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Liderando

en el Servicio
El modelo de Jesús

PEDRO FUENTES
Liderando en el servicio: el modelo de Jesús. 1ed
Buenos Aires : Sembrar Ediciones Cristianas, 2012.
96 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-987-24864-7-1
1. Liderazgo Cristiano.
CDD 262.1
Fecha de catalogación: 05/06/2012

© 2012 Pedro Fuentes


Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción parcial
o total de esta obra sin autorización previa de los editores.

Editorial
Sembrar Ediciones Cristianas
www.sembrarediciones.com.ar

Impreso en Argentina
Diseño de cubierta e interior: Lucas Fuentes
www.lucasfuentes.com

Impreso en julio de 2012


por Grancharoff impresores
Tapalqué 5868, Ciudad Autónoma de Buenos Aires
impresores@grancharoff.com
ÍNDICE
Prólogo......................................... 7
Para que te vaya bien.................. 11
.01 La grandeza del liderazgo......... 15
.02 Liderazgo de apariencias........... 23
.03 Liderazgo equivocado............... 31
.04 Liderando con autoridad........... 37
.05 Privilegios del liderazgo............ 45
.06 Liderazgo en acción.................. 55
.07 Liderazgo influyente................. 71
.08 Prioridades del liderazgo........... 81
.09 Liderazgo en equipo................. 87
.10 Liderazgo mayor....................... 99
Conclusión................................ 107
Con mucha gratitud a Dios, presentamos esta nueva edición de
Liderando en el Servicio.

Quiero agradecer al equipo de Sembrar por su trabajo y dedica-


ción para lograr este nuevo objetivo. ¡Muchas gracias!
A Pablo y Fernando Grancharoff. A Susana, Juanfi, Natalia,
Lucas y Paula. Ustedes son las personas que hacen posible estas
producciones y una gran bendición para mi vida.

Espero que la lectura de este trabajo sea de ayuda y edificación


para quienes toman en serio el ministerio de liderar con el modelo
de Jesús.

Quiero dedicar esta nueva edición de Liderando en el Servicio a


nuestro Señor Jesucristo, líder perfecto y ejemplo único de servicio
y entrega.
PRÓLOGO

El siglo XXI representa una oportunidad sin precedentes


para compartir el Evangelio con un mundo hambriento y
sin soluciones.

Ud. tiene en sus manos un libro por el que dará gracias a


Dios y que seguramente recomendará u obsequiará a algún
amigo o familiar.

Muchos autores escriben para maestros y teólogos, y solo en


raras ocasiones logran el interés del público en general. Esa
es la razón por la cual algunos libros tienen vigencia limita-
da y terminan sus días en los estantes de una biblioteca sin
ser consultados.

En este caso no será así, ya que con conceptos claros y pre-


cisos, Pedro Fuentes logra hacernos reflexionar sobre el Li-
derazgo en el Servicio. Enfatiza tanto en los principios de
administración como en aquellas cualidades personales y
virtudes cristianas que producirán los mejores líderes posi-
bles, independientemente del tiempo y lugar en donde les
corresponda actuar.

Cotidianamente la literatura secular nos ofrece la oportu-


nidad de descubrir nuestras actitudes y patrones de com-
portamiento (manera de ser-ver-hacer las cosas), trabajar la
autoestima, la creatividad, la visión y el equilibrio, sugirién-
donos que cada persona es formadora de su propia realidad.

¿Quién podría imaginar allá por el año 1973, cuando Pedro


llegaba al Centro Comunitario de Andacollo que en poco
tiempo ganaría la confianza y el aprecio de hermanas y her-
manos que manifestaban interés por él, por su formación y
que deseaban de alguna manera ser sus padres sustitutos?
¿Quién podría imaginar que pasados los años el Señor le
permitiría realizar sus estudios primarios, secundarios, ter-
ciarios y llegar a concluir la Licenciatura en Gestión Edu-
cativa?

Sus estudios en el Instituto Bíblico Jorge Müller en Bs.As.


y en el Seminario Teológico de Barcelona complementaban
su preparación en el campo espiritual, preparación que por
experiencia, aquellos que hemos recorrido cierto camino en
la vida, sabemos que nunca concluye.

