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EL MUNDO ROMANO
Como señalábamos en el capítulo anterior, las distintas partes del mundo helenístico termina-
ron en manos de los romanos. ¿Pero quiénes fueron estos legionarios romanos que llegaron a
sus territorios? ¿ De dónde provenían* ¿Cuál era su pasado? ¿Cdmo habían logrado llegar
hasta allí? Éstos eran los interrogantes que se hacían los cultos helenos —como Polibio-, y es la
misma pregunta que seguimos haciéndonos hoy.
La fundación de Roma
Según una conocida leyenda, Roma fue fundada por dos gemelos: Rómulo y Remo,
descendien- tes lejanos del héroe troyano Eneas, en el año 753 a. C. (ver documento i). Pero,
las investigaciones
realizadas en las últimas décadas nos permiten comprobar que surgió
progresivamente por la forma- ción y unión de pequeñas aldeas defensiyas (de origen latino)
destinadas a contener el avance de los etruscos hacia el sur. La conformación definitiva de la
ciudad fue el resultado de un lento proceso de iritegración de aldeas que comenzó con los
primeros asentamientos de la Roma quadrata y continuó con el agrupamiento de los poblados
de las siete colinas en torno a una liga conocida como el
Septimontium.
Durante los siglos VII y VI a. C., los etruscos se expandieron hacia Cumas, en el sur, y
ocupa- ron la estratégica región, que se destacaba por ser la vía de salida de la sal,
convirtiéndola en una urbs (ciudad). 5u influencia se evidenció en la aceptación de la tríada de
dioses y la asimilación de elementos de uso sencillos como la toga palmada y la silla cunil,
símbolos del poderde los magistra- dos
‘ romanos. Se les debe “la aparición d'el nombre de Roma.
Escaneado con CamScanner
Roma es la ciudad del Rumon; es decir, del río. El segundo liecho es que los reyes etniscos
fueron los edificadores de la ciudad: ellos deseca-
n y
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fortificación, medir un terreno o tender un sistema de drenaje. Puede vivir en el O P°°que exp
ca
lo que 1ia heclio toda su vida. El soldado también sabe de ese elemento imprevisto Cilp3Z
de nar el mejor de los planes; tiene conciencia de fuerzas invisibles y atribuye ‘suerte’ a
un ge torioso a quien algúli poder —el destino o la fortuna— utiliza como instrumento. Es
leal con
nas, los lugares y los amigos. Si asume una actitud política violenta será con el fin de CORse
cuando las guerras termüien, tierra para labrar y una casa donde vivir, y con una mayo
lealiad ar
recompense a1 general que defiende su casa. Ha visto muchos hombres y muchos
lugares,
debida cautela imitarú Io que le parezca útil; pero para é1 su hogar y sus campos nativos
form t • ¡ rincòn mls risuefio de la Tierra’ y no deseará verlos cambiar 0. No casualmente
Mane era a la v„ dios de los campos y de los soldados.
— Curiados. formados por los descendientes de las primitivas treinta curìas que nucleaban
a las trescientas gens originarias. A ellos correspondía el dictado de la lex Curiata de
imperil que, tras las elecciones, confería legitimidad a los elegidos.
— Centuriados: organizados según la división en seis “clases” {ordo, órdenes) que
conforma- ba el censo quinquenal. Elegían a los magistrados superiores y
promulgaban las leyes de éstos {edictos) y las disposicioiies del Senado (Senates
Consulturii).
— Trìbutos: surgidos a partir del acuerdo entre patricios y plebeyos; con el tiempo
asurnieron la mayoría de las funciones legislativas que ejercían los Centuriados.
Como afirmaba el historiador griego Polihio —autor de una historia dc Roma e$¡g
Historia universal— los rowaiios eran campesinos en ariníls QUe IuChfiban en defcpls 1 dc
sus dioses y sus tierras. Los canagitieses, en cambio, eran una tropa mercenari o
que jefes tan sólo por el botín.
Después de la derrota romana en la batalla de Comes (21G a. C.) aún hoy estudi di
obt» „¡
„ resonante victoria en Zaiua (202 a. C.), hiriendo de muerte el poder cartaginés. La obra
fuc COhç|y¡.
da en el 146 a. C., por el cónsul Paulo Escipidii Eitiilirmo, quien destruyó la ciudad de Kanhti ,
hasta sus cimientos.
Terminado el peligro cartaginés, el Senado romano decidió saldar cuentas con el rey
Filtro y de Macedonia, el gran aliado del caudillo cartaginés Jfaitoil›a/. Las batallas de
Cinoscéfalos (197 t C.) y Pydna (168 a. C.) fueron rotundas victorias que acabaron con la
“libertad” de las poleis gricgt y permitieron a Roma crear la provincia de Grecia, modelo de
administracidn y romanizació n de lot territorios ocupados.
