Está en la página 1de 20

Reseña de “Reivindicando El capital de

Marx. Una refutación del mito de su


incoherencia” de Andrew Kliman:
Alfonso Fernández Bustos |
https://marxismocritico.com/2020/08/17/resena-de-reivindicando/
 

Para no demorarnos demasiado sobre este aspecto,


concluimos que la respuesta es afirmativa: la ley del valor-
trabajo (TVT) y, en relación a esta, la ley del descenso
tendencial de la tasa de ganancia (LDTTG), expuestas y
desarrolladas por Karl Marx en su obra El capital,
explicaría cómo los aumentos de la productividad en el
capitalismo, que tendría como consecuencia la
devaluación de las mercancías, incluyendo los medios de
producción, hacen surgir una tendencia a que la tasa de
ganancia descienda, provocando que sólo pueda ser
superada mediante la crisis (volveremos sobre este punto
más adelante). Sin embargo, El capital ha sido desde su
concepción objetivo de innumerables críticas infundadas,
incluso convertido hoy en día por muchos en una mera
obra descriptiva y metafísica de la historia del capitalismo
o la forma concreta que este adoptó en el siglo XIX. De
esta manera, «Marx se transforma en un icono que dijo
muy poco distintivo y nada que sea “amenazador”»
(Kliman, 2017) y El capital, por consiguiente, se relega a
un segundo plano, abandonando descarada y, a veces,
concienzuda e interesadamente el carácter teórico-
abstracto de la obra, donde el objeto de investigación son
las relaciones fundamentales que definen el capitalismo
en cuanto tal y lo distinguen de otros sistema sociales
anteriores, y no una burda descripción fenoménica de,
por ejemplo, la Inglaterra industrial en tiempos de Marx.

Por otro lado, distintos autores, en su mayoría


economistas -aunque también sociólogos, antropólogos,
filósofos o historiadores guiados por los argumentos de
los primeros-, han pretendido demostrar las eventuales
incoherencias internas que padece El capital de Marx. Por
ende, durante los últimos cien años varios economistas
burgueses han afirmado que la teoría del valor trabajo de
Marx y su aplicación para comprender la dinámica del
capitalismo es inconsistente y/o errónea.  Además, estas
«réplicas» apelando a una supuesta incoherencia/error de
El capital no solo ha penetrado en la economía
convencional; sino que, incluso, en muchos economistas,
sociólogos o filósofos que se reclaman marxistas, como
Paul Sweezy, Erik Olin Wright o Gerald A. Cohen,
respectivamente.

 
Pero si hemos insistido brevemente en mostrar la
acusación de una supuesta incoherencia en El capital, es
para presentar la aportación indudable que realiza
Andrew Kliman en su libro “Reivindicando El capital de
Marx. Una refutación al mito de su incoherencia” (recién
traducido al español y editado por El Viejo Topo), para
desmentir las hipotéticas contradicciones internas
teóricas de Marx.

El mito de la incoherencia de El capital

El primero de los aspectos centrales de Reivindicando El


capital de Marx, obra a la que Andrew Kliman ha
dedicado años de trabajo y diálogos con economistas
como Alan Freeman o Ted McGlone, no puede ser otro -de
ahí nuestra concisa exposición anterior- que la crítica a la
tan estandarizada afirmación académica de que “Marx se
olvidó de transformar los precios de los insumos” -es decir,
el llamado «problema de la transformación»-; que vendría
a exponer que en el Tomo III de El capital, Marx comete el
fatídico error de no transformar a precios de producción
los valores de los insumos (capital constante y capital
variable). Esto convertiría como lógicamente
contradictorio el planteo de El capital, ya que los outputs
(productos) no podrían establecerse en precios de
producción y los inputs (insumos) en valores.
 

