelos de Lorentz.
Gemelos asimétricos
El 1 de enero de 2050, Diana parte de la Tierra hacia Alfa Centauri, a 4 años luz de distancia,
viajando a una velocidad de 0,8 c (240.000 km/s). Tras llegar a su destino, Diana regresa
enseguida a la Tierra a la misma velocidad, donde llega el 1 de enero de 2060. Diana tiene un
hermano gemelo, Apolo, que permanece en la Tierra. Debido a la contracción relativista del
tiempo, Apolo espera que su hermana sea ahora más joven que él. Pero desde el punto de vista de
Diana, es Apolo el que se ha alejado de ella a una velocidad próxima a la de la luz, y por tanto
debería haber envejecido menos.
Invito a mis sagaces lectoras y lectores a explicar de forma sencilla esta paradoja, sin recurrir a
complejos cálculos relativistas. Dicho de otro modo, ¿por qué no son simétricas las experiencias
de Diana y Apolo, pese a que para ambos es el otro quien se aleja a gran velocidad? Y para los
más avezados: ¿Quién de los dos será en realidad más joven, y cuántos años de diferencia habrá
entre ambos gemelos?

63
La esfera de Dyson
Para aprovechar al máximo la energía de su estrella, una civilización avanzada podría construir
una gigantesca “cáscara” a su alrededor
Carlo Frabetti
4 AGO 2017 - 06:07 CDT

Star Trek (1966).


Las experiencias de Apolo y Diana, nuestros gemelos de la semana pasada, son asimétricas,
básicamente, porque es Diana la que acelera para abandonar su marco de referencia
espaciotemporal (la Tierra) y luego decelera para volver a él.
La medida en que el tiempo se contrae para alguien que viaja a gran velocidad (a cualquier
velocidad, en realidad, pero el efecto solo es significativo para velocidades próximas a la de la
luz) viene dada por las fórmulas conocidas como “transformaciones de Lorentz”. El hecho de que
la velocidad de la luz (normalmente representada por la letra c) sea insuperable, obligó a
introducir una corrección en la fórmula de Galileo según la cual la velocidad resultante de dos
movimientos combinados es la suma de ambas velocidades. Si camino a 5 km/h por el pasillo de
un tren que va a 100 km/h, mi velocidad de avance con respecto a las vías inmóviles es de 105
km/h (si voy en el sentido de la marcha, obviamente, y 95 km/h si voy en sentido contrario). Pero
esa suma no puede ser superior a c, por lo que Lorentz introdujo un factor de corrección que
preserva ese límite. Si viajas a una velocidad v hacia un objeto que se acerca a una velocidad v´,
la resultante no es v + v´, sino (v + v´)/1 + vv´/c2); si lo que se acerca es un pulso de luz, v´es c, y
entonces (v + c)/(1 + vc/c2) = c.
La transformación de Lorentz afecta al tiempo según la fórmula (relacionada con la anterior)
t´= t√(1 – v2/c2). En el caso de Diana, como viaja a una velocidad 0,8 c, v2/c2 = 0,64, de donde t´=
0,6 t. Si en la Tierra han pasado 10 años, para Diana solo habrán pasado 6. Por cierto, aunque
Apolo y Diana son gemelos “lorentzianos”, ya que ilustran gráficamente las transformaciones de
Lorentz, en realidad fue el físico francés Paul Langevin quien dio a la paradoja esta forma
gemelar, por lo que en puridad el artículo anterior debería haberse titulado “Los gemelos de
Langevin”.

64
En entregas anteriores (ver La paradoja de Fermi y La ecuación de Drake) hablábamos de las
dificultades que entraña el contacto con posibles civilizaciones extraterrestres. Y las esferas de
Dyson podrían constituir una dificultad añadida.
La idea pasó de la ciencia ficción a la física, y de la física nuevamente a la ciencia ficción
En 1960, Freeman Dyson sugirió la posibilidad de que algunas civilizaciones muy avanzadas
encerraran su sistema planetario en una gigantesca “cáscara” para aprovechar al máximo la
energía calórica y luminosa de su estrella. La idea había sido sugerida anteriormente por Olaf
Stapledon en su novela Hacedor de estrellas: de la ciencia ficción pasó a la física, y de la física
nuevamente a la ciencia ficción, como hemos podido ver en algunos episodios de la serie Star
Trek o en X-Men.
Invito a mis sagaces lectoras/es a especular sobre una posible esfera de Dyson alrededor del Sol,
de distintos tamaños y características (puede abarcar todo el sistema o solo una parte, ser
compacta o fragmentaria…). Y, de paso, un pequeño (es un decir) “problema de Fermi” (ver
capítulo homónimo): ¿de qué orden sería la masa de una esfera de Dyson “reducida” que solo
englobara los planetas interiores del Sistema Solar?

65
La escala de Kardashov
Podría haber tres grandes tipos de civilizaciones galácticas, según su nivel de aprovechamiento
energético
Carlo Frabetti
11 AGO 2017 - 05:03 CDT

El monolito de 2001, una odisea del espacio.


La distancia media de la Tierra al Sol es de unos 149,6 millones de kilómetros. Una esfera de
Dyson como la descrita la semana pasada y que solo englobara a nuestro planeta (junto con
Mercurio, Venus y la Luna) tendría que tener, por tanto, unos 150 millones de kilómetros de
radio como mínimo, lo que supone una superficie de unos 3.1023 m2. Una “cáscara de huevo” de
este tamaño y apenas 1mm de grosor tendría un volumen de 3.1020 m3, y pesaría otras tantas
toneladas si se construyera con un material ligero de densidad similar a la del agua. La masa total
de los asteroides se estima en unas 3.1018 toneladas, por lo que habría que echar mano de algún
satélite para conseguir las materias primas. Y para una esfera de diez centímetros de grosor,
habría que centuplicar los recursos necesarios.
Si nos conformáramos con una esfera de Dyson no compacta, o con un anillo que rodeara el Sol
en el plano de la eclíptica, tal vez tendríamos bastante con los materiales contenidos en el
cinturón de asteroides, lo cual simplificaría notablemente la empresa. En cualquier caso, huelga
señalar que un proyecto de esta envergadura queda muy lejos de nuestras posibilidades actuales.
Tres tipos de civilizaciones
En 1964, el astrofísico soviético Nikolái Kardashov propuso un criterio de clasificación de las
civilizaciones en función de su grado de aprovechamiento de los recursos energéticos. Según la
escala de Kardashov, habría tres grandes tipos de civilizaciones: las de Tipo I serían las que
pueden utilizar todos los recursos energéticos de su planeta; las de Tipo II, las capaces de utilizar
todos los recursos de su estrella y su sistema planetario; y las de Tipo III, las que pueden utilizar
todos los recursos energéticos de su galaxia. Obviamente, las capacidades de tipo II y III implican
también la posibilidad de colonizar el espacio a escala estelar o galáctica.

66
En 1964, el astrofísico soviético Nikolái Kardashov propuso un criterio de clasificación de las
civilizaciones en función de su grado de aprovechamiento de los recursos energéticos
Los emblemáticos monolitos de 2001, una odisea del espacio podrían ser exponentes de una
civilización de Tipo III, mientras que la nuestra no llega siquiera al Tipo I, ya que aún no
podemos utilizar plenamente los recursos energéticos terrestres. Carl Sagan estimó que nos
corresponde una puntuación de 0,7 en la escala de Kardashov (tomando como unidad el Tipo I), y
según el físico teórico y futurólogo Michio Kaku podríamos alcanzar el Tipo I en un siglo o dos;
pero aún nos faltan varios milenios para alcanzar el Tipo II (¿estamos de acuerdo con el
prestigioso físico estadounidense?).
Además de los misteriosos constructores de los monolitos de 2001, la literatura y el cine de
ciencia ficción ofrecen numerosos ejemplos de “imperios galácticos” más o menos afines a las
civilizaciones de Tipo III (el ciclo de las Fundaciones de Asimov sigue siendo mi exponente
favorito). Invito a mis sagaces lectoras y lectores a comentar los ejemplos que consideren más
interesantes, así como a exponer sus propias reflexiones sobre la escala de Kardashov.

