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EL AYER Y EL HOY DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA 23

EL AYER Y EL HOY
DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA:
CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDADES

Alvaro Camacho Guizado*

I* INTRODUCCION1 sar en form as de co n tin u id a d , o tro s , por


el contrario, se descubren com o fenóm enos
El que la v io le n c ia C olom biana se m an i­ en teram en te nuevos. En todo caso, en
fie s te tan p ersisten tem en te, el que a b ar­ cu alqu iera de esas d iferen tes m an ifesta­
que v a ria s órb itas de la vid a social y ai ciones se tendría que entender que hay c ir­
parecer se re s is ta tan to a su estudio d esa­ cunstancias históricas específicas, coyun-
pasionado como a las tera p ia s propuestas turales unas, más estructurales otras, que
puede ten ta r a más de un observador de
explican su presencia, y que por lo mismo
la rea lid a d social colom biana a ver lín eas
las explicaciones tienen que partir del re ­
de continuidad en tre la V io len cia de la dé­
conocim iento de esas especificidades.
cada de los cincuentas y la de los años ac­
tu ales. P a re c e ría que nu estra v io le n c ia es
P a ra el an álisis propuesto recurram os a
un dem iu rgo, una esencia, capaz de p ro­
los conceptos de campo social de con flicto
ducir su prop ia rea lid a d y aparecer con
y de escenario, que han m ostrado ser fru c­
d istin tos ropajes.
tífe ro s en esta ta re a 2.
Es cierto, d esd e luego, que este fen óm en o
nos u b ica com o uno de los p aíses m ás Entendam os por campos sociales de conflic­
v io le n to s del m undo, y que la p e r s is t­ to los conjuntos, diferenciados pero en es­
en cia h is tó ric a de a lgu n a s de sus m a n i­ trecha conexión, de relaciones e institu cio­
festa cio n es lla m a la a ten ció n de c u a l­ nes económicas, políticas y sociales y de
qu ier a n a lista . Sin em bargo, un an álisis principios éticos y sim bólicos a p artir de los
c o m p a ra tiv o de su s m a n ife s ta c io n e s en cuales adquieren identidad las acciones v io ­
el p asado y en el p resen te nos p erm iten lentas, y por escenarios los complejos de ac­
v er que m ás allá del h ech o de m u erte se ción en los que se plantea o resuelve una
m a n ifie s ta n d ife re n c ia s tan fu ertes que relación de violencia. Estos conceptos ope-
in va lid a n la id ea de que la vio le n c ia es racionales son útiles para describir y com­
una sola y que no v a ría en el tiem po. Más prender los hechos violentos aparentem en­
aún, es p o sib le d ecir que a p esar de que te contingentes o caóticos, y se concretan
P u eden o b s e rv a rs e a lgu n a s ex p resio n es operacionalm ente en componentes como ac­
que p resen ta n ra sgos que rem iten a p e n ­ tores, intereses, recursos y direcionalidad.

* Sociológo, investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales.


^ Agradezco los comentarios que hicieron Jorge Hernández, Nora Segura, Fabio Velásquez y Jaime Arocha. Gonzalo Sánchez me hizo
múltiples recomendaciones que he tratado de recoger. Los materiales sobre Medellín me fueron facilitados por Alonso Salazar y
Fernán González. A todos ellos les doy las gracias.
2 Este es a grandes rasgos el enfoque conceptual utilizado por Alvaro Camacho y Alvaro Guzmán en C iu d ad y Violencia, Bogotá:
Ediciones Foro Nacional, 1990.
24 ANALISIS POLITICO No. 12, ENERO A ABRIL 1991

