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Ética y moral

De la misma manera que, estando estrechamente vinculados, no se


identifican los problemas teóricos morales con los problemas prácticos, tampoco
pueden confundirse la ética y la moral. La ética no crea la moral, aunque es cierto que
toda moral efectiva supone ciertos principios, normas o reglas de conducta, no es la
ética la que en una comunidad dada, establece esos principios, o normas. La ética se
encuentra con una experiencia histórica social en el terreno de la moral, o sea, con
una serie de morales efectivas ya dadas, y partiendo de ella trata de establecer la
esencia de la moral, su origen, las condiciones objetivas y subjetivas del acto moral, la
fuente de la valoración moral, la naturaleza y función de los juicios morales, los
criterios de justificación de dichos juicios, y el principio que rige el cambio y sucesión
de diferentes sistemas morales.

La ética es la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en sociedad,


o sea, es ciencia de una forma específica de conducta humana.

En nuestra definición se subraya, en primer lugar, el carácter científico de esta


disciplina; o sea, se responde a la necesidad de un tratamiento científico de los
problemas morales, de acuerdo con este tratamiento, la ética se ocupa de un objeto
propio: el sector de la realidad humana que llamamos moral constituido –como ya
hemos señalado – por un tipo peculiar de hechos o actos humanos. Como ciencia, la
ética parte de cierto tipo de hechos tratando de descubrir sus principios generales. En
este sentido, aunque parte de datos empíricos, o sea, de la experiencia de un
comportamiento moral efectivo, no puede mantenerse al nivel de una simple
descripción o registro de ellos, sino que los trasciende con sus conceptos, hipótesis y
teorías. En cuanto conocimiento científico, la ética ha de aspirar a la racionalidad y
objetividad más plena, y a la vez  ha de proporcional conocimientos sistemáticos,
metódicos y hasta donde sea posible, verificables.

Ciertamente, este tratamiento científico de los problemas morales dista mucho todavía
de ser satisfactorio y de las dificultades para alcanzarlo siguen beneficiándose todavía
las éticas especulativas tradicionales, las cuales son de inspiración positivista.

La ética es la ciencia de la norma, es decir, de una esfera de conducta humana. No


hay que confundir la teoría de su objeto: el mundo moral, las preposiciones de la ética
deben tener el mismo rigor; coherencia y fundamentación de las proposiciones
científicas. En cambio, los principios, las normas o juicios no tienen un carácter
científico, sino que son incompatibles con los conocimientos que aportan las ciencias
naturales y sociales. Por ello, podemos afirmar que si cabe hablar de una ética
científica no puede decirse lo mismo  de la moral. No  hay una moral científica, pero si
hay –o puede haber- un conocimiento de la moral que pueda ser científico. Aquí como
en otras ciencias lo científico radica en el método, en el tratamiento del objeto y no en
el objeto mismo. De la misma manera, puede decirse que el mundo físico no es
científico.

Aunque sí lo es su tratamiento o estudio de él por la ciencia física, pero si no hay una


moral científica de por sí puede darse una moral compatible con los conocimientos
científicos acerca del hombre, de la sociedad  y, en particular: acerca de la conducta
humana y moral. Y es aquí donde la ética puede servir para fundamentar una moral,
sin ella por sí misma normativa o prescriptiva. La moral no es ciencia, sino objeto de la
ciencia, y en ese sentido es estudiada, investigada por ella. La ética no es la moral, y
por ello no puede reducirse a un conjunto de norma y prescripciones; su misión es
explicar la moral efectiva y, en este sentido, puede influir en la moral misma.

Su objeto de estudio lo constituye un tipo de acto humano; los actos conscientes y


voluntarios de los individuos que afectan a otros, determinados grupos sociales o a la
sociedad a su conjunto.

Ética y moral se relaciona, pues, en la definición antes dada, como una ciencia
específica y su objeto, una y otra palabra mantienen así una relación que no tenían
propiamente en sus orígenes etimológicos. Ciertamente, moral procede del latín mos o
mores, “costumbres” o  “costumbres” en el sentido del conjunto de normas o reglas
adquiridos por hábitos.

