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EXCLUSIÓN SOCIAL

Definición (Albornoz)
Causas (Albornoz)
Distintas modalidades de exclusión social (Celis)
Factores (Celis)
Características (Huancanca)
Tipos de exclusión (Huancanca)
Exclusión social en el Perú (Mendez)
Casos de exclusión en el Perú (Mendez)
Datos sobre la exclusión en el Perú (Oncoy)
Políticas contra la exclusión (Oncoy)
Consecuencias (Príncipe)
Remedios (Principe)
La exclusión social es la falta de participación de segmentos de la población en la vida
cultural, económica y social de sus respectivas sociedades debido a la carencia de los
derechos, recursos y capacidades básicas (acceso a la legalidad, al mercado laboral, a la
educación, a las tecnologías de la información, a los sistemas de salud y protección social)
factores que hacen posible una participación social plena.

Consecuencias
Al no tomar en cuenta a todos los individuos como ciudadanos igual de valiosos, puede
ocurrir consecuencias negativas ya que estas van ocasionar rupturas en el tejido social
que desandan los caminos para la integración

Dentro de las distintas dimensiones que abarca este fenómeno encontramos las
siguientes consecuencias principales:

Carencia económica

Los ingresos no son directamente proporcionales al contexto de la economía.

No existe estabilidad laboral.

No hay acceso a los recursos.

Abstención social

-Se rompen los vínculos familiares y sociales que sustentan el capital social y
estructuran la solidaridad comunitaria.
Se produce una modificación de las conductas sociales.

Hay limitación de la socialización producto de la falta de dinero.

Empeora la salud por no haber acceso a los sistemas médicos.

Privación política

Se evidencia una carencia de poder.

-Hay incapacidad para tomar decisiones sobre aspectos que afectan directamente a los
individuos excluidos.

-Se genera exclusión en el ámbito de los temas políticos (esto disminuye de acuerdo con
el estatus socioeconómico).

Conflictos sociales

Los conflictos sociales surgen como una consecuencia de la ruptura del vínculo social,
ocasionada por un fenómeno multidimensional que amenaza la cohesión colectiva al
impactar de manera negativa sobre los aspectos emocionales y cognitivos del individuo.

Por esto las personas que se sienten rechazadas experimentan emociones negativas
como la rabia, la tristeza y el miedo. A raíz de esto se generan conductas agresivas que,
a su vez, producen otras reacciones como respuesta hasta ocasionar un estado de caos
social que afecta el equilibrio entre el individuo y su entorno.

De tal manera que el efecto de la exclusión social es de carácter multidimensional


porque afecta los entornos y relaciones del individuo al punto de neutralizar su
capacidad de desarrollo humano, lo que en el tiempo se traduce como un estancamiento
en la evolución de las sociedades.

Remedios para luchar contra la exclusión social severa

1. Apostar por la activación, desde una concepción multidimensional de


la inclusión.
Que se debe promover estructuras sociales que tengan la necesidad de adaptar esas
estructuras con las características de todas las personas, reconociendo y valorando su
diversidad, en el ámbito de la inclusión es también necesario desarrollar modelos
promuevan la modificación de las estructuras sociales que generan igualdad e equidad.
Artículo 7: Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a
igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra
toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal
discriminación.
Tanto en el entorno laboral, el educacional, el social y la vivienda, las políticas
generales y las ciudadanía deben practicar actitudes inclusivas.
2. Derecho a una intervención de calidad.

Promover un modelo inclusivo de atención a las personas en situación de exclusión


social debe tender a asumir que la percepción de apoyos para la inclusión constituye
un derecho de las personas en situación de exclusión social. De ello se deriva que la
provisión de esos apoyos –bien directamente, bien mediante entidades concertadas−
constituye una responsabilidad de las administraciones públicas, están orientados a
superar los obstáculos que impiden avanzar en el desarrollo humano y en la mejorar de
la calidad de vida de la ciudadanía.

