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¡La moda no incomoda!

No critiques la forma de vestir de tu hijo


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https://ojo.pe/mujer/la-moda-no-incomoda-no-critiques-la-forma-de-vestir-de-tu-
hijo-288155-noticia/

Su vestimenta no solo es una cuestión estética, a través de ella los chicos quieren
darse a conocer un poco, manifestar parte de su personalidad.

opio al vestir, caminar y maquillarse. Y este estilo estará vinculado,


inherentemente, a sus primeras manifestaciones sexuales y modas relacionadas. Si
los padres miran con “excesos” algunas actitudes (abusar del maquillaje, usar
faldas muy cortas, etc) y su primera reacción con ellos es criticarlos o
juzgarlos, solo lograran alejarlos y que los vean como una especie de 'enemigo'.

En la adolescencia los jóvenes tiende a ser rebeldes y, por ende, buscan tener un
estilo original, fuera de lo común. Y su vestimenta no solo es una cuestión
estética, a través de ella los chicos quieren darse a conocer un poco, manifestar
parte de su personalidad por lo que si criticas su estilo, probablemente se sienta
herido porque, en su lenguaje, estás juzgando lo que el representa.

Los padres deben considerar que las tendencias varían enormemente con el paso de
los años, y lo que ahora está de moda a ellos les puede parecer escandaloso, cuando
no es así. Nunca está de más informarse sobre las nuevas modas que están atrapando
a los jóvenes para que se den cuenta de que su hijo solo está yendo al ritmo de la
coyuntura. Una acción que es común en esta etapa de su vida.

Recuerda que en la adolescencia las personas se dejan influenciar más rápido de la


opinión del resto. Esto sucede en la forma de vestir, en la forma de hablar, etc. Y
el rol de los progenitores es enseñar que toda práctica diaria debe tener una
explicación atada a convicciones personales y no solo a lo que digan los demás.

Respecto a cómo lidiar con el estilo de los hijo. Si su vestimenta te parece


sumamente descabellada, busca espacios de dialogo e indaga cuáles son sus
referentes o por qué ha decido vestir así, de manera muy sutil, como si te generara
curiosidad. Es importante que en toda la conversación lo hagas sentir valorado.

No utilices frases como "qué mal te ves" "te queda horrible" o "no sé que pareces
con esa ropa". Por el contrario, salva algunos detalles de su vestimenta y dile lo
acertado que fue al elegirlos, pero que crees que luciría mejor si tal vez lo
combinara con otros accesorios. En todo momento con mucho respeto hacia ellos.

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Razones por las que no debes criticar a tus hijos


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https://supermamaspanama.com/articulos/vida-en-familia/razones-por-las-que-no-
debes-criticar-a-tus-hijos/

Solo lograrás que tu hijo no te cuente sus problemas y le crearás inseguridades y


miedos.

Texto: Iranela Sánchez

Hoy en día, tenemos acceso a una cantidad de información que nuestros padres y
abuelos no tenían sobre educación en sus tiempos.

Por ello, resulta increíble que existan padres creyentes en que criticando a sus
hijos harán que se avispen. ¡Qué equivocados están! Lo único que conseguirán es que
los niños les teman y que no acudan a su apoyo cuando tengan un problema, prefieran
ocultarlo ya que sus padres no le resultan útiles para solucionarlo.

A continuación, Súper Mamás te brinda algunas razones por las cuales no debes
criticar a tus hijos. Estas son:

No sirve para nada


¿A ti te parece bien que los demás te critiquen cuando cometes un fallo? ¿Para qué
sirve la crítica si no das soluciones? ¿Crees que vas a solucionar el problema
renegando? Solo haces que la otra persona se sienta mal, fracasada o inútil. Los
padres que critican a sus hijos frecuentemente son personas que tienen poca
autoestima e irónicamente no aguantan tampoco las críticas ni que le digan lo que
hacen mal.Al revés, se suelen llevar las críticas constructivas (las que SÍ aportan
soluciones) a lo personal y no soportan reconocer sus errores.

Destrozas su autoestima
Haces daño, le menosprecias, le hundes. Criticar no es ayudar, solo deseas
vanagloriarte, querer quedar por encima (en este caso de tu hijo). Le estás
enviando este mensaje: “yo soy mejor tú”, “todo lo haces mal”, “no vas a cambiar”.
Con esto, solo consigues que se sienta triste y enfadado en el momento de la
crítica, pero el mayor problema es que estás volviendo a tu hijo inseguro y
retraído.Van a ser adolescentes y probablemente adultos jóvenes con problemas para
relacionarse con los demás.

Esto por supuesto, en el mejor de los casos, ya que gran parte de ellos cuando se
convierten en adultos se dan cuenta de los errores que cometieron sus padres con
ellos a la hora de educar y evitan repetirlos. Sin embargo, otros inconscientemente
pueden seguir el mismo patrón que sus progenitores y mantener el círculo vicioso.

Les generas ansiedad y miedos


Tu hijo, sobre todo si es pequeño crecerá con una autoestima baja y lleno de
miedos. Seguramente se vuelva muy inseguro en otros ámbitos de su vida. Puede que
empiece a tener pesadillas, terrores nocturnos o comience a ser sonámbulo durante
las noches, todos son síntomas de ansiedad que se refleja a la hora de dormir. Por
el día puede tener problemas de relación con sus iguales, nerviosismo y bajo
rendimiento en el colegio.

Le transmites negatividad
Si tus hijos están continuamente escuchando críticas (no solo hacia ellos si no
hacia terceros) y crecen escuchando que no puedes fiarte de la gente ni esperar
nada bueno de los demás, le estás cambiando su carácter, de manera que acabarán
volviéndose neuróticos, malpensados y déspotas con la gente cercana.