La moral tiene que ver así con el comportamiento adquirido, o modo de ser
conquistado por el hombre. Ética proviene del griego ethos que significa análogamente
“modo de ser” o “carácter” en cuanto forma de vida también adquirido o conquistada
por el hombre, así pues, originariamente ethos y mos, “carácter” y “costumbre” hacen
hincapié en un modo de conducta que no responde a una disciplina natural sino que
es adquirido o conquistado por habito. Y justamente, esa no es naturalidad del modo
de ser del hombre es lo que, en la antigüedad le da su dimensión moral.

Veamos, pues, que el significado etimológico de moral y de ética no nos dan el


significado actual de ambos términos, pero si nos instalan en el terreno
específicamente humano en el que se hace posible y se funda el comportamiento
moral; lo humano como lo adquirido o conquistado por el hombre sobre lo que hay en
él de pura naturaleza. El comportamiento moral sólo lo es del hombre en cuanto que
sobre su propia naturaleza crea esta segunda naturaleza de la que forma parte su
actividad moral.

Teorías éticas

Las éticas más significativas se pueden agrupar en alguno de estos tres modelos:
 Éticas teleológicas

 Éticas deontológicas

 Éticas dialógicas

 Éticas teleológicas

Los que defienden este tipo de ética sostienen que la vida humana tiene una
finalidad: por ello se llaman “teleológicas”, que quiere decir que se orientan hacia la
consecución de un fin. Y este fin es la búsqueda de la felicidad. Todo lo que
hacemos los seres humanos tiene una meta, alcanzar la felicidad, pues eso es lo
que perseguimos con todos nuestros actos. En consecuencia, la vida buena
consiste en hallar los medios adecuados para lograr ese fin, que es nuestro bien
máximo. Las normas morales se justifican entonces por su contribución al logro de
la felicidad humana: “debo seguir aquel código moral que me ayuda a alcanzar la
felicidad”.

 Éticas deontológicas

Las éticas deontológicas son éticas que fundamentan la acción moral en el deber:
es buena moralmente aquella acción que se efectúa sólo porque es un deber el
realizarla y no por otro motivo (utilidad, miedo a las consecuencias, esperanza de
un premio, placer…).

o   Los defensores de esta concepción han criticado de modo radical a las


éticas teleológicas por su carácter heterónomo:

o   « Heteronomía » significa recibir de otro la ley. Desde un punto de vista


moral con este concepto se alude a que la normas moral se recibe de una
instancia distinta de la persona misma: yo acato una norma moral que,
aunque pueda encontrarla en mí, procede de algo externo, ya sea la
sociedad con sus normas y costumbres, la religión con sus creencias y
dogmas o la propia naturaleza con sus instintos e inclinaciones. En todos
estos casos es la moral heterónoma porque su fuente no es el propio
individuo.

o   Frente a la heteronomía está la « autonomía moral »: la norma moral no sólo


la encuentro e n mí sino que además procede de mí: yo me doy a mí
mismo mi propia norma moral estableciéndola desde mi racionalidad: el
origen y fundamento de la norma moral reside en la razón (práctica). Los
defensores de la autonomía moral suponen que e l ser humano sólo
adquiere dignidad cuando se sustrae al orden natural y es capaz de
dictarse a sí mismo sus propias leyes, cuando es legislador autónomo,
cuando las normas nacen de sí mismo, cuando al obedecer, se obedece a
sí mismo.
 Éticas dialógicas

 Las éticas dialógicas sostienen que las normas morales han de ser fruto de un
acuerdo basado en el diálogo argumentativo en condiciones de igualdad entre
personas racionales y libres. Las éticas dialógicas son, por tanto, éticas de la
comunicación, del discurso, que sitúan los mandatos que constituyen el deber en
las normas que resultan del acuerdo al que hayan llegado después de haber
argumentado racionalmente cada uno de ellos en defensa de su posición.

En las éticas dialógicas el hombre moralmente bueno es aquel que se halla


dispuesto a resolver las situaciones de conflicto mediante un discurso
argumentado, un diálogo encaminado a lograr un consenso y se haya dispuesto
asimismo a comportarse como se haya decidido en ese consenso.