Uno de los pioneros en iniciar una conjetura contra El


capital de Marx es Böhm-Bawerk, autor de la Escuela
Austriaca de economía, que creyó en su libro de 1896
haber descubierto el nudo gordiano del «problema» en el
que incide Marx; pues, según el autor liberal, Marx
incurre en un error insalvable entre lo que dice en el
Tomo I y el Tomo III de El capital. A juicio de Böhm-
Bawerk, el autor alemán afirma que las mercancías se
venden por su valor para luego, en el tomo III, decir que
se venden por su precio de producción. Por consiguiente,
el austrohúngaro se obsesiona con desordenar la relación
entre precio -expresión monetaria del valor- y valor, y en
reducir este último a su magnitud, llegando a afirmar en
reiteradas ocasiones, por activa y por pasiva, que Marx
comenzó diciendo que “las mercancías tienden a
venderse a sus valores”, para pasar a decir después que
“las mercancías no tienden a venderse a sus valores”. No
obstante, Böhm-Bawerk solo tendría que haber leído, si no
es demasiado pedir, el capítulo IX de El capital sin
detenerse interesadamente (como sí que hizo) en el aviso
de Marx a que “se supone, en efecto, que los precios = los
valores”; pues consecuentemente después, el autor de El
capital, continúa señalando, como nota aclaratoria para
algún que otro despistado, que “en el libro tercero veremos
que esa equiparación no se aplica tan sencillamente ni
siquiera en el caso de los precios medios”.

Asimismo, la crítica de Böhm-Bawerk empobreció el


lenguaje y la exposición de Marx, restándole su preciado y
necesario contenido categorial filosófico e incidiendo en
aquello que sentenciaba Kant: “las intuiciones sin
conceptos son ciegas”. El economista austrohúngaro, al
igual que muchos más, menospreciaron la dialéctica de
Marx y la consideraron como el vulgar envoltorio del
caramelo que querían masticar y escupir, terminando por
interpretar un espejismo en el vasto universo de El
capital. Por esta razón, y sirviéndose de citas y extractos
de la obra de Marx fuera de contexto, Böhm-Bawerk
acabó diciendo lo que dijo porque así lo quiso desde el
principio, sin más.

Por su parte, años más tarde, el economista


estadounidense Paul Sweezy, sedicente de la teoría de
Marx, comulgó con ruedas de molino -al recuperar e
introducir en Occidente los documentos del economista
ruso Ladislaus Bortkiewicz en 1949- con la idea de que, en
realidad, el autor alemán de El capital no cometía un
«error insalvable» como señalaba Böhm-Bawerk; sino que
su exposición adolecía de incoherencias lógicas internas.
Por tanto, para aclaraciones posteriores, el mito del
«problema de la transformación» no surge en 1893 con la
publicación del Tomo III de El capital, sino con las críticas
realizadas en primer lugar por Böhm-Bawerk en 1896 y,
sobre todo, por aquella que realiza Bortkiewicz en 1907 -
que, aunque relacionadas, hay razones suficientes, como
así expone Andrew Kliman, para no ser confundidas-.

En efecto, la crítica de Bortkiewicz –“la justificación más


citada para rechazar la teoría de Marx en el último siglo”- 
mantuvo que la solución a la «cuestión de la
transformación» es asumir la incoherencia desde el punto
de vista lógico de El capital. Afirmó que Marx había
calculado el capital constante y el capital variable en
términos de valor, mientras que la mercancía resultante
se valoraba por el precio de producción. En consecuencia,
sostuvo que el pensador de Tréveris situaba el valor en un
nivel de su propia teoría y el precio en otro, concluyendo
en que había fallado al conectar ambos. Bortkiewicz, por
tanto, sentencia que el alemán “falla en mantener
separados con suficiente rigurosidad los dos principios del
cálculo de valores y precios” (Bortkiewicz, 1971). A partir
de esto, se sostuvo también que la tasa de ganancia
cambia con la transformación de valores a precios, de
manera que en Marx habría dos tasas de ganancia: la tasa
determinada con los precios de producción, y la
determinada con los valores.
 

Bortkiewicz argumentó que el error de Marx consiste en


que la determinación sucesiva provoca que la
reproducción simple no se dé; es decir, la reproducción de
la economía se vería interrumpida porque los valores
totales no coinciden con los precios totales. Así,
Bortkiewicz demostró presuntamente que el método de
Marx es contradictorio en sí mismo y que la única forma
de corregirlo es cambiando su metodología sucesiva por
una simultánea de sistema dual, aun cuando las
conclusiones de Marx se modifiquen. En definitiva, el
error consiste, según Bortkiewicz y demás corrientes
fisicalistas-simultaneístas, en que las mercancías
producidas son evaluadas a su precio de producción y las
mercancías utilizadas a su valor.