Al finalizar las guerras fue necesario organizar adecuadamente el gobierno de los territorios
ocupados, convertidos en provincias Qro-vinci = para vencedores), y la eficiente (y pragmática)
eli- te dirigente romana fue expandiendo Roma urhe et orbi (ciudad y mundo poblado antes
ecúmene), al estructurar de hecho (como en el caso helenístico) un conjunto de ciudades
organizadas según el modelo implementado por la ciudad capital (cabecera).
A partir de la conquista de gran parte del espacio mediterráneo, la política de los romanos
para con las zonas conquistadas (provincias) determind la designación de pro-cónsules
(gobernadores) y la presencia de legiones romanas para velar por la seguridad de los colonos (ex
legionarios retirados) y los funcionarios romanos establecidos en las provincias. “Para Roma
la‘solucidn más fácil de este problema (integrar los pueblos vencidos) consistía en aceptar las cosas
como estaban, sin hacer nin- gtin cambio; por eso se consideró que esos países se hallaban
todavía sujetos a la ley militar y se enviaban anualmente allí magistrados militares. Desde este
punto de vista, el territorio era, de acuer- do con la ley pública romana, la ‘provincia’ o ‘esfera
de actividad’ del magistrado romano, cuyos edictos definían la relación de los habitantes con el
poder central de Roma. Esta tomó, simplemente, el lugar de Cartago: el gobernador y el ejército
eran romanos, mientras los nativos cultivaban sus tierras’ y criaban sus ganados, pagando
una parte de sus beneficios al poder soberano, representado por el pretor y su ayudante
financiero, el cuestor”’5
Una de las razones más importantes de la eficacia del sistema consistió en que “la administra-
ción provincial romana era supervisora; la principal tarea de los procónsules y legados era
mantener la paz expulsando a los enemigos extranjeros y apaciguando los mayores
tumultos...El gobernador romano y sus satélites eran seres remotos en quienes el provinciano
corriente, en todos los niveles de la sociedad, apenas tenía necesidad de ponerse en contacto.
Mientras pagara los impuestos y no co- metiera ningún delito, el miembro común de una tribu,
campesin o o persona de recursos, sólo estaba sometido a la autoridad inmediata de su
comunidad local, organizada de acuerdo con tradiciones
étnicas y culturales 6g
Recordemos que el hombre romano era “fundador de ciudades” y, como señaláramos en
otro oportunidad “se asomó más allá de las siete colinas...con especial paciencia -la del
agricultor qo‹ sabe aguardar la hora de la cosecha— y con particular denuedo —el del que
sabe que la labor obticn* su victoria sobre todo con el sudor del rostro- irá plantando la semilla
de la Romanitas. Fundará nuevas ciudades, conservará aquellas que merecen ser conservadas y
eliminará aquellas qiie se opongan 'i
7
espíritu ’ .
" Garnsey, Peter - Saller, Richard, Economía, sociedad y cultura, Barcelona, Cn’tica, 1991, p. 227.
" Balsdon, J.P.V.D., Los romanos, Madrid, Gredos, 1966. p. 209.
0
Gamsey, P.— Saller, R., op. cit., p. 225.
" Idem., p.209.
22Reynold,Gonzague de, op.cit., t. IV. p. 43.
H
23 oracio, Epísiola II.
$JriHal, P›glTe, El helenismo y el auge de Roma, Madrid, SiglO XXI, 1972.
Fini ey, Moshe, Los grieBos en la antig“uedad, Barcelona, Labor, 1973, p. 189.
26
B arr w, R., op. cit., p. 69.
60 l'LOItENCIO I IUBEIÑ ÁK
A piirtir dcl triiint’o de lii JC•* C“l1ÍStÍÜiÍ “la roiitoiiizacióii fue equivalente a Jie leiliza ción'’i7
posici6n Como bien seíiiilii cl liisttr‘i.idoi‘ fi’• iic*s
Pil111 Vcyne: “La Roma republican a, ese
pueblo que hab: telÂido lii cultiirii de otro
piicblo, Grcciii, no había sentido que esta
cultura fuera extranjera, sino qq
incluso la
sentfail coirlo civilizaci6n s '* in.ís,
.Asimismo, en el Imperio e incluso fuera de
sus fro3te- ras, la civilizilcidn greco-
i‘oillilllil C•‘ril lil civilizacidn misma; uno no
se romanizaba o se helenizas ,
sino qiie se civiliziiba”"".
