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nt.html?fbclid=IwAR14dDW2tSJulQedOGFbw5WrC8IIwGHpD3jnliCa7LHdPofZ
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–Es autora del modelo pedagógico 'Educar con tres ces: capacidades,
competencias y corazón' ¿Es más importante el corazón que las
capacidades?
–Defiende que los maestros deben enseñar lo que son. ¿Cómo se trabaja
para que esos docentes sepan lo que son?
–Nuestro alumnado no aprende lo que le enseñamos, nos aprende a nosotros, a
sus referentes adultos. Cada docente debe tomar conciencia de la profesión
que ha elegido, de la trascendencia que implica y de la importancia social que
conlleva; desde aquí y desde la responsabilidad individual, cada docente no
puede seguir siéndolo sin estudiar cada día, sin leer, sin evolucionar, sin
cambiar, sin desaprender para aprender, sin construir su yo personal cada vez
más íntegro y más equilibrado. Las administraciones deberían ser conscientes
de esto. Cada docente debe 'cuidarse' y debe ser cuidado; quizá todo empieza
por dejar claros los términos de 'cuidado'. Quizá ha llegado el momento de
repensar la formación inicial, la formación continua, el acceso a la función
pública y, en general, la política de recursos humanos de nuestro sistema.
Desde el convencimiento de la existencia de un gran ejército de docentes
maravillosos, entregados y preparados que son los que están manteniendo un
sistema desastroso y obsoleto que nunca piensa en la infancia; creo que ha
llegado el momento de decir ¡Basta!
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Por muy buenas intenciones que tengamos como padres o educadores, en las situaciones reales,
cotidianas; los estados emocionales intensos de los niños y niñas que acompañamos, sus
rabietas, sus gritos, sus peticiones, sus lloros... despiertan "cosas" en nosotros.
Ante estas situaciones nos podemos poner tensos, nerviosos, nos puede despertar nuestra
propia rabieta, nuestras emociones pueden volverse también intensas... a veces nos
desbordamos, y desbordados no los podemos acompañar, porque podemos entrar en luchas de
poder buscando quién gana y quién pierde, quién tiene la razón y quién no...
Nosotros somos los adultos, los que podemos aprender a diferenciar las necesidades que hay
tras las emociones de los niños y niñas (por intensas que sean) para que progresivamente ellos
puedan también identificarlas y por lo tanto satisfacerlas.
Ante un conflicto, ante ese niño o niña que "se porta mal", ante una mala contestación, una
emoción expresada de forma muy intensa... ¿nos quedamos en la barca centrándonos en la
conducta observable o nos tiramos al agua a indagar qué necesidades no cubiertas hay debajo
de esta?
Es importante dedicar tiempo a la reflexión sobre este asunto si queremos dejar de actuar en
las situaciones intensas con el "piloto automático" y en vez de eso, actuar con calma, deacuerdo
a decisiones conscientes; Siegel en su libro Disciplina sin lágrimas también nos apunta en la
misma dirección.
Si volvemos al primer autor, este nos dice que actuamos como lo hacemos porque estamos
influidos por: lo que vemos y oímos (el rol de otros padres o lo que nosotros vivimos como hijos),
la mirada que tenemos hacia la infancia (deben de obedecer, vemos a los niños como
oponentes...), lo que sentimos (que depende de lo que vivimos y recibimos en nuestra familia
de origen...) y nuestros miedos (lo que pensarán de nosotros como padres otros adultos...) si
pensamos sobre estos aspectos, si tomamos conciencia sobre lo que sentimos, sobre lo que
necesitamos... es más sencillo dejar atrás el "piloto automático" y esas formas de actuar de las
que luego nos arrepentimos.
Desde la pedagogía Loris Malaguzzi ya nos hablaba de que nuestro pensar, nuestro decir,
nuestro sentir y nuestro hacer debía de ser congruente, para lo que había que reflexionar porque
los niños y niñas notaban esas incongruencias y no les transmitían la seguridad que necesitaban
de nuestra parte.