Valores morales y no morales

Los objetos valiosos pueden ser naturales, es decir, como los que existen en su estado
originario al margen o independientemente del trabajo humano (el aire, el agua, o una
planta silvestre) o artificiales, producidos o creados por el hombre (como las cosas útiles o
las obras de arte) Pero, de estos dos tipos de objeto no cabe decir que sean buenos desde
un punto de vista moral; los valores que encarnan o realizan son, en distinto casos, los de
la utilidad, o la belleza, a veces suele hablarse de la “bondad” de dichos objetos y, con
este motivo, se emplean expresiones como la siguiente: “esté es un buen reloj”, “el agua
que estamos bebiendo ahora es buena” “X ha escrito un buen poema” etc. Pero el uso de
“bueno” en semejantes expresiones no tiene ningún significado moral. Un “buen” es un
reloj que realiza positivamente el valor correspondiente; el de la utilidad; o sea, cumple
satisfactoriamente la necesidad humana concreta a la que sirve, Un “buen” “reloj es un
objeto útil” y algo análogo podemos decir del agua al calificarla de “buena”, con ello
queremos decir que satisface positivamente, desde el punto de vista de nuestra salud, la
necesidad orgánica que ha de satisfacer. Y un “buen” poema es aquel que, por su
estructura, por su lenguaje, cumple satisfactoriamente como objeto estético y obra de arte,
la necesidad estética humana a la que sirve.

En todos estos casaos, el vocablo “bueno” subraya el hecho de que el objetivo en


cuestión ha realizado positivamente el valor que estaba llamado a encarnar, sirviendo
adecuadamente al fin o a la necesidad humana correspondiente. En todos estos casos
también la palabra “bueno” tiene un significado axiológico positivo –con respecto al
valor “utilidad” o al valor “belleza” pero carece de significado moral alguno.

La relación entre el objeto y la necesidad humana correspondiente es una relación


intrínseca, propia en la que el primero adquiere su estatuto como objeto valioso,
integrándose de acuerdo con ella, como un objeto humano especifico. Esta relación
intrínseca con determinada necesidad humana, y no con otra, es la que determina la
calificación axiológica del bien correspondiente. Por ello, el uso del término “bueno” no
puede llevarnos a confundir lo “bueno” en sentido general, referente a cualquier valor
(“buen libro, “buena” escultura, “buen” código, “buen reloj” etc.) y lo “bueno” en sentido
estricto con un significado moral. Podemos hablar de la “bondad” de un cuchillo en cuanto
que satisface positivamente la función de cortar para la que fue producido. Pero el cuchillo
y la función correspondiente, puede estar al servicio de diferentes fines, puede ser
utilizado, por ejemplo, para realizar un acto malo desde el ángulo moral, como es el
asesinato de una persona. Desde el punto de vista de su utilidad o funcionalidad, el
cuchillo no dejará de ser “bueno” por haber servido para realizar un acto reprobable. Por el
contrario, sigue siendo “bueno” y tanto más cuanto más efectivamente haya servido al
asesino, pero esa “bondad” instrumental o funcional queda a salvo de toda calificación
moral pese haber servido de medio o instrumento  para realizar un acto  moralmente malo.
La calificación moral recae aquí sobre el acto de asesinar, al servicio del cual ha estado el
cuchillo, no es el cuchillo éticamente neutral, como lo son en general los instrumentos, las
maquinas, o la técnica en general lo que puede ser calificado desde el punto de vista
moral, sino su uso; es decir, los actos humanos de utilización al servicio de determinados
fines, intereses o necesidades.

Así pues, los objetos útiles, aunque se trate de objetos producidos por el hombre, no
encarnan valores morales, aunque puedan hallarse en una relación instrumental, con
dichos valores (como hemos visto en el ejemplo anterior del cuchillo). Por ello, dichos
objetos deben ser excluidos del reino de los objetos valiosos que pueden ser
calificados moralmente. Cuando el término “bondad” se aplica a ello (“buen” cuchillo)
debe entenderse con el significado axiológico correspondiente, no propiamente moral.

Los valores morales únicamente se dan en actos o productos humanos. Solo lo que
tiene una significación humana puede ser valorado moralmente, pero, a su vez, sólo
los actos o productos que los hombres pueden reconocer como suyos, es decir, los
realizados consciente y libremente, y con respecto a los cuales se les puede atribuir
una responsabilidad moral, En este sentido, podemos calificar moralmente la conducta
de los individuos o de grupos sociales. Las intenciones de sus actos y sus resultados y
consecuencias, las actividades de las instituciones sociales, etc. Ahora bien, un mismo
producto humano puede soportar varios valores aunque uno de ellos sea el
determinante.

