Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
BUSQUEDA DE LA VERDAD
A través de las sensaciones, de los pensamientos y de las emociones, a través de los actos
de cada uno instante a instante, sin cesar recibimos y emitimos. Y la calidad y cantidad de
este dar y recibir, que es la ley universal, determina algo tan esencial como nuestro destino
personal, y a nivel colectivo, determina el tipo de mundo en que vivimos.
Demos ahora un paso más. Este gigantesco órgano colectivo llamado humanidad, formado
por individualidades, ¿es algo que existe aislado del universo y sus leyes, o, por el contrario,
está sometido a las mismas leyes físicas y espirituales y recibe colectivamente y también
individuo por individuo, la energía procedente del Cosmos de acuerdo con la que emitió?
Fácil es pensar que es así, pues en los Cosmos no existe nada separado de nada: todo está
en comunicación.
¿Y no es el sistema nervioso el que canaliza esa energía que cada uno da y recibe? Siendo
así, debemos admitir que el estado correcto de nuestro sistema nervioso va a jugar un papel
esencial en la recepción y transmisión correcta de las diversas energías, y por ello nos
conviene tenerlo a punto, tanto individualmente como humanidad. De ahí la bondad de las
prácticas espirituales como la meditación o la oración del corazón.
Ahora bien: ¿Cuál es la fuente primaria de la energía universal, la que mantiene el Cosmos
en pie y que se vierte a cada uno a través de su sistema nervioso? La corriente del Ser
eternamente existente que algunos llamamos Dios, Energía Universal, o simplemente el
SER, la corriente de energía inteligente que crea y mantiene en pie cuanto ES.
Nuestra energía primaria es la vida, y esta procede del Ser que da vida, y es Espíritu, ya que
no materia; y por tanto nuestra energía vida es espiritual. Así que cuando respiramos,
respiramos la energía espiritual que es vida que procede de la fuente de la vida, Dios, y que
nos permite pensar, sentir, comunicarnos e interactuar con ella. La vida, Dios, respira en
nosotros y a través de nosotros cada vez que inhalamos y exhalamos. Y es a partir de esta
realidad como podemos tomar conciencia de que somos en Dios – pero no somos Dios. Es
así como tomamos conciencia de formar parte a la vez de la vida y de todas sus
manifestaciones, como del gran órgano llamado humanidad con todas sus razas. Con todo
estamos en contacto, aunque no seamos conscientes de ello, a través de nuestras emisiones
de pensamientos, sentimientos, sensaciones, palabras y actos que son los componentes
energéticos con que actuamos tanto hacia nuestro interior, hacia nuestra alma, como hacia
nuestro mundo exterior.
Sin embargo, nuestra energía vida, o alma, por su naturaleza espiritual, está en contacto
permanente con aquellos planetas de energía del cosmos y con aquellas almas afines y
semejantes en frecuencia vibratoria. Expresado en términos espirituales, esto supone que
nuestras emisiones de pensamientos, sentimientos, sensaciones, palabras y actos entra en
comunicación no solo con nuestros semejantes encarnados, sino con lugares y con almas en
el Más Allá, las cuales pueden influir -vía telepática- sobre los humanos.
Si consideramos todo lo dicho como algo que nos concierne directamente segundo a
segundo, en nuestra actual sociedad mercantilista y tecnológica el sistema nervioso de
muchos, es fácilmente manipulable si no está en armonía con las leyes espirituales- como la
ley del amor. Despreciar esta ley es uno de nuestros talones de Aquiles como humanos.
Según esto, podemos entender mejor el cómo y por qué enferma y sana cada uno, según lo
que emite a sus células corporales y el por qué -vista en conjunto- estamos actualmente en
una humanidad enferma con millones de enfermos que no cesan de aumentar.
A través de nuestros modos de pensar, sentir y obrar nos situamos a favor o en contra de las
leyes de la vida, que rigen la naturaleza y el universo, y son las leyes de Dios. El “en contra”
tensa el sistema nervioso, y produce alteraciones negativas en la salud de alma y cuerpo; El
“a favor”, relaja, produce lucidez, bienestar, salud y armonía que INEVITABLEMENTE se
transmiten a nuestro inmediato entorno social, y a su vez, facilita que cada persona de
nuestro entorno pueda emitir positividad a otras de su propio campo de relaciones. Así se
forma lo que podríamos llamar el tejido espiritual del mundo donde finalmente cada uno de
nosotros es esa célula que actúa en su construcción o en su destrucción según sean
nuestras emisiones.
2. A través de nuestro sistema nervioso, nuestros cuerpos físicos reciben esa energía en
todos los órganos, células, sangre, linfa, etc. dependiendo de nuestro nivel de
consciencia.