67
El imperio galáctico de Asimov
En su saga de las Fundaciones, Isaac Asimov imagina una civilización humana diseminada por
toda la galaxia
Carlo Frabetti
18 AGO 2017 - 05:30 CDT

Isaac Asimov, el escritor y profesor de bioquímica, famoso por sus obras de divulgación científica, historia y ciencia
ficción.
Hablábamos la semana pasada de los tres tipos de civilizaciones hipotéticas contempladas por el
astrofísico ruso Nicolái Kardashov, y algunos lectores (ver sección de comentarios
correspondiente) sugirieron la posibilidad de ampliar la escala a tipos aún más evolucionados. Si
una civilización de Tipo III puede controlar los recursos energéticos de toda una galaxia, una de
Tipo IV sería la capaz de controlar los recursos del universo entero (suponiendo que sea finito).
MÁS INFORMACIÓN

 La cuarta ley de la robótica: pagar impuestos


 Miquel Barceló: “La ciencia y la ciencia ficción no son tan diferentes”
De hecho, el científico y divulgador húngaro Zoltán Galántai ha teorizado sobre una hipotética
civilización de Tipo IV cuyas actividades serían tan sutiles que nosotros, que no hemos alcanzado
siquiera el Tipo I de la escala de Kardashov, no podríamos distinguirlas de los fenómenos
naturales. Según la tercera ley de Clarke, una tecnología muy avanzada es indistinguible de la
magia; pues bien, una tecnología aún más avanzada podría ser indistinguible de las propias leyes
de la naturaleza (e incluso manipularlas de forma imperceptible). Y los misteriosos constructores
de los monolitos de 2001, una odisea del espacio, mencionados la semana pasada como posibles

68
ejemplos de una civilización de Tipo III, tal vez estén más cerca de los “dioses ingenieros” de
Tipo IV de los que habla Galántai.
La psicohistoria de Asimov
En su monumental saga de las Fundaciones (que empezó siendo una trilogía y acabó ampliándose
con secuelas y precuelas varias y engullendo otras obras del autor), Isaac Asimov imagina una
galaxia poblada exclusivamente por la estirpe de la humanidad -un Imperio Galáctico
homologable a una civilización de Tipo III en la escala de Kardashov- y con una población tan
numerosa que su conducta global resulta predecible de acuerdo con una ciencia ad hoc
denominada “psicohistoria”.
Del mismo modo que no podemos predecir el comportamiento de una molécula de gas, pero
tenemos la certeza estadística de que una masa macroscópica de ese gas se comportará de una
determinada manera (por ejemplo, distribuyéndose de manera homogénea en el interior de un
recipiente), Asimov argumenta que una población de trillones de personas sería globalmente
predecible en su evolución histórica.
Para que las predicciones (o manipulaciones) de la psicohistoria funcionen, han de cumplirse
(según Hari Seldon, fundador de esta ciencia), tres requisitos:
1. La población ha de ser lo suficientemente grande como para dar lugar a “certezas
estadísticas”.
2. La población ha de ignorar que está siendo objeto de análisis o manipulaciones
psicohistóricas.
3. La humanidad ha de ser la única especie inteligente actuante en la galaxia.
El propio Asimov cuestiona la eficacia -incluso la viabilidad- de la psicohistoria al introducir en
el segundo libro de la saga, Fundación e Imperio, a un mutante, llamado el Mulo, capaz de
controlar las emociones ajenas con el poder de su mente. ¿Qué opinan al respecto mis sagaces
lectoras/es? ¿Es verosímil una ciencia como la psicohistoria? ¿En qué condiciones, a qué escala,
con qué limitaciones…?

69
Las leyes de la robótica
¿Cumplirán los robots reales, que ya están entre nosotros, las tres leyes de la robótica de Asimov?
Carlo Frabetti
25 AGO 2017 - 06:31 CDT

El robot Asimo (Advanced Step in Innovative Mobility). Honda


La semana pasada, mi admirado colega Javier Sampedro se sumó a nuestro pequeño homenaje a
Isaac Asimov con su artículo Un creador de mundos, y entre ambos textos llevan cosechados más
de seiscientos comentarios (algunos de ellos muy interesantes y polémicos), lo que me anima a
dedicarle una nueva entrega de El juego de la ciencia al gran maestro de la ciencia ficción y la
divulgación científica.
MÁS INFORMACIÓN

 El imperio galáctico de Asimov


 Tres reglas
Y si no se puede hablar de Asimov sin mencionar la saga de las Fundaciones, tampoco es posible
hacerlo sin recordar sus pioneros relatos sobre robots, que acabaron configurando un género
propio (o una nueva especie, para seguir con la terminología taxonómica) dentro de la narrativa
de ciencia ficción.
Los robots positrónicos de Asimov están programados para cumplir las Tres Leyes de la
Robótica, enunciadas por primera vez en Círculo vicioso, un relato publicado en 1942:
1. Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano
sufra daño.

70
2. Un robot debe cumplir las órdenes de los seres humanos, excepto si dichas órdenes entran
en conflicto con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que ello no entre en conflicto
con la Primera o la Segunda Ley.
En 1950, Asimov publicó una primera recopilación de relatos sobre este tema con el título Yo,
robot; en ellos, se plantean una serie de paradojas, dilemas y conflictos relacionados con la
interpretación de las leyes de la robótica en situaciones complejas o dudosas, y, en esa línea,
invito a mis sagaces lectoras/es a imaginar situaciones en las que un robot regido por las Tres
Leyes no sabría qué hacer.
Los robots de Asimov y sus leyes han tenido una gran influencia, y no solo en la ciencia ficción,
y el desarrollo de la robótica real ha revalorizado —y utilizado— algunas de sus reflexiones.
Aunque el nombre de Asimo, el entrañable robot de Honda, es un acrónimo (Advanced Step in
Innovating MObility), también es un homenaje al creador de las Tres Leyes de la Robótica.
La Ley Cero
Con el tiempo, y al introducir en sus relatos robots cada vez más evolucionados, Asimov
completó sus tres leyes con una “Ley Cero”, que viene a ser una generalización -o más bien un
salto cualitativo- de la Primera Ley, puesto que dice que un robot no puede dañar a la humanidad
ni, por inacción, permitir que la humanidad sufra daño.
Especial atención merece, en este sentido, el relato de robots positrónicos que el propio Asimov
calificó de “definitivo” (aunque luego escribió El hombre bicentenario); me refiero a That Thou
Art Mindful of Him (1974), que publiqué en castellano con el título ¿Qué es el hombre? (en
aquella época yo era el editor de Asimov en España), título que, cuarenta años después, no sé si
fue el más acertado. Os invito a leer el polémico relato (es fácil encontrarlo en la red, tanto en
inglés como en castellano) y a compartir vuestras opiniones al respecto.

71
Los robots de Lem
Las fábulas de Stanislaw Lem suponen una aproximación a la vez humorística y filosófica al
universo de los robots
Carlo Frabetti
1 SEP 2017 - 09:31 CDT

Ilustración de Ciberíada, de Stanislaw Lem


Al hablar de los robots de la ciencia ficción, es imposible no mencionar, como hacíamos la
semana pasada, las leyes de la robótica de Isaac Asimov, el autor que de forma más extensa y
concienzuda ha tratado este tema tan fascinante como perturbador.
Pero hay otro escritor de ciencia ficción al que no podemos olvidar al hablar de robots, en cierto
modo complementario (o suplementario) de Asimov: el polaco Stanislaw Lem. Si en sus relatos
Asimov analiza meticulosamente la posible evolución de la robótica y los problemas que podría
conllevar la convivencia de humanos y robots, Lem se sitúa mucho más allá, en un universo en el
que máquinas superevolucionadas viven sus extraordinarias aventuras en el marco de lo que a
veces parece una civilización de tipo III (o incluso IV) en la escala de Kardashov, y otras veces
recuerda el mundo medievalizante de los cuentos de hadas. Ocasionalmente aparecen los
humanos (llamados “acuosos” por los robots), pero solo como comparsas o referentes
semilegendarios.
Los relatos robóticos de Lem están reunidos en dos volúmenes: Fáulas de robots (1964) y
Ciberíada (1965). Los protagonistas de muchos de estos cuentos son los “robots constructores”
Trurl y Clapaucio, a la vez amigos y rivales, capaces de construir las cosas más inverosímiles y
disparatadas. Recomiendo encarecidamente a mis lectoras/es que busquen en la red algunos de
estos relatos; por ejemplo, Cómo se salvó el mundo, que, si no recuerdo mal, es el primero,
cronológicamente, en el que aparecen Trurl y Clapaucio (y ni que decir tiene que, como de
costumbre, espero una avalancha de sagaces comentarios).

72
El océano pensante
Pero la fama de Lem se debe sobre todo a Solaris, cumbre de la narrativa de ciencia ficción y una
de las novelas más singulares del siglo XX.
Solaris ha sido llevada al cine en tres ocasiones, pero ninguna de las versiones le hace justicia, a
pesar de que la segunda la realizó Tarkovski (en 1972) y, como todas sus películas, es una obra
maestra. Pero la sutil trama psicológica y filosófica de la novela hace que sea muy difícil, por no
decir imposible, trasladar al lenguaje cinematográfico su complejo núcleo conceptual.
El planeta Solaris, perteneciente a un lejano sistema binario, está recubierto por un denso océano
protoplasmático que parece dotado no solo de vida, sino también de consciencia. Pero todos los
intentos de los humanos por comunicarse con el gigantesco ser extraterrestre fracasan, y los
efectos secundarios de estos intentos (narrados en primera persona por el protagonista) son tan
inverosímiles y perturbadores que llegan a poner en entredicho el concepto mismo de realidad.
No diré mucho más para no hacer de spoiler a quienes aún no hayan leído la novela (y no creáis
que conocéis la historia si solo habéis visto alguna de las versiones cinematográficas). Me
limitaré a señalar que entre otras cosas plantea, de una manera especialmente inquietante, el tema
de la duplicabilidad de un ser humano. ¿Qué podéis decir al respecto?