Damos a continuación la tabla de valores propuesta por uno de los más destacados
filósofos  contemporáneos. Max Scheler quien considera que la superioridad de un valor se
aprehende por un acto especial de conocimiento del valor que es el “preferir”, Sin
embargo, lo que realmente constituye la jerarquía axiológica es la utilización de leyes que
son separables de los actos de preferencia, aunque denoten rasgos de las leyes del
preferir. Reduce a cinco estos criterios; durabilidad, divisibilidad, fundamentación,
satisfacción y relatividad.

A partir de estos criterios Scheler propone la siguiente tabla de valores


Valores de lo Agradable y Desagradable
Este conjunto de valores corresponde, por una parte, la función sentimental sensible (con sus
modos; el goce y el sufrimiento) y, por otra, los estados afectivos de los “sentimientos
sensoriales” el placer y el dolor sensible.

Valores vitales
Este conjunto de valores gravita sobre la antítesis “noble vulgar” corresponden a la esfera de
los valores vitales; todos los modos del sentimiento vital (salud, enfermedad, vejez, muerte,
etc.) todas las reacciones sentimentales (alergia, aflicción) y todas las reacciones instintivas
(angustia, venganza, etc.) Los valores vitales constituyen una modalidad de valor
independiente y no reducible ni a los valores de lo agradable y desagradable ni a los valores
espirituales. Se trata de un conjunto sumamente rico en valores y contravalores

Valores Espirituales
Ante estos valores deben “sacrificarse “los valores vitales, los valores espirituales se
distribuyen jerárquicamente del siguiente modo.

1. Valores de lo “bello” y de lo “feo” el reino completo de los valores estéticos.

2. Valores de lo “justo” y de “lo injusto” (que son distintos de los valores de lo “recto” y “no
recto”. Los cuales dicen referencia a una ley” son los valores éticos.

3. Valores del “puro conocimiento de la verdad” valores teóricos.

Valores de lo Santo y de lo Profano


Se manifiesta solamente en objetos, que son dados en la intención como objetos, las
reacciones específicas a esta modalidad de valores son la fe, incredulidad, la adoración y
actitudes análogas.

Para Scheler “estas modalidades de valores mantienen una jerarquía apriorística que
precede a las series de cualidades pertenecientes a aquellas modalidades, jerarquía
aplicable a los bienes de estos valores así constituidos, puesto que es aplicable a los
valores de los bienes. Los valores de lo noble y lo vulgar son una serie de valores más
alta que la serie de lo agradable y lo desagradable; los valores espirituales, a su vez,
son una serie de valores más alta que los valores vitales, y los valores de los santo
son una serie de valores más alta que los valores espirituales”.

El valor moral participa de la naturaleza y de las características propias del valor en


general, sin embargo, tiene unas notas particulares que lo definen en cuanto valor
especifico del orden moral. Vamos a fijarnos en ese carácter específico del valor
moral; sobre todo en lo que respecta a su naturaleza y a su constitutivo intrínseco.
1. Naturaleza de valor moral: la naturaleza del valor moral hay que buscarla en
primer lugar a partir de la materia en la que se sustenta, según la filosofía
aristotélica, lo moral pertenece a l orden de la acción humana; es decir, entra
dentro de la estructura dinámica del hombre, pero es necesario concretar más el
significado de esa acción y de ese orden dinámico humano.

Según Aristóteles existen tres formas de acción humana: la especulación (teoría)


el hacer (to poiein) es decir, la actividad artística y técnica en cuando producción o
transformación de objetos exteriores al hombre; y el obrar (praxis) es decir, la
acción que queda dentro del sujeto.

2. Características que definen la naturaleza especifica del valor moral: El valor


moral hacer referencia directa e inmediata a la subjetividad; pero una subjetividad
entendida como “intencionalidad” como “libertad” y como “compromiso interno”. El
valor moral tiene, como todo valor, un aspecto objetivo (la acción moral concreta y
exteriorizada) y otro aspecto subjetivo (la “buena voluntad” o la “mala voluntad” que
va inherente a la acción humana) pues bien, lo especifico del valor moral está en el
compromiso intencional del sujeto; el cual subjetiva tanto la dimensión subjetiva
como la dimensión objetiva de la acción moral. Esto quiere decir que lo formal del
valor moral viene dado por la referencia a las estructuras humanas de
subjetivización, de libertad, de intencionalidad y de responsabilidad.

