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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1

Ética y valores en un mundo globalizado


Número 13, julio 2006
CONSEJO CONSULTIVO
de la Fundación
CONCIENCIACTIVA

Pynchas Brener
Rabino

Rosalio Castillo Lara


Cardenal

Tenzin Gyatso
Dalai Lama
C O N C I E N C I A C T I VA 21
Samuel Olson
Revista de ética y valores en un mundo globalizado Pastor

número 13, Julio 2006 Atanasio Alegre


Revista arbitrada. Gustavo Arnstein
Daniel Benaim
Patrocinada por la Fundación ConcienciActiva.
Jacobo Borges
Omar Camero
© by Fundación ConcienciActiva, 2006 Ana Cristina Castro
Amram Cohén
Centro Lido, Torre A, Piso 8, Oficina 84-A1.
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Las opiniones vertidas en cada una de las colaboraciones
Carmen Ramia
son responsabilidad de los autores.
Miguel Rodríguez
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio Aníbal Romero
sin permiso escrito de la Fundación ConcienciActiva. Gustavo Roosen
Luis Ugalde s.j.
Diseño y pre-prensa: Miguel Bustillo Jesús Soto
ISSN 1690-4710 Ramón J. Velásquez
Depósito legal pp 200302CS1479 Natán Zaidman
Pedro León Zapata
Impresión: Impresos Minipres, c.a. Guillermo Zuloaga

Impreso en Venezuela
Printed in Venezuela
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1

sumario

Sobre este número:


Decurso, discurso y contemporaneidad 7

François Eymard-Duvernay et al.


Valores, coordinación y racionalidad 15

Alexis Alzuru
Ética, política y democracia 63

Rafael Arráiz Lucca


Recogiendo las velas
(1995-2001) 119

Álvaro Contreras
Calles y vagancia
(La ciudad de Roberto Arlt) 139

Julio Barroeta
Risa y sonrisa te traerán las costumbres 155
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1

colaboradores
de este número
Alexix Alzuru
Doctor en Ciencias Políticas. Profesor del Centro de Estudios
de Postgrado en la UCV. Entre sus publicaciones se cuentan:
Racionalidad, política y legitimidad del Estado (1994), América
latina, perspectivas de la democracia, (1993), Ética y política en
la decisión pública, (1993).

Arráiz Lucca, Rafael


Profesor Titular Unimet, Magister en Historia de Venezuela,
UCAB (Summa cum laude). Decano-Director del Centro de
Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri. Individuo de
Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Entre sus
obras figuran: Los poemarios Balizaje (1983) y Plexo solar
(2002), junto con El coro de las voces solitarias, una historia de
la poesía venezolana.

Julio Barroeta Lara


Licenciado en Periodismo y en Letras. Maestría en literatura
latinoamericana. Doctor en Historia. Director de la “página de
opinión” de El Nacional durante muchos años.
Entre sus obras figuran: Los caraqueños vistos por los
costumbritas del siglo XIX, Julio Garmendia entre líneas, Una
tribuna para los godos.
Álvaro Contreras
Profesor de literatura hispanoamericana, adscrito al Instituto
de Investigaciones Literarias de la Universidad de los Andes.
Magíster en literatura iberoamericana. Doctor en filología
española. Ha publicado: Experiencia y narración (1998) y La
barbarie amable (2004).

François Eymard-Duvernay, Olivier Favereau, André


Orléan, Robert Salais, Laurent Thévenot
Este grupo de autores, al frente de los cuales se encuentra
Laurent Thévenot, forma parte del Instituto de Altos Estudios
Sociales de París.
sobre este número

DECURSO,
DISCURSO
Y

CONTEMPORANEIDAD

F inalizando el otoño del año 1951,


la celebración de las famosas
Rencontres de Ginebra, esta vez
bajo el lema “Hombre y cultura del siglo
XX”, atrajo una importante redada de
pensadores europeos, de hecho, la tropa
mejor uniformada de la vida intelectual
del momento. Se contaban entre otros,
Maurice Merleau-Ponty, quien habló so-
bre el hombre y la adversidad, Jules Ro-
man, A. Rheinwald, Marcel Griaulle, Jean
Danielou, erigido luego a la dignidad car-
denalicia y muerto en 1976, bajo extrañas
circunstancias, Henry Baruk, y el poeta

la direcciÓn
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

árabe G.A. Raadi. Dentro de este marco pronunció José


Ortega y Gasset una conferencia sobre el pasado y por-
venir para el hombre actual, título que llevaba implí-
cito, de alguna manera los dos temas de mayor recu-
rrencia en la novela europea de mayor calado: el pasa-
do inaprensible de Proust y el igualmente inaprensible
presente de Joyce.
En la posterior discusión una vez concluida la ex-
posición, el poeta Raadi, tomando quizás demasiado al
pie de la letra lo que en puridad significaba la palabra
rencontre, Begegnung o encuentro, en el sentido de to-
par con alguien más o menos hostil, recriminó a Orte-
ga que su dificultad para entender la conferencia se de-
bía, más que a su ignorancia sobre el asunto, a una
cuestión de método y procedimiento. Para ilustrar lo
que quería decir, cargó sobre Ortega con una fábula in-
serta en una de las epopeyas místicas de la literatura
árabe: “Un hombre –contó– había sabido que existía en
cierto lugar un tesoro y estaba naturalmente muy in-
trigado. Entonces tuvo un sueño. Soñó que alguien se
le aparecía, diciendole lo siguiente: Toma tu arco y una
flecha y tira la flecha. Allí donde caiga, encontrarás un
tesoro.
Al día siguiente, salió el hombre al campo, tensó
el arco todo lo que pudo y con el mayor esfuerzo, lan-
zó la flecha. Fue inmediatamente al encuentro, pero no
halló nada. Esto lo repitió un día y otro, cada vez con
mayor intensidad, sin encontrara nunca nada, hasta
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

que se desalentó por completo. Una noche que se ha-


bía dormido en la desesperanza, volvió a aparecérsele
alguien y le dijo: Te había dicho que lanzaras la flecha
y no que te esforzaras para que llegara más lejos”.
Ortega manifestó que había mantenido siempre
cierta debilidad por esta imagen en la que el hombre
es una flecha. El hombre es una flecha que se siente
lanzada y no sabe por qué y se ha olvidado del blanco.
No sabe hacia donde va. Va.
Pues bien, ésta del arquero, junto con la del ca-
zador y la del nauta, fueron las tres metáforas que Or-
tega utilizó en ese riquísimo mundo de los modos de
ser del hombre, tema recurrente en su pensamiento.
Convendría no olvidar que aquellos de 1951 eran
tiempos de reconstrucción moral y material de pos-
guerra y estaban escoltados, por tanto, por la desgra-
cia y la incertidumbre.
En un texto luminoso Jaspers había escrito lo si-
guiente: “La comunicación de masas ha producido una
ordenación de la vida por carriles regulares reglamen-
tada, en virtud de la cual los hombres han quedado en-
lazados técnicamente en la actividad funcional, pero
no íntimamente desde la historicidad. El vacío de in-
satisfacción que deja el mero cumplimiento y la per-
plejidad cuando falla el carril, han desarrollado una
soledad de alma jamás vista, que se quiere ocultar a sí
misma y trata inútilmente de anularse en lo erótico y
en lo irracional, hasta que al fin por su virtud se llega
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

a comprender la gravedad de la tarea de buscar una co-


municación de hombre a hombre en lo profundo”.
Ortega, víctima de este extrañamiento, sabía qué
era ese sobrecogimiento por la incertidumbre de lo
porvenir. Citó de Montaigne la bella expresión de que
el hombre es una realidad ondulante y diversa y evo-
có a Condorcet como un hombre que sabiéndose muy
bien a Europa, había sido no sólo el representante del
fin du siècle, vestido de larga levita, cubierta la cabeza
con la gran arquitectura de la chistera, sino el repre-
sentante de un momento culminante del alma europea
con su Esquisse d’un tableau historique des progrès de
l’esprit humain. Evangelio de una nueva fe. La fe en el
progreso.
Se trataba, pues, del hombre que tensara el arco
del siglo XX a quien era necesario buscar un espacio
para situarle dentro de una realidad concebida como
sintaxis, dentro de una disposición coordenada. En otras
palabras se pretendía delimitar su contemporaneidad.
Por contemporaneidad, entiendo yo ahora, la in-
terpretación de la realidad objetiva y las mediaciones
intersubjetivas. Es decir, la íntima imbricación del área
del decurso (historia, avance técnico cinético) y el dis-
curso (criterios éticos, ethos, logos) o sea el fundamen-
to epistemológico que moldea y cohesiona el decurso.
En 1820, Agustín de Thierry, secretario de Saint
Simon, escribía en el Censeur europeen que “con ex-
cepción de estos diez últimos años, el siglo que acaba
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

de transcurrir ha sido tan extraño para nosotros como


si los sucesos acaecidos hubieran tenido lugar en un
mundo diferente. Y eso que esas gentes, dada la proxi-
midad en el tiempo, podrían muy bien haber sido con-
temporáneos nuestros. Pero entre ellos y nosotros me-
dia una distancia astral”.
Dejaba de esta manera constancia de que ser
contemporáneo no es, en todo caso, el resultado de
una relación cronológica, sino de una relación de par-
ticipación social e histórica. A juicio de Thierry, lo que
sucedía en Francia hacia 1770, se repetía ochenta años
después en Noruega, y llegaba a Alemania y Dinamar-
ca hacia 1830 en punto a contemporaneidad. Como si
la rueda del tiempo admitiera junto con los husos ho-
rarios, otros giros de mayor amplitud temporal referi-
dos a décadas, por ejemplo.
Esto es indudablemente una manera original de
situar las lindes del presente, de por sí tan esquivo e ina-
prensible.
Aquí con arreglo a como van las cosas pareciera
que nuestro huso horario se enmarca dentro del estilo
predominante de hace seis décadas. Lo de entonces
eran unas utopías cruelmente devoradas “por la pique-
ta demoledora de los tiempos” que situaron a Occiden-
te –caído el Muro de Berlín– a las puertas de la sexta
modernidad.
Así pues, en la medida en que tratemos de recom-
poner un pasado anacrónico en cualquier de los cam-
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

pos, estaremos contrayendo una deuda insalvable con


el futuro.
En esta línea de pensamiento y de acción ofrece-
mos a nuestros lectores en este número 13 un denso
trabajo hecho por investigadores de la EHESS, la Escue-
la de Altos Estudios Sociales de París, junto con la con-
tribución de Alexis Alzuru. Rafael Arráiz Lucca nos ha
cedido para C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 un capítulo, en
adelanto, de la que será la Biografía de Uslar Pietri que
aparecerá en este año del centenario de tan ilustre po-
lígrafo. Julio Barroeta Lara, uno de los autores más sa-
gaces sobre costumbrismo venezolano, nos remite a un
pasado de moral y costumbres venezolanas y Álvaro
Contreras nos sitúa en un presente de calle y urbanis-
mo sociales.
***
Este número 13 de la revista CONCIENCIACTIVA 21 tiene que
agradecer esta nueva andadura a la generosidad del Banco Federal,
el “de los buenos días”, que es, por lo visto, también el de las bue-
nas causas. Buenas causas son el apoyo a propósitos como el de
nuestra publicación de poner al alcance de sus lectores la impor-
tancia de la ética y de los valores que toda sociedad necesita co-
nocer, para llevar después a la práctica.
En tal sentido, tanto la dirección de CONCIENCIACTIVA 21
como la Fundación de igual nombre que da cobijo a la revista,
quieren hacer pública manifestación de la ayuda financiera del
Banco Federal que nos ha permitido llegar, una vez más, a nues-
tros ya numerosos lectores.
Atanasio Alegre
Director

12
temas

Todos los seres humanos llevan consigo un conjunto


de palabras que emplean para justificar sus acciones,
sus creencias y sus vidas. Son ésas las palabras
con las cuales formulamos la alabanza de nuestros amigos
y el desdén por nuestros enemigos, nuestros proyectos
a largo plazo, nuestras dudas más profundas
acerca de nosotros mismos, y nuestras esperanzas más
elevadas. Son las palabras con las cuales narramos,
a veces prospectivamente y a veces retrospectivamente,
la historia de nuestra vida. Llamaré a esas palabras
el “léxico último” de una persona.
Es “último” en el sentido de que si se proyecta una duda
acerca de la importancia de esas palabras,
el usuario de éstas no dispone de recursos argumentativos
que no sean circulares. Esas palabras representan
el punto más alejado al que podemos ir con el lenguaje:
más allá de ellas está sólo la estéril pasividad
o el expediente de la fuerza

Richard Rorty
temas
V A L O R E S
COORDINACIÓN
Y RACIONALIDAD

LA ECONÓMÍA DE LAS CONVENCIONES


O E L T I E M P O D E L A R E U N I F I C AC I Ó N
EN LAS CIENCIAS ECONÓMICAS,
SOCIALES Y POLÍTICAS
(Contribución al coloquio “Convenciones
e Instituciones: estudios pormenorizados teóricos
y contribuciones al debate político”.
París, 11-13 de diciembre.)

E l programa de la Economía de
las Convenciones (EC) incorpo-
ra tres nuevas cuestiones que
permanecieron disociadas del pensamien-
to económico durante siglo y medio. Nos
referimos a la caracterización del agente
y de sus razones de actuar, a las modalida-
des de coordinación de las acciones, a la
posición de los valores y a los bienes co-
munes. La teoría standard se construyó
sobre la plataforma de las dos preguntas
sobre la racionalidad y la coordinación
axiomatizadas por separado: la primera
por la teoría de la decisión, y la segunda,

François Eymard-Duvernay*
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

por la teoría del equilibrio general. Estas dos pregun-


tas han sido, a su vez, aisladas de una tercera que tie-
ne que ver con los juicios de valor y las consideracio-
nes normativas. Los cuadros de análisis que hemos
elaborado proponen, por contraste, una articulación
entre estas tres preguntas. Cuando se admite que la co-
ordinación de las acciones humanas es problemática
y no resulta de leyes naturales o de apremios, puede
comprenderse que la racionalidad humana es, ante
todo, interpretativa y no sólo, o al primer golpe, calcu-
ladora. El agente debe captar previamente la situación
y la acción de los demás mediante cuadros convencio-
nales para poder coordinarse. Esta captación no es
únicamente cognitiva sino también evaluativa, deci-
diendo la forma de evaluación de la importancia de lo
que el agente capta y toma en cuenta. Es allí donde re-
conocemos la posición, en la coordinación, de los va-
lores colectivos y bienes comunes que, sin ser reduci-
dos al estado de preferencias individuales, suminis-
tran, empero, el armazón de las convenciones más le-
gítimas. El lenguaje encuentra también aquí su pues-
to como componente mayor de las instituciones. La EC
apunta hacia una integración que concierne tanto a las
ciencias económicas como a las sociales y políticas.

*et al: Olivier Favereau, André Orléan, Robert Salais, Laurent Thévenot.

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Este punto de mira debería entonces contribuir a acer-


carles, pero asistimos más bien a tentativas de exten-
sión de cada una de ellas a expensas de las demás.
En una primera parte, partimos de la constata-
ción de que las ciencias económicas y sociales con-
frontan hoy al tratar de extender su dominio sobre el
campo de predilección de la disciplina concurrente. La
empresa de generalización nos interesa. Sin embargo,
se presta a que veamos los límites rayados cuando las
extensiones conservan un núcleo de hipótesis que no
integran todas las dimensiones de la acción humana
coordinada. Una segunda parte vuelve sobre estos nú-
cleos de hipótesis para hacer resaltar los desplaza-
mientos obrados por la EC. La incertidumbre que pesa
sobre la coordinación no es sólo una cuestión de dis-
tribución de información: está reprimida por la racio-
nalidad interpretativa de los agentes y por el apoyo su-
ministrado por los cuadros comunes de evaluación,
calificando a los elementos pertinentes de la situación.
Estos cuadros convencionales de coordinación son
plurales sin conducir, por ende, a un relativismo. La
tercera parte hace resaltar un pluralismo “horizontal”
de convenciones de calificación que corresponden a
una misma gramática y presentan todas ellas el más
alto grado de generalidad y de justificación. Este pri-
mer pluralismo permite analizar la complejidad y la di-
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

versidad de los mercados y de las organizaciones eco-


nómicas, evitando su reducción a un cálculo sobre
contratos o transacciones. Se está mejor armado para
tratar empresas y la especificidad de los mercados del
trabajo y de las finanzas. La cuarta parte introduce un
segundo pluralismo “vertical” en el cual se hace variar
el grado de generalidad o de publicidad de las conven-
ciones de coordinación. Permite una distinción de la
noción genérica de convención al distinguir coordina-
ciones y formatos de información más locales. Pero
permite también afinar el análisis de las evaluaciones
políticas y morales. Rinde cuenta de las tensiones en-
tre lo justo basado en equivalencias y apreciaciones en
la cercanía. Finalmente, el paso micro-macro se torna,
doblemente complicado: una primera vez, por la varie-
dad intrínseca por las maneras de generalizar, y una
segunda vez, al profundizar la relación tanto local co-
mo general.

1. Profundizaciones o esfuerzos de integración


de las ciencias económicas y sociales

Encaramos seriamente la ambición de generali-


zación que se manifiesta hoy día tanto en economía
como en sociología, teniendo en cuenta las tentativas
de extensión que invaden paulatinamente el campo de
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

predilección de la otra disciplina. Surge de ahí una


coyuntura interesante en la cual ya no existe una cla-
ra partición del territorio en la que sea factible con-
frontar las diligencias en los avances cruzados de am-
bas disciplinas.
A partir de un diagnóstico sobre las extensiones
observadas en una y otra parte, vamos a justificar la
diligencia de la economía de las convenciones que
implica un regreso reflexivo sobre ambas disciplinas.
En vez de una aproximación pluri o multi-disciplina-
ria que simplemente conjuntaría las contribuciones de
disciplinas diferentes, nuestra perspectiva busca cru-
zar las fronteras entre economía y sociología para des-
pejar fundamentos comunes a ambas disciplinas y re-
considerarlos. No se trata, empero, de ignorar los apor-
tes originales de los dos campos disciplinarios ni con-
fundirlos. Reconsiderar los fundamentos comunes de
ambas disciplinas es tanto más urgente como las for-
mas de lo político (el papel del Estado y de las colecti-
vidades intermedias; la fabricación del interés general;
el compromiso individual en la cosa pública) de tanto
interés hoy en la construcción de Europa, y la búsque-
da de regulaciones internacionales como respuesta a
la mundialización. La ciencia política, en la medida en
que se sienta apresada por una temática derivada de la eco-
nomía (gobernabilidad, acción racional, manipulación estra-
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

tégica, etc.), no ofrece los recursos adecuados para recons-


truir lo político.

De una economía de mercado


hacia una ciencia general de relaciones humanas
La economía se extiende hacia relaciones no mer-
cantiles mediante aparatos tales como “contrato” y
“juego” que son más transaccionales que el cuadro de
equilibrio general ofrecido anteriormente con referen-
cia al mercado y que se alejan por ello de primeras ex-
tensiones (especialmente a lo Becker).
Los campos alcanzados son la familia, el poder,
la política, la organización; el objeto del intercambio
mercantil no es ya el eje de la coordinación. Queda una
noción de preferencia generalizada que se extiende a
las modalidades de interacción con los demás. Estre-
chamente articulada antes al espacio de los objetos y
servicios mercantiles, esta noción de preferencia gana
en importancia, tal como se aprecia, en particular, en
el caso extremo de la teoría de los juegos. Se reempla-
za las mercancías mediante estrategias sobre las cua-
les se orienta la relación de preferencia. Esta extensión
entraña preguntas:
1. Apunta a cubrir todas las conductas humanas
y a hacer de la economía una ciencia social universal
que ocupa todos los terrenos de las demás ciencias de
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

la sociedad, tanto sociales y políticas. Pero, ¿cómo se


mantiene la coherencia con el núcleo inicial de la teo-
ría económica y con su exigencia de unidad? El nexo
con el corazón de las relaciones mercantiles manteni-
do por la referencia a una concurrencia y a incitacio-
nes deriva de que la noción de “contrato”, pese al eco
que el término parece ofrecer a formas contractuales
jurídicas, es ante todo una prolongación de la noción
de “equilibrio”, un equilibrio entre intereses que no tie-
nen nada en común y que, a menudo, hasta son anta-
gónicos. Para permitir esta prolongación, se introdu-
cen nuevas nociones de equilibrio (Nash).
2. Al tratar de conectar todos los “equilibrios” de
conductas con el núcleo original de la coordinación
mercantil competidora, la extensión no se abre sino
superficialmente a una variedad de dispositivos con-
tractuales o de modalidades de transacción. El núcleo
conservado excluye, en efecto, el reconocimiento de
una racionalidad interpretativa, de un juicio ético y de
una referencia a objetos y seres colectivos, elementos
fundamentales de una gramática común a la plurali-
dad de las modalidades de coordinación analizadas en
el programa convencional. A falta de tal reconocimien-
to, la variedad de los dispositivos contractuales se ve
apremiada por el molde único del equilibrio de Nash
o de sus refinamientos. Efectivamente, existe un nexo
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

muy fuerte entre la racionalidad standard en situación


de interacción y el concepto de equilibrio de Nash, tal
como lo observaron numerosos autores, desde Johan-
sen a Kreps.

El encaje social de la economía


y la construcción social de los mercados
La sociología económica ofrece una respuesta a
estas extensiones, y trata de reducir la economía a un
campo homogéneo para las demás acciones sociales
que se especializó en estudiar. El beneficio de esta ex-
tensión consiste en insertar las relaciones llamadas
económicas en un espacio mucho más amplio, ponien-
do de relieve su intrincación con acciones sociales. En
una visualización común de desnaturalización de los
nexos económicos, un rico conjunto de búsquedas se
constituyó orientado hacia la “construcción social de
los mercados”.
La sociología acoge un abanico de acciones so-
ciales claramente más abierto que lo permitido por las
especificaciones ofrecidas por la teoría económica de
los contratos (cuya limitación apunta por demás a una
economía conceptual). Así, la reducción operada por
la sociología cuando se amplía hasta el campo econó-
mico no es tan radical como lo es la reducción simétri-
ca. Además, ciertas extensiones son facilitadas para
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

sociologías de acciones interesadas o estratégicas ins-


piradas en modelos de la acción económica que así
pueden trabar ciertas alianzas estratégicas con una
economía a lo Becker.
Esta extensión de la economía suscita, sin embar-
go, preguntas comparables a las que genera la amplia-
ción del campo de la ciencia económica. En efecto, los
modelos de la acción social, aun cuando utilicen más
o menos metafóricamente el lenguaje de los mercados
y de los intereses, suponen modalidades de coordina-
ción sumamente diferentes debido a su apoyo sobre
grupos sociales, representaciones sociales, prácticas
sociales, un sentido social y una comprensión social
interactiva. Quien no queda bien caracterizada es la
especificidad de los cuadros de la acción y de la coor-
dinación que exigen los objetos mercantiles. La noción
de “encaje” (embeddedness) de lo económico en lo so-
cial, a pesar de su gran fecundidad, habla a favor de
esta reducción a modelos de nexos sociales.

Una integración no reductora


Nuestra empresa es diferente de estos esfuerzos
que reposan sobre un núcleo de hipótesis de economía
standard o de sociología clásica.
Participa del esfuerzo de integración que anima
los dos movimientos precedentes. Pero reconoce que
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

cada tradición disciplinaria ilumina aspectos diferen-


tes y modalidades diferentes de coordinación las cua-
les son poco asimilables por el otro cuadro disciplina-
rio tal como es. Es la razón por la cual hemos construi-
do un cuadro de análisis dedicado a una pregunta co-
mún a ambas tradiciones, cuadro que permite identi-
ficar la matriz subyacente de una pluralidad de moda-
lidades de coordinación de la cual son testigos las he-
rencias diferentes de las disciplinas.

2. En los fundamentos de las ciencias sociales


y económicas: una pregunta común
a la coordinación problemática de las acciones;
una pregunta comun a las ciencias sociales y econó-
micas

Los dos tipos anteriores de extensiones llegan a


sus propios límites en las reducciones que operan des-
de las nociones de acción y de coordinación elemen-
tal propias de cada disciplina, sean económicas o so-
ciales: sin embargo, rastreando interrogaciones más
fundamentales, podemos reconocer una pregunta co-
muna a la sociología y a la economía: la coordinación
problemática de las conductas humanas. Cada disci-
plina se concentró en especificaciones diferentes a
esta coordinación. Deseamos preservar el pluralismo
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

resultante, sin, por ello, retrotraerlo a fronteras disci-


plinarias ni limitarnos a un relativismo.

La renovación de cuadros de análisis que tratan


del caracter incierto de las coordinaciones
¿De qué nos proveemos en término de agentes o
dispositivos a fin de dar cuenta de acciones coordina-
das? La respuesta depende evidentemente de la acep-
ción que entendemos por el término coordinación. La
EC no se limita a la definición de la coordinación que
el economista hace recaer sobre el individualismo me-
todológico que suponen las corrientes neoclásicas, o
de los costes de transacción. La noción de coordina-
ción desarrollada por la EC pone en evidencia la posi-
ción de formas colectivas de evaluación. Cuando se
trata de formas públicas, la coordinación exige una
determinada justificación; las modalidades de coordi-
nación de menor alcancé suponen también formas de
evaluación que corresponden a bienes más limitados.
La noción de coordinación así ampliada no se opone,
por otro camino, a la idea de conflicto.
La coordinación es un experimento que se reali-
za en el horizonte del desfallecimiento y, particular-
mente, del conflicto y de la crítica.
Los autores “clásicos”, tanto en economía como
en sociología, cercanos a modelos de referencia naci-
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

dos de las ciencias de la naturaleza, han desarrollado


físicas económicas y sociales que ponen de relieve
equilibrios, órdenes y estructuras de reproducción so-
cial. Allí la coordinación está sistemáticamente asegu-
rada por potente resortes implantados en los agentes
y en apremios externos. Desarrollos más recientes han
evidenciado el carácter incierto de la coordinación, lo
que supone dispensar una mayor atención a las moda-
lidades de las transacciones e interacciones.
Para los sociólogos interaccionistas, la incerti-
dumbre queda incluida en la idea de un “orden de in-
teracción” así sea “negociado” localmente en la situa-
ción. El orden resulta particularmente dudoso para los
sociólogos etnometodólogos que se oponen, en este
aspecto, a los “clásicos”, pero los actores se aplican ac-
tivamente para mantener, cuesta lo que cueste, en el
contexto particular de la situación, un sentido común,
mediante “etnométodos”. Por extensión, la noción de
intercomprensión amplía la idea de un acuerdo me-
diante el sentido al que los sociólogos están muy afec-
tos contrariamente a los economistas. Para los soció-
logos de las redes del actuante, la coordinación no se
establece sino a posteriori y retrotraída al nivel ele-
mental de la “asociación” y de la “participación”.
Para los economistas, el carácter problemático
está concentrado en las nociones de incertidumbre y
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

de información. La teoría standard, aun ampliada a los


problemas de racionalidad limitada, no volvió a some-
ter a discusión su modelo de acción. El desorden, pa-
radójicamente, permanece muy calibrado abriendo
por esa razón una vía ancha al oportunismo. Una de las
certezas considerables proviene del dato del espacio
de las opciones, aun si desborda el espacio de los ob-
jetos intercambiados (hipótesis de nomenclatura) para
trocarse en un espacio de acciones en la teoría de los
juegos. La hipótesis de “common knowledge” sigue
siendo una hipótesis heroica hasta tanto las vías de su
emergencia y de su respeto en el seno de la coordina-
ción no hayan sido estudiadas. Esto supone tomar con
seriedad las condiciones materiales, sociales e institu-
cionales que, para las personas coordinándose, hacen
posible su compromiso en la acción. Supone también
abrir la caja negra de la acción racional donde buscar
mayor sentido de reflexión y razón, perspectivas a las
que se niega la economía, para lo esencial, a pesar del
llamado repetido de sus grandes autores.

¿Cómo mejorar, calificar la incertidumbre


a partir de una forma de evaluación
como soporte de la coordinación?
Las corrientes anteriores toman en cuenta una
incertidumbre que pesa sobre la coordinación de las
27
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

conductas, bien sea que dicha incertidumbre sea con-


cebida a partir de una asimetría de información o del
contexto particular de una situación. ¿En qué mejorar?
Diferenciando formas de incertidumbre y de informa-
ción, y transformándolas en formas de evaluación di-
ferentes ya que la evaluación está en el centro de la
coordinación.
Con las nociones del sentimiento de “insuficien-
cia”, o de incertidumbre “radical” o “crítica”, tratamos
de ir más allá del formato de la información sobre el
cual se asienta el cálculo del economista de los contra-
tos. Distinguimos las operaciones mediante las cuales
la duda está siendo canalizada y tratada según diver-
sos formatos de conocimiento e información, cuya
pertinencia está asimilada a una modalidad de coordi-
nación. Podemos comprender así, cómo formas de co-
ordinación no mercantiles llamen a otros formatos de
conocimiento, cuando estén corrientemente reducidas
por el economista en términos de desigualdad de in-
formación concernientes particularmente a cualida-
des esenciales de los objetos y servicios mercantiles.
En cualquier coordinación, sea en el mercado, en
la empresa, o que apunte hacia un acuerdo político, no
existe, al principio de la acción, ninguna regularidad
que pueda ser considerada como un apoyo seguro. La
incertidumbre es en este sentido radical para cada uno
28
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

(así como lo es como para el teórico que trata de com-


prender, y no sólo de explicar, desde afuera y a destiem-
po, el curso de los acontecimientos). En su singularidad
ordinaria, cualquier coordinación resulta incierta en la
medida en que incluya actores heterogéneos, se desen-
vuelva en el tiempo y apunte hacia un producto (o un
servicio) que nunca está enteramente predefinido.
Sobrellevar esta incertidumbre pasa por la cons-
trucción convencional de los productos, de los servi-
cios, y de las anticipaciones que son los soportes del
intercambio mercantil y de la actividad productiva de
las empresas. La noción de convención permite carac-
terizar dicho momento de construcción común. Sobre-
llevar la incertidumbre es, dicho de una vez, el pan
cotidiano de la vida en colectividad y, en sentido am-
plio, en sociedad. La observación demuestra que los
actores logran éxito a menudo, hasta cierto punto en
todo caso. Sugiere que esta construcción convencional
es una actividad individual y colectiva permanente,
integrada a la propia acción.
Las convenciones canalizan la incertidumbre a
partir de una forma común de evaluación que califica
los objetos para la coordinación. Luego, distinguire-
mos de la convención de calificación mercantil, en el
sentido limitado de un mercado competitivo de bienes
de consumo, otras convenciones que permiten, a pre-
29
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

cio de una fuerte ruptura con el paradigma dominan-


te, cubrir una gama más amplia de transacciones, lo
que satisface las ambiciones actuales de las ciencias
económicas y sociales. El reconocimiento de una plu-
ralidad de tales convenciones responde a la crítica de
una extensión abusiva del mercado al conjunto de las
interacciones, sin transponer sobre un “cuadro social”
del mercado, nexos no mercantiles. Mas allá de la plu-
ralidad de las modalidades de coordinación y de las
discontinuidades resultantes, es preciso sacar a luz un
cuadro común a estas modalidades de coordinación
diferentes sin el cual el paso de una a otra, que deben
efectuar los agentes, podría no ser comprendido.
Calificar la incertidumbre, especificar las con-
venciones soportando la calificación de los objetos de
la transacción, conducen a reconocer que la pertinen-
cia de un formato de conocimiento depende de una
forma de evaluación. La evaluación está en el centro de
la coordinación y no es un argumento, entre otros, de
la función individual de utilidad, sótano invisible y su-
bordinado a otras disciplinas de la función individual
de utilidad o más aun un valor añadido a la racionali-
dad para completarla o corregirla.

30
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

3. Primer pluralismo de modalidades generales


de coordinación: ¿cuál legitimidad y cuál integración?

Las formas legítimas de evaluación sostienen las


instituciones. Reconocer que las modalidades de coor-
dinación más generales reposan sobre tales formas
conduce a tomar en serio las exigencias de justicia y de
democracia que pesan sobre las organizaciones así
como el sentido de lo justo, del bien público o del bien
común esperado de parte de los actores comprometi-
dos en estas coordinaciones. La posición de dichas
exigencias situadas en el corazón de la filosofía políti-
ca ha sido considerablemente disminuida en los acer-
camientos económicos y sociales más corrientes, bien
sea que reduzcan cualquier evaluación a preferencias
individuales integradas en un precio, o que las restrin-
jan a valores sociales arbitrarios en su diversidad. La
forma de encarar seriamente la legitimidad de estas
formas de evaluación y su pluralismo modifica a la vez
la aprehensión de los actores y la de las organizaciones.

Política, justicia, democracia


¿Podemos, al reconocer un pluralismo de moda-
lidades legítimas de coordinación, integrarlas en el
gobierno de organizaciones o de Estados? ¿Podemos
evitar el relativismo que, en las ciencias económicas y
31
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

sociales, está comunmente asociado a la pluralidad de


valores?
Una respuesta positiva ha sido preparada me-
diante el análisis de las relaciones entre las modalida-
des más legítimas de coordinación y el sentido de lo
justo y de lo injusto. En lugar de estancarnos en una
tipología de valores o en ideales-tipos weberianos, ta-
les como los que difieren de las modalidades de domi-
nación, hemos monstrado que diferentes órdenes de
calificación, al conferir su legitimidad a modalidades
generales de coordinación, responden a una misma
gramática de lo justo y de lo injusto. Las formas de eva-
luación, los procedimientos de prueba que llevan al
juicio, las relaciones entre órdenes de evaluación, son
denunciados como siendo injustos si no satisfacen un
conjunto de condiciones explicadas en un modelo co-
mún a una pluralidad de órdenes de magnitud. Hemos
identificado ciertas divergencias entre estas condicio-
nes y dos teorías de lo justo y de lo injusto. Por una
parte, el segundo principio de la teoría de la justicia de
Rawls y, por la otra, con el sentido pascaliano de la ti-
ranía como dominación fuera de su orden que inspiró
la distinción de las esferas de justicia a Walzer y que
sirvió de matriz también al análisis de los órdenes de
magnitud. Resulta que la introducción pragmatista por
la coordinación de acciones, y no directamente por la
32
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

distribución de bienes, conduce a alejarse de estos


autores. Permite precisar los procedimientos de la
prueba de coordinación y su respaldo a objetos califi-
cados, así como la relación entre los procedimientos y
los bienes substanciales los cuales son a menudo igno-
rados, particularmente en la oposición justa y bien
radicalizada por las gramáticas liberales.
Al analizar dispositivos de coordinación a partir
de estas gramáticas de lo justo, podemos apreciar la
apertura democrática y sus límites. Dicha apreciación
concierne a lugares diversos tales como el Estado, las
políticas públicas representadas por asociaciones, co-
mités de normalización, autoridades de regulación,
conferencias y foros de concertación, etc., sin quedar-
nos en la oposición entre Estado y sociedad civil. E1
orden cívico aclara una exigencia indispensable a toda
política democrática, porque califica un requerimien-
to de igualdad y solidaridad y que se apoya sobre obje-
tos reglamentarios equipados por el derecho. La clara
distinción con un orden mercantil permite eludir las
confusiones que resultan de posibles arreglos entre las
gramáticas políticas liberales y la convención de coor-
dinación mercantil, arreglos a menudo encubiertos
por la extensión hacia lo político de una ciencia eco-
nómica excesivamente focalizada sobre los nexos mer-
cantiles.
33
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Los agentes en diferentes estados para apreciar


En el modelo económico, la evaluación por el
agente se encuentra concentrada en la función de uti-
lidad, supuestamente estable o sometida a variaciones
exógenas. Varias corrientes de investigación intentan
internalizar las preferencias, bien sea asimilándolas a
rutinas seleccionadas por el medio ambiente, bien sea
introduciendo un orden sobre las preferencias, las me-
ta preferencias. Cada una de dichas líneas de investi-
gación tiene sus propios atractivos. Sin embargo, in-
tentamos ir mas allá, atando la evaluación a un esta-
do de las personas dependiente de su compromiso en
el medio ambiente de coordinación. Reportamos así
las conductas rutinarias no a simples regularidades
irreflexivas, sino a una de estas modalidades de com-
promiso en la cual la costumbre a un medio ambiente
familiar hace que la apreciación se ejerza a un nivel de
ajuste local. Por otra parte, reportamos el contenido
ético de las metapreferencias a un compromiso de otro
nivel en el cual el fundamento colectivo de la evalua-
ción es primordial.
Contrariamente a la teoría standard extendida
que intenta concebir el problema de la coordinación o
de la cooperación aislando el cálculo costos/ventajas
del homo oeconomicus al único nivel del yo individual,
los psicólogos sociales (Tajfel, Turner) han puesto en
34
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

evidencia el papel complementario de otros dos nive-


les: el nivel de los yo sociales (por pertenencia a gru-
pos) y el nivel del yo como persona humana. Dicha je-
rarquía permite aprehender pasos de un nivel al otro.
En relación a las sociologías que suponen deter-
minantes estables de los comportamientos sociales, la
consideración de una pluralidad de estados de evalua-
ción deja lugar a compromisos diferentes e introduce
movimientos en las disposiciones de las personas.
Además, esta diligencia de la EC pone dichos movi-
mientos en relación con modificaciones de los dispo-
sitivos en los cuales se posicionan las acciones y que
conllevan soportes externos de la evaluación. Tal aná-
lisis no prohibe considerar las relaciones entre estas
disposiciones y pertenencias sociales, pero autoriza su
movimiento tal como se observa con los miembros de
sociedades donde cada uno debe entenderse con mo-
dalidades de apreciación diversas.

