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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS  UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO

Juan Carlos KOROL *


La influencia de los “Annales” en la historiografía argentina
de la década del 60.
En revista Clio, número 1, Comité Argentino de Ciencias
Históricas, Buenos Aires, 1993, pp. 124-135.

Desde por lo menos 1930 la escuela de los “ANNALES” ha significado una ruptura
en la forma de abordarlos estudios históricos. En qué consistió esa ruptura es más
difícil de precisar. Por una parte pueden señalarse las innovaciones
metodológicas: por otra parte, el conocimiento concreto que la producción
historiográfica ligada a los Annales ha producido sobre las sociedades de la Europa
moderna y en especial sobre la historia de Francia. Pero no menos importante fue
el consciente espíritu de ruptura, que animaba a los principales protagonistas de
la nueva escuela, con las tradiciones dominantes en la historiografía de la época.
(1)

Aquí se intentará resumir brevemente esas diferentes dimensiones de la escuela


francesa y sus modificaciones en el tiempo, para tratar luego de indagar cuales
fueron las influencias discernibles que ejercieron en las transformaciones de la
historiografía argentina de la década del 60.

En ese momento, en la Argentina, se produjo desde algunos centros universitarios


un intento de transformación de las prácticas historiográficas en el que es posible
distinguir diversas influencias de la escuela francesa. Resumidamente, pueden
registrarse las similitudes en la diferenciación coma tradición predominante, en
los contenidos y, en menor medida, en la metodología. Pero, como se verá, los
intentos de ruptura fueron aquí más tímidos y cautelosos.
Los trabajos provenientes de Francia eran recibidos a la vez con fascinación y
distancia critica y la modificación de los contenidos, tal vez la transformación
más importante, obedeció tanto a influencias atribuibles a la renovada
historiografía europea en general, como a las de las ciencias sociales y el clima de
ideas prevaleciente en ese momento en la Argentina.

Es posible distinguir varias etapas en el desarrollo de la escuela de los


“ANNALES”. En primer término la protohistoria de los “ANNALES”, la época de la
“Revue de synthese historique”, de Henri Berr. A partir de 1929, la fundación de
los “Annales, d'histoire économique et sociale” por Lucien Febvre y Marc Bloch.
Desde 1946 haba 1956 la era de Fernand Braudel como líder de la escuela y de la
revista. Finalmente, el período de “eclecticismo y consolidación institucional”.(2)

El mismo Braudel ha rastreado tres principales influencias en la protohistoria de


las Annales. La de los “Annales de Géographie” fundados en 1891 por Vidal de la
Blache, uno de cuyos discípulos Lucien Gallois seria maestro de Lucien Febvre
en la “Ecole Normales”. La de “L'Année Sociologique”, fundado en 1896-99 por
Emile Durkheim y, finalmente la de la “Revue de Synthese historique”, fundada
en 1900 por Henri Berr.(3)

Son comprensibles las razones que han llevado a Braudel a enfatizarla influencia
de la geografía de Vidal de la Blache y de la sociología de Durkheim en esa etapa.
Si se considera a Berr, De la Blache y Durkheim como igualmente influyentes en
los orígenes intelectuales de los “ANNALES”, es debido a que Braudel mismo se
sentirá más cercano a la geografía y a la sociología de éstos que a la filosofía de
la historia de Berr. Esta es posiblemente la razón por la cual Braudel ha dicho que
de los tres hombres relacionados con los orígenes de los “ANNLES”, Berr, Febvre y
Bloch, «el primero, Henri Berr es el que me plantea los problemas más difíciles».
El papel de Berr fue importante, pero sobre todo como «administrador de la
herejía». Respecto a él, lo esencial fue, en las palabras de Lucien Febvre, el
«grupo de hombres activos vivaces combativos y emprendedores que lo
rodeaban».(4)

Si esto era así desde la perspectiva de Braudel, para Febvre y Bloch la


monumental colección de “L´Evolution de L´humanité” iniciada por Berr en 1920
fue, posiblemente, más importante. En esta colección publicaron sus grandes
libros, el de Febvre sobre “Rabelais” y el estudio de la sociedad feudal de
Bloch.(5) Esta colección, juntamente con la aparición de los “ANNALES”, inició la
segunda etapa en la historia de la escuela.

