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EL film noir, a pesar de la fecunda reflexión teórica que ha generado en los últi-
mos tiempos, presenta numerosos rincones oscuros. Aún cuando resulte extraño,
este campo cinematográfico ha adolecido, como tantos otros, de análisis riguro-
sos que permitiesen deslindar, delimitar con claridad, el concepto, las caracte-
rísticas y la dimensión de este fenómeno. Existen todavía parcelas de esta reali-
dad sobre las cuales es necesario arrojar un potente haz de luz. Los estudios que
se han llevado a cabo sobre el film noir no han agotado, ni mucho menos, el
amplio abanico de perspectivas metodológicas desde las cuales se pueden aún
abordar los distintos problemas que ha generado, a nivel historiográfico, el cine
negro. En los capítulos precedentes hemos tratado de acercarnos a esta clase de
películas desde una óptica histórica, intentando a través de las fuentes y docu-
mentos existentes, tomar en consideración aspectos que rara vez se han tenido
en cuenta en los debates que el film noir ha suscitado y sigue suscitando entre
los diversos especialistas de todo el mundo. Se ha discutido mucho sobre la
forma y los contenidos del cine negro; su concepto y sus elementos más carac-
terísticos han sido objeto de numerosos artículos y libros, pero, sin embargo,
pocos han tenido en cuenta el contexto en el que estas películas fueron realiza-
das. Lo cual resulta harto sorprendente en una manifestación artística cuya natu-
raleza está profundamente imbricada con el medio que la hace posible. De ahí
que nuestra principal preocupación haya sido, precisamente, el análisis de las
condiciones industriales en las que fueron concebidos y realizados los films noirs
de la RKO, porque somos conscientes de que, detrás de todo producto cinema-
tográfico, existe un marco industrial y comercial que es inherente a todo fenó-
meno fílmico. Buceando en el corazón de esas tinieblas, de esos rincones oscu-
ros, una serie de claves nos ha proporcionado una valiosa información, que a
buen seguro pueden ayudarnos a comprender mejor estas películas.
son varios los volúmenes que aparecen en el mercado tratando de dilucidar uno
de los capítulos más discutidos de la historia de esta, todavía joven, manifesta-
ción artística; y, por el momento, nada parece indicar que en el futuro este inte-
rés bibliográfico vaya a decrecer, pues lejos de agotarse como campo de análi-
sis e investigación, el film noir se ha revelado como uno de los territorios más
insólitos, fecundos e ignotos de los estudios fílmicos.
No son pocos los trabajos de investigación y de reflexión teórica que, espe-
cialmente en los últimos veinte años, se han adentrado en ese territorio. Gracias
a ellos, el término film noir se ha convertido en un concepto bastante familiar;
pero, sin embargo, se han formulado tantas y tan variadas definiciones del cine
negro que aún sigue siendo un área de conflicto y discusión entre los especia-
listas. De esta manera, como sugiere Spencer Selby, el cine negro se ha revela-
do como «la más resbaladiza de las categorías cinematográficas»1. Y en este
debate científico ha resultado especialmente problemático determinar si el film
noir está constituido por un grupo unificado de películas y, de ser así, cuáles
son sus vínculos y relaciones.
Aunque no es el objeto de este libro hacer un estudio crítico pormenorizado
de la evolución de la noción de film noir, sí consideramos oportuno hacer una
revisión de cuál es el estado de la cuestión hasta el momento presente, a través
de la aportaciones bibliográficas que hemos considerado como las más desta-
cadas.
Aunque ya la crítica francesa había acuñado el término film noir durante el perí-
odo de entreguerras, fue Nino Frank el primero en utilizarlo, en el verano de
1946, para describir lo que percibió como una nueva tendencia dentro del cine
de Hollywood tras el final de la guerra. Las películas americanas habían estado
ausentes de las pantallas francesas a lo largo del conflicto y, tanto Frank como
otros críticos cinematográficos, reaccionaron con entusiasmo al estreno en París
de cuatro murder mysteries en los que creyeron encontrar una serie de rasgos a
nivel narrativo, estilístico y temático que se apartaban sustancialmente del cine
americano de la década anterior. Unas características que calificaron como
noirs, pues veían en ellas una vinculación directa con la tradición de novela
negra americana, muchas de cuyas obras y autores habían alcanzado una enor-
me popularidad en Francia, gracias a las traducciones publicadas por Marcel
Duhamel, bajo el epíteto de série noir. Estas películas fueron Perdición, Laura,
El halcón maltés e Historia de un detective. En un arrebato emocionado, Nino
Frank en su artículo proclamaba que, con aquellas películas que denominaba de
«psicología criminal», se había instaurado en el cine policíaco el reinado de
Dashiel Hammet, en clara alusión a una de las fuentes principales del film noir,
Los rincones oscuros del film noir 329
El cine negro suponía una ruptura con todo ello. La línea divisoria entre el
bien y mal se difuminaba, hasta el punto de ofrecer una descripción bastante
amable, demasiado cercana, casi cotidiana, del medio criminal. Por otro lado,
el protagonista y su compañera dejaban de ser el modelo de una pareja román-
tica, y la misma inseguridad y desconfianza que reinaba en el mundo que les
rodeaba se trasladaba a sus relaciones personales. La mujer frecuentemente era
descrita como una asesina, viciosa y alcoholizada. El héroe se volvía vulnera-
ble, sensible al dolor; había dejado de ser el superhombre, siempre preparado
para afrontar con éxito toda clase de dificultades. La acción solía ser confusa y
las motivaciones de los personajes, inciertas. «La conclusión es fácil: la ambi-
valencia moral, la violencia criminal y la contradictoria perplejidad de las situa-
ciones y de los móviles concurren para darle al público un mismo sentimiento
de angustia o de inseguridad, que es la marca propia de la película negra de
nuestra época. [...] La vocación de la película negra es la de crear un malestar
específico»7. Pese al tiempo transcurrido desde su publicación y, aun cuando los
autores adolecían de mucha de la información que hoy poseemos sobre Holly-
wood y su funcionamiento, este libro y algunas de sus conclusiones han sido y,
a nuestro juicio, siguen siendo un punto de referencia ineludible para toda
investigación.
Paradójicamente, los críticos y teóricos americanos no asumieron de inme-
diato ni el término, ni el concepto acuñado en Francia después de la guerra;
prácticamente, no fue hasta finales de la década de los años sesenta y principios
de la siguiente cuando comenzaron a aparecer en el ámbito anglosajón una serie
de ensayos en revistas especializadas que, gradualmente, reconocían la existen-
cia de este fenómeno y trataban de abordar la difícil tarea de la definición de
sus rasgos más característicos. Charles Highman y Joel Greenberg, en su libro
titulado “Hollywood in the Forties” y publicado en 1968, fueron los primeros
en dedicar un capítulo entero a lo que ellos denominaban «black cinema», no
obstante, sólo aplicaron el término film noir a películas como Shadow of a
Doubt (La sombra de una duda), La dama desconocida, The Suspect (El sus-
pechoso), Conflict (Retorno al abismo), Laura (Laura), The Strange Love of
Martha Ivers, Luz de gas y la versiones cinematográficas de las novelas de
James M. Cain, filmes de los que consideraban que contenían un «mundo de
oscuridad y violencia»8, pero no se detuvieron, en ningún momento, a determi-
nar qué es lo que se debía entender por cine negro. El primer intento serio de
ofrecer una definición del film noir va a proceder del ámbito universitario. Amir
M. Karimi, en junio de 1970, presentó con motivo de la lectura de su tesis doc-
toral un trabajo de investigación titulado significativamente “Hacia una defini-
ción del cine negro americano (1941-1949)”. Publicado seis años después, y
aun cuando Karimi está demasiado en deuda con la obra de Borde y Chaume-
ton, este libro debe resaltarse por su rigor y precisión a la hora de abordar el
problema, pero también debemos señalar que resulta bastante limitado. Por una
Los rincones oscuros del film noir 331
ter Hirsch “Film Noir. The Dark Side of the Screen”. Hirsch volvía a insistir en
la idea, todavía a contracorriente, de que el cine negro era un género, «uno de
los más estilizados de Hollywood»18. A pesar de admitir que, a nivel estilístico,
temático y argumental, se trataba de un terreno heterogéneo, variado y comple-
jo, su concepción del film noir es bastante restringida, puesto que lo considera-
ba simplemente como un tipo de cine criminal que floreció en los años cuaren-
ta y cincuenta. Más detallada y densa, pero también más exasperante es la obra
de Jon Tuska, “Dark Cinema. American Film Noir in Cultural Perspective”.