4. En uso de nuestro libre albedrío, podemos actuar a favor o contra las leyes universales
de la energía, de la que los Diez mandamientos y el Sermón de la Montaña son un
extracto. Una actuación positiva (pensamientos y emociones nobles, desinteresadas, a
favor del prójimo y de la vida animal) emite energía positiva al gran cuerpo orgánico
humanidad y al Planeta Tierra, así como a los planetas semimateriales del Más Allá.
Por el contrario, una emisión de energía negativa (odio, rencor, indiferencia, violencia,
envidia y semejantes) bloquea, interfiere y daña en primer lugar a propio emisor y a
continuación entra en contacto con energías afines en este Planeta y en el Más Allá,
aunque el emisor no sea consciente de este efecto que sin embargo él mismo sentirá
en uno u otro momento.
LA VERDAD Y SU REFLEJO
En ti está la verdad, que sabe todas las cosas, que conoce a todos y a todo. No necesitas
volver la cabeza para mirar a tu prójimo, no necesitas contemplar las cosas desde fuera. Lo
que es, eso está en ti.
Todo lo que ves es solo es reflejo de la verdad, reflexión, por tanto, que no es la verdad
absoluta.
Lo que está dentro, en tí, la Luz, la Verdad, lo que eres en el SER puro, como ser en Dios,
en la sustancia más pura, aspecto y forma.
Lo que está en lo más interno de tu alma encarnada, en el origen primario del alma, es la luz
incargable, la verdad eterna. Es y será el SER eternamente.
Quien no vive en Dios, vive en el mundo creado por él mismo, que está formado por sus
sensaciones, pensamientos, palabras y actos humanos a los que él llama su “Ser” y su “Yo”.
Este es el pequeño mundo del yo humano. En este pequeño mundo vive y se mueve, y cree
tener únicamente ahí su existencia.
Él ve entonces solo con los ojos de su pequeño mundo, que puede compararse con un
capullo. Por eso también ve solo el pequeño mundo de capullo de su prójimo.
Los hilos de su pequeño mundo de capullo son en cierto modo las paredes hacia las que él
mira y a las que califica de “la verdad”. Ya que solo mira hacia las paredes de su pequeño
mundo propio, también ve solo las paredes del pequeño mundo de su prójimo. Por tanto, ve
solamente en el espejo de la verdad, y no ve en profundidad la verdad misma.
En todo el Universo hay solo un principio: emitir y recibir. Cada cual se emite a sí mismo lo
que él es, su forma de sentir, pensar, hablar y actuar.
El ser que es puro vive y obra en y a partir de la ley pura eterna, la ley universal.
El impuro vive en su pequeño mundo creado por él mismo, que está compuesto por sus
impurezas; es decir, por la basura de sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos. En
este su mundo de capullo vive y se mueve, y piensa, siente, habla y actúa de tal modo como
él mismo es, de lo cual está compuesto su mundo de capullo.
Por eso, toda oruga tiene que desarrollarse, es decir, desenrollar aquello con lo que se ha
envuelto, para reconocerse en ello, para arrepentirse de lo reconocido, pedir perdón,
perdonar y no volver a hacer lo reconocido. Así se disuelven los hilos de su capullo; se
derrumban los muros a los que el hombre había mirado hasta la fecha, y que él llamaba la
verdad: el pequeño mundo de su yo, que solo era el reflejo de la verdad. Entonces el alma
luminosa y el hombre orientado hacia el interior, hacia el Santísimo, contemplan en sí
mismos el eterno SER, la verdad eterna.
II
Con los ojos de la verdad, el hombre también contempla en sí mismo lo que hay en el
exterior. Penetra el reflejo de la verdad, y en todos los hombres, acontecimientos,
conversaciones y sucesos contempla la verdad.
Ve con los ojos de la verdad también lo falso. No puede ser engañado, porque él es la
verdad y ve en profundidad con los ojos de la verdad, y todo lo dice, conversa y lleva a cabo
en la verdad.
Él es, por tanto, la verdad, que es la ley eterna del Universo, en la que vive, en la que se
mueve, de la que toma y con la que obra.
Dado que la verdad, el SER, la ley eterna, está en ti, y lo verdadero, lo eterno, toma forma y
aspecto primero en ti y tan solo luego en el exterior, en tu entorno y en el mundo, tienes que
vivir en ti, en el Santísimo que habita en ti.
Por lo tanto, comprende que tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti.
Habita en ti, pues tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti.
“Habita en ti “significa:
Habla solo cuando se te pregunte, y en ese caso exclusivamente conforme a la ley eterna del
orden del templo - ni demasiado ni demasiado poco; la medida está en ti. O habla cuando
sea importante para tu prójimo, cuando puedas darle dones de la vida.
Del libro “Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y
discípulos que podían captarlas.” Edit. Vida universal.