Es en esta segunda etapa donde aparecen las características más notorias de los
“annalistes”: una actitud abierta hacia las ciencias sociales, la conciencia de
formar un grupo intelectual en lucha contra la “histoire événementielle”, y sus
representantes en la “Sorbonne”, los “sorbonnistes”. Es a partir de esta etapa
cuando el grupo comenzó a constituirse como escuela fundamentalmente a partir
de su intento de diferenciación con las tradiciones imperantes, aunque no
necesariamente por la coherencia interna de sus planteos.(6)
En la década de 1930, Febvre y Bloch, quienes habían trabajado juntos en
Estraburgo, se trasladan a París. Marc Bloch fracasa en su intento de ingresar a la
“Quatrieme Sechon” de la “Ecole des Hautes Etudes” y es ignorado por el
“College de France”. Deberá incluso esperar para entrar en la “Sorbonne” como
sucesor de Henri Hauser en la única cátedra de Historia Económica existente en el
sistema universitario francés. Durante la guerra, Bloch trabaja clandestinamente
para la Resistencia. Finalmente, es tomado prisionero y fusilado por los alemanes.

Lucien Febvre, por su parte, logra ingresar en el “College de France” en su


segundo intento. Febvre había fundado y dirigido los “ANNALES” juntamente con
Bloch desde 1929 hasta 1939. A partir de 1946, Braudel, Friedman y Morazé se
convierten en editores asociados de la publicación. Pero, en las palabras de
Braudel, «desde 1946 a 1956 Lucien Fébvre fine de hecho el único editor de los
ANNALES, de 1956 a 1968 yo fui, de hecho, el único editor a mi vez».(7)
Comenzaba la era de Braudel como gran empresario de la historia.

En 1947 se crea la “Sixieme Section” como un centro de investigaciones en


ciencias sociales, aunque sin capacidad para otorgar títulos académicos. Durante
los años siguientes Braudel se convirtió sucesivamente en director del nuevo
“Centre de Recherches Historiques”, miembro del “Agréganon”, y en 1970 en el
presidente-administrador de la “Maison des Sciences de L´Homme”.

Los acontecimientos de mayo del 68 en París provocaron algunos cambios. La


“Sorbonne” fue dividida en diferentes instituciones de alta enseñanza. En 1975 la
“Sixieme Section” se convirtió en la “Ecole des Hautes Etudes en Sciences
Sociales” con capacidad para otorgar títulos académicos. Continuaba siendo un
centro de investigaciones, pero pasaba a ser al mismo tiempo parte de la
universidad. Entre tanto, los “ANNALES” «habían logrado un enorme éxito.
Publicar un artículo en la revista se convirtió, sin duda, en el primer escalón del
cursus honorum normal». (8) Hacia fines de la década de los 60, Le Roy Ladurie.
Marc Ferro y Jacques Le Goff se hicieron cargo de la dirección de los “ANNALES”.
Rápidamente Braudel se encontraría en desacuerdo con ellos.

De las diversas etapas que pueden distinguirse en la historia de los Annales, son
varias las innovaciones metodológicas que surgen. Ellas incluyen las nociones
implícitas en los estudios de Bloch sobre la sociedad feudal y la historia agraria de
Francia, los trabajos sobre “historia de mentalidades” de Febvre, los trabajos de
Braudel con su insistencia en la “larga duración” y la “historia total”.

A su vez los “ANNALES” incorporaron diversas influencias. Estas fueron muy


amplias y provenían tanto de los cambios que se registraban en las prácticas
historiográficas en otros ámbitos, como de las distintas corrientes en las ciencias
sociales incluso de las perspectivas ideológicas predominantes en distintos
momentos.

Son visibles, ya en la misma obra de Braudel, las influencias de los estudios más
claramente cuantitativos de la historia de las fluctuaciones económicas basadas
en las series de precios, la historia serial de Simiand y Labrousse. Posteriormente
se incorporarían las influencias de autores como Marczewsky y Kuznets quienes
proponían una nueva corriente cuantitativa basada en un sistema retrospectivo de
cuentas nacionales.(10) Posteriormente, fueron los estudios demográficos que se
desarrollaban en Francia y Gran Bretaña los que también se encontrarían
reflejados en los “ANNALES”.

