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El hombre político

Desarrollo económico y democracia


La democracia en una sociedad compleja puede definirse como un sistema político que
suministra oportunidades constitucionales regulares para el cambio de los dirigentes
gobernantes, y un mecanismo social que permite a la mayor parte posible de la población
influir sobre las decisiones más importantes.

Esta definición Schumpeteriana y Weberiana implica un número de condiciones


específicas:

 Una “fórmula política” o cuerpo de creencias que especifican que instituciones


(partidos políticos, prensa libre), son legítimas (aceptadas por todos como
adecuadas)
 Un conjunto de líderes políticos en funciones
 Uno o más conjuntos de líderes reconocidos que intentan obtener cargos

La necesidad de estas condiciones es clara. Primero, si un sistema político no está


caracterizado por un sistema de valores que permita el “juego” pacífico del poder, la
democracia se vuelve caótica. Segundo, si el resultado del juego político no consiste en la
recompensa periódica de la autoridad efectiva concedida a un grupo, resultará más bien un
gobierno inestable que una democracia. Tercero, si las condiciones para la perpetuación de
una oposición efectiva no existen, la autoridad de los dirigentes que están en el poder
aumentará firmemente y la influencia popular sobre su plan de acción se reducirá al
máximo.

Puesto que la mayoría de los países que carecen de una tradición perdurable de democracia
política se encuentran en las regiones subdesarrolladas del mundo, Weber podría haber
acertado en su afirmación de que la democracia moderna solo puede manifestarse en caso
de industrialización capitalista. Sin embargo, no debería ser anticipada una correlación
elevada entre cosas tales como los ingresos, la instrucción y la religión, y por otro lado la
democracia, debido a que en la medida que el subsistema político de la sociedad opera
autónomamente, una forma política puede persistir bajo condiciones totalmente adversas al
surgimiento de tal forma. O una forma política puede desarrollarse a causa de factores
históricos singulares (crisis de legitimidad en Alemania, a pesar de la industrialización, lo
cual evitó la democracia).

Los acontecimientos históricos claves pueden dar cuenta ya sea de la persistencia o del
fracaso de la democracia, en cualquier sociedad particular, mediante el desencadenamiento
de un proceso que aumente la probabilidad de que en el próximo punto crítico de la historia
del país, la democracia ganará nuevamente.

Una vez establecido, el sistema democrático crea instituciones para asegurar su existencia
continua. De este modo, una democracia prematura que sobreviva, lo hará debido al
facilitamiento del desarrollo del desarrollo de otras condiciones que dan origen a la
democracia (alfabetización universal u organizaciones privadas autónomas, por ejemplo).

Quizá la generalización más común que enlaza los sistemas políticos con otros aspectos de
la sociedad consistió en que la democracia se relaciona con el estado del desarrollo
económico. Cuanto más próspera sea una nación, mayores serán las posibilidades de que
mantendrá una democracia.

Desde Aristóteles hacia el presente los hombres argumentaban que solo en una sociedad
opulenta en la cual relativamente pocos ciudadanos vivieran en un nivel de auténtica
pobreza, podría hallarse una situación en la cual la masa de la población participase
inteligentemente en política y desarrollase la moderación necesaria para evitar ceder ante
demagogos irresponsables.

Una sociedad dividida en una gran masa empobrecida y una pequeña elite resulta ya sea en
una oligarquía (gobierno dictatorial del pequeño estrato superior) o una tiranía (dictadura
de base popular)

Para probar esto, se emplearon varios índices de desarrollo económico (riqueza,


industrialización, urbanización y educación), y computado promedios para los países que
fueron clasificados más o menos democráticos en el mundo anglosajón y en Europa, y en
América Latina. En cada caso, el promedio de riqueza, el grado de industrialización
(porcentaje de hombres empleados en la agricultura y la energía producida per cápita que se
emplea en el país) y urbanización y el nivel de educación es mucho más alto en los países
más democráticos.

El grado de urbanización se relaciona también con la existencia de una democracia.

