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EL IDIOMA ANALÍTICO DE JOHN

WILKINS
Jorge Luis Borges  Otras Inquisi iones (1952)

He omprobado que la dé imo uarta edi ión de la En y lopaedia Britanni a


suprime el arti ulo sobre John Wilkins. Esa omisión es justa, si re ordamos la
trivialidad del artí ulo (veinte renglones de meras ir unstan ias biográ as:
Wilkins na ió en 1614, Wilkins murió en 1672, Wilkins fue apellán de Carlos
Luis, prín ipe palatino; Wilkins fue nombrado re tor de uno de los olegios de
Oxford, Wilkins fue el primer se retario de la Real So iedad de Londres, et .);
es ulpable, si onsideramos la obra espe ulativa de Wilkins. Éste abundó
en feli es uriosidades: le interesaron la teología, la riptografía, la músi a,
la fabri a ión de olmenas transparentes, el urso de un planeta invisible,
la posibilidad de un viaje a la luna, la posibilidad y los prin ipios de un
lenguaje mundial. A este último problema dedi ó el libro An Essay Towards a
Real Chara ter and a Philosophi al Language (600 páginas en uarto mayor,

1668). No hay ejemplares de ese libro en nuestra Bibliote a Na ional; he


interrogado, para reda tar esta nota, The Life and Times of John Wilkins
(1910), de P.A. Wright Henderson; el Woerterbu h der Philosophie (1924), de
Fritz Mauthner; Delphos (1935) de E. Sylvia Pankhurst; Dangerous Thoughts
(1939), de Lan elot Hogben.

Todos, alguna vez, hemos pade ido esos debates inapelables en que una dama,
on a opio de interje iones y de ana olutos, jura que la palabra luna es más
(o menos) expresiva que la palabra moon. Fuera de la evidente observa ión
de que el monosílabo moon es tal vez más apto para representar un objeto
muy simple que la palabra bisilábi a luna, nada es posible ontribuir a tales
debates; des ontadas las palabras ompuestas y las deriva iones, todos los
idiomas del mundo (sin ex luir el volapük de Johann Martin S hleyer y la
románti a interlingua de Peano) son igualmente inexpresivos. No hay edi ión
de la Gramáti a de la Real A ademia que no pondere "el envidiado tesoro de
vo es pintores as, feli es y expresivas de la riquísima lengua española", pero

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se trata de una mera ja tan ia, sin orrobora ión. Por lo pronto, esa misma
Real A ademia elabora ada tantos años un di ionario, que dene las vo es
del español... En el idioma universal que ideó Wilkins al promediar el siglo
XVII, ada palabra se dene a sí misma. Des artes, en una epístola fe hada
en noviembre de 1629, ya había anotado que mediante el sistema de imal de
numera ión, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las antidades
hasta el innito y a es ribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos
[1℄; también había propuesto la forma ión de un idioma análogo, general, que
organizara y abar ara todos los pensamientos humanos. John Wilkins, ha ia
1664, a ometió esa empresa.

Dividió el universo en uarenta ategorías o géneros, subdivisibles luego en


diferen ias, subdivisibles a su vez en espe ies. Asignó a ada género un mo-
nosílabo de dos letras; a ada diferen ia, una onsonante; a ada espe ie,
una vo al. Por ejemplo: de, quiere de ir elemento; deb, el primero de los ele-
mentos, el fuego; deba, una por ión del elemento del fuego, una llama. En el
idioma análogo de Letellier (1850), a, quiere de ir animal; ab, mamífero; abo,
arnívoro; aboj, felino; aboje, gato; abi, herbivoro; abiv, equino; et . En el de
Bonifa io Sotos O hando (1845), imaba, quiere de ir edi io; ima a, serrallo;
imafe, hospital; imafo, lazareto; imarri, asa; imaru, quinta; imedo, poste;
imede, pilar; imego, suelo; imela, te ho; imogo, ventana; bire, en uadernor;
birer, en uadernar. (Debo este último enso a un libro impreso en Buenos

Aires en 1886: el Curso de lengua universal, del do tor Pedro Mata.)

Las palabras del idioma analíti o de John Wilkins no son torpes símbolos
arbitrarios; ada una de las letras que las integran es signi ativa, omo lo
fueron las de la Sagrada Es ritura para los abalistas. Mauthner observa que
los niños podrían aprender ese idioma sin saber que es arti ioso; después en
el olegio, des ubrirían que es también una lave universal y una en i lopedia
se reta.

