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PEDANTES, PRECIOSAS PETIMETRES, MERVEILLEUSES Y OTROS IMPOSTORES
del pensamiento : P rimeros apuntes sobre frivolidades
y ligerezas en la historia intelectual de O ccidente
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1. F ilósofos ridículos
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(...) Clara es la razón de esta atención que tienes por los libros, y yo
por mi estupidez no la comprendía. Querías pasar por sabio, como
crees, y depositaste en ello grandes esperanzas, por si llegaba a cono
cer el asunto el emperador, quien es un hombre sabio y aprecia mucho
la doctrina. Si él llegase a conocer esto de ti, que compras libros y
haces una gran colección, ya te considerarías íntimo suyo. ¡Oh, peda
zo de tonto!, ¿acaso piensas que él es tan dormido que escuchará eso
mismo y hará caso omiso de tus demás cosas, qué cenas, cómo pasas
las noches, con quién y con cuántos compartes la cama? (,..)14
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Heráclito -uno ríe y el otro llora y a ambos los une el sinsentido , Sócrates
-doctísim o en el arte de amar... jovencitos-, y el Peripatético, es decir
Aristóteles, con quien Luciano se ensaña especialmente por boca de Mer
curio cuando éste ofrece el producto a un comprador enajenado ante
tamañas boberías:
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tro imaginario del facilismo. Sus consejos son francos y desnudan al per
sonaje:24
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2. E scolásticos tardíos
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con el texto.45Y llega por fin nuestra demente a las loas grotescas de los
filósofos escolásticos y de los teólogos, «nominalistas, tomistas, realistas,
advertistas, scotistas, occamistas» («Y eso que no he nombrado más que
algunas escuelas», nos aclara la Locura46) . Los primeros construyen mun
dos a su antojo, miden los cursos y tamaños de los astros, explican las
causas de los rayos, de los vientos, de los eclipses y otros portentos, pero
sus argumentos son absurdos pues nada saben de verdad, aunque se ufa
nen «de percibir las ideas universales, las formas abstractas, las quidditates
y las ecceitates»47Y algunos de ellos se hacen astrólogos y prometen reali
zar mayores maravillas que los magos. Ahora bien, para referirse a los teó
logos se requiere ser cautos, porque son hijos vergonzantes de la Locura y
suelen acusar de herejes a quienes los critican. A pesar de todo, Erasmo les
dedica, por boca de la Moría, la mayor cantidad de páginas de su sermón
enajenado.
Ellos saben explicar, a su manera, los más oscuros misterios; por ejem
plo: 'origen del mundo y causas por las que fue creado', 'vías que ha
seguido la mancha del pecado en los descendientes de Adán , cómo,
hasta qué punto y por cuánto tiempo estuvo Cristo en el vientre de la
Virgen','forma en que en la Eucaristía permanecen los accidentes sin las
sustancias', etc. (,..)'¿Hay acaso instante en la generación divina?','¿exis
ten en Cristo varias filiaciones?','¿es aceptable la proposición Pater Deus
oditfiliumT,'¿pudiera Dios haber tomado la forma de mujer, o de de
monio, o de asno, o de calabaza?, en este último caso, ¿hubiera podido
predicar, hacer milagros y sufrido el suplicio de la cruz?','una vez reali
zada la resurrección de la carne, ¿se podrá comer y beber? .
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mos con niños. Se trata más bien de adultos en posturas torpes o inverosí
miles que revelan sus dificultades insuperables para aprender las letras.
Los cuadernos y los volúmenes impresos están abiertos al reves, entre as
piernas de los lectores o fuera del alcance de los ojos. Una mujer diminuta
se ha metido en la misma canasta donde guarda sus libros. Algunos perso
najes hacen muecas, otros se distraen o permanecen ensimismados bajo
sus sombreros. El maestro está en el medio de la escena y se dispone a
castigar a un alumno que ya exhibe su trasero, pero las ramas secas que
solían usarse como latiguillo todavía permanecen en el tocado, una espe
cie de turbante, del pedagogo. Todo respira estupidez. El único que parece
atento es el burro, que asoma su cabeza por una abertura, ha dejado un par
de lentes al costado de su pata, pero igual escruta una página con signos
musicales. Quizás se apresta a cantar. La inscripción reza. «Si a guien en
vía un asno tonto a París, puesto que es asno no sera caballo».