Muchos sugirieron que cuanto mayor es el nivel cultural de la población de una nación,
tanto mayores son las posibilidades de que haya democracia.

La evidencia de la contribución de la educación a la democracia es aún más directa y fuerte


en el nivel de la conducta individual dentro de los países que en las correlaciones entre
naciones. Los datos recogidos por instituciones de investigación de la opinión pública que
interrogaron a la gente de diferentes países hacia sus creencias sobre diversas índoles,
señalaron que el factor aislado más importante que diferencia a quienes suministran
respuestas democráticas de los demás era la educación. Cuanto más elevada sea esta, tanto
más probable es que creamos en los valores democráticos y apoyemos las prácticas de igual
tipo.
Si bien no se puede decir que un “alto” nivel de educación constituye una condición
suficiente para la democracia, la evidencia de la que se dispone sugiere que ello está cerca
de constituir una condición necesaria.

Aunque se han presentado pruebas por separado, los diferentes aspectos del desarrollo
económico están tan íntimamente relacionados entre sí como para constituir un factor
fundamental que posee la correlación política de la democracia.

Lerner introduce la sugerencia de considerar a las variables claves de la modernización


como etapas históricas, estando la urbanización en un primer término (ya que las
ciudades han desarrollado por sí mismas el complejo de habilidades y recursos que
caracterizan la moderna economía industrial). Dentro de esta matriz se desarrollan la
alfabetización y el incremento de los medios de producción y consumo. Entre estos
existe una relación recíproca, ya que los alfabetiza dos desarrollan los medios, que a su vez
difunden la alfabetización.

Desarrollo económico y lucha de clases

Como el desarrollo económico produce mayores ingresos, una seguridad económica mayor
y la difusión de la enseñanza superior determina ampliamente la forma de la “lucha de
clases”, al permitir que los que están en estratos inferiores desarrollar durante más tiempo
perspectivas y enfoques de la vida política más complejos y graduales. Una creencia en un
gradualismo reformista secular puede constituir la ideología de solo una clase baja
relativamente acomodada.

La relación inversa entre el desarrollo económico nacional, tal como queda reflejado en la
renta per cápita, y el poderío de los comunistas y otros grupos extremistas en las naciones
occidentales es aparentemente más fuerte que las correlaciones entre otras variables
nacionales tales como los valores éticos o religiosos.

Una encuesta comparativa sobre las actitudes de los ciudadanos en nueve países confirma
la relación existente entre una riqueza per cápita reducida y la precipitación de un
descontento suficiente para proporcionar la base social el extremismo político.

Existe una amplia evidencia en apoyo del argumento de que la pobreza estable en una
situación en la cual los individuos no están expuestos a las posibilidades de cambio nutre el
conservadurismo. Los individuos cuya experiencia limita sus comunicaciones e interacción
significantes con otros que se hallan en el mismo nivel que ellos serán seguramente más
conservadores que la gente de mejor posición, pero que se haya expuesta a la posibilidad de
estar mejor.

Con el desarrollo de los modernos medios de comunicación y transporte dentro y entre de


los países, se hace cada vez más posible que los grupos de población que están agobiados
por la pobreza, pero se encuentran aislados del conocimiento de mejores formas de vida o
desconocen las posibilidades de mejoramiento de su posición, se hagan cada vez más raros.

Ya que la posición en un sistema estratificado es siempre relativa y la gratificación o


privación es experimentada en términos de hallarse mejor o peor situados que otras
personas, no causa ningún asombro el que las clases bajas de todos los países muestren
signos de resentimiento contra la distribución existente de recompensas, al apoyar a los
partidos políticos y otras organizaciones que abogan por determinada forma de
redistribución.

El hecho de que la forma que estos partidos políticos adoptan en los países más pobres sea
más extremista y radical de lo que es en los países más ricos, está probablemente
relacionado a la mayor desigualdad existente en tales naciones que con el hecho de que sus
pobres sean más pobres en términos absolutos.

