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Semana #1.
VIDEO #1.
Marc Andreessen es uno de los inversores en tecnología más importantes del mundo. En 2011
publicó un famoso artículo en el Wall Street Journal. Allí advertía, "el software se está comiendo al
mundo". En la era digital, cada vez más actividades se hacen con software. Antes buscábamos
información en bibliotecas, ahora lo hacemos con Google. Antes nos informábamos con medios de
comunicación, ahora lo hacemos con Twitter y con Facebook. Compartimos fotos con Instagram,
viajamos con Uber y nos alojamos con Airbnb, todas empresas de software.
La revolución del software dejó obsoletos a sectores enteros de la economía mundial. En general,
los abogados creen estar a salvo de la disrupción digital. El trabajo que hacemos es artesanal,
dicen. Cada cliente es único, cada caso es único y esto no puede hacerse por software. Pero, ¿es
realmente así? Richard Susskind es uno de los grandes especialistas en el futuro del derecho. En su
libro "El abogado del mañana" describe tres fuerzas que están afectando a la industria legal: 1 ) los
cambios de mercado,2) la tecnología y 3) la desregulación. Desde la crisis económica del 2008, el
mercado se volvió más exigente. Las áreas legales de las empresas recortan presupuesto y
reducen su staff. Los clientes son más duros al negociar las tarifas por hora.
En segundo lugar, la tecnología facilitó el acceso a soluciones online. ¿No tienes dinero para un
abogado? Bueno, quizá en algún foro de internet encuentres a alguien que tuvo un problema
como el tuyo. Para muchos, Google se convirtió en el primer lugar donde buscar asesoramiento
legal.
Una parte demasiado grande del debate se desarrolla en torno a la valuación financiera, en lugar
de hacerlo en torno al valor intrínseco de las empresas de Silicon Valley. Mi teoría es que estamos
en medio de un dramático cambio tecnológico y económico en el que las compañías de software
están preparadas para conquistar sectores cada vez mayores de la economía.
Más y más empresas e industrias utilizan software y entregan sus productos en línea — desde
películas y agricultura hasta la defensa. Muchos de los ganadores son compañías de tecnología del
estilo de Silicon Valley que invaden y derriban las estructuras establecidas de la industria. En los
próximos 10 años, espero que muchas más industrias sean disrumpidas por el software, con
nuevas empresas de Silicon Valley realizando la disrupción.
Seis décadas tras el comienzo de la revolución informática, cuatro décadas desde la invención del
microprocesador, y dos décadas desde el nacimiento de la Internet moderna, la tecnología
requerida para transformar industrias a través del software finalmente funciona y puede ser
desplegada a escala global.
Más de 2 mil millones de personas hoy acceden a Internet de banda ancha, mucho más que los 50
millones de hace una década, cuando yo estaba en Netscape, la compañía que cofundé. En los
próximos 10 años, espero que por lo menos 5 mil millones de personas en todo el mundo tengan
un smartphone con acceso instantáneo a toda la potencia de Internet.
Con menores costos de puesta en marcha y un mercado expandido para los servicios en línea, el
resultado es una economía global que, por primera vez, estará completamente conectada
digitalmente — el sueño de todo ciber visionario de comienzos de los 1990s finalmente cumplido,
una generación después.
Quizás el ejemplo más dramático del software comiendo un negocio tradicional es el suicidio de
Borders y el ascenso de Amazon. En 2001, Borders acordó entregar su negocio en línea a Amazon
bajo la teoría de que las ventas de libros online no eran estratégicas.
Ups.
Hoy, la librería más grande del mundo, Amazon, es una compañía de software — su capacidad
principal es su motor de software asombroso para vender virtualmente todo en línea, sin tiendas
minoristas. Mientras Borders estaba en la agonía de su inminente bancarrota, Amazon promovía
sus libros digitales Kindle. Ahora hasta los libros mismos son software.
El servicio de video más grande por número de suscriptores es una compañía de software: Netflix.
La mejor compañía de producción de películas en muchas décadas, Pixar, era una compañía de
software. Disney — ¡Disney! — tuvo que comprar Pixar, una empresa de software, para seguir
siendo relevante en las películas de animación.
La fotografía, por supuesto, fue comida por el software hace mucho. Es prácticamente imposible
comprar un teléfono móvil que no incluya una cámara con software, y las fotos se cargan
automáticamente a Internet para archivarse y compartirse a nivel global. Empresas como
Shutterfly, Snapfish y Flickr han ocupado el lugar de Kodak.
La plataforma de marketing directo más grande es una compañía de software — Google. Ahora se
le unieron Groupon, Living Social, Foursquare y otras, que están utilizando software para comerse
la industria del marketing minorista.
El software también se está comiendo gran parte de la cadena de valor de industrias del mundo
físico.
En los automóviles de hoy, el software corre los motores, controla las características de seguridad,
entretiene a los pasajeros y guía a los conductores hacia su destino. Cada auto está conectado a
redes móviles, satelitales y de GPS. La tendencia hacia los vehículos híbridos y eléctricos acelerará
el cambio — los coches eléctricos son completamente controlados por computadora. Y la creación
de los automóviles autónomos operados por software ya está en marcha en Google y en las
principales compañías de automóviles.
El líder de comercio minorista del mundo real, Wal-Mart, usa software en sus capacidades
logísticas y de distribución. Lo mismo hace FedEx, que puede considerarse como una red de
software que además tiene camiones, aviones y centros de distribución. El éxito o el fracaso de las
aerolíneas hoy y en el futuro depende de su capacidad de fijar el precio de los billetes y optimizar
las rutas correctamente — con software.
La industria de servicios financieros fue visiblemente transformada por software en los últimos 30
años. Prácticamente todas las transacciones financieras, desde alguien que compra una taza de
café a alguien que negocia un billón de dólares en derivados, se hace en software. Muchos de los
principales innovadores en servicios financieros son empresas de software, como Square, que
permite a cualquier persona aceptar pagos con tarjeta de crédito con un teléfono móvil, y PayPal.
Incluso la defensa está cada vez más basada en software. El soldado de combate moderno está
metido en una red de software que proporciona inteligencia, comunicaciones, logística y guía para
las armas. Drones conducidos por software lanzan ataques sin poner en riesgo la vida de pilotos
humanos. Agencias de inteligencia realizan minería de datos a gran escala para descubrir
amenazas terroristas.
Empresas de todas las industrias deben asumir que una revolución del software está llegando.
En los próximos 10 años, serán épicas las batallas entre los jugadores establecidos y los nuevos
actores impulsados por el software. Joseph Schumpeter, el economista que acuñó el término
“destrucción creativa”, estaría orgulloso.
Por años, los abogados difundieron la idea de que la práctica del derecho es una tarea artesanal.
La forma de practicar la ley no cambió mucho a lo largo de las últimas décadas.
Sin embargo, la forma de producir y comercializar servicios legales está atravesando una
transformación dramática. Nuevos jugadores están utilizando procesos de negocios, herramientas
de gestión de proyectos y equipos multidisciplinarios con una mentalidad centrada en el cliente y
una visión digital.
Estas empresas están introduciendo, dentro del mercado legal, los mismos ingredientes que
llevaron a la transformación digital en otras industrias.
Históricamente, la ley estuvo orientada hacia los abogados. Quienes tenían el poder eran los
abogados, no los clientes.
Eran los abogados los que definían qué era un asunto legal. La regulación creada por ellos
restringía la competencia de otras profesionales y les garantizaba un monopolio de la industria.
Las firmas de abogados dictaban sus términos a los clientes: determinaban el trabajo que debía ser
realizado, las horas a dedicar a cada caso y su costo.
Su foco estaba en el input, en las horas trabajadas y facturadas, no en el output, los resultados y la
satisfacción del cliente.
Los clientes no tenían más alternativa que aceptar las condiciones. Todas las firmas tenían el
mismo modus operandi. La ley estaba controlada por un gremio.
Cada vez más, las áreas legales de las empresas empezaron a exigir resultados, no horas
trabajadas. Los cambios de mercado hicieron que, por primera vez, las firmas de abogados
tuvieran que enfrentar la competencia de nuevos proveedores de servicios legales.
Por todo esto, hoy son los clientes, y no los abogados, los que tienen el poder en el mercado. Y
están creando una feroz transformación en una industria históricamente manejada por abogados.
En los últimos años, las Big Four de la consultoría (Deloitte, KPMG, PwC, Ernst&Young), así como
empresas como UnitedLex, empezaron a ofrecer servicios legales. Para esto, comenzaron a
reclutar a los abogados más talentosos.
Las Big Four pueden combinar expertise legal (que reclutan en el mercado) con capacidades de
negocio para ofrecer servicios legales. Ahora están apostando fuerte a ser proveedores clave en
servicios legales corporativos.
Tradicionalmente, los inversores no estuvieron interesados en el mercado legal. Era una industria
fragmentada, sin posibilidades de que un jugador pudiese lograr escala global como la que
requieren los inversores.
Por eso, se está formando un mercado legal global donde las pequeñas soluciones locales serán
reemplazadas por unas pocas soluciones globales con operaciones a escala y mucho más
eficientes.
El proveedor de servicios legales corporativos UnitedLex recibió otros 500 millones de inversión.
Este capital se utiliza para atraer los mejores talentos, para invertir en capacitación, tecnología y
marketing.
La hegemonía de las firmas de abogados tradicionales terminó. Está cambiando el cómo y el por
quién serán entregados los servicios legales en el futuro.
Las firmas de abogados deberían tratar de entender cómo funcionan los modelos de estos nuevos
proveedores. Deberían entender qué es diferente en sus habilidades, su trabajadores, su cultura,
su tecnología, sus procesos y el servicio que ofrecen al cliente.
Antes, la entrega de servicios legales estaba completamente dominada por abogados. Pero cada
vez más se empieza a parecer a una silla de tres patas compuesta por expertise legal, tecnológica y
de negocio.
Fue una larga evolución que empezó hace 25 años, cuando estuve involucrada en un caso de
familia. En aquel momento, descubrí que el sistema legal era terriblemente costoso y no hacía
mucho para ayudar a resolver el problema. Como economista, empecé a preguntarme: ¿cómo
puede funcionar así? ¿Cómo puede ser tan costoso?
Así es como empecé a estudiar la estructura de los mercados y las instituciones legales.
Por otro lado, en algún momento, empecé a hablar con empresas de Silicon Valley sobre cómo el
sistema legal estaba afectando su capacidad de innovar. Los directores de legales de empresas
como Cisco y Google coincidían en que el sistema legal es tremendamente caro y no nos está
ayudando.
Todo esto me llevó a preguntarme: ¿Qué es la ley? ¿De dónde viene? ¿Por qué no hay empresas
privadas ofreciendo ley de manera competitiva?
Pensar desde las raíces puede ayudarnos a reestructurar nuestros sistemas legales para que den
mejores respuestas a lo que la gente, las empresas y las comunidades necesitan de ellos.
¿Qué fue lo que cambió en el mundo? ¿Por qué la ley parece estar quedando obsoleta?
Las sociedades humanas siempre tuvieron cierta estructura de reglas. Los procesos de creación de
estas reglas van cambiando, según el grado de avance de la comunidad.
En una pequeña comunidad, sus miembros pueden reunirse alrededor del fuego y conversar sobre
cuáles deberían ser las reglas. Todos se conocen y tienen necesidades e intereses similares.
Pero cuando una comunidad se vuelve más compleja y diversa, las reglas ya no pueden crearse de
esa manera. Así que desarrollamos otros sistemas.
La ley que tenemos en las sociedades modernas es el resultado de esa evolución del proceso de
definir las reglas para un grupo que creció y se volvió más diverso y complejo.
En este momento de nuestra evolución social, tenemos que preguntarnos: ¿cómo podemos
generar más innovación en la manera en que desarrollamos las reglas que nos permiten vivir en
sociedad?
Para esto, la clave es lograr que nuestros sistemas existentes (las leyes que son hechas y
ejecutadas por los gobiernos) sean complementadas por otros actores como organizaciones sin
fines de lucro (por ejemplo, sindicatos) y también por empresas.
Tenemos que lograr que estos procesos resulten en la creación de las reglas correctas. Y además
lograr que esos procesos cumplan con una serie de requisitos de responsabilidad y legitimidad.
De esto depende que podamos construir un sistema legal que responda mejor a las necesidades
del público y de las comunidades.
A medida que las sociedades se vuelven más complejas, también lo hacen las reglas que las
gobiernan.
En tu libro Rules for a Flat World mencionas cómo Google maneja el proceso del “derecho al
olvido”. El usuario envía un reclamo y Google toma una decisión en un proceso completamente
privado. ¿En qué medida podemos esperar mayor involucramiento de actores privados en la ley?
Esto se encuentra relacionado con la construcción de mercados regulatorios, algo que llamo super
regulación en el libro.
Debido a la complejidad que han alcanzado nuestras sociedades, estamos en el límite de lo que los
gobiernos pueden manejar – y los gobiernos lo saben.
En muchos casos, los gobiernos se vieron obligados a delegar la creación y ejecución de reglas en
organizaciones privadas.
Pero, ¿cómo lograr que esas organizaciones privadas lo hagan de manera responsable?
En el caso de Google y el derecho al olvido, el gobierno sólo dice a la compañía: “Estas son las
reglas. Ahora regúlate a tí misma con estas reglas”.
Necesitamos una nueva capa de reguladores privados e independientes en quienes los gobiernos
puedan delegar el trabajo de crear reglas y sistemas de resolución de disputas, para estos casos
que son difíciles de regular directamente por los gobiernos.
Este es un nuevo sistema de regulación que tenemos que construir para manejar los elevados
niveles de complejidad que tiene el mundo actual y los próximos desafíos que nos traerán la
globalización y la inteligencia artificial.
Pensemos en Uber, una empresa que hoy opera en miles de jurisdicciones, porque los servicios de
taxi son regulados al nivel de la ciudad, y ellos están en cientos de ciudades.
En lugar de cada ciudad tener que dedicar recursos a regular a Uber, y Uber tener que cumplir con
los requisitos de cada ciudad, esto podría hacerse con actores privados.
Podríamos tener reguladores privados que operen en el mercado global, ofreciendo sus servicios
de dos lados.
Por un lado, ofrecerían sus servicios a las entidades que quieran regular, en este caso, un servicio
de transporte como Uber.
Por el otro, estos reguladores privados buscarían obtener la aprobación de los reguladores en
jurisdicciones específicas. De esta forma, un regulador podría obtener una licencia para operar en
Europa, América Latina y América del Norte, por ejemplo.
Dentro de las jurisdicciones donde tiene aprobación, el regulador podría regular a Uber con el
mismo sistema que ya utiliza en los demás lugares. Por supuesto, esas jurisdicciones tendrían que
ponerse de acuerdo sobre la regulación: deberían ver si el sistema ofrecido cumple con sus
estándares.
Con un sistema como éste, seguramente tendríamos múltiples reguladores operando en cada una
de estas jurisdicciones. Y cada uno de estos reguladores podría utilizar un enfoque diferente.
Por ejemplo, el Regulador A podría usar un sistema tradicional de creación de reglas. El Regulador
B, por el contrario, podría usar un modelo basado en la tecnología y los datos.
Y luego, diferentes empresas podrían elegir qué regulador prefiere que la regule. Uber podría
elegir el Regulador A y eso sería suficiente para operar en todos los países que aceptan al
Regulador A. Y Lyft (un competidor de Uber) podría elegir al Regulador B, y con eso podría operar
en las jurisdicciones que aceptan al Regulador B.
Uber y Lyft podrían operar en las mismas jurisdicciones, pero eligiendo el sistema regulatorio que
funcione mejor para cada una, y que al mismo tiempo cumple con los estándares requeridos por
los gobiernos donde operan.
VIDEO #2:
Un método que permitiera determinar el ganador de un juicio, solo haciendo los cálculos
correspondientes.
Tuvieron que pasar más de tres siglos para que el sueño empezara a cumplirse. En 1987, el
profesor canadiense Hugh Lawford desarrolló la base de datos legal Quic/law. Fue uno de los
primeros intentos modernos de aplicar la tecnología al derecho. Seis años más tarde, ese proyecto
académico derivó en la creación de Quicklaw, una de las primeras firmas de investigación legal.
También por aquella época en Estados Unidos nacía LexisNexis, con una visión similar, ayudar a los
abogados a buscar información para preparar casos.
Pero el legal tech aún no estaba listo para una adopción masiva.