Otro aguafuerte, de una serie de alegorías de las tres virtudes teologales
y de las cuatro cardinales, representa a la Templanza como una mujer con
un freno de cabalgadura en la boca (atributo del control que ella ejerce
sobre el desenfreno), un par de anteojos en su mano izquierda (las lentes
aguzan la vista y facilitan la observación de las circunstancias), un reloj
sobre su cabeza (la Templanza es virtud reguladora del buen uso del tiem
po), su pie derecho sobre un aspa de molino (alusión al domimo que el
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3 . LOS PEDANTES
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En el capítulo LIV del libro I publicado en 1580, Sobre las sutilezas va-
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Los campesinos simples son gente honesta y honestos son los filóso
fos o, según nuestra época, naturalezas fuertes y claras, enriquecidas
por una amplia instrucción de ciencias útiles. Los mestizos, quienes
desdeñaron el primer asiento de la ignorancia de las letras, y no pu
dieron acceder al otro (tienen el culo entre dos sillas, igual que yo y
que tantos otros), son peligrosos, ineptos, importunos, y perturban el
mundo. Por mi parte, sin embargo, mé arrellano tanto cuanto puedo
en el asiento primero y natural, del cual por nada en el mundo he
intentado apartarme.59
Tal como Montaigne escribió, la comedia italiana del siglo XVI se ensa
ñó particularmente con los pedantes desde temprano. En 1538, Francesco
Belo dio a conocer una pieza cómica con ese título, II Pedante, donde el
antihéroe de la jornada quedaba hecho jirones.60
En 1582, nada menos que Giordano Bruno editó, por su parte, Candelaio
(«Candelera»), la única comedia que el filósofo escribió para burlarse de
tres males devastadores en los cuales había caído la cultura humanista,
tres imposturas intelectuales de rápidos efectos matériales que salían cas
tigados de la pieza: 1. la alquimia o falso saber de la naturaleza, locamente
perseguida por el personaje de Bartolomeo; 2. la praxis amorosa, impreg
nada de filosofía erótica al modo de Ficino y León Hebreo y de lírica
petrarquesca gastada, una búsqueda ridicula que emprende el sodomita
reconocido del viejo Bonifacio en torno aVittoria, una cortesana inteligen
te y madura; 3. la pedantería o falsa enseñanza de las bellezas de la litera
tura antigua, que protagoniza Manfurio, el tonto más rematado de la co
media, el que se lleva la peor parte en los castigos y el que, encima, sufre el
escarnio de tener que pedir el Aplaudid a los espectadores al final de la
representación.61 Bruno sintetizaba en la exposición inicial del argumento:
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(...) Necios del mundo han sido los que han formado la religión, las
ceremonias, la ley, la fe, la regla cíe vida; los mayores asnos del mundo
(que son los que privados de cualquier otro sentido y doctrina y vacíos
de toda vida y costumbre civil se pudren en la perpetua pedantería)
son aquellos que por la gracia del cíelo reforman la profanada y co
rrompida fe, medican las heridas de la llagada religión y suprimiendo
los abusos de las supersticiones reparan las rasgaduras de sus vesti
duras; no son aquellos que con impía, curiosidad van y fueron siempre
escrutando los arcanos de la naturaleza y computando las vicisitudes
de las estrellas. Mira si tienen o tuvieron jamás el mínimo interés por
las causas secretas de las cosas; si tienen algún miramiento por la di
sipación de reinos, dispersión de pueblos, incendios, derramamientos
de sangre, ruinas y exterminios; si se preocupan de que el mundo en
tero perezca por causa de ellos con tal de que la pobre alma quede
salvada, con tal de que se construya el edificio en el cielo, con tal de
que se reponga el tesoro en aquella bienaventurada patria, sin preocu-
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cierran en una bota de vino para que no escapen. En el centro del centro,
por fin, hay un zapallo inmenso y seco que, «cuando estaba todavía tierno
y comestible, habría servido sin duda para hacer la menestra del mundo
entero»,73 morada de los poetas, los astrónomos, los cantores y quiromantes,
grandes mentirosos que han llenado las cabezas del prójimo de cosas va
nas y falsas. Un ejército de tres mil barberos han sido encargados por Plutón
de quitar a aquellos fabuladores miserables un diente por día y por menti
ra que hayan dicho. Así termina la obra maestra de la poesía macarrónica
con nuestros pedantes en el último círculo de un infierno feroz y ridículo.