II. V IO L E N C IA D E A Y E R , Y esto parece ser cierto aunque los lenguajes de


V IO L E N C IA S D E H O Y los enfrentados intentaran resaltar o desconocer
tal carácter; esto se reflejó especialmente en las
1. La Violencia de ayer denominaciones de los aparatos enfrentados: las
organizaciones bélicas campesinas se autocalifi-
Una breve descripción de algunos de los rasgos caban como guerrillas, y sus miembros eran co­
centrales de la Violencia3 de la década de los mandantes, capitanes o soldados, para asignarse
cincuentas y su comparación con las principa­ una condición de combatientes militares, mien­
les manifestaciones de las de hoy día servirán tras que en el lenguaje usado por el gobierno y
para sustanciar la tesis de su especificidad his­ sus fuerzas armadas eran chusma: bandas o
tórica. Hacerlo no es fácil, ya que adentrarse cuadrillas dedicadas al crimen y al pillaje econó­
en la abundante literatura significa encontrar mico. Aún así sobre las organizaciones campesi­
caracterizaciones extremamente variadas4. nas pesaban lineamientos partidistas, tanto en
cuanto se confrontaban entre sí en combates y/o
De otro lado, un examen liviano y somero como persecuciones que involucraban pueblos y zonas
éste comete un pecado: deja de lado innumera­ reconocidos como liberales o conservadores, como
bles diferencias temporales y regionales que cuando se enfrentaban con los cuerpos armados
pueden alterar la imagen proyectada5. Hoy día del gobierno.
hay un alto nivel de consenso entre los investi­
gadores acerca de este punto, pero aquí no es Es claro también que las dimensiones de la eco­
posible adentrarse en mayores detalles, de modo nomía fueron tornándose con el tiempo en cla­
que baste por ahora el reconocimiento de este ves de la acción. La expropiación de tierras me­
caveat. diante la expulsión violenta del campesinado,
el robo de cosechas, la subvaloración de bienes
Es claro que la Violencia abarcó lo social, lo para su compra a precios reducidos, el recurso
económico y lo político, y así el peso de cada a la contribución forzosa, el asesinato por con­
uno sea objeto de desacuerdos entre los inves­ trato, fueron prácticas reconocidas del perío-
tigadores, parece hoy día aceptado que su ras­ do6.Los escenarios componentes de este campo
go fue el proceso de agresión de que fué se expresaron claramente dejando ver que ac­
víctim a la población campesina de algunas re­ tores como los grandes o medianos propieta­
giones del país y que esa agresión tuvo fuertes rios, intermediarios, reducidores, comerciantes
bases en los comportamientos políticos de los de propiedades robadas, abigeos, asesinos a
habitantes locales. Comunidades enteras fue­ sueldo, tuvieron una presencia conspicua, al la­
ron atacadas independientemente de que hu­ do de los guerrilleros políticos o simples cam­
bieran actuado o no violentam ente con pesinos indefensos.
anterioridad a la agresión, y que estos ata­
ques se ensañaron contra poblaciones libera­ Pero que las bases del conflicto no exclusivamen­
les y especialmente gaitanistas. te las lealtades o simbologías partidistas es tam-
3 El que al hablar de la Violencia se haga referencia al fenómeno ya bien conocido y cuyas descripciones parciales se hacen adelante,
no excluye que en el período se dieran expresiones violentas de otro tipo, como las riñas, loe atracos, etc., no asociados con el conflicto
mayor. Quede claro también que un examen de la Violencia en su coi\junto pasa por múltiples problemas. Daniel Pécaut lo advierte
al indicar que los terrenos en los que la analiza son el contexto de violencias especificas, o la correlación de fuerzas (subrayado en
el original); el modo de acción de los protagonistas, o la desorganización de los actores sociales colectivos; y la representación de lo
político como Violencia estos tres elementos a su vez dan unidad a la Violencia. Daniel Pécaut, O rd en y violencia: C olom bia
1930-1954, Bogotá: Cerec-Siglo XXI, 1987. Ver especialmente T. II, pp. 498 y ss.
4 Gonzalo Sánchez, “Los estudios sobre la violencia: Balance y perspectivas”, en Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda (compiladores),
P a sa d o y Presen te d e la V iolencia en C olom bia, Bogotá: Cerec, 1986, pp. 183-194.
5 Por ejemplo, acerca de los componentes urbanos de la Violencia, cfr. Pécaut, op. cit. y Herbert Braun: M ataro n a G aitán , Bogotá:
Universidad Nacional, 1987 y “Los mundos del 9 de abril, o la historia vista desde la culata”, en Sánchez y Peñaranda, op. cit.;
Medófilo Medina, L a P rotesta u rb a n a en Colom bia, Bogotá: Ediciones Aurora, 1984; Ibid. “Bases urbanas de la violencia en
Colombia. 1945-1950, 1984-1988” H istoria C rítica, No. 1, enero-junio de 1989, Bogotá: Departamento de Historia, Universidad
de los Andes, Sánchez, art. cit.
6 Carlos Miguel Ortiz, E stado y subversión en Colom bia, Bogotá: Cerec-Cider, 1985; y “L a Violencia y los negocios. Quindío años
50 y 60”, en Sánchez y Peñaranda, op. cit., pp. 267-303. Gonzalo Sánchez, 'Tierra y violencia. El desarrollo desigual de las regiones”,
A n álisis Político, Bogotá: No. 6, enero-abril de 1989.
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bién un hecho incontrovertible, como lo es que de la confrontación las armas eran artefactos
hubo una bidireccionalidad en todo esto, es decir, elementales, como escopetas de fisto y bombas
que los violentos podrían ser tanto propietarios de fabricación casera, aunque más tarde lo fue­
como desposeídos, y que hubo violencia desde ron las arrebatadas al ejército y la policía, las
uno y otro polo de la relación, aunque es claro aportadas por parte de su personal desertor y,
que la agresión y persecución a la población ru­ en algunos casos, por dirigentes partidistas ur­
ral fueron dominantes. De hecho, hay una larga banos que vivían vicariamente las batallas.
base empírica para establecer que las primeras
manifestaciones de la Violencia tomaron por sor­ El uso de insignias y símbolos como “Dios y
presa y desarmados a los campesinos, y que en madre” , así como el sistema de comunicación
su respuesta defensiva la huida, el escondite y mediante mensajes escritos en árboles o pie­
el refugio en centros urbanos precedieron a la dras, o las “boletas” escritas en hojas de mata
organización armada, y que inclusive ésta no se de fique, describen el peso de componentes
generalizó a toda la masa agredida. campesinos tradicionales; el conjunto del len­
guaje cifrado, con referencias constantes a
Los componentes culturales de los varios es­ componentes de la vida rural, se agregan al
cenarios del campo socio-cultural se revelan sistema de apelativos y sobrenombres, a la
en los enfrentamientos por intereses religio­ música y canciones con ritmos de bambucos y
sos, la presencia de la Iglesia católica y los de corridos mexicanos, y muy especialmente
párrocos como actores centrales, las injurias a la tanatomanía, caracterizada por indes­
y tropelías dirigidas a la familia, las vengan­ criptibles sevicias concretadas en “cortes” de
zas de la sangre7, han sido profusamente des­ variada índole, para ilustrar el complejo cul­
critos. Escenarios de este campo como los tural constituido por la Violencia.
ajustes de cuentas, las limpiezas, la violencia
fam iliar y la asociada a la sexualidad estuvie­ Al lado de esta sintomatología se encuentran las va­
ron todos presentes. Los campesinos que eran rias expresiones de una violencia que en algunos mo­
perseguidos, asesinados, o perseguían y ma­ mentos y lugares trató de volverse específicamente
taban a partir de intereses partidistas, no se social, en el sentido de superar la contienda local y/o
diferenciaban mayormente de los que lo ha­ partidista y poner en la mira el orden social más
cían para exterm inar enemigos religiosos o general, como lo documentan entre otros Guzmán y
étnicos. La utilización de recursos como la Eduardo Franco9. La confrontación entre ‘limpios” y
iglesia, los mensajes alusivos a las razones de “comunes” de hecho implicaba una diferenciación
la agresión o las formas específicas de ejecu­ clave, independientemente de que quienes conserva­
tar acciones violen tas revelan esta dim en­ ban las adhesiones partidistas quisieran adjudicarse
sión de los escenarios, en los cuales se de­ a sí mismos una connotación de limpieza La presen­
tecta igu alm en te la bidireccionalidad, cia del partido comunista en algunas zonas, especial­
aunque, de nuevo, con el peso mayor en el mente en un período más o menos tardío de la
Polo dom inante de la relación. primera oleada de violencia, también constata esta
dimensión10. Más aún, no pocos sostienen que fue
Germán Guzmán8 ilustra algunas de las expre­ justamente el peligro de que la resistencia campesi­
siones culturales del fenómeno que muestran los na escapara al control de las élites tradicionales lo
componentes de los escenarios y que con posibles que propició el golpe militar de 195311, y que por lo
v ariaciones describen al conjunto de las organi­ mismo Rojas PiniUa contó con el apoyo del partido
zaciones campesinas combatientes: al principio liberaly una gran mayoría del conservador. Inclusive
Cfr. María Victoria Uribe Holgura, “Bipartidi»mo y masacres en el Ib lima durante la Violencia”, en A nálisis, conflicto social y
violencia en C olom bia, Documentos Ocasionales No. 60, Bogotá: Cinep, 1990.
® Cfr. Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Urnaña Luna, L a violencia en C olom bia, Bogotá: Tercer Mundo, 1964, T.
H, pp. 384, ss.
9 Eduardo Franco Isaza,l j > gu e rrilla s del Llano, Caracas, Editorial Universo, 1955.
10 José Jairo González Arias y Elsy Marulanda, M em orias d e la colonización y de las g u e rra s en el Sum apaz, Bogotá: Cinep,
1990; Eduardo Pizarra, “Los orígenes del movimiento armado comunista en Colombia”, A n álisis político, Bogotá: No. 7, mayo a
agosto de 1989.
11 Cfr. Pécaut, op. c it , T. n , p. 514.
26 ANALISIS POLITICO No. 12, ENERO A ABRIL 1991

