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Introducción
Los conceptos relativos al diagnóstico, signos clínicos y patogénesis del adenoma tiroideo
funcionante autónomo (ATFA) han ido evolucionando desde hace más de 90 años, a
partir de las pioneras observaciones de Henry Plummer, quien llegó a la conclusión que el
adenoma tóxico y el bocio exoftálmico eran entidades diferentes. Los pacientes con el
primer diagnóstico eran, en general, 10 años mayores que los que tenían bocio
exoftálmico al momento de presentar hipertiroidismo manifiesto; también se
caracterizaban por más complicaciones cardiológicas y menos inestabilidad nerviosa.
Dedujo que la secreción del adenoma era la causa del hipertiroidismo y observó que el
tejido extranodular no presentaba hipertrofia e hiperplasia, tal como se evidenciaban
difusamente en la enfermedad de Graves Basedow.
En los últimos 40 años (décadas de 1970 y 1980), Hamburger y Studer han escrito mucho
sobre el tema, pero en la actualidad no hay muchas publicaciones ni puestas al día,
posiblemente debido al hecho de que el ATFA no es una patología muy frecuente (un
ATFA tóxico cada 50 pacientes con enfermedad de Graves-Basedow) y corresponde al
5% de los nódulos tiroideos solitarios o dominantes.
Definición y Clasificación
Los de moderada y baja actividad secretoria son los que se traducen en el laboratorio
como hipertiroidismo subclínico o tirotrofina (TSH) normal baja y eutiroidismo,
respectivamente. Los de mayor actividad secretoria son los tóxicos y se correlacionan
Representante de la Dirección:
Fecha:
Copia N° : Revisó Aprobó
Nombre Dr. Leonardo Gilardi Dra. Inés Morend
Firma
Fecha 24/07 08/08
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con un laboratorio compatible con hipertiroidismo (TSH inhibida < 0.10 µUI/ml y hormonas
libres elevadas), si bien puede presentarse también como hipertiroidismo subclínico con
TSH < 0.10 µUI/ml y hormonas libres normales.
Dado que el ATFA no produce hipertiroidismo hasta que su actividad secretoria exceda la
necesaria para inhibir la liberación de TSH endógena, el grado de supresión de la
captación de radioisótopo del TTEN en el scan inicial constituye un simple e importante
índice de la actividad secretoria y funcional de un ATFA; a mayor supresión de tejido
extranodular, mayor evidencia de autonomía y riesgo de progresión hacia la toxicidad.
Patogénesis
Presentación Clínica
En general, hoy en día, la gammagrafía con 131I o 99Tc no se encuentra en primer lugar en
el algoritmo diagnóstico de estudio de los nódulos tiroideos. En cambio, sí lo estaba hace
más de 40 años, antes del uso de ultrasonido como recurso (comenzó a fines de la
década de 1960) y cuando no se contaba con la determinación de la TSH ultrasensible.
En ese momento, la TSH por radioinmunoanálisis informaba valores hasta 1 µUI/ml como
límite inferior del rango normal. Esa situación cambió por completo ante la aparición
posterior de métodos de medición como la inmunoradiometría (IRMA) y la
quimioluminiscencia (éste último, utilizado en la actualidad), ambos de mayor sensibilidad
diagnóstica para el hipertiroidismo e hipotiroidismo secundario.
En pacientes con TSH normal baja (inferior a 0.40 µUI/ml) y hormonas tiroideas libres
normales, con repetición del laboratorio en un período no menor de 6 a 8 semanas y
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La presencia de laboratorio normal (TSH > 0.5 µUI/ml y hormonas tiroideas normales) o
TSH normal alta (mayor a 5 µUI/ml) con hormonas tiroideas normales o normales bajas
obligaba a pensar en el diagnóstico diferencial de hiperplasia compensadora, donde la
ecografía tiroidea y la presencia de anticuerpos antiperoxidasa significativamente
positivos eran de mucha utilidad. La ecografía podría mostrar áreas de hipoecogenicidad
compatibles con enfermedad de Hashimoto localizada, hipogenesia o ausencia de un
lóbulo (hemiagenesia, cirugía, etc.) o tiroiditis subaguda con hipotiroidismo secuelar
sectorizado, todas situaciones determinantes de hiperplasia compensadora. Hace muchos
años, se recurría al test de supresión con T3 para realizar el diagnóstico diferencial, que
estaba sólo indicado en pacientes que, ante un scan inicial con radioyodo, presentaban
un nódulo hipercaptante con total, moderada o baja inhibición del tejido extranodular,
siendo eutiroideos. Si el paciente tenía un scan inicial con inhibición total del resto del
parénquima y era hipertiroideo, el test de supresión NO se realizaba, sino que se recurría
al estímulo con TSH exógena para establecer la reserva del TTEN. Si este tejido
respondía, el diagnóstico de ATFA era la regla. Estos 2 procedimientos (inhibición con T 3
y estimulación con TSH) constituían los criterios de elección para el diagnóstico de ATFA.