Partidario del concepto de movimiento, la documentación utilizada para justifi-
car como antecedentes culturales del film noir a la tragedia griega clásica, los
dramas de Shakespeare, la escuela hard-boiled de novela negra, el expresionis-
mo alemán y ciertas películas americanas de las décadas de los veinte y treinta
es bastante sólida, pero su exposición es tan oscura y exhaustiva que no aportó
nada más al, ya de por sí turbio, debate en torno al fenómeno noir.
La aparición del libro de David Bordwell, Kristin Thompson y Janet Staiger
en 1985 marcó un punto de inflexión. Desde el ámbito de la historia, en “The
Classical Hollywood Cinema” se rechazaban, de forma categórica, las afirma-
ciones formuladas por Schrader y sostenidas por Silver, Ward, Telotte y otros,
en el sentido de considerar el film noir como un área esencial de diferencia den-
tro de los modos de producción de Hollywood y por tanto un estilo diferencia-
do dentro del sistema. A juicio de Bordwell, no existe tal movimiento alterna-
tivo, los films noirs eran películas tan comerciales como cualquier otro produc-
to de los estudios: «Así hemos heredado una categoría construida ex post facto
a partir de las semejanzas percibidas entre melodramas criminales continenta-
les [europeos] y unas cuantas producciones de Hollywood. Como resultado,
film noir ha funcionado no tanto para definir un estilo o género coherente, sino
para encontrar en varias películas americanas un reto a los valores dominan-
tes»19. Bordwell analizó primero los diferentes elementos que, tradicionalmen-
te, se habían considerado como característicos del film noir (el pesimismo de
los protagonistas, la ruptura de la pareja romántica con la aparición de la mujer
fatal, la destrucción del final feliz y la utilización de técnicas como la ilumina-
ción de alto contraste, la voz en off y la cámara subjetiva), para concluir que en
ellos no existía ningún aspecto transgresor o de ruptura. Para este historiador,
estos elementos no eran más que convenciones asumidas sin problemas por
Hollywood; convenciones que habían sido suministradas por otros campos
artísticos, como por ejemplo el de la novela negra, o eran consecuencia directa
de los deseos de insuflar un mayor realismo a las películas.
Pero las críticas no sólo van a aflorar desde una de las corrientes historio-
gráficas más avanzadas, sino desde el propio ámbito de los partidarios de la
noción del film noir como un estilo. Así, Dale E. Ewing, en un artículo titulado
“Film Noir. Style and Content”, trató de resituar el debate en torno a forma y
contenido: «En sí mismo, el término [film noir] es una invención de los críticos
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género más, cuya definitiva desaparición tuvo lugar a mediados de los años
setenta tras un largo período crepuscular. Posteriormente, Javier Coma en el
prólogo y en el epílogo a la edición española del libro de François Guerif, por
primera vez en la historiografía española, se planteaba la pregunta de si el film
noir debía considerarse un género o un movimiento. Pero su respuesta, por su
ambigüedad y contradicción, a nuestro juicio sólo creaba mayor confusión y no
llegaba a convencer del todo. Así, mientras en el prólogo afirma que el cine
negro fue un género, «pero únicamente mientras duró el movimiento que lo
hizo posible»32, en el epílogo concluía, de forma contundente, que «el cine
negro no es un género, fue un movimiento»33. Profusamente ilustrado y persi-
guiendo un objetivo muy ambicioso, cual era la codificación de los temas, ele-
mentos visuales, iconográficos y narrativos del film noir, el propio Coma dio a
conocer en 1990 su “Diccionario del cine negro”. Este libro para cinéfilos y
amantes de este tipo de filmes, no obstante, presenta algunos aspectos positi-
vos. Por ejemplo, debemos destacar el esfuerzo realizado por el autor para com-
pilar información acerca de las cuestiones más variadas que, a su juicio, esta-
ban en relación con el cine negro. Así, en su obra no sólo prestaba atención a
las películas y a sus realizadores, sino que también ofrecía valiosas noticias
sobre otros profesionales cinematográficos (actores, actrices, guionistas, direc-
tores de fotografía, etc.), así como definiciones acerca de algunas de las técni-
cas y recursos narrativos habitualmente asociados con el film noir.
En 1996 se editaron otras dos obras de desigual significación. Por un lado,
debemos mencionar, aunque no destacar, el trabajo de Marta Belluscio titulado
“Las fatales ¡Bang!¡Bang!”, cuyo interés para nosotros ha sido escaso, dado que
se trata de una reflexión literaria, muy íntima y personal acerca del mundo
femenino dentro del universo del cine negro. Por el contrario, la obra de Carlos
F. Heredero y Antonio Santamarina “El cine negro. Maduración y crisis de la
escritura clásica”, nos merece una opinión bastante positiva. Consideramos que
se trata del primer intento en España de abordar, con rigor y seriedad, los pro-
blemas planteados por el film noir, tratando de dar luz a una de las cuestiones
más controvertidas y difíciles que existen en torno al cine negro, como es su
gran variedad en temas y contenidos. Pese a que en ocasiones su discurso se
torna excesivamente oscuro, la idea de Heredero y Santamarina de avanzar una
propuesta de lectura histórica, con cartografía incluida, de la evolución de este
tipo de cine nos parece sumamente valiosa. Pero no sólo nos parece importan-
te por sus resultados, que como cualquier otro fruto del pensamiento puede ser
objeto de observaciones, sino por su actitud, por esos deseos de clarificación,
de ofrecer «algunas pautas capaces de integrar la perspectiva historiográfica y
la consideración estética sobre las películas dentro de una visión de conjunto
que, al mismo tiempo, resulte transitable como guía orientativa»34.
Uno de los últimos en reflexionar en torno al fenómeno cinematográfico del
film noir ha sido Carlos Luengo, que en marzo de 1997 dio a conocer en el mer-
Los rincones oscuros del film noir 343
Dar una respuesta categórica a esta pregunta no ha sido, en absoluto, una cues-
tión fácil, ni baladí. Considerado con frecuencia como el grupo de películas
«más profundamente problemático de todas las producidas por Hollywood»36, la
realidad del film noir se ha resistido, de forma terca, a ser aprehendido desde pre-
supuestos teóricos. Quizás porque, como han indicado Carlos Heredero y Anto-
nio Santamarina, los perfiles difuminados de esta ficción criminal no son más
que el fruto de la pugna entre un análisis teórico y la realidad histórica. Esta
brusca colisión ha provocado no poca perplejidad entre los que se han acercado
con curiosidad a este fenómeno cinematográfico. Una de las principales dificul-
tades a la hora de abordar la cuestión del origen, naturaleza y características del
film noir, estriba en la necesidad de encontrar «la identidad común de una pro-
ducción muy amplia, cuya interpretación y análisis se muestran resistentes a una
codificación global desde los parámetros del género»37. Prueba de ello, es que,
en los últimos veinte años, la historiografía cinematográfica se ha mostrado inca-
paz de ofrecer una definición clara, sin ambigüedades, del concepto de cine
negro y de establecer, consiguientemente, sus perfiles estilísticos y narrativos
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cia en torno al fenómeno del film noir han calado tan hondo que han posibilitado
la aparición del film noir como un género distintivo dentro del cine americano
desde los años setenta hasta nuestros días. Para este autor, no importa ya si aque-
llas teorías se ajustan o no a la realidad de las películas clásicas, porque en las
prácticas cinematográficas contemporáneas estas posiciones teóricas han tenido
un efecto indudable. La prueba más evidente de que el cine negro existe es que,
en la actualidad, en cualquier programa cinematográfico podemos visionar, tem-
porada tras temporada, filmes que responden, casi milímetro a milímetro, a los
postulados teóricos formulados por los críticos en estas tres últimas décadas. Los
personajes, las historias y la estética del cine negro está tan viva que, trascen-
diendo sus orígenes teóricos, ha logrado impregnar muchos de los productos cine-
matográficos de nuestros días. En ese sentido, y sólo en este sentido, no nos cabe
ninguna duda de que hoy el film noir es un género perfectamente establecido.