La distribución de bienes de consumo tiende a hacerse más equitativa a medida que mayor
es la magnitud de los ingresos nacionales. Cuanto más rico es un país, mayor es la
proporción de habitantes que posee automóviles, teléfonos, bañeras, etcétera. Donde existe
escasez de alimentos, la distribución de los mismos debe ser inevitablemente menos
equitativa que en un país donde existe abundancia relativa.

Un aumento de la riqueza y la educación contribuye también a la democracia, al aumentar


la orientación de las clases bajas hacia varias presiones que producen su enrolamiento en
determinadas ideologías y las hacen menos receptivas a las extremistas.

Una mayor riqueza afecta también el papel político de la clase media, al cambiar la forma
de la estructura de la estratificación, transformándola en una pirámide alargada, con una
gran base de clase baja, en un rombo, con una clase media en aumento.

Los valores y procedimientos políticos de la clase superior también están relacionados con
el ingreso nacional. Cuanto más pobre es un país y cuanto más bajo es el nivel absoluto de
vida de las clases pobres, tanto mayor será la presión que se ejerza sobre los estratos
superiores para que traten a los inferiores de vulgares, innatamente inferiores, etcétera. Los
estratos superiores no solamente resisten a la democracia por sí mismos, su frecuente
comportamiento político arrogante sirve para intensificar las reacciones extremistas por
parte de las clases inferiores.

El nivel general de ingresos afecta también su receptividad de las normas democráticas. Si


en el país existe bastante riqueza como para que no resulte gran diferencia el hecho de que
cierta redistribución tenga lugar, se hace más fácil aceptar la idea de que no interesa
mayormente cual es la fracción que está en el poder.

Una cierta cantidad de riqueza nacional es asimismo necesaria para asegurar un servicio
civil competente. Cuanto más pobre es el país, mayor será el acento puesto sobre el
nepotismo. Y esto, a su vez, reduce la posibilidad de desarrollar la burocracia eficiente que
un Estado democrático moderno necesita.

Las organizaciones intermedias que actúan como fuentes de un poder compensatorio


parecen estar asociadas de manera similar al ingreso nacional. Tocqueville argumentaba
que un país exento de la multitud de organizaciones relativamente independientes del poder
central es en potencia tan altamente dictatorial como revolucionario, sirviendo esta
organizaciones para impedir que el Estado domine todos los recursos políticos, para
constituir una fuente de nuevas opiniones, para comunicar las ideas a un amplio sector de la
ciudadanía y ejercitar a los hombres en la capacitación política.

La política del desarrollo económico rápido

La asociación entre el desarrollo económico y la democracia ha conducido a muchos


estadistas y comentaristas políticos occidentales a concluir que el problema político básico
de la actualidad está producido por la presión para lograr una industrialización rápida. Si
solamente las naciones subdesarrolladas pueden ser colocadas con éxito en la vía de la alta
productividad, se sigue que podemos derrotar la mayor amenaza a las democracias
recientemente establecidas: sus comunistas internos.

Por desgracia para esta teoría, el extremismo político que se apoya en las clases más bajas,
y el comunismo en particular, no se encuentran solamente en los países con bajo nivel de
renta, sino que también en los países recientemente industrializados.

Allí donde la industrialización se producía rápidamente, introduciendo discontinuidades


agudas entre la situación preindustrial y la industrial, surgían movimientos de la clase
obrera, por lo general más extremistas.

Los movimientos socialistas revolucionarios que surgen como respuesta a las tensiones
creadas por una industrialización rápida declinan, dondequiera que “la transición a una
industria a gran escala se halla más o menos terminada, y las condiciones en las cuales el
proletariado se halla ubicado se hacen más estables”. Tales países son precisamente las
naciones industrializadas en las cuales el marxismo y el socialismo existen actualmente
como dogmas sectarios. En aquellas naciones de Europa donde la industrialización nunca
ocurrió o no logró construir una economía de industria eficaz a gran escala también se dan
las condiciones para la creación o la perpetuación de políticas obreras extremistas.