Estropeas la relación entre ustedes


Si no paras de criticar a tu hijo solo harás que te acabe cogiendo rencor con el
tiempo, que no te soporte. Su relación se volverá tensa y solo con verte ya se
pondrá de mal humor.Muchos padres van a la consulta del psicólogo quejándose de que
sus hijos están continuamente a la defensiva con ellos. ¿Cómo no van a estarlo si
los has acostumbrado? Es pura supervivencia.

Tu palabra perderá credibilidad


Si la relación con tu hijo se basa en críticas ellos acabarán ignorándote, es
decir, lo que le digas por un oído le va a salir por otro porque ha aprendido que
tus palabras solo hieren y nunca ayudan. Probablemente no hagan caso a tus consejos
incluso cuando estos sean acertados y coherentes.
Además, cuando tengan un problema no te lo consultarán ni te pedirán ayuda porque
saben que solo les va a caer un repelón y no palabras de comprensión. Esto puede
desencadenar a que tus hijos puedan meterse en verdaderos líos.

Lo que sí debemos hacer


Ahora que somos conscientes del problema podemos encontrar una solución. Hay que ir
paso a paso porque no es fácil deshacerse de viejas costumbres. Por eso, antes de
abrir la boca sigue estas instrucciones:

¿Cuál es mi objetivo?
Piensa en lo que quieres decir y para qué. ¿Quieres que tu hijo cambie su forma de
hacer las cosas o solo te estás desahogando? ¿Qué quiero conseguir haciendo
ironías?

Haz críticas constructivas en el momento adecuado


Para no deteriorar la relación busca un momento en el que tu hijo no esté alterado
porque si la otra persona está enfadada solo la encresparás más pero realmente no
te va a escuchar.

Especifica
Cuando vayas a criticar constructivamente tienes que definir la conducta que
quieres que el otro cambie, no generalices. No es lo mismo decir: “hoy fuiste un
maleducado con Fulanita” que decir “eres un maleducado”.De la segunda manera te
estás quejando de la persona, de la primera solo de su comportamiento.

Añade algo positivo


La crítica tiene que ser constructiva para no dañar su autoestima
Recuerda a tu hijo que otras cosas hace bien para suavizar las cosas, para subirle
su autoestima, que vea que no todo lo que hace está mal. También deberás de decirle
lo orgullosa que estás de él por querer cambiar y escucharte.

Si sigues estos consejos tu hijo te escuchará más en un futuro y será más receptivo
a lo que puedas decirle. ¡Manos a la obra!

Y tú Súper Mamá, ¿cómo es tu relación madre e hijo? ¡Cuéntanos tus anécdotas!

Es decir, tiene que aportar una solución, un camino que tu hijo puede seguir para
solucionar el problema. Ofrécete además a ayudarlo y a hacerle comprender que errar
es humano y aunque ya no se puede dar marcha atrás siempre se puede intentar
arreglar las cosas, o al menos no caer en el mismo error la próxima vez.

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¿Qué te 'choca' de papá y mamá?


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https://www.vanguardia.com/entretenimiento/jovenes/que-te-choca-de-papa-y-mama-
HSVL91898

¿Esta clase de comentarios se le hacen familiares?:

¿Por qué utilizas ropa de ese color?, ¿Para qué te cortaste el cabello de esa
manera?, ¡Pareces un loco cuando te pones esa camisa!, ¿Por qué compraste unos
jeans rotos?, ¿Crees que vas a salir así?
Pues bien, no se preocupe que no es el único al que le han dicho eso, todo lo
contrario, esto es muy común en las relaciones padre adolescente y la principal
causal de que existan momentos en los que siente que le 'choca' todo de ellos.
Esta situación, más allá de los simples altercados, refleja el momento exacto en el
que los jóvenes deciden explorar su entorno y buscar sentimientos de identificación
con los movimientos que caracterizan la época.
Aunque no es un secreto que la etapa de la adolescencia, caracterizada por cambios
no sólo de tipo físico y emocional sino también de la personalidad, genera
diferencias en las relaciones padre e hijo, sí lo es el saber manejarlo cuando
llegó la hora de enfrentarlo.
Razón por la que es necesario que tanto familiares como adolescentes sepan mediar
sus diferencias a través del diálogo y la concertación. Esto hará que tanto el
proceso de madurez del joven, como el de adaptación de los padres al futuro adulto,
sea transitorio y sin traumatismos.
La psicóloga Sonia Pacheco asegura que, "es muy importante que los padres no se
cierren ante los cambios de sus hijos, porque eso provocará un gran distanciamiento
y por ende que las relaciones se deterioren más. Es necesario que estén prestos al
diálogo".
En general existe un común denominador en todas las generaciones de adolescentes y
es la falta de tolerancia ante el exceso de control de los familiares, y las
constantes críticas ante las formas de expresión que elige. Esto no es más que la
manifestación de la brecha generacional que existe entre padres e hijos, quienes al
no compartir los mismos códigos caen fácilmente en discusión

Cuando el problema es el exceso de control


Adriana Mora tiene 16 años y asegura que no soporta que sus padres no la dejen
salir con sus amigos o planear salidas con ellos.
"Es insoportable para mí que cada vez que quiero ir a cine, a comer helado o salir
a hacer cualquier cosa con mis amigos mis papás se opongan. Siento que no me
conocen y que tienen miedo de que yo haga algo malo".
La adolescente explica además que llegar a alguna mediación es casi imposible.
"Como sé que cada vez que quiero salir hay un problema si les digo, opté por no
pedirles permiso y simplemente divertirme sin que se enteren".
Aunque Adriana dice que no le gusta compartir tiempo con sus amigos bajo esas
condiciones, insiste en que no hay otra forma de mediar con sus padres, porque
ellos "simplemente no quieren que salga".
Al respecto Pacheco sostiene que, "aunque es razonable que el exceso de control por
parte de padres se presente con los adolescentes, debido a que ellos le tienen
miedo al efecto del entorno en sus hijos, es importante que se empiece a ceder a
través de la concertación y el diálogo".
La especialista explica que si ha de existir una salida con amigos no debe ser
restringida. Lo que los padres deben hacer es hablar con su hijo y llegar a
acuerdos para que dentro de las reglas que establezcan se pueda ejercer autoridad.