en ese período tardío, que ha sido caracterizado como miento urbano, la diversificación de los aparatos pro­
de “bandolerismo”,se dieron expresiones de una fuerte ductivos, la reducción de las tasas de natalidad y
ambigüedad entre lo “bandolero” y lo político- social12. fecundidad, la expansión del aparato educativo, en­
tre otros, han producido cambios sustanciales que
Aún dentro de esta diversidad, Eric Hobsbawm coexisten con la ausencia de reformas agraria y ur­
resume la multiplicidad de expresiones al carac­ bana y otras que reduzcan el enorme hiato existente
terizarla como “una combinación de guerra civil, en la distribución de riqueza e ingresos, y que se
acciones guerrilleras,bandidaje, y simples matanzas asocian con la ausencia de democracia y con un clima
no menos catastróficas por ser virtualmente desco­ de descontento social.
nocidas en el mundo exterior”13. Parecería que al
menos en lo que respecta a la acción campesina los De otro lado, cambios políticos como el Frente Na­
rasgos centrales de la Violencia pueden describirse, cional modificaron profundamente algunas de las
en el lenguaje de Alain Tburaine, como una acción fuentes de violencia partidista, pero su prolonga­
colectiva comunitarial4 en la medida en que en un ción temporal y justamente la ausencia de cam­
polo el campesinado constituía comunidades de na­ bios en otras esferas de la política generaron el
turaleza tradicional que se enfrentaban con enemi­ efecto perverso de cerrar puertas al avance de una
gos que amenazaban su existencia y/o identidad democracia que sirviera de mecanismo de convi­
colectiva, aunque en la cúpula se ubicaran dirigentes vencia y de freno a las gestiones violentas.
partidistas y clasistas que pugnaban por el mante­
nimiento de un orden que si no era propiamente co­ Y adicionalmente coyunturas particulares que
munitario, sí pretendía la movilización a partir de la no necesariamente están determinadas por los
defensa de comunidades partidistas tradicionales. procesos anteriores han producido fenómenos
En este sentido, pues, la violencia fue fundamental­ como el narcotráfico y sus secuelas violentas,
mente conservadora que impregnan hoy día la escena nacional.

2. Las violencias de hoy H oy día se insiste corrientem ente en la di­


ferenciación entre la violen cia política, que
A pesar de que se reconozca alguna parcial conti­ se asigna a la gu errilla, y la “ común” , en la
nuidad de regiones e inclusive de personas, pocos que se podrían incluir fenómenos tan disí­
autores estarían dispuestos a caracterizar la Vio­ m iles como el narcoterrorism o, el asalto
lencia de ayer y las de hoy con las mismas catego­ bancario, las m atanzas o la violen cia do­
rías. Las transformaciones producidas por el m éstica y b a rria l15. En el inform e sobre la
desarrollo capitalista del país han alterado sensi­ violen cia entregado al gobierno nacional en
blemente su estructura social; el acelerado creci­ 198716 se sostuvo la tesis de la multiplicidad de
12 Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, B andoleros, gam onales y cam pesinos. Eli caso de la V io len cia en C olom bia, Bogotá:
El Ancora Editores, 1983, esp. pp. 187-190.
13 Eric Hobsbawm, “L a anatomía de La Violencia en Colombia”, en Sánchez (compilador) O nce ensayos..., p. 13.
14 Alain Touraine, L a vo ix et le regard , París: Seuil, 1978, pp. 31, ss.
15 U n ejemplo bastante revelador de esta utilización del concepto de violencia de la delincuencia común se encuentra en el análisis
que presenta C oy u n tu ra Social; al examinar series estadísticas de homicidios violento« con el fin de tratar de precisar su naturaleza
variada, se construyen tres categorías centrales: violencia política, de la delincuencia común y del narcotráfico. Para calcular la
magnitud de la segunda (que corresponde a aquellos datos no incluidos en las otras dos), se propone un procedimiento estadístico
explicado así:
... dado que en 1975 se registró uno de los niveles m is bajos de violencia homicida antes de iniciarse el desbordamiento que ha llegado hasta
nuestros días, podría suponerse que la cifra de hom icidios correspondiente a 1975 señala la magnitud de la violencia social atribuible sencillamente
a la delincuencia común, sin contaminación por violencia política o por la violencia del narcotráfico. Si esto se acepta, puede asumirse qne esa
magnitud absoluta crece a un ritmo constante, similar o ligeramente mayor al crecim iento vegetativo de la población. De hecho, para los fines
del presente ejercicio se calculó para cada año de la década del 80 una cifra de “ delincuencia separada" haciendo crecer el guarismo de 1975...
en un 3% anual (o sea a un ritmo un poco mayor que la Usa de crecim iento poblacional, bajo el supuesto de que la urbanización creciente trae
consigo un incremento adicional en la delincuencia)” .
“Justicia y Criminalidad”, en Fedesarrollo e Instituto SER de Investigación C oy u n tu ra Social, No. 2, p. 32. Con este procedimiento
se hace desaparecer cualquier determinación social de esa violencia, se la vuelve lineal y se pasan por alto las múltiples coyunturas
que hayan podido tener incidencia en las cifras. Es más: al examinar las señes anuales de 1958 a 1985«*observa que las tasas de
violencia y de homicidios se comportan de tal manera que no siguen un patrón regular como el del crecóiiiento de la población. Cfr.
Alvaro Guzmán, “Observaciones críticas para una teoría de la violencia”, ponencia presentada al VI Congreso Nacional de Sociología,
Bucaramanga, 1987, pp. 3, ss. Adelante presentaré un comentario acerca del tratamiento a la violencia del narcotráfico contenida
en este documento.
Comisión de estudios de la violencia. C olom bia: violencia y dem ocracia, Bogotá: Universidad Nacional, 1987.
EL AYER Y EL HOY DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA 27

las violencias que campean hoy en el territorio rigentespopulares;políticos que en ocasio­