¿Quién podría imaginar, en lo personal, que compartiríamos


tanto tiempo, esencialmente en los diferentes aspectos de la
obra?
En especial, ¿quién podría imaginar su ministerio en la ense-
ñanza bíblica dentro y fuera de la Iglesia local, su ministerio
vinculado con las producciones literarias y particularmente
esta que nos ocupa, su cuarta obra, “Liderando en el servi-
cio”, que presenta en forma contundente y sin eufemismos
las condiciones dadas por Dios para un liderazgo exitoso?

La complejidad en las relaciones humanas, la necesidad de


prestigio y de poder, la ausencia de ética en el tejido so-
cial en general, dificultan aún más la tarea del Liderazgo
en este tercer milenio. Los cristianos parecemos ajustarnos
a la época en que nos toca vivir, cómodos, faltos de inte-
rés, indiferentes, sin compromisos, materialistas, tolerantes
frente a un peligroso relativismo bíblico. Sin embargo en
este contexto Pedro Fuentes afirma que “Liderar es Servir”,
y quienes sirven bajo los principios de la Palabra concluyen
siendo reconocidos y ejerciendo el liderazgo. “… y todo lo
que hagas te saldrá bien” Josué 1:8.

Juan Carlos Ciccone


Anciano de la Iglesia en Villa Real
PARA QUE
TE VAYA BIEN
Cuando Dios encomendó a Josué la gran tarea de liderar
al pueblo de Israel en la conquista de la Tierra Prometida,
luego de darle varias instrucciones, le dijo:

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día


y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a
todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu
camino, y todo te saldrá bien.” Josué 1:8

Tenemos que aceptar y creer que Dios desea que nos vaya
bien en el servicio del liderazgo, como le dijo a su siervo
Josué, aunque este debía cumplir ciertas condiciones para
que así sucediera.

En ocasiones la obra del Señor sufre aparentes fracasos;


digo aparentes, porque la obra de Dios no fracasa, somos
nosotros quienes fracasamos en la obra. La mayoría de las
veces se debe a problemas en el liderazgo y no a otras razo-
nes. Quizás sea por esta causa que la Biblia abunda en ejem-
plos y principios acerca de cómo debe ser la conducción y el
liderazgo en la obra de Dios.

Durante varios años inquietaron mi mente pasajes bíblicos


que describen el desarrollo de la obra de Dios, conducida
por Dios mismo, pero utilizando a hombres que lideraban la
acción. Tengo en mi Biblia más antigua (esa que no sacamos
de casa por estar muy gastada) varios pasajes remarcados con
algunas anotaciones sobre el liderazgo que deseo compartir.

Unos días antes de comenzar a realizar este escrito, recorrí


algunas librerías cristianas importantes en nuestra ciudad
para ver libros que tratasen el tema. La primera impresión
que tuve es que no era necesario escribir un nuevo libro so-
bre liderazgo. La gran cantidad de títulos sobre este asunto
me sorprendió, así que dediqué un tiempo más a orar hasta
tener la convicción de parte del Señor de iniciar esta obra.
Por ello me atrevo a compartir estas reflexiones. Procuré ha-
cerlo bajo el temor del Señor, deseando que sirvan para edi-
ficación y motivación para un mejor servicio en el liderazgo
cristiano.

Quiero dedicar un párrafo especial a nuestros hermanos


mayores, quienes han dedicado sus vidas al servicio del Se-
ñor y, por lo tanto, al liderazgo bíblico. Ellos hicieron un
gran trabajo, con virtudes y fallas, pero gracias a su labor y
a sus vidas de abnegación, nosotros conocimos a Jesucristo
como Salvador y fuimos motivados y animados a servir a
Jesucristo y ocupar un lugar de liderazgo en su obra.
¡Muchas gracias hermanos mayores!

Este libro está dirigido especialmente al liderazgo joven e


intermedio, para aquellos que anhelan ser cristianos de ben-
dición en la vida de otros y desean profundamente que Dios
los utilice en el privilegio de liderar sirviendo a sus herma-
nos.

El propósito de este libro es que:

- Reflexionemos juntos sobre nuestra forma de liderar en la


obra del Señor.
- Identifiquemos distintos tipos y formas de liderazgo en
las Escrituras.
- Seamos desafiados a tener un mejor liderazgo, ayudados y
guiados por la Palabra, bajo la dirección y la supervisión del
Espíritu Santo.