Convenciones constitutivas del mercado y la empresa


Los mercados son, ante todo, lugar de prueba y
de evaluación de la calidad de los bienes. Su organiza-
ción está sometida a las actividades que preparan esta
prueba formándola, actividades de codificación, de
medida, de certificación, de regulación, etc. Se trata de
actividades situadas arriba o abajo de los mercados,
35
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

porque ligadas a ellas, el Estado está presente, bien sea


como prescriptor bien sea como garante.
El estado de las personas que dio más ocupación
a los economistas es, de hecho, el de actor en un mer-
cado. Es forzoso constatar que la reducción de lo que
ocurre en un mercado a las leyes de la oferta y de la
demanda es molesta. Por una parte, los actores son
identificados únicamente como comprador y vende-
dor cuando “detrás” de esta identificación importan
tanto, sino más, las de consumidor y de productor.
Consumidores y productores tienen esperas conven-
cionales sobre el objeto del intercambio que no coin-
ciden por un simple ajuste mecánico de la oferta, de la
demanda. Cada uno posee una prerrogativa esencial.
Los consumidores son soberanos para determinar la
calidad de lo que compran y sus decisiones de compra.
Los productores son soberanos para determinar las
reglas de fabricación de los productos y servicios. Am-
bas prerrogativas forman el punto de partida de acuer-
dos sobre la calidad de los bienes en el mercado y los
tornan posibles. La competencia efectiva en cada cla-
se de mercado va a depender del tipo de prueba y eva-
luación que afirman sobre dicho mercado. Las opera-
ciones de evaluación difieren según los mercados; son
diferentes según la naturaleza de los objetos de tran-
sacción; productos y servicios de diversos naturalezas
36
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

y destinos, trabajo, títulos financieros. Tal como lo ve-


remos a continuación, existe una pluralidad de princi-
pios de evaluación sobre todos estos mercados, la cual
debe ser integrada en el análisis teórico.
La forma colectiva del estado de las personas, su
calificación, está inducida por los apremios de coordi-
nación. Para que emerja una evaluación común es ne-
cesario que se produzca un proceso de composición de
las evaluaciones individuales. El consumidor en el
mercado no es un individuo independiente, desconec-
tado de cualquier tipo de nexo, tal como suponen cier-
tas críticas prematuras del mercado: tiene acceso al
conjunto de los bienes del mercado a condición de ser
solvente y convertirse en consumidor lo que le da cier-
tos derechos y deberes. Debe, en particular, atenerse a
la oferta de bienes y al precio del mercado. En estas
condiciones, una demanda agregada es susceptible de
constituirse. Volvemos a toparnos aquí con apremios
análogos a los que condicionan el conteo de un voto
en política. El estado de consumidor se sirve de dis-
positivos, en particular de los bienes del mercado que
imprimen en las relaciones un formato de conoci-
miento. Aproximaciones más locales insisten sobre
las conductas que se alejan de este estado general: el
precio puede discutirse, los arreglos en los objetos de
la transacción pueden emprenderse, etc. Suponen un
37
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

segundo pluralismo del que se hablará en la siguien-


te sección.

...y las de otras modalidades legítimas de coordinación


Podemos introducir otras modalidades de coor-
dinación diversificando el estado de los agentes que
influyen sobre la evaluación de lo que es un bien. El
término “bien” es evidentemente ambiguo en econo-
mía ya que puede designar tanto la cosa apropiada
como lo que guía, de manera mas general, una evalua-
ción. No es sólo una fuente de malentendidos ya que
tratamos de trasladar el bien objeto de la transacción
a posibilidades plurales de evaluación, no reducidas a
la evaluación mercantil. La noción de bien es, para esta
diligencia pluralista, muy abierta y permite alejarse del
bien mercantil. La distinción clásica entre bien y ser-
vicio, reducida por el marco extensivo del mercado,
tiene un significado profundo: Sugiere ya estados del
objeto de la transacción abriéndose sobre formas dife-
rentes de conocimiento y de evaluación. La noción ex-
tendida de bien puede cubrir entonces una gama tan
amplia de modalidades de coordinación como las que
son reconocidas en la economía y la sociedad moder-
na, sin depreciarla en una forma única.
Las estrategias de introducción de coordinacio-
nes diferentes del mercado son varias: Tienen en co-
38
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

mún definir estados de evaluación que se distancian


del estado de consumidor. Así, podemos analizar de
manera más satisfactoria las actividades productivas,
el trabajo, que involucran bienes cuyo formato de co-
nocimiento nada tiene que ver con el del consumidor.
La función de producción es la manera, para el econo-
mista, de modelar estas formas de coordinación, pero
reduciéndolas a apremios técnicos, para proteger la
soberanía del mercado. Esta tensión entre varias coor-
dinaciones se hace presente desde el origen de la cien-
cia económica a través del debate entre valor trabajo
y valor utilidad. Resurge actualmente con el interés
que se merece el análisis de las empresas pero la teo-
ría de los contratos no permite tratarla correctamen-
te. Resulta significativo el hecho que Herbert Simon
haya desarrollado un paradigma alternativo de la ra-
cionalidad interesándose prioritariamente en las orga-
nizaciones.
Al reconocer el pluralismo de las evaluaciones, se
aprecian más claramente los límites de la economía de
la información: la asimetría de información entre
agentes es a menudo un problema de distribución de
la capacidad de evaluación y del modo de evaluación.
Así, en su relación con el paciente, puede hablarse de
asimetría de información para resaltar que el médico
dispone de mayor información que su cliente, podría
39
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

aprovecharse para engañarlo gastando menos esfuer-


zo para cuidar un anciano, por ejemplo, quien, sin em-
bargo, pagará el mismo precio por el servicio prestado.
Esto tiene que ver con una capacidad de evaluación, la
cual, de ser reservada al médico, degenera en un abu-
so de poder a falta de una participación del enfermo en
este modo de evaluación de la eficacia de los trata-
mientos. El lado positivo de la asimetría, que pertene-
ce a dicha capacidad, está siendo ignorada en la aproxi-
mación puramente negativa de los contratos. La plu-
ralidad de las formas de evaluación está siendo redu-
cida a una asimetría ordenada. Al hacerlo, la economía
de la información descuida las operaciones, no obs-
tante decisivas, de fabricación de los formatos de la
información (categorías de conocimiento y de evalua-
ción) que se volverán pertinentes y serán consideradas
como conocimiento común.
La pluralidad de las coordinaciones no comulga
con las fronteras de categorías de actividad organiza-
das o instituidas. Una actividad económica dada, aun
finamente recortada, puede entrañar varias formas de
coordinación y resulta igual para cada empresa. El pro-
blema de coordinación en tales universos pluralistas es
aquél del encuentro entre varios principios de evalua-
ción, de la distribución del poder de evaluación entre
estados diferentes de las personas.
40
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Para integrar esta pluralidad en un marco de aná-


lisis común se necesita revisar la cuestión del equili-
brio. El equilibrio entre ofertas y demandas ha permi-
tido a la teoría económica extender el modelo del mer-
cado, luego el equilibrio de Nash ofreció una nueva ex-
tensión. Dichos equilibrios reposan sobre agentes y
objetos de transacción puestos previamente en estado
de mercado, o de un seudo mercado de contratos. Si
queremos conservar esta noción dentro de un marco
pluralista, el equilibrio se relaciona con la estabilidad
de este estado, previamente a la regulación coyuntural
del precio (u otras señales de coordinación). Hay des-
equilibrio cuando los principios de evaluación, que
forman el estado de las personas y de las cosas, están
cuestionados, en particular por el apoyo sobre coordi-
naciones alternativas. Los modelos de los mercados de
productos, realizada por H. White, constituye una vía
de formalización bastante estimulante de dicha noción
renovada del equilibrio, en un marco pluralista. El equi-
librio, o sea la reconducción de la convención de cali-
dad, se relaciona entonces con una dispersión en vez
de un valor central.

El movimiento de las convenciones constitutivas


La economía como la sociología “clásicas” tien-
den a considerar las instituciones fundadoras (el mer-
41
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

cado, la colectividad) como exógenas, universales y es-


tables. La introducción en el análisis de incertidum-
bres radicales (defecto de modalidad de coordinación
incluyendo la incertidumbre, calificándola) y de diná-
micas críticas (cuestionamiento de un acuerdo) con-
duce al concepto de convenciones deformadas por la
acción, plurales, evolutivas. Las personas están situa-
das en un medio convencional (formado en particular
de textos, de corpus jurídicos, de unidades de cuentas,
de instrumentos de evaluación) que reacondicionan
para remediar los defectos de coordinación y de co-
operación. Para introducir esta dinámica convencional
en el análisis, hay que dotar a los actores de un com-
portamiento reflexivo sobre su estado y de una capa-
cidad de remodelar las formas de vida en común, o sea
de una capacidad política.
Las tentativas para introducir los comportamien-
tos políticos a partir de la racionalidad se desvanecen:
la teoría de los contratos adopta el mismo giro, pero el
equilibrio no se salva sino a costa de una hipótesis
poco realista de racionalidad y, secundariamente, el
mantenimiento de un mercado general. Introducir, al
lado del comportamiento racional, una conducta éti-
ca altruista no permite rendir cuenta del carácter plu-
ral y evolutivo de los bienes implicados en apreciación
de las conductas. Es preciso integrar la exigencia polí-
42
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

tica en el análisis relacionándola con la dinámica con-


vencional y el género de bien de referencia.

Extraños mercados: mercado de trabajo, mercado fi-


nanciero
Desde hace tiempo, las corrientes instituciona-
listas critican la extensión y la unificación aparente per-
mitida por la noción de mercado. A la crítica por Polanyi
de un proceso de mercadeo, se han añadido las críticas
de tratamiento neo-clásico indiferenciado de todos los
mercados. El modelo principal-agente auguraría mal de
la conducta de un director de recursos humanos. North
y Williamson están conscientes de estos límites en la
extensión, pero se satisfacen con tratar lo político
como si fuera una instancia que suministra buenas
incitaciones. No considerando el agente económico
sino en su estado “individual”, se obligan a pensar lo
político en un registro que prohibe al ser humano cual-
quier capacidad política o únicamente social. La EC
permite ir mas lejos y reconoce la especificidad teóri-
ca de cada tipo de dispositivo institucional mercantil,
reanudando así con la tradición de los clásicos.

Los mercados de trabajo


La reducción mercantil del trabajo a un factor de
producción liderado por los consumidores falsea la
43
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

percepción común de las evaluaciones relacionadas


con el trabajo. En el modelo del mercado, el trabajo es
una especie de consumo negativo, cuya sola finalidad
es la de suministrar un poder de compra. El trabajador
se encuentra, pues, en el estado de consumidor, que
arbitra entre cestas de bienes integrando el ocio. De
allí, la focalización sobre los comportamientos del “si-
mulador” para describir la actividad de trabajo. La ha-
bilidad, el método, y el esfuerzo desplegados para lle-
var a buen término una actividad profesional son así
reducidos a un desuso. Transformarlo en una conduc-
ta altruista no es sino una inversión poco satisfactoria
del mismo modelo. Una solución mejor consiste en in-
troducir un estado ligado a la actividad de trabajo ba-
sado sobre un concepto específico del bien de la acti-
vidad industrial. En lugar de transitar exclusivamente
por la remuneración, lo que permite aislar un merca-
do de trabajo, la finalidad del trabajo pasa igualmente
por el bien de una actividad consolidada en un pro-
ducto cuyo valor establece el del trabajo. Esta aproxi-
mación está cónsona con la pluralidad de las formas de
trabajo. Permite analizar las tensiones entre diferentes
evaluaciones del bien a través de las del producto.
Renueva la posición dada a la empresa. En la con-
tinuidad de la economía de costes de transacción, la
empresa está siendo considerada como un cuadro de
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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

coordinación distinto al mercado. La firma de Coase o


de Williamson no tiene incidencia sino sobre la efica-
cia de la coordinación y prolonga la tradición neo-clá-
sica de reducción generalizada al cambio, vía las tran-
sacciones y los contratos. Para nosotros, la empresa
organiza la articulación entre mercados de bienes, de
trabajo, de capitales. Hay que introducir también espa-
cios de coordinación más anchos que la empresa, por
ejemplo el ramo profesional si las reglas de valoración
de los bienes y del trabajo pertenecen a este cuadro.
Además, la empresa está en la intersección de
varias formas de coordinación, gerenciando las tensio-
nes que resultan de tal situación mediante compromi-
sos conjuntos. La diversidad de los modelos de empre-
sa y de los mundos de producción sobre la cual desem-
boca el análisis de las convenciones de coordinación
cuestiona la visión de la empresa como modalidad de
coordinación unificada y simplemente jerárquica.

Los mercados financieros


Determinar una acción confiere un derecho so-
bre el flujo venidero de los dividendos esperados. Es
sólo una promesa de dinero. Sigue un riesgo para el
propietario que frente a gastos imprevistos puede en-
carar grandes dificultades a falta de poder transformar
inmediatamente sus acciones en dinero. Las bolsas de
45
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

valores son creaciones institucionales inventadas para


responder a una exigencia específica de los acreedores:
activar los derechos de propiedad. Diciendo aquello
nos encontramos con los antípodas del análisis orto-
doxo de las finanzas. En efecto, para este último, los
títulos son considerados naturalmente intercambia-
bles, a semejanza con las mercancías. Todo el esfuer-
zo de la EC apunta en criticar este estado natural de
bienes listos para el intercambio. El análisis de los
mercados financieros evidencia la distancia de los pro-
pios mercados financieros en relación con dos moda-
lidades de evaluación y de coordinación con las cua-
les se ven lamentablemente confundidos.
En primer lugar, la desconexión con el mundo in-
dustrial de las inversiones productivas es manifiesta
por el hecho de que el precio del título no correspon-
de a la expresión de un “valor fundamental”. La liqui-
dez financiera instaura un corte radical entre el tiem-
po de la producción y el tiempo de las finanzs. Mien-
tras la valoración del capital productivo es un proceso
que se inscribe dentro de una larga duración ya que
requiere la inmovilización irreversible del capital, la
liquidez produce oportunidades constantes de reeva-
luación, luego de beneficio. Esta diferencia de tempo-
ralidad, presente ya en el corazón del análisis del capi-
talismo por Keynes, manifiesta claramente, para noso-
46
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

tros, el distanciamiento entre la evaluación en los mer-


cados financieros y la evaluación de un capital produc-
tivo que responde a una convención de calificación de
orden industrial concurrente basada sobre una califi-
cación mercantil de los bienes, como otros mercados
de bienes de consumo. Las finanzas implican una co-
ordinación por las opiniones, transformando un con-
junto de opiniones heterogéneas en un valor referen-
cial admitido por todos. Las anticipaciones de los
agentes miran hacia las anticipaciones de las demás
partes intervinientes. De esta forma, se valoran con-
ductas miméticas, conduciendo esta imitación a nivel
individual a situaciones fuertemente perjudiciales para
la economía, como es el caso de las burbujas especu-
lativas, a saber, desviaciones duraderas entre los índi-
ces bursátiles y los fundamentales.
En una coordinación que reposa sobre una con-
vención de calificación por la opinión, es el carácter de
signo, luego de saliente reconocible que califica las
cosas y hace el formato de “objetividad” propio a esta
modalidad de coordinación. Hasta tanto el objeto con-
vencional esté aceptado, la dinámica especular se en-
cuentra notablemente simplificada ya que entonces,
para prever lo que los demás hagan, basta referirse a la
convención. Mediante el juego de la autovalidación de
las creencias, sigue una relativa estabilidad de la con-
47
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

vención que se torna, para los agentes, como una se-


gunda naturaleza.

4. El segundo pluralismo de los niveles de convención


de lo público a lo próximo

El estudio de las instituciones más oficiales, de


las políticas públicas, pero también de las organizacio-
nes, de las empresas, o de las asociaciones cuyas exi-
gencias democráticas tratamos de tomar en cuenta,
condujo a preocuparse en primera instancia de las
modalidades de coordinación más legítimas. Empero,
el análisis no puede permanecer a este nivel que apun-
ta hacia un imperativo de legitimidad pública en las
evaluaciones y las calificaciones de las personas y de
las cosas. Nuestro programa luego se abrió a un segun-
do pluralismo para abordar coordinaciones mejor si-
tuadas y conveniencias más personales. Sin limitarnos
a los aspectos cognitivos de conocimientos dichos “tá-
citos” o “informales”, hemos contemplado las evalua-
ciones y los bienes comprometidos en estas coordina-
ciones más locales.
Tanto en sociología como en economía, diversas
corrientes se han interesado en modalidades de acción
que permanecen incólumes a las exigencias de la de-
liberación y de la crítica pública y aun de la reflexión
48
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

individual: Han localizado en los hábitos, rutinas, prác-


ticas, relaciones irreflexivas al mundo que reposan so-
bre la incorporación y dependen del contexto, por lo
menos en cuanto a su aprendizaje. Desistiendo de las
hipótesis sobre el cálculo razonador y sobre la sufi-
ciencia de los conocimientos del agente, la hipótesis de
la racionalidad limitada condujo también a dar más
peso a la situación de acción. El interés para el contex-
to y los conceptos de una acción situada, ha desplaza-
do la atención desde la deliberación, la selección de
opciones reglamentadas o el plan, hacia la toma en
consideración de circunstancias. A su modo, los aná-
lisis de redes tratan de circunstancias a partir de un
gran número de nexos. Sin embargo, estos avances se
han concentrado sobre las organizaciones cognitivas
de estas relaciones próximas, sin tener en cuenta las
evaluaciones y los bienes que suponen. Dichas teorías
pueden concentrarse exclusivamente sobre modelos
de acción local, descalificando luego las exigencias de
coordinación de mayor alcance y obviando el ascenso
de generalidad que requieren lo público y la política.
Este es el caso de los modelos evolucionistas de com-
portamientos rutinarios que dependen de un modelo
de nexos “locales” y así como los modelos de contra-
tos quedan como modelos de equilibrio parcial inter-
individual, la conexión con el resto del mercado hecha
49
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

de manera arbitraria y exógena por ese procedimien-


to que se conoce como de participación. La teoría eco-
nómica nos propone pues dos modelos locales, uno
con racionalidad débil (rutinas) y el otro con fuerte
racionalidad (contratos), ambos insatisfactorios.
A la inversa, las teorías demasiado centradas so-
bre el espacio público, las instituciones o la ciudada-
nía, dejan en la sombra lo que constituye el ámbito en
que se mueve una persona , y al ignorar la variedad de
los formatos de acción, no pueden dar cuenta de los
desplazamientos requeridos para pasar del uno al otro,
cuando se introduce una regla o un derecho “de apli-
cación” de lo más cerca del caso, cuando una política
pública “se acerca” a las personas, o aun cuando el
objeto funcional o el plan estén acomodados a un uso
particularizado. En el sentido inverso, la vía hacia ca-
lificaciones públicas pide cambios de estado para las
cosas, pero también para las personas que tienen que
desprenderse de lo próximo para ganar la autonomía
responsable de un proyecto o de una opinión a sostener,
o para acceder a una calificación pública. Lo próximo
no es solamente lo particular de lo general, reposa so-
bre modos específicos de compromiso en la situación.
Las apreciaciones que descansan sobre compro-
misos de proximidad enriquecen no sólo las formas de
conocimientos tomadas en consideración sino tam-
50
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

bién las evaluaciones y los juicios sobre lo injusto, el


abuso de poder y las agresiones dirigidas a la persona.
Así nuestro programa se desarrolló en el sentido de
una diferenciación de formas de acción y de coordina-
ción destinada a comprender los pasos de unas a otras
y evidenciar los abusos resultantes del predominio de
unas sobre otras. Un programa, desde ahora atento al
pluralismo de las modalidades de coordinación más
legítimas, debe abarcar un segundo pluralismo deudor
del desigual alcance de regímenes de acción coordina-
da, de lo más público a lo más próximo.

Las reducciones de las acciones e interacciones


de proximidad en la economía
Los economistas tratan a menudo las acciones e
interacciones de proximidad por defecto. Las conside-
raciones sobre las asimetrías o insuficiencias de infor-
mación tratan, de hecho, de situaciones que a menu-
do son asimétricas bajo el ángulo de los formatos de
información y de evaluación a los cuales los distintos
agentes recurren, así como la oposición entre una in-
formación centralizada y una información descentra-
lizada. Varias corrientes intentan, en el seno de la teo-
ría de los contratos, formalizar relaciones de proximi-
dad mal tratadas por modelos canónicos que se fundan
sobre la racionalidad sustancial de los agentes. Los
51
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

modelos de contratos incompletos van en este sentido.


No obstante, a falta de revisar en profundidad la hipó-
tesis de racionalidad sustancial, recaen sobre la proxi-
midad standard. Para desembocar sobre una solución
más satisfactoria, habría que reconocer el anclaje del
conocimiento en dispositivos que guardan las huellas
de interacciones con el medio ambiente, y la posición
de las evaluaciones.
Los evolucionistas promueven el modelo de la
rutina contra el modelo del plan en su aproximación al
trabajo y a las organizaciones productivas. Su meta es
hacer resaltar el carácter irreflexivo de la actividad y su
dependencia con respecto al pasado. A falta de poder
calcular en un medio ambiente complejo, los agentes
se valen de costumbres anteriores y la coordinación
descansa sobre dichas rutinas. A pesar de sus aportes,
el inconveniente de esta aproximación reside en el
descuido de los niveles superiores requeridos para el
sentido de lo legítimo pero también del nivel inferior
de la habituación personal ya que la rutina es casi
siempre tratada como si fuera un hábito regular y a
menudo colectivo, en la misma forma que los usos so-
ciales o las costumbres. No se toma en cuenta lo pro-
pio del compromiso personal en lo familiar ni las difi-
cultades resultantes para la coordinación con otras
personas extrañas a dicho espacio familiar. La cuestión
52
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

del aprendizaje se topa, sin embargo, con tales dificul-


tades.
Así como las actividades efectivas de trabajo y de
producción implican acercamientos de los cuales las
funciones de producción o los formalismos contrac-
tuales generalmente no se enteran, los usos reales de
los productos y de los servicios no se limitan al trata-
miento funcional de las cosas que se desprende de la
noción de utilidad ni se agotan en la destrucción del
consumo. Existen en la literatura económica algunas
huellas de un régimen de uso que especifica la clase de
acomodo progresivo y particularizado de una persona
con su entorno. Así la noción de “bien de experiencia”
pone el acento sobre una dependencia para con la ex-
periencia en vez de quedarse con un informe de con-
sumo. Pero al reducir este régimen de uso a las propie-
dades de una mercancía, se pierde la caracterización
de un modo de hacer que va a la par. Los modelos de
path-dependence reconocen igualmente un puesto a
las particularidades contingentes del medio en la tra-
yectoria ulterior, pero para relacionarlas con defectos
de optimación de las escogencias técnicas.

De las instituciones reglamentadas a las interacciones


La coordinación de las acciones se encuentra ins-
tituida de manera desigual. Si las instituciones reposan
53
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

sobre las convenciones más legítimas, tal como hemos


indicado en la introducción de la tercera parte, muchas
acciones se apartan del formato institucional para re-
currir a otros formatos mas favorables a la proximidad
aun si permanecen ligadas a instituciones. Lo vemos
hoy en día en el movimiento por el cual ciertas políti-
cas se localizan e intentan situarse más cerca de las
personas y de las situaciones.
Entre las convenciones de envergadura colectiva
maximalista, podemos distinguir convenciones cons-
titutivas de primer nivel (convención 1). Sostienen mo-
dalidades de coordinación más legítimas y que son, en
consecuencia, de alcance amplio frente a los juicios y
los bienes comunes que fundan las evaluaciones. Son
más que reglas permitiendo la coordinación de accio-
nes juzgadas normales. El espacio de su interpretación
es el mismo de la justificación y de la crítica propias a
la exigencia de debate democrático. En desquite, con-
venciones de segundo nivel (convención 2) se cierran
sobre reglas más limitadas destinadas a coordinar pla-
nes de acción normalizada. No dejan sino un espacio
de interpretación de menor envergadura, aislado en una
correlación con la regla que prescribe el buen hacer.
El análisis de las instituciones o de las políticas
públicas evidencia actividades no reductibles a estas
convenciones de más amplia envergadura colectiva:
54
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

acciones de agentes pertenecientes a organismos pú-


blicos y apuntando a acercarse a los “usuarios”, situa-
ciones de evaluaciones en las cuales el evaluador esta-
blece una interacción directa con la persona evaluada.
Estas acciones se expresan en el lenguaje corriente y
no formalizado de la narrativa, desprovisto de la orto-
doxia reclamada por las instituciones.
La designación en el lenguaje ordinario de los
actos, de las intenciones y de los objetos, recurre a un
formato que autoriza una tolerancia frente a las formas
institucionales. La coordinación entre los actos no está
sometida a un ascenso en generalidad asegurando la
conformidad con la institución, pero pasa por interac-
ciones en las cuales las pruebas instituidas son alige-
radas y hasta suspendidas, a beneficio de cumplimien-
tos apreciados en un formato más tolerante de la ac-
ción que conviene.
Esta forma de interacción casi siempre se consi-
dera negativamente frente a la acción instituida, como
una acción “informal” o “local”. Nosotros contempla-
mos más bien un vaivén entre los diferentes niveles de
coordinación que hace resaltar las ventajas de esta
aproximación de las personas. Tal perspectiva dinámi-
ca debe precaverse de dos reducciones corrientes de
las instituciones: la de un concepto holista que las pre-
senta como estructuras colectivas que determinan,
55
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

con rigor, todas las prácticas sociales, la de un concepto


individualista que restringe la institución a la agrega-
ción de acciones individuales interesadas. Estas dos op-
ciones reducen considerablemente el abanico de las
formas de apreciación que guían a las personas en sus
maneras de aprehender su conducta o la de los demás. La
toma en cuenta del derecho supone considerarlo igual-
mente en sus procedimientos en acción, situándolo en
tal diferenciación de niveles que no lo reduce a la letra.
Las reglas institucionales movilizan por cons-
trucción categorías generales de puesta en equivalen-
cia, en razón del apremio cognitivo de generalización
y del apremio político de tratamiento idéntico de los
actores por la institución. Suponen además una eva-
luación de un bien común de gran envergadura, ha-
ciéndose los actores “legisladores” y adoptando una
postura crítica sobre lo que sería una buena regla.
Frente a este juicio, el nivel de interacción en situación
y el vaivén que autoriza con coordinaciones más for-
malizadas, presentan cuatro tipos de aperturas.
En primer lugar, la evaluación puede romper con
categorías generales que sostienen pre-juicios para pa-
sar a un juicio individualizado tomando en cuenta una
sucesión de acciones del individuo. Contiguo a la for-
malidad del diploma, este juicio permite apreciar com-
petencias del individuo que atestiguan de sus acciones
56
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

y no son objeto de puesta en forma pública. Las cate-


gorías instituidas tales como los diplomas, no bastan
para garantizar una evaluación justa, y la toma en
cuenta de las competencias a la acción, reveladas en la
interacción, puede conducir a un tratamiento más jus-
to gracias a la debilitación de los prejuicios que indu-
cen estas categorías instituidas.
En segundo lugar, la evaluación es finalizada me-
diante los objetivos perseguidos en situación que la
enmarca en un plan más restringido que la mira de un
bien común. Cuando sobrepase el marco de una ac-
ción individual bien cumplida, el bien visualizado pue-
de permanecer local y quedarse fuera de una mira de
universalización. Así las empresas son apuntaladas por
andamiajes que, casi siempre, no se satisfacen sino de
las exigencias locales de coordinación y el bien visua-
lizado se limita a la empresa sin extenderse a la socie-
dad en su conjunto.
En tercer lugar, la evaluación puede abrirse a la
pluralidad de los principios legítimos de justificación
los cuales, por otra parte, entran a menudo en compo-
nendas con los bienes más locales sostenidos por an-
damiajes heteróclitos. Tal apertura crea imprevistos
haciendo aparecer la situación bajo un ángulo nuevo.
E1 juicio puede llamarse “equilibrado”, que se estabi-
liza como consecuencia de las variaciones inducidas
57
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

por estos cambios de principio, y no por la verificación


previa de la situación frente a sólo uno de ellos.
En cuarto lugar, la evaluación puede dar lugar a
un diálogo en la interacción que permite disminuir las
asimetrías entre el evaluador y el evaluado y beneficiar
a los más desprovistos favoreciendo la toma en cuen-
ta de sus derechos. Puede hablarse entonces de juicio
“negociado” y considerar que favorece la expresión de
injusticias que no había accedido a la crítica. Por ende,
dicho régimen de interacciones no debe ser reducido
a una degradación de la justicia por el motivo que la
igualdad sería fragilizada por la descomposición de las
categorías generales y la objetividad nublada por la
pluralidad de los principios. Ofrece las condiciones de
un enriquecimiento de las apreciaciones que se mere-
cen las personas.
Notamos, para terminar, que esta forma de inter-
acción en situación se posiciona dentro de una gama
variada de instituciones, incluyendo el mercado cuan-
do la evaluación de los bienes va más allá de los pre-
juicios basados en las categorías generales.

En el fondo del sujeto individual:


el compromiso familiar que la persona mantiene
Cuando las políticas públicas son equipadas para
acercarse a la gente, en materia de regreso al empleo,
58
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

de reinserción, de hábitat o, en general, de trabajo so-


cial, se valen del plan, del proyecto, de la intención y
de la voluntad individuales los cuales deben probarse.
Apuntan hacia un estado de individuo capaz de coor-
dinarse en su plan y manifestar lo peculiar de una vo-
luntad y de una opinión autónomas. Esta llamada hace
pesar sobre las personas involucradas una exigencia
considerada como el peldaño previo de su acceso a un
nivel de coordinación más público que reposa sobre
las convenciones más legítimas. Si el estado del indi-
viduo constituye de esta manera la base de compromi-
sos en un espacio público, corresponde ya a un nivel
de consolidación de la persona en el cumplimiento de
acciones que convienen, tal como lo notamos en la
sección anterior.
Sin embargo, la experiencia de los agentes de es-
tas políticas públicas hace aparecer las faltas por ca-
rencias a dicha exigencia de autonomía individual.
Casi siempre están devueltos a un conjunto de defec-
tos: falta de voluntad o de perseverancia, pasividad o
inactividad, incapacidad para cumplir sus promesas.
Ciertos economistas ven en este cuadro la escogencia
a favor de la inactividad. En desquite, ciertos socio-
lógos dan primacía a los factores sociales y a las deter-
minaciones sociales que sustraen a las personas a la
responsabilidad de tales faltas.
59
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Ambas vías desconocen que la persona, con ante-


rioridad a su estado de individuo autónomo, debe pre-
viamente mantenerse a partir de lazos de proximidad
que la comprometen en lo familiar. Los distintos acom-
pañamientos personalizados, alargando las políticas
públicas, reposan sobre tal relación de familiaridad
participando a dicho mantenimiento de una persona
en el fondo del estado de individuo sujeto de acción.
La dinámica de las conveniencias personales descan-
sa sobre indicios de proximidad que afloran al uso en
el curso de la frecuentación de un entorno donde ha-
bita la persona. Es ahí donde ella mora en primer lu-
gar, mantenida por sus ataduras. Las ciencias sociales
no captan esta dinámica de acomodo familiar sino de
manera sesgada, en la alternativa activo/pasivo, en el
descrédito de una dependencia que traba la autonomía
del sujeto, en la noción momificada y repetitiva de ru-
tina, o aun en una deformación que hace ver estas con-
veniencias personales colectivizadas en costumbre o en
cultura. Las construcciones políticas no ignoran este
bien primordial comprometido en lo familiar donde se
ancla la persona, cuando se preocupan de dignidad,
cuando prometen un mundo común más hospitalario
en él que las personas difieren y cuando se preocupan
de las formas de reconocimiento de dichas diferencias
y de lucha contra las discriminaciones que suscitan.
60
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Al término de este recorrido que concluye me-


diante la caracterización de un segundo pluralismo
“vertical” que distingue las conveniencias más locales
de las convenciones más públicas, nos encontramos
nuevamente con los límites de la teoría económica
standard. Pero tenemos los medios de una nueva ilu-
minación sobre las extensiones, punto de partida a
principios del presente texto. Contra las ciencias socia-
les criticadas porque son acogedoras a los seres colec-
tivos, el tenor de una teoría standard extendida abor-
da todas las acciones humanas incluyendo las que sus-
citan, en otras disciplinas, el recurso a colectividades
sociales o a comunidades políticas, limitándose en todo
y para todo a lo que se considera como el estado más
elemental y realista del ser humano, aquél del indivi-
duo interesado. En nuestra construcción, el individuo
integra en su conducta una mira normativa sobre la
coordinación con los demás y el bien común, en lugar
de replegarse sobre un cálculo egoista. Además, pode-
mos reconocer ahora que esta individualidad; que ha-
ce de la persona un centro de decisión y de cálculo, no
es el estado primigenio ni el zócalo de todas las con-
diciones humanas. Este formato de individuo autóno-
mo no es accesible sino sobre la base de una persona-
lidad mantenida por compromisos familiares que, de
ser rotos por una actividad o un hábitat desgarrados,
61
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

privan a la persona hasta de su privacidad. Compren-


demos entonces la doble debilidad de las extensiones
de la teoría standard cuando tratan de las políticas so-
ciales, particularmente de inserción: desconocen la
referencia al bien común en la coordinación con los
demás, en la ocurrencia, un bien cívico de solidaridad;
suponen como dado este estado de individuo que la
política de inserción tiene precisamente la meta de
reconstruir.

62
ÉTICA,
POLÍTICA
y DEMOCRACIA
Problemas metodológicos
de los juicios ético/políticos

Los pueblos de América tienen derecho a la democracia


y sus gobiernos la obligación de promoverla
y defenderla.
(OEA., Carta Democrática Interamericana,
11 septiembre 2001)

Introducción

E ste artículo es producto de las


investigaciones que vengo reali-
zando desde años atrás. Los tra-
bajos que entonces publiqué abrieron el
camino reflexivo por el cual he transitado
lentamente. Los problemas de antaño es-
pero tratarlos con mayor claridad en este
breve texto. En especial centro la aten-
ción en un asunto que curiosamente sue-
len pasar inadvertido tanto filósofos como

Alexis Alzuru
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

economistas, politólogos y teóricos de las ciencias so-


ciales.
Ese asunto se refiere a las dificultades teóricas y
metodológicas que supone la fundamentación de los
juicios ético/políticos que se formulan sobre las socie-
dades contemporáneas. Se reconozca de manera explí-
cita o no, a través de este tipo de juicios se fundamen-
tan algunas evaluaciones y clasificaciones de las socie-
dades democráticas contemporáneas.
Tal vez esas clasificaciones resultaran irrelevan-
tes si ese ejercicio tan sólo persiguiera establecer ma-
tices entre las culturas y prácticas políticas de los Es-
tados democráticos y aquellos que pudiesen calificar-
se como autoritarios, proscritos o terroristas. Pero en
realidad, la justificación de los juicios ético/políticos
sobre los Estados se ha transformado en un problema
urgente, espinoso y delicado, pues las instituciones
internacionales cada vez más acuden a ellos para jus-
tificar su sistema de intervenciones y sanciones. Así lo
ha demostrado la intervención de Estados Unidos y sus
aliados en Afganistán y en Irak. Demás está acotar que
experiencias similares llaman a la puerta de la comu-
nidad internacional a través de los casos de Irán y de
algunos países Latinoamericanos.
El distingo entre Estados democráticos y los cali-
ficados como proscritos es en sí mismo complejo; sin
64
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

embargo, formular ese tipo de juicio sobre sociedades


que en apariencia persiguen ideales de justicia simila-
res lo es más aun. Entre estas sociedades las diferen-
cias ético/políticas que las alejan se encuentran, como
es fácil suponer, encubiertas.
El trabajo propuesto da cuenta de las dificulta-
des y retos que plantea investigar las discrepancias
entre los ideales de justicia de las sociedades libera-
les razonables, pueblos decentes y afectados, las so-
ciedades absolutistas benignas y los populismo per-
sonalistas. 1 Además, en él se argumenta, de manera
particular, que tanto la dinámica sociopolítica de los
países Latinoamericanos como las respuestas teóricas
aisladas que ofrecen algunas disciplinas sobre la cues-
tión, conminan apremiantes e innovadores esfuerzos
para postular soluciones plausibles al problema seña-
lado.
En esa dirección se propone la apertura de un
espacio de cooperación entre disciplinas complemen-
tarias para avanzar hacia la conceptuación de una
métrica procedimental del ideal de justicia de las so-
ciedades democráticas. Se sostiene así la tesis según la
cual la operacionalización del ideal de justicia, a tra-
vés de una métrica procedimental, es un requisito in-
dispensable para fundamentar juicios ético/políticos
que autoricen distinguir y decidir de manera razona-
65
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

da entre formas cualitativamente distintas y opuestas


de ordenar y regular la interacción social.