nacional, y esta idea se puede sustanciar más nes aceptan dineros para financiar gastos de
aún a partir de un examen de algunos de los campañas, abogados defensores, jóvenes que se
campos y escenarios económicos, políticos y so­ alquilan como sicarios... Y de otro lado, dirigentes
cio-culturales más sobresalientes de las violen­ políticos, funcionarios judiciales o simples policías
cias contemporáneas: en el narcotráfico, sin du­ que mueren en la confrontación o son secuestra­
da el escenario más novedoso y que caracteriza dos y utilizados o liquidados como cartas de una
más adecuadamente la coyuntura de violencia baraja en un juego del que son ajenos. En fin, el
contemporánea, la situación es bastante com­ repertorio actoral es bastante más rico de lo que
pleja, ya que en él se sobreponen todos los cam­ cualquier escenario de la Violencia registraría.
pos de conflicto. Además si bien algunas de sus
Opresiones se pueden asociar a actividades En las violen cias asociadas con el narco­
económicas tradicionales violentas, como el se­ trá fico se pueden detectar al menos tres
cuestro, el contrabando, o la minería y comercio expresiones, y que se combinan con formas
esmeraldíferos, en las que algunos narcotrafi- no menos violen ta s de respu esta estatal:
cantes se iniciaron, su identidad es nueva y las destinadas a elim in a r com petidores in ­
heterogénea y se expresa también en transfor­ ternos o de grupos riva les, las d irigid as
maciones en políticas del Estado y en modifica­ contra represen tan tes estatales o políticos
ciones en varios aspectos culturales. que se oponen a su activid ad , y las que bus­
can hacer desparecer a las fu erzas dem o­
Sus actores: empresarios decididos a conquis­ cráticas que in ten tan re a liza r un cambio
tar un mercado internacional a partir de la político y so cia l19.En cada una de ellas se
erradicación violenta de opositores y compe­ conform an d iferen tes actores y alian zas, y
tidores18, aliados en muchas ocasiones con los am igos y enem igos no son n ecesaria­
miembros de las clases altas tradicionales y m ente los mismos en cada caso.
hombres de negocios de limpios antecedentes
^ e encontraron en el negocio una vía rápida Esto no implica que en el escenario del narcotráfico
de acumulación de capital; sectores medios y se agoten las expresiones de violencia económica:
pobres que se aventuran en el tráfico interna­ en efecto, los ajustes de cuentas se dan en la vida
cional en su condición de transportadores de privada tanto de otras mafias como de individuos
Pequeñas cantidades, esperando así una rápi­ no mañosos que recurren a ella por su facilidad y
da redención ante sus problemas económicos eficacia frente a la impunidad generalizada. El si-
0 estancam iento social; m ilitares que reci­ cariato, las autodefensas y los paramilitarismos
ben pequeñas o jugosas propinas por cerrar tampoco son herramientas exclusivas de los nar-
los ojos ante el negocio, o que se alian con cotraficantes, ya que a ellos han recurrido terra­
grandes y medianos traficantes en su cru­ tenientes y propietarios no necesariamente
zada de exterm inio contra campesinos y di- ligados al tráfico de cocaína20: otros intereses
17 Aureliano Buendía, “La roña eameraldífera: una cultura de la violencia", R evista Foro, Bogotá: No. 6, junio de 1988.
18 Guy Gugliotta and JefT Leen, K ln gs o f Cocalne, New York: harper Paperbacks, 1990.
19 Alvaro Camacho Guizado, “Cinco tesis para una sociología política del narcotráfico y la violencia en Colombia”, ponencia presentada
a la Conferencia Internacional sobre Narcotráfico y Derechos Humanos, Oxford, 11-14 de junio de 1990 (para publicación posterior).
Es de anotar que Hernando Gómez Buendía hace hincapié en esta misma diversidad, aunque con algunas variaciones de enfoque.
Cfr. “¿Cuál es la guerra? Colombia, E E .U U. y la droga”, en N u e v a Sociedad, No. 106, marzo-abril, 1990, pp. 28-35.
20 En esto del cálculo de la violencia generada por el narcotráfico también se ha fantaseado un poco: por ejemplo, el citado estudio de
F©desarrollo y el Instituto SER presenta una cifra de 11.254 muertes producidas por la actividad en 1989, lo que representa un 48%
del total de homicidios. Pero el autor de las cifras llegó a ellas a partir de una operación que consistió en restar del número de
homicidios de cada año las muertes por razones políticas y los homicidios “esperados” por delincuencia común. El resto “correspon­
dería a los homicidios atribuibles, directa o indirectamente, a factores nuevos, aparecidos desde mediados de la década del 70 en
adelante y que serían ante todo relacionados con el narcotráfico. No se incluyen en esta cifra los asesinatos de la llamada “guerra
sucia”, porque ellos han quedado incluidos entre los homicidios políticos, sino los asesinatos que son cometidos por narcotraficantes
ya sea por razones económicas o personales. A estos se añaden los asesinatos que se relacionan con las pugnas entre esmeralderos”.
Op. cit., p. 33. No parece muy creíble que los narcotraficantes y esmeralderos hayan matado en un año a 11.254 personas por
razones ajenas a la política, pero lo más significativo es que el procedimiento estadístico tiene una cláusula de caeteris p aribu s
lo suficientemente grande como para hacerla inaceptable. Lo que allí aparece como supuesto es realmente una hipótesis que requiere
no sólo prueba, sino la elaboración de categorías menos englobadoras. Dejemos de lado, sin embargo, las implicaciones políticas y
•ocíales de este tipo de presentación en cifras.
28 ANALISIS POLITICO No. 12, ENERO A ABRIL 1991

económicos de la más variada índole están en Al mismo tiempo el Estado ha extendido su acción
juego. Pero lo económico tampoco se agota en el a regiones en las que anteriormente no tenía pre­
narcotráfico: el incremento de la inseguiridad sencia o ésta era precaria: o sea que si bien se
ciudadana por la acción de delincuentes: Tapo­ puede argüir que de alguna manera la confronta­
neros, salteadores, extorsionistas, la tendencia ción entre el Estado y la guerrilla ha sido un com­
creciente a los secuestros extorsivos, todo esto ponente de colonización armada, también lo ha
revela la multiplicidad de escenarios de conflicto tenido de extensión territorial estatal. No hay ma­
económico que tienen expresión violenta tanto nera de sustentar que en ausencia de conflicto ar­
en lo público como en lo privado21. mado en esas regiones el Estado hubiera
extendido su acción. En este sentido la guerrilla
De otro lado ya varios investigadores han aporta­ es una base esencial de la expansión territorial de
do elementos para una descripción bastante deta­ la sociedad y el Estado colombianos.
llada de la naturaleza del conflicto armado entre
el Estado y las guerrillas. Estas son hoy verdade­ Pero la lucha armada es sólo una parte de la
ras organizaciones profesionales político-milita­ confrontación: a la contienda puramente militar
res independientes de los partidos tradicionales y se agregan las condiciones materiales de exist­
con orientaciones claramente dirigidas hacia el encia de grupos armados económicamente im­
cambio radical de la sociedad colombiana, a pesar productivos y que necesitan no sólo subsistir,
de sus diferentes matices y orígenes22. Cuentan sino incrementar su capacidad de presión y com­
además con organizaciones de masas urbanas y bate. Ante la precariedad de verdaderos soportes
financieros urbanos y el corte de la ayuda inter­
rurales paralelas que extienden el ideario en el
nacional, el secuestro, el boleteo, la vacuna, se
terreno de lo civil, y por lo mismo desbordan la
convierten en prácticas que involucran directa­
confrontación armada.
mente a la población civil que no está vinculada
a la confrontación pero que se asienta en las
Y del lado del Estado, sus políticas han tendi­
áreas de presencia guerrillera, en donde tam­
do a diversificarse entre la solución puramen­
bién es frecuentemente victimizada por la acción
te m ilitar basada en el anticomunismo y la
militar de las fuerzas armadas del Estado.
doctrina de la seguridad nacional y la apertu­
ra democrática con negociación política, lo A estas formas de conflicto se agregan las fre­
que sin duda ha implicado tanto un fortaleci­
cuentes movilizaciones de masas campesinas
miento como un desgaste de los cuerpos arma­ en las que se ponen en juego tanto sus interee-
dos que no pueden ganar la contienda, pero ses políticos propios, concretados en las deman­
que siempre arguyen que están al borde de das de desmilitarización y pacificación regional,
hacerlo. Supuestamente sólo requieren un in­ como intereses económicos, relativos a proble­
cremento presupuestal y mayor inde­ mas de infraestructura, mercadeo y redistribu­
pendencia del poder civil. ción de tierras.