Las computadoras eran equipos de miles de dólares solo al alcance de corporaciones. Esto empezó
a cambiar en la década del 90, con la llegada de las computadoras personales e internet. Ahora
cualquiera puede tener una PC conectada al mundo y esto abrió las puertas de la transformación
digital en la industria legal.
En 2008, nació su competidor Rocket Lawyer. Estas firmas permiten de crear toda clase de
contratos, testamentos, acuerdos societarios, registros de patentes y propiedad intelectual.
Convirtieron en software una tarea que históricamente había estado en manos de los abogados, la
confección de contratos. En 2007 nació Avvo. La empresa introdujo la lógica de las plataformas de
múltiples lados en la industria legal.
La gente you se había acostumbrado a usar sitios como Ebay para elegir productos, o Yelp para
elegir restaurantes. Avvo aplicó la misma lógica para elegir abogados. En la plataforma los usuarios
pueden ver los perfiles y reputación de diferentes profesionales y también pueden realizar
consultas en foros.
Muchas veces las dudas más sencillas pueden resolverse directamente a partir de la interacción
con los usuarios.
Pero LegalZoom, Rocket Lawyer y Avvo llegaron con una lógica diferente. Fueron los primeros en
apuntar directamente al consumidor final. Los primeros pasos de la tecnología es desintermediar
al abogado de la cadena de valor.
Fueron el primer aviso de que la información digital estaba llegando a la industria legal.
TEXTO #4: Legaltech: Innovación Empresarial Aplicada al Derecho.
¿Qué es legaltech?
Aunque aún no hay una definición universalmente aceptada, dentro de legaltech yo incluyo
desarrollos de software aplicados al derecho, la optimización de procesos legales y herramientas
de legal design.
En cierta medida, esto fue así por la forma en que se desarrolló el mercado de servicios jurídicos
en Estados Unidos, donde se prohibió que profesionales de otras disciplinas formaran parte de
firmas de abogados.
Esto hizo que los encargados de la gestión administrativa y organizacional fuesen los mismos
abogados. Típicamente, las firmas no consideraban la importancia de incorporar profesionales en
gestión de procesos o en tecnología.
En los últimos años, el surgimiento del legaltech empezó a traer métodos y herramientas de otras
áreas al ejercicio de la profesión legal. Así cobran relevancia otros factores vinculados con la
calidad de los servicios jurídicos, como la velocidad en la entrega, la claridad en los conceptos y la
utilización de nuevos canales de comunicación.
Por ejemplo, en lugar de enviar al cliente un escrito de 300 páginas, ¿por qué mejor no darle una
visualización de datos a la que pueda acceder desde un portal web?
Este es un ejemplo, entre tantos otros, de utilización de tecnología para dar un mejor servicio al
cliente.
En mis tiempos de estudiante de derecho, empecé a trabajar en una multinacional que estaba
reestructurando su departamento jurídico para adaptarlo al sistema de calidad ISO 9001.
Esto requería que el departamento jurídico desarrollara una serie de procesos e indicadores como
todas las demás áreas.
A mí me encargaron ese proyecto, lo que me obligó a aprender sobre mejora de procesos con el
objetivo de aumentar la eficiencia y la calidad del área jurídica. Conceptos de la ingeniería
industrial aplicados al derecho.
Más adelante, para complementar esa formación, cursé una maestría en ingeniería con énfasis en
tecnologías de la información.
En los últimos 10 años, el mundo se transformó radicalmente. El impacto sobre nuestros trabajos y
nuestras vidas es evidente.
Años atrás, no habríamos imaginado un fenómeno como los modelos de negocio colaborativos.
Pero hoy nos desplazamos con Uber, pedimos delivery con Rappi o Glovo y reservamos
alojamientos con Airbnb.
Sin embargo, en un mundo que se vuelca masivamente a la tecnología, los abogados son
reticentes a incorporar herramientas que los ayude a hacer mejor su trabajo.
En el trabajo cotidiano del abogado, la mayor innovación de los últimos 10 años fue pasar de MS
Office 2000 a MS Office 2013.
Sin embargo, con todas las transformaciones que están ocurriendo, en el futuro ser un buen
abogado ya no será únicamente conocer la ley. También será conocer de tecnología y procesos. Y
combinar esto para dar un buen servicio al cliente.
Por supuesto, nadie espera que los abogados tengan que convertirse en programadores de
software ni que tengan que sentarse ellos mismos a escribir código.
Pero sí tienen que aprender cómo funcionan los nuevos modelos y la tecnología subyacente.
Algunos abogados ven los nuevos desarrollos que están ocurriendo en Estados Unidos con
inteligencia artificial y dicen: “Se acabó la profesión legal. Pronto, todos seremos reemplazados
por máquinas”.
Otros, por el contrario, lo ven como algo lejano: “Esos desarrollos nunca se volverán masivos”,
dicen. “Tal vez sean aplicados en Estados Unidos. Pero nunca llegarán a América Latina”.
Es entendible que abogados de mayor edad, cerca del momento de su retiro, tengan esta actitud.
Pero también lo observo en abogados de entre 45 y 50 años.
Esa mentalidad cierra las puertas a una conversación que permita explorar formas de aplicación de
herramientas tecnológicas al mundo legal.
El desarrollo del legaltech no pasa sólo por aspectos tecnológicos. También necesita de un cambio
de mentalidad. La convicción, en los abogados, de que la tecnología y la mejora de procesos
pueden servir para brindar un mejor servicio a los clientes.
En estos últimos 40 años ha llovido bastante en materia de tecnología legal, y sin duda el concepto
de tecnología aplicada a la prestación o comercialización de servicios legales se ha popularizado
una barbaridad desde 2008 en adelante.
De hecho, el universo Legaltech ha crecido tanto y se ha vuelto tan extenso, que han aparecido
conceptos rivales (Lawtech) y la definición de lo que significa o no Legaltech se ha ido
ensanchando o estrechando en función del caso y el contexto.
Eso está dando lugar a que no siempre sepamos de qué se habla cuando nos referimos a
Legaltech, Lawtech o conceptos variantes. Por tanto, vamos a intentar ponerle hilo a la aguja y
aclarar algunas ideas.
Legaltech, la abreviatura anglosajona de Legal Technology, sin duda fue la primera forma para
hablar de tecnología legal. En ese sentido, comúnmente se entiende que Legaltech se refiere al
uso de tecnología para proporcionar servicios legales, ni más ni menos.
Ahora bien, cuando la crisis económica de 2007 impulsa la necesidad en muchos despachos de
hacer más eficiente su labor y más baratos sus precios, ya que numerosos clientes dejan de
contratar sus servicios y prefieren solventar las tareas legales a nivel interno para ahorrar costes,
el concepto da su primer gran giro.
A partir de ese momento Legaltech ya no sirve únicamente para hablar de tecnología que utilizan
los abogados, sino que comienza a usarse como etiqueta que identifica a las muchas startups que
surgen (en especial de 2011 en adelante) desde el sector legal o a su alrededor, principalmente
para proporcionarles herramientas que hagan la labor legal más eficiente y menos costosa.
Esa sería en buena parte la Legaltech que definimos por allá 2016 como la utilización de tecnología
en servicios legales para crear:
Software o servicios online que reducen o eliminan la necesidad de acudir al sector jurídico en su
modalidad más tradicional.
Software o servicios online que aceleran los trámites y la gestión de tareas de los propios
abogados, reduciendo el coste y el tiempo que un profesional debe invertir en muchas de sus
tareas.
Software o servicios online que simplifican y modifican la forma de contactar entre los
profesionales del sector legal y potenciales clientes.
Ahora que sabíamos más o menos qué era Legaltech, aparece un nuevo aspirante que obviamente
genera nuevas dudas. ¿Hay diferencias entre Legaltech y Lawtech? En principio sí, ya que aspiran a
dar cabida a cosas distintas (aunque el mundo anglosajón británico muchas veces los use de forma
indiferente y con ello intente alejarse del concepto Legaltech, de origen norteamericano).
Ahora bien, ¿cómo se diferencian exactamente los conceptos Legaltech y Lawtech? Esa ya es otra
historia y no hay una opinión clara.
Por ejemplo, hay quien entiende Legaltech como soluciones para abogados que hacen su tarea de
forma más eficiente y barata, mientras que Lawtech serían auto-servicios legales para pequeñas
empresas y sin necesidad de contar con abogados.
Luego tenemos la opinión de quizá el mayor gurú de la innovación jurídica, Richard Susskind,
según el cual Lawtech es el concepto de futuro ya que:
Él asocia LegalTech con tecnologías de back office como los sistemas de contabilidad, y menos con
nuevas tecnologías (tipo inteligencia artificial) relacionadas con los abogados, los tribunales en
línea y demás. En ese sentido, cree que LawTech debería ser una categoría más amplia.
También cree que LegalTech es ya un concepto desgastado y que lleva muchos años en marcha y
por tanto requiere un sustituto.
Finalmente, considera que LegalTech es más usado y aplicado por el sector legal, mientras que
LawTech sería más inclusivo y abierto a tecnólogos de cualquier ámbito.
Por otro lado, otro gran gurú de la innovación jurídica como Richard Trommans, considera que
Legaltech sería el término adecuado ya que describe las actividades del sector legal, al igual que lo
hacen RegTech, InsurTech, PropTech o FinTech. Por tanto, cree que deberíamos usar el término
‘Legal’ ya que hablamos de la ‘industria legal’, el ‘mercado legal’ y el ‘sector legal’. Es decir, de
tecnología utilizada por un sector de la economía.
Considera que LawTech es un término incorrecto para describir al sector, ya que «Law» en inglés
se refiere a la práctica del Derecho o a la aplicación de la Ley. Por tanto, LawTech solo tendría
sentido si se refiriera a la tecnología específica de un subgrupo de tareas legales que se relacionan
con la elaboración o comprensión de leyes.
Richard Trommans considera también que de la misma forma que hablamos de FinTech para
referirnos a «Financial Technology», y no de MoneyTech como uno de sus componentes, Legaltech
es mucho más adecuado que Lawtech para describir las iniciativas tecnológicas del sector legal.
Para The Law Society en Inglaterra, que ya hemos visto que solo habla de Lawtech, la misma da
cabida a todo: tecnología que mejora el sistema de justicia, que da soporte y mejora la prestación
de servicios legales por abogados, a las startups relacionadas o que incluso sustituye al profesional
en su labor.
Con esta confusión de términos acaba de nacer la época actual, en la que conviven varios
conceptos y múltiples significados no estandarizados.
Semana #2:
VIDEO #1:
En 1950, el matemático Alan Turing publicó un famoso artículo bajo el título "Maquinaria
computacional e inteligencia". Empezaba con una pregunta clave, ¿pueden las máquinas pensar?
Aquel texto marcó el comienzo del campo de la inteligencia artificial.
La inteligencia artificial es una rama de la computación que desarrolla sistemas para realizar tareas
típicamente humanas, como el reconocimiento de voz, la comprensión del lenguaje, la solución de
problemas y la toma de decisiones. En los años 50 y 60, en los primeros días, pioneros como
Herbert Simon y Marvin Minsky lanzaban predicciones grandilocuentes. En pocos años, decían, las
máquinas podrían hacer casi las mismas actividades que los humanos. Esas ideas quedaron
reflejadas en las historietas, los libros y las películas de ciencia ficción de la época. Pero los
avances reales fueron mucho más modestos, así que en la década del 70, la disciplina cayó en la
indiferencia.
Esa época se conoció como el invierno de la inteligencia artificial. En los 80, hubo un renovado
interés de la mano de los sistemas expertos. Son árboles de decisión creados para imitar el
razonamiento de expertos humanos. Por ejemplo, el razonamiento que sigue un médico para
llegar a un diagnóstico. Una vez sistematizado el proceso, este puede realizarse por un usuario no
experto o por una máquina. En el campo del derecho se buscó empaquetar el razonamiento legal
bajo la forma de software. Por ejemplo, automatizar la redacción de un testamento a través de
una serie de preguntas, ¿tiene esposa?, ¿tiene hijos?, ¿qué parte desea dejar a cada hijo? Una vez
recopilada la información, el programa confecciona el testamento.
Rocket Lawyer y LegalZoom, dos empresas que mencionamos en el módulo anterior, están
basadas en sistemas expertos para la redacción de documentos. El usuario sigue una serie de
pasos y luego, el programa confecciona un documento. A través de una serie de reglas, estos
programas permiten a usuarios no expertos redactar contratos. Un gran hito de la inteligencia
artificial ocurrió en 1996. Ese año, el programa Deep Blue de IBM venció al campeón mundial de
ajedrez Garri Kaspárov. En 2011, otro programa de IBM llamado Watson venció a los campeones
del juego de preguntas y respuestas Jeopardy! Fue una muestra de los avances de la inteligencia
artificial en los 15 años previos. Deep Blue sólo podía jugar al ajedrez. Watson tenía que
comprender preguntas en lenguaje natural, buscar la respuesta en una base de datos y responder
con voz humana. Nacida en 2014, la empresa ROSS Intelligence busca aplicar la tecnología de
Watson en la industria legal. Un usuario hace una pregunta en lenguaje natural y ROSS busca la
respuesta en una gran base de datos de casos y legislación. Así, permite encontrar rápidamente
antecedentes y documentación para preparar un caso. Una firma de abogados puede utilizar a
ROSS para automatizar sus procesos de investigación legal. Pero ya podemos intuir hacia dónde se
dirige esa tecnología de aquí a unos años. Imaginemos una empresa que pagara un abono mensual
a ROSS para tenerlo como abogado virtual. Por una módica suma, podríamos hacer toda clase de
preguntas y obtener una respuesta inmediata. Según la ley argentina, ¿cuánto tiempo de aviso
previo hay que dar a un empleado antes de despedirlo? ¿Cómo debe calcularse el monto de esa
indemnización? En lugar de consultar un abogado, muchas cuestiones podrían resolverse con
software.
Otro campo de aplicación de sistemas expertos en el derecho son los "chatbots". Un "chatbot" es
un programa que interactúa con el usuario siguiendo las reglas de un árbol de decisión. Es
probable que ya hayas tenido experiencia con estos robots en algún servicio de atención al cliente.
Ahora están irrumpiendo en la industria legal. En el 2018, un estudiante de la Universidad de
Stanford llamado Joshua Browder desarrolló la aplicación DoNotPay para automatizar la apelación
a multas de tránsito. Si te hicieron una multa, descargas la aplicación en tu móvil y un abogado
robot te va guiando con una serie de preguntas. Al final, confecciona un escrito para presentar
ante la autoridad de tránsito. DoNotPay empezó con multas, luego, extendió sus aplicaciones a
pequeñas disputas de consumo en "e-commerce", aerolíneas y bancos. Los sistemas expertos
fueron el primer paso de la disrupción de la inteligencia artificial dentro del mundo legal. Pero en
los últimos años, una nueva tecnología hizo que todos esos progresos parecieran un juego de
niños. El "machine learning" trajo aplicaciones que prometen transformar al Derecho hasta los
cimientos. Nos ocuparemos de eso en la próxima lección.
TEXTO #1: Entrevista a Juan Gustavo Corvalán: «Prometea es el primer sistema de inteligencia
artificial diseñado y desarrollado por el Ministerio Público Fiscal de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires»
Pregunta: ¿La utilización exitosa de la IA por parte de las Administraciones Públicas implica un
auténtico rediseño de sus estrategias actuales o una simple adaptación al cambio?
Respuesta: Desde la Fiscalía General del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires y en el Laboratorio de Innovación e Inteligencia Artificial que se ha creado en el
ámbito de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, sostenemos que la
incorporación de nuevas tecnologías debe enfocarse desde la óptica de las personas y sus
derechos. El desafío es asegurar que la ciudadanía en su conjunto acceda a todos los servicios que
proporcionan los gobiernos a través de la implementación de las TIC.
Que las organizaciones públicas utilicen las TIC más disruptivas, se presenta como un auténtico
cambio de paradigma anclado en transformaciones sustanciales y no meramente instrumentales.
Ya no alcanza solamente con “aplicar” las nuevas tecnologías a los problemas existentes, o de
mejorar sistemas informáticos para “hacer lo mismo” pero con más tecnología. Por el contrario, se
trata de repensar o redefinir nuevas estrategias y formas de entender la relación entre la sociedad
y la tecnología; nuevos tipos de especializaciones en el ámbito social que se asocien a actividades
de ciencia e innovación. Asimismo, se debe garantizar un desarrollo sostenible e inclusivo de la IA,
que no cree brechas de desigualdad en la sociedad, sino que reduzca las ya existentes. Por lo
tanto, dicha transformación debe gestionarse desde un enfoque de «tecnología social».