Ahora bien, cuestión bien diferente es la de tratar de explicar con este mode-
lo explicativo los filmes producidos por los grandes estudios durante el perío-
do del cine clásico de Hollywood. Y en este punto, los críticos se han visto des-
bordados por la complejidad de la realidad que estaban intentando analizar.
Aun cuando Michael Walker no considera un argumento válido negar la condi-
ción de género a las películas clásicas basándose en el desconocimiento que de
él tenían tanto los estudios como los cineastas; sin embargo, todo hay que decir-
lo, nosotros seguimos teniendo muchas más dudas al respecto.
A poco que cualquier investigador comience a revisar, una a una, todas las
películas recogidas en las diferentes clasificaciones publicadas hasta la fecha,
al instante comenzará a caer en un estado de confusión, pues aquellos moldes
teóricos en contadas ocasiones se ajustan a la realidad histórica. Para que una
obra de arte pueda enmarcase dentro de un determinado estilo o época artística
debe reunir toda una serie de elementos definitorios que es, al fin y al cabo, lo
que nos permite clasificarla, estudiarla y conocerla. Pero, ¿qué ocurre cuando
algunos de los elementos esenciales de un estilo no se encuentran en el objeto?
¿En qué criterios podemos apoyarnos para determinar si, en nuestro caso, una
película puede ser considerada como un film noir o no? Para poder responder
satisfactoriamente todas estas preguntas es necesario definir, cara a cara, la ver-
dadera naturaleza del cine negro. Dependiendo de cuál sea nuestra respuesta,
estaremos en mejor posición para hacer frente a algunos de los temas que se han
puesto sobre la mesa y habremos podido despejar una de las interrogantes más
importantes de esta ya añeja polémica: pero, ¿qué cosa es el film noir?
dríamos señalar que los conceptos de género, movimiento, ciclo o serie son
también instrumentos teóricos, no hechos naturales, y por tanto considerar un
grupo de películas como un género, un movimiento, una serie o un ciclo es una
cuestión de «elegir algunos rasgos como pertinentes y rechazar otros por irre-
levantes»41.
Sin embargo, los géneros eran una categoría industrial tradicionalmente
aceptada. Se podría afirmar que el sistema de géneros fue el principal sustento
de la estructura cinematográfica americana desde mediados de los años veinte
hasta finales de los sesenta: «La razón es simple: además de su continuada
popularidad, basada en parte por satisfacer el deseo de los espectadores de ver
buenas historias, los géneros permitieron la asignación eficiente de los recursos
a lo largo de un considerable período de tiempo»42. Esta categorización o clasi-
ficación de las películas por géneros era, por otra parte, un hecho reconocido
tanto por los cineastas como por los consumidores de sus productos. Y lo que
es más importante, todos estos géneros, de alguna manera, no eran más que
variaciones de lo que R. Barton Palmer denomina como “metagénero” y que
vendría a ser, nada más y nada menos, el cine clásico de Hollywood. Desde la
aparición de la obra de Bordwell, Staiger y Thompson, “The Classical Holly-
wood Cinema”, se ha venido considerando que el cine producido por Hollywo-
od durante su etapa de máximo esplendor constituyó, por sí mismo, un estilo
homogéneo, con unos rasgos narrativos y estéticos propios. Si asumimos esta
concepción, difícilmente podría hablarse de la existencia de unos rasgos estilís-
ticos característicos para cada género; no cabría hablar, por tanto, de un estilo
en/para la comedia, el western o el melodrama. Por supuesto que existen algu-
nas diferencias de matiz entre todas estas formas cinematográficas –los argu-
mentos y los temas siempre condicionaban su tono y atmósfera–, pero estas
diferencias no eran más que variaciones del estilo global adoptado por el cine
producido por los grandes estudios. En realidad, bajo el “paraguas protector” de
esta estética general del cine de Hollywood, todas las manifestaciones genéri-
cas presentaban unas cualidades estéticas muy similares; no en vano eran resul-
tado de unos modos de producción altamente estandarizados.
Para poder esbozar una explicación de lo que fue y constituyó el film noir,
creemos que es necesario tener muy presente todo lo mencionado anteriormen-
te. Para nosotros, en ese sentido, el film noir no puede ser considerado como un
movimiento estilístico que, con un carácter alternativo, surgió a mediados de
los cuarenta en el seno de la industria cinematográfica de Hollywood. Si por
una parte, a nivel teórico, se ha establecido que el “estilo” del cine negro viene
definido por la utilización de una fotografía de alto contraste entre luces y som-
bras, por el uso exhaustivo de recursos narrativos como la voz en off, el flash-
back y la cámara subjetiva, y por otra se ha señalado como uno los requisitos
para identificar un movimiento cinematográfico la existencia de una gran
homogeneidad visual, podemos afirmar de manera categórica que, al menos por
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que el concepto tomara cuerpo. Hasta la publicación del libro de Borde y Chau-
meton, en 1955, no se intentó codificar las características de este tipo de cine y,
curiosamente, esta obra vio la luz justo en un momento en el que para casi todos
los críticos, incluidos los autores de esta obra, el film noir había entrado en una
etapa de declive y decadencia. En ese sentido, debemos hacer hincapié en que,
para la industria de Hollywood y sus profesionales, el concepto film noir no sig-
nificaba absolutamente nada. Los grandes estudios producían westerns, come-
dias, filmes históricos o de corte bélico, pero nunca pusieron en marcha la pro-
ducción de film noir, porque desconocían totalmente el término y su significa-
do. Los realizadores sabían de la existencia de una serie de convenciones narra-
tivas e iconográficas que estaban irremediablemente asociadas con esos géne-
ros. Los grandes directores del film noir como John Huston, Billy Wilder,
Robert Siodmak o Jacques Tourneur no tenían ni idea de que estaban realizan-
do películas de cine negro, porque en ese momento nada se sabía de la existen-
cia de tal cosa: «Se ha considerado Encrucijada de odios como un film noir,
pero yo –nos confesaba Dmytryk– no pensaba que estaba haciendo un film noir,
simplemente estaba usando una serie de técnicas que a mí me gustaban»46.
Ahora bien, estos realizadores sí tenían conciencia de que aquellos filmes
eran diferentes a la clase de películas que se habían hecho hasta ese momento.
Muchos de los productos de Hollywood durante la década anterior habían teni-
do como protagonistas a personajes que vivían rodeados de glamour, en
ambientes de lujo y esplendor. La guerra había transformado el gusto y la sen-
sibilidad a uno y otro lado de la pantalla. Richard O. Fleischer, uno de los direc-
tores que comenzaron su carrera en aquellos años, reflexionaba años más tarde
sobre la transformación que había experimentado el cine americano:
«Quién sabe cuáles son las fuerzas en la sociedad que instigan estos cam-
bios. Ciertamente hubo un estilo que comenzó en los años cuarenta a cargo
de los jóvenes directores, algunos de los cuales fueron contemporáneos míos
y otros que me habían precedido. Había también un enfoque mucho más rea-
lista de la realización cinematográfica y del tipo de héroes que estábamos
acostumbrados a ver con anterioridad. Estos nuevos héroes eran personas
más reales, que tenían defectos en su carácter, que no eran simplemente
caballeros de brillante armadura, limpios y sin tachas. Éstos sentían otras
emociones y tenían otras metas. Y también parecía haber más interés por la
parte más vulnerable de la sociedad, por los rincones oscuros de callejones
de barrios populares en que nos estábamos metiendo y explorando, por esas
avenidas que hasta entonces habían sido realmente más o menos evitadas.
