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TRATADO

DE EDUCACiÓN

PERSONALIZADA

Dirigido por Víctor García Hoz

22

LA ENSEÑANZA

DE LAS

LENGUAS CLASICAS

JOSÉ LASSO DE LA VEGA Y SÁNCHEZ (Dir,)

M." DEL CARMEN CAPAPÉ HERNANDO

M.a TERESA GALLEGO PÉREZ

FERNANDO GARCÍA ROMERO

FELIPE HERNÁNDEZ MUÑOZ

EUGENIO LÁZARO GARCÍA

ROSA M.a MARIÑO SÁNCHEZ-ELVIRA

ENRIQUE OT()N SOBRINO

DOLORES RODRÍGUEZ FRAILE

EDICIONES RIALP, S. A.

MADRID

5/ LA LECTURA
DE TEXTOS LATINOS
Enrique Otón Sobrino
Catedrático de Filología Latina,
U niversidad Complutense (Madrid)

La palabra quiere deCIr ", tste querer


('1 r constituye su misterio. Gracias a ella se acerca y se
l'xpresa algo que se coloca ante nosotros para sugerirnos,
i11struirnos, emocionarnos, creando un mundo nuevo, in­
sospechado, que nos interpela sin que podamos escabu­
llirnos de su requisitoria. La palabra es un instante que
De aquí surge la necesidad de buscar su origen.
y este origen está en alguien que quiere decir, que quiere
que no teme el riesgo que el hablar supone,
que no rehúsa conversar con nosotros. Cuando esta
bra nos llega en un texto escrito, que, como
la Literatura Latina, viene de un tiempo remoto
nuestra hora desde el temblor y el temor de otra bien
distinta, pero igualmente humana, precisa de una atenta
escucha, a fin de ser acogida. Toda palabra es meneste­
rosa de hogar, Ella desea alumbrar, pero necesita ser recÍ-
Decir y suponen la vivencia existencial an­
porque la palabra dicha puede perderse, puede
extraviarse, puede malinterpretarse, puede no ser
Sólo en la medida en que estemos pendientes de su
acontecimiento ella será en su medida. cierto que
palabra queda de esta manera situada frente al fracaso,
realidad que todo lo que es humano debe soportar en su
difícil hondura, pero este fracaso es posible tenga su co­
rrelato en el de la escucha: ¡tantas veces no sabemos in­
veces arropamos en la palabra antigua

1 Cf., en primera instancia, las obras de Paul Ricoeur, HÚloire el vé­


rifé, París. Les des interpretatlOm; París, 1969, y Freud: una in·
tcrpn:tac¡ón de cultura, trad. española de S. México, 1970.
11(, LA ENSENANZA DE LAS LENGUASCLAsICAS LA LBCTURA DE TEXTOS LATINOS 117

nuestra indecisión y nuestra cobardía, quedando Este encuentro se produce siempre que
presa de otras intenciones! Decidor y oyente se encuen­ mas un texto. El texto, desde luego, no es la palabra
tran aquí implicados en un compromiso irrenunciable ;lllléntica y genuina, pero contiene la palabra. Por su me­
por peligroso. La tarea es difícil pero insoslayable. ,litación, escuchamos y nos situamos en una postura de
silencio que, en su momento, autoriza nuestro hablar. Es
No cabría, pues, otra aproximación a la verdad que, como ocurre en los textos latinos, nuestro
palabra dicha que aquella que derivara de.la angustia. Y hablar principia por el reconocimiento de la diferencia
hacia esto debe apuntar todo ensayo de interpretación, idioma. Hijo el español del latín, se aleja y acerca, se
porque no se trabaja sobre una materia inerte, sin historia, acerca y aleja, pero todo esto no debe constituirse en in­
antes al contrario, se labora sobre un momento irrepeti­ soslayable obstáculo. La traducción es traición, no vamos
ble. Es verdad que no toda palabra sale pura del corazón a negarlo ciertamente, mas la traducción se redime de
hombre: hiere, insulta, solapa. Con todo, el intérprete esta mancha cuando se la considera como la única me­
debe arrostrar también esto, pues no es su tarea un oficio dianera posible en determinadas vicisitudes. La traduc­
de asepsia, sino desentrañador sentidos profundos en ción no sustituye al texto, pero ayuda a una comprensión
los que se juega la verdad de lo humano. que de otra forma no se daría. Es posible que esto haga
Venida de lejos, a través de su azarosa su miseria, pero, únicamente, desde la miseria com­
peregrinación, la palabra latina nos llega en los textos prende el humano su grandeza propia. Esto quiere decir
que forman su literatura. Desde la perspectiva de una pe­ que, desde la perspectiva de una educación personali­
dagogía y didácticas personalizadas, la conversación en­ zada, la clase de textos no debe apuntar, como único fin,
tre intérprete y autor debe hacerse dentro de un recono­ a la traducción, sino más bien debe orientarse a hacer ver
cimiento mutuo. reconocimiento ha de pasar, forzo­ cómo esta tarea perentoria ha de quedar rebasada por la
samente, por la diferencia. Recibimos la palabra legada interpretación de la palabra escrita y esta interpretación
como la que ilumina nuestro mundo, pero ella no es, no debe ser cosa distinta de su entrañamiento.
más, ya nuestro mundo. Todo un universo conceptual y Ahora bien, un texto llega hasta nosotros
vivencial ha quedado modificado por el permanente pen­ en un molde que debe ser desmontado para su adecuada
sar y actuar de los seres humanos. Pero es, en gracia a esa comprensión. La intuición que nos haría despertar en
instancia, como cada uno puede reconocerse en los as­ nuestra alma, al mismo instante de leer, las emociones
pectos más propios e irrebasables de sí mismo. Al reco­ que conmovieron un día lejano a su escritor, no queda al
nocernos, hallamos nuestra medida. También lo antiguo, alcance de todos. Para poder penetrar en el sentido
clásico topan con su límite, pero tal circunstancia, lejos timo preciso es analizar.
de postrarlos o reducirlos a la antigualla ininteligible,
precisamente porque su linde es también la nuestra, re­ Aquí reside un primer obstáculo, cuya
sulta que ambos mundos se funden en el solo continuo envergadura no ha de desanimarnos: la palabra en el
de la precariedad humana. texto quiere decir y quiere decir como una unidad inse­
parable en la que cada elemento se corresponde sin po­
Más aún, si el texto antiguo no fuera me­ der ser dislocado. Y esto no sólo en el plano formal, que
nesteroso de cuidado, no habría sido objeto de la preo­ puede seguir los gustos de una moda imperante o inten­
cupación de tantos siglos que se han encontrado a ellos tar quebrar la rigidez de un modelo dormido en el tiem­
mismos a la luz de las diferencias e identidades respecti­ po, sino en su hondura. Todo apunta hacia una culmina­
vas. así como lo personal entra en un peligroso juego, ción dentro de la tensión narrativa que constituye el de­
pero, únicamente, aquí es donde vibra lo humano: en cir. De aquí que hayamos de reconocer meridianamente
consecuencia, no debe diferirse la hora del encuentro. que el análisis, en primera instancia, no es lo más adecuado
1 ¡8 LA ENSENANZA DE LAS LENGUAS crASJCAS
LA LECTURA DE TEXTOS LA TINOS 119

