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SUSANA MIRIAM

OMAR ALFREDO
DAVID RICARDO CUENTAS
EMPRESARIO MARTIN
ESPOSA DEL EMPRESARIO CARMEN
LUCIA SAMANTHA
PROFETA JESUS
MARÍA YANETH

PASTOR 1 ESTEBAN CRUZ


PASTOR 2 ALEXIS GARCIA
PASTOR 3 RICARDO CUENTAS

EL CUARTO VACANTE
LA ANUNCIACION: ESTEBAN CRUZ

ANIMACION DE LA ANUNCIACION

ESCENA I

(Escenario: Una oficina. Computadora, escritorio, teléfonos, floreros, cuadros, sillas, un sillón de
espera, mesita y arreglo. Empieza de Noche. Hay una salida por donde todos los personajes pasan.
Entra Omar con paso firme; se fija en su derredor para estar seguro de que nadie lo ve, se sienta en el
escritorio, saca sus tarjetas y empieza a hablar por teléfono y juega con monedas en sus manos. ) El
empieza a hablar por teléfono y luego entra Susana muy despacio y él se asusta y trata de guardar sus
tarjetas rápidamente.

OMAR. (Severamente.) ¡Madre! ¡Me asustaste! ¿Qué hay? ¿Vienen más personas?

SUSANA. Sí, hay una multitud en las puertas. Se necesitan dos guardias para imponer el orden en la
entrada, la cochera está llena, la gente está abarrotada. A mí no me agrada esto. El alboroto es
demasiado. No parece ésta la tranquilidad y la paz que siempre tenemos en este lugar… todo está
demasiado movido.

OMAR. (Con entusiasmo.) No hables así, madre. ¿No es esta una magnífica oportunidad para ganar
mucho dinero? ¿No están todos los que necesitan llegar a la ciudad hospedándose en la hacienda?
¡Mira! (Saca la billetera y se la enseña a su madre; ésta se asoma para ver su contenido). Tú nunca
viste tanto dinero durante todos los años que vivió mi padre.

SUSANA. (Moviendo la cabeza) A mí no me importa el dinero. Y este tumulto de gente... eso sí es


horrible ¡Me llena de espanto!

OMAR. ¡Ah, madre! A ti no te llama la atención del dinero porque ya has dejado atrás los anhelos y
deseos de la juventud. Pero a Lucia, ¡cómo hará brillar sus ojos negros! Quizá ahora accederá a mis
ruegos de que sea mi esposa.

SUSANA. (Con temor.) No, hijo mío, tú no puedes ganar el corazón puro de Lucia por medio del
dinero. No la tientes con promesas de riqueza, o la perderás para siempre.

OMAR. (Con impaciencia.) Tú hablas palabras necias. ¿Qué mujer hay que no sea atraída por los
encantos del dinero? (Entra el sirviente y se para respetuosamente a un lado. Omar, con entusiasmo, al
sirviente.) ¿Qué nuevas me traes? ¿Hay más personas que necesitan alojamiento afuera?

SIRVIENTE. Sí, mi señor, llegó un empresario que desea hospedaje para él y su esposa Suplica con
insistencia. Y se ve que tiene billete….

OMAR. Debemos tener mucho cuidado. Quedan solamente dos cuartos. Déjame pensar un momento.
(Pausa.) Está bien, dale el pase.
(Entra el empresario, un hombre de buen vestir y de regio porte junto a su esposa. Se muestra muy
inquieto.)

NOBLE. ¿Es usted el dueño de este lugar?

OMAR. Yo soy Omar, dueño de la Hacienda

Esposa de empresario: ¿Le quedan a usted cuartos? Dicen que todos los hoteles y lugares de hospedaje
están repletos, están completamente llenas. Mi esposo y yo debemos hallar un lugar donde pasar estos
días.

OMAR. (Con precaución.) El hospedaje en esta ciudad hoy es caro. Tengo un cuarto en el lado sur, más
allá de las piscinas. Es suyo... por buen precio.

NOBLE. Le ofrezco $500.00 por su cuarto.

OMAR. (Moviendo la cabeza.) ¡No! No, Señor, me temo que me debe ofrecer un poco más. Hoy es la
noche previa a las elecciones, si Uds. no lo alquilan…ya llegara alguien que pague mejor precio.

NOBLE. (Mirando a su esposa angustiado como buscando alguna respuesta.)

HIJA. Honey… No vale la pena, vámonos de aquí.

NOBLE. ¡Espera, mujer! (A Omar.) Le ofrezco US$ 1000 por ese cuarto… ¡nada más!

OMAR. (Satisfecho.) Muy bien, es suyo el cuarto. Yo mismo iré para ver que lo alisten Pronto. (Se va
Omar, seguido por el empresario, la esposa y por el sirviente.)