Al publicar nuevamente este trabajo siento una profunda


gratitud al Señor por concederme el privilegio de compartir
su Palabra a través de este medio, siendo mi oración cons-
tante que Dios lo utilice para la bendición de su pueblo y
para que su glorioso nombre sea honrado.
1
LA GRANDEZA
DEL LIDERAZGO
“No será así entre ustedes“

El liderazgo en la iglesia no es como en el mundo, los pa-


rámetros son totalmente distintos, porque la economía de
Dios es distinta a la nuestra. Bajo el criterio del mundo,
la grandeza del liderazgo está directamente relacionada con
el poder, mientras que en el reino de Dios la grandeza está
relacionada con el servicio.

El mayor entre los seguidores de Jesús es el número uno en


servir a los demás, es eso lo que habilita a una persona para
el liderazgo.

La búsqueda de mayor liderazgo no está mal. Jesús lo esta-


bleció como algo natural al declarar: “El que quiera hacerse
grande entre vosotros...”. No tiene nada de malo tener esa
pretensión. Lo que sucede es que debe cumplirse la condi-
ción para lograrlo: “… será vuestro servidor”.
Es verdad que transitamos por un camino muy ambiguo
que podría llevar a cierta confusión. ¿Cómo saber si quie-
nes sirven lo hacen para ganar alguna posición dentro del
cuerpo de Cristo o porque aman al Señor y desean servirle?
No hay forma de saber las intenciones del corazón de los
demás, pero sí podemos observar la realidad. Si quien sirve
es reconocido por los demás, está bien; esto es lo que dice
el apóstol Pablo en 1Te. 5:12: “… que reconozcáis a los que
trabajan entre vosotros...”.

Pero si el reconocimiento se transforma en un “derecho” a


mandar y ejercer dominio sobre los demás y no en una ben-
dición de Dios y un estímulo para seguir sirviendo, entonces
estamos en presencia de alguien que no entendió el princi-
pio bíblico sobre el liderazgo.

Liderazgo cristiano / liderazgo del mundo


“Mas Jesús llamándolos les dijo: Sabéis que los que son tenidos por
gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes
ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino
que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro ser-
vidor. Y el que quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque
el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y
para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10: 42-45

Jesús hizo una muy clara descripción de cómo se ejerce el


liderazgo bajo los parámetros del sistema del mundo. Él dijo
que los que son tenidos por gobernantes (refiriéndose a los
dirigentes) tienen dos pretensiones muy claras: la primera es
enseñorearse de sus dirigidos, y la segunda es ejercer potes-
tad sobre ellos. Matthew Henry hace el siguiente comenta-
rio refiriéndose a estos señores: “El interés de los gobernantes
de este mundo suele ser, no lo que pueden y deben hacer por sus
súbditos, sino el apoyo que de ellos esperan para prosperar su pro-
pia ambición y grandeza”. (Comentario Bíblico de Matthew
Henry, pag. 1237).

La expresión “enseñorearse” refiere a la pretensión de sentir-


se “señor” de los demás, lo que implica dominio y manejo de
las voluntades. El señor en los tiempos de Jesús era el amo y
dueño absoluto de todo lo que estaba bajo su propiedad, aun
de las personas. Jesús dijo que esto era lo que hacían los gen-
tiles, pero que entre sus seguidores no debía ser así. Nadie
debe arrogarse el derecho a dominar a los demás. Es verdad
que a ninguno de nosotros se nos pasa por la cabeza el decir
que somos “señores” y que deben hacerse las cosas como no-
sotros queremos. Sin embargo nuestras actitudes y nuestra
práctica en el ministerio suelen llevarnos a esta desviación.
Y esto se nota precisamente cuando nos fastidiamos mucho
porque las cosas no se hicieron como hubiéramos querido.