y ajustado para comprender una obra literaria. El análisis


11l0S una información precisa de la fonética, de la morfo­
divide, reparte, secciona, atomiza. La comunión y recipro­
logía, de la sintaxis, etc., del texto, nos hacemos con su
cidad de los distintos elementos que configuran el texto
exacta diferencia: la gramática nos da noticias dentro del
antiguo quedan deshechas. El análisis también es miseria.
ambito que le es propio, el acontecimiento verbal que es
No obstante, de esta miseria, el intérprete se esfuerza por
el texto queda iluminado. De esta suerte lengua y palabra
extraer lo más propio de la palabra antigua con la única
son una unidad insoslayable que no debe quebrarse
pretensión de alcanzarla en su corazón. El comentario,
frente a la propensión binaria que suele presidir la tarea
desgraciadamente, no tiene otro remedio que empezar
científica del hombre.
por aquÍ. diferencia obliga a ello en no pocos casos. y
antes que nada la diferencia es, precisamente, la que hace En consecuencia, debemos remachar: el
posible la urgencia de entender, si es reconocida meridia­ análisis, tornado en su dimensión propia, es el camino
namente con todas sus implicaciones: s610 en tal caso po­ más seguro que tenernos para llegar a la interpretación
demos asegurar que las personas dialogan en el encuentro. del texto: nos tranquiliza respecto las cuestiones de
la forma, la horma del texto queda desprovista de som­
Diálogo quiere decir palabra que es co­
municada, pero dentro de una tensión. Conversación es bras gracias a este menester. Si esta tarea sabe retirarse a
volverse a la otra instancia y quedar a la espera de su tiempo, es decir, no da un paso más y queda en su linde,
ha cumplido de sobra con su misión y nos ha dejado a
cir. Tales posturas deben estar desde siempre en la dispo­
sición de quien quiere comentar un texto antiguo o mo­ nosotros la constancia de que pisamos tierra firme. Nada,
2 pues, de arbitrariedad ni de capricho, sino conocimiento
dern0 . Mas antes ha de atravesar el laberinto del análisis.
Un intérprete que no tuviera este cuidado, es muy posi­ cabal de la realidad que se nos confía.
ble que cayera pronto en la arbitrariedad y en el capri­ y viene el momento de preguntarse si esta
cho, desfigurando así la palabra heredada. cautela del análisis no debería quedar extendida a otras
mediaciones que, a veces, suplantan el temblor del escri­
Esta postura prudencia ha de evitar

también el otro extremo, demasiadas veces repetido en


tor antiguo, dejando el texto a merced de olros intereses.
nuestra disciplina: usar y abusar del texto como cantera
Desde luego que ninguna mediación está autorizada a
para preceptos, ejemplos y paradigmas gramaticales,
sustituir, reemplazar o eliminar el núcleo exclusivo del
gÜísticos..., desplazando de esta forma a la palabra here­
decir. La voluntad del escritor no puede ser secuestrada
dada de su singularidad.
por una moda posterior. Todo cuidado y precaución
son pocos, porque llegará el instante crucial en el que
Por tanto, hay que aceptar el análisis como nuestro yo haya de responder a la palabra que se le di­
una primera fase, Lodo lo urgente que se quiera, pero de­ rige. Una relación intersubjetiva viene a producirse en
tenida, con su tiempo, a fin de aquilatar, precisamente, instante; a partir de entonces sólo el descubrimiento mu­
las distancias que van a hacer factible el diálogo. El aná­ tuo de sí y del otro hacen posible la tarea de un entendi­
lisis nos facilita información de lo que podríamos llamar miento verdadero.
la cara opaca del lenguaje'. Únicamente cuando posee-
Durante mucho tiempo, demasiado, se
también esto, aunque con otros matices, Paolo Feddí {~n
ha mirado con recelo lo subjetivo. Se ha sentido corno
"Tntroduziont: metodologíca suglí indirizzi e i contenLlti de Ha studio equivalente a arbitrario y caprichoso, peligros que han
della Letteratura Latina", en G. Proverbio (ed.l, La didáctica del quedado aludidos un poco más arriba. Nada más lejos de
1987,69. esto que lo subjetivo; hace referencia lo subjetivo al su­
la idea de A. de Waelhens, el: su obra La psicosis, Ma. jeto, o sea, lo más propio de nuestro ser; renunciar la
persona a su subjetividad significa apostatar de sÍ. Gra­
III~
120 LA ENSEÑANZA DE LAS LENGUAS CLAsICAS LA J,ECTURA DE TEXTOS LATINOS 121

cias a esta apostasía puede uno instalarse en el mundo se­ quedará solidaria de nosotros en lo más propio nuestro y
guro y de las objetividades, en el universo del , suyo: la menesterosidad.
sin contradicciones pero sin historia, al abrigo de un len- Si todo lo expresado hasta ahora está en
formalizado que, tal vez, análisis comprenda y
la perspectiva adecuada, queda aún un espinoso asunto
agote, pero incapaz ya de crear. ciencia de laboratorio,
que nos obliga a bajar a la batalla del día a día frente al
al contrario, trabaja hoy dentro de una tensión "objeto­
texto: cómo abordar la cuestión en sus aspectos más con­
sujeto" como única manera de hallar verdad.
cretos.
En si 10 dicho anteriormente no Por muy recomendable que sea, el obje­
es descabellado, el comentario ha de comprenderse antes tivo de una lectura total y completa de la obra u obras de
que nada como la conversación que mantiene con noso­ un autor queda del alcance de un alumno, tanto
tros el autor, el latino en nuestro caso, pese a la distancia; por encontrarse éste en su etapa formación, como por
en consecuencia, son dos subjetividades que se encuen­ los plazos concedidos a la asignatura de latín en nuestra
tran: una, la latina, ya no puede perfeccionarse, dentro de docencia. que hay que resignarse a aproximarse a
su finitud alcanzó su grado, la madurez; la otra, la nues­ textos latinos de forma parcial. De la selección que se
tra, gracias a la tensión del diálogo y la comunión de la haga de los textos depende que el alumno quede captado
conversación, puede perfeccionarse en parte, mas tam­
y entusiasmado para alcanzar y lograr la empresa pro-
nosotros moriremos y dejaremos un haz de pos~bili­
dades a quienes vengan detrás. La muerte, pues, es la
de toda palabra. Pero el misterio de la palabra es Los textos deben ir, por tanto, buscando

