Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
De aquí que el proceso educativo sea una antropogénesis y sea convertible con los
procesos de hominización y humanización, mediante los cuales el hombre evoluciona
biológica y entitativamente, técnica culturalmente, se adapta al medio y se torna
motor impulsivo de engrandecimiento. La humanización tiene un sentido filogenético
y ontogenético; filogenéticamente el hombre ha llegado a ser tal en un prolongado
lapso de tiempo, y tanto más se humaniza cuanto más se aproxima culturalmente a la
plenitud humana. Ontogenéticamente, el, cada biografía individual, se verifica un
proceso similar al de la especie, proceso que aquilata y bruñe más su identidad
ontológica; tienen cabida aquí los procesos de aculturación y similares, tan estudiados
hoy por la antropología cultural. La mente humana ha evolucionado en sus bases
biológicas y en su configuración cultural, circunstancias que ha tenido presentes la
teoría educativa para acomodar la educación al lugar y tiempo actuales. En los
momentos históricos contemporáneos la humanización es más ardua, pero más rica y
amplia, porque nos fijamos metas más ambiciosas y disponernos de técnicas más
eficaces. La hominización, como evolución filogenética, no ha terminado aún, pues
los biólogos comprueban el desarrollo constante del cerebro humano y la inmadurez
-grande aún, del cerebro interno, al que corresponden las funciones emocionales e
instintivas. La hominización es un proceso de la naturaleza, y la educación sólo puede
influir sobre ella de forma indirecta, a través de la estimulación ambiental que
demanda aceleración y adaptación al sistema nervioso para relacionarse con el medio.
La humanización, sin embargo, es tarea educativa, y constituye la antropogénesis de
cada individuo, sujeto indiscutible de educación.
Desde otra perspectiva, el proceso educativo es el esfuerzo diario por adquirir mayor
autonomía y responsabilidad, a la vez que una realización más acabada de la persona.
Educación Dinámica
Aprendizaje dinámico
Pedagogía axiológica
Historia.
1. El concepto de valor aparece ya en muchas doctrinas filosóficas desde la
antigüedad. Fue muy común en la antigüedad equiparar “ser” con “valor”, el
ser verdadero con el valor. Para Platón, por ejemplo, el verdadero ser: las
Ideas poseen la máxima dignidad y son por ello valiosas.
2. Como “teoría de los valores” tiene sus orígenes en Nietzsche cuando habló
de
“valores” y de “inversión de todos los valores”.
3. La “teoría de los valores” como disciplina filosófica relativamente
autónoma
surgió en los siglos XIX y XX con autores como Brentano, Lessing, etc.
Siguiendo esta
línea destacan por su influencia M. Scheler (1874-1928) y N. Hartmann
(1842-1906). Concepto. M. Scheler distingue las diversas teorías de los
valores:
4ª M. Scheler: para este filósofo los valores son aprehendidos por una
intuición emotiva -que nada tiene que ver con el intelecto- que nada tiene que
ver con las preferencias o la apreciación subjetiva.
Frente a Kant, Scheler afirma la primacía del valor sobre el deber. Para
Scheler el hombre se halla rodeado por un cosmos de valores que no produce
sino que tiene que reconocer y descubrir.
La educación en valores
Igualdad y desigualdad
La idea de que todos los seres humanos son iguales es fundamental para desarrollar
sistemas morales inclusivos. Sin embargo, no siempre es fácil saber qué
implicaciones prácticas tiene ese principio moral. En la educación en valores se invita
a pensar acerca de lo que significa la igualdad y sobre qué tipos de comportamientos
atentan contra ella.
La idea de que todos los seres humanos son iguales no solo es uno de los
fundamentos de la democracia, sino que además hace posible la adecuación social y
el cumplimiento de normas de convivencia.
La empatía
Aunque pueda parecerlo en un principio, educar en valores no consiste en enseñar
cuáles son las leyes y las costumbres por las que se rige la sociedad: alguien con
fuertes rasgos psicopáticos también sería capaz de hacer eso. Educar en valores
consiste, entre otras cosas, de asumir una escala ética en la que el compromiso con la
sociedad y la empatía ayudan a definir los objetivos de nuestras acciones.
El hecho de ponerse en el lugar del otro tanto cognitiva como emocionalmente mejora
la capacidad para gestionar conflictos y comprender puntos de vista distintos.