Sin embargo, en el terreno de los intentos de En la misma línea de argumentación sobre las
solución las políticas estatales reconocen que diferenciaciones de las violencias, en el trabajo
no se pueden agotar en el tradicional ciclo de que realizamos Alvaro Guzmán y el autor sobre
amnistía y rehabilitación, porque lo que está Cali24 se pueden observar las complejidades y
enjuego es algo más que un retorno de campe­ particularidades de la violencia urbana, fenó­
sinos en armas a parcelas o a precarias formas meno bastante novedoso, así nuestras ciudades
de ejercicio laboral urbano23. hayan sido tradicionalmente violentas y la Vio-
21 Carlos Miguel Ortiz, “Comentarios a las ponencias de Alvaro Camacho y Alvaro Guzmán”, en Nora Segura de Camacho (Compila­
dores), Colom bia: d em ocracia y sociedad, Cali- Bogotá: Cidse-Cerec, 1988, pp. 339-350 (las ponencias respectivas son: “Dimen­
siones de lo público y lo privado en la violencia urbana en Cali” y “Escenarios de la violencia en Cali").
22 Cfr. William Ramírez Tobón, “La Guerrilla Rural en Colombia: ¿Una vía hacia la colonización armada?”, Estudios ru rales lati­
noam ericanos, Bogotá: V. 4, No. 2; Arturo Ala pe, L a paz, la violencia: testigos de excepción, Bogotá: Planeta, 1985, Olga
Behar, L as g u e rra s de la paz, Bogotá: Planeta, 1985; Comisión de estudios sobre la violencia, op. clt.
23 Gonzalo Sánchez, “Rehabilitación y Violencia bsyo el Frente Nacional”, A nálisis Político, Bogotá: No. 4, mayo-agosto de 1988.
24 Camacho y Guzmán, C iu d ad y violencia, op. cit.
el AYER Y EL HOY DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA 29

lencia rural de los cincuentas haya estado es­ Y al mirar los escenarios más particularizados
trechamente asociada con expresiones urba­ encontramos que el más frecuente fue el de los
nas25. A l examinar los datos para las mayores atracos, seguido de las riñas y alcohol, los ajus­
ciudades encontramos que, por ejemplo, las tasas tes de cuentas, los enfrentamientos militares,
de criminalidad para Medellín y Cali son sensi­ las limpiezas, la familiar y la de sexualidad. De­
blemente más altéis que las de Bogotá, y supe­ tallem os un poco esto: los atracos fueron algo
ran con creces las de Barranquilla. A l mismo más de un tercio de los casos, las riñas casi
tiempo Popayán y Villavicencio tienen consis- un cuarto y los ajustes de cuentas cerca de
temente los índices más altos de delitos contra un quinto. Los enfrentam ientos políticos tu­
la vida y la integridad personal, lo que muestra vieron una cifra muy baja, pero al sumarlos
que el tamaño de las ciudades no es determi­ con las lim piezas (que recayeron tanto sobre
nante fundamental de la violencia criminal. indeseables y estigm atizados sociales como
Esto significa que no es tan sólida la creencia sobre dirigentes y/o sim patizantes de orga­
más o menos común acerca de la cultura de la nizaciones de izqu ierda) la cifra asciende
v »olencia urbana. sensiblemente.

Al examinar con algún detalle las característi­ En los varios escenarios se configuran, desde
cas de los campos sociales de conflicto y los esce­ luego, actores diferentes: soldados y policías con­
narios en Cali durante el período 1980-1986 tra guerrilleros y simpatizantes de la izquierda;
encontramos que el económico dio cuenta de un civiles que en su momento auxiliaron a las fuer­
tercio de los hechos, mientras que el político no zas armadas en el combate contra la subversión;
alcanzó a subir a un décimo y el social abarcó un escuadrones de la muerte que realizaron verda­
Poco más de la mitad. En el campo económico la deras orgías de muerte durante 1986 y que pre­
violencia se ejerció prioritariamente desde el po­ tendieron limpiar a la ciudad, asumiendo
lo dominado de la relación social (es decir, de pobres inclusive nombres de insecticidas; borrachos
contra ricos), pero el que hubiera casi un 20% de pendencieros, pobres del bajo mundo, como re­
casos de violencia de ricos a pobres es revelador de colectores de basura, vendedores de drogas pro­
la alta valoración de la propiedad, que se puede hibidas, prostitutas y mendigos, empresarios
colocar por encima de la vida humana. En el campo deseosos de eliminar competidores, ciudadanos
Político observamos un equilibrio en la direcciona- renuentes a pagar deudas, maridos intoleran­
üdad: es decir, la violencia de los defensores del sis­ tes, todos ellos configuran, como víctimas o como
tema político se empareja con la de quienes lo retan. victimarios, el elenco actoral de los escenarios de
Y en el campo social se concentra básicamente la vida caleña de la década.
Gn el polo dominante, con un 98% de los hechos,
lo que significa que fue ejercida casi exclusiva­ En esto de los actores es necesario destacar la
mente por quienes buscaban mantener un orden presencia de dos de ellos cuya diferenciación,
de dominación específico en sus relaciones pri­ que también se expresa hoy día en varias regio­
vadas o quienes pretendieron en su momento nes del país, es de capital importancia: en efecto,
acabar con los indeseables de la ciudad. El que en la violencia “por tercera mano”, aparecen pa­
casi dos tercios de los hechos en los tres campos ralelamente el sicario y el escuadrón de la muer­
fuera adjudicable a los dominantes llama la te. El primero es notorio principalmente en los
atención sobre la naturaleza del conflicto en la escenarios de la vida privada, como los ajustes
ciudad durante la década. No se puede olvidar de cuentas; el segundo se especializa en las lim­
que durante parte de ella se llevó a cabo el pro­ piezas. En el primer caso se trata de individuos
ceso de urbanización de la guerrilla, y que tanto privados que se contratan ocasional o perma­
Cali como su vecina Yumbo fueron espacios pri­ nentemente para el oficio. En el segundo, tanto
vilegiados de la confrontación con las fuerzas del de ciudadanos que decidieron convertirse en jus­
Estado y de quienes en su momento asumieron ticieros como de miembros de las fuerzas de se­
Para sí el papel de aseadores de la ciudad. guridad que en algunos momentos desbordaron
^ Daniel Pécaut, O rd en y violencia, op. c it, T. I.
30 ANALISIS POLITICO No. 12 ENERO A ABRIL DE 1991