Nos metimos en el asunto de hacer historias más duras y realistas, con
giros inteligentes en su argumento. Las cosas no eran nunca como parecían,
siempre [había] una sorpresa. En casi todas las secuencias había casi siem-
pre una sorpresa que te dejaba anonadado. Este no es un detective, es un ase-
350 El cine negro de la RKO
como uno de sus rasgos principales. En nuestra opinión, en el cine negro las rela-
ciones que se establecen entre los distintos personajes, y entre éstos y determina-
das instituciones, están siempre impregnadas de una considerable carga de vio-
lencia, una violencia que en el film noir no sólo se manifiesta físicamente, sino
también a nivel psicológico y espiritual. «En esta vida –comentaba Dmytryk– no
hay violencia más dura que el choque de dos personas que se aman, entre marido
y mujer por ejemplo, porque se conocen tan bien que se pueden hacer realmente
mucho daño y éste no es siempre superable. Es una lucha alma contra alma. Y esa
violencia es mucho más rotunda porque todo nuestro ser se encuentra implicado
en la disputa, huesos, músculos, alma... Y esto es más interesante que ver cómo
una persona asesina a otra a navajazos. Pero para poder entenderlo, hay primero
que comprender al ser humano y no todo el mundo lo hace»49.
Si el cine negro es fruto, como ya se ha indicado de forma reiterada, de la
simbiosis de varios géneros, ¿se podría etiquetar al film noir como un género
«en principio, sin un nombre»?50. Para dar una respuesta adecuada a esta cues-
tión, debemos retomar la pregunta desde una perspectiva histórica y contemplar
lo sucedido desde nuestro tiempo presente. Desde esta privilegiada posición,
parece claro que en la actualidad, en el cine americano, existen una serie de
convenciones genéricas relacionadas con el cine negro. Estas convenciones
son, en nuestra opinión, el resultado de un proceso de síntesis sin precedentes
en la historia del cine, en el que intervendrían al menos dos factores. En primer
lugar, el enorme bagaje cinematográfico legado por todas estas películas pro-
ducidas durante el período clásico y, en segundo lugar, el deseo de la crítica fíl-
mica de analizar un fenómeno sugerente, aparentemente uniforme y alternativo
al cine de Hollywood. La confluencia de estos dos factores va a contribuir a la
codificación de un prototipo ideal que ha servido, posteriormente, de guía para
la realización de películas que, hoy sí, podemos inscribirlas en un género deno-
minado film noir. De esta manera, todo el cine negro clásico podría verse como
una etapa fundacional, de gestación de este género actual, donde a través de
múltiples y variadas películas, producto de la fusión de varios géneros, se fue-
ron apuntando, no siempre con uniformidad, los rasgos temáticos, narrativos y
estilísticos que más tarde sirvieron de inspiración para la elaboración, más
intuitiva que científica, de ese arquetipo genérico mucho más homogéneo y
coherente. El modelo teórico formulado ex post facto sistematizó las caracte-
rísticas que se habían ido apuntando, de manera dispersa, aquí y allá, en un con-
junto de películas que hoy denominamos como film noir, en los años inmedia-
tamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Concebido el cine negro de
esta manera, tal vez sea más sencillo comprender la variedad de temas y las
múltiples caras que presentó a lo largo de este período clásico. Un género no se
construye con tan sólo unas películas, los filmes que los críticos franceses
pudieron contemplar en el verano de 1946 apenas constituyen un puñado den-
tro del relativamente amplio corpus del film noir. Si concebimos el film noir
352 El cine negro de la RKO
La estrecha vinculación que Guerif establece entre realismo y cine negro nos
parece totalmente oportuna. Bordwell ya había sugerido unos años antes que,
muy posiblemente, el misterio que rodeaba al film noir se podía solventar inves-
tigando acerca de «la motivación genérica y realista» que subyacía detrás de
este fenómeno cinematográfico.
Desde inicios de la década de los cuarenta, coincidiendo con la entrada de
los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, comenzó a gestarse en el
Los rincones oscuros del film noir 353
«En una o dos producciones del pasado año, algunos directores de foto-
grafía hemos tenido la oportunidad, utilizando estas innovaciones técnicas,
de realizar algunos experimentos, de forma prudente y con un carácter pro-
visional, para tratar de alcanzar mejores resultados dramáticos. Estoy segu-
ro de que, todos los que la han utilizado, han sentido como yo que se encon-
traban en el camino de algo realmente importante y han deseado que se
pudiera experimentar con ellas libremente a lo largo de toda la producción,
en lugar de ser utilizadas, únicamente y de forma conservadora, en esta o
aquella escena o secuencia.
La oportunidad de llevar a cabo esta experiencia a gran escala me vino
dada en el transcurso de mi último trabajo, la fotografía de la película de
Orson Welles, Ciudadano Kane. En realidad me vi forzado a ello, puesto
que la concepción que, tanto el productor-director Orson Welles como yo
teníamos sobre el proyecto, nos obligaba a apartarnos de la práctica con-
vencional. De manera que creo que hemos realizado unas importantes con-
tribuciones a los métodos cinematográficos.
En cualquier caso, Ciudadano Kane no es una película corriente. Su
rasgo fundamental es el realismo. Durante la producción, mientras trabajá-
bamos en el guión y en la planificación final, Welles y yo pensábamos que
el filme debía ser llevado a la pantalla de tal manera que la audiencia se sin-
tiera más espectadora de la realidad que de una simple película, y además
creíamos que esto era posible conseguirlo»56.
«[...] Por ejemplo, una buena parte de los dramas de la vida real acaecen
en modernos hospitales. Y un hospital moderno no es, en ningún sentido, un
lugar de apariencia sombría. Todo es claro y reluciente; lo que es más, todo
está bastante bien iluminado [...].
Así, ¿por qué siempre que en una película se desarrolla un momento trá-
gico o triste en un hospital, debemos tenerlo todo a oscuras y en penumbra?
Por esa razón, una de las más recientes y conmovedoras escenas de muerte,
la de Helen Hayes en A Farewell to Arms [Adiós a las armas], fue rodada
toda, de forma realista, con un estilo fotográfico brillante, luminoso. Char-
les Lang A.S.C., se mereció, sin lugar a dudas, el premio de la Academia
que recibió por esta película.
En ese mismo sentido, si no hay una razón lógica para ello, ¿por qué una
comedia debe contar siempre con una buena iluminación? ¡Algunas veces la
acción puede requerir efectos dramáticos en la iluminación! ¿No lo crees
así? ¡Bien, pongamos un ejemplo! Cuando rodábamos Little Men teníamos
una escena precisamente como ésta. La escena mostraba a George Bancroft
sentado en su mesa, leyendo; era un efecto nocturno. Mientras estaba absor-
to en su estudio, Jack Oakie entraba de puntillas y se escondía detrás de la
puerta sin que el profesor se diera cuenta. Entonces éste se levantaba y se
iba, sin saber que había alguien en la habitación.
Ahora, si hubiera iluminado perfectamente aquella escena, en el estilo
tradicional de las comedias, incluso para el más despistado o miope viejo
profesor, difícilmente hubiera pasado desapercibida la presencia de Jackie
Oakie. Sabía que si la escena tenía que ser convincente, teníamos que hacer
que la ignorancia de Bancroft fuera natural y creíble.
Afortunadamente, me ayudó el período de la pintura de finales del siglo
diecinueve. En aquel tiempo las habitaciones eran iluminadas con aquellas
anticuadas lámparas de parafina. En los planos generales de esta escena,
colocamos dos de estas lámparas: una en la mesa, iluminando el trabajo del
profesor, y la otra en una mesa, arrojando su luz difusa sobre otra porción
de la habitación. Las áreas restantes -como hubiera sucedido en la vida real-
las dejé totalmente a oscuras. Oakie sería visto al entrar y cuando se escon-
diera detrás de la puerta, desaparecería en la sombra»61.
