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1

Sinopsis
El último año de instituto se ha terminado, y Lucy sabe cuál es la
mejor manera de celebrarlo: esta noche, ella va a encontrar a
Shadow, el misterioso artista de grafiti que tiene su trabajo
extendido por toda la ciudad. Él está ahí afuera en algún lugar -
esparciendo color, pintando pájaros y cielos azules en la oscuridad-
y Lucy sabe que un chico que pueda pintar como Shadow es alguien
de quien ella se podría enamorar. Enamorarse de verdad. En su
lugar, Lucy está atascada en una fiesta con Ed, el chico al que ha
tratado de evitar desde la cita más desastrosa de su vida. Pero
cuando Ed le dice que sabe dónde encontrar a Shadow, ambos se
2 verán metidos en una búsqueda que durará toda la noche y que los
hará recorrer toda la ciudad. Y la cosa que Lucy no puede ver es la
que está justo frente a ella.
indice
LUCY ED

ED POETA

POETA ED

LUCY LUCY

ED ED

LUCY LUCY

ED ED

LUCY LUCY

POETA ED

3 LUCY LUCY

ED POETA

POETA ED

ED LUCY

POETA POETA

LUCY ED

POETA LUCY

ED ED

POETA LUCY

LUCY Sobre la Autora

ED Créditos

LUCY
Lucy
Pedaleo rápido. Descendiendo por Rose Drive, donde las casas se bañan en
charcos anaranjados de las farolas. Donde las personas se sientan en terrazas,
con la esperanza de atrapar una brisa. Permíteme llegar a tiempo. Por favor,
permíteme llegar a tiempo.

Acaban de llegar al estudio. Tus chicos del grafiti, Shadow y Poeta están aquí, Al
envió un mensaje de texto, y salí atravesando la noche. Despegué bajo un cielo
desangrándose y volviéndose negro. Dejé a papá sentado frente a su cobertizo
gritando:

4 —Pensé que no te reunirías con Jazz hasta más tarde. ¿Dónde está el fuego,
Lucy Dervish?

En mí. Bajo mi piel.

Permíteme llegar a tiempo. Permíteme conocer a Shadow. Permíteme


conocer a Poeta, también, pero principalmente a Shadow. El chico que pinta en
la oscuridad. Pinturas de pájaros atrapados en los muros de ladrillo y personas
perdidas en bosques fantasmas. Pinturas de chicos con hierba brotando de sus
corazones y niñas con frenéticas podadoras. Un chico que pinta cosas como esas
es un chico del cual podría enamorarme. Realmente enamorarme.

Estoy tan cerca de conocerlo y lo deseo tanto. Mamá dice que cuando el
querer colisiona con el obtener, ese es el momento de la verdad. Quiero
colisionar. Quiero correr directamente hacia Shadow y dejar que el impacto
derrame nuestros pensamientos para poder recogernos mutuamente y
cruzarnos de nuevo como montones de piedras brillantes.

En la cima de Singer Street veo la ciudad, azul neón y aumentando. Hay un


intenso relámpago en el cielo, abriéndose paso a través del calor a la superficie.
Hay risas en algún lugar lejano. Hay una de las obras de Shadow, una
pintura sobre un muro derruido de un corazón agrietado por un terremoto con
las palabras: Más allá de la escala de Richter escrito debajo. No es un corazón
como el que se ve en las tarjetas del día de San Valentín. Es un corazón como
realmente es: venas finas, aurículas y arterias. Un bosque del tamaño de un
puño en nuestro pecho.

Pongo mis manos sobre el freno y lo suelto. Los árboles y las cercas se
confunden y el cemento podría ser el cielo y el cielo podría ser el cemento y las
fábricas se despliegan ante mí como un sueño de luz difusa.

Doblo en una esquina y vuelo por la calle de Al. Hacia su taller, hacia él
sentado en los escalones, pequeñas polillas por encima de él juegan en la luz.
Hacia una sombra en la distancia. La sombra de Shadow. Hay colisión adelante.

Giro en el último tramo y me deslizo hasta detenerme.

—Estoy aquí. Lo logré. ¿Me veo bien? ¿Cómo me veo?


5 Al termina su café y coloca la taza en el escalón a su lado.

—Al igual que una chica que los perdió por unos cinco minutos.
Ed
Pulverizo el cielo rápidamente. Los ojos delante y detrás. Buscando policías.
Buscando a cualquiera que no quiero que esté aquí. La pintura fluye y las cosas
que golpean en mi cabeza gritan de la lata al ladrillo. Mira, mira esto, mira esto.
Mírame vaciarme sobre una pared.

Lo primero que pinté era una niña. Lo segundo que he pintado fue una
puerta en una pared de ladrillo. Pasé de pintar puertas enormes a cielos. Cielos
abiertos pintados sobre las puertas pintadas y pájaros pintados casi rozando los

6 ladrillos tratando de volar. Pajarito, ¿qué estás pensando? Vienes de un bote.

Esta noche pintaré esa ave que ha estado en mi cabeza todo el día. Es un
pequeño tipo amarillo tumbado en la hierba verde y dulce. Con la barriga hacia
el cielo, las patas en la misma dirección. Podría estar durmiendo. Podría estar
muerto. El amarillo está bien, el verde, también. El cielo está todo mal. Necesito
el tipo de azul que te desgarra de adentro hacia afuera. No ves ese tipo de azul
por aquí.

Bert siempre lo estaba buscando. Cada semana más o menos, en la tienda


de pintura, me mostraba el azul que había pedido especialmente.

—Cerca, Jefe —diría yo—. Pero no lo suficiente.

Él seguía sin encontrarlo cuando murió hace dos meses. Tuvo todos los
otros colores que yo quería. El verde de esta ave que está recostada, es una
tonalidad que encontró hace dos años.

—Tuviste un buen primer día —me dijo cuándo me la entregó—. Muy


bueno.
—Eso está jodidamente bien —dije, pulverizando un poco en una tarjeta y
tomándolo como una señal de que dejar la escuela para trabajar con él era hacer
lo correcto.

—Está jodidamente bien —Bert miro sobre su hombro—. Pero no digas


jodidamente cuando mi esposa Valerie esté cerca. —Bert siempre decía
palabrotas como un niño asustado por ser pillado. Me reí de él hasta que Val me
oyó maldecir. Bert tuvo la última carcajada ese día.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunta una voz detrás de mí.

—Mierda, Leo. —Una línea de color azul fue de la hierba a la pared—. No


te acerques de esa manera.

—He estado llamándote por tu nombre desde la cima de la colina. Y el


consejo hizo este lugar legal, ¿recuerdas? —Él termina el último bocado de su

7 hojaldrito de salchicha—. Me gusta la emoción de trabajar en donde podemos


ser atrapados.

—Me gusta la emoción de la pintura.

—Me parece bien. —Él me mira durante un rato—. Llamé antes a tu móvil.
Estaba apagado.

—Sip. No pagué la factura. —Le doy el bote—. Escribe las palabras. Estoy
hambriento.

Leo mira mi dibujo de un ancho cielo colgando sobre un ave amarilla


dormida. Señala al niño en la pared.

—Bonito toque. —Piensa un poco más y mientras lo hace, miro a mi


alrededor. El viejo que trabaja en el estudio de cristal al cruzar la calle, está en la
entrada, enviando un mensaje de texto y mirándonos fijamente. Por lo menos sé
que no está llamando a la policía.

Leo escribe Paz en las nubes. Yo pensaba que era más como mi futuro.
—No está mal —le digo.

Su mano se mueve por la pared, poniendo mi nombre junto al suyo en la


firma.

Poeta.

Shadow.

Caminamos por las calles y callejones y atravesamos el viejo patio del tren.
Observo a los trabajadores mientras caminamos. Me gusta considerar sus
pensamientos por su porte. Hace que la ciudad sea tan nuestra como de
cualquier otra persona.

—Así que… he visto hoy a Beth —dice Leo—. Me preguntó cómo estabas.
—Arroja piedras hacia los trenes muertos—. Sonaba como si quisiera que
volvieras.
8 Me detengo, saco un bote y rocío una tarjeta de felicitación de corazón con
un arma de fuego apuntándole.

—Terminamos hace meses.

—¿Te importa si la invito a salir, entonces?

—¿Te importa si dibujo una pieza en el lateral de la casa de tu abuela?

Se ríe.

—Sí, claro. Ya lo superaste.

—Me gusta, nada más que eso. Ella solía hacer esta cosa, donde se
inclinaba, me besaba y luego hacía una pausa para susurrar cosas divertidas en
mi oído y volvía a besarme. Yo estaría gritando: «¿Qué es lo que te pasa? Estás
enamorado de ella, idiota».

—¿Ella no pensaba que eso era extraño?


—Por dentro. Estaba gritando en mi interior. De todos modos, nunca me
enamoré de ella, así que supongo que la parte del cerebro que controla el amor
no responde a ser llamado idiota.

—Por tu bien, espero que ninguna parte de tu cerebro responda a ser


llamado idiota.

—Punto justo. —Ojalá no hubiera pensado en Beth haciendo esa cosa,


porque ahora puedo sentir en mi oído, su aliento cálido y el dulce cosquilleo y
su voz sonando como ese azul que he estado buscando.

—¿Estabas enamorado de Emma? —pregunto.

—Estaba bestialmente obsesionado —dice sin pensar en ello—. No


enamorado.

—¿Cuál es la diferencia?
9 Está a punto de arrojar la piedra contra la farola, pero se detiene.

—Prisión —dice, y guarda la piedra en el bolsillo.

Emma lo dejó hace un año. Él estaba más loco que de costumbre después de
que ella lo hizo. Estuvo rogándome que pintara en esa pared al lado de su casa,
así ella lo vería y volverían. Ella vivía en una parte acomodada de la ciudad en
un adosado de tres plantas. No podíamos pintar nada en eso y salirnos con la
nuestra.

No se podía hablar con Leo para que desistiera, así que, pulvericé lo que
quería: un tipo con la palabra «amor» cortada en su pecho y una chica a su lado
sosteniendo unas tijeras. Emma salió y lo vio. Él se puso de rodillas en medio de
la calle, rogándole que volvieran.

Ella sacó su teléfono móvil y llamó a la policía. Leo no se iría y yo no me iría


sin él y unos diez minutos más tarde, estábamos en la parte trasera de una
camioneta de la policía que nos llevaba a tomarnos las huellas digitales.
Declaramos y Leo les contó todo, el haber sido abandonado, sobre el deseo
de volver con Emma. Debieron pensar que ella era bastante fría porque
llamaron a mi madre y a la abuela de Leo y nos dejaron ir con una advertencia,
y el entendimiento de que teníamos que limpiar el lío que habíamos creado.

Nunca había oído gritar tanto a la abuela de Leo como cuando lo arrastraba
hacia el coche. Él ha estado cortando el césped los sábados, a los amigos de su
abuela desde entonces.

Mamá estaba en silencio hasta que llegamos a casa. Nunca me dijo ni una
sola vez que no podía salir con Leo. Nunca dijo que no podía dormir en el sofá
cuando a Leo se le hacía tarde.

—Es uno de los buenos —decía siempre—. Solo a veces trabaja de forma
clandestina.

10 Esa noche apagó el motor y se quedó mirando nuestra casa un rato.

—Quiero a Leo como a un hijo, pero él tiene que crecer algún día. Y sería
una lástima para ti que perdieras ese dinero que tan duramente has ganado,
pagando la libertad bajo fianza de tus amigos. —Cerró la puerta del coche y eso
fue todo.

Le conté a Leo lo que ella me había dicho mientras estábamos sudando y


limpiando la pintura. Emma pasó junto a nosotros con sus amigos.

—A la mierda con madurar —dijo Leo, mirándola hasta que desapareció.

Pulso el interruptor de la luz y Leo se dirige hacia la nevera para ver la


comida. Siempre está vacía. Acciono el interruptor del aire acondicionado.
Nada ocurre. Lo golpeo. Leo lo golpea. Él casi lo machaca contra la pared, pero
continúa sin salir el aire.
—Se supone que no debemos tener este tipo de días calurosos en octubre —
digo poniéndome de pie frente a la puerta abierta de la nevera.

—¿Dónde está tu madre? —pregunta.

—Fuera, en alguna gran noche abracadabra en el casino. Consiguiendo la


lectura de su fortuna. Es algo que dura toda la noche porque «la magia» ocurre
en la madrugada.

Leo levanta las cejas.

—No es esa clase de magia.

Se apoya en el banco y sus piernas casi llegan al otro lado de la cocina. No


es la pequeñez de este lugar lo que me molesta. Es el gris que ha seguido su
camino hacia las paredes. Son las manchas en la alfombra de alguna otra vida
que vino y se fue antes que la nuestra. Bert siempre dijo que me conseguiría una
11 buena oferta en pintura, pero a algunos lugares hay que quemarlos y
reconstruirlos para volverlos relucientes.

—Hace demasiado calor aquí —dice Leo—. Y es mi última noche del Curso
121. Deberíamos salir, comer algo, conocer algunas chicas.

Cierro la puerta del congelador.

—Tengo exactamente quince dólares que me quedan en el mundo.

Él mira más allá, a mi calendario, y el círculo alrededor de los días de


alquiler.

—¿No has tenido suerte consiguiendo otro trabajo?

—Nada de suerte. La gente ni siquiera me devuelve las llamadas.

1
Curso 12 (duodécimo): Los estudios que se imparten en la escuela preparatoria consisten en los
últimos tres o cuatro años de la enseñanza obligatoria, y reciben la denominación de 9º (noveno: 15 o
16 años), 10º (décimo: 16 o 17 años), 11º (undécimo: 17 o 18 años) y 12º (duodécimo: 18 o 19 años)
grados.
—Ayudo a Jake esta noche, por si te interesa. Podemos conseguir
quinientos dólares cada uno, por dos horas de trabajo. El trabajo empieza a
partir de las tres de la madrugada. Todo lo que debemos hacer, es conducir la
camioneta, cargarla y llevarla lejos.

—¿Eres estúpido? —pregunto.

—Eso es lo que dice en mi boletín de notas.

—Ni siquiera bromees con esto. Tu hermano es atrapado cada vez.

Como cuando tenía quince años y habló con un tipo de un concesionario de


coches para que le dejara llevar un Jaguar, para hacer una prueba de
conducción. Es incluso más alto que Leo, por lo que el tipo creyó en su licencia
falsa. Además, Jake tiene una forma de hablar que hace que la gente le crea.

Tomó el Jaguar y, en vez de conducir en algún lugar donde nadie lo


12 conociera, condujo alrededor de la manzana cerca de su casa con la música
vibrando a través de las ventanas. Su abuela lo sacó a rastras tirando de su oreja
delante de todos en la calle.

Leo se acerca y golpea el aire acondicionado de nuevo.

—Debo algo de dinero.

Parece preocupado, lo que hace que me preocupe, ya que un equipo de


futbolistas aproximándose a él en un callejón oscuro no le preocupa demasiado.
Eso deja a una persona.

—Dime que no le debes dinero a Malcolm Paloma.

Se queda mirando por la ventana a los gatos que maúllan a lo largo de la


cerca trasera.

—Mierda, Leo. Mierda. El tipo está loco.

—Define loco.
—Se comió una cucaracha por una apuesta —le digo.

Leo se encoge de hombros.

—Bueno, ya sabemos que está loco. Razón de más para devolverle su


dinero.

Busco en la parte trasera del armario algunas patatas y pienso en la


gravedad de la situación. Malcolm tiene aproximadamente la misma edad que
Jake pero no son amigos. Malcolm no tiene amigos. Tiene un grupo de tipos
malos que andan por ahí, haciéndole favores. La única persona que conozco
que está más loco que él, es el Loco Dave. Tenía que comer una cucaracha más
para vencer a Malcolm en esa apuesta, pero se comió cinco más para reírse.

—Son saladas —dijo, sonriendo.

—¿Por qué necesitas tanto esos 500 dólares? —pregunto—. Cortas el césped
13 todos los sábados.

—Sí, bueno, en su mayoría las ancianas pagan con alimentos. Y mi abuela


necesitaba algunas cosas. —Él da un golpecito en el mostrador—. Malcolm
viene a por mí esta noche.

—¿Cuánto te has retrasado con el pago?

Él mira de la ventana al suelo.

—Dos meses. —Por el bien de Leo Intento no parecer preocupado—. Mira.


Todo lo que necesito es esquivarlo hasta las tres y tendré el dinero.

—¿No puedes pedirle un adelanto a Jake?

—No quiero que sepa que le debo a Malcolm.

—¿Ha rondado por tu casa? —pregunto.

—No. Pero supongo que le dará una visita a mi abuela si no consigue lo que
le debo esta noche. Dylan dijo que ayudaría. Nos reuniremos en la escuela por
el camino de Barry’s. Un trabajo, y todos empezamos el mes sin deudas.
Tenemos al menos un primer delito, antes de que la policía pueda incluso
pensar en meternos en la cárcel.

—Eso es un brillante futuro por delante. —Miro más allá de él, hacia el
calendario con el círculo del día de alquiler. Pienso en mamá sumando los
deprimentes números en la noche, visitando psíquicas y buscando un final feliz.

—Mi hijo necesita un trabajo —dijo el nuevo dueño de la tienda de pintura


cuando me despidió hace seis semanas—. No es nada personal. —Gracioso.
Porque el agente de la inmobiliaria al que le debemos dinero, se lo está
tomando muy personal.

Leo recibe una llamada telefónica y mientras él está hablando, me pongo a


hojear el pequeño cuaderno de bocetos de Bert. Valerie me lo dio en el funeral.
Dijo que Bert habría querido que yo lo tuviera. En nuestra hora del almuerzo en
14 la tienda, él se sentaba allí y hablaba y dibujaba estas imágenes. Cada uno
estaba en una página diferente, elaborado casi igual que el anterior. Sus viejas
manos se movían mientras hablaba, y para el final de la comida, siempre había
terminado una nueva serie. Pasé las páginas y las cosas que había dibujado se
movían como si estuvieras viéndolo en la televisión. Mientras espero a Leo, veo
una que dibujó de mí. Me veo a mí mismo comer bocadillos y hablar con Bert
mientras que las nubes circulan por encima de mi cabeza, hacia atrás y hacia
adelante.

—¿Entonces? —Leo me pregunta al colgar y luego escribe algo. Nunca


podría conseguir que mi letra se pareciera a la suya. Los domingos después de
jugar al fútbol en el Curso 5, él agarraba mi mano y la movía a través de la
página por mí, hasta que me volvía tan loco que quebraba el lápiz. Leo se reía y
sacaba otro lápiz.

—Está bien, entro en esto —digo y cierro el libro de mí en el almacén con


Bert. Lo guardo en mi bolsillo y lo cierro, a pesar de que no hay nada que robar.
Tomamos un atajo por la línea del ferrocarril hasta la escuela secundaria.
Dibujé un cuadro de este lugar el día que salí definitivamente en el Curso 10.
Edificios rodeados de alambre y un pequeño individuo atrapado en las púas.

—¿Está tratando de entrar o salir? —preguntó Bert. Yo no estaba muy


seguro.

Dylan nos está esperando, sentado delante de una pared que dice «Dylan
ama a Daisy» en grandes letras rojas. Leo lo mira durante un rato.

—Robaremos más tarde en este lugar, ¿y te pones a firmar tu nombre en la


pared? ¿Te acordaste de dejar la ventana abierta del bloque de Materiales esta

15 tarde?

—Por supuesto que sí.

—¿Vamos a robar al bloque de Materiales? —pregunto—. Eso es bajo.

—¿Qué te importa? Ellos te echaron —dice Dylan.

—Cállate —le dice Leo—. Ed se fue porque quería irse. —Y empiezan a


discutir sobre si el grafiti es una prueba admisible en un tribunal.

Veo a Leo gritando y sudando, y planeo una pieza que podría pintar, un
tipo de espaldas a la pared, lleno de signos de dólares que están a punto de
quitarle la vida. A la policía no le preocupa cómo Leo, Dylan y yo llegamos
aquí. Todo lo que les importa es que estamos llenando la camioneta con cosas
que no son nuestras.

Mientras ellos gritan, pulverizo cada rincón de la pared, así no hay nada
que diga que alguna vez estuve aquí y, mientras estoy haciendo eso, una sirena
se escucha no muy lejana.
—Tengo un mal presentimiento. —Les digo, pero mi voz se pierde en la
mezcla de la ciudad.

16
Poeta

Asignación número Uno


Poesía 101
Estudiante: Leopold Green

17 í

Yo vivía con mis padres

en una casa que olía a tabaco

y sabía a cerveza si tocabas algo.

La mesa de la cocina era un mar amargo

que se desprendía con mis dedos.

Había tres puertas entre los enfrentamientos y yo,

y por la noche las cerraba todas.

Me acuesto en la cama y bloqueo los sonidos


Imaginando

que estaba flotando.

A años luz de quietud,

interrumpido por la respiración

y nada más…

Iba a la deriva por el espacio

y caía a través de los sueños

en cielos oscuros.

Algunas noches

18 mi hermano Jake y yo nos arrastrábamos por la ventana

y atravesábamos el parque,

colgándonos en las barras de trepar durante un rato.

En el camino hacia la casa de la abuela,

ella estaría esperando.

En albornoz y zapatillas,

en busca de nuestras sombras.

Ella nos leía

poesía y cuentos de hadas,

donde las espadas se encargaban de los dragones.

Y Jake nunca dijo que eso era un montón de mierda

como pensé que haría.


Y una noche,

la abuela dejó de leer antes del final feliz.

Ella preguntó—: Leopold, Jake. ¿Queréis vivir en

mi habitación de invitados?

Su voz

sonaba como el espacio y el cielo oscuro,

pero esa noche todos mis sueños

tenían cimientos.

19
Lucy

Camino frente al muro. Un pájaro amarillo está patas arriba, bajo un cielo
azul y la palabra Paz es pulverizada en letras gordas entre las nubes.

—Supongo que es demasiado tarde para darle a la paz una oportunidad —


dice Al—. Parece que está muerta.

—Nop —le digo—. Solo está durmiendo.

La mayoría de las veces cuando miro el trabajo de Shadow y Poeta veo algo
20 diferente de lo que las palabras me están diciendo. Eso me gusta del arte, que lo
que ves a veces es más sobre quién eres que lo que hay en la pared. Miro esta
pintura y pienso en cómo todo el mundo tiene algún secreto en su interior, algo
durmiendo como ese pájaro amarillo.

Miro y me da una sensación, un agradable cosquilleo. Ese cosquilleo no


tiene nada que ver con el sexo como dice mi mejor amiga, Jazz. De acuerdo, en
beneficio de la honestidad, a lo mejor tiene un poco que ver con el sexo, pero
sobre todo tiene que ver con saber que hay un tipo por ahí que no es como
todos los chicos que hay por ahí.

—Necesito más detalles —le digo, con mis ojos todavía en el muro.

—Es como te dije. Shadow hace la pintura. Poeta escribe las palabras.

—¿Los viste mejor esta vez?

—Igual que antes. Son jóvenes y desaliñados —dice Al—. Rondando tu


edad.
—¿Guapos?

—Soy un hombre de sesenta años. Realmente no podría decir.

—¿En qué dirección se fueron?

—Mi calle desemboca a un callejón sin salida, Lucy. Se fueron en la única


dirección que pudieron.

Me acerco y me siento a su lado. Concentrándome muy en serio.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta.

—Estoy tratando de doblegar las leyes del tiempo para poder llegar cinco
minutos antes.

Él asiente con la cabeza y miramos la seda sucia del humo de la fábrica

21 flotar por el cielo.

—¿Tienes algo de suerte? —pregunta después de un rato.

—Nop. No puedo hacer ninguna inversión de tiempo.

Él sonríe.

—Lo verás, sólo es cuestión de esperar. Desde que este lugar se convirtió en
legal Shadow ha estado trabajando aquí un poco. Y terminaste la preparatoria
hoy. ¿Vais a ir al pueblo Jazz y tú?

—Nos reuniremos en Barry´s alrededor de las nueve y media.

—Comienzan tarde.

—Jazz quiere tener una aventura nocturna-toda-la noche.

—¿Tienes tiempo para ayudarme con una pieza antes de irte? —pregunta, y
yo asiento y lo sigo dentro.
Soy adicta a este lugar. Al calor que sale de la caldera. A mis músculos
doloridos mientras ayudo a Al con el soplado de un cristal. Me duelen con el
peso de la pieza en el extremo de la varilla. Dolor ante la idea de que en un
lugar tan feo como este, un lugar de óxido, sudor y acero, algo que brilla como
el amor puede aparecer.

Tengo que agradecer a la Sra. J, mi profesora de arte, por haberme


presentado a Al. En el Curso 10 nos llevó de excursión al taller y permanecimos
detrás de una valla de alambre de seguridad y lo observé, otro tipo giraba el
cristal, lo calentaba en un horno y lo giraba de nuevo. El calor me estaba
quemando, pero se sentía como si estuviera ocurriendo desde dentro hacia
afuera. Nunca había deseado tanto algo.

Al ofreció un curso gratuito de soplado de vidrio de seis semanas a uno de


los estudiantes de la Sra. J, y ella me lo dio. Cuando el curso finalizó Al dijo que
continuaría siendo mi maestro. He pagado la mitad de mis gastos limpiando su
taller todas las semanas. Mamá y papá pagaron la otra mitad. He estado
22 limpiando y tomando lecciones aquí desde entonces. Ayer, gracias a Al, terminé
mi diseño de Arte del último año de la prepa.

—Condensado —dice, y utiliza papel de periódico mojado para girar y dar


forma a la masa brillante. Él asiente con la cabeza, y yo soplo en la boquilla y
cubro la abertura con el pulgar para atrapar el aire, el jarrón se infla con mi
aliento. Él utiliza el diario para girar y dar un poco más de forma. El papel se
calienta y se quema, salpicando el aire de estrellas.

Sus viejas manos se mueven suavemente como el agua mientras separa el


extremo del cristal, sin romperlo. Después lo metemos en el horno de
tratamiento térmico para enfriarlo, él dice:

—Así que, creo que estás lista para un ascenso. Pensé que podrías seguir
trabajando aquí mientras estás en la universidad y me gustaría pagarte en
efectivo en vez de con las clases. No más limpieza. Exclusivamente cristalería.

—¿Hablas en serio? ¿Sería tu asistente?

—Podrías trabajar con Jack y Liz. ¿Estás interesada?


Al es uno de los artistas más importantes de cristalería en la ciudad.
Asiento con la cabeza efusivamente.

—Bien —dice—. Bueno.

Nos sentamos afuera un poco más, yo esperaba que Shadow reapareciera.


Tengo este sentimiento intenso cuando sueño despierta con él. No estoy
despierta y tampoco durmiendo. Estoy en un pasillo azul tenue que se extiende
entre los dos.

—¿Cómo van las cosas en casa? —pregunta Al.

—Bien. Mejor. Papá sigue viviendo en el cobertizo, pero entra en la casa


cada vez más, y no sólo para ir al baño. Realmente creo que regresará pronto.

—Es una gran noticia.

23 —Sip. Eso sólo pretendía ser una medida temporal. Y ahora no están
peleando más, así que, ya sabes. —Echo un vistazo a ese pájaro dormido.
Imagino a Shadow trazando un arco con su brazo y derramando amarillo a
través del gris.

Derramando luz del sol.

Hace un par de meses antes de que papá se mudara al cobertizo, él y mamá


tenían enormes peleas sobre cosas estúpidas. Mamá es una auxiliar dental y
novelista a tiempo parcial. Papá es un humorista/mago y taxista a tiempo
parcial.

Ellos tenían algunas ideas creativas acerca de donde la otra persona podía
meterse el mando a distancia.

Luego simplemente dejaron de pelear. Llegué a casa de la escuela un día y


se sentía la tranquilidad flotando a lo largo de la calle. Cuando entré en el jardín
mi padre estaba de pie delante del cobertizo, bebiendo limonada y cocinando
salchichas y papas deshidratadas en un hornillo portátil.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté.


—Me mudo al cobertizo durante un tiempo. Sólo hasta que tu madre acabe
su novela y yo consiga escribir mi próximo espectáculo. —Agitó las pinzas de
barbacoa—. ¿Quieres cenar en mi casa?

—Tu casa es mi casa, papá. —Me senté a su lado mientras él cocinaba y


trataba de entender las cosas. Claro que habían estado peleando, pero papá y
mamá llevaban juntos treinta años. Papá siempre estaba hablando de lo
romántico que fue cuando se conocieron en la cafetería de la universidad. Él
pidió la sal de mi madre y ella le pidió su azúcar.

—Un romance como ese no puede terminar en patatas deshidratadas —le


dije a mamá.

Ella respondió:

—Lucy, tienes suerte si el romance termina en algo que se puede añadir


agua para rehidratar.
24 Eso no me reconfortó.

Ella cenó con nosotros esa noche cuando llegó a casa, lo cual fue incluso
más confuso. No pelearon. Mamá le dijo a papá que las patatas estaban
deliciosas.

—Deja de mirarme así —dijo ella—. Tu padre y yo necesitamos espacio


para escribir. No puedo aspirar la saliva de la boca de la gente el resto de mi
vida y tu papá no puede conducir un taxi.