sus líneas de autoridad y contención y optaron y esas acciones, en mayor magnitud inclusive, y
por construir y eliminar enemigos sociales26. que también a partir de allí se originaron pan­
dillas. Sin embargo, no tuvieron ni tienen la di­
Fue particularmente revelador el que el escena­ mensión que adquirieron en Medellín. Se podría
rio de narcotráfico tuviera una bajísima repre­ especular en torno a las prácticas filantrópicas
sentación, a pesar de la publicitada existencia de desarrolladas por algunos sectores dirigentes
un cartel caleño. Sólo muy pocos casos asomaron oficiales y privados de la ciudad, quienes con sus
a la prensa, y aquéllos que podrían ser ubicables
acciones sociales de apoyo a las comunidades
en ese escenario consistieron fundamentalmente
más pobres pudieron contrarrestar el desarrollo
en ajustes internos de cuentas aparentemente
criminògeno de esas pandillas.
entre mandos medios o traficantes relativamen­
te pequeños. Esto de por sí diferencia a Cali de
Paralelamente con esas organizaciones juveni­
Medellín, a la vez que ilustra sobre componentes
les, otros actores han hecho su aporte signifi­
particulares de la política local, los sistemas de
cativo a la violencia de Medellín: los grupos de
manejos de tensiones, la estructura social y los
limpieza barrial, que al parecer desde un prin­
rasgos culturales en las dos ciudades.
cipio se organizaron como máquinas de muer­
Finalmente, entre los más relevantes hallazgos está te. Los testimonios respectivos muestran cómo
la variación temporal de los escenarios: en efecto, sus integrantes se autodefinen como defenso­
mientras algunos de ellos, como los atracos, las riñas res de la comunidad y actúan sobre la base del
y la violencia familiar tuvieron un comportamiento restablecimiento de un orden ciudadano, y ob­
similar durante el período de la investigación, otros, viamente no comparten con los llamados pan­
como los enfrentamientos militares y las limpiezas dilleros los rasgos sociales que se han acuñado
variaron sensiblemente. En otras palabras, los esce­ para caracterizarlos. Parecerían amoldarse a
narios de lo privado y de lo público tuvieron compor­ una esfera y a unas determinaciones sociocul-
tamientos diferentes, lo que permitió hacer turales bastante diferentes.
afirmaciones acerca de la naturaleza coyuntural de
algunas expresiones de violencia. Salazar también presenta fragmentos testimo­
niales que muestran cómo el fenómeno medelli-
Contrastan esta perspectiva y hallazgos con lo nense va más allá de los síndromes de la “cultura
que se puede inferir a partir de los testimonios de la muerte” encarnada en los jóvenes. La co­
recopilados por Alonso Salazar en torno de la rrupción policial y judicial claramente nutre a la
violencia juvenil en Medellín27. A partir de éstos
violencia de la ciudad a partir de otras conside­
es posible encontrar que si bien la actividad nar-
raciones: si algo queda claro de los testimonios
cotraficante tuvo un papel relevante en el estí­
es que muchos policías, jueces, guardianes de
mulo de esa violencia, también otros fenómenos,
cárcel, abogados, entre otros, encuentran en las
como la acción más militar que política del M-19,
prácticas violentas fuentes importantes de ingre­
tuvieron una fuerte incidencia. Algunos de los
entrevistados por Salazar hicieron énfasis en el sos, es decir, que responden a una determinación
hecho de que esa organización se procupo más bien diferenciada de la anterior.
por la capacitación militar urbana que por la
formación política, lo que se tradujo en que al­ El autor también incluye testimonios de empre­
gunos de los jóvenes que se acercaron a los cam­ sarios de muerte: individuos que tienen como
pamentos tuvieran un adiestramiento militar y forma de ingresos el contratar sicarios para el
organizativo que luego del abandono de la ciu­ cumplimiento de “trabajos”, que pueden ser so­
dad por la militancia del M-19 les sirvió como licitados por una amplia gama de personas (po­
base para la formación de pandillas delincuen­ líticos, comerciantes, etc.) cuyos conflictos se
tes juveniles. Vale la pena comentar a este res­ resuelven fácilmente mediante el recurso a esa
pecto que Cali también vivió esos campamentos cadena organizacional descrita arriba.
26 Eibar Tomás Velasco y Gloria Inés Montoya, L a violencia de lim pieza en Cali, Tesis de grado, Cali: Departamento de Sociología,
Universidad del Valle, 1990.
27 Alonso Salazar, N o nacim os p a’ sem illa. Testimonios so bre la violencia ju v e n il en M edellín, Bogotá: Cinep, 1990.
el AYER Y EL HOY DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA 31

Y algo que no se recoge en los testimonios, pero dominantes, con nuevos sectores que retan
que hoy día es ampliamente reconocido, es que el poder económico y social tradicional, y
una buena parte de esa violencia ha sido reali­ que ejercen influjo a lo largo de la escala de
zada por agentes de los cuerpos locales de segu­ estratificación social, y con unos sectores
ridad, y cuyos móviles pueden ser venganzas, populares que a ojos vistas son más desa­
cobros de “mordidas”, exceso de celos de limpie­ fectos del orden que se trata de mantener,
za, entre otros. pero que carecen de posibilidades para pre­
sentar alguna forma de reto organizado al
Otros analistas de la violencia de Medelín, co­ mismo. Su violencia tiende a ser más frag­
mo Héctor de los Ríos y Jaime Ruiz, le asignan mentada, desorganizada y ligada con di­
al narcotráfico el papel preponderarante en la mensiones privadas o públicas no estatales
explicación del fenómeno, y en particular del de la vida social...28.
desarrollo de la violencia en su versión de
“mercancía” , concretada en el sicariato. Sin III. LAS COMPARACIONES:
embargo, estos investigadores incluyen dentro CONTINUIDADES Y DISCONTINUIDA­
de esa modalidad sicarial a la totalidad de las DES
bandas de la ciudad, lo que a partir de las in­
formaciones de Salazar parece inaceptable. Las descripciones y comparaciones anteriores
aportan bases para sustentar que si bien es cier­
De los Ríos y Ruiz dan bases para explicaciones to que la violencia ha sido permanente en Co­
sociológicas que permiten dilucidar, por ejemplo, lombia en las últimas décadas, también lo es que
los mecanismos de racionalidad, instrumentali- las diferentes dinámicas y espacios de expresión
dad y control de la violencia de la ciudad. En efec­ impiden hablar de una sola Violencia: hacerlo
to, es visible cómo hay procesos de incrementos y sería caer en un nominalismo abstracto poco útil
reducciones en algunas formas a partir de eventos para la comprensión del fenómeno. Parece claro
políticos concretos, como ofertas de negociaciones que las diferentes violencias han respondido a
entre contendientes, o cambios en algunos apara­ diversas determinaciones y que sus manifesta­
tos de inteligencia y seguridad estatales. ciones revelan cambios sustanciales en la arma­
zón de la sociedad colombiana. Más aún, debería
El trabajo sobre Cali nos suscitó a los autores
ser claro que algunas de ellas, si bien evocan
algunas preguntas y reflexiones partir de las
rasgos del pasado, responden a coyunturas par­
cuales es posible detectar el tipo de perspectiva
ticulares que no se infieren de ningún curso ine­
teórica que nos inspiró:
xorable o esencialista de nuestra historia.
De nuevo, es pertinente preguntarse ¿qué
Esta última afirmación implica a su turno espe­
hay en una ciudad que puede concitar unas
cificar que la violencia, como elemento funda­
violencias como las aquí mostradas? ¿Tie­
mental de las relaciones sociales, expresa
nen otras ciudades colombianas esos mis­
mos rasgos? No parece, por la información condiciones históricas y particulares de esas re­
disponible, que Medellín o Bogotá puedan laciones, y en ningún caso está por encima o
ser equiparadas con Cali en este respecto. aparte de éstas. Eso significa que ella, si bien
Parecería que esas ciudades son más frag­ materializa rasgos globales decantados de nues­
mentadas, más cruzadas por conflictos so­ tra sociedad, también es un elemento de dinami-
cioeconómicos y socioculturales; es decir, zación de relaciones sociales, a la vez que
con menos capacidad de sus clases domi­ encuentra impulsos en situaciones concretas de
nantes para crear el espacio de la hegemo­ nuestra conformación actual.
nía y la organicidad que se asocia tanto con
muestras de inocultable civismo como de Tomemos de nuevo como ejemplo el narcotráfico
violencia de limpiezas. Parecen ser más sig­ e insistamos en que su naturaleza como fenóme­
nadas por competencias en sus fracciones no social, económico y político concreto no puede
deducirse de condiciones del pasado ni de esce-
Camacho y Guzmán, op. cit., pp. 214-215.
32 ANALISIS POLITICO No. 12, ENERO A ABRIL 1991