73
El cilindro de O'Neill
El físico estadounidense Gerard K. O'Neill propuso la construcción de colonias espaciales en
forma de enormes estructuras giratorias orbitando alrededor de la Tierra
Carlo Frabetti
8 SEP 2017 - 04:09 CDT

Recreación artística de un cilindro de O'Neill.


Mucho más accesible que la esfera de Dyson, de la que hablábamos hace unas semanas como
posible megaestructura de una hipotética civilización de Tipo II en la escala de Kardashev, el
cilindro de O’Neill podría ser un objetivo alcanzable en un futuro próximo, y según algunos
expertos tendría más sentido que el intento de colonizar Marte u otros planetas.
En los años setenta del siglo pasado, el físico de partículas Gerard K. O’Neill planteó la
posibilidad de construir colonias en órbita alrededor de la Tierra como alternativa a la
colonización de otros planetas. Según O’Neill, el hecho de haber vivido siempre en la superficie
de un planeta nos ha inducido una especie de “chovinismo planetario” que hace difícil concebir
otras posibilidades; pero las colonias en órbita serían hábitats mucho más confortables, seguros y
accesibles que otros planetas similares a la Tierra o terraformados.
O’Neill planteó la posibilidad de construir colonias en órbita alrededor de la Tierra como
alternativa a la colonización de otros planetas
El diseño de colonia espacial en órbita más sencillo, que O’Neill denominó Isla Uno, es una
esfera de Bernal (la idea fue propuesta por primera vez en 1929 por el físico John D. Bernal): una
esfera hueca de 1,6 km de diámetro que giraría alrededor de un eje de manera que en su cara
interior y en la zona ecuatorial hubiera, por efecto de la fuerza centrífuga, una gravedad artificial
igual a la terrestre. La versión de O’Neill es más pequeña (unos 500 m de diámetro), y estaría
rodeada de espejos orientables que reflejarían la luz del Sol para iluminar el interior de la esfera
por grandes ventanales situados en los polos. A medida que nos alejáramos del ecuador, la
gravedad artificial iría disminuyendo hasta anularse en los polos, lo que permitiría realizar todo
tipo de actividades y experimentos en baja gravedad.

74
La Isla Dos o Toro de Stanford es un toroide de 1,8 km de diámetro capaz de albergar a una
población de unas 10.000 personas, que giraría alrededor de su centro geométrico para
suministrar en la cara interna de la parte del anillo más alejada del centro una gravedad de
aproximadamente 1 g.
La Isla Tres o Cilindro de O’Neill es un conjunto de dos enormes cilindros conectados y de
rotación opuesta (para neutralizar el efecto giroscópico). Los cilindros tendrían, en su versión
más ambiciosa, 32 km de largo por 6,4 km de diámetro, y podrían albergar a varios millones de
personas. Una de las mayores ventajas del cilindro sobre otras formas geométricas es que en toda
su superficie interior habría la misma gravedad artificial, mientras que en la esfera o el toroide
solo una franja disfrutaría de ese requisito, imprescindible para una habitabilidad sostenida.
Velocidad de rotación
Hace tiempo que no les planeo a mis sagaces lectoras/es un problema de los que requieren hacer
números, así que voy a pedirles que desempolven sus libros de física del colegio y calculen la
velocidad a la que deberían girar las distintas “islas” de O’Neill para suministrar a los colonos
una gravedad artificial similar a la terrestre. Y si no quieren recurrir a las viejas fórmulas
escolares, también pueden abordarlo como un “problema de Fermi” y hallar valores aproximados
mediante un enfoque ingenioso.
Y ni que decir tiene que si a alguien se le ocurren otros conceptos o diseños de colonias
espaciales, no deje de plantearlos en nuestra sección de comentarios.

75
¿Es una grabación la forma más adecuada de intentar comunicarse con una civilización
extraterrestre?
Un profesor de inglés concibió en 1960 un “mensaje interplanetario” con 24 símbolos aún sin
descifrar
Carlo Frabetti
15 SEP 2017 - 13:33 CDT

El
Disco de Oro de las sondas Voyager.
En las gigantescas colonias espaciales de las que hablábamos la semana pasada, bastaría una
velocidad de rotación del orden de una vuelta por minuto para generar, en su superficie interior,
la apariencia de una gravedad similar a la terrestre debida a la fuerza centrífuga (centrípeta, en
realidad, pues es la superficie la que al girar “empuja” hacia el interior lo que hay sobre ella).
Sería un giro tan lento como el del segundero de un reloj, prácticamente imperceptible en el
interior de la colonia.
MÁS INFORMACIÓN

 El cilindro de O'Neill
 Los robots de Lem
 La paradoja de Fermi

76
La construcción de estas enormes estructuras correría en gran medida a cargo de cuadrillas de
robots, nuestro tema inmediatamente anterior, que, tras un breve repaso a las leyes de la robótica
de Asimov, nos llevó a las fábulas de Stanislaw Lem, y de ahí a su novela Solaris y a su pesimista
visión de las posibilidades de comunicación con inteligencias extraterrestres.
Pero no todos son tan pesimistas como Lem. Como es bien sabido, las sondas Voyager llevan un
Disco de Oro con sonidos e imágenes sobre la vida en la Tierra, con la esperanza de que alguna
civilización galáctica pueda encontrar y decodificar esta botella de náufrago lanzada a la
inmensidad del espacio.
Aunque tal vez no sea una grabación de imágenes y sonidos la forma más adecuada de
comunicarse con mentes extrañas.
El mensaje interplanetario de Bell
En 1960, Ivan Bell, un profesor de inglés afincado en Tokio, tras oír hablar del Proyecto Ozma
(cuya finalidad era detectar posibles mensajes procedentes del espacio), concibió un “mensaje
interplanetario” con 24 símbolos, que el diario japonés Japan Times publicó en enero de ese año,
desafiando a sus lectores a que lo descifraran. Como desafío yo a los míos a que hagan lo propio.
Este es el mensaje interplanetario de Ivan Bell:
A.B.C.D.E.F.G.H.I.J.K.L.M.N.P.Q.R.S. T.U.V.W.Y.Z
AA, B; AAA, C; AAAA, D; AAAAA, E; AAAAAA, F; AAAAAAA, G; AAAAAAAA, H;
AAAAAAAAA, I; AAAAAAAAAA, J;
AKALB; AKAKALC; AKAKAKALD; AKALB; BKALC; CKALD; DKALE; BKELG;
GLEKB; FKDLJ; JLFKD.
CMALB; DMALC; IMGLB.
CKNLC; HKNLH; DMDLN; EMELN.
JLAN; JKALAA; JKBLAB; AAKALAB; JKJLBN; JKJKJKJKLCN; FNKGLFG.
BPCLF; EPBLJ; FPJLFN.
FQBLC; JQBLE; FNQFLJ.
CRBLI; BRELCB.
JPJLJRBLSLANN; JPJPJLJRCLTLANNN; JPSLT; JPTLJRD.
AQJLU; UQJLAQSLV.
ULWA; UPBLWB; AWDMALWDLDPU; VLWNA; VPCLWNC; VQJLWNNA;
VQSLWNNNA; JPEWFGHLEFWGH; SPEWFGHLEFGWH.
GIWIHYHN; TKCYT; ZYCWADAF.
DPZPWNNIBRCQC.
Huelga decir que también invito a mis sagaces lectoras/es a reflexionar sobre los problemas que
plantearía la comunicación con una inteligencia extraterrestre y a ofrecernos sus ideas para
solucionarlos.
(Una pista, que es más bien una referencia bibliográfica: Comunicación extraterrestre es el título
de un magnífico libro de Martin Gardner en el que dedica un extenso capítulo a este apasionante
tema).

77
La geometría como emblema de la razón
¿Constituyen las matemáticas un lenguaje universal comprensible para cualquier criatura
inteligente?
Carlo Frabetti
22 SEP 2017 - 06:31 CDT

Ampliar foto Grabado de Wenzel Jamnitzer.