En este paradigma, la burocracia digital ahora se materializa a partir de numerosos clics, apertura
de ventanas, completar formularios digitales, pegar y copiar datos, entre otras actividades. Y si
bien esto es un gran avance, de cara al escenario anterior, creemos que se puede mejorar
sustancialmente este paradigma digital mediante la incorporación de IA.
Estos ejemplos, dan cuenta de un cambio de enfoque que va más allá de algo que muchas veces
nos resulta intuitivo: “hacer lo mismo” pero con más tecnología. Si miramos en retrospectiva,
usualmente hemos reproducido la lógica de la burocracia imprenta en el mundo digital, lo que se
traduce en una merma en las posibilidades para el objetivo de más derechos para más gente. La
burocracia inteligente no se vincula con replicar los procedimientos y las formas de una burocracia
digital.
Aprovechando los sistemas de IA, a la par que trabajamos para consolidar el gobierno digital y el
acceso universal a las TIC, aspiramos a impulsar una segunda transición hacia un nuevo arquetipo
de organizaciones públicas que las vuelva exponenciales. En palabras simples, la organización
digital o algorítmica, no pasa por “abrir oficinas”, sino por expandir o ajustar diversos algoritmos.
En el Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires ya hemos concretado los primeros y
sustanciales pasos de cara a una segunda transición: de una “burocracia imprenta y digital” a una
“burocracia inteligente” en donde los sistemas de IA facilitan, simplifican y aceleran
exponencialmente interacciones y tareas a partir de la automatización y de la actividad predictiva.
Como estos cambios son mucho más profundos que “adaptar” el Estado y los organismos públicos
al expediente digital, a la web o a las redes sociales, en esencia, hay que transformar la lógica de
las organizaciones y sus procedimientos.
Hemos encarado este enfoque a través de Prometea, con la cual es posible reducir los tiempos de
manera muy significativa. A partir de las mediciones realizadas, generar 1000 dictámenes relativos
al derecho a la vivienda -en el paradigma de burocracia impresa más digital- requería de 174 días
de trabajo, mientras que con Prometea se hacen en 45 días. Lo mismo ocurre con casos relativos al
derecho al trabajo, en los que sin Prometea se necesitaban 83 días para realizar esa cantidad de
dictámenes, mientras que con el sistema de IA se generan en 5 días. Asimismo, Prometea actúa
para el control de requisitos formales de los expedientes y reduce el tiempo de 160 a 38 días de
trabajo para 1000 expedientes.
¿Cuáles son las nuevas estrategias basadas en las nuevas tecnologías que debe utilizar el sector
público?
Implementar IA en una organización pública implica, por un lado, desaprender muchas técnicas,
formatos y enfoques que hemos aprendido en el marco de un paradigma “industrial”, basado en
una serie sucesiva de pasos lineales para llegar a un determinado resultado o decisión. Por otro,
consiste en redefinir estrategias a partir del uso de nuevas TIC, para que las/os trabajadoras/es y la
ciudadanía sean el centro de sistemas de IA que reducen exponencialmente la burocracia estatal.
¿Cree que la utilización de inteligencia artificial por parte del sector público acabará con puestos
de trabajo o, al contrario, representa una gran oportunidad para conseguir funcionarios
competentes y creativos?
Esta transición, donde sistemas de IA pasan a hacerse cargo de tareas simples, rutinarias y
repetitivas, implica un cambio de paradigma, en el cual la promoción del aprendizaje permanente
de la fuerza laboral tiene un rol central. Ya no basta con que una persona estudie una carrera y allí
culmine su formación, tiene que desarrollar continuamente habilidades digitales, creativas y
socioemocionales, para adaptarse a la naturaleza vertiginosa y acelerada de las disrupciones
tecnológicas.
Prometea es una Inteligencia Artificial creada en Argentina, en el ámbito del Ministerio Público
Fiscal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El sistema, en un primer momento, fue ideado e
implementado pensando en la optimización del servicio de justicia, con el fin de agilizar
exponencialmente los procesos judiciales en beneficio del ciudadano. Luego, se advirtió que los
beneficios que generaba podían ser aprovechados por cualquier organización pública.
Prometea tuvo sus inicios en agosto de 2017. A partir de esa fecha, hemos interactuado con más
de 60 organizaciones e instituciones nacionales e internacionales (Organización de las Naciones
Unidas, Organización de los Estados Americanos, Universidad de Oxford, Universidad Sorbona,
Universidad de Milano, Corte Interamericana de Derechos Humanos, Corte Constitucional de
Colombia, Tribunal Administrativo de Lombardía, entre muchas otras), y Prometea ha colaborado
en la automatización de una serie de tareas de estas organizaciones.
Predice la solución a un caso judicial en menos de 20 segundos, con una tasa de acierto del 96%.
Permite que en solo 45 días se elaboren 1000 dictámenes jurídicos relacionados a expedientes del
derecho a la vivienda; lo cual del modo tradicional, tardaríamos 174 días;
En el Registro Civil y Capacidad de las Personas de la Ciudad de Buenos Aires, las 6.000
rectificatorias de partidas administrativas que aproximadamente ingresan en un año, se realizan
en 2 meses con Prometea, lo que antes demoraba 8 meses.
En relación a todas las implementaciones, se concluyó que Prometea reduce la cantidad de errores
de tipeo en un 99%; y permite hacer un control exhaustivo de aspectos formales de los
documentos involucrados.
¿Cree que la colaboración entre inteligencia artificial y las personas es un camino que no tiene
vuelta atrás en al ámbito de las Administraciones Públicas? ¿Cuál es la situación en América
Latina?
Sobre esta base, creemos que la inteligencia aumentada se basa en una cobotización inclusiva que
presupone dirigir los esfuerzos para establecer cuatro grandes herramientas que se aplican a los
grandes sectores de las actividades humanas: industrial, manufactura y servicios.
Prometea es el resultado evidente de combinar fuerza laboral humana e IA, bajo un enfoque
inclusivo. Esto produce el fenómeno que hemos llamado “automatización que humaniza”. La
reducción de sesgos, errores y tiempos que torna más eficiente las actividades, permite redirigir
las capacidades cognitivas biológicas a tareas más sofisticadas, o que requieren empatía y
creatividad. Por ejemplo, se estima que para el año 2030 las/os trabajadoras/es digitales
dedicarán dos horas menos semanales a tareas rutinarias, automatizables, pudiendo enfocarse en
actividades de mayor complejidad. También se pronostica que alrededor de tres cuartos del
impacto de la automatización en el empleo, se producirá dentro de un mismo puesto de trabajo.
La transición en el corto plazo hacia sistemas de IA que se ocupen de realizar tareas humanas
simples, mecánicas y repetitivas no será rápida ni sencilla para contextos como el latinoamericano.
Lamentablemente, nuestra región enfrenta numerosos obstáculos a la hora de adoptar
tecnologías. Entre los diversos obstáculos que existen, hay dos factores clave para entender las
razones por las cuales los sistemas de IA no avanzarán tan rápido sobre las tareas que integran
trabajos con significativa carga burocrática. Nos referimos a la imposibilidad de que los datos y la
información se encuentren organizados y disponibles digitalmente, en formatos abiertos e
interoperables. Este es el primer paso para que los sistemas de IA puedan transformar la
burocracia digital en burocracia inteligente.
Según el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe dependiente del Banco
Interamericano de Desarrollo, el impacto de la IA será exponencial en la fuerza productiva
latinoamericana si se tienen en cuenta algunos avances que ya se están implementando en esta
región. Por ejemplo, el reconocimiento de imágenes empleado en agricultura de precisión para
fumigación dirigida puede incrementar su rendimiento por hectárea en un 30%; los servicios de
salud pueden brindar diagnósticos médicos con tasas de 96% de acierto; la agilización de la
resolución de casos judiciales a partir de predicciones con una tasa de acierto, en promedio, de
96%. Respecto de este último ejemplo, cuando impulsamos el desarrollo de Prometea, pudimos
comprobar un aumento de productividad y de eficiencia entre un 300% y 2.400% en la confección
de opiniones legales en la Justicia, con un mejor aprovechamiento de los recursos humanos
existentes.
TEXTO #2: La Inteligencia Artificial en las Cortes: una Introducción Legal al Robot Juez.
El gobierno está cada vez más automatizado. La tecnología permite reducir la participación
humana en un gran número de actividades como la recaudación de impuestos y la seguridad
social. ¿La inteligencia artificial (IA) impactará también en otras áreas del gobierno?
El Ministerio de Justicia de Estonia designó un Robot Juez para resolver los casos por montos
pequeños. Estonia no está sola. En los Países Bajos, el uso de la IA en la justicia también es parte
de la agenda política.
Por un lado, la IA en la justicia trae una serie de promesas. Se espera que los procedimientos sean
más baratos, más rápidos y menos sesgados. Aunque también genera una serie de
preocupaciones.
Aunque el término “Robot Juez” sea cada vez utilizado con mayor frecuencia, llevará tiempo que la
IA reemplace a los jueces humanos. Y esto es especialmente cierto en los casos que vienen
primero a la mente de los abogados: los juicios de alto perfil y gran complejidad, que involucran a
un gran número de testigos y suelen resultar en interpretaciones legales innovadoras.
El impacto de la IA en la justicia
Los jueces no deben temer por su trabajo en lo inmediato. Sin embargo, esto no significa que la IA
no vaya a tener un impacto considerable sobre la justicia en un futuro cercano. El uso de IA en las
cortes puede darse de las tres maneras siguientes.
1) La IA puede ser utilizada por los administradores del sistema de justicia para mejorar sus
procesos y reducir costos a través de una mejora más eficiente de los casos. Además, el uso de IA
en la gestión de las cortes promete generar un gran número de datos valiosos sobre el
funcionamiento de los sistemas judiciales.
2) La IA será cada vez más utilizada como soporte de los jueces, por ejemplo, para identificar,
organizar y seleccionar jurisprudencia relevante, detectar patrones en la jurisprudencia, ayudar a
destacar argumentos presentados por las partes o crear argumentos que serán usados en juicios .
En estos casos, la IA tendrá un impacto más directo sobre el resultado de los casos.
En algunos países, como Estados Unidos, la IA ya se usa para asistir a los jueces a estimar el riesgo
de una fuga a la hora de decidir si otorgar una fianza. Aunque estos sistemas de soporte dejan la
decisión en manos del juez humano, la IA igualmente tiene un fuerte impacto sobre el resultado
del caso.
Con frecuencia, los jueces no se atreven a contradecir a la IA. No es fácil contradecir a un sistema
que revisa miles de casos. En especial, cuando el juez tiene un tiempo limitado para tomar su
decisión.
La IA en las cortes puede terminar en el uso de la IA como corte. Pero en la primera, el
involucramiento humano tiene un valor en sí mismo. Y el uso de la IA no excluye que siga
existiendo algún tipo de supervisión general sobre los algoritmos por parte de un juez o de un
empleado del sistema de justicia.
Este tipo de casos tienen al menos dos características que los vuelven menos controvertidos para
automatizar: son no-rivales y no-complejos.
En general, mientras mayor sea la rivalidad entre las partes, más se requiere el involucramiento
humano. Casos no-rivales son aquellos donde las partes están plenamente de acuerdo en el
resultado deseado. Incluso, podrían colaborar entre ellas y con el juez para lograr ese resultado.
Pensemos, por ejemplo, en casos de divorcio donde ambas partes están de acuerdo en los
términos de la separación. Pero la única forma de ejecutar el divorcio es a través de una sentencia
de un juez.
Por otro lado, a medida que un caso se vuelve más complejo, más difícil es de resolver por parte
de la IA. Esto se refiere, primero, a la complejidad que está directamente relacionada con los
aspectos específicos del caso como la cantidad de testigos, la evidencia documental, y la cantidad
de partes representadas. Pero también se refiere a la complejidad de las reglas legales que aplican
al caso.
Mientras más clara sea una regla legal (mientras menos excepciones admita y menos términos
vagos utilice), más sencillo es para los sistemas de IA resolver el caso. Esto también significa que la
voluntad de aplicar un Robot Juez en el futuro podría tener consecuencias en el diseño de las
reglas legales. Los mecanismos de ODR que utilizan IA pueden servir como ejemplo. Al diseñar
esas formas alternativas de resolución de disputas, la posibilidad de implementar IA es tenida en
cuenta.
Un ejemplo de regla no compleja es la que dice que, en casos de que no haya oposición de la otra
parte, una corte debe aceptar un reclamo. Estos casos son al mismo tiempo simples y no-rivales.
Ya sea que se utilice en la gestión de casos, para asistir a jueces o para resolver los casos, el uso de
IA en las cortes tiene una serie de desafíos legales. Por ejemplo, en lo que hace a la protección de
datos.
A la hora de evaluar la deseabilidad de la IA, también es necesario realizar consideraciones de
derechos humanos como el derecho a un juicio justo y a la transparencia.
Para realizar esta evaluación, es útil distinguir entre los casos de la IA en la corte y la IA como
cortes. En el caso de la IA en la corte, como asistencia para los jueces, los problemas de derechos
humanos parecen pequeños. En muchos casos, la aplicación de IA no es más problemática que los
humanos.
Pensemos, por ejemplo, en un sistema de IA que identifica argumentos legales o que mapea la ley
relevante para un caso. Estos sistemas no van a tener un desempeño peor que el de un juez que
introduzca términos de búsqueda aleatorios en un motor de búsqueda. En síntesis, los derechos
humanos no establecen un límite claro para la aplicación de IA en las cortes, aunque sirven como
fundamento para la formulación de estándares éticos.
En relación al uso de la IA como cortes o el Robot Juez, las preocuaciones de derechos humanos
son más evidentes. Esto se debe principalmente al hecho de que esos derechos humanos fueron
escritos para situaciones en las que un humano estaría a cargo de los procedimientos judiciales. El
involucramiento humano está estrechamente conectado a la percepción común de lo que
constituye un procedimiento justo.
En algunas áreas de la ley, como el derecho penal, es especialmente importante preservar esta
percepción.
Esto es válido también para los casos no-rivales y no-complejos que mencionamos más arriba. Si
las partes acuerdan en el resultado deseado del caso, ¿por qué no debería permitírseles elegir a un
Robot Juez, si esto les permitirá tener un resultado en una fracción de tiempo de lo que llevaría en
otro caso? ¿Puede el derecho a un juicio justo ser obviado en este caso?
El futuro tiene muchas preguntas sin responder en relación con el uso de la IA en las cortes. Sin
embargo, es necesario responderlas rápido porque la tecnología avanza rápido — mucho más
rápido que la ley. Y la ley debe guiar este desarrollo tecnológico.
VIDEO #3.
Tras ser adquirida por LexisNexis, empezó a expandir su alcance hacia defensa de la competencia,
derecho financiero, comercial, laboral y quiebras. Premonition es otra empresa pionera en el
rubro de "legal analytics". Antes de citar un caso, un abogado puede utilizar este servicio para
responder a algunas preguntas claves: ¿Cuál es la duración típica de un caso de estas
características? ¿En qué porcentaje de los casos gana el acusado? ¿En qué porcentaje se llega a un
acuerdo extrajudicial? El abogado de la otra parte, ¿suele ser conciliador o tener una postura dura
en las negociaciones? Estas herramientas permiten a los abogados realizar mejores estimaciones
sobre el costo y el beneficio de diferentes casos y estas estimaciones comienzan a transformar la
forma en que se financian los litigios. Si somos capaces de predecir el resultado de un juicio,
entonces podríamos estimar cuál es la rentabilidad de financiarlo. La empresa Legalist consiguió
una inversión de 100 millones de dólares con este modelo de negocio. Utiliza herramientas
analíticas para predecir resultados de casos y financian a la parte que tiene más probabilidades de
ganar. El "machine learning" tiene un gran potencial para transformar la industria legal, pero
algunos se preocupan por los aspectos éticos, ¿podría ser una influencia indebida sobre el
comportamiento de los jueces?, ¿podría establecer más desigualdades entre las partes que
accedan a estas herramientas y las que no? Por estas preocupaciones, el gobierno francés
introdujo restricciones al uso de "analytics" en los juicios. En el siglo XIX, el jurista Oliver Wendell
Holmes presagiaba que, algún día, las cortes basarían sus decisiones en estadísticas. Hoy, estas
predicciones parecen confirmarse. Si combinamos los sistemas de expertos con "machine
learning" podemos imaginar cómo sería el sistema legal del futuro.