que ella, dentro de ciertas condiciones, la rebasa y per­ un mdlce mayor de dificultad y complejidad con el

vive. Debe tal circunstancia hacernos patente no tanto la de despertar la curiosidad del aumno, que verá de esta

inmortalidad o perennidad de una época que se antoja suerte afianzada su pretensión gracias a la seguridad del

privilegiada, sino, precisamente, todo 10 contrarío, su ca­ logro obtenido. No necesita de ponderación la importan­

rácter efímero, exactamente igual que nuestro tiempo, cia y envergadura del asunto. El profesor ha de tener en

aunque los brillos de ambos sean distintos. Sólo en el cuenta esta circunstancia para reducirla a sus dimensio­

caso de que seamos capaces de encontrarnos en esta rea­ nes exactas, de forma que no cargue sobre el alumno la

lidad de la muerte, autor y oyente pueden iniciar una in­ dificultad inherente a su tarea, y debe esforzarse en anu­

terpelación fructífera. Escuchamos, todavía, el temblor larla casi desde su asomo, si la tal circunstancia se trocara

de 10 que se nos ha encomendado, pero este temblor es en muro que hace imposible la andadura. La explicación

el de la persona que ha hablado. Cualquier mediación debe llenar el vacío que se siente ante un trozo, una anto­

debe saber que la hora de su retirada ha sonado. Sola­ logía, que por su naturaleza siempre suponen.

mente en 10 personal podemos corresponder. Toda tarea Quien sobre sus hombros arrostra la ta­
hermenéutica debe partir de este insondable aconteci­
rea de la enseñanza, debe ponderar muy bien 10
miento y a su luz progresar en el fraternal compartir
hace un instante. Situar al autor y la obra que se va a
tudes, que es toda realidad humana y palabra del en su ámbito propio, seguir sus influencias, dar detallada
bre es su realidad por excelencia. f cuenta de todos los aspectos que ayudan a una mejor
La palabra antigua, la latina, por tanto, comprensión, son actitudes encomiables que han de re­
no debe escabullirse de lo ahora mencionado. Sólo así dundar en un mejor aprovechamiento del alumno, quien,
podrá ser comprendida en su misión decidora: personalmente, se sentirá poco a poco instalado en un
veces su luz iluminará nuestra andadura!, ¡tantas veces mundo al menos no demasiado familiar en primera ins­
ella también debe enmudecer! Pero, en cualquier caso, tancia. esfuerzo queda de sobra compensado cuando
122 LA ENSEÑANZA DE LAS LENGUAS CLAsICAS LA LliCTURA DE TEXTOS LATINOS 123

el discente sabe que toda obra que tiene ante su vista y tiempo que se dedica a cursar la asignatura de latín, no
entre sus manos cuenta con su propia historia. Es me­ parece conveniente sustraer al alumno por más tiempo la
nester, en efecto, una explicación que abarque, en princi­ realidad lingüística y literaria que lo caracteriza, teniendo
pio, aquello que no va a estar delante de los ojos del en cuenta también su inmediato ingreso en la Universi­
alumno: así, éste tendrá la sensación de estar manejando dad, en la que ha de toparse con la exigencia científica
algo muy distinto de un muñón, de un fragmento suelto en su mayor grado.
puesto ahí a capricho con el único objeto de molestarle.
Precisamente, una enseñanza personali­
De esta forma, el notable inconveniente de la fragmenta­
zada debe ayudar mejor que cualquiera otra en esta cues­
ción de una obra, de la selección, se convertirá en acicate
tión, pues la explicación medida, acaso no exhaustiva
para que el discípulo quiera conocer por sí mismo el
pero sí bastante, que el profesor dé, al igual que su dispo­
resto de la obra o de la producción completa del autor
sición de ayudar, realzando incluso, según las vicisitudes
que está estudiando. Aquí se produce una bifurcación in­
didácticas, el problema que hay que resolver, será es­
teresante, se debe animar al que aprende bien a leer al
tímulo para que el alumno tome parte activa en la inter­
autor en la lengua que ha escrito, el latín (y es el mo­
pretación del texto latino_
mento ahora de recordar los beneficios que en este sen­
tido reporta la hoy olvidada lectio cursiva), bien en una Desde luego que el asunto no es baladí,
traducción que dé, desde luego, garantías científicas so­ porque del acierto y tacto que se use en estos compases
bradas. El discernimiento y el sentido crítico del profesor de la enseñanza depende, en buena parte, el resto de la
desempeñan en esta circunstancia un importantísimo pa­ educación y formación del discente.
pel que no hace falta ponderar, dada su evidencia. Por
De todas formas, nos parece más ade­
supuesto que, en la medida de lo posible, la primera al­
ternativa es la que ha de recomendarse. cuado y congruente el ofrecer el texto tal cual ha sido
escrito por el autor latino. Dos razones se nos ofrecen al
Otra cuestión no menos importante es la efecto: la primera, no quebrantar la originalidad; se ha de
que surge a la hora de plantearse cómo debe facilitarse el tener muy en cuenta que cualquiera que sea el fin pro­
texto al alumno: tal y como salió de la pluma del escritor puesto (aquí el didáctico), operamos sobre una realidad
latino o ha de quedar alterado mediante una versión, heredada, que no es, en consecuencia, nuestra. La segunda
adaptado así a la necesidad pedagógica. La solución no razón es que la propia dificultad na de constituirse en la
es sencilla, pues no han de faltar a uno y otro lado defen­ mejor invitación al estudio y, de sobra, una dificultad su­
sores de sendos enfoques. perada se convierte en seguridad y afianzamiento de
quien aprende sin escamoteo ninguno.
Wülfing (1986, 67-82), por ejemplo, in­
siste en defensa de la segunda opción presentada, aunque Una enseñanza que, con pretexto de faci­
admite que ésta no debe ser otra cosa que una especie de litar el aprendizaje, regateara la dificultad, jamás llegaría a
mediación. Nace, al parecer, esta modificación operada puerto. Una cosa es escalonar las complicaciones; otra,
en el texto en virtud de una didáctica que pretende que hurtarlas. Sólo cuando el problema aparece en toda su
el alumno encuentre, de una parte, los problemas grama­
ticales que acaba de estudiar en la teoría y que ha ba­
rruntado en las frases hechas; de otra, un alivio en lo que
I
'1
dimensión, éste será resuelto y esta resolución habrá crea­
do en el alumno una especie de mecanismo que en otras
circunstancias puede manejar para solventar parejos es­
collos. De otra parte, sería casi cínico hablar de una pe­
hace al vocabulario de especial dificultad.
dagogía personalizada si una de las partes aparece tan
Sin dejar de reconocer la buena volun­ maquillada que ya no se reconocería en ella la persona
tad que asiste a los que esto propugnan, y dado el escaso que la ha creado. Y, en última instancia, es en gracia a esta
124 LA ENSEÑANZA DE LAS LENGUAS CIA)[CAS
LA LECTURA DE TEXTOS {,ATINOS 125