Pero la escuela también recogía la influencia de las ciencias sociales y de las


ideologías. En este sentido, se han señalado desde la influencia del
estructuralismo de Levy-Strauss hasta del psico-análisis y que finalmente trata de
reincorporar a la historia política y narrativa, que había sido a la vez el viejo
enemigo y la vertiente menos elaborada por la escuela. Especialmente a partir de
la consolidación institucional, los “ANNALES” se transforman en un grupo que
recoge con eclecticismo múltiples influencias, que incluye las más variadas
formas de aproximación a los hechos históricos y todo el espectro de ideologías
que van desde la herencia del flexible marxismo de un Labrousse, hasta la
conservadoras posiciones de Chaunu. La consolidación institucional, el carácter
flexible y abierto de las innovaciones metodológicas, el eclecticismo,
conjuntamente con el carácter centralizado de la investigación histórica en
Francia y cierta vocación a la vez expansiva e inclusive, ha implicado que la
escuela de los “ANNALES” haya ido convirtiéndose lentamente en sinónimo de
historiografía francesa.(11)

Pero ha sido tal vez en el campo de la historia rural, a partir de cuidados estudios
regionales, donde el resultado del trabajo acumulado por varias generaciones de
historiadores se hizo más notable. Es aquí donde ha ido emergiendo una nueva
síntesis de la historia rural francesa durante el Antiguo Régimen, en la que se
conjugan elementos de las nuevas corrientes demográficas con el análisis de los
lentos ritmos de las transformaciones de las sociedades locales.(12)

Si bien la importancia atribuida a los factores demográficos ha generado críticas


importantes sobre estos trabajos, también es cierto que han renovado la imagen
de la historia social de la Francia rural del Antiguo Régimen.(13)

Conjuntamente con las obras propiamente históricas, los “annatistes” fueron


dejando testimonio de su percepción de lo que debería constituir la tarea
historiográfica. Estos trabajos se caracterizaron no tanto por incursionar en
problemas teóricos, que sus autores consideraban fuera de las preocupaciones
centrales de los historiadores, como por consistir en reflexiones sobre la obra
histórica misma y el quehacer del historiador. Pero son también en muchos casos
los testimonios de un combate por una transformación historiográfica que servía a
la vez como forma de constitución de un movimiento que se quería renovador. En
este sentido los mismos títulos de algunos trabajos de Febvre y Braudel son tal
vez paradigmáticos. Se trataba de establecer una ruptura con el modelo
historiográfico tradicional.(14)
En la Universidad argentina de la década del 60 muchos de estos trabajos se
convirtieron en los elementos que hicieron posible una difusión que también
aspiraba, de otra manera, a la ruptura.

Desde mediados de la década del 50 se produjo en la Argentina el intento de una


verdadera renovación en el campo de las ciencias sociales. Tulio Halperin ha
señalado que el impulso para esa renovación fue en buena medida el paradójico
resultado de una transformación político-social de características restauradoras
que al mismo tiempo que llevó al derrumbe y derrocamiento del peronismo,
inauguró un breve periodo de apertura ideológica y cultural en el que también se
advierten los efectos que en toda América Latina produjo la Revolución cubana, a
la que se sumaron los impulsos provenientes de una década de expansión
económica que benefició de un modo muy directo a las ciencias sociales y que,
aunque de manera más efímera, también tocó a la Argentina.(15)

