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NOVENARIO EN HONOR AL BEATO JUAN DE PALAFOX

OCTAVO DÍA.

V. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

R. Amén.

V. Señor Jesús, que has dicho que donde dos o tres se reúnen en tu Nombre ahí estás
Tú en medio de ellos, hoy estamos reunidos en tu Nombre, para que bajo el testimonio
y la palabra del Beato Juan de Palafox y Mendoza, podamos seguirte con fidelidad, como
él lo hizo.

R. Derrama sobre nosotros, Señor, los dones de tu Espíritu.

V. Oremos.
Oh Dios, que diste al Beato Juan de Palafox y Mendoza, Obispo,
virtudes apostólicas como pastor de almas
y lo hiciste admirable defensor de los pobres,
indígenas y víctimas de los pecados sociales,
concédenos, por su intercesión,
consagrar fielmente nuestra vida al Reino de tu Hijo amado.
Por nuestro Señor Jesucristo…

V. Escuchemos hermanos la lectura del santo Evangelio según San Mateo.

Mt. 5, 1-12.

Jesús, al ver toda aquella muchedumbre, subió al monte. Se sentó y sus discípulos se
reunieron a su alrededor. Entonces comenzó a hablar y les enseñaba diciendo:

Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Felices los que lloran, porque recibirán consuelo.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los compasivos, porque obtendrán misericordia.

Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán reconocidos como hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase
de calumnias.

Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en


el cielo. Pues bien saben que así persiguieron a los profetas que vinieron antes de
ustedes.

V. Palabra del Señor.

R. Gloria a Ti, Señor, Jesús.

V. Del Tratado sobre las Virtudes del Indio del Beato Juan de Palafox y Mendoza.

Introducción.

Señor

Pocos ministros han ido a la Nueva España, ni vuelto de ella, más obligados que yo al
amparo de los indios, y a solicitar su alivio; porque cuando me olvidara de las
obligaciones de sacerdote, en cuya profesión es tan propio el compadecerse de los
miserables y afligidos, no podía olvidarme de la de pastor y Padre de tantas almas como
están a mi cargo en aquellos reinos, en la dilatada diócesis de los Ángeles, que, sin duda,
cuando no en la latitud y extensión, en el número de indios llega a tener casi la cuarta
parte de todo el distrito de aquella Real Audiencia de Méjico. Y claro está que no hay
Padre tan duro de corazón que vea y oiga llorar, y lamentarse a sus hijos, y más siendo
pobrecitos e inocentes, al cual no se le conmuevan las entrañas, y se aflija y lastime, y
entre a la parte de sus penas, pues aun el cuerpo (tanto antes difunto) de Raquel, ya
reducido a polvo, lloró sin consuelo, con lágrimas vivas, la muerte de sus perseguidos
hijos inocentes, por inocentes, por hijos y por perseguidos.

A esto se añade la confianza que Vuestra Majestad ha sido servido hacer de mí, para que
le desempeñase del ardiente deseo que ocupa siempre el Real corazón y piedad de
Vuestra Majestad al consolar y amparar a estos pobrecitos. Habiéndome honrado con
la plaza de fiscal de Indias más ha de veinte años, en cuyo oficio principal es ser protector
de los indios, y con la de consejero del mismo Consejo, que todo se emplea en su
amparo, y en uno y otro oficio se jura el favorecerlos, y después con el cargo de visitador
general de aquellos Tribunales de la Nueva España, cuyas primeras instrucciones se
enderezan a aliviar y consolar a aquellos desamparados y fidelísimos vasallos, y con el
de virrey y gobernador, que en sus principales instrucciones se le pone ley precisa a su
defensa y conservación, y el de juez de las residencias de tres virreyes y electo
metropolitano de Méjico, que todos son vínculos eficacísimos para obligarme Vuestra
Majestad a que cuidase de un punto tan importante, y de tanto servicio de Dios y de
Vuestra Majestad, y que así al Consejo como a todos sus ministros, con decretos, cédulas
y órdenes apretadas nos manda, solicita y exhorta que asistamos a este debido cuidado.