Podía entender eso. Mamá y papá no son exactamente típicos. Mamá tiene
una imagen de Orson Welles en la pared y lleva una camiseta a las entrevistas
de padres y profesores que dice: Si no quiere una generación de robots, financie las
artes. Papá puede arrojar flores por las orejas y hacer malabares con fuego.

Pero eran siempre típicos a la hora del amor y el matrimonio. Papá ha


estado fuera de casa durante unos seis meses. Él nos visita bastante poco; sólo
vive en el cobertizo. Parecen felices, pero, si me lo preguntas, todo esto es
extraño.
—¿Quién puede decir qué es extraño? —pregunta mamá cuando traigo a
colación el tema.

—Yo —le digo—. Puedo decirlo.

Ella rueda los ojos.

Llevo mi bicicleta hasta el muro antes de irme de lo de Al. Cuando toco la


pintura un poco de cielo azul claro queda en mis manos. No lo noté antes, pero
en la esquina hay un niño confundido mirando al pájaro.

—Hay un niño, ¿lo has visto? —le digo.

25 —Lo vi —dice.

Me despido y empujo mi bicicleta hasta la colina. Jazz telefonea cuando


estoy a medio camino de la cima.

—Daisy y yo ya estamos aquí. ¿A qué distancia estás?

—Estoy cerca. Tomé un desvío porque Shadow y Poeta estaban en lo de Al.

—¿Los has visto?

—Los perdí por cinco minutos, pero ahora tengo aún más pruebas de que
Shadow existe y que tiene mi edad. —Sabía exactamente lo que ella iba a decir.

—Lucy, su arte es definitivamente genial y no estoy diciendo que no lo


lograrás con él si lo encuentras. Pero, mientras tanto, podría nombrarte por lo
menos uno y medio de los chicos que les gustaría salir contigo.

Bueno, entonces casi sabía lo que iba a decir.

—¿Uno y medio? ¿Algún chico quedó atrapado en la puerta del autobús?


—Simon Mattskey podría estar interesado, pero él está preocupado por la
cosa de la nariz. Yo le dije que era una leyenda urbana.

—Estoy esperando.

—Sólo recuerda, las pinturas demuestran que el hombre de las cavernas


también existió. Shadow podría no ser el tipo que has estado esperando.

Cierro mi teléfono de golpe y me tomo mi tiempo caminando. Jazz cree que


no he tenido suficiente acción en el terreno de los chicos. He tenido acción con
otros chicos de por aquí y así es como sé que no deseo acción con ellos de
nuevo.

El asunto de la nariz sucedió antes de que Jazz comenzara en nuestra


escuela. Ella nunca había oído la historia real, porque en el momento en que
llegó, eso había estado confuso, exagerado y medio olvidado, y yo quería que se
mantuviera de esa manera.
26 El tipo era un sheddy2, uno de los chicos que pasaban mucho tiempo
apoyados contra las casetas traseras saltándose las clases. Cada vez que me
miraba yo sentía como si mi lengua tocara la punta de una batería. En las clases
de arte lo observaba echarse hacia atrás y escuchar y yo no era más que chispa y
hormigueo. Después de un tiempo, el hormigueo se volvió electricidad, y
cuando él me invitó a salir mi cuerpo entero se amplificó a un nivel en el que
técnicamente yo debería haber muerto. No tenía nada en común con un sheddy
como él, pero una chica no piensa con claridad cuando está tan cerca de la
electrocución.

Me gustó que su cabello creciera imprevisible. Una sonrisa que salía de la


nada y la retiraba de la misma manera. Que era lo suficientemente alto así que
tenía que levantar la vista para mirarlo en las secuencias de mis sueños.
Realmente me gustaron mucho sus camisetas. Cuando él me invitó a salir
llevaba puesta una con un perro paseando a un hombre con una correa. Y

2
sheddy (sheddies): Término utilizado para describir las categorías inferiores en un ambiente
escolar que a menudo se les enseña habilidades de construcción en lugar de temas intelectuales.
Derivado del término "Shed Builder" (Constructor de Casetas, Cobertizos) – En el texto es
utilizado sarcásticamente.
siempre había ese espacio a su alrededor. El tipo de espacio en el que tenías que
hacer cola para entrar. Vi otras chicas intentándolo pero no llegaron más allá
del guardia de seguridad en la puerta.

De todos modos. La noche no fue tan bien porque le rompí la nariz, lo que
fue un accidente que ocurrió cuando lo golpeé en la cara porque me tocó el
culo.

Papá estaba viviendo en la casa entonces y antes de irme a la cita le conté


todas las cosas que esperaba de este chico y que me gustaría hablar.

—Tal vez Matar a un Ruiseñor, el libro que estamos estudiando. A lo mejor


Rothko, el pintor que nos mostró la señora J.

—Parece que será romántico —dijo papá—. Tu madre y yo tuvimos una


primera cita romántica. Ella estaba estudiando escritura crítica y yo estaba
estudiando comedia, así que fuimos a una película de Woody Allen que estaba
27 en algún lugar intermedio. No me acuerdo de la película, pero recuerdo que
ella olía a delicioso té verde.

Tuve esa historia en mi cabeza cuando me presenté para mi cita en Barry’s,


la cafetería de toda-la-noche, donde los sheddies pasaban el rato. No hubo
ninguna conversación genial, sin embargo. Nos sentamos en un vacío de sonido
que sólo los astronautas pueden entender hasta que nos fuimos para la película.
Mientras caminábamos saqué a colación Matar a un Ruiseñor y él se fue a un
nivel de silencio más allá del silencio que habíamos tenido antes y me agarró del
culo.

—Joder —gritó, cuando le di un codazo en la cara—. Mierda, creo que me


rompiste la nariz.

—No deberías haberme agarrado el culo. No hagas eso en una primera cita.
Atticus Finch nunca habría hecho eso.

—¿Sales conmigo y tienes novio? —gritó.

—¡No!
—Entonces, ¿quién es Atticus Finch?

—Está en el libro que estamos leyendo en la escuela.

—¿Estás hablándome de libros? ¿Cuando voy sangrando por todo el


camino? Joder. Puta Madre.

—Deja de maldecirme. —Fue estúpido hablar con él de libros cuando era


culpa mía que su camiseta estuviera recubierta de sangre, pero todo estaba
yendo en la dirección opuesta a la forma en que pensaba y no podía soportar la
vista de la sangre y estaba tan decepcionada de que él resultara ser un
agarrador de culos que salí corriendo y no miré hacia atrás.

Mamá me dirigió una mirada cuando llegué a casa y dijo:

—¡Pronto, en el lavadero! —Ella sostuvo mi cabello apartándolo de mi cara


mientras yo vomitaba con tanta fuerza que casi me retuerzo. No le dije lo que
28 hice; le dije que no era lo que yo pensaba que sería. Mamá me acarició el pelo y
dijo:

—A veces no lo son. A veces te hacen vomitar.

Eso no me consoló.

Pero Shadow no me haría vomitar. Estaba muy segura de eso. Sería un tipo
que hablara de arte, no un agarrador de culos. Y como papá dice, el amor y el
romance son cosas que vale la pena esperar.

Llego a la cima de la colina, me monto en mi bicicleta y me dejo ir. Las luces


de la ciudad reflejan y saltan y vuelan a lo largo de mi ligero trayecto, pensando
en Shadow. Pensando que en algún lugar de la oscuridad cristalina, él está ahí
afuera.

Pulverizando color. Pulverizando pájaros y cielo azul en la noche.


Pongo el candado a mi bicicleta y camino hacia Barry´s. No vengo aquí muy
a menudo por ser el lugar de los sucesos de mi primera cita. Jazz y yo
normalmente pasamos el rato en la tienda de café en la Calle Kent. Ella trabaja
allí todos los sábados adivinando el futuro de la gente.

Jazz jura que es psíquica y yo diría que sería una porquería si sus
predicciones no se hicieran realidad de algún modo. Ella predijo que sería
alérgica al zumo de guayaba, que era algo que nunca había probado. Me tomé
un litro del mismo en nombre de la investigación científica. Papá me llamó Cara
Grande durante semanas.

Cuando llego ella está sentada en el reservado del fondo, vestida para la

29
acción y chupando una piruleta. Mamá saca una foto horrible del dentista
siempre que Jazz está en mi casa.

—Hace falta algo más que eso para impresionarme, señora Dervish —le
dice Jazz—. Veo mi futuro y mis dientes están bien. —Mamá rueda sus ojos.

Su cabello largo y oscuro tiene pequeñas trenzas y flores aquí y allá, lleva
puesto un vestido rosa y las estupendas botas que se compró en una tienda de
segunda mano en la Calle Delaney. El precio de la etiqueta marcaba quince
dólares, pero ella consiguió que el chico le rebajara hasta diez.

Junto a ella, Daisy está incluso más vestida para la acción con un vestido
corto y negro y balerinas de seda verde. Su atuendo a juego con sus ojos. Son
aguas invernales azotadas con el negro que destacan aún más por su rubio
cabello corto. Ella es la clase de chica que es observada. Ella es la clase de chica
que le gusta ser observada.
Compruebo mi reflejo. Parezco como si hubiera dormido con mis vaqueros
gastados y mi camiseta Magic Dirt3.Quizás he dormido con ellos, ahora que lo
pienso. Arrastro mi cabello y presiono dos brochas por todo el bulto para
mantenerlo fuera del camino.

Entro al reservado.

—Llegas tarde —digo.

Jazz apunta su piruleta hacia mí y me ofrece una mirada seria.

Yo le robo una patata frita.

—Vale, llego tarde, pero si el plan es salir toda la noche, ¿para qué tanta
prisa?

—Ella tiene un presentimiento —dice Daisy—. Los próximos chicos que

30 crucen la puerta serán los que están destinados a conectar con nosotras.

—¿Has visto a los chicos que viven por aquí? —pregunto.

—Lucy tiene razón —dice Daisy—. Algunos de ellos no son guapos.

Daisy conoce a la gente. Ella es una sheddy por lo que viene mucho por
aquí. Jazz y yo comenzamos a salir con ella hace aproximadamente un mes
cuando nos pusieron juntas en un grupo de Inglés. Siempre me ha gustado, nos
movemos entre gente distinta y vamos a lugares diferentes.

Invitarla esta noche fue un impulso del momento. Ella, Jazz y yo estuvimos
agachadas detrás de un arbusto esta tarde, escondiéndonos de su novio, Dylan,
y sus compañeros. Estaban tirando huevos a todos para celebrar el fin de Curso
12.

3
Magic Dirt: es una banda de rock australiana, que se formó en 1991 en Geelong, Victoria,
Inicialmente conocido como Deer Bubbles y después Jims Jim, se cambiaron el nombre a Magic
Dirt en 1992.
—El romance tiene una seria necesidad de un poco de reanimación. —dijo
Daisy mientras una yema de huevo se deslizaba por su rostro. Ella nos miró a
Jazz y a mí cubierta de huevo—. Siento mucho que mi novio sea un idiota.
Definitivamente romperé con él —dijo ella—. Mañana. Si lo hago antes no
tendré a nadie con quien salir durante la última noche del Curso 12.

—Sal con nosotras —dijo Jazz.

Otro huevo golpeó a Daisy en la cara. No necesitó más persuasión.

—¿De verdad vas a romper con Dylan? —pregunto mientras ella está
mirando hacia la puerta—. Habéis estado juntos desde finales del Curso 10.

—Estoy segura. No sé por qué me he quedado con él hasta ahora. Es


demasiado largo para explicarlo como locura temporal.

—Lucy está esperando un romance. —A Jazz le gusta decir que soy la chica
31 que sufre de locura temporal—. Yo me conformo con la acción. Tengo una
última noche antes de que vuelvan mis padres de vacaciones. Después todo el
tiempo será para estudiar hasta los exámenes. Todas las anotaciones en mi
diario durante el Curso 12 no pueden ser: Miro la televisión, miro la televisión,
utilizo el hilo dental, doy un beso de buenas noches a mis padres, miro más televisión a
escondidas. Mañana escribiré: Salí toda la noche. Besé a alguien.

Jazz oyó la semana pasada que ella consiguió una audición para el Colegio
de Arte. Estoy muy segura de que ella no necesita el curso de teatro.

—Besar a alguien —le digo—. No a cualquiera.

—Bien. Besar a alguien agradable. Como él —dice, señalando la puerta.

—De ninguna manera —decimos Daisy y yo a coro.

—Esto es perfecto. —Jazz comprueba su reflejo—. Leo Green está en mi


clase de Inglés. No conozco al chico que va con él.

Daisy sonríe y me mira.


—Es Ed Skye. Lucy, ¿te acuerdas de él?

—Vagamente.

—Está bueno —dice jazz—. Perfecto para ti.

Daisy deja de sonreír.

—Eso deja a Dylan para mí. No quiero a Dylan.

—Encontraremos a alguien para ti por el camino —le contesta Jazz—.


¿Listas?

—No —decimos Daisy y yo a la vez.

—Bueno. Nos ponemos en marcha y que las cosas vayan desarrollándose


poco a poco.

32 —Me encantaría que esta noche fuera tranquila —le digo.

—No es una opción —dice Jazz, entregándonos a Daisy y a mí un trozo de


chicle a cada una. Realmente, no pensaba que lo fuera.

Algunas cosas tardan una eternidad. Esperar un autobús cuando está


lloviendo. Los primeros encerados después del invierno. Hacer cola para
conseguir entradas para una banda. Esperar un café por la mañana. Caminar
hacia estos chicos no es una de esas cosas. Parpadeo y estoy allí, mirando más
allá de ellos por la ventana hacia el puente.

Las luces están enviando pequeños mensajes de advertencia: camina más


allá de la mesa, corre, directo a lo de Al y espera en los escalones a que Shadow
regrese.

—Hola —dice Jazz, de pie junto a la mesa.

Leo mira y sonríe.

—Hola.
—Hola —dice Dylan.

—Cállate —le dice Daisy, y hace las presentaciones—. Ed, esta es Jazz
Parker. Sólo una advertencia, ella es psíquica. Así que no vayas pensando en
cosas malas. Ya conoces a Lucy. Leo, conoces a Jazz y Lucy. Jazz y Lucy,
vosotras conocéis a Dylan. Él es el idiota que nos lanzó huevos hoy.

Ed me mira como si deseara que yo desapareciera y si tuviera que elegir le


concedería ese deseo, me convertiría en humo y me alejaría de su camino.
Deseo sentarme al otro lado de la mesa frente a él para que no piense que estoy
interesada pero no hay espacio al otro lado así que me siento tan lejos como
puedo y trato de tener una experiencia extra corporal.

Lo intento, lo intento. Nop. No hay suerte. No puedo hacer ninguna


proyección astral. Esto no podría ser más incómodo si todos lo intentamos.

33 —¿Quieres tomar un poco el aire? —Leo le pregunta a Jazz, y ellos se


marchan fuera. Daisy les sigue y Dylan la sigue a ella. Vale, podría ser más
incómodo si todos lo intentamos.

No pienses en Ed. Piensa en Shadow. Piensa en conocerlo. Piensa en lo que


vas a decirle, parada delante de él. Piensa en llevarlo al taller de Al y enseñarle
los brillantes esmaltes rosados que arden a la luz. Piensa en la noche
transformándose lentamente en día y en Shadow no desapareciendo y tú no
desapareciendo con él.

Miro a Ed. Él está mirando por la ventana mostrándole a Leo los pulgares
hacia abajo. Espero hasta que él me mira y luego le muestro dos dedos hacia
arriba. Él me revela dos dedos devuelta. Le ofrezco el dedo medio. Él me lo
muestra a mí. No sé más signos así que me invento uno. Tres dedos. Toma eso,
señor. Él muestra cuatro. Cito sus cuatro y subo su quinto. Él salta directamente
a diez y hace algo con su dedo pulgar que me perturba. Recuerdo una señal que
vi en la televisión una vez y devuelvo mis manos a mi regazo. Ed regresa sus
manos al suyo.
—Bueno. —Jazz se desliza hacia atrás en el reservado—. Estáis hablando.

—No puedo creer que sigas enfadada conmigo —dice Ed.

—Tú me agarraste el culo.

—Tú me rompiste la nariz.

—¿Tú le rompiste la nariz? —pregunta Jazz—. ¿Tú le agarraste el culo?

—Yo tenía quince años y me deslicé y ella me rompió la nariz.

—Espera un momento. ¿Cómo te deslizas en el culo de alguien? —pregunta


Jazz.

—Quise decir cometí un desliz. Metí la pata y ella me rompió la nariz.

—Tienes suerte de que fue lo único que te rompiera —le digo.

34 —Tienes suerte de que no llamara a la policía.

Leo, Dylan y Daisy se deslizan en el reservado.

—¿Vosotros sabíais que Lucy le rompió la nariz a Ed? —pregunta Jazz.

Ed cierra los ojos y silenciosamente golpea la cabeza contra la pared.

—Lo llevé al hospital —dice Leo, sonriendo—. Tuvo que meterse durante
cinco horas en una de esas batas con el culo al aire.

Vale, si alguien dice «culo» una vez más voy a tener que levitar para alejar
la humillación.

—No puedo creer que él agarrara tu culo —dice Jazz.

Realmente me concentro mucho. No. No sirve. No puedo conseguir


ninguna levitación.
—Necesito una visita al baño. —Cojo a Jazz por el hombro—. Tengo la
sensación de que tú también lo necesitas.

—¿Lo necesito? —pregunta Daisy sonriendo.

—Claro —le digo—. Visita de Toilet para todos. —Leo sonríe y se levanta—.
Tú no.

—Cuidado —le dice Ed—. No es buena idea hacerla enfadar. —Le oigo reír
hasta que se cierra la puerta del baño. Antes de que lo haga, me aseguro de
balancear un poco mi culo. Toma eso, señor, ojalá puedas conseguir algo de
levitación.

35
Ed

—Ella balancea su trasero a propósito —dice Leo, riendo—. Me gusta.

Me rio con él hasta que la puerta del lavabo se cierra y entonces me


detengo.

—No me cae bien. Me voy a casa.

—De ninguna forma —dice leo—. Quiero estar un rato con la dama Jazz y
ella quiere a alguien para Lucy.
36 —No soy alguien para Lucy.

—Jazz cree que lo eres.

—Jazz cree que es psíquica. Está delirando.

—Daisy no se quedará sin las otras dos —dice Dylan—. Está enojada
porque le tiré huevos a la cabeza esta tarde.

Los tres pensamos acerca de eso durante un momento.

—Fue estúpido tirarle huevos a la cabeza —dice Dylan.

—Las flores funcionan mejor. —Leo se inclina hacia mí—. Mira. Tenemos
seis horas por delante antes del trabajo y tres chicas preciosas para la aventura.
¿Cuál es el problema?

—La última aventura que tuve con ella terminó en el hospital, ese es el
problema.
—Pues no le toques el trasero esta vez.

—Trataré de recordar eso.

La primera obra que hice fue para ella. Una chica con caminos, ríos y
desiertos por su piel. Carreteras en su cuello que recorrían todo el camino
atravesando el país. Fuera, a su lado había un tipo con el capo de su auto
abierto y humo saliendo del motor.

La pinté en mitad de la noche con un pedazo de cinta blanca sobre mi nariz


y dos moretones en mis ojos. Ni siquiera mire detrás de mí para comprobar si
había policías.

—Arréstenme —estaba planeando decir si aparecían—. Vamos háganlo.


Arréstenme.

Ningún policía apareció y yo me quede ahí hasta que el sol borró la


37 oscuridad. Ni si quiera era un buen amanecer. El humo de la fábrica se tragó el
color antes de que tuviera una oportunidad y todo el cielo estaba de un blanco
turbio.

Me costó semanas invitarla a salir. Había estado acechando su casillero,


acosándola antes de las clases y durante el almuerzo y después de la escuela.
Incluso la googleé. Encontré una foto en la página web de la escuela de una vez
que habíamos ido a la Galería Nacional en el Curso 9. Ella estaba mirando una
pintura de Rothko y yo era un pequeño y triste punto en el fondo mirándola.
Había estado mirando el Vermeer y doblé a la esquina y ahí estaba ella. Toda
perlas, toda ojos, toda piel, toda boca.

La observaba en la escuela, también. Mientras ella estaba dibujando esas


imágenes de gente enredada entre si. Me mantuve soñando que ella y yo
estábamos enredados así. Continúe soñando acerca de ese lunar que tiene en el
cuello, ese pequeño país. Quería visitarlo, pintar un retrato de lo que encontrara
allí, una pared con un mapa de caminos de su piel.
La señora J nos emparejó para una tarea de investigación sobre Jeffrey
Smart, yo estaba observando ese lunar y ella levantó la vista de su libro y me
pilló haciendo planes de viaje.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Nada —dije yo—. Solo. Estaba pensando. Deberíamos ver una película.

Ella se sentó allí dando golpecitos en la mesa con su bolígrafo y mi sangre


se estaba agitando y me estaba desesperando y nada relajado, sentado ahí
haciendo planes para mudarme a un país lejos del mapa. Pero entonces ella dijo
que sí y mi pecho fue succionado a algún lado y yo anduve por ahí con ese
agujero dentro de mí toda la semana. No dejaba de pensar que no lograría
llegar al viernes por la noche. Que algo pasaría antes para acabar con mi suerte,
algo como una bomba nuclear estallando así que no había lugar para que nos
encontráramos.
38 —Muy bonito —dijo Leo cuando lo llame para que viniera a recogerme
porque ella me había dejado en la cuneta con la nariz partida. Ni siquiera llamó
para comprobar si me había muerto. Una cita como esa hace desear a un chico
dejar caer la bomba. Justo sobre su casa.

—¿De qué crees que están hablando allí dentro? —pregunta Dylan,
mirando hacia el lavabo.

—Me atreveré y diré que de nosotros. —Leo se reclina hacia atrás—. Chicas
y dinero. Tengo una buena corazonada. —Revisa detrás de él por enésima vez
esa noche.

Él y Dylan continúan hablando y riendo y actuando como si no les


importara que pudiéramos ser atrapados más tarde en la escuela. Miro por la
ventana y pienso en el cielo en el cuaderno de Bert. Acerca de cómo las nubes
parecen como si se estuvieran moviendo pero no lo están. Son las mismas
apareciendo una y otra vez, y otra vez y otra vez y otra vez.
Lucy
Es tiempo de hablar seriamente así que Jazz y yo entramos en el mismo
cubículo. Daisy entra también.

—¿Es esto como el cubículo del silencio? —pregunta después de que Jazz
cierra la puerta.

—Es más como el cubículo de la verdad —le dice Jazz.

Jazz y yo nos conocimos así unos meses después de haber llegado en el


39 Curso 10. Yo estaba a punto de cerrar la puerta del cubículo cuando la abrió,
cerró de golpe, me tapó la boca y susurró:

—Shhh.

Escuchamos mientras Holly Dover y Heather Davidson entraban en el baño


y gritaron el nombre de Jazz.

—No está aquí —dijo Holly cuando nadie respondió—. Miremos en la


biblioteca.

—Son difíciles de despistar —dijo Jazz después de que se fueron—. Han


estado siguiéndome desde el comedor.

—Las llamamos las HDs4 —le dije—. Ya sabes, debido al alto y envolvente
sonido de sus voces.

—Tuve la sensación de que no quería ser su amiga, incluso antes de que


hablaran. Soy psíquica —dijo, y me miró buscando nerviosamente la puerta.
4
HD- High Definition: Alta definición.
—Psíquica. No psicópata. Soy Jazz Parker.

—Lucy Dervish —le dije.

Fuimos amigas desde ese momento. Me relacioné con un montón de


personas diferente antes que ella. Me gusta tener amigos de diferentes grupos.
Había días que me sentaba con los chicos de mi grupo de lectura. Algunos días
con los artistas. Algunos otros jugaba al ajedrez. Otros días me pintaba las uñas
de negro.

Sin embargo, al final caí en la sencillez de tener un mejor amigo. Jazz es el


tipo de persona que se auto invita a los lugares y no sigue las reglas de la
geografía escolar. A ella le gusta el ajedrez, lo sobrenatural, el teatro,
Shakespeare y el deporte.

—Soy ecléctica —dijo a las HDs una vez, y podía verlas tratando de

40 averiguar dónde estaba enchufada.

Ella me mira esta noche, mientras estamos en el cubículo de la verdad.

—¿Por qué mientes?

—No lo hice.

—Estamos por ahí hablando de Ed y no dijiste nada acerca de que él es el


chico de la nariz rota. Eso es mentir, ¿verdad? —Mira a Daisy.

—Es ocultar la verdad —dice Daisy.

—Muy bien. ¿Por qué ocultas la verdad?

—Tú eres psíquica. Supuse que lo sabías —le digo.

Ella me señala seria con el dedo.

—No puedes bromear para tratar de salir de esto.


—Me sentí estúpida y sabía que lo ibas a mencionar apenas nos fuéramos y
sabía que si te enterabas que me gustó Ed una vez, me empujarías a él de nuevo
y no me gusta.

—Pero él es tan guapo y es amigo de Leo. —Ella baja la voz—. Lucy,


cuando estábamos en la calle hablando, el brazo de Leo rozó mi brazo. Tengo
electricidad estática ahí.

No puedo dejar de reír.

—Pues sal con él. Háblame de eso mañana.

—Quiero contártelo mientras está sucediendo.

—Él probablemente pensará que es extraño —le digo.

—Quiero que obtengas electricidad estática.

41 —Frotaré mis pies en la alfombra durante un rato cuando llegue a casa. Te


lo prometo.

—Recuerdo la estática —dice Daisy—. Dylan y yo solíamos tenerla. Ahora


ni siquiera viene conmigo a Queensland para un viaje de fin de Curso 12. Él ha
trabajado todo el año para conseguir el dinero y luego se lo gastó en una Wii.
¿No quieres estática? —me pregunta.

—Sí. Pero, no con ellos. —Asiento en dirección a la cafetería—. Quiero


alguien como Shadow. —No alguien como él—. Quiero a Shadow.

—Alguien que tienes casi ninguna esperanza de encontrar —dice Jazz.

—Dylan lo conoce —dice Daisy—. A él y Poeta.

He estado siguiendo a Shadow durante años. Los niños inventan cosas


sobre él todo el tiempo. Está muerto, está en el extranjero, que está estudiando
arte. Por lo que yo sé, nada de eso es cierto.
—¿Te refieres a que Dylan conoce a alguien que conoce a alguien que tal
vez los conozca?

—No. En realidad los conoce. Lo dice todo el tiempo, “Me fui con ellos y
ellos estuvieron conmigo.” Parece que ellos lo ven más de lo que yo lo hago.
Actúa como si eso fuera genial. —Ella piensa en eso—. Supongo que eso lo hace
un poco más genial.

Agarro a Jazz por los hombros con mi interior agitándose rápidamente.

—Iré esta noche, si los buscamos. Podemos ir a los lugares donde Dylan
cree que podrían estar. Tú consigues una noche de acción con Leo. Yo consigo a
Shadow y romance.

—Suena como un libro que leería mi tía Glenda —dice Jazz.

—Por favor, por favor, por favor.


42 —No me importaría conseguir a Poeta —dice Daisy—. Su escritura es
genial.

—Por favor —digo de nuevo.

Jazz sonríe.

—Muy bien. Estoy preparada para la cacería de Shadow—. Ella trata de


abrir la puerta pero la cerradura se ha atascado—. Eso es raro.

—¿Es esto como un presagio? —pregunta Daisy.

Jazz baja la cremallera de su bota y se la quita para poder golpear con ella la
cerradura. —Esto no un presagio. —Pom—. Esta noche. —Pom—. Será genial.
—Pom—. Tengo un presentimiento. —Pom. Ella se pone su bota de nuevo y
nos mira—. Bueno, tendremos que salir trepando de aquí.

Se pone de pie sobre el asiento del inodoro y se precipita por encima de la


pared. Oímos cuando cae al suelo. Daisy se estremece.
—Esto no significa nada —dice Jazz—. Confiad en mí. Soy psíquica.

Salgo del baño y lo primero que veo es a Ed. Bueno, era una posibilidad
remota, pero yo estaba medio esperando que dejara de existir mientras no
estábamos. Siento un poco de cosquilleo cuando se da la vuelta, pero lo
atribuyo a la caída que tuve durante mi huida del lavabo. Eso y el pensamiento
de conocer a Shadow.

No lo miro cuando me deslizo en su lado en la cabina. No estoy aquí por


Ed. Estoy aquí por mi artista joven y desaliñado.

—Lucy y Daisy quieren encontrar a Shadow y Poeta —dice Jazz.

43 —¿Quién? —pregunta Ed.

—Grafiteros —le dice.

—Ellos hacen sus cosas por toda la ciudad.

—Los llaman escritores —dice Dylan.

—Lo que sea —responde Daisy—. Queremos conocerlos.

—Yo sobre todo quiero encontrar a Shadow —le digo.

—Podemos hacerlo —Leo sonríe—. Es una gran idea.

—No, es una idea estúpida —dice Ed—. Esa es la idea más estúpida que he
oído. ¿Cómo podríamos siquiera saber dónde buscar?