creación ajena por lo que nosotros podemos estar deba­ no haríamos otra cosa que corresponder y ponernos a
tiendo ahora este tipo de cuestionés. Además, la inteli­ su nivel. Pero la tarea de la enseñanza es generosidad y,
gencia se ha de demostrar en la propia arena. Al menos por tanto, de este grado a nadie aparta, sino que se es­
nosotros creemos que ésta es la medida de una formación. fuerza en que todos lo alcancen. De ese general alcanzar
Aquí ya no es posible ninguna falsilla, to­ depende la realización personal, que sabe el riesgo de su
dos quedamos interpelados por el texto antiguo y ante su libertad.
invitación nos vemos en la inaplazable situación de decir
En estos momentos será bueno tomar
nuestra palabra. Las emociones de nuestra vida se agol­
tierra. Hemos dejado apuntado el fin de una lectura, he­
parán para aplaudir o rehusar lo que el texto nos trans­ mos bosquejado algunos de los medios que a ello pro­
míte, sólo en la tensión entre el texto y su lector cabe curan.
captar el sentido auténtico del escrito. Es así como una
obra latina se hace significación para nosotros; a partir de Tras este acercamiento, queda otro pro­
este encuentro, de esa comunión o ese divorcio que de él blema: la traducción. Aquí ya no basta con una
se derive nuestra vida queda marcada. Ahora se rebasa ción gramatical, cotejando lo aprendido en el mundo ge­
toda frontera científica, pero al quedar superada la cues­ neral de la lengua con el acontecimiento único de la pala­
tión científica, halla su límite como lo verdaderamente bra. No hay un modelo que quede atrás como parapeto
humano. El yo de la escucha se erige delante del yo que que ayude a entender desde una analogía o desde una
dice; el compromiso existencial que surge aquí nos afecta anomalía. Ahora hay que penetrar en el decir de la pala­
irremisiblemente. Ya no seremos los mismos que éramos bra escrita: aquí ya no hay subterfugio, se hace justicia al
antes de leer el texto decidor. escritor o se le traiciona. La traducción cobra ahora una
Desde luego que esta cima de la com­ dimensión moral y toda cautela es poca.
prensión es fruto de los muchos años de estudio. El pro­ Decíamos antes que el análisis nos tran­
fesor sí que tiene aquí muchas cosas que contar. Acercar quiliza respecto a la materialidad del texto, gracias a él,
al alumno hasta este límite, decirle que, pese a lo nebu­ recordamos, poseemos los datos de la fonética, la morfo­
loso que le rodea, un día llegará en que también a él este logía, la sintaxis, etc. Incluso la clave métrica, si es verso
gozo le será conferidQ, es algo que no puede escamo­ el texto que tenemos ante nuestra vista. Pero ya es pre­
tearse. Tal vez, con que el alumno lo presienta, es ya mu­ ciso enfrentarse con el decir antiguo sin otra mediación
cha la tarea cumplida. que la de la propia palabra que desea traducir la emo­
El texto es algo más que la frase escrita, ción antigua a nuestro momento de existir. De esto se
inerte sobre un pliego blanco. Decíamos al principio :i desprende que la traducción ha de ser fiel, pero esta
cómo la palabra se desborda en su decir. Es cierto que delidad puede entenderse de diferentes maneras. No se
este desbordarse puede caer en el vacío más horroroso, trata en estas líneas de despejar la incógnita de la traduc­
pero también puede dar en la eterna escucha. Así, tam­ ción, problema arduo donde los haya, sino de insistir en

bién aludíamos a ello más arriba, la comprensión que ningún método preconcebido es bueno. Traducción
texto, su estudio, se convierten en tarea ética. Por esto literal o libre es la disyuntiva a la que se ve sometido el
precisamente la exigencia debe ser implacable, porque alumno tantas veces y que se convierte en la pregunta an­
no está en juego nada baladí. gustiada que se nos hace. difícil tarea de la traduc­
ción ha de enseñarse siempre en un ámbito libertad
A todo esto, creemos, ha de apuntar lo que sepa comprender el texto desde sus muchas vertien­
que se refiere al texto. Es posible que la cota quede tes. Sin miedo, hay que decir al alumno que muy pocas
pero esta altura es mérito de la palabra antigua JI nosotros veces una traducción es buena; que es siempre, respecto
126 LA EN5ENANZA DE LAS LENGUAS CLAsICAS LA LECTURA DE TEXTOS LA TINOS 127

al original, deficiente, por cuanto no podrá captar y reco­ contraste con el latín, maXlme cuando, en tantos casos,
ger todos los matices que se desprenden del texto anti­ las lenguas serán romances.
guo. Con ello eremos que el alumno puede tener una
base de arranque: pensar el texto debe ser su primera ta­ es el mo­
rea; pensarlo, a ser posible dentro de la estructura mento de apllcarse al comentano. .Dn la presentación mu­
al igual que él aprende chas cosas habrán quedado insinuadas, tal vez como deja­ 1I