En el “mensaje interplanetario” de la semana pasada, las diez primeras letras (de la A a la J)
representan los números del 1 al 10; K, L y M son, respectivamente, los signos +, = y -; N es el 0,
P el producto, Q la división y R la potencia; S es 100, T es 1000, U es 0,1 y V es 0,01; W es la
coma de decimal; Y es “aproximadamente igual a”; y Z es el número π. Y el mensaje es:
4π.0,00923/3, que es el volumen aproximado de nuestro planeta tomando como unidad el del Sol.
Si el mensaje lo recibe una inteligencia del Sistema Solar (o familiarizada con él), sabrá que se
refiere al planeta cuyo diámetro es unas cien veces menor que el del Sol, o sea, la Tierra.
La aritmética y la geometría parecen buenas candidatas para iniciar la comunicación con posibles
inteligencias extraterrestres, pues son claras muestras del pensamiento abstracto. A este respecto,
cuenta Vitruvio en el prefacio de su De Architectura que, tras un terrible naufragio, llegó el
filósofo Aristipo a una playa de Rodas y, tras pensar por un momento que se hallaba en una isla
inhóspita, vio dibujadas en la arena unas figuras geométricas y exclamó con júbilo: “¡Estoy
salvado, pues aquí veo las huellas del pensamiento!”. Su condiscípulo Platón (ambos tuvieron a
Sócrates por maestro), que vio en la geometría la base y el emblema de la filosofía, no podría
haber estado más de acuerdo.

78
MÁS INFORMACIÓN
 ¿Es una grabación la forma más adecuada de intentar comunicarse con una civilización
extraterrestre?
 Los robots de Lem
 La paradoja de Fermi
Muchos piensan que si un día arribamos, como exploradores o como náufragos, a las lejanas
costas de otros mundos, será la geometría el lenguaje más adecuado para saludar a otros seres
racionales e identificarnos como tales ante ellos. Pero no todos opinan lo mismo. En un irónico
relato de ciencia ficción titulado La jaula, que bien podría haber salido de la pluma de un Voltaire
o de un Swift, A. Bertram Chandler sugiere que tal vez no sea la geometría el más conspicuo
emblema de la racionalidad. En resumen, esta es la historia:
La jaula enjaulada
Un grupo de astronautas humanos que han naufragado en un planeta hostil son tomados por
animales irracionales por unos zoólogos extraterrestres, que los capturan y enjaulan. Los
humanos, conscientes del error de sus captores, intentan demostrar su racionalidad por todos los
medios: hablan, cantan, bailan, dibujan figuras geométricas, pero ninguna de estas
manifestaciones impresiona a los zoólogos alienígenas. Al fin y al cabo, hay animales que
parlotean animadamente (como los loros), emiten los sonidos más melifluos (como las aves
canoras), ejecutan elaboradas danzas amorosas (como los pulpos) o utilizan la geometría con
asombrosa precisión y eficacia (como las abejas).
Resignados, los hombres empiezan a acostumbrarse a su benigno cautiverio. Un día se cuela en
su recinto un pequeño animal peludo, el equivalente alienígena de un ratón, y los prisioneros lo
adoptan como mascota. Lo cuidan, lo alimentan y le construyen una jaula rudimentaria.
Inmediatamente, los extraterrestres dejan en libertad a los humanos y, tras establecer un mínimo
sistema de comunicación, les presentan sus excusas por haberlos confundido con animales
irracionales. ¿Y por qué han comprendido de pronto su error? Porque solo los seres racionales
enjaulan a otros seres.
Como de costumbre, invito a mis sagaces lectoras/es a enriquecernos con sus reflexiones al
respecto.

79
La paradoja de Teseo
¿Cuál sería la identidad de un ser construido con trozos de varias personas?
Carlo Frabetti
30 SEP 2017 - 04:26 CDT

Boris Karloff como la criatura de Frankenstein. Wikipedia.


Hablábamos las dos últimas semanas de la idoneidad de la aritmética y la geometría para
establecer un primer contacto con hipotéticas inteligencias alienígenas. Hace 400 años, ya dijo
Galileo que el libro del universo está escrito con el lenguaje de las matemáticas, y parece
razonable pensar que otros seres pensantes, si existen, también hayan descubierto y desarrollado
ese lenguaje básico.
MÁS INFORMACIÓN

 La paradoja de Fermi

80
 Los problemas de Fermi
Y antes de abandonar el tema, un acertijo final: en su fascinante libro Comunicación
extraterrestre, Martin Gardner propone el siguiente mensaje:
0000000111
1111111101
1110000111
1010000000
0000000000
1010110101
1010100101
1100110111
1010100010
1010110010
¿Alguien se atreve a descifrarlo?
La nave de Teseo
El tema de la comunicación con otras inteligencias surgió porque los robots de Asimov nos
llevaron a los de Lem, y es imposible hablar de Stanislaw Lem sin mencionar Solaris, uno de los
hitos de la ciencia ficción y una de las novelas más singulares e inquietantes del siglo XX. Y en
algún momento se habló, de pasada, de su relato ¿Existe verdaderamente Mr. Smith?, en el que,
en clave de humor, se plantea el problema de la identidad de un hombre -o más bien un cíborg- al
que demandan por no pagar una deuda. A primera vista, se podría pensar que la identidad reside
en el cerebro, pero la cosa no está tan clara. ¿Es la criatura de Frankenstein la persona que aportó
su cerebro al estremecedor puzle humano?
Esto nos remite a la famosa paradoja de Teseo, pues ni siquiera en el caso de los objetos
inanimados está clara la cuestión de la identidad. Dejemos que Plutarco nos introduzca en el
tema:
"La nave en la que regresaron de Creta Teseo y los jóvenes atenienses tenía treinta remos, y en
Atenas se conservaba desde la época de Demetrio, remplazando las tablas estropeadas por otras
nuevas y más resistentes, de modo que se había convertido entre los filósofos en un ejemplo de la
identidad de las cosas que crecen; algunos decían que la nave seguía siendo la misma, mientras
que otros aseguraban que no lo era".
El propio cuerpo humano es una nave de Teseo que al cruzar el mar de la vida se transforma sin
cesar: cada siete años aproximadamente se renuevan las células de nuestro organismo, e incluso
las que permanecen, como las neuronas, se renuevan a nivel molecular. La materia de la que
estábamos hechos hace siete años ha desaparecido, está en otra parte, tal vez en otros cuerpos, y
sin embargo eso no afecta a nuestra identidad… ¿O sí?

81
El dilema de la secretaria
¿Hay alguna manera de maximizar la probabilidad de elegir bien cuando no se dispone de toda la
información necesaria?
Carlo Frabetti
6 OCT 2017 - 11:18 CDT

Ampliar foto Fotograma de los Simpson.


El mensaje oculto en la matriz de unos y ceros de la semana pasada se revela si la convertimos en
una cuadrícula de 10 × 10 y coloreamos con un lápiz las casillas correspondientes a los unos (una
hoja de papel cuadriculado puede servir perfectamente).
MÁS INFORMACIÓN
 ¿Es una grabación la forma más adecuada de intentar comunicarse con una civilización
extraterrestre?
 El cilindro de O'Neill

 Los robots de Lem

82
En cuanto a si somos o no los mismos de antes cuando toda la materia que forma nuestro cuerpo
se ha renovado, como en el caso de la nave de Teseo, el debate sigue abierto desde los tiempos de
Heráclito y Parménides (el primero afirmaba que un hombre no puede cruzar dos veces el mismo
río, porque ni el hombre ni el río son los mismos, mientras que el segundo consideraba que todo
permanece y que el devenir es ilusorio).
Saltando de un tema a otro, en los comentarios de la semana pasada reapareció el problema de
Monty Hall, que en su día suscito un debate interminable, y alguien mencionó de pasada su
relación con otros problemas de elección, como el dilema de la secretaria.
El dilema de la secretaria tiene muchas variantes y otros tantos nombres: la pareja ideal, la dote
del sultán, el pretendiente quisquilloso…, y el primero en plantearlo fue el matemático
estadounidense Merrill Flood (uno de los formuladores del famoso “dilema del prisionero”).
Flood lo planteó por primera vez en términos de elección de pareja, pero a la larga se ha impuesto
la versión empresarial, por corresponderse en buena medida con una situación que se presenta a
menudo en la vida real:
Un directivo de una empresa tiene que elegir a una secretaria entre varias candidatas con las que
se entrevistará sucesivamente, y tras cada entrevista ha de tomar una decisión definitiva en un
sentido u otro: si descarta a una candidata, no podrá volver a llamarla en caso de arrepentirse de
su decisión. ¿Hay alguna estrategia que maximice las probabilidades de escoger a la mejor
candidata?
El dilema (o trilema) de las cajas
Veamos una versión simplificada y formalmente muy similar al problema de Monty Hall: sobre
una mesa hay tres cajas que contienen distintas cantidades de dinero. No tienes la menor idea
sobre la magnitud de estas cantidades ni tienen por qué ser similares entre sí: en una caja puede
haber un euro, en otra cien y en otra diez mil. Tienes que abrir una de ellas y, una vez visto su
contenido, puedes quedártela o descartarla y abrir otra. Si abres una segunda caja, puedes
quedártela o descartarla y abrir la tercera, pero no puedes volver a la primera. Y en el caso de
abrir la tercera caja, te quedas con ella necesariamente, pues ya no puedes optar a las otras dos.
¿Qué harías?