Esta renovación implicó la conformación de una comunidad académica en las,


ciencias sociales que paulatinamente fue construyendo sus reglas de validación y
reconocimiento y sus propios espacios. Esta renovación en los términos de la
investigación y el debate académico encontró su núcleo en las Universidades,
donde el desarrollo de nuevas disciplines como la sociología y la economía
actuaban como centros dinámicos, pero también fuera de los ámbitos oficiales.
En ese sentido, la creación del Instituto Di Tella, la revista “Desarrollo
Económico” y el Instituto de Desarrollo Económico y Social fueron signos
característicos de la época.(16) Es justamente a partir de estos espacios no
oficiales donde es posible rastrear alguna continuidad luego de 1966 dado que los
esfuerzos renovadores desplegados en la Universidad no lograron sobrevivir los
efectos del régimen militar impuesto por Onganía. De todas formas, a fines de la
década la misma legitimidad de la existencia de una comunidad académica era ya
puesta en duda desde adentro y dude fuera de la misma, al mismo tiempo que el
campo intelectual se volvía más heterogéneo. Desde mediados de la década del
setenta, v en especial luego de la instauración del gobierno militar, la apertura
cultural se transformó en un recuerdo nostálgico del pasado. A partir de allí es
más fácil rastrear las rupturas que las continuidades.

Los historiadores no fueron ajenos a la renovación que implicó la década del 60


en el campo intelectual. En este caso la renovación también tuvo su centro en las
Universidades, especialmente en las de Rosario, Córdoba y Buenos Aires. Figuras
como Ceferino Garzón Maceda en Córdoba y José Luis Romero en Buenos Aires se
convirtieron de diferentes maneras en los principales impulsores de una
demorada renovación de los estudios históricos en la Argentina.

Es más difícil precisar en qué consistió la renovación. En principio es posible


señalar que uno de sus principales signos fue la existencia de un grupo que se veía
a sí mismo como renovador. Lo era en efecto frente a los enfoques
predominantes. Estos eran fundamentalmente los que provenían de la “Nueva
Escuela” y, en menor medida, los del revisionismo histórico. En ambos casos, sin
embargo, se trataba de enfoques predominantemente apegados a una concepción
metodológica tradicional. En el caso de la Nueva Escuela, se trataba de una
historiografía muy cercana a la “histoire événementielle” y que si continuaba la
interpretación liberal-nacionalista de Mitre era porque ese marco le servía tanto
como cualquier otro para el despliegue de las métodos que presuponían que la
historia que podía encontrarse ya desplegada en los hechos y los documentos. El
revisionismo, por su parte se diferenciaba de la Nueva Escuela, más por su marco
interpretativo que por una metodología que no parecía preocupar a todos sus
cultores.(17)

Frente a este marco no es raro que los “ANNALES” funcionaran como modelo. Y
podían serlo de múltiples maneras. En principio como ejemplo militante de
ruptura con una tradición que se consideraba tanto o más insatisfactoria que la
que habían enfrentado los historiadores franceses y que, además, aparecía como
una versión aún mas decadente que aquella contra los que estos habían luchado.
En segundo lugar, como un modelo de renovación metodológica que proponía la
historia de mentalidades, la historia serial, o la “larga duración” como
herramientas útiles de la buscada transformación. Finalmente, como un ejemplo
de renovación temática que permitiría abandonarlos estériles caminos de una
historia política difícilmente diferenciable de la mera crónica. Pero también eran
las mismas ambigüedades que se encontraban en la escuela francesa, entre las
que se incluían las ideológicas las que la convertían en un modelo especialmente
adecuado para un grupo renovador cuyo programa era también necesariamente
ambiguo en la medida que se definía más por contraposición con las prácticas
imperantes que por la ambición de constituir un proyecto sistemático y dentro del
cual convivían, además, adhesiones a ideologías contrapuestas.

Pero en la comunidad académica que se conformó también se recibieron


influencias de la sociología de la economía y del marxismo. Aunque estas
influencias implicaban un renovado contacto con las ciencias sociales preconizado
por los “ANNALES”, también implicaba la preocupación por temas que no
resultaban los centrales para una historiografía preocupada por el Antiguo
Régimen. Sin embargo «la heterogenidad profunda de esos influjos no impedía
que fuesen inesperadamente coincidentes en sus efectos: la sociología aportaba
la problemática de la modernización, la economía, la del desarrollo, ese difuso
marxismo la del surgimiento del orden capitalista: eran tres modos de abordar
un único proceso, que había atraído muy escasamente la atención de la escuela
de los ANNALES, concentrada en cambio en la problemática no sólo económica de
la Europa preindustrial».(18)