Apéndice Metodológico

Las características complejas de un sistema social, tal como la democracia, el grado de


burocratización, el tipo de sistema de estratificación, por lo general han sido tratadas con un
enfoque “reduccionista” o de tipo ideal. El primero de ellos descarta la posibilidad de
considerar estas características como atributos del sistema en cuanto tales, y sostiene que
las cualidades de las acciones individuales constituyen la suma y sustancia de las categorías
sociológicas. Para esta escuela de pensamiento, el alcance de las actitudes democráticas o
de la conducta democrática constituye la esencia del significado de los atributos de la
democracia, burocracia o clase.

El enfoque de tipo ideal parte de un supuesto similar, pero alcanza una conclusión opuesta.
El supuesto similar consiste en que las sociedades constituyen un orden complejo de
fenómenos, que exhiben tal grado de contradicción interna que las generalizaciones sobre
ellas como un todo deben construir una representación construida de elementos
seleccionados, que se origina en las preocupaciones y las perspectivas particulares del
hombre de ciencia.

La conclusión opuesta afirma que abstracciones del orden de “democracia” o “burocracia”


no poseen necesariamente conexión con estados o cualidades de los sistemas sociales
complejos que realmente existen, sino que abarcan una serie de atributos que se hallan
interrelacionados lógicamente, pero no son, en un todo, características de ninguna sociedad
existente.

No es pertinente una crítica de tales categorías de tipos ideales únicamente sobre la base de
que no corresponden a la realidad, porque se proponen describir esta última, sino
proporcionar una base para comparar diferentes aspectos de la misma con el caso lógico
correspondiente.

El enfoque de Paul Lazarsfeld y sus colegas difieren del mencionado enfoque en la


conclusión de si se puede considerar que las categorías teóricas generalizadas poseen una
relación válida con las características de los sistemas sociales totales. Se deduce que hay
aspectos en los sistemas sociales totales que existen, pueden ser expresados en términos
teóricos, pueden comprarse con aspectos similares de otros sistemas y son deducibles de
datos empíricos que pueden ser confrontados por otros investigadores.

Esto no significa que no puedan existir situaciones que contradigan la relación general o
que no puedan ser evidentes algunas características totalmente diferentes (se puede
considerar a EEUU democrático, aunque la mayoría de las organizaciones secundarias que
no sean democráticas, por ejemplo).

Lo esencial es que, cuando se realizan comparaciones a un cierto nivel de generalización


con referencia al funcionamiento de un sistema total, las generalizaciones aplicables a una
sociedad total poseen el mismo tipo y grado de validez que las aplicables a otros sistemas y
están sujetas a las mismas pruebas empíricas.

Este enfoque también destaca el concepto de que las características complejas de un


sistema total poseen una causa y consecuencias sumamente variadas, en la medida en que
las características poseen algún grado de autonomía dentro del sistema.

Se considera que todas las características poseen una causa y consecuencias multivariadas.
Por ejemplo, en un diagrama de posibles conexiones entre la democracia, las condiciones
iniciales asociadas con su aparición y las consecuencias de un sistema democrático
existente, la aparición de un factor en ambos lados de la “democracia” implica que es tanto
una condición inicial de la misma como que esta, una vez establecida, mantiene esa
característica de la sociedad.

Por otra parte, algunas de las consecuencias iniciales de la democracia, tales como la
burocracia, pueden tener el efecto de socavarla.

En consecuencia, en un sistema multivariable el foco puede residir en cualquier elemento, y


se pueden establecer sus condiciones y consecuencias sin la implicación de que hemos
llegado a una teoría completa de las condiciones necesarias y suficientes de su aparición.

Conflicto social, legitimidad y democracia


Legitimidad y eficacia

La estabilidad de cualquier democracia dada depende no solamente del desarrollo


económico, sino también de la eficacia y legitimidad de su sistema político. La eficacia
significa verdadera actuación (el grado en el que el sistema satisface las funciones básicas
de gobierno tales como las considera la mayoría de la población y grupos tan poderosos
dentro de ella como son las fuerzas armadas y las finanzas).