Cuando el problema es el exceso de crítica


Julián Nieto tiene 17 años, su estilo entre los jóvenes es catalogado como
alternativo.
Su forma de vestir se caracteriza porque jamás le faltan unos zapatos deportivos
tipo Converse, unos jeans desgatados, una correa de taches y una camiseta negra de
alguno de sus grupos de música preferidos.
El joven asegura que sus padres no soportan su forma de vestir y que constantemente
es blanco de sus críticas.
"Es común que me digan cosas como, ¿tú crees que así te vamos a llevar a algún
lado?, ¿pareces un 'gamín' con esa ropa? Esto más que hacerme daño hace que les
coja fastidio y que no tenga ganas de escucharlos".
Nieto además explica que su forma de vestir no es lo único criticable para sus
padres.
"La música que escucho los atormenta. Aunque nunca he probado drogas, ellos
insisten en que lo estoy haciendo o lo voy a hacer porque me gusta el rock".
Julián no entiende por qué son así con él, a qué se deben tantas críticas si ni
siquiera "intentan hablar conmigo o tratar de conocerme".
En este sentido, la psicóloga Andrea Palacios sostiene que "es muy importante que
los padres no tengan una postura tan crítica respecto a los gustos de los jóvenes,
y que traten de respetar y entender cuáles son sus preferencias".
De lo contrario la relación padre e hijo podría pasar de comunicación baja a nula.
La especialista asegura que para evitar esos extremos es imperante que, "al igual
que en cualquier relación, se respeten los espacios del otro, es decir, si uno está
ocupado en una actividad social, de entretenimiento o resolviendo algún problema,
no es el minuto para que traten de acercarse".
Además, explica que un buen momento para comunicarse con un adolescente son los
espacios de conversación que se dan en forma cotidiana.

Nadie gana en una pelea entre padres y adolescentes

El especialista en relaciones padres e hijos, el Doctor Robert


Neeldman, explicó las tres razones por las que en una pelea entre padres e hijos
adolescentes nadie gana.

Disputas triviales
Estas son batallas sobre temas que realmente no tienen mucha importancia. Los
ejemplos incluyen asuntos como el del color del cabello que el adolescente quiere o
la frecuencia con que se lavan el mismo, la limpieza de su dormitorio, el estilo de
la ropa que prefieren, el que no quiera comer un buen desayuno antes de ir al
colegio o su tendencia a dormir hasta el mediodía durante los fines de semana.
"Los padres a menudo sienten que sus hijos adolescentes adoptan ciertos
comportamientos tan solo para probar cómo sus padres los resuelven. Ellos temen que
si se rinden ante todo, perderán el control total. Desde el punto de vista del
adolescente, los padres son simplemente unos tiranos".

Culpabilidad
Dice el experto que la meta de una batalla para implicar la culpabilidad es
conseguir que el oponente admita que su pésima actitud es la razón de que todo vaya
mal. Se puede fácilmente reconocer una de estas disputas cuando se escucha la
frase: "Tú siempre...", como por ejemplo: "¡Tú siempre me interrumpes! Tú nunca
escuchas lo que tengo que decir". Y la réplica, por supuesto, es lanzar la
culpabilidad en retorno de inmediato, como el soldado que lanza una granada: "Bueno
no tendría que interrumpirte si alguna vez dejaras de hablar".

Necesidad de estar en lo cierto


"No importa cuál sea el tópico, si es la política, las leyes de la física o la
forma de hacer huevos revueltos, el punto de estos exabruptos es probar que uno
está en lo correcto y la otra persona está equivocada. En medio de estas
discrepancias el deseo es ser considerado como una autoridad, alguien que en verdad
conoce algo y, por lo tanto demanda respeto", explicó Neeldman.

Estilos de educación

En cada familia existen diferentes estilos de educación, denominados por


especialistas como 'modelos de autoridad'. Están referidos al control que ejercen
los padres y las consecuencias que pueden tener en la configuración de la
personalidad de sus hijos:
Las pautas y la educación de los hijos se da a través de tres variables: control,
comunicación y la implicación afectiva. De su interrelación se pueden obtener tres
estilos educativos.
? Estilo represivo: utilizan patrones rígidos respecto de las tradiciones y al
orden, castigando su incumplimiento. Hay falta de diálogo. Privan a los hijos de
autonomía y comunicación.
? Estilo permisivo: toleran, transigen y autorizan todo, debido a inseguridad
emocional afectiva.
? Estilo democrático: prevalece el diálogo, pero no claudican sus funciones como
padres, aportan seguridad a los hijos.
Problemas en la adolescencia
En la edad adolescente existen problemas referidos a los cambios tanto biológicos,
psicológicos y sociales. Estos son los más importantes a los que se enfrentan.
? Miedos
? Injusticias
? Discriminación
? Violencia
? Temor al futuro
? Toma de decisiones
? Falta de entusiasmo

El adolescente que no identifica apoyo por parte de sus familiares busca apoyo
fuera de ese entorno en sus pares, quienes en muchas ocasiones no son los mejores
consejeros.