Es posible distinguir varios efectos de la difusión de los “ANNALES” en la


Universidad argentina. En principio la utilización en las cátedras de la
“Apologie...” de Bloch, los “Combats...” de Febvre y “Histoire et Sciences
Sociales” de Braudel mostraba la intención de algunos historiadores de
diferenciarse de las tradiciones que consideraban agotadas. En este sentido el
efecto era más bien retórico y si bien servía paraca delimitación del campo y el
reconocimiento de los iniciados no implicaba necesariamente su vinculación
directa con la tarea historiográfica. Pero su impacto en la formación de una
concepción de la historia, que a su vez era parte esencial de la formación del
campo intelectual, no puede negarse
Si en cierta forma esa difusión, en la que la misma fascinación podo que tenían
de nuevo los autores europeos, era a la vez la propagación de un mensaje que se
quería nuevo y una forma de autodefinición, hacia el interior de ese nuevo grupo
la forma de recibir las influencias europeas eran también formas de
diferenciación. Esa búsqueda de diferenciación interna se relacionaba con un
conflicto aún mas vasto que el historiográfico. Se trataba de discutir las
propuestas para la salida de lo que aparecía como interminable crisis que vivía el
país.

No obstante, también llevó al exámen minucioso de algunas de las propuestas de


la historiografía europea. Entre otras, al exámen de lo que podía tener de
rescatable la historia de mentalidades o la “larga duración”.

En este sentido los artículos que sobre estos temas publicaron Ernesto Laclau y
Tulio Halperin al comienzo de la década resultan paradigmáticos.(19) Desde
perspectivas diferentes ambos artículos presentan una preocupación común, la de
reconstituir la legitimidad de una renovada historia genética atenta a los procesos
de cambio. Así, Laclau impugna desde el marxismo una historia de mentalidades
que ejemplificada por Lucien Febvre es un útil instrumento para conocerlas
estructuras mentales que se plantean como un limite a la acción humana, no
obstante «este tipo de reconstrucción histórica capta la presencia de infinidad de
hechos y estructuras nuevas, pero es incapaz de transmitirnos lo que es más
específico del acontecer histórico: el sentido, la dirección, el significado del
cambio. Lo esencial no es conocer descriptivamente el conjunto de estructuras
que limitan la acción humana en un momento del tiempo; lo esenciales ver cómo
se articula realmente el desarrollo de un proceso, cómo esos distintos elementos
de la realidad histórica se conectan y vinculan los unos con los otros; vale decir,
que lo esencial es reconquistar, por detrás de los paisajes humanos que nos
muestran los cortes transversales del pasado, la dinámica específica del cambio
histórico».

Halperin comparte esta preocupación por la necesidad de comprensión de los


procesos históricos e introduce otros temas. Las dificultades que plantean las
relaciones entre las distintas duraciones y, las complejas relaciones entre la
historia y las ciencias humanas son algunos de ellos. Aquí la distancia que se
propone tomar de unas ciencias sociales cuyos avances son evidentes, proviene de
lo que es visto como la necesidad de integrarla historia vivida por los hombres en
los marcos menos fácilmente cambiantes de las estructuras y el tiempo largo. Ello
implica rescatar la “peculiaridad” de los desarrollos históricos, frente a las
generalizaciones impulsadas desde las ciencias sociales.

En el campo de las realizaciones historiográficas concretas, la influencia de los


“ANNALES” fueron, como era de esperar; a la vez más evidentes y, más elusivas.
En principio porque esa influencia estaba mediada por el periodo que el grupo
renovador había elegido para realizar sus investigaciones: los procesos de cambio
de la sociedad argentina en el siglo XIX y especialmente las profundas
transformaciones por las que el país había comenzado a atravesara partir de la
segunda mitad de ese siglo.(20)