Este proceso espíritu romano (que
de
inciilttiración generara una única CO
griega Gn * SmovisióTt)
fue denonúnudo por los roiiianos /iiooaiiiin.‹,
y el pensador Marco Tulio Cicerón fue uno
de sus m ¡. mos exponentes.’La carta a su
hermano gobernador es una clara
demostración de estos valores. 'v1 deber de
un jefe —le dice—, es hacer que los que
gobiernan sean tan felices como puedan:
debe o - trarse lleno de /nininiiifos y no
ser altanero ni cruel; con m5s razón si
se tiene en cuenta que no está gobernando un
pueblo bárbaro e inhumano, sino a unos
griegos; que su humanidad les devuelva la
humanitas o civilización de la cual ellos
fueron los pioneros y que todos le deben. ¿El
nuevo gOber- nador no dedicó los años de su
juventud al estudio de la humanitas o la
cultura? Su provincia vivirá en concordia si
en cada ciudad la clase más elevada, la de
los optimates, detenla el poder (Cicerón.
Q. Fr. I, 1, 24-5,27-6 29. No es muy distinto el
retrato de gobernador que hace un siglo después
Tácito en la biografía de su suegro (ver
documento 6).
Obviamente estos valores
“helenizados” fueron la base educativa
solamente de una elite, pero ésta marcó la
cultura occidental, y como seíiala Barrow
“...hay que recordar que los romanos se en-
contraron frente a la tarea de diseminar los
conocimientos existentes, más bien que a la
de ampliar- los. habían emprendido la obra
de civilizar el Occidente, y, para los pueblos
que estaban educando, esos conocimientos
eran suficientes, y más que suficientes, a
medida que estos pueblos se mezcla- ban
más y más con los bárbaros que penetraban
en las provincias occidentales ”°0.
La crisis de la Repúbl Á
La expansión produjo el
enriquecimiento de un nuevo orden social: los
equites (caballeros) que se dedicaron al gran
comercio mediterráneo, como también la
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ruina de los pequeños y enemigos. “Hasta entonces, la política
medianos agri- cultores, que doméstica de Roma había sido llevada de
perdieron sus campos, tras sus m€;dO COfi8” titucional durante unos 230
largos servicios en las filas de las años: la sangre de Tiberio (Graco) fire la
legiones militares ro- manas. primera vestida en la arena W lítica romana en
Ello provocó la despoblación de este período de casi un cuarto de milenio. Este
los campos y los campesinos asesinato de un funcionario públjfo
fueron reemplazados por mano
de obra esclava, más barata. Los 2* Toynbee, A., op. cit., p. 225.
desocupados emigraron a Roma 2* VqJne, Paul, “Humanitas, los
romanos y los
en búsqueda de las raciones de
trigo que le permitieron mitigar demás”, en: Giardina, Andrea, El hombre romano,
el hambre. Así lo describía Mádfi
Varrón: “No hay apenas un 1991. . 418.
Veyne, P., op. cit. p. 416.
padre de fa- milia que, dejando arrow, R., op. cit., p. 141.
la hoz y el arado, no se dedique a
agitar las manos aplaudiendo en
el teatro y en el circo, aquellas
manos que en otro tiempo
estaban ocupadas en los campos
y en las vifias”.
De este modo, en medio de
las consecuencias de las
guerras, aparecía la “cuestión
social vin- culada a un
proletariado parásito que recorría
las calles de Roma en busca de
diversión y sustento. Había que
alimentarlo y divertirlo, a la vez
que se descubría que era bueno
para las elecciones. Ésta fue la
mentada Roma del “pan y circo”
que, a su vez, produjo la
corrupción y decadencia de las
elites dirigentes (ver documento
7).
Hubo algunos intentos de
solucionar esta problemática,
fundamentalmente a través de
una serie de medidas políticas y
econdmicas, como la reforma
institucional tendiente a una
mayor participa- ción “popular”
y la agraria destinada a
recuperar aquellas “manos que
aplaudían en el teatro” para*
trabajo productivo, intentando
reconstruir el campesinado
medio.
Los hermanos Tiberio y
Cayo Graco fueron los más
destacados entre quienes
pretendieron Al- canzar dicho fin.
Las presiones de ambos en torno
al reparto de tierras chocaron con
una fuerte o sición “senatorial”,
que culminó con la muerte de
Tiberio (133 a. C.) y de Cayo
(121 a. C.), a m¡)1l0S de sus
Escaneado con CamScanner
HISTORIA WTECRAL DE OCCIDENTE
roinaflO 0£ lniembros del cuerpo gobernante del EStado, condenó al organismo político de Roma a
en siglo de revolución crónica y de guerra civil intermitent e”* .
La imposibilidad de terminar con las Juchas sociales llevó a las guerras civiles, cuando la
fuer-
a militar fue empleada a favor de las pares en que se dividía la elite romana.
