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Madre de Dios
Madre de Dios
Aunque es un roedor bastante común en casi todos los territorios boscosos del centro y
Sudamérica, en las selvas del departamento de Madre de Dios, cerca de la frontera con
Bolivia, el añuje (Dasyprocta spp), un mamífero de regular tamaño y carne muy
sabrosa, se ha convertido en un verdadero objeto de culto.
Y no solo por los beneficios de sus semillas altamente nutritivas o las propiedades
medicinales del aceite que se extrae a través de un proceso de prensado al frío, un
bálsamo recomendado para combatir úlceras e inflamaciones, especialmente prostatitis
y hemorroides, sino también por el papel que cumple en la lucha por derrotar el flagelo
de la deforestación.
Dos comunidades de nuestra reserva comunal están trabajando planes castañeros y otras
más han pedido al Sernanp el permiso necesario para manejar el recurso. En Madre de
Dios las castañas nos dan de comer y evitan la tala indiscriminada de nuestros árboles”.
Según datos que volvimos a recoger en Puerto Maldonado, la capital de la castaña del
Perú, entre quince mil y veinte mil personas están involucradas directa o indirectamente
en la actividad castañera.
El futuro es nuestro
La superficie de rodales de castañas de Madre de Dios ocupa el treinta por ciento de
toda el área departamental. Lo que convierte al gigante en un recurso estratégico para
salvar de la destrucción a los bosques del departamento más biodiverso de nuestro país.
En el año 2014, el Estado declaró de necesidad y utilidad pública el cultivo y la
producción de las castañas, asumiendo también el compromiso de incentivar la
investigación técnica y científica del recurso. En nuestro país el manejo de este
importante recurso del bosque se realiza a través de concesiones forestales que se
entregan a particulares o asociaciones de productores por un lapso de cuarenta años o a
través de pequeños negocios.
A finales de año, cuando los frutos del castaño empiezan a caer de sus copas altísimas, y
los añujes se dedican a la tarea de esconder las semillas para el milagro de la
reproducción, los castañeros y sus familias se internan en el bosque para la zafra que se
extiende por lo general hasta el mes de marzo.
El trabajo es arduo. Los curtidos castañeros recogen los cocos utilizando una payana, un
palo rajado en una sus puntas en tres o cuatro partes que le permite alzar lo que ha
venido a buscar sin agacharse. Una vez en sus manos el delicado producto del bosque,
lo colocan en las canastas tejidas con fibra de tamishi que llevan en la espalda colgadas
de unos tirantes a manera de mochila.
¿Fácil?
Para nada. La tarea es compleja y requiere de una habilidad que los castañeros han ido
desarrollando a lo largo de los años. O de las generaciones. La pericia en el recojo de
los cocos los protege de las picaduras de las temibles isulas (Paraponera clavata), las
solitarias y peligrosas hormigas bala de la Amazonía o de los alacranes. Y también de
las mordeduras de las serpientes.
Terminada la tarea, los hombres y mujeres del bosque, retornan a casa con sus barricas
llenas de nueces. Empieza la delicada trama del secado y el posterior pelado de los
frutos del bosque, labor que ocupa principalmente a las mujeres. De allí a la
comercialización del producto obtenido queda solo un paso.
Falta que el resto, o por lo menos un buen grupo de cocineros peruanos, repitan el plato.
Lo mismo ocurre con los productos que comercializa la empresa Shiwi, una compañía
dedicada a la promoción y venta de los productos que se obtienen de las áreas
protegidas. Se necesitan más shiwis, o sea más profesionales comprometidas con el
futuro como Sofía Rubio, la fundadora de la marca, para campeonar en este mundial de
la biodiversidad y la resistencia amazónica.
Los bosques de la Amazonía del sur siguen estando amenazados por la tala ilegal, la
minería aurífera, los cultivos de coca y el cambio de uso de la tierra, pandemias que se
expanden a un ritmo vertiginoso.
Estudios recientes realizados en Madre de Dios advierten que los árboles viejos no están
siendo remplazados por árboles nuevos lo suficientemente rápido como para que se
garantice la estabilidad de los castañales, lo cual pone en serio riesgo a la especie, a la
producción castañera y al bosque amazónico.
Pese a ello, los castañeros no han cesado su laborioso trabajo y siguen ingresando al
bosque para recolectar los cocos del árbol milagroso. Se trata de un oficio que
heredaron de sus padres y abuelos, cuyos beneficios impactan directamente en la
economía familiar y les permite afrontar los gastos inesperados que se dan a lo largo del
año. Para estas familias castañeras, pese a que las nuevas generaciones se muestran cada
vez más reacias a continuar la tradición, la recolección es una actividad que no puede
parar.
Familias de castañeros como la conformada por Benigno Herrera, su esposa Vilma
Zegarra y su hijo Kenny, contribuyen como pocos a cuidar el bosque de la Reserva
Nacional Tambopata. Y asociaciones como la Asociación de Castañeros de la Reserva
Nacional Tambopata Los Pioneros (ASCART), han permitido la formalización de un
negocio que quiere transformar la compleja realidad de un departamento tan rico y tan
postergado.