Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El jardín de los cerezos es la última obra escrita por Anton Chéjov. Se enmarca en una
época convulsa donde se vaticinaba la caída del zarismo. Hay una decadencia
económica y se produce un giro total en las clases sociales tradicionales: los hijos de
los esclavos se enriquecían. Chejov nos muestra, como si utilizara el papel como un
espejo, la realidad de la Rusia del momento.
En este cuadro tiene un papel protagonista el tiempo el cual podemos aceptar y caminar
a su paso, o podemos revelarnos contra él como hace la protagonista del jardín de los
cerezos que negándose a aceptar que se encuentra arruinada y que Rusia está cambiando
se resguarda en su recuerdo, en su casa, en su tierra. Con su pasividad se niega a
sobrevivir. Y esto no es más que el reflejo de la vida que está llena de esta lucha
constante, de un deseo de sobrevivir por encima de todo o por el contrario dejarse
sufragar por la corriente de los nuevos tiempos. El conflicto se nos muestra cercano y
actual ya que el hecho de tener que abandonar nuestro hogar o la realidad que hasta
entonces era la única y aceptar otra cosa se nos hace duro de asumir y no todos
actuamos para adecuarnos a la realidad o para enfrentarnos a ella. Muchos como Lubov
Andreievna sienten simplemente como el oleaje les salpica y la corriente les lleva a
otros derroteros sin hacer nada para ir a contracorriente o ir a favor del oleaje.
Chéjov recalca la importancia del tiempo mediante recursos líricos como por ejemplo la
personificación “el tiempo se nos escapa de las manos” Este tiempo es un ente dotado
de vida y los personajes lo reconocen como una fuerza superior a la del hombre.
Chejov nos plantea la pregunta, que ya hemos anunciado antes, que cada lector o
espectador debe responderse mediante un elemento que simboliza los recuerdos y la
infancia de los personajes que es la tierra. Lo que se está vendiendo no es por tanto un
trozo de tierra sustituible por otro cuando la economía lo permita, sino que lo que se
subasta y se vende es el recuerdo de la infancia perdida, es una vida irrecuperable. Todo
ello se representa mediante la fascinación a la naturaleza donde los personajes están
inmersos en un mundo alejado de la realidad, alejados del mundo materialista ruso. La
tierra encierra un sinfín de sitios encantadores donde se encuentra la tradición familiar
del terrateniente. Llegados a este punto planteémonos ¿cuántos seríamos capaces de
subastar nuestros orígenes, el sentido de nuestra existencia desde tiempos inmemorables
para sobrevivir en un mundo que sentimos que nos ha dado la espalda? ¿Seríamos
capaces de actuar o por el contrarío no seríamos más que estatuas viendo como todo lo
que nuestros antepasados construyeron se derrumba?
Por otra parte el hastío en que cae la familia se evoca a partir de las sensaciones a la que
hace relación el texto como el frío del mes de octubre que desplaza las primeras
evocaciones del calor hogareño del principio de la obra.
El conflicto es entre lo viejo y lo nuevo, entre los antiguos valores y los nuevos valores
representados en la riqueza, el poder y el tiempo.
En resumen en el Jardín de los Cerezos se nos plantean dos opciones ante el cambio:
actuar o resistir. Esta resistencia en la obra se manifiesta en forma de pasividad por
parte de Luvob. Sin embargo, se mantiene como quien es y defiende hasta el final la
pervivencia en el tiempo de sus recuerdos y sus orígenes. Para ello Chéjov utiliza dos
recursos: la acción se reduce a lo mínimo y los diálogos son cotidianos.