Este artículo es una versión traducida y adaptada del artículo “Big data: legal firms play
Moneyball” publicado por Barney Thompson en el Financial Times el 6 de febrero de 2019.
Para los abogados que trabajan en los tribunales del Distrito Norte de California, sería muy útil
poder leer la mente del juez Richard Seeborg. Hasta hace algunos años, intentar predecir cómo él
(o cualquier otro juez) podrían fallar en un caso, requería encontrárselo muchas veces en la corte
o buscar consejos de colegas sobre qué argumentos el juez encontraba persuasivos.
Pero actualmente, Seeborg y otros jueces producen una gran cantidad de datos que es minada por
empresas que intentan transformar la forma en que funciona la profesión legal.
Los abogados pueden comparar a Seeborg con los otros 670 jueces de distrito de Estados Unidos,
y ver cómo cada uno rankea en relación con sus colegas: cuánto tiempo demoran y cuán probable
es que se alcance una solución antes de llegar a juicio.
Bajo el sistema de derecho anglosajón de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países, la validez
de los argumentos legales depende fuertemente de la jurisprudencia.
Un abogado de California podría estar interesado en saber, por ejemplo, que la decisión favorita
de la Corte Suprema de Seeborg es Ashcroft vs. Iqbal, un caso de 2009 sobre la responsabilidad de
un alto funcionario sobre las acciones de un subordinado. Seeborg la citó en 423 oportunidades.
También le gusta Balistreri vs. el Departamento de Policía de Pacífica, un caso de 1990 sobre un
caso de violencia doméstica, que Seeborg citó en 312 oportunidades.
Minority Report. En esta película, el análisis de datos permitía detectar crímenes antes de que
ocurrieran. Un antecedente de los legal analytics.
Actualmente, distintas empresas están desarrollando herramientas estadísticas para ayudar a los
abogados en los juicios. Comenzaron en casos de patentes. Pero ahora las empresas de legal
analytics se están expandiendo a áreas más amplias del derecho.
Ravel Law es una firma de legaltech de San Francisco que construyó una base de datos de
comportamiento judicial. Daniel Lewis, su cofundador, dice:
“Esto no se trata de reemplazar a los jueces. Se trata de mostrar cómo toman decisiones, qué es lo
que encuentran persuasivo y cuáles son patrones de cómo deciden los casos. Muchos abogados
piensan que sus casos son únicos y especiales, que los hechos son únicos e irrepetibles, que nunca
nada como eso pasó antes. Eso no es cierto”.
A mediados de los 2000, nacieron los trolls de patentes. Estas empresas compraban patentes y
amenazaban a otras empresas con llevarlas a juicio por infringirlas. Su objetivo no era llegar a
juicio, sino alcanzar un rápido acuerdo extrajudicial con la víctima.
Todos los años, hay miles de casos en las cortes de Estados Unidos.
Entre 2013 y 2017, cuando estos casos fueron resueltos por un jurado, se otorgó una mediana de
10,2 millones de dólares por daños por caso. Cuando el caso fue resuelto fuera de la corte, el
monto de daños fue de sólo 1,9 millones.
Hasta hace unos años, muchos de estos casos se resolvían en el distrito este de Texas. Se convirtió
en el lugar favorito para presentar demandas de patentes por su velocidad para procesar los
casos, la probabilidad de que el caso llegara a juicio, y la simpatía de sus jurados hacia los dueños
de las patentes. Todo esto hacía que los juicios por incumplimiento en este distrito fuesen más
rentables para los trolls.
Sin embargo, en mayo de 2017, la Corte Suprema acabó con la posibilidad de que los abogados
eligieran el lugar donde presentar la demanda por incumplimiento de patentes. La Corte
dictaminó que el caso debía presentarse en el estado donde estaba radicada la empresa a
denunciar.
De pronto, para los trolls se volvió importante conocer los antecedentes de jueces, abogados y
tribunales en Delaware, California o New Jersey.
En sus oficinas de Menlo Park, en Silicon Valley, la empresa Lex Machina recoge tantas sentencias
de cortes de Estados Unidos como sea capaz de conseguir.
Su presidente, Josh Becker, sostiene que tres cuartos de las 100 firmas de abogados más
importantes de Estados Unidos son clientes de Lex Machina.
La idea detrás de Lex Machina (que, como Ravel, ahora es propiedad de LexisNexis) es permitir a
las empresas y a sus abogados estimar sus chances de ganar un caso tan pronto como son
notificadas de la demanda. Para realizar estos cálculos, usan información como cuántas veces el
abogado de la otra parte presentó ciertos tipos de casos, en qué tribunal, con qué tasa de éxito, a
quiénes representaron y a qué abogados se enfrentaron. Una vez que un juez ha sido asignado al
caso, las compañías de legal analytics proporcionan estadísticas sobre su desempeño.
Lex Machina, surgida en la Facultad de Derecho de Stanford, empezó con litigios de propiedad
intelectual. Una vez que tuvo acceso a la gran base de datos de LexisNexis, se expandió a otras
áreas de la ley de alto volumen de casos como empleo, impuestos, negligencia médica, seguros y
quiebras.
Pocos minutos después de que aparece la alerta, el equipo legal de la empresa demandada
empieza a recibir llamadas de abogados que se ofrecen para defender a la compañía.
“Tres horas después, ya empiezan a recibir propuestas completas. Esto incluye asesoramiento
sobre la estrategia y el personal a utilizar en el caso. Todo esto, respaldado por datos. Para ser
contratado, tienes que presentar un argumento muy convincente de por qué puedes manejar su
caso mejor que otros”.
A medida que se extienden los casos de uso del legal analytics, también surgen más empresas para
satisfacer la demanda. Entre ellas se encuentra Premonition, con sede en Nueva York, que provee
datos sobre el historial de litigios de jueces, abogados y bufetes de abogados, incluidas las tasas de
victorias / derrotas para juicios en comparación con los competidores, las tasas de éxito de
diferentes tipos de demanda en tribunales individuales y una base de datos de quien demanda y
quien es demandado con mayor frecuencia.
Empresas como Casetext y Judicata ofrecen un análisis en profundidad de los documentos legales
más relevantes para el caso en que un abogado está trabajando, como casos similares presentados
por otras firmas, el historial de casos relevantes y las citas de los jueces.
Blue J Legal, con sede en Toronto, analiza fallos de tribunales canadienses sobre impuestos y
empleo. Tras pedir a sus clientes que respondan preguntas sobre sus circunstancias individuales,
su software produce una lista de casos similares, citas relevantes y una evaluación en términos
porcentuales de las probabilidades de ganar o perder del cliente.
Los Desafíos de la Justicia de Datos.
El avance hacia la justicia basada en datos tiene un gran desafío: la falta de datos.
Alrededor del 90% de los litigios civiles se retira o se resuelve fuera de los tribunales. Esto significa
que los documentos del caso nunca se hacen públicos.
Además, los documentos judiciales son relativamente fáciles de conseguir en Estados Unidos. Pero
en otras jurisdicciones, incluida Gran Bretaña, obtener datos sobre la jurisprudencia es mucho más
difícil. Bailii, la principal base de datos en línea del Reino Unido, ha mejorado el acceso público a
los datos judiciales en las últimas dos décadas, pero sufre de lagunas en documentos históricos y
muchas dificultades para mantenerse al día con los nuevos.
En áreas donde los datos son difíciles de obtener, la firma de abogados Herbert Smith Freehills
creó una pequeña “inteligencia colectiva” de abogados reales para evaluar los casos.
Esta herramienta, llamada Decision Analysis, pondera el riesgo de cada etapa de un caso. Evalúa,
por ejemplo, si una empresa no cumplió con sus obligaciones hacia un cliente y qué factores
podrían determinar los daños.
“En tribunales que tratan casos del tipo ‘resbalones y caídas’, hay un rico conjunto de datos. En
litigios comerciales es difícil encontrar cinco casos similares, y mucho menos 5.000. Pero cada vez
con más frecuencia los clientes piden propuestas que incluyan una estimación de la probabilidad
de ganar… Esta herramienta intenta capturar el juicio del equipo legal y ayudar a un cliente a
comprender mejor los riesgos de un litigio”.
A pesar de todo el bombo publicitario sobre los legal analytics, Pablo Arredondo, miembro del
Centro de Informática Legal de Stanford y cofundador de Casetext, dice que hay límites para lo
que los datos pueden mostrar. Dice:
“Las demostraciones de análisis de jueces que he visto hasta la fecha oscilan entre lo obvio y lo
estadísticamente irrelevante. Saber dónde presentar una demanda o estimar cuánto tiempo
durará un caso es indudablemente importante en el desarrollo de una estrategia. Pero algunos
casos, como Ashcroft vs. Iqbal, se citan tan comúnmente que son inútiles para obtener el perfil de
un juez individual”.
Los defensores de legal analytics insisten en que es solo cuestión de tiempo antes de que haya
conjuntos de datos masivos para cubrir amplias áreas de la ley. Y afirman que esto conducirá a un
mejor sistema de justicia.
Desde mostrar qué casos son una pérdida de tiempo y dinero hasta exponer qué jueces son
rebeldes y atípicos, creen que el uso de datos puede mejorar la forma en que funciona el sistema
legal.
“A medida que ampliamos nuestro conjunto de datos, esperamos que el ministerio de justicia y los
reguladores vean cómo se aplica justicia en todo el país y dónde están las inconsistencias”, dice
Edward Bird, director de Solomonic, una compañía del Reino Unido formada por un grupo de
abogados comerciales y científicos de datos que intenta replicar algunos de los modelos analíticos
de Estados Unidos.
“Los mejores jueces en los tribunales comerciales del Reino Unido son extremadamente
consistentes. Pero en casos de menor valor, es posible que uno obtenga un resultado diferente,
dependiendo de quién sea el juez. Esto no debería ocurrir”.
Como ocurría con el mal funcionamiento del sistema de detección previa de delito en Minority
Report, también existen riesgos de poner demasiado énfasis en lo que sugieren los análisis de
datos.
“Si finalmente llegamos a un punto en que los datos realizan la predicción, ¿esto puede generar un
cortocircuito en el sistema legal?”, pregunta Bird. “¿Cómo esto afecta la posibilidad de acceso a la
justicia de un demandante a quien se le dice ‘sus probabilidades de ganar no son más que este
número, y la corte no revisará su caso?’ Esa es una gran pregunta ética”.
Esta es una versión traducida y adaptada del artículo France Kicks Data Scientists Out of Its Courts
publicado por Michael Livermore y Dan Rockmore en Slate el 21 de junio de 2019.
Gobiernos de todo el mundo están desarrollando respuestas para los cambios sociales, políticos y
económicos impulsados por la era del big data y la inteligencia artificial.
China está adoptando tecnologías de reconocimiento facial de manera generalizada. Los europeos
implementaron un “derecho al olvido” y el GDPR (Reglamento General de Protección de Datos)
que regula cómo las empresas deben proteger los datos de los ciudadanos de la Unión Europea. La
UE también creó un conjunto de principios éticos de transparencia y no discriminación para la
investigación y desarrollo en inteligencia artificial.
Ahora, Francia sancionó una ley que prohíbe el uso de legal analytics, es decir, la aplicación de
estadísticas y machine learning para predecir el comportamiento judicial.
En Estados Unidos, estas técnicas ya son habituales para optimizar estrategias de litigación. En
Francia, los abogados que las utilicen podrían enfrentar hasta cinco años de cárcel.
La nueva legislación puede entenderse como una extensión de las preocupaciones europeas sobre
la privacidad. En este caso, de los jueces.
Quienes están a favor de la ley sostienen que esta no debería tener un impacto significativo sobre
la práctica legal. Las herramientas de legal analytics pueden utilizarse, siempre y cuando no se
realice un análisis al nivel del juez individual.
Quienes se oponen a la ley sostienen que todo análisis serio de comportamiento judicial requiere
considerar las diferencias entre jueces individuales.
Por eso, dicen, esta nueva ley podría ser un serio obstáculo al desarrollo de la industria francesa
de legal analytics. Los franceses tendrán menos información sobre el funcionamiento de su
sistema judicial y menos herramientas para ayudar a los que no tienen acceso a la justicia.
Según ellos, esta ley contrasta con la actitud del gobierno de China, que recientemente abrió
millones de documentos legales al dominio público para que sean utilizados para entrenar
algoritmos de inteligencia artificial.
Algunos creen que, en el fondo, esta ley es una respuesta a los temores de que un mayor acceso a
datos judiciales podría afectar negativamente a la demanda de abogados.
Pero, más allá de cuál sea la motivación de la ley, hay razones ciertas para preocuparse por el uso
del big data en la justicia.
Sesgos.
Los datos utilizados para entrenar algoritmos surgen de humanos. Y estos pueden estar
contaminados con sesgos racistas o sexistas, que luego se transmiten al algoritmo. La máquina
aprenderá a hacer lo que un humano haría en una situación similar. Y esto podría derivar en un
resultado discriminatorio.
Por ejemplo, se ha descubierto que las herramientas de análisis de datos que se utilizan en los
procedimientos de fianza suelen asignar puntajes de riesgo más elevados a sospechosos negros.
Esto aumenta la probabilidad de que se les niegue la fianza y que pasen más tiempo en la cárcel
mientras esperan el juicio.
Desigualdad.
Históricamente, el acceso a los servicios legales dependió de los recursos económicos de una
persona. Como se sabe, el dinero compra mejores abogados.
Algunos creen que los analytics podrían agravar este fenómeno. Los ricos podrían comprar el
software más avanzado. Los demás estarían condenados a utilizar abogados humanos, con una
capacidad de memoria y procesamiento limitados.
También podría ocurrir que los sectores humildes tengan que depender de herramientas de
software de baja calidad, mientras que los de mayores recursos podrán contratar abogados
calificados y software de mayor calidad. Todo esto podría resultar en una mayor desigualdad en el
acceso a la justicia.
Más allá de los riesgos, prohibir por completo el uso de legal analytics parece ser un enfoque
equivocado, que arroja al bebé junto con el agua sucia de la bañera.
Primero, la prohibición misma podría ser ilegal, ya que es un ataque a la libertad de expresión, un
derecho protegido tanto por la Constitución de Francia como el Convenio Europeo de Derechos
Humanos.
Pero además, porque cierra las puertas a todos los beneficios que pueden derivarse de la ciencia
de datos en el campo de la justicia.
Las herramientas de inteligencia artificial pueden ampliar el acceso a la justicia y a la asesoría legal
a un público de bajos recursos.
Con frecuencia, los jueces prefieren que su comportamiento no sea sometido a un examen
externo. Es que diversas investigaciones han encontrado arbitrariedades en decisiones judiciales,
por ejemplo, en los procesos de inmigración a Estados Unidos.
Pero el público y los líderes políticos deben tener acceso a esta información. La digitalización de
documentos legales es necesaria para aquellos que investigan el funcionamiento de los tribunales.
Prohibir el análisis estadístico de las decisiones judiciales no es una solución. Pero esto no significa
que no pueda hacerse nada para anticipar y abordar los riesgos éticos planteados por la tecnología
en el sistema legal.
Lo que necesitamos son datos legales más accesibles y transparentes, y políticas públicas con
incentivos correctos.
Los gobiernos deberían abrir sus datos para que empresas e investigadores estudien el sistema
legal y desarrollen nuevas tecnologías para facilitar el acceso a la justicia.
Al mismo tiempo, los tomadores de decisiones deben ser conscientes de los riesgos y utilizar altos
estándares para evaluar a las tecnologías antes de su implementación.
Otra prioridad debería ser la financiación de investigaciones que buscan descubrir y resolver los
sesgos discriminatorios de la aplicación de tecnología en las decisiones judiciales.
En definitiva, el intento de Francia de prohibir el análisis de datos en las cortes no detendrá el uso
de legal analytics. Pero podría obstaculizar los progresos locales. En lugar de prohibir, sus líderes
políticos deberían crear canales de información abiertos y transparentes, desde los que se pueda
atender a los riesgos y beneficios de cualquier tecnología nueva que se incorpore al sistema legal.
