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Madre de Dios: Castañas para todo el mundo

Los bosques de Madre de Dios podrían abastecer la demanda de un mercado


mundial en crecimiento.
Por Wili Reaño*

Aunque es un roedor bastante común en casi todos los territorios boscosos del centro y
Sudamérica, en las selvas del departamento de Madre de Dios, cerca de la frontera con
Bolivia, el añuje (Dasyprocta spp), un mamífero de regular tamaño y carne muy
sabrosa, se ha convertido en un verdadero objeto de culto.

Sucede que el inocente cuadrúpedo de apenas 50 cm de largo es uno de los pocos


habitantes del bosque amazónico capaz de romper con sus filudos dientes el fruto que
cae de las ramas más altas del árbol de castaña y posibilitar la reproducción de un
gigante del bosque amazónico que puede llegar a vivir más de ochocientos años… y
producir las famosas nueces de Brasil o castañas, para ser más exactos, que los
mercados del mundo demandan cada vez con más afán.

En un departamento cercado por la minería ilegal y la destrucción de sus bosques la


comercialización de castaña se ha convertido en asunto de vida o muerte para sus
pobladores; según datos del Ministerio del Ambiente el 20 por ciento de la población
laboralmente activa de Madre de Dios depende directa o indirectamente de la castaña. Y
del elusivo añuje…

La multiplicación de las nueces


La castaña (Bertholletia excelsa), una especie del bosque amazónico que solo produce
nueces de manera rentable en Perú, Bolivia y Brasil, es un árbol milagroso.

Y no solo por los beneficios de sus semillas altamente nutritivas o las propiedades
medicinales del aceite que se extrae a través de un proceso de prensado al frío, un
bálsamo recomendado para combatir úlceras e inflamaciones, especialmente prostatitis
y hemorroides, sino también por el papel que cumple en la lucha por derrotar el flagelo
de la deforestación.

Willy Maldonado, biólogo y responsable del trabajo de Wildlife Conservation Society


(WCS) en Puno, un departamento que comparte con Madre de Dios territorios del
Parque Nacional Bahuaja Sonene, un gigante de más de un millón de hectaéras, resume
la importancia de la semilla de la siguiente manera: “El éxito de la extracción y venta de
las castañas depende de la buena salud del bosque; en otras palabras, si el bosque se
encuentra en buen estado, los castañeros podrán tener el negocio asegurado”. O casi.
Bolivia es el país castañero por excelencia. Brasil lo secundaba en volumen de ventas;
sin embargo, la deforestación y la presión sobre sus castañales ha hecho que el Perú se
convierta en el segundo país productor de castañas del planeta.

El 43 % de los castañales de Madre de Dios, la segunda región exportadora de castaña


del mundo, se encuentra en las márgenes de los grandes ríos del departamento, el resto,
en las inmediaciones de la carretera Puerto Maldonado-Iberia, un segmento de la
Interocéanica que no ha caído todavía en manos de la minería ilegal y dentro del
territorio que ocupan la Reserva Nacional Tambopata y el Parque Nacional Bahuaja
Sonene”.

“En la Reserva Nacional Tambopata, prosigue Maldonado, asociaciones de productores,


en acuerdo con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado
(SERNANP), vienen comercializando el recurso con éxito desde hace mucho tiempo, lo
que se quiere ahora es mejorar la extracción castañera en el Bahuaja Sonene sin afectar,
naturalmente, la salud del área protegida”.
Vivir del bosque
Lo mismo comenta en Puerto Maldonado, Jaime Corisepa, directivo del Ejecutor del
Contrato de Administración de la Reserva Comunal Amarakaeri, un ente conformado
por indígenas harakbut que cogestiona un área natural protegida de más de 400 mil
hectáreas donde es posible encontrar castañales en muy buen estado de conservación
pese a la presión a la que han estado sometidos sus bosques.

Dos comunidades de nuestra reserva comunal están trabajando planes castañeros y otras
más han pedido al Sernanp el permiso necesario para manejar el recurso. En Madre de
Dios las castañas nos dan de comer y evitan la tala indiscriminada de nuestros árboles”.
Según datos que volvimos a recoger en Puerto Maldonado, la capital de la castaña del
Perú, entre quince mil y veinte mil personas están involucradas directa o indirectamente
en la actividad castañera.

¿Quién dijo que la minería es la principal actividad económica de Madre de Dios?