También se utilizaba el test de TRH-TSH para diagnóstico de autonomía e hipertiroidismo,
hoy en día en desuso, sobre todo porque no se disponía de TSH.
Actualmente, estos tests ya no se utilizan, tanto por lo antes expresado como por los
riesgos conocidos sobre el sistema cardiovascular ante la administración de altas dosis de
T3 a pacientes mayores de 50 años y por la disponibilidad de métodos ultrasensibles para
la determinación de TSH.
Alrededor del 20% eran tóxicos, contra un 80% de ATFA no tóxicos. De los pacientes
eutiroideos, casi el 50% eran mayores de 40 años, mientras que de los hipertiroideos, lo
eran más del 70%, estableciéndose que la actividad secretoria de un AFTA tiende a ser
mayor en los pacientes de mayor edad. Entre los sujetos mayores de 60 años, casi el
60% eran tóxicos, mientras que, entre los menores de 60 años, sólo el 12% lo eran.
En cuanto a la relación mujer/hombre, para los ATFA no tóxicos era de 13 a 1, pero para
los tóxicos disminuía de 6 a 1; la proporción de los tóxicos en hombres era del 33%,
cuando en las mujeres se estimó sólo en 16%, lo que indica que existiría una probable
barrera para el desarrollo de toxicidad en el sexo femenino.
El 8.5% de los pacientes con ATFA tóxicos tenían menos de 29 años, pero la proporción
de toxicidad en los menores de 20 años era similar a la del grupo etario entre 20 y 60
años (14%).
En cuanto al hipertiroidismo a T3, estaba presente entre un 20% y 45% de los casos, con
mayor porcentaje en algunas series, por lo que es importante solicitar tanto la
determinación de T4 como la de T3.
Se podría concluir, en general, que las tres cuartas partes de los nódulos tóxicos se
observan en los pacientes más añosos, por encima de los 60 años. Sin embargo, en
individuos menores de 40 años, la progresión de un ATFA no tóxico a tóxico puede ser
más rápida. La ecografía muestra nódulos sólidos en el 50% de los casos, quísticos en un
25% y sólido-quísticos en el otro 25%.
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La PAAF no está indicada de rutina en los nódulos hipercaptantes, sobre todo desde que
en las últimas guías de cáncer de tiroides (2009) se promueve la realización de una
gammagrafía en pacientes con nódulos ya sometidos a la punción con resultados III/IV
según la clasificación de Bethesda. En estos casos, una lesión folicular indeterminada o
sospechosa de neoplasia podría tratarse de un nódulo autónomo hipercaptante benigno,
en especial en presencia de TSH normal baja. También se promueve realizar el scan
antes de la PAAF en nódulos mayores a 15 mm con TSH normal baja, dando peso al
concepto de benignidad en relación con una hipercaptación del radiotrazador.
Sin embargo, según una publicación reciente en Thyroid Research (2013), en la cual se
analizaron diversas series de publicaciones sobre ATFA para establecer la prevalencia de
cáncer en estos nódulos hiperfuncionantes, se afirmó que el índice es de alrededor del
3%. Aunque es un valor menor al estimado de 5% a 15% en los nódulos tiroideos en
general, no se considera una cifra trivial como para no reparar en ella.
A partir del análisis de 14 series publicadas entre 1950 y 2012 acerca de la prevalencia de
carcinoma intranodular en sujetos con ATFA sometidos a tratamiento quirúrgico, los
índices de malignidad fueron de 0% a 12.5%, con un promedio de 3.1%. Además, se
analizaron 77 casos publicados de ATFA malignos (que resultaron ser cáncer
intranodular), en cuanto a edad, tamaño, perfil hormonal, histología y características
ecográficas. Los 77 pacientes resultaron más jóvenes que los portadores de ATFA
benignos y predominantemente de sexo femenino; el tamaño nodular fue similar al de las
lesiones benignas, de 4.18 ± 1.68 cm. Ocho de los 77 eran microcarcinomas menores de
1 cm; el perfil hormonal evidenció mayor porcentaje de hipertiroidismo a T 3. Los estudios
por ecografía no permitieron reconocer datos indicativos de un mayor riesgo para
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Tratamiento
La ablación profiláctica de los ATFA no tóxicos, ya sea quirúrgica o con 131I, era práctica
común en la década de 1960. Posteriormente, se pensó que el seguimiento y observación
de los ATFA no tóxicos permitirían establecer con más precisión con qué frecuencia estas
lesiones progresarían hacia la toxicidad. Como se expresó anteriormente, uno de cada 5
pacientes con ATFA no tóxico de 3 cm o más desarrollarán hipertiroidismo en un lapso de
4 a 10 años o más: para nódulos más pequeños, el riesgo es considerablemente menor.
a) el tamaño
b) la supresión del TTEN en la gammagrafía
c) los niveles de T4 y T3
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Bibliografía