1. Un pequeño lunar

Siempre sospeché de la capacidad discursiva de


quienes inician sus textos citando alguna obra, para-
fraseando algún autor o refiriendo algún manoseado
aforismo. Paradójicamente, unas palabras del profesor
Joseph Raz se aparecen y se exhiben una y otra vez
como el necesario abreboca de estas páginas. Él dice
que “... la filosofía política está teñida por su tiempo.
Es válida –si es que llega a serlo– para las condiciones
que imperan aquí y ahora. Sus conclusiones se aplican
también a situaciones similares.” (p. 185, 1994).
Con razón se suele decir que el pez muere por la
boca: En esta oportunidad esta sentencia parece cum-
plirse a carta cabal. La sospecha no cesa. Empero el
razonamiento del Profesor Raz es lo que mejor ilumi-
na el curso inicial que deberían seguir estas líneas. Su
convicción penetra el clima de problemas que recorre
el cuerpo de este texto. Una porción de ellos alude a las
tensiones teórico-metodológicas que median entre las
explicaciones teóricas y lo particular concreto.
Esta última expresión es sin duda de resonancia
aristotélica. La evocación no es retórica. Sugiere que
66
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

desde sus inicios el pensamiento occidental le ha pues-


to el ojo al tipo de problemas que son inherentes a las
pretensiones de las ciencias de formular descripcio-
nes, explicaciones o juicios, sean consideradas esencia-
listas, instrumentalistas o críticas, respecto del mundo
en el cual vivimos (Popper p. 149, 1983).
Tan sólo un pequeño lunar de esos asuntos atra-
pa el interés de estas páginas. En una primera y senci-
lla aproximación se puede decir que ese lunar alude a
los problemas teóricos/metodológicos vinculados a la
elección y consistencia de la base informacional sobre
la que se apoya la fundamentación de los juicios ético/
políticos que se formulan sobre la estructura básica de
una sociedad.
El concepto de estructura básica se toma de J.
Rawls y, por tanto, alude al sistema de instituciones
públicas más importantes a través del cual se definen
cargos y posiciones, derechos y deberes, poderes e in-
munidades, acciones permisibles, acciones prohibi-
das, sanciones y garantías (Una Teoría de la Justicia,
1985, pp. 23 y ss; 77 y ss). Esta precisión conceptual
circunscribe y desagrega aún más el meollo del proble-
ma: Se trata de mostrar la complejidad teórica y meto-
dológica así como las implicaciones éticas, políticas y
prácticas, que se derivan de la elección, clasificación
y ponderación de la base informacional sobre la que se
67
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

fundamentan los juicios que se formulan sobre el sis-


tema de instituciones básicas de una sociedad.
Claro está que esa base informacional, compues-
ta por una cesta de variables y datos teóricos y empíricos
así como de presupuestos normativos y hábitos socio-
culturales, constituye también uno de los elementos
del horizonte comprensivo a partir del cual se interpre-
ta el fundamento mismo de los juicios ético/políticos.

2. Un diálogo inconcluso

En la filosofía política y jurídica, así como para la


teoría social y la filosofía moral y, recientemente para
la economía política, la discusión señalada se ha tro-
cado perentoria. Esa urgencia se encuentra atada a la
necesidad de establecer y acordar criterios a partir de
los que se puedan construir y fundamentar racional y
razonablemente 2 juicios ético/políticos respecto del
orden social y, por consiguiente, del ejercicio mismo
de la dominación en el marco de las sociedades con-
temporáneas.
Karl Popper (1982/88), Jurgen Habermas (1990),
John Rawls (1971), Amartya Sen (1999) y Douglass
North (1990), por sólo referir algunos nombres, han
ponderado la relevancia de las consecuencias que pue-
den derivarse de esa discusión. De allí el interés que
68
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

han manifestado al divulgar el debate sobre este pun-


to. En especial J. Rawls, A. Sen y D. North han coloca-
do en el centro de sus obras la reflexión sobre los pro-
blemas vinculados con la base informacional de los
juicios ético/políticos.
En la última década del siglo pasado esos autores
desplegaron un verdadero diálogo que aún no conclu-
ye. Ese diálogo inconcluso produjo ya un acercamien-
to teórico/metodológico entre la ética, la filosofía y la
teoría política, el derecho y la economía. Ciertamente
este acercamiento ha resultado complejo, críptico, dis-
cursiva y conceptualmente. Incluso, se puede conside-
rar que los interlocutores aún no logran escucharse de
manera apropiada.
Las posiciones son todavía muy divergentes e im-
permeables a la crítica; sin embargo, todas esas dificul-
tades ni empañan los avances conceptuales que ha
logrado cada una de las disciplinas involucradas, ni
solapan la vitalidad de la nueva frontera de problemas
teóricos que comienzan a aparecer como consecuen-
cia del afortunado encuentro.

3. Información y calidad de vida

Como prueba de los frutos que se han derivado


de ese diálogo recién iniciado, se pueden mencionar
69
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

los hallazgos que se vienen obteniendo tanto en las


ciencias económicas como en la teoría del desarrollo.
Uno de ellos señala que algunos hechos morales inci-
den y afectan la motivación y el comportamiento eco-
nómico real de los hombres y, explican, por consi-
guiente, muchas de las relaciones sociales que son fun-
damentales para la economía (Sen 1987, pp. 25-27).
Esta conclusión proviene de la revisión normativa
de los supuestos conductuales del llamado hombre eco-
nómico. Con ella también se dio un paso decisivo para
entender que toda aquella información referida a la li-
bertad, interpretada a través de los pares conceptuales:
capacidades/funcionamientos, procesos/oportunida-
des, resultados/logros, resulta imprescindible conside-
rarla y procesarla al momento de evaluar el desarrollo
económico de las naciones (A. Sen 1999, pp. 348 y ss.)
Esta aproximación entre ética y economía ha per-
mitido diagnosticar la insuficiencia inherente a la base
informacional de la economía del bienestar para expli-
car las motivaciones de los seres humanos y, más allá
de ello, para ofrecer una compleja y consistente eva-
luación/comparación del desarrollo económico de (y,
entre) las naciones (A. Sen pp. 90 y ss); pero por otra
parte, esa aproximación impulsó una perspectiva éti-
ca del desarrollo económico que exige comprenderlo
a partir de la evaluación, ponderación y medición del
70
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

proceso de expansión de las libertades reales y efecti-


vas de los individuos.
Como era de esperar toda esa revisión produjo
consecuencias profundas en los enfoques y procedi-
mientos metodológicos mediante los que se explica y
evalúa el desarrollo. Pues el levantamiento y procesa-
miento de la información se desplazó del escrutinio
exclusivo de las condiciones que promueven la pro-
ducción, posesión y transacción de bienes primarios o
con valor agregado, el crecimiento de la producción
per cápita, hacia el examen de una base informacional
que también debe dar cuenta de la calidad de vida que
disfrutan los individuos (A. Sen 1999, pp. 55 y ss/1997
pp. 85 y ss).
Es decir, el desplazamiento del análisis implicó
estimar que la calidad de vida de los individuos es la
médula del desarrollo económico. De allí que la base
de información que se considera como decisiva debe
integrar variables que provienen de las esferas descrip-
tiva y normativa. La explicación y evaluación del desa-
rrollo como calidad de vida implica encarar los proble-
mas que atañen a la ampliación de la base informacio-
nal y a la definición de la métrica de evaluación del
ideal social (A. Sen 1999, pp. 78 y ss).

71
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

3.1. Información y cooperación


Entre la filosofía, la ética, la economía y las cien-
cias sociales en general existe una agenda de asuntos
metodológicos que deben retomarse pronto en un in-
tenso diálogo. Algunos de ellos se encuentran vincula-
dos a problemas de derivación lógica, otros a los de
ponderación y medición, un buen número alude a los
de significado. Esta matriz de cuestiones se plantea
cuando se extraen explicaciones y juicios concluyen-
tes a partir de la vinculación de enunciados descripti-
vos y normativos (N. Hoerster 1975).
La discusión sobre cada uno de esos aspectos se
torna insoslayable si se considera que aquella interlo-
cución que se escenificó en las últimas décadas del si-
glo pasado mostró que el entrelazamiento de informa-
ción que procede de esferas y de disciplinas diferentes
fundamenta los juicios de la ética, de la política y, en
general, del conocimiento que proviene de las ciencias
económicas y sociales, a la par que exige una nueva
métrica para evaluar los logros sociales. 3
Así, el análisis y el juicio sobre el desarrollo dife-
rencial de la economías es buen ejemplo del espacio
cognitivo que exhibe un tipo de fundamentación en la
que confluye información proveniente de la esfera des-
criptiva y de la normativa. De hecho, este debate recla-
ma atender cuestiones normativas como las referidas
72
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

a la preservación o violación de los derechos indivi-


duales, las regulaciones de las libertades de concien-
cia y de opinión o las motivaciones que explican la
elección de los sujetos; y, de manera simultánea, supo-
ne examinar otras variables eminentemente descripti-
vas que refieren, entre otros aspectos, a las inversiones
que se realizan en capital humano o en I&D, a los fac-
tores que inciden en el aumento de la producción y de
la renta o aquellos que promueven la generación de un
elevado consumo ( A. Sen 1999, p. 348).
Pero esa misma tesis se ha visto reforzada y po-
tenciada por las investigaciones del premio Nóbel de
economía Douglass North 4 y las realizadas por otros
neoinstitucionalistas de las ciencias políticas y de las
ciencias sociales. 5 Esas investigaciones revelan que la
complejidad de las estructuras sociales conmina, en
efecto, un nuevo marco analítico.
El neoinstitucionalismo pretende proporcionar-
lo y para ello despliega una estrategia historiográfica
que supone la interdependencia de factores empíricos
y normativos. A partir de esa premisa los neoinstitucio-
nalistas proceden a ponderar, levantar, procesar e inte-
grar, toda aquella información descriptiva y normativa
que permite narrar, explicar y evaluar el funcionamien-
to de las estructuras sociales y el impacto que tienen en
la vida privada de las personas (R. Goodin pp. 13-17).
73
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Las investigaciones de D. North, en especial, son


una muestra exacta de esa pretensión. Un costado de
su obra se ocupa de historiar la importancia y el con-
dicionamiento de las instituciones, formales e infor-
males, en el proceso de aparición, operación y conso-
lidación del mercado. En realidad él propone una rein-
terpretación del funcionamiento del mercado. Para
lograr ese ejercicio de reinterpretación North realiza
una ampliación de la base de información del análisis
institucional.
En esa base incorpora información y fundamentos
microeconómicos, referidos a la determinación de fac-
tores tales como: Definición de los objetos de elección,
cálculo y descripción del conjunto de alternativas dis-
ponibles, cálculo de probabilidades de los aconteci-
mientos y transitividad de las preferencias; pero a la vez
añade información relativa a costumbres, tradiciones,
códigos de conductas, limitaciones autoimpuestas y
modos de organización social (D. North pp. 31-42).
En la recomprensión que North formula sobre el
funcionamiento del comercio y del mercado el proble-
ma de la configuración de la base informacional y, por
tanto, el de la métrica de evaluación, tienen un papel
crítico. Pues él entiende que sólo un marco teórico que
permita el análisis y la evaluación de la información de
forma interdependiente puede explicar, interpretar y
74
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

evaluar adecuada y complejamente la existencia, la


formación y la evolución del mercado y de las institu-
ciones que lo condicionan. Con este nuevo marco ana-
lítico el neoinstitucionalismo espera corregir los ses-
gos y las limitaciones que exhiben la economía, la eco-
nomía política, la ética y las ciencias sociales, cuando
ofrecen explicaciones y soluciones a algunos fenóme-
nos sociales.

3.2. Una zona común de información


La óptica delineada por D. North y los neoinstitu-
cionalistas al igual que la boceteada por A. Sen con sus
investigaciones sobre el desarrollo interpretado/eva-
luado como calidad de vida, ha promovido un acerca-
miento entre disciplinas distintas. Igualmente ese in-
cipiente horizonte ya ha comenzado a despejar algu-
nas dudas respecto de las posibilidades de fundamen-
tar explicaciones y juicios a partir del tratamiento in-
tegral de enunciados normativos y descriptivos, y para
rematar ha puesto por completo al desnudo los proble-
mas relacionados con la medición del ideal y de los
logros sociales. 6
Sin embargo, más allá de esos esfuerzos y de los
buenos resultados alcanzados por ellos, los problemas
metodológicos planteados reclaman aún una mayor y
estricta discusión. En especial los referidos a la con-
75
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

ceptualización y fundamentación de la métrica de eva-


luación de la cualidad del ideal de justicia de las socie-
dades democráticas y de la calidad de sus logros. Qui-
zás basta considerar un aspecto de las investigaciones
de D. North para representar con exactitud el núcleo
del problema que aquí se desea identificar.
En el texto Institutions, Institutional Change and
Economic Performance se argumenta que el desempe-
ño diferencial de las economías ha estado vinculado de
manera inequívoca a la personalización o no de los sis-
temas institucionales de los países. North concluye
que la personalización de las instituciones es la cicu-
ta de cualquier posibilidad de efectuar una racional
reforma del Estado y, por tanto, de iniciar con buen pie
un exitoso programa de desarrollo económico. Para
demostrar su tesis el economista reconstruye la histo-
ria institucional y económica de algunas naciones.
El corolario de los casos historiados corrobora
que la diferencia entre los países que lograron un de-
sarrollo creciente y sostenido y aquellos que han pade-
cido una significativa declinación económica y social,
radica, justamente, en la personalización o no de sus
sistemas institucionales. En el entendido siempre que
la despersonalización institucional corre por dos vías,
las cuales, por lo demás, se encuentran trenzadas de
manera intrínseca.
76
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

La primera de ellas alude a la supresión de toda


intervención personal, ideológica, partidista o arbitra-
ria de las instituciones. La otra se refiere a la necesidad
de estructurar una red social compleja que no sólo
construya y acuerde el sistema de reglas impersonales
que ha de regular la convivencia social, sino que nego-
cie y decida los fines y los medios del desarrollo.
Este sencillo ejemplo ilustra que el cruce de in-
formación descriptiva y cualitativa se produce de ma-
nera permanente e insensible cuando se pretenden
interpretar y explicar los fenómenos morales, políticos,
sociales, económicos y culturales que ocurren en las
sociedades contemporáneas. De allí que resulte indis-
pensable aclarar bajo qué conceptos, categorías indi-
cadores y escala de medición, se eligen, agrupan, orde-
nan, ponderan y examinan las variables que se supo-
nen intervienen en los fenómenos analizados.
En el caso recreado se tendría que interrogar cla-
ro está por el contenido mismo del par conceptual:
Despersonalizado/personalizado. North los utiliza co-
mo herramientas analíticas, pero deja a un lado la dis-
cusión que atañe a la decisión de la información que
incluye o excluye en uno y otro concepto. También des-
plaza cualquier observación respecto del ordenamien-
to, priorización y ponderación de la información que
incluye en cada uno de ellos. Por ejemplo: ¿Tiene igual
77
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

efecto sobre el desarrollo y, por tanto, la misma pon-


deración, la intervención directa de un gobernante en
el sistema de instituciones básicas a la que podría pro-
ducir la de un partido político?
En una situación similar queda la reflexión sobre
el tipo de indicadores que se deben utilizar para exa-
minar y distinguir los procedimientos, grados, modos
y lenguaje, de una intervención racional y razonable y,
por lo mismo democrática, de otra que pudiese cuali-
ficarse como irracional, arbitraria y, por consiguiente,
autoritaria.
Desde esta perspectiva se puede reconocer, en
efecto, toda una zona de interés teórico que exige la
cooperación entre la filosofía, la ética, la economía y
las ciencias sociales. Ese espacio de cooperación está
configurado por la indispensable resolución transdis-
ciplinaria de los problemas de elección de la base in-
formacional de los modelos u aparatos teóricos, esto
es: La tipología de conceptos y categorías que se deben
utilizar en cada caso, el peso relativo y la prioridad que
se puede asignar a cada contenido informativo, la(s)
regla(s) de decisión de la información que se puede in-
cluir en los análisis, así como la que se puede excluir;
los límites de la interdependencia de lo normativo y de
lo descriptivo para justificar la flexibilidad de los su-
puestos de los enfoques analíticos, así como la cons-
78
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

trucción y justificación de los indicadores de medición


de procesos, resultados y logros.

4. Legitimidad vs. Justicia

En la frontera de esa zona de interés común se


encuentra otro espacio que estimula la cooperación
entre disciplinas diferentes. Ese otro espacio tiene una
composición y una motivación eminentemente nor-
mativa: La necesidad de fundamentar los juicios éti-
cos/políticos que se formulan respecto de un orden so-
cial el dado y, en consecuencia, sobre el carácter san-
cionador de las normas y acciones que de ellos se de-
rivan.
Con frecuencia este sensible asunto se tiende a
disolver a través del análisis y la evaluación de las va-
riables inherentes al concepto de legitimidad. Y se ol-
vida que desde Maquiavelo y Hobbes ese concepto se
ha ido progresivamente despotenciado de todo conte-
nido valorativo. Por lo demás hay que recordar que ese
creciente proceso de depuración ética tuvo su punto
de máxima ebullición en la obra de M. Weber.
Según Weber la evaluación de la legitimidad está
basada en categorías empírico-descriptivas, neutral al
valor y no normativa. Pues para Weber el concepto de
legitimidad designa en la teoría de los tipos ideales una
79
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

categoría descriptivo-sociológica, y, en modo alguno,


a una categoría político-normativa (M. Riedel 1976,
p. 52).
En rigor, dentro de esa perspectiva la legitimidad
del orden institucional deriva, de manera exclusiva, de
su reconocimiento. Pero el reconocimiento en modo
alguno se sustenta en algún concepto ético, así sea el
de justicia. De allí que cuando la evaluación del siste-
ma básico de instituciones de un orden social se reali-
za en función del concepto de legitimidad con regula-
ridad se desecha toda aquella información que proce-
de de la esfera valorativa.
Este tipo de resultado requiere debatirse y re-
flexionarse con la debida prudencia pues arrastra con-
secuencias indeseables, sobre todo, en el ámbito que
domina la razón práctica. En efecto, detrás de la exten-
dida y solapada perspectiva weberiana descansa el su-
puesto según el cual el concepto de legitimidad pue-
de evaluarse de manera racional porque se interpreta
como la capacidad para imponer fácticamente el reco-
nocimiento del ejercicio del dominio a un grupo ma-
yoritario de personas.
En ese caso, la razón sólo examina y rinde cuen-
tas sobre categorías que puede operacionalizar. Un
buen ejemplo lo constituye la capacidad fáctica de im-
poner el dominio. Los valores, entre ellos la justicia, re-
80
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

presentan con exactitud lo contrario. Como pertene-


cen a la esfera normativa entonces no son susceptibles
de operacionalizarse.
Esta imposibilidad de operacionalizar el funda-
mento ético impide formular un juicio respecto del
ideal de justicia de un orden institucional. De allí que
el juicio ético/político sobre un orden social queda cir-
cunscrito al perímetro de los deseos, aspiraciones o, en
el mejor de los casos, al de la apreciación subjetiva de
la mayoría. La consecuencia neta del argumento indi-
ca que el problema de la cualificación de un orden so-
cial queda desplazado hacia lo irracional. Por tanto se
elimina la posibilidad de establecer un inequívoco dis-
tingo entre un orden social legítimo y además justo y,
otro igualmente legítimo pero injusto.
De una sociedad pinochetista, hitleriana, pero-
nista, castrista o talibanizada, sólo podría formularse
un juicio de cara a su legitimidad. Dentro de esa pers-
pectiva queda suspendido por completo el juicio éti-
co/político sobre el ordenamiento institucional y la
praxis que en ellas se desarrolló. Sin embargo, al sol de
hoy el sentido común reclama un juicio ético/político
suficientemente fundamentado sobre ese tipo de so-
ciedades. Pues con dificultad esas sociedades pueden
calificarse como justas, aun cuando se reconociese la
legitimidad de su ordenamiento institucional.
81
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

El asunto puede trocarse más complejo aún: Se


puede concebir un orden institucional legítimo que
promueva una doctrina y una praxis deliberadamente
irracional porque se apoya en una particular 7 idea de
justicia. Esta observación hipotética requiere discutir-
se en detalle y para hacerlo conviene recrear un especí-
fico contexto sociopolítico. América Latina ofrece algu-
nos ejemplos que constituyen un excelente caldo de
cultivo para hincar el diente en la reflexión planteada.

4.1. Democracias: Un dilema ético


La complejidad de la dinámica sociopolítica en la
cual se encuentran inmersas varias naciones latinoa-
mericanas, entre ellas, Cuba, Bolivia y Venezuela así
como las posiciones políticas asumidas por el gobier-
no de Argentina y los movimientos indigenistas, gue-
rrilleros y cocaleros de Colombia, Nicaragua, Perú,
Ecuador y México, muestra, en principio, la pertinen-
cia práctica de la discusión.
Uno de los rasgos de esa dinámica se apoya en la
expectativa social de impulsar un proceso político para
refundar esas repúblicas. La punta de lanza de esa ofer-
ta revolucionaria consiste, según se sostiene, en la
creación de sociedades reguladas por un peculiar ideal
de justicia. En cada país la promesa publicitada es des-
atar acciones revolucionarias para así avanzar hacia la
82
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

construcción de un sistema básico de instituciones


que sea legítimo y, en especial, justo.
Por esa vía, esas sociedades han desencadenado
una virulenta oposición entre los conceptos de demo-
cracia participativa y democracia constitucional, libe-
ral. En donde el ideal del primero prescribe que un or-
denamiento social es justo cuando a través de la par-
ticipación social se garantiza el máximo de felicidad
para la mayoría; mientras que el otro, al decir de sus
críticos, se agota en la búsqueda individual de la rique-
za y el placer. 8
Esta argumentación sugiere que la democracia
participativa es una suerte de etapa superior de la de-
mocracia representativa porque su estructura de fun-
damentación incorpora un ideal de justicia 9 aprobado
por la mayoría. A contrapelo se sostiene que el indivi-
dualismo moral de la denominada democracia repre-
sentativa ha provocado su consunción.
En las democracias latinoamericanas se lleva a
cabo una feroz disputa entre ideales de justicia alter-
nativos que son excluyentes entre sí. Pero... ¿Cómo ele-
gir entre ideales de justicia alternativos que se exclu-
yen? ¿Se puede examinar la justicia de un ideal de jus-
ticia? ¿Cómo evaluar el estatus ético de los resultados
que producen diferentes ideales de justicia? ¿Cuáles
son los procedimientos que permiten operacionalizar
83
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

un ideal de justicia? La operacionalización de la justi-


cia es un requisito indispensable para ofrecer alguna
respuesta a estas cuestiones y, para establecer, en con-
secuencia, distingos cualitativos entre ideales diferen-
tes y opuestos de justicia.
La cada vez más delicada dinámica de los países
latinoamericanos es una razón suficiente para estable-
cer un diálogo crítico que permita elegir entre la racio-
nalidad y razonabilidad de la ética neorrevolucionaria
y la racionalidad y razonabilidad de la ética de la de-
mocracia constitucional. Este diálogo exige esfuerzos
innovadores teóricamente. Por ello, otra vez, la razón
convoca a una reflexión sobre los problemas de infor-
mación que se ubican en la frontera entre lo teórico y
lo metodológico.
En un apretado resumen de ellos, se pueden iden-
tificar los siguientes: Acordar la tipología de conceptos
y categorías que pudiesen aplicar en una evaluación
ético/política de la dinámica que ocurre en sociedades
democráticas que persiguen ideales de justicia dispa-
res y opuestos, establecer el peso relativo y la prioridad
que se puede asignar a cada contenido y cada variable
informativa, definir reglas de decisión para decantar el
tipo, procedencia, pertinencia y corroboración de la
información que se decida incluir en un análisis de
esas características, así como la que se puede y debe
84
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

excluir; establecer los límites de la interdependencia


entre la información normativa y la descriptiva e iden-
tificar los puentes conceptuales entre esas esferas para
revisar los rangos de flexibilidad de los supuestos ana-
líticos, y, finalmente, abordar la construcción y justi-
ficación de indicadores de medición de aquellos pro-
cedimientos y procesos, reglas e instituciones, resulta-
dos y logros, que autoricen la distinción ética y políti-
ca entre sociedades que se definen como democráticas
a partir de perspectivas éticas ajenas.
La operacionalización del ideal de justicia es lo
que permite justificar y publicitar el desencuentro éti-
co/política que media entre el estatus del ideal neo-
rrevolucionario y el defendido por la democracia cons-
titucional. Sobre la factibilidad de acordar teórica y
metodológicamente esa operacionalización se juega la
posibilidad de acordar juicios ético/políticos que au-
toricen distinguir y decidir de manera razonada entre
formas cualitativamente diferentes de ordenar y regu-
lar la interacción social.
La alternativa a esta vía analítica es seguir al pie
de letra la propuesta weberiana. Según dice esa pro-
puesta los juicios (y decisiones) ético/políticos deben
quedar suspendidos o, en el mejor de los casos, justi-
ficados a través de la regla de la mayoría. 10 Pero, para
despecho de los weberianos la historia ha sido dramá-
85
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

ticamente generosa al demostrar que esa regla suele


arrojar con frecuencia resultados cuestionables ética y
políticamente.

4.2. Interludio
La operacionalización del ideal de justicia supo-
ne resolver el asunto de la base informacional de la
fundamentación de los juicios ético/políticos. Los in-
tentos teóricos y metodológicos que se han realizado
en esa dirección son sin duda importantes, pero han
sido insuficientes. Uno de esos esfuerzos lo llevó a ca-
bo el Programa de Naciones Unidas para el Desarro-
llo (PNUD) en abril de 2002, mediante la publicación
del documento titulado La Democracia en América
Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciuda-
danos.
A través de las palabras del Director del informe,
Dante Caputo, los profesionales que participaron en
esta investigación expresaron con claridad y desde el
inicio que la complejidad de los fenómenos humanos
que ocurren en las democracias evaluadas no se pue-
den encerrar en categorías analíticas y en cifras (p. 19).
Formulada esta salvedad indican que uno de los obje-
tivos prácticos del estudio es promover y profundizar
el debate sobre los problemas inherentes a las demo-
cracias latinoamericanas.
86
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Se trata, según palabras contenidas en el propio


documento, “...de estimular y enriquecer un debate ur-
gente... sobre la democratización de nuestras demo-
cracias...” (p. 18). En coherencia con ese objetivo se
describe y se teje el otro que tiene una finalidad teóri-
ca: Efectuar un análisis comprensivo de la democracia
en América Latina (p. 9).
Para satisfacer esos objetivos, los investigadores
del PNUD eligen examinar los problemas, logros y de-
safíos de las democracias del subcontinente. De allí
que el análisis cuantitativo de los resultados obtenidos
ocupe un amplio espacio a lo largo del documento. Es-
ta decisión metodológica circunscribe el estudio, en
buena medida, a la identificación, cuantificación y
evaluación de una batería de factores y variables en su
mayoría empíricas que, según se argumenta, producen
consecuencias desestabilizadoras en las democracias
latinoamericanas.
El PNUD centra su investigación en los resultados
económicos, sociales, jurídicos y políticos de las de-
mocracias. Con lo cual esta organización deja a un lado
la discusión que atañe a las reglas, a la vez que también
pasa por alto el examen crítico de los procedimientos
de diseño y acuerdo de las instituciones. El informe
produce así un ejercicio teórico/metodológico limita-
do cuya consecuencia más palmaria es la imposibili-
87
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

dad de distinguir de manera analítica entre la raciona-


lidad y razonabilidad de los ideales de justicia sobre los
que se afincan las democracias latinoamericanas.
Precisamente, la indagación sobre los procedi-
mientos para el acuerdo de las instituciones básicas es
la vía más adecuada para caracterizar las peculiarida-
des de los diferentes ideales de justicia que permean a
las distintas democracias de América Latina. Esa carac-
terización, a su vez, se constituye en el prerrequisito
que exige la evaluación, distinción y elección entre
ideales de justicia que pueden resultar incompatibles
en función de la matriz de valores que priorizan y pre-
servan.11
Por su parte el análisis de resultados no da cuen-
ta de esa necesaria e indispensable distinción ético/
política. En estricto sentido ese examen muestra la efi-
ciencia, calidad e impacto de los logros sociales, eco-
nómicos, jurídicos o políticos, de una sociedad. Inclu-
so permite definir relaciones de comparación entre re-
sultados, pues obviamente algunos resultados son me-
jores que otros.
Pero ese análisis, volcado hacia la esfera del ser,
se encuentra impedido metodológicamente para dar
cuenta del estatus ético del logro y, con mayor razón,
para tan sólo barruntar acerca del problema del distin-
go entre ideales de justicia incompatibles. Sencilla-
88
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

mente, este asunto queda fuera de su órbita de control


cognitivo.
Este requisito normativo resulta indispensable
enfrentarlo y resolverlo si se desea obtener una cabal
respuesta a la cuestión que los investigadores del
PNUD colocan como uno de los objetivos centrales del
informe, a saber: identificar las causas que determinan
la estabilidad y la permanencia de las democracias la-
tinoamericanas.
Al César lo que es del César, reza el refrán popu-
lar. Ciertamente en el documento comentado se en-
cuentran elementos que indican la conciencia teórica
que tienen los investigadores del PNUD de la tarea que
aún está por cumplir. Además esos elementos constitu-
yen suficientes indicios de la voluntad que existe en esa
organización por avanzar hacia la dirección descrita.
Los indicadores que allí se conceptualizan: El Índice de
Democracia Electoral (IDE) y el Índice de Apoyo a la De-
mocracia (IAD) , al igual que el examen que se realiza
sobre “El estado de la democracia”, suponen, sin duda,
una base informacional compleja en su estructura.
De hecho la información que allí fue selecciona-
da y procesada intenta vincular factores cualitativos y
cuantitativos. De manera similar, esa perspectiva aso-
cia variables, conceptos, categorías y asuntos, que por
lo general han sido tratados cognitiva y metodológi-
89
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

camente de formas disímil. Se combina, por ejemplo,


la evaluación de los rangos de libertades políticas y
jurídicas con las asimetrías tanto económicas, desem-
pleo/trabajo informal, como sociales, en lo que atañe
a la materia de salud y educación. Se acumula igual-
mente una valiosa información sobre las preferencias
y las expectativas ideológicas de los ciudadanos: Pre-
ferencias democráticas vs. las autoritarias.
La modalidad analítica utilizada en el informe
produjo como resultado una tomografía de alguno de
los tumores de las democracias latinoamericanas y de
las diferencias que median entre ellas.
Sin embargo, la discusión requiere ubicarse en
los supuestos teóricos y metodológicos que permiten
distinguir y, en consecuencia, elegir entre postulados
democráticos que son cualitativamente diferentes por-
que sus ideales de justicia son no sólo distintos, sino
opuestos. La discusión que exigen las sociedades corre
por vía de la elección entre modelos que se oponen
ética y políticamente. La pregunta es por el distingo
ético y político entre las formas que puede adquirir el
ejercicio de la dominación en sociedades democráticas
Después de todo sobre la posibilidad de llevar a
cabo este tipo de estudios descansa la posibilidad no
sólo de ponderar el estatus ético de las ofertas progra-
máticas de los diferentes agentes políticos, así como de
90
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

los resultados alcanzados por los distintos gobiernos,


sino de examinar las causas que inciden en la estabili-
dad y permanencia de los regímenes democráticos de
la región.

5. El desafío ético de la democracia

La riqueza informacional del análisis presentado


por el PNUD alumbra un poco la ruta que se debe ex-
plorar. Esa métrica rinde cuenta de los riesgos, debili-
dades y fortalezas de las democracias del subconti-
nente. Además faculta la comparación entre unas y
otras en atención a sus aciertos y desaciertos. Pero
como se ha argumentado hasta ahora, ese texto aún no
permite acordar una fundamentación racional y razo-
nable del juicio sobre la calidad diferencial de los idea-
les de justicia de los órdenes sociales examinados.
El desafío teórico de la ética, de la filosofía políti-
ca y de las ciencias económicas y sociales se juega allí:
En la posibilidad de acordar de manera transdiscipli-
naria un constructo teórico/metodológico que permita
la operacionalización de una base informacional en
función de la cual resulte factible examinar las diver-
gencias ético/políticas que median entre los ideales de
justicia que orientan la praxis de las instituciones y el
ejercicio del dominio en las sociedades contemporá-
91
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

neas. La justicia es una virtud que no puede continuar


sometida al juicio cínico de las mayorías circunstan-
ciales o de los gobernantes oportunistas.

5.1. Al filo de la navaja


Todo acuerdo transdisciplinario supone un ejer-
cicio crítico que desbroce el camino de las dificultades,
ausencias y desencuentros que siempre afecta el diá-
logo entre las disciplinas que requieren cooperar. En
este caso, tal vez esa faena se pueda continuar de la
mano de los señores J. Rawls y A. Sen. En este sentido
la idea ralwsiana de una sociedad correctamente orde-
nada aparece, en primer lugar, como una excelente
herramienta heurística.
Rawls señala con esta conceptuación un tipo de
sociedad en la cual la praxis institucional se dirige a la
preservación de los derechos individuales debida y pre-
viamente acordados. El argumento establece con clari-
dad que lo correcto no se interpreta con independencia
del bien, pero sí con prioridad respecto de éste.
Las implicaciones de esta óptica pueden explici-
tarse aún más si se captura el sentido de la idea de bien
ralwsiana. Ésta se entiende como la satisfacción indi-
vidual del deseo racional. De allí que una sociedad se
cualifica como correctamente ordenada cuando su sis-
tema básico de instituciones se afinca en acuerdos im-
92
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

parciales que autorizan las limitaciones netas a la


maximización del deseo individual. Sobre la base de
esos acuerdos imparciales se preservan, garantizan, y,
si se quiere, se potencian, aquellos derechos individua-
les que de manera autónoma han sido reconocidos por
los ciudadanos (Rawls 1985, pp. 48, 50 y 245).
Rawls supone que los derechos debidamente
acordados se excluyen del regateo político o del cálcu-
lo de los intereses sociales (p. 20). Si bien prevé la po-
sibilidad de la violación, sólo la justifica cuando es
necesaria para prevenir una mayor pérdida de dere-
chos o libertades (pp. 248 y ss). Para cerrar su pensa-
miento agrega que las razones que justifican esa posi-
bilidad deben encontrarse soportadas en argumentos
aceptados por todos, suficientes, públicos y acompa-
ñados de pruebas compresibles, las cuales deben estar
referidas a la experiencia para así abrirse al reconoci-
miento del sentido común (pp. 246 y ss).
Las reiteradas aclaratorias y precisiones que for-
mula Rawls para definir las condiciones bajo las cuales
resulta razonable limitar los derechos o libertades, ilus-
tra con nitidez la necesidad de la conceptuación de una
métrica a partir de la cual se pueda construir crítica-
mente la base informacional de la fundamentación que
autoriza la violación o restricción de los derechos y li-
bertades individuales. Pero el asunto no termina aquí.
93
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Una estricta interpretación del modelo ralwsiano


debe reconocer que al menos en Una Teoría de la Jus-
ticia está ausente la idea de potenciar los derechos in-
dividuales, en el sentido de fortalecerlos, incrementar-
los o ampliar su rango. El acento se coloca en el carác-
ter inviolable de ellos. Pero la inviolabilidad de los de-
rechos y, por consiguiente, de las libertades, no signi-
fica lo mismo que su disminución, su debilitamiento o
empobrecimiento. En un orden social se puede desple-
gar una doctrina12 y una praxis institucional orientada
a disminuir al máximo posible los derechos sin nece-
sidad de violarlos. Una sociedad puede perfectamen-
te transitar el filo de la navaja.
De allí que la construcción de una métrica proce-
dimental, esto es: una estructura teórico/metodológi-
ca con un sistema de principios, supuestos, categorías
y conceptos, criterios e indicadores, que permita el
examen de la imparcialidad de los acuerdos básicos así
como el escrutinio del cumplimiento de los mismos,
por parte de los distintos agentes políticos y gobiernos,
resulta perentoria para las sociedades democráticas,
en especial, para las de América Latina.
El objetivo de una métrica procedimental se foca-
liza en el levantamiento y procesamiento de toda
aquella información relativa a la evaluación de la im-
parcialidad y cumplimiento de los acuerdos que deben
94
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

regular las instituciones básicas. Estos acuerdos me-


taconstitucionales se refieren, como bien lo ha seña-
lado Rawls, a la cesta de valores que ciudadanos ra-
cionales y razonables deciden preservar de manera
autónoma y unánime. La regla de unanimidad sólo
exige que la universalidad de los valores acordados
sea reconocida por cualquier sujeto racional y razo-
nable en cualquier momento y bajo cualesquiera cir-
cunstancias.
En todo caso, ese inicial procesamiento de la in-
formación autoriza a abordar, de forma crítica, la dis-
cusión respecto de la justicia de un ideal de justicia.
Claro que esa cuestión conduce, a la vez, hacia aque-
lla que atañe a la comparación entre ideales de justi-
cia diferentes y opuestos. En otras palabras, la métri-
ca propuesta constituye un eslabón decisivo dentro del
aparato teórico/metodológico que se requiere definir
y acordar para separar y ponderar entre la cualidad de
un ideal de justicia fundado en la regla de la mayoría
(o en algún otro recurso ideológico o doctrinario) y un
ideal acordado de manera imparcial y unánime.
La métrica procedimental prevé como premisa
lógica para una fundamentación normativa del juicio
ético/político, determinar la imparcialidad o no de los
procedimientos que procuran el acuerdo metaconsti-
tucional. A renglón seguido exige examinar la neutra-
95
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

lidad del acuerdo constitucional y así sucesivamente.