«[...] No es fácil aceptar la presencia de una cámara, que debe haber esta-
do rodando sólo unos pies por encima del francotirador mientras se desa-
rrollaba la acción. A pesar de los cientos de miles de metros de escenas de
batallas que nos han mostrado, no estamos acostumbrados a la contempla-
ción de algo tan profundo en una película como puede ser la de la muerte de
un hombre.
Sin embargo no cuestionamos su autenticidad. El francotirador es real.
El disparo del rifle es real. La muerte del nazi es real.
La razón está en que cada detalle de los factores relacionados con la
interpretación, los decorados, la cámara, la iluminación y la duración tem-
poral, es perfecto.
En términos de realismo, esto es perfecto.
Desde luego, no es perfecto, en términos de Hollywood. Nunca vemos el
rostro del francotirador ruso. Y tampoco la semioscuridad del sótano per-
mite que una luz ilumine, desde arriba, convenientemente su casco.
El fondo no es pintoresco. Sólo una confusión de paredes derrumbadas.
Y la calidad interpretativa lograda en la muerte del alemán deviene única-
mente de la calidad de una sencilla resolución.
La habitual representación de esta escena en Hollywood hubiera puesto
remedio a estos “defectos”. Si el actor fuera uno lo suficientemente impor-
tante, se hubiera tomado un ángulo de la cara del francotirador. Su casco y,
probablemente, el tambor de su rifle se hubieran beneficiado con un toque
de luz. En el momento de la detonación, el foco de la cámara hubiera cam-
biado, y sobre un fondo maravillosamente enfocado, el alemán moriría de
forma pintoresca.
¿Una mejora técnica? Sí. Pero la cámara, en lugar, de filmar la muerte
real de un hombre, en el plano aparecería un actor interpretando una hipoté-
tica muerte en beneficio de la cámara»62.
«[...] Desde hace algunos años el cine policíaco ha adquirido una espe-
cial calidad en su preocupación por [conseguir plasmar] ambientes auténti-
cos y detalles reales. Hitchcock la inició con sus películas inglesas de per-
secuciones. Desde entonces, la tradición de un realismo selecto y expresivo
ha añadido distinción a muchas de nuestras películas de suspense, por ejem-
plo Perdición, Historia de un detective, La casa de la calle 92, y las esce-
nas de la Tercera Avenida de Lost Weekend [Días sin huella]. En ese senti-
do, El sueño eterno es una violenta y deplorable regresión. Sus personajes
del Sur de California, vagando a través de un país de ensueño construido en
los platós o en el backlot del estudio, son tan irreales como lo son las plazas
y mansiones habitadas por gente acomodada en los romances de la alta
sociedad inglesa de la MGM»68.
Verdoux (Monsieur Verdoux; Charles Chaplin, 1947), The Sin of Harold Didd-
lebock (Preston Sturges, 1947) o Unfaithfully Yours (Infielmente tuya; Preston
Sturges, 1948)– o incluso el western –Blood on the Moon (Robert Wise, 1948),
Station West (Sidney Lanfield, 1948) o The Furies (Las furias; Anthony Mann,
1950).
puede hacerse para impedirlo. Los errores del pasado terminaban, irremisible-
mente, pasando factura a los protagonistas del film noir; personajes que, por
otra parte, nada tienen que ver con la figura del “héroe” tradicional: «Con fre-
cuencia es un personaje masoquista, verdugo de sí mismo, artífice de sus pro-
pias tribulaciones que se mete en situaciones de peligro, no tanto por deseo de
justicia o por codicia, sino por una especie de morbosa curiosidad. A veces es
un héroe pasivo que se deja arrastrar hasta el límite de la ley y el crimen»70. Sus
valores, su concepción de lo que está bien y de lo que está mal no tienen por
qué coincidir con lo establecido y asumido por el resto de la sociedad: «Para
Marlowe y otros héroes noirs, el fin justifica algunas veces los medios, incluso
si éstos trasgreden las reglas de la buena conducta establecidas por la sociedad.
En el film noir no existe un simple conflicto entre buenos y malos chicos. Aquí
sólo están los malos chicos y los ambiguos»71. No es extraño que en el cine
negro se haya utilizado con frecuencia al detective privado. Era un personaje
perfecto, situado a medio camino entre el orden y el crimen, enfrentado simul-
táneamente a asesinos, chantajistas, estafadores y a una policía, a veces, dema-
siado corrupta. En otras ocasiones, la cara del crimen se humanizaba y los pro-
tagonistas eran delincuentes de la más diversa calaña en los que, a pesar de sus
actos y de su comportamiento, siempre existían cierta dosis de humanidad que
permitía un cierto grado de identificación entre el público y los criminales, y la
justificación de sus actuaciones delictivas.
El comportamiento y las palabras de los personajes del cine negro están
impregnados de una profunda angustia existencial. Ansiedad ante una sociedad
insegura e inestable, ansiedad ante una concepción totalmente pesimista del
hombre y de la propia existencia. En el universo noir la vida no vale nada, no
tiene sentido porque no hay esperanza. El hombre ya no controla su sino; un
futuro marcado, a sangre y fuego, por la mala fortuna. Cuando en el reloj del
destino marcaba la hora señalada, nada ni nadie podía evitar que cayese impla-
cable sobre el héroe, aplastándolo sin contemplaciones. Desesperación, aliena-
ción, desilusión, soledad, corrupción y psicosis son monedas de curso legal en
las historias que cuentan las películas del cine negro.
No sólo el estado, la sociedad, la noche, la vida se vuelven inseguros para el
protagonista noir, también se ven en peligro sus relaciones con la mujer. En el film
noir, el amor y la muerte se pasean juntos y las mujeres se convierten en ángeles
de pasión, pero también de destrucción. La femme fatale decimonónica es rescata-
da para dejarla vagar libre por los locales nocturnos, casinos y restaurantes de lujo
de las grandes ciudades americanas. En la oscuridad aguarda a su víctima, y, cuan-
do llega, su sexo se convierte en un arma envenenada, que empuña sin complejos.
En el cine negro no hay lugar para el romanticismo, sólo para la pasión desenfre-
nada. El amor es visto sólo como una dolencia, una aflicción, una enfermedad de
naturaleza ponzoñosa que se oculta tras una bella máscara cruel e insensible que
no es más que el perverso reflejo del mundo que la rodea y la conforta.
Los rincones oscuros del film noir 363
Algunos de estos rasgos se pueden detectar, como sucedía con algunos ele-
mentos estéticos, en muchas películas de los años cuarenta. En realidad, esta
necesidad de perfilar personajes con una mayor dimensión psicológica, de dibu-
jar su ambigüedad moral y hacer del deseo sexual reprimido una de sus princi-
pales motivaciones, no es más que la expresión, a nivel de los contenidos, de
esas mismas ansias de realismo que ya se habían manifestado en el campo esté-
tico. Por esta razón, aunque muchas de estas características se exteriorizaron
con mucha mayor fuerza en el cine negro, estos rasgos podemos rastrearlos en
no pocos filmes producidos a lo largo de esos años. En cualquier caso, tanto si
el film noir fue el origen de esta nueva tendencia, como si participó de ella junto
a otros géneros; lo cierto es que, en esta corriente realista, van a jugar un papel
importante por un lado la popularización de las tesis del psicoanálisis en Esta-
dos Unidos y, por otro lado y afectando más directamente al film noir, el auge
de lo que hoy conocemos como “novela negra”.
Como ya hemos señalado anteriormente, el descubrimiento y la gradual
difusión en la sociedad americana de las ideas de la teoría psicoanalítica tuvie-
ron una enorme importancia en el desarrollo del film noir. Las principales tesis
de Freud pronto entraron a formar parte de la cultura popular, ejerciendo una
enorme influencia sobre los guionistas, los productores y los espectadores. Este
proceso de vulgarización del pensamiento del famoso fundador del psicoanáli-
sis había comenzado en 1935, pero su definitivo reconocimiento público vino
de la mano de su aplicación durante los años del conflicto: «Los tests aplicados
sistemáticamente durante la guerra a los reclutas de la marina permitieron des-
cubrir un importante porcentaje de neurópatas y psicópatas, y la multiplicación
de las entradas en los hospitales o clínicas psiquiátricas al final de las hostili-
dades impuso a la atención general el problema social de la inadaptación psi-
cológica y de la medidas de higiene mental aptas para remediarlo»72.