El acceso a la justicia sigue siendo uno de los compromisos más importantes que una sociedad
tiene con sus ciudadanos. Las nuevas tecnologías pueden ayudarnos a cumplir esa promesa. Pero
sólo si vigilamos a las máquinas.
SEMANA #3
Video #1
Ahora bien, ¿cómo desarrollar este registro? Una posibilidad es delegar la responsabilidad en un
yap honesto y de excelente memoria. Alguien que no vaya a olvidar quién es el dueño de cada
piedra ni alterar los datos en beneficio propio. Pero, claro, ¿cómo están seguros de que esto no va
a ocurrir? En lugar de centralizar la tarea en un único agente, los yap crearon una base de datos
distribuida entre los miembros de toda la tribu. Cada Yap sabe de memoria a quién pertenece
cada piedra, sabe quién la talló y todas las manos por las que pasó hasta el presente. Imaginemos
que Bob vende una gallina a Alice. Acuerdan que ella pagará con la piedra que se encuentra al
oeste de la playa. Reúnen a toda la tribu y anuncian, "la piedra al oeste de la playa se transfiere de
Alice a Bob". Tras el anuncio, cada yap revisa en su base de datos mental, la piedra al oeste de la
playa, ¿es realmente de Alice? Si el consenso de la tribu dice que la piedra pertenece a Alice,
entonces la transacción es aprobada y todos los yaps actualizan su registro mental.
La nueva versión de la base de datos ahora indica que la piedra al oeste de la playa pertenece a
Bob. Si Alice quisiera volver a gastarla, cuando lo anuncie públicamente, la comunidad no aceptará
la transacción. Esa piedra ya no le pertenece. La combinación entre un registro compartido y la
realización de las transacciones en público permite a los yap mantener un sistema monetario sin
un registro centralizado. En el fondo, el "blockchain" reproduce la lógica del sistema monetario de
los yap. La genialidad de Satoshi Nakamoto fue desarrollar un ingenioso esquema de incentivos
económicos y seguridad criptográfica para que una red de computadoras anónimas pueda
mantener una única base de datos distribuida. Esa base de datos registra las transacciones y la
propiedad de un activo llamado Bitcoin. Los yap usaban otro tipo de computadora llamado
cerebro para registrar las transacciones y la propiedad de otro tipo de activo llamado piedras rai.
Como en el caso de los yap, en el "blockchain" no hay un nodo que monopoliza el registro. Como
la información está distribuida, no puede perderse y nadie puede introducir modificaciones
fraudulentas. Los yap consideraban que la base de datos distribuida entre los miembros de la tribu
era la única fuente de verdad sobre la propiedad de las piedras rai.
La red de Bitcoin considera que la base de datos distribuida entre las computadoras es la única
fuente de verdad sobre la propiedad de los bitcoins. Alice acuerda comprar un producto a Bob a
cambio de un bitcoin. Antes de entregar el producto, Bob tiene que asegurarse de que la cuenta
de Alice tenga fondos. Históricamente, esto se hizo consultando a un intermediario, como el banco
de Alice. Con el bitcoin la mecánica es diferente. Alice es propietaria de la dirección "X" en la red
de Bitcoin, representada por un largo conjunto de dígitos. Es como su cuenta bancaria de bitcoins.
Gracias a una llave privada, Alice puede realizar transacciones con los fondos de esa dirección. La
llave privada es el equivalente a su contraseña de cuenta bancaria. Bob es propietario de la
dirección "Y", también representada por un largo conjunto de dígitos. Una vez acordada la compra
del producto, Alice anuncia a la red, "transferir un bitcoin de la dirección "X" a la dirección Y". Los
nodos consultan en la base de datos compartida si hay suficientes fondos en la cuenta "X". Como
el registro es abierto, todos pueden ver cuánto dinero tiene "X". En caso de que haya la cantidad
suficiente, se transfiere un bitcoin a la cuenta Y. En el material complementario podrás aprender
más sobre la parte técnica. Aprenderás sobre el rol de los mineros en la validación de
transacciones y cómo los bitcoins se ponen en circulación.
Conceptualmente, el "blockchain" resuelve el problema del "cash" digital pensando desde los
primeros principios, ¿qué es un sistema monetario? En el fondo, es una base de datos que registra
números de cuenta y unidades. Resolver el problema del "cash" digital es resolver cómo la
información circula por redes de computadoras. La gente habitualmente conoce el "blockchain" a
través de sus aplicaciones financieras. Las criptomonedas pueden utilizarse para realizar pagos a
un costo mucho más bajo que en el sistema bancario tradicional. Sin embargo, sus implicancias
son mucho más profundas. El "blockchain" es un sistema de registro que ninguna parte puede
modificar de manera fraudulenta. Como veremos, esto tiene aplicaciones muy importantes para el
futuro de la industria legal.
Videos #2.
Los primeros registros escritos se remontan a 5.000 años atrás en la antigua Sumeria.
Estaban hechos sobre tablillas de arcilla y contenían listas de propiedad de vacas, ovejas y trigo.
Ella trató de explicar que era su casa, pero fué en vano, el registro de propiedad del Gobierno
indicaba que el dueño, era otro.
La confusión se aclaró unos meses después cuando la casa you había sido demolida.
Mariana fué víctima de una banda criminal que robaba archivos de registros de propiedad de
Honduras y reclamaba la propiedad de las tierras. Un ejemplo de cómo las [INAUDIBLE] en el
registro de propiedad pueden causar graves daños a las personas y el funcionamiento de las
sociedades. El economista Hernando De Soto estima que unos 5.000 millones de personas carecen
de títulos de propiedad confiables sobre sus bienes. Unos 2.300 millones, ni siquiera tienen el
título. Esta gente no solamente enfrenta el riesgo continuo de ser desalojada, sino que su
propiedad no puede comprarse ni venderse, ni tampoco usarse como garantía en un crédito.
Actualmente en algunos países como Georgia, la India y Singapur están experimentando con el uso
del blockchain para la construcción del registro de propiedad segura.
Alice acuerda vender un terreno a Bob, paga en el registro público de propiedad y con una firma
electrónica, la transación se registra en el block.
Cualquiera puede consultar ese registro digital y saber todas las manos por las que pasó una
propiedad. Puede verificar que el vendedor es realmente el dueño de esa tierra.
Hacer una base de datos distribuída, nadie puede borrar registros ni introducir cambios en ellos.
La tecnología del blockchain puede aplicarse a todo tipo de registro. Imaginemos firmar un
contrato con una aplicación modem, la firma en el blockchain deja en claro que el acuerdo ocurrió
y ninguna parte puede repudiarlo. Fotos tomadas por el móvil y registradas en el blockchain serían
válidas como evidencias. Estas aplicaciones serían como llevar un notario todo el día en el bolsillo.
Pero el blockchain augura una transformación que va mucho más allá que transformar los
registros de propiedad de los gobiernos. También puede traer nuevas formas de propiedad. La
tokenización es el proceso de representar un activo bajo la forma de una criptomoneda especial
llamada token.
Acciones de empresas, casas, vehículos, prácticamente todo tipo de activos puede tokenizarse.
Con esto, es posible realizar inversiones e intercambio de activos por montos muy bajos de escala
global. Las acciones que antes no ocurrían porque sus costos eran prohibitivos.
Un proyecto inmobiliario de oficinas en Nueva York podría financiarse con 50 mil pequeños
ahorristas donde cada uno aporta unos pocos dólares en forma de cripto.
Los inversores pueden estar en Argentina, Filipinas, Ecuador o Francia, para el blockchain no hay
ninguna diferencia.
Cuando esas oficinas generen ingresos por alquileres, los fondos se transmitirán automáticamente
a los poseedores de los tokens, sin comisiones de intermediación.
En el mundo deportivo un token podría representar la propiedad sobre una parte de los derechos
sobre un jugador de fútbol, así cualquiera podría ser dueño del 0.001% del pase de Messi. Ciencia
ficción, para nada. En septiembre del 2019, el basketbolista de los Brooklyn Nets, Spencer
Dinwiddie anunció la tokenización de su contrato de la NBA.
Planeaba vender sus tokens al público, los compradores recibirían pago de capitales e intereses
respaldados por el contrato de Dinwiddie.
Puedes intercambiar tu parte del contrato de Dinwiddie por un metro cuadrado del desarrollo
inmobiliario de Nueva York, que ahora está en posesión de algún pequeño inversor de Mongolia o
por un derecho sobre la producción de un barco pesquero de Perú, o por las regalías de una
canción de un grupo de música de Japón.
El blockchain pues, hora de construcción de un sistema de propiedad sobre registros seguros, una
verdadera revolución de los notarios.
¿Qué es Signatura?
Signatura es una compañía que combina tecnología de firma electrónica con certificación de
blockchain para ofrecer soluciones de certeza digital, garantizando la autoría y la fecha cierta tanto
de documentos como de procesos.
En sí misma, la firma digital ya no es novedosa. Pero añadir una capa de blockchain genera dos
novedades.
Primero, ofrece una certeza total del momento en que fue firmado un documento.
Segundo, garantiza que ese documento que fue firmado electrónicamente no pueda ser alterado
ni en una coma.
Si bien no tiene las mismas consecuencias legales ni las mismas obligaciones, es una solución
digital casi perfecta de custodia de evidencia digital.
¿Cuáles son los casos de uso más comunes para esta solución?
En primer lugar, la firma de contratos. Signatura ofrece un servicio que asegura que el contrato se
firmó en determinado momento y que no fue modificado. Esto se complementa con un servicio de
validación de identidad que se realiza con datos biométricos y de organismos públicos.
En segundo lugar, para dar garantía de custodia de fecha o información digital en casos en que lo
requiere el marco regulatorio.
Algunas empresas europeas utilizan la certificación de fecha en blockchain para cumplir con
requisitos de compliance. El regulador les exige dar una respuesta a los clientes dentro de plazos
determinados.
El blockchain sirve para certificar que la comunicación efectivamente ocurrió dentro del plazo
establecido.
En tercer lugar, algunas universidades utilizan este servicio para la emisión de diplomas digitales.
En el blockchain, queda registrado quién recibió el diploma, en qué fecha y con qué calificaciones.
Es una forma de evitar falsificaciones de títulos.
¿De qué forma la irrupción del blockchain y de estas nuevas herramientas tecnológicas va a
transformar el trabajo del notario?
Creo que la transformación será gradual.
En un primer momento, serán los mismos notarios quienes adoptarán estas nuevas herramientas.
Pueden servir para digitalizar y hacer más eficiente su trabajo.
Pero estos todavía cumplirán algunas funciones que la tecnología no puede reemplazar, como
asegurarse de que la persona que firma no esté siendo coercionada.
La tecnología siempre desplaza a los intermediarios que no aportan valor. Por eso, la profesión del
notario se irá orientando desde la certificación hacia actividades de mayor valor agregado, como el
asesoramiento.
Estas actividades de alto valor serán el refugio de los notarios frente al avance del blockchain y de
la firma electrónica.
Muchos notarios aún tienen una actitud anti tecnología. Pero deberían pensar en cómo utilizarla
para dar mayor valor a sus clientes. Quienes no lo hagan correrán el riesgo de quedar obsoletos.
Desde tu experiencia como un pionero en legaltech, ¿qué consejo darías a personas que quieran
emprender en innovación legal?
Creo que lo más difícil es enfrentar el miedo al cambio en los profesionales de la industria legal,
que es tradicionalmente conservadora.
Cuando empezamos con Signatura, cualquier iniciativa de cambio generaba resistencia. Incluso
algo tan básico como la digitalización de los legajos judiciales.
Pero ahora una nueva generación está llegando a puestos de toma de decisiones, como altos
directivos de empresas y socios de las firmas legales. Esta nueva generación viene con una
apertura mucho mayor al cambio y a intentar cosas nuevas.
Los emprendedores de legaltech de hoy enfrentan una situación más sencilla que la que
enfrentamos nosotros en los comienzos de Signatura. Es notable lo que ha cambiado el entorno
para la industria de legaltech en los últimos años.
Y otro consejo es no tener miedo al marco regulatorio. La innovación siempre empieza desde el
lado de la tecnología. Luego, las regulaciones se ajustan.
Si estás desarrollando un proyecto revolucionario, no te detengas ante zonas grises legales. Hay
que seguir adelante e impulsar cambios en el marco regulatorio. Los grandes cambios de la
humanidad siempre ocurrieron de esa manera.
Los emprendedores de legaltech deben saber que es posible innovar a nivel mundial desde la
región. Hay que animarse a estar en la vanguardia mundial, y no sólo conformarse con imitar
proyectos que ya se están desarrollando afuera.
Los emprendedores de América Latina tienen las condiciones para liderar la transformación digital
de la industria legal a nivel mundial.
Video #3.
El Código de Hammurabi fue el primer intento de codificar las leyes de una sociedad. Se trató, sin
embargo, de una excepción. Durante la mayor parte de la historia las leyes fueron orales. En el
siglo XVIII, el filósofo Jeremy Bentham advirtió que la ley oral planteaba el riesgo de la
interpretación arbitraria por parte de los jueces. Bentham propuso escribir todas las leyes del
mundo en un gran libro. Ese gran proyecto de codificación era necesario para una justicia
transparente. Pasó el tiempo y llegó la era de la red.
En 1996, el criptógrafo Nick Szabo predijo que Internet cambiaría la naturaleza de los sistemas
legales y propuso el concepto de contratos inteligentes. Los contratos legales están escritos en
lenguaje natural. Como el lenguaje es ambiguo, puede ser interpretado de manera arbitraria. La
ejecución, además, depende del sistema judicial, que suele ser lento y manipulable. Por todo esto,
las partes nunca tienen la certeza de que el acuerdo será ejecutado. Los "smart contracts", por el
contrario, están escritos en código de computadora. Este código es claro y objetivo, sin lugar para
interpretaciones arbitrarias. La ejecución se realiza de manera automática cuando se cumplen las
condiciones predefinidas. Por todo esto, las partes pueden tener una certeza casi total de que el
acuerdo se cumplirá tal como fue pactado.
En su artículo original, Szabo usaba el ejemplo de una compra de un auto. Alice y Bob firman un
"smart contract" en el que Bob se compromete a comprar el auto de Alice en cuotas. Un día Bob
deja de pagar. Como estaba estipulado en el contrato, la llave digital de Bob deja de funcionar y ya
no puede encender el motor. La ejecución es automática, Alice recupera su auto sin perder tiempo
ni dinero en la corte. ¿Cuánto le habría costado recuperar su vehículo por la vía judicial
tradicional? Primero, conseguir un abogado. Segundo, demostrar que es la dueña del auto.
Tercero, probar que tiene un contrato con Bob. Y cuarto, que Bob no cumplió con el pago
estipulado. El "smart contract" realiza de manera automática estas actividades. El incumplimiento
puede verificarse de manera inmediata en el "blockchain". Los "smart contracts" son acuerdos que
llevan su ejecución incorporada. Szabo propuso la idea de los "smart contracts" en la década del
90. Durante mucho tiempo quedó como sólo eso, una idea, hasta que en 2013 un canadiense de
19 años llamado Vitalik Buterin lanzó el desarrollo de una nueva "blockchain" llamada Ethereum.
Es una plataforma capaz de ejecutar programas de manera descentralizada.
El contrato estipula, "si en algún momento del viaje la temperatura supera el límite establecido,
entonces se dispara un pago automático al cliente". El blockchain" asegura la trazabilidad continua
del proceso y gestiona el pago de manera inmediata. Hace algunos años, la cantante británica
Imogen Heap comenzó a explorar la aplicación del "blockchain" en la industria de la música. Ella
impulsó el desarrollo de una plataforma llamada Ujo Music. Es parecida a Google Music o Spotify,
con la diferencia de que utiliza "smart contracts" para la distribución de regalías. Cuando un
usuario escucha una canción, la plataforma envía directamente las regalías correspondientes a los
músicos que colaboraron en ella. Como la información está escrita en un "blockchain" público, las
transacciones son verificables por cualquiera. Los músicos pueden saber exactamente cuántas
veces se escuchó su música y cuánto dinero generó. Este esquema puede utilizarse también en la
liquidación de dividendos a accionistas, el "smart contract" realiza un pago a cada uno en función
de la cantidad de acciones que posee y todo esto de manera transparente. El "blockchain"
inaugura una era donde los acuerdos pueden realizarse de manera económica y transparente. No
importa cuánto dinero o poder tenga alguna de las partes, no hay nada que pueda hacer para
impedir la ejecución. El contrato se ejecutará de manera irrevocable. Como el Código de
Hammurabi, los "smart contracts" están escritos sobre piedra.