3. Reconocimiento y respeto de los derechos.


El diseño de los programas y las intervenciones debe estar enmarcado en el
reconocimiento de sus derechos básicos y fundamentales (a la igualdad, a la no
discriminación, etc.) o de los derechos que el sistema de protección social les reconoce
(a una prestación de garantía de ingresos o a unos servicios de apoyo para la inclusión
social y laboral), las personas, en tanto que tales, deben poder también ejercer en la
práctica el derecho a la dignidad, la privacidad y la intimidad, la autodeterminación y la
autonomía, la capacidad de elección, o la satisfacción y la realización personal.

5. Perspectiva de género.

La búsqueda de una igualdad real entre mujeres y hombres exige que las medidas y
actuaciones diseñadas para la inclusión social que haga hincapié en los diferentes
contextos vitales que hombres y mujeres tienen por el simple hecho de serlo. Ello obliga
a adaptar los servicios a elementos tales como la posible presencia de responsabilidades
familiares, el mayor impacto de los aspectos relacionales en los procesos de exclusión
de las mujeres o la relación entre género, exclusión social y salud mental.

El sufragio femenino en el Perú se consiguió el 7 de septiembre de 1955 durante


el gobierno de Manuel A. Odría, quien promulgó la Ley N° 12391 que permitía a las
mujeres mayores de edad y alfabetizadas tengan el derecho a elegir y ser elegidas,

Coordinación interinstitucional y
continuidad de la atención.
Un modelo innovador y de calidad en el ámbito de la inclusión social debe
articularse de forma que se garantice la continuidad de la atención y la
coordinación de todos los agentes que intervienen, desde distintos ámbitos,
con un mismo caso, a partir de un modelo de coordinación centrada en la
persona.

10. Participación, ciudadanía activa y coproducción.


Cualquier modelo eficaz de trabajo en el ámbito de la inclusión social debe basarse en
la participación de las personas, tanto en la definición de su proceso de
inclusión, como en la gestión de los centros y recursos en los que participan. En
ese sentido, no cabe duda de que implicación personal y participación social
son mecanismos interrelacionados cuyo efecto mejora las posibilidades de
autonomía personal e integración relacional.
El reto se centra en la búsqueda de herramientas que permitan empoderar a las
personas en situación de exclusión social, capacitarlas, para generar y utilizar
conocimientos de manera activa y eficaz de forma que puedan superar la barrera que les
impide participar activamente en la sociedad, tomar el control de sus propias vidas y, en
definitiva, convertirse en ciudadanos y ciudadanas autónomas.

6. Desinstitucionalización, vivienda con apoyo y atención en la comunidad.

En el ámbito de la atención a los menores, las personas mayores o las personas con


discapacidad, se ha aceptado la necesidad de que los servicios de alojamiento no se
presten en centros residenciales de carácter institucional y de gran tamaño, sino en
unidades de convivencia, viviendas tuteladas o con apoyo, y otros recursos residenciales
ubicados en entornos comunitarios.
En el ámbito de la exclusión es todavía frecuente sin embargo el recurso a
equipamientos aislados, institucionales y/o de gran tamaño, en los que el abordaje
individualizado de la intervención, así como la autodeterminación y el control por parte
de las personas usuarias resulta sumamente difícil, frente a la preponderancia de las
necesidades organizativas. Un modelo de calidad debe por tanto basarse en la provisión
de servicios de alojamiento en viviendas ordinarias, integradas en la comunidad,
desde las que se puede prestar a las personas atendidas los apoyos necesarios.
La apuesta por un modelo comunitario de atención exige también basar
las intervenciones en el aprovechamiento de los recursos comunitarios –comerciales,
culturales, de ocio, etc.− de la zona en la que esas viviendas están ubicadas. Este
enfoque exige también apostar por la búsqueda de alternativas de integración
laboral en el mercado ordinario de empleo –con los apoyos necesarios y de
forma más o menos gradual−, en detrimento de las fórmulas de empleo especial o
protegido.