El psicoanálisis se convirtió en la principal corriente psicológica imperante
en los Estados Unidos y, posiblemente, la de mayor repercusión social. Para
muchos psicólogos americanos las reflexiones que Freud había realizado sobre
el funcionamiento de la mente humana se convirtieron en un dogma científico
que no podía ser cuestionado. La psicología freudiana hacía hincapié en los
aspectos más oscuros de la naturaleza humana. De acuerdo con Freud, las con-
ductas del ser humano eran guiadas, básicamente, por sus instintos animales. El
odio y la violencia eran cualidades primarias del comportamiento humano. La
función de la civilización era suministrar barreras para frenar los actos de irra-
cionalidad de los hombres. Para los defensores de sus tesis en los Estados Uni-
dos, la cultura significaba mantener a raya a la gente. De este modo, una per-
sona sana desde el punto de vista del psicoanálisis era aquella que reprimía sus
deseos básicos y se adecuaba, con alegría, a los requerimientos de la sociedad
americana. Al ser el grupo social quien determina lo que es normal, toda des-
viación de la norma se convertía en un síntoma de desorden mental. La Segun-
364 El cine negro de la RKO
da Guerra Mundial no vino más que a confirmar el punto de vista de los psico-
analistas que consideraban a los hombres como asesinos en potencia, y alentó
el debate acerca de cuál era la esencia y la función de eso que llamamos civili-
zación, y cuándo debía considerarse que una sociedad era sana y normal.
Todas estas concepciones, que se encontraban profundamente imbricadas en
la opinión pública, comenzaron muy pronto a verse reflejadas en el cine produ-
cido por Hollywood. Al adentrarse en los oscuros rincones de la psique huma-
na, los filmes abrieron sus puertas hacia un territorio con claras connotaciones
freudianas. Según Michael Walker, esta nueva sensibilidad se va a dejar notar
en las películas a través de una creciente preocupación por comprender, por una
parte, los fundamentos de la psicología de la sexualidad, del desarrollo huma-
no y de las relaciones familiares, y, por otra, el trasfondo existente tras los sue-
ños, las emociones y las represiones. También esta influencia se va a percibir
por la utilización, cada vez más habitual, de elementos o símbolos directamen-
te relacionados con las teorías psicoanalíticas.
Aunque afectó en buena medida al conjunto de la producción, es indudable
que en el film noir o en géneros como el melodrama, cuyos temas eran el cri-
men y el deseo, estos planteamientos psicológicos encontraron un terreno
fecundo para germinar, contribuyendo de diversas maneras a la representación
de las obsesiones sexuales (tanto femeninas como masculinas) y de los impul-
sos criminales.
Si existía un elemento diferenciador que separaba abiertamente a los films
noirs de otras películas de corte criminal, como el cine de detectives o de gáns-
ters de los años treinta, era por colocar en primerísimo plano la psicología del
crimen. No sólo eran diferentes porque representaban el delito desde el punto
de vista del criminal, sino porque existía en estos filmes el deseo de explicar
sus motivaciones y mostrar las repercusiones psicológicas de sus actos. Por
ejemplo, filmes como Stranger on the Third Floor o They Won’t Believe Me
abordaron la cuestión del drama psicológico de los delincuentes desde diferen-
tes perspectivas; personajes que, consciente o inconscientemente, se veían
envueltos en la comisión de un delito y debían afrontar sus consecuencias.
Como bien señalaba Frank Krutnik, en estas películas se trasmitía la sensación
de que el protagonista no controlaba sus acciones, sino que estaban dirigidas
por oscuros impulsos irracionales que les empujaban a la violación de la ley.
Esta condición de drama subjetivo, personal, interno, se veía intensificado por
la utilización de recursos narrativos en muchas de estas películas. El flashback
y la voz en off fueron elementos que, con mayor o menor intensidad, fueron uti-
lizados en algunos films noirs, construyendo estructuras narrativas que, por otra
parte, guardaban una significativa semejanza con el procedimiento de la regre-
sión de una típica sesión de psicoanálisis. Al fin y al cabo, ¿qué es un flashback
sino la búsqueda de un recuerdo que nos permita entender lo que hoy nos está
sucediendo?
Los rincones oscuros del film noir 365
Un buen ejemplo del uso de estos recursos nos lo ofrece la película La hue-
lla de un recuerdo, de John Brahm. Aunque el director no se mostró satisfecho
con el resultado final de esta película que él mismo calificó como «desequili-
brada»73, sin embargo, consideró que su complicada estructura narrativa era la
más «razonable» para «iluminar la personalidad de la chica»74, permitiéndonos
retroceder en su pasado para conocer a los diferentes hombres que habían com-
partido su vida, su matrimonio y comprender las razones últimas de su con-
ducta. La historia de La huella de un recuerdo se organizó de una manera muy
original, adoptando la misma lógica que la de las típicas muñequitas rusas. La
huella de un recuerdo se iniciaba y finalizaba en la escena de una boda. La
ceremonia que nunca llegaba a consumarse, se veía interrumpida al principio
de la película por la incursión que, por medio de sucesivos flashback, se hace
en el pasado de la novia. Tres flashbacks, incrustados uno dentro del otro, cada
uno de ellos con un narrador diferente, conforman una estructura semejante a
una diana de tiro, con tres círculos concéntricos. El primer flashback, el círcu-
lo exterior, es el relatado por el antiguo esposo de Nancy, el psicoanalista Dr.
Blair. Este personaje conseguía que el novio le prestase atención y escuchase
lo que tenía que decir acerca de la retorcida personalidad de su prometida. Den-
tro de este flashback existía otro, que comenzaba cuando Clyde, un pintor
interpretado por Robert Mitchum, entraba en el despacho de Blair poco des-
pués de que éste comenzara a salir con Nancy y le advertía que, gracias a los
oscuros manejos de Nancy, la vida de un hombre estaba en peligro. En el inte-
rior del flashback del pintor se introducía un tercer flashback, donde Nancy
contaba algunos recuerdos de su infancia, revelándose finalmente las verdade-
ras razones de su cleptomanía compulsiva y su relación destructiva con los
hombres.
Pero el origen de los personajes típicos del film noir y de su narrativa, en
gran medida, deviene del campo de la literatura y, más concretamente, de las
populares ficciones criminales de los años treinta y cuarenta, englobadas den-
tro de lo que se conoce como la Escuela “Black Mask”, el estilo hard-boiled o
novela negra.
Cuando en 1920, Henry L. Mencken y George Jean Nathan comenzaron a
publicar la revista “Black Mask”, no tenían idea de que estaban contribuyendo
a la elaboración de un nuevo género literario: la novela negra. Los pulps eran
publicaciones muy baratas y de gran aceptación popular donde se recogían
tanto relatos de misterio, como de aventura y terror. En 1926, el Capitan Joseph
T. Shaw decidió dar un vuelco a la revista “Black Mask”, especializándose en
historias policíacas que siguieran la estela de los textos de uno de los escritores
más asiduos en sus páginas, Dashiel Hammett. Teniendo como modelo sus rela-
tos, Shaw reunió en el seno de “Black Mask” a novelistas tales como Raymond
Chandler, Horace McCoy, John Daily, Thomas Walsh, Raoul Whitfield, Paul
Cain y Lesser Dent, creando de esta forma un estilo literario distinto y marcan-
366 El cine negro de la RKO
do el inicio de una nueva etapa dentro del género policíaco. A partir de ese
momento, los relatos criminales adquirieron un matiz insospechado, convir-
tiéndose en vehículos artísticos de auténtica y dura crítica social: «A través de
la técnica objetivista del realismo crítico se emprende con gran dignidad litera-
ria la cruda exposición de los males endémicos de la sociedad americana»75.