83
La paradoja de Condorcet
¿Garantizan las votaciones al uso la victoria del candidato preferido por los votantes?
Carlo Frabetti
20 OCT 2017 - 06:47 CDT

Nicolás de Condorcet.
Debo empezar señalando un lapsus en el artículo de la semana pasada; al final del primer párrafo:
“Si nos quedáramos con la primera caja, la probabilidad de obtener el premio mayor sería 1/3,
mientras que con la estrategia anterior sube a 2/3”, en vez de 2/3 debería poner 1/2.
MÁS INFORMACIÓN
 ¿Es una grabación la forma más adecuada de intentar comunicarse con una civilización
extraterrestre?
 El cilindro de O'Neill

 Los robots de Lem


En cuanto a la paradoja de Allais, no es una paradoja propiamente dicha, sino más bien un fallo
de la intuición, el equivalente mental de una ilusión óptica. Sería esperable que las personas
sometidas al doble experimento de Allais eligieran las opciones 1A y 1B o 2A y 2B, según que
prefirieran menos riesgo y menos ganancia posible o más riesgo con la posibilidad de más
ganancia. Sin embargo, la mayoría de la gente elige las opciones 1A y 2B, como si al pasar del
experimento 1 al 2 cambiaran súbitamente de prudentes a osados. ¿Por qué?
Votación circular
Las votaciones constituyen un tipo de elecciones especialmente importantes (las “elecciones” por
antonomasia, de hecho), y no están exentas de paradojas, falacias y contradicciones. Imaginemos

84
una votación simplificada en la que hay tres candidatos, A, B, C, y tres votantes, 1, 2, 3, y que
votan, expresando sus preferencias en orden decreciente, de la siguiente manera:
1 ABC
2 BCA
3 CAB
Ante este riguroso empate (cada candidato es el primero para un votante, el segundo para otro y
el tercero para otro), si se eligiera (por sorteo, pongamos por caso) al candidato A, se podría
impugnar la decisión alegando que dos de los tres votantes consideran que C es mejor que A, y lo
mismo cabría alegar si se eligiera a B o a C.
Esta paradoja fue planteada en 1785 por el marqués de Condorcet en su Ensayo sobre la
aplicación del análisis a la probabilidad de las decisiones sometidas a la pluralidad de voces, y
él mismo planteó un método para evitar este tipo de situaciones, que ha dado lugar a numerosos
debates y variantes.
A pesar de su origen aristocrático, Nicolas de Condorcet, a quien Voltaire llamó “filósofo
universal”, fue un activo revolucionario, muy preocupado por el desarrollo intelectual y moral de
la humanidad, en cuya evolución (vista desde Occidente) distinguió diez etapas o grandes hitos:
1. Agrupación en poblados.
2. Descubrimiento de la ganadería.
3. Descubrimiento de la agricultura.
4. Invención de la escritura.
5. Desarrollo de la filosofía en la antigua Grecia.
6. Involución en la Alta Edad Media.
7. Contacto con Oriente durante las Cruzadas
8. Invención de la imprenta y difusión de la cultura.
9. La nueva visión del mundo derivada de la ciencia moderna.
10. La nueva etapa de progreso inaugurada por la Revolución Francesa.
En estos momentos en que tanto y tan confusamente se habla de elecciones, invito a mis sagaces
lectoras/es a discutir la paradoja de Condorcet, así como a proponer un nombre y una valoración
de la 11ª etapa que el filósofo francés no pudo prever y en la que ahora nos hallamos.

85
El concurso de belleza de Keynes
Hay elecciones complejas en las que, para obtener el mejor resultado, conviene tener en cuenta lo
que probablemente elegirán los demás
Carlo Frabetti
27 OCT 2017 - 09:21 CDT

John Maynard Keynes.


Nos preguntábamos la semana pasada qué undécima era habría que añadir a las diez propuestas
por Condorcet, que abarcan hasta la Revolución Francesa. Curiosamente, ningún lector ha
mencionado la “era atómica”, expresión ampliamente difundida a mediados del siglo pasado,
aunque actualmente haya caído en desuso (la expresión, no la idea subyacente). Tampoco la
revolución industrial ha merecido mucha atención en este sentido, pero la que sí ha sido
tipificada, como no podía ser de otra manera, es la “era digital”. Y uno de nuestros “usuarios
destacados” sugiere que la próxima será la “era de la discontinuidad”, por su ruptura radical con
todo lo anterior. El debate sigue abierto, y también el relativo a la mejor forma de votación, o a la
posibilidad misma de llevar a cabo votaciones plenamente satisfactorias y en qué circunstancias.
MÁS INFORMACIÓN

 La paradoja de Condorcet
 Elecciones difíciles

86
 El dilema de la secretaria
Un concurso de belleza atípico
En relación con el complejo asunto de las elecciones, el economista John Maynard Keynes
planteó el siguiente experimento mental:
Una revista propone un concurso de belleza en el que los lectores han de elegir, de entre las
mujeres cuya fotografía aparece en sus páginas, a las seis más bellas. Con la particularidad de que
las premiadas no serán las bellas más votadas, sino los lectores que más predicciones hayan
acertado tras efectuar el recuento de votos.
En esta situación, que es fácil trasladar a la economía y a la política, quien quiera ganar no debe
dejarse guiar exclusivamente por su gusto personal: ha de especular sobre cuáles serán las
tendencias dominantes entre los demás lectores de la revista, teniendo en cuenta que ellos, a su
vez, pensarán lo mismo. Es decir, si quiero aumentar mis posibilidades de ganar, no solo he de
pensar qué mujeres gustarán más a la mayoría de los lectores de la revista, sino también qué
mujeres creerá la mayoría de los lectores que serán las más votadas… Y este tipo de reflexión
iterativa, aplicable a numerosas situaciones de la vida real, se puede repetir, en teoría, ad
infinitum. Ya en los años treinta del siglo pasado, Keynes decía que “es normal llegar hasta el
tercer o incluso el cuarto grado de predicción, y puede que en el futuro se llegue aún más allá”,
dada la ventaja competitiva que ello supone.
El futuro ha llegado ya, y con él los ordenadores capaces de iteraciones inimaginables en tiempos
de Keynes. ¿De qué manera puede afectar esto a la toma de decisiones? ¿Habrá que dejarlas en
manos de los robots en función de su superior capacidad de cálculo a partir de ingentes
cantidades de datos? ¿Hemos llegado, como sugiere otro “lector destacado”, a la era de la
delegación en objetos insuficientemente preparados?

87
El equilibrio del miedo
¿Qué sucede en un juego en el que todos los jugadores saben cuál es la mejor estrategia de cada
uno de ellos?
Carlo Frabetti
3 NOV 2017 - 09:34 CST

Ampliar foto John Nash.


Hablábamos la semana pasada de las elecciones que hay que hacer teniendo en cuenta cuáles
pueden ser las elecciones de los demás, como en el caso del concurso de belleza de Keynes. Estas
situaciones pueden considerarse como un juego en el que cada elección es una jugada. Y cuando
en estos juegos cada jugador conoce las estrategias de los demás y todos buscan maximizar sus
posibilidades de éxito, se tiende a un “equilibrio de Nash”.
El equilibrio de Nash se alcanza cuando la estrategia de cada jugador es la mejor en relación con
las estrategias de los demás, por lo que a nadie le conviene cambiar de estrategia si los demás no
lo hacen. A mediados del siglo pasado, el matemático estadounidense John Nash demostró que en
todo juego en el que los jugadores pueden elegir entre un número finito de estrategias, siempre
existirá al menos un equilibrio de este tipo, en el que, en principio, ningún jugador se atreve a
cambiar de estrategia en función de lo que piensa que harán los demás; por eso el equilibrio de
Nash se conoce también como “equilibrio del miedo”.
MÁS INFORMACIÓN
 El concurso de belleza de Keynes
 La paradoja de Condorcet
 La geometría como emblema de la razón

88
En 1994, Nash recibió el Premio Nobel de Economía por sus aportaciones a la teoría de juegos, y
la galardonada película Una mente maravillosa se basa en su accidentada vida (sufría frecuentes
alucinaciones y se le diagnosticó esquizofrenia paranoide). Su caso también contribuyó a
fomentar las especulaciones sobre la relación entre genialidad y locura, y él mismo solía decir
que no habría tenido tan buenas ideas si hubiera pensado de una forma “más normal”.
El dilema del prisionero
Un ejemplo de situación que puede desembocar en un equilibrio de Nash es el famoso “dilema
del prisionero”. Seguro que muchos ya lo conocen, pero es de obligada mención al hablar del
“equilibrio del miedo”, y, por otra parte, no está de más someterlo a debate entre nuestras/os
sagaces lectoras/es:
Dos prisioneros, A y B, han cometido un crimen. La policía los ha detenido, pero no tiene
pruebas suficientes para mandarlos a la cárcel. Con objeto de hacerlos confesar, los encierran por
separado y a cada uno le plantean lo siguiente:
Si tú confiesas y tu compañero no lo hace, a ti te dejaremos en libertad y a él le caerán diez años
de cárcel.
Si confesáis ambos, os caerán cinco años de cárcel a cada uno.
Si no confesáis ninguno de los dos, os caerá un año de cárcel a cada uno.
¿Cuál sería en este caso el equilibrio de Nash? ¿Qué harías si fueras uno de los dos prisioneros?

