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Ña Catita
Género Teatro
Subgénero Drama
Idioma Español
Ciudad Lima
País Perú
Índice
1Estructura y características
2Personajes
3Tema
4Resumen
5Valoración
6Bibliografía
7Véase también
8Enlaces externos
Estructura y características[editar]
La obra está dividida en cuatro actos y escrita en verso. La mayoría de los versos
son octosílabos, y la estrofa más característica y lograda es la redondilla.
Mantiene un marcado lenguaje de la época, con la particularidad de que todo
transcurre en el pequeño ambiente de una casa. La trama, como suele ocurrir en
las piezas teatrales de Segura, es muy sencilla.
Personajes[editar]
Ña Catita, una mujer intrigante, entrometida, chismosa y ambiciosa.
Doña Juliana o Julieta, hija de don Jesús y doña Rufina, joven enamorada
de don Manuel.
Don Jesús, padre de Juliana.
Doña Rufina, esposa de don Jesús y madre de Juliana.
Don Alejo, hombre casado y presumido caballero que pretende casarse con
Juliana.
Don Manuel, joven enamorado galán de Juliana.
Mercedes, criada de la familia y consejera de Juliana.
Don Juan, viejo amigo de don Jesús.
Tema[editar]
El tema principal son los enredos de Ña Catita (diminutivo de doña Catalina), una
vieja chismosa y entrometida, que busca armar escándalos en el hogar de una
familia de clase media limeña, para sacar provecho. Sin embargo, es puesta al
descubierto y termina expulsada de la casa.
Tema convergente: la pretensión amorosa de don Alejo hacia doña Juliana. Don
Alejo es un hombre maduro, vanidoso y petulante, que dice tener fortuna y
educación, no obstante lo cual, es rechazado por Juliana, que prefiere al joven
Manuel, que es pobre pero honrado. Doña Rufina, la madre de Juliana, trata de
convencer a su hija de que acepte a don Alejo, a quien considera un buen partido.
Al final se descubre que don Alejo no es sino un impostor, por lo que Juliana
obtiene finalmente el consentimiento de sus padres para casarse con Manuel.
Resumen[editar]
Plaza mayor de Lima con típicos habitantes de la ciudad, hacia 1843. Óleo de Juan Mauricio Rugendas
Valoración[editar]
Como en todas las comedias de Segura, más que el argumento (muy sencillo) o
las formas poéticas (algo descuidadas), lo que destaca en la obra es la
espontaneidad de los personajes y la gracia de los diálogos plagados de dichos
populares, que ofrecen un vivo retrato de la sociedad peruana en sus primeras
décadas republicanas, a veces de manera festiva, otras de forma sarcástica.
Punto importante que destacar es la renovación que aportó Segura en el
vocabulario teatral o poético. Por entonces, el lenguaje literario castellano se había
tornado pobre y descolorido, al mantenerse dentro de los cánones vigentes.
Segura empleó, con la originalidad propia del escritor nato, voces que no estaban
en el diccionario pero si en el habla diaria de la gente común de la costa peruana
(criollos). Estampó así los llamados criollismos y adoptó también la curiosa sintaxis
popular, adelantándose, en esta forma, a Ricardo Palma y Leonidas Yerovi,
máximos representantes del criollismo literario. Al lector no advertido del siglo XXI
le sorprenderá sin duda encontrar en los diálogos de Ña Catita expresiones
populares de actual uso cotidiano («hacerse el sueco», «váyase a freír monos»,
etc.).
Aun cuando no se había creado aún el término de “huachafería” (cursilería de
clase media baja), Segura recoge ese ambiente de “medio pelo”, de diversiones
de la clase media, de pobres “presumidos de nobleza”, de diálogos “cursi”, de
falsa ostentación. Con toda razón, Ricardo Palma defendió a Segura de quienes lo
acusaban de supuesta vulgaridad: «Lo que estos críticos olvidan es que cuando
se pinta al pueblo debe pintársele tal cual es. Si existe algo en las comedias de
nuestro compatriota que ofenda a quisquillosos lectores, culpa será del original, no
del retrato».