Sobre el valor moral rescato los siguientes puntos importantes a saber:

 El valor moral tiene el carácter de imponerse por él mismo, sin entrar en la


discusión de la validez de una ética del “deber por el deber” tenemos que afirmar
que el valor moral tiene una justificación en sí mismo. Esta última afirmación no ha
de entenderse como si el valor moral estuviese cerrado sobre él mismo o frese el
valor único y absoluto (sería caer en la tentación del “moralismo”).

 El valor moral tiene otra característica muy especial; es la que se refiere al sentido
de relación con los otros valores, todos los órdenes de valores tienen una
interrelación, sin embargo, el valor moral hace de esa relación con los otros
valores. Se puede decir que el valor moral está presente de una manera especial
en todos los demás valores sin privarlos de su autonomía y peculiaridad.

 El valor moral es el valor que condiciona a la persona en su realización, por ser el


valor inherente a los comportamientos en que la persona se expresa en
responsabilidad (en libertad) el valor moral aparece como la razón de ser del
hombre. En ese sentido el valor moral es el más personalizante, por eso mismo es
un valor siempre constante en la vida del hombre, además, por ser el valor de la
realización personal, tiene la complejidad de ser un valor que realiza un ideal
universalmente valido, pero al mismo tiempo condicionado a la situación personal
del sujeto.
Norma moral

 La norma, es la expresión o formulación de los valores, su sentido ha de entenderse como


expresión de los valores morales, una norma de moralidad puede presentarse en forma
negativa: prohibición,  “no mentiras” o positiva “dirás siempre la verdad”.

En ambos casos se hace siempre relación a un valor que en sí mismo es mucho más rico
de lo que expresa el anunciado verbal de la norma, especialmente en su forma negativa y
sin embargo, aun el más perfecto cumplimiento de los valores morales se halla sometido a
la norma, Tal es, por ejemplo, el caso del ciudadano o del héroe que prendado de la
hermosura de la verdad prefiere morir a incurrir en la mejor deslealtad, es, pues, el valor
moral el que da la norma y el que constituye el verdadero objeto del acto moral.

Una norma moral no es una restricción arbitraria de la libertad humana, sino un


llamamiento que el objeto portador del valor dirige a la libertad para moverla a
salvaguardar y cultivar el valor, y, por tanto, preservarse a sí misma.

Una norma que no estuviera fundada sobre un valor y no estableciera un deber valioso,
estaría privada de toda fuerza moral obligatoria, aun las ordenes y preceptos que pudieran
ser distintos  de lo que son –preceptos positivos- han de implicar, como su sentido último,
la invitación a cultivar o a atender un valor.

El sentido de la norma viene dado por el valor –si no existe un valor, la norma, pierde
“sentido” decimos; carece de “valor” –pero tiene duda también por la necesidad
humana de tener que enfrentarnos con los valores, no de un modo “intuitivo” sino a
través de un modo discursivo o a través de las expresiones. Esta es la condición
humana.

Los valores y la problemática actual

Es cada vez más frecuente escuchar en nuestro medio, que en la actualidad existe una
crisis de valores, en especial de los morales, para invertir dicha situación se ha señalado la
necesidad de introducir en los planes de estudio información axiológica y fomentar desde
la niñez, valores como el respeto, la tolerancia, equidad, responsabilidad, solidaridad y
otros. No solamente para lograr un desarrollo moral individual sino al mismo tiempo para
poder construir una sociedad más racional y democrática.
Génesis de la Filosofía de los valores

Aunque la axiología como rama de la filosofía que estudia el ser del valor de forma
sistemática a independiente es bastante reciente, el interés filosófico por los valores es en
cambio muy antiguo, en efecto, ya en el periodo antropológico de la filosofía griega,
Sócrates de Atenas se propuso como meta definir valores, para lo cual desarrolló el
método Mayéutico en un intento por superar el relativismo introducido por la sofistica. De
igual manera Platón en muchos de sus diálogos, sobre todo en los de juventud se propuso
conocer la esencia de algunos valores como la amistad, belleza, piedad, deber, etc.