La segunda expresión que utilizó Jesús fue: “ejercen sobre ellas


potestad”. La potestad es el poder de mando de unos sobre
otros, es ese poder que obliga a que se obedezca. La versión
Internacional traduce: “los altos oficiales abusan de su auto-
ridad”. Nada más lejos de lo que la Biblia enseña sobre el
ejercicio de la autoridad. Un texto muy clarificador sobre el
uso de la autoridad nos lo da el apóstol Pablo en su segunda
carta a los Corintios:
“Por esto os escribo estando ausente, para no usar de severidad
cuando esté presente, conforme a la autoridad que el Señor me ha
dado, para edificación y no para destrucción.” 2° Crónicas 13:10
Pablo marca tres conceptos muy claros sobre el tema de la
autoridad: primero hace referencia al origen, luego al pro-
pósito positivo del ejercicio de la autoridad y finalmente una
aclaración sobre su mal uso. Bien haríamos en tener estos
conceptos siempre presentes en nuestro ministerio:

En primer lugar nos presenta el origen de la autoridad. El


apóstol reconoce que la autoridad le fue conferida por el
Señor. Esto implica que Pablo no atribuye ningún mérito
personal a su autoridad ya que esta le pertenece al Señor y,
por delegación, él la ejerce temporalmente. Sabe que de esta
autoridad que él administra tendrá que dar cuenta al Señor,
la haya usado bien o mal.

En segundo lugar dice que el ejercicio de su autoridad es


para edificación. Cuando él hace uso de su autoridad lo hace
con el propósito definido de edificar, es decir que será para
bendición de sus hermanos, nunca para provecho personal.
Quienes lideran en el ministerio cristiano no deberían pre-
ocuparse tanto por sentirse bien o quedar bien posicionados
frente a los demás, sino más bien pensar en qué medida se
está edificando a los receptores del servicio.

En tercer lugar Pablo nos dice que esa autoridad conferida


por el Señor, que es para edificación, no es para destrucción.
Suena casi como una advertencia para quienes ejercen algu-
na autoridad. El apóstol sabe que el mal uso de la autoridad
puede llevar a destruir vidas. Lamentablemente somos tes-
tigos de cómo en muchos ámbitos cristianos, quienes tienen
cierta autoridad no tienen problemas en dejar personas he-
ridas a su paso, con tal de hacer las cosas a su manera. Esto
puede ser muy común pero siempre será una deformación
del uso de la autoridad espiritual y una deshonra al Señor,
quien confiere la autoridad para edificación de su pueblo.

Volviendo al relato de Marcos, Jesús afirma categóricamen-


te que en su reino este sistema del mundo no funciona. Por
ello dice: “No será así entre vosotros”, porque no fue así con
Jesús, por el contrario, él declaró que había venido para ser-
vir y para dar su vida.

Jesús lanza un tremendo desafío a sus seguidores y les dice:


¿Quién quiere ser grande en mi reino? y ¿ Quién quiere ser
el primero? En términos humanos esto atraería a cualquiera
porque todos tenemos, como dice Charles Swindoll, “el sín-
drome de la celebridad”. Pero las condiciones que Jesús im-
pone son categóricas y nadie que responda afirmativamen-
te a estas preguntas podrá tomar un atajo. ¿Sabes por qué?
Porque Jesús no lo tomó. El apóstol Pablo, cuando habló de
la grandeza de Jesús en esa famosa frase de Filipenses 2:9:
“Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo...”, hizo
una tremenda descripción de cómo Jesús estuvo dispuesto a
renunciar a todos sus privilegios por agradar a su Padre.

Las condiciones para ser un grande son muy claras: “Será


vuestro servidor y ... será siervo de todos”.

Jesús utilizó dos palabras muy conocidas por los discípulos


y que lamentablemente se han ido deformando con el paso
del tiempo.
Para servidor utilizó la palabra diakonos, que en el lenguaje
eclesiástico (no solo católico sino también en algunos gru-
pos evangélicos) indica una jerarquía y denota funciones es-
pecíficas. Cuando Jesús utilizó la palabra diáconos no estaba
pensando en esto, porque él mismo dijo que había venido
para “servir” utilizando la misma palabra, es decir para reali-
zar un diaconado. El termino diácono está relacionado con
acciones que se hacen a favor de los demás, con un servicio
que se brinda.

