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TRAS LAS POESÍAS PORTÁTILES

Como una vergüenza que yo tenía comencé a soñar, mire sí, soñé que estaba acurrucada
contra la pared igual que una india chamana y que una gran cantidad de gente me
rodeaba mirándome y yo muerta de vergüenza, trataba de cubrirme. Iba a parir, y mi
terror era qué hacer para cortarle el cordón cuando ella saliera. Cada vez más encogida
yo ya no sabía dónde poner la vista y lo único que quería era hacerme más chica y más
chica para desaparecer de los ojos que me observaban. Parí. Entonces le tomé el cordón
con los dientes y lo corté mordiéndolo. Creí que todo había pasado, pero detrás de esa
venía otra pujando. Cuando ya estaba afuera también le corté el cordón con los dientes.
Pero todavía le venía una más y detrás de esa otra más que igual parí, una por una,
rebanándole el colgajo a mordiscos. Entonces me fui para adentro y me vi entera las
entrañas. Me veía como por una ventana transparente, toda por dentro yo me miré y allí
estaba el cordón umbilical colgando, igual que una tripa, cortado, goteando sangre.
(ZURITA)

Los cisnes también mueren en primavera


Y allí flotaba
Sin vida un domingo
Dando vueltas de costado
En la corriente
Y fui hasta la rotonda
Y en las alturas
Daban vueltas
Dioses en carruajes,
Perros, mujeres,
Y la muerte
Se me coló por la garganta
Como un ratón,
Y llegaba gente
Con cestas de picnic,
Riéndose,
Y me sentí culpable
Por el cisne
Como si la muerte
Fuera algo vergonzoso
Y como un idiota
Me alejé
Y les dejé mi hermoso cisne.

Camuflada entre rocas negras, como una roca negra


En el hiato blanco del invierno
Igual que mis vecinos, sin hallar placer
En el millón de mejillas perfectamente cinceladas
Que ardían a cada momento para fundir
Mi mejilla de Basalto. Después se volvieron lágrimas,
Ángeles llorando sobre naturalezas apagadas,
Pero no me convencieron. Aquellas lágrimas se helaron.
Cada cabeza muerta tenía un yelmo de hielo.
Y seguí durmiendo, como un dedo doblado.
Lo primero que vi fue un dedo diáfano,
Y las gotas encerradas elevándose en un rocío
Límpido como los espíritus. Había muchas piedras
Alrededor, yaciendo opacas e inexpresivas.
No sabía qué hacer con todo aquello.
Brillaba cubierta de escamas de mica y abierta
Para derramarme como un fluido
Entre las patas de los pájaros y los tallos de las plantas.
El árbol y la piedra resplandecían sin sombras.
Mis dedos se alargaron, traslúcidos como el cristal.
Empecé a brotar como una rama en marzo:
Un brazo y una pierna, un brazo, una pierna.
Y así ascendí, de piedra a nube.
Ahora parezco una suerte de Dios
Flotando en el aire, con mi ropaje de alma.
Pura como una lámina de hielo. Y eso es un don.
(SILVIA PLATH)

Sé que me acordaré de un cielo raso


Donde las manchas de la humedad eran un gato, un número, una mano cortada.
Sé que me acordaré del ruido
de un wáter en alguna habitación lejana de hotel,
su triste catarata de bolsillo, su inevitable recurrencia

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