En las concepciones antiguas y medievales el valor es una determinación ontológica y por


ende no existe una esfera axiológica independiente de aquella, es así como los griegos
identifican el ser como algo bueno y bello, y en la Escolástica la afirmación de que el ente
además de bueno es valioso. A partir de los filósofos neokantianos como Rickert, y
Windelband, se produce una separación entre el campo ontológico y axiológico al señalar
que los valores no son entes sino cualidades valiosas. También Lotze, uno de los filósofos
del siglo XIX contribuyó a definir el ser del valor como valer.

Los valores pueden presentarse de dos formas:

 Esencias abstraídas: de los seres, por ejemplo: cuando hablamos de justicia o de


belleza.

 Cualidades axiológicas: por ejemplo, el acto justo de Pedro o la belleza del


cuadro.

Cuando muchos valores se encarnan en la realidad a través de la acción humana, los


entes en los cuales se depositan, se denominan, portadores de valores y adquieren la
categoría de bienes.

Los valores se caracterizan por tres aspectos: exigencia de realización, polaridad y


jerarquía.
Los criterios para determinar cuándo un valor es más elevado que otro según Marx
Scheler, son los siguientes: producen más satisfacción, son más duraderos, son menos
divisibles y menos relativos.

Uno  de los debates axiológicos más importantes se ha dado entre los partidarios de la
subjetividad del valor, y los del objetivismo axiológico. Los primeros tales como Meinong,
señalan que los seres humanos son los que atribuyen valor a las cosas que les agradan o
que desean, por tal motivo reafirman la tesis protagórica del “Homo mensura” y consideran
que lo que es valioso para algunos, bien puede ser lo contrario para otros. En la época
actual, esta tendencia subjetivista y relativista se percibe cuando se otorga primacía a la
valoración de la pluralidad cultural frente a la unidad supra cultural, a la valoración
personal frente a la colectiva y cuando atendemos más a los cambios históricos que a la
continuidad de ciertos valores.

Ahora bien, el subjetivismo extremo en el fondo es una forma larvada de escepticismo y


como tal es posible contradecirlo en la vida práctica, pues cuando nos proponemos metas
nos orientamos por ideales que consideramos valiosos, muchos de los cuales
reconocemos que “valen” intersubjetivamente.

La objetividad del valor por su parte, ha sido defendida por filósofos como Scheler, él
consideró que existen “auténticas y verdaderas cualidades de valor que representan un
dominio propio de objetos, los cuales tienen sus particulares relaciones y conexiones
independientemente de las modificaciones y el movimiento que ese mundo de bienes
presenta a través de la historia”.  (Scheler, 1982).

Analizando más pormenorizadamente lo anterior, es conveniente diferenciar que una cosa


es la esencia del valor que como tal es objetiva y otra cuando nos referimos a los
portadores o bienes en lo que los valores se encarnan, los cuales pueden ser objetos de
distintas preferencias.

En estos últimos casos se pueden presentar diversos juicios axiológicos por una serie de
motivos, uno de ellos radica en que como existen diversos grados de realización
axiológica, sucede por ejemplo que no discutimos sobre la justicia en sí, sino si un acto de
tal persona fue justo en mayor o menor medida, otro aspecto señalado por Scheler,
consiste en que no todas las personas poseen la misma sensibilidad y capacidad para
captar un valor, y más aún también puede suceder que algunos de ellos padezcan ceguera
axiológica, lo que les impide apreciar determinados valores, por ejemplo, es bien sabido
que para poder apreciar y valorar una sinfonía o una estatua famosa, hay que tener una
cierta sensibilidad y familiaridad con el arte en sus diversas formas, además de tener una
amplia formación en el campo de la estética. Añadamos que un nuevo motivo de
diferenciación en nuestros juicios axiológicos tiene como causa, el que, como el ser
humano está siempre proyectando fines si estos son para él valiosos, los medios para
conseguirlos los pueden considerar poseedores de valor aunque en sí no los tengan.
Finalmente cabe señalar, que las valoraciones personales en gran medida están
condicionadas a la preeminencia que en determinadas épocas históricas tienen algunos
valores en relación a otros. De ahí que en algunas se hayan preferido los religiosos, en
otras los estéticos, y en los tiempos actuales los económicos.

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