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CASO MARIO POGGI ESTREMAYDORO

BIOGRAFIA
Mario Augusto Poggi Estremadoyro (Lima, 3 de marzo de 1943-26 de febrero de 2016)
fue un artista, psicólogo, escultor y humorista peruano,
En 1958, con quince años de edad, trabajó como fonomímico con los payasos Carlos
Castro Pat, Cayo Pinto y Rulli Rendo. Luego estudió psicología en la Universidad
Ricardo Palma (Lima), donde recibió un primer título básico de Bachiller de
Psicología.Viajó a Europa, donde recorrió España, Francia e Italia. Ya en Perú, escribió
dos libros: Mi primer pajazo (1970) y Yo solo sé que soy un imbécil (1975).
Noticias periodísticas publicadas por el diario El Tiempo de Piura, dan cuenta de que
Mario Poggi trabajó en esta ciudad a mediados de los años setenta, en una repartición
de SINAMOS (oficina regional de Movilización Social II). Se casó con la periodista
peruana Carmen Manrique Argüelles, de la cual más tarde se divorció. Del matrimonio
se conocen dos hijos, de los cuales la hija mayor es periodista deportiva.
En los años ochenta consiguió trabajo como psicólogo de la guarda civil del peru (ahora
policía nacional del peru), el viernes 7 de febrero de 1986 fue llamado por la PIP para
interrogar al supuesto descuartizador de lima
En 1991 Poggi salió de la cárcel. Decidió vivir alejado de la psicología. Se hizo llamar
Loco, y se tiñó el cabello de color verde. Se convirtió en una celebridad. Fue invitado a
cuanto programa de TV estuviera falto de rating y ávido de una presentación «bizarra»
(en el sentido anglosajón de la palabra).
En 1997 publicó su autobiografía, "Yo sólo sé que soy un imbécil", en una pésima
edición con letra verde, errores ortográficos, tipográficos y de edición “según la
editorial, para respetar el mensaje original”. Consta de un capítulo inicial con citas
delirantes, algunos pasajes de su vida “donde mezcla personajes populares con
personalidades de la cultura limeña”, y un capítulo final con sus dibujos y con las
críticas de arte hechas a sus esculturas.
En el año 2000, Poggi participó (haciendo de sí mismo) en la filmación del largometraje
Mi crimen al desnudo, de Leónidas Zegarra, que se estrenó en 2001. El proyecto
comenzó en 1998, cuando un grupo de estudiantes de cine quiso llevar a la pantalla
grande la historia del asesinato del criminal en serie Ángel Díaz Balbín en manos del
psicólogo Mario Poggi. Zegarra fue invitado a participar del proyecto como director.
En 2006, intentó sin éxito armar un partido político para postular a la presidencia del
Perú ,cuando los medios se cansaron de Poggi, terminó como vendedor ambulante,
cantando, hablando y vendiendo sus libros en el parque Kennedy, en el distrito de
Miraflores (Lima)
En mayo de 2007 armó un revuelo nacional al sacar a la luz a un supuesto hijo del
periodista Jaime Bayly. Resultó ser un fiasco (una persona meramente parecida a
Bayly, que utilizó la fama de Poggi para hacerse propaganda). Militó en el Partido
Nacionalista Peruano.
Según relató su hermano, en la noche del jueves 25 de febrero de 2016, Mario Poggi
sufrió un infarto cardíaco. Fue trasladado al hospital Casimiro Ulloa (de Lima),donde
falleció de otro infarto en el mediodía del viernes 26 de febrero de 2016 cinco días
antes de cumplir los 73 años