7. Reducción de daños y servicios de baja exigencia.


En el ámbito de la salud pública se ha aceptado el paradigma de la reducción de daños,
renunciando a una concepción lineal de los procesos de inclusión. Asumir este
paradigma  en el ámbito de las políticas de inclusión tiene dos consecuencias:
desarrollar programas y equipamientos orientados fundamentalmente a evitar un
mayor deterioro de las personas en situación de exclusión, aplicando criterios de
baja exigencia en el acceso y en la utilización de los mismos; y renunciar a la idea de
que toda intervención ha de ser necesariamente escalonada y lineal, y que el acceso
a soluciones residenciales independientes sólo tiene sentido como culminación de un
proceso previo de inclusión.
9. Coordinación interinstitucional y continuidad de la atención.
Un modelo innovador y de calidad en el ámbito de la inclusión social debe articularse
de forma que se garantice la continuidad de la atención y la coordinación de todos
los agentes que intervienen, desde distintos ámbitos, con un mismo caso, a partir de un
modelo de coordinación centrada en la persona.

11. Implicación de las entidades en la comunidad.


El trabajo de las entidades que prestan servicios para la inclusión social sólo puede
resultar plenamente efectivo si estas entidades están presentes en el tejido social de los
territorios en los que operan; si son capaces de participar activamente en las redes
comunitarias y de influir en el debate público sobre la exclusión y la desigualdad,
haciendo visibles las necesidades de estas personas y su derecho a recibir los apoyos
que precisan para la inclusión.
12. Práctica basada en la evidencia y evaluación continua.
Cualquier modelo eficaz de intervención en el ámbito de la exclusión social debe estar
basado en la evidencia científica y debe recurrir a intervenciones, prácticas, programas o
enfoques cuya efectividad haya sido demostrada. Para ello cabe recurrir a las
herramientas que tradicionalmente se han asociado al paradigma de la práctica basada
en la evidencia –como los diseños experimentales o las revisiones sistemáticas de
la literatura científica− sin olvidar, en cualquier caso, la necesidad de integrar en estas
investigaciones y evaluaciones la voz de todos los agentes (incluyendo profesionales y
usuarios).

4. Individualización, autodeterminación y control.

Uno de los retos fundamentales de un modelo innovador y de calidad en el ámbito de la


inclusión social radica en cómo promover la autodeterminación de las personas y su
control en relación a los servicios que se les prestan, en la línea de modelos como la
atención centrada en la persona o la vida independiente. Ello hace necesario promover
un modelo de intervención que tenga en cuenta los condicionantes estructurales de la
exclusión, y no se centre exclusivamente en los aspectos individuales de la misma,
desde una concepción meramente rehabilitadora de la intervención social.
.
El acompañamiento individualizado se configura en ese sentido como una herramienta
esencial para el desarrollo de este enfoque, en la medida en que puede combinar el
derecho a la autonomía y el control de las personas que participan en los programas con
la supervisión técnica de los procesos de inclusión por parte de los profesionales
referentes de cada caso.
8. Apoyos para la calidad de vida.
La calidad de vida –tal y como la experimentan y definen las personas atendidas−
se constituye como regla de oro de la intervención, en paralelo al objetivo de inclusión
social. Si bien es cierto que no siempre pueden aplicarse a los servicios para la inclusión
social las mismas bases conceptuales que se aplican en el ámbito de la discapacidad, el
objetivo de la calidad de vida requiere un protagonismo mayor del que hasta ahora
se le ha dado.
Por otra parte, el modelo de apoyos –estrechamente vinculado a la individualización de
la atención− implica un cambio en la forma de concebir la intervención de los
profesionales, cuya labor ha de centrarse preferentemente en la provisión de apoyos
para la mejora de la calidad de vida y para la inclusión social de las personas atendidas.

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