El futuro es nuestro
La superficie de rodales de castañas de Madre de Dios ocupa el treinta por ciento de
toda el área departamental. Lo que convierte al gigante en un recurso estratégico para
salvar de la destrucción a los bosques del departamento más biodiverso de nuestro país.
En el año 2014, el Estado declaró de necesidad y utilidad pública el cultivo y la
producción de las castañas, asumiendo también el compromiso de incentivar la
investigación técnica y científica del recurso. En nuestro país el manejo de este
importante recurso del bosque se realiza a través de concesiones forestales que se
entregan a particulares o asociaciones de productores por un lapso de cuarenta años o a
través de pequeños negocios.

A finales de año, cuando los frutos del castaño empiezan a caer de sus copas altísimas, y
los añujes se dedican a la tarea de esconder las semillas para el milagro de la
reproducción, los castañeros y sus familias se internan en el bosque para la zafra que se
extiende por lo general hasta el mes de marzo.
El trabajo es arduo. Los curtidos castañeros recogen los cocos utilizando una payana, un
palo rajado en una sus puntas en tres o cuatro partes que le permite alzar lo que ha
venido a buscar sin agacharse. Una vez en sus manos el delicado producto del bosque,
lo colocan en las canastas tejidas con fibra de tamishi que llevan en la espalda colgadas
de unos tirantes a manera de mochila.

¿Fácil?
Para nada. La tarea es compleja y requiere de una habilidad que los castañeros han ido
desarrollando a lo largo de los años. O de las generaciones. La pericia en el recojo de
los cocos los protege de las picaduras de las temibles isulas (Paraponera clavata), las
solitarias y peligrosas hormigas bala de la Amazonía o de los alacranes. Y también de
las mordeduras de las serpientes.
Terminada la tarea, los hombres y mujeres del bosque, retornan a casa con sus barricas
llenas de nueces. Empieza la delicada trama del secado y el posterior pelado de los
frutos del bosque, labor que ocupa principalmente a las mujeres. De allí a la
comercialización del producto obtenido queda solo un paso.

Producir para conservar el bosque


La zafra del año pasado no fue buena, la de este año mejoró significativamente. Los
guardianes del bosque, estos silenciosos recolectores de un fruto mágico y portentoso,
ya deben haber vuelto a sus localidades para que el ciclo de la vida en el bosque se siga
perpetuando.

Para Loyola Escamilo, responsable del Programa Madidi-Tambopata de Wildlife


Conservation Society (WCS) resulta imprescindible buscar los aliados que se necesitan
para que el icónico producto de Madre de Dios, y también de Puno, empiece a escalar
posiciones en el mercado gourmet y en el de los aceites esenciales. Los chefs Pedro
Miguel Schiaffino, del restaurante Ámaz, y Mitsuharu “Micha” Tsumura, de Maido, han
incorporado en su carta platos y bebidas a base de las castañas que se produjeron en la
Reserva Nacional Tambopata y la respuesta de sus comensales ha sido la esperada.

Falta que el resto, o por lo menos un buen grupo de cocineros peruanos, repitan el plato.
Lo mismo ocurre con los productos que comercializa la empresa Shiwi, una compañía
dedicada a la promoción y venta de los productos que se obtienen de las áreas
protegidas. Se necesitan más shiwis, o sea más profesionales comprometidas con el
futuro como Sofía Rubio, la fundadora de la marca, para campeonar en este mundial de
la biodiversidad y la resistencia amazónica.

Los bosques de la Amazonía del sur siguen estando amenazados por la tala ilegal, la
minería aurífera, los cultivos de coca y el cambio de uso de la tierra, pandemias que se
expanden a un ritmo vertiginoso.

Estudios recientes realizados en Madre de Dios advierten que los árboles viejos no están
siendo remplazados por árboles nuevos lo suficientemente rápido como para que se
garantice la estabilidad de los castañales, lo cual pone en serio riesgo a la especie, a la
producción castañera y al bosque amazónico.

Pese a ello, los castañeros no han cesado su laborioso trabajo y siguen ingresando al
bosque para recolectar los cocos del árbol milagroso. Se trata de un oficio que
heredaron de sus padres y abuelos, cuyos beneficios impactan directamente en la
economía familiar y les permite afrontar los gastos inesperados que se dan a lo largo del
año. Para estas familias castañeras, pese a que las nuevas generaciones se muestran cada
vez más reacias a continuar la tradición, la recolección es una actividad que no puede
parar.
Familias de castañeros como la conformada por Benigno Herrera, su esposa Vilma
Zegarra y su hijo Kenny, contribuyen como pocos a cuidar el bosque de la Reserva
Nacional Tambopata. Y asociaciones como la Asociación de Castañeros de la Reserva
Nacional Tambopata Los Pioneros (ASCART), han permitido la formalización de un
negocio que quiere transformar la compleja realidad de un departamento tan rico y tan
postergado.

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