SUSANA. (Caminando de un lado a otro del cuarto.) Todo esto me abruma sobremanera. La ciudad que
siempre es tranquila ahora esta tan movida…. Estas elecciones y tanta gente llegando al lugar…. Qué
ambiente tan cargado…. Mucha gente, mucho negocio, mucho dinero corriendo por las manos de los
comerciantes…. Y la tranquilidad donde quedo? Donde está la paz que nos acompaña cada noche en la
hacienda… , mi corazón me dice que en estos días algo muy extraño y trascendental va a acontecer.

(Entra Lucia, sonriendo felizmente. Se detiene repentinamente cuando ve a Susana y luego se acerca y
la abraza.)

LUCIA. No hay nada que temer, Susana querida. Esta gente que ha venido a nuestra ciudad es gente
que viene a cumplir su obligación…. Creamos que son gente honrada querida Susana…

SUSANA. ¡Lucia, al fin has regresado a casa. Me tenías preocupada! ¿En dónde has estado?

LUCIA. He estado allá junto a las montañas del otro lado de la hacienda… Sabes que detrás de estas
montañas hay mujeres que no tienen donde que pasar la noche en el campo sin abrigo. Muchas no
tienen carpas, ni alimento, y los niños tienen frío y hambre. Volví para ver si podía llevarles alimento y
cobijas. Necesito ver a Omar. ¿En dónde está?

SUSANA. No, no le pidas nada a Omar. Temo que él no esté dispuesto a ayudarte.

LUCIA. (Pensativa.) Quizá dices bien. No es el mismo Omar de antes que reía tan alegremente, el Omar
que hubiera compartido todo lo que tenía para ayudar a otros.

(Sin ser vista por Lucia, sale Susana, y después de un momento, entra Omar.)

OMAR. (Extendiendo los brazos.) ¡Lucia!

LUCIA. (Sacando una flor de su blusa.) ¡Mira, Omar, mira! Ya están en flor las estrellitas blancas del
árbol que plantamos cuando éramos niños, allá en la falda de las montañas, junto al viejo establo. ¿No
te acuerdas cómo amábamos estas estrellitas blancas?

OMAR. (Con menosprecio.) Pero, ¡mira! Ahora yo tengo algo que darte mucho mejor que flores, Lucia.
Por años lo he soñado y ahora los cielos se han abierto y lo han derramado sobre mí a manos llenas.
(Abre la billetera, saca unos cuantos billetes y los tiende hacia ella.) Mira, ¿verdad que es más
brillante y más hermoso que la flor más bella? Seguramente ahora me escucharás porque, ¿qué hay que
se desee más que el dinero?

LUCIA. (Volviendo el rostro.) Pero el dinero no me llama la atención, Omar. Todo lo que a mí me atrae
del oro es su color dorado como el del brillante sol sobre el rocío de las flores, y como el de las
estrellas que iluminan la nebulosa obscuridad.

OMAR. (Mostrando impaciencia.) Pero tú no entiendes, Lucia. El dinero te dará todo lo que puedas
desear en la vida. Tendrás trajes delicados; tendrás los más finos y preciosos collares, diamantes y
todo lo que tu corazón quiera…. Casas, carros, viajes, todo,… tendremos todo….

LUCIA. (Tranquila.) Sí, Omar, todo eso es hermoso. Pero las joyas que a mí me agradan y me llenan de
contento, son las gentiles florecitas blancas que cubren las faldas de las montañas. Ningún jardín
podría ser tan hermoso como el suave verdor de las montañas así como las que están cerca al establo.

OMAR. (Volteando desesperado.) ¡Oh, ya entiendo! Es porque no tengo bastante. Algún día, cuando
tenga más dinero, me escucharás.

(Lucia se sienta sobre el diván, y voltea su rostro tristemente. Entra el sirviente.)

SIRVIENTE. Afuera hay una persona un poco “extraña” dice que es pastor…???... al que llaman el
"profeta", que pasa su tiempo soñando con cosas raras…. Yo le dije que usted estaba ocupado; pero él
insiste mucho en verlo. Los otros guardias le tienen miedo y no lo echan fuera. ¿Qué hago, señor?

OMAR. ¿El profeta, dices? No hay nada que temer. Ha sido amigo mío desde hace muchos años…. Dale
el pase.

SIRVIENTE. Dice la gente que nunca aparece en la ciudad…. A menos que algo vaya a pasar…. Ud.
cree??? (El sirviente sale, y después de un momento vuelve a entrar seguido del profeta.)

OMAR. Bienvenido,(presenta a Lucia) ¿Qué es lo que se te ofrece?