—Daisy dice que Dylan les conoce —le dice Jazz.

—En serio. —Ed mira a través de la mesa a Dylan, que parece que está a
punto de echar a correr.
—¿Estabas mintiendo? —pregunta Daisy—. Típico.

—Yo no estaba mintiendo. Los veo continuamente.

—Pues demuéstralo —dice ella—. Llévanos a los lugares donde pasan el


rato y si los encontramos, nos presentas.

—Él puede hacer eso —dice Leo—. ¿Verdad, Dylan?

Estoy conteniendo la respiración. Estoy cruzando todo en mi interior.


Pulmones, riñones, los ventrículos, todo el conjunto. Por favor, no dejes que
Dylan esté mintiendo. Un idiota puede ver que hay algo entre estos chicos, pero
me imagino que Ed preferiría dejar de existir que pasar el rato conmigo.

Imagino a Shadow luciendo así: Su ropa salpicada de pintura, una cara que
tiene un millón de ideas en funcionamiento por debajo de ella. Me imagino que
me toca, así que obtengo estática sin tener que frotar mis pies sobre la alfombra.
44 Por favor, por favor, por favor.

—De acuerdo —dice Dylan lentamente—. No hay problema.

—Ahora yo tengo que ir al baño. —Ed mira a Leo y Dylan—. Tengo la


sensación de que ambos necesitáis ir también.

—Los chicos no van al baño juntos. Eso está mal —dice Leo.

—Eso no es lo único que está mal —Ed agarra a Dylan de la camisa—.


Muévete.

Los miro hasta que la puerta del baño se cierra.

—¿Crees Dylan está diciendo la verdad?

Daisy mira su cara en un espejo pequeño y luego se lo da a Jazz.

—¿Quieres que lo averigüe?


—No vamos a arruinarles su estado de ánimo llamándoles mentirosos. —
Jazz se mira en el espejo—. Odio mis pecas —dice ella, y me lo entrega a mí.

—Me gustan las pecas —dice Daisy—. Y no voy a arruinarlo. Tengo una
forma especial de sacarle la verdad a Dylan.

—¿Cómo? —le pregunto.

—Le doy una patada en las bolas.

—Eso es muy especial —le digo, y le devuelvo el espejo.

Jazz nos apunta seria con un dedo a cada una.

—Bueno, nada de patadas ni volverse paranoicas. —Baja la voz—. ¡Rápido,


Daisy! Suelta todo lo que sabes sobre Leo antes de que vuelvan.

—Muy bien. Es bastante salvaje. Menos salvaje desde que se fue a vivir con
45 su abuela, pero aun así, hace algunas locuras.

—¿Más loco que cuando usó una cadena de camisas de chicos para salir del
salón de clases mientras el profesor estaba de espaldas? —pregunta Jazz.

—No, más o menos ese nivel de locura. Pero su hermano Jake ha tenido
algunos problemas con la policía. No estoy segura de los detalles.

—¿Leo ha estado en la cárcel?

—Lo llevaron a la comisaría, pero no presentaron cargos. Dylan nunca me


dijo lo que había hecho. Emma, su ex-novia, dijo que hizo vandalismo en su
casa.

—¿Emma Forest? —pregunta Jazz—. ¿Su ex es la chica en el Curso 11 con


los grandes...?

—Esa misma —le dice Daisy.

Jazz mira su pecho. Yo acaricio su hombro.


—Los chicos también prestan atención a la personalidad.

—Las chicas como yo empezamos ese rumor. —Mira a Daisy—. ¿Cuándo


terminaron?

—No estoy segura, pero hace tiempo. No ha tenido novia desde entonces.

—¿Ninguna chica para nada? Si ha habido una sequía tengo una


oportunidad.

—Bueno, no, ha estado con chicas. Un montón de chicas. Montones y


montones de chicas. Lotes y muchas, muchas…

—Muy bien, me hago una idea —la interrumpe Jazz—. ¿Qué pasa con Ed?
Sólo en caso de que Lucy necesite un plan de respaldo.

—Yo no necesito un plan de respaldo. Ay. No me patees.

46 —No lo veo mucho desde que salió de la escuela. Él estaba saliendo con
Beth Darling. Una chica de escuela privada. Santa Catalina, creo. Es bonita e
inteligente. Él ahora trabaja en una tienda de pinturas, en algún lugar de la
ciudad.

—Tal vez así es como conocen a Shadow. Tal vez Ed le vende pintura —
dice Jazz.

—Tal vez. Dylan nunca lo dijo.

—¿Por qué dejaron la escuela? —pregunta Jazz.

—Lucy.

—¿Yo? Oh Dios mío.

—Te pillé —dice Daisy—. No sé por qué se fue, exactamente. El rumor fue
que hizo trampa. Leo dijo que eso era pura basura.
Siempre me he preguntado por qué se fue, si fue porque él había hecho
trampa o si tenía algo que ver conmigo. Me atreví a mirarlo ese día en la clase
de Arte cuando el señor Fennel lo sorprendió con el ensayo. Sn embargo, él no
apartaba los ojos de la ventana.

Yo le echaba de menos después de que él se hubiera ido. Quiero decir, no es


que la sensación de cosquilleo se detuvo porque él me agarró del culo. Me pasé
el fin de semana después de nuestra cita deseando poder apuñalarlo con mi
mullido bolígrafo de patito y mirando el teléfono esperando que llamara. Las
citas son un asunto muy complicado.

—Tu cara tiene una mirada extraña—me dice Jazz—. ¿Qué estás pensando?

—Nada —le digo.

—¿Es eso posible? —pregunta Daisy—. ¿No tener absolutamente nada en tu

47 cerebro? Porque a veces le pregunto a Dylan lo que está pensando y eso es lo


que dice. Por una vez me gustaría que dijera que está pensando en la paz
mundial o en salvar a las ballenas o algo así.

—No es posible —le dice Jazz.

—Es posible. Él no es un completo idiota.

—No, me refiero a que no es posible no pensar en nada.

—Eso es lo que le digo. Y tú lo sabrías, siendo psíquica y eso. Por cierto,


¿cómo funciona? ¿Oyes lo que piensa la gente?

—A veces tengo sensaciones. Mi mamá es más psíquica que yo. Ella tiene
un sexto sentido que utiliza para seguirme día o noche. Esta es mi primera
oportunidad en diecisiete años de estar fuera de su radar. Ella está en el
extranjero, así que cuento con que la zona horaria se lo impida.

—¿Cómo son tus padres? —me pregunta Daisy—. ¿Te dejan hacer tus
cosas?
—Sip. Son artistas. Se conocieron en la universidad y se enamoraron
perdidamente.

No miro hacia Jazz. Mis padres son algo de lo que ya casi nunca hablamos.
No desde que le pedí que utilizara las habilidades psíquicas para ver si el
acuerdo de alojamiento de mamá y papá era una señal de que se iban a
divorciar. Ella sacó la piruleta que estaba comiendo de su boca.

—Es una señal —dijo ella—. Y no necesito habilidades psíquicas para verlo.

Me quedé callada y ella se quedó en silencio y se hizo incómodo hasta que


ella dijo que lo sentía.

—Eso fue una broma de mal gusto, Lucy. —Le dije que estaba bien. Estuvo
bien. Ella no los conoce como yo, eso es todo. Mamá dice que no están iniciando
un divorcio y ella tiene una estricta política de honestidad, así que le creo. Le

48 pregunté directamente una


preparándonos para ir a la cama.
noche mientras estábamos en el baño

—Te vas a divorciar de papá, ¿no?

Ella me agarró de los hombros y me miró sin parpadear.

—Por enésima vez, te prometo que no lo haremos. Amo a tu padre. Necesito


algo de espacio para terminar mi novela, eso es todo. —Ella pasó pegándose a
mí para coger la loción desmaquilladora—. Este baño no es lo bastante grande
para matar un gato —dijo—. Esta casa no es suficientemente grande para matar
un gato.

—Así que es culpa del gato —le dije—. Si tuviéramos un gato.

Ella rodó los ojos.

—No es culpa de nadie. No hay culpa. Seguiremos casados. No todo el


mundo vive como el sueño que tienes en tu cabeza.

Eso no me reconfortó.
Me sintonizo de nuevo y escucho a Daisy.

—Mamá tiene diez sentidos activados cuando salgo con Dylan. Cada vez
que dice o piensa algo sobre el sexo él recibe ese zumbido de electricidad
estática justo donde más piensa en ello.

Nos reímos de Daisy imitando la forma en que salta cuando se besan.

—Deberíamos haber empezado a salir contigo antes —dice Jazz—. No


puedo creer que esperáramos hasta que un profesor nos juntara en un grupo.

—Me gusta que hagamos algo por primera vez fuera de la escuela, en la
última noche del Curso 12. Me hace sentir como si estuviera pasando de Dylan.

Miro hacia el baño.

—¿Qué crees que están hablando ahí?

49 —Haré una predicción —dice Jazz— y diré que de nosotras.


Ed
—No vamos a pasar la noche buscándonos a nosotros mismos —le digo a
Leo después de que cerrara la puerta—. Es una completa pérdida de tiempo.

—No, es divertido y tú eres un tipo que necesita diversión. Has estado


luciendo así durante meses. —Leo hace algo extraño con su cara.

—No luzco así.

—Sí. Lo haces.
50 —Luciré así si Daisy me deja y ella me dejará si piensa que mentí —dice
Dylan.

—Le lanzaste huevos a la cabeza. De todos modos, lo más probable es que


te deje—. Me dirijo a Leo. —Lo decidimos. Quedamos en que no se lo diríamos
a nadie. Dijimos que era arte por el bien del arte. Dijimos que cuanta más gente
lo supiera, habría más posibilidades de que la policía nos atrapara. Dijimos que
era tú y yo, sin equipo.

—¿Estás seguro de que no dije que era para conseguir chicas?

Eso en realidad suena mucho a algo que diría Leo.

—Estoy seguro —le digo.

—Ninguno de nosotros conseguirá nada si no mentimos—Dylan se apoya


en el banco—. Ay. Mierda.

—¿Qué? —le pregunta Leo.


—Electricidad estática. —Dylan se acomoda los vaqueros.

—¿En tu polla? —Leo se ríe—. Para empezar, ¿cómo conseguiste a una


chica como Daisy?

Él ignora a Leo y se vuelve hacia mí.

—Hazlo, Ed. Estoy rogando. Estoy en el suelo rogando.

—Estás de pie en un urinario a punto de mear.

—No me hagas arrodillar en el suelo. ¿Sabes cuantos gérmenes hay en un


lavabo?

Sacudo mi cabeza y rio y él sabe que me tiene.

—Dos horas y nada más —digo—. No les contaremos que somos nosotros,
no importa lo que pase. Vamos a algunos lugares, fingimos buscar y
51 encontramos una manera de cambiar el plan.

Leo sonríe. Está disfrutando esto demasiado. Puedo imaginarlo ahí afuera.
Jazz diciendo lo maravillosa que cree que es la escritura y a él sin poder
mantener el secreto. Lo miro a los ojos.

—Sin importar qué, no lo diremos.

—Sin importar qué —dice Leo.

No le creo ni por un segundo, pero no le diré a Daisy que Dylan mintió


porque yo sé lo que es querer mucho a una chica. Para ser arrastrado en el suelo
tras ella esperando no perder su agarre.

Lo sé por Beth.

Antes de ella tuve la sensación de que las cosas se estaban moviendo en


otro lugar pero que a mi alrededor se habían detenido. Chicos pasaban por
delante de la tienda de pintura riendo y cargando mochilas y yo los miraba
sintiendo como si yo fuera ese tipo en la pintura de Jeffrey Smart. El único de
pie en un mundo concreto con la autopista extendiéndose a su alrededor. Ese
tipo podía gritar pero su voz sólo rebotaba y volvía a él, rebotaba y volvía por el
resto de su vida.

Entonces una tarde Beth entró con un par de tipos de su escuela. Tipos con
camisa blanca y corbata, mirándome como si yo fuera un saco insignificante.
Mientras traía la pintura que necesitaban para su bandera escolar uno de ellos
preguntó:

—¿Trabajas aquí todo el tiempo?

—Ajá.

—Buen paso profesional.

Tomé el dinero, pasé la caja sobre el mostrador y dije amablemente:

52 —Tu elección de colores realmente carece de estilo. —Sonreí y Beth se rio y


el hombre pidió ver a mi jefe.

Llame a Bert y él se inclinó sobre la caja, miró la pintura y dijo:

—Ed estaba siendo educado. Tu elección de colores es una mierda.

Beth se rio aún más y fue esa risa la que me atrajo. Ella se quedó después de
que esos imbéciles de camisa blanca se fueran, deambulando por los pasillos,
mirándome de vez en cuando.

—Deberías invitarla a salir —dijo Bert—. Sin agallas no hay gloria.

—La última vez que invité a una chica terminé con los ojos morados. Sin
agallas, no hay nariz rota por lo que a mí concierne.

Pero antes de que Beth se fuera se acercó al mostrador y dijo:

—Deberías invitarme a salir.


Después de ese día ella sacó el mundo fuera de mi pecho, lo levantó para
que pudiera respirar. Nos sentábamos en la colina cerca de su casa durante la
noche y hablábamos. Luego montábamos en nuestras bicicletas hasta casa a
través de un mar de cielo donde todas las luces de las jodidas fábricas eran
estrellas y el mundo era un lugar que podíamos atravesar nadando.

Al principio hubo momentos, momentos parpadeantes, cuando estábamos


acostados juntos y era cálido y yo podía oler las flores en su piel y aguarrás en
mis manos y oír su voz con mis terminaciones nerviosas. La escuché con mi
sangre y piel y olvidé cosas. Por ejemplo, cómo un día ella acabaría el Curso 12
y me dejaría atrás. Como lo estúpido que era comparado con ella. Lo olvidé
porque ella se cernía sobre mí, y el mundo era líquido y giraba y por una vez yo
era líquido y giraba con él.

No pensé que un día ella me escribiría cartas y se preguntaría por qué

53 nunca contesté. Que ella pensaría que era porque no estaba interesado en ella
cuando en realidad era porque mi escritura era como la selva y cada vez que
trataba de escribir las palabras salían mal.

—No tiene sentido —dijo Leo, leyendo una de mis cartas—. ¿Quieres que
escriba por ti?

—No, no quiero que escribas por mí.

La tiré. En cambio, hice piezas para ella. Paredes de Beth. Por toda la
ciudad. Lo hice pensando que ella lo vería y me conocería y seguiría
susurrándome esos secretos en mi oído. Hay uno cerca de la Estación Hoover
Street con una imagen mía, hierba creciendo de mi corazón mientras estoy
hablando con ella. Meses más tarde pinté el último muro a su lado. Una imagen
de ella encendiendo una cortadora de césped.

Lo pinté la noche que terminamos. Cenamos con sus padres y ellos me


preguntaron qué pensaba hacer con mi vida y las palabras que no dije flotaban
en el aire. Antes de irme Beth dijo:
—Estás pensando en hacer otra cosa, ¿no? ¿Otra cosa aparte de la tienda de
pintura?

Le dije que sí, pero no había seguridad en mi voz y ella escuchó las dudas
en mis palabras al igual que yo. Y lo sabía. Un día un imbécil con camisa blanca
se la llevaría. Un imbécil con universidad mientras que yo todo lo que tenía era
una pieza en una pared. Así que me fui.

—¿A quién más se lo dijiste? —le pregunto a Dylan antes de salir.

—A nadie. Sólo a Daisy.

Pongo mi brazo a través de la puerta.


54
—Bueno, y Raff, pero eso es todo.

Él intenta moverse pero mantengo mi brazo donde está.

—Y a uno o dos compañeros de Raff, realmente eso es todo.

—Raff tiene la boca más grande de la ciudad. ¿Qué pasa si nos topamos con
él esta noche?

—No lo haremos. Él estará deambulando por el casino como siempre. No


estará en ningún lugar cerca de nosotros.

Me inclino cerca de él.

—Le dices una palabra más a alguien y le contaré a la gente que lloraste esta
noche porque pensaste que Daisy estaba rompiendo contigo.

—No lo harías.

El teléfono de Leo suena.


—Él lo haría —dice, riendo mientras contesta.

Habla un poco y cuelga.

—Tenemos que pasar por una fiesta y resolver algunos detalles sobre el
trabajo con Jake. No llevará mucho tiempo.

—Una fiesta de Jake será difícil de explicar a las chicas —digo.

—Una fiesta suya sería perfecto. Él no sabe que soy Poeta.

—¿Y si las chicas escuchan algo sobre el trabajo?

—No lo harán.

—Podrían.

Leo indica a Dylan que nos reunamos en la mesa. Cuando estamos solos él

55 dice:

—Mira. No tienes que hacer este trabajo pero tienes que decírmelo ahora.
Después de hablar con Jake, ahí las cosas se establecerán. —Me deja pensar—.
No me importa. A Jake tampoco.

—Ya lo sé. —Leo no se enfadará. Voy a escribir tu ensayo, falsificaré tu


nota, voy a darle una buena paliza a ese tipo por ti, no hay problema. Ese es Leo
en todo pero no puede falsificar y patear para siempre. Él no puede pagar mi
alquiler—. Cuenta conmigo —digo, y él asiente. Eso es todo. Él no preguntará
de nuevo.

De vuelta al reservado Dylan les dice a las chicas que vamos a una fiesta en
la que podemos llegar a ver a Shadow y Poeta. Jazz y Daisy le creyeron pero
Lucy se convierte en el centro de atención. Ella giró la banda en su muñeca
durante un segundo y luego empezó con las preguntas.

—¿Fiesta de quién?

Leo interviene.
—Un amigo de mi hermano.

—¿Entonces Shadow no va nuestra escuela? —le pregunta a Dylan.

—Creo que los dos han acabado el Curso 12 —le dice.

—¿Shadow hizo el Curso 12 en nuestra escuela?

—Creo que sí —dice él.

—¿Eso crees? —pregunta ella.

—¿Quién eres, la policía? No me acuerdo.

No puedo evitar reírme. Ella es ingeniosa, eso es lo que diría Bert. Hace dos
meses, un día antes de morir, comimos en el almacén. Valerie había preparado
una cerveza fría en nuestros almuerzos y la mía me relajó, entonces dije:

56 —Tengo que dejar de enamorarme de chicas inteligentes.

—Yo fui a por una chica inteligente —me dijo Bert.

Levanté la cerveza.

—Seguro que lo hiciste. ¿Cómo la conseguiste?

—Le pregunté. —Tomó un sorbo—. Y ella dijo que sí.

—Preguntar es la parte fácil. Luego está todo lo que viene después.

Nos apoyamos en las cajas de pintura y terminamos nuestras cervezas. Las


viejas manos de Bert temblaron pero no más de lo normal. La campana del
mostrador sonó y él crujió las manos hasta alcanzarla. Un segundo más tarde
había botes rodando por todo el suelo.

—Estoy bien —gritó él cuando entré en la tienda—. No las vi. Visitantes


para ti.
Ahí estaba Beth, sosteniendo mis cosas en una caja, devolviendo los
pedazos de mí que había dejado con ella. Ella podría haberlos dejado en mi casa
cuando yo no estuviera o quedárselos como venganza, pero ella no es así. Ella
quería ver si estaba bien y quería que tuviera las cosas que me importaban. Un
libro de las pinturas de Jeffrey Smart que le había prestado. Una camiseta que
hice en el Curso 9 en clase de serigrafía. Un CD de Los Ramones

—Deberías decirle que quieres que vuelva —dijo Bert después de que ella
se fuera.

—Pero no quiero.

—Sin agallas no hay gloria. —Terminó su cerveza.

Me quedé en el mostrador pensando en todas las formas en que podría


recuperarla pero cada una me dirigía hacia el mismo lugar. Yo diciéndole que

57 no iba a ninguna parte y ella dejándome atrás. Tengo esa sensación, como si el
mundo estuviera abarrotado dentro de mí.

Le dije a Bert que tenía que salir temprano y cogí un bote y mi cerebro se
apagó y mis manos cobraron vida y me liberé en una pared, pinté un fantasma
atrapado en un frasco. Me eché atrás para mirarlo y sabía que lo triste no era
que el fantasma se estaba quedando sin aire. Lo triste era que tenía suficiente
aire en ese pequeño espacio para durar toda una vida. ¿En qué estabas
pensando, pequeño fantasma? ¿Dejando atraparte de esa manera?

Jazz le dice a Lucy que se relaje y trata de darle una patada bajo la mesa. Lo
sé porque ella me da una patada en su lugar.

—Apunta más a la izquierda —le digo, y ella tiene otra oportunidad—. Más
a la izquierda —digo, y disfruto viendo como golpea su objetivo varias veces.

Todo el mundo empieza a hablar de la noche. Leo coquetea con Jazz. Dylan
intenta flirtear con Daisy mientras ella le tira rápidamente sobres de azúcar en
la cara. Él tiene aguante, se lo valoro. Lucy mira por la ventana, mirando
fijamente a algo que está en su cabeza, de la misma manera que hizo hace dos
años cuando yo la miraba.

No ha cambiado mucho. Cabello largo y oscuro recogido con pinceles.


Todavía sonriendo como si estuviera pensando en algo que quieres oír.

—¿Por qué deseas tanto encontrarlo? —le pregunto un poco después, pero
ella no está escuchando. La miro un poco más—. ¿Por qué deseas tanto
encontrarlo? —vuelvo a preguntar.

Ella parpadea y sale de su sueño. Gira la banda en su muñeca.

—Simplemente quiero encontrarlo.

58
Lucy

Después de que Jazz me patea una segunda vez dejo de hacer preguntas.
He tenido suficiente información por ahora, de todas formas. Si Shadow
terminó el Curso 12 y nunca fue a nuestra escuela entonces tiene sentido que
nunca lo haya conocido. Lo sabría si lo hubiera hecho, estoy segura de eso. Un
chico como Shadow sobresaldría por aquí.

Jazz llama mi atención y tamborilea tres dedos sobre la mesa. Tres dedos
tamborileantes significan que este chico a quien le estoy hablando es guapísimo.
59 No debe ser confundido con cuatro dedos tamborileando, lo que significa
aléjame de este tipo aunque tengas que encender mi cabello con fuego para
hacerlo. Cinco dedos significan que estoy gritando desde adentro, por buenas
razones. Jazz posó sus cinco dedos en la mesa.

Gritando lo guapo que es Leo, eso seguro. Cinco dedos al poder de diez. Y
alto, lo que es el tipo de Jazz. Una vez lo vi desde lejos y pensé que un árbol
estaba viniendo hacia mí. Un roble con la cabeza afeitada, tiernos ojos, y un
tatuaje. Él es problema y Jazz lo sabe. Ella solo está feliz de no saberlo por una
noche. Yo hice eso con Ed y obtuve un silencio similar al espacio, un rápido
toqueteo y mucho vomito. Él no es el señor Darcy.

Mamá me dijo una vez que ella supo que papá era el chico correcto porque
él podía hacer malabares y hablar acerca de los impactos de la globalización al
mismo tiempo.

—Todos los chicos que conocí podían hacer lo uno o lo otro y ninguno
bastante bien.
A veces la pillo mirando por la ventana a la pequeña estufa de acampada en
la que papá cocina y sé que ella extraña que él viva en la casa. Los vi parados
frente al espejo ayer, cepillándose los dientes al mismo tiempo. Hay cepillado
de dientes y luego hay cepillado de dientes con significado. Se tomaron su
tiempo para el hilo dental y para hacer gárgaras y estuvieron riendo.

Algunas noches mamá come fuera en su espacio. Él cocina para ella en su


hornillo y se recuestan en el césped del jardín delantero debajo del peral. Él la
hace reír como nadie más la hace reír. Hace trucos de magia para ella y saca
monedas de su oreja.

—Ahora, si solo pudieras sacar el pago de la hipoteca de ahí estaríamos


arreglados —dice ella.

Pillo a papá, de vez en cuando, saliendo de su dormitorio. Me mira como si


fuera un ladrón.
60 —Es tu dormitorio, papá —le digo cuando eso pasa. Lo empujo para pasar
y me siento en el retrete durante un rato hasta que sé que él se ha ido. Es
extraño pillar a tu papá saliendo a escondidas del cuarto de tu mamá. Es
extraño sentirse rara por eso.

Por el lado positivo, ellos obviamente aún hacen el acto, lo que es aún más
significativo que el cepillado de dientes. Por el lado no tan positivo, el chico que
entrega las pizzas sabe exactamente a donde llevar la orden de papá y ya no
toca en la puerta principal de la casa. Por el lado positivo, papá tiene una foto
de mamá y yo junto a la cama a un lado de su caja de leche.

—Jane Austen estaría revolcándose en su tumba —le digo a mamá a veces.

—Jane Austen era una escritora. Ella lo entendería completamente —


responde ella, y no puedo discutir con eso pero eso no me reconforta.

Tengo una imagen en mi pared, una fotocopia de un dibujo del artista


Michael Zavros. Es de un caballo cayendo, cayendo desde el cielo, con las patas
hacia las nubes. No hay forma de que se enderece. Me parece que no sabe cómo
llegó hasta allí, o donde está, o porque está cayendo. La imagen se llama Hasta
que el corazón se derrumba, y ese título me destroza. Me encanta el caballo, lo real
que es; me encantan las líneas finas de sus patas y cabeza. Pero no es por eso
que algunas noches no puedo parar de mirar la imagen. No puedo decir
exactamente por qué. Solo, que tiene algo que ver con cómo debería ser el amor.
Deberías sentirlo como un caballo cayendo a través de ti. No deberías ser capaz
de dormir sabiendo que la persona que amas esta recostada en el cobertizo.

Miro a Leo, jugando con una de las trenzas de Jazz. Ella me da la seña de
los cinco dedos otra vez. Espero que a él de verdad le guste ella. Espero que él
valga la pena, pero no lo creo. Tengo esta urgencia de arrastrarla de vuelta al
cubículo de la verdad y mantenerla allí. Ella es la psíquica pero no puede ver lo
que está por venir: la intersección de heridas y más heridas. El punto ciego allí,
es un asesino. Tal vez si ella encuentra a Poeta, sería el correcto para ella. Si Leo
61 no ha tenido novia desde Emma, tiene que haber una razón.

—¿Por qué deseas tanto encontrarlo? —pregunta Ed, cuando lo miro puedo
decir que él ya me hecho la pregunta más de una vez pero no lo había oído.

Giro la cinta de la suerte de papá unas cuantas veces.

—Simplemente quiero encontrarlo.


Poeta

Asignación número Dos


Poesía 101
Estudiante: Leopold Green

62

La chica que amaba llamó a la policía

y me arrestaron.

Dijo que era lo más inteligente que ella nunca hizo.

Aparte de dejarme en primer lugar,

ella se despidió.

Mientras me esposaban,

ella pensaba que era divertido,

¿Por qué intenté decir adiós con la mano?


El chico de la camioneta junto a Ed y yo,

olía como mi padre

tras una dura noche de cerveza.

Afrutado y amargo,

y me hizo pensar en ella.

En cómo la primera cosa que noté,

fue que ella no era nada.

Como todo lo que había tenido antes.

63
Lucy
Leo mira su reloj.

—Si nos damos prisa, podemos tomar el tren de las diez y cuarto. —Él y
Jazz caminan por delante. Daisy camina a un lado y Dylan es su sombra, así
que, eso me deja con Ed. Es más alto de lo que era hace dos años. Sin embargo,
su cabello sigue imprevisible. Todavía hay ese espacio a su alrededor. Lleva una
camiseta con un conejo que está leyendo un libro.

64 —Sigues mirándome de reojo —dice—, como si en cualquier momento


fuera agarrarte el trasero. Relájate. Tengo una novia y para tu información,
tuvimos una gran primera cita.

—Tal vez aprendiste algo de cómo fue la nuestra —le digo. Toma eso
señorito.

—No tuvimos una cita. Una cita termina con un beso, no con sangre y un
cartílago roto.

—Bueno, claro, si nos ponemos técnicos.

Ed levanta las cejas y luego rueda los ojos.

—Para que conste —dice —ella me agarró el trasero.

—Suena romántico. —Cojo un palillo y finjo que es un soplete de cristal, y


hago girar las estrellas fundidas.
—Fue romántico —dice Ed, mirándome poniendo el palillo en mis labios—.
Ella no me puso una especie de examen sorpresa, y luego me golpeó cuando no
le di la respuesta correcta.

Soplo un océano de cristal de oro. Un cielo. Algunas nubes.

—Beth suena como la chica perfecta. —Maldición. Sé que él está sonriendo.

—Nunca dije que su nombre era Beth.

—Bueno, todas las chicas llamadas Beth son acaparadoras de traseros. —


Intento lo más posible actuar como si eso no fuera la cosa más estúpida que se
me ocurrió decir. Trato. Trato. Nop. No es bueno. Doy una disculpa silenciosa a
todas las chicas llamadas Beth.

—¿Todas las chicas llamadas Lucy son quebradoras de nariz?

65 —Eres más conversador que hace dos años. No estoy segura de que eso me
guste.

—¿Debería callarme? —pregunta.