La legitimidad implica la capacidad del sistema para engendrar y mantener la creencia de


que las instituciones políticas existentes son las más apropiadas para la sociedad. Hasta qué
punto los sistemas políticos son legítimos depende, en gran medida, de las formas en las
que se resolvieron los acontecimientos clave que dividieron históricamente a la sociedad.

Mientras que la eficacia es fundamentalmente instrumental, la legitimidad es evaluativa.


Los grupos consideran un sistema político legítimo o ilegítimo según la manera en que sus
valores concuerden con los propios. La legitimidad puede estar asociada con muchas
formas de organización política, inclusive las opresivas.

Las crisis de legitimidad constituyen fundamentalmente un fenómeno histórico reciente,


subsiguiente a la aparición de profundas divergencias entre grupos que se hayan
capacitados para organizarse en torno a valores diferentes a los que previamente eran
considerados como los únicos aceptables.

Una crisis de legitimidad es una crisis de cambio social. Estas ocurren durante una
transición hacia una nueva estructura social, si:

 El status de las principales instituciones conservadoras se halla amenazado durante


el período de cambio estructural
 Los principales grupos de la sociedad no tienen acceso al sistema político en el
período de transición, o por lo menos tan pronto como desarrollan exigencias
políticas. Después de que se ha establecido una nueva estructura social, si el un
nuevo sistema no es capaz de mantener las esperanzas de los grupos principales
(sobre la base de la eficacia) por un período lo bastante largo como para desarrollar
legitimidad sobre las nuevas bases, puede surgir una nueva crisis.

No obstante, si el status de los principales grupos y símbolos conservadores no se halla


amenazado durante este período de transición, la democracia parece estar mucho más a
salvo.

En el caso de muchos países europeos, la monarquía ha retenido para estas naciones la


lealtad de los sectores aristocráticos tradicionalistas y clericales de la población, que
experimentaron una democratización e igualdad en aumento. Y al aceptar a los estratos
inferiores y al no resistirse hasta el punto en que una revolución hubiese sido necesaria,
las clases conservadoras ganaron o retuvieron la lealtad de los nuevos ciudadanos. En
los países en que la monarquía fue destronada por una revolución, y la sucesión regular
interrumpida, las fuerzas que lucharon en favor del trono continuaron a veces
denegando la legitimidad a los sucesores republicanos.

El segundo tipo de pérdida de la legitimidad se relaciona con las formas en que las
diferentes sociedades tratan las crisis de “entrada en la política”, la decisión en cuanto a
la fecha en que nuevos grupos sociales obtendrán acceso al proceso político. Siempre
que nuevos grupos se hacen activos políticamente, un acceso fácil a las instituciones
políticas legítimas tiende a ganar la lealtad de los nuevos grupos del sistema, y estos
grupos pueden permitir a los antiguos estratos dominantes mantener su propio status.

Los sistemas políticos que niegan el acceso de los nuevos estratos al poder, excepto por
medio de una revolución, detienen también el desarrollo de la legitimidad al introducir
esperanzas irrealizables en la liza política. Los grupos que tienen que abrirse camino en
la política por la fuerza son proclives a exagerar las posibilidades que depara la
participación política. En consecuencia, los regímenes democráticos nacidos bajo tal
énfasis no solo se enfrentan a la dificultad de ser considerados como ilegales por grupos
legales del antiguo régimen, sino que también pueden ser rechazados por aquellos cuyas
remotas esperanzas no se ven satisfechas por el cambio.

En general, aún cuando el sistema político es razonablemente eficaz, si en algún


momento el status de los principales grupos conservadores se halla amenazado, o si se
niega el acceso a la política a grupos que surgen en períodos decisivos, la legitimad del
sistema político estará en tela de juicio.