Cerrado ese ciclo de escrutinio se contempla derivar,
de manera coherente, consistente y complementaria,
un examen ético/jurídico de los procedimientos del
sistema de derechos y una evaluación ético/económi-
ca de los procedimientos que exigen las políticas de
desarrollo económico y social.
El escrutinio procedimental de los acuerdos bá-
sicos, el examen ético/jurídico de los procedimientos
del sistema de derechos y la evaluación ético/econó-
mica de los procedimientos de las políticas públicas,
configuran las tres hojas de esta métrica procedimen-
tal. Esta estructura cumple en el ámbito de la ética nor-
mativa y de la filosofía política una función irreduc-
tible: ampliar la base informacional y argumentativa
de los juicios ético/políticos que se formulan sobre la
cualidad de los ideales de justicia que persiguen las
sociales democráticas contemporáneas.
Este tipo de juicios levantan suspicacias y sospe-
chas. Con frecuencia los esfuerzos que se orientan ha-
cia un ordenamiento racional y razonable de este de-
bate son acusados de idealismo, colonialismo o impe-
rialismo moral. El relativismo ético/político es una
oferta mucho más sugestiva y seductora. Sin embargo,
a la sombra de ese relativismo aparecen, crecen y se
fortalecen, al menos en América Latina, sistemas po-
96
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

líticos en los que la vida se torna “solitaria, pobre, bru-


tal y corta” por así decir.
Los teóricos del contractualismo han demostra-
do desde hace un buen tiempo que la democracia es un
concepto de carácter restrictivo. Esta categoría alude
con exclusividad a sociedades en las que los procedi-
mientos imparciales excluyen, expulsan o restringen la
indeseable y costosa conducta que pudiese desplegar
un loco maximizador. 13 Dentro de esta tradición el con-
cepto de democracia se aparta de aquella fundamen-
tación que pudiese tan sólo rozar argumentos rela-
tivistas.
Gracias a esa elección teórica el contractualismo,
no así el relativismo, exhibe un robusto arsenal de ar-
gumentos que explican las diferencias que median en-
tre las sociedades contemporáneas. Algunas de ellas
refieren a las divergencias éticas del lenguaje, las prác-
ticas, conductas y hábitos que se desarrollan y repro-
ducen en el interior mismo de cada sociedad. Otras
dan cuenta de los incentivos que se utilizan bien para
activar el dispositivo de la cooperación o bien para
estimular la acción individual fraudulenta, la guerra o
el conflicto abierto.
Muchos argumentos apuntan hacia las cuestio-
nes vinculadas a la definición de los procedimientos
que deben regular la imparcialidad de los acuerdos
97
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

sobre las instituciones básicas de un orden social. Pero


en todo caso, el aparato analítico del contractualismo
configura una adecuada plataforma para encarar uno
de los problemas más actuales de la ética, de la filoso-
fía y de la teoría política: establecer un distingo ético/
político entre sociedades que aún persiguiendo idea-
les de justicia excluyentes entre sí, se denominan como
democráticas.

5.2. El ostracismo de la razón práctica


Rawls avanza hacia una razonable diferenciación
y clasificación de sociedades que difieren entre sí por
los ideales de justicia que persiguen. En la obra The
Law of Peoples (1999) discrimina entre pueblos libera-
les razonables, pueblos decentes, Estados afectados,
sociedades absolutistas benignas y Estados criminales
o proscritos (pp. 73 y ss). A esta clasificación se podría
agregar otra tipología de sociedad que Rawls no esti-
pula. Éstas pueden calificarse como populismos perso-
nalistas.
Esta categoría se deriva de los pares conceptua-
les impersonal/personal desarrollados por D. North. 14
Como reverso de la impersonalización institucional, la
personalización se refiere a los Estados democráticos
en los que el orden y la praxis institucional se inten-
cionan a socavar y sobornar la voluntad y capacidad
98
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

decisora del ciudadano a través del uso discrecional


del poder y sus aliados: el chantaje, la amenaza y la
manipulación. Valga agregar que en este tipo de so-
ciedades las instituciones responden con exclusividad
a los intereses subjetivos del gobernante, de un parti-
do político o de algún grupo mayoritario o clase social.
Ciertamente esta conceptualización de los pue-
blos elaborada por Rawls configura una audaz pro-
puesta para clasificar y diferenciar las sociedades des-
de una perspectiva ético/política. La discriminación se
realiza en función de los ideales de justicia que las so-
ciedades persiguen y preservan a través de sus praxis
institucionales; por tanto, se puede inferir que el telón
de fondo de esa clasificación es ponderar, evaluar y
comparar, la racionalidad y razonabilidad del dominio
que se ejerce en cada una de ellas.
Sin embargo, esa clasificación no resuelve los pro-
blemas teórico/ metodológicos de la base informacio-
nal a partir de la cual se justifica el juicio ético/político
que autoriza el distingo y su consecuente ordenamien-
to. Al contrario el catálogo ralwsiano exacerba los pro-
blemas referidos a la construcción de la base infor-
macional.
Quizás el asunto resultara sencillo si el análisis
estableciera como único objetivo diferenciar entre el
ideal de justicia de los llamados Estados liberales razo-
99
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

nables y los subsumidos bajo el rótulo de Estados cri-


minales o proscritos. Pues para Rawls estos Estados
son aquellos regímenes que “...justifican librar la gue-
rra porque ésta promueve o puede promover sus inte-
reses racionales, que no razonables...” (p. 108). A par-
tir de esa premisa tal vez pudiese resultar relativamen-
te sencillo acordar una estructura decisional y una
métrica que fundamente el juicio ético/político sobre
el ideal de justicia de una sociedad determinada.
En realidad justificar un juicio ético/político sobre
los Estados identificados como proscritos se ha trans-
formado en un problema espinoso y delicado, por de-
cir lo menos. Así lo ha demostrado la experiencia vivi-
da por la calificación y posterior intervención a Irak, por
parte de Estados Unidos y sus aliados. Pero… formular
justificadamente ese mismo juicio sobre sociedades
que en apariencia persiguen ideales similares es aún
más enrevesado. El examen propuesto investiga las
diferencias entre los ideales de justicia de las socieda-
des liberales razonables, pueblos decentes y afectados,
las sociedades absolutistas benignas y los populismos
personalistas. Entre ellas las diferencias ético/políticas
pudiesen encontrarse matizadas, encubiertas.
Los retos teóricos y metodológicos, las dificultades
valorativas y lo espinoso de las consecuencias prácticas
inherentes a este ejercicio son múltiples y profundas,
100
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

pero ello en modo alguno puede derivar en su oculta-


miento. El ostracismo de la razón práctica no es la al-
ternativa más plausible frente a la magnitud y comple-
jidad de los problemas políticos y sociales que pade-
cen las sociedades agrupadas bajo el paraguas del con-
cepto de democracia.

5.3. Interludio
La construcción de una métrica para la evaluación
cualitativa de las democracias no reduce sus beneficios
exclusivamente a la cualificación y comparación de y
entre los Estados, o a su clasificación como pueblos de-
centes, absolutistas o personalistas, etc. Un adecuado
consenso conceptual sobre esa materia constituye una
contribución analítica invalorable e impostergable para
minimizar las diferencias internacionales al momento
de acordar el tiempo, el tipo, la intensidad y permanen-
cia de una intervención de la comunidad democrática
en Estados cualificados como criminales, afectados,
personalistas o absolutistas benévolos (Rawls p. 75). Así
esa intervención se produzca a través de sanciones po-
líticas, económicas, diplomáticas o militares.
Se trata pues de definir una métrica que permita
circunscribir y medir la cualidad misma del ideal de
justicia que las democracias acuerdan y desarrollan. Lo
cual produce una doble utilidad práctica para la comu-
101
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

nidad de países y organizaciones democráticas: res-


tringe la diversidad de criterios para alcanzar alianzas
que se orienten a excluir de la esfera democrática y de
la clasificación de pueblos liberales razonables a aque-
llas sociedades cuyos órdenes y prácticas transitan de
manera deliberada al filo de la navaja; por la otra, ofre-
ce fundadas razones ético/políticas a las acciones y de-
cisiones de carácter intervensionistas de los Estados y
organizaciones democráticas en aquellos países cuyos
ideales de justicia se apoyan con exclusividad en el
monopolio del poder y de la fuerza.

6. La virtud de las instituciones

Todo tipo de sanción, exclusión y de intervención


por parte de un país o una institución internacional a
otro (u otros) reclama, cada día más, fundamentarse de
manera suficiente en un razonado y razonable juicio
ético/político. En este sentido la conformidad sobre
una métrica para la clasificación, evaluación y compa-
ración del ideal de justicia entre sociedades provee la
amplitud e imparcialidad necesaria de la base infor-
macional sobre la cual se apoya la fundamentación del
juicio ético/político que debe sustentar la decisión.
Esa construcción consensuada evita en especial
que ese tipo de decisiones y acciones se rechacen por-
102
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

que aparezcan como peculiares de la tradición demo-


crática occidental o bien porque respondan a intereses
particulares de algún país o bloque de países. 15 El jui-
cio ético/político, a su vez, impide que ese tipo de ac-
ciones y decisiones se encapsulen en doctrinas com-
presivas (ideologías), y, en consecuencia, se persona-
licen (Rawls 2000, p. 79).
En este caso se coloca el juicio ético/político, fun-
dado en una métrica procedimental, como soporte del
sistema de decisiones y acciones relativas a exclusio-
nes, sanciones e intervenciones que pudiesen afectar
a algunos países en un momento determinado. De allí
que el tipo de información, criterios, indicadores, pro-
cesos y resultados, que se requieren seleccionar para
cumplir a cabalidad con los requisitos de esa métrica
desbordan con creces los parámetros de la evaluación
instrumental. La nueva métrica exige una evaluación
de la cualidad democrática de los países examinados,
pues su pretensión es satisfacer la razonabilidad de los
juicios ético/políticos en atención a los cuales no sólo
se clasifican los países sino que se someten a un siste-
ma de sanciones que incluye la intervención. 16
Esa métrica de carácter cualitativo incluye, sin du-
da, una evaluación instrumental del desempeño insti-
tucional. Pero su contenido informacional: Supuestos,
conceptos y categorías, variables, indicadores y resul-
103
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

tados, no pueden seleccionarse, procesarse, analizar-


se e interpretarse bajo principios instrumentales. Una
métrica para la fundamentación de los juicios ético/
políticos de las democracias supone procesar, analizar
e interpretar el contenido informacional susceptible
de investigación desde una perspectiva político-nor-
mativa y, por lo mismo, transdiciplinaria.
Este desplazamiento de la evaluación instrumen-
tal hacia la político-normativa permite, por otra parte,
configurar un procedimiento metodológico más ade-
cuado para examinar con exactitud el valor democrá-
tico de la praxis institucional y del ejercicio del domi-
nio. Por supuesto, efectuar el escrutinio del valor de-
mocrático de la praxis de las instituciones básicas de
una sociedad es, ni más ni menos, investigar el marco
ético así como las condiciones normativas, jurídicas y
empíricas bajo las que un Estado puede calificarse co-
mo justo. Se trata de acordar una métrica para exami-
nar y juzgar la justicia del ejercicio del poder y del do-
minio en todo orden social.
Si la justicia constituye la primera virtud de las
instituciones entonces su evaluación es un asunto que
reclama una atención urgente (Rawls 1985, p. 19). Pos-
tergarla es continuar avalando el relativismo cínico de
la tesis según la cual la cuestión de la justicia tiene que
ver exclusivamente con el reconocimiento fáctico, por
104
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

parte de la mayoría, de la imposición, autoafirmación


y distribución del poder.

7. Apuntes finales

El contractualismo de Rawls establece que la jus-


ticia es fundamentalmente una perspectiva moral del
hombre, de la sociedad y del actuar correcto. Ahora
bien, en la medida en la cual esa perspectiva moral es
objeto de aceptación voluntaria por parte de los hom-
bres, su realización práctica exige una evaluación de
carácter normativo que responda al mismo principio
de aceptación voluntaria de todos los hombres.
Este es uno de los aspectos más reveladores de la
posición ralwsiana. Tal vez constituya uno de los asun-
tos que requieren especial atención: Su adecuada in-
terpretación facilita la discusión sobre los problemas
metodológicos que se requieren superar para acordar
una métrica para la evaluación y comparación de los
ideales de justicia en las sociedades contemporáneas.
En estricto sentido la tesis de Rawls sugiere que
todo orden social cristaliza una perspectiva moral. De
allí que la democracia implique elegir, acordar, y desa-
rrollar una perspectiva moral; así como el fascismo, el
populismo o el totalitarismo, implican la elección de
otras perspectivas morales.
105
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

A partir de esa elección voluntaria se produce el


ordenamiento del sistema de instituciones básicas en
una sociedad. El distingo entre ellas depende entonces
de la posibilidad de fundamentar un juicio que exami-
ne la cualidad ética y política de las perspectivas en
disputa.
Empero hay que insistir en la complejidad teóri-
co/metodológica del punto. Pues este tipo de juicios
en forma alguna pueden derivarse de una evaluación
instrumental, de la eficiencia y de la eficacia de la
praxis institucional. Un buen ejemplo de esta tipología
de evaluación instrumental la constituye la que se pue-
de derivar del utilitarismo. Este modelo ofrece una
atractiva alternativa para diseñar una métrica de eva-
luación del desempeño institucional.
Sin embargo, el supuesto clásico de esta doctrina
no sólo ubica la reflexión en un horizonte meramente
instrumental, sino que la circunscribe al ámbito de los
resultados, con lo cual pulveriza cualquier posibilidad
de examinar la cualidad ético/política de los ideales de
justicia alternativos y de establecer comparaciones en-
tre sus grados de racionalidad y razonabilidad.
Dicho esto sólo resta reiterar que el modelo ralw-
siano es una excelente vía para avanzar en la discusión
mencionada. Por su parte, A. Sen se ha percatado de las
inmensas posibilidades que ofrece la teoría de Rawls
106
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

para definir una métrica político/normativa de evalua-


ción de las perspectivas éticas del desarrollo de las so-
ciedades. De allí que este Premio Nóbel se encuentre
experimentando la construcción de puentes concep-
tuales entre disciplinas que desde su parcialidad teó-
rica sólo pueden brindar interpretaciones sesgadas o
deficitarias de ese asunto. 17
Junto a A. Sen se han podido caracterizar y colo-
car un grupo de aspectos pendientes para esta fase del
diálogo. Ésta se inicia precisamente con un debate so-
bre los puentes conceptuales entre disciplinas distin-
tas. En el caso de los puentes realizados por Sen se en-
cuentran los referidos a las categorías capacidades y
funcionamientos, logros y oportunidades; pero tam-
bién está el relacionado con el concepto de derechos
y el vinculado a la idea misma de libertad.
El debate sobre los procedimientos que exigen la
construcción de esos y otros conceptos e ideas, abar-
ca cuestiones como las referidas a la genealogía de
ellos: capturar su uso lingüístico y antropológico; iden-
tificar su proceso de formación histórica, las tradicio-
nes culturales, filosóficas e ideológicas que han incidi-
do en sus significados, en sus cambios y transforma-
ciones.
Pero también incluye internarse en problemas es-
trictamente lógicos y hermenéuticos como los que im-
107
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

plica interpretar el significado de una categoría o de un


concepto a partir de información empírica proceden-
te de prácticas sociales, hábitos o costumbres.
Ello sin detallar las preguntas asociadas a los aná-
lisis de coherencia interna y externa de los conceptos
y a los de consistencia y plausibilidad de los mismo. En
esa dirección se pueden mencionar algunas dudas a
manera de ejemplo: ¿Es coherente y consistente utili-
zar una categoría como la de capacidades, cuya signi-
ficación se encuentra anclada en la tradición ética aris-
totélica, para establecer un puente informacional, in-
terpretativo, cognitivo y explicativo, con la economía?
¿Qué procedimientos y argumentos justifican y autori-
zan este uso de categorías morales para levantar aque-
lla información empírica que procede de la economía,
de la sociología o de la antropología? ¿Pueden cons-
truirse indicadores que asocien y crucen información
y variables descriptivas y normativas? ¿Cuáles son los
procedimientos válidos de recolección, asociación y
cruce de este tipo de información mixta?
La pluralidad de los puntos mencionados apenas
desea mostrar la relevancia que puede tener la coopera-
ción entre disciplinas diferentes y complementarias al
momento de discutir los problemas que atañen a la cons-
trucción de los juicios ético/políticos. La gravedad de las
tensiones morales, sociales y políticas y bélicas, que vi-
108
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

ven y padecen los ciudadanos de las democracias con-


temporáneas indican sin equívoco la pertinencia prácti-
ca de profundizar y publicitar este descuidado debate.

Notas

1. Esta clasificación que se tomará como referencia y ejemplo del


esfuerzo que se viene realizado por establecer de manera racio-
nal un distingo cualitativo entre países se encuentra en la obra
de J. Rawls The Law of Peoples, Harvard University Press, 1999.
El catálogo rawlsiano no incluye lo que aquí se define como
populismos personalistas. Sobre este punto pueden verse las
páginas 34 y ss de este mismo trabajo.
2. Aquí se adhieren las distinciones teóricas entre racionalidad y
razonabilidad que J. Rawls formula en su texto Political Liber-
alism, Columbia University Press, 1993.
3. Robert E. Goodin en un ensayo publicado bajo el título “Las
instituciones y su diseño” en la obra Teoría del diseño institu-
cional, Gedisa, 2003, realiza un reconocimiento similar al aquí
formulado y reclama así mismo la necesidad de explorar lo más
posible las consecuencias de esta unión. Los términos que uti-
liza Goodin para referirse a este doble asunto son los siguien-
tes: “Estas teorías... resultan al mismo tiempo empíricas y nor-
mativas. Este hecho básico es reconocido con frecuencia, pero
los detalles de tal vinculación raramente han sido explorados
de manera adecuada. Normalmente nos quedamos con la im-
presión general de que existe, y debería existir, un vínculo ne-
cesario y directo entre los aspectos empíricos... y los normati-
vos” (p. 53).”
109
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

4. Institutions, Institutional Change and Economic Performance,


Cambridge University Press, 1990. Igualmente, pueden consul-
tarse las obras: The Economics of Public Issues, Harper and Row,
Publishers, 1971; The risen of the Western Word. A New Eco-
nomic History, Cambridge University Press, 1973, realizadas en
coautoría con Roger LeRoy Miller y, Robert Paul Thomas, res-
pectivamente.
5. Las referencias sobre el curso que ha seguido esta discusión en
la diferentes ramas del llamado “El nuevo institucionalismo” se
puede conseguir en el texto ya citado de Teoría del diseño
institucional, del cual Robert E. Goodin es el compilador.
6. G. A. Cohen en el excelente artículo titulado: “¿Igualdad de
qué? Sobre el Bienestar, Los Bienes y Las Capacidades” (M.
Nussbaum y A. Sen. Calidad de vida, pp. 27-53) analiza sufi-
cientemente las críticas de A. Sen a la llamada métrica del bien-
estar y a la propuesta por J. Rawls.
7. Esta situación hipotética permite reivindicar uno de los acuer-
dos éticos con mayor tradición, solidez e incidencia tanto en
el desarrollo de la teoría y filosofofía política como en la praxis
política. Ese acuerdo establece que toda idea de justicia polí-
tica para calificarse como racional requiere satisfacer el prin-
cipio de universalidad. De lo cual se infiere, en contra partida,
que un ideal de justicia política es irracional cuando responde
a argumentos particulares, privados, grupales o doctrinarios.
8. Los defensores del llamado proceso revolucionario sostienen
que la participación es un valor, más aun, argumentan que la
participación es el valor prioritario de la democracia occiden-
tal. En virtud del interés teórico de este texto no se entra a dis-
cutir esta idea. Pero sí se aclara que esa tesis contiene una in-
salvable confusión teórica al interpretar la participación como
un valor. En todo caso la participación es una de las praxis, es-
fera del ser, a través de las que se cristaliza, por así decir, la au-
tonomía, esfera normativa.

110
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

9. Asumiendo, claro está, el error teórico según el cual la parti-


cipación en tanto valor pudiese representar un ideal de jus-
ticia.
10. El problema de la elección del ideal de justicia/política es una
cuestión que exige decidirse a través del principio de unanimi-
dad y en modo alguno mediante la regla de la mayoría. La de-
mocracia occidental se fundamenta en un acuerdo unánime
respecto de una idea de justicia política. Pero los actores, gru-
pos y partidos políticos pretenden sustituir ese requisito de
fundamentación con la legitimidad política que puede derivar-
se de las decisiones tomadas por una (circunstancial) mayoría
electoral.
11. J. M. Buchanan y Geofrey Brennan en el texto La razón de las
normas (Economía Política Constitucional), Madrid, Editorial
Unión, pp. 190, discuten y demuestran suficientemente la im-
posibilidad de realizar una evaluación de las democracias a
partir del análisis de resultados. Parte de los argumentos acá
expuestos se apoyan en los allí desarrollados.
12. J. Rawls establece de manera bastante precisa las diferencias
teóricas y conceptuales que existen entre una idea de justicia
y una doctrina moral o política. Señala además las implica-
ciones sociopolíticas que pueden derivarse cuando se atribu-
ye una interpretación equivalente a esos conceptos. Lamenta-
blemente muchos políticos y gobiernos deliberadamente man-
tienen y promueven esa confusión para así maximizar intere-
ses personales, partidistas o grupales.
13. La expresión la tomo del texto de J. Buchanan y G. Brennan La
Razón de las normas. Con esa expresión los autores aluden a los
actores/decisores que siempre están dispuestos a realizar la
peor acción y a desplegar la peor conducta para maximizar al
óptimo posible, en corto tiempo, sus personales intereses.
14. Esta observación no contradice las críticas contenidas en el
apartado titulado: Una zona común de información sobre el

111
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

desarrollo que North realiza de estos pares conceptuales. La


idea aquí sostenida sólo indica que del desarrollo de esos pa-
res conceptuales se puede derivar una nueva categoría de cla-
sificación.
15. Sobre el carácter universal, y no exclusivamente occidental, de
los ideales de justicia de la democracia constitucional liberal
puede consultarse el excelente artículo de A. Sen “El ejercicio
de la razón pública”, en Letras Libres, No. 12, México, 2004.
16. La Carta Democrática suscrita por varios países del continen-
te americano es un buen ejemplo de instrumentos globales en
virtud de los que se clasifican y sancionan a los países. El jui-
cio ético/político sobre la calidad de los ideales de justicia es
el fundamento de La Carta Democrática y de ese tipo de insti-
tuciones.
17. Acá se alude con exclusividad a las investigaciones de A. Sen
por razones argumentativas, pero se está consciente de que
pensadores como D. North, G. A. Cohen, M. Riedel y M. Nuss-
baum, por citar algunos, vienen realizando aportes sustantivos
en la dirección comentada.

112
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

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118
Recogiendo las velas
(1995-2001)

E n 1995 la salud de su esposa se


resiente, y la visión de nuestro
autor sigue nublándose, de mo-
do que no viaja a Francia con ocasión del
Coloquio de Literatura y Culturas vene-
zolanas organizado por La Sorbona y el
Consejo Nacional de la Cultura de Vene-
zuela, en donde se le rinde homenaje. Su
presencia en la Venezuela política amai-
na en su intensidad, pero continúa te-
niendo la última palabra cuando de asun-
tos centrales se trata, y lo entrevistan en
la televisión o la prensa con relativa fre-

Rafael ArrÁiz Lucca


C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

cuencia. Comienza un repliegue, que agudiza la enfer-


medad de su compañera de toda la vida.
Hacia finales de año, el 27 de noviembre, fallece
su primo hermano y entrañable amigo, Alfredo Boul-
ton Pietri. Entonces le dedica un emocionado “Piza-
rrón” de despedida, señalando sus méritos en el mun-
do de la historiografía de las artes visuales venezola-
nas, de la que fue pionero, y en el mundo de la fotogra-
fía, arte en el que fue un virtuoso. Boulton había naci-
do en 1908, de modo que fue un contemporáneo de
Uslar, y su amigo desde la adolescencia. Esta muerte lo
sacudió particularmente, entre otras razones porque la
amistad entre ambos se había mantenido sin fisuras
durante casi ochenta años, y porque se frecuentaban
semanalmente, con naturalidad y alegría:

“Alfredo fue más que un hermano para mí, toda la vi-


da, fue una amistad sumamente estrecha, muy fran-
ca y muy clara, era un hombre excelente, de muy bue-
na calidad humana…
(Arráiz Lucca, 2001:40)

Para esta fecha, otros de sus amigos cercanos se


habían ido. Miguel Ángel Asturias había muerto en
1974, Eugenio Mendoza en 1979, Alejo Carpentier en
1980, Francisco Narváez en 1982, Miguel Otero Silva en
120
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

1985, Carlos Eduardo Frías en 1986, José Joaquín Gon-


zález Gorrondona en 1988 y Florencio Gómez moriría
un mes despué s de Boulton en 1995. Los ocho eran sus
estrictos contemporáneos: Asturias había nacido en
1899, Mendoza en 1906, Carpentier en 1904, Narváez
en 1905, Otero Silva en 1908, Frías en 1906, González
Gorrondona en 1910 y Gómez en 1908, de modo que de
los amigos de toda su vida, idos ahora Boulton y Gó-
mez, le quedaban Germán Arciniegas, que moriría en
1999, y Rafael Domingo Revenga, quien murió dos me-
ses antes de Uslar en diciembre de 2000, y había naci-
do en 1908. Por otra parte, su prima y amiga de siem-
pre, Margot Boulton de Bottome, lo sobrevivió en dos
años, falleciendo en 2003, también le sucedió Antonia
Palacios, que falleció despué s de él en 2001, y le sobre-
vive María Teresa Castillo, amiga de todas las horas y
símbolo de esa generación.
El año 1996 fue de celebraciones y muertes. El
Congreso Nacional reunió a ambas cámaras en sesión
solemne e invitó a Juan Liscano a ser el orador de or-
den en el homenaje. También, en esos mismos días
cercanos al 16 de mayo, el entonces Presidente de la
República, Rafael Caldera, le ofrece un almuerzo en
Miraflores. Al responder el discurso de Liscano, afec-
tuoso y profundo, Uslar hizo gala de un humor que a
medida que se acercaba a la muerte fue emergiendo,
comenzó su disertación señalando:
121
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

“Vengo hoy aquí, ante el Congreso de la República,


con motivo de haber alcanzado la hazaña fisiológica
de los noventa años.”

Pero no sólo el humor brotó en aquella tarde del


16 de mayo, sino que ofreció un resumen verdadera-
mente lúcido de la historia de Venezuela. El discurso
íntegro es una pieza memorable, pero un párrafo me-
rece reproducirse por su exactitud y su capacidad de
síntesis. Esta, sin la menor duda, como creo haberlo
dicho antes, fue una de las virtudes intelectuales más
notorias de Uslar. Dijo:

“Ningún otro país pagó tan caro la independencia, se


destruyó tan profundamente, se deshizo y se sacrificó
como Venezuela. Eso explica nuestro siglo XIX. No que-
dó nada de las instituciones del pasado, toda la estruc-
tura social quedó adulterada, las instituciones queda-
ron sin efecto. En muchos sentidos fue una regresión
cultural e histórica y lo que surgió fue la anarquía y el
caudillismo que caracterizaron nuestro siglo XIX y que
vinieron a terminar a comienzos de este siglo. Ese es
otro rasgo muy importante que los venezolanos no te-
nemos en cuenta y que nos distingue de todo el resto
de la América Latina, así como nos distingue la tardía
integración nacional en la época de La Colonia.”
122
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

El nuevo homenaje dio pie para algunas revisio-


nes acerca de su obra y personalidad. Primero Diego
Bautista Urbaneja publicó en El Diario de Caracas un
artículo que desde el título ofrecía un sesgo admirativo
y crítico a la vez. “Uslar noster” se titulaba el análisis.
Otro trabajo, de mayor extensión y propósito, lo publi-
có el historiador Manuel Caballero. Se titula “Los no-
venta mundos de Arturo Uslar Pietri”, parafraseando a
Julio Cortázar, y lo encabeza señalando:

“Desde hace muchos años, Arturo Uslar Pietri debería


estar curado de espanto en materia de elogios: los ha
recibido todos. Sin embargo, hubo uno que, confiesa,
llegó a nublarle los ojos. Fue cuando un poeta ciego (a
quien la muy galicana iglesia literaria de La Pléiade
canonizó junto con Cervantes como el más grande es-
critor de la lengua española), Jorge Luis Borges, lo pre-
sentó en Buenos Aires con las siguientes palabras…”
(Caballero, 2004: 9)

Las palabras de Borges que hemos citado antes,


no es necesario repetirlas ahora. Si conviene recordar
que el ensayo de Caballero supone una lectura muy
distinta a la que el mismo lector crítico había hecho en
los años sesenta, cuando comentaba una de las dos no-
velas de la trilogía incompleta de Uslar. Ahora el pa-
123
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

norama que analizaba el historiador era amplio, y el


juicio dispuesto a valorar, sin prejuicios de ninguna
naturaleza. No digo que antes los tuviera, pero la lu-
cha ideológica de aquellos años ha podido sesgar su
lectura.
El profesor de la Universidad Simón Bolívar, Fran-
cisco Barbadillo, publica Los artículos de Pizarrón
–aproximación al pensamiento de Arturo Uslar Pietri–,
con el sello editorial de la Presidencia de la República.
Se registran artículos entre 1948 y 1994. El también
profesor, Gustavo Luis Carrera, recibe en sus manos,
este mismo año de 1996, la edición que había prepara-
do para el Fondo de Cultura Económica de México. La
invención de América mestiza se titula, y está organi-
zada con base en criterios geográficos, en cuanto a los
intereses de la obra de Uslar: la universalidad, la his-
panidad, la americanidad y la venezolanidad. La obra
cumple con su propósito: introduce al lector en un uni-
verso intelectual amplísimo, del que Carrera ha extraí-
do lo más significativo, para entregarlo como puerta
abierta hacia los lectores.
El año concluye con la muerte de Isabel Braun Ker-
del de Uslar el 19 de diciembre. Había nacido en 1913, de
modo que contaba ochenta y tres años al momento de
fallecer. La soledad fue rodeando al escritor, llevándo-
se a sus seres queridos antes que a él. Su salud, salvo
124
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

la vista y cierta debilidad en las rodillas, era perfecta.


Sin embargo, la cercanía del fin lo conduce a escribir-
le una carta a su hijo Federico, el 17 de marzo de 1997
que, dada su importancia, transcribo completa:

“Señor
Federico Uslar Braun
Presente
Mi hijo muy querido:
Creo conveniente ratificarte por escrito lo que tantas
veces te he dicho de palabra con respecto a las cir-
cunstancias posteriores a mi fallecimiento.
No deseo que mis restos sean llevados a ningún edifi-
cio público y que de la funeraria se trasladen directa-
mente al cementerio. Agradezco profundamente las
manifestaciones de condolencia que se quieran hacer
a mi memoria, pero insisto en que no revistan la for-
ma de ceremonia pública.
Con respecto a mi casa de habitación considero que
sería absurdo quererla conservar, por muchas razones
y, entre otras, por el hecho mismo de que lo más im-
portante que hay en ella, que es mi biblioteca, está do-
nada públicamente hace tiempo a la Universidad Me-
tropolitana y debe ser trasladada a su propia bibliote-
ca para ser incorporada a ella y para que pueda ser
ofrecida y consultada por el mayor número de perso-
125
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

nas dentro de las facilidades normales de una bibliote-


ca universitaria. Dejarla en casa sería absurdo y la con-
denaría, prácticamente, al desuso y a la esterilidad.
Por otra parte, el conjunto de mis papeles, correspon-
dencia y archivo, ya ha sido trasladado en gran parte
a la Fundación Polar, que les va a dedicar un recinto
adecuado que pondrá ese acervo documental al alcan-
ce de todos los estudiosos que deseen consultarlo.
Esto confirma el hecho de que la casa, privada de mi
biblioteca y de mis papeles, quedará reducida a un
cascarón y que, por lo tanto, carecería de todo senti-
do práctico quererla conservar intacta.
Para todo lo que tenga que ver con las ediciones pre-
sentes y futuras de mis libros debe conservarse la rela-
ción muy afectuosa y eficaz que he mantenido con la
Agencia Literaria Carmen Balcells, de Barcelona, rati-
ficándole a Carmen Balcells mi inmensa gratitud por
el interé s constante que ha puesto en la difusión de
mi obra.
No creo necesario decirte más nada porque nadie me-
jor que tú me conoce y sabe perfectamente aquello
con lo que podría estar de acuerdo y aquello con lo
que no podría estar.

Te bendice tu padre,”

126
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Nuestro autor sobrevive en casi cuatro años a es-


ta misiva. Mientras llega la muerte, Philippe Dessom-
mes Flórez traduce al francés una selección de su cuen-
tos, Les vainqueurs, luego Insurgés et visionnaires
d’Amerique Latine y El camino de El Dorado, todas para
la editorial Criterion, entre 1994 y 1997. Por otra par-
te, en este último año Astrid Avendaño publica su ex-
haustivo estudio político sobre Uslar, Entre la razón y
la acción, mientras Jorge Marbán hace énfasis en la
obra literaria en La vigilia del vigía, vida y obra de Ar-
turo Uslar Pietri.
Durante los últimos meses del año 1997, Uslar ve-
nía tomando la decisión de suspender su columna de
opinión en El Nacional. Finalmente escribió el último
“Pizarrón” el 4 de enero de 1998. “Una larga jornada” se
tituló aquel artículo memorable, que sorprendió y sacu-
dió a su fieles lectores. En páginas anteriores hicimos la
relación de los lapsos de esta columna, no los repetiré
ahora. Simplemente, leamos las últimas líneas de esta
breve pieza, imantada por la humildad y la sabiduría:

“Por muy largos años he mantenido esta columna, con


un claro sentido de propuesta y de obligación, hasta
llegar a formar parte importante de mi existencia. La
interrumpo hay porque he entrado, inevitablemente,
en esa dura etapa de la vida, que es el repliegue.
127
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Todo ello constituye un cambio muy importante para


mí, que espero que algún no tan remoto ni ocasional
lector comparta sinceramente.”