No respondo. No estoy acostumbrada a no agradarles a las personas. Al


menos no me molestan. Aunque, para ser justos con Ed, no he golpeado en la
cara a la gente basándome en eso.

Me concentro en el paisaje, calles medio oscuras y semáforos parpadeantes,


porque la red no puede tomar el aumento de aire acondicionado. Uso mi palillo
para dibujar algunas cosas sobre el mundo que están desaparecidas. Un árbol
extra aquí y allá. Algunas luciérnagas. Una sombra.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta Ed.

—Dibujo.

No hace falta ser un psíquico para saber lo que está pensando. Dejo en paz
mi palillo. Tengo esta sensación confusa bajo mis párpados como que estoy
caminando a través de un sueño de neón. El calor era nuclear ayer también, así
que no pude dormir mucho anoche. Tal vez estoy dormida ahora y Ed es algo
que mi subconsciente a conjurado.

Algunos chicos pasan en coche y exponen su coeficiente intelectual por la


ventanilla, lo que es preocupante si mi teoría de los sueños es verdad. Leo los
saluda.

—¿Amigos tuyos? —le pregunto a Ed.

—¿Hay algo malo en eso?

—No quise decir eso de mala manera. Estoy segura de que los muchachos
que muestran el trasero a la gente son muy inteligentes.

Levanta las cejas y golpea sus manos contra sus piernas.

66 —Tienes pintura sobre ti —le digo.

—Trabajo en una tienda de pinturas.

—Cierto. ¿Es así como conoces a Shadow? ¿Él te compra suministros?

—Trabajo en un lugar donde las viejecitas vienen a hacer coincidir la


pintura con sus edredones florales. ¿Crees que Shadow llega allí y se pone a
charlar con ellas, mientras compra sus botes? ¿Realmente sabes algo acerca de
los tipos como él?

—Sé sobre el grafiti —digo, y las palabras salen como una anciana diciendo
que le gusta el hip-hop.

Ed se ríe.

—Muy bien, así que no, no sé dónde compra él sus pinturas o incluso lo que
tú llamas pintura. Sé que me gusta su arte. Sé, que a veces voy en un tren que
pasa por un rincón cubierto de hierba y contaminación y luego, de repente, esta
esa pintura de un océano. En medio del terreno factorial, ahí está la
desembocadura del mar.

Miro a través de Ed esperando que él todavía se ría. Él está mirando


fijamente hacia delante, como si estuviera tratando lo más fuerte posible de
bloquear el sonido de mi voz.

Esta noche va a ser una de esas cosas que parecen durar para siempre. Tal
vez, incluso más que un encerado después del invierno. Leo y Jazz se están
riendo, escucho el vacío en las calles. Para Jazz, al menos, el tiempo se está
moviendo de manera diferente. Por esa semana después de que Ed me invitó a
salir y antes de ir la cita, sentí como si el mundo fuera cristal caliente y me
alegré de estar atrapada.

Ed sigue golpeando sus manos sobre las piernas y no habla cuando


llegamos a la estación. Dylan se detiene y apunta al cielo. Me lleva un par de
67 segundos ver lo que está señalando, pero finalmente lo hago y quiero cortar lo
que veo y llevarlo a casa para poder mantenerlo cerca.

—¿Esa es una de Shadow? —pregunta Jazz—. Me gusta.

—Te van a gustar las cosas que hace Poeta también —dice Leo—.
Generalmente trabajan juntos.

Ed le dirige una mirada turbia. Leo sonríe. Dylan tiene un tic. Se siente
como que algo está pasando, lo pienso intensamente, y sé que Jazz oye mi
pensamiento porque ella me dirige su mirada seria y sopla un globo de chicle
en mi dirección.

—Que todo el mundo deje de actuar raro —dice Daisy. —Me están
volviendo loca.

Un aviso nos indica que el tren está en marcha con cinco minutos de
retraso, por lo que mientras los demás caminan a través de la plataforma, yo me
quedo un poco más. En un muro alejado, bajo una luz que viene desde una
torre, veo la pieza de Shadow. Es un cielo nocturno pintado, que se desvanece
en los bordes así que puedo ver la pared debajo de él. Aves pintadas
sobrevuelan, golpeando la línea donde el cielo se convierte en ladrillo y
viceversa. Aves de luna atrapadas en un cielo de ladrillo. No están manchadas
por el mundo, desde aquí, se ven más bonitas que las reales que vuelan
alrededor de ellos.

Me vuelvo y veo a Ed mirándome.

—Vamos —dice—. El tren ya viene.

68
Ed

Pinté aquellas aves hace un tiempo. Me arriesgué una mañana temprano, de


camino a abrir la tienda. La luz que entraba por encima de los edificios
marchitaba la noche. No tenía que trepar alto. Simplemente sentarme en una
cerca con un par de pájaros reales alineados junto a mí y hacerlo todo a nivel de
los ojos. Equilibrarse era la parte difícil. Había un auténtico cuervo riendo todo
el tiempo que trabajé, y cuando hice la última línea él voló cruzando la pared
hasta el cielo. Dio la vuelta una vez, como si estuviera diciendo, ¿ves? Es fácil

69 cuando averiguas cómo.

La sensación del arte es lo único que he descubierto. Las palabras, la


escuela, nunca tuve el cuadro completo. Me sentaba allí tratando de bloquear
los sonidos de chirridos de sillas y de los otros chicos. Trataba de crear un túnel
alrededor de la voz del maestro para que me llegara clara. La mayoría de los
días no podía hacerlo. Escuchaba todo y por lo tanto no oía nada. Como si
estuviera de pie en un lugar donde cada sonido era del mismo nivel y no podía
separar los hilos. Como si todas las puertas del mundo fueran abiertas y el
sonido fuera derramado.

No podría haber superado el Curso 10 sin Leo. Él me ayudó a leer y yo le di


un lugar donde dormir y ninguno de los dos tenía que saber por qué. Di una
vuelta por su casa una vez cuando estaba en el Curso 5. Abrió la puerta y detrás
de él oí las ondas de la música y los gritos. Cuando pienso en ese día oigo el
zoológico. Los sonidos de algo saliendo de sus jaulas. Él cerró la puerta y no
hablamos de lo que yo había oído. Nos alejamos.
Se quedó en mi casa esa noche. Estaba casi dormido cuando empezó a
hablar desde el suelo a mi lado. Acerca de cómo no le gustaba el olor de la
cerveza. Acerca de cómo le gustaba que mi casa estuviera en silencio. Dijo que a
veces no le gustaba dormir porque soñaba. En la oscuridad, le hablé de las
puertas abiertas en el mundo y cómo yo no podía hacer la tarea que
correspondía.

Antes de irse a casa al día siguiente, pidió ver lo que había hecho, yo se lo
mostré y él lo arreglo para mí. No cambió nada. Solo lo hizo legible. Él hizo eso
con cada trabajo a partir de entonces.

Las piezas que pinto salen de mi cabeza correctamente. No se requiere


corrección ortográfica. Yo escucho a la gente hablar de la sensación que se
obtiene cuando se pinta algo en lugares ilegales. Leo dice que recibe este temor
oscilando rápido a través de él, que va desde su corazón a cada lugar bajo su

70 piel. Yo pinto, entonces rápidamente el miedo se detiene. Yo pinto para cerrar


esas puertas.

Lucy se queda mirando a los pájaros esta noche. Fijo la mirada en ella y
trato de averiguar lo que ella está pensando. Soñando con un tipo que no existe,
supongo. Un chico con el mar surgiendo de su bote y las palabras saliendo de
su boca, diciendo cosas que ella desea oír. Me pregunto cómo ve a Shadow en
su cabeza. Como suena. Ella se vuelve y me pilla mirándola.

—Vamos —le digo—. El tren está llegando.

El tren está llegando y tienes que ir a una fiesta en busca de un chico que
nunca vas a encontrar. Un tipo que existe en tu cabeza, no el tipo que hizo esa
pieza. No el tipo que soy yo.
El tren va a toda marcha por las vías y el mundo al otro lado de las
ventanillas se dispara y desdibuja. Jazz y Leo toman dos asientos a la izquierda
de la puerta. Daisy y Dylan toman dos a la derecha. No hay asientos para Lucy
y para mí, así que nos mecemos con el movimiento del tren, escuchando las dos
conversaciones separadas.

—Apuesto a que tienen aire acondicionado en la línea de tren de


Camberwell —dice Jazz—. Podrían al menos poner ventanas que se puedan
abrir.

—Los niños sacarían sus cabezas y zas —dice Leo—. Sangre por todas
partes.

—¿Quién sería tan estúpido como para sacar la cabeza de un tren en


marcha? —pregunta Jazz.

71 —Sería genial si pudiera sacar la cabeza por la ventana —dice Dylan a


Daisy. Ella se lame el dedo y escribe «idiota» en el cristal.

Lucy se ríe y no puedo evitar reírme con ella. Nos balanceamos cerca uno
del otro, el tren se sacude al cambiar de vía para ir al sur. A través de la
ventana, veo llamas que salen de la refinería y media luna que no estaba allí
antes. Me hace pensar en una pared que Leo y yo hicimos una vez. Un grafiti de
una luna cortada por la sombra de las líneas eléctricas. La luna prisionera,
escribió Leo.

Hice bocetos de esa luna en mi cuaderno antes de pintarla. Quería que


fuera como uno de esos paisajes oníricos de Dalí, que Bert y yo habíamos visto
en la galería. No podía conseguir sacar esas imágenes acuosas de mi cabeza y
esa noche soñé con una luna atrapada por las sombras.

—¿Por qué dejaste la escuela? —me pregunta Lucy de pronto.

—Me preocupaba que me golpearas de nuevo.


El tren se detiene y la gente empuja hacia adelante. Dejo que algunos se
interponga entre nosotros, así no tengo que responder a más preguntas acerca
de porque me fui. Beth también me preguntó una vez. Le dije que tenía una
oferta de trabajo y mi madre necesitaba ayuda para pagar el alquiler. Era media
verdad, la mejor mitad de la misma. La parte mala era que me atraparon
sacando una redacción de mis pantalones.

Era nuestra primera redacción de arte en la clase. Hasta entonces yo había


escrito lo que quería decir y Leo lo revisaba por mí y arreglaba cualquier cosa
que no tuviera sentido, al igual que había hecho en la escuela primaria. Sin
embargo, desde el Curso 10 en adelante teníamos que hacer todo nuestro
trabajo en clase para estar preparados para los exámenes del Curso 12, así que
estaba acabado.

—No estás acabado —dijo Leo. Escribiré lo que quieres decir y luego lo

72 sacas a hurtadillas.

Si la Sra. J hubiera ido a la escuela ese día todo habría sido diferente. Sin
embargo, ella estaba enferma y Fennel era el sustituto. Él me sorprendió
sacando el papel de los pantalones y estalló. Como si yo haciendo eso fuera de
alguna manera algo contra él. Él le dijo a la clase:

—Si el cerebro de alguien más está en sus calzones puede venir a sentarse
conmigo en la parte delantera de la clase. —¿Qué clase de idiota dice calzones?

No miré a Lucy en toda la clase. Yo quería mirarla. Quería darle alguna


señal de que yo no era un tramposo, pero no podía pensar en que señal darle
dado a que acababa de sacar una redacción de mis pantalones.

Cuando la campana sonó ella se fue con los demás y Fennel me empujó
hacia la oficina. Mientras caminábamos un chico se acercó por detrás de él e
hizo esa cara de payaso y fingió masturbarse. Toda la escuela sería como él en
un segundo. Cuando pienso en ese día todo lo que veo es payasos que se
masturban.
Fennel tuvo una brillante idea en la oficina del coordinador. Me dijo que me
sentara allí y escribiera la frase «Esta redacción no es mía» para poder comparar la
letra. Él había tenido a Leo en Carpintería durante años por lo que sabía cómo
era su letra. La redacción era mía así que le di algunas sugerencias acerca de
dónde se la podía guardar, hasta que la señora J regresara. Él no consideró mi
sugerencia, así que arrastró a Leo.

—No es mi letra —dijo Leo—. Es de Ed. —Él se sentó allí con sus piernas
estiradas y con los brazos cruzados, mirando hacia abajo a Fennel. Los dos
fuimos suspendidos, más por las sugerencias que le dimos a Fennel sobre
dónde podía meterse la redacción que otra cosa. Leo volvió después de una
semana.

Yo me arrastré por las tiendas de pintura buscando el azul durante el día y


pinté cielos por la noche. Encontré un azul parecido a lo que yo quería en la

73 tienda de Bert, sólo que estaba en un bote, así que tenía que seguir yendo a por
más.

—Espero que no seas uno de esos pequeños delincuentes que han hecho
vandalismo en un lateral de mi tienda —dijo un día mientras estaba registrando
mis cosas.

—Si lo fuera, dudo que se lo diría —dije, esperando que me echara.

—¿Conseguiste esos dos ojos morados, por tener una boca inteligente? —
preguntó él.

—Tengo dos ojos morados porque no tengo una boca inteligente —dije, y
cuando se río le hablé sobre Lucy. Siguió riendo hasta que entró Valerie y luego
me invitó a quedarme a almorzar.

—No bombardearé el lateral de su tienda con pintura de bote —le dije


mientras estábamos comiendo—. Debería dejar de vender el material en botes si
no quiere que la gente escriba en su local.
—Lo tengo disponible por el estudio de arte que está más abajo en el
camino. —Me miró fijamente durante un rato.

—¿Por qué no estás en la escuela?

—La abandoné.

—No hay futuro en abandonar.

—Tengo un futuro en el arte. —Saqué mi cuaderno de bocetos.

Lo examinó lentamente, sus viejas y ajadas manos pasaban las páginas.


Después de un rato sacó su libro. Al final del día yo era un subversivo con una
sólida carrera en el comercio minorista de decoración del hogar y con descuento
en mi pintura.

La Sra. J me visitó después de una semana o dos. Leo le dijo dónde

74 encontrarme. Ella entró y fingió mirar la pintura. Cuando dije hola abrió los
ojos exageradamente.

—Ed, qué agradable sorpresa. Me alegro de haberme encontrado contigo.


Leí tu redacción. —Ni siquiera tuve que decirle que era mía.

Bert le hizo una taza de té, le ofreció una silla y hablamos de los colores de
las pinturas de Rothko, la forma en que te llevaban a otro lugar que era todo
cielo brumoso.

—Podrías volver —dijo—. Yo podría ayudarte y hay un departamento en la


escuela que puede hacer las cosas más fáciles.

—Gracias, pero no gracias. Tengo todo lo que necesito aquí.

—Por ahora —dijo, y me encogí de hombros. Yo sabía lo que quería decir.


Los días ya se estaban extendiendo, pero Bert era un buen jefe y pensé que era
el precio que tenía que pagar por estar a salvo.

—Tiene suerte —dijo la señora J a Bert al salir.


—Usted no tiene que decirlo —dijo él.

El tren se detiene y la gente sale. Lucy está en el mismo lugar que estaba
antes. No hay nadie entre nosotros, pero no repite la pregunta. Ella mira por la
ventana, tal vez a esa luna colgante o al disparo de llamas y me dice:

—Me gusta que los cielos vayan a ninguna parte. En ese cuadro. Me gusta
que las aves quieran alejarse pero no puedan. Me gusta el reflejo de la pintura
en la oscuridad. —El tren arranca de nuevo y me sostengo fuerte para
mantenerme estable.

75
La fiesta es en Mason Street, a pocos minutos de la estación. Sin embargo,
Leo toma el camino más largo, y sé que es para mostrarle a Jazz uno de sus
poemas llamado Las cosas diurnas. Mientras las chicas están leyendo le dirijo la
mirada de «¿qué-crees-que-estás-haciendo?».

«Es el plan», gesticula él. Pero no le está mostrando su obra para que ella
pueda pensar que algún otro chico lo hizo. Tarde o temprano, él está planeando
decirle que escribió el poema.

—Me gusta —dice Jazz—. Me gusta que se preocupe por el mundo.

Leo sonríe.

—Sí —dice, mirando pensativo—. Parece un buen tipo.

Este poema es más largo que lo habitual de Leo. Él me lo leyó antes de


ponerlo en la pared.
—¿Cuándo escribiste eso? —le pregunté.

—Sentado en el servo. Este hombre empezó a hablar conmigo mientras yo


estaba esperando a Jake.

Camino hacia delante y dejo a Leo y a Jazz mirando la pared. Tienes que
mantenerte en movimiento por aquí.

76
Poeta

Asignación número Tres


Poesía 101
Estudiante: Leopold Green

77

Hay un tipo abajo del servo

Con leones en su cabello.

Monedas enmarañadas de reyes rugiendo.

Un canto sucio atrapado en su piel.

No puede recordar cuando las perdió,

sin embargo, perdió las cosas diurnas.

Camisas diurnas y corbatas diurnas

y relucientes zapatos diurnos.


Diurnos pensamientos nubosos que flotan,

en nubosos tonos azules durante el día.

Sonrisas diurnas de gente que viaja,

mientras recorren el hogar del sol.

Televisión diurna los fines de semana.

Diurnas conversaciones al teléfono.

Ahora está llorando en el servo.

La medianoche tropezando en su boca.

La esperanza lentamente deslizándose al sur.

Un canto sucio atrapado en su piel.


78
Monedas enmarañadas de reyes rugiendo.

¿Quién sabe dónde o cuándo las perdió?

Sin embargo, perdió las cosas diurnas.


Ed

La fiesta está extendiéndose hasta el jardín delantero cuando llegamos allí.


Y son sólo las once menos cuarto. Un par de amigos de Jake llaman mientras
pasamos caminando. Leo hace chocar sus manos y lidera el camino.

Caminar en fiestas como esta es como entrar en un sueño loco. La gente


pasa diciendo cosas que no tienen sentido porque están destilando alcohol. La
casa vibra con el calor y música y en la oscuridad la gente que no se recordará
unos a otros por la mañana se está conociendo realmente bien ahora. Todos
79 aquí son mayores que nosotros y aunque conozco a la mayoría de ellos hago
una comprobación rápida de las salidas. Me siento mejor sabiendo que puedo
salir.

—¿Qué clase de fiesta es esta? —pregunta Lucy, mirando a un grupo de


chicos que parece que hubieran salido de la serie Prisión Break.

—De clase divertida —dice Leo—. Ve a tomar algo. Nos reuniremos


después de hablar con mi hermano.

—¿De clase divertida? —Lucy le grita a Jazz—. Estoy segura de haber visto
aquel chico de allí en Alto al Crimen la semana pasada. —Ella tiene razón. Lo
vio.

—No seas paranoica —grita Jazz, y la arrastra a la pista de baile. Daisy


camina detrás de ellas lanzando besos a la gente que conoce. Las tres se
balancean al ritmo de la música y Lucy se mueve como si tuviera latidos
adicionales en su cabeza, latidos que nadie puede oír, excepto ella. Miro a Leo
hablando con Jake y pienso en utilizar una de las salidas para poder ir a buscar
un muro y pintar una chica con un montón de latidos salvajes.
—Ed —me llama Leo, y cruzo para saludar a Jake. Después de haber
intercambiado saludos le dejo con Leo para hablar de negocios, doy un paso
atrás con Dylan para ver bailar a las chicas. Más gente se amontona, llenando el
aire, dejando sólo sudor y oscuridad.

—Te comportas como si estuvieras preocupado —dice Dylan—. ¿Crees que


algo saldrá mal?

—Sí, creo que algo saldrá mal. Si tienes dos dedos de frente no te
involucrarás esta noche.

—Tú tienes dos dedos de frente —dice Dylan.

—¿Qué?

—Tú tienes dos dedos de frente. ¿Por qué lo estás haciendo?

80 —Tengo el cerebro entero, para tu información. Pero tengo facturas que


pagar y estoy sin trabajo.

—Mi madre y mi padre pagan las cuentas. Pero no pagaran para que pueda
ir a Queensland porque he gastado mi dinero en una Wii.

—Entonces consigue trabajo en McDonalds, idiota.

—Tengo un trabajo allí. No tengo tiempo para volver a reunir tanto dinero.
Daisy irá sin mí y estará sola allí con todos esos chicos surfistas. ¿Sabes lo que
buscan?

—¿Una gran ola? —pregunto mirando a Lucy.

—Cierto. Deberían conseguir su propia ola.

Miramos un poco más.

—Creo que tal vez los surfistas son su tipo —dice Dylan.

—Entonces, estás perdido.


—Podría ser un surfista si lo intentara.

—Los surfistas no usan camisas a cuadros, planchan sus pantalones


vaqueros y se afeitan dos veces al día.

—Me gusta ser prolijo.

—Y eso está bien. Pero nunca serás un hombre.

—Amigo eso es una palabra estúpida —dice.

—Sí, lo es —le digo. Y después de un rato más de observar a las chicas


digo—. No hagas el trabajo. No vale la pena el riesgo.

—Si lo vale —dice fijando la mirada en Daisy.

Sigue tu propio consejo, dice Bert. Su voz es fuerte incluso aquí, en el

81 estruendo de la música y el humo flotante. No hay nada que puedas hacer por
mí ahora, Bert. Estás muerto y yo estoy enterrado.

Hice una obra para él el día de su muerte. No en el lateral de su tienda


porque habría odiado eso. Lo hice en un lugar legal. Abajo en la Calle Edward,
cerca de los muelles, donde hay una valla reservada para la gente que hace arte.
No fue nada ingenioso, sólo una imagen de él con aquella expresión que usaba
mientras tomaba una cerveza o me enseñaba algo nuevo. Aunque lo hice
grande, para que nadie en el tránsito de trenes se lo perdiera.

Llevé a Valerie para verlo una tarde. Nos quedamos con los ancianos ojos
de Bert durante mucho tiempo ese día. Ella pasó la mano por la cara y las cejas
peludas, mientras yo miraba el río. El agua estaba más baja de lo que había
estado durante mucho tiempo porque la lluvia comenzaba a parecer como una
historia que la gente contaba.

—Tengo que vender el negocio, Ed —me dijo, y sentí más pena por ella que
por mí—. Hay una ferretería en el barrio siguiente que ha estado intentando
comprarlo durante años. Bert seguía diciendo que no. Él quería pasártelo a ti.
—De todos modos, yo no hubiera podido hacerlo funcionar. —Mantuve mi
vista en el río.

—Oh, sí que podrías —dijo—. Pero yo necesito el dinero. Será una venta
rápida y pueden hacerse cargo de forma casi inmediata.

Imaginé la tienda sin Bert y tuve este pensamiento, este sentimiento de que
había una sequía en mí, igual que no había agua en mis entrañas para flotar.

Hasta hace un par de semanas he visitado esa imagen de Bert. La mayoría


de las tardes me sentaba allí con una cerveza y le hablaba de los trabajos que
había solicitado, sobre el arte que había visto.

Pero parece muy claro que no conseguiré otro trabajo pronto, así que he
dejado de ir. Hay cosas que sus ancianos ojos no necesitan ver.

82
—De acuerdo —dice Leo, dándole la espalda a Jake—. A la una recojo la
furgoneta en la Calle Montague. A las tres vamos a la escuela. Los controles de
seguridad son a las dos y las cuatro y media. Dylan dejó la ventana abierta hoy,
así que lo único que tenemos que hacer es cargar la camioneta con los
ordenadores y todo lo que sea valioso de la sala de Materiales y después
llevamos el material a Jake.

—¿No hay ninguna alarma? –pregunto.

Leo saca un trozo de papel de su bolsillo.

—Todo bajo control.

—¿Cómo lo ha conseguido Jake?

—Yo no hago preguntas.


Si yo hiciera preguntas le preguntaría por qué vamos a robar en el bloque
de Materiales donde trabaja la única profesora que siempre fue amable
conmigo. Buena pregunta, dice Bert.

—Necesito aire —le digo a Leo, y me deslizo por entre la gente hasta que
llego a la puerta de atrás. Está bloqueada por un recipiente lleno de bebidas, así
que me abro paso hasta la parte delantera, pero un chico y una chica están
apoyados en ella y no puedo pasar. Toco al chico en el hombro, pero él no se
moverá a menos que haya un incendio y aun así probablemente no se mueva.

Siempre hay una ventana, pienso, y regreso a la sala de estar y miro a mi


alrededor. La veo cerca del sofá donde Lucy está tomando un descanso del
baile. Ella está sentada al lado de Gorila, un tipo que consiguió su nombre
porque es peludo y porque se rumorea que algunas de las partes de su cuerpo
son extensibles.

Él está sonriendo y acercándose más y ella está bloqueada por todos lados
83 por un montón de cuerpos. La miro a ella y a él. Miro por la ventana. Vuelvo a
pensar en nuestra cita. Siempre puede romperle la nariz si se pone demasiado
amistoso. Salto hasta el terreno sobre la hierba y giro. ¿A quién estoy
engañando? Quiero ver si ella le rompe la nariz.

Apoyo los brazos en el alféizar de la ventana y la observo preparada para


una buena lucha.

—Entonces, ¿cuántos años tienes, nena? —le pregunta Gorila.

—La suficiente para distinguir lo mejor —dice, mirando sus brazos


extensibles.

—¿Te gusta lo que ves? —pregunta, y le toca la pierna—. Tú y yo


podríamos hacerlo más tarde.

—¿Se te olvidó evolucionar? —pregunta ella, luchando por levantarse del


sofá. Yo me río porque me gusta cómo es ella de luchadora, cuando no soy su
objetivo. Antes de que ella descubra qué otras partes de él son extensibles, me
levanto y vuelvo al interior.
—Ella está conmigo, Gorila.

—No veo tu nombre en ella —me dice, y ella parece enfadada y él parece
que quiere pelea y yo sé que no puedo contener a ninguno de ellos, así que
termino esto rápido.

—Confía en mí. Busca a otra persona. Esta es la que me rompió la nariz.

—Joder, es toda tuya.

Me hundo en el sofá.

—¿Has oído eso? Eres toda mía.

Ella mueve rápidamente su pulsera.

—Hay un chico en la cocina haciendo tatuajes a la gente. ¿Quieres ir a poner

84 tu nombre en mi brazo?

—Más tarde, quizá.

—¿Has venido por la ventana?—pregunta.

—Todas las otras salidas están bloqueadas —le digo, y sentado allí intento
pensar en algo que decir. Es difícil imaginar una pequeña charla en un océano
de parejas que lentamente ellos mismos se tatúan unos a otros. Ella no puede
dejar de mirarlos y esa es una mala idea en una fiesta como esta.

—No mires —le digo.

—Es como el sol en un eclipse. Me va a cegar, pero tengo que mirar.

—Si sigues mirando a esa chica ella te dejará ciega.

—Lo que necesitas es una cámara —dice la chica a Lucy.

—No, lo que necesito es una manguera.


—Vale. —Cubro los ojos de Lucy—. Ya no mira nadie.

La chica vuelve a su tarea. Mantengo mi mano donde está por si acaso.


Agradable y cerca de su boca.

La observo así no estoy tentado a mirar a nadie más. Ella mueve la cabeza y
los pies justo al ritmo de la música.

—¿Te estás divirtiendo? —pregunto.

—Más de lo que pensaba. No es tan malo si no puedes ver.

Me tapo los ojos con la otra mano.

—Tienes razón.

—¿Crees que eso es alguien mascando chicle? —pregunta.

85 —Ajá —le digo—. ¿Tienes la respiración agitada?

—Estoy intentando tener una experiencia extra corporal.

—No me dejes aquí solo —le digo, y nos reímos, y en la oscuridad ella
podría ser una chica diferente y yo podría ser un chico diferente. Podríamos ser
dos personas nadando a través de música pintada.

—¿Qué estás pensando? —pregunta ella.

—Estoy pensando que esta fiesta apesta.

—Estoy bastante segura que hay alguien junto a mí que realmente está
apestando. Shadow no estaría en una fiesta como esta.

—Esta es exactamente el tipo de fiesta donde estaría Shadow.

—¿Tú lo conoces también?

—Lo veo de vez en cuando.


—Yo casi lo he visto. Y a Poeta —dice ella, y quiero decirle, tú lo has visto y
no lo quieres.

—¿Ah, sí? —mejor le contesto.

—Sip. Estaba en el taller de vidrio en el que trabajo. Mi jefe me envió un


mensaje cuando los vio. Llegué esta noche cinco minutos después de que
hubieran desaparecido.

Es curioso que haya visto a ese viejo varias veces y nunca he visto a Lucy.
Lo observo algunas veces, a través de la ventana de su taller, fundiendo vidrio y
cambiando su forma.

—¿Tu jefe tiene una visión muy buena de ellos?

—Dijo que eran jóvenes y desaliñados.

86 —Shadow no parecía desaliñado última vez que lo vi. —Ese viejo es más
desaliñado que Leo y yo.

—Entonces, ¿cómo es que no estás enfadado conmigo? —pregunta ella.

—¿Quién dice que no?

—No estás bloqueando mis vías respiratorias.

—Es una habitación llena de gente. Un montón de testigos. —Pienso un


poco. No estoy tan enfadado cuando no estoy mirándola. Ambos
permanecemos en silencio durante un rato dejando que la música se entreteja a
nuestro alrededor—. No podemos seguir así mucho más tiempo —le digo
después de que pasaron tres canciones.