nario pretérito alguno. Otro sería el cantar si el podría posiblemente, caeteris paribus, ilus­
fenómeno no hubiera interactuado con factores trar un mecanismo por el cual ellas mismas se
como el proceso de restauración de un fúndamen- vuelven parte de una cultura particular.
talismo religioso e intolerante en los círculos de
poder ideológico y político en Estados Unidos, que Pero a pesar de la diferencia de períodos, algu­
llevó a una política de represión radical a la pro­ nas manifestaciones contemporáneas tienen in­
ducción de drogas psicotrópicas; una crisis econó­ quietantes diferencias y semejanzas. El pájaro
mica y financiera en el país, acompañada de una y el sicario son un ejemplo. El primero es des­
política neoliberal desestimuladora de la indus­ crito así por Guzmán:
tria y el empleo formal, una particular conforma­
ción de la situación en algunas regiones rurales y Nace en el occidente de Caldasy es perfeccionado
ciudades colombianas, entre otros fenómenos. en el Valle. Integra una cofradía, una mafia de
desconcertante eficacia letal. Es inasible, gaseo­
El escenario de los enfrentamientos militares, es so, inconcreto (sic), esencialmente citadino en los
decir, la confrontación entre las fuerzas armadas comienzos. Primero opera solo en forma indivi­
y las guerrillas, ha experimentado sensibles dual, con rapidez increíble, sin dejar huellas. Su
transformaciones en sus versiones contemporá­ grupo cuenta con automotores y “flotas” de carros
neas en las claras diferencias tanto en términos comprometidos en la depredación, con choferes
de los actores como de los procesos asociados29. No cómplices en el crimen, particioneros del despojo.
parece haber duda de que las de hoy reflejan un Su modalidad más próxima es la del sicario... Al
contexto histórico específico, que ya no estamos principio no asesinan infelices, sino a gente de nota
frente a una acción colectiva desorganizada y que sindicada de apoyar la revolución o a dueños de
la confrontación desborda el ámbito de lo político haciendas, especialmente cafeteras, cuya cosecha
como construcción de violencia. sirva para acrecer el fondo de la organización. Aquí
se habla de “organización”; en las toldas liberales
L a comisión de estudios de la violencia resumió de “movimiento”.Asesinar a alguien constituye un
así el cambio radical en una de sus dimensiones: “trabajo”. Al pájaro se le llama para “hacer un tra-
bajito”... y se ajusta el precio y se conviene la parti-
...los rebeldes de los años 50 operaban mayo- ja... La mecánica política se monta contra comités
ritariamente dentro de una perspectiva de in­ y directorios municipales. A mano de los pájaros
corporación al poder. Su razón de ser caen los miembros liberales de estos organismos
estaba en su capacidad de representar a los con precisión cronométrica, sin respetar lugares ni
excluidos del poder. Pero carecían de horizon­ personas y sin esperar castigo para los criminales
te propio. Su horizonte era el que les imponían porque las gentes se arredran y no los denuncian...
sus jefes, que no era otro que el de la posibili­ Serán famosos: el “Cóndor'* León María Lozano,
dad para éstos de entrar a compartir el po­ “Pájaro Azul”, ‘Pájaro Verde”, ‘Pájaro Negro”,
der. Las fuerzas insurgentes de hoy, por el “Lamparilla”, ‘TurpiaT, “Bola de Nieve”. Todos tu­
contrario, operan dentro de una estrategia de vieron un record (sic) delictivo increíble. Basta re­
destrucción-sustitución del poder, es de­ cordar que sistemáticamente dieron de baja a
cir, con una perspectiva que se proclama a sí muchos jefes liberales cumpliendo la consigna de
misma revolucionaria30. realizar la violencia “por lo altó61.

Es decir, entre las guerrillas del ayer y las de La versión contemporánea ha sido descrita así:
hoy hay diferencias tan sustanciales que la sola
perduración de algunos de sus miembros no per­ De preferencia, aunque no exclusivamente,
mite calificarlas de semejantes. Esa continui­ los pájaros actuaron a partir de adhesiones
dad y perpetuación de algunos personajes con- partidistas o movidas por lealtades personales
comitantemente con cambios tan fuertes, a dirigentes regionales. Su acción se ejecutaba en
29 Gonzalo Sánchez, ‘Tierra y violencia...", op. cit.; William Ramírez Tobón, “Estado, violencia y democracia en Colombia”, en Nora
Segura (comp.), op. cit.
30 Comisión, op. cit., p. 35.
31 Guzmán, et. al., pp. 165-166.
EL AYER Y EL HOY DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA 33

nombre de un orden político-económico que se tícipe de un complejo cultural en el que parecen