Preguntas y respuestas

A sus 15 años Juan Sebastián Tibatá Méndez cuenta con una experiencia bastante
interesante: comerciales, cortometrajes, seriados y telenovelas hacen parte de la
vida de este joven que desde niño ha vivido entre cámaras, luces y actuaciones que
lo han llevado a tener un lugar en la memoria de los colombianos.
'Marido a sueldo', 'Los protegidos', 'Super Pa', 'El clon' y 'A mano limpia' dan
muestra del talento y la capacidad actoral que desde pequeño mostró y que hoy en
día lo hace vivir entre libretos.
"Mis padres me apoyan un 100 % en esto, ya que es lo que a mi me gusta. No lo hago
porque ellos me lo digan, lo hago porque es mi pasión" le dijo a 'Jóvenes' en medio
de una amena charla.

JORGE SANABRIA
Colaborador Vanguardia Liberal
-¿Qué es lo mejor que ha experimentado actuando? La emoción que se siente tras
cada escena que realizo. Sentir ese momento es algo único.
-¿Cómo reparte tiempo entre colegio y grabaciones? El día que falte debo
adelantarme en trabajos y tareas. Ese es el compromiso en el colegio, entonces
puedo ir a grabaciones sin preocupaciones.
-¿Cómo se ve en el futuro? Como un cocinero y como director de cine y televisión.
No pienso dejar de actuar, la verdad es parte de mi vida, pero si pienso ampliar
mis conocimientos.
¿Qué es lo que más le choca de sus papás? Todos los padres son iguales y todos
pelean por lo mismo, pero ya soy un adolescente y la verdad lo que me choca de
ellos son cosas inofensivas porque ya aprendí a entenderlos y valorarlos como son.
Pero para ser exacto, que me regañen por el desorden en mi cuarto (Risas).
Un mensaje para los lectores de Jóvenes: Sigan leyendo y no pierdan su niñez nunca.
La niñez es algo que pasa muy rápido, no quieran ser grandes tan rápido y aprendan
a disfrutar de la lectura. Un abrazo.

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8 Errores de los padres que afectan la autoestima de los hijos


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https://eldefinido.cl/actualidad/plazapublica/4213/8-Errores-de-los-padres-que-
afectan-la-autoestima-de-los-hijos/

Etiquetar, criticar, sobreexigir, no valorar el esfuerzo o castigar errores, son


algunas de las actitudes en que los padres frecuentemente incurren y que terminan
dañando a sus hijos. Aprenda a reconocerlas y reemplazarlas por soluciones más
sanas.

"Cuando Carlos se saca un rojo lo castigan y recibe muchas críticas de que no


estudió lo suficiente. Sin embargo, cuando llega a casa con un 7, no le dicen nada,
porque piensan que así es como deben ser las cosas"

La gran mayoría de los padres amamos profundamente a nuestros hijos y queremos que
crezcan y se desarrollen plenos y felices. Sin embargo, muchas veces tenemos
conductas o actitudes dentro de nuestra vida cotidiana que sin querer ni darnos
cuenta, van dañando la autoestima del niño.

La autoestima es lo que una persona se dice sobre sí misma y está vinculada a


sentirse querido, acompañado y a ser importante para otros y para sí mismo. Es uno
de los componentes de la vida afectiva que tienen mayor incidencia en la calidad de
vida de las personas y en su salud.

Que un niño tenga una autoestima negativa obstaculiza su desarrollo ya que genera
sentimientos de incompetencia, de ser poco valioso y por ende, poco querible.

Los primeros años de vida son fundamentales para formar una sana autoestima y la
imagen que transmiten los padres a sus hijos es crucial para ello. Algunos errores
frecuentes que cometemos involuntariamente los padres y que menoscaban la
valoración personal de su hijo son:

1. Exigir de un modo poco realista según las capacidades y edad del niño.

Mateo tiene 4 años, en el colegio le enseñaron las letras y ha aprendido a escribir


algunas palabras asociando letras y sonidos. Los papás están muy orgullosos de ello
y a cada visita que viene a la casa le muestran que el niño “ya aprendió a
escribir” y que ahora están enseñándole a leer. Sin embargo, Mateo se escapa cada
vez que los papás toman el libro y empiezan a hacerlo decodificar las letras. Es
evidente que estos padres quieren desarrollar al máximo el potencial del niño, pero
están poniendo sobre el pequeño una presión muy fuerte, que probablemente va más
allá de lo que él puede hacer en estos momentos. Esto lo lleva a sentir que nunca
cumple con las expectativas de sus padres.

¿Cómo podrían actuar?

Es bueno valorar el interés y curiosidad del propio niño por aprender, pero no es
recomendable “perseguirlo” para que siga aprendiendo en todo momento. Es necesario
plantear exigencias y expectativas realistas y no sobreexigirlo.

2. Intolerancia a los errores

Lorena tiene 7 años y le mintió a sus papás. Luego arrepentida dijo la verdad y
pidió perdón. Sus padres le dijeron que en la casa no estaba permitido mentir, por
lo que la castigaron un mes sin TV. Es que en su casa la equivocación se paga cara
y Lorena siente que solo se acepta la perfección.

¿Qué se debería hacer?

Mostrar que equivocarse es natural y no significa fracasar, enseñándole que los


errores pueden ser una fuente de aprendizaje. Además, darle a entender que haga lo
que haga la siguen queriendo y que el afecto de sus padres es incondicional, a
pesar de sus errores. Esto no significa que tengan que aceptar todas las conductas.
Se puede poner límites a la mentira, pero sin hacer que ello signifique que se
sienta criticada como persona.
3. Falta de valoración de los logros.