—¿Preocupado de que esto se ponga extraño? —pregunta.

—Estoy más preocupado de que alguien robe nuestras carteras.

—Jazz tiene muchas ganas de quedarse. Ella dice que este lugar es material
ideal para su audición dramática. Está haciendo un monólogo de Shakespeare,
así que no sé qué inspiración planea encontrar aquí. —Una botella se rompe en
algún lugar cercano.

—Si ella se queda el tiempo suficiente alguien está destinado a matar —le
digo. Se ríe de nuevo y eso me gusta aún más. Me gusta que sea yo quien la
hizo reír.

—Tal vez me iré a casa —dice ella—. A Jazz no le importará ahora que Leo
parece interesado. ¿Crees que está interesado?

Me gusta el ambiente que hay entre ella y yo, así que no quiero decirle que
cuando se trata de citas, Leo ha estado en el banquillo desde Emma. Realmente
no le he oído hablar de nadie desde ella. Cuando la chica que te gusta llama a la
policía, hace que un chico se vea obligado a contenerse.

—Tal vez —le digo a Lucy—. De todos modos, ella tiene a Daisy. No sabía
que eráis amigas.
87 —Es algo reciente. Tienes razón. Jazz tiene respaldo. Creo que voy a irme.

Durante los últimos diez minutos hemos estado en un sofá pasando el rato
en medio de ninguna parte, y mientras estuvimos pasando el rato yo no pensé
en estar sin dinero o estar sin Beth o estar en la cárcel más tarde esta noche.

—Deberíamos ir a buscar a Shadow —digo, y cierro los ojos tras mi mano.


¿En qué estás pensando? Esta chica te rompió la nariz. Ella me tiene esperando
su respuesta. Pienso en retractarme y luego decido dejarlo correr.

—¿Dónde buscamos? —pregunta después de un rato.

Sin agallas no hay gloria, me dice la vieja voz de Bert, y aparto mi mano de
sus ojos y la veo parpadear centrando su atención en mí.

—Tengo una o dos ideas. —Le hablo de las obras en el antiguo patio de tren
y el parque de patinaje e intento actuar como si no estuviera emocionado de que
ella esté excitada.
Ella dice que tardará un minuto y se abre paso entre la multitud. La veo
hablar con Jazz y me pregunto qué estoy haciendo. Sea lo que sea no puedo
parar. Me abro paso tras ella y antes de que ella pueda cambiar de opinión la
cojo del brazo y nos arrastramos con la multitud hasta la ventana.

Afuera en el césped, tomo algunas respiraciones y mientras hago eso veo a


Raff y sus amigos abriéndose paso entre la pareja que está besándose en la
puerta principal. Joder.

—Olvidé decirle algo a Leo —le digo a Lucy—. Dame un segundo.

Antes de pasar por la ventana miro hacia atrás, a ella. Está contemplando el
cielo como si estuviera teniendo una conversación con lo que hay allá arriba.

Me muevo rápidamente y encuentro a Leo en la pista de baile.

—Raff está aquí. Tienes que mantenerlo alejado de Jazz.


88 —Yo me encargo de eso —dice Leo—. Relájate.

—¿Me prestas diez dólares? —pregunto.

Él me los da.

—¿Nos vemos aquí a las dos y media?

La música cambia al tecno y la fiesta está en un movimiento de trance.


Tienes que salir o ir con él. Di no, dice el viejo Bert, pero no puedo.

—Dos y media —le digo a Leo—. Recuerda. Cuidado con Raff.

Hago mi camino entre la multitud hasta Lucy y antes de salir por la ventana
otra vez, miro hacia atrás a Leo. No puedo decir si le gusta Jazz o no. Pero si
tuviera que adivinar, diría que sí.
Poeta

Asignación número Cuatro


Poesía 101
Estudiante: Leopold Green

89

Recuerda que

el amor no hace girar al mundo.

El sexo lo hace girar durante un segundo o dos,

si tienes suerte,

lo mismo ocurre con las patatas fritas, hojaldritos de salchichas y


chicas con faldas cortas.

Recuerda

el amor

coloca los dedos en tu corazón


y lo sostiene

bajo el agua.

Recuerda eso

cuando la siguiente chica sonría.

90
Lucy
Espero a Ed afuera y por primera vez esta noche veo unas pocas estrellas
reales, unas que no tenga que imaginar. Pequeñas bengalas ardiendo a lo lejos.
Trazo el contorno de ellas con mi dedo y añado un OVNI o dos. Agregarle cosas
al mundo es un juego que papá, mamá y yo jugamos cuando estamos realmente
cortos de dinero. Imagina lo que quieras, Lucy, porque es probable que no nos
lo podamos permitir. Nunca me importó realmente porque siempre
encontraban el dinero para las cosas importantes como mi vidrio. Al dice que el

91 juego probablemente me hizo una mejor artista. Sin embargo, eso no siempre
funciona. He dibujado a papá viviendo en la casa más de un par de veces
últimamente.

Ed se está tomando su tiempo, así que me acuesto en la hierba a esperarlo.


Dibujo a Shadow en el cielo. Pelo oscuro, imagino, desaliñado, pero no
descontrolado. Deliberadamente desaliñado. Estoy pensando en una camiseta
vieja de Los Ramones. O tal vez una camiseta que él mismo haya impreso.
Dibujo una burbuja de diálogo y en el interior palabras acerca del arte.

Para pasar el tiempo, dibujo a Ed junto a él. Es extraño, pero no fue tan
difícil hablar con él cuando no podía verlo. Tal vez en nuestra cita debería haber
puesto su mano en mi rostro en lugar de sobre mi culo. Tal vez ambos
deberíamos tener los ojos vendados. Las cosas habrían parecido extrañas, claro,
pero, podría haber resultado diferente.

Una de mis pinturas favoritas es Los Amantes de René Magritte. Hay dos
personas besándose. Ambos tienen una sábana envuelta alrededor de su
cabeza. Todo es tan normal en la pintura: el vestido, el traje, el azul suave de las
paredes detrás de ellos. Lo único extraño es que la cabeza de ambos está
envuelta por lo que no pueden verse entre si y se están besando a través del
algodón. Tal vez no sea tan raro. Tal vez besar con los ojos vendados es la
manera más fácil para comenzar.

Estoy un poco celosa de que Jazz no necesite una sábana sobre la cara para
evitar la torpeza de la primera cita. Me abrí paso entre la multitud para decirle
que iba a la cacería de Shadow y ella daba vueltas en torno a Leo como si lo
conociera durante años.

—Me voy con Ed —le grité al oído.

—¿Qué?

—Ed —grité más fuerte—. Él y yo buscaremos a Shadow.

Ella me sacó de la pista de baile lejos de los altavoces.


92 —¿No te importa si me quedo?

Negué con la cabeza.

—¿No te importa si me voy?

—Mantén tu móvil encendido —me dijo—. Te enviaré un mensaje y te haré


saber cómo ha resultado la noche. —Ella agitó la mano y volvió a bailar. Una
canción lenta empezó a sonar y Leo parecía inseguro durante un segundo antes
de que ella girara en círculos a su alrededor.

Ella se movía sin un atisbo de duda en su cuerpo. Tal vez me equivoque,


pero me pareció verlo a él parpadear con duda.

—¿Qué pasa si conoces a Shadow y tú no le gustas? —me preguntó Jazz


una vez.
El pensamiento cruzó mi mente un millón de veces. A algunos chicos les
gusto. A otros chicos no. Pero tengo la sensación de que Shadow será uno de los
chicos que lo hacen.

El saber que finalmente podría encontrarlo envía chispas a todos los lugares
correctos. Ed y yo lo encontraremos y él estará pintando algo increíble. Después
de las presentaciones Ed volverá a la fiesta, o a ver a Beth, y estaré sola con
Shadow. No sé lo que voy a decirle primero. Tal vez sólo—: Me gusta el arte.

—A mí también —dice una voz.

Miro por encima de mi hombro y veo a un chico. Él es mayor que yo, por
un año o dos, y lleva un traje, pero no del tipo fuera de onda. Es casi plateado.
La combinación del elegante traje y el pelo desaliñado realmente funciona.
Extiendo los cinco dedos sobre la hierba.

93 —Es algo ruidoso allí. ¿Te importa si me siento? —me pregunta.

Niego con la cabeza.

—Necesitaba un poco de aire también.

Se tumba a mi lado y se incorpora sobre el codo. Su cabello cae sobre un ojo


de vez en cuando y de vez en cuando lo aparta hacia atrás. Él me pilla mirando
fijamente y sonríe. Sonrío. Nos miramos el uno al otro, miramos hacia otro lado,
nos miramos de nuevo.

—¿Estás esperando a alguien? —me pregunta de una manera que me hace


pensar que está preguntando si estoy esperando a un chico.

—Sólo un amigo. Estoy esperando a un chico llamado Ed. Sólo un amigo —


digo de nuevo.

Y luego, en caso de que no lo hubiera escuchado le digo:

—Nosotros no estamos juntos, Ed y yo. Estamos a punto de ir en busca de


un artista del grafiti llamado Shadow. ¿Lo conoces?
—No. Conozco un poco a Ed. Es amigo de Leo, ¿no?

—Sip.

Algunos chicos tropiezan delante de nosotros, besándose a medida que


avanzan.

—Hacen que parezca un deporte olímpico —dice—. Debemos soportar


señales desde uno hasta diez para calificarlos.

—Toda la gente de la fiesta está consiguiendo puntuaciones muy altas.

—Háblame de eso. —Él me mira otra vez. Traza un dedo a lo largo de la


hierba, haciendo patrones lentos.

—Me gusta dibujar —dice cuando me pilla mirándolo—. Entonces, ¿cómo


es que quieres encontrar a este tipo Shadow?

94 —Me gusta su arte —le digo, y él hace más patrones. Algo está sucediendo.
No sé por qué, pero hay algo.

—¿Dónde vas a buscarlo?

—Al antiguo patio del tren y al parque de patinaje.

—¿Vas ahora?

Asiento con la cabeza.

—¿Quieres venir?

No me siento rara preguntándolo. Me siento bien.

—Me gustaría hacerlo. Sin embargo, ahora no puedo. ¿Puedo verte más
tarde esta noche?

—Sip. Por supuesto.

—Genial. ¿A dónde iras después de la pista de patinaje?


—A lo mejor al café Barry’s.

—Muy bien. Así que si quiero encontrarte lo haré en el antiguo patio del
tren, el parque de patinaje o en el café Barry’s.—Se pone de pie y me tiende la
mano. Entonces él me levanta por lo que estoy cerca de él—. En caso de que lo
necesite, ¿puedo tener tu número de móvil?

Siento un cosquilleo cuando se lo doy y observo cómo lo añade a su


teléfono.

—Soy Lucy —digo para que pueda añadir mi nombre con el número.

—Soy Malcolm —dice él—. Malcolm Paloma.

Paloma, recuerdo. Aves atrapadas en un cielo. No es incuestionable que él


pudiera ser Shadow.

95 —Mucho gusto.

—Encantado de conocerte, también —dice él. Lo veo alejarse, subir a un


coche y marcharse. Afortunadamente Ed tarda en volver. Necesito un poco de
tiempo para tranquilizarme.

—¿Shadow usaría traje? —le pregunté de camino a la estación de tren.

—Ni en un millón de años —dice Ed.

—Creo, que no lo sabes todo acerca de él.

—Yo sé mucho de eso.


Es más incómodo con Ed que cuando teníamos los ojos cerrados, pero no es
tan complicado como yo pensé que podría ser. Supongo que después de romper
la nariz de un hombre, semi-incómodo no es demasiado malo.

—¿Dónde está Beth esta noche? —le pregunto.

—Ella tiene una cena con su familia todos los viernes.

—¿Y no le importa que salgas conmigo?

—Beth es tranquila. Y no es que tú y yo tengamos una cita.

—No. Tienes razón. Por supuesto. —Miro hacia el cielo con la esperanza de
sentirme insignificante y obtener una pequeña perspectiva en este momento de
humillación.

—¿Qué estás mirando? —me pregunta Ed.

96 Nada que me sea de ayuda.

—¿Sabías que estamos hechos de la misma materia que las estrellas? Somos
energía nuclear explosionando.

—Tú no eres como las otras chicas, ya lo sabes, ¿verdad? —me pregunta Ed.

—He sido consciente del problema —le digo—. Pero para que conste, diez
minutos antes tenías tu mano sobre mi cara, mientras que tu mejor amigo
estaba bailando con una chica. Tú tampoco eres exactamente igual que los
demás.

—Tienes razón.

—Creo que es mejor ser diferente —le digo—. Shadow es diferente.

—Nunca lo has visto. ¿Cómo lo sabes? —pregunta Ed.


—He visto sus pinturas y el arte revela mucho acerca de una persona. Hay
una de una chica con un mapa sobre ella y un chico con humo saliendo del
motor de su coche. —Ed no dice nada—. ¿No lo entiendes? Un coche averiado.

—Lo entiendo. Alguna chica lo dejó y él está llorando por eso.

—Yo no creo que él esté llorando por eso, pero si es así no hay nada malo
en ser sensible.

Ed rueda los ojos un par de veces.

—Cuidado. Te pareces a mi madre.

Él pone los ojos de nuevo.

—Bueno, ¿qué? —pregunto.

—¿Cómo sabes que es sensible?


97
—¿Por qué eres tan irritante?

—No lo soy. Olvídalo. Shadow es sensible. Hablemos de otra cosa.


Podemos caminar hasta el patio de la estación de tren.

Buena idea. Asunto zanjado, señor.

—Mi bicicleta está en Barry’s. Podríamos ir allí. —Compruebo mi reloj.


Once y media.

—¿A qué hora tienes que llegar a casa? —pregunta.

—Mis padres saben que estaré fuera toda la noche. ¿Y tú?

—Tengo hasta las dos y media.

—¿Qué sucede entonces?

Sonríe.
—Beth.

—Oh. Claro —le digo, y miro las estrellas otra vez. Nop. No es bueno. No
consigo algo de insignificancia.

Así que es cierto el rumor. Los adolescentes tienen relaciones sexuales. Si


Shadow resulta ser el tipo de persona que creo que es, que lo será, entonces tal
vez conseguiré hacer algo más que leer las encuestas al respecto. Nos
conoceremos y haremos clic y nos sentaremos toda la noche y todo se volcará
fuera de mí y dentro de él y viceversa y mientras nos vertemos la noche se
desvanecerá y el mundo se volverá rosa y en ese color rosado me besará.
Seguiremos tomando trozos uno al otro hasta que lleguemos a nuestro centro y
luego lo haremos y no se sentirá aterrador o extraño.

—Yo lo haría con Shadow —le digo, imaginándome besando a un chico que
se parece a Malcolm Paloma. En cuanto digo eso, me concentro realmente y
98 trato de doblar las leyes del tiempo con mi mente. Nop. No hubo suerte. El
comentario más estúpido del mundo sigue ahí fuera.

Las cejas de Ed toman vida propia.

—¿De verdad? —dice, y se ríe.

—¿Qué es tan gracioso?

—Nada. Tú puedes hacerlo con quien quieras. —Él se ríe un poco más.
Golpea las manos en sus piernas mientras se ríe. Tengo la necesidad de
romperle la nariz otra vez.

—Muy bien. Decir eso ha sido algo muy estúpido, pero no me digas que no
pensaste en hacerlo con las chicas antes.

—He hecho más que pensar en ello.


—Quiero decir, pensar en hacerlo con chicas con quien no lo hayas hecho.
—Hace un segundo no pensaba que esto no podría ser mucho más humillante,
pero tal vez me equivoqué.

—He pensado en ello con chicas que conozco. Seguro. Tú no conoces a


Shadow.

—Como si Angelina Jolie nunca se te hubiera cruzado por tu mente.

—Por lo menos yo la he visto.

—Así que no he visto a Shadow. He conocido a alguien que lo ha visto y


eso es casi la misma cosa.

Ed se ríe otra vez.

—De hecho, creo que tal vez lo conocí en la fiesta.

99 —¿Gorila? —Sus cejas subieron más de lo que hubiera creído posible.

—No, Gorila no. Otro chico que conocí fuera en la parte delantera. Él era
creativo y dulce y llevaba un traje muy elegante.

—No me suena a Shadow —dice.

Vuelvo la cabeza hacia la izquierda así a Ed le queda claro que lo estoy


ignorando. Él no tenía que hacerme sentir tan estúpida. No es que le dijera que
lo haría con el Sr. Darcy. En realidad, lo dije antes, pero eso fue hace mucho
tiempo atrás, cuando yo no tenía la madurez que tengo ahora.

La primera vez que Jazz se quedó a dormir en mi casa, hicimos una lista de
personas con las que lo haríamos. Ella miró la mía.

—Los tuyos son todos personajes de ficción.

—¿Y?
—Pues que necesitas al menos una persona real. ¿Con que persona real lo
harías?

—Shadow —le dije.

—Creo que un artista de grafiti invisible es un paso adelante respecto a uno


de ficción.

—Es visible. No lo he visto todavía, eso es todo.

Ed y yo no dijimos nada el resto del camino a la estación. No dijimos mucho


mientras esperamos el tren. Se ríe de vez en cuando y de vez en cuando me
imagino rompiéndole la nariz.

Una vez que el tren viene y estamos sentados uno frente al otro, mi mente
vuelve al Sr. Parpadeo de Duda en la Pista de Baile.

100 —¿Es un buen tipo Leo?

—Hemos sido los mejores amigos desde la escuela primaria —dice Ed,
descansando sus pies en el asiento a mi lado.

—¿Pero es buen chico con sus novias?

—Él no ha tenido una novia desde hace mucho tiempo, no desde Emma.

—¿La chica con el gran... cerebro?

Él sonríe lentamente.

—Ajá. La chica con el gran... cerebro. Y también era inteligente y divertida,


por cierto. Y fuerte. Me gustaba.

—Entonces, ¿por qué rompieron?

—No lo sé.
Él lo sabe, no quiere decirlo, lo cual es bastante justo. Pero he dejado a Jazz
en una oscura pista de baile con ese chico y quiero saber si ella pudiera
necesitar una mano en algo. A Jazz le gusta pensar que es fuerte pero yo la he
visto llorar durante El Diario de Noa.

—Entonces, ¿Leo simplemente se acuesta con chicas desde Emma?

—Él no les miente. Jazz conocerá la jugada antes de que algo suceda.

—Si algo sucede —le digo, porque yo no quiero que él o Leo crean que Jazz
ha tomado una decisión. No creo que ella lo haga, pero a lo mejor me equivoco
y en cualquier caso no quiero a Leo tomándolo por sentado.

—De acuerdo —dice Ed—. Si pasara algo, ella conocerá la jugada.

Me imagino ese momento y cómo se sentirá Jazz. Nerviosa y excitada.


Ilusionada de que tal vez pase el día siguiente y el día después de eso con Leo.
101 Días cayendo como fichas de dominó en su cabeza. Y entonces él le dirá la
jugada.

—Eso es horrible —le digo.

—¿Ser honesto con ella es horrible?

—Ser honesto con ella después es horrible. Debe ser honesto desde el
momento en que comienza a ligar con ella.

—¿Claro, hola, me llamo Leo y por cierto, solamente quiero sexo?

—¿Es eso todo lo que quiere?

—Yo no he dicho eso. Estaba creando una situación. Creo que ella le gusta.

Saco mi teléfono.

—Deberías dejarlos solos. Leo es mejor chico de lo que todos piensan.

—A mí no me lo parece — le digo y marco su número.


—Lucy —grita—. Esta fiesta es increíble. —El teléfono se llena de música y
sé que lo está sosteniendo para que yo pueda oír—. Al fin, mi vida es
emocionante. ¿Cómo va todo con Ed?

—Bien. Escucha, Jazz, ten cuidado. Con Leo.

—¿Por qué? ¿Qué sabes?

—Nada. Te dejé allí, eso es todo. El plan era permanecer juntas.

—Deja de preocuparte por mí. Diviértete. —Ella hace un sonido, lo que creo
que es un beso al teléfono y cuelga.

Ed me ofrece un poco de gesto de ceja.

—Estás furioso de nuevo —le digo.

—No estoy bloqueando tus vías respiratorias.


102
—Tú no sabes lo que será para Jazz. Yo sé lo que es sentirse decepcionada,
después de la sangre y los huesos rotos en nuestra… lo que sea que teníamos.

Él me da un montón de gesto de ceja.

—De acuerdo, era tu sangre. Probablemente tú estabas un poco


decepcionado también.

—¿Tú crees?

El tren se detiene en nuestra estación y observamos las puertas pero no se


abren. El conductor anuncia por el altavoz que se ha producido un ligero
problema técnico, pero nos pondremos en marcha pronto. Me lo imagino en la
sala de control presionando todos los botones, pero nada funciona para
dejarnos salir. Pulsa más botones, pienso mientras Ed y yo observamos las
puertas. Esto podría volverse incómodo.

A través del cristal veo parte de la obra de Shadow flotando en el cielo.


—Irónico —digo, sin esperar que Ed lo comprendiera.

—¿Qué? ¿Que estemos atrapados en un tren, mirando a través del cristal un


cielo pintado, o porque estamos de vuelta donde empezamos?

—Bueno, los dos supongo.

—El hecho de que yo no sepa quién es Atticus Finch no quiere decir que sea
estúpido.

—Nunca dije que lo fueras.

—Sé lo que es la ironía.

—Muy bien.

—¿Por qué dijiste que sí a una película si ni siquiera te gustaba?

103 —Fue un accidente.

—¿Tú dijiste que sí por accidente?

—No. Te dije que sí porque quise. Lo otro fue un accidente.

—Ni siquiera me llevaste hasta un taxi. ¿Tienes alguna idea de lo mucho


que duele una fractura en la nariz?

—Estás todavía cabreado conmigo.

—Por supuesto que todavía estoy cabreado. Tú ni siquiera me llamaste para


saber cómo estaba. Después de accidentes como ese, la gente suele llamar para
pedir disculpas.

—Eso es un buen punto —le digo, ya que realmente es uno muy bueno.
¿Cómo pude ni siquiera pensar en llamar? ¿Cómo no lo llevé hasta un taxi?
Pude haber llamado a papá—. Ni siquiera pensé en llamar. —Me echo hacia
atrás ante un grave levantamiento de cejas—. Sin embargo, yo vomité —le
digo—. Lo que creo que muestra cierto arrepentimiento real.
Deja caer las cejas.

—¿Tú vomitaste?

—Cuando llegué a casa. Apenas pude llegar al fregadero. Tuve que tirar mi
ropa.

Una vez más nos quedamos en un silencio que sólo los astronautas pueden
entender plenamente.

Entonces Ed dice:

—Eso es una pena. Me gustó mucho esa camiseta que llevabas puesta.

—¿Te acuerdas de mi camiseta?

—Hasta el anestésico, lo recuerdo todo.

104 —Lo siento —le digo—. Siento haber roto tu nariz y realmente siento no
haberte llevado hasta un taxi.

—Y lamentas que no llamaste para saber cómo estaba.

—Lo siento por eso también.

Se apoya en la pared del vagón y cruza los brazos.

—Siento haberte agarrado el trasero.

No puedo resistir.

—¿Qué problema hay con mi trasero, señorito?

Las cejas se levantan. Las puertas se abren.

—Ya lo tengo —dice el conductor a través del intercomunicador.


—Si Jazz es algo como tú, Leo es el que tiene algo de qué preocuparse —
dice, y me permite caminar primera en la noche, lo cual, tengo que decir, me
gustó bastante.

105
Poeta

Pista de Baile
11,45 pm

á
106
Quizás tú y yo.

Tal vez tú y yo.

Quizás tú y yo.

Pero probablemente no.

Quizás salga contigo más de una noche.

Tal vez salga contigo más de una noche.

Quizás salga contigo más de una noche.

Pero probablemente no.

Quizás la olvidaré.

Tal vez la olvidaré.


Quizás la olvidaré.

Pero probablemente no.

107
Ed
—Vomité —dijo Lucy, y yo me sentí vivaz. Bert me enseñó esa palabra y me
gustó. Después de mi primera cita con Beth él hizo una serie de dibujos de mí
siendo vivaz. Pasó las páginas y este muchachito dio algunas patadas de lado
en el aire.

—Me sentí así después de que Valerie y yo comenzáramos a salir —dijo él.

Me siento con ganas de dar algunas patadas esta noche. A Lucy le gusté lo

108 suficiente como para vomitar.

—Siento haberte agarrado el trasero —le dije.

—¿Qué problema hay con mi trasero, señorito? —pregunta ella y sonríe con
ese latido extra y veo ese lunar en su cuello y tengo un impulso casi irrefrenable
de tocarlo. No lo hago, sin embargo, porque la definición de locura es hacer la
misma cosa dos veces y esperar un resultado diferente.

Te sientes vivaz, entonces confórmate con eso. No vayas pidiendo más.


Disfruta caminando a su lado. Disfruta mostrándole tus obras y escucha lo que
ella piensa de ellas. Disfruta diciendo adiós antes de robar en su escuela. Ese
último pensamiento me quita un poco la vivacidad. La cara de Bert flota en mi
mente y me dice que los ladrones no se merecen la vivacidad.

—Así que estamos parejos —dice Lucy de camino a Barry’s.

—Nunca podríamos estar parejos —le digo—. Pero estamos más parejos.
Caminamos más allá y la gente se había reducido en las calles así que solo
quedan algunos dispersos. De vez en cuando tropezamos con algún tipo que
todavía va a ninguna parte desde la noche anterior, decidido a llegar allí esta
noche. Leo nunca pasa a uno de esos borrachos sin darles dinero, incluso si solo
tiene algunas monedas en sus bolsillos. Él no ha ido a casa desde el día en que
se mudó con su abuela. «No hay nada por lo que volver» dice él, pero yo no
creo que sea tan simple. Me imagino que las pocas monedas que les tira a los
borrachos en la calle son su manera de decir que siente no poder lidiar con el
zoológico que hay en su casa.

—¿Te has dado cuenta de cómo la noche cambia de forma? —le pregunto a
Lucy—. Comienza repleta de gente y sonido y luego se va volviendo más escasa
hasta que a la mitad no hay casi nadie en ella, solo tú.

—¿Estás despierto a menudo a mitad de la noche? —pregunta ella.

109 —No a menudo. Comienzo a trabajar temprano. —O lo hacía. Desde que


perdí mi trabajo hace un mes, la urgencia de pintar me ha estado pegando duro
y salgo en mitad de la noche a veces. Duermo hasta tarde y paso las tardes en
las galerías gratuitas de la ciudad. Bert y yo solíamos ir a ellas los sábados por
la mañana, a veces. Nos gustaba llevar nuestros cuadernos y tomar notas acerca
de las cosas que nos gustaban. Almorzábamos en el parque y luego yo volvía a
casa. Nunca me cansaba de pasar tiempo con Bert. Nunca me casaba de ver sus
viejas manos dibujar el mundo.

—Mi bicicleta todavía está ahí —dice ella, apuntando hacia delante—.
Nunca se sabe en este lugar. Lo que dejas no siempre está allí cuando regresas.

El candado de su bicicleta es del tamaño de un chihuahua que tuve una vez


y le digo que es poco probable que alguien ande con tenazas así de grandes.

—Me gusta mi bicicleta. Quiero que esté segura —dice ella y se abrocha el
cierre de su casco, el cual es azul con un relámpago en el lateral. Pensé en una
obra que podría hacer. Una chica con forma de rayo en el cielo y un chico en la
tierra con un pararrayos tratando de atraparla.

—¿Te gusta ese casco también? —le pregunto.

—No tiene nada de malo mi casco, señorito. —Ella señala dos marcas de
pisadas grandes en la parte trasera de su bicicleta.

—¿Tienes entrenamiento… o algo así? ¿Qué son?

—Plataformas para los pies. Mi padre las hizo para que mi primo las usara.
Pisa ahí.

—Pero no tengo un casco genial con un rayo.

—Tu cabeza es lo suficientemente dura.

—Graciosa. —Me estabilizo sin tocarla.


110
—Hasta el patio de trenes —dice y empuja los pedales. No nos movemos.

—Cuando quieras —le digo—.Ya sabes. Mientras todavía somos jóvenes y


guapos.

Ella empuja fuerte de nuevo.

—Pesas una tonelada.

—¿Me necesitas para manejar?

—Necesito un impulso, eso es todo. Bájate.

—Eres muy encantadora, pero debes escucharlo todo el tiempo.

—Bájate —dice ella—. Yo pedalearé y tú corres detrás de mí y saltas a la


bicicleta.

—¿Muchos chicos te invitan a salir una segunda vez?


—Solo los que tienen pelotas.

Me bajo. Ella pedalea alejándose y yo persigo sus luces traseras por la calle.

—Date prisa —grita ella—. No puedo frenar o perderé el impulso.

Corro tan fuerte como puedo hasta que casi toco la parte de atrás de su
bicicleta.

—No soy Superman —le digo. Ella disminuye un poco la velocidad y yo


hago un gran salto y golpeo el asfalto. Así va por un rato, yo corriendo y
saltando y fallando y preguntándome cómo hacer esto prueba que tengo
pelotas—. No es posible subirse de esta manera.

