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Trastorno de Personalidad Múltiple: causas y síntomas.

El trastorno de identidad disociativo (TID), conocido popularmente


como “Trastorno de personalidad múltiple”, es una de las
psicopatologías más frecuentemente representadas en la ficción.
Personalidad Múltiple: ¿qué es?
Desde El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde hasta Psicosis o El
club de la lucha, pasando por el personaje de Gollum de El señor de los
anillos e incluso el personaje interpretado por Jim Carrey en la
comedia Yo, yo mismo e Irene, se cuentan por decenas las obras que han
usado el TID como inspiración debido a lo llamativo de su
sintomatología. 
Es por este tipo de divulgación que la personalidad múltiple es uno de
los trastornos psicológicos más conocidos, si bien no uno de los mejor
entendidos, ni siquiera dentro del mundo de la Psicología, en el que hay
una importante controversia con respecto a la misma existencia de este
trastorno como tal.
Síntomas
La cuarta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales (DSM-IV) define el TID como «la presencia de dos o más
identidades –raras veces más de diez- que toman el control de la
conducta de una persona de forma recurrente, teniendo cada una de
ellas recuerdos, relaciones y actitudes propios». En general, las
distintas identidades no recuerdan lo experimentado por el resto, por lo
cual no son conscientes de su existencia, si bien esto no siempre es así.
El cambio entre personalidades suele producirse como consecuencia de
estrés.
La personalidad primaria (o la “real”) tiende a ser pasiva y
depresiva, mientras que el resto son más dominantes y hostiles. Son las
identidades más pasivas las que manifiestan amnesia en mayor medida
y, en caso de que sean conscientes de la existencia de las personalidades
más dominantes, pueden ser dirigidas por estas, que incluso pueden
manifestarse en forma de alucinaciones visuales o auditivas, dando
órdenes a las demás identidades.
En la actualidad, tanto en el DSM como en la Clasificación
internacional de enfermedades (CIE-10), el TID se categoriza dentro de
los trastornos disociativos, es decir, aquellos que se producen por fallos
en la integración de la conciencia, la percepción, el movimiento, la
memoria o la identidad (en el caso de la personalidad múltiple, la
desintegración se daría en todos estos aspectos) como consecuencia
directa de traumas psicológicos.

Causas del Trastorno de Identidad Disociativo


Es esta relación con experiencias traumáticas lo que vincula el TID con
el trastorno de estrés postraumático, que se caracteriza por la presencia
de ansiedad y reexperimentación (mediante pesadillas o flashbacks)
tras sucesos que ponen en peligro la vida, como abusos sexuales
o catástrofes naturales. Un elemento de particular interés en este caso
es el hecho de que el trastorno de estrés postraumático puede incluir
síntomas disociativos, como la falta de recuerdo de aspectos importantes
del suceso traumático o la incapacidad para experimentar emociones. 
Estos síntomas se conciben como una protección contra sentimientos de
dolor y terror que la persona no es capaz de manejar adecuadamente, lo
cual es normal en los momentos iniciales del proceso de adaptación a la
vivencia traumática, pero que en el caso del estrés postraumático se
vuelve patológico al cronificarse e interferir en la vida de la persona.
Siguiendo la misma lógica, el TID sería una versión extrema del
estrés postraumático de inicio en la infancia (Kluft, 1984; Putnam,
1997): experiencias traumáticas tempranas, intensas y prolongadas, en
particular negligencia o abuso por parte de los progenitores, llevarían a
la disociación, es decir, al aislamiento de recuerdos, creencias, etc., en
identidades alternativas rudimentarias, que se irían desarrollando a lo
largo de la vida, dando lugar progresivamente a un mayor número de
identidades, más complejas y separadas del resto. Raramente se
observan casos de TID con inicio en la edad adulta. Así, el TID no
surgiría de la fragmentación de una personalidad nuclear, sino más bien
de un fallo en el desarrollo normal de la personalidad que resultaría en la
presencia de estados mentales relativamente separados que acabarían
convirtiéndose en identidades alternativas.

Evaluación y Tratamiento
El número de diagnósticos de TID ha aumentado en los últimos
años; mientras algunos autores atribuyen esto a una mayor
conciencia del trastorno por parte de los clínicos, otros consideran
que se debe a un sobre diagnóstico. Se ha propuesto incluso que el TID
se debe a la sugestión del paciente debida a las preguntas del clínico y la
influencia de los medios de comunicación. Asimismo, también están los
que opinan que existe una falta de formación sobre las manifestaciones
del TID y una infravaloración de su prevalencia que llevan a que
muchos casos de TID no sean detectados, en parte por una exploración
inadecuada. 
En este sentido, cabe tener en mente que, según Kluft (1991), sólo un
6% de los casos de personalidad múltiple son detectables en su
forma pura: un caso típico de TID se caracterizaría por una
combinación de síntomas disociativos y síntomas de estrés
postraumático con otros síntomas no definitorios del TID, como
depresión, crisis de pánico, abuso de sustancias o trastornos
alimentarios. La presencia de este último grupo de síntomas, mucho
más obvios que el resto de síntomas del TID y muy frecuentes por sí
solos, llevaría a los clínicos a obviar una exploración más profunda que
permitiera detectar la personalidad múltiple. Además, es obvio que a las
personas con TID les resulta difícil reconocer su trastorno por
vergüenza, miedo al castigo o a causa del escepticismo de los demás.
El tratamiento del TID, que generalmente requiere años, se dirige
fundamentalmente a la integración o fusión de las identidades o, al
menos, a coordinarlas para lograr el mejor funcionamiento posible
de la persona. Esto se lleva a cabo de forma progresiva. En primer lugar
se garantiza la seguridad de la persona, dada la tendencia de las personas
con TID a auto agredirse e intentar suicidarse, y se reducen los síntomas
más interferentes con la vida cotidiana, como la depresión o el abuso de
drogas. Posteriormente se trabaja la confrontación de los recuerdos
traumáticos, como se haría en el caso del trastorno de estrés
postraumático, por ejemplo a través de exposición en la imaginación. 
Por último, se integran las identidades, para lo cual es importante que el
terapeuta respete y valide el rol adaptativo de cada una para facilitar que
la persona acepte como propias esas partes de ella misma. Para una
descripción más detallada del tratamiento del TID se puede consultar el
texto Guidelines for treating dissociative identity disorders in adults,
third revision, de la International Society for the Study of Trauma
and Dissociation (2011).

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