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El diario para una mamá ®


Reflexiones del corazón de una madre para otra madre…
http://eldiarioparaunamama.blogspot.com/

CÓMO FLOR DE CAMPO

Mireya Patricia Bernal (autora) - Adrián Felipe Vásquez (coautor/editor)

Vivimos como si fuésemos eternos, aferrados a tantas


cosas, haciendo tesoros en la tierra donde el tiempo,
la polilla y el orín corrompen, donde los ladrones
hurtan y podemos ya no tenerlo sin más
y, quisiéramos tenerlo todo, pero anhelar más sin
saciarnos y, en otro momento, podemos perderlo, en
diferentes circunstancias que la vida nos presente.

Nos aferramos a sitios, a objetos, a cosas, a personas


o a circunstancias, las distracciones son tantas que
nos adormecen, que nos impiden reflexionar de lo
efímera que puede ser la vida, somos aves de paso o
flores del campo, como lo menciona aquel versículo
de la Biblia, que reza: “El hombre, como la hierba son
sus días; florece como la flor del campo, que pasó el
viento por ella, y pereció y, su lugar no la conocerá
más (Salmos: 103: 15-16)
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A veces vivimos pensando que somos inmortales,


cuando la vida se nos puede escapar en un segundo,
en un suspiro, dejando muchos pendientes para
mañana y, por pendientes no me refiero a aquello a lo
que llamamos trabajo, que de seguro es algo a lo que
siempre damos prioridad, sino a escuchar, hablar,
abrazar, visitar o compartir con aquellas personas a
las que hace tiempo no vemos, pero han sido
importantes en nuestras vidas o a las que miramos,
pero para las cuales se nos atoran los te quiero, te
extraño o te amo.

Invertimos el tiempo, en ver lo malo del otro, en vez


de resaltar lo bueno, creando conflictos, encendiendo
fuego, envidiando, odiando, quejándonos o alojando
lo que no debería estar, en vez de hacer todo lo
contrario y, minutos, horas, días, meses y años se
van, tiempo que no volverán.

Cuántas veces nos hemos visto envueltos en


conflictos ajenos y hemos sido partícipes de las
consecuencias de aquello, enemistades, mal
entendidos, resentimientos y, una serie de
etcéteras, con familiares, amigos, conocidos y hasta
desconocidos, que al igual que yo, ustedes también
conocerán, porque de eso sabemos mucho los seres
humanos y no hay quién esté libre de este asunto.

Lanzamos piedras y recibimos piedras, pero resulta


que olvidamos las que lanzamos y recordamos las
que nos lanzaron, es fácil recordar lo que nos
hicieron, pero también fácil olvidar lo que hicimos.
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Y, ahí estamos creyendo que tendremos muchos


mañanas, acumulando cosas, creyendo que el dinero
lo es todo, que las posesiones las poseemos cuando
la tortilla se ha virado y ellas nos poseen,
desperdiciando momentos valiosos de familia, para
que cuando lleguen los años de la vejez, vivamos de
los recuerdos, de lo que fue y ya no es y, esperar
retroceder el tiempo, para corregir nuestra historia o
escribir otra, con la marcha en contratiempo.

Vienen a mi mente las palabras de Job: “Desnudo salí


del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá.
Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová
bendito” (Job: 1: 21)

Esto me hace poner mis pies sobre la tierra, mirar mi


fragilidad y, entender que el pasado ha pasado, que
el futuro es incierto, que lo que tengo es el día de hoy
para vivir con mi familia, para recordarles que los
amo, para perdonar y ser perdonada, la gran cantidad
de veces que me equivoqué y me equivocaré, para
volver a utilizar aquellos vestidos que estaban
guardados y dejé de usarlos, para no guardar las
cosas para alguna ocasión especial, para dejar de
acumular perfumes, cuyo olor con los años pasa, para
entender que lo material me sirve para el día de hoy
pero no es lo primordial, porque un hogar no son las
cuatro o más paredes que me rodean o el techo que
me cubre, porque aunque puedo contar con la
bendición de tener una casa, un hogar lo hacemos
quienes habitamos dentro. Al final, parafraseando un
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poco, polvo fuimos y al polvo volveremos, desnudos


salimos del vientre de nuestra madre y desnudos nos
iremos, sin llevar nada material, solamente el peso de
lo bueno o de lo malo que hicimos en vida.

“Aún hay esperanza para todo aquel que está entre


los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto.
Porque los que viven saben que han de morir; pero
los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque
su memoria es puesta en el olvido. También su amor
y su odio y su envidia fenecieron ya; y, nunca más
tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol”
(Eclesiastés 9:4-6)

La muerte se vuelve incierta, la vida tiene esperanza,


para enmendar lo que podamos corregir, porque
después viviremos en los recuerdos, en el corazón de
quienes amamos y nos amaron, por eso quizás
debamos concentrarnos en crear momentos
especiales para nosotros y para quienes estuvieron a
nuestro lado, porque somos "...como la flor del campo
que hoy es y mañana no es..."
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