—Prueba una vez más —dice ella.

Una vez más y eso es todo, pienso, y corro, gritando todo el camino como si

111 eso me diera velocidad. Ella disminuye un poquito y yo salto y aterrizo con un
pie arriba, lo que es un milagro.

—Un milagro —grito.

—Por fin —dice ella.

—Sabes, el hermano de Leo me está arreglando un coche para cuando tenga


mi licencia. Te voy hacer saltar para entrar mientras está en movimiento.

—¿Me llevarás a pasear?

—Si tu forma aeróbica está a la altura, seguro que te llevaré a donde tú


quieras. Toma la izquierda aquí. Vamos a la Calle Fraser, ¿sabes dónde está?

—¿Detrás de la escuela?

—Ajá. —Cierro mis ojos y dejo que el movimiento me lleve a otro lugar,
permitiendo que los muros caigan en mi cabeza de la manera que lo hacen
cuando siento espacio a mi alrededor. Tal vez luego vaya a algún lado y pinte la
oscuridad que está presa detrás de mis ojos. Una oscuridad llena de sonidos de
la ciudad y su respiración—. Esto no es malo —digo—. Parece como si en
realidad no estuviéramos aquí.

—No te pongas demasiado cómodo. Tienes que bajar y caminar si hay


colinas.

—No hay colinas. No te llevo a ningún lugar al que sea difícil llegar. —
Todas mis cosas buenas están escondidas. Abajo en los muelles y dentro de
fábricas viejas—. Te estoy guiando a las paredes de Shadow donde no se
requiere ningún esfuerzo. Aquí —le digo.

Nos bajamos y ella cierra su candado chihuahua y entramos al patio de


trenes. Vagamos a través de vagones muertos rociados con los pensamientos
nocturnos de Leo y míos. Osos polares sosteniendo fósforos en los glaciares,
pintados después de que Leo escuchara algún político decir que la gente no
causaba el calentamiento global. Tienes razón. Son los animales. La tierra vestía un
112 suéter tejido a mano y un gorro. ¿Tal vez por eso se está calentando? Leo tiene un
poquito de entusiasmo por el medio ambiente y a mí no me importaba hacer las
imágenes para él. Entiendo algunas de sus cosas y otras no. Caminamos
pasando uno de sus poemas, El tictac interior, y Lucy se detiene lo suficiente
para leerlo. Siento como si ella estuviera caminando por mi mente y eso se
siente extraño, como si estuviéramos en un sueño que estoy teniendo.

—Algunas veces él es como un poeta —dice Lucy—. Y otras veces es más


como un analista social.

—Supongo. —Realmente nunca había pensado en eso. Últimamente él ha


estado escribiendo cosas más largas pero me imaginaba que él solo tenía más
que decir. Algunos días Leo quiere hablar de lo que escucho en su clase de
filosofía y algunos días quiere sentarse tranquilamente a comerse un hojaldrito
de salchicha.

—Nunca había estado aquí —dice Lucy.


—Yo vengo a veces —digo—. Para mirar las cosas. Algunas de ellas están
muy bien.

—¿Entones te gusta el grafiti? —pregunta ella, alejándose antes de que


responda, mirando al próximo vagón.

—Me gustan algunos. Otros no me gustan —digo, pero ella no está


escuchando.

Miro sobre su hombro a una pieza que Leo y yo hicimos hace un tiempo
para reírnos. Hay un chico sacando su pulgar en una autopista en el primer
fotograma y un chico recogiéndolo en el segundo y el auto alejándose en el
tercero. La matrícula del coche dice Psicópata. Solté una risita ahogada. Leo
pensó en eso. Yo solo estaba pintando a un chico escapando.

—Ves —dice ella—. Él es divertido.

113 —Nunca dije que no lo fuera. —Caminamos al siguiente vagón—.


¿Entonces te gusta porque es gracioso?

—Me gusta porque es inteligente. Y ya sabes, él y yo somos artistas, así que


tenemos algo en común. —Ella mueve su pulsera—. He estado tomando clases
de soplado de vidrio en lo de Al durante casi dos años ya. Él me ayudo a
terminar mi diseño.

—¿Cómo es eso? —pregunto.

—Es genial tener una idea y hacerla con mis manos. ¿Sabes?

—Supongo —le digo, pero lo que quiero decir es Sip, lo sé. Lo sé todo sobre
eso a altas horas de la noche, cuando un pensamiento me golpea y no puedo
dormir hasta que esté fuera y en la pared.

—Al hace estas esculturas móviles que cubren todo el techo, como flores
colgando del cielo. Se chocan ligeramente los unos con los otros y como tienen
diferentes tamaños y grosores hacen diferentes sonidos. Es como un techo de
flores cantando.

Una vez miré por la ventana de su estudio y pensé que eran nubes de
trompetas. Me gustan incluso mucho más ahora que sé que hacen ruido. No
pude escucharlo desde el exterior.

—Los he visto —digo, antes de pensarlo.

—¿Dónde? —pregunta ella.

Toso para darme un poco de tiempo para pensar.

—En algún lugar de la ciudad. Hay algunas tiendas de vidrio cerca de la


tienda de pintura.

Ella asiente.

114 —Él expone en la mayoría de gallerías de vidrio.

Pienso en lo genial que sería exponer en alguna parte. Sé que la mayoría de


chicos que hacen paredes dicen que no necesitan una galería, pero a mí no me
importaría una habitación blanca con mis obras colgando en ella. Bert y yo
fuimos a una exposición de Ghostpatrol, este artista callejero y de galería.

—Tú podrías estar aquí —dijo Bert. Le dije que estaba soñando. Él me dijo
que soñar era la única forma de llegar algún lado.

—Entonces, ¿cuál es tu diseño? —pregunté.

—Son cinco botellas llamadas La Flota de la Memoria. Al me ayudó con el


nombre. Dentro de las botellas hay cosas que me gusta recordar. Son como esas
botellas que ves con los barcos atrapados en el interior.

—¿Entonces que hay en ellas?

—Cosas que recuerdo. Como, en una hay una pequeña capa y una varita
que me recuerda a cuando tenía diez años. Mi madre cosía disfraces para ella y
para mí y así podríamos estar en el número de magia de papá. Él es humorista
pero a veces hace fiestas infantiles para ganar dinero extra. Mamá y yo
entramos en la caja y papá la tapa y cuando abre la cortina nosotras hemos
desaparecido y cuando vuelve a taparla volvemos.

—¿Entonces, que, salisteis por una puerta trasera?

—Ese es el asunto —dice ella—. De la forma en que yo lo recuerdo, nosotros


realmente íbamos a alguna parte. Quiero decir, ahora sé que había un truco
para eso pero en ese entonces mamá sabía lo que era y yo no. De la forma en
que yo lo recuerdo, papá lo hacía posible.

—Mi padre era un mago también. Se subió a su coche y desapareció.

—Oh —dice ella con esa extraña mirada en su rostro.

—No te preocupes. Él lo hizo antes de que yo naciera. Mi madre es genial.


115 —Caminamos un poco más por el patio de trenes, parando de vez en cuando
para mirar algo que Leo y yo pintamos.

Ella se para frente a uno que no quiero que vea. No hay nada gracioso
acerca del océano blanco. Hay un ritmo en la pintura, como si el agua estuviera
tratando de recuperar el aliento. El Océano Decepcionado, escribió Leo debajo.

—¿Alguna vez te sientes así? —pregunta Lucy—. ¿Completamente abatido?

Me encojo de hombros. No me quiero meter en eso esta noche.

—De lo que realmente estoy decepcionado es que Veronica Mars no pasará


de la tercera temporada —digo—. Y que Turkish Delights5 no vengan en
tamaño extra-grande.

—Ahora vienen así.

—Bueno, esa es una muy buena noticia.


5
Turkin Delights o Lokum: es una familia de productos de confitería basado en un gel de almidón y
azúcar. Es a menudo envasado y se come en pequeños cubos.
—Quiero que las Freddoes6 de menta vengan en tamaño extra-grande pero
nunca ocurrirá —dice ella.

Parece extraño, ahora que lo pienso.

—Tienes razón. ¿Porque no las hacen más grandes?

—Es un misterio.

—Puedes comprar tres y derretirlas, luego congelarlas —digo.

—Sería complicado.

—Seguiría siendo chocolate. Todavía tendría el mismo sabor.

—Supongo. Pero me gustan mis Freddoes impecables, con la menta en su


interior.

116 —Tienes una actitud bastante intransigente en el asunto interior/exterior.

—La tengo —dice ella, y me gusta que pueda hablar de arte y Freddoes en
la misma conversación. Me gusta la idea de su flota de recuerdos, las cosas
embotelladas dentro así no pueden salir flotando.

Dejamos las pinturas y nos dirigimos hacia su bicicleta.

—Siempre me he preguntado cómo llegaron esos barcos dentro del cristal.

—Al me enseñó cómo —dice ella—. Primero haces la botella. O la compras.


El barco entra después. Lo construyes fuera, con mástiles plegables. Pones un
mar de masilla en la botella y después deslizas el barco a través del cuello y
levantas las velas desde fuera. Así es como metí mis recuerdos allí. Los hice
pequeños y plegables. Creo que me gustaban más esas botellas cuando todavía
eran misteriosas, antes de saber cómo funcionaban.

6
Freddoes - Chocolatinas fabricado por Cadbury con la forma de una rana de pie y vestida, rellenas de
crema, caramelo, chocolate blanco, arroz crujiente, fresa, menta, piña, etc.
Ella tiene este trocito partido en su diente delantero y yo pienso en pasar mi
dedo a lo largo de sus bordes. Pero luego pienso en ella enterándose de que soy
Shadow. Pienso en ella decepcionada porque soy un tipo que no va a ningún
lado, no un tipo que es sensible e inteligente y divertido. Pienso en ella yendo a
la universidad y haciendo vidrio y yo quedándome donde estoy pulverizando
paredes y peleándome con el alquiler.

—Puedo enseñarte como meter el barco en la botella —dice ella—. Si


quieres.

—No sé. Parece mucho trabajo para un barco que no va a ninguna parte.

117
Poeta

Asignación número Cinco


Poesía 101
Estudiante: Leopold Green

118

En su interior existe una alambrada.

Y más allá de la alambrada hay un perro.

Y más allá del perro unos ladrones.

Y más allá de los ladrones,

hay un conjunto de malos sueños.

Y pasados los sueños,

si puedes superar los sueños,

están las cosas que lo motiva


Tictac, tictac, tictac.

119
Lucy
Ed y yo caminamos entre los vagones y estoy en un mundo de Shadow que
ni siquiera sabía que existía. Me lo imagino aquí solo, pintando con el
resplandor de la luz de la calle de al lado, y deseo encontrarlo aún más. De vez
en cuando pienso que él está aquí, porque en la oscuridad, Ed parece una
sombra que alguien más estuviera proyectando.

Le digo a Ed las cosas que quiero decirle a Shadow. Le hablo de mi diseño,


La Flota de la Memoria. Las botellas están llenas de mis recuerdos de mamá y
120 papá antes de la rareza de la mudanza al cobertizo.

En la botella dos, hay un pez de arcilla. Es lo suficientemente pequeño para


caber por el cuello de la botella porque algunas cosas no pueden doblarse. Está
en la flota de recuerdo porque solíamos acampar en el Promontorio Wilsons.
Mamá fingía cocinar lo que papá había pescado, pero en realidad, no eran lo
suficientemente grandes así que ella compraba la cena en la tienda de pescados
y patatas, y nosotros fingíamos que el pescado procedía del mar. Papá fingía
tan bien, que nunca supe si realmente sabía la verdad.

En la botella tres hay un par de cosas pegadas en la masilla: la esquina de


una página del manuscrito de mi madre, un pedacito de mi vidrio y una broma
de una de las actuaciones de papá—. El arte es más importante que el dinero,
Lucy —dijo mamá, cuando le hablé de la oferta de Al para enseñarme—. Lo
lograremos de alguna manera, no te preocupes por eso.

Le hablo a Ed sobre los colores del estudio de Al, las flores colgando del
techo. Ayudé a Al a hacer esas flores. Giré el tubo mientras él soplaba y al final
vimos la fusión del vidrio convertirse en pétalos.
Hay días en que no quiero volver a casa desde el estudio. Quiero quedarme
con las flores, porque la luz que brilla a través de ellas hace que el estudio se
ilumine de un color cielo pastel, y el cobertizo donde vive papá se está cayendo.
Él puso bolsas de plástico en las ventanas, para evitar la entrada de insectos y
lluvia.

—Mi padre era un mago también —dice Ed—. Se subió a su coche y


desapareció.

Lo dice como si no le molestara en absoluto y nos movemos entre las


pinturas, hacia el centro del patio, hasta que no hay donde ir, pero ahí está la
última pintura. El mar decepcionado, escribió Poeta. Me siento así cuando veo a
mi padre salir del cobertizo por la mañana en bata y pantuflas, llevando su
pequeña bolsa de aseo.

—¿Alguna vez te sientes así? —pregunto—. ¿Completamente abatido?


121 No sé qué es lo que espero que diga Ed, pero no esperaba que se pusiera a
hablar de «Veronica Mars», Turkish Delights y Freddoes. Me gusta que hable
sobre arte y chocolate, sobre televisión y me gusta que eso no se sienta
incómodo. Al menos hasta que me ofrecí a mostrarle cómo hacer un barco en
una botella y me dijo que era una pérdida de tiempo. Nada sobre el arte es una
pérdida de tiempo.

—Es la pérdida de tiempo la que te lleva a alguna parte —dice Al.

Shadow habría sabido eso. Habría dicho que sí y nos habríamos dirigido al
estudio de Al para ver mi diseño y hacer barcos plegables que navegaran a
través de la masilla. Me lo imagino, con su traje plateado, inclinado sobre su
barco, levantando suavemente las velas.

—No tienes que buscar a Shadow conmigo —le digo cuando volvemos a mi
bicicleta—. Te puedes ir. O puedo llevarte a casa de Beth, si quieres. —Me
pongo mi casco.
Me mira el tiempo suficiente por lo que esto llega a sentirse un poco
incómodo. Luego se encoge de hombros y dice:

—Si quieres, puedes dejarme en la estación. —Él se agacha en posición de


corredor—. Vale, estoy listo para irnos.

—Te estás burlando de mí.

—Ajá. Estoy entusiasmado por el reto.

Él parece tan tonto que anula mi estupidez así que me rindo y pedaleo y él
corre y se sube a la bici después de dos intentos.

—Eso fue mucho más fácil —digo.

—La próxima vez corres tú, así comparamos la definición de fácil.

Mamá dice que tenga cuidado con los chicos que nunca se toman nada en
122 serio. Papá dice que un chico necesita un buen sentido del humor para superar
su vida amorosa. Jazz dice que mi papá debe necesitar un buen sentido del
humor para superar su vida amorosa, si está viviendo en el cobertizo.

—Entonces, ¿A quién más le has roto la nariz después de la mía? —


pregunta Ed.

Hago como que estoy contando. No quiero decirle que no he tenido


exactamente citas desde él. He pasado mi tiempo en busca de Shadow. Lo que
podría parecerles un poco patético a algunas personas, según Jazz.

—Así que son muchos ¿eh? —pregunta Ed.

—Bueno, vale, David Graham me pidió que saliéramos. Le dije que sí, pero
me eché atrás después de oírle decir en clase de arte que cualquiera puede
pintar la mierda que vio en la exposición de Picasso. Cualquiera que piense eso,
es estúpido.
—Eso es una estupidez. Mujer con un cuervo. No todo el mundo puede
pintar eso.

La noche revolotea más allá de nosotros, las luces, los caminos y árboles.

—¿Te gusta esa pintura? —pregunto—. ¿La conoces?

—No te sorprendas tanto.

—No lo hago. Es sólo que pensaba…

—¿Que el arte es un club secreto donde sólo tú y Shadow podéis estar? —


Ed termina mi frase.

—No. —Tal vez. No lo sé. Estoy tan sorprendida. Si a él realmente le gusta


tanto arte, ¿por qué no dijo algo sobre eso en nuestra cita? ¿Por qué dejó la
escuela a mitad de nuestro trabajo de Jeffrey Smart y me dejó terminándolo

123 sola?—. ¿Fuiste a la exposición? —pregunto.

—Bert y yo fuimos a ver esa pintura. A Bert le gustaba como se veía, como
si la mujer de la pintura se hubiera enamorado de un pájaro malvado.
«Enamórate de los malos momentos», dijo.

—¿Quién es Bert?

—Mi antiguo jefe de la tienda de pintura. Murió hace dos meses. De un


ataque al corazón en el pasillo tres.

—Eso es horrible.

—Mejor que un ataque al corazón en el pasillo cuatro, que es donde se


guarda la pintura del papel floral. Bert odiaba ese pasillo, pero era la fuente de
riqueza. Murió mirando los rojos profundos.

—Supongo que si tienes que irte, lo mejor es ver algo hermoso en el camino
que recorrerás.

—Ajá.
—¿Lo echas de menos?

—Era un buen tipo. Me pagó más de lo que podía pagar, pero yo no lo supe
hasta después del funeral. Me enseñó cosas. Y dibujó las cosas más alucinantes.
Detente un segundo.

—Si dejo de pedalear tendrás que correr de nuevo.

—Lo sé, para un momento.

Lo hago y él se baja y saca un cuaderno de su bolsillo. Las páginas están


dobladas y sucias por los bordes. Nos apoyamos en la cerca de alguien y él se
acerca a mí—. Mira. —Él pasa las páginas y un tipo pequeño da unas patadas
en el aire.

—Estas son las cosas más alucinantes.

124 Ed gesticula entre estas animaciones. Dos chicos bebiendo cerveza. Un


perro dando vueltas y haciéndose el muerto. Un tipo en un mostrador
atendiendo a una mujer. Un hombre de rodillas proponiendo matrimonio.

—Ese es Bert pidiéndole a Valerie que se case con él —dice Ed, y me gusta
la sonrisa que pone cuando lo dice. Me gusta la forma en que sostiene el
cuaderno. Como si todos esos dibujos tuvieran mucho más valor que el dinero.

El último es de un tipo en un coche saludando y alejándose. Ed vacila sobre


ello.

—Dibujo esto el día de su muerte. Ese soy yo. Con mi licencia de conducir.

—¿Cómo sabes que eres tú?

Ed sostiene la pequeña imagen al lado de su cara. Hay una gran semejanza.


Algo sobre las cejas.

—Además—dice Ed—, Bert me preguntaba para que aprobara mi examen


de conducir. —Mueve las páginas y aparece un chico sonriendo y agitando la
licencia por la ventana del coche—. Fallé una vez, pero Bert ya estaba haciendo
planes para que repitiera el examen de nuevo, para que pudiera conducir la
furgoneta de reparto.

—Todo el mundo falla al menos una vez.

—Eso es lo que he oído —dice, y miramos el cuaderno otra vez. Se detiene


en uno donde Bert está bebiendo cerveza bajo el sol y mueve las páginas
rápidamente haciendo que levante la copa varias veces—. ¿Crees que está en el
otro lado? —pregunta.

—No estoy segura. Jazz dice que volvemos y tenemos una segunda
oportunidad para los asuntos.

Ed mira a su alrededor.

—Espero no volver a este lugar.


125 —¿No te gusta vivir aquí?

—¿A ti te gusta? —pregunta.

—Me gusta cómo se ve el lugar por la noche. Me gusta el puente, todas esas
luces de los coches moviéndose en la oscuridad. Mamá, papá y yo solíamos
pasar sobre él porque a papá le gusta la vista.

—Eso es un poco extraño —dice Ed.

Asiento con la cabeza. Y eso no es lo más raro de mi familia. Hace tiempo


que no recorremos el puente juntos. Papá y yo todavía vamos a veces. Él me
llevó a comprar un helado al sur de Melbourne y después lo encontré clavando
un número en el cobertizo—. ¿132a? —pregunté—. Todos somos 132 en este
lugar. —Señalé la casa.

—Sí, pero el repartidor de pizza sigue confundiéndose. No frunzas el ceño


así Lucy —dijo, y nos fuimos a dar una vuelta por el puente, y el mundo que
había estado sucio durante el día se extendía moteado y brillante debajo de
nosotros.

—¿Cuándo regresas a casa? —pregunté.

—Pronto —dijo.

—Jazz dice que os estáis divorciando.

—Bueno, Jazz está equivocada. Yo le preguntaría a Jazz que si nos


estuviéramos divorciando, ¿viviría en la misma propiedad y pasaría tiempo con
tu madre todos los días si nos estuviéramos divorciando?

—No —dije mientras pasábamos por los últimos indicios de valla


publicitaria que desaparecían demasiado rápido para leerlas.

Le pedí a mi padre que me dejara en el estudio de Al aquella noche y

126 empecé el cuarto barco de mi flota de recuerdos. La construí con palillos y


fósforos. Aplasté vidrio en la masilla negra para hacer que pareciera como luces
en la noche. Compré un coche de juguete e hice tres personas diminutas para
meterlas dentro. Esa botella me llevó más tiempo. Al no podía creerlo cuando lo
terminé.

—Es como si hubieras encogido y acristalado al mundo.

Ed cerró el libro y miramos hacia la calle.

—¿Alguna vez has tenido noticias de tu padre? —pregunto.

—Ajá. Mamá dijo que habían tenido la mayor de las peleas antes de irse.
Ella tenía dieciséis años y le hablo a mi padre de mí y él dejó un agujero en
forma de papá en la pared.
Me río y luego paro.

—Eso no es muy divertido.

—No parece molestar a mamá. Ella dice que lo esperaba.

—A mí me molestaría si amara a un chico lo suficiente para acostarme con


él y luego se fuera cuando quedara embarazada.

—No tienes que amar a alguien para tener relaciones sexuales con ellos.

—Ya lo sé —le digo, y mi rostro se vuelve nuclear como las estrellas—. Sin
embargo, sería genial. Si sucediera así. Si las personas se quedaran juntas.

—Ve a visitar a los padres de Leo. No hay nada bueno en que ellos
permanezcan juntos.

—Daisy dijo que vivía con su abuela.


127
—Vosotras hablasteis mucho sobre nosotros mientras estabais en el baño.

—Como vosotros hablasteis de nosotras cuando estabais en el baño.

—Hablamos sobre los peligros de salir con vosotras —dice, y sé que en


realidad hay algo de verdad en ello.

—Eso es más o menos de lo que hablamos —digo, lo cual también tiene


algo de verdad—. Daisy dijo que Leo podía haber estado una vez en problemas
con la policía.

—No se presentaron cargos. Leo es un buen tipo.

—¿Pero sus padres no son buenos?

—Beben demasiado, creo. No ha vivido con ellos durante años. —Fin de la


historia, es lo que Ed quiere decir y eso me parece justo. Yo podría pensar que
mis padres son raros pero tengo la oportunidad de ver a papá todos los días.
Quiero verlo todos los días. Claro, tuve que leerle la normativa sanitaria para
que dejara de usar el césped como su cuarto de baño a temprana hora por la
mañana, pero fue un error bastante menor.

Ed permanece tranquilo durante un rato y luego su risa llega como una


brisa hacia mí.

—¿Qué?

—Nada. Sólo estaba pensando. Me golpeaste porque querías al señor Darcy


y yo no lo era.

—¿Sabes quién es el señor Darcy?

—Existo, por lo tanto sé quién es el señor Darcy. Beth estudio el libro en


Literatura este año. Me hizo ver la película con ella una y otra vez. Se lo sabía
de atrás hacia adelante, ese y todos sus otros libros.

128 —Ella parece inteligente. —Trato de hacer que ese comentario suene casual,
pero extrañamente, todo lo que digo acerca de Beth sale de mi boca disfrazado
en una intensa bola de fuego.

Ed mira a través de mí y puedo decir que ha escuchado la rareza en mi voz,


pero no está seguro de por qué está allí.

—Ella es inteligente. —Él hojea el cuaderno de nuevo, acelerando a la gente


y ralentizándola—. Más lista que yo, eso es seguro.

Miro sus manos moverse rápidamente.

—Eres inteligente.

Me dirige un pequeño gesto con su ceja de nuevo.

—¿Cómo lo sabes?

Pienso en ello. Sé que lo es, solo que no estoy exactamente segura de cómo
lo sé.
—Ves—dice antes de que pueda contestar—. No lo sabes.

—Eres divertido, lo que no puedes ser si no fueras inteligente. Papá dice


que es más difícil hacer reír a la gente que hacerlos llorar.

—Porque siempre puedes golpear a alguien y hacerle llorar.

—Exactamente.

—Entonces, ¿tendría que acompañar a tu padre en la actuación de comedia?


—pregunta.

—Nop. Quiero decir, no a menos que pases el rato en los clubes nocturnos
donde tienen noches de micrófono abierto. —Miro a Ed con sus viejos
pantalones vaqueros y sus botas de punta de acero y pienso en él faltando a
clase con los sheddies—. Probablemente pasas el rato en los clubes nocturnos.

129 —Ya te dije que me voy a la cama temprano. Tengo que abrir la tienda a las
siete y media a tiempo para que los chicos de reparto hagan sus entregas. Bert
no llegaba hasta las ocho y media, así que siempre tenía que llegar a tiempo. —
Las manos de Ed tocan el libro—. Nunca llegué tarde —dice, y me da la
sensación de que no me está hablando a mí, así que no lo interrumpo. Nos
apoyamos en la valla y miramos la calle—. ¿Qué hora es? —pregunta Ed.

—Doce y media. —La noche se está consumiendo como él la describió


antes. Hay algunas personas que esperan el último tranvía, algunos taxis en
movimiento. Ed y yo—. ¿No les importa a los padres de Beth que te reúnas con
ella tan tarde? O temprano, supongo.

—No llamo en la puerta principal —dice—. Nos encontramos en la parte


trasera de su jardín. Hay un enorme árbol que bloquea la vista desde la casa.
Salto sobre la valla y la encuentro tras ella.

—Romántico.
—Hasta que su padre me pille. Sin embargo, tengo mi vía de escape
resuelta, así que nadie sale herido.

—Excepto Beth —le digo—. Claro que tú saltas la valla de nuevo, pero la
dejas allí plantada.

—Beth puede cuidar de si misma.

Pensando en él saltando la cerca trasera me hace pensar en él marchándose,


y eso hace que me pregunte cuánto tiempo podemos permanecer aquí hasta que
nos quedemos sin algo que decir y esto se vuelva incómodo. Arrastro los pies
para que sepa que estoy bien con él, si irse es lo que le da la gana.

—Toqueteas mucho esa cinta en tu muñeca —dice—. ¿Algún tipo te la dio?

—Sip. Un tipo —la giro. —Es la cinta de la suerte de mi padre. Cualquier


persona que use esta cinta será afortunada.
130 —Entonces, ¿cómo está su suerte desde que te la dio?

Pienso en él sentado en la hamaca fuera del cobertizo.

—Su suerte está bien. Ya sabes, puedes irte. Si quieres.

—Es la segunda vez que me lo dices —dice él—. ¿Y si no quiero irme?

El calor que emana de algún lugar cercano de comida para llevar hace que
el aire se sienta como el satén, como si pudiera tocarle si quisiera y me
concentro en eso en lugar de estar mirando a Ed.

—¿Dónde crees que está Shadow en este momento? —pregunto, porque no


puedo hacer que mi boca diga que está bien si Ed no quiere irse.

—Esperando que llegues y lo hagas con él —dice Ed, y no tengo que mirarle
para saber que él está sonriendo otra vez.

—No es que esté buscando el hada de los dientes o algo así. —Me subo a la
bici—. Shadow existe. Y no sé si me gustará, pero sólo quiero conocer un chico,
un solo chico, que piense que el arte es genial. ¿Estoy pidiendo demasiado al
querer conocer a alguien con quien hablar y que pinte y que tenga un cerebro?

Él me lanza su clásico gesto de ceja.

—¿Qué?

—Él sólo será todas esas cosas hasta que lo conozcas. Después él será como
todos los otro chicos. Y para tu información, un montón de chicos tienen
cerebro.

—Prepárate, señorito. Tengo la sensación de que vas a necesitar correr un


poco.

—Ajá. Ya no voy a correr detrás de ti. —Él se pone en la parte posterior de


mi bicicleta y empuja con un pie para darnos impulso—. Pedalea ahora. Ahora.
Lo hemos estado haciendo todo mal —dice.
131 Despegamos a lo largo de las calles laterales y Ed pone sus manos en mis
hombros y me da un estremecimiento y un cosquilleo, y el pequeño círculo
aperlado de luz de la bicicleta ilumina la carretera. Pienso en las fotografías de
Henson Bill que la Sra. J nos mostró, de los adolescentes en la noche. Cuando
miro hacia ellos me siento como si alguien por fin lo entendiera, como si alguien
viera lo que es tener la piel desnuda brillando en la oscuridad.

—Por cierto —dice Ed mientras vamos en camino—. Creo que el arte es


genial.
Ed
Mantengo mis manos sobre los hombros de Lucy a pesar de que su piel está
quemando todo el camino hasta mis brazos. No me importa el sentimiento. La
carretera serpentea y mi cerebro se contonea con ella. Pensamientos se
derraman de mi cabeza a mis manos. Ellas palpitarán hasta que pinte los
pensamientos fuera de ellas.