PROFETA. (Poniendo su mano sobre la cabeza de Omar.) Omar, que las bendiciones del Señor sean
contigo. Aquel que habla a los hombres en el silencio y la quietud de las estrellas, ha hablado un
mensaje a su siervo.

OMAR. Pero, seguramente ese mensaje no tiene nada que ver conmigo.

PROFETA. (Alzando las manos en actitud de súplica). Escucha, Omar querido, las palabras que he
recibido: “Antes del amanecer llegará un Príncipe a esta ciudad. La bendición del Altísimo sea sobre
aquel que lo reciba”.

OMAR. (Con sorpresa.) ¡Un príncipe! ¿Un príncipe? ¿Y a mi casa? Si es verdad, debo hacer los
preparativos para recibirlo. Sólo un cuarto me queda.

PROFETA. Así es Omar, es un príncipe. No puedo quedarme más tiempo… tengo que partir y cumplir
mis obligaciones. (se despide)

LUCIA. (Siguiéndole.) Voy a prepararle algo para su viaje.

OMAR. (Parado en donde el profeta lo dejó, muestra sorpresa e interés.) ¡Un príncipe va a venir! (Va a
la puerta y llama con voz fuerte.) ¡David! (Entra el sirviente.) Prepara el cuarto del otro lado de la
hacienda… el que está cerca al Sauna. Y no permitas que nadie entre allí sin mi consentimiento. Saca
los más fino de nuestra platería, pon los mejores cubrecamas y sabanas, además que limpien
nuevamente el cuarto, las ventanas y vean que no quede nada fuera de su sitio… pon una mesa de
frutas y nuestros mejores vinos. Negocios son negocios….

SIRVIENTE. Sí, señor mío.

OMAR. (Entusiasmado.) Un gran príncipe viene esta noche y debemos hacer los preparativos propios
para su llegada. El profeta me lo ha revelado, y sus revelaciones raras veces yerran.
SIRVIENTE. ¡Un príncipe! (Hablando solo, con expresión de asombro.)

OMAR. Permanece en la entrada y vigila. Si llega alguien de categoría ilustre dale el pase. Puede ser
que llegue con traje humilde por temor al pueblo; pero traerá dinero, y esto es lo que me interesa
sobre todo. Ten mucho cuidado, ¿me entiendes?

SIRVIENTE. (Alborozado.) ¡Un príncipe! ¡Cuánto he soñado ver a un príncipe! Cuidaré bien, mi señor.
(El sirviente sale y al ratito entra LUCIA.)

LUCIA. Ya se fue el señor que te visito. Nadie sabe cómo desapareció tan pronto.

OMAR. Así es él… Viene y se va silenciosamente como la noche; pero siempre trae buenas nuevas,
Lucia. (Extiende sus manos hacia ella.) ¿Oíste lo que dijo? La suerte nos favorece. Tengo un cuarto
vacante aun y les he encargado a mis empleados que la arreglen con el mobiliario más fino de la
hacienda…. Un príncipe Lucia! Un príncipe…

LUCIA. (Con entusiasmo.) Ha de ser un príncipe noble que trae una misión celestial, de otro modo, el
profeta no hubiera venido a anunciar su llegada. A él le interesan solamente las cosas de Jehová
verdad? . Oh, Omar, ¡qué maravilloso sería si nosotros pudiéramos tener parte en alguna obra gloriosa
te imaginas Omar?

OMAR. ¡Qué cosas tan extrañas hablas, Lucia! ¿Qué no entiendes? El príncipe nos traerá oro. El cuarto
al lado del sauna es el único que queda vacante en todo la ciudad, y él pagará reglamente por ella.
Seremos ricos, Lucia. ¡Quizá tú y yo podremos pronto ir juntos a Aruba!

LUCIA. (Suspirando.) ¡Oh, Omar! Pensé por un momento que tú también habías entendido lo que digo;
pero no, no entiendes nada.
(Entra el sirviente.)

SIRVIENTE. (Con entusiasmo.) Ya está aquí, afuera, en el patio. Ya vino. Estoy seguro que él es.

OMAR. ¿Quién vino? ¿El profeta?

SIRVIENTE. ¡No, no! ¡El príncipe! Estoy seguro que es él. Tiene la apariencia de un rey, y su semblante
es de verdadera nobleza. Venga a ver!!!

OMAR. ¿Viene con elegancia, acompañado de muchos empleados? Y sus vestidos, ¿son semejantes a los
de los príncipes?

SIRVIENTE. No, mi señor, viene solamente con su esposa, cuya belleza es impresionante señor. Pero,
como usted dijo, él podría ocultar su verdadera identidad y posición bajo un humilde disfraz.

OMAR. Es verdad. Invita a la esposa a pasar mientras yo voy a hablar con él. (Sale Omar seguido por el
sirviente.)