¿Qué es un smart contract y por qué es importante para el futuro del derecho?
Los smart contracts (contratos inteligentes) son contratos escritos en código de computadora que
se ejecutan automáticamente y de manera inmediata.
Como correlato del mundo real, podemos pensar en una máquina expendedora. Uno coloca una
moneda y la máquina automáticamente entrega un producto.
Aunque esto es aún tema de discusión y no existe una definición universalmente aceptada,
podemos considerar que los elementos esenciales de un smart contract son la autosuficiencia, la
descentralización y los activos digitales.
La autosuficiencia significa que hay un conjunto de reglas que rigen una relación entre partes. El
código del smart contract establece qué hacer en caso de que las partes cumplan y qué hacer en
caso de que las partes no cumplan. Y estas reglas se ejecutan automáticamente.
La descentralización se refiere a que los smart contracts están típicamente asociados a la
tecnología de blockchain. La red más utilizada actualmente para la ejecución de smart contracts es
Ethereum.
Por último, los smart contracts funcionan con activos digitales. Estos pueden ser criptomonedas,
tokens o incluso criptoactivos que represente bienes del mundo físico.
Por ejemplo, si tenemos contrato inteligente que corre sobre la red de Ethereum, este puede
disponer de ethers (la criptomoneda de la red de Ethereum) y moverlos de una cuenta a otra en
función del cumplimiento o incumplimiento del contrato.
En definitiva, un smart contract es una serie de reglas que pactan dos o más partes. La diferencia
con un contrato legal es la forma de escribirlo y la manera en que se ejecuta.
¿En qué sentido los smart contracts son relevantes para el futuro del derecho?
En un mundo en que las transacciones ocurren en tiempo real y a costos muy bajos, los sistemas
de justicia son lentos y costosos.
En este contexto, los smart contracts permiten reducir significativamente los costos y tiempos de
ejecución en la administración de justicia.
Si ocurre un determinado hecho, el smart contract va a disponer lo que sea que esté previsto en el
acuerdo, sin necesidad de acudir a los tribunales. El mismo contrato actúa como juez y ejecutor.
Yo vislumbro un futuro en que uno escriba un contrato en lenguaje natural y haya una traducción
exacta a código de computadora. Esa herramienta permitiría expandir el uso de smart contracts.
¿En qué ámbitos puede esperarse mayor y menor adopción de smart contracts?
Podemos esperar una mayor adopción en todo lo vinculado al mundo digital. En especial, a lo que
refiere a activos digitales como criptomonedas y tokens.
Por el contrario, podemos esperar una menor adopción en situaciones donde se requiera de algún
intermediario para certificar si pasó o no pasó algo en el mundo físico.
En estos casos, siempre va a ser necesario cierto elemento de confianza que le quita autoridad al
carácter autoejecutable del smart contract.
Si estoy esperando que un tercero diga A o B para que el smart contract actúe de determinada
manera, se está limitando la capacidad de autosuficiencia del contrato.
Entonces, todo aquello que requiera un contacto más complejo con el mundo exterior es un
candidato más lejano a adoptar smart contracts.
¿Cómo funcionan las interfaces entre los smart contracts y el mundo legal tradicional? ¿Tienen
los smart contracts validez legal?
Actualmente, no hay una interfaz entre smart contracts y el mundo legal tradicional. Si, por alguna
razón, yo quisiera ejecutar judicialmente un smart contract, sería preciso probar su contenido a
través de los canales tradicionales.
En este caso, esto implicaría al menos una pericia informática y alguien que le pueda traducir al
juez qué es lo que dicen esas líneas de código y en qué contexto se pactaron.
Los smart contracts no encajan en absoluto en el mundo legal tradicional. Incluso podría decirse
que ambos son contradictorios. Precisamente, lo que se busca con un smart contract es una
ejecución automática, sin necesidad de que intervenga un juez.
De todas formas, se puede analizar si los smart contracts pueden llegar a tener reconocimiento
legal. Eso dependerá de las normas de cada sistema jurídico.
En el derecho argentino, el Código Civil y Comercial prevé que puedan haber contratos no
formales. En estos casos, la ley no exige una forma determinada para que el contrato tenga validez
y rige el principio de libertad de formas.
Desde esta perspectiva, podría interpretarse que los smart contracts tienen una forma escrita y
sería perfectamente válido entre las partes.
La película Fargo (1996) trata sobre las promesas. Se plantea si cumpliremos con nuestras
promesas, incluso cuando vayan contra nuestro propio interés.
Las promesas de la película no estaban respaldadas por el sistema legal. Y por un buen motivo:
esos acuerdos eran ilegales.
¿Podemos confiar en las promesas de los otros aunque no exista una fuerza del gobierno que
obligue a cumplir con los acuerdos?
En 1651, el filósofo Thomas Hobbes argumentó que, sin un Estado para garantizar la ejecución,
una promesa no tiene ningún valor:
“Si se realiza un pacto donde las partes no cumplen con su promesa inmediatamente pero confían
una en otra en el estado de naturaleza (que es una condición de guerra de todos contra todos)
ante cualquier sospecha razonable, el pacto quedará anulado. Pero si hay un poder común sobre
ambas partes con el derecho y la fuerza suficientes para obligar al cumplimiento, entonces no será
anulado. El que cumple su parte primero no tiene ninguna garantía de que el otro cumplirá
después, porque las obligaciones impuestas por las palabras son demasiado débiles para contener
la ambición, la avaricia y el odio del hombre, sin el miedo de algún poder coercitivo…”
La realización de promesas creíbles está en la base de los negocios… y de la sociedad en general.
Como Hobbes, en general suponemos que la fuerza del gobierno es el único respaldo de los
contratos.
Williamson y otros Premios Nobel, como Elinor Ostrom, dedicaron sus carreras a demostrar que
este supuesto es equivocado. En muchos casos, el sistema judicial es costoso y lento. Muchas
veces, incluso corrupto. Con mucha frecuencia, las personas son capaces de ejecutar sus promesas
y de mantener el orden social sin la necesidad de un gobierno.
En su obra Leviatán, Thomas Hobbes sostiene que la fuerza del Estado es necesaria para el
cumplimiento de los acuerdos.
Promesas, Promesas
La confianza es la base de la sociedad. Sin ella, la vida parecería el estado de naturaleza de Hobbes
– una sospecha constante, traiciones e inseguridad. Alguien podría hacer una promesa. Pero, dada
la oportunidad, podría romperla y seguir su interés propio. Esto es lo que Williamson llama
oportunismo.
Los negocios dependen de que podamos confiar en que las promesas serán cumplidas. De otro
modo, la sociedad se vería limitada únicamente a intercambios instantáneos.
Una posibilidad es sólo aceptar promesas de personas con un estricto código moral. La ventaja es
que esto no requiere instituciones ni coerción externa. Pero tiene una limitación: es difícil conocer
a la gente lo suficientemente bien como para confiar en que hagan lo correcto. E incluso las
mejores personas podrían romper sus promesas.
Otro mecanismo es la reputación. Antes de hacer un contrato con alguien, podríamos averiguar
cómo fue su comportamiento en el pasado. La reputación es muy útil en pequeñas comunidades
con transacciones reiteradas. Cuando alguien rompe su promesa, puede ser catalogado como
“poco confiable” y ser excluido de futuras interacciones. Sin embargo, la reputación es difícil de
utilizar cuando interactuamos con extraños.
El Problema de Internet.
La reputación también es difícil, porque los usuarios pueden utilizar seudónimos en lugar de sus
nombres verdaderos. Cuando alguien rompe su promesa, puede borrar su crimen creando un
nuevo seudónimo con una reputación limpia. (Nisan 2007, 682)
Una de ellas es sencillamente desconfiar de todos los recién llegados, porque podrían estar
utilizando una nueva identidad para ocultar una mala reputación.
Otra posibilidad es asegurarse de que cada seudónimo esté atado a una persona o negocio real,
para que no sea posible escapar de una mala reputación.
Entonces, ¿por qué no creamos simplemente un sistema de reputación global conectado con
nuestras identidades reales?
Eso es exactamente lo que está haciendo China. Las personas con bajos puntajes de reputación
(incluyendo las que critican al gobierno) pueden ser castigadas en todos los aspectos de sus vidas:
conexiones a Internet más lentas, restricciones en el acceso a restaurantes y limitaciones en el
derecho a viajar.
Esas personas tienen grandes dificultades en conseguir trabajo, alquilar departamentos y obtener
créditos. Así, un sistema de reputación global puede terminar siendo menos sobre cumplimiento
de promesas que sobre obediencia a la autoridad.
Es claro que los mecanismos de ejecución de promesas tradicionales son difíciles de aplicar en
Internet.
La ética personal es ideal, pero poco práctica. Los sistemas de reputación deben ser
cuidadosamente diseñados para evitar que se transformen en “básicamente una versión de los
métodos de vigilancia del Partido Comunista” (Botsman 2017).
Y las leyes estatales no pueden aplicarse fácilmente a personas en diferentes países, porque cada
jurisdicción geográfica tiene su propio sistema legal, y hay pocas chances de obligar a un individuo
de Internet (especialmente si es anónimo) a comparecer en la corte en un país diferente.
Los mecanismos de ejecución son meramente herramientas que deben usarse cuando sean útiles.
Como un martillo o un destornillador, cada herramienta está hecha para aplicarse en una situación
diferente.
Como las herramientas, los mecanismos de ejecución están sujetos a innovación. Por cientos de
años, desde la época de Hobbes, nos hemos acostumbrado a pensar en los contratos como
acuerdos legales que deben ejecutarse a través del sistema judicial. Pero la ejecución judicial es
sólo una de todas las posibles maneras de ejecutar promesas. Y debemos estar abiertos a la
posibilidad de que pueda ser mejorada.
Los contratos inteligentes no son legalmente ejecutables. Pero esa es una de sus ventajas. Estos
contratos son ejecutados por fuera de la ley y de las jurisdicciones legales, sin necesidad de un
gobierno.
Dado que las jurisdicciones legales están atadas a nuestra ubicación geográfica y que muchos
países tienen instituciones frágiles o poco confiables, esto representa un enorme avance social.
Con sólo una conexión a Internet, una persona de alguno de los países más pobres del mundo
puede realizar transacciones con compromisos creíbles con alguien de los Estados Unidos, con la
misma facilidad que si fuese estadounidense. Al crear confianza donde antes no la había, los
contratos inteligentes abren el mundo como nunca antes había sido posible.
Contratos Inteligentes
La idea de contratos inteligentes nació a mediados de la década del ‘90, cuando el programador
Nick Szabo publicó una serie de artículos explicando su potencial.
Como una máquina expendedora, los contratos inteligentes dependen de maquinaria para su
ejecución. Pero no se trata de maquinaria física. Los contratos inteligentes son código que corre
sobre una blockchain.
A pesar de lo que sugiere su nombre, los contratos inteligentes no tienen nada que ver con la
inteligencia artificial. Lo “inteligente” se refiere a su carácter de ejecución automática. Los
contratos inteligentes son inmutables, lo que significa que el código no puede cambiarse. Para los
propósitos del contrato, esto es bueno, porque es imposible romper una promesa si uno no tiene
la oportunidad de hacerlo.
Para los programadores, sin embargo, la inmutabilidad presenta un desafío especial. Todo código
tiene errores. Un código que no puede ser alterado debe ser escrito cuidadosamente, ya que no
puede corregirse después de ser publicado.
Nick Szabo, creador del concepto de contratos inteligentes en la década del ‘90.
Un contrato inteligente puede ser tan sencillo como una transferencia de dinero desde una cuenta
a otra. O puede ser muy complicado.
Una limitación importante es que los contratos inteligentes sólo pueden transferir activos digitales
que están definidos en un blockchain, como criptomonedas.
Esto puede ser un problema ya que las criptomonedas aún no son ampliamente utilizadas. Pero
esto no debería ser tan grave. Transferir dinero bajo ciertas condiciones es algo que hacen todos
los contratos. Contratos que incluyen objetos físicos pueden ejecutarse también, a condición de
que exista alguna garantía que la parte en falta pierde si no cumple con su promesa.
Otra limitacion es que los contratos inteligentes no pueden acceder a información externa, salvo
que haya alguna forma de escribirla en el blockchain.
Por ejemplo, un contrato inteligente por sí mismo no tiene acceso a información sobre el estado
del tiempo. Para que la ejecución de un contrato sea condicional a la temperatura (por ejemplo,
realizar un pago si la temperatura se mantiene por debajo de 10 grados durante más de cinco días)
se requiere una tercera parte que tome los datos desde una API de estado del tiempo y la escriba
en el blockchain de una manera que sea accesible a otros usuarios. Esa fuente confiable de datos
se llama oráculo.
Ventajas y Desventajas.
Los contratos inteligentes tienen muchas limitaciones. Pero solemos olvidar que los sistemas de
justicia estatales tienen limitaciones también. No deberíamos comparar a los contratos
inteligentes con una versión idealizada de los contratos ejecutados por el sistema judicial.
Primero, el acceso al sistema judicial está racionado y hay mucha gente en fila para acceder al
servicio. Los casos pueden demorar años o incluso décadas. Por la lentitud de las cortes, muchas
empresas utilizan cláusulas de arbitraje privado para resolver sus disputas de manera extrajudicial.
Otra limitación radica en que, dado que la corte es una tercera parte externa, en caso de que haya
una ruptura del contrato, sólo puede intentar adivinar los verdaderos daños que sufrió el
damnificado. Preguntar a la parte perjudicada cuánto valía para ella el cumplimiento del contrato
no es muy útil. Esa parte no tiene ningún incentivo en reportar honestamente los daños.
El sistema judicial intenta utilizar su mejor juicio para determinar el monto de los daños. Pero,
como dice el profesor de derecho de Georgetown Randy Barnett:
“Cualquier estimación legal de daños intenta cuantificar u objetivizar algo que es en realidad
subjetivo e imposible de medir…” (Barnett 2010).
Una solución es que las partes escriban sus valuaciones explícitamente en el contrato. Sin
embargo, las cortes podrían decidir no ejecutar ese monto de daños si creen que es injusto.
Por todo esto, incluso en los países con las mejores instituciones, los contratos ejecutados
judicialmente tienen limitaciones intrínsecas y objetivos paternalistas.
Los contratos inteligentes no son contratos legales. En muchos casos, no pueden ser un buen
reemplazo de los contratos tradicionales. Sin embargo, son una nueva herramienta en nuestra
limitada caja de herramientas. Nos permiten hacer promesas – incluso con extraños – sin la
necesidad de ejecución del gobierno, algo que por muchos siglos se consideró imposible.
En las próximas décadas, los contratos inteligentes van a dar a personas de todo el mundo el
poder de hacer acuerdos unas con otras a pesar de instituciones corruptas y rotas, y transformar
millones de vidas.
Semana #4
Video #1
Cada año hay unos 1.000 millones de conflictos legales en todo el mundo. La mitad se consideran
serios, 60 por ciento son temas de familia, empleo, penales y disputas por tierras y vecinos. Solo
en un 15 por ciento de estos casos la víctima consulta a un abogado. Apenas un cinco por ciento
de las consultas acaban en un procedimiento judicial. En siete de cada diez casos, la víctima queda
disconforme con el proceso.
Las Naciones Unidas consideran el acceso de la justicia como un derecho humano. Sin embargo,
las estadísticas muestran que este derecho se encuentra muy restringido. La diferencia entre el
número de casos serios y los que llegan frente a un tribunal se conoce como brecha de justicia. En
ellos, la víctima no recibe una respuesta adecuada del sistema judicial. A nivel mundial, la brecha
de justicia es de unos 420 millones de casos serios por año. En Europa y Norteamérica, la brecha
es mayor en derecho comercial y de consumo. En países de ingresos medios es más grave en el
ámbito laboral. Por ejemplo, personas que no pueden acceder a la justicia para resolver conflictos
con un empleador. En países de bajos ingresos, los mayores problemas están en el ámbito penal.
Muchos crímenes ni siquiera son denunciados. Más allá de las diferencias regionales, la raíz es la
misma, la justicia es lenta y costosa. En muchos lugares, además, es altamente corrupta. La
revolución digital tiende a agravar la brecha. Los sistemas judiciales se construyeron en una época
en que las comunicaciones eran en persona o por carta. La llegada de Internet produjo situaciones
que nadie hubiese imaginado décadas atrás.