—Creo que el arte es genial. —Ese es mi pensamiento número uno.

132 El pensamiento número dos es acerca de mi plan de saltar la valla y dejar a


Beth si alguna vez nos pillan en su patio trasero. Me hizo sentir mejor saber que
no tendría que dar explicaciones a su padre. Nunca pensé en cómo sería para
ella quedarse atrás.

El pensamiento número tres es acerca de Lucy, toqueteando su cinta y


arrastrando los pies. Ella está siempre en movimiento como si tuviera que ir a
algún lugar. Quisiera que se quedara dónde está durante un rato. Que se
quedara quieta y me hablara sobre las cosas extrañas que están pasando por su
cabeza.

El pensamiento número cuatro es de ella diciendo que lo haría con Shadow.


No hace falta decir que no me importaría hacerlo con ella, pero eso no es
probable ya que tan pronto como ella sepa que soy Shadow la oferta no estará
más sobre la mesa. Lo que tenemos aquí es una situación en la que nadie gana.
No lo puedo hacer con ella hasta que la trate bien y le diga la verdad. Y si le
digo la verdad y la trato bien entonces no lo hará conmigo.
—Tienes que tratar bien a una mujer —dijo Bert un día cuando estábamos
descargando pintura.

—Yo trato bien a Beth —le dije.

Él me miró, con esas cejas peludas moviéndose alrededor de su rostro, y


dijo:

—Tienes que ser honesto. Valerie dice que todo lo que quiere de mí es algo
de bondad y la verdad.

—No puedo contarle a Beth que soy Shadow —le dije—. Ella se pondría
nerviosa si hago algo que cree que es peligroso.

—No es por eso que no se lo dirás. No se lo dirás porque lo que está en la


pared es lo que está pasando ahí. —Él me dio un golpecito en la cabeza.

133

—Gira a la izquierda —le digo a Lucy—. Esa pieza está aquí.

Es la que pinté después de que Beth me devolviera mis cosas. El fantasma


en un frasco.

Lucy hace una búsqueda rápida de sombras pintando antes de mirar hacia
la pared. Yo me quedo detrás de ella, mirándola viendo mi trabajo. Me siento
como si estuviera despojándome de mi piel, sintiendo que si ella se da la vuelta
vería el esqueleto de un hombre detrás y entonces lo sabría. Pero ella no lo hace.
Ella me mira y luego de nuevo a la pared.

—¿Alguna vez te sentiste de esa manera? —pregunta, y yo no digo nada


porque cualquier cosa que diga me delatará—. ¿Como si estuvieras atrapado en
algún lugar y la tapa está apretada?
La tapa está apretada, la tapa siempre está apretada, pero no hay nada que
pueda abrir ese frasco, excepto estallarlo. Así es como me sentía a veces, en la
tienda después de dejar a Beth. Todo lo que quería hacer era pintar. Pero
después Bert murió y yo estaba fuera de la tienda y en un lugar peor porque ya
no tenía ingreso de dinero.

—Tiene respiraderos —digo, señalando la parte superior del frasco.

—Esa es la peor parte. —Ella gira la bicicleta por lo que la luz me golpea—.
Sus pinturas nunca son esperanzadoras, ¿verdad?

—Tal vez él pintó eso en un mal día. —No sé si alguna vez me siento
esperanzado cuando trabajo. Siento una fuerte sacudida y luego una especie de
mar interior flotante y luego alivio. Tal vez eso sea la esperanza.

Echo un vistazo a la línea de la ciudad. Las noches son crueles en este lugar,

134 llena de niebla tóxica que se alimenta de las estrellas.

—¿Quién siente esperanza por aquí?

—Yo sí —dice ella—. Al me ofreció un trabajo como asistente. Iré a la


universidad el próximo año.

—Tal vez Shadow no vaya a la universidad. Tal vez ni siquiera tiene


trabajo.

—Pero él es bueno —dice ella—. Muy bueno. Y decidió hacer mejores cosas,
simplemente por la pintura. Una vez, yo estaba sentada en una parada de
autobús, molesta porque llegaba tarde y luego me di cuenta de este pedacito de
él al otro lado de la carretera. Ese bicho me miró con ojos que decían: ¿Puedes
creer esto? He estado esperando aquí durante media hora. La imagen no tenía
ninguna palabra. No la necesita. Los ojos eran suficientes.

—¿Cómo sabías que era de él? —le pregunto—. Si no había ninguna


palabra.
—Lo sé —dice ella, y por la forma en que se sienten esas palabras mantengo
mis ojos en sus manos.

—Este azul es de su cielo —dice ella, volteándolas para que yo pueda ver—.
Rocé una de sus obras hoy temprano. Un tipo que pinta así está haciendo algo.
No está sentado.

Al escucharla me siento como cuando escuché a Bert hablar de dónde


estaría yo en diez años. «Artista famoso» —dijo él, y sentí que tenía que correr,
pero mi piel no me lo permitió. Tuve este impulso de tirar los botes por las
ventanas, así poder oír un ruido que sonara como un escape.

—Deberíamos irnos —le digo—. No es seguro quedarse en el mismo lugar


por la noche.

Ella no se mueve.

135 —¿Qué aspecto tiene? En los vistazos que has tenido de él.

—Los chicos realmente no se fijan en el aspecto de otros chicos. Supongo


que es alto. Pelo oscuro. Músculos. Músculos muy grandes.

—Pero nunca te has fijado en su aspecto—dice ella.

—Es difícil pasar por alto los músculos de este tipo.

Pero ella no va a dejarlo.

—Pero, ¿qué aspecto tiene?

Niego con la cabeza.

—No lo sé. —Ella me mira fijamente y yo busco una palabra para distraerla
del asunto, tomo la primera que se me viene a la cabeza—. Perdido —le digo,
sin saber que lo iba a decir—. Supongo. No lo sé.

Eso es suficiente para ella, por ahora, y se sube a la bici. Yo empujo, pero
tengo verdaderas dudas acerca de seguir más allá del parque. Leo y yo
podemos estar fuera en la oscuridad, porque él es gigantesco y está
acostumbrado a pelear. Conozco algunas de las otras pandillas y son geniales,
pero no todo el mundo aquí fuera por la noche es amigable.

Lucy no me escuchará, y nos adentraremos en el parque, por caminos que


preferiría no ir con ella. Aquellos torcidos que conducen al centro y me hacen
pensar en caminos curvándose hacia el cielo y deteniéndose. Es difícil ver a
dónde nos dirigimos desde donde estoy parado. Por lo que sé podríamos estar
en un camino que finaliza y caemos en quién sabe qué. Leo y yo nos hemos
caído por algunas colinas de por aquí antes.

—Tal vez deberíamos volver. Parte de la ruta no está vallada. Hay una serie
de desniveles bastante grandes por aquí en alguna parte —le digo. Yo quiero ir
a Barry´s y comer algo. Ir a un lugar con luces y gente. Algún lugar lejos de las
cosas que pinto.

136 —Sentiremos la grava si salimos del camino, ¿no es así? —pregunta ella.

—Supongo.

—Entonces, deja de preocuparte.

—Es más fácil decirlo que hacerlo —le digo.

—Tienes que dejar que tu mente vaya a otro lugar —dice—. Dejarla ir a la
deriva a lugares en los que quieres estar. Cuando yo no quiero hacer algo, como
dar una charla o hacer un examen, me imagino que estoy en el estudio de Al,
soplando vidrio. Estoy girando el tubo y soplando, haciendo crecer algo desde
mi aliento.

Algo en su voz me sitúa en una pared, en la noche, la oscuridad alrededor,


con un mundo que hice enfrente de mí. Los dos nos dejamos de preocupar.

Es entonces cuando caemos fuera del camino.


Lucy

Podría estar gafada. O Ed o yo. Ese pensamiento se me ocurre cuando estoy


navegando por el límite y bajando una colina en mi bici, y siento a Ed
rebotando en la parte de atrás. Hubiera sido mejor para ambos si se hubiera
sujetado con más fuerza. Sin su peso mi bicicleta gana impulso y me muevo tan
rápido que creo que voy a matarme.

—Jooooderrrrr —grito, y mantengo apretado el manillar. Mis brazos,


piernas y rostro se entumecen. Ciclista peligrosa aproximándose. Paso por un
137 bache y sigo adelante. Dios espero que ese bulto no fuera Ed.

Tengo este instante de lucidez mientras sigo avanzando, una descarga que
me golpea de la nada. Si Dylan conoce a Shadow, y Dylan y Ed son buenos
amigos, ¿por qué Ed no conoce mejor a Shadow? El instante de lucidez no va
más allá de eso porque chocar contra un árbol en mitad de la noche elimina la
lucidez de una chica.

Me quito el casco y me acuesto allí, recuperando el aliento.

—¿Ed? ¿Estás vivo?

—Sí —dice desde algún lugar cercano—. Y eso es realmente sorprendente,


ya que tu bici me pasó por encima a mitad de camino. Eres una chica muy
peligrosa para una cita.

—No estamos en una cita.

—Suerte la mía. Si lo estuviéramos, podría estar muerto. ¿Estás herida?


Hago una comprobación rápida.

—Nop. Las rocas han amortiguado mi caída. ¿Y tú?

Me levanto proyectando la luz de la bici en él.

—Ajá. Justo la marca de la huella del neumático en mi cara —dice, y tal vez
sea el choque pero pierdo el control y doy un resoplido de risa.

—No has oído los rumores —dice—. «Los chicos encuentran muy sexy a las
chicas que corren resoplando sobre ellos con sus bicicletas».

Yo resoplo un poco más.

—No te preocupes por mí, estoy bien.

Recobro el aliento y me tranquilizo, y miramos hacia arriba de la colina para


evaluar la situación. Señor Hombre Duro dice que tenemos que caminar cuesta
138 arriba y sé que tiene razón, pero en realidad quiero llamar a la policía o los
bomberos para que vengan a buscarnos.

—No puedes llamar a la policía para que te ayude a subir una colina —dice
él. Me pregunto si mi padre podría conducir su taxi hasta aquí abajo. Si él
supiera que estoy con un chico, probablemente podría.

—Muy bien, caminemos —digo—. Pero primero voy a llamar a Jazz así
alguien sabe dónde estamos. —Salimos de la luz de la bici entre nosotros y cojea
hasta una roca y se sienta. Está lo suficientemente lejos por lo que
probablemente no puede oírme pero me alejo aún más de él para asegurarme.

—¿Estás mascando chicle? —le preguntó a Jazz cuando finalmente contesta.

—Sí. Espera un segundo.

—Oh —digo, reuniendo la información, recordando los ruidos de mascar


en la fiesta. Es extraño, pero me siento un poquito celosa.

—Bueno he vuelto —dice—. ¿Dónde estás?


—Al final de una colina oscura con un chico.

Hay un silencio durante un par de segundos

—¿Es una metáfora?

—No. De verdad estoy al final de una colina oscura. Ed y yo rodamos por


ella en mi bicicleta.

—¿Te encuentras bien?

—Un poco temblorosa pero bien. —Miro rápidamente por encima de mi


hombro para comprobar si Ed todavía está a lo lejos en la roca y luego le
susurro—. Ed es divertido.

—Algo está pasando, ¿no? —Ella se aparta del teléfono durante un segundo
y la escucho gritando a la multitud: —Daisy, Leo, algo pasa entre Ed y Lucy.

139 —Oh Dios mío.

—Bueno, ya estoy de vuelta.

—No puedo creer que hicieras eso. Leo le dirá a Ed que yo he dicho que
algo está pasando. No es así. Él está con Beth —susurro.

—¿En serio? Ella está aquí, sabes. Hablando con Leo.

—¿No te habrá oído gritar que algo está pasando entre su novio y yo?

—No lo creo. Espera. Lo arreglaré.

—¡No, no lo hagas!

Pero ella se va y la escucho gritar.

—Lucy simplemente desea que pase algo, pero Ed tiene novia así que no
hay nada.

Pero eso no me infunde aliento.


Ella regresa.

—Todo arreglado.

—¿Todo arreglado? Ahora piensan que soy una ilusa. Tengo que irme. —Y
encontrar una manera de separar mi yo consciente de mi yo inconsciente para
poder borrar ese recuerdo. No creo que mis posibilidades sean muy buenas.

—Espera —dice ella—. No hemos hablado de Leo. Hemos bailado pero no


hay acción.

—¿Qué era ese ruido cuando contestaste?

—Te lo dije. Estaba mascando chicle.

—Pensé que estaban besándose y tenías vergüenza de decirlo.

—Una vez perseguí a un chico por la calle para pedirle su número de


140 teléfono. No soy tímida Lucy.

Es cierto. Y le gusta mascar chicle.

—¿Así que has apagado las señales?

—Soy un faro. Él está pensando en algo. Mira su reloj continuamente. Yo le


pregunto: «¿Tienes que ir a algún sitio?» Y él contesta: «Tengo que estar en un
sitio a la una. Puedo volver a la fiesta y estar contigo después». Y yo digo: «Iré
contigo». Y él responde: «No, no puedes venir conmigo». Y creo, bueno, que él
no está interesado. Pero luego coge una de mis trenzas y le da vueltas, Lucy. Él
la enrolla en su dedo y yo brinco en el lugar. Tal vez esté pensando en Emma. A
lo mejor se reúne con Emma después. Me está volviendo loca. ¿Debo pedirle a
Daisy que le dé una patada a Dylan en las pelotas para poder enterarme?

—Puedes estropear el ambiente.

—El ambiente está muerto para los dos. Dylan ha intentado bailar con ella
pero ella está bailando con un chico llamado Gorila. Creo que está loca por algo
más que los huevos. Es muy triste verlo. Él está sentado en un rincón ahora,
mirándolos. Espera. Beth me está diciendo algo.

—¿Beth? —Oh Dios mío.

—De acuerdo —dice Jazz—. Tengo noticias. Beth dice que ella y Ed
rompieron hace unos tres meses.

Pienso en eso. Pienso en ello un poco más.

—Es una noticia muy mala.

—¿Cómo lo sabes? Si lo deseas, él es libre.

—Es libre y no quiere que sepa que es libre porque no quiere que yo crea
que haya siquiera la posibilidad de que estemos juntos.

—¿Estás bien? Tus susurros han pasado a una especie de tono alto.
141
—Estoy bien. Ni siquiera me gusta de esa manera.

—Es conmigo con quien estás hablando.

—Muy bien. Tal vez me gusta un poco. No sé. Estoy confundida. Corrí
sobre él con mi bicicleta camino abajo.

—Quizás necesitas tratar mejor lo del asalto con lesiones si él te gusta.

—No, estoy aquí buscando a Shadow. Debo seguir con el plan.

—Tal vez Ed esté jugando a hacerse el difícil —dice ella—. Eso es


romántico.

—Mentir no es mi idea del romanticismo.

—Tu idea de romanticismo requiere un corsé y una máquina del tiempo.


Relájate por una vez. Espera. Leo quiere hablar con Ed.
Ella se ha ido antes de tener la oportunidad de decirle lo que he averiguado
acerca de Leo. Me acerco a Ed y le entrego el teléfono. Él camina hasta donde yo
estaba y yo me siento en la roca. Intento escucharlo con todas mis fuerzas. Lo
Intento. Lo intento. Nop.

No puedo conseguirlo sin audición supersónica.

Jazz dice que el universo nos indica las respuestas. Siempre había pensado
que era una estupidez, pero nadie está dándome nada para seguir adelante por
lo que este podría ser el momento para los últimos recursos.

Saco una moneda y le doy la vuelta. Cara significa que Ed no me dijo nada
de Beth porque está haciéndose el difícil. Vale. A la de tres. A la de cuatro. Está
bien, A la de cinco. Oh, bueno, siempre está Shadow.

Me quedo mirando la moneda en la mano durante un rato y hago algunos

142 trucos como papá me enseñó. La escondo entre mis dedos, haciéndola aparecer
y desaparecer.

—Se trata de que lo hagas creer a tu audiencia —dice siempre papá—. Pero
también se trata de lo que tu audiencia está dispuesta a creer. La gente desea
ver que sacas una moneda de la oreja por arte de magia. Así que si eres lo
suficientemente rápida, si ocultas las cosas lo suficientemente bien, lo creerán.

Me quedo mirando la moneda. Cara, y mamá y papá no se están


divorciando. Cara, y papá está teniendo sólo un descanso y el cobertizo no es
algo permanente. Respiro y doy la vuelta a la moneda.
Ed

Miro a Lucy hablando con Jazz, observo el lunar de su cuello, arrastro los
pies para verla, mirarla, observarla, verla. Quizás podría decirle que soy yo
mientras estamos de pie frente a esa pared del parque de patinaje. O bien
llevarla a la que hice de Bert. Presentarlos, algo así. O podría enseñarle la
balanza que dibujé cerca de los muelles. Como esas que vi en el cuadro de
Vermeer, Mujer Sujetando Una Balanza. La señora J me contó una vez que esas
balanzas de la pintura sopesaron algo muy importante, algo así como actos o un
alma. Bert y yo fuimos a la exposición de Vermeer y mientras estábamos

143 mirando ese cuadro le pregunté: «¿Qué crees que tiene que hacer alguien para
lograr un alma fuerte?»

—Yo no sé sobre almas pero una persona debería vivir bien. No tiene
sentido vivir si no vives bien.

Mientras está hablando por teléfono Lucy me mira de vez en cuando. Lo


único que puedo oír es cuando ocasionalmente dice: «Oh Dios mío. No lo hagas.
No».

Leo, ¿qué le estás diciendo? Intento pensar en maneras de explicar por qué
mentí.

Al rato ella se acerca y me da el teléfono.

—¿Todo bien? —le pregunto

—Todo está muy bien —dice, y sonríe, y yo respiro tranquilo de nuevo.


Respira con calma pienso mientras me alejo de ella y me doy la vuelta.

Oigo a Leo riendo antes de acercarlo a mi oído.


—¿Te caíste al vacío? —pregunta—. Divertidísimo.

—Divertidísimo —le susurro—. Está muy oscuro y no podemos llamar a la


poli para que nos ayude porque voy a robar a un lugar más tarde. No quiero
que piensen que Lucy tiene algo que ver con ello si me cogen.

Leo deja de reír.

—Sí, definitivamente no hay que llamar a la policía. Escucha, Dylan y yo


saldremos pronto a recoger la furgoneta. Volveremos a recoger a Jazz y Daisy y
después podemos pasar por el parque a la una y media. Estarás en la parte
superior para entonces.

Bajo mi voz aún más.

—No puedes pasear con ellas en la furgoneta de huida.

144 —¿Qué tal si no la llamamos la furgoneta de huida? La gente puede


sospechar.

—Entonces, ¿cómo debemos llamarla?

—¿Qué te parece furgoneta?

—Eso no cambia lo que es y que sea una putada. Alguien puede veros en
ella. —Miro hacia atrás a Lucy que está sentada en un charco de luz de la
bicicleta lanzando una moneda al aire—. No la quiero en esto.

—¿Está pasando algo?

—No está pasando nada. No vayas a contarle a Jazz que está pasando algo.

—Eso es lo que dijiste en el Curso 5, cuando la señora Peri nos acusó de


estar tramando algo pero ella no pudo averiguar lo que era. Ella echaba espuma
por la boca y tú decías: «No está pasando nada».

—¿Y?
—Y tenías el pez de la clase bajo tus pantalones. Algo estaba pasando.

—Dile a Jazz que tenía un pez bajo mis pantalones y ya está.

Hay algunos latidos de silencio antes de decir:

—¿Qué opinas acerca de la Dama Jazz? Ella tiene esas pequeñas trenzas. Me
gustan esas pequeñas trenzas. Señala un montón con el dedo. Conoce algo de
buena poesía. Le recité algunas de las mías y le gustaron mucho.

—¿Le recitaste algunas de las paredes?

—Tranquilo. Esas no. Otras.

—¿Qué otras?

—Otras. No te preocupes por eso.

145 —No estoy preocupado por eso. Es solo que no sabía que tú escribías poesía
que no fuera para nuestras obras. ¿Dirías que eres más un poeta o un
comentarista social? —le pregunto, pensando en lo que Lucy dijo antes.

—No lo sé —él se ríe—. ¿Dirías que eres más un idiota o un gilipollas?

—Buen punto.

—Entonces, ¿qué opinas de Jazz?

—Creo que te gusta realmente, así que no hagas algo que lo arruine.
Acompáñala caminando hasta su casa y recoge la furgoneta de huida y espero
que no te arresten esta noche.

—No es técnicamente la furgoneta de huida hasta que huyamos en ella.


Será dentro de dos horas a partir de ahora, tómalo o déjalo. Entonces, qué tal si
os recogemos cerca de la pista de patinaje, vamos a buscar algo de comer,
pasamos un buen momento, dejamos a las chicas en casa y luego, ya sabes.

Mientras estoy pensando en ello, dice:


—Por cierto, Beth está aquí buscándote. Dice que tiene algunas cosas que
decirte. Dice que intentó llamarte al móvil. Le dije que la compañía telefónica te
cortó la línea porque no tienes dinero.

—Gracias.

—A ella no le importan esas cosas. Quiere volver contigo. ¿Debería llevarla


en la furgoneta?

—No hay que involucrarla en esto. La llamaré desde un teléfono público.


Escucha, Lucy todavía cree que estoy con Beth así que no le digas a Jazz que no
lo estoy.

No me gusta la tranquilidad de hombre-muerto que viene después de lo


que acabo de decir.

—¿Leo?
146 —Mira. Jazz me ha dicho que podía haber algo entre tú y Lucy porque Lucy
insinuó que podría haberlo y Beth escuchó a Jazz y así que Jazz le dijo a ella que
no estaba pasando nada porque vosotros dos estabais saliendo y Beth dijo que
vosotros no salías desde hacía unos tres meses.

—Joder.

—No es tan malo —dice, y cuelgo mientras él sigue hablando.

Me acerco a Lucy. Ella gira una moneda al aire así que yo la capturo y la
coloco en la palma de mi mano.

—¿Qué haces?

—Formulo preguntas al universo.

—El universo simplemente te ha dejado a un lado de una colina empinada.


¿De verdad quieres preguntarle?

Ella no se ríe. Sigo mi instinto y cubro mi nariz.


—No puedo preguntarte —dice ella—. Eres un mentiroso.

—Vale. Codos abajo y mantener la calma.

—No es divertido, señor.

—¿Qué más te da si yo no estoy saliendo con Beth? Estás en una aventura


de toda la noche para encontrar a Shadow para poder hacerlo con él.

—Descansa —dice ella—. Quiero recuperar mi bicicleta y terminar el


asunto.

—Bien.

Estamos allí durante un rato y no sé qué decir.

—¿Quieres saber lo que te dice el universo? —Yo sostengo la moneda.

147 Ella me la coge y la guarda en su bolsillo sin mirarla.

—Esa es la moneda de mi padre. Mi padre es un buen hombre. Él no


miente. —Ella ajusta la correa de su casco de ciclista dando vueltas y vueltas al
manillar hasta que está firme y luego pulsa el broche. Tengo la sensación de que
ella está imaginando que el manillar es mi cuello.

—Yo nunca he dicho que tu padre mintió —le digo, y recojo su bicicleta.

—Déjala —grita cuando empiezo a caminar—. Es demasiado pesada.

—No es demasiado pesada —le grito también—. Está bien, Leo nos
recogerá en el parque de patinaje con una furgoneta. Podemos ponerla detrás.

—Excelente —dice ella.

—Excelente —digo yo, y tropezamos con las rocas que hay bajo nuestros
pies.
Bert resopla junto a nosotros en la caminata de la colina. Él me está diciendo
que debo pedir perdón.

—Estás actuando como un cabezota —dijo cuando Beth entró en la tienda a


devolverme mis cosas.

—Ya nadie dice cabezota —le dije.

—Ríete todo lo que quieras, pero yo todavía tengo a mi chica.

Lanzo la bicicleta más arriba en mis hombros. Es demasiado pesada, pero


me sentiré mejor si tengo la opción de mi propio viaje de huida al llegar a la
cima. Además, me siento como un cabezota y estoy intentando hacer las paces
con ella.

—Avanza —dice ella—. No quiero que se vayan Leo y Jazz.

148 Parece que mis esfuerzos no están funcionando.

—Mira, he mentido sobre Beth por la forma en que me mirabas antes. Como
si fuera un saco de nada a punto de asaltarte.

—Pero entonces empezamos a llevarnos bien y aun así no me lo dijiste.

—Acabas de pasarme por encima con tu bici. Exactamente, ¿cuando


empezamos a llevarnos bien?

Pero sí hablamos y empezamos a llevarnos bien, lo sé y debería habérselo


contado.

—Lo siento.

—¿Hay algo más en lo que me hayas mentido? —pregunta.

Ahora es mi oportunidad. Soy Shadow. He perdido mi trabajo. Voy a robar


en tu colegio más tarde para poder pagar el alquiler y ayudar a Leo a saldar su
deuda con Malcom Paloma.
—Nop. Nada. Rompí con mi novia y no tenía ganas de hablar de ello y eso
es todo.

Un completo cobarde, dice Bert.

—¿Por qué rompiste con ella? —pregunta Lucy.

—No importa ahora. Ya está hecho.

No quiero hablar de algo de Beth con Lucy. Ya estoy nadando en la parte


pantanosa del río porque me gustan bastante las dos, lo cual sería una putada
ya que no tengo oportunidad con ninguna de las dos, entonces ¿qué más da?
Beth puede pensar que ella quiere volver conmigo, pero no lo hace. Ella no lo
sabe todo de mí.

Ella me dijo que leyera ese libro que estaba estudiando en clase de
Literatura.
149 —Se trata de Vermeer —dijo—. A ti te gusta. —Así que me senté allí, cada
noche leyendo una página o dos. Pero mi cabeza no retiene las palabras. Las
olvido antes de seguir con las próximas. No soy más estúpido que Leo así que si
él puede retener las palabras, ¿por qué yo no puedo?

Conseguí que él lo leyera para mí y me llene. Conocía todas las pinturas de


las que él hablaba, conocía la de La Joven con un Pendiente de Perla, sabía la
manera en que Vermeer utilizó esa caja para ver las cosas de manera diferente.
La señora J me habló de su cámara oscura cuando yo todavía estaba en la
escuela. Cómo Vermeer miraba a través ella y todo se mezclaba a su alrededor
por lo que podía pintar como nadie más lo veía. Me gustó esa idea así que vi un
documental sobre él. Aprendí un montón de cosas pero precisamente no leí el
estúpido libro.

Pero no podía decírselo a Beth porque ella estaba muy feliz cuando fingí
que lo había leído. Tuvimos esta gran charla y mientras tanto sentí como si ella
estuviera mirándome a través de esa caja de Vermeer. Todo lo que veía era
cierto, pero mezclado alrededor del camino equivocado.
—¿Qué estás pensando? —pregunta Lucy.

—Estoy pensando que debería haber conseguido algunos carbohidratos


antes de salir de la fiesta.

—Tengo un paquete de pastillas de menta en el bolsillo —dice ella, y tengo


la sensación de que estoy en camino de ser perdonado.

—Las acepto.

Nos sentamos en la colina, a medio camino de la cima, y ella divide el


paquete.

—Me gusta tomarme mi tiempo hasta que desaparece —dice, y un segundo


antes comprendo que está hablando de la menta.

—Yo también.

150 —Jazz puede comerse un paquete de estos en menos de un minuto.

—Entonces ella y Leo deberían llevarse bien. Él puede comer un hojaldrito


de salchicha en menos de treinta segundos.

—¿Crees que estarán juntos? —pregunta ella.

—No lo sé. Quizás. Leo me preguntaba qué pensaba de ella. Le dije que
parecía agradable.

—Agradable es muy aburrido. En una ocasión persiguió a un chico por la


calle para conseguir su número de teléfono.

—¿Lo alcanzó?

—Sí.

—Entonces suena perfecta para Leo.


Poeta

Pista de baile
12:45 a.m.

151

Sus bromas me hacen reír.

Y su cabello está muy cerca de ser bonito.

Su sonrisa no está tan mal, tampoco.

Sabes, casi, casi un poco como tú.

El vestido que lleva es corto y suave

y las botas son bastante guays.

Tú no estás, no me encenderás.

Sabes, casi, casi un poco como tú.

La forma en que baila sin duda no es estúpida.


Quizás podría acostumbrarme a la forma en que te mueves.

No estoy diciendo que me haya decidido.

Pero sabes, yo casi, casi un poco como tú.

152
Ed
Terminé la última menta y comenzamos a caminar de nuevo.

—Puedo cargar la bicicleta durante un rato —dice Lucy—. Tengo gran


musculatura por todo ese soplar de vidrios.

Cargué la bicicleta más arriba sobre mis hombros. Al menos cargarla me da


una excusa para estar respirando intensamente, otra además de caminar cerca
de su gran musculatura.

153 —¿Dices cualquier cosa que pase por tu cabeza, verdad?

—Es mejor que no decir nada, que es lo que dijiste en nuestra cita. Yo
realmente quería hablar.