Los ejemplos más concretos tuvieron que ver en todo caso con los intentos de
realizar una historia que se aproximara a los modelos provistos por la historia
serial, o la historia demográfica.(21) Pero curiosamente la que puede
considerarse como la obra más destacada del período, “Revolución y Guerra” de
Tulio Halperin, si bien se abre con un panorama de la economía y la sociedad del
Río de la Plata previo a la Revolución de Mayo es como el mismo autor lo sostiene
«ante todo un libro de historia política».(22) Aún en lo que ha podido verse orno
resultado directo del influjo de los “ANNALES”, el planteo de los rasgos de la
economía y la sociedad en cada período, característico de los volúmenes de la
“HISTORIA ARGENTINA” dirigida por el mismo Halperin, es difícilmente atribuible
a esa sola influencia.(23) Tal vez sea con todo en la renovación temática donde
mejor se ejemplifiquen las nuevas tendencias, y aunque esta innovación temática
no pareciera responder a los ejemplos propuestos por la historiografía francesa,
sea en la renovación misma donde mejor se muestra su influjo.(24)

Al parecer las influencias que recogió la historiografía argentina del periodo


analizado fueron múltiples, y si uno de los objetivos del grupo renovador era
volver a encontrar en la historiografía europea las fórmulas para rehacer la
propia, además de mostrar que se consideraba ese contacto como parte necesaria
de una cultura que quería ser parte de las transformaciones que abarcaban a una
comunidad académica más amplia, mostraba también que no se reducían al
modelo propuesto por los historiadores franceses.(25)

En todo caso el ejemplo de los “ANNALES”, además de la indudable fascinación


que su obra generaba, permitía vislumbrarlas transformaciones que podía lograr
en varios ámbitos un grupo renovador exitoso. Las vicisitudes de la vida
institucional argentina hicieron que ese logro, que en este caso distaba mucho de
ser seguro, se volviera imposible. Pero tal vez hayan sido más las características
de los renovadores como grupo lo que alguna vez ha llevado a algunos críticos
locales a extremar sus argumentos contra una influencia de los “ANNALES” en la
historiografía argentina que resulta más elusiva que lo que la misma historia de la
década del 60 hubiera permitido esperar.