Cuando Carlos se saca un rojo lo castigan y recibe muchas críticas de que no


estudió lo suficiente. Sin embargo, cuando llega a casa con un 7, no le dicen nada
porque piensan que así es como deben ser las cosas.

¿Qué se puede hacer?

Valorar las buenas acciones, desde pequeños detalles como “hiciste muy bien la
cama” hasta sus grandes logros “Felicitaciones, te fue muy bien en la prueba,
estamos orgullosos de ti”.

4. No valorar el esfuerzo.

Juana deja la mayoría de las veces su pieza muy desordenada, los juguetes tirados
en el suelo, la ropa esparcida por todos lados. Los papás están permanentemente
retándola por ello. Un día decidió ordenar y puso todos los juguetes en los
cajones, pero sin clasificarlos como a la mamá le gusta. La madre al ver lo que
había pasado, deshizo todo el trabajo hecho por la niña y volvió a hacerlo ella
misma, diciéndole que había que ordenar bien, cada cosa donde corresponde.

¿Qué se puede hacer?

El aprendizaje es un proceso que requiere de tiempo y práctica. Los adultos debemos


ser pacientes y esperar que los resultados se vayan dando gradualmente, valorando
el empeño, las ganas de lograrlo y la dedicación que el niño pone, más allá de si
el resultado obtenido es o no el óptimo.

5. Desvalorización de las capacidades y de los comportamientos.

Manuel es un niño con mucha energía, que le gusta saltar, correr, treparse arriba
de lo que encuentra y moverse permanentemente. Sus padres sienten que ese
comportamiento es intolerable y están siempre corrigiéndolo y mostrándole que se
equivocó, que por moverse tanto rompió el florero, derramó el vaso o empujó a su
hermana.

¿Qué se puede hacer?

Es bueno mostrar al niño que se comprende lo difícil que puede ser el desafío, en
este caso, de estar más tranquilo en algunos momentos. Junto con ello hay que
confiar en las capacidades del niño, mostrarle que sus padres saben que va a
aprender a calmarse en las situaciones que lo ameritan. Disminuir la crítica,
centrándose en la acción y no en el niño. Por ejemplo, es mejor decir: “ahora es el
momento de estar sentado tranquilo para comer” en vez de: “¡mira que eres porfiado,
ya rompiste el plato!”.

6. Comparaciones constantes.

Los papás de Marcela están constantemente diciéndole “Viste lo bien que se porta tu
hermano”. “¿Por qué eres más como tu primo?”. “Te apuesto que tu amigo se sacó
mejor nota que tú”. Las comparaciones constantes hacen que ella desarrolle
sentimientos de inferioridad.

¿Qué se puede hacer?


Poner el foco en el proceso del propio niño e ir haciéndonos conscientes de sus
propios avances y logros, independiente de lo que sean capaces de realizar los
niños que la rodean. Debemos comprender que cada niño tiene su propio ritmo y su
propio perfil de habilidades y competencias, por lo que compararlo con otros no le
ayuda en absoluto.

7. Etiquetar a los niños.

A Pedro siempre le dicen que es un peleador, porque siempre le quita los juguetes a
sus hermanos o los agrede. Cualquier llanto de los más pequeños de la casa es de
inmediato interpretado como consecuencia de una agresión de Pedro, por lo que lo
retan antes de preguntar qué es lo que ha pasado. Al final Pedro siente que todos
esperan que él sea peleador, por lo que termina comportándose de ese modo ya que se
asumió como tal.

¿Qué se puede hacer?

En vez de decirle “eres pesado”, decirle, “no puedes quitarle los juguetes a tu
hermana, deber esperar tu turno”. Así el énfasis se pone en la acción a corregir y
no en la debilidad de la persona. Decirles que "son" cierta cosa (peleadores,
flojos, mentirosos, llorones) sólo los hace afianzarse en ese rol. Por ello es
fundamental poner el acento en el cambio esperado y felicitar cualquier pequeño
avance en esa dirección.

8. Hacerles las cosas que deberían hacer ellos

Rodrigo se acerca a su mamá con una duda respecto a cómo hacer un ejercicio de su
tarea de matemáticas. Su mamá toma el cuaderno, le explica a la rápida y luego
empieza a resolver el ejercicio ella misma, para continuar con los demás. Si
Rodrigo recuerda a última hora que olvidó hacer su tarea, ella se la hace. Al
final, Rodrigo siente que no es capaz de hacer las cosas por sí mismo y siempre
espera que alguien las haga por él, desentendiéndose de su responsabilidad en ello.
Irónicamente, su mamá se queja de que el niño es demasiado dependiente,
irresponsable y flojo, sin ver que ella está causando la situación.

¿Qué se puede hacer?

Los padres deben entender que su tarea es acompañar y ayudar al niño en su


desarrollo, no reemplazarlo o hacerlo por él. Pueden recomendarle soluciones, pero
deben dejarlo intentarlas por su cuenta y equivocarse, por doloroso que sea verlo.
La mamá de Rodrigo debió resolver su duda en la tarea de matemáticas, pero dejarlo
aplicarla a él. Si Rodrigo olvidó hacer su tarea, debe dejarlo enfrentar las
consecuencias. A medida que Rodrigo crece, debe ir cediendo espacios de
independencia cada vez mayores.

En definitiva, para que un niño pueda desarrollar una sana autoestima es


fundamental que los padres acepten incondicionalmente a sus hijos, que tengan
expectativas claras y aterrizadas de sus capacidades y que se desenvuelva en un
ambiente de respeto y valoración.

