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siempre/

POBRES (Y UNIVERSIDADES)
HUBO SIEMPRE
La universidad, ¿está de espaldas a los problemas nacionales o relacionada
con ellos?
POR HUGO SPINELLI FEB 23, 2020 

“No es de hoy que los chicos mueren en esta época del año, hace
muchos años que sucede esto en la provincia […] esto parece
una historia repetida de hace mucho tiempo”, afirmó la Ministra
de Salud Pública de Salta, Josefina Medrano de la Serna, ante la
muerte de ocho niños de la comunidad wichi, relacionadas con
la desnutrición y la falta de agua potable.

Al leer el curriculum vitae de la Ministra se puede constatar que


tiene numerosas credenciales académicas: egresada de la
Universidad de Buenos Aires, residencia en Pediatría en el
Hospital General de Niños «Pedro de Elizalde», especialista en
Pediatría por la Sociedad Argentina de Pediatría, cursos de
posgrado en el Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria,
coordinadora en la provincia de Salta de los programas Nacer y
Sumar con financiamiento del Banco Mundial, rotaciones por
servicios y universidades de distintos países y una permanencia
en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard.

Ministra de Salud
Josefina Medrano de la Serna.
 

Ante esas credenciales, nos preguntamos: ¿son pertinentes para


la salud pública de Salta? Recordemos que Salta no es una
provincia pobre, es una provincia con muy fuertes
desigualdades. Históricas desigualdades, agregaríamos. No
podemos olvidar ni dejar de relacionar la frase de la Ministra
con la propuesta del anterior gobernador de Salta, Juan Manuel
Urtubey, quien trató de predecir, junto a Microsoft y a través de
inteligencia artificial, qué adolescentes iban a quedar
embarazadas con la idea de “prevenir” los abortos en la
provincia.

El escudo de la Universidad Nacional de Salta lleva inscripta la


frase: “Mi sabiduría viene de esta tierra», del escritor salteño
Manuel J. Castilla. Esa frase entra en clara contradicción con lo
dicho por la Ministra. Por ello nos preguntamos: ¿qué se
aprende en la universidad y en los posgrados, sólo técnicas
descontextualizadas? ¿Qué intereses representan esos lugares
de enseñanza? ¿Son lugares de pensamiento o maquilas de
ideas importadas para que los egresados universitarios no
piensen? ¿Qué sabiduría tiene la Ministra respecto de su tierra?

La naturalización de los problemas sociales y la idea de la


enfermedad como una historia natural se contraponen a los
planteos teóricos que sostienen que la enfermedad es una
construcción social. La naturalización de lo social ignora los
intereses dominantes en los procesos relacionales para
reemplazarlos por interpretaciones evolucionistas
(neodarwinismo social), que fundamentan esas muertes
infantiles como parte de lo “normal”.

La historia a veces se repite, pero para que se repita es necesario


ejercer el olvido. En el noroeste argentino, en el siglo pasado,
hubo quienes pensaron y actuaron de manera distinta. Así,
mientras Carlos Alberto Alvarado –en el primer gobierno de
Perón– erradicaba la malaria y buscaba en los agentes
sanitarios una forma de estar junto a las poblaciones para
identificar sus problemas, Avelino Bazán, dirigente minero y
diputado provincial en 1966, presentaba el proyecto de ley para
la creación de una universidad en la provincia de Jujuy, para
que los hijos de los mineros pudieran formarse. La universidad
se crea en 1972 como universidad provincial y en el año 1975
pasa a ser universidad nacional. Bazán está desaparecido desde
1978. ¡Una universidad nacional pensada por un minero! ¿Qué
tan conocidas son estas historias? Alvarado y sobre todo Bazán
son parte del olvido de la mayoría de la sociedad argentina,
incluso en las provincias que conforman el noroeste argentino.

Jauretche y sus zonceras argentinas —que al decir del propio


autor “son zonceritas biznietas de Civilización y barbarie”—
siguen más vigentes que nunca, revelando el modo de sentir de
la «intelligentzia«: la sabiduría viene de otras tierras, de las
universidades del norte, así la ciencia y la tecnología se
comportan como ideologías.

Quienes somos descendientes de inmigrantes que escaparon de


la pobreza hacia el continente americano y que, a su vez somos
la primera generación egresada de la universidad en la familia,
¿podemos explicarles a descendientes de pueblos originarios
cómo se debe vivir en sus tierras? Y si fuera necesario,
debiéramos preguntarnos: ¿qué pasó en esas tierras, para que
no consigan sobrevivir en ellas? A fines del siglo XVIII, Goya
escribió en una de sus aguafuertes “El sueño de la razón
produce monstruos”.

La universidad medieval impuso la escolástica (la verdad está


en los libros), sobre la cual se construyó la ciencia europea que
se autodenominó –no exenta de oportunismo– “ciencia
universal”, saberes que de tan universales se descontextualizan.
Esa situación llevó a Ortega y Gasset, en la primera mitad del
siglo pasado, a calificar a los universitarios como los bárbaros
modernos: “Cada vez saben más de menos”, en una clara crítica
a la razón moderna. Décadas más tarde Oscar Varsavsky calificó
como cientificismo a esa descontextualización. La Ministra de
Salta, a partir de sus declaraciones, puede ser encuadrada en
dichas concepciones. Lo cual nos lleva a realizar algunas
preguntas: ¿la universidad está de espaldas a los problemas
nacionales o relacionada de manera fuerte con ellos? ¿Tenemos
una universidad aislada de sus comunidades o en estrecho
vínculo con ellas? ¿Construimos una universidad inclusiva o de
élite? ¿Podemos tener una universidad inclusiva sin perder
calidad científica? ¿Tenemos una universidad que produce
ciencia contextualizada o sigue agendas de países centrales?
¿Bajo qué standards buscamos productividad científica? 

En síntesis, qué universidad, qué profesionales y para qué


modelo de país son interrogantes que deberían ser parte de las
políticas de ciencia y técnica. Pero mientras esas preguntas
sigan sin respuestas, el sentido común seguirá colonizando las
universidades y desde ciertos espacios académicos –sobre todo
privados– se fomentará la tecnocracia en las elites gobernantes. 

La expresión del sentido común de “pobres siempre hubo” exige


una respuesta de la institución universidad, porque de lo
contrario la frase podría ser ampliada a “pobres siempre hubo,
universidades también”.

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