Alice es una emprendedora de Francia. Contrata a Bob, que vive en Guatemala, para diseñar un
sitio web. Surge una disputa. ¿Tiene sentido para Alice ver a un abogado en Guatemala por un
caso de pocos cientos de dólares? Marcos es un pequeño inversor de Filipinas. En una campaña de
"crowdfunding" invierte 50 dólares en un proyecto de Argentina. Marcos cree que el equipo no
cumplió con su promesa. ¿Tiene sentido iniciar una demanda a 20.000 kilómetros de distancia?
Una mañana, Carlos encendió su PC y vio el siguiente texto en la pantalla "Su computadora ha sido
bloqueada. Envíe un bitcoin a esta dirección o todos sus datos serán borrados". Este tipo de delito,
conocido como "ransomware", es un secuestro virtual de una computadora. ¿Cómo iniciar un
procedimiento judicial contra un delincuente anónimo? Estos casos nos muestran cómo la
economía global y digital puede ampliar la brecha de justicia. No existen foros judiciales para estos
reclamos. Los sistemas judiciales tradicionales fueron creados para disputas domésticas. El
arbitraje internacional sí puede resolver casos entre jurisdicciones, pero solo cuando hay grandes
montos en juego.
Texto #1
Ya terminando el 2019 podemos decir sin muchas dudas que se trata de un año que ha regalado
imágenes e hitos que ayudan a achicar las barreras que separan la realidad de la ciencia ficción.
Poco tiempo atrás vimos que en las manifestaciones callejeras de Hong Kong, los manifestantes
prodemocracia utilizaban láseres para dificultar el reconocimiento de patrones faciales que
realizan los algoritmos, dado que estos sistemas son la herramienta que utilizó la policía y las
autoridades para identificar manifestantes. La inteligencia artificial que nutre este software está el
centro de la polémica: su "efectividad" y su legalidad la colocan hoy en un caluroso debate global
sobre su uso del que la Argentina no está exenta.
Este también es un año donde se han consolidado definitivamente los deepfakes . Mas allá del
asombro y hasta la diversión que puede provocar el sofisticado uso de estas tecnologías, lo que
subyace es qué tanto daño pueden provocar en la era de las fake news y la desinformación.
Por ejemplo, Lyrebird, una startup con sede en Montreal , utiliza inteligencia artificial para recrear
voces: si se le ofrece al software un fragmento de audio hablado por una persona, se le puede
hacer decir lo que sea con esa misma voz.
Con estas tecnologías, están en juego la protección de los derechos de las personas y el perjuicio
contra instituciones, políticos y celebridades en un contexto donde la actualización de la
legislación aún no tiene la velocidad exponencial del cambio tecnológico.
"La privacidad en la era digital es un tema recurrente que deriva en muchas complicaciones
legales, por consecuencia, el Derecho sobre la Privacidad Individual será un campo de la abogacía
que estará en auge", destaca Juan Bello, VP Digital Solutions de GlobalLogic Argentina.
"Hace días me preguntaba si podía suceder lo que muestra la serie de HBO de corte futurista Years
and Years y ahora mismo tengo la sensación que está ocurriendo, está sucediendo. Y estos
cambios, si bien son facilitados por la tecnología, son cambios humanos" -aporta Diego Luque,
Partner y Chief Strategy Officer de Picnic Latam-; estamos en una época en pleno movimiento,
ante un cambio de era, moldeando el futuro entre la ilusión de mejoras y la incertidumbre".
Sin duda, nos encontramos frente a territorios no explorados donde el derecho está lejos de llegar.
dnaNUDGE es una startup que abrió sus puertas este noviembre en Londres instando a las
personas a un "mejor estilo de vida basado en tu ADN". La propuesta es mejorar las decisiones de
compra teniendo en cuenta la información genética. En el otro lado, ya hay empresas como
Nebula Genomics que ofrecen a las personas ser dueñas del propio código genético para evitar
que pueda ser explotado (el patentamiento del código genético humano está dando vueltas desde
su primera secuenciación en 2000 ).
Hu-manity.co por su parte, es una empresa que busca que los particulares puedan monetizar su
propia información médica. Pero hay un tema ético y legal: ¿con qué fines se explotaría esa
información? ¿puede la difusión de esos datos volverse en contra de las personas, de sus derechos
o acceso a salud, seguros, trabajo? ¿Cómo evitar que gente en situación de necesidad pueda ser
explotada?
Y proyectos como hereafter.ai parecen ir tras la idea de que muerte no equivale a olvido. Su
creador construyó un chatbot que responde como su padre muerto. Luego de compilar
grabaciones orales las convirtió en un "Dadbot", una especie de asistente de voz que responde a
las consultas con la cadencia familiar de su padre. Su proyecto intenta que se "capturar el
verdadero espíritu de las personas y permitir que sus historias se vuelvan inmortales para sus
seres queridos".
¿Habrá que aclarar en los testamentos si no queremos que nuestra voz ni nuestra imagen sean
utilizadas de manera alguna luego de nuestra muerte?
En su libro "Inevitable", Kevin Kelly -editor de Wired y escritor- afirma que todo lo digital puede
replicarse. "Es un mundo donde el software se sigue comiendo al mundo, es probable que todas
las características que nos hacen seres humanos sean replicables. Estamos pensando más en
entrar en un sistema que en las consecuencias de ello", explica Edwin Rager, especialista en
estrategia.
Para Fernando Tomeo, abogado especialista en Derecho Digital, Privacidad y Datos Personales, el
derecho del futuro pasará por aspectos vinculados a la industria del algoritmo, internet de las
cosas y el universo de la inteligencia artificial. "Todos ellos impactan definitivamente en la
identidad digital, la protección de la privacidad y datos personales de los ciudadanos. Será muy
importante el trabajo de educación y concientización digital desde la familia, la institución escolar
y el Estado como así también una regulación seria y razonable sobre tecnologías disruptivas".
Los algoritmos tienden a a reproducir el sesgo de quienes los formularon o de los datos que usan
para mejorar Crédito: Shutterstock
Otro supuesto más mundano surge de los daños que pueden derivarse de la realidad aumentada.
"Por ejemplo: si no hay un espacio preservado para una sesión de realidad aumentada, y salgo con
una espada y una máscara de realidad virtual a matar guerreros imaginarios por la calle Florida,
puedo generar daños a los transeúntes. Idéntica situación ya se está planteando con el desarrollo
de los vehículos autónomos y los daños que producen a los peatones, de hecho ya hay demandas
planteadas en EE.UU. por sendos casos ocurridos ", ejemplifica Agustín Allende, abogado
especialista en Regulaciones y Compliance en Nuevas Tecnologías.
También hay nuevos ámbitos donde lo ético se cruza con el desarrollo de tecnología. Angeles
Cortesi, directora de LOBO y especialista en diseño de futuros, cree que los desafíos más difíciles
de resolver van a venir del lado de la revolución en la ciencias de la vida. "Cuando sea posible
engendrar un niño de forma sintética, o que solo algunos puedan acceder a la tecnología que
permite prolongar la vida, vendrán los mayores desafíos: ¿cómo conviven estas posibilidades con
nuestros conceptos actuales de derecho a la vida, maternidad, paternidad?", reflexiona.
De acuerdo con Allende, uno de los roles de los abogados del futuro va a ser detectar y tratar de
corregir los sesgos que arrojen los algoritmos y afecten de alguna manera los derechos de los
ciudadanos. "Imaginemos el caso de la justicia predictiva que me deniegue una excarcelación o
eximición de prisión por considerar en forma equivocada mi probabilidad de cometer delitos
futuros. No aceptarme como miembro de una compañía de seguro por mi riesgo a enfermarme en
virtud de las conductas que surgen de diferentes elementos (sensores, conductas en Internet que
hacen predecir que no hago deporte, me alimento en forma desordenada y productos no
saludables). Ya existen regulaciones concretas, como en Nueva York, que regula la utilización de
algoritmos por parte de la Administración Pública".
Juan Pablo Altmark, Presidente de la Asociación Latinoamericana de Privacidad, afirma que es muy
probable que en el futuro se vean casos de discriminación producidos por los propios algoritmos. Y
cita el proyecto piloto chino de Sistema de Crédito Social , actualmente en testeo en 12 ciudades.
El objetivo es analizar conductas cotidianas y que las mismas tengan créditos, lo cual iría
generando un puntaje de cada ciudadano de acuerdo a su aporte a la comunidad, permitiéndole
acceso a mejores trabajos, mejores servicios de salud, mejor educación para sus hijos, más tiempo
libre, etc. "Lo opuesto ocurriría con aquellas personas que no aporten lo suficiente. El algoritmo no
solo analiza el comportamiento de la persona sino también el de sus contactos, fomentando un
aislamiento de aquellos individuos indeseados para el sistema".
Yendo a otro terreno, la inteligencia artificial abre otros interrogantes. No hace mucho se vendió la
primera pintura generada por una AI , pero la persona que escribió el código original no recibió
nada de dinero por la venta. "¿Quién se llevará la regalías por derechos de autor si el día de
mañana generamos un actor digital que sea la mezcla de dos o más personas reales? Y si una AI
genera una melodía a partir de canciones de los Beatles: ¿a quién pertenece la canción? El
problema que enfrentamos es que la tecnología avanza mucho más rápido que la cultura y la
legislación", se pregunta Rager.
"Hasta ahora nos hemos regido por normas que estaban prefabricadas, fenómenos que remitían a
otros casos como base de jurisprudencia, pero en el último tiempo surgieron diversas situaciones
que hacen que la concepción de qué es público y qué es privado quede absolutamente fuera de
época. Los hechos suceden más rápido que nuestro tiempo de procesamiento", subraya Luque.
En el marco del lanzamiento de los teléfonos inteligentes Pixel 4 de Google, de un nuevo altavoz
inteligente (Nest) y otros productos, fue muy comentada la declaración de Rick Osterloh, jefe de
dispositivos de Google al responder una consulta de un periodista, sobre si los dueños de casa
deben advertirle a sus huéspedes que los dispositivos inteligentes, como un parlante como Nest o
Amazon Echo, están en uso antes de ingresar hogar. "Nunca lo había pensando de esa manera. Lo
haría cuando alguien entrara a mi casa, y probablemente sea algo que los productos mismos
deberían tratar de indicar", se apuró a decir al ejecutivo.
"Asistentes virtuales y demás dispositivos conectados a internet requieren estar alineados con las
leyes de protección de datos, donde "privacidad por defecto" y "seguridad por defecto" deberían
ser la norma. La masificación en el uso del 5G requerirá mayor compromiso de todos los actores",
alerta Daniel Monastersky, abogado especialista en delitos informáticos.
Los conflictos entre el derecho y la tecnología del futuro seguramente estarán ligados al impacto
que tenga el análisis de datos a escala masiva, lo que plantea un fuerte dilema.
"La posibilidad que pueda predecir conductas o inclusive modificarlas tendrá un impacto a nivel
legal. Pero, si se prohíbe o restringe fuertemente, ¿qué debería hacerse con los otros ámbitos
donde el uso masivo de datos tendrá un beneficio evidente para la sociedad? Por ejemplo, el uso
masivo de datos para predecir el comportamiento y atacar de la mejor forma células cancerígenas
constituye un beneficio evidente para la sociedad toda, no solo desde el punto de vista de la salud,
sino de manejos sanitarios, etc.", señala Diego Yanni, Líder de Accenture Digital para Sudamérica
Hispana.
Con la tecnología avanzando a una velocidad distinta de las materias que se quieren regular, los
países con mayor cantidad de normas sobre el impacto digital tienen relación con el grado de
transformación digital en sus jurisdicciones. Ejemplos claros de proyectos de regulaciones en
estados como California o Washington, en EE.UU., dejan en claro que se trata de reacciones a
situaciones vividas, por ejemplo en el caso del reconocimiento facial, y los proyectos de
regulaciones después de experiencias con esa tecnología en San Francisco", especifica Mara
Kipperband, Director, Legal Counsel de Accenture para Sudamérica Hispana.
El RGPD establece un marco normativo heterogéneo en todos los países de la Unión, creando
nuevos derechos como la Portabilidad de los Datos Personales (algo así como la portabilidad
numérica implica poder llevarse los datos personales propios de una plataforma o servicio a otro)
y creando nuevas reglas de juego como la aplicación extraterritorial (es decir, que aplica a
empresas que estén fuera de la Unión Europea, pero traten datos de residentes europeos) o
nuevas obligaciones para las organizaciones como el "accountability" o la "responsabilidad
demostrada" (concepto que implica que quien debe cumplir con la norma, tiene también la
obligación de demostrar a la autoridad de control que lo hace, esto requiere procedimientos
internos, documentación, entrenamiento, auditorías).
"En Estados Unidos comienza a regir el 1 de enero próximo la ley de privacidad del Estado de
California (CCPA) que será la antesala de una norma federal de protección de privacidad y datos
personales en los Estados Unidos", explica Tomeo.
También existen proyectos de ley tales como "Data Protection Act" (establece multas del 4%
ingresos y hasta 20 años de prisión para los CEO de empresas tecnológicas que violen estándares
de privacidad y seguridad en el tratamiento de datos de ciudadanos americanos), "Algorithmic
Accountability Act" (ley sobre responsabilidad algorítmica que obliga a las grandes empresas
tecnológicas a revisar sus algoritmos periódicamente y reparar aquellos que generen decisiones
discriminatorias, injustas o imprecisas por fallas en el diseño o distorsión de datos manipulados) y
"Deceptive Experiences To Online Users Reduction Act", que prohíbe a las grandes empresas
tecnológicas utilizar diseños engañosos conocidos como "patrones oscuros" que tienen por objeto
manipular intencionalmente a los usuarios para que realicen acciones que de otra manera no
llevarían a cabo.
La legislación argentina
"La Argentina, después de haber sido pionera en algunas materias, como privacidad al inicio del
siglo, ha actuado siempre ex post facto, adoptado un acercamiento heterogéneo a la regulación de
la transformación digital, quedando rezagados en algunas áreas (privacidad) y proponiendo
normativas que facilitan la adopción de nuevas tecnologías ("cloud first policy", historia clínica
digital, etc.). Todo ello dependiendo de las jurisdicciones de que se trate: a nivel federal, de la
ciudad de Buenos Aires, etc.", señala Kipperband.
"No obstante, frente a la sanción del GDPR, el Poder Ejecutivo envió en septiembre de 2018 un
proyecto de reforma al Senado que intenta actualizar la norma equiparándola a los nuevos
estándares europeos. Lamentablemente, el proyecto aún no se debatió", apunta Altmark.
Lo palpable es que además de las lógicas dosis de asombro y optimismo, hay una fuerte sensación
de desconcierto e incertidumbre frente a la vorágine tecnológica.
Si bien la transformación digital tiene que ver con disrupciones generadas por y para las personas,
las diferentes velocidades entre el cambio tecnológico y la actualización de las instituciones
humanas exigen responsabilidad de todos los actores: hay una interpelación fundamental al
Estado y a la construcción de la sociedad, y es necesario pensar en nuevos derechos y
obligaciones, que hagan foco en la defensa de los ciudadanos y eviten los abusos tecnológicos.
Texto #2
En la meta 16.3 de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) plasmó: “Promover el estado de derecho en los planos nacional e internacional y garantizar
la igualdad de acceso a la justicia para todos”. Es decir, la necesidad de proveer justicia para todos
sin dejar a nadie atrás.
A partir de este llamado, se puede definir la brecha de justicia como la cantidad de gente que
buscando resolver un problema justiciable, no encuentre acceso a un sistema que imparta justicia.
La brecha, centrada en las experiencias de la gente buscando resolver sus problemas, incorpora
una gran diversidad de situaciones: conflictos con vecinos, problemas con la policía, dificultades
para recibir un beneficio del gobierno al que se tiene derecho, problemas por la custodia de un
menor, problemas laborales como un despido injustificado, problemas de tenencia de una
propiedad o tierra, o problemas con caseros, por mencionar los más comunes.
Otros tipos de problemas son de la índole penal, como ser víctima de un delito patrimonial o de
violencia.
Asimismo, un grupo importante de personas dentro de la brecha son aquellos excluidos de las
oportunidades que la ley provee, aquellos que no tienen documentos de identidad legal, de
tenencia de la tierra o de su vivienda, o que trabajan en la informalidad.