Otra vuelta de tuerca en la soledad. Ya esos “ami-


gos invisibles” que también eran sus lectores semana-
les dejarán de recibir sus mensajes. Este año en Colom-
bia la editorial Norma publica la totalidad de sus cuen-
tos. Con este motivo responde a una pregunta de un
periodista en un diario caraqueño, y señala que no es
posible escribir historias sino las escribe uno. Aludía a
que el hecho de dictar relatos era un método imposi-
ble para él, que toda su vida literaria había escrito él
mismo en su máquina. Antes, en otra oportunidad, ha-
bía señalado que la escritura literaria emergía en ple-
na soledad, que para él era imposible involucrar a un
tercero en el hecho. Tampoco fue costumbre de Uslar
contar con asistentes de investigación. Él mismo ade-
lantaba las investigaciones en su biblioteca, bien hubie-
se sido para un programa de televisión, una conferen-
cia, un ensayo o las novelas históricas que suponían días
de trabajo de sabueso, en busca de la información. Le
gustaba investigar, y sostenía que era un trabajo que se
hacía en soledad, sin terceros que fuesen en su auxilio.
Durante el año 1998 la campaña electoral presi-
dencial fue seguida con angustia por Uslar. Hacia el fi-
128
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

nal decidió apoyar la candidatura de Henrique Salas


Römer, a quien consideraba una mejor opción que la
de Hugo Chávez. El dolor por la crisis venezolana fue
dando sus primeros pasos, en su psique, hacia el esta-
dio de desesperación con que la vivió en sus últimos
dos años de existencia. El drama nacional fue ocupan-
do espacio en su vida, ya apartado totalmente de la es-
critura, tornándose en una invasión masiva del ánimo,
que lo acercaba ostensiblemente a la depresión. Las
elecciones que ganó Chávez significaron para Uslar
una agudización de su dolor venezolanista. Sabía que
la tragedia nacional sería peor, mucho peor.
Por otra parte, le es conferido el Premio Alfonso
Reyes, pero dado que el viaje a Mé xico era imposible
en sus condiciones, lo recibe en la Embajada de este
país en Caracas. Entonces pronuncia unas palabras de
agradecimiento con emoción. En esos mismos días el
Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Galle-
gos le otorga a una sala de exposiciones su nombre,
mientras la Biblioteca Ayacucho publica un nuevo to-
mo de sus ensayos hispanoamericanistas intitulado
Nuevo mundo, mundo nuevo. Este año de 1999 muere su
único hermano, Juan Uslar Pietri, aquel niño que había
nacido casi veinte años despué s de él, y que se había
desarrollado como diplomático e historiador, dis-
ciplina esta última con la que contribuyó con aportes
129
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

verdaderamente valiosos. La Historia de la rebelión po-


pular de 1814 (1962) y La Historia política de Venezuela
(1968), son dos de las obras sustanciales del historiador.
También en diciembre de este año sufre una pér-
dida física que comportaba otra de orden espiritual. Su
casa de Caraballeda, en la avenida costanera, frente al
mar, fue severamente afectada por la tragedia de Var-
gas. El agua y el lodo inundaron toda la casa, y hasta un
automóvil quedó incrustado en el salón comedor. Muy
poco, casi nada de lo que había allí se pudo recuperar.
La residencia quedó en ruinas, y con ella décadas de
recuerdos para Uslar. Casi todos lo fines de semana,
durante muchos años, solía irse a la casa de la playa
con su esposa a leer, a descansar frente al mar, a reci-
bir la visita de sus hijos y amigos. Fue su espacio de des-
canso, a orillas del Caribe, absolutamente íntimo, pero
también fue su lugar de trabajo: cuántas obras no sur-
gen del ocio creador, del dolce far niente indispensable
para el surgimiento del relato o la trama de un ensayo.
A las pérdidas afectivas que lo cercaban, se sumaba
ahora esta de orden físico y metafísico: el refugio de
toda su vida adulta se lo llevaban las aguas, exacta-
mente lo contrario de la sequía que fue protagonista de
dos de sus cuentos principales. Su hijo Federico esta-
ba a su lado siempre, como el último bastión de un
mundo en desaparición.
130
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

En agosto del año 2000 quien escribe regresó a


Venezuela, después de un año de trabajo en la Cátedra
Andrés Bello en Saint Antony’s College de la Universi-
dad de Oxford, traía en mente la idea de entrevistar
dilatadamente al escritor. Así se lo hice saber y el doc-
tor Uslar accedió inmediatamente, de modo que co-
menzamos a grabar en septiembre y concluimos en
noviembre. Trabajé todo diciembre en la edición del
libro y se lo entregué en enero. Oly Guerrero leyó el
manuscrito para Uslar en presencia de su hijo Federi-
co y le satisfizo el trabajo. Me devolvieron el manuscri-
to para su publicación a mediados de enero. Arturo
Uslar Pietri: ajuste de cuentas salió en abril de 2001,
dos meses despué s de su muerte.
Durante tres meses asistí dos y tres veces por se-
mana a su casa a entrevistarlo, en las tardes, ya que las
mañanas seguían siendo para dictar la corresponden-
cia, y leer la prensa nacional con aquella gran lupa con
la que se asistía en los últimos años, y la prensa inter-
nacional que siempre recibió y leyó con interés, fasci-
nado por los tópicos más diversos. Había ido por pri-
mera vez a su residencia en 1986, con motivo de una
entrevista que sostuvimos con motivo de sus ochenta
años. En la casa ahora, como antes, se respiraba un cli-
ma de paz y armonía que sólo puede emanar de un
hombre con una personalidad signada por el equili-
131
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

brio. Antes, la presencia silenciosa de la señora Uslar,


le añadía algo todavía más de peso al equilibrio reinan-
te, ahora su ausencia se notaba, por más que su pre-
sencia de antes fuese tan expresamente leve. Lo que sí
se respiraba ahora en el ambiente que el escritor iman-
taba con sus palabras, era un dejo de tristeza, a ratos
depresión, a ratos una visión sin esperanzas del país en
que vivíamos. No había perdido el equilibrio en cuan-
to a la expresión de sus emociones, ya que no siendo
un hombre de odios ni complejos estos no podían
emerger, pero si pesaba la depresión final, que sólo mi-
tigaba la presencia de su hijo Federico y la visita de los
que nos acercábamos con alguna frecuencia. Por otra
parte, la tristeza no lo había alejado de un rasgo de su
personalidad, indiscutible: la claridad de su pensa-
miento, y la diafanidad de sus sentimientos. Con Uslar
todo quedaba claro, clarísimo, iluminado por una luz
que, para muchos, podía ser ruda, y para otros, preci-
sa. Nunca premeditadamente hiriente. Uslar no hería
porque en su psique no encontraron morada perma-
nente el resentimiento ni la envidia. Era imposible que
estas bajas pasiones prosperaran en un hombre con su
hoja de vida, entregado al trabajo, con un saldo de rea-
lizaciones a favor, muy superior al de deudas pendien-
tes o fracasos. Pero no herir premeditadamente no sig-
nificaba que no expresara con toda claridad sus ideas
132
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

y sus observaciones, prueba de ello es el juicio que


ofrece sobre el Presidente de la República, teniente
coronel Chávez, quien para entonces no contaba con
dos años en el ejercicio del poder. Ante mi pregunta,
señaló:

“Un delirante, ignorantísimo, dice disparates, qué des-


gracia, el país no logra encaminarse. Pero era muy di-
fícil que Venezuela pudiera encontrar su camino, tra-
tó de encontrarlo con López y con Medina, después
vino el 18 de octubre y los gobiernos militares y esto
se fue, se perdió. Este hombre habla con una arrogan-
cia y una suficiencia increíbles, a él se le han pegado
algunas frases que ha oído, como esa del liberalismo
salvaje, eso lo llena de felicidad. No puede haber libe-
ralismo salvaje, el liberalismo es la flor de la civiliza-
ción, el tolerar la divergencia.”
(Arráiz Lucca, 2001: 39)

Nuestro escritor le atribuía su longevidad a cau-


sas genéticas, ya que sus padres habían llegado a an-
cianos ambos, aunque ninguno de los dos a la edad su-
ya. No podía atribuirle su longevidad en perfectas con-
diciones a la práctica de algún deporte, ni siquiera a la
rutina de unos ejercicios, ya que ninguna de las dos ta-
reas formó parte de su vida, jamás. Repetía con gracia
133
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

que siempre había comido chocolate negro en cantida-


des cercanas a los doscientos o trescientos gramos dia-
rios, y que allí podría anidar la clave de sus años. La
verdad es que al final de los almuerzos que compartí
con él, le acompañé en el mismo gusto por el chocolate
negro, sin azúcar, que sigo ingiriendo con mucha fre-
cuencia, y algunas veces en su memoria. Esperanzado,
también, con la idea de llegar a su edad y en sus con-
diciones, gracias al chocolate amargo.
A Uslar le había sido diagnosticado un cáncer en
la próstata, que inmediatamente hizo metástasis, y pa-
ra el que a su edad, obviamente, no había nada que
hacer desde el punto de vista médico. Tenía los días
contados. Las últimas semanas permaneció en “el alto
de la casa”, ya las piernas no le daban para bajar y su-
bir las escaleras. Una tarde de comienzos de febrero
me pidió Juan Liscano que lo llevara a visitarlo. Se ale-
gró muchísimo de ver a su amigo de tantos años. Aque-
lla conversación no fue fácil: Liscano estaba afectado
de salud y había perdido el ímpetu de la voz, mientras
Uslar padecía grandes dificultades para escuchar. En
medio de los intentos por comunicarse yo hacía el in-
cómodo papel de amplificador, o de traductor, de lo
inaudible. Tres semanas despué s de aquel diálogo los
dos habían muerto. El punto de partida del diálogo,
como suele ocurrir entre venezolanos, fue la pésima
134
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

situación política del país. A ambos los cubría un man-


to de melancolía, que se potenciaba con los rigores de
la vejez, pero la memoria y la lucidez de ambos esplen-
dían con juventud.
El lunes de carnaval, 26 de febrero de 2001, Uslar
sufrió una baja de tensión arterial. El médico fue a su
casa a examinarlo y prescribió unas medicinas. Le co-
mentó a su hijo que su padre se encontraba muy afec-
tado, por ello Federico tomó la decisión de ir a su apar-
tamento a buscar ropa para mudarse a la casa de La
Florida. Estaba en camino cuando su padre falleció, sin
entrar en coma, sin perder la conciencia. Llamó a Lola
Morillo, la señora de la limpieza de su casa que tantísi-
mo le quería, para que le ayudara acomodándole la al-
mohada, entonces le dijo que se sentía cansado, muy
cansado, muy cansado. El reloj marcaba las ocho de la
noche.
Con su muerte se ausentaba una de las mentes
mejor dotadas para la advertencia de los elementos
esenciales de un asunto, y la consecuente formulación
del nudo que él encerraba. Se iba un hombre dueño de
la palabra escrita en dimensiones excepcionales, así
como extraordinaria fue su capacidad para expresarse
oralmente. Se iba un maestro de la facultad de resumir,
de decir mucho con pocos vocablos, quizás por ello su
obra cuentística sea de magnitudes magistrales. Esa
135
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

misma facultad para comprender y reducir los proble-


mas a su nuez más descarnada lo acompañó en su aven-
tura ensayística, bien sea en aquellos de largo aliento o
en esas piezas breves, con frecuencia perfectas, que fue-
ron sus artículos de prensa. Se ausentaba la más recia
voluntad por construir un corpus ficcional alrededor
de la llamada novela histórica, denominación esta úl-
tima con la que él mismo no estaba de acuerdo. Se des-
pedía un hombre longevo, cuya personalidad pública
y privada estuvo signada por un equilibrio al que
propendía naturalmente su manera de ser. Se iba un
hombre sereno, en quien las bajas pasiones no halla-
ron vivienda, mientras sí lo hicieron la voluntad de tra-
bajo, el fervor por comprender, y la gloriosa curiosidad
que le hizo menos ajena la vastedad del universo.

136
marginalia

El aire se serena.
marginalia
Calles y vagancia
La ciudad de Roberto Arlt

Una calle desierta no es una calle por la que no


pasa nadie, sino una calle donde los que pasan,
pasan por ella como si estuviera desierta.
F. Pessoa, Libro del desasosiego.

L eer la historia de una época en


sus fragmentos arquitectónicos,
ruinas, fantasías, sueños, fiso-
nomías urbanas, parece ser una de las
propuestas filosóficas de la historia del
crítico berlinés Walter Benjamin (1892-
1940). Si la figura del arqueólogo de la
modernidad ensaya la visión de la histo-
ria como algo que no está detrás sino de-
bajo del presente, estratificado, y por lo

Álvaro Contreras
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

tanto posible de recorrer e inter- las crónicas urbanas del escritor


pretar, la figura del paseante mo- argentino Roberto Arlt (1900-
derno representa la actitud desin- 1942), su percepción del espacio
teresada del observador que des- urbano como laberinto, un entra-
anda las calles de la ciudad. La mado de sueños pretéritos y ac-
prehistoria del acontecer moderno tuales, símbolos colectivos (fábri-
resulta así vista a través de una cas, mansiones, jardines, calles,
actitud subjetiva y crítica de la rostros) descifrados por un vaga-
actualidad, de una experiencia bundo transeúnte:
moderna saturada de visiones y
fantasmagorías. La ciudad desaparece. Parece
Poner al descubierto las capas mentira, pero la ciudad desapare-
históricas de la ciudad moderna, ce para convertirse en un emporio
supone entonces movilizar la ima- infernal. Las tiendas, los letreros
gen espacial de un saber arqueoló- luminosos, las casas quintas,
gico que excava, revela, los estra- todas esas apariencias bonitas y
tos de significado de lo urbano, regaladoras de los sentidos, se
descifrando los signos y sueños del desvanecen para dejar flotando en
pasado y del presente. Dice Ben- el aire agriado las nervaduras del
jamin: “los letreros y los nombres dolor universal. Y del espectador
de las calles, los transeúntes, los se ahuyenta el afán de viajar. Más
tejados, los quioscos o los bares aún: he llegado a la conclusión de
han de hablar al vagabundo como que aquél que no encuentra todo
una ramita que cruje bajo sus pies el universo encerrado en las calles
en el bosque, como el sobrecoge- de su ciudad, no encontrará una
dor chillido del avetoro a los lejos, calle original en ninguna de las
como la repentina calma de un ciudades del mundo. Y no las
claro con un lirio erguido en el encontrará, porque el ciego en
centro” (Dirección única). Me pro- Buenos Aires es ciego en Madrid o
pongo en este ensayo rastrear esa Calcuta... (1990:94).
forma de mirar la modernidad en

140
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Aquí coinciden Arlt, el epígrafe una; la primera como espacio no


de Pessoa y la mirada de Benja- sociable donde se ha perdido la
min. La idea de una ceguera inte- capacidad de comunicación inter-
rior, de la soledad como rasgo subjetiva, la segunda como un ras-
significante del sujeto urbano, de tro de la vida callejera. Hallamos
un espacio exterior tramado como una concepción de la ciudad como
jeroglífico, se convierte en el ele- espacio que divide, fragmenta, con
mento generador de las crónicas sus muros, luces, fábricas y sus
arltianas sobre la ciudad. Las ca- metáforas de lo mecánico, lo
lles, las mercancías, las parejas de geométrico y lo metálico.1
amantes que recorren las plazas Uno de los personajes arltianos,
públicas, las nuevas masas urba- Erdosain, piensa lo siguiente des-
nas, las ilusiones de la clase me- pués de ser abofeteado: “Quizás
dia, todo ello es convertido en sig- exista también una matemática
nos claves para comprender una del espíritu cuyas terribles leyes
modernidad periférica y sus efec- no son tan inviolables como las
tos en las décadas del veinte y del que rigen las combinaciones de
treinta del siglo XX. los números y de las líneas”.
Ya en sus novelas Los siete locos Pero en sus crónicas encontra-
(1929) y Los lanzallamas (1931) las mos otra configuración de la ciu-
calles representan la “zona de la dad, derivada de otra lectura de
angustia”, por ese efecto de acu- ella, ya no como espacio inhabita-
mulación del dolor humano; el ble y distorsionador de la expe-
encadenamiento de imágenes es a riencia cotidiana, sino como esfera
este respecto significativo: “capas pública poseedora de un rostro y
de oscuridad”, “pliegues de amar- un índice particular, cifra y catálo-
gura”, “tejido placentario”, “capas go de la modernidad.2 Nos encon-
de misterio”, “subcapas... del espí- tramos entonces con una ciudad
ritu”. Ciudad y subjetividad serían definida como entidad social y
poseedoras de pliegues donde se subjetiva donde conviven el gesto
densifican los contenidos de cada cotidiano, lo histórico y lo político

141
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

de manera simultánea. Como lo tografía, el rostro devela los avata-


expresara Italo Calvino (1923- res de la vida urbana, los trazos y
1985): “Las ciudades son un con- pasajes del sujeto: “el semblante
junto de muchas cosas: memorias, nuevo es como una tierra desco-
deseos, signos de un lenguaje; son nocida que, por sus accidentes,
lugares de trueque, como explican permite juzgar de su topografía, de
todos los libros de historia de la sus posibilidades transitables y de
economía, pero estos trueques no otras tantas condiciones que se
lo son sólo de mercancías, son relaciona con la vida” (1990: 102);
también trueques de palabras, de “Porque hay semblantes que son
deseos, de recuerdos” (1998:15). como el mapa del infierno huma-
Son diferentes ciudades las no. Ojos que parecen pozos. Mira-
imaginadas y narradas por Arlt en das que hacen pensar en las lluvias
sus aguafuertes. Se hacen presen- de fuego bíblico. Tontos que son un
tes nuevos modos de percepción poema de imbecilidad” (1990:93).
de la existencia histórica y una La mirada arltiana acecha esa
percepción aguda de la experien- “tierra desconocida” ambulante, y
cia social, transformándose así la borra su carácter amenazante,
crónica en un registro fisonómico amorfo, escondrijo de la indivi-
de la vida citadina, en un “trabajo dualidad peligrosa, tal como era
de espionaje” divertido y profun- presentada por algunos narradores
do: “Porque así como los mapas a finales del siglo XIX. La familiari-
sirven para señalar la fisonomía de dad con ese “mapa del infierno” ha
una extensión geográfica, así tam- obligado al individuo a un apren-
bién los semblantes son mapas del dizaje del detalle, a leer el cuerpo
destino, donde se ve, con toda cla- civil como un signo donde están
ridad, la forma en que se desen- inscritos todas las huellas de la
vuelve la vida del individuo, qué ciudad que él habita, esa parte de
alcances tiene su felicidad, qué es la ciudad con que sueña. Así pues,
lo que oculta o lo que disimula” tenemos una mirada que se des-
(Arlt,1995:93). Índices de una car- plaza entre la profundidad y el

142
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

divertimento, pero en todo caso ante todo a partir de la globalidad


apartada de la indiferencia de los efectos que alcanzan desde
citadina; que registra y espía los su interior más allá de su inmedia-
rostros, que observa los giros y los tez. Este es su contorno real, en el
gestos del cuerpo como improntas que expresa su ser” (1986:257).
urbanas. Como cada individuo La ciudad es entonces lo que
tiene un registro de la ciudad dife- vemos y adivinamos, y estos efec-
renciado, la tarea del cronista con- tos de percepción prolongan el
sista en leer los rasgos de la ciudad radio de lo urbano, rastreados por
inscritos en su semblante, y cómo Arlt algunas veces en sus “estudios
éste devuelve los contenidos de lo de filología ‘lunfarda’”: el furbo, el
urbano. Rostro y ciudad se consti- squenun:
tuyen por su reciprocidad, cada
uno como efecto del otro. Agrega En nuestro país, en nuestra
Arlt: “Se llega así hasta a adivinar ciudad mejor dicho, la palabra
la profesión del observado; se sabe “squenun” se aplica a los poltro-
si vive sólo o con su familia; se ve nes mayores de edad, pero sin
en él, como en un espejo empaña- tendencia a ser compadritos, es
do por la neblina. Y en cuanto el decir, tiene su exacta aplicación
sujeto ha mostrado un ápice de su cuando se refiere a un filósofo de
psicología por un gesto, una mira- azotea, a uno de esos perdularios
da, se tiene la impresión de haber grandotes, estoicos, que arrastran
atrapado una mosca” (id.). La ciu- las alpargatas para ir al almacén
dad moderna deja de ser una enti- a comprar un atado de cigarrillos,
dad física, pues es además un te- y vuelven luego a su casa apara
rritorio de palabras, gestos y efec- subir a la azotea donde se queda-
tos, como apuntaba George rán tomando baños de sol hasta la
Simmel (1858-1918) apuntaba a hora de almorzar... (1990:43)
principios del siglo XX. Refiriéndo-
se a sus fronteras, apuntaba el so- Rostros, palabras, calles, son
ciólogo alemán: “una ciudad existe leídas como experiencias sociales

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

de la ciudad, indicios donde pue- de las ventanas, en los pasamanos


den verse el tiempo de las oficinas, de las escaleras, en las antenas de
las distintas formas de espera, el los pararrayos, en las astas de las
trabajo en el subsuelo, la felicidad banderas, cada segmento surcado
o el fastidio de las parejas: “El co- a su vez por arañazos, muescas,
che del subterráneo es escenario incisiones, comas” (1998:26). Esta
de pequeños sucesos que para que ciudad contenida en imágenes,
el que sabe mirarlos son toda una entendidas éstas como elabora-
fuente de psicología humana (...) ción de un experiencia particular,
Lo que ocurre allí es, a veces, más no puede, según Arlt, ser contada
elocuente que una novela” por el saber del sociólogo, del pro-
(1995:96). Esa mirada del saber feta, o del papanatas (1990:93),
discierne y narra. Pero al estar pues ellos representarían la prácti-
construida la narración sobre hi- ca del olvido de las realidades so-
pótesis, dudas, conclusiones pasa- ciales cotidianas. En este sentido,
jeras, preguntas, el saber de la cró- el paseante arltiano enfrenta su
nica deviene en texto posible; es discurso a las ciudades y
decir, la mirada del cronista confi- temporalidades que dibujan otros
gura y lee escenarios urbanos pero campos intelectuales: “El señor
con un saber atravesado por la [Leopoldo] Lugones encuentra mal
duda y la misma errancia citadina. que todos los muchachos de la
izquierda, es decir, del grupo lla-
II mado de Boedo, se ocupen de la
El caminante arltiano observa y pobreza y de la angustia de los
se detiene en aquello que esconde hombres argentinos” (1995:157).
las huellas y los deseos de la expe- Dentro de estos temas del margen
riencia urbana. También para Italo (“he vivido siempre bastante lejos
Calvino “la ciudad no cuenta su de la ciudad, en los extramuros, si
pasado, lo contiene como las lí- se quiere; en los lugares donde se
neas de una mano, escrito en las asalta a veces a pleno día; pero
esquinas de las calles, en las rejas donde hay campos, luz, sol, viento

144
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

y barro”, p.158), está la vida del duos?” (id.). Hay que entender que
conventillo, convertida en otra es otra ciudad al margen, margina-
ciudad por la escritura arltiana, da y traducida por las élites inte-
“esa ciudad que la incuria de nues- lectuales como lugar de confusión;
tros políticos coimeros ha dejado esta élite se olvidó “que en el cora-
para mancha de la urbe” (158). La zón de la ciudad estaba ese cáncer
ciudad moderna se anuncia así que se llama conventillo” (159). En
como un campo de disputa entre sus crónicas, es posible encontrar
formas de representación y grupos varias ciudades paralelas, ocupan-
intelectuales, que si bien compar- do un lugar intercambiable e ima-
ten un ordenamiento social urba- ginario, como el caso del
no común, tienen respecto de ella conventillo, en el centro, y en la
perspectivas diferentes. La calle orilla a la vez. El concepto de mar-
como principio visual será uno de gen no tiene su frontera en el lími-
esos espacios privilegiados de di- te con el centro, pues más que un
sensión, bien como lugar de con- espacio físico es un lugar
vivencia o experiencia visual. Pre- itinerante.
cisamente, esta ciudad como lugar
de experiencia y escenario de la III
fantasmagoría es la que está en La ciudad –según Simmel– im-
discusión: “¿Cómo estas mujeres pone unas condiciones síquicas a
jóvenes, estos proletarios que no sus ocupantes: rapidez en las im-
parecen brutos, se resignan a vivir presiones, imágenes efímeras e
años y años en diez y seis metros imprevisibles, con las cuales se
cuadrados de piso podrido, con construye una “vida anímica” pro-
techos donde pululan las pulgas y piamente urbana; el individuo,
las arañas, a la sombra de una mu- frente al ritmo irregular e in-forme
ralla alquitranada que es cien ve- de la ciudad, reacciona con la
ces más detestable que la de la racionalización de las impresiones
fábrica, soportando la convivencia cotidianas, de la vida subjetiva. De
obligada con toda clase de indivi- allí nacen esas tres básicas exigen-

145
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

cias de la vida urbana: la “puntua- de otro mundo, se encuentra en


lidad”, la “calculabilidad” y la Buenos Aires más solo, más aban-
“exactitud” (1986: 251). Estos tres donado que en el mismo presidio.
puntos derivan a su vez de la dua- No sabe cómo rehacer su vida” (id.).
lidad economía monetaria y carác- Esta sensibilidad de la diferen-
ter racional, en tanto favorecen “la cia, como modo de sentir y ver la
exclusión de aquellos rasgos esen- ciudad, confiera a lo singular un
ciales e impulsos irracionales, ins- lugar privilegiado; el placer de mi-
tintivos, soberanos, que quieren rar diferente va acompañado de la
determinar desde sí la forma vital, puesta en relieve de la brevedad y
en lugar de recibirla como una la rareza como virtud; se trata de
forma general, esquemáticamente una mirada particularizante,
precisada desde fuera” (id.). Como descentrada y enfrentada a la téc-
efecto de la racionalidad urbana nica como racionalidad3. En este
tenemos la indolencia, definida punto se inscribe la reacción de
como la “incapacidad... para reac- los personajes arltianos a esas tres
cionar frente a nuevos estímulos claves por las que discurre la vida
con las energías adecuadas a ellos” citadina: lo puntual, exacto y cal-
(252), esto es, el embotamiento en culable. Puede decirse que la res-
la capacidad de percepción, la puesta a esta situación “carcelaria”,
anulación del “valor de las diferen- como diría Arlt, es el invento de
cias de las cosas” (id.). Una segun- otro tiempo para el trabajo, más
da consecuencia sería la alta cuota nocturno que diurno, una elección
de indiferencia que condiciona las “racional” e invertida. Trabajar de
relaciones urbanas. Para Arlt, la “nueve a dos de la madrugada”, en
“crueldad” de la cárcel está en el “unas horas en que nadie trabaja”,
mismo nivel que la “indiferencia o es “como no trabajar”. Dice un per-
la hostilidad de la gran urbe” sonaje arltiano:
(1995:77): Agrega: “Y este hombre
que espiritual y materialmente a mí lo que me revienta es el
viene de tan lejos, que pareciera trabajo a horario, la recua, eso de

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

levantarse a las siete de la maña- “¿Será, acaso, porque me paso va-


na como todo el mundo, lavarme gabundeando toda la semana, que
la cara de prepotencia, meterme el sábado y el domingo se me an-
en el subte repleto de fulanos tojan los días más aburridos de la
ojerosos y ¡che! ¿esperar a que vida?”. Callejear, vagabundear, son
sean las doce para otra vez las acciones de un cuerpo cumpli-
empezar la cantinela del “córrase das fuera de la disciplina producti-
más adelante”, etc.? ¡No, che! Así va, de un sujeto no definido por el
no trabajo yo ni de ministro. A mí sentido del trabajo. Pero no sólo la
que me den un trabajo que no sea calle, también el trabajo es presen-
trabajo. Que no tenga las aparien- tado como un lugar íntimamente
cias de tal. ¿Te das cuenta? Tengo ligado al ocio. A este respecto, sus
psicología... Lo único que pido es observaciones en el Jardín Botáni-
que me disfracen el laburo co son ilustrativas. Dice Arlt: “¿Por
(1990:116). qué las ciencias naturales poseen
tanta aceptación entre sujetos que
Trabajar de noche tendría la tienen catadura de vagos? ¿Por qué
ventaja de dormir hasta las tres de la gente bien vestida no se dedica,
la tarde, es decir, mientras el ciu- con tanto frenesí, a un estudio se-
dadano honrado se gana la vida. mejante, saludable para el cuerpo
La propia estructura de la cró- y para el espíritu? Porque esto es
nica, en su percepción sutil del indiscutible: el estudio de la botá-
presente, refracta ese espacio dis- nica engorda. No he visto a un be-
continuo de la ciudad, las imáge- bedor de sol que no tenga la piel
nes parciales de la sociedad y las lustrosa, y un cuerpazo bien nutri-
experiencias caóticas e individua- do y mejor descansado” (1990:57).
les de lo urbano. Leemos en distin- No es una mirada legislativa ni
tas partes: “Caminaba hoy por la política, sino vagabunda la que
calle Rivadavia...”, “Esta mañana está presente en el texto y da
pasando por la calle Talcahuano...”, cuenta del ocio y del vacío de la
“Hoy, callejeando por Flores...”, ciudad, de aquellas disciplinas que

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

han hecho del tiempo y la obser- Budas a la sombra del árbol de la


vación sus tópicos de legitima- sabiduría, no movían el rastrillo
ción. ¿Qué se detalla en lo obser- ni por broma. Tal hecho me llamó
vado? Unas veces la acción corro- sumamente la atención, y decidí
siva del tiempo, otras un saber continuar mi observación. Pero,
particular alejado de la ley. Esta pasó una hora y yo me aburrí. El
mirada interpreta pero no acusa, deliquio de esos pelafustanes
no legisla sobre lo observado. Des- frente al letrero era inmenso. El
pués de alegar, “La gente que fre- rastrillo permanecía junto a ellos
cuenta el Jardín Botánico está gor- como si no existiera.
da por la influencia del latín”, ex-
plica Arlt: ¿Se dan cuenta ustedes ahora de
la influencia del botánico latín
Como decía, fui hasta allá ayer sobre los espíritus superiores?
por la tarde. Me senté en un banco Estos hombres en vez de rastrillar
y, de pronto, observé a dos jardi- la tierra, como era su deber,
neros. Con un rastrillo en la mano permanecían de brazos cruzados
miraban el letrero de un árbol. en honor a la ciencia, a la natura-
Luego se miraban entre sí, y leza y al latín. Cuando me fui, di
volvían a mirar el letrero. Para no vuelta la cabeza. Continuaban
interrumpir sus meditaciones meditando. Los rastrillos olvida-
mantenían el rastrillo completa- dos. No me extrañó de que engor-
mente inmóvil, de modo que no darán (1990:58).
cabía duda alguna de que esa
gente ilustraba sus magníficos La alianza provocadora entre
espíritus con el letrero escrito en el ciencia y vagancia tiene como eje
idioma latoso de Virgilio. Y el un narrador errante que interpreta
éxtasis que tal lectura parecía llanamente –en tiempo de ocio-
producirles, debía ser infinito, ya las miradas y los gestos del otro,
que los dos individuos, completa- colocando en un paralelo corrosi-
mente quietos como otros tantos vo contemplación e inmovilidad,

148
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

trabajo y olvido, meditación, ocio- los requerimientos de una moral


sidad y obesidad. El letrero que del trabajo. Este sujeto que cruza
capta la atención de los jardineros los espacios públicos, produce
es descifrado por el cronista en lugares e individualidades desde
función de la quietud que produ- su condición vital de vago. Así,
ce, es decir, el “idioma latoso de todo lo que alcance el recorrido de
Virgilio” es descodificado desde su mirada será vaciado de su senti-
otro lenguaje, el de la ociosidad, do utilitario, civilizado y producti-
mejor dicho, como generador de vo, para imponer el absurdo, el
ociosidad. Los jardineros están lado ornamental y menor de las
ubicados, figurativamente, entre el cosas, su lógica de la vagancia,
letrero y el rastrillo, la meditación impregnando lo público de equí-
y el deber. Detrás del éxtasis de vocos y disimulos. Uno de los re-
lectura está la falta del cumpli- sultados inmediatos que percibi-
miento del deber, y es esto quizá lo mos en este mecanismo arltiano,
que más llama la atención del pa- es la valoración del trabajo y del
seante, el hecho de que el objeto progreso en la sociedad moderna
de trabajo no se mueve, de que el como categorías productoras de
“rastrillo permanece junto a ellos vagos, con lo cual logra subvertir,
como si no existiera”. A esta equi- siempre desde la mirada del vaga-
paración ciencia-vagancia, no es- bundo, el discurso progresista-
capa el “ideal bucólico” de nacionalista de la época. Esta mi-
Rousseau, “vago solemne”, “matri- rada, a la vez que relaciona pobre-
culado y sin grupo, suizo de Gine- za - contemplación desinteresada
bra por más señas” (1995:36-38).4 - felicidad, produce y legitima la
Arlt dibuja en estas líneas una ociosidad como forma de vida. No
figura que recorrerá gran parte de nos extraña entonces que en estas
sus aguafuertes: la del sujeto vago, crónicas se conecte una ideología
ocioso, observador de la ciudad y antiutilitaria con una postura críti-
sus habitantes desde una perspec- ca de la producción racionalizado-
tiva relajada, sin compromisos o ra de la sociedad.5

149
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Esta figura del vagabundo ac- contemplador de sus semejantes”,


tualiza otra idea aventura, diferen- 1990:174), va a destejer el lenguaje
te a la del paseante o al dandy de- moral productivo como
cimonónico, al estar constituida cohesionador de lo social; por esa
por unas condiciones sociales sin- grieta del ocio aparecen los sujetos
gulares, es un proletario cuyo perezosos, desordenados, inefica-
tiempo de observación es un so- ces, viviendo para la contempla-
brante de su tiempo de trabajo; ción de la nada. Sobre la calle del
posee ciertas condiciones: soña- tráfico diario, hay otra vía con sig-
dor irónico, escéptico y está “por nos diferentes, y son los que justa-
completo despojado de prejuicios” mente lee el vagabundo: la calle
(1990: 92). “Entendámonos –aclara como “escaparate”, como “escena-
Arlt. Entre el ‘costra’ de botines rio grotesco y espantoso donde,
destartalados, pelambre como en los cartones de Goya, los
mugrienta y enjundia con más endemoniados, los ahorcados, los
grasa que un carro de matarife, y embrujados, los enloquecidos,
el vagabundo bien vestido, soña- danzan su zarabanda infernal”
dor y escéptico, hay más distancia (1990:93). Crónica urbana y sujeto
que entra la Luna y la Tierra” (id.). vagabundo, al presentarse como
Si el vagabundo arltiano lee la di- productos escépticos, irónicos y
versidad de la ciudad, construye despojados de prejuicios, estable-
historias, inventa secretos, adivina cen una forma distinta de experi-
lo que piensan los demás, es preci- mentar la mirada y el tiempo mo-
so tener en cuenta que hay unas derno, en interés sólo por lo frag-
marcas sociales del margen que lo mentario y no por la totalidad; una
definen y que están presentes en ciudad al servicio de la vagancia y
su mirada y en sus crónicas. no, como apunta Martín Jay, del
La irregularidad del ocio (la “régimen escópico perspectivista”
“vagancia dulce y confiada; esa de la modernidad (Jay, 2003).6
vagancia que convierte a un hom- De esta manera, la escritura de
bre en sereno burlón y la crónica deviene en un artificio

150
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

productor de probabilidades, al escribiría el más angustioso poe-


registrar las palabras, los deseos y ma que conoce la humanidad. In-
los recuerdos de la ciudad bajo el ventores, rateros, poetas, jugado-
privilegio de no imponer un único res, moribundos, triunfadores que
sentido –o sentido total– a las co- no pueden dormir de alegría. Cada
sas: “Ventana iluminada de las tres ventana iluminada en la noche
de la madrugada. Si se pudiera crecida, es una historia que aún no
escribir todo lo que se oculta tras se ha escrito” (1990:75).
de tus vidrios biselados o rotos, se

151
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Notas

1 Véase el sugerente ensayo de Bea- rioso odio que los predicadores


triz Sarlo (1992) relativo a los dis- del más extremo individualismo,
tintos espacios presentes en los Nietzsche el primero, dispensan a
textos literarios de Arlt. las grandes ciudades; por lo que
2 A propósito de las orillas urbanas precisamente son amados en las
en la narrativa de Leopoldo Ma- grandes ciudades” (1986:260).
rechal, “donde se dan cita el ma- 4 Una revisión del concepto de “tra-
levo, el criollo, el tango y la litera- bajo” o de producción en Arlt,
tura lacrimógena de Carriego”, más como inversión estética que
ver Zubieta, 1995:147. como actividad tecnológica liga-
3 Simmel establece una diferencia da a la modernidad, puede verse
entre cultura material y cultura en Rivera,1994. “Por una parte,
del individuo, y señala cómo la como anotamos –dice Rivera:
cultura moderna ha despropor- apetencia manifiesta del Bien y
cionado el crecimiento entre am- del Trabajo purificador, como
bas, haciendo retroceder la etapa anclajes procesales de la ‘norma-
espiritual y afectiva del indivi- lidad’ y en las urgencias de la
duo. Todo el entramado de la subsistencia cotidiana, pero tam-
“cultura objetiva” apuntaría a una bién como formas de ejercicio es-
amenaza de los valores de la sub- tético de cierta espiritualidad
jetividad. Una de las formas de humanizante de naturaleza me-
salvación de lo personal del espí- nos material. Por otra (casi como
ritu cristalizado se encontraría en contraposición en el centro del
la maximización de lo específico sistema baudelaireano): trabajo
y peculiar, hasta el límite donde con la temática poética del Mal y
se baste a sí mismo, lo hiperbóli- desasimiento existencial de las
co. “La atrofia de la cultura indi- prácticas productivas (que es, a la
vidual por la hipertrofia de la cul- vez, una sustracción a las prácti-
tura objetiva es un motivo del fu cas de la historia y de la sociedad

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

capitalista), encarnado modelar- los objetivos humanos, mientras


mente en la figura paradigmática que en la aventura mantenemos
del dandy...” (793). una relación inorgánica con el
5 A la tesis de Weber sobre la moder- mundo” (Simmel,1988:16).
nidad como proceso raciona- 6 Podemos recordar lo que decía el
lizador de todos los órdenes so- escritor Karl Kraus (1874-1936):
ciales, de donde resulta una per- “Mi expresión es del todo el ca-
sonalidad individual que no pue- pricho entorno, en cuyos torren-
de identificarse con el mundo de tes y espesuras se me ocurre el
la realidad, en esa pérdida de término exacto para nombres y
identidad entre existencia y sen- especies, voces y gestos, fenóme-
tido que establece la razón mo- nos y recuerdos, citas y anuncios,
derna, habría que agregar estas periódicos y rumores, azar y des-
notas de Simmel: “El trabajo esta- perdicios; cada letra puede tor-
blece... una relación orgánica con narse una catástrofe. Por eso
el mundo, desarrolla de manera nunca está acabada mi obra, y
continua sus sustancias y ener- cuando lo está, me hastía”
gías para su transformación en (1981:147).

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Bibliografia

Arlt, Roberto. Aguafuertes porteñas. Palavra, Literatura e Cultura, Vol.