89
Juegos de suma cero
En muchos juegos, lo que unos jugadores ganan es lo que pierden otros; pero no siempre es así
Carlo Frabetti
10 NOV 2017 - 10:56 CST

Blaise Pascal.
En el famoso dilema del prisionero, del que hablábamos la semana pasada, se produce un
“equilibrio del miedo” cuando ambos cómplices confiesan. Obsérvese que no es la opción más
ventajosa, pues de este modo les caerán cinco años de cárcel a cada uno, mientras que si ambos
callaran solo les caería un año; pero la opción de no confesar es muy arriesgada, pues si el otro
confiesa le caen diez años al que calla.
El “equilibrio del valor” (ninguno de los dos confiesa) requiere una gran confianza mutua, y por
eso a veces se menciona el dilema del prisionero como argumento a favor de que la colaboración
y la confianza son más rentables que el egoísmo y la desconfianza. Pero no hay que engañarse:
aunque, en general, colaborar y confiar pueda ser mejor que competir y recelar, en el caso

90
concreto del dilema del prisionero sería una insensatez no confesar si el cómplice fuera un tipo
poco escrupuloso (cosa frecuente entre los criminales).
La mayoría de los juegos son “de suma cero”, es decir, lo que unos jugadores ganan es
exactamente lo que otros pierden (cosa especialmente clara cuando se juega con dinero); de ahí el
nombre, pues si damos valor positivo a las ganancias y negativo a las pérdidas, la suma total es
cero. El dilema del prisionero, sin embargo, es un juego de suma no nula, pues hay “jugadas” que
benefician o perjudican a ambos a la vez.
Juegos equitativos
El hecho de que un juego sea de suma cero no significa que sea equitativo. En la ruleta, por
ejemplo, lo que gana la banca es lo que pierden los jugadores; pero el 0 (y a veces el 00) da una
ligera ventaja a la banca, que a la larga se vuelve decisiva.
No siempre es fácil saber si un juego es equitativo o no. De hecho, el cálculo de probabilidades se
inició con un estudio sobre la supuesta equidad de un juego de dados. A mediados del siglo XVII,
Antoine Gombaud, experto jugador, tenía la sensación de que un amigo lo estaba engañando con
un juego falsamente equitativo y le pidió a Blaise Pascal que determinara matemáticamente si era
ventajoso o no apostar a que, lanzando 24 veces un par de dados, saldrán dos seises al menos una
vez. Este problema aparentemente sencillo suscitó una enjundiosa correspondencia entre Pascal y
Pierre de Fermat, en la que se sentaron las bases del cálculo de probabilidades.
¿Qué harían mis sagaces lectoras/es de hallarse en el lugar del perplejo Gombaud? ¿Apostarían a
favor de sacar al menos un seis doble al lanzar dos dados 24 veces?
Una pista que tiene algo de enigma: el juego está tan cerca del equilibrio (o sea, de ser
equitativo), que cuesta creer que el amigo de Gombaud no conociera el cálculo de
probabilidades… antes de su descubrimiento oficial.

91
La falacia del jugador
Muchos jugadores tienden a pensar que los resultados de las jugadas anteriores influirán en los
resultados futuros
Carlo Frabetti
17 NOV 2017 - 02:50 CST

Mesa de craps en un casino.


Al lanzar dos dados, cada una de las 6 caras de uno de ellos puede combinarse con cada una de
las 6 caras del otro, por lo que hay 36 combinaciones posibles, de las que solo una es un seis
doble; por lo tanto, la probabilidad de que no salgan dos seises es de 35/36. Si lanzamos los
dados 24 veces, como en el juego planteado la semana pasada, la probabilidad de que nunca
salgan dos seises será (35/36)24 = 0,50859… Así pues, hay casi un 51 % de probabilidades de
que no salgan dos seises, por lo que la apuesta es ligeramente desventajosa.
MÁS INFORMACIÓN
 El equilibrio del miedo

 El concurso de belleza de Keynes


 La paradoja de Condorcet
Hay muchos juegos de dados que pueden resultar engañosos a la hora de valorar las
probabilidades de ganar o perder. Uno de los más populares es el craps, también conocido como

92
seven-eleven, que se puede jugar tanto en las elegantes mesas de los casinos como en las calles
de los suburbios americanos.
Hay distintas variantes del juego y de las formas de apostar; pero, en general, se procede así: en
cada partida lanza dos dados un solo jugador, que puede jugar contra la banca (si está en un
casino) o contra otro u otros jugadores; si saca 7 u 11, gana; si saca 2, 3 o 12, pierde. Si saca
cualquier otro número, vuelve a lanzar los dados tantas veces como haga falta para que salga de
nuevo ese número, en cuyo caso gana, o un 7, en cuyo caso pierde. Se juega a la par: si el que
lanza los dados gana, se lleva la misma cantidad que ha apostado.
A primera vista, parce que el juego es desventajoso para quien lanza los dados: en la primera
tirada puede obtener once puntuaciones distintas (2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11 o 12) y solo gana en
dos de los casos (7 y 11), mientras que pierde en tres (2, 3 y 12); pero este razonamiento entraña
una falacia, ¿cuál es?
Y una vez aclarado el punto anterior, ¿podemos afirmar que el craps es un juego equitativo?
La falacia de Montecarlo
Como hemos visto en más de una ocasión, el cálculo de probabilidades da pie a numerosas
paradojas y falacias. Una de las más difundidas es la falacia del jugador o falacia de Montecarlo,
que consiste en creer que los sucesos aleatorios pasados influyen en los futuros. Si, pongamos por
caso, lanzamos una moneda cinco veces seguidas y las cinco sale cara, tendemos a pensar que
“ya es hora” de que salga cruz; pero es evidente que el nuevo lanzamiento es independiente de los
anteriores, y cada vez que lanzamos una moneda hay un 50 % de probabilidades de que salga
cara y otras tantas de que salga cruz, independientemente de lo que haya ocurrido anteriormente.
Y lo mismo vale, obviamente, para los dados; como se suele decir, “los dados no tienen
memoria”.
¿Qué pueden decir al respecto nuestras/os sagaces lectoras/es?

93
El método de Montecarlo
Realizar pruebas al azar puede ser un buen camino para llegar a un resultado difícil de conseguir
mediante fórmulas o algoritmos
Carlo Frabetti
24 NOV 2017 - 06:18 CST

Stanislaw Ulam.
A primera vista, podría parecer que el jugador que lanza los dos dados en el craps lleva las de
perder en la primera jugada, pues, como vimos la semana pasada, gana si saca 7 u 11 y pierde si
saca 2, 3 o 12: dos opciones de ganar contra tres de perder. Pero las posibilidades no son
equiprobables: solo hay una manera de sacar 2 (1-1), dos de sacar 3 (1-2 y 2-1) y una de sacar 12
(6-6), mientras que hay seis maneras de sacar 7 (1-6, 6-1, 2-5, 5-2, 3-4, 4-3) y dos de sacar 11 (5-
6, 6-5); por lo tanto, en la primera jugada el que lanza los dados tiene 8 formas de ganar contra 4
de perder. Pero no hay que caer en el error contrario: esto no significa que el juego sea ventajoso
para él, pues hay 36 parejas de caras posibles, y 24 de ellas no dan ninguna de las cinco
puntuaciones anteriores. Por lo tanto, en primera jugada las probabilidades se distribuyen así:
8/36 de ganar, 4/36 de perder y 24/36 de que el juego entre en la segunda fase. Dos de cada tres
veces el jugador tendrá que volver a lanzar los dados, y esto es lo que equilibra el juego; el
cálculo, demasiado largo y engorroso para incluirlo aquí, muestra que las probabilidades de ganar
son prácticamente del 50% (como no podría ser de otra manera, pues un juego no equitativo no
habría llegado a ser tan popular).
MÁS INFORMACIÓN
 La falacia del jugador
 El dominó binario de Gardner
 Las reglas del juego (de la ciencia)