Aunque volveremos concisamente sobre ella, la


determinación simultánea de los precios de producción se
puede resumir en un fragmento escrito por Paul Sweezy,
que recibió entusiasmado las «correcciones» artificiosas
de Bortkiewicz:

En su esquema del precio, los desembolsos de los


capitalistas en capital constante y en capital variable
quedan exactamente como estaban en el esquema del
valor; en otras palabras, el capital constante y el capital
variable, empleados en la producción, se siguen
expresando en términos de valor. Las producciones
totales, por otra parte, se expresan en términos del precio.
Ahora bien, es obvio que en un sistema en que el cálculo
del precio es general, tanto el capital empleado en la
producción como el producto mismo deben expresarse en
términos de precio. El inconveniente está en que Marx
sólo anduvo la mitad del camino en la transformación de
los valores en precios de producción. No hay por qué
sorprenderse de que tal procedimiento conduzca a
resultados contradictorios (Sweezy, 1945; 128).

Más tarde, en la década de 1970, la mayoría de los


académicos pretendidamente marxistas aceptaron los
argumentos de Piero Sraffa -influenciado por la crítica de
Bortkiewicz- que sostienen la redundancia del valor;
teorizando, en consecuencia, todas las variables
económicas (tasa de ganancia, precios, etc.) sin necesidad
de la teoría del valor. La corriente de Sraffa, también
llamada neo-ricardiana, considera que puede explicarse
la economía con un sistema donde unas máquinas
producen réplicas suyas; es decir, en el que el trabajo vivo
para la producción puede no ser indispensable, ya que “el
trabajo vivo desempeñado por el trabajador no es
diferente a las demás mercancías”. Además, “el teorema
marxiano fundamental, dado a ampliamente a conocer por
Morishima (1973) también ayudó a consolidar la victoria
del sraffismo” (Kliman, 2020; 86).

De esta manera, el trabajo de Andrew Kliman demuestra


en consecuencia que todas estas corrientes, que
pretenden demostrar la incoherencia lógica de El capital,
sostienen una interpretación simultánea, lo que se
traduce en que tanto el valor del producto que se utiliza
para producir, como el valor del producto obtenido
después del proceso de producción se determinan
simultáneamente (el producto final tiene el mismo valor
que el medio de producción). Además, Kliman constata
que toda determinación simultánea infiere
irremediablemente en el fisicalismo -como se puede
observar sin mayor esfuerzo en la exposición de Sraffa-
que comprende la determinación del valor por la
cantidad de producto físico, y no por el tiempo de trabajo;
por ende, el valor generado aumenta porque así lo hace el
producto físico, sin tomar en cuenta el cambio en el
tiempo de trabajo socialmente necesario, y
contradiciendo, en definitiva, la ley del valor de Marx.

El trabajo de Kliman, Reivindicando El capital de Marx,


confirma que la determinación simultánea introduce
fundamentos ajenos a la teoría marxista; ya que,
claramente, Marx no empleó premisas simultaneístas. De
modo que la incoherencia lógica alegada se debe a que la
interpretación simultánea altera y pone «patas arriba» los
supuestos del procedimiento de Marx, concluyendo
artificiosamente que los resultados del alemán son
contradictorios. Es por esto que, en consecuencia, todas
las corrientes que sostienen la determinación simultánea,
sin importar su origen, sus intenciones, o su “apego” a las
palabras de Marx, concluyen (consciente o
inconscientemente) que la teoría del valor es innecesaria
(redundante), que Marx fue inconsistente al explicar la
determinación de los precios (el famoso “problema” de la
transformación), que el plustrabajo no es la única fuente de
plusvalor (ganancia) y que Marx se contradice porque la
tasa de ganancia tiende a subir y no a bajar cuando se
ahorra trabajo vivo por incrementos en las fuerzas
productivas  (Hdez. Solorza y Deitha Mon, 2015; 5). 

De este modo, el Teorema de Okishio, partiendo también


de premisas externas a las planteadas por Marx, pretende
probar que los supuestos de la Ley del descenso
tendencial de la tasa de ganancia (LDTTG) son
lógicamente inválidos, y aunque el teorema no niega que
pueda caer la tasa de ganancia, sí que dice que las
premisas que aplica Marx no pueden explicar
correctamente porqué sucede tal descenso.

 
La presentación que realiza Marx sobre la LDTTG es,
hasta cierto punto, sencilla y fácil de comprender: el
pensador alemán parte del supuesto de que la tasa de
plusvalía es constante, que la composición orgánica de
capital es creciente a lo largo del proceso de acumulación
y expansión capitalista, concluyendo finalmente que
existe una tendencia por la que la tasa general de
ganancia desciende; en otras palabras, esto es fácilmente
comprensible si tenemos en consideración que la masa de
plusvalía depende del número de trabajadores, dada la tasa
de explotación, y que la tasa de ganancia debe ser calculada
en relación al capital total. Una composición orgánica
creciente, que exprese la elevación de la proporción entre el
volumen de los medios de producción y la cantidad de
trabajo vivo, sólo puede tener como consecuencia la
reducción de la tasa de ganancia (Carcanholo, 2013; 3).