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Losada, 1990. Campinas: UNICAMP., 1994. pp.
Arlt, Roberto. Aguafuertes porteñas. 787-803.
Buenos Aires: Corregidor, 1995. Sarlo, Beatriz. “Arlt: ciudad real, ciu-
Arlt, Roberto. Los siete locos. Los dad imaginaria, ciudad reforma-
lanzallamas. Caracas: Biblioteca da”. Punto de Vista, 42 (abril,
Ayacucho, 1978. 1992). pp. 15-21.
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3a. edición, Madrid: Alfaguara, y la vida del espíritu” [1903], en:
2002. El individuo y la libertad. Ensayos
Calvino, Italo. Las ciudades invisi- de crítica de la cultura. Barcelona
bles. Madrid: Ediciones Siruela, (España): Ediciones Península,
1998. 1986.
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nos Aires: Paidós, 2003. Ensayos filosóficos. Barcelona (Es-
Kraus, Karl. Contra los periodistas y paña): Ediciones Península, 1998.
otros contras. Madrid: Taurus, 1981. Zubieta, Ana María. Humor, nación y
Rivera, Jorge B. “Textos sobre Rober- diferencias. Arturo Cancela y
to Arlt y la ciudad rabiosa”, en: Leopoldo Marechal. Rosario: Bea-
Ana Pizarro (Organizadora), triz Viterbo Editora, 1995.

154
RISA Y SONRISA
te traerán

LAS COSTUMBRES

Humano soy
y nada humano me es ajeno.
Terencio
I

N ingún otro género de las letras


podría, con tanto acierto, pre-
sentar la fisonomía de un pue-
blo como el costumbrismo, vivencia del
acontecer que está bajo los techos, cami-
na por la calle. Basado en el sustrato realis-
ta, lleva en sí la autenticidad de una veri-
ficable base testimonial. De allí en ade-
lante nos encontramos en el territorio del
cuento, de la novela o de cualquier otro
género de escritura de ficción, con los
cuales comparte los espacios.

Julio bArroeta
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Y en ocasiones deja en el aire la como invitados a don Quijote y a


interrogación: ¿esto es novela o es Celestina. En ese obligado cami-
un paño costumbrista?. Ocurre nar, es obvio, no se debe pasar por
con Peonía, novela elemental, o alto que las costumbres de allá son
hasta en algún cuento de Gallegos, producidas por una reverberancia
o en Ovejón de Urbaneja Alchel- social distinta y, de hecho, han de
phol. Escribe Arturo Uslar Pietri ser bastante diferentes. Monótono,
que “la literatura venezolana se insoportable, sería el mundo si en
formó en las acuarelas de los cos- cada lugar se actuase de igual
tumbristas.”, con lo cual va seña- manera. Enfrentamientos y
lándole un rango y una partida de reconciciliaciones vienen a ser la
origen. Así, en cierto modo, lo sal de la vida. Paradoja. Tesoro que
pone a cubierto de expresiones hemos malinterpretado. Imagine-
como la de Jesús Semprum, quien mos un mundo en el cual a todo se
expresa que “los costumbristas le diga “sí”. Luz y sombra.
chapoteaban en el barro.” Con Las letras están hechas, en
opinión diferente Pedro Pablo cualquier parte del globo, confor-
Barnola, sereno crítico, manifiesta me a los moldes del vivir. En Espa-
que algunos autores elevaron al ña el género costumbrista da sus
costumbrismo “a la categoría de primeros pasos en el teatro del
buena literatura.” Siglo de Oro, salta de allí al relato
Si no es propio hablar del cos- novelístico y prosigue caminado
tumbrismo español sin mencionar en la prensa, estrecha vereda que
las raíces que le llegaron de los le dejan abierta, como crónica de
demás países, especialmente de costumbres con algo de picaresca.
Francia, de igual modo debemos Tampoco allí está en propia casa.
volver al archivo literario tradicio- Formará parte, aunque a mano
nal para encontrarnos con Meso- suelta, de una obra imaginativa de
nero Romanos, Blanco White, o dimensión universal, en tanto aquí
Larra, o Quevedo, y conversar con ese costumbrismo dará base para
ellos en torno al nuéstro, teniendo una literatura que hasta entonces

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

contaba con apenas algunos poe- nárquico, especialmente al de


mas de Andrés Bello, de Baralt y base teológica, y sus correspon-
unas cuantas endechas a la Virgen. dientes modos de vida. Cuaja y se
Siendo así, los orígenes no co- asienta otra realidad. Nunca los
inciden en el tiempo. Es más, ca- hábitos de pensamiento que lle-
minan en sentido inverso: allá el gan para quedarse vienen en pla-
costumbrismo va de salida, cuan- nos irreales. Refractan las circuns-
do lasletras ya están cuajada, y tancias del momento en el cual
aquí le abre puertas a una literatu- surgen. Nuestro mundo cultural
ra que se asoma. Sería, valga decir, está frente a un cambio en el pen-
una de las retrasadas entregas de samiento colectivo que en una
las carabelas de Colón. vuelta del camino está largando al
Visto eso por la sociología, ins- romanticismo, ya decadente, lacri-
trumento quirúrgico del conoci- moso, y palpando la tierra donde
miento, deja en claro el atraso pisa. Precisamente a Larra, y es el
nuestro en el reloj de la cultura contraste por ser uno de los gran-
escrita. Coinciden ambas rutas en des del costumbrismo, cuya mate-
que el romanticismo va pasando a ria prima es la realidad del am-
un segundo plano bajo la presión biente que está viviendo, se le en-
del positivismo, viento nuevo, toma maraña la cabeza cuando quiere
de conciencia dentro de una mo- vivir en el sueño romántico que ya
derna concepción de la realidad dejó de ser, se le fue por la venta-
viviente. Se habla con números. na, y un infortunio superable lo
Ello va sincronizado con el conduce a la fatal determinación
triunfante tronar de las máquinas de ponerle fin a su vida. Revive la
que multiplican el esfuerzo huma- tragedia de Werther. Son los últi-
no y van haciendo pasar a segun- mos coletazos de un romanticismo
do plano el moroso, poco rendi- catarroso, indefinido, sin contor-
dor, trabajo manual. Un salto en nos, y que así, por degeneración
la civilización que hará trizas a enfermiza, va siendo enviado al
sistemas de gobierno como el mo- tarro de la basura. Lo nuevo trae

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

una dimensión medible. Dos y dos forme a ese mandato, no debe


son cuatro. importarte si la res fue creada por
mano divina o si por generación
Menos gamelote espontánea brotó de los pastos,
y más realidad de realidades sino que allí está, en el plato, y es
No por nada Cagigal y Sales tu desayuno. La idea es violenta,
Pérez, apartados de ilusorios tiem- pero se afirma. Algo de cierto hay
pos, vienen a ser dos de nuestros en que las vitaminas del cuerpo al
más trascendentres costumbristas. mismo tiempo son para el alma, lo
Muestran un sentido práctico. Co- que al revés no siempre funciona
locan los ojos en la calle y para igual. Dante, sin las espaguetadas,
ellos una piedra es una piedra y es no habría tenido ánimo para to-
a partir de ese alinderamiento, y mar la lira y echarle sus endechas
no en el aire, que les resulta posi- a Beatriz. Vulgar pero cierto.
ble construir algo estable. Cagigal, Hemos mencionado a Comte;
educador, consolida en el país los no obstante, siendo tiempo de
estudios físicos y matemáticos, en renovadas filosofìas, vale tener
tanto Franciso de Sales Pérez está presente que antes David Hume,
dedicado al comercio y al burocra- en su Tratado de la naturaleza hu-
tismo de la alta política, dos activi- mana, bastantes afanes dedicó a
dades en las cuales no se puede poner en claro lo que eran impre-
perder de vista la tierra firme. No siones y lo que eran realmente
se trata de irse al patio y cantarle ideas, y así, de todo ello emerge un
canciones a la luna. Las fechas constante razonar en el campo de
coinciden. Comte, que ha nacido las realidades.
en 1798 y vivirá hasta 1857, tiempo
cuando entre nosotros se ha co- No sólo crítica social irónica es el
menzado a sentir el positivismo trascendente arte costumbrista
con su “no pensar en el origen de De esa manera la mentalidad va
las cosas sino en las cosas mis- cambiando bajo la convicción de
mas”. Digamos que al comer, con- que lo “que es es y lo que no es no

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es”, asunto comido y digerido por Las costumbres tienen una im-
el pensamiento antiguo. Bien se portancia mayor, especial. Ello es
ha dicho que el tiempo no se de- notorio en nuestro ámbito históri-
tiene a contemplar la imaginación co desde las cartas de Cristóbal
de los soñadores. Colón al rey, o las del Tirano Agui-
En cuenta de lo que es la vida rre con igual destino, como en los
en común como laboratorio, han relatos enviados por los cronistas
surgido los escritores que especí- de Indias. Hasta los pequeños de-
ficamente se ocupan de criticar las talles resultan importantes para la
costumbres, que eso es lo hecho Corona. Gumilla, al referirse a los
hasta entonces por la literatura molestosos zancudos dice que son
propiamente dicha y especialmen- como granos de pólvora. Sería,
te por el teatro. Sólo que los cos- digamos, para justificar ante sus
tumbristas lo harán de manera superiores la importancia del sa-
específica. Van directamente al crificio hecho en la evangeliza-
grano. Marcan su propio terreno y ción. Por motivos prácticos al mo-
debido a ello se ha generalizado narca le interesarían más las cos-
que el costumbrismo sólo tiene tumbres de los indios con los cua-
como función hacer crítica iróni- les habrían de enfrentarse sus con-
ca o sarcástica de la sociedad, lo quistadores que la belleza de los
cual, por lo demás, es una caracte- rios o el aroma de las flores tropi-
rística general de las letras, inser- cales. Ante una empresa tan colo-
tada en toda la literatura universal sal no estaba él para la lectura de
o local de cada país o región, don- romancillos.
de va como semblanza, cuadro Veremos el costumbrismo en
típico, entorno. En la propia Santa las novelas de Teresa de la Parra y
Biblia, escrita directamente a en las de Rómulo Gallegos, de José
mano por el acontecer, está el ca- Rafael Pocaterra, de Alejandro
ñamazo de la costumbre. La mi- García Maldonado. De Pocaterra
sión del costumbrismo es captar el indiquemos el cuento Los come-
detalle y colocarlo en relieve. muertos, o de Andrés Eloy Blanco

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su Manatí y Mamporal, que son entrometidos pues nadie los ha


absolutos cuadros costumbristas invitado y, además, en condición
con aroma literario. De igual mo- de fisgones. Ya en la tradición de la
do los tiene Gallegos y otros pres- literatura española está el travieso
tigiosos escritores venezolanos. Vélez de Guevara con su no menos
Veremos al costumbrismo bien travieso “Diablo Cojuelo”, y Que-
asentado en los versos con am- vedo con su “Buscón”, buscando
bientes en la vida y costumbres ambos lo que no se les había per-
características, así en Arvelo dido. Visto de ese modo, el escritor
Larriva y del mismo Andrés Eloy, afianzado en las costumbres, y
digamos en La loca Luz Caraballo. especialmente los suspicases
Mediante un realismo en cierto costumbristas, espían a la socie-
modo caricaturesco, y esos les dad como a través de una rendija
hace más liviana la tarea, los que para echarle afuera sus mañas,
abordan la crítica social tienen la más que sus virtudes, porque
particularidad de que supuesta- también ha de tenerlas, y sólo que
mente lo hacen de modo ligero, de éstas utilizan las indispensables
sin romper los vidrios. Conocen el para establecer los contrastes en
terreno que pisan. Será por lo cual un campo en el cual a los lectores
Mesoneros Romano, curándose en parece agradarles más descubrir
salud, firma sus escritos como “El lo imperfecto que las perfecciones.
Curioso Parlante”, y Larra será, en El refranero tradicional te recri-
su personalidad a medias cubierta, mina porque ves la paja en el ojo
“El Pobrecito Hablador”. Es como ajeno pero no la viga en el propio.
si pidieran permiso para entrar en
puntas de pies a un ámbito reser- Arrabalero pero con casta
vado para la gente formal. Ambos, Cuando vas al teatro a buscar
y otros tantos importantes, diga- distracción y no a llorar los dra-
mos Mateo Alemán, mantienen mas pañuelo en mano, estás con el
esa especie de respeto hacia la so- público del costumbrismo. Este
ciedad en la cual van a colarse de tiene casta. En España se hace no-

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tar desde el Siglo de Oro, al aflo- De ser perfectos, ¿no les resultaría-
rar de los llamados “cuentecillos”, mos a los prójimos insoportable-
traviesos relatos dialogados que mente extraños?. Tragedia mayor.
ascienden de la calle popular a la Colocados en esa vía, repetir
tablas, con Juan de Timoneda, que los ángeles son bellos es pro-
Melchor de Santa Cruz. Igual, y piciar el aburrimiento. La perfec-
esto lo refiere Bartolomé Bennas- ción se queda en sí misma. Se ad-
sar, los aprovecha Lope de Vega en mira, se señala y ya está.
diversas ocasiones, y Mateo Ale- El contraste, preferible si es
mán, autor del Guzmán de Alfa- estrafalario, viene a ser el puntal
rache, quien secreto del humorismo. Caín en-
tra en la fama, y es el criminal más
se había inspirado profundamen- recordado, porque al matar a su
te en los cuentecillos. 1 hermano rompe no solamente la
norma sino que, además, lo hace
La materia prima de la estampa con una quijada de burro, lo cual
costumbrista es lo diferenciable agrega mayor contraste sarcástico
dentro del acontecer. De allí que a lo ya grotesco. Del paradigma y
la expresión de Quevedo “érase un su opuesto se nutre la literatura y
hombre a una nariz pegado”, tenga de hecho lo hará el costumbrismo.
cuatro siglos. No hubiese trascen- Mas, de cualquir modo, se requie-
dido del libro si hubiese sido “éra- re un refinamiento para captar la
se un hombre apuesto, elegante”. diferencia entre lo que es y lo que
Habría muerto en sí misma. Por no es materia para ser convertida
sonsa, sin sal. Nuestro sadismo en oro literario. Transcribimos esta
pide algo más. oportuna referencia:
La sal de humor proviene de los
detalles del contraste que por vía Goethe decía que precisamente
psicológica de la estética nos alivia por la realidad es como el poeta
la carga de nuestras propias fallas. manifiesta. Si sabe discernir, en
Catársis. Fortuna nuestra, además. un asunto vulgar, un lado intere-

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sante. El realismo bien entendido cárcele para que uno de sus perso-
es lo contrario de lo que podría najes le despeje, nada menos,
llamarse el trivialismo… (…) esta menuda incógnita:
Algo nuevo allí donde todos
habían mirado antes. 2 Podríais decirme, amigo Satán, si
habéis descubiero un alma dentro
Agreguémosle estas apreciacio- de mi?. 4
nes de Baralt, expresadas en Las
ideas y el vulgo Junto con ser uno de los más
bellos versos creados por venezo-
Las costumbres todos las tenemos; lano alguno, la pelea de Florentino
lo curioso y lo salado son las par- con el diablo que Alberto Arvelo
ticularidades. 3
Torrealba recrea con un fondo de
arpa y maracas, es un cuadro poe-
En el barro de las costumbres el tizado de costumbres que cabal-
diablo anda como en casa propia mente sólo se aprecia si lo leemos
Al dejar alguien las puertas en su totalidad y captamos los ma-
abiertas, el diablo se sale de la bi- ticesde su entreverado lenguaje.
blia y entra en la literatura univer- Allí el poeta, con su habla bordada
sal por vía de La Divina Comedia, por un sabio multisentido, hace
título amplio en el cual se adivina aflorar ese mágico ambiente don-
el anuncio de un contenido gordo, de habitan claros rios, frescos pal-
e igual se cuela entre los diable- mares y jagueyes de aguas limpias,
jos brincones de la Edad Media, de lugar de gentes guiadas por la sa-
donde siempre variando en sus biduría del refranero popular, que
actividades continúa con Goethe y es el emporio mayor de todas las
su Fausto hasta volar por el mun- filosofías. La pelea de Florentino
do, remontar horizontes y llegar a con el diablo, es un precioso cua-
estas lejanas orillas, donde Julio dro de las letras en el cual es posi-
Garmendia , el más fino de nues- ble ver y sentir que las costum-
tros escritores, aprovecha de acer- bres, en el costumbrismo, pueden

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alcanzar los niveles literarios. Este llecidos por la misma poesía que
bello poema de Alberto Arvelo de ellos emana, el personaje de
Torrealba tiene cercana sustenta- las tinieblas es humanizado por la
ción en el andamiaje de las cos- magia del Llano y, llanero esencial,
tumbres, pues de otro modo no no desperdicia Florentino la oca-
habría caminado hasta nuestros sión de echarse con él un reto lle-
días. Ocurre igual así en Doña no de malicias en contrapunteada
Bárbara, en Canta Claro, novelas copla de arpa y maracas, que
en las cuales las estampas cos- abreviamos con fragmentos:
tumbristas en ellas contenidas
desbordan el reducido nivel El coplero Florentino
enmarcado por los cuadros del por el ancho terraplén
siglo anterior. Creo que ante tales caminos del Desamparo
muestras quedan sin argumentos desanda a golpe de seis.
quienes despectivamente afirman (…)
que el costumbrismo no asciende “Oye un jinete tras él.
a niveles de buena literatura. Po- Negra se le ve la manta,
dríamos atribuirlo a la evolución, negro el caballo también;
pues, vimos, nació como bajo el negro pelo e’guama
cuentecillos que llegaron al teatro la cara no se le ve.
clásico, tiene solera, donde recibe Pasa cantando una copla
las aguas bautismales, y al pasar a (…)
la crónica periodística de realismo El coplero solitario
ficción se independiza, se herma- vive su grave altivez
na un tanto con la caricatura, y, de ir caminando el erial
dentro de la mismas evoluciones como quien pisa vergel.
culturales, gana propios espacios. En el caño de Las Animas
Y firmes. se para muerto de sed
En esta creación de Arvelo y en las patas del castaño
Torrealba, cuyo sustento vienen a ve lo claro del jaguey.
ser loshábitos y costumbres embe- (…)

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El Diablo: La voz por la sala cruza.


Amigo por si se atreve, (…)
aguárdeme en Santa Inés,
que lo voy a buscar El Diablo:
para cantar con usté.. Catire quita pesares
(…) Contésteme esta pregunta:
Noche de fiero chubasco ¿Cuál es el gallo que siempre
por la enlutada llanura, lleva ventaja en la lucha
y de encendidas chipolas y aunque le den en el pico
que el rancho del peón alumbran. tiene picada segura? 5
Adentro suena el capacho, (…)
afuera bate la lluvia;
vena en corazón de cedro No hemos resistido el impulso
el bordón mana ternura; de presentar un largo fragmento
(…) y mientras teje el joropo de esa joya que hacen un solo haz
bandoleras amarguras .. de la crónica real y la imaginada.
(…) Virtudes de la poesía. Conociendo
Súbito un hombre en la puerta: este límpido cuadro costumbrista
Indio de grave postura, pintado con transparentes metá-
ojos negros, pelo negro, foras, no habrá especialista sen-
frente de cálida arruga, sato que al costumbrismo, por ca-
pelo de guama luciente pricho, lo deje fuera de las pre-
que con el candil alumbra. ceptivas literarias. A este Alberto
Un golpe de viento guapo Arvelo Torrealba, cantor de las flo-
le pone a bailar la blusa, res, del cristal de los jagueyes lla-
y se le ve jeme y medio neros, el poeta Luis Pastori, que
de puñal en la cintura. pulsa, y bien, esos mismos arpe-
gios de la copla, pues muestra in-
Entra callado y se apuesta clinación hacia lo telúrico de esas
para el lado de la música. regiones planas, hechas para mi-
–“Oiga vale, ese es el Diablo.” rar lejos; esas regiones, digo, don-

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de igual sus noches son distintas con los cuadros de costumbres en


en costumbres y misterios, le el grado de la mejor literatura.
toma palabras y figuras y le hilva- Traen el disfrute del arte por el
na estos versos de unción arte mismo. Cuestión es de no
reverencial: compararlos con los prototipos de
siglos pasados que satirizan o
Maestro de tu destino, ironizan las costumbres para que
probaste la flor y el cardo, rían sus lectores. Hablamos de
alma de Santos Luzardo, evidentes cambios de criterio en
con sueños de Florentino. cuanto al género. Demos por sen-
tado que Arvelo Torrealba no in-
Quede abierto el camino tentó, como tampoco Garmendia,
que tu muerte abre a su amparo hacer cuadros costumbristas. Esto
para que a tu lecho claro ha de ser, digo, un resultado invo-
llegue el río de la gente luntario; no obstante, sin el caña-
y diga , con voz doliente: mazo de la costumbre, visible o
Aquí durmió Cantaclaro. 6
no, cualquier obra de arte carece-
ría totalmente de fuerza. El pincel
Satán, el adversario, de Goya no habría dado tan perdu-
también puede ser amigo rables cuadros. Ha de ir a las cos-
Igual el diablo, por ser persona- tumbres de la Florencia de los si-
je con sitio propio en las costum- glos XV y XVI quien deseare desci-
bres, está en la cuestística de Julio frar la sonrisa de Gioconda, miste-
Garmendia. Lo vemos en su cuen- rio que hizo a Winninger preguntar
to El alma. Sus otras narraciones, en su libro: “¿ Eva: quién eres tú?”.
tales así La tienda de muñecos , En el misterio de lo escondido,
Manzanita, Eladia, Las dos che- porque en el realimo no todo que-
litas, La pequeña inmaculada, El da despejado, está, como en todo
temblor de medianoche, Guachi- arte, el secreto del costumbrismo.
rongo, todos sus artísticos lienzos Y bien, mientras más primitivo
literarios tienen estrecha cercanía es el ambiente, más apegado a la

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costumbre será el habitante. Si Diablo. –¿Y er cielo me manda a mí?


como vecino de predios rurales el Naturaleza. –¡Sísísí!
diablo es un simpaticón que canta Diablo. –¿Y yo ar cielo no?
coplas intencionadas, en los ám- Naturaleza. –¡¡Noooo!!
bitos urbanos participa mezclado Diablo. –¡Mardito mir veses yo,
en la vida común al verse ante que er cielo me manda a mí
una enorme clientela, especial- y yo ar cielo no! 7
mente de políticos que al parecer
fueron fabricados para que él se De modo que para el costum-
los lleve y les dé posada en su brismo y sus artilugios el espanto
cálida urbanización. El diablo for- del trasmundo es una parte viva,
ma parte del paisaje. Hace vida normal, del acontecer.
normal. En aquella Caracas de la
cual Antonio Guzmán Blanco es Costumbrista: ¿moralista
propietario absoluto, Satán llegaba o sólo buena persona?
en altas horas de la noche condu-
ciendo el llamado “Carretón del La porción más extendidas del
Diablo”, visión fantasmagórica género tiene por base, de hecho,
protegida por el escaso alumbrado aunque no sea ese el propósito del
de las calles. Figura tan volátil era autor, una crítica del ámbito co-
que al fin de cuentas desaparece- lectivo, caracterizado por perso-
ría con el sólo conjuro de los najes diferenciados. No personajes
bombillos de la luz eléctrica. tipos. De ellos huían Larra y Meso-
No lucirá exraño, así, que a este nero Romanos, y recomendaban a
caballero lo meta Nicanor Bolet sus colegas hacer lo mismo, bajo la
Peraza dentro de su cuadro de cos- certeza de que deben proyectarse
tumbres, bastante cercano al sai- hacia las visiones colectivas. Es de
nete, El teatro de Maderero. Allí el entender que al decirlo tenían a la
humor del habla coloquial permite vista que ellos escribían crónicas
cautelosas irreverencias: ficticias cercanas al cuento y a la
novela y no al propiamente llama-

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do cuadro que dentro de su di- tumbrista no sea determinante su


mensión presenta una especie de lugar de nacimiento pero sí su lu-
totalidad. Va cerrado en sí mismo. gar de crianza. Este le proporcio-
En “El escritor y el vulgo”, Baralt, na las aptitudes que les permite, al
sin mucha delicadeza, se refiere a vuelo, atrapar los contrastes tan
quienes se molestan al darse por pronto ve otros ámbitos. Los cro-
aludidos. Y no les envía sonrisas. nistas de Indias captaron y trans-
cribieron con facilidad las costum-
A todos y a ninguno bres aborígenes y luego las crio-
mis advertencias tocan: llas, debido a las contrastantes
el que se haga aplicaciones diferencias que de inmediato les
que con su pan se lo coma. 8
llegaron a la vista. Fácil se hace
ver la paja en el ojo ajeno.
Habrá quien escriba costum- La letras, cualquiera sea el gé-
brismo con fines moralizantes y nero, captan lo singular. El relieve.
quien lo haga sin otra intención Para nada, en arte, interesa lo co-
que mostrar dotes intelectuales. Es mún y corriente. Las costrumbres
evidente que hay notorias diferen- despiertan afinidades. A Gumilla
cias entre los humoristas: unos lo deslumbrarían las usansas de
provocan la carcajada y otros la los indios caribes, betoyes, otoma-
sonrisa que huye hacia dentro. En cos, lo cual podría explicar en par-
el costumbrista, si hablamos de te su regreso de España para sem-
ese aspecto, se nota cierto recato. brarse a convivir con ellos en la
No en Bolet Peraza, pero sí, por densidad de la selva.
caso, en Jabino. Si el poeta se inspira en sueños
interiores para crear sus versos, el
Háblame de tu infancia costumbrista, observador directo
y ya iré adivinando quién eres de la vida, debe comenzar tempra-
Ese tener las costumbres como no a conocer el mundo. Su propio
materia prima, tal es la masa para mundo. El cúmulo de vivencias
el panadero, hace que en el cos- almacenadas ha de ser su indis-

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

pensable materia prima. Está visto que no pudo pagar. Expresaba en


en el mismo costumbrismo espa- clase nuestro profesor don Segun-
ñol . A Mateo Alemán, judío de do Serrano Poncela que Mateo
origen; sus padres lo bautizan ca- Alemán, en su Guzmán de Alfara-
tólico. Si por algún lado se asoman che, deja ver esa persistencia mo-
las dos cepas originarias ha de ser ralista, preocupación ética de la
debido la cerrada formación reli- cual nada mostraron otros escri-
giosa, que en cada caso resultan tores de la picaresca, y al caso trae
ser un acumulado de buenos há- como especial ejemplo a Quevedo
bitos. De ese tipo de formación y su Buscón. A juicio de Serrano
que atiende a las responsabilida- Poncela el autor, y lo recalca en su
des personales está, y aquí nos libro Literatura Occidental,
vamos a los Diez Mandamientos,
que al morir su padre abandona no trata de presentarnos un
todo y regresa para hacerse cargo ejemplo moralizante, ni siquiera
de la familia. Odres viejos te darán supuestamente educaivos como el
vinos espirituosos. resto de sus congéneres. 9
En su obra, como rechazo a la
picardía caracterizada en su per- Mateo Alemán perfila una
sonaje Guzmán de Alfarache, tipología del pícaro a partir del
muestra un claro afán, más que barro endurecido de las costum-
moralista, moralizante. Un regre- bres. Autenticidad universal. De
sar a las buenos hábitos. Fue peca- allí que a Juan Vicente González,
dor pero supo retornar a la buena por cierto personaje no muy lejos
senda, que eso es lo menos exigi- de la picaresca, el solo nombre le
do al ser humano. Diferentes au- suena propio para darle una pe-
tores le han destacado a Mateo queña vuelta y enchapar como
Alemán su marcada intención de “Guzmanillo de Alfarache” a su
corregir a los malacostumbrados. farandulero adversario Antonio
¿Se cura en salud?. Dos veces estu- Leocadio Guzmán .
vo en la cárcel por contraer deudas

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

Ser y no ser diferentes de se cumple aquello de pueblo


Así, al escritor de estampas pequeño infierno grande. Bolet
costumbristas le es vital estar sa- Peraza corresponde a otra extrac-
turado, más que ser sólo conoce- ción: llega de Barcelona, estado
dor, del ambiente en el cual se ha Anzoátegui, donde ha sido perio-
de inspirar. Hay entre un Fermín dista y tipógrafo. Perseguido por el
Toro y un Bolet Peraza particulari- fantasmón de la política se ve obli-
dades constrastantes, aun siendo gado a cambiar, y él mismo lo dirá,
ambos del ámbito citadino. Media “el plomo de la imprenta por el
el “yo y mis circunstancias”. Uno plomo de las balas”, nuevo destino
de los personajes de Fermín Toro en el cual, a su vez añade, se hace
(Costumbres de Barullópolis) co- “doctor en derrocar gobiernos ma-
menta: los”. Recibe sus estrellas de general
por el mérito de echar balazos a
El mundo está perdido, decía, no nombre del liberalismo de los
hay en el día rapazuela, ni Guzmán padre y Guzmán hijo, tri-
aprendiz de oficio que no salga nidad esa en la que la tercera per-
vestido de paño fino, cuando en sona es la burocracia. Conforme a
mi tiempo los hijos de mi señor sus escritos enviados desde su exi-
amo,con todo un título de Casti- lio político en Nueva York, toda
lla, andaban zagalejos con calzón Caracas y Venezuela por extensión
y chupeta pellejo de diablo y su es “el Gran Gredal”. Y lo explica: es
sombrero panza de burro. Y las allá (donde)
mujeres, ¡qué escándalo! No hay
niña que no salga como una recibe el Prefecto una ordencita
condesa entonada! 10 del Presidente por este tenor:
–“Compadre Ovejón, peguémosle
Todas las vivencias cuentan un cabestro a fulanejo de tal, y
para este tipo de escritura. Fermín mándemelo, pues no me conviene
Toro se levanta en esa minúscula que viva en ese pueblo.” 11
parroquia foránea de Caracas don-

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La importancia del costum- maban y así crear un escenario


brismo, esta vez como registro his- que le sirva de telón de fondo para
tórico, es que en él tenemos un decir “aquí no ha pasado nada”,
espejo vivo que por contraste nos don Fermín le responde a los esbi-
dirá si en el campo del acontecer rros del militarismo:
hemos avanzado algo hacia lo
conveniente. Díganle al general Monagas que
Luce como un destino que los mi cadáver lo llevarán, pero que
costumbristas, en su propia vida, Fermín Toro no se prostituye. 12
sean personajes característicos,
diferenciados. Fermín Toro, el En el mismo nivel Bolet Peraza
niño violinista que interpreta ple- se enfrenta a los enemigos de su
garias musicales en el coro de la credo político y con ello se gana el
referida iglesia, viene a contrariar destierro. Su rostro de costumbris-
la idea de que un civil muestra una ta sonreído ha cambiado y ahora
figura dulcificada, en tanto un es el de un cuadrado jefe militar.
militar siempre debe demostrar un En la base, Toro y Bolet traen las
carácter templado. Ostentará propias costumbres en las cuales
grandes bigotes. Estará como han sido formados. Hablan a partir
pronto a montar a caballo, con de su mundo real, concreto, donde
todo el instrumental de hierros de no hay espacio para los aventureros.
su oficio. Tipologías a priori. El Estando regido todo por esas
general Bolet Peraza es recio si lo normas forjadas en el acontecer, al
exigen las circunstancias; don punto de que las leyes deben aco-
Fermín Toro no lo será menos. En modarse a ellas y no a la inversa,
un momento dado, cuando a bala- que así lo advertían los clásicos, y
zos el militarista con enchape libe- desde luego especialmente nues-
ral José Tadeo Monagas desbarata tro cercano Montesquieu. En el
el Congreso, sagrada institución de mundo subjetivo no hay revolu-
la República, y de inmediato pre- ción; lo que hay es maraña. Los
tende reclutar a quienes lo confor- actos trascendentes que vienen

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para quedarse son sólo aquellos propia estatua, la que él mismo se


que llegan mediante la evolución encargó de diseñar y ordenó fuese
sostenida paso a paso. Que pue- colocada frente al Palacio Legisla-
den, y es válido, ser acelerados. tivo, aparece no a pie, que un cau-
En los Revolucionarios urbanos dillo a pie por la calle no pasa de
Miguel Mámol (Jabino) entra en el ser un bolsiclón, sino donde está
tema real sacado de la historia de él, Antonio Guzmán Blanco,
un país, el nuéstro, donde al poder jineteando su impetuoso caballo,
habitualmente no se llega en la una mano en la rienda y la otra
forma civilizada que nos trajo el saludando con aire de triunfador.
sistema republicano creado por Nada de jefe con un librito en la
el Siglo de las Luces, sino a través mano, que eso fue Vargas y por esa
de la vía fraudulenta del tramposo ingenuidad le apareció Carujo,
caudillismo, costumbre cuajada y hombre de a caballo, y lo echó del
constituida en norma de sucesión. mando con la filosofìa del milita-
En ocasiones se hacen maromas rismo populista: “el mundo es de
electorales. La institucionalidad los valientes.” Digamos, los de a
dura poco. Guzmán Blanco, de caballo. Es la costumbre.
carrera universitaria, se da cuenta Hemos pasado, en viaje que
de que por la vía de las letras y la viene desde los hombres que co-
oratoria parlera, o respetando las mandaron nuestra separación del
venerables leyes, no se asciende al imperio español, y crearon la re-
poder, y, hombre de un sentido pública, la directa zorrería criolla,
práctico que no le permite vacila- en peripecias que entran por el
ciones, le echa piernas al caballo falso camino de las conspiraciones
hasta llegar por encima de las y los alzamientos. Proceso lógico
montoneras, y de muchas tumbas, dentro de aquella determinada
a la presidencia de la república. Tal conformación social. Es Miguel
sabía lo que significaba la imagen Mámol, Jabino, quien retrata con
de la fuerza en un país tan domi- lucidez a ese tipo malamañoso,
nado por la brutalidad, que su común en nuestro acontecer his-

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tórico, en este caso un tal Braulio, los diferentes niveles la costumbre


supuesto revolucionario. cuida sus propios linderos. En
cuanto al costumbrismo propia-
–¿Qué hay, vecino? –dice al boti- mente dicho, en nuestro medio,
cario de la esquina, que es el hemos referido, se asoma en las
enemigo de los opresores y aboga novelas de Teresa de la Parra, Po-
por un gobierno que armonice la caterra, García Maldonado, Rómu-
libertad con el orden, a la vez que lo Gallegos, a quienes resultaría
persiga el contrabando de drogas. impropio calificar como costum-
(...) bristas, toda vez que no cultivan el
Suele suceder que, en efecto, el género dentro de sus cánones es-
Braulio antes dicho, lanza el pecíficos. Le pasan bastante cer-
consabido grito, para caer a poco ca. De modo marcado se hallan
en manos del Comisario del lugar, resaltantes rastros en casi toda la
quien lo participa al Gobierno en obra de Gallegos, explicable debi-
estos términos: “Prisionero Braulio do a que los ámbitos extra urbanos
García, con tres individuos más, de sus ambientes narrativos no
una capotera y dos cobijas. Lo dan para la expresión formal, aca-
remitiré mañana . ¡Viva el Gobier- démica. Las que tuviere brotan del
no Nacional! ¡Viva la paz Repúbli- mismo lugar. De allí su fuerza telú-
ca! ¡Viva el Gran Partido Liberal! rica y consiguiente autenticidad.
Aniceto Matamoros. 13
Pintura de brochazos y no de pin-
celes resultaría que la Doña, en
II lugar de soltar frases como “ese lle-
Mencionamos a Cervantes, en va la soga a rastras”, aparezca ex-
este caso indispensable, pero igual plicando a un grupo de palurdos
en menos lejanos tiempos vemos cómo debe ser una república de
en toda la obra de los narradores contornos clásicos. A lo que esta
españoles, y especialmente en Pé- literatura obliga es, en sus norma-
rez Galdós o en Leopoldo Alas les ambientaciones de civilización
(Clarín) con su Regenta, cómo en frente a la barbarie, a mostrar cómo

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se doma un potro y cómo se cruza diferente a la costumbre generali-


un río poblado de peces caribes. zada.
Arturo Uslar Pietri, digamos
para citar a uno de los escritores “En el hombre
que hacen novelística conceptuo- va la sombra del niño”
sa, de la ciudad, intenta huir del Tal dijimos, las características
costumbrismo y no obstante una esenciales que ha de poseer el cos-
estampa propia de ese género tumbrista le vendrán más del am-
viene a ser, en Las lanzas colora- biente, de su crianza, que de su
das, la del párroco acosado por propia raíz biológica. De su carga
Boves en la iglesia de La Villa, de vida. Cuestión de vivencias y no
como de igual tono es la conver- de genes. Mateo Alemán se forma
sación de Presentación Campos en Sevilla y es bien conocido el
con los insurgentes bajo su mando salero de los andaluces. Ello es
cuando dudan si ir a la guerra con determinante para su obra. No
los mantuanos o con los pelados. tenemos conocimiento de que en
Al aislar esas escenas vemos que esos tiempos hubiese costum-
son del paño costumbrista, deriva- bristas catalanes o vascos, y posi-
do de las costumbres, cañamazo blemente los habría pero circuns-
indispensable de cualquier litera- critos a su órbita regional. Hay
tura telúrica. De esta debe brotar, rasgos, pero no género abierto en
a primera vista, su qué y su cuán- Baroja y en Unamuno. Humor por
do sucedió y su dónde fue creada. contraste. Amargoso. De los
Las costumbres corresponden a costumbristas españoles esencia-
una época. Tipifican a una colecti- les, Larra y Mesoneros Romano,
vidad, suma de individualidades son madrileños, ámbito donde no
diferenciadas. Yéndonos al mundo como en Andalucía pero igual sue-
clásico, vemos que Ulises cuando nan panderetas y castañuelas.
regresa, se ha dicho, Penélope lo España tiene regiones para la son-
reconoce al notarle su individua- risa, y ésta es la primera visión que
lizada forma de tensar el arco, se nos viene adelante al evocarlas.