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«No critiques los cambios de imagen de tu hijo adolescente, solo negócialos si son
extremos»
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https://www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-no-critiques-cambios-imagen-hijo-
adolescente-solo-negocialos-si-extremos-201906130141_noticia.html?ref=https:%2F
%2Fwww.google.com%2F

Un piercing, un tatuaje, el pelo rapado por partes, la minifalda de infarto, el


ombligo al aire, la puerta del cuarto cerrada... Muchos padres con un adolescente
en casa se preguntan dónde está el hijo maravilloso y obediente que tenían antes.
La adolescencia es una etapa clave en nuestra vida. En esos años que transcurren
entre la niñez y la vida adulta -sobre todo entre los 13 y los 19 años-, se fijan
muchos de los que serán nuestros valores y se cimenta nuestra identidad personal. Y
también es muy probable que las familias tengan problemas con sus hijos en esta
etapa. «Es un periodo difícil de gestionar», reconoce la psicóloga Pilar Conde, de
Clínicas Origen. «Pero no por ello imposible lograr que sea una adolescencia
saludable», advierte.

¿Por qué hay tantas familias que se reconocen en apuros? Para Conde, lo que ocurre
es que «en la infancia un padre tiene su criterio y, en cierta manera, decide sobre
lo que le conviene al niño. Pero en esta otra etapa no es así: el criterio del
adolescente ya es válido, en el sentido de que es necesario tenerlo en cuenta. Hay
que darle espacio, permitirle que exprese cuáles son sus necesidades, deseos,
expectativas... Con su opinión y la del adulto se puede negociar y llegar a
acuerdos», explica Conde. No obstante, añade esta experta, «y aunque le estemos
dando la confianza, el adulto tiene que mantener todavía el establecimiento de
límites, y marcar claramente las líneas rojas que no se van a traspasar».

El error de muchas familias, advierte esta psicóloga, «suele estar en la dificultad


de adaptarse a la nueva situación. Les cuesta aceptar que lo que funcionaba antes,
ahora ya no funciona. Utilizan la misma forma de establecer límites o de
comunicarse con su hijo adolescente que la que usaban en la infancia de este».
«Pero hay que probar otros modos para seguir educando», sugiere. Esta situación se
acentúa, añade, cuando las familias han venido utilizando hasta ese momento un
método educativo de estilo autoritario. «Esos estilos utilizados para modificar el
comportamiento del infante, donde imperan "herramientas" como el castigo físico,
los gritos y las amenazas, son cortoplacistas, y tienden a romperse cuando llega la
adolescencia».

En este periodo, en el que se va construyendo el adulto que seremos, sugiere la


terapeuta, «tendremos que ir adaptándonos, además, a los cambios que van surgiendo
en nuestro entorno y que corresponden al abandono de la niñez. Aumentan las
responsabilidades, académicas, sociales y familiares, a la vez que se construyen
nuestra identidad personal y nuestra autoestima. Colegio, amigos, sexualidad,
obligaciones en el entorno familiar.... Quizá demasiado en poco tiempo, sobre todo
si tenemos en cuenta que hace apenas meses estaban jugando protegidos por sus
padres».

«De ahí que este tiempo de la vida en la que el aprendizaje y los cambios son
rápidos e intensos esté considerada por los adultos como una etapa difícil»,
concluye. Aparecen la rebeldía y cierta negatividad que se deben, según la experta,
a que los adolescentes necesitan pensar y tomar decisiones por si mismos. Reniegan,
añade, de todo lo impuesto, y se contrarían si perciben que no se respeta su
intimidad. Precisan respeto de «los mayores» y privacidad por sus «espacios
sagrados», como su cuarto o el lugar donde se reúnen con sus amigos.

Más aún, en los años de la adolescencia existen también muchas demandas emocionales
a las que tienen que aprender a responder. Lo más importante en este sentido es que
surgen conflictos personales, de amor y amistad (estamos hablando de cómo se viven
las primeras relaciones) que pueden marcar nuestra autoestima para toda la vida.
Basándose en estas premisas y dentro de su Escuela de Padres, desde Clínicas Origen
han puesto en marcha el Programa Crece para adolescentes de entre 13 y 19 años, con
cuatro objetivos: crecer siendo fieles a sí mismos, aprender a regular las
emociones, mejorar el rendimiento escolar y potenciar su autoestima.

Pero desde el entorno familiar también se puede «y se debe» trabajar para reforzar
esa autoestima, ahora bien, recuerda Conde, «siempre desde la comunicación, la
negociación y el establecimiento de normas y límites». «Es posible tener una
transición tranquila al mundo adulto, dentro del proceso que esto requiere, de esa
maduración... lo cual no significa que no vayan a cambiar de manera de pensar, que
no van a probar el alcohol... Para que una adolescencia sea saludable, tiene la
misma importancia el papel que ejerce el adolescente, como el que tienen sus
referentes, que suelen ser sus padres, hacia su hijo», finaliza la psicóloga.

Claves para reforzar la autoestima del adolescente en casa:


Estos son sus consejos para la mejora de la convivencia familiar en la
adolescencia:

Respetar su espacio y sus cosas, sus libros, «gadgets», discos y ropa, etc… En
definitiva, su intimidad.

No criticar los cambios de imagen, aunque si negociarlos si son extremos. «¿Que


quiere la falda corta? vamos a ver hasta dónde de corta. No es blanco o negro. Si
tú les coartas la forma de vestir, lo que va a suceder es que va a ir a un cuarto
de baño y se va a cambiar de ropa. ¿Que tiene 16 años y quiere hacerse un tatuaje?
Decirle que "ahora no puede, que cuando cumpla 18 ya veremos". Hay que darles
salidas, plazos que luego les permitan tomar decisiones por si mismos. Un
adolescente cuando ve que no tiene salida es cuando normalmente se rebota». «Los
cambios de imagen suelen significar una búsqueda de autoimagen, no será la
definitiva, pero hay que respetar el proceso», recuerda Pilar Conde.