Hay una interesante ilustración que cita Carlos Morris al


hacer el comentario de Marcos 10:45 para ilustrar lo que
significa tener una actitud correcta de servicio:

“Durante la guerra por la independencia de los Estados Unidos,


ciertos soldados estaban procurando alzar un tronco pesado para
colocarlo en su lugar en una empalizada. En eso se acercó un
hombre de aspecto distinguido que, al ver que un oficial obser-
vaba sin ayudarles, le preguntó por qué. El oficial, indignado y
sintiéndose muy importante como para “servir”, le contestó: “¿Es
que no se da cuenta que soy el coronel?” Entonces el otro respon-
dió: “Bueno, si usted no lo hace, lo haré yo”. Y así fue que con la
ayuda de ese hombre por fin se terminó la tarea. El coronel quiso
saber el nombre del caballero. Este, abriendo su abrigo para re-
velar el uniforme que llevaba debajo, le contestó: “Soy el general
Washington, y cuando necesite más ayuda llámeme”. (Carlos A.
Morris. Comentario Bíblico del Continente Nuevo, San
Marcos, pag. 185).

La otra palabra que utilizó Jesús es doulos para referirse a


siervo. Esta palabra se utilizaba para referirse a los esclavos.
Lamentablemente este término también ha sufrido algunas
desviaciones, de tal manera que en ocasiones se habla de “el
siervo de Dios”, para darle cierta jerarquía y reconocimien-
to, cuando en realidad ni Jesús ni los apóstoles tenían esta
idea en sus mentes, ya que “doulos” hace referencia siempre
a “una persona esclava y privada del uso de su voluntad”.

Cuando el apóstol Pablo se define como “siervo de Jesu-


cristo”, está indicando que es propiedad de Jesucristo, que
no es dueño de su vida. Es oportuno aclarar, como dice don
Roberto Ochoa, que el concepto paulino de siervo no tie-
ne correspondencia directa con la idea griega de la palabra
“doulos”. Esta siempre refiere a quien no tiene ninguna po-
sibilidad de dejar la condición de esclavo, mientras que la
idea que transmite el Antiguo Testamento en Éxodo 21:1-6
es la de un esclavo por voluntad propia. El apóstol Pablo
tiene claro que fue comprado por precio, pero su servicio es
voluntario, nunca por obligación.

Esta magistral enseñanza que dejó Jesús a sus seguidores


no podía terminar mejor que con el ejemplo supremo de su
propia vida:

“Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para
servir y para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:45

Por tal motivo no debiera haber en nuestro liderazgo ningu-


na actitud de señorío ni de autoritarismo, sino más bien de
practicar el diaconado bíblico y de conducirnos como ver-
daderos siervos.
2
LIDERAZGO
DE APARIENCIAS
Un liderazgo negativo

Acabamos de ver el tremendo desafío que les propuso Jesús


a sus seguidores, que estaban preocupados por saber quién
sería el primero y a quién debían seguir. Imaginamos que,
luego de esta magistral explicación que les dio el Maestro, el
tema ya habría quedado claro y no habría más discusiones
ni peleas; sin embargo no fue así. En varias ocasiones los ve-
mos regresar al mismo asunto, porque las ansias de dominio
sobre otros es algo difícil de superar a menos que el Espíritu
del Señor trabaje en nuestros corazones.

Nos preguntamos: ¿Es posible liderar en el servicio cristia-


no sin cumplir las condiciones que estableció Jesús? Él dijo
que: “El que quiera ser el primero y el más importante debe
ser servidor y siervo de todos”. La respuesta es obvia, a pesar
de todo observamos que no siempre se cumplen estas con-
diciones ya que podemos ver en nuestra propia experiencia,
y en la de otros, que muchas veces caemos en la trampa de
querer figurar, sin estar dispuestos a pagar el precio del li-
derazgo.

En la carta de Judas hay una descripción muy gráfica de


cómo funcionaban este tipo de líderes. El escritor está ha-
blando de los falsos maestros que aparecían en las iglesias
del primer siglo al igual que en nuestro tiempo. Estas per-
sonas son atractivas y muy carismáticas, suelen arrastrar a
muchos tras ellos, pero este es un liderazgo negativo, porque
dicen una cosa y hacen otra, confundiendo a muchos. Para
indicarnos cómo debemos identificarlos y cuidarnos de ellos
Judas utiliza cinco imágenes muy conocidas por sus lectores.