Notas y Citas
* Investigador del CONICET.
1. La bibliografía sobre los Annales es extensa, véase entre otros, George G.
Iggers, “New Directions in European historiography”, Middletown, 1984;
Josep Fontana, “Historia, Análisis del pasado y proyecto social”, Barcelona,
1982; “Annales”, noviembre-diciembre de 1989.
2. Traian Stolanovich: “French Historical Method”, The Annales Paradigm, with
a Foreword by Fernand Braudel, Ithaca y Londres, 1976.
3. Fernand Braudel: Foreword en Stoianovich, “French Historical Method”, p. II.
4. Fernand Braudel: Personal Testimony, “Journal of Moderm History”, XLIV,
diciembre, 1972, pp. 448-467.
5. Lucien Febvre: “Le probleme de L´incroyance au XVIe siecle: La Religion de
Rabelais”, Paris, 1942; Marc Bloch, “La Societé féodale”, Paris, 1939-40.
6. Juan Carlos Korol: Duraciones y Paradigmas en la escuela de los Annales.
“Punto de Vista”, Nº 23, abril de 1985, pp. 18-25.
7. Braudel: Personal Testimony, p. 461.
8. Braudel: Foreword, p. 16.
9. Braudel: Personal Testimony, p. 467.
10. Véase Braudel, “La Méditerranée et le Monde méditerranén a L´epoque de
Philippe II”, París, 1966, 1, pp. 383-421.
11. Esta no es, obviamente la única manera de percibirla, véase JOSEP Fontana,
“historia”, para una crítica de lo que el autor considera apropiaciones de los
“Annales” de tradiciones que le son extraña.
12. Algunos ejemplos en ese sentido son Pierre Goubert, “Beauvais et le
Beauvaisis de 1600 a 1730”, París, 1960; Emmanuel Le Roy Ladurie, “Les
Paysans du Lanquedoc”, París, 1966. Las primeras síntesis de principios de
los 70, véase la “Histoire économique et sociale de la France”, Paris, 1970 y
la “Histoire de la France rurales”. Paris, 1975-76.
13. Véase Robert Brenner: Agrarian class structure and economic development in
Preindustrial Europe, “Past and Presents”, 70, feb., 1976, pp. 30-35:
Emmanuel Le Roy Ladurie-Guy Blois, Symposium: Agrarian class structure and
Economic Development in Preindustrial Europe, “Past and Present”, 79, may,
1978, pp. 55-69.
14. Lucien Febvre: “Combats pour L´histoire”, Paris, 1953; Fernand BRAUDEL,
“La historia y las ciencias sociales”, Madrid, 1968; véase también Marc
Bloch, “Apologie pour L´histoire ou métier d´historien”, Paris, 1967.
15. Tulio Halperin: Un cuarto de siglo de historiografía argentina (1960-1985),
“Desarrollo Económico”, Nº 100, enero-marzo, 1986, pp. 487-520.
16. Sobre los aspectos culturales de la década del 60 véase entre otros John
King, “El Di Tella y el desarrollo cultural argentino en la década del
sesenta”, Bs. As., 1985; Oscar Terán, Intelectuales y política en la Argentina,
1956-1966, “Punto de Vista”, Nº 37, julio 1990, pp. 18-22.
17. Tulio Halperin: Un cuarto de siglo de historiografía argentina, p. 489.
18. Tulio Halperin: Un cuarto de siglo de historiografía argentina, p. 497.
19. Ernesto Laclau: Nota sobre la historia de mentalidades, “Desarrollo
económico”, Nº 1-2, abril-septiembre, 1963; Tulio Halperin, Historia y larga
duración: examen de un problema, “Cuestiones de Filosofía”, año I, Nº 2-3,
1962.
20. La renovación no solo abarcó a los trabajos sobre la Argentina, también se
extendió a otros campos. Véase por ejemplo, Marta Bonaudo, “La
Universidad de Rosario y los estudios medievales”, Rosario, 1987 (mimeo),
sobre las transformaciones en ese área. Fue destacada también su influencia
en el área de historia colonial, en la que el mejor ejemplo son los trabajos
de Carlos Sempat Assadourian. Estos desarrollos no son examinados en esta
ponencia.
21. Para el primer caso véase especialmente A. Fracchia, H. Gorostegui De
Torres y R. Cortés Conde, Producto bruto en el periodo 1869-1914:
identificación de fuentes y sugerencias sobre métodos de estimación
posibles, Instituto de Investigaciones históricas, Universidad Nacional de
Rosario e IDES, “Jornadas de Historia y Economía Argentina en los siglos XVIII
y XIX”, Rosario, Buenos Aires, 1964; Haydée Gorostegui de Torres, Los
precios del trigo en Buenos Aires durante el gobierno de Rosas, Universidad
Nacional del Litoral, Facultad de Filosofía y Letras, 1962-63; Roberto Cortés,
Conde, Tulio Halperin, Haydée Gorostegui de Torres, Evolución del comercio
exterior argentino. Exportaciones, 1864-1930, Buenos Aires (mimeo, s/f).
Para el segundo caso véase Albert Meister, Susana Petruzzi y Elida Sonzogni,
“Tradición y cambio social”, Rosario, 1963 y los Anuarios del Instituto de
Investigaciones Históricas de Rosario (1963-1965).
22. Tulio Halperin-Donghi: “Revolución y guerra, formación de una elite
dirigente en la Argentina criolla”, Bs. As., 1972.
23. Tulio Halperin (ed.): “Historia Argentina”, Buenos Aires, 1972 (siete
volúmenes publicados). Entre los autores se encuentran muchos de los
historiadores del periodo que mejor representan al grupo renovador.
24. Los mejores ejemplos en este sentido son las recopilaciones de trabajos que
se encuentran en T. S. Di Tella, G. Germani, J. Graciarena (eds.),
“Argentina, sociedad de masas”, Bs. As., 1965 y en T. S. Di Tella y T.
Halperin, “Los fragmentos del poder”, 1969.
25. Basta, en este sentido, con revisar las publicaciones que para uso de la
Cátedra de Historia Social, realizaba la Facultad de Filosofía y Letras de
Buenas Aires. Allí se hace evidente que las lecturas incluían trabajos de
distinta procedencia y perspectivas.

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