con el modo propio das pendientes. han resuelto ya las dificultades forma­ I
cada lengua. Después, es-
les, se han discutido las construcciones, se han medido, en
I
una traducción que se aproxime en sentido para
luego ensayar una definitiva que cuide en la medida de su caso, los versos y se ha dado una razón de por qué
lo posible ciertos rasgos que sí pueden obtenerse con una este orden de palabras y no otro, por qué se ha escogido
más cuidada versión en una lengua romance que no ha­ tal término y no otro, se ha discutido acerca de la homo­
gan en exceso separadas la palabra traducida y la traduc­ nimia, se ha podido apuntar también alguna vicisitud de
tora. Aquí desempeñará importante papel el cúmulo de la transmisión la palabra, suscitada por una cuestión
lecturas de otras literaturas, pero en especial de la propia, cosa a la que se ha avezar el alumno
que el alumno tenga. El profesor, dentro del esquema de éste conciencia de los avatares que el
:11
la didáctica DersonaL debe encontrar texto atronta hasta llegar a sus manos, se habrán anotado
y aquellas cosas pertenecientes a la de los "realia"
coronar su tarea. Por ejemplo, esto será importante en que ayudan a comprender un pasaje que cita un perso­
ciertos recursos, como la aliteración, el hipérbaton, que naje, una institución, un paraje. Se tiene, por tanto, todo
sin demasiada violencia admite también el español. El dispuesto. Y, sin embargo, queda aún lo más propio
acopio de lectura e información puede iluminar ciertas este diálogo que se entabla entre el escritor que dice y el
frases hechas, algunos paralelismos, un aforismo, etc. oyente: describir el temblor, hacer nuestra la emoción
en nosotros la palabra peregrina que
Con esto queremos decir a nuestra que necesita para hacerse viva la
modelo de comprensión más acertada. Mas esto únicamente se lo­
al texto grará desde el profundo respeto al texto, tal y como nos
una libertad de acerca­ ha sido entregado. Por esta razón es forzoso en los párra­
miento al texto. Libertad que no nace de un capricho o fos que siguen hacer mención de una cuestión no del
de una incapacidad, sino, antes al contrario, de su cabal todo meramente formaL
conocimiento del decir del texto. Tampoco es desdeñable
cotejar distintas traducciones de las muchas que con ga­ Si el texto al
rantías científicas existen en el mercado y discutirlas para
lograr desde cada una de ellas una mejor intelección del
texto. Ahora será el momento de ensayar una, tras exami­
nar las dificultades que se
I cual, es congruente con esta
el texto. El profesor debe esfor­
zarse en hacer ver al alumno que el texto tiene su orden,
y precisamente es ese orden y no otro el que hay que en­
no estará de más tender porque en muchos casos constituye la bella forma
en la tarea de la traducción puede escogida por el autor para expresar su voluntad de decir.
suponer el hecho de que el estudiante sea naturalmente
bilingüe: precisamente poder asomarse a un texto en len­
gua extraña desde una conciencia lingüística doble
rará no pocos puntos oscuros y este potencial no
1
I
La dificultad es grande porque latín y
el mismo orden sintáctico. Convencer al
gitímidad de ambos
las respectivas sintaxis y nacene
descuidarse sino hermanarse, fomentándolo por vía nes apariciones puede
128 LA ENSEÑANZA DE LAS LENGUAS CLÁSICAS LA LECTURA DE TEXTOS LA TINOS .129

para el texto no aparezca como un jeroglífico, el original. De acuerdo con ciertos imponderables, la le­
sino como que tiene una plenitud de sentido. gislación que esté vigente, el propio nivel cultural del es­
Enseñar a averiguar y certificar las razo­ tudiantado, ha de efectuarse la elección del autor que va
nes profundas de este orden, no por distinto, menos ex­ a leerse. Uno podría estar tentado el tópico:
presivo, debe ayudar a leer el texto con vistas a una cap­ comenzar por lo más fácil. realmente ¿es
tación que cada vez más inmediata en la medida en ¡Cuántas veces se ha afirmado esto autores como
que la familiaridad haga cotidianidad el acontecimiento cuya facilidad está todavía por
de la lectura. Hace un instante evocábamos la rentabili­ texto sencillo. cada uno tiene su y con éste
la y el aprendizaje ha
dad de la lectio cursiva: si su aplicación hoy en día, por
las circunstancias en las que se mueve la enseñanza del
latín resulta poco menos que imposible. existir Nada, por tanto, un elenco impuesto.
aquí un camino. Hay que animar a gran abanico de la literatura latina permite una elec­
nalice el texto con el recurso de de escritores acorde con la auténtica situación del
en voz alta. posible que aquí ciertas elemento discente. Es verdad que en principio un autor
vas de los sonidos sean captadas por el alumno mucho en prosa parecerá más llevadero que uno en verso; que
que una lectura plana visual y que algunos proble­ un autor que use de un período largo podrá ilustrar me­
sintaxis, queden en disposición de ser jor ciertos aspectos que uno de estilo conciso y apretado;
eso también nos permitimos aquí insistir que tal tipo de obra sea, en principio, más atrayente que
no usar una versión, sino el texto pro­ otras. nada definitivo. Son muy super-
pio latino. Quizás el discente se descorazone al princi­ que se desvanecen ante el contacto con
pio de la empresa, pero en la medida en que sienta vibrar realidad.
en su interior la palabra, es muy posible que su acti­
tud se trueque en aliento si el profesor ayuda desde su quedar afian·
saber. Mas una vez
la ef~cciÓn buscar su acorde más general para,
Lectura en voz alta del texto en a su turno, poder conectar con la inalterable realidad es-
hallar en él el sentido que todo idioma tiene: ejemplos de comentario, ninguna preten­
han de figurar las pausas, calibrar el tipo de oraciones S10n exhaustívidad por nuestra parte, únicamente
por su entonación, y todo esto antes de pasar a la traduc­ pretenden ser ilustraciones a manera de pinceladas que
ción. El texto ser repasado una y otra vez. en este bosqueían. Hemos corrido el peligro de nuestra propia
punto insistimos: es bueno echar mano de la experiencia selección, pero creemos que la importancia de los cuatro
el alumno Doseer debido al dominio de otras autores señalados es la más fuerte barrera que impide el
casos serán romances. d espeñamientoo
Buscar aquí la comunión de experiencias y saberes es
avanzar y no poco por el camino que lleva al éxito. Tomemos al efecto el
De col1iuratione Catilinae de
Una vez que ha sido superada la clase de utilización en nuestros estu'-H"".
rudimentos, se ha trabajado a fondo con frases ad hoc,
sean extraídas un autor, sean inventadas para la oca­
sión, el alumno debe ser introducido sin más
en el mundo auténtico del texto latino. Hemos la edición de A. Ernout en la "Collection des Universités
dido, líneas más arriba, que este paso ha de de France", Soco d'édítíons Les Belles Letres, 1964.
130 LA EN5ENANZA DE LAS LENGUAS CLASICJ1S LA LECTURA DE TEXTOS LATINOS 131

