Está en la página 1de 2

Lean los siguientes fragmentos que expresan la visión de diferentes personajes sobre las

implicancias que generó la “Ley Sáenz Peña”:

La falta de democracia arrojaba a amplios sectores burgueses y pequeñoburgueses al camino


de la conspiración incesante y el golpe de Estado periódico. Los políticos más sagaces de la
oligarquía advierten entonces la necesidad de disponer de una válvula de seguridad para el
orden mediante un juego bipartidista que permita a la oposición llegar al gobierno sin acudir a
la sedición. Pellegrini declara en 1905: “En nuestra República el pueblo no vota; he ahí el
mal, todo el mal (…) Donde el pueblo vota, la autoridad es indiscutida, y las rebeliones y
conmociones son desconocidas. Reconozcamos que no habrá para nuestro país la posibilidad
de progreso político, de paz pública, de engrandecimiento nacional, mientras no fundemos
nuestro gobierno sobre el voto popular”.
Peña, Milciades, Masas, caudillos y elite. La dependencia argentina de Yrigoyen a Perón,
Buenos Aires, Emecé, 2012.

(Fragmento de Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista) “[…] si se asiste a una nueva era
política en el país, es precisamente porque han aparecido fuerzas sociales nuevas, materiales,
y no porque hayan aparecido virtudes nuevas; es porque hay una nueva clase social, numerosa
y pujante, que se impone a la atención de los poderes públicos, y porque es más cómodo hacer
una nueva ley de elecciones que reprimir una huelga general cada seis meses”.
Botana, Natalio. El orden conservador. Buenos Aires, Sudamericana, 1977.

Se está lejos del suicidio político de la oligarquía. Soltaba lastre, por cierto, pero solamente a
nivel político, para acrecentar su poderío social. Le confiaba al radicalismo la misión de
vehiculizar la ideología dominante en los grupos sociales marginales. Faltaba todavía aislar a
esa minoría inquieta dentro de límites prudentes. El grupo dirigente estaba dividido respecto
de los medios a utilizar para lograr ese objetivo […] El radicalismo, sin proyecto económico
de recambio, sólo se proponía ‘democratizar’ la prosperidad resultante del sistema
agroexportador. No amenazaba pues a los detentadores del poder económico -salvo en algunos
aspectos secundarios-, ni al equilibrio social que muy por el contrario reforzaba. El grupo
dirigente podía avenirse muy bien a esa ‘democracia de vacas gordas’. Por su control de los
resortes de la economía nacional, por su monopolio histórico del prestigio y por su manejo
exclusivo de un eficaz aparato ideológico, controlaba el poder político a distancia.
Rouquié, Alain. Poder militar y sociedad política en la Argentina, Buenos Aires, Emecé
editores, 1982.
Lean los siguientes fragmentos que expresan la visión de diferentes personajes sobre las
implicancias que generó la “Ley Sáenz Peña”:

La falta de democracia arrojaba a amplios sectores burgueses y pequeñoburgueses al camino


de la conspiración incesante y el golpe de Estado periódico. Los políticos más sagaces de la
oligarquía advierten entonces la necesidad de disponer de una válvula de seguridad para el
orden mediante un juego bipartidista que permita a la oposición llegar al gobierno sin acudir a
la sedición. Pellegrini declara en 1905: “En nuestra República el pueblo no vota; he ahí el
mal, todo el mal (…) Donde el pueblo vota, la autoridad es indiscutida, y las rebeliones y
conmociones son desconocidas. Reconozcamos que no habrá para nuestro país la posibilidad
de progreso político, de paz pública, de engrandecimiento nacional, mientras no fundemos
nuestro gobierno sobre el voto popular”.
Peña, Milciades, Masas, caudillos y elite. La dependencia argentina de Yrigoyen a Perón,
Buenos Aires, Emecé, 2012.

(Fragmento de Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista) “[…] si se asiste a una nueva era
política en el país, es precisamente porque han aparecido fuerzas sociales nuevas, materiales,
y no porque hayan aparecido virtudes nuevas; es porque hay una nueva clase social, numerosa
y pujante, que se impone a la atención de los poderes públicos, y porque es más cómodo hacer
una nueva ley de elecciones que reprimir una huelga general cada seis meses”.
Botana, Natalio. El orden conservador. Buenos Aires, Sudamericana, 1977.

Se está lejos del suicidio político de la oligarquía. Soltaba lastre, por cierto, pero solamente a
nivel político, para acrecentar su poderío social. Le confiaba al radicalismo la misión de
vehiculizar la ideología dominante en los grupos sociales marginales. Faltaba todavía aislar a
esa minoría inquieta dentro de límites prudentes. El grupo dirigente estaba dividido respecto
de los medios a utilizar para lograr ese objetivo […] El radicalismo, sin proyecto económico
de recambio, sólo se proponía ‘democratizar’ la prosperidad resultante del sistema
agroexportador. No amenazaba pues a los detentadores del poder económico -salvo en algunos
aspectos secundarios-, ni al equilibrio social que muy por el contrario reforzaba. El grupo
dirigente podía avenirse muy bien a esa ‘democracia de vacas gordas’. Por su control de los
resortes de la economía nacional, por su monopolio histórico del prestigio y por su manejo
exclusivo de un eficaz aparato ideológico, controlaba el poder político a distancia.
Rouquié, Alain. Poder militar y sociedad política en la Argentina, Buenos Aires, Emecé
editores, 1982.

También podría gustarte