Marx declaró que la LDTTG es la primera “ley” para


explicar la tendencia de manera satisfactoria y
repetidamente dijo que es “la ley más importante” de la
economía política, la solución del rompecabezas central
alrededor del cual “toda la economía política desde Adam
Smith lleva dando vueltas”. “La progresiva tendencia para
que caiga la tasa de ganancia es simplemente la
expresión, peculiar al modo capitalista de producción, del
desarrollo progresivo de la productividad social del
trabajo” (El capital. Tomo III, Marx). En otras palabras, la
productividad creciente tiende a deprimir la tasa de
ganancia; es decir, los resultados de continuos aumentos
en la productividad física sobre la tasa de plusvalía son
cada vez más limitados. Por tanto, la tendencia a la caída
de la ganancia obedece a un aumento de la productividad
que supone, a su vez, dificultades crecientes de
valorización y no, por el contrario, a un hipotético
descenso de la productividad:

La tasa de ganancia no disminuye porque el trabajo se


haga más improductivo, sino porque se torna más
productivo. Ambas cosas, tanto el aumento en la tasa del
plusvalor como la baja en la tasa de ganancia, sólo son
formas particulares mediante las cuales se expresa en el
modo capitalista de producción la creciente productividad
del trabajo (Marx, 2011; 307).

Su marcado carácter tendencial hace hincapié en que


eventualmente «la presión a la baja» puede ser
contrarrestada; esto es, por ejemplo, que la elevación de
la composición orgánica del capital puede no
materializarse y, además, el menor valor de los bienes de
consumo, al reducir el valor de la fuerza de trabajo e
incrementar la tasa de explotación, puede compensar la
eventual elevación de la composición orgánica del capital
en su efecto sobre la tasa de ganancia. Por supuesto, Marx
contempla esas y otras contratendencias, añadiendo que
“las más generalizadas son” la reducción de los salarios; la
sobrepoblación relativa; el comercio exterior o el
aumento del capital accionario. No obstante, como aclara
Kliman en la obra que nos ocupamos:

En suma, aunque la tendencia al descenso de la tasa de


ganancia es “constantemente…superada”, la tendencia no
queda anulada. Hace sentir su presencia, puesto que solo
“se supera mediante la crisis”. Las crisis económicas
recurrentes, y no una tendencia al descenso de la tasa de
ganancia en el largo plazo, es lo que predice en realidad la
teoría de Marx. (Kliman, 2020; 57)

Estos supuestos de la LDTTG tiene implicaciones políticas


revolucionarias, ya que la ley verifica la agudización de
las dificultades en el proceso de valorización, lo cual
significa que las crisis económicas nacen de la
contradicción interna e inherente al modo de producción
capitalista: “los capitalistas «matan la gallina de los
huevos de oro»”.

Sin embargo, la LDTTG de Marx contradice la lógica


formal de aquellos, especialmente fisicalistas, para los que
intuitivamente es contradictorio el hecho de que
productividad creciente = descenso tendencial de la tasa
de ganancia (A≠No-A/ creciente≠descenso). Para el sentido
común de Okishio (o Dmitriev antes que él), un aumento
de la productividad es sinónimo de un aumento en la
rentabilidad; pero esto es así, tal como demuestra Kliman,
solo si nos servimos de la valoración simultánea para
llegar a conclusiones fisicalistas. En conclusión, el
Teorema de Okishio solo se sostiene si la problemática se
«piensa» en términos de valor de uso (fisicalismo) y no de
valor.

“Caben diversas interpretaciones de Marx, pero no


cualquier interpretación es válida”

En suma, en mayor o menor medida, todas las


interpretaciones que concluyentemente afirman que El
capital de Marx adolece de incoherencias lógicas internas
han sostenido y valorado los insumos y los productos de
forma simultánea, esto es, alegando que los insumos que
se introducen en la producción y los productos que
surgen con posterioridad deben tener los mismos valores
o precios; han planteado los problemas en términos de las
propiedades de estados de equilibrio estático y han
inferido insalvablemente en el fisicalismo. Por tanto,
cuando la teoría de Marx se interpreta en términos
simultaneístas cualquiera de sus supuestos se convierten
en contradictorios.