Para empezar, sería bueno hacer un catá­ larga, su linealidad salpicada por e! quiasmo que une iró­
logo de aquellos aspectos más importantes, susceptibles nicamente los términos contrarios: concordia maxuma, mi­
análisis, para penetrar en lo que hemos dado en llamar nima auaritia; e! papel entrañador de la conjunción copu­
la cara opaca del texto. De acuerdo con su orden de apa­ lativa en domi militiaeque, su polisíndeton en seque rpmaup
rición, una vez efectuada una lectura completa del capí­ publicam curabant, las trimembres que buscan la
tulo que apenas llega a las quince líneas, cabría destacar: caClon lo dicho con la acumulación de palabras
parecida pero distinta significación: iurgia, discordias, si­
Una explicación del caso locativo (domi militiae­ multates; las contraposiciones mediante el uso de la com­
que), debido a su menor aparición y quedar paración: non tegibus magis quam natura; el valor irónico de
camente fuera del recitado de la declinación. la repetición que hace cobrar a cum, dentro de su
este apartado habrá que señalar por qué se da de propio, matices de gran expresión: cum bostibus/ciues cum
lado la tradicional explicación del genitivo-loca­ ciuibus; cómo el díptico abierto por los iniciales locativos
tivo, para ocuparse científicamente de la cuestión. domi militiaeque da lugar a una sucesión de construccio­
Tangencialmente podrá abordarse, si bien de forma nes emparejadas que van abriendo, si se nos permite la
sumaria, la historia de los casos. Una comparación expresión, el abanico: audacia in bello, ubi pax euenerat ae­
con el griego sería muy oportuna e iluminadora. quttate, frase que ofrece además la posibilidad de
Las dos grafías maxuma deberían ser ilustradas a la "variatio" abundar en la aliteración: toda ella depen­
fin de que no traigan desazón al alumno. po­ diendo de his artibus; la colocación central de do­
dría abrir camino para una explicación más por­ cumenta, lo que sirve para apoyar una explicación acerca
menorizada de las influencias del tren fonético. testimonio como prenda de la veracidad histórica y
Sería, también, conveniente que se indicara cómo de qué modo SalusLÍo quiere obrar aquí a la manera de
en esta época todavía el hecho es considerado na­ un historiador que tiene a sí las fuentes que ava­
tural, mas, después, este rasgo puede ser tomado su afirmación: todo un debate puede dejarse entrea­
como un indicio de estilo arcaizante. Tampoco es bierto; estos documenta valen tanto in bello como in pace,
de desdeñar encargar al alumno buscar algún otro para cerrar el capítulo con otra ponderación llevada a tér­
testimonio de esta grafía de mino mediante la secuencia magis quam y quam... matebant.
La lectura que se ha hecho del texto habrá im­ Estas calas en el aspecto meramente
preso en el alumno una imagen de la estructura mal preparan para la segunda del comentario. La des­
sintáctica: se debe ponderar fas secuencias de las cripción de este cuadro que añora el pasado: encontra­
oraciones, el porqué la escasa subordinación y, mos la ausencia en tiempos idos de la avaricia (y aquí po­
precisamente, por esto, ha de ser de especial aten­ drán aducirse pasajes paralelos que al alumno la me­
ción su aparición en el pasaje. dida de este clisé de la literatura romana y universal);
Debido al carkter narrativo de un hecho pasado, la preponderancia de la naturaleza que rige todo dentro
se advierte a las primeras de cambio un uso casi de su orden, el papel coercitivo de la ley para salvaguar­
constante del imperfecto: hablar de! valor del in­ lo posible. También ante la contraposición bostes/
dicativo, del contraste entre la categoría tiempo y ciues sería bueno aludir al estremecimiento que el buen
la categoría colocaría al lector en una romano siente ante el horror de una guerra civil. Religio­
perspectiva muy adecuada. sidad, parquedad y lealtad que obliga al romano a enten­
derse a sí y al Estado, sin poder concebir uno sin el otro.
Otras pautas e! comentario serian, elogio de la disciplina, expresión inequívoca de recti­
por ejemplo, las que siguen: frase no excesivamente al evocar los escarmientos sufridos por los generales
132 LA ENSFIVANZA DE LAS LENGUAS CLAsICAS lA LECTURA DE TEXTOS LATINOS 133