(Lucia se sienta con la cabeza inclinada como en profunda meditación. Al ratito aparece María al
fondo. Si se quiere, una luz suave puede alumbrar sobre ella, mientras camina despacio hacia adelante
y Lucia voltea y la ve. Intempestivamente Lucia extiende sus brazos hacia ella.)

LUCIA. ¡Usted es la princesa! ¡Qué hermosa es!

María (sonriendo dulcemente): No, niña, no me llames hermosa. Si notas alguna hermosura en mi
semblante, es la luz de la dicha que gozo... y quizá un reflejo del amor de Dios, porque él ha estado
cerca de mí durante todos los días.

LUCIA. (Con asombro.) ¡Un reflejo del amor de Dios! Yo he pensado en la justicia y misericordia de
Dios, pero nunca en su amor. Querida princesa, usted se siente fatigada, ¿no? Debe haber viajado
desde muy lejos.

MARÍA. Sí, es algo lejos de donde vinimos. Pero ya estamos aquí, y queremos descansar El viaje fue
Difícil…así es que hemos tardado algunos días en llegar.
LUCIA. ¡Un príncipe! Nunca había visto a un príncipe!!

MARÍA. No un príncipe, no, niña. Mi esposo, José, es solamente un comerciante maderero. Hemos
venido por cuestión de elecciones, tu sabes cómo es eso…

LUCIA. Me alegro mucho de que hayan venido.

MARÍA. Quisiéramos hospedaje por esta noche. Podemos pagar lo razonable. Ojalá tengan lugar para
nosotros.

LUCIA. Sí, sólo nos queda un cuarto, y es sumamente elegante. Lo hemos reservado para ustedes
(Entra Omar, con expresión de enfado. Lucia se vuelve hacia él repentinamente). ¡Qué gusto tengo
que hayas reservado el cuarto del fondo! ¡Los llevaré para que vayan a descansar!

OMAR. (Con expresión de contrariedad.) ¿Qué quieres decir? Este no es príncipe. El sirviente cometió
un error imperdonable al juzgarlo un príncipe. ¡Tomar por príncipe a un maderero! ¡Bah! Y tuvo la
osadía de ofrecerme $50 por el último cuarto que me queda!

LUCIA. ¡Calla, Omar! ¿Qué vale el dinero cuando dos compatriotas nuestros necesitan de nuestro
auxilio? Seguramente el cuarto vacante está disponible para estas dos buenas personas.

OMAR. (Apartando la mano de LUCIA de su brazo. Se dirige a María.) Señora, su esposo la está
esperando afuera. No tenemos lugar para ustedes. ¿Lo oye? ¡No hay lugar!

LUCIA. (Se acerca a María y la abraza, y se dirige a OMAR.) ¡Omar, tú no podrás ser tan cruel! Tú no
debes obligar a estas personas a que vayan a la calle a pasar la noche a la intemperie. Hace bastante
frío. Primero iría yo.

MARÍA. Yo no temo las montañas ni la calle, niña. Las estrellas son más bondadosas que algunos
techos, y el Señor está en todas partes. El cuidará de los suyos. Solamente por ti, amiga mía, quisiera
que nos pudieran servir, dándonos hospedaje por esta noche. Porque sé que es la voz del Señor que te
inspira a hablar por nosotros.

(Omar está parado medio vuelto de espaldas. Lucia se le acerca con súplica.)

LUCIA. Oh, Omar, ¿no me permites llevarlos al cuarto vacante?

OMAR. (Levantando el brazo con enojo.) ¡No! ¡Nunca! La palabra del profeta nunca se cumplirá. Si tú
quieres complacer a estos viajeros, llévalos al viejo establo que está en la falda de la montaña, en
donde se guardan a los animales. El techo de un establo, y paja para su lecho, es bastante bueno para
gente como ellos.

(Lucia sale con María del cuarto, con el brazo alrededor de sus hombros. Omar se queda parado,
pensativo por un momento. Saca la billetera, pero al oír pasos, la vuelve a guardar. Entra el sirviente).

SIRVIENTE. Hay un gentío en la entrada, mi señor. Están ofreciendo vastas sumas de dólares por el
cuarto vacante. Un empresario chino ofreciendo diez mil dólares!

OMAR. (Los ojos muy abiertos expresando gran sorpresa.) ¿Diez mil ? Esto es más de lo que da la
hacienda en medio año…

SIRVIENTE. El príncipe no ha venido. ¿Lo rentamos al empresario, señor?

OMAR. (Pensativo.) No, eso no es bastante. Quizá habrá alguien que ofrezca veinte mil dólares. No...
Esperaremos mejor al príncipe. Me conviene más. El vendrá. Quizá no tarda.

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