Vamos a darle un vistazo a esta descripción para estar ad-


vertidos sobre el falso liderazgo que puede aparecer y para
que nos sirva como reflexión sobre nuestra propia forma de
actuar.

“Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdi-


camente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua,
llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin
fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar,
que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las
cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas.”
Judas 12-14

Manchas en vuestros ágapes


La reunión de comunión que tenían los primeros cristia-
nos era una verdadera fiesta. La llamaban ágape. Se reunían
para participar de una comida a la que todos llevaban de sus
casas algo para compartir. Algunos comentaristas sugieren
que esta era posiblemente la única comida sustanciosa que
comían los cristianos pobres y los esclavos.

Estos maestros o falsos líderes perturbaban con su presencia


la comunión cristiana, pues vivían pensando solo en ellos
mismos; el texto nos dice “se apacientan a sí mismos”. Nada
les importaba de los hermanos pobres que, posiblemente,
no tuvieran mucho para compartir. El apóstol Pablo hace
una seria advertencia a aquellos que menosprecian esta cena
en 1° Corintios 11:20-22. Cuando quienes deberían, por su
condición de líderes, hacer que los demás disfrutaran y se
alegraran, piensan en su propia satisfacción, se está ejercien-
do un falso liderazgo. Esto es lo que denuncia con palabras
muy fuertes el apóstol Pedro en su segunda carta:

“Estos son inmundicia y manchas, quienes aún mientras comen


con vosotros, se recrean en sus errores.” 2° Pedro 2:13.

Todo creyente que desee liderar en el servicio cristiano o


que lo esté haciendo debe saber que su función fundamental
es que Dios sea honrado y que los demás disfruten.

Creo que son muy oportunas las palabras de Heny J.M.


Nouwen cuando habla de los principios básicos en la admi-
nistración de prioridades:

“El ministro que quiere hacer posible la celebración es un hom-


bre de oración. Solo un hombre de oración puede llevar a otros a
celebrar, porque todo el que tiene contacto con él se da cuenta de
que saca poder de una fuente difícil de localizar, pero obviamente
fuerte y profunda. Las cosas que suceden a su alrededor lo con-
mueven profundamente, pero no permite que lo abrumen. Escu-
cha atentamente, habla con una autoridad evidente, pero no se
altera ni se pone nervioso fácilmente. En todo lo que dice o hace
demuestra tener una visión que guía su vida y es obediente a ella.
Le hace distinguir con claridad lo que es o no importante. No es
insensible a lo que altera a la gente, pero evalúa sus necesidades
de otro modo al verlas en la perspectiva de su visión. Lo que dice
suena convincente y obvio, pero no le impone su opinión a nadie
y no se irrita cuando la gente no acepta sus ideas o no cumple su
voluntad. Todo esto demuestra cuánto significa su visión y cómo
lucha por lograrla.”

Nubes sin agua


Las nubes siempre despiertan expectativas de que lloverá.
Recuerdo que cuando vivíamos con mi familia en la provin-
cia de Santiago del Estero, en una zona muy árida, y pasaban
largos meses sin llover. Cada vez que veíamos una nube nos
alegrábamos mucho esperando que lloviese. La desilusión
que sentíamos cuando esto no sucedía era tremenda. Judas
dice que estas personas son así, presentan una apariencia
pero no son auténticos. Despiertan expectativas en los se-
guidores y prontamente los desilusionan. ¡Cuánto cuidado
debemos tener para no dejar a nuestro paso personas a las
que les prometimos algo que luego no cumplimos! Muchas
veces tendremos la tentación de hacernos pasar por lo que
no somos para sacar alguna ventaja; esto no agrada al Señor
y acarrea mucho perjuicio a otros.

El profeta Oseas denuncia la clase de vida que llevaba el


pueblo de Judá cuando dice:
“¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, oh Judá? La piedad
vuestra es como nube de la mañana, y como el rocío de la madru-
gada, que se desvanece.” Oseas 6:4

El pueblo de Dios en el Antiguo Testamento vivía esta mis-


ma y triste experiencia. La vida de piedad de estos hombres
era comparada a la nube de la mañana o al rocío que pron-
tamente desaparece. Dios espera de los líderes que no sean
como estas nubes, sino que tengan contenido, que cumplan
con las expectativas creadas en los dirigidos.