Por otra parte, un derrumbamiento de la eficacia pondrá en peligro hasta la estabilidad


de un sistema legítimo.
El conocimiento del grado relativo de legitimidad de las instituciones políticas de una
nación es de importancia clave en cualquier intento de analizar la estabilidad de estas
instituciones cuando se las enfrenta con una crisis de eficacia. La relación entre
diferentes cuadros de legitimidad y eficacia en sistemas políticos específicos puede ser
representada en forma de una tabla múltiple:

Eficacia

+ -

Legitimidad A B
+

- C D

Casillero A: Posiciones altas tanto en legitimidad como en eficacia (EEUU, Gran


Bretaña, etc.)
Casillero B: Posiciones altas en legitimidad pero no en eficacia (pueden
permanecer democráticos)
Casillero C: Posiciones bajas en legitimidad pero altas en eficacia (más inestables
que los sistemas del casillero B)
Casillero D: Posiciones bajas tanto en legitimidad como en eficacia (se derrumba
el sistema democrático)

Cabe señalar que una eficacia prolongada en el tiempo puede construir legitimidad. En el
mundo moderno, esta eficacia necesita un desarrollo económico constante. Las naciones
que se adaptaron con más éxito a las exigencias de un sistema industrial poseen el mínimo
de tensiones políticas internas, y han preservado su legitimidad tradicional o desarrollado
fuertes símbolos nuevos.

Legitimidad y conflicto

La amenaza constante de que los conflictos de grupos que constituyen el nervio de la


democracia puedan hacerse tan consistentes como para amenazar con la desintegración de
la sociedad, es inherente a todos los sistemas democráticos.

Puesto que la existencia de un estado moderado de conflicto es otra manera de definir una
democracia legítima, no es sorprendente que los principales factores determinantes de un
estado tan favorable estén tan estrechamente relacionados con los que producen
legitimidad, considerados en términos de continuidades de símbolos y status.
El carácter y contenido de las principales divergencias que afectan a la estabilidad política
de una sociedad están ampliamente determinados por factores históricos que han afectado a
la forma en que los principales problemas que dividían a la sociedad han sido resueltos o
dejados sin resolver a lo largo del tiempo.

En los tiempos modernos surgieron tres problemas principales en las naciones occidentales.
Primeramente, el lugar de la iglesia y/o varias religiones dentro de una nación; segundo, la
admisión de los estratos inferiores, particularmente los obreros, en la ciudadanía política y
económica completa (mediante el sufragio universal y el derecho a los convenios
colectivos) y, en tercer lugar, el conflicto continuo por la distribución dela renta nacional.

La reducción de las tensiones, cada una a su tiempo, contribuye a un sistema político


estable; el traslado de los problemas, de un período histórico a otro, produce una atmósfera
política caracterizada por la amargura y la frustración. Los hombres y partidos llegan a
diferir unos de los otros en los enfoques fundamentales y opuestos. Esto significa que
consideran la victoria política de sus adversarios como una gran amenaza moral y, como
resultado de ello, todo el sistema carece de integración efectiva de valores.

Los esfuerzos emprendidos para aislar su base social de las presiones múltiples socavan la
democracia estable, la cual requiere cambios de una elección a otra y la resolución de
problemas entre partidos, durante largos períodos de tiempo. El aislamiento puede
intensificar la lealtad a un partido o iglesia, pero también evitará que el partido obtenga
nuevos adeptos.

Las reglas necesarias de la política democrática suponen que la conversión a y de un


partido es posible e indicada, y los partidos que esperan obtener una mayoría por métodos
democráticos deben abandonar su énfasis integracionista. Por ejemplo, como la clase
trabajadora ha obtenido la ciudadanía completa en las esferas política y económica de
diferentes países, el socialismo de Europa ha abandonado su énfasis integracionista.

Siempre que la estructura social actúa para aislar de manera natural a los individuos o
grupos que poseen el mismo enfoque político del contacto con los que sustentan los puntos
de vista diferentes, los individuos o grupos aislados tienden a apoyar a los extremistas
políticas políticos.

Estas conclusiones se ven confirmadas por estudios sobre el comportamiento del voto
individual, que indican que los individuos sometidos a diferentes presiones son menos
susceptibles de comprometerse fuertemente en la política. Las afiliaciones múltiples y
políticamente inconsecuentes, las lealtades y los estímulos reducen la emoción y
agresividad implicadas en la elección política.