Cuando un autor como Hammett vuelve su mirada hacia el mundo de la socie-
dad respetable, de la afluencia y la influencia, del poder personal y político,
encuentra que esa «respetabilidad de la sociedad respetable americana es tan
ficticia y fraudulenta como la imitación que de ella fabrican los criminales. De
hecho el autor [Dashiel Hammett] presenta el mundo del crimen como una
reproducción, en estructura y en detalle, de la sociedad capitalista moderna a la
cual depreda y de la que depende y forma parte integrante. Pero aún hace algo
más radical. No sólo conecta y yuxtapone los mundos ambiguamente ficticios
del arte y la literatura con los mundos fraudulentamente ficticios de la sociedad,
sino que los ve en una interacción constante, confusa y engañosa»76.
Con el estilo vivo, coloquial y enérgico de sus relatos, estos autores trataban
de captar, de hacer suyo, el argot del auténtico mundo criminal. Por eso sus diá-
logos eran rápidos, simples, concisos, llenos de doble intención y sarcasmo, y
por este motivo no es nada extraño que estos relatos se adecuasen perfecta-
mente a los requisitos del medio cinematográfico: «El estilo y la forma estaban
tan bien armonizados que es sorprendente que las historias criminales no hubie-
ran sido escritas siempre de esta manera»77. En realidad, el descarnado realis-
mo de las historias de la escuela Black Mask era el fruto de la voluntad de rup-
tura con el refinamiento y exquisitez del tradicional relato de misterio criminal
inglés, encarnado por figuras como Conan Doyle y Agatha Christie. Estos
novelistas concebían el crimen como «un juego estético, en donde el suspense,
el misterio y el ingenio tienen un fin en sí mismo; ellos son un fin en sí mismo;
ellos son, en efecto, la obra artística; su intención última no es otra que procu-
rar la admiración y placer del lector ante su perfección formal»78.
Buena parte de las diferencias existentes entre la novela criminal clásica y
la novela negra se puede encontrar condensada en la forma en que ambas
corrientes delinean a uno de sus personajes más característicos: el investigador
privado. En ambos casos, los detectives solían ser hombres solitarios, de media-
na edad; pero sus actitudes vitales, sus planteamientos ante el delito y el
ambiente en el que se desarrollaban sus historias eran diametralmente opuestos.
Frente a la confianza absoluta en el poder de «las pequeñas neuronas grises» de
Hércules Poirot, los protagonistas de la novelas negras de Hammett, Chandler
o McCoy se enfrentaban al misterio, a la investigación, con el pecho descu-
bierto, dejándose llevar por la intuición y no siempre movidos por intereses
altruistas. Eran gente de honor, pero su código moral rara vez coincidía con las
reglas aceptadas socialmente. El detective, para Chandler, debía cumplir con
una serie de requisitos:
Los rincones oscuros del film noir 367
Para algunos autores existe una estrecha relación entre la mirada adoptada
por estos escritores con las formas del pensamiento existencialista: «[...] los
escritores de novela negra de los treinta defendían la importancia del individuo
y su necesidad de afirmar su singularidad frente a la artificialidad de las con-
venciones sociales y la tiranía política de un sistema indiferente»80.
Pero las diferencias que separan a estas dos tendencias literarias, no sólo se
pueden hallar en esta figura del detective, sino también en el modo en el que es
valorado el acto criminal. En la novela policíaca clásica existía también un
componente ético, aunque siempre en función y al servicio del placer estético
derivado del descubrimiento del asesino. En este tipo de relatos había un
enfrentamiento maniqueísta entre los principios universales del bien y del mal,
fuerzas que eran encarnadas por los personajes del detective y el criminal. A
través de sus acciones, el delicuente soliviantaba las bases de la convivencia
social y se ponía en manos de los representantes del orden y la ley, la salva-
guardia del sistema de valores sustentados por la sociedad. Pero esta defensa,
no va a estar sustentada sobre principios morales, sino estéticos: «[...] el detec-
tive es racionalmente impasible, moralmente indiferente, ante la acción crimi-
nal. Tampoco hay lugar en él para la compasión por las víctimas; su rivalidad
con el criminal es estética, resultado del enfrentamiento racional entre dos
genios igualmente extraordinarios (artísticamente bellos), uno de los cuales usa
su genio para burlar las leyes de la sociedad y el otro utiliza su genio para
desenmascarar a su adversario [...]»81.
En la novela negra lo ético está por encima de lo estético. Pervive el proce-
so de investigación; el suspense, el misterio y el ingenio son elementos necesa-
368 El cine negro de la RKO
Finalmente, nos gustaría poner sobre la mesa un último aspecto relacionado con
esa búsqueda de mayor realismo en el cine de los años cuarenta y que va tener
370 El cine negro de la RKO
también una especial incidencia en el origen y posterior evolución del film noir.
Desde que Borde y Chaumeton trazaron su panorama sobre el cine negro ame-
ricano, la mayor parte de los especialistas han subrayado la existencia de un
cordón umbilical entre el cine negro y el contexto histórico en el que se reali-
zaron. El cine, desde estos planteamientos, era observado como una manifesta-
ción artística que, de alguna forma, sublimaba las inquietudes y preocupaciones
de la sociedad. De esta manera, una vez más, una producción artística eviden-
ciaba su innata condición de reflejo de la historia y, en la superficie luminosa
de las salas de cine, los films noirs atrapaban la esencia de su tiempo. La opi-
nión pública americana tomó conciencia del alcance de los horrores de la gue-
rra de labios de sus veteranos y de las imágenes de los campos de exterminio,
mostró su inquietud derivada de los efectos de la bomba atómica, vio con des-
confianza la desconcertante posición social y laboral adquirida por la mujer y,
muy pronto, comenzó a observar con recelo la expansión de la influencia comu-
nista por la Europa oriental.
Los extraños vericuetos por los que diferentes narrativas noirs, trasladadas
a las pantallas cinematográficas, reflejaron estos miedos, ansiedades y angus-
tias de la sociedad de posguerra en Estados Unidos, es una cuestión debatida.
Algunos opinan, como lo hacen Leonard Quart y Albert Auster, que la década
de los cuarenta, lejos de constituir una época impregnada de incertidumbre y
pesimismo, fue un «tiempo de optimismo y consenso, y en ningún otro sitio fue
tan evidente como en las películas. Porque, aunque estos años poseen un lado
oscuro, impregnado de pesimismo y de desconfianza en sus propias posibilida-
des, los filmes [de este período], básicamente, confirman y reflejan un senti-
miento de triunfo nacional»86. En este contexto, Quart y Auster consideran que
la existencia del film noir sólo viene a subrayar el espíritu optimista que carac-
terizó a este período de posguerra. Para estos autores, la desesperanza, el cinis-
mo y el pesimismo tan característicos del film noir se veían contrarrestados por
la resolución, casi siempre, feliz de sus argumentos y por el triunfo final de la
justicia. El cine negro, de esta forma, vendría a constituirse en un acto de puro
exorcismo cinematográfico: «De hecho, la evocación que se hace en el film noir
del Mal puede que sólo haya funcionado a modo de exquisito contraste, de
manera que la victoria del Bien resultase mucho más importante y satisfactoria.
Por consiguiente, a pesar de que el film noir retrató el lado oscuro de la natura-
leza humana, esta mirada estuvo inspirada, tanto en una forma y un estilo cine-
matográfico, como en la expresión de una moral genuina o de una visión per-
sonal. Por tanto, es difícil que las películas y la respuesta del público ante ellas
pudieran afectar al sentimiento de seguridad en sí mismo, [que caracterizó]
básicamente a este período»87. Hay que tener en cuenta que, como acertada-
mente apunta Richard Maltby, en los años cuarenta no sólo se produjeron films
noirs; la producción de Hollywood cultivó con igual mimo géneros cuyo tono
y actitud vital eran diametralmente diferentes a los que se respiraban en cual-
Los rincones oscuros del film noir 371
quier película de cine negro. Para Maltby este tipo de planteamientos son el
resultado de un proceso de manipulación de la historia y, por eso, se pregunta-
ba, con bastante pertinencia, acerca de por qué debemos considerar que Retor-
no al pasado está en mayor sintonía con la realidad social del momento que
otros films estrenados en aquella misma temporada, tales como la comedia
Magic Town, el western de Tim Holt, Wild Horse Mesa (Montería salvaje), y
la versión de tres horas de Mourning Becomes Electra.