Todavía a fines del siglo XVII, Molière echaba mano del recurso maca
rrónico para hacer reír a carcajadas en el teatro. Claro que, en lugar del
italiano o de los dialectos del norte de la península, era el francés la lengua
que prestaba sus vocablos y raíces a la pretenciosa sintaxis latina. El episo
dio del caso correspondió al último intermedio de El enfermo imaginario,
pieza encargada por Luis XTV para el carnaval posterior a las victorias reales
en Holanda y estrenada enVersalles el 10 de febrero de 1673. Siete días más
tarde, mientras hacía el papel del bachiller en aquella parodia macarrónica
de los exámenes por los cuales un médico accedía a su grado académico, en
el preciso instante de pronunciar la palabra «Juro», Molière tuvo la convul
sión que lo llevaría a la muerte pocas horas después. La escena lanza una
estocada contra los pedantes, no sólo debido al uso de la lengua macarrónica,
sino porque lo ridículo se apoya también en la burla de los médicos enfras
cados en sus recetas ineficaces, prisioneros de su jerga vacua y más bien
bárbara que latina. Permítaseme intentar una traducción macarrónica del
agradecimiento del Bachelierus a la corporación de los médicos:
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4„ P r e c io s a s , p e t im e t r e s , m e r v e il l e u s e s y m u s c a d in s :
IMPOSTORES EN CASCADA
Hemos señalado en el Elogio una doble ofensiva contra dos formas del
pensamiento light que coexistían a comienzos del siglo XVI: una, ligada a
la escolástica tardía, vale decir, al pasado, que se manifestaba en la crítica
de los nominalistas, escotistas, tomistas y demás teólogos; otra, esbozo del
intelectual ligero que anunciaba al pedante del porvenir en las figuras del
retórico y del gramático. Dos temporalidades y dos tipologías del pensador
light se unían, entrelazadas, en la burla erasmiana. A partir de entonces,
este proceso de encabalgamiento no sería nunca más excepcional. Por el
contrario, parecería como si, a medida que avanzaran la modernidad, la
inmanencia de los proyectos históricos, la secularización y la expansión
europea consiguientes, en síntesis, a medida que se impusiera la mutación
capitalista y burguesa de las sociedades europeas, se acelerasen también
los tempi de los universalismos (ora políticos, ora culturales, ora científicos,
ora económicos, o bien todas estas categorías a la vez según indicaría, por
ejemplo, el programa.integral de la Ilustración en el siglo XVIII) y, junto a
ellos, aumentaran las velocidades del sucederse de las clases medias, del
dinamismo de sus ascensos y declinaciones. Las figuras, los tipos diferen
ciados de intelectuales light se irían superponiendo, los nuevos a los viejos
antes de que éstos se extinguieran o transmutasen por completo. Del mis
mo modo en que nominalistas y pedantes conviven en la crítica realizada
por Erasmo, los pedantes filólogos habrán de superponerse con las precio
sas y con las sabihondas a finales del siglo XVII, las ridiculas rebuscadas lo
harán con los petimetres y con la dupla muscadin-meroeilleuse en el siglo
XVIII hasta las etapas finales de la Revolución francesa. Aluvión o cascada
podrían ser las metáforas para describir los procesos de larga duración a
partir del 1600, en los que se entretejen, siempre con mayor rapidez, los
tipos y las temporalidades del pensamiento light. Asistimos en el siglo XVII
a la búsqueda de neologismos o de vocablos de la lengua coloquial y po
pular, que faciliten la designación de esa catarata de nuevos petulantes. En
El discreto, un manual algo cáustico de cortesanía y simulación publicado
en 1646, Gracián, por ejemplo, utiliza varias palabras para los antiguos y
modernos pedantes: «afectado, paradojo, extravagante, figurero».75
(...) Hay algunos que parece que les calzó la naturaleza el gusto y el
ingenio al revés, y lo afectan por no seguir el corriente. Exóticos en el
discurrir, paradojos en el gustar y anómalos en todo, que la mayor
figurería es sin duda la del entendimiento.76
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El Antiguo Régimen del siglo XVIII asistió, en las cortes, en las acade
