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Un administrador es responsable de dirigir los bienes de otra persona. La Biblia enseña que todo lo que tenemos pertenece a Dios, por lo que debemos administrar correctamente sus bienes y producir frutos. Como administradores del Reino de Dios, debemos conocer su voluntad para tomar decisiones sabias y ser diligentes en nuestras asignaciones, de modo que cuando rindamos cuentas podamos escuchar a Dios decir que fuimos buenos siervos.
Un administrador es responsable de dirigir los bienes de otra persona. La Biblia enseña que todo lo que tenemos pertenece a Dios, por lo que debemos administrar correctamente sus bienes y producir frutos. Como administradores del Reino de Dios, debemos conocer su voluntad para tomar decisiones sabias y ser diligentes en nuestras asignaciones, de modo que cuando rindamos cuentas podamos escuchar a Dios decir que fuimos buenos siervos.
Un administrador es responsable de dirigir los bienes de otra persona. La Biblia enseña que todo lo que tenemos pertenece a Dios, por lo que debemos administrar correctamente sus bienes y producir frutos. Como administradores del Reino de Dios, debemos conocer su voluntad para tomar decisiones sabias y ser diligentes en nuestras asignaciones, de modo que cuando rindamos cuentas podamos escuchar a Dios decir que fuimos buenos siervos.
Un administrador es la persona que tiene a cargo la responsabilidad de dirigir los
bienes de otra persona. El buen administrador se define como una persona con actitud positiva, disciplinada y competente. Por lo que el éxito de una organización dependerá siempre de la clase de administrador que tiene. Es importante reconocer que todo lo que tenemos en realidad no nos pertenece, solo somos administradores asignados por Dios. El libro de los Salmos 24:1 “De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo y los que en él habitan” Con este verso es fácil distinguir que ni aun nuestra vida nos pertenece, por lo que siempre debemos procurar administrar correctamente los bienes de Dios. La parábola de los talentos de Mateo 24:14 nos explica claramente la manera de como Dios reparte sus bienes para que sean administrados por sus hijos. Dios espera, que como buenos administradores seamos capaces de dirigir y producir frutos con las posesiones que se nos ha delegado. Como administradores del Reino tenemos que considerar que la vida está llena de retos y desafíos que debemos tomar. Por lo que, al conocer la voluntad de Dios podemos ser diligentes para tomar las decisiones correctas en el momento oportuno. Al reconocer que nada nos pertenece, nos lleva al punto de reflexionar ¿si realmente estamos siendo buenos administradores de las cosas de Dios? Dice la palabra que la única forma de diferenciar entre un buen y mal administrador son los frutos que produce. Por lo que, procuremos ser diligentes con nuestras asignaciones para que el día en que tengamos que rendir cuentas escuchemos la voz de nuestro Señor al decir “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”.