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En nuestra cercanía podemos Goethe es Alemania; Shakespeare


observar que Toro, Jabino, Daniel es Inglaterra. ¿Podemos imaginar-
Mendoza, para mencionar a tres nos un Hamlet maracucho senta-
de los esenciales, llevan en sí un do, con el codo izquierdo en la
tipo de costumbres que les domi- rodilla, el puño derecho en la bar-
nan la personalidad. Cada cual billa, la frente muy ceñuda y ex-
acarrea su correspondiente tipo de presando, en lenta baja voz filo-
sonrisa. En Toro, las costumbres sofal, un combinado de “Ser o no
de Caracas y su entorno; en Daniel ser, primo, that is the question”?
Mendoza, las del Llano de sus año- Conscientes o no, los más exi-
ranzas que al fin lo llaman, lo tosos creadores escribieron apega-
atrapan y en retorno se lo llevan. dos a la propia aldea, que así lo
No sabemos, al menos en cuanto a reomendó Anton Chejov.
esos tiempos, que hubiese tachi-
renses o merideños cultivadores Moralismo evidente
de las estampas de costumbres, por aunque no sea el próposito
la misma razón, tal vez, de que tam- En el iniciador del costum-
poco allá el suelo diera toreros o brismo nuestro, Cagigal, por ser
guitarristas o bailadores de joropos. educador de vocación y de ejerci-
cio, más que las calificaciones ba-
También la región jas conque el profesor va endere-
te imprime sustancia zando a sus alumnos, se siente la
Hemos tenido un costumbris- palmenta moralizante de los
mo propio, derivado de propias maestros de primaria y de manera
costrumbres. Requiere un deter- sarcástica exclama cuando regresa
minado ámbito. Tal autenticidad del exterior, a donde ha ido mozo y
es indispensable para un creador regresa siendo adulto:
literario de cualquier dimensión.
Su mundo y su micromundo. Ho- ¡Salve pueblo ameno, pueblo
mero es la Magna Grecia, Dante es industrioso, que has logrado
Florencia; Cervantes es España; reparar en parte los estragos de

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1812, sin tomarte para ello más de público; despedían los fagotes
14
veintisiete años de tiempo! desafinamientos homicidas, y el
violón y la viola conjugan su
Similares reconvenciones halla- maldad sobre el pasivo audito-
remos en Fermín Toro, muy dado a rio… 15
exigencias hidalgas. Bolet Peraza
está más dentro de lo frívolo. Su En Fermín Toro va el escritor
tendencia humorística es prima- irónico. No cómico ni sarcástico.
ria, junto con la constante inten- Está distanciado siempre del arra-
ción política. Lo domina un his- bal; es el hombre de salón que lle-
trionismo grueso; pero a la par va en sí mucho del espíritu man-
muestra el deseo de corregir las tuano. Pertenece a la familia del
costumbres. De igual manera la Marqués del Toro y así está empa-
idea de ocupar él un primer plano rentado con doña María Teresa del
histriónico lo conduce, como a Toro y Alaiza, la esposa de Bolívar.
Cajigal, a utilizar el habla como Eran sectores distanciados de la
elemento característico. Pasa del turbamulta. Bolívar mismo se
humorismo a lo cómico exigido mantuvo dentro de un halo de es-
por las tablas, ámbito adonde el pecial distinción. No fue jamás
público no va a moler ironías sino populachero, como se ha preten-
a escuchar el sarcasmo directo que dido presentralo con fines popu-
sin meditaciones previas hace bro- listas. En los mismos campamen-
tar la carcajada. En El teatro de Ma- tos de la guerra, cuando se lo per-
derero se coloca en el nivel del pú- mitía la disponibilidad, echaba un
blico grueso, con estilo garapiñao, frasco de agua colonia en la tina
al decir que del baño. Algo de ello hay en el
tono retórico de don Fermín:
las flautas juraban en falso; las
trompetas hurtaban sus bramidos Algunas viejas pecadoras con
a las fieras; los clarinetes codicia- tardo paso invadían lentamente
ban y embestían las orejas del las puertas de los templos, arre-

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pentidas, envidiosas de ver a las Francisco de Sales Pérez luce


jóvenes gozar del tiempo en que se dotado de una especial inteligen-
peca. 16
cia. Es comerciante, oficio en el
cual quien tenga sólo dos ojos está
Un diferenciado escritor del fallo porque le faltan dos más.
género, quien por nada intenta Hay en su obra un irónico fondo
corregir al prójimo, es Francisco de humor, que en ocasiones alcan-
de Sales Pérez. Trata los temas fun- za lo sarcástico, de lo cual no esca-
damentales, entre ellos la política, pa la mujer, figura especialmente
en la cual participa con altos car- respetada en sus tiempos:
gos como el ser presidente del
Estado Carabobo, su región natal, El dinero es el dios de la tierra.
en tiempos de Cipriano Castro. Decid a Laura la desdeñosa: –Mi
Su obra gira en torno a personajes corazón es tuyo. Y se burlará de la
que tipifica de manera magistral: dádiva.
su Hipólito, un jefe de la policía Decidla: –Mi hermoso campo, mis
de Caracas, diferenciado de los numerosos ganados, cuanto tengo
bárbaros que por lo regular des- es para ti. ¡Ah! Entonces la veréis
empeñan el cargo, es uno de ellos. palidecer. A cada palabra, irá
Ante la obligación de llevar a un perdiendo el sentido, hasta que,
individuo para encerrarlo en la presa infeliz de un vértigo espan-
cárcel denominada La Rotunda, toso, caerá a tus pies, con la mano
le dice con suavidad que el Gober- sobre el corazón exclamando:
nador desea conversar con él y, ¡Qué cruel eres, Cupido! 17
mediante un “siga por aquí”,
“por ese lado no”, lo va llevando A golpe del siglo XX
hasta el momento cuando el Miguel Mármol (Jabino) trae
personaje se halla , sin saber una de las obras costumbristas
cuándo, encerrado en la mas- más extensas y ya con la visión del
morra. siglo XIX que se va y del XX que
Y, suponemos, con la llave pasada. entra con la electricidad en las

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casas, el aeroplano, las pianolas y El costumbrismo, como género,


a su vez, y por fortuna, la desapari- es propio de la ciudad. Así, allí es-
ción del liberalismo amarillo, tán como en casa propia los Revo-
aquel del cual Sales Pérez, adver- lucionarios urbanos, esa referida
sario por ser miembro activo del casi fotográfica sátira de Jabino.
partido conservador, recogía una Sus escritos están immpresos en El
frase que flotaba en el aire: Cojo Ilustrado, sobria, estelar re-
vista de Jesús María Herrera Irigo-
Ahí vienen los liberales, escondan yen, precursora en el país de las
las gallinas. buenas publicaciones del género
literario. En ella se le abre caminos
De igual modo, Jabino será tes- a los costumbristas del siglo XX.
tigo de la turbulencia que incluye También le editará a Jabino, ade-
la llegada de los andinos al poder más, su libros Tiros al blanco, Pól-
con Cipriano Castro y la jugada vora y tacos, Verrugas y Lunares.
picaresca que a éste le hará su A la vista está que la temática se
compadre Juan Vicente Gómez, repite y de ese modo entre Fermín
como también el haber visto ac- Toro, Bolet Peraza, Sales Pérez y
tuar antes a Guzmán Blanco, a otros tantos, no hay diferencias
Linares Alcántara y ahora precisa- notorias en cuanto a ella y la ma-
mente a Juan Vicente Gómez en el nera de utilizarla, por ser su obra
gobierno, etapas que tanta huella de ambiente central del país y,
marcarían en el venezolano. Te- más que todo, caraqueño.
niendo así lo necesario para for-
marse una idea del mundo pinto- Hermosa poesía
resco al cual ha de referirse un brota de las másquinas
costumbrista que se tenga por tal. En determinados tiempos, y de
A su atemperada pluma de crítico ello no hay en la historia otra
no escaparan el menudeo de las muestra tan despejada como el
visitas entre las familias, las bodas paso del siglo XIX al XX, cuando la
y otras fases del alma citadina. evolución va dando saltos. No

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será romántico pensarlo, pero es la absoluto los mechurrios del gas de


industria con sus maquinarias, las calles, penumbras en las cuales
digamos esa culminación a la cual hay espantos escondidos como el
arriba el siempre laborioso ser “Carretón del Diablo”. Con tan ma-
humano, lo que nos baja del árbol ravilloso invento no volverán a las
al caballo y de allí a la carreta, al casas las apestosas lámparas de
ferrocarril, al automóvil, al aero- carburo, y el automóvil enviado
plano. Otros estratos universales por Aladino vendrá para multipli-
de la vida. En ello hay, créase o no, car el rendimiento que nos daba el
una extraña poesía: la consolida- caballo; llegará la radio que te per-
ción de otro tipo de cultura que de mitirá escuchar a quien te habla
hecho crea otro tipo de hombres y desde el más remoto lugar del pla-
mujeres diferentes. Hay en el aire neta igual fuese, sólo pared por
como un canto al hierro domado. medio, tu vecino, función limitada
Son sólo cincuenta años para ir que está cumpliendo el teléfono
del caballo a los vuelos interplane- en su reciente incorporación; y el
tarios. Francisco de Sales Pérez cine, mágica linterna, te trae los
(Justo) y Miguel Mármol (Jabino) actores para que los escuches en
nacen y comienzan a publicar en un escenario natural de árboles y
el siglo XlX. El caraqueño Pérez, calles de ciudades; y el barco mo-
nace en 1836 y vive hasta 1926. torizado que te llevará a Europa o
Noventa años. Miguel Mármol, a la China cuando aún el cascarón
Jabino, también nativo de Caracas, movido por trapones esté a poco
nacido en 1866, vive hasta 1911, más que saliendo del puerto, si es
cuando cumpliría cincuenta y cin- que un ventarrón no lo ha enviado
co años. De modo que ambos do- al fondo de las aguas; y estará ya el
blan el siglo, la etapa de más submarino, tiburón de hierro que
asombrosas transformaciones que se zambulle en el mar de La Guai-
ha tenido la humanidad hasta en- ra y reaparece en la bahía de Nue-
tonces. Llegan los bombillos de va York o en cualquier puerto de
electricidad que remiten al pasado Europa; y el avión, pájaro de

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alambre que pronto te llevará Cajigal, de regresar, ya no tendría


por los aires de una ciudad a otra y que subir a Caracas en mula.
a los más lejanos continentes. El Ahora la tecnología no irá paso
ser humano quema etapas de si- a paso. Está dando saltos. Como si
glos. Mirar cincuenta años atrás fueran mutaciones. En estos ape-
es, virtualmente, un regreso a la nas cincuenta años desde cuando
edad de piedra. Jabino escribe sus artículos finales
Y como si todo eso apenas fue- para El Cojo Ilustrado, el hombre
ran pequeñas fruslerías, la televi- de a caballo se encierra en una
sión, el fascinante deslumbra- cápsula para subir y poner los
miento que de modo instantáneo pies en la luna y envíar naves a
pone dentro de tu casa, frente a ti, explorar planetas vecinos. Ha ocu-
a alquien que te habla desde otros rrido un relámpago de acelera-
continentes, está llegando junto ción. A poco, nuestro inmenso
con las proyecciones a todo color, mundo se reduce a menos del ta-
reproducción de ambientes y seres maño de una naranja. Tal ha suce-
lo más exacta posible. Tanto Fran- dido que el futuro, adelantado en
cisco de Sales Pérez como Jabino siglos por la visión de Julio Verne y
han incursionado en ese ámbito otros fabuladores, ahora está en el
previo y en parte de éste, donde pasado. ¿Tenemos costumbristas
las viejas costumbres, hojas muer- diferentes? Ellos tienen su manera
tas, están siendo arrastradas por de interpretar los nuevos tiempos.
un ciclón universal. Es la realiza-
ción de un cuento más de Las Mil III
y una Noches. Realidad y magia se La dualidad constituida por el
han fusionado. novelista y escritor de cuadros de
Debido a ese super milagro que costumbres no las tenemos esta-
es la revolución industrial, realiza- blecida en nuestro país. Sólo hay
do con sudor e inteligencia, el una que otra escepción. Es más,
mundo ha venido a trancos den- los escritores que podríamos con-
tro de la historia del ser humano. siderar neo costumbristas, diga-

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mos Francisco Pimentel ( Job Pim), tumbristas les aportan observacio-


Aquiles Nazoa (Lancero), Aníbal nes en cuanto a características
Nazoa (Matías Carrasco), Miguel propias. Los individualiza. Ellos
Otero Silva (con múltiples seudó- captarían la acción. Lo que es y no
nimos), Manuel Graterol (Gratero- lo que pudo ser, cuestiones ya
lacho), para citar a cinco de la para el historiador o el sociólogo.
nueva hornada, ellos mismos se Están centrados.
colocan de plano en el humoris- Una ejemplar estampa costum-
mo, paño diferenciado en el cual brista, con tema de esa Venezuela
protagonizan el chiste irónico, lo de hoy, donde la lucha selvática
satírico, lo sarcático, todo sobre un de la calle se hace más competiti-
sustrato de costumbres, donde va, exigente, que requiere mayor
éstas constituyen el plano básico. inteligencia y más maraña, publica
Fondo de sustancia. en la década de los setenta, (dia-
rio El Nacional) el abogado Igor
En la velocidad Delgado Senior. Tema y argumen-
del siglo XX y medio to vienen a ser que un colega suyo,
Más que a los historiadores, muy alerta centinela, (y el que no
hoy más inclinados a estudiar el lo sea que cambie de oficio, pues
fondo sociológico que al hecho en esa profesión el que espabila
mismo, por ser éste una conse- pierde) va muchos pasos más ade-
cuencia, un resultado, para cono- lante que sus colegas al colocar
cer al venezolano debemos acudir frente a los tribunales un “motor
a los costumbristas a quienes de- home” y allí, con máquinas de es-
bemos acudir para conocer al ve- cribir, fotocopiadoras y por su-
nezolano, habida cuenta de que puesto algunos otros aditamentos
son ellos quienes tienen colocados adecuados, despacha su clientela.
los lentes para mirar en la vida Sería, y el asunto deja para imagi-
común desde lo cercano a la pro- nar, que es de esos personajes del
fundidad. La sociología estudia mundo selvático de las ciudades,
comunidades de seres; los cos- ovejas de la profesión que le

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“echan palo a todo mogote”, igual taro, parroquia San Juan, son co-
buscan una partida de bautismo munmente tipificados como hu-
en el Cajón del Arauca que de- moristas y no como costumbris-
mandan a una viuda y la echan tas. Habitualmente publicaban
con sus seis hijos al medio de la en la prensa diaria. Estaban ata-
calle. Se trata de un cuatriboliado dos al acontecer, que por todos
muy expeditivo. Si mal no recuer- lados es un trajinar de costum-
do la lectura en su totalidad, este bres. Debido a categorías estable-
creativo hasta vendía las estampi- cidas de modo arbitrario, no sé
llas fiscales y el también indispen- de algún humorista que se auto
sable papel sellado. Sevicio al califique costumbrista. Se sentiría
cliente. Ese motor home, estilo su- como quien desciende un esca-
per abastos, se lo inspira la vida; lón. En similar circunstancia se
no la Universidad. Punto y raya. hallarían los novelistas y los cuen-
Jesús Rosas Marcano, profesor tistas. Dentro de la amplitud del
universitario (UCV ) que con orgu- género Aníbal publica en libro “Las
llo mantenía su ascendencia vo- artes y los oficios”, semblanzas
cacional de maestro de instruc- costumbristas de las más puras, y
ción primaria junto con su habla Aquiles su “Obras incompletas”, en
de acento margariteño, fue humo- la cual, entre verso y prosa, va Lan-
rista con un marcado costumbris- cero, quien le lleva la lanza costum-
mo no sólo el que le vinculaba con brista. En tanto Anibal, de igual
el mundo de los escolares, sino modo, punza la falsa moral y, sin
que, además, como periodista, le ellos tomar el papel de predicado-
dio de frente a los temas del acon- res, de hecho exaltan el cómo de-
tecer. Cultivó el verso bajo el seu- ben ser las cosas. En el añadido es
dónimo “Cirio”. Y lo hizo dentro de posible concluir diciendo que en
su condición esencial de poeta. el costumbrista va una crítica so-
Los hermanos Aquiles (Lance- cial; en el humorista, no siempre.
ro) y Aníbal Nazoa (Matías Carras- Concluimos en que la obra de
co) , caraqueños del viejo Guara- Anibal Nazoa, “Las artes y los ofi-

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

cios”, toda, está hecha sobre el ca- ser escritor en Venezuela equivale
ñamazo de las costumbres y reba- casi exactamente a no tener oficio
sa la sola intención de hacer hu- conocido. Por eso fue de extrañeza
morismo. Es un “castigat ridendo nuestra primera reacción ante el
mores”, auque tampoco Aníbal es- encargo que a principios de 1970
taba para tan comprometedoras nos hizo Alicia Otero de Fuentes, a
intenciones pedagógicas. Allí nos la sazón directora del Suplemento
entrega cuadros y semblanzas, lo Dominical del diario El Nacional:
cual fue característica de los escri- la directora le encargaba precisa-
tores que le entraron al género en mente a un sin oficio –el suscrito–
el siglo XlX, digamos Cagigal, Ba- la confección de una serie de ar-
ralt, Sales Pérez o Jabino, a partir tículos que constituyeran algo así
de personajes. No está en ella un como una guía de orientación
conspirador Braulio, pero ha podi- vocacional destinada a ilustrar a
do pintarlo sin mayor esfuerzo los jóvenes que ingresan al merca-
porque sólo hay cambios en el es- do de trabajo acerca de los oficios
cenario. Está en su obra el cara y y profesiones que el hombre ha
sello, como nadie lo había hecho, inventado para dar cumplimiento
del médico, el dentista, el barbero , a la bíblica maldición según la
el vampiro, el cobrador, el oculista, cual ha de ganar el pan con el
el zumbao de las fiestas y tantos y sudor de su frente. 18
tantos más que él ha pescado en el
variopinto conjunto de gente útil Lo he transcrito para que sea
como igual de bicharracos de la so- entendida la misión suya, esa en-
ciedad. Curándose en salud , y será comendada por Alicia Otero, pre-
para que su crítica se deslice con cisamente por ella, lo más pareci-
menos rechazo, en su especie de do a la Alicia del País de las Mara-
prólogo dirá como el cantador de villas. Por su modo de ser y hasta
coplas que al baile entra diciendo: por su misma estampa fìsica era
“con perdón de la distinguida con- ese tipo de mujer que siempre es
currencia” . Ese orden explica que una muchacha grande. Y así, pun-

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to y aparte, y con el debido respe- el personaje temido y aun odiado


to, me permito calificarla. Cuando por quienes a la vez adora, suerte
a ella el destino se la lleva de este de ángel con alas de vampiro o
mundo en forma imprevista (mala vampiro con alas de ángel. Amo
hora de un accidente de tránsito), del Dolor y Defensor de la Sonrisa,
a todos sus compañeros de trajín conjuga en su persona lo dulce y
periodístico nos llegó una sombra lo amargo. Su nombre siempre se
de luto. La lloramos. asocia al sufrimiento y al placer
Pues bien, al hablarle yo de te- por partes iguales. Caramelo y
mas costumbristas, me compro- botador, jeringa y dulce de duraz-
metí a escribirle alguno conforme no, pinza y turrón d e Alicante,
a las costumbres actuales. Lo hice fresas en crema y fresa eléctrica.
pero no a tiempo. Lo publiqué en Quien dice dentista dice dulce y
la edición ordinaria de El Nacio- ay yay´s y mi madre. 19
nal, en mi sección “Cuentos dul-
ces.” Va reproducido páginas ade- El cuadro radiográfico referido
lante. Al final. al presidente de la república no
Volviendo al punsante Aníbal, será, digo, para reir. Va más allá.
él, respecto a su libro las Artes y los No es para que lo aprendan de me-
Oficios, me decía que un tanto esa moria los candidatos sino el pro-
verdad y un tanto esa sinceridad a pio presidente ya con la caja de
que le obligaba su arte y su oficio, machetes en la mano y lo recite
y la tolerancia de sus retratados, le antes que el juramento de rigor
habían dado fuerzas para escribir cuando en el Congreso de la
ese trabajo y, para no ser tan duro República le sea colocada la banda
le añadiría, pienso, que eso los presidencial. Esta visión de Aníbal
habría de conducir a un propósito es telelégica, del año 1974. Diga-
de enmienda. Respecto a la duali- mos que han pasado treinta años y
dad que tipifica determinadas su ñapa y, sin enmendarle una
ocupaciones profesionales, escri- coma, se podría publicar hoy en la
biría que el dentista es prensa:

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Tiene que mantener contentos a patán. Considera que por ser ale-
los militares y hablar a las masas gre, todos deben soportarlo. Es el
de “cambios de estructuras”. Evitar Alma de la Fiesta. Dice Aníbal que
roces con los Estados Unidos y
sonreír a los que piden más co- La fiesta ya ha comenzado. Hay
mercio con el Tercer Mundo. Re- bastante entusiasmo, pero no
cortar el presupuesto de la Uni- suficiente. Falta algo, y ese algo es
versidad y presentarse como precisamente lo que está entrando
paladin de la cultura. en este momento: el Alma. (Es un)
El llegar a ese cargo tiene venta- “caballero más bien maduro, pero
jas para quien lo desempeña, increíblemenete ágil para sus años,
porque “ya no necesita saber hacer según reconocen todos aquellos a
más nada. El Presidente se puede quienes él revela su edad. De en-
haber frustrado como escritor, no trada, saluda al dueño de la casa
haber sido conocido como profe- con una palmada en la espalda
sional a más de dos cuadras de su que le hace derramar la copa que
casa, no saber si Picasso es un sostiene en la mano. A la señora le
compositor italiano o un pitcher arrebata la suya y se la bebe de un
del Cincinnati… Pero es Presiden- trago antes de saludar al resto de
20
te. ¿Le parece poco? los presentes con un “yiiipiii!” es-
calofriante seguido de un “¿qué
Desde cuando a modo costum- hubo pues, dónde está el muerto
brista Fermín Toro muestra El bai- de este velorio?”, mientras avanza
le del Casino, a estas fiestas de hoy, dándole un coscorrón a un caba-
tenemos personajes más avanzados llero, ahorcando con la corbata a
en el relajillo caraqueño. Hay un otro, dando ruidosos besos en
tipo humano, si así podemos clasi- espalda a las damas de traje
ficarlo, cuyo afán de protagonismo descotado, metiendo los dedos en
lo convertirá en un liso, sino, me- la ensalada ajena para tomar un
jor dicho, en un zumbao; se las da langostino o un rabanito. A poco
gracioso y no es otra cosa que un de haber llegado le están haciendo

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rueda para verlo bailar el rock no le coloca personajes ni diálo-


con la jovencita más apetitosa de gos. Ni víctimas indicadas.
la fiesta. Si tocan una “conga”, él Y así propiamente ni Aquiles ni
se encarga de obligar a todo el Anibal escriben cuadros de cos-
mundo –empezando por anciano tumbres conforme a la norma co-
profesor que no puede con su nocida, de los cuales podrían ser
reaumatismo– a formar una prototipos nuestros El Petardista
“cola” que atraviese toda la casa de Sales Pérez o Los revoluciona-
derribando floreros y encharcando rios urbanos de Jabino.
el piso. Su consigna es que “aquí Aquiles, en su obra toda, no les
todo el mundo tiene que bailar” y posible prescindir de su condición
por eso pide al encargado del de poeta, lira que a su hermano
tocadisco que ponga un vals para Aníbal no le suena. En sus sem-
bailar con la abuela del anfitrión, blanzas costumbritas Aquiles lleva
una pobre viejita que está sentada la musa por delante, con dos re-
en un rincón no porque le interese currencias principales, constantes:
la fiesta sino porque de todos las flores y María, (María Laprea)
21
modos no la dejan dormir. (…) su esposa, la más distinguida flor
de su jardín, su huerto cerrado.
Aquiles, su hermano, evade el Aquiles cantó a seres y a objetos,
cuadro de costumbres propiamen- entre ellos, al tranvía eléctrico de
te dicho, aunque pocos de nues- su infancia que mucho tenía de
tros escritores han estado tan carroussel, de Plaza Bolívar, de
comprometidos con tal enramado timbrazo en las esquinas, de per-
de la vida. Cualquiera es aquí, en sonajes de sombrero pajilla que
esos predios, un personaje para el corrían para alcanzarlo y subirse al
costumbrismo. Igual sus ambien- brinco, vehículo humanizado que
tes y cosas que le sirven. En su había sustituido al de caballitos al
Invocación al Tranvía o en La Re- generalizarse la electricidad y tris-
treta del Domingo, más que todo temente desaparecer como chata-
trae una semblanza, toda vez que rra desechable al llegar la gasolina.

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Factores fìsicos. Pasados a espiri- Y tú siempre has llegado, concien-


tuales. Lo conocimos. También zudo
como Aquiles, al tranvía lo cantó, tranvía, tardo, pero seguro: ¡así
entre otros, Francisco Pimentel también es Dios! 23
(Job Pim). Fue parte del paisaje y
de los ruidos caraqueños hasta Aquiles gustaba tocar el cuatro y
que llegó el atropellante señor au- alegrarse con la música de parran-
tomóvil y no sólo hizo ampliar la da navideña. Lo recuerdo de ese
calles conforme a sus deseos ex- modo cuando fuí a visitarlo en
pansivos, a costa de las aceras por Cagua un fin de año, que allá, en
donde transitaban los vecinos, tiempos de la dictadura del Gral.
sino que a ese pintoresco tranvía, Pérez Jiménez, pasaba una especie
con su conductor parado adelante de exilio antes de que lo desterra-
con figura de estatua trajeada con ran hacia Bolivia con María, su Ma-
cachucha y uniforme de estilo mi- ría, y los pequeños hijos. Tenía el
litar, lo envió a la fundición de hie- sentido trascendente de lo popular
rro viejo. Aquiles evoca: y sus costumbres, de allí algunas
coplas elevadas a los niveles de la
Tranvía de Caracas, buen tranvía poesía, digamos el Galerón con una
que te marchaste de la población Negra, donde muestra su afectuosa
con tu presencia de juguetería cercanía con la gente del pueblo
y con tus campanitas de cordón… 22
llano. Deja de lado el sonido del
violín propio para las musas del
A ese aparato ruidoso también atardecer y los crepúsculos, y se
Job Pim le ha soltado su poética la une al estruendo de la polvareda
nostalgia: con arpa, maracas y furruco:

¿Qué vas despacio? Cierto: con la Desde Guachara al cajón


filosofìa de Cazorla a Palo Santo,
del que sabe que todo va de su fin no hay negra que baile tanto
en pos… como mi negra Asunción.

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Cuando empieza el galerón noble de sus evocaciones, con la


y entra mi negra en pelea, cual, sólo con ella, le habría basta-
todo el mundo la rodea do para ser trascendente, viene a
como hormiguero a huesito. ser la que dedicó al costumbrista
Job Pim y que, para mostrar su
¡Porque hay que ver lo bonito variedad de tonos y auras, copia-
que esa negra joropea! 24
mos en su totalidad:

Por ser Aquiles poeta, su obra También vine a decirte yo hasta


está tipificada por un fondo me- luego
lancólico Está mirando hacia el ya que te marchas al total sosiego,
mundo que se va. De ningún mo- y sólo puedo darte en tu partida
do es el caso de Aníbal, escritor de este verso, esta flor: mi despedida.
prosa sin revoloteos, que está en el Qué más podría ofrecerte, si tú
presente y hacia el mundo que tienes
viene. La melancolía es esencial ya los mejores bienes:
ingrediente de la poesía, que por el único soñar
nada podría quedarse sin ese ma- que no tiene un amargo despertar;
tiz, esencia de lo romántico: “Há- la amable tierra, la apacible losa,
blame, oh musa, de aquellos varo- la posibilidad de ser un día
nes de rutilante ingenio…”, dice signo, aroma, color de poesía:
Homero con su carga de pasado. Y savia, tronco o raíz de alguna
Rubén Darío alcanza la perenni- rosa?
dad en su Canciones de la vida Adiós, Job Pim. La tierra te sea
profunda: leve, y mi elegía
un poquito más leve todavía. 25
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana… En Aquiles Nazoa como en Job
Pim o en Miguel Otero Silva, la
Estuvo Aquiles Nazoa tan liga- poesía es compañera de ruta en el
do a las costumbres que la más tratamiento de las costumbres.

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Ella, en la lengua, viene a ser que eso es el humorismo propia-


la raiz tradicional de más clara mente dicho. El humorismo suyo,
estirpe. Su separación de la prosa que igualmente sería conducido
es terminante. De ahí que haya por íntimas normas, muestra las
una calificación para lo prosáico. inclinaciones a la risa y, siendo tan
¿Podríamos imaginarnos al jefe de apegado a la moral común, por
un escuadrón de fusilamiento ningún lado se le verán afanes
dando en verso la orden definitiva? moralizantes. Podría estar blinda-
La prosa está hecha para lo rústi- do por el más hermético credo
co, no obstante contar con los me- filosófico. ¿De ello algo explica
jores recursos para trascribir la esto que confiesa en una ocasión?:
belleza y las tonalidades armóni-
cas. Fernando Díaz Plaza, refirién- ... yo me guío por el materialismo
dose a los viejos tiempos clásicos, dialéctico. 26
expresa que en “las tablas no se oía
una sola palabra en prosa”, lo cual, Su costumbrismo es fase apar-
digamos de paso, da idea de la te. Como si fuera un entreteni-
solera del costumbrismo, por ser miento para reirse de sus propias
este género un derivado del teatro. humoradas con los amigos de su
entorno, los cuales, desprejuicia-
Travieso trovador dos ellos y desprejuiciado él, vie-
es Miguel Otero Silva nen a ser sus víctimas. Esto porque
En su labor de cronista del el costumbrismo exige, dicho en
acontecer Miguel Otero Silva no sentido ligero, víctimas. Miguel
puede prescindir del humorismo. dedica sus travesuras a ellos. Que
Este no se hallará en su novela ni aguanten. Para algo deben servir
en su poesía formal, que tienen los amigos. Y lo hace con atrevi-
rostro muy serio, de lo cual son mientos del más alto calibre. Inau-
muestra Fiebre o El niño campesi- ditos. Ningún otro costumbrista,
no. Los asuntos que allí aborda no en ese rumbo, alcanzó sus niveles.
admiten la risa por la risa misma, Ha llegado tan lejos, tal así lo vere-

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mos en Las celestiales y en el Ro- cuando tuve a mi cargo dirigir la


man del Negrit Pedrit. Tampoco en página C-l, de crónica de humor y
en esas actividades, igual que escritos cortos, creada en El Nacio-
Aquiles Nazoa o Job Pim, coloca nal por Ramón J., Velásquez y él, y
de lado a su musa romántica ni puesta en marcha de arranque por
sacrifica las delicadezas del arte Omar Pérez.
que encabeza con este verso de El humorismo, para Miguel
Amado Nervo: Otero, era en verdad algo deter-
minante, como de quien cumple
¡Qué ritmo en el paso¡ ¡Qué innata una misión en la vida; y esto al
realeza. 27
punto de ir a extremos audaces a
los cuales nadie, ni de lejos, le ha
Imposible, dice, olvidar a seguido. Es el caso de Las Celestia-
Uberto Mondolfi. “Ni a Pedrito les, versos que poco agradaron el
Juliac, un trigueño refistolero que arzobispo de Caracas, cardenal J.
bajaba desde La Pastora con su Humberto Quintero, quien lo hizo
cuellito de marinero y que, cuando saber en forma publica.
la maestra le preguntaba: No menos rueda libre, pues
también hay que serlo para con-
¿Cuánto es 9 por siete, Pedrito? trariar el atavismo social, será su
El le respondía vuelto un carame- Roman de Negrit Pedrit, que a bro-
lo de chocolate: cha gorda también le da color a los
¡Lo que usted quiera; mi blanca! 28
altos estratos sociales caraqueños.
Se hizo perdonar tales pinceladas
Contrario a este desenfado, porque el humor aceptado es par-
Miguel Otero muestra su discipli- te de la complicidad en el gûirigay
na como poeta de oficio riguroso: típico venezolano, del cual es
“Pocas cosas me desagradan más oportuno recordar siempre al per-
que leer versos cojos”, me comen- sonaje del costumbrista Sales
taba en una ocasión, refiriéndose a Pérez:
un determinado versificador

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A a mí me avisan, porque cuando atrás tanto perturbó, debido a la


se acabe el bochinche, yo me voy. llamada peripecia racista conocida
como “limpieza de sangre”, las ges-
De ese modo, si eres racista te tiones que la familia Bolívar hizo
recomiendo que no leas ese Ro- para que este futuro Libertador
man y así no te sentirás molesto; lograse títulos de marqués y de
y, si lo fueres , observa que de ese conde. No le fue otorgado ninguno
modo el prejuicio, al ser desacra- de los dos, de lo cual creo que a la
lizado, se desvanece como una postre salió con mejor suerte por-
pompa de jabón. Ello no significa que se trataba de ser Conde de
que te agraden más las negras que Cocorote, que antes bien suena
las blancas o las blancas que las como una “chapa” jocosa y no pro-
negras. Ello es muy personal. El piamente como una distinción.
bisabuelo de Simón Bolívar, con- Imaginemos una escena del pala-
cretamente Simón Bolívar el viejo, cio real en Madrid, donde el ujier,
conquistador de tierras y negras luego de dar con la punta de su
bellas, al recibir permiso de su gran bastón en el piso para crear la
Majestad el Rey para traer escla- severa espectativa, anuncia a toda
vos, como al parecer era su cos- la empingorotada concurrencia la
tumbre le echó mano a una more- llegada del americano ¡Conde de
na, de donde vino en el proceso Cocorote!.
de descendencia la famosa dama De hecho habría sido un exce-
que fue la distinguida señora Ma- lente cuadro costumbrista escrito
rín de Narváez, hija del conquista- por la realidad misma. Sin adjeti-
dor Marín de Narváez, no propia- vos ni metáforas.
mente una pelada pues era la due- Pues Miguel Otero Silva estuvo
ña, por herencia del avispado siempre tentado por el diablillo
abuelo, de las famosas minas de del costumbrismo. De allí esos
Aroa que al descendiente Simón versos del Roman del negrit Pedrit,
le trajeron más dolores de cabeza inspirados en su fraterno Pedro
que oro, y cuya presencia de siglos Juliac. Esa larga reláfica que se

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extiende tiene la respuesta a cargo función.


de Don Bartolí Replic Pedrit: ¡Acudid, tramoyistas, al combate
y, como diputados en sesión,
Querid Parién: jalad con ambas manos el mecate
Antes que tó muy feliz a y que suba el telón. 30
pá ti y pá tó la parentá. (…)
En la bodé de un barc negré De Miguel Otero Silva su obra de
Mi abuel y el tú costumbres y costumbrismos de
salieron jú. crítica social o esencialmente de
Los contrató Padre Las Cá creación literaria, es extensa. Sus
pá relizá traba forzá observaciones, digamos su campo
en la región de Barlové. de experiencias, cubre todos los
El barc llegó a la Martiní cardinales de la sociedad. Alcanza
y allí tu abuel, negro avispá, los hábitos de los más encopetados
viejo Gaspá carabalí, y los más varios ambientes, de los
botó cadé, boto bozá cuales, en todos, lo vemos hablar
y echó a corré como un vená. 29
con pleno conocimiento. Y desen-
fado. En ello pone la perspicacia
En su Don Mendo, parodia tea- del intelectual y la curiosidad del
tral de la obra del español Muñoz periodista. En su descriptivo
Seca, va ese desafío a las costum- Galerón del Gallo Sambo se siente
bres tradicionales, precisamente la polvareda del joropo:
punto central de todo costum-
brismo, esta vez como conocedor, A pelear mi sambo salta al centro
además a fondo, del transcurrir de de la gallera,
la política, otra de las minas mayo- firme la cola altanera
res donde afanan costumbristas, y la cabeza bien alta.
caricaturistas, humoristas: Un girón de sol esmalta
el pluma del costado
Abierto está, señores el debate. y al mirarlo allí plantado
Comienza, pues, señoras, la mi grito fanfarroena:

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¡Sin comenzar la pelea Quintana no sabía.