desobedientes a las órdenes: cómo primaba e! de Tomemos ahora unas líneas de Cicerón,
hacer e! bien en la gobernación sobre e! miedo, lo que en las que cierran su discurso Pro M. Caelio y que van desde
cierta manera bien pudiera constituir un desarrollo de la 32,79 hasta e! final'.
oposición naturaleza/ley. desde este punto de
se posibilita el captar e! capítulo en su homogénea estruc­ El uso frecuente del imperativo dará oca­
tura. Todos los miembros se van correspondiendo para sión a un estudio pormenorizado de esta forma verbal,
una acabada visión del momento histórico elegido. en especial la imperativo de futuro: constituitote, ha­
Gracias a una hábil distribución del material, éste queda ciendo ver la distinción entre los dos imperativos que co­
encajado dentro de un gran quiasmo: militiaeque/in noce la lengua latina.
bello... in si bien en su postrer aparición la separación El acento cálido de la expresión
de sus componentes permite un desarrollo mayor por Cicerón dará oportunamente pie para hablar del ver­
acuerdo con la intención del autor. También boni mores, bo deponente (nititur) y ponderar así la voz deponencial
que venía a ser como el estandarte del capítulo, es reco­ en principio, es la más desconocida para el alumno,
gido por benefiezi, y la actitud del perdón de la ofensa. El no existir en su lengua materna.
entramado de la designación en abstracto o en concreto
de las virtudes dan el sentido profundo de! pasaje. T am bién sería bueno, debido al juego
partículas disyuntivas: aut, ve!, hacer ver al discente
Luego queda calibrar la teleología de! diferentes significaciones de una y otra, con e! fin de que,
al hacer este apunte; cuál ha sido su interés. Para partiendo de este valor concreto, aprecie los matices del
será preciso poner en relación la tensión narrativa de discurso, que una traducción precipitada no haría resaltar.
estas líneas con e! siguiente: es entonces cuando, por vía
de! contraste, la contraposición hace cobrar a este capí­ Desde el punto de vista estilístico, no pa­
tulo noveno toda su intensidad dramática. La partícula rece fuera de lugar ir estudiando la aparición de las pala­
sed aue abre e! décimo lo dice todo; luego, cuando, avan­ bras: cómo la continuidad del pensamiento se hace evi­
en su lectura, hallemos el predominio de perfec­ dente en las junturas: proposueritis/constituitote, con los
indicativo, nos percataremos de la intensidad de matices propios de las situaciones que los verbos sugie­
los imperfectos de indicativos. Y aquí también podría ren. La tensión que se desprende de la significación de
bosquejarse cómo e! tiempo pasado se hace presente, es nitor, requiesco y pertimesco y cómo toda la frase sube ha­
recuperado de! olvido, para pasar seguidamente a ser otra cia el dramatismo de hoc unico Jilio ... huius unius.
vez pasado. La relación entre e! tiempo y el historiador Otras veces el texto pasa a lo descripti­
puede ser un feliz colofón de un comentario que par­ vo a partir de la negación de la imagen visual: abiecttm
de la literalidad del texto, sin apostatar de ella, ha non tam ad qua m ad mores .,ensusque vestros... susten­
ido penetrando en su decir para elevarse a una cuestión con un movimiento de humillación-elevación que
de siempre, que en el fondo es la que nos mueve a leer pasa por la exigencia moral, subrayado todo ello por la
la historia, también hoy, aunque el valor ejemplar que disposición quiástica que da una especial emotividad al
podría tener para un romano no sea exactamente el mis­ pasaje: recordatione parentum/liberorum iucunditate.
mo para nosotros. Identidades y diferencias únicamente
ayudan y no estorban a una autocomprensión de nos­ La combinación de imperativos y vocati­
otros en el universo: pero esta comprensión nuestra vos daría también ocasión para recordar la situaci6n es­
actuación ha de ser siempre la una comunión, de aquí
5 Citamos de acuerdo con la edición de A. Curtius Clark de la
que palabra antigua y moderna se precisan, sin poder
torum Classicorum Bibliotheca Oxoniensis", reimpresa en Oxford en
darse la espalda. 1976.
134 LA UNSFNANZA DE LAS LENGUAS CLAsICA5 LA LECTURA DE TEXTOS LATINOS 135

pecial de este caso en el paradigma de la declinación y su vatis, en caso de que se diera en la realidad lo tan anhe­
especial valor sintáctico. En la frase central se puede ir lado. El mismo verbo hace resaltar el momento emotivo
más despacio a fin de que el díscente pueda sahorear cuya intensidad ahoga al propio Cicerón: tal efecto se
cada una de las apariciones de las palabras, en una dispo­ canza cuando en la trimembre, nobú~ suis, reipublicae, con
sición muy cuidada por parte del orador antes de pro­ la repetición de si delante de cada una de las
nunciar su final. a fin de obtener el propósito deseado. reparamos en cómo la amistad y el estado cohijan la rela­
ción íntima que, en agredecimiento, rebasará su límite
Así sería digno de quedar destacado el para convertirse en prenda de sus propios benefactores y
díptico aut hunc... aut hunc para hacer referencia a las de sus descendientes, pero esta hondad del senado reper­
tintas situaciones de padre e hijo: aquél occidentem, éste cutirá en él, ya que el senado, los senadores, no otros se­
florescentem, con el matiz incoativo; aquel tam natura t¡)sa, rán los que obtendrán el fruto de la recompensa. Cicerón
éste firmata iam stirpe virtutis, con el quiasmo que aprieta dibuja esto con la rotundidad de su final, captdis, y
la idea de la herencia de las cualidades en el linaje, y al fi­ acumulación de términos de la bienandanza: fructus ube­
como la alternativa aut que dibuja el modo de ma­ res diuturnosque, ponderados por potissimum.
lograr al joven contrasta con el sufrimiento por morir
que experimentaría el anciano debido a [a herida sufrida Con todo ello, Cicerón logra crear una
en su hijo. No es menospreciar en este pasaje el acon­ atmósfera que, desde la incitación a la piedad mediante
tecimiento de la aliteración: ve/le... volnere y tamquam tur­ ciertos contrastes lúgubres y el encarecimiento de las
bine alíquo aut subita tempestate pervertere. pasaje este ventajas que un día los que juzgan podrán ohtener de su
timo en el que la acumulación de -t- y -r- sugieren toda decisión benevolente, va creando e imponiendo poco a
una acústica. poco la inesquivabilidad de una resolución del todo acor­
de con los intereses defendidos por el orador.
Tras este pasaje que abre una orden ne­
gativa como ruego: nolíte, el siguiente aparece muy deter­ Pasemos a continuación a proponer dos
minado mediante conseroate para enlazar en cualquier ensayos de comentarios de textos poéticos. El primero
rección que se produzca esa conservación (parenti filium/ nos será ofrecido por Lucrecio, portavoz romano de la fi­
parentem filio) a ambos seres en situación tan triste como losofía de Epícuro; concretamente, el pasaje que va desde
apurada, con la responsabilidad de el verso 445 al 457 del libro tercero de De rerum Natura 6.
los que se echa la responsabilidad de un fallo. Justamente En estos versos Lucrecio defiende una teoría de vital im­
la acumulación de términos de pena que se da al final del portancia dentro de la filosofía que profesa: la materiali­
período: perculisse, adflixtSse en combinación con la ex­ dad del alma, que, lejos de poseer una naturaleza
presión negativa: non aluúse, todos dependiendo de vi tual, no es más que una composición atómica, si bien
deamim; no dejan apenas resquicio para dudar de cuál efímeramente, la integran son una mayor
sea la intención de Cicerón en este pasaje, máxime si los UlIllUaU. A fin de hacer verosímil esta tarea, dentro de

acusativos dependientes de tales formas verbales, hace un horizonte polémico que mira a todas las concepciones
un instante citadas, se dibujan en una tensión irónica espiritualistas, pero en especial a la platónica, Lucrecio se
que, de otra parte, es un fiel reflejo de [a propia situa­ vale de todos los recursos que su dominio del
ción: senectutem iam prape deJperatam/adulescentiam le permiten, consiguiendo un pasaje apretado y
maximae, palabras en las cuales el peso expresivo re­ mente irreprochable.
cae sobre las ponderaciones propey maximae.
De acuerdo con el texto dado en su C. Bay­
Luego, el orador comienza un período ley en la "Scríptorum Classicorurn Bibliotheca
condicional que recoge el efecto de la acción de canser- en Oxford en el año 1962.
/36 LA ENSéNAN1A
LA LECTURA DE TEXTOS LA TINOS 137