No dar charlas, sino preguntar, escuchar, expresar nuestra opinión pero validando
la suya, acompañándoles a que lleguen a sus propias conclusiones. «Es mejor ver lo
que quiere, escuchar su punto de vista, no criticarlo, y plantear el nuestro,
sugerir preguntas... Ayudarles a tomar conciencia de los valores que has ido
transmitiendo. Se le puede decir: "entiendo tu punto de vista, pero no lo comparto,
por lo tanto, tenemos que negociar", siendo conscientes de que es el padre el que
va a establecer determinadas líneas rojas».

No criticar a sus amigos. Están en un momento en el que el grupo de amigos es


vital, si perciben critica hacia sus amigos, se distanciarán.

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El sobrino nieto de Freud asegura que el TDA es un «invento»


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https://www.abc.es/familia-padres-hijos/20131126/abci-freud-psicoanalista-ninos-
201311221704.html

Este psicoanalista infantil asegura que a los niños se les hipermedicaliza con la
«pastillita de portarse bien»

Sabe que su apellido le precede, pero también es consciente de que ser familiar del
padre del psicoanálisis no le hace ser mejor en su trabajo. En cualquier caso,
Joseph Knobel Freud deja claro en la entrevista que él es un apasionado de su labor
como orientador familiar, y que podría estar horas hablando de cómo se puede ayudar
a la gente a pensar de otro modo, a cambiar dinámicas establecidas, y algo muy
importante, a prevenir... «No todo es enfermedad mental», afirma. Desde luego, lo
que para él no lo es, es el Trastorno por Déficit de Atención. « El TDAH no existe,
no es un trastorno neurológico, es un invento de esta sociedad de la inmediatez en
la que vivimos, y qe nos lleva a la hipermedicalización de niños que son más
movidos», asegura.

J. K. Freud nos invita a reflexionar sobre este y otros temas importantes de la


paternidad en su último libro, «El reto de ser padres». En esta obra el
psicoanalista de niños comparte su experiencia de más de treinta años ayudando a
padres e hijos a superar sus problemas, y e invita a sus lectores a tomarse un
tiempo para reflexionar sobre la paternidad. «La vida es un camino de la
dependencia total a la independencia total. Y para lograrlo, es fundamental el
papel que desempeñan papá y mamá», advierte.

—Uno de los temas más llamativos de su libro es que usted afirma tajante que no
existe el TDA.

—El TDA no existe, no. De hecho Leon Eisenberg, la persona que describió el
trastorno de déficit de atención con hiperactividad por primera vez, dijo a Der
Spiegel meses antes de morir que éste era «un excelente ejemplo de un trastorno
inventado» y que «la predisposición genética para el TDA está completamente
sobrevalorada». Lo que es preocupante de la sociedad actual es que se considera que
las cosas cuanto más rápidas sean, mejor. Es decir, si el niño se porta mal en la
escuela y se mueve mucho, enseguida le dan la «pastillita de portarse bien». En
lugar de actuar, inmediatamente se hipermedicaliza, tapando el síntoma. ¿Se ha
intentado averiguar por qué ese niño se mueve, no está quieto, y no es capaz de
prestar atención...? ¿Alguien se ha parado a averiguar si hay problemas en casa?
¿si está angustiado por algo? ¿si resulta que se mueve mucho porque intenta captar
la atención de papá y mamá, o del maestro, o de los educadores en general? No, le
hemos dado la pastilla y ya está. Además estamos creando en los niños una costumbre
peligrosísima. Me refiero a la costumbre de que, frente a un conflicto, en lugar de
tratar de pensar de donde viene, y qué solución tiene, en vez de encontrar algo en
la dinámica personal y familiar de esa persona que nos ayude, se recurre a un
elemento externo, una droga —el metilfenidato en el caso del TDA—, para conseguir
unas determinadas conductas. Insisto, estamos enfrentándonos a una preocupante
hipermedicalización de la sociedad.

—Pero el TDA cada vez está más diagnosticado.

—En mi época los niños también se movían, pero como no existía el metilfenidato, no
había TDA... Si usted viera las preguntas del cuestionario —que está de moda en
todo el mundo— y que utilizan los padres y maestros para detectar el supuesto
trastorno se sorprendería. Hay que responder a unas preguntas que al final lo que
hacen es definir la infancia en sí misma. ¿Se mueve? A menudo, con frecuencia,
bastante... esto es muy subjetivo. Los padres y los maestros están preparados para
muchas cosas, pero no para diagnosticar esto. Para eso estamos los psicoterapeutas.

—¿Qué recomienda usted?

—Desde luego, no hipermedicalizar para tapar o no hablar del problema. Y


preguntarse ¿qué está fallando?, ¿qué está pasando con la educación actualmente que
hace que los niños no presten atención? Porque la atención es un don que se presta.
Pues juguemos con la palabra atención. Si tu das atención, es porque ese alguien te
merece respeto. En la infancia, ese respecto viene dado por la familia. ¿Que está
pasando en una sociedad en la que el papá va al colegio a amenazar al profesor de
quinto porque le ha puesto un cuatro a su hijo? ¿Cómo queda de desprestigiado ese
maestro a los ojos de ese niño? Con ese padre beligerante que llamó inepto al
profesor... ¿le podemos pedir al niño que esté atento en clase? Los niños que van a
escuelas respetadas por sus padres tienen menos problemas para prestar atención.
También hay una relación directa entre eso y lo que pasa en casa con la obediencia.
Si el niño ve que hay un papá y una mamá que se respetan, que se quieren, que se
apoyan mutuamente, entonces el niño obedecerá y aceptará los límites.