Árboles otoñales sin fruto


La figura es por demás elocuente. Que un árbol no tenga
fruto en otoño no es extraño, pero en este caso, la descrip-
ción es “dos veces muertos”. Es decir que no solo tienen una
imagen exterior de estar secos, como casi todos los árboles
en esta estación del año, sino que estos árboles están secos
por dentro. No solamente no tienen fruto, sino que nunca lo
tendrán, porque están sin vida interior.

Cuando Jesús habló de los frutos que producen sus seguido-


res dijo que el Padre estaba muy interesado en esta produc-
ción. Por ello habló en Juan l5 de llevar: fruto, más fruto,
mucho fruto y fruto que permanezca. ¡Qué tremenda dife-
rencia con estos falsos líderes! Ellos no llevan ningún fruto.
Cuando se habla del reconocimiento a los líderes de la Igle-
sia en el libro a los Hebreos se indica con claridad lo que
estos deben mostrar: no cuánto saben, ni cuánto hacen, sino
cuál es el fruto de su vida, es decir, el resultado de su conduc-
ta. En la Nueva Versión Internacional el texto dice:
“Acuérdense de sus dirigentes, que les comunicaron la palabra de
Dios. Consideren cuál fue el resultado de su estilo de vida, e imi-
ten su fe.” Hebreos 13:7

Fieras ondas del mar


Esta imagen es sumamente desagradable. El texto agrega
“que espuman su propia vergüenza”. Barclay hace una in-
teresante descripción de esta imagen: “Cuando las olas han
castigado la costa con su espuma, después que la tormenta se ha
calmado y las olas han retrocedido, queda siempre sobre la costa
una franja de algas marinas y maderas flotantes y toda clase de
resaca. Esta es siempre una escena fea y desagradable de contem-
plar.” (Willam Barclay, El Nuevo Testamento, volumen 15,
pág. 212).

Nada más gráfico para decirnos cuál es la antítesis de un


liderazgo bíblico. El Señor espera que las personas que le
están sirviendo, y por lo tanto ejerciendo algún tipo de lide-
razgo sean atractivas por su carácter y por su estilo de vida.
Isaías dice cómo ve Dios a aquellos que están llevando su
mensaje a los necesitados:

“¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres
nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien,
del que publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!”
Isaías 52:7

Estrellas errantes
Los comentaristas hacen referencia a varias interpretacio-
nes sobre las estrellas errantes. Me parece que la idea más
sencilla y gráfica es compararlas a las estrellas fugaces. Estas
no tienen ninguna dirección y su luz es momentánea, no
pueden ser guía para el viajero ni se las puede tomar como
punto de referencia.

Es interesante cómo las estrellas fugaces atraen nuestra aten-


ción, todos queremos verlas y nos alegramos al observarlas.
Aparecen repentinamente y con la misma rapidez desapa-
recen. Así es como funcionan los falsos líderes, duran, como
decía mi padre, “lo que dura un suspiro”. Pero los verdaderos
líderes son aquellos que, poniendo toda su confianza en el
Señor y no dependiendo de ellos, se mantienen firmes y só-
lidos cumpliéndose así la sentencia del Salmo 125:1
“Los que confían en el Señor son como el monte de Sión, que no
se mueve, sino que permanece para siempre.”

Nuestra sociedad está harta de apariencias, de estrellas fuga-


ces como los escribas y fariseos en los tiempos de Jesús. Por
esta razón los verdaderos líderes, los creyentes que quieren
servir al Señor y ser canales de bendición en la vida de los
demás, no podrán tener solo apariencia.

Repasemos las cinco figuras que nos presenta Judas respecto


del falso liderazgo: manchas en los ágapes, nubes sin agua,
árboles otoñales, fieras ondas del mar y estrellas errantes.
Todas nos hablan de una desagradable forma de tener un
liderazgo, que ninguno de nosotros desea.

Recordemos que si queremos un verdadero liderazgo en el


servicio, tendremos que vivir una vida de continua comu-
nión con el Señor para poder tener vidas auténticas y con
autoridad espiritual como la que tuvo Jesús: “...les enseñaba
como quien tiene autoridad, y no como los escribas.” Mateo 7:29

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