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¿Cómo debe ser el

candidato político perfecto?


 Marzo 10, 2015 - 18:59

 Publicado en Comunicación política

Esta es la pregunta que todavía deben estar formulándose en las sedes de


aquellos partidos que aún no han designado a sus candidatos en cualquiera de
las diferentes citas electorales con que nos encontraremos este año.

A la búsqueda del candidato ideal hay que sumar diversos factores. Las
diferencias de cada elección, la mala imagen que tiene la sociedad de los
partidos y los políticos acrecentada por los numerosos casos de corrupción
(política, institucional, financiera…) o el contexto creado por la entrada de
nuevas formaciones que amenazan el statu quo, son algunos de los factores
que crean una ecuación de difícil solución. Además este último punto provoca
un curioso fenómeno: por un lado, existe un hartazgo hacia una 'vieja' forma de
hacer política y desideologización partidista, mientras, por otro, se produce una
repolitización de la sociedad

Aunque no existe una fórmula mágica extrapolable a todas las contiendas


electorales, sí que podemos trazar una serie de cualidades y aptitudes que
no deben faltar en la construcción simbólica del candidato perfecto.

Superado el debate de si el buen político nace o se hace (ambas cosas, pues


aunque un candidato posea una serie de cualidades innatas, necesita
modelarlas con técnicas y destrezas), las investigaciones sobre las cualidades
que los ciudadanos consideran más importantes desde hace medio siglo
coinciden en el siguiente perfil: honestidad, competencia, integridad,
capacidad de liderazgo y energía. Comunicar esas cualidades significa
demostrar carácter, credibilidad (basada en la honradez y la experiencia)
y dinamismo (percepción del candidato como activo y positivo).

Pero también nos encontramos con otras actitudes para conectar con la gente
que son bien valoradas como la cercanía, la humildad, el sentido del
humor, oratoria (hablar el lenguaje de los ciudadanos), la inteligencia
emocional y la capacidad de emocionar y empatizar, talento para
ilusionar, motivar, saber escuchar, etcétera.

Igual que hay atributos racionales y emocionales, el candidato es la suma de


sus cualidades profesionales -que afectan a su capacidad para ejercer un
cargo (¿está preparado? ¿tiene experiencia? ¿y capacidad analítica? ¿es buen
gestor?)- como personales –que infieren su idoneidad para el mismo ¿puedo
confiar en él?-.

Junto a estos atributos hay otros que son propios de cada candidato, un


valor que le diferencia del resto de adversarios (hombre o mujer hecho a sí
mismo, empresario de éxito, amplia trayectoria en el activismo social…) y
construye su relato personal.

Y luego está la cuestión de la imagen. Un candidato puede ganar votos gracias


a su imagen o, al menos, intentar no perderlos, pero no se puede pretender
aparentar lo que no se es. La imagen tiene que ser el reflejo de una persona,
mantener coherencia con lo que decimos y hacemos, no un disfraz de
marketing político.

Para rizar el rizo, el candidato no lo es todo. También es fundamental su


equipo, las personas de las que se rodea, que deben compartir los mismos
atributos para que no se conviertan en el punto débil donde atacarle.

Como decíamos al principio, hay que saber leer el contexto electoral y tener


en cuenta los factores externos. Podemos cumplir casi todos los requisitos,
pero eso no nos garantiza tener el mejor candidato ya que depende de la oferta
electoral existente (según cómo sean el resto de oponentes se valora más un
perfil que otro) y del momento (¿es tiempo de cambio, se busca un gobernante
con talante negociador o la situación es propicia para un liderazgo fuerte?).

Así, es fundamental que contemos con lo que parece una obviedad, pero no lo
es tanto puesto que hay que demostrarlo: las ganas de ganar (espíritu de
conquista) y una estrategia que defina el escenario electoral que dibuje la
hoja de ruta que inclinará la balanza a nuestro favor.

Por último, no debemos olvidarnos que los candidatos no son dueños de cómo
les perciben los ciudadanos y, en comunicación política, percepción es
realidad, por lo que los esfuerzos deben ir encaminados a transmitir una
imagen de la manera más fiel y coherente posible.

 
Ignacio Martín Granados, politólogo, miembro del Consejo Directivo de la
Asociación de Comunicación Política (ACOP).

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