Desde el
de la métrica, habría y La secuencia sigue ahora en el verso 451
448. Métricamente
que enlaza con el inde ubi (verso 459), ya alu­
nales monosilábicos
introducir el momento de decadencia y muerte.
alcanza un número de versos mayor:
en aquellos versos que no

(450 v 456),
son cuatro los que describen el ocaso que se va desgra­
que, verso 4Y3, nando tras la juntura irónica tJalldú quassatu17i, valores
tares para hipótesis de los edi­ del y del perfecto, paralelismo en una secuencia
una somera de pretexto para dramática en el verso 453, que recoge en toda su intensi­
acerca la conjetura. dad lo dicho más o menos abstractamente en el prece­
dente para llegar a la amarga conclusión que es expresión
Dentro ya del contenido, sería [meno ver fidedigna del presupuesto epicúreo: ergo... convenit. una
cómo la concatenación de ideas su correspondencia
ilativa que avala lo que va a decir y el verbo, tan querido
con las palabras que dibujan el del autor. A
beneficio de la plástica, la a Lucrecio, la conveniencia (que, en otros pasajes, ha­
lla una formulación más rotunda: opus eS0 neces!,e est) para
dos versos que inician el trozo seleccionado, su corres­

dejar sin respuesta al adversario filosófico. Este contJenit


pondencia métrica al ir detrás de la cesura principal, que

recoge en epicúrea la comparación que en


se ve subrayada por la aparición de cum y una para dar la
introducía una fatalidad velut... sic ya antes mPTlrlfTn
imagen del nacimiento y desarrollo del alma, de la misma
el verho canónico diss-olvi que habla de la
composición material que el cuerpo (mentem/corpore) y
sin ilusión
en el centro de esta equilibrada construcción, con la co­
del
rrespondencia de eres'cae y senescere y su valor aspectual,
esta manera
el verbo principal, no sólo sintácticamente hahlando, lismo que
sino también por quedar referido de modo capital a la
teoría del conocimiento de las doctrinas de Epicuro, sen­ Resulta antes de pasar al acorde
timus~ lo cual puede justificar de sobra una explicación en voz alta, las imágenes
acerca del dogma epicúreo del conocimiento verdadero sucesiva aparición de aliteracio­
gracias a los sentidos. palabras, de suerte que de
todo. Nos permitirnos se­
La estudiada sic. .. sequitur s-cntentia (verso 448), tJtS
neando la simultaneidad del Y vattalS... viribtS del verso siguiente, deficiunt...
cuerpo: así la secuencia comparativa que abren y presentan el acorde del
y a infirmo pueri tenanque canomco paralelismos tanto sintácticos corno
tentJis en los vesos 446-447. t I proceso conceptuales, la variatio en el uso de las palabras y las co­
ubi se ve rrespondencias a la distancia, como pariter... cum et una...
pariterquc 446-447) y UtlO tempore, del verso 454.
Los dos últimos versos cierran en una
composición en anillo el pasaje: gigm; crescere, fena fatisci
recogen tanto la idea que abría el fragmento como
tres momentos que se han analizado, pero además halla­
mos las mismas palahras y los mismos recursos que pue­
den crear una imagen: la aliteración de las dos últimas
palabras que cierran el trozo escogido: fc!,!ia fatisCl~ crescere
138 LA F:NSEÑANZA DE LAS LENGUAS CLAsTCAS
LA LECTURA DE TEXTOS LATINOS 139

y pariter sin insistir en las variaciones de térmi­


par::; mez; las repetlclones non... non, los futuros, el estu­
nos para idéntica idea, que introduce en el texto
diado aparecer de los encabalgamientos resultan la más
que afianza la rotundidad la doc- eficaz corroboración de la íntima unión que hay entre
Para el final sólo dos apun­ forma y fondo, lo cual constituye una especie de marca
de vzdemus, de nuevo el la obra clásica.
que utiliza el poeta con más
gusto y precisamente por su al gene­
ral sentimus corresponde el más preciso de texto
cual garantiza el crédito que la enseñanza merece y que sobrepasa
es solemnemente pronunciada como a las claras muestra tra parte. La larga carrera de los SIglOS que
el uso del verbo técnico: docuz; que cobra en Lucrecio un cando meta y arranque en el mundo romano así lo mani­
especial significado, puesto que repite y evoca las ense­ fiesta. Pero cabe todavía una postrera acotación: oyendo
ñanzas de su maestro, Epicuro. la palabra antigua en su originalidad ganamos nosotros
una doble fidelidad: la primera a la palabra heredada, la
Para concluir con estas ilustraciones, pon­ segunda a nuestra hora. Aquf queda tendido el puente
gamos un último texto latino: se trata de la com­ entre los hombres que nos hablaron hace tanto tiempo y
3,30 7 que principia con nosotros que no debemos diferir ya nuestra palabra: otros,
monumentum. Desde el punto vista cuya existencia, triste y apenas imaginamos, esta­
formal, se preciso comentar el helenismo agrestium/ rán a su hora en la que tal acontecimiento su­
regnavit populorum, al igual que una somera explicación ceda será posible si entrañar el mundo del texto
del verso elegido por Horacio aquí. De su contenido y el mundo de la vida del porque, como muy bien
debe comentarse la satisfacción experimentada por el asegura Paul Ricoeur 8 : sin (el mundo de la vida del
poeta por haber sido el iniciador de esta forma de versifi­ lector) es incompleta la de la
cación entre los romanos, los múltiples términos evoca-
dores (Libítina, Capitolio, Melpómene...). Y, finalmente,
la en la noción de inmortalidad poética,
que Horacio tam­
~ - -, pero como
poeta, y hacer un contraste entre la
cepción del de la muerte en
confianza en una supervivencia personal más
De nuevo en el terreno la forma, ha­
cer hincapié en la serenidad que de la construcción poé­
tica se desprende; pese a lo serio de su contenido, el pa­
tetismo no recurre a ningún trastorno de la expresión. El
quiasmo annorum series el fuga temporum (de nuevo el tema
del tettlpusfugit) es una muy exacta imagen lo que aquí
La contraposición non omnú/n-zulta...

el texto dado por E. C. Wikkham en la Classi-


Oxoniensis"
en
B En narración. II, Madrid, 1987.

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