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Ña Catita

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Ña Catita

de Manuel Ascencio Segura 

Género Teatro 

Subgénero Drama 

Idioma Español 

Ciudad Lima

País Perú

Fecha de publicación 1845 (en 3 actos)


1856 (en 4 actos)

Manuel Ascencio Segura

La moza mala Ña Catita Nadie me la pega

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Manuel Ascencio Segura.

Ña Catita es una comedia en verso, escrita por el escritor peruano Manuel


Ascencio Segura. Su primera versión, en tres actos, fue estrenada en Lima, en la
noche del 24 de enero de 1845. Posteriormente su autor la refundió, ampliándola
con un acto más, y la reestrenó el 30 de agosto de 1856, también en Lima, en el
teatro Variedades. Se constituyó en un gran éxito, engrandecido por el genio de la
actriz Encarnación Coya.
El personaje principal que da nombre a la obra es una especie de Trotaconventos
o Celestina criolla. Es un cuadro de costumbres auténtico, de verso fácil y gran
animación. Desde su estreno se convirtió en la obra de mayor aceptación de
Manuel Ascencio Segura, prolífico autor teatral que escribió diecisiete piezas
dramáticas, la mayoría de las cuales se estrenaron con éxito. Para muchos
críticos, Ña Catita es la obra emblemática del teatro peruano.

Índice

 1Estructura y características
 2Personajes
 3Tema
 4Resumen
 5Valoración
 6Bibliografía
 7Véase también
 8Enlaces externos

Estructura y características[editar]
La obra está dividida en cuatro actos y escrita en verso. La mayoría de los versos
son octosílabos, y la estrofa más característica y lograda es la redondilla.
Mantiene un marcado lenguaje de la época, con la particularidad de que todo
transcurre en el pequeño ambiente de una casa. La trama, como suele ocurrir en
las piezas teatrales de Segura, es muy sencilla.

Personajes[editar]
 Ña Catita, una mujer intrigante, entrometida, chismosa y ambiciosa.
 Doña Juliana o Julieta, hija de don Jesús y doña Rufina, joven enamorada
de don Manuel.
 Don Jesús, padre de Juliana.
 Doña Rufina, esposa de don Jesús y madre de Juliana.
 Don Alejo, hombre casado y presumido caballero que pretende casarse con
Juliana.
 Don Manuel, joven enamorado galán de Juliana.
 Mercedes, criada de la familia y consejera de Juliana.
 Don Juan, viejo amigo de don Jesús.

Tema[editar]
El tema principal son los enredos de Ña Catita (diminutivo de doña Catalina), una
vieja chismosa y entrometida, que busca armar escándalos en el hogar de una
familia de clase media limeña, para sacar provecho. Sin embargo, es puesta al
descubierto y termina expulsada de la casa.
Tema convergente: la pretensión amorosa de don Alejo hacia doña Juliana. Don
Alejo es un hombre maduro, vanidoso y petulante, que dice tener fortuna y
educación, no obstante lo cual, es rechazado por Juliana, que prefiere al joven
Manuel, que es pobre pero honrado. Doña Rufina, la madre de Juliana, trata de
convencer a su hija de que acepte a don Alejo, a quien considera un buen partido.
Al final se descubre que don Alejo no es sino un impostor, por lo que Juliana
obtiene finalmente el consentimiento de sus padres para casarse con Manuel.

Resumen[editar]
Plaza mayor de Lima con típicos habitantes de la ciudad, hacia 1843. Óleo de Juan Mauricio Rugendas