mias, en los sistemas de enseñanza, a una prolongación del papel de-los
pedantes, las preciosas, los. figureros quienes, en los medios españoles bajo
la influencia francesa aportada por la llegada de los Bordones al trono,
pasaron a llamarse petits-maítres, petimetres. Poco y nada aportaron tales
variantes o reediciones a la configuración del fenómeno del pensamiento
light, salvo que los ilustrados de Europa entera, de Voltaire, el Dr. Johnson y
Feijoo hasta Rousseau, Hume yjovellanos, no cesaron de burlarse de nues
tros personajes en cuyos devaneos y tonterías, a decir verdad, los philosophes
y otros iluministas no vieron mayores peligros, ocupados como estaban en
conjurar los abusos del despotismo religioso y político. Pero ocurrió, aun
que parezca mentira, que ni siquiera el huracán de la Revolución acabó con
los petimetres; al contrario, nuestros petulantes de siempre reaparecieron
muy pronto bajo una nueva veste, más destructora que la de antaño: los
muscadins y las merueilleuses en el París de los tiempos de la reacción
termidoriana. Sebastián Mercier dejó en su Tablean de París una descrip
ción de esas preciosas renacidas que, en lugar de inflamarse con los orope
les lingüísticos del verso clásico o de sentirse transportadas por la contem
plación de las estrellas a través del telescopio, ahora se extasiaban ante la
palabra «constitución» y las apelaciones a los derechos del hombre, mien
tras bailaban arrobadas por el compás, «ligeramente», como «nintas,
sultanas y, en ocasiones, no sólo Minervas y junos, sino Dianas también».82
Pero la juventud dorada de los muscadins, muchachos siempre perfumados
con almizcle (muse), vestidos de chaquet, culottes y una especie de gran
cuello llamado anti-guillotin, fue bastante menos inofensiva que la multi
tud estrafalaria de las merveilieusesmpms no sólo agregaron al discurso aren
gas encendidas contra el jacobinismo y los sans-culottes sino que, después
del 9 Xermidor y la ejecución de Robespierre, participaron en los saqueos
de las secciones, en el amedrentamiento, en las persecuciones contra los
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N otas
48 Ibidem, p. 94-
49 Ibidem, p. 99.
50 Ibidem, pp. 107-108.
51 Puede verse Klein, H. Arthur, Graphie Worlds of Peter Bruegel the Eider, Dover
NuevaYork, 1963, pp. 141-143 y 243-245. Lavalleye, Jacques, van Leyden, Lucas,'
Peter Brugel l Ancíen. Gravures, oeuvre complet. Arts et métiers graphiques, Paris,
1966.
52 Warburg, Aby, La Rinascita del Paganesimo Antico. Contributi alla storia délia cul-
53 tura>(estudio introductorio por Gertrud Bing), La Nuova Italia, Florencia, 1966.
De Montaigne, Michel, Essais, Livre Premier, Fernand Roches, Pans, 1931 vol
1, pp. 186-202.
54 Ibidem, p. 187.
35 Ibidem, pp. 191-192.
56 Ibidem, p. 194.
57 De Montaigne, Michel, Essais, Livre Premier, Fernand Roches, Paris, 1931 vol
2, pp. 237-241.
58 Ibidem, p. 239.
39 Ibidem, p. 240.
Editado por Sanesi, Ireneo en Commedie del Cinquecento, Laterza, Bail, 1912,
vol. 1, pp. 85 y ss. Véase Stauble, Antonio, «Una ricerca in corso: il personaggio
del pedante nella commedia cinquecentesca», en AA. W ., Il teatro italiano del
Rinascimento, Maristella da Panizza Lorch, Edizioni di Comunità, Milán 1980
pp. 85-101.
Bruno, Giordano, Candelaio, Giorgio Barben Squarotti, Einaudi, Turin, 1964.
Véase al respecto Burucúa, op. cit., pp. 307-311.
Bruno, Giordano,- Cand.elaio..., op. cit., p. 23.
63 Véase las excelentes traducciones, acompañadas por estudios introductorios,
que ha hecho Miguel Ángel Granada sobre Giordano Bruno, La expulsión de la
bestia triunfante, Alianza, Madrid, 1989, y La cúbala del caballo Pegaso, (con El
asno cilénico),Alianza, Madrid, 1990.
Bruno, Giordano, La Cabala del caballo Pegaso..., op. cit., pp. 87-88.
63 De Verville, Béroalde, Le moyen de parvenir. Oeuvre contenant la raison de tout ce
qui a été, est et sera, Paris, Garnier, s. f. La edición más antigua del texto con su
nombre definitivo en la portada podría corresponder al in-12 (pequeñísimo
formato) en dos vplúmenes, al que acompañó una disertación del erudito La
Monnoye a fines del siglo XVII, citado por Furetiére en el diccionario en la voz
Cocu («cornudo») y por Bayle en el artículo Pericles del Dictionnaire historique
et critique. Esa versión se dice «corregida de muchas faltas que no estaban y
aumentada con muchas otras», impresa en Chinon, en el taller de Francisco
Rabelais, «en la piedra filosofal, el año pantagruelino». Otra edición, atribuida
a la imprenta de Lenglet-Dufresnoy, también un in-12 en dos volúmenes pro
bablemente del siglo XVIII, declara haber sido realizada «en ninguna parte» y
en el año 200070032. La unión al mundo rabelesiano funciona como una clave
interpretativa, mientras que lo absurdo de las localizaciones y del fechado sir
ve al doble propósito de esconder a los editores responsables y de acrecentar
el carácter risueño delirante de la obra.
66 Ibidem, pp. 27 y 34.
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Subjetividad y vida en condiciones posmodernas
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