Finalmente, los casos más extremos son los de aquellas personas que viven en situaciones de alta
violencia, inseguridad e inestabilidad política, los que no tienen nacionalidad o aquellos que viven
en situaciones de esclavitud moderna.
Las razones que explican la existencia de la brecha son variadas: algunas personas no conocen sus
derechos o no conocen los mecanismos para resolver sus problemas, a donde acudir o con quien.
Algo muy común también es que esos mecanismos son costosos o lentos, lo cual los hace poco
accesibles para una gran parte de la población. Así, la brecha ayuda a entender donde se tiene que
hacer énfasis en la política para obtener justicia para todos.
La mayoría de los problemas son aquellos relacionados con servicios o productos defectuosos, es
decir, problemas del consumidor, seguidos de temas civiles, como conflictos con vecinos.
Sin embargo, muchos de esos problemas no son necesariamente los más severos. En la mayoría de
estos casos, no es necesario ir a un tribunal o instancia administrativa, y pueden ser resueltos
mediante un acuerdo entre las partes partes o mediante otro tipo de acuerdos o mediación, lo
cual también implica tener acceso a la justicia.
Otros problemas, aunque menos frecuentes, son más graves para las personas. Por ejemplo,
conflictos laborales o vinculados con el derecho administrativo, como los despidos injustificados,
la falta de acceso a los beneficios del gobierno o casos de corrupción. Estos problemas pueden
impactar la salud de las personas, ocasionarles estrés, o incluso problemas económicos que
pueden persistir por mucho tiempo.
Adicionalmente, América Latina tiene una amplia brecha en justicia penal. Ésta incluye a las
personas que son víctimas de un crimen que no queda resuelto, y que en muchos casos no se llega
ni a denunciar a sabiendas de la ineficacia de las autoridades.
La gente que no puede resolver sus problemas enfrenta costos por diversas razones: costos
directos por intentar resolverlos, costos por los días que dejan de trabajar como consecuencia, e
incluso los costos relacionados a problemas de salud, también consecuencia de estos problemas.
Todo ello juega en contra de los que menos tienen en el camino para el desarrollo económico.
Primero, la tecnología puede ayudar a la gente a tener un mayor acceso a información relevante
para resolver sus problemas. El acceso a la información permite que la gente conozca mejor sus
derechos, asegurando así un mayor acceso a la justicia.
Un mayor acceso a la información también permite a la gente resolver sus conflictos sin la
necesidad de acudir a un abogado o a la corte. Esto ayuda a ahorrarle tiempo a las personas
además de disminuir la carga administrativa de las cortes o juzgados.
Segundo, la tecnología permite a la gente contar con más herramientas para acceder a la justicia,
al permitir el acceso a los mecanismos de resolución de disputas o de denuncia desde sus
computadoras o teléfonos móviles. Algunos de estos avances incluyen las denuncias criminales
virtuales o la asesoría de especialistas en temas legales que de otra manera podrían implicar un
alto costo en traslados.
Tercero, la tecnología puede ayudar a las instituciones encargadas de resolver los problemas a
tener procesos más eficientes, evitando que haya cuellos de botella y que las decisiones sean más
expeditas. Esto puede darse en oficinas gubernamentales o también en ámbitos no
gubernamentales. Por ejemplo, los expedientes electrónicos y los sistemas digitales pueden
ayudar en los juzgados a reducir los tiempos del proceso.
Estamos en un momento muy importante en que es necesario entender a la justicia, no sólo como
resolución de disputas, sino también como catalizadora de desarrollo económico y social en todo
el mundo.
La ONU ha destacado al acceso a la justicia como parte de los Objetivos del Desarrollo Sostenible,
lo que implica que la justicia tiene una doble importancia: no sólo es un bien deseable por su
impacto directo en el bienestar de las personas, sino que también es un catalizador y habilitador
del desarrollo.
Es un derecho que empodera a las personas de manera que permite que los otros Objetivos del
Desarrollo Sostenible también se cumplan.
Y no es algo que sólo incumbe a los abogados ni que se vive sólo en las cortes. La justicia tiene
rostro y está en las calles de cada ciudad y cada comunidad. Las discusiones de política pública
deben tener en el centro a las personas, sus contextos y sus problemas, y no sólo a las
instituciones o a las leyes, ya que ello garantizará que surja un espectro de soluciones más amplio
y efectivo.
Video #2
Texto #3
¿Qué recuerdos tienes de tu trabajo en eBay, en los primeros tiempos de la resolución online de
disputas?
Hay una máxima de Gandhi que dice: “Primero te ignoran, después se ríen de tí, después te
combaten, y después ganas”. Esa fue mi experiencia con el Online Dispute Resolution (ODR).
Cuando uno propone nuevas ideas, la gente dice: “¡Wow! Estas ideas son súper futuristas. Nunca
van a ocurrir”.
Pero lentamente, las cosas van pasando. Y la gente empieza a ver lo que uno ya estaba viendo
desde antes. Diferentes personas llegan a eso en diferentes momentos.
En la industria del ODR, el obstáculo no es la tecnología. Uno puede programar el software para
que haga lo que uno quiera: el mayor obstáculo es la resistencia humana.
Cuando introdujimos el concepto de la Corte Comunitaria en eBay, la gente pensó: “Es una idea
interesante, pero nunca va a funcionar”. Pero cuando empezó a manejar miles de casos, la gente
dijo: “Bueno, quizá sí funcione después de todo”.
En el camino, hay muchas trampas que superar: hay que desarrollar el concepto, crear el
producto, ponerlo en manos de los usuarios y enfrentar todos los problemas que uno no había
previsto en el diseño original.
Al comienzo, teníamos que conseguir jurados, así que hicimos un llamado a voluntarios. No
sabíamos cuánta gente estaría interesada, pero nos avasalló la respuesta. Era increíble cuánta
gente quería participar.
Habíamos creado un pequeño fondo de 5000 dólares para dar cupones de descuento a los
usuarios que dedicaran su tiempo a ser jurados. Pero no gastamos ni un centavo. Había tantos
usuarios que querían ser jurados que no necesitábamos pagarles.
Teníamos más jurados que casos que resolver. Así que empezamos a armar jurados con más
gente, para que los usuarios no sintieran que los estábamos ignorando.
Por el contrario, cuando lanzamos la Corte Comunitaria en PayPal (empresa propiedad de eBay),
tuvimos el problema opuesto: no podíamos conseguir jurados. Nadie quería hacerlo.
Creo que esta diferencia se explica por la diferencia en las comunidades entre ambas plataformas.
En el caso de eBay, los usuarios sentían que formaban parte de una comunidad. Eran vendedores
que ganaban dinero y tenían una conexión con la plataforma. Y querían devolver algo de esto a la
comunidad. Querían donar algo de tiempo de servicio para mantener a eBay seguro.
En PayPal, por el contrario, los usuarios sólo eran diferentes personas pagando por bienes y
servicios. Si yo pago algo con PayPal y tú pagass algo con PayPal, no hay realmente una conexión
entre nosotros. No somos parte de una misma comunidad, como sí ocurre entre los vendedores
de eBay.
Ese como cuando uno recibe una carta en su correo para ser jurado en algún caso judicial en
Estados Unidos. Uno piensa: “Vivo en esta comunidad. Voy a hacer este servicio, incluso si
representa un sacrificio para mí. Igual voy a hacerlo porque esta es mi comunidad”.
El filósofo John Locke escribió sobre el contrato social: siento que soy miembro de algo y esa
membresía viene con ciertas obligaciones.
Creo que este es uno de los determinantes del éxito de los sistemas de resolución de disputas
basados en el crowdsourcing, como era el caso de la Corte Comunitaria. La comunidad define la
manera en que los usuarios piensan en sus obligaciones y en si tienen algo que devolver.
¿Cuál es tu visión sobre el futuro del ODR? ¿De qué forma será impactado por tecnologías como el
machine learning y el blockchain?
Creo que hay una aplicación muy clara del blockchain y los smart contracts en la industria legal.
El mundo del ODR puede beneficiarse del blockchain para crear mecanismos de ejecución
automática de contratos.
En el mundo tradicional, los contratos tienen una clásula que define algún método alternativo de
resolución de disputas, en caso de que haya algún problema.
En el mundo de Internet, los acuerdos celebrados con contratos inteligentes deberían venir con
alguna cláusula integrada de resolución online de disputas.
LegalZoom y RocketLawyer están empezando a crear smart contracts. Sería interesante que éstos
incluyeran un sistema de resolución de disputas.
Al final del día, el ODR es la aplicación de tecnología para ayudar a resolver disputas. Nuevas
tecnologías como el blockchain y el machine learning van a ser utilizadas para potenciar el ODR a
gran escala en el futuro.
Vengo impulsando el ODR desde hace años, y ahora está ocurriendo finalmente en todo el mundo.
Hay muchos desafíos, por supuesto. Pero es excitante. Creo que es la mayor oportunidad que
hemos tenido para expandir globalmente el acceso a la justicia en los últimos 100 años.
Texto #4
Empecé a trabajar en esta industria en 2004. Ese año, entré en contacto con The National Center
for Technology and Dispute Resolution de la Universidad de Massachusetts. Es el centro de
investigación y difusión de resolución en línea más importante del mundo, dirigido por un pionero
en la materia como el profesor Ethan Katsh.
En un relevamiento, ellos habían contabilizado unos 115 servicios online de resolución de disputas
en todo el mundo. Pero prácticamente no había nada en nuestra región.
Así que pensé que esta podía ser un área de desarrollo importante en América Latina.
En los primeros tiempos, la gente era muy escéptica sobre el potencial de Internet como canal
para la resolución de conflictos.
La situación empezó a mejorar cuando surgieron tecnologías más amigables con el usuario como
instrumentos de videoconferencia y de gestión asincrónica.
Un hito importante ocurrió en 2012. Ese año, con el Ministerio de Justicia de la Provincia de Salta
(Argentina), desarrollamos un programa de mediación comunitaria online. En la provincia, se
emitió la resolución 118/12, la primera que habilitó la co-mediación a distancia en la Argentina.
¿Cuáles son los rubros y tipos de conflictos en los que hubo mayor penetración del ODR?
Ahora, están desarrollando pilotos para la resolución de conflictos de manera sincrónica, en que
las partes y el mediador/árbitro están en línea en simultáneo.
Brasil, a partir de su ley de junio del 2015, habilitó el uso de internet para la resolución de
conflictos. Fue una tremenda evolución. Hoy tienen una plataforma muy importante llamada:
consumidor.gov.br.
El gobierno de Brasil tiene planes de exportar esta tecnología a otros países de la región, como
Argentina y Paraguay.
Más allá de estos avances, el desarrollo del ODR en América Latina todavía es incipiente.
Aún falta una larga tarea de evangelización. Falta que las sociedades comprendan que el proceso
de uberización de la resolución del conflicto es inevitable. La gestión de disputas a través de
celulares va a ser un elemento imprescindible en el muy corto plazo.
En los últimos tiempos, hubo un amplio desarrollo de nuevas tecnologías aplicadas a la resolución
de disputas como el machine learning y el blockchain. En vistas de estos avances, ¿cómo será un
proceso de ODR de aquí a cinco años?
Estas nuevas tecnologías van a transformar el mundo de la resolución en línea. Por ejemplo, firmar
un acuerdo de mediación o realizar proceso de arbitraje en el blockchain. O utilizar herramientas
de inteligencia artificial para resolver disputas.
Video #3
En el video anterior, vimos diferentes experiencias entre las ramas privadas para la resolución de
disputas en línea. Los consumidores se fueron acostumbrando a estos métodos, y cada vez más
empiezan a exigirlos a los gobiernos. Resolver una disputa en un sitio de e-commerce lleva unos
pocos días. Por lo que hay que esperar meses para resolver un caso en una corte estatal. Por eso
en los últimos años los gobiernos también empezaron a experimentar con la aplicación de estos
métodos en las cortes públicas. En Canadá, la provincia de British Columbia creó un tribunal en
línea para conflictos entre vecinos, accidentes de tránsito y otros pequeños reclamos. El sistema
tiene cuatro etapas. Primero, un sitio autoguiado que ayuda al usuario a resolver el problema por
su cuenta. Por ejemplo, el sitio ofrece cartas modelo que pueden enviar a la otra parte para
alcanzar una solución amigable. Si esto no funciona, el usuario puede presentar una denuncia.
Debe hacerlo por sí mismo que el tribunal no utiliza abogados. Luego, un miembro de la corte
asiste a las partes para que intenten negociar una solución. Si no se logra un acuerdo, el caso pasa
a juicio. El tribunal evalúa evidencia enviadas por las partes como contratos, emails, fotos,
etcétera. Todo el proceso ocurre en línea. Y la decisión del tribunal tiene la fuerza de una
sentencia judicial. Otra experiencia de innovación se está desarrollando en Gran Bretaña con la
corte online de su majestad. El objetivo es que todas las disputas civiles menores a 25.000 libras se
resuelvan completamente en línea. Esto incluye divorcios, juicios laborales, conflictos comerciales,
y muchas otras. La mecánica es similar a los tribunales online de British Columbia. En la ciudad
china de Hangzhou están radicadas la mayoría de las grandes empresas de e-commerce de Asia.
En 2017, el gobierno creó la corte online de Hangzhou especializada en disputas de comercio
electrónico. El tribunal trata demandas de propiedad intelectual por hasta 1.2 millones de dólares.
En casos comerciales como el de un reclamo por un préstamo impago, el monto máximo llega a
7.2 millones. El procedimiento empieza cuando una parte realiza un reclamo online. En un plazo
de 15 días se realiza una mediación por mensaje de texto o videoconferencia. Si no hay un
acuerdo, el caso va a un juicio virtual que dura unos 25 minutos y es trasmitido por streaming. Un
sistema de reconocimiento de voz genera automáticamente los registros. La evidencia es
certificada con block chain. Menos de seis meses después de empezar, la corte de Hangzhou había
tratado más de 8.000 casos. Todo el proceso, desde el comienzo de la demanda hasta la sentencia,
demora unos 46 días. La corte de Hangzhou es quizás el ejemplo actual más claro de cómo será la
justicia en el futuro.
Texto #5
En China, millones de casos judiciales actualmente son resueltos por “cortes de Internet” que no
requieren que los ciudadanos comparezcan en un juzgado físico.
Estas “cortes inteligentes” incluyen jueces robot, programados con inteligencia artificial. Si alguien
quiere presentar un caso, puede hacerlo directamente online y luego tener una audiencia digital.
Los usuarios se comunican y reciben las decisiones de la corte por mensaje de texto o algún
servicio chat.
La primera corte virtual de China se creó en 2017 en la ciudad de Hangzhou, donde están
radicadas la mayoría de las empresas de tecnología.
Según un informe de la Corte Suprema china, entre marzo y octubre de 2019, se realizaron más de
3,1 millones de trámites legales a través de la corte online. Más de un millón de ciudadanos están
registrados en el sistema, además de 73.000 abogados.
“¿Tiene el acusado alguna objeción a la evidencia enviada por el demandante?”, preguntó un juez
virtual durante una audiencia previa a un juicio. La evidencia estaba certificada en el blockchain. El
juez robot era representado por la imagen de un hombre con una toga.
El sistema, que funciona 24/7, fue diseñado con el objetivo de aliviar la carga de trabajo de los
humanos y para impulsar la velocidad y eficiencia en la resolución de casos. Aunque buena parte
del proceso se encuentra a cargo de jueces robot, hay jueces humanos que pueden intervenir en
cualquier momento.
Por el momento, la corte de Hangzhou sólo interviene en disputas digitales, como casos de e-
commerce y propiedad intelectual. Estos tipos de casos experimentaron un fuerte aumento
debido al crecimiento de los pagos móviles y los negocios online.
Las cortes virtuales de China permiten a los ciudadanos comunicarse y recibir decisiones a través
de mensajes de texto y servicios de chat.
Una de las tecnologías usadas en la corte es el blockchain, que permite almacenar la evidencia de
manera segura.
Tras establecer la corte en Hangzhou, China lanzó operaciones similares en las ciudades de Beijing
y Guangzhou.
Las cortes en todo el país también están experimentando con diferentes herramientas digitales,
dijo Zhou Qiang, juez y presidente de la Corte Suprema. Según dijo a los reporteros, en octubre de
2019, más del 90% de las cortes chinas utilizaban cierto tipo de herramientas online para
ayudarlas a lidiar con los casos.