94
En cuanto a la falacia del jugador o falacia de Montecarlo, hay que precisar que, aunque “los
dados no tienen memoria” y el resultado de una tirada no depende de lo que haya sucedido en
jugadas anteriores, esos resultados previos pueden darnos información sobre un posible sesgo de
los dados, la ruleta o cualquier otro instrumento del azar, que en el mundo real no será tan
puramente aleatorio como en el mundo abstracto de las matemáticas. De modo que, si al lanzar
un dado muchas veces el 6 sale más que el 5, no hay que apostar al 5 pensando que ahora le toca
salir más veces para compensar: por el contrario, hay que apostar al 6, pues posiblemente el dado
sea defectuoso o esté cargado.
A la precisión por el azar
No hay que confundir la falacia de Montecarlo con el método de Montecarlo, del que ya hemos
hablado en alguna ocasión, y que consiste en utilizar números -o procesos- aleatorios para hallar
el valor aproximado de una magnitud difícil de calcular directamente. El método lleva el nombre
del casino más famoso del mundo por su relación con los juegos de azar; de hecho, se le ocurrió
al matemático Stanislaw Ulam mientras hacía un solitario, al darse cuenta de que era mucho más
fácil determinar la probabilidad de éxito realizando una serie de pruebas al azar que calculando
todas las combinaciones posibles. Y puesto que los ordenadores pueden realizar un enorme
número de pruebas por segundo, las simulaciones informáticas permiten obtener resultados muy
precisos mediante este método.
¿Podrían nuestras/os sagaces lectoras/es hallar una buena aproximación del número π mediante el
método de Montecarlo, o proponer alguna otra aplicación ingeniosa?

95
El principio de Cavalieri
Un “truco” inspirado en el apilamiento de objetos permite resolver complejos problemas
matemáticos
Carlo Frabetti
1 DIC 2017 - 05:21 CST

Dos montones de monedas ilustran el principio de Cavalieri. Chiswick Chap (Wikimedia Commons)
Nos preguntábamos la semana pasada cómo podíamos hallar un valor aproximado de π mediante
algún proceso aleatorio en la línea del método de Montecarlo. He aquí uno bastante sencillo:
trazamos con tiza en el suelo (o con un lápiz en una hoja de papel) un círculo inscrito en un
cuadrado; no importa que la figura no sea geométricamente perfecta, pues vamos a conformarnos
con un valor aproximado, y puesto que ya conocemos el valor de π, en realidad lo que vamos a
comprobar es la eficacia del método. Si llamamos r al radio de la circunferencia (no hace falta
que lo midamos), el área del cuadrado será (2r)2 = 4r2, y el área del círculo, πr2. Si ahora
lanzamos un buen número de objetos pequeños (guijarros, garbanzos, monedas, etc.) sobre la
figura, por ejemplo 50, y 39 quedan dentro del círculo, partiendo del supuesto de que el número
de objetos es proporcional al área podemos establecer la igualdad 39/50 = π/4, de donde π = 3,12.
Si el resultado se aleja mucho del valor real de π, o no hemos lanzado suficientes objetos, o el
lanzamiento no ha sido aleatorio.
Mediante una simulación por ordenador, se puede hacer que aparezcan puntos al azar (con un
generador de números aleatorios) en una figura como la descrita, y es fácil ver que a medida que
aumenta el número de puntos el resultado se va aproximando al valor real de π (ver los
comentarios 10 y 34 de la semana pasada).
Los indivisibles de Cavalieri
Algunos de nuestros “usuarios destacados” se enzarzaron en un interesante debate sobre
probabilidades (un tema inagotable en el que las falacias y las paradojas proliferan por doquier),
y en algún momento se aludió al teorema de Fubini. Es un teorema relativo a las integrales, un
campo en el que no nos adentraremos, pues requiere conocimientos que van más allá de las
matemáticas básicas. Pero en el siglo XVII otro matemático italiano, Bonaventura Cavalieri,

96
formuló un principio que podría considerarse un caso particular del teorema de Fubini, y que es
anterior a las integrales y al cálculo infinitesimal propiamente dicho.
Siguiendo a Arquímedes, Cavalieri introduce el concepto de “indivisibles” (claro antecedente de
los infinitesimales), secciones muy finas que permiten, por adición, calcular volúmenes cuyas
fórmulas no se pueden determinar por métodos convencionales. En esencia, el principio de
Cavalieri afirma que si dos cuerpos tienen la misma altura e igual área en sus secciones planas
realizadas al mismo nivel, tienen igual volumen. Este principio se puede ilustrar con dos pilas de
monedas iguales: es evidente que tendrán el mismo volumen aunque una de las pilas forme un
cilindro perfecto y en la otra las monedas (que representan los “indivisibles” de Cavalieri) estén
desplazadas.
Sabemos que el volumen del cilindro es πr2h (área de la base por la altura) y el del cono πr2h/3
(un tercio del área de la base por la altura). ¿Cómo podemos, a partir de aquí y aplicando el
principio de Cavalieri, hallar la fórmula del volumen de la esfera?

97
Pilas
¿Hasta qué punto podemos desplazar los objetos de una pila sin que esta se desmorone?
Carlo Frabetti
8 DIC 2017 - 06:01 CST

Una pila de libros. PIXABAY


Para hallar la fórmula del volumen de la esfera a partir de las del cilindro y el cono, como nos
planteábamos la semana pasada, imaginemos apoyados sobre un mismo plano una semiesfera de
radio r, un cilindro de radio r y altura r, y un cono invertido (en equilibrio inestable sobre su
vértice) también de radio r y altura r. Si cortamos los tres sólidos por un plano paralelo al que les
sirve de base, veremos que el círculo producido por su intersección con el cilindro es igual a la
suma de los otros dos círculos, los de las intersecciones con el cono y con la esfera
respectivamente (la demostración es sencilla pero engorrosa, y es fácil encontrarla en internet). Y
como esta relación entre las tres secciones se cumple sea cual fuere la altura a la que se realice el
corte, el volumen de la semiesfera será, tal como vimos que establece el principio de Cavalieri,
igual a la del cilindro menos la del cono, o sea:
MÁS INFORMACIÓN

 El principio de Cavalieri
 El método de Montecarlo
 La falacia del jugador
Volumen semiesfera = πr3 – πr3/3 = 2πr3/3

98
Luego el volumen de la esfera será 4πr3/3, que es la fórmula que nos enseñaron en el colegio
(aunque generalmente sin demostrarla).
Aunque el principio de los “indivisibles” (finísimas lonchas superpuestas, para entendernos) se
atribuye a Bonaventura Cavalieri por su generalización y desarrollo de la idea, fue Arquímedes
quien, dos mil años antes, halló de este modo la fórmula del volumen de la esfera.
Corrimiento máximo
Como vimos, el principio de Cavalieri se puede ilustrar con un montón de monedas iguales, pues
es evidente que el volumen total de las monedas será el mismo si las apilamos exactamente una
encima de otra, formando un cilindro, o si desplazamos lateralmente algunas de ellas. Lo que
puede llevar a plantearnos otra cuestión: ¿cuál es el máximo desplazamiento lateral que permite
un cierto número de monedas iguales apiladas sin que la pila se desmorone?
En el caso trivial de una pila mínima de dos monedas, es evidente que la de arriba la podremos
desplazar lateralmente hasta que su centro geométrico (que coincide con su centro de gravedad)
esté justo sobre el borde de la moneda de abajo; o sea, si r es el radio de la moneda, el
desplazamiento lateral máximo es r. ¿Y en una pila de tres monedas? ¿Y en una pila de n
monedas? ¿Y en una pila de infinitas monedas?