—Y si no lo hace, ¿qué pueden hacer los padres para que el niño obedezca?

—Voy a poner un ejemplo muy claro. Llega el momento de la cena donde el niño dice
«no quiero comer esto» y el papá dice «termínatelo». ¿Que no quiere? Se le retira
el plato, y se le manda a la cama. Esa es una actitud excelente del padre. Pero
entonces llega la mamá al cuarto del niño y le dice «toma esto, que papá está muy
nervioso», y le da un yogur con galletas... «Pobrecito, así come». En ese momento,
muy inconscientemente, está desautorizando a su propio marido, desacreditando la
función paterna del padre del niño, y además haciendo que se niño se vuelva
caprichoso con la comida y con todo. Yo siempre digo a los padres cuando me
consultan: «Nunca amenaces a tu hijo con algo que no vas a cumplir y que luego te
desacredite».

—Es muy importante que los dos vayan en la misma dirección, pero a veces no es
fácil, ni en la familia más feliz y compenetrada del mundo.

—Por supuesto, pero si la pareja hace algo que no es correcto, podemos y debemos
acudir a su rescate. Nunca desautorizarle. Es muy recomendable llegar a pactos de
los cuales los niños no tienen ni por qué enterarse. El Estado Mayor conjunto tiene
que tener reuniones en secreto para llegar a acuerdos que el soldado raso tiene que
obedecer.

—El otro error está en querer convertirnos en amigos de nuestros hijos.

—Sí. Estamos convirtiéndonos en la sociedad de la indiferencia generacional. Estos


padres que te dicen «es que a mí me gustaría ser amigo de mis hijos». Mire, no.
Usted es padre (o madre) de los niños, y ellos ya tendrán amigos a lo largo de toda
su vida. Esto que parece una tontería... no lo es. A los padres hay que obedecerles
y esa división generacional está para algo.

—¿Qué podemos hacer cuando el niño reta a la figura del padre?

—Los niños que son queridos y respetados en su función de niños no tienen por qué
retar al padre, a no ser en una época muy determinada de la vida en la que el
desarrollo psicológico sano de todo niño pasa por el hecho de enfrentarse al padre
para buscar su propia independencia. Pero ahí donde hay un niño dispuesto a
enfrentarse al padre tiene que haber un padre dispuesto a decirle «no, por aquí no
paso». Lo que nos estamos encontrando es que hay padres muy débiles, que se
autorizan poco a ser padres.

—Límites, límites, límites...

—Hay que poner límites a la voracidad infantil. Y hay que empezar desde que se le
da el pecho al niño. Llega un momento en el que hay que pasar a la papilla, porque
es bueno en el desarrollo de todo niño la introducción de nuevas comidas que no
tengan que ver con la leche materna. A mí me ha pasado en la consulta tener que
tratar a un niño de cinco años totalmente inquieto que tomaba pecho de pie. Como el
nervioso que se fuma un cigarrillo. ¿Quien es responsable de la inquietud de ese
niño? «Es que no sé cómo destetarlo», decía la madre. Señora, diga ¡se acabó! Lo
mismo pasa con el chupete. Tireló. El niño llorará tres días, en los que usted se
tendrá que armar de paciencia, de aguante. Cante todo el cancionero popular
español, extranjero y del más allá, cuéntele cuentos, juegue con él, pero digalé
chupetes no, pecho no... Ponga límites. Poner límites es importante para el
desarrollo y evolución del ser humano, para la contención del psiquismo.

—Llama mucho la atención que se realice psicoanálisis infantil. ¿Cómo se aborda una
consulta cuando el paciente es un niño, y no se le puede sentar en un diván?

—Un niño enfermo psicológicamente hablando es un niño que no juega, entre otras
cosas. El trabajo del psicoterapeuta es encontrar el por qué, y encontrar las
pistas para deshacer los nudos que han quedado mal hechos. Es decir, la meta en
psicoterapia es que el niño juegue, porque el juego es por sí solo es terapéutico.
El problema lo tienen los niños que no pueden jugar por algún conflicto... El juego
le permitirá elaborar positivamente cosas que vive pasivamente. Al jugar, lo puede
actuar, elaborar, tramitar, digerir y metabolizar... es una forma privilegiada del
mundo infantil de incorporar las cosas que se van viviendo.

—¿Cuáles son las consultas más típicas?

—Las de violencia, agresión y soledad en la escuela. Lo que hoy se conoce por


bullying y que tiene su variante en el acoso escolar cibernético o ciberbullying.

—Algunos expertos en bullying señalan que esto le puede pasar a cualquier niño.

—No lo creo. Creo que hay niños que por algún motivo se colocan en una posición de
especial debilidad. Los niños lo captan, y entre ellos es como si hubiera códigos
de conductas que les permite saber dónde está el débil y dónde y a quién pueden
pegar. Es muy común que el que pega haya visto violencia en casa.

—¿Que aconsejaría usted para fortalecer la autoestima del niño? ¿Todo se basa en la
autoestima?

-Muchas cosas se basan en la estima. La estima empieza por ser querido por los
papás. Y para fortalecerla una de las cosas que podemos hacer es ocuparnos más de
nuestros hijos. Tienes la opción. O te ocupas de saber qué tal le fue en el colegio
o te vas a ver el telediario. ¿Que más podemos hacer? Dedicar más ratos a hablar y
a jugar con nuestros hijos. El mejor regalo que podemos hacerles es tiempo.

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