31
mi gallo sambo ha ganado! Usted, Valdivieso.
Valdivieso tampoco sabía.
Miguel mezcla la poesía, la na- Usted, Juliac.
rrativa literaria, el periodismo y el Juliac miraba hacia las vigas del
humorismo en grandes dósis, con techo.
lo cual abre ventanas a sus pulsio- De improviso se levantaba Rómu-
nes interiores. Veamos que si su lo Betancourt de su pupitre y se
novelística lleva el cañamazo pe- lanzaba a recitar de memoria y
riodístico (digamos Fiebre, La sin tomar aliento:
muerte de Honorio y otras) igual su “Los aumentativos de más uso, y
poesía (el Galerón del Gallo Zambo los que tienen más cabida en el
y otras), pues en su periodismo estilo elevado, son los llamados
acarrea las tendencias irrenuncia- superlativos que generalmente
bles al humor guasón del venezo- terminan en ísimo, ísima, como
lano. Transcribo , por considerarlo grandísimo (de grande), blanquí-
un redondo cuadro de costumbres, simo (de blanco), utilísimo (de
esta entrevista que Miguel Otero le útil)…”
hizo al entonces presidente de la
república Rómulo Betancourt: El profesor Montenegro, que
era un poquito chiflado, la verdad
El periodista conoció a Rómulo sea dicha, descendía de su tarima
Betancourt en los bancos de la y se volcaba en estentóreos gritos
escuela, allá por año no sé cuan- de entusiasmo:
tos. El profesor de gramática
castellana, un caballero extrava- ¡Pícalo, gallo! ¡Pícalo, gallo! 32
gante de apellido Montenegro,
hacía esfuerzos inútiles por lograr Escasa es la diferencias
que alguno de sus discípulos le entre la ciudad y la selva
hablara del superlativo. La variedad del costumbrismo
Usted, Quintana. es tal, por contener la variedad de

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la vida misma, que se proyecta y que cayó en esas soledades, para


permite la participación de los no morir de hambre se comieron a
animales, propiciado por ese unos compañeros. Igual sabemos
puente colgante que hay entre que en la expedición de Ambrosio
ellos y el humano, último ser vi- Alfhinger los conquistadores, per-
viente aparecido en la faz de la didos en el montarral, se comieron
tierra. Las leyes de la naturaleza a los indios que llevaban por guías.
son las mismas en la selva que en Antropofagia invertida. O tenían
la ciudad, donde hay un equilibrio hambre o para el almuerzo les
entre lo bueno y lo malo, el bien y apetecía unos bistec diferente. En
el mal. Fue argumento fundamen- la variación está el gusto. De modo
tal del liberalismo humanístico que hay un antropoformismo ma-
que el equilibrio social se mantie- nifestado en las costumbres, del
ne por el equilibrio de los tres po- cual hay ejemplos en la existencia
deres: ejecutivo, legislativo, judi- toda de la humanidad.
cial: digamos el que ejecuta, el que Los animales, dice el adagio,
da leyes para crearle un entorno tienen el alma de sus dueños. En la
restrictivo y el judicial que impone selva humana de nuestro medio,
castigo al que viola esas normas. que es la ciudad, Antonio Arráiz
En el ámbito selvático existen esas hace que el costumbrismo forme
vallas e igual no son tan imagina- parte de su imaginación para lo
rias: cada especie tiene su territo- cual convierte a Tío Tigre, Tio Co-
rio. Eso crea costumbres que van nejo, La Periquita Julieta, y otros
de uno a otro lado. Vemos en las tipos del mundo animal en perso-
noticias de prensa que alguien, a najes razonantes. De igual modo
mordiscos, le arrancó a su próji- lo hará Guillermo Morón con otras
mo una oreja, que un tigre se de- proyecciones más intelectualizadas:
sayunó con un explorador que se Por ser el costumbrismo la pro-
quedó dormido con la escopeta yección más característica de
por almohada, y que en el Cono nuestra colectividad, más aún que
Sur los sobrevivientes de un avión la literatura, el tigre viene a ser el

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representante tipo de la vivianería sus criaturas. Aquí el chivo y el


criolla iconizada en el gobernante perro van andando por el mismo
abusador y en el adinerado de lado. Ante la necesidad, que tiene
igual calaña. Vemos al tigre dina- cara de hereje, hacen causa común.
mizando los relatos costumbristas Encuentran una cabeza de tigre y
de Arraiz como en los de Guiller- al chivo le entra una tembladera.
mo Morón y, antes de él, en Aqui- El perro mete la cabeza del tigre en
les Nazoa, quien veía en los ani- un morralito. El chivo corre espan-
males una intencionalidad casi tado y el perro lo alcanza y a poco
humana. En su bella obra Vida de enfrenta a un grupo de tigres:
las Muñecas de Trapo, editada en
su oportunidad por la Corporación ¿Quién es el jefe de ustedes aquí, ah?
de Turismo, entonces bajo el afi- ¿Y a tí qué te importa eso, cagonci-
nado buen gusto de Franck Brice- to? –le preguntó uno de los tigres.
ño Fortique, y con una nota limi- No, yo para para señalarle una cosa.
nar de Claudia (Dacha) Medvedov, ¿Qué cosa?
de la cepa de los Nazoa, quien de ¿Ah, usted es? Bueno: usted ve
manera dulcemente femenina y aquella cabezota que trae el chivo
aura infantil, abre páginas: en el morral? Esa es la del tigre más
chiquito que hemos matado hoy.
Aquiles, mi tío, se parece a los días El perro sacó la cabezota de tigre
de invierno, a los circos de pueblo, del morral, y con una bravucone-
a las hojas del otoño y a los zapa- ría la colocó en el suelo ante la
totes de Chaplin. 33 admiración y el terror de los tigres
que ahí mismo se pusieron chi-
Aquiles recrea un juego de ma- quiticos y no hallaban qué zala-
licias entre el tigre y el perro, su merías y agasajos hacerles para
desigual adversario, quien no obs- que les perdonaran lavida. Les
tante tiene, a la hora de las chiqui- sirvieron la mejor comida. Los
tas, los sorprendentes recursos viajeros comieron hasta más no
conque a sus criaturas empareja a poder, y el perro entre bocado y

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bocado soltaban los ladridos más “donde brillaba el sol de la liber-


roncos que tenía en su repertorio, tad” (…), “donde las mujeres ca-
cosa que hacía que a los tigres se minaban por la calles sin cuidado
les destiñeran las manchas de tan alguno, donde las veían y canta-
pálidos que se ponían. 34 ban los poetas”. Idílico. Esa gran
isla es atrapada por un pirata que
El tigre siempre será personaje la tiraniza y a quien el pueblo
de contraste. Otros escritores lo pone en fuga; queda en libertad;
ven de igual modo dentro de esa mas un día los zamuros, al con-
simbología que representa muy fundir con “carroña un estiércol
bien al vivaracho criollo y a sus llamado petróleo”, se adueñan de
antagonistas. Contrastes. ella. Los gobernantes cambian de
La sorpresa es uno de los esen- nombre, y ya no “fue posible
ciales recursos del costumbrismo. mantener la libertad, sino que
De entre los escritores venezola- vino la tiranía.” 35
nos Guillermo Morón es uno de
los que visualiza las mayores simi- El clásico cuadro de costum-
litudes entre la selva primitiva y la bres, digamos el que presenta re-
siempre, también primitiva, selva dondeado un tema y sus circuns-
de la ciudad. Sabe cazar en el tancias, es lo más parecido que
frente y en el fondo de ese furioso puede haber a una buena carica-
acontecer. En su libro “Ciertos ani- tura, es decir a la auténtica hoy un
males criollos”, enfocado con lente tanto confundida con el chiste
de la picaresca, “Tío Tigre y los ilustrado con dibujos que a ningún
zamuros” hay un pasaje donde se personaje o tipos de personajes
escucha un trascendente reclamo tipifican y, debido a lo cual, care-
de libertad. Es éste su fondo y su cen de fuerza. El dibujo ha de
trasfondo. Cuenta que había en constituir el primer plano. La pala-
una gran isla una ciudad (lo tex- bra sólo ser su complemento. Un
tual del autor va encomillado) anclaje. Este concepto incluye a
muchas de las llamadas “tiras có-

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C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

micas” basadas en tipos y costum- cuadro, Delgado Senior observa-


bres que publican los periódicos, mos cómo el costumbrismo se
las cuales son reales cuadros cos- camalioniza y adapta para ir ca-
tumbristas. Y excelentes.Estas lle- balgando en estos tiempos nuevos
van a un tiempo el personaje y su como lo hará en los que vendrán.
ambiente y sus circunstancias. Adherido al pellejo humano, que
De los precursores nuestros, en así se ve desde el romano Terencio,
los siglos XX y XXl están con sus con aquel pasaje donde un vecino
diferentes estilos significativos, los que ve a otro curioseándole dentro
veteranos Medo, Claudio Cedeño, de su casa desde lo alto de la pared
Abilio, Lumute, Pedro León Zapa- contigua y, cuando le reclama la
ta, Fonseca y algunos nuevos, di- impertinencia, el muy cara dura le
gamos Rayma, y otros excelentes responde con total desparpajo:
que no despuntan por cuanto lle- “humano soy y nada humano me
nan la función de ilustradores de es ajeno”. Ese costumbrismo, digo,
textos que injustamente son colo- consolidado luego en el Siglo de
cados en segundo plano. Igual re- Oro, siempre tendrá quien lo escri-
sisten el control de calidad. Es ba, quien lo lea y quien sepa dis-
falla de los directores de diarios frutarlo. El cuadro que pinté con
que no se cultive más, y dentro de palabras, referido, corresponde a
sus definitorios perfiles, un género colorines de fines del siglo XX. Fue
tan apreciado por el correspon- el que me solicitó Alicia Otero y el
diente público. cual tiempo después lo entregué
Respecto a este costumbrismo para que fuese publicado en la
escrito en prosa mencioné in ex- página de crónicas de El Nacional,
tenso a Igor Delgado Senior y su bajo el título ·”Magia del McLon.”
avanzadísimo hombre de leyes, De éste digo que es costum-
visionario con categoría de dueño brismo no con la estructura del
de abastos que instala un expediti- cuadro sino del cuento. Un asomo
vo motor home frente a los tribu- literario. En ese terreno tenemos
nales. Nivel de buhonero. En este ilustres antecesores, de los cuales,

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el más artístico es Julio Garmen- vida. Así, desde cuando Juan Ma-
dia, en ese proceso evolutivo de nuel Cajigal publica su primer
un género que viniendo del teatro cuadro costumbrista, hemos an-
es expandido al aparecer la im- dado un convulso trecho en algo
prenta y sus bondades. Se sincro- así como una centuria.
niza con cada época, que de ello
es buena muestra el mencionado Aladino presta su alfombra
cuadro de Igor Delgado Senior. Personajes y escenarios ya no
Vemos cómo el costumbrismo se son los mismos. El género se man-
consustancia con la vida, es la vida tiene. Se adapta. Cajigal sube a
misma, y de ella capta los cam- Caracas, en 1829, estropeándose
biantes visos traídos por la acele- las costillas en una mula desde La
ración de la historia, y, de ese Guaira, desnivel de unos mil qui-
modo, si Sales Pérez tuvo al petar- nientos metros en total, pues debe
dista y al político fullero y a otros remontar la serranía y bajar otra
pilletes, ahora igual refracta, espe- vez a tierra plana en ese obligado
jo de aguas, al sujeto zumbao, ese transporte. De haber llegado en
que se presenta envuelto en una estos tiempos, ese subibaja lo ha-
correspondiente iconografía de ría muellemente recostado atrás
zapatos de goma, rock y su propio en un automóvil, o sentado en el
ámbito con su consecuencial tipo suave vagón aéreo de un teleférico
de delincuencia. Estamos inmer- tirado por guayas y electricidad, o
sos en la trepidación de los moto- en salto de aviación. Es la alfom-
res donde, acompañándonos, va bra de Aladino.
la deshumanización y al mismo Copio textualmente mi referido
tiempo humanización del mundo cuadro, fragmento ambiental de
maquinizado que aporta ambu- hoy, siglo veintiuno, que titulé Cuen-
lancias para socorrer heridos y los tos dulces. La Magia del MacLón:
indipensables aparatos médicos.
Luz y sombra. Contradicciones Jhonny Guicamacuto está por sa-
necesarias al condimento de la lir al aire penumbroso de la ma-

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drugada, para entrarle a esta ciu- “Caremuerto” y “El Pechuga”, se


dad que hemos logrado crear en morderán de envidia. Tal vez los
cuatro siglos de perfeccionamien- envenene la rabia. Pensó en Ala-
to. Acaricia su gato negro que le dino, aquel tontísimo que tenien-
trae suerte y se cuelga del cuello do la lámpara no le pidió al genio
los dos escapularios que al padre unos “MacLón XX”. Más necio que
de su tatarabuelo ayudaron a es- Fratz, que prefirió una bicicleta.
capar de Boves. Se ajusta Jhonny El Rey no me acuerdo que vio en
los zapatos “MacLón XX” pagados en el cine o en la TV, y piensa que
con dos meses de sueldo y que los se llamaba Ricardo,qien para sal-
valen porque tienen esa magia varse cambiaba su reino por un
importada del Norte que los hace caballo que nada valía si en cada
cantar: pata no llevaba un “MacLón XX”.
Con esos zapatos, Jhonny, eres un Y le aumentan las divagaciones.
campeón, eres un campeón. Vuelta en la esquina y cañón do-
Tú eres, Jhonny Guaicamacuto, un ble frente a él que lo bajan del
campeón. Eres un campeón. Un sueño y “chamo los queremos para
campeón.” nosotros suéltalos y callaíto por-
Jhonny se siente un duro de TV que te enfriamos y en febrero ten-
con la pistola para proteger sus drías doble frío y no vengas con-
“MacLón XX”. Más que un cam- que los adecos y los copeyanos que
peón, un campeonsote. A cada no enzanjonaron a su gusto y
paso, por la vereda en busca del ahora chillan más que cochinito
autobus, la voz trae la grata can- metido entre un saco ni en los
tilena que lo baña en agua de banqueros asaltantes que bajaron
rosas: “Tú eres un campeón , al nivel de ratas ni en otras histo-
Jhonny, con tus “MacLón XX” tú rias ni me importa lo que dijo
eres un campeón.” Aristóteles ni la hartazón fatal
Las chamas lo mirarán al pasar que se dio Lucas ni nada por esas
con esa manera de ver que ellas calles de telenovelas de Ibsen y
tienen para los campeones. todo concreto pon los “MacLón XX”

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en el suelo y camina silencioso el pecado de la soberbia, el mayor


como las ánimas que de ese modo de todos, le crean a la humanidad
ellas no se buscan problemas.” un rumbo imprevisto. Dios mismo
Lo que sea menos entregar sus recibiría la sorpresa. Ellos apartan
“MacLón XX” usados por él y la norma y debido a lo cual ten-
Jackie McAn el rockero de la TV drán otras obligantes nuevas nor-
triunfador en el Norte y sólo quien mas, porque sin ellas, buenas co-
triunfa en el Norte tiene nivel mo este caso, pero igual habrá ma-
para ponerse unos “MacLón XX” las, la existencia sería un dislate.
por lo que Hunter el héroe de la Es la mecánica legal de la selva
Tv. también los usa y Jhonny humana. El episodio en sí nos lle-
Guaicamacuto no se detiene ga como si quien lo narra está
porque lo autoriza su pistola y ofreciéndole a la posteridad, y sin
dos disparos ¡Tracatrán! ¡Traca- proponérselo, el primer cuadro de
trán! son dos grandes estrellas malacostumbre. El mejor escrito.
que revientan el oscuro sueño de Ytrascendente. ¿No es asì?.
la madrugada.
Sobre sus “MacLón XX”, Jonny
pasa sin rebajarse a mirar los dos Notas
36
cadáveres.
1. Ilíada, III, vv. 146-162.
V 2. Umberto Eco, Op. cit.
Tantas variantes, como son 3. Olivier Debroise, Diego de
tantas las que trae de vida misma, Montparnasse, Fondo de Cultura
presenta el costubrismo. Es el es- Económica, México, D.F., 1979.
cribano que salió al camino lle- 4. Paul Valéry, Narciso (1889-90). Re-
vando en sus papiros la historia copilado en Álbum de versos anti-
del hombre y de la mujer en socie- guos (1921).
dad. Su trascendencia no ha sido 5. Eric John Ernest Hobsbawm, El
estimada. Veamos que al romper triunfo de la burguesía, citado
Adán y Eva la costumbre y caer en por U. Eco, Op. cit
.
199
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6 Stéphane Mallarmé, Investigación 4) Julio Garmendia. La tienda de


sobre la evolución literaria, citado muñecos.(“El alma”). Caracas. Bi-
por U. Eco, Op. cit. blioteca Popular Venezolana. Mi-
7 Friedrich Schiller, De lo sublime nisterio de Educación. 1952. p. 45.
(1801), citado por U. Eco. Op. cit. 5) Alberto Arvelo Torrealba. Floren-
8 Marqués de Sade, Justine, Parte I. tino y el Diablo. Caracas. Edicio-
9 Idem. nes Cartaya. 1974.
10 Nicolás Guillén, Canto negro, 6) Luis Pastori. Razón de ser. Barcelona,
Sóngoro cosongo. Poemas mulatos España, Bodoni S.A. 1987. p. 213.
(1931). 7) Nicanor Bolet Peraza. Nicanor
11 Op, cit. Bolet Peraza. Caracas. Colección
12 Tomas Mann, citado por Christo- Clásicos Venezolanos de la Aca-
pher Domínguez Michael. Tho- demia Venezolana de la Lengua.
mas Mann. Brevísimo diccionario. No. 4. Estudio preliminar de Au-
Revista Letras Libres, noviembre gusto Germán Orihuela. 1963. p. 21.
2005, año VII, No. 83 8) Rafael María Baralt. Estudios Lite-
13 Paul Valéry, Helena. rarios y Correspondencia. Obras
14 Arthur Rimbaud, Una temporada Completas. Tomo V. Maracaibo.
en el infierno, 1873. Universidad del Zulia. 1965. p. 95.
9) Segundo Serrano Poncela. La lite-
ratura occidental. Caracas. Uni-
Bibliografía versidad Central de Venezuela.
y hermerografía básica Ediciones de la Biblioteca.1971.
p. 317.
1) Bartolomé Bennassar. La españa 10) Fermín Toro. (en) Fermín Toro.
del siglo de oro. Madrid. Grupo Costumbres de Barullópolis. Cara-
Editorial Grijalbo. p. 277. cas. “Liceo Fermín Toro.” Selección
2) Martín Vivaldi. Curso de redacción. y notas: Virgilio Tosta. Prólogo: Sa-
a
Madrid. Paraninfo. S.A. 19 edi- muel Benaim Núñez. 1954. p. 118.
ción. 1982. p. 422. 11) Nicanor Bolet Peraza. Op. cit. p. 75.
3) Rafael María Baralt. (en) Costum- 12) Femín Toro. Ob. cit. p. XXVII.
bristas venezolanos del siglo XIX 13) Miguel Mármol ( Jabino). (en)
(“Los escritores y el vulgo”) Cara- “Revolucionarios urbanos”. Cara-
cas. Monte Avila Editores. Selec- cas. 2º Festival del Libro Popular
ción y prólogo: Mariano Picón Sa- Venezolano. Tomo II. Selección
las. Apéndice: Pedro Díaz Seijas. Juan Liscano. 1958. p. 112.

200
C O N C I E N C I A C T I VA 2 1 , número 13, julio 2006

14) Juan Manuel Cagigal. (en) Satíri- 26) Miguel Otero Silva. Palabreos.
cos y Costumbristas Venezolanos. Caracas. (Sobre México y la revo-
Antología. Tomo 1. (“Contratiem- lución mexicana). Editorial Tiem-
pos de un viajero”) Caracas. 2º po Nuevo. 1974. p. 129.
Festival del Libro Venezolano. Se- 27) Miguel Otero Silva. Un Morrocoy
lección. Juan Liscano. 1958. p. 17. en el Infierno. Con prólogo de
15) Nicanor Bolet Peraza. (en) Satíri- Adriano González León. Caracas.
cos y costumbristas venezolanos. Editorial Ateneo de Caracas. Ca-
Tomo II. (Cuadros caraqueños. racas. 1981. p. 54.
“El Teatro de Maderero”) Caracas. 28) Ibid. p. 153.
1er. Festival del Libro Popular Ve- 29) Ibid. p. 81.
nezolano. 1958. p. 101. 30) Ibid. p. 196
16) Fermín Toro. Op. cit. p. 117. 31) Miguel Otero Silva. Poesías Com-
17) Francisco de Sales Pérez. Cos- pletas. Caracas. Biblioteca Popu-
tumbres venezolanas. Caracas. 3ª lar El Dorado. Monte Avila Edito-
edic. Editorial Cecilio Acosta. res. p. 66.
1942. pp. 85-87. 32) Entrevista de Miguel Otero Silva
18) Anibal Nazoa. Las Artes y los Ofi- al presidente Rómulo Betancourt.
cios. Caracas. Editorial Tiempo diario El Nacional. 21 Feb.,1963.
Nuevo. 1973. p. 11. 33) Aquiles Nazoa. Vida privada de
19) Ibid. El dentista. p. 91. las muñecas de trapo. Caracas.
20) Ibid. El presidente. p. 152. Corporación Venezolana de Turis-
21) Ibid. El alma de la fiesta. p. 28-29. mo. Litografía Tecnocolor. Notas
22) Aquiles Nazoa. Poesías costum- liminares de Claudia (Dacha)
bristas, humorísticas y festivas. Medvedov y Frank Briceño Forti-
Caracas. Biblioteca Popular Vene- que. 1975. pp. 4 y 7.
zolana. Selección del autor. Minis- 34) Aquiles Nazoa. Op. cit. p. 96.
terio de Educación. 1962. p. 35. 35) Guillermo Morón. Ciertos anima-
23) Job Pîm. Graves y agudos (“Elogio les criollos. Caracas. Colección Li-
al tranvía”) Caracas. Impresores bros Revista Bohemia. No. 98. s.d.
Unidos. 1940. p. 109. p. 71.
24) Aquiles Nazoa. Obras Completas. 36) Julio Barroeta Lara. Cuentos dul-
Papeles líricos. Caracas. Universi ces. La magia del MacLón. Diario
dad Central de Venezuela. Direc- El Nacional. Caracas. Hemerotoca
ción de Cultura. 1979. p.162. de El Nacional.
25) Aquiles Nazoa. Ibid. p. 67.

201
sumario
autores

Atanasio Alegre Victoria Camps


• La cultura dialógica en tiempos • Principios, Consecuencias y Virtudes.(1)
de diferencias.(2) José Vicente Carrasquero
• Existencia y temporalidad en Samuel • Valores, Familia y Democracia en
Beckett (Según un estudio de Klara Venezuela.(2)
Ostfeld).(6) Carmen V. Carrillo.
• La sexta modernidad. En ruta • La subversión, entre la ética y la estética.
hacia un Renacimiento posible.(7) A propósito de la obra poética de
• El olvido de los valores.(10) Caupolicán Ovalles.(12)
Rafael Alfonzo H. Margoth Carrillo P.
• La libertad como base de la • La novela histórica: las posibilidades
prosperidad.(12) de un género.(6)
Oscar Arias Sánchez Juan Cristóbal Castro
• Es hora de hacer realidad el ideario • Picón Salas: el gesto de una escritura.(10)
de Bolívar.(6) Alfredo Cilento
Gustavo Arnstein • Pobreza y Vulnerabilidad: habitar
• Saga de El Mundo Israelita.(2) en riesgo.(5)
Juan Carlos Azpurua F. Javier Duplá
• Venezuela y la Gran Colombia en la mirada • ¿Sustituye la ética a la religión
de Sir Robert Ker Porter, 1825-1830.(11) en el mundo moderno?(7)
Luz Marina Barreto • La paz, la paz... ¿podemos alcanzarla
• Las razones morales o en defensa algún día?(11)
del universalismo moral.(3) Luis Pedro España
Manuel Bermúdez • ¿Qué hacer para que los pobres
• La Uslaridad y El ciudadano Kane.(9) no sean más pobres?(5)
Marcelino Bisbal Hugo J. Faría
• Venezuela y su crisis. El contexto • ¿Por qué los países pobres son pobres
ineludible de los media.(7) y los países ricos son ricos?(12)
• Lleva quien deja... Frente a lo que venga.(11) C. Armando Figueredo
Rodrigo Blanco Calderón • Las Leyes Raciales.(11)
• De historia.(8) Alberto Filippi
Pynchas Brener • Bobbio: Contribuciones a la teoría
• La hora del individuo.(2) jurídico-política del socialismo.(9)
• La persistente actualidad de Maimónides.(6) Dinu Garber
• Las vanidades del Eclesiastés.(8) • Crisis de la modernidad.(4)
Elizabeth Burgos Alfonso Gisbert
• Las palpitaciones del mundo. • La locura y la creación narrativa.
Un diálogo sobre el siglo XX.(9) A propósito de Rosa Montero.(12)
Antidio Cabal Jacqueline Goldberg
•Cuadernos del destierro: como raíz • Las memoriosas tácticas de la Diáspora:
axiológica de la poesía de Rafael Cadenas.(11) Poesía judeolatinoamericana del siglo XX.(1)
• En vela el nombre, en vela el lugar, Carlos Kohn W.
Paul Celan.(8) • La condición del hombre
Ricardo Gondelles contemporáneo.(6)
• Enlutado y desconocido.(4) • Diálogo y participaciónen la democracia
Laura González ciudadana, según Hannah Arendt.(10)
•Tragedia y ética.(8) Felicitas Kort Rosemberg
Alfredo Gorrochotegui. • La desvinculación moral. Un lado
• Ser profesor universitario.(11) oscuro de la naturaleza humana.(7)
Claudio Grossman Vicente Lecuna
• La libertad de expresión • Los deudos del intelectual.(1)
en el Sistema Iberoamericano • La Caracas iletrada a partir del Diario
de los Derechos Humanos.(3) de Angel Rama.(3)
Arturo Gutiérrez Plaza Elisa Lerner
• El Quijote e Hispano-américa. • La anécdota anecdótica en Rigoberto
Cuatrocientos años de travesías.(12) Enríquez Vera.(6)
Fernando Guzmán Juan Carlos López Quintero
• Relación médico-paciente.(11) • La crítica dentro de un signo
Luis Javier Hernández de interrogación.(6)
• Mario Briceño Iragorry, entre la paradoja Julián Márquez
discursiva y la presunción ética.(6) • La sagrada tradición de la familia.(2)
• La globalización: Un nuevo mestizaje.(10) Miguel Martínez
Tulio Hernández •Transdisciplinariedad. Un enfoque para
• Los indios son pobres, ¿porque la complejidad del mundo actual.(1)
son indios? o ¿porque son pobres? (5) • Epistemología feminista
Rodolfo Izaguirre y postmodernidad.(4)
• Entrar en una casa iluminada.(6) • La investigación cualitativa.(10)
Armando Janssens Mansour Mohammadian
• El poder desnivelador de la pobreza.(5) • Bioeconomía. Un nuevo paradigma
Tarsicio Jáñez Barrio socio-económico por la paz.(4)
• La relig atio . Fundamento fundante.(4) Eugenio Montejo
Antonio Jiménez Millán • El horizonte espacial del Orinoco
• Poesía, luz de la memoria.(2) en la obra de Jesús Soto y Alirio Palacios.(1)
Gabriel Jiménez Emán •Tres poetas hispanoamaricanos a la luz
• Paradojas del intelectual.(3) de sus artes mágicas.(3)
• Personajes del cuento breve: extrañeza Alejandro Moreno
y volatilidad.(6) • Familia así, familia asá.(2)
• Del futuro como responsabilidad Jorge Negretti Depablos
del presente.(7) • Definir y Decidir. Políticas culturales.(9)
Teresita Jiménez Flores Humberto Njaim
• En defensa de la Hermenéutica • Los límites de la lucha contra
(Entrevista con Jean Grondin).(9) “La corrupción política”.(1)
Alberto Osorio O. Elizabeth Schön
• Espíritu y sentido • Apariciones.(2)
de la Guía de Perplejos. (6) Victoria de Stefano
Elías Pino Iturrieta • Escritores.(4)
• Una tarea antigua y ardua.(6) Nelson Tepedino
Inés Quintero • El poder desnudo. Una lectura
• Arte, fin de siglo y Revolución.(10) de Génesis 2-3.(7)
Sergio Ramírez Luis Ugalde, S.J.
• Esplendor del Caribe (Homenaje •Pobreza y Cultura.(5)
a Alejo Carpentier).(8) Alejo Urdaneta
María Elena Ramos • Thomas Mann. Los recuerdos
• La poesía como peligro.(7) primordiales.(9)
Roberto Vainrub
Isidoro Requena
• Ética y gobierno corporativo
.• Hendidura de luz en el túnel
de la violencia: Emmanuel Levinas.(1) en las empresas latinoamericanas.(7)
Carlos Valbuena Esteban
• ¿Y usted cómo se llama? (9)
• Ética y corridos prohibidos.
Manuel Reyes Mate
• La memoria de Auschwitz hoy.(8) Hijos de la gran Camelia.(8)
Arnaldo E. Valero
Xavier Reyes Matheus
• La casa caramelo de Miguel James.(10)
• Español. Canon literario y diversidad
cultural.(4) Keila Vall
• Valores, Familia y Democracia
Miguel Rodríguez
en Venezuela.(2)
•¿Perdimos el tren del desarrollo?(5)
William Rodríguez Oscar Vallés
• La invitación filosófica de John Rawls.(4)
• Las historias-de-vida como metodología
Eduardo Vásquez
en las investigaciones de la familia.(2)
Aníbal Rodríguez Silva • Reflexiones sobre el existencialismo.(9)
Alberto Villegas
• Hacia una ética de la hospitalidad.(3)
• El respeto al otro.(11)
Lorena Rojas Parra
• El encuentro con la ruptura: José Antonio Yepes Azparren
• Antonio López Ortega: Ajena, una novela
la profundidad de Descartes
en el alfabeto de la futuridad.(10)
y El puente roto.(3)
Alexis Romero Roberto Walton
• Homenaje a Alberto Rosales.(11)
• Jacqueline Goldberg: Ira y mudanza
Carmen Cristina Wolf
de aquella memoria.(4)
Alberto Rosales. • Cadenas, ese desconocido.(9)
Hernán Zamora
• La historia sin plan.(2)
Carlos Sandoval • Caracas entre dos esquinas.(9)
• Trampas de lectura.(12)
sumario
números anteriores

1
Victoria Camps. Principios, Consecuencias y Virtudes. Vicente Lecuna. Los deudos del
intelectual. Isidoro Requena. Hendidura de luz en el túnel de la violencia: Emmanuel
Levinas. Miguel Martínez. Transdisciplinariedad. Un enfoque para la complejidad del mundo
actual. Humberto Njaim. Los límites de la lucha contra “La corrupción Política”. Eugenio
Montejo. El horizonte espacial del Orinoco en la obra de Jesús Soto y Alirio Palacios.
Jacqueline Goldberg. Las memoriosas tácticas de la Diáspora: Poesía judeolatinoamericana
del siglo XX.

2
Alberto Rosales. La historia sin plan. Atanasio Alegre. La cultura dialógica en tiempos de
diferencias. Alejandro Moreno. Familia así, familia asá. William Rodríguez. Las historias-de-
vida como metodología en las investigaciones de la familia. José Vicente Carrasquero / Keila
Vall. Valores, Familia y Democracia en Venezuela. Antonio Jiménez Millán. Poesía, luz de la
memoria. Elizabeth Schön. Apariciones. Pynchas Brener. La hora del individuo.

3
Luz Marina Barreto. Las razones morales o en defensa del universalismo moral. Aníbal
Rodríguez Silva. Hacia una ética de la hospitalidad. Eugenio Montejo. Tres poetas
hispanoamaricanos a la luz de sus artes mágicas. Vicente Lecuna. La Caracas iletrada a partir
del Diario de Angel Rama. Gabriel Jiménez Emán. Paradojas del intelectual. Claudio
Grossman. La libertad de expresión en el Sistema Iberoamericano de los Derechos Humanos.

4
Dinu Garber. Crisis de la modernidad. Oscar Vallés. La invitación filosófica de John Rawls.
Miguel Martínez. Epistemología feminista y postmodernidad. Victoria de Stefano.
Escritores. Mansour Mohammadian. Bioeconomía. Un nuevo paradigma socioeconómico por
la paz. Tarsicio Jáñez Barrio. La relig atio. Fundamento fundante. Xavier Reyes Matheus.
Español. Canon literario y diversidad cultural.

5 extraordinario
Gustavo Arnstein. Pertinente Introducción. Luis Ugalde, S.J. Pobreza y Cultura. Luis Pedro
España. ¿Qué hacer para que los pobres no sean más pobres? Alfredo Cilento. Pobreza y
Vulnerabilidad: habitar en riesgo. Armando Janssens. El poder desnivelador de la pobreza.
Miguel Rodríguez. ¿Perdimos el tren del desarrollo? Tulio Hernández. Los indios son pobres,
¿porque son indios? o ¿porque son pobres?
6
Elías Pino Iturrieta. Una tarea antigua y ardua. Carlos Kohn W. La condición del hombre
contemporáneo. Luis Javier Hernández. Mario Briceño Iragorry, entre la paradoja discursiva y
la presunción ética. Oscar Arias Sánchez. Es hora de hacer realidad el ideario de Bolívar.
Alberto Osorio O. Espíritu y sentido de la Guía de Perplejos. Margoth Carrillo P. La novela
histórica: las posibilidades de un género. Juan Carlos López Quintero. La crítica dentro de un
signo de interrogación. Pynchas Brener. La persistente actualidad de Maimónides. Gabriel
Jiménez Emán. Personajes del cuento breve: extrañeza y volatilidad.

7
F. Javier Duplá. ¿Sustituye la ética a la religión en el mundo moderno? Marcelino Bisbal.
Venezuela y su crisis. El contexto ineludible de los media. Felicitas Kort Rosemberg. La
desvinculación moral. Un lado oscuro de la naturaleza humana. Atanasio Alegre. La sexta
modernidad. En ruta hacia un Renacimiento posible. Nelson Tepedino. El poder desnudo. Una
lectura de Génesis 2-3. María Elena Ramos. La poesía como peligro. Roberto Vainrub. Ética y
gobierno corporativo en las empresas latinoamericanas.

8
Manuel Reyes Mate. La memoria de Auschwitz hoy. Sergio Ramírez. Esplendor del Caribe
(Homenaje a Alejo Carpentier). Jacqueline Goldberg. En vela el nombre, en vela el lugar,
Paul Celan. Carlos Balbuena Esteban. Ética y corridos prohibidos. Hijos de la gran Camelia.
Rodrigo Blanco Calderón. De historia. Laura González. Tragedia y ética. Pynchas Brener. Las
vanidades del Eclesiastés.

9
Isidoro Requena. ¿Y usted cómo se llama? Eduardo Vásquez. Reflexiones sobre el
existencialismo. Alberto Filippi. Bobbio: Contribuciones a la teoría jurídico-política del
socialismo. Teresita Jiménez Flores. En defensa de la Hermenéutica (Entrevista con Jean
Grondin). Manuel Bermúdez. La Uslaridad y El ciudadano Kane. Alejo Urdaneta. Thomas Mann.
Los recuerdos primordiales. Carmen Cristina Wolf. Cadenas, ese desconocido. Elizabeth
Burgos. Las palpitaciones del mundo. Un diálogo sobre el siglo XX. Hernán Zamora. Caracas
entre dos esquinas. Jorge Negretti Depablos. Definir y Decidir. Políticas culturales.

10
Atanasio Alegre. El olvido de los valores. Miguel Martínez. La investigación cualitativa. Carlos
Kohn. Diálogo y participación en la democracia ciudadana, según Hannah Arendt. Inés
Quintero. Arte, fin de siglo y Revolución. Juan Cristóbal Castro. Picón Salas: el gesto de una
escritura. Luis Javier Hernández. La globalización: Un nuevo mestizaje. Arnaldo E. Valero. La
casa caramelo de Miguel James.
11
Antidio Cabal. Cuadernos del destierro: como raíz axiológica de la poesía de Rafael Cadenas. F.
Javier Duplá s.j. La paz, la paz... ¿podemos alcanzarla algún día? Alberto Villegas. El respeto al
otro. Fernando Guzmán. Relación médico-paciente. Alfredo Gorrochotegui. Ser profesor
universitario. Juan Carlos Azpurua. Venezuela y la Gran Colombia en la mirada de Sir Robert
Ker Porter, 1825-1830. Marcelino Bisbal. Lleva quien deja... Frente a lo que venga. C. Armando
Figueredo. Las Leyes Raciales. Roberto Walton. Homenaje a Alberto Rosales.

12
Hugo J. Faría. ¿Por qué los países pobres son pobres y los países ricos son ricos? Carmen V.
Carrillo. La subversión, entre la ética y la estética. A propósito de la obra poética de Caupolicán
Ovalles. Rafael Alfonzo H. La libertad como base de la prosperidad. Alfonso Gisbert. La
locura y la creación narrativa. A propósito de Rosa Montero. Arturo Gutiérrez Plaza. El
Quijote e Hispano-américa. Cuatrocientos años de travesías. Carlos Sandoval. Trampas de
lectura.

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