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Una primicia. De Marranos, de Donatella Di Cesare, (Gedisa, Barcelona, 2019) de próxima aparición.

Los párrafos que reproduzco a continuación están tomados de la traducción que acabo de realizar, para ditorial
Gedisa, de la obra indicada en el título de este documento. Os presento esta primicia a título de mera curiosidad,
pues ilustra, desde la perspectiva de la mística (en el capítulo de donde están tomados dichos párrafos), la no
identidad del sujeto consigo mismo. También la mística, en algunas de sus manifestaciones, podría tratarse como
escritura de sí.

«Alentada por sus confesores, también Teresa de Ávila escribe. Primero El libro de la vida. Después, los
demás escritos, hasta su obra maestra, Las Moradas, llamada también El castillo interior. El castillo es una
isla imaginaria, una «morada tomada en préstamo», en la que el alma puede dejarse transportar fuera de
sí, en la que encuentra sitio ese hablar que no tiene donde hacerse oír. La escritura parece secundar la
autoridad masculina de los letrados, los literatos eclesiásticos que le ponen límites, la revisan y la
corrigen para que no se salga del marco católico. Se exige obediencia. Pero, paradójicamente, Teresa
sólo puede obedecer desobedeciendo, porque la palabra, por su origen y su destino, la sobrepasa. Es y
no es suya. Por eso escribe siguiendo el dictado de la palabra compartida, que procede de su círculo,
que se despliega en un «entre» —entre mujeres— y que en su doble diferencia, femenina y marrana, por
fuerza ha de desbaratar y contaminar el universo católico. De lo contrario, debería callar. Y, en cambio,
prosigue, por más que sepa que la Inquisición la vigila, que no la pierde de vista.
En ese «castillo encantado», atópico y poético, que se opone, en su nada, a la autoridad de lo real, se
alternan recuerdos apocalípticos de la Jerusalén bíblica e imágenes mesiánicas del retorno. Diamante y
cristal reflejan la luz de este espacio interior donde el otro habla «por mí». El diálogo sigue la senda
socrática, pero se despliega en un desdoblamiento y en una alteración: el otro habita en el sí, el sí en el
otro. No hay identidad integral. Tú eres otro respecto de ti mismo. También en la unión mística la
separación del sí respecto de sí mismo es ineluctable. Es más, es gracias a la separación como el alma
puede albergar al otro infinito, hacerle sitio. El descubrimiento de las Indias de Dios es éste.1
No hay que subestimar el significado político del castillo, baluarte contra todo auto de fe. Mediante la
práctica ininterrumpida de las preguntas, hasta la tortura, la Inquisición presumía que podría acceder al
sí más íntimo y secreto, el cual, una vez descubierto, podía ser puesto al desnudo y castigado
públicamente. Teresa de Ávila mostraba un sí inaccesible incluso a sí mismo, habitado por el otro,

1. Se trata de una metáfora inventada por Francisco de Aldana en su Epístola para Arias Montano: «En fin, el alma es
concebida como un «mundo abreviado» (alegoría tomada de la mistica afectivista) que esconde otro «nuevo mundo» que ha
de descubrir y recorrer con la ayuda inapreciable de las divinas advertencias e ilustración de Dios. El mundo, el maravilloso
mundo que ésta descubre dentro de sí misma, es evocado con una de las imágenes más insólitas y excepcionales que
podamos encontrar en el ámbito expresivo de la literatura mistica:
“¡Oh grandes, oh riquísimas conquistas
de las Indias de Dios, de aquel gran mundo
tan escondido a las mundanas vistas!” (P. LXV, vv. 474-476)».
Tomado de González Martínez, D., «La metáfora en la poesía de Aldana: uso, temática y evolución», Anuario de estudios
filológicos, Vol. 12, 1989, págs. 111-124.
infinitamente otro, y por ello sagrado, que era necesario defender y salvaguardar. Toda la mística de los
marranos es una respuesta a la violencia de los inquisidores» (págs. 85-86).

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