Para nosotros también resulta evidente esa paradoja. Pero también creemos
firmemente que cualquier objeto artístico mantiene una estrecha vinculación
con el contexto social, político, económico y cultural que lo hace posible. Ni los
colectivos sociales, ni los seres humanos, solemos expresar las emociones de
forma uniforme, homogénea, sin fisuras, y, por tanto, es indudable que resulta
equivocado plantear una visión del film noir como el único, el más cualificado
portador de los sentimientos y del pensamiento de toda una época. Pero debe-
mos subrayar algo que resulta innegable y es que, bien sea por exorcismo, bien
por el reflejo de la angustia de una parte de la población, el tono de estas pelí-
culas es significativamente diferente, como ya lo percibieron los críticos fran-
ceses en su momento, al del resto de la producción americana. Y ante este
hecho cabe preguntarnos por esa otra realidad que se esconde tras la pantalla
cinematográfíca. John Houseman, productor para la RKO, nos legó un testimo-
nio que, por haber sido escrito en 1947, en un momento de esplendor del fenó-
meno noir, nos resulta especialmente revelador:
Parece claro que Houseman, ya en aquellos años, percibía una estrecha vin-
culación entre lo que él denomina tough movies (películas con chico duro) y
cierta personalidad neurótica de la población americana de aquel año. Eviden-
temente, el paso desde un período de guerra generalizada a una época de nor-
malidad, de paz, supuso para el pueblo de los Estados Unidos un proceso de
372 El cine negro de la RKO
transición tan convulso como lo había sido, años atrás, la entrada repentina y
directa en el conflicto militar. Al contrario de lo que supone Vernet, para el
cual el final de la Segunda Guerra Mundial no supuso un hecho significativo
para el mundo cinematográfico, la conclusión de este conflicto sí marcó un
momento crucial para la industria del cine americano. En 1945 no sólo con-
cluyeron los enfrentamientos, sino que fue un punto que, sin duda, marcó una
línea divisoria en este período clásico del cine americano. Tras la bonanza eco-
nómica de los años bélicos, las compañías cinematográficas tuvieron que hacer
frente al desmantelamiento de su ventajosa estructura industrial y a la transfor-
mación de los hábitos de los ciudadanos americanos con la aparición de la tele-
visión; el sistema de estudios tuvo que hacer frente a la nueva situación social,
política y económica que emergió de las cenizas de la guerra. Tal y como se
han manifestado, en varias ocasiones, directores como Richard Fleischer o
Edward Dmytryk, las sociedades cinematográficas tuvieron que dar respuestas
a las demandas de un público que ya no aceptaba los planteamientos de las pelí-
culas americanas realizadas hasta la fecha. La guerra había destruido el gla-
mour de la Depresión, y la alegría del triunfo bélico desveló no pocas amargas
y oscuras verdades que ponían en contradicción ese mundo paralelo, de ficción,
que Hollywood había elaborado para sus espectadores durante las décadas
anteriores. El público y los profesionales demandaban, como hemos visto,
mayor realismo para las películas; deseaban que sus vidas, temores e inquietu-
des se vieran reflejados de algunas manera en las pantallas de los cines, y quizá
el film noir, por desarrollar sus historias en épocas más o menos contemporá-
neas, en escenarios urbanos auténticos y al dotar a sus personajes de una mayor
dimensión psicológica, consiguió conectar de forma más directa con los espec-
tadores:
«[...] en realidad, lo que ese cine está haciendo es que está recogiendo
todos los intereses y los malestares de la sociedad contemporánea; de una
sociedad que está viviendo el mundo de la crueldad, de los campos de con-
centración, la guerra fría, las guerras localizadas y las persecuciones a
nombre de las ideologías de uno y otro bando. Por eso el cine negro de vio-
lencia, en sus mejores momentos, no oculta la corrupción, ni los abusos de
poder. En ese sentido, es un género que también puede denominarse realis-
ta; porque se trata de describir detalladamente esa atmósfera de los bajos
fondos, ese mundo de sospechosos y de criminales, pero también esa poli-
cía brutal y agresiva [...]. Todo dentro de un estilo donde por momentos
priva la sobriedad y la fuerza, y en otros el delirio y el desbocamiento cine-
matográfico, donde hay persecuciones, cacerías, asesinatos casi inverosí-
miles y expresiones cínicas en donde parece que todo es gratuito pero que
en la acción está motivada por la psicología íntima de los personajes
[...]»89.
Los rincones oscuros del film noir 373
Para nosotros esa relación entre el film noir y la sociedad americana se reve-
la especialmente en uno de los elementos iconográficos más característicos del
film noir: la mujer fatal. Quizás este tipo de películas, tanto por su estilo visual
como por sus argumentos, ofreció el medio natural más propicio para el desen-
volvimiento de la mujer fatal. Por su tono y contenidos, el cine negro estaba
caracterizado por la oscuridad de su mirada. Al fin y al cabo, detrás del film noir
subyace una profunda reflexión, siempre cargada de melancolía, amarga ironía
y distanciamiento, acerca de la maldad inherente a la sociedad y al hombre con-
temporáneo. Los protagonistas (casi siempre masculinos) de la películas de la
serie noir son víctimas de un mundo inestable, inseguro, donde los sólidos valo-
res morales de la tradición se han visto dinamitados por una inusitada violencia
social e individual y por la corrupción generalizada de sus más representativas
instituciones. Las fronteras entre el bien y el mal, tan perfectamente delimita-
das en los filmes de la década anterior, se habían diluido y el ser humano toma-
ba conciencia de su lado más salvaje, más irracional, y observaba con horror
cómo en su propio interior podían germinar inesperadamente las semillas del
crimen, del odio y la destrucción
Es en este ambiente turbio e inestable donde el cine negro recupera aquel
viejo mito decimonónico de la mujer fatal. Cargado de la misma misoginia, del
mismo temor reverencial hacia la mujer, el film noir va a ofrecernos toda una
amplia galería de tipos femeninos que manifestaban, cinematográficamente, la
perplejidad del hombre americano frente al nuevo papel de sus compañeras en
la sociedad de posguerra. Estas películas indudablemente reflejaron las fantasí-
as y los miedos de una sociedad traumatizada por el conflicto bélico. La ansie-
dad por la posibilidad de alcanzar el éxito con el uso de la violencia ha sido
siempre un tema recurrente en los filmes americanos, «pero durante los años de
la guerra a esta ansiedad se añadió otra dimensión psicológica: el temor a la
mujer malvada, arrolladora, con una chocante capacidad para humillar y castrar
a sus hombres»90.
En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, la mujer americana fue
requerida para ocupar los puestos de trabajo de los millones de americanos que
marcharon a los diversos frentes para frenar las veleidades fascistas. Fueron
ellas las que durante más de un lustro mantuvieron la economía del país en pie,
adquiriendo una responsabilidad social y laboral que hasta esos momentos se
les había negado. Cuando los soldados volvieron al hogar, pronto compren-
dieron que llegaban de la guerra a un mundo diferente. A lo largo de los años
de la guerra, la concepción que las mujeres y los hombres tenían sobre el
matrimonio y la sexualidad se habían transformado profundamente. El retor-
no a la normalidad de la posguerra nunca llegó a materializarse. El regreso de
los triunfantes veteranos de guerra sólo consiguió complicar las cosas, ponien-
do sobre la mesa cuestiones como la profunda soledad de los individuos en las
ciudades y la confusión sexual. De alguna manera, la mujer fatal del Holly-
374 El cine negro de la RKO