V. Reflexión.

Moisés, subió al monte Sinaí y recibió la Ley Divina, para que el pueblo de Israel caminara
en la rectitud y la justicia y así pudiera entrar en la tierra prometida. Jesús, sube al
monte, se sienta, como verdadero maestro, y proclama la Nueva Ley: la Ley del Amor y
la Justicia, para que quienes la vivan entren en su Reino y aseguren su vida para la
bienaventuranza eterna.

El Beato Juan de Palafox y Mendoza esto lo tenía muy claro y muy consciente, pues en
las Universidades de Alcalá y Salamanca había estudiado cánones y jurisprudencia; y
además le resonaban constantemente las palabras que el Maestro había dirigido a
Poncio Pilato: «No tendrías ningún poder sobre mí si no lo hubieras recibido de lo alto.
Por esta razón, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado que tú» (Jn. 19,11); y
que San Pablo solía repetir a los cristianos de Roma, ya que ellos eran conocedores de
las leyes, tan admiradas por las civilizaciones de todos los tiempos: "Cada uno en esta
vida debe someterse a las autoridades. Pues no hay autoridad que no venga de Dios, y
los cargos públicos existen por voluntad de Dios. Por lo tanto, el que se opone a la
autoridad se rebela contra un decreto de Dios, y tendrá que responder por esa rebeldía.
No hay por qué temer a las autoridades cuando se obra bien, pero sí cuando se obra
mal. ¿Quieres vivir sin tener miedo a las autoridades? Pórtate bien y te felicitarán. Han
recibido de Dios la misión de llevarte al bien, y si te portas mal, témelas, pues no tienen
las armas sin razón. También tienen misión de Dios para castigar a los malhechores. Así,
pues, hay que obedecer, pero no solamente por miedo al castigo, sino por deber de
conciencia. Por la misma razón pagan los impuestos, y deben considerar a quienes los
cobran como funcionarios de Dios. Den, pues, a cada uno lo que le corresponde: el
impuesto, si se le debe impuesto; las tasas, si se le deben tasas; obediencia, si
corresponde obedecer; respeto si se le debe respeto. No tengan deuda alguna con
nadie, fuera del amor mutuo que se deben, pues el que ama a su prójimo ya ha cumplido
con la Ley. Pues los mandamientos: no cometas adulterio, no mates, no robes, no tengas
envidia. y todos los demás, se resumen en estas palabras: Amarás a tu prójimo como a
ti mismo. El amor no hace nada malo al prójimo; el amor, pues, es la manera de cumplir
la Ley" (Rm. 13,1-10). Exactamente esta era la visión del Beato Juan de Palafox y
Mendoza: el “amor” es el resumen y cumplimiento de toda ley. Por ello su amor a las
víctimas de las injusticias sociales era sus predilectos, y que en sí eran los indígenas. A
ellos amaba y defendía incansablemente, a tal grado que lo seguía haciendo aun cuando
había regresado a España. Admirable Pastor. Admirable Gobernante. Nunca olvidemos,
como él, que nuestro oficio es el amor: ¡Amoris officium! (S. Agustín, In Iohannis
Evangelium Tractatus 123,5: CCL 36, 678.). ¡Nuestra especialidad es el amor! ¡Amar
particularmente al excluido y descartado!

V. Glorifiquemos a Dios porque es rico en amor y misericordia:

R. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.

Salmo 111

V. Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos.

Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita.

R. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.

V. En su casa habrá riquezas y abundancia, su caridad es constante, sin falta.

En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo.

R. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.

V. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.

El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo.

R. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.

V. No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor.

Su corazón está seguro, sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos.

R. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.

V. Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta,


y alzará la frente con dignidad.

R. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos.

V. Agradezcamos al Padre celestial, que en el Beato Juan de Palafox y Mendoza nos ha


dado un ejemplo a seguir.

V. Padre nuestro…

R. Danos hoy…

V. Dios te salve María…

R. Santa María…

V. Gloria al Padre…

R. Como era en un principio…

V. Beato Juan de Palafox y Mendoza.

R. Ruega por nosotros.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

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