La escena es en Lima, en la sala de la casa de don Jesús, “decentemente


amueblada”. La familia la completan doña Rufina (la esposa de Jesús) y doña
Juliana (la hija de ambos).
Don Alejo, un hombre maduro, falso y petulante, quiere casarse con la joven
Juliana. Pero ella está enamorada del joven Manuel, que cuenta inicialmente con
el apoyo de don Jesús. Sin embargo, doña Rufina, mal aconsejada por la vieja
intrigante y chismosa Ña Catita, acepta a don Alejo como pretendiente de su hija y
trata de convencer a ésta para que haga caso de sus galanteos.
Esta divergencia entre los esposos Jesús y Rufina en elegir a la pareja de su hija
crea un clima tenso y hostil en el hogar. Las discusiones entre ambos son muy
constantes, lo que alimenta Ña Catita con sus múltiples enredos y chismes.
Mercedes, la empleada de la casa, sirve de paño de lágrimas a la desdichada
Juliana.
Don Alejo deslumbra a doña Rufina con su excesiva palabrería y rebuscados
gestos; le convence de que tiene una buena posición social, fortuna y una
excelente educación, que lo hacía un buen partido. Doña Rufina, cándidamente
cae en el juego y cree que casando a su hija con el engreído de don Alejo
asegurará el futuro de la muchacha. Ña Catita sirve de alcahueta al vanidoso
galán, adulando y engriendo a doña Rufina, con lo que se gana el aprecio y
confianza de ésta.
Manuel, el joven enamorado de Juliana, al ver que su rival ha convencido a la
madre de la joven, decide raptar a Juliana e irse lejos con ella. Contando con la
ayuda de Mercedes se preparan para la fuga, pero son descubiertos. En la escena
aparece don Jesús, quien se sorprende y enfurece con Manuel, a quien
consideraba un buen muchacho, casi como a un hijo. Luego, el mismo don Jesús
tiene un agrio intercambio de palabras con don Alejo, quien, muy ofuscado, llega
incluso a sugerir un duelo a sable o pistola para limpiar la afrenta de la que es
objeto. Todo ello aviva más la tirante relación entre Jesús y Rufina; esta última no
entiende cómo su marido no aprecia las cualidades de don Alejo.
Intempestivamente, llega a la casa don Juan, un viejo amigo de don Jesús, el cual
trae una carta para éste. Por fortuna, conoce también a don Alejo, a quien le
entrega una carta de su esposa del Cuzco, y así, sin pretendérselo, lo
desenmascara frente a toda la familia. Todos se enteran entonces que el vanidoso
don Alejo no era sino un buscavidas que haciéndose pasar de soltero con fortuna,
enamoraba a indefensas jovencitas. Después de este bochornoso acto, don Alejo
y Ña Catita son arrojados de la casa.
Doña Rufina, arrepentida y avergonzada pide perdón a su hija por tratar de
obligarla a casarse con quien no amaba, y se reconcilia con su esposo,
prometiendo que en adelante sería una buena esposa.
Es así como Juliana se libera de contraer matrimonio con quien no quiere, y puede
finalmente ser feliz junto al joven Manuel quien ama.

Valoración[editar]

Una vista de la ciudad de Lima a principios de la República.

Como en todas las comedias de Segura, más que el argumento (muy sencillo) o
las formas poéticas (algo descuidadas), lo que destaca en la obra es la
espontaneidad de los personajes y la gracia de los diálogos plagados de dichos
populares, que ofrecen un vivo retrato de la sociedad peruana en sus primeras
décadas republicanas, a veces de manera festiva, otras de forma sarcástica.
Punto importante que destacar es la renovación que aportó Segura en el
vocabulario teatral o poético. Por entonces, el lenguaje literario castellano se había
tornado pobre y descolorido, al mantenerse dentro de los cánones vigentes.
Segura empleó, con la originalidad propia del escritor nato, voces que no estaban
en el diccionario pero si en el habla diaria de la gente común de la costa peruana
(criollos). Estampó así los llamados criollismos y adoptó también la curiosa sintaxis
popular, adelantándose, en esta forma, a Ricardo Palma y Leonidas Yerovi,
máximos representantes del criollismo literario. Al lector no advertido del siglo XXI
le sorprenderá sin duda encontrar en los diálogos de Ña Catita expresiones
populares de actual uso cotidiano («hacerse el sueco», «váyase a freír monos»,
etc.).
Aun cuando no se había creado aún el término de “huachafería” (cursilería de
clase media baja), Segura recoge ese ambiente de “medio pelo”, de diversiones
de la clase media, de pobres “presumidos de nobleza”, de diálogos “cursi”, de
falsa ostentación. Con toda razón, Ricardo Palma defendió a Segura de quienes lo
acusaban de supuesta vulgaridad: «Lo que estos críticos olvidan es que cuando
se pinta al pueblo debe pintársele tal cual es. Si existe algo en las comedias de
nuestro compatriota que ofenda a quisquillosos lectores, culpa será del original, no
del retrato».

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