HECHOS
A principios de 1986, una ola de paranoia inundaba Lima. En los basurales aparecían
piernas y troncos de mujeres, así como cabezas desfiguradas. Los diarios titulaban sus
números «¡El Descuartizador de Lima!». Se le responsabilizaba de al menos siete
asesinatos.
JUEVES 6 DE FEBRERO DE 1986,
la policía finalmente atrapó a un sospechoso, Ángel Díaz Balbín (1959-1986), un joven
chinchano de 26 años. En un momento del interrogatorio, Díaz Balbín alegó sentirse
«paranoico». Entonces la policía mandó llamar a Poggi para que verificara la patología.
VIERNES 7 DE FEBRERO
Poggi ―vestido como siempre de manera estrafalaria― ingresó al antiguo local de la
revista Caretas (en el jirón Camaná, del centro de Lima) y pidió hablar con Jorge Negro
Salazar, redactor de policiales. «Vengo de estar con el descuartizador de Lima. Soy
Mario Poggi, soy psicólogo de la PIP, si quieren los llevo para que vean cómo hipnotizo
al asesino y lo hago confesar sus espantosos crímenes».
Salazar llamó al fotógrafo de la revista ―Víctor Ch. Vargas― y en un taxi fueron los
tres al viejo local de Homicidios, en la avenida España. Los policías trataban a Poggi de
«doctor». Ante su pedido, los policías llevaron esposado a la oficina a Díaz Balbín (casi
esquelético y con la barba crecida).5Poggi empezó un extraño ritual, tocándole la
cabeza al prisionero, que no emitía sonido alguno. «¡Eres el descuartizador ―gritaba
Poggi ahuecando la voz―, aquí en el cráneo puedo palpar tu inteligencia asesina».
SÁBADO 8 DE FEBRERO
Poggi trabajo Todo el sábado, con dibujos que el criminal debió interpretar; hasta el
domingo, antes de la medianoche, en que el “terapeuta” perdió la razón. Y sólo sus
manos cobraron fuerza ante el cuerpo lánguido del psicópata. La correa ajustó el
cuello hasta el final y cuando Poggi ya lo habias asesinado salió calmado de la sala de
interrogación de la policía e informó que había matado a quien consideraba un peligro
para la sociedad. En sus palabras, tomó la decisión de asesinarlo, pues a pesar de que
era un sicótico paranoico, no habría suficientes pruebas para encarcelarlo.
Un diálogo tenso, duro, trágico, fue la previa al remate homicida. “¡Así, no te muevas,
no te muevas! ¡No te muevas, asesino! ¡Asesino…Asesino! ¡Ya no matarás a nadie
asesino… ¡Malditoooo!… ditooooo!”. Esas fueron las últimas palabras entre ambos
protagonistas, grababas por el propio psicólogo y publicadas por el periodista Jorge
Salazar en su libro Poggi: la verdad del caso
DOMINGO 9 DE FEBRERO DE 1986
el noticiero de televisión apareció Poggi llorando en la oficina de Homicidios y
gritando: «¡Salvé a la humanidad! ¡Acabé con el monstruo!». Efectivamente, Poggi
había pedido al oficial de turno que le trajera al prisionero con los brazos esposados a
la espalda. Pidió entrevistar a solas al sospechoso. Según la versión de Poggi, cuando
estuvo solo con el sospechoso, se quitó las ropas y también desnudó al detenido.
Intentó excitarlo, porque quería que le mostrara cómo violaba a sus víctimas antes de
matarlas y descuartizarlas. El detenido no respondía a sus provocaciones. Después de
una hora de entrevista Poggi acostó a Díaz Balbín boca abajo (inmovilizado como
estaba, de pies y manos). Sacó la correa de cuero de sus pantalones con el detenido
echado boca abajo y lo estranguló. Luego se vistió y salió de la habitación en la que se
había encerrado con Díaz Balbín. Comunicó a sus compañeros policías que lo había
estrangulado porque Díaz Balbín, con su locura, pronto hubiera salido nuevamente a
matar a las calles.
PERSONALIDAD
El diálogo con Poggi se antoja azaroso.
Dice, antes de que nadie le pregunte nada: "No pude soportar que volviera a matar y
lo maté, me sobrepasó". La mirada perdida en dirección al Pacífico. Los ojos brillantes
se le salen de la cara.
"Fue un acto heroico y también un sacrificio", asume el criminólogo formado en
Bélgica, artista plástico, performer, humorista y hasta candidato vitalicio a la
presidencia del Perú.
Pese a parecer un loco acicalado, su traje gastado pero limpio, la bicicleta con un
canasto lleno de libros, esta tarde Poggi se muestra perfectamente conectado con la
realidad. Habla de sus esposas y recuerda a una de sus hijas, que bautizó "Neurona
H2O".
Por momentos se lo nota melancólico. Como siempre. Igual que durante los primeros y
calurosos días de 1986, cuando una serie de hallazgos macabros estremeció a los
peruanos.
En una de sus entrevistas que se le hizo a Mario Poggi, el psicólogo que se
autodenominó “loco”
OTRAS DECLARACIONES
“Siempre quise estar preso para poder aplicar la metodología participante de Spencer.
Así podía estudiar de cerca el comportamiento y la mente criminal de los delincuentes
y lo logré. Yo no sé de qué se queja Carlos Cacho, para mí San Jorge fue un paraíso,
comía rico y dormía bien”, dice mientras aspira su pipa apagada.
Al salir, las cámaras lo esperaban en la puerta del penal. Era una celebridad, firmaba
autógrafos, salía en la televisión casi todos los días y no se cansaba de contar el
homicidio con lujo de detalles. “Saqué fuerzas de donde no las tenía y apreté la correa
lo más fuerte que pude hasta que dejó de moverse. Ese
día me convertí en un héroe”, explicaba, orgulloso, bajo
los

reflectores

DELITO
Mario Poggi fue hallado culpable de homicidio simple y condenado a 7 años de prisión.
Sin embargo, solo estuvo cinco años en el penal San Jorge y salió en libertad en 1991.

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