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Evaluación y Tratamiento
El número de diagnósticos de TID ha aumentado en los últimos
años; mientras algunos autores atribuyen esto a una mayor
conciencia del trastorno por parte de los clínicos, otros consideran
que se debe a un sobre diagnóstico. Se ha propuesto incluso que el TID
se debe a la sugestión del paciente debida a las preguntas del clínico y la
influencia de los medios de comunicación. Asimismo, también están los
que opinan que existe una falta de formación sobre las manifestaciones
del TID y una infravaloración de su prevalencia que llevan a que
muchos casos de TID no sean detectados, en parte por una exploración
inadecuada.
En este sentido, cabe tener en mente que, según Kluft (1991), sólo un
6% de los casos de personalidad múltiple son detectables en su
forma pura: un caso típico de TID se caracterizaría por una
combinación de síntomas disociativos y síntomas de estrés
postraumático con otros síntomas no definitorios del TID, como
depresión, crisis de pánico, abuso de sustancias o trastornos
alimentarios. La presencia de este último grupo de síntomas, mucho
más obvios que el resto de síntomas del TID y muy frecuentes por sí
solos, llevaría a los clínicos a obviar una exploración más profunda que
permitiera detectar la personalidad múltiple. Además, es obvio que a las
personas con TID les resulta difícil reconocer su trastorno por
vergüenza, miedo al castigo o a causa del escepticismo de los demás.
El tratamiento del TID, que generalmente requiere años, se dirige
fundamentalmente a la integración o fusión de las identidades o, al
menos, a coordinarlas para lograr el mejor funcionamiento posible
de la persona. Esto se lleva a cabo de forma progresiva. En primer lugar
se garantiza la seguridad de la persona, dada la tendencia de las personas
con TID a auto agredirse e intentar suicidarse, y se reducen los síntomas
más interferentes con la vida cotidiana, como la depresión o el abuso de
drogas. Posteriormente se trabaja la confrontación de los recuerdos
traumáticos, como se haría en el caso del trastorno de estrés
postraumático, por ejemplo a través de exposición en la imaginación.
Por último, se integran las identidades, para lo cual es importante que el
terapeuta respete y valide el rol adaptativo de cada una para facilitar que
la persona acepte como propias esas partes de ella misma. Para una
descripción más detallada del tratamiento del TID se puede consultar el
texto Guidelines for treating dissociative identity disorders in adults,
third revision, de la International Society for the Study of Trauma
and Dissociation (2011).