En una primera ocasión se enfrentaron el Cuyo Áfario con el “aristocrático” Lucio
“populista
C telio Sila (100 a. C. — 78 a. C.). Mario había logrado —para detener la presión germana- una re-
forma militar que le permitía contrarrestar la merma de efectivos militares (tras la ruina de los cam-
pesinos) con una leva voluntaria de libertos y propietarios que pelearían por el botín que
obtuviera su comandante en cada guerra exterior. Esta medida sepultó la tradicional
mentalidad del “soldado- agricultor”. Sila, CR Cambio, Combatió por restaurar las antiguas
prerrogativas del Senado en desme- dro de las conquistas de la plebe, implementan do como
mecanismo de solución una dictadura perpe- tua, que logró le fuera concedida.
Más tarde una nueva lucha enfrentó a Cneo Pompe yo con Cayo Julio César (78 a. C. — 44 a.
C.). Pompeyo, nuevo del “orden senatorial” buscó, en medio de las intrigas de la época, rescatar
los antiguos valores republicanos y una renovación que acercara a los rómanos a
soluciones de tipo personalista, de claro origen helenístico. Entretanto, Marco Tulio Cicerón, el
ya citado teórico polí- tico, predicaba en sus escritos públicos de aquellos años (como la
República, las Le yes, y los discur- sos Pro Marcelo o las Catilinarias) la necesidad de una
concordia ordinum (armonía de los órdenes ecuestre y senatorial) con el fin de alcanzar la
tan ansiada estabilidad social. (ver documento 8) y un poder consular que anticipaba el
Principado de Augusto.
Alrededor del año 60 a. C. los tres políticos más encumbrados de cada uno de los
“órdenes” firmaron un acuerdo para garantizar la gobernabilidad de la República, conocido
como el “primer triunvirato” . Pompeyo (del orden senatorial), ra del orden ecues“tre)
tas”), logrado a concordia, por vía de un acuerdo, en el cual se asignaron y campa-
ñas militares que les permitieran el encuóibramiento político. De este modo Julio César logró
con- quistar las Galias (59 a. C. — 49 a. C.) y un contingente militar que le fuera adicto
para la toma del poder en Roma. Su labor allí fue narrada por él mismo en su célebre
Comentarios de la guerra de las Galias.
El historiador alemán Jules Koch destaca la importancia de este acontecimiento en estos térmi-
nos: “Nunca fue romanizado tan rápidamente un país (incorporando un territorio dos veces
mayor que la propia península itálica)... En la historia universal la adquisición de las Galias
resistió impor- tancia singular por constituir un dique que impedía la invasión del Imperio
romano por los germanos, capaces entonces de derribar de un golpe la cuidara clásica romana,
pero no de asimilarla ”*2.
Cuando en el año 49 a. C. el Senado designó a Pompeyo “cónsul sin colega”, para defender
sus ideales —e intereses— republicanos, César reacciónó “cruzando” el río Rubicón y ocupando
Roma por la ftierza militar. Ya en el poder intentó imponer su solución a la crisis: a mo ar í
hel t ca. Cinco
años después, con motivo de su intento de proclamación como rex, un grupo de repucados
liderados por Casio y Bruto, lo asesinaron los idus de marzo (15 de marzo del 44 a. C.), a los pies
de la estatua de Pompeyo, en el Senado romano.
La última “guerra civil” enfrentó a Marco Antonio —jefe de la caballería de César— con Cayo
Julio César Octaviano. Ambos representaban mentalidades diferentes. Marco Antonio planeaba
co- ronarse rey (particularmente luego de su relación con Cleopatra VII, reina de Egipto);
Octaviano, en Cambio, buscaba afirmar una estructura política que le permitiera dominar
Roma, pero a partir del resguardo de los valores y tradiciones ancestrales de los
romanos.
creencias, los valores y las costum- titës“griègas ípai‹Ieíaj como parte de la Romanitas.
Este culto a la Roma eterna, símbolizado en la persona del mandatario de turno, culminó
con la
apotheosis de Augusto; celebrado en vida como el restaurador de la grandeza romana. De él
dijo
Virgilio. “Éste es el horrible, éste es el siempre prometido Augusto, el vãstago celestial,
tiempo final”**. Õe este modo “ ...volvid por tanto a encontrar su pasado,
fundador del
actualizänd olo y por deté- lo asi, abriéndolo hacia el siglo de la esperanza qoe prometían los
orãculos, que let especulación etniso consideraba anunciado por el cometa del aíio 44 y que
instauraban oflc ialmente los Juegos Secular
Para propagar esta labor político-cultural Augusto se roded de
una serie de poetas scritores
rimera lfnea, los cualeg, nucleados por su ainigo MTcenas, co laboraron y e
grandezaJ en cantar las
Cuadro sintético-cronológico
Roma
Rn-Pubíca
Cannas (216 a.
guerras púnicas conquista reinos helenísticos
C.) Zama (202 a.
C.)
Principado —Augusto (31 a. C./14) (Actium — 31 a. C.) — pax augustea (siglo de oro)