Andrew Kliman en Reivindicando El capital de Marx. Una


refutación al mito de su incoherencia, evidencia y da
sentido a aquella frase formulada por el filósofo español
Felipe Martínez Marzoa: “caben diversas interpretaciones
de Marx, pero no cualquier interpretación es valida”; pues
el trabajo de Kliman se fundamenta precisamente en
reclamar las teoría económicas de Marx, mostrando que
un estudio adecuado de El capital revela una teoría
coherente y unas conclusiones lógicas fundamentadas en
la ley del valor. En definitiva, Andrew Kliman desmonta el
mito de las  supuestas contradicciones internas atribuidas
por la interpretación fisicalista-simultaneísta, que juzgan
a Marx por lo que nunca enunció, ya que no existe una
interpretación de la teoría del valor de Marx que concilia
esas contradicciones aparentes (Kliman, 2020; 18).

Por tanto, para Andrew Kliman basta con realizar una


interpretación adecuada para que todos esas supuestas
contradicciones en las teorías de Marx se desvanezcan.
Así en la década de los 80’, diversos autores marxistas,
entre los que se incluyen Alan Freeman, Guglielmo
Carchedi, Ted McGlone y el propio Andrew Kliman, que
no se atiborraron de las artificiosas  y distorsionadas
conclusiones de la interpretación simultánea, ofrecieron
la llamada Interpretación de Sistema Único Temporal
(TSSI).

Aunque en Reivindicando El capital de Marx, Andrew


Kliman explica con elocuente riqueza  argumentativa la
TSSI, se puede decir que esta “coloca las piezas en su
posición original”, aclarando, ni más ni menos, que “Marx
no planteó los problemas en términos de las propiedades de
estados de equilibrio estático, y por tanto, no tenía
necesidad alguna de valorar los insumos y los productos de
forma simultánea” (Kliman, 2020; 31) . Si valoramos de
forma temporal los valores y los precios, tal como hizo
Marx, de modo que los precios de los insumos y los
productos pueden diferir, y consideramos toda la teoría
económica marxista bajo un solo sistema (sistema único),
en el que los valores y los precios se determinan entre sí
de forma dinámica, podemos concluir con total seguridad,
como hace Kliman, que El capital de Marx no adolece
absolutamente de nada. Su incoherencia es, por ende, un
mito de la ideología dominante.

La Interpretación de Sistema Único Temporal logra, por


tanto, demostrar que el plustrabajo es la única fuente de
plusvalor y, en consecuencia, que el valor no es
redundante; explica coherentemente, reproduciendo la
metodología y el procedimiento de Marx, cómo los
incrementos graduales en la composición orgánica que
ahorran trabajo vivo generan una tendencia a la baja en
la tasa de ganancia y ha disipado cualquier artificio
creado en torno al mal llamado «problema de la
transformación».

Reivindicando El capital de Marx es, en resumen, un arma


formidable para defender las teorías económicas de Marx
y desprenderlas del sambenito que artificiosamente se le
ha colocado. Disponer de una traducción al español
después de casi 14 años desde su publicación original, es
sin duda una buena oportunidad para la clase obrera
hispanohablante.

Alfonso Fernández Bustos. Estudiante de Sociología.


Universidad Nacional de Educación a Distancia

El libro se puede adquirir en El Viejo Topo

Referencias bibliográficas

Arrizabalo, Xabier. 2016 segunda edición. Capitalismo y


Economía Mundial. Instituto marxista de economía. 

 
Bortkiewicz, Ladislaus. 1971. La teoría económica de
Marx. Giulio Einaudi Editore.

Carcanholo, Reinaldo. 2013. La Ley de la baja tendencial de


la tasa de ganancia.

Freeman, Alan. 1996. Price, Value and Profit – a


continuous, general, treatment. En Freeman y Carchedi
(eds.).

Hdez. Solorza, Sebastian y Deytha Mon, Alan. 2015. Parte I.


Determinación del Valor.

Kliman, Andrew. 2020. Reivindicando El capital de Marx.


Una refutación al mito de su incoherencia. El Viejo Topo.

Marx, Karl. 2011. El capital. Akal

Nieto, Maxi. 2015. Cómo funciona la economía capitalista:


una introducción a la teoría del valor-trabajo de Marx.
Escolar y Mayo.
 

Roberts, Michael. 2017. La Larga Depresión. El Viejo Topo.

Roberts, Michael. thenextrecession.wordpress.com. Blog


Personal.

Sweezy, Paul. 1945. Teoría del desarrollo capitalista. Fondo


de Cultura Económica.

También podría gustarte