Ya denido el pro edimiento de Wilkins, falta examinar un problema de im-


posible o difí il posterga ión: el valor de la tabla uadragesimal que es base
del idioma. Consideremos la o tava ategoría, la de las piedras. Wilkins las
divide en omunes (pedernal, as ajo, pizarra), módi as (mármol, ámbar,
oral), pre iosas (perla, ópalo), transparentes (amatista, zaro) e insolubles
(hulla, greda y arséni o). Casi tan alarmante omo la o tava, es la novena
ategoría. Ésta nos revela que los metales pueden ser imperfe tos (bermellón,
azogue), arti iales (bron e, latón), re rementi ios (limaduras, herrumbre) y
naturales (oro, estaño, obre). La belleza gura en la ategoría dé imosexta;

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es un pez vivíparo, oblongo. Esas ambigüedades, redundan ias y de ien ias
re uerdan las que el do tor Franz Kuhn atribuye a ierta en i lopedia hina
que se titula Emporio elestial de ono imientos benévolos. En sus remotas
páginas está es rito que los animales se dividen en (a) pertene ientes al Em-
perador, (b) embalsamados, ( ) amaestrados, (d) le hones, (e) sirenas, (f )
fabulosos, (g) perros sueltos, (h) in luidos en esta lasi a ión, (i) que se
agitan omo lo os, (j) innumerables, (k) dibujados on un pin el nísimo de
pelo de amello, (l) et étera, (m) que a aban de romper el jarrón, (n) que de
lejos pare en mos as. El instituto Bibliográ o de Bruselas también ejer e
el aos: ha par elado el universo en 1000 subdivisiones, de las uales la 262
orresponde al Papa; la 282, a la Iglesia Católi a Romana; la 263, al Día del
Señor; la 268, a las es uales domini ales; la 298, al mormonismo, y la 294, al
brahmanismo, budismo, shintoísmo y taoísmo. No rehusa las subdivisiones
heterogéneas, verbigra ia, la 179: "Crueldad on los animales. Prote ión de
los animales. El duelo y el sui idio desde el punto de vista de la moral. Vi ios
y defe tos varios. Virtudes y ualidades varias."

He registrado las arbitradiedades de Wilkins, del des ono ido (o apó rifo)
en i lopedista hino y del Instituto Bibliográ o de Bruselas; notoriamente
no hay lasi a ión del universo que no sea arbitraria y onjetural. La razón
es muy simple: no sabemos qué osa es el universo. El mundo  es ribe Da-
vid Hume  es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que
lo abandonó a medio ha er, avergonzado de su eje u ión de iente; es obra
de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la onfu-
sa produ ión de una divinidad de répita y jubilada, que ya se ha muerto
(Dialogues Con erning Natural Religion, V. 1779). Cabe ir más lejos; abe
sospe har que no hay universo en el sentido orgáni o, uni ador, que tiene
esa ambi iosa palabra. Si lo hay, falta onjeturar su propósito; falta onjetu-
rar las palabras, las deni iones, las etimologías, las sinonimias, del se reto
di ionario de Dios.

La imposibilidad de penetrar el esquema divino del universo no puede, sin


embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos, aunque nos onste que
éstos son provisorios. El idioma analíti o de Wilkins no es el menos admirable
de esos esquemas. Los géneros y espe ies que lo omponen son ontradi torios
y vagos; el arti io de que las letras de las palabras indiquen subdivisiones
y divisiones es, sin duda, ingenioso. La palabra salmón no nos di e nada;
zana, la voz orrespondiente, dene (para el hombre versado en las uarenta

ategorías y en los géneros de esas ategorías) un pez es amoso, uvial, de

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arne rojiza. (Teóri amente, no es in on ebible un idioma donde el nombre
de ada ser indi ara todos los pormenores de su destino, pasado y venidero.)

Esperanzas y utopías aparte, a aso lo más lú ido que sobre el lenguaje se


ha es rito son estas palabras de Chesterton: El hombre sabe que hay en el
alma tintes más des on ertantes, más innumerables y más anónimos que los
olores de una selva otoñal... ree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus
fusiones y onversiones, son representables on pre isión por un me anismo
arbitrario de gruñidos y de hillidos. Cree que del interior de un bolsista salen
realmente ruidos que signi an todos los misterios de la memoria y todas las
agonias del anhelo (G. F. Watts, pág. 88, 1904).

[1℄ Teóri amente, el número de sistemas de numera ión es ilimitado. El más


omplejo (para uso de las divinidades y de los ángeles) registraría un número
innito de símbolos, uno para ada número entero; el más simple sólo requiere
dos. Cero se es ribe 0, uno 1, dos 10, tres 11, uatro 100, in o 101, seis 110,
siete 111, o ho 1000... Es inven ión de Leibniz, a quien estimularon (pare e)
los hexagramas enigmáti os del I King.

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