99
La serie armónica
La serie armónica, como ya anticipó Pitágoras, relaciona las matemáticas con la música
Carlo Frabetti
15 DIC 2017 - 08:55 CST

Ampliar
foto Ilustración de Pitágoras.
Imaginemos dos monedas de 6 cm de diámetro una encima de otra, tal como planteábamos la
semana pasada. Es evidente que la de arriba podrá sobresalir un máximo de 3 cm, pues en ese
momento su centro de gravedad (que coincide con el centro geométrico) quedará justo encima del
borde de la de abajo. Es fácil ver que, en ese momento, el centro de gravedad de esta pareja de
monedas estará en el punto medio de su radio común, por lo que si las apoyamos sobre una
tercera, la del medio solo podrá sobresalir 1,5 cm del borde de la de abajo. Menos fácil de ver sin
ayuda de una imagen (como la que adjunta Nacho en el comentario 25 de la semana pasada) es
que si apilamos estas tres sobre una cuarta, la tercera solo podrá sobresalir 1 cm, pues, si
tomamos como unidad el diámetro de la moneda, los “voladizos” máximos son, respectivamente,
1/2, 1/4, 1/6, 1/8, 1/10, 1/12…
MÁS INFORMACIÓN
 El principio de Cavalieri

 El método de Montecarlo
 Juegos de suma cero

100
Obsérvese lo deprisa que decrece el voladizo: si apiláramos monedas de 6 cm de diámetro, la
sexta solo podría sobresalir 2 mm, y a partir de ahí el desplazamiento sería tan pequeño que no
podríamos ajustarlo manualmente. Esto puede llevarnos a pensar que el desplazamiento máximo
de la moneda superior de la pila con respecto a la de abajo del todo puede llegar a ser de unos 8 o
9 cm; pero, por increíble que parezca, la serie
1/2 + 1/4 + 1/6 + 1/8 + 1/10 + 1/12…
crece muy despacio, pero crece indefinidamente (es lo que en matemáticas se denomina una serie
divergente), por lo que el voladizo global puede ser, en teoría, tan grande como queramos.
A quienes posean conocimientos de matemáticas no les habrá sorprendido este resultado tan
contraintuitivo, porque la serie anterior es la conocida serie armónica
1 + 1/2 + 1/3 + 1/4 + 1/5 + 1/6…
con todos sus términos divididos por 2, y puesto que la serie armónica es divergente, también lo
será su serie mitad.
La serie armónica se denomina así porque, como ya observó Pitágoras, la longitud de onda de los
armónicos de una cuerda que vibra es inversamente proporcional a la longitud de dicha cuerda,
de acuerdo con la serie de fracciones 1, 1/2, 1/3, 1/4, 1/5, 1/6, 1/7… (aunque Pitágoras,
obviamente, no comparaba longitudes de onda sino tonos musicales).
Se puede demostrar de forma ingeniosa y sencilla que la serie armónica crece indefinidamente.
¿Cómo?
Series convergentes
No todas las series crecen indefinidamente: hay otras, llamadas convergentes, que se acercan
tanto cuanto queramos a un valor finito, denominado límite de la serie.
La famosa paradoja de Aquiles y la tortuga nos brinda un claro ejemplo. Si la tortuga va 1 metro
por delante de Aquiles y él es el doble de rápido que ella, cuando la tortuga haya recorrido 1 m,
Aquiles habrá recorrido 2 y en ese momento la alcanzará. Ninguna paradoja, pues, si planteamos
la cuestión desde el punto de vista físico. Pero desde el punto de vista estrictamente matemático
podemos decir que cuando Aquiles ha recorrido 1 m, la tortuga ha recorrido 1/2; cuando Aquiles
ha recorrido ese 1/2, la tortuga ha recorrido 1/4; cuando Aquiles ha recorrido ese 1/4, la tortuga
ha recorrido 1/8… Aquiles nunca alcanzará a la tortuga porque siempre le quedará un trecho por
recorrer. A no ser que demostremos que la suma
1 + 1/2 + 1/4 + 1/8 + 1/16…
es finita, o sea, que la serie es convergente. ¿Cómo podemos demostrarlo de forma sencilla e
ingeniosa?

101
El apóstol de los números
El recientemente fallecido Tom Mike Apostol fue a la vez un gran matemático y un gran
pedagogo, e hizo importantes aportaciones a la teoría de números
Carlo Frabetti
22 DIC 2017 - 04:42 CST

El matemático Tom M. Apostol Caltech


Hay una forma simple y elegante de demostrar que, como vimos la semana pasada, la serie 1 +
1/2 + 1/4 + 1/8 + 1/16… tiende a 2, que consiste sencillamente en multiplicarla por 2:
S = 1 + 1/2 + 1/4 + 1/8 + 1/16…
2S = 2 + 1 + 1/2 + 1/4 + 1/8 + 1/16…
2S = 2 + S
y por lo tanto S = 2.
Algo menos sencilla, pero asequible sin necesidad de conocimientos matemáticos, es la
demostración de que la serie armónica es divergente, o sea, que crece indefinidamente. Si
agrupamos sus términos de este modo:
1 + 1/2 + (1/3 + 1/4) + (1/5 + 1/6 + 1/7 + 1/8) + …
vemos que todos los paréntesis son mayores que 1/2, y puesto que la serie
1 + 1/2 + 1/2 + 1/2…
crece indefinidamente, también lo hará la serie armónica. Esta elegante demostración fue
aportada en el siglo XIV por el gran Nicolás de Oresme, uno de los precursores de la ciencia
moderna.

102
Tom Mike Apostol
Y hablando de grandes, el año pasado falleció un gran matemático estadounidense de origen
griego que hizo honor a su nombre, puesto que un apóstol es un propagador de ideas, y Tom
Apostol, cuyo Análisis matemático (entre otros muchos títulos) es ya un clásico de obligada
consulta, desarrolló una labor fundamental en el campo de la pedagogía, sobre todo en relación
con la teoría de números.
Casualmente (o tal vez no), nuestro “usuario destacado” Francisco Montesinos mencionaba la
semana pasada (ver sección de comentarios) un problema “apostólico” sacado de la Introducción
a la teoría analítica de números, que propongo a nuestras/os sagaces lectoras/es como pequeño
homenaje a este gran maestro de matemáticos recientemente fallecido. Se trata de demostrar que
la suma de los n primeros términos de la serie armónica, o sea
1 + 1/2 + 1/3 + 1/4 + 1/5… + 1/n
no es un número entero para ningún valor de n. Una vez más, se trata de encontrar una
demostración sencilla e ingeniosa que no requiera grandes conocimientos matemáticos. Y
también será bien recibida cualquier variante de la serie armónica o cuestión relacionada con ella.

103
Piensa un número
Piensa un número del 1 al 10 y yo lo adivinaré desde otro rincón del espacio y del tiempo…
Carlo Frabetti
29 DIC 2017 - 05:10 CST

Ampliar
foto Fotograma de los Simpson.
El nuevo año es el número 18 de este milenio, y 1 y 8 suman 9. Piensa un número del 1 al 10 y
multiplícalo por 9. Suma las cifras del producto y réstale 5 al resultado de esa suma. Al número
así obtenido le corresponde una letra por orden alfabético (1-A, 2-B, 3-C…); piensa un país cuyo
nombre empiece por dicha letra. Piensa un animal cuyo nombre empiece por la segunda letra del
nombre de dicho país. ¿Ya está? Pues ahora resuelve (si puedes) el siguiente jeroglífico:
OOOOoO
MÁS INFORMACIÓN
 El apóstol de los números
 La serie armónica

 El principio de Cavalieri
La pregunta correspondiente es “¿Adónde irás a nadar?”, y el ingenioso jeroglífico está tomado
del libro Matemágicas, de Ignacio Soret, que recomiendo vivamente a los aficionados a los
acertijos lógicos y la matemática recreativa.
Y ahora acompáñame a un establo virtual.

104
Mu mu mu be mu. ¿Cuántas vacas hay?
Mu mu be mu mu. ¿Y ahora?
Mu be mu mu mu. ¿Y ahora, cuántas?
Be mu mu mu mu. ¿Cuántas hay?
Muuuuuuuuuuuu. ¿Y ahora?
En el primer caso hay tres vacas; en el segundo, dos; en el tercero, tres; en el cuarto, dos.
¿Cuántas vacas hay en el quinto caso? ¿Más o menos que iguanas en tu imaginación? Y la
pregunta del día: ¿cómo he podido saber, querido/a lector(a), que has pensado en una iguana?
No me he olvidado
No, no me he olvidado de la consabida solución/discusión del problema de la semana pasada;
pero en esta ocasión la he dejado para el final, y he empezado con un trío de acertijos jocosos (y
este adjetivo es una pista). ¿Por qué?
Se trataba de demostrar que un número de la forma
Hn = 1 + 1/2 + 1/3 + 1/4 + 1/5… + 1/n
(denominado número armónico) no puede ser un número entero para ningún valor de n (salvo en
el caso trivial n = 1, H1 =1).
Nadie ha dado con una demostración sencilla, así que el desafío queda en pie. De momento, daré
la lista de los once primeros números armónicos:
1, 3/2, 11/6, 25/12, 137/60, 49/20, 363/140, 761/280, 7129/2520, 7381/2520, 83711/27720…
Las diez fracciones tienen en común algo que, de ser una característica permanente, no permitiría
que hubiera números armónicos enteros. ¿Qué es? Obviamente, la respuesta a esta pregunta no es
una demostración, pero sí una buena pista.
Feliz año nuevo a todas/os. Y, por cierto, ¿qué tiene de especial el 2018? ¿Es un número
interesante? Y para terminar rizando el rizo, como es propio de estas fechas, una metapregunta:
¿es pertinente la pregunta anterior?

105

También podría gustarte