San Agustín nació en el año 354 en Tagaste, la cual actualmente es Argelia,
que formaba parte de Numidia, provincia africana de Roma. A lo largo de su vida, San Agustín hizo distintas obras, como, por ejemplo, “La ciudad de Dios” o “La vida feliz”, pero una de las más importantes fue “Confesiones” ya que inauguró la conocida autobiografía en la historia. En esta obra, el autor nos narra casi toda su vida de una forma reflexiva y a su vez usa esta obra para confesarse con Dios. Se sabe que Agustín en su juventud fue una persona que se dejaba llevar por los deseos carnales y por la lujuria, pero todo esto fue parte de su camino en búsqueda de la verdad. Lamentablemente, él se sentía perdido, ya que no encontraba respuestas en ningún lado, ni siquiera en el cristianismo. Este deseo de encontrar la verdad incremento aún más cuando se encontró con la lectura de Hortensio de Cicerón, ésta, según él, hizo un giro en su vida, haciendo anhelar buscar aún más la verdad dentro de la filosofía. Años más tardes, después de estar en el maniqueísmo el cual terminó abandonando, se fue a Milán junto a su hijo, fruto de una relación con una mujer que vivió con él durante 15 años. El llegar a Milán, comenzó el punto de inflexión en su vida, ya que estando en ese lugar empezó a acercarse a la biblia, leyéndola e interpretándola junto a el Obispo Ambrosio. Agustín se convirtió definitivamente gracias a una revelación que tuvo en la cual escuchó una vos que le dijo “Toma y lee, toma y lee”. Agustín tomó un libro que acababa de ignorar, lo abrió al azar y se encontró que decía lo siguiente: “Vete, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y después ven y sígueme” "No en banquetes ni embriagueces, no en vicios y deshonestidades, no en contiendas y emulaciones, sino revestíos de Nuestro Señor Jesucristo, y no empleéis vuestro cuidado en satisfacer los apetitos del cuerpo." Eso fue lo que hizo, vendió todo. Agustín fundó una pequeña comunidad monástica, después fue elegido como sacerdote y cuatro años después, obispo. Se dedico a sus obras, en ellas con fuertes combates contra las herejías y cismas que amenazaban al catolicismo. Agustín de Hipona murió en agosto del 430, cuando la ciudad de su sede episcopal, Hipona, estaba sometida al asedio de los bárbaros. Para concluir, según lo leído, podemos decir que su doctrina se baso mayormente en la razón y la fe, porque como pudimos ver siempre estaba en busca de una verdad razonable, y cuando encontró a Dios, se centró más en la fe, ya que se dio cuenta que el verdadero Dios es un dios imposible y que puede salirse de las casillas del razonamiento. Empezó a creer tanto que se despojó de sus riquezas para entregarle su vida a Dios e ir por el camino de la verdad y el bien.