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Índice
1 Etimología
2 Origen
3 Características
4 Leyenda
5 Véase también
6 Fuente
7 Notas
Etimología
Aún no se ha llegado a un consenso respecto al significado de la palabra ñandutí.
En su Enciclopedia Paraguaya,1 el historiador Luis Verón menciona tres propuestas:
Cada una de las parcialidades que habitaban el actual territorio paraguayo poseía
sus particulares técnicas en el arte plumario, cestería, alfarería y tejidos. En el
caso de los guaraníes, quienes constituyeron la base del proceso de mestizaje,
estos producían artesanías vinculadas a funciones rituales y utilitarias.2 Las
primeras (las pinturas corporales, el arte plumario y las ligadas a significados
mágico-religiosos) fueron erradicadas por el proyecto colonizador por ser
consideradas como incompatibles con el mismo; mientras que las segundas, (la
cerámica y los tejidos), reformuladas, fueron aprovechadas para las nuevas
funciones coloniales.
Ya fines del siglo XVI, el conquistador y cronista Ruiz Díaz de Guzmán4 hablaba de
la destreza de las mujeres paraguayas (tanto mestizas como indígenas) en labores de
aguja, no menciona cuáles fuesen estas. Algunos años después, las Anuas Jesuíticas
primeras (1610) informaban que se trataba de "paños de manos"; unas toallas de
hechura doméstica que se hicieron populares con el tiempo. Esto demuestra que, aun
en medio de las penurias, los conquistadores no renunciaron al servicio de
"aguamanos" aunque fuese en rústicos utensilios de mano indígena.
Las primeras décadas libertarias del siglo XIX alentaron el apogeo de las
actividades artesanales y el afán del pueblo hacia su autoabastecimiento. Por
demás, las respuestas populares al régimen de austeridad del Dr. Francia, fueron
dadas con la movilización de los artesanos, en su iniciativa e ingenio; para la
producción de bienes útiles y necesarios, dando lugar al nacimiento y promoción de
muchas manualidades.
El enclaustramiento que vivió el Paraguay durante el régimen francista hizo que las
mujeres mestizas, al privarse durante largo tiempo de los bordados y encajes
importados, produjeran para el aliño a la usanza de sus vestidos de tenida, entre
otros, el ao po'i , el encajeyú y el ñandutí. Estas hermanas "trillizas" de la
atesanía nacional, nacieron en la misma época, pero en distintos lugares:
Las tradiciones orales afirman que tan solo una de todas las tejedoras de ñandutí
logró regresar a su pueblo; pero la dedicación y entusiasmo puestos en el trabajo
de esta única encajera bastaron para encender en trono suyo el interés y el fervor.
Ahora bien, fue la extraordinaria vitalidad de esta artesanía lo que permitió que
atravesara casi intacta, la Guerra Grande: ese incendio que consumió tantos otros
rastros del pasado hispano-guaraní. La difusión, prestigio y amplio cultivo del
ñandutí a partir de la guerra del 70 y sobre todo de 1950 hasta la actualidad, es
una prueba fehaciente de un arraigo notable.
Características
Leyenda
Cuenta la leyenda que existía una mujer morena, muy bella y amable llamada Samimbi.
Dos hombres, bravos guerreros guaraníes, luchaban por su amor. Uno de los jóvenes
se llamaba Jasyñemoñare (hijo de la Luna) y el otro Ñanduguasu (avestruz).
Una noche en que Jasyñemoñare suplicaba a Tupã (Dios) que lo ayude a conquistar el
amor de Samimbi, vio en lo alto de un enorme árbol una especie de encaje de color
plateado; era perfecto y la luz de la Luna lo hacía aún más bello. Esto deslumbró a
Jasyñemoñare y entonces trepó al árbol para bajarlo y regalárselo a su amada.
En ese momento también pasó por allí Ñanduguasu que, al ver aquel tejido tan
hermoso, se puso furioso por los celos al saber que su enemigo lo conseguiría antes
que él. Sin pensarlo dos veces, le disparó una flecha. Jasyñemoñare cayó y murió en
el acto. Entonces, rápidamente Ñanduguasu trepó al árbol, pero cuando quiso
tomarlo, solo quedó en sus dedos el tejido que se desgarró al instante, comprobando
que se trataba de una tela de araña.
El remordimiento persiguió por varios meses a Ñanduguasu hasta que, un día, su
madre logró sacarle el terrible secreto. La mujer pidió entonces a su hijo que la
llevase hasta aquel árbol. Así lo hizo Ñanduguasu y, cuando ambos llegaron hasta el
lugar, vieron con sorpresa que en ese mismo sitio se encontraba un tejido idéntico
al anterior.