Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cuento Hebe
Cuento Hebe
–Ve a llamar a tu mamá, ¿quieres? Dile que vino José Mazzini de Lima.
Observé que la fórmula peruana para pedir una cosa era diferente: él
no quería decir si yo quería ir a llamar a mi mamá, era como si dijera:
“Quiero que llames a tu mamá con tu consentimiento”, pero disentir
era imposible.
La voz era rica, plena, suave. No era una voz de argentino. Era como si
brotara de algún lugar profundo dentro de él y como si vibrara un
poquito en su cuerpo.
–No –dijo–, de Juanito. Cayetano tuvo dos hijos: uno volvió a Italia y
el segundo, Marcos…
No dijo “la tía”; dijo algo así como “la zia”. Claro, resulta que era
sobrino de mi abuela. Pero mi abuela estaba en su pieza, sentada en su
cama rezando, acomodando todas las estampitas como para un
solitario y no sabía que había venido un sobrino. Ella acomodaba todas
las estampitas sobre la cama, les rezaba y las cambiaba de lugar de
acuerdo con algún orden.
Ella rezaba para todos, pero quién sabe si se acordaba de ese sobrino.
Mi mamá dijo:
–Pónelo cua. Pónelo la. Torna cuesto. Porta vía. Mete cuesto in la.
Guarda cua. Tapa il sole. Ve in casa. Prego, levanta la stampa. Sta in
calma.
–No –dijo él–, papá falleció en el 50. ¿A ver? Espera. Sí, digo bien, en
el 50 porque…
Después vino otra vez mi tío de Lima a comer a mi casa Ese día habían
puesto un mantel de supergala que yo no había visto nunca puesto, y la
mejor vajilla. Yo jamás había visto todo el despliegue junto. Mi abuela
se mostró amable, lo suficiente, y correctamente cariñosa.