consideraba amenazado o que se quería impo­ mezclarse sincréticamente elementos religiosos
ner. La relación monetaria, por lo general, se y mundanos, tradicionales como el culto a la vir­
subordinaba a la adhesión personal del ejecu­ gen y a la madre y la valoración de la muerte;
tante a su amo y señor. La forma actual, en modernos como la música rock , la p in ta punk,
cambio, tiende a omitir tales consideraciones, a el uso de vestimentas presuntamente copiadas
despojarse de dimensiones políticas o éticas y a de los jovenes de las clases altas, la motocicleta
convertirse en un oficio cuya única motivación es y la “tartamuda” (ametralladora)...33
la paga. Es frecuente el caso en que el ejecutor ni
siquiera conozca a su futura víctima... El sicario Lo que si parece ser claro es que los rasgos
es un pistolero al servicio del mejor postor: sin culturales que describen culturalmente al si­
lealtades ni adhesiones a grupos organizados, in­ cario no necesariamente se aplican a sus si­
diferente respecto a sus víctimas, su actividad se m ilares de otras regiones y ciudades, o a
materializa en un contrato por el cual ejecuta la quien lo contrata para que vengue una afren­
muerte a cambio de una remuneración. Esto se ta, amenaza o deuda impaga que un tercero
traduce en que, a diferencia de los escuadrones considera debe arreglarse con la muerte. El
de la muerte o de las bandas violentas del crimen no haber tenido esto en cuenta ha llevado a
organizado asociadas al comercio ilícito, el obje­ analistas de la violencia urbana de M edellín
tivo para el cual se contrata su actuación es in­ a unificar un fenómeno no unificable, y lo que
discriminado... Puede ser un ajuste de cuentas es más grave, a las autoridades a tratar de
por razones económicas, familiares, de honor; resolver el problema encarcelando provisio­
puede ser un acto de justicia privada contra un nalmente en escuelas públicas a jóvenes de
violador de promesas, contratos, órdenes y códi­ distintas condiciones y orientaciones.
gos privados. Puede ser contra un representante
del Estado o de la opinión pública: nadie está Otros actores con diferencias y parecidos son los
seguro frente al sicario... Tres actores centrales chulavitas del pasado y los escuadrones de la
se conjugan en la actividad: el contratante, indi­ muerte de hoy: los primeros fueron campesinos
viduo o grupo organizado; el empresario organi­ explícitamente seleccionados en una región del
zador del “trabajo”, y el ejecutante, último esla­ país para que, como integrantes de la policía,
bón de esta cadena de muerte32^ ocuparan y limpiaran a ciertos municipios de
sus pobladores liberales y erradicaran a las gue­
En síntesis, la modalidad moderna ha convert- rrillas34. Eran, pues, agentes estatales directos,
1(lo al sicariato en una verdadera empresa, en y cumplían una tarea que se suponía contaba
la que los diferentes actores pueden formar par­ con la legitimidad de ser oficial, aunque real­
te de mundos culturales y tener intereses com­ mente operaban a partir de los intereses concre­
pletamente disímiles. Este punto es clave para tos de un partido político, más que del Estado.
ver la diferencia entre las formas viejas y nue­
vas: en efecto, lo que en la primera podría verse Los de hoy pueden tener un origen variado: algu­
como un sistema de adhesiones y adscripciones, nos han sido creaciones de las Fuerzas Armadas
en la segunda se convierte en un mecanismo en virtud de una disposición legal que las autoriza
dotado de alguna racionalidad instrumental. La para armar civiles, pero que han adquirido una
modalidad así se fragmenta, de manera que si dinámica propia y han desbordado los propósitos
bien el fenómeno es formalmente similar, en su originales de autodefensa; otros tienden a ser pro­
Calidad cultural difiere sustancialmente. El ductos de alianzas tanto de narcos como de
contratante puede tener cualquier clase de in­ militares y terratenientes35. Algunos de ellos
tereses; el contratista es un empresario que lu- en sus versiones rurales se llaman paramili-
Cra, y el ejecutor puede ser ese adolescente par­ tares, y aunque se tienda a confundirlos con
2 Comisión, op. cit., pp. 21 y 96-97.
"3 Solazar, op. c it ; Laura R e « trepo, “La cultura de la muerte”, Sem ana, No. 408, 27 de febrero a 6 de marzo de 1990.
Guzmán, et. al. op. cit. Alguno* de ello« continuaron »u » tareas de exterminio una vez independizados de la fuerza pública. Cfr.
Ortiz, E stad o y subversión... op. cit., pp. 142 y ss.
® Garlo« Medina Gallego, A utodefensas, p aram Hitares y n arco tráfico en C olom bia, Bogotá: Editorial Documentos Periodísticos,
34 ANALISIS POLITICO No.12, ENERO A ABRIL 1991

los sicarios, su diferenciacentral estriba en que las violencias de la vida privada. Y esto es así a
responden a intereses económicos y políticos pesar de que en algunas regiones de Colombia
específicos concretados en la eliminación de di­ es posible detectar hoy la eventual presencia de
rigentes campesinos y en supuestos auxiliado­ formas violentas propias del pasado y del pre­
res de las fuerzas guerrilleras insurgentes. En sente, en una inquietante simbiosis36.
sus versiones urbanas pueden ser, como en Ca­
li, Pereira, Bucaramanga y Medellin, tanto ciu­ Razón tenía la comisión de estudios de la violen­
dadanos privados que se organizan para reali­ cia para enumerar al menos las modalidades del
zar labores de limpieza barrial, como agentes crimen organizado contra políticos y periodistas;
de la policía desaconductados que asumen para del crimen organizado contra personas privadas;
sí mismos las tareas que la institución no puede de las guerrillas contra el Estado; de grupos alza­
realizar legal y legítimamente. dos en armas contra particulares; de organismos
del Estado en ejercicio de la guarda del orden pú­
Otra forma que se proyecta al presente, aun­ blico; del Estado contra movimientos sociales de
que con distintas modalidades, es la del bole- protesta; del Estado contra minorías étnicas; de
teo. En la Violencia tenía el propósito central particulares no organizados; de particulares or­
de amedrentar y exigir la evacuación de luga­ ganizados; de las vidas privadas37.
res y regiones a los indeseables. Hoy día, si
bien este mecanismo continúa, existe también IV . A M O D O D E S IN T E S IS
como fórmula de obtención de recursos.Yya no Y C O N C L U S IO N E S
se trata simplemente del campesino advertido
mediante una hoja de fique: ahora hablamos En síntesis: se ha tratado de mostrar cómo entre
de los mensajes enviados a las grandes multi­ la Violencia de los años cincuenta y las violen­
nacionales petroleras. Pero no sólo los montos cias contemporáneas hay líneas de continuidad
producen las diferencias: los actores se han y discontinuidad, pero que tratarlas a partir de
diversificado, y no sólo las guerrillas acuden a categorías descriptivas y no analíticas no enri­
la práctica: se ha mostrado cómo en múltiples quece la perspectiva, la cual debe partir de con­
circunstancias ajenas a la confrontación polí­ siderarlas no como algo meta-social sino como
tica central se recurre a la utilización de se­ un componente de relaciones sociales históricas
cuestrados y rehenes con fines de enviar men­ concretas; que la peculiaridad de algunas de
sajes o de iniciar negociaciones. ellas reside en su índole coyuntural, como parte
integral de situaciones cuyas especificidades es
Otros componentes de los escenarios, en cambio, posible dilucidar. Ello significa reconocer que
presentan diferencias evidentes con las modali­ las relaciones sociales violentas crean sus espa­
dades de ayer. Las escopetas de fisto, las cule­ cios de expresión y sus propias formas cultura­
brinas artesanales y los machetes son comple­ les de desplegarse. Es decir, que esas violencias
tamente obsoletos frente a las Mini-Ingram, se asocian a conjuntos de acción social clara­
Mini - U zi y otras ultramodernas armas de re­ mente identificables, en los que la precariedad
petición que acompañan a los carros-bomba y de prácticas civilizatorias y modernizantes que
otras herramientas de violencia, señalando así reduzcan el ámbito del privilegio obtenido a
un cambio radical que remite a una nueva ex­ partir de la fuerza y el poder sin control, permitan
presión económica, política y socio-cultural. el despliegue de un proceso real de democratización
que abarque no sólo al terreno institucional estatal,
Insistamos, pues, en que hay algunos fenómenos sino al conjunto de la vida social en nuestro país.
cuyas formas tienden a reproducirse hoy, pero que
esto no autoriza a exagerar la idea de la continui­ De la identificación de la naturaleza de las re­
dad. De hecho, ningún investigador del fenómeno laciones violentas y de los mecanismos que las
actual aceptaría la caracterización como comuni­ estimulan y permiten su expresión institucio­
taria para incluir la violencia guerrillera, el narco- nalizada se deducen muchas de las tareas de
terrorismo, el paramilitarismo, las autodefensas, los demócratas de hoy y de mañana.
36 José Joaquín Bayona, “Continuidades y discontinuidades de la violencia en Colombia: el caso de Tnyillo”, ponencia presentada al
III Simposio Nacional sobre la Violencia en Colombia, Chiquinquirá, 1990.
37 Comisión, op. cit^ pp. 19-21.

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