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Los niños, las niñas y los adolescentes tienen derecho a tener y crecer en el seno de la
familia, a ser acogidos y no ser expulsados de ella.
El derecho a tener una familia se concreta en el derecho que tienen los niños a tener una familia
que les garantice el respeto y las condiciones de ejercicio de todos y cada uno de sus derechos. Es
importante reiterar que la condición económica y social de las familias no podrá ser en ningún
caso excusa para separar a los niños y niñas de sus familias, cuando efectivamente sus derechos a
la vida y a la integridad y seguridad personales, y el derecho al cuidado y al amor estén
preservados.
Los niños, las niñas y los adolescentes sólo podrán ser separados de la familia cuando ésta
no garantice las condiciones para la realización y el ejercicio de sus derechos conforme a lo
previsto en este código.
La decisión de las autoridades competentes para hacer efectivo este derecho la llevará a decidir
sobre la conveniencia o no de los retiros de los niños y niñas de sus entornos familiares, a decidir
sobre los reintegros a la familia cuando ésta ha cumplido con una serie de condiciones que le
impondrá la autoridad competente, a decidir cuántos reintegros familiares tendrá un niño o niña,
a decidir si en aplicación del interés superior el niño o niña debe ser ubicado con algún miembro
de la familia extensa, a decidir si dicha familia extensa está o no en condiciones de garantizarle el
ejercicio de sus derechos y, a decidir si el niño o niña que no pueda estar con su familia biológica,
incluida la extensa, deba ser declarado adoptable y entregado en adopción a una familia, que le
asegure entonces todas las condiciones para la realización de sus derechos.
Los niños, las niñas y los adolescentes tienen derecho a que sus padres en forma
permanente y solidaria asuman directa y oportunamente su custodia para su desarrollo
integral.
La obligación de cuidado personal se extiende además a quienes convivan con ellos en los
ámbitos familiar, social o institucional, o a sus representantes legales.
Los niños las niñas y los adolescentes tienen derecho a los alimentos y demás medios para
su desarrollo físico, psicológico, espiritual, moral, cultural y social, de acuerdo con la
capacidad económica del responsable
Se entiende por alimentos todo lo que es indispensable para el sustento, habitación,
vestido, asistencia médica, recreación, educación o instrucción, y en general todo lo que
es necesario para el desarrollo integral de los niños, las niñas y los adolescentes. Los
alimentos comprenden la obligación de proporcionar a la madre los gastos de embarazo y
parto.
Los niños, las niñas y los adolescentes tienen derecho a tener una identidad y a conservar
los elementos que la constituyen, como el nombre, la nacionalidad y filiación (el vínculo
que une al hijo con sus progenitores, relación que despliega una serie de derechos y
obligaciones) conformes a la ley. Para estos efectos deberán ser inscritos inmediatamente
después de su nacimiento, en el registro del estado civil. Tienen derecho a preservar su
lengua de origen, su cultura e idiosincrasia (ideas, comportamiento, actitudes particulares
o propias de un individuo).
A veces creemos que el registro civil es un simple papel que da el nombre, pero no hay sobre este
derecho la conciencia de que permite asegurar la identidad de una persona, asegurar su
personalidad jurídica, lo que le hace existir para el Estado y permite a los gobernantes definir sus
políticas sociales y fiscales de acuerdo con el número de personas que realmente habitan el
territorio. Se piensa que el registro es un servicio público que se presta en la medida de las
posibilidades institucionales. Sin embargo, la inscripción de niños y niñas en el registro civil es un
derecho fundamental definido como tal por la Constitución Política, lo que implica que debe
exigirse de manera inmediata; es un derecho que facilita el acceso de niños y niñas a otros
derechos tales como la educación, la salud, la nutrición, la vacunación, etc., aunque esto no quiere
decir que el ejercicio de esos otros derechos dependa exclusivamente de si se tiene o no registro
civil.
El debido proceso debe prevalecer en las normas o reglas de convivencia que imponen los padres
y madres de familia. Importante en este derecho son dos factores: el primero, que las normas sean
claras, que sean conocidas por los niños, niñas y adolescentes e incluso que las normas en los
casos posibles sean concertadas con ellos y ellas (su construcción les permitirá una mayor
comprensión); y en segundo lugar y no más importante que el primero, que en todos los casos se
le asegure al niño, niña o adolescente ser escuchado y que sus opiniones sean tenidas en cuenta al
momento de las decisiones.