La evidencia sugiere que las posibilidades de una democracia estable son mayores en la
medida en que los grupos y los individuos poseen un número de afiliaciones cruzadas, en la
concerniente a la política. En el mismo grado en que una proporción significativa de la
población se halla atraída por fuerzas en conflicto, sus miembros se interesan en reducir la
intensidad del conflicto político.

Una democracia estable requiere de una tensión relativamente moderada entre las fuerzas
políticas en pugna. Y la moderación política está facilitada por la capacidad del sistema
para resolver los problemas clave de desarmonía antes de que surjan otros nuevos. Si se
permite que los problemas de religión, ciudadanía y “convenios colectivos” se acumulen,
estos se refuerzan unos a los otros; y cuanto más se refuerzan y correlaciones las fuentes de
las divergencias, menor posibilidad hay de tolerancia política. De manera similar, cuanto
mayor es el aislamiento respecto de los estímulos políticos heterogéneos, y cuanto más se
“acumulan” los factores básicos en una dirección, mayores son las posibilidades de que el
grupo o el individuo posea una perspectiva extremista.

Los factores implicados en la modernización o en el desarrollo económico se encuentran


vinculados con aquellos que establecen la legitimidad y la tolerancia.

Sistemas de gobierno

Si las bases cruzadas de la divergencia configuran una democracia más viva se desprende
que, si los demás factores permanecen constantes, los sistemas bipartidarios son mejores
que los multipartidarios, que la elección de funcionarios sobre una base territorial es
preferible a la representación proporcional, y el federalismo es superior al Estado unitario.

El argumento en favor del sistema bipartidario descansa en el supuesto que, en una


sociedad compleja, los partidos deben ser necesariamente amplias coaliciones que no sirvan
a los intereses de un grupo mayoritario, y no deben ser partidos de integración, sino que
deben tratar de ganar apoyo entre los grupos que predominantemente son aliados del
partido de la oposición.

Los partidos que nunca se orientan a la obtención de una mayoría tratan de ganar el mayor
apoyo electoral partiendo de una posible “base estrecha”: un partido de “los trabajadores”
acentuará los intereses de la clase trabajadora, y un partido que apele fundamentalmente a
los pequeños comerciantes hará lo propio para su grupo.

Para estos partidos fragmentarios, las elecciones, en lugar de constituir ocasiones para la
busca de la base de apoyo lo más amplia posible por medio del convencimiento de grupos
divergentes pero que poseen intereses comunes, se convierten en acontecimientos en los
cuales destacan las divergencias que separan a sus partidarios de los otros sectores de la
sociedad.

El federalismo aumenta las posibilidades de múltiples fuentes de desavenencia al agregar


intereses y valores regionales a los otros que atraviesan la estructura social. La democracia
necesita la divergencia dentro de los grupos lingüísticos y religiosos, no entre ellos. Pero
donde tales divisiones no existen, el federalismo parece servir bien a la democracia.

Retos contemporáneos: comunismo y nacionalismo

El rasgo característico de las democracias occidentales estables de mediados del siglo xx es


que se hallan en una fase de “post-política”, es decir, que existe poca diferencia entre la
izquierda y la derecha democráticas (los socialistas son moderados, y los conservadores
aceptan el estado de prosperidad). Esto refleja la situación de que, el hecho de que en estos
países los trabajadores han ganado su lucha por la ciudadanía completa.

Los representantes de los estratos inferiores forma parte actualmente de los grupos
gobernantes, y son miembros de la asociación.

Aunque la clase obrera de las democracias occidentales está incorporada a la sociedad,


todavía posee predisposiciones autoritarias que parecen apoyar los movimientos políticos y
religiosos extremistas.

En la mayor parte de Europa Latina y Central, la lucha por la integración de la clase obrera
dentro del cuerpo político no se planteó antes de que los comunistas aparecieran en escena,
y esto cambió drásticamente el juego político. Los comunistas no pudieron ser absorbidos
por el sistema, del modo en que lo fueron los socialistas. Esto los lleva a aceptar la profecía,
de que no pueden asegurarse sus propósitos por medios democráticos. América Latina tiene
una situación parecida.

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