—Dejaste eso bien claro. —Esta vez la dejé llamarla cita.

—Lo tenía todo calculado. Pensé que hablaríamos sobre arte. Acerca de
Rothko. O tal vez libros. O el tiempo. Hubo un huracán en el norte ese día.

Es la chica más extraña que alguna vez he conocido. No sabía que era esta
chica extraña cuando la invite a salir en el Curso 10. No estoy seguro de haberla
invitado si lo hubiera sabido.

—Entonces, ¿cuál hubiera sido nuestra conversación? ¿La que tenías en tu


cabeza?

—Pensé que diría algo como, ¿no es genial ese Rothko que vimos en la
galería?
—Muy casual.

—Vale, suena menos casual ahora porque acabamos de caer por una colina.

—Cierto. Entonces, ¿yo que respondía?

—Dejé espacio para ti en la conversación.

—Considerada.

—¿Y?

—Vale, entonces. Sip. Ese Rothko que vimos en la galería era genial.

—¿Siquiera recuerdas de que Rothko estamos hablando?

—¿Qué eres, abogada? Nº 301. Rojos y violetas sobre rojo/rojo y azul sobre Rojo.

Ella parece impresionada.


154
—¿Qué te parece genial de él?

Pienso durante un momento, recordando que en la última respuesta


incorrecta que le di conseguí una nariz rota.

—Durante un rato, mientras la estás mirando, esa pintura es el mundo y


puedes estar en él.

Intento poner en palabras lo que se sentí al mirar la pintura pero no puedo


y ese es el asunto.

—Arte como ese no necesita palabras. Esa pintura te dice algo que te
arrastra hacia ella y te empuja fuera y sabes lo que está diciendo sin pronunciar
las palabras. —Bajo la bicicleta un momento—. ¿Es eso lo que pensaste que
diría?

—No —dice ella—. Pero eso ha sido bueno. Mejor.

Levanto la bicicleta y continúo caminando.


—¿Qué planeaste decir después?

—¿Recuerdas la primera obra de arte que te enganchó?

—Tal vez io de The Spoils de Sam Leach. He estado pensando en ella


últimamente, desde Bert.

—¿Las aves muertas lado a lado?

—El ave de la izquierda tiene el mejor azul en su pecho. Pensé en esa


pintura, mientras Valerie estaba en la tienda, leyendo tarjetas del funeral. Todas
estaban llenas de jodidas palabras que no se aproximaban a la muerte de Bert.
Pero esa pintura se acercaba.

Los pequeños cuerpos blancos proyectando sombras y sus delgadas patas


apuntando al aire. Esas aves eran lo suficientemente pequeñas para caber en mi
mano, pero el día anterior habían estado volando.
155 —Me sentí como esa pintura cuando encontré a Bert tirado en el pasillo tres.

Estaba tranquilo después de decir eso, tan tranquilo. Y por dentro ya no soy
más ese río calmo. Soy marea alta y tratando de mantener mi cabeza sobre el
agua mientras estoy de vuelta en la tienda mirando a Bert, acostado cara arriba,
con sus viejas y dibujantes manos inmóviles.

Aparte de la señora J, él era la única persona que creía que yo era algo más
que un perdedor escribiendo en las paredes de su tienda.

—Todo el mundo tiene la oportunidad de empezar de nuevo —decía Bert


cuando yo cometía un error. Y él nunca seguía con eso tampoco, de la misma
forma que alguna gente lo hacía. Él lo señalaba y seguíamos adelante.

—¿Qué extrañas más de él? —pregunta Lucy.

Eso es fácil.
—Extraño la mirada que él ponía en su cara cuando maldecía y después
comprobaba si Valerie lo había oído. —Estábamos en la cima de la colina ahora
y nos sentamos a descansar un rato.

—Parece un buen tipo —dice Lucy—. Puede que un poco como Al.

Ahora que ella sabe acerca de Beth parece como si no hubiera un gran
abismo entre ella y yo. En lugar de dos personas en medio de nosotros, solo hay
una. Shadow. Y yo soy él, así que casi es solo ella y yo.

—Dejaste la escuela justo a mitad de esa de tarea de Jeffrey Smart que


estábamos haciendo. Actuaste como si no te importara nada de eso —dice ella,
y sé hacia dónde va y no quiero que me vuelva a preguntar porque me fui
porque a lo mejor esta vez no seré capaz de mentir.

—Fue un mal momento. Bert me ofreció el trabajo y mi madre necesitaba el

156 dinero. Yo quería terminar la tarea.

—¿Te gusta su trabajo?

—El de él y Vermeer —digo—. Me gustan más que nada.

—Son tan diferentes —dice ella.

—Tal vez. Sin embargo, parece como que la vida no se mueve mucho en
ninguno de ellos.

Ella está silenciosa y no quiero que pregunte mucho acerca de por qué he
dejado la escuela así que digo algo solo por decir algo.

—¿Puedes creer que haga este calor en octubre?

—Es raro. Pero no me importa. Es como si estuviéramos en una pequeña


burbuja de Diciembre flotando en la parte equivocada del año.

—Me gusta ese pensamiento.

—A mí también —dice una voz detrás de nosotros.


Lucy se da la vuelta.

—Hola, Malcolm.

Mierda. Mierda.

—¿Lo conoces? —pregunto.

—Es el chico que conocí fuera de la fiesta.

Miro a su traje.

—¿Creíste que él era Shadow?

—Lucy y yo tuvimos una conversación muy agradable sobre dónde te


podría encontrar esta noche —dice Malcolm.

—¿Le dijiste a dónde iríamos?

157 —Sí —dice ella, en tono confuso.

La pongo al día rápidamente.

—Es un Psicópata. —Miro la bicicleta y Malcolm agita su dedo. Le


acompañan unos tipos malos y están parados detrás de él con los brazos
cruzados. Arrastrando los pies y esperando, arrastrando los pies y esperando.
Los tipos malos no son gente con la que te quieras encontrar en la oscuridad.
Los tipos malos no son gente que te quieres encontrar en la luz.

—Entonces. Leo me debe dinero.

—Lo tendrás mañana.

—Lo quiero ahora.

—Me engañaste —dice Lucy. Ella pasa de estar confundida a enfadada en


menos de un minuto. Considero poner mi mano sobre su boca pero no hay
tiempo—. Actuaste como si te gustara para averiguar dónde estaríamos esta
noche. No eres agradable en absoluto.

Y aunque es estúpido lo que dice porque estamos en lo que Bert llamaría un


aprieto complicado, no puedo evitar reírme de la expresión de shock en su
rostro. Como si fuera una sorpresa que un tipo que acaba de conocer no es lo
que esperaba que fuese. Como si fuera increíble que un hombre con un traje
elegante no fuera agradable.

—Así es. Solo seremos buenos amigos —dice él, y yo pongo mi mano en el
brazo de Lucy para que no ataque.

—No dejes que te afecte —le digo—. Él come cucarachas.

Malcolm sonríe.

—Solo una.
158 —¿Cucarachas? ¿Cómo se me pasó algo así sobre alguien? —pregunta ella,
viéndose bastante perturbada por su falta de juicio.

—En tu defensa, esa no es la clase de cosa que simplemente asumes —digo.

—Suficiente. —La voz de Malcolm es seria ahora y los dos nos quedamos
quietos—. Quiero que le des a Leo un mensaje de mi parte.

—¿Eso es todo? ¿Quieres que pasemos un mensaje? —pregunto.

—Eso es todo.

—Está bien —digo, sintiéndome bastante afortunado hasta que él y los tipos
malos se acercan más y tengo el presentimiento de que el mensaje será en forma
de un gran moretón en mi rostro. No puedo dejar de mirar la bicicleta de Lucy
que esta tirada en el suelo.

—Si intentas correr —dice Malcolm—, le daré el mensaje a ella en vez de a


ti.
Me gusta la cara de Lucy, me gusta más y más a medida que transcurre la
noche. Así que lo dejo acercarse y mientras lo hace el mundo dentro de mí se
mueve rápidamente y el mundo exterior permanece mortalmente quieto.

—¿Por qué no le das el mensaje directamente a Leo? —pregunta Lucy, y él


la ignora. Le costó dos encuentros pero ella por fin descubrió a Malcolm. El
hecho de que él me está dando el mensaje a mí porque Leo probablemente
podría con él y sus tipos malos, o al menos tendrían una buena paliza. Malcolm
probablemente lidiaría con Leo si tuviera que hacerlo, pero ¿por qué no
empezar con algo fácil? Además, es como si estuviera con la cucaracha. A veces
a Malcolm le gusta hacer cosas extrañas.

Los tipos malos me sujetaron y no me gusta admitirlo pero mis rodillas


están haciendo un sonido de traqueteo. Tiemblan incluso más cuando él saca un
compás y lo hace girar alrededor de sus dedos como un artista de circo travieso.

159 —Te voy a regalar un aro en el pezón.

¿Me va a regalar qué? No, eso no está bien, él no me regalará nada. Mi


interior da vueltas, todo gira. ¿Dónde está Leo? Leo y yo siempre estamos
juntos cuando suceden cosas como esta, por eso es divertido. Es divertido
porque nos escapamos. No es divertido si no escapamos. Si no escapamos es
una mierda.

—Levántate la camisa —dice Malcolm, y tiene esta sonrisa de cachorrito


volviéndose loco. Él pone el compás en mi piel. Cierro mis ojos y siento la
punta. Va a doler mucho, demasiado. Lucy toma mi mano, lo que es lindo pero
realmente no estoy de humor ahora.

Malcolm se detiene.

—Te hare un favor. ¿Qué te parece eso?

—Eso es genial —digo—. Eso está muy bien.

—Te perforaré la oreja primero.


—Tenemos que hablar de la definición de… Mierdaaaaaaaaaaa! —grito,
mientras él empuja el compás directamente en mi oreja—. Estás loco —digo,
apartándolo. Él se ríe con más fuerza que el día en que se comió la cucaracha.

Y es cuando sucede. Lucy lo golpea en la cara. Aparto la mirada durante un


segundo y luego miro otra vez. Es demasiado bueno para perdérselo. Hay
sangre y gritos y yo me siento mejor porque no grité cuando ella me pego y solo
lloré luego, lo que era el efecto de la anestesia.

—Eso no ha sido un accidente, señor —dice ella. Y luego se pone blanca y


mientras los tipos malos están ocupados revisando la nariz de Malcolm yo
levanto la bicicleta, le digo que se suba y comienzo a andar, su casco con el
relámpago va golpeando el manillar.

Mis piernas tiemblan y mi corazón da vueltas como loco y se siente tan bien
no haberse rendido ante un perdedor que cree que puede decirnos que hacer y
160 nosotros simplemente lo haremos porque nos tiene contra la pared y parece que
no hubiera forma de escapar. Pero podíamos escapar. Lo hicimos. Huimos
cruzando el parque, escapamos y volamos y hay una luz elevándose desde
algún lugar por delante, desde el parque de patinaje, de la luz que cuelga sobre
la pared que le quiero mostrar.

—¿Qué tal lo estamos haciendo? —grito.

—Estoy a punto de vomitar.

—Vaya, eso es malo, ya que aterrizara sobre mí, pero me refiero, ¿los
estamos perdiendo?

La siento retorcerse y girar hacia atrás.

—Vamos bien. Ni siquiera puedo verlos. ¿Cómo está tu oreja?

—Tiene un agujero del tamaño de un compás, sabes. Está dolorida.


Sus manos están sobre mi espalda y estamos rodando a través del parque,
rodando en nuestra bicicleta de huida. Estoy de vuelta a donde estaba con Beth,
el aire moviéndose otra vez, dándome paso, haciendo camino. Me detengo en el
parque de patinaje y nos tumbamos sobre el césped, cerca, rodeados del calor
del aire y el calor de nuestra reparación.

—Realmente lo golpeaste fuerte.

—Espero que esté bien —dice ella.

—Espero que esté hospitalizado.

—¿Crees que estamos a salvo aquí? Él podría estar persiguiéndonos.

—Confía en mí, he estado en su lugar. Él no correrá a ningún lado. Y


aunque lo estuviera, para cuando cubran el terreno que hicimos en la bicicleta,
Leo ya estará aquí.
161 Ella saca un pañuelo de su bolsillo, está viejo y sucio, y probablemente me
matará con la infección pero no digo eso porque no me importa. No me importa
porque estoy cerca de ella ahora y veo esa marca en su cuello y estoy de vuelta
en aquella pared, pintando esas líneas en una cara que es todo misterio, todo
ese misterio que quiero entender. Solo que esta vez mi auto no está soltando
humo porque a lo mejor ella está interesada.

Y ella mira sobre mi hombro, tocando mi oreja, deteniéndose en mi pared.


Una gran tormenta, un monstruo. Olas más grandes que edificios. Me llevó
toda la noche conseguir que los azules y los verdes se movieran dentro y fuera
unos de otros. Lograr que el cielo amarillo se arremolinara sobre las oscuras
olas, dando vueltas sobre estas dos figuras en la costa. Un chico con una tabla
de surf y un pececito a su lado. Beth y yo al principio. Bert y yo, también. Leo y
yo.
Ella lo mira y vuelve a mirar mi oreja y no sé si ella me ve en la pieza o no.
¿Cómo podría no verme en ella? Eso es todo lo que soy, un chico en la costa,
atrapado por las olas y buscando una forma de nadar.

—¿Qué piensas? —le pregunto. Pero ella está mirando de nuevo mi oreja.

—No está completamente perforada. Creo que podrías dejar que se cure o
llegar al hasta el final.

Estoy haciendo planes de viaje otra vez y acercándome bastante, mi


respiración tocando la de ella y ella no está retrocediendo. Ella no se está
moviendo para nada.

—Escojo llegar hasta el final —le digo y me siento como un completo


gilipollas, pero ser un gilipollas no arruina el momento. Ella se inclina hacia
delante y estoy a punto de besarla. Por fin, estoy a punto de besarla. Me inclino,

162 mi boca está tan cerca, tan cerca. Y luego ella se pone blanca y me aparto
porque estoy bastante seguro de que está a punto de vomitar.
Lucy

El aliento de Ed da vueltas sobre mí, y sus ojos se centran en esa peca en


mi cuello y el calor de la noche es más intenso que nunca, y se siente como si
estuviéramos colgados del cielo o el techo. Balanceándonos uno alrededor del
otro sin los pies en la tierra. Si nos tocáramos no me sorprendería escuchar
campanadas. Aprieto el pañuelo en su oreja y siento hormigueo en los dedos.
Él me pregunta lo que pienso y le digo que podría dejar que se cure o ir hasta el
final. Él elige llegar hasta el final.

163 Lo dice con una voz que me hace sentir guay, no idiota, y una línea como
esa es cien por ciento riesgosa. No estoy segura de nada, no estoy segura si
significa lo que creo que quiere decir, no estoy segura si la adrenalina me está
jugando una mala pasada. No estoy segura si es él quien más me gusta, o si es
Shadow. Tal vez sean ambos. Definitivamente no es Malcolm Paloma.

Como he dicho antes, una chica no piensa con claridad cuando se enfrenta a
la electrocución, y si Ed es una tostadora entonces yo soy una chica con un
cuchillo. Estoy a punto de decir algo en respuesta, tal vez preguntarle qué quiso
decir o simplemente dejar que me bese, que creo que es hacia donde nos
dirigimos, cuando tengo un destello de la nariz de Malcolm y una imagen de él
comiéndose una cucaracha y esta oleada aumenta dentro de mí y estoy bastante
segura de que voy a vomitar.

Creo que todos los expertos coinciden en que vomitar mientras que un
chico trata de besarte es malo. Deja prácticamente al muy, muy interesado fuera
y no estoy segura de que Ed este muy, muy interesado. Me esfuerzo por dejar
de pensar en la sangre de Malcolm, pero por más que trato de evitarlo más lo
pienso.
—Es la nariz de Malcolm —le digo a Ed, para que no se haga una idea
equivocada—. Y la cucaracha. —No quiero que piense que es la idea de su beso
lo que me está enfermando.

—Inclínate hacia adelante —me dice—. Y piensa en otra cosa.

—¿Cómo qué?

—Algo bueno. ¿Qué es algo bueno?

Definitivamente podemos descartar este preciso momento.

—Mi vidrio. Me gusta mi vidrio.

—Muy bien, así que háblame sobre el estudio. ¿Cuánto tiempo hace que
trabajas allí?

164 —Desde el Curso 10. —Me inclino más hacia delante y respiro
profundamente—. Mis padres no podían pagar el costo total por lo que limpié a
cambio de lecciones.

—No deja mucho dinero la escritura o la comedia, ¿eh?

—No mucho. Pero ellos tienen otros trabajos y un día papá va a hacerse
famoso y el libro de mi mamá será publicado. No necesitas dinero, de todos
modos.

—Lo necesitas para pagar el alquiler —dice.

—Pero no para ser feliz.

—El vidrio te hace feliz. No se puede hacer eso sin dinero.

Me incorporo.

—No. Pero hay maneras. Encuentras las maneras. Como la limpieza.

—¿Crees que podrías ser feliz? ¿Limpiando de por vida?


—Sip. Si eso significa que puedo hacer soplado de vidrio.

—Finalmente desearás trabajar en el vidrio todo el tiempo, ¿no? ¿Tus


padres son felices, trabajando en algún otro trabajo de mierda o en lo que
realmente aman?

—Yo no he dicho que tienen trabajos de mierda. —Sigo tomando


respiraciones profundas—. Ellos tienen otros trabajos pero están felices.
Últimamente, mamá ha estado escribiendo muchísimo. Ella está a punto de
terminar su novela.

Desde que papá se mudó al cobertizo ella dejó de decir que está demasiado
cansada para escribir. Ella llega a casa y nos prepara la cena y hablamos. A ella
le gusta escuchar sobre mi vidrio, sobre lo que he aprendido en lo de Al. Como
tengo que enfriar mis piezas de la manera correcta o presiones internas la hacen
estallar.

165 Después de cenar, hago mis tareas mientras mamá tipea a la distancia.
Seguimos así hasta medianoche a veces, deteniéndonos por tazas de té, pero no
hablamos porque mamá dice que un artista necesita espacio en su cabeza. La
Sra. J y Al dicen lo mismo. También papá.

—A mi mamá realmente le gusta que ella y papá son artistas, incluso si eso
significa que no tienen mucho dinero. Me han dicho que trabaje en mi arte, no
importa lo que pase.

—Deja de hablar por un momento —dice Ed—. Respira.

Bajo mi cabeza de nuevo y pienso en mamá diciéndome que una persona


tiene que hacer lo que le gusta y que el dinero no importa. Papá no se movió del
cobertizo, ya que estaban peleando por el dinero. Sería menos confuso si ese
fuera el motivo.

Me siento mejor después de un tiempo. La respiración de Ed me


tranquiliza. Así como el sonido del tráfico que viene desde la calle lateral. Me
siento y miro las olas gigantes en la pared.
—¿Crees que es un tsunami?

—Las olas del tsunami no son elevadas como otras olas —dice Ed—. Si
estuvieras en un barco en aguas profundas, un tsunami podría ir por debajo y
nunca te darías cuenta. Es sólo cuando están cerca de la costa que se hacen
grandes.

—No lo sabía. Podrías estar en problemas y no tener la menor idea.

—Ajá.

Vuelvo a pensar en lo que dijo Ed sobre el dinero. Tal vez mamá y papá
están peleando por eso, pero nunca me di cuenta.

—Me pregunto qué hace Shadow para ganarse la vida.

—Tal vez esté desempleado. Tal vez no puede conseguir un trabajo.

166 —Él compra la pintura —le digo.

—Tal vez la roba.

—Él no haría eso. No es ese tipo de persona.

—No creías que Malcolm era esa clase de persona.

—Entonces, ¿piensas que Shadow es un chico malo? —le pregunto.

Ed se rasca la cabeza y me mira.

—Deberíamos dejar de hablar, en caso que pienses en la sangre, los huesos


rotos y las cucarachas.

Los otros llegan mientras tengo la cabeza entre mis piernas de nuevo,
tomando respiraciones profundas.

—Las cosas van bien por lo que veo —dice Leo.


Jazz se arrodilla y sostiene mi pelo.

—¿La emborrachaste?

—Yo no la emborrache —dice Ed—. La salvé de ser atacada por Malcolm


Paloma. Técnicamente, él me atacó y ella lo atacó. Le rompió la nariz.

Leo se ríe cuando oye eso. Él me da una palmada en la espalda, lo que


realmente no es una buena idea.

—Necesito agua —le digo.

Jazz y Daisy me ayudan hasta el grifo. Cuando me siento mejor nos


movemos a la rampa de patinaje y apoyamos nuestras espaldas contra el
hormigón curvado por lo que podemos observar a los chicos.

—¿De qué crees que están hablando? —pregunta Jazz—. Parece un poco

167 intenso.

—Tal vez de cuánto dinero Leo le debe Malcolm —le digo.

Daisy abraza sus piernas.

—Dylan siempre habla de ese chico pero siempre pensé que estaba
exagerando.

—Está amenazando con perforar el pezón de Ed si Leo no paga. —Miro al


frente a la ola en la pared—. Esta ha sido la noche más extraña.

—Tengo material para mi audición de teatro saliendo de mis orejas —dice


Jazz.

—Qué suerte la tuya. Yo lo tengo saliendo de mi boca —le digo, y ella me


da un chicle y un paquete de pastillas de menta. Le doy a ella y a Daisy los
detalles sobre como Ed casi me besa.

Jazz silba.
—Si no hubieras vomitado diría que estas enganchada.

—¿Crees que lo alejé?

—Estoy diciendo que es algo que tienes que tener en cuenta. Por otra parte,
le rompiste la nariz y volvió a por más. ¿Daisy?

—El vómito no espanta a un chico. Recuerdo que en una ocasión tuve la


gripe, en el Curso 10. Dylan escapaba de las clases para sentarse a mi lado con
pañuelos y un cubo. Él ya no hace cosas como esas.

—A veces suenas como si todavía te gustara. —Jazz le da un chicle a ella


también.

—Me gusta él —dice ella—. ¿Sabías que él organiza los libros de texto en su
casillero en orden alfabético?

168 Niego con la cabeza. Hay cosas que no puedes especular acerca de una
persona.

—Pero se olvidó de mi cumpleaños. Es hoy.

—Entonces se nos olvidó a nosotras también —le digo.

Ella se ríe.

—Nunca lo sabrías. Pero ahora que te he dicho cuando es apuesto a que lo


recordaras el año que viene.

—Deberías habérnoslo dicho antes —dice Jazz—. Podríamos haber


celebrado.

—Quería que Dylan lo recordara por su cuenta porque se le olvidó el año


pasado también. Hoy, cuando me dijo, «Tengo algo para ti», pensé que lo había
recordado. Luego echó un cartón de huevos en mi cabeza. ¿A qué tipo de chica
le gusta un chico qué hace eso?

Jazz frota los hombros de Daisy.


—Mirando el lado positivo del asunto, los huevos son buenos para el pelo.
Tu cabello se ve genial esta noche.

—Gracias. —Ella extiende su goma de mascar hasta que se rompe—. Pero


yo prefiero tener un mal cabello y un regalo de cumpleaños.

—Creo que a Ed le sigue gustando Beth —digo después de un tiempo—. Le


pregunté por qué rompieron. No me lo quiso decir.

—Los chicos no siempre hablan de esas cosas, Lucy —dice Jazz—. Eso no
es necesariamente una mala señal.

—Ella estaba en la fiesta buscándolo —me dice Daisy—. Él lo sabe y no la


ha llamado.

—Él no tiene un teléfono móvil.

169 Jazz piensa un poco.

—Lo importante es que Beth no está aquí y tú sí y hubo un casi beso por lo
que tienes una oportunidad.

—Pensé que te gustaba Shadow —dice Daisy.

—Shadow es ficticio. Ella tiene que olvidarse de Shadow. Ed es real y está


de pie justo allí con una oreja casi perforada.

Jazz podría estar en lo cierto. Todavía estoy en la valla entre Shadow y Ed


pero me estoy inclinando hacia el lado de Ed.

—¿Qué debo hacer?

Jazz piensa otra vez.

—No hables del casi beso. Eso matará cualquier esperanza de besos en el
futuro. La gente como tú y Ed tienen que agarrarse entre sí e ir a por ello.

—¿La gente como Ed y yo?


—Gente mojigata —dice.

—¿Soy tan mala?

—Lo eres, y es peor porque Beth Darling es como la cantante de los


Corazones Sangrantes.

—Oh mi Dios.

—No te preocupes, tú tienes tu propio estilo —dice Daisy.

Claro que sí. Ella podría ser como la cantante de los Corazones Sangrantes
pero yo también soy genial.

—Yo soy como Courtney Love sin las drogas, ¿verdad? Atrevida. Llena de
sentimiento tácito.

170 —Eres un ladrillo cuando el chico es real y está delante de ti —dice Jazz—.
No lo tomes a mal.

Su ex es una sensible-chica de banda grunge y yo soy un ladrillo cuando no


estoy siendo delirante.

—¿Te habría matado seguirme la corriente con la comparación de Courtney


Love ?

—Los ladrillos no son malos.

—Dime eso cuando uno de ellos vaya directo a tu cara.

—Hay esperanza si sigues mi consejo. Deja de darle vueltas al asunto, deja


de desear a un Shadow que nunca encontrarás y empieza a coquetear con Ed.

—Ed podría necesitar una máscara protectora —le digo—. Yo coqueteo


como hojas de helicóptero.

—Así que empieza lento. Relájate.


—Coquetea como lentas hojas de helicóptero —dice Daisy, soplando un
globo de chicle que explota en su cara.

—Entonces, ¿qué está pasando entre Leo y tú? —pregunto—. ¿Ha dejado
que lo sigas hasta la camioneta?

—Fue como si quisiera que lo siguiera, pero él no podía decirme así que lo
seguí sin que me lo pidiera.

—La defensa de los acosadores —le digo.

—Él bailó conmigo toda la noche y recitó poesía. Estaba rogando por un
buen acecho. Así que, Daisy y yo nos pusimos al día con él y Dylan después de
un rato y caminamos juntos por un par de bloques, entonces Leo nos hizo
esperar en la esquina. Él no nos dijo por qué.

—Tal vez la camioneta tiene algo que ver con el dinero. —Miro a Daisy—.
171 ¿Qué te parece?

Se encoge de hombros.

—Creo que Ed y Leo son buenos. Creo que Dylan es un idiota pero es un
buen tipo también. El hermano de Leo conoce algunas personas que dan miedo,
sin embargo. Leo probablemente no quería que nos asustáramos cuando
viéramos de quién era la camioneta que estaba tomando prestada.

—Eso tiene sentido —dice Jazz—. Entonces, ¿no crees que fue porque
Emma estaba en ese lugar?

—Ella no es el tipo de chica que estaría fuera en medio de la noche. Ella es


el tipo de chica que Leo podría llevar a casa de su abuela.

—¿Por qué vive con su abuela? —pregunta Jazz—. ¿Qué le pasó a sus
padres?

—Ed dijo que ellos bebían mucho —le digo.

Jazz se sienta.
—He estado bailando con el chico durante dos horas y tú sabes más de él
que yo. Todo lo que sé es que le gusta la poesía. Quiero decir, ¿por qué necesita
una furgoneta de todos modos?

—A los chicos les gustan las furgonetas —dice Daisy—. No hay misterio en
eso. Sin embargo, sé a lo que te refieres. Es frustrante. Dylan apenas me dice
algo.

Miramos fijamente directo a las tres sombras agrupadas.

—Algo no está bien —dice Jazz—. Se ven como si estuvieran tramando


algo. ¿No parece como si estuvieran tramando algo?

—¿Es hora de patear a Dylan? —pregunta Daisy.

—Puede ser —responde Jazz, y vemos sus figuras moverse.

172
Ed
Las chicas acompañan a Lucy hasta el grifo y yo voy directamente al grano.

—Malcolm me perforara el pezón si no le consigues el dinero.

—No me gusta la palabra pezón —dice Leo.

—A mí tampoco —le digo—. Me gusta aún menos cuando se encuentra en


la misma oración que compás y Ed.

173 —Él no va a perforar nada una vez que lo encuentre. Quédate conmigo.
Estarás bien.

—Voy a tener que quedarme contigo el resto de mi vida si no le consigues


el dinero. Lucy también lo hará. Él tiene muchos tipos malos con él, Leo. Tienes
que llamar a Jake y organizar un plan de apoyo.

—Él estará bien una vez que se le pague.

Pienso en la sangre saliendo de su nariz y los gritos.

—No estoy seguro de eso pero al menos consigue que Jake te adelante el
dinero para que puedas dárselo ahora.

—No quiero que Jake sepa que le debo a Malcolm.

Leo mira con cautela. Aparte de esta noche, Leo nunca parece desconfiado.

—En primer lugar, ¿para que necesitas quinientos dólares? —pregunto.

—No es asunto tuyo.


Señalo mi perforación.

—Esto lo convierte en asunto mío.

Dylan mira detenidamente mi oreja.

—¿Esterilizó el compás? Porque si no lo hizo se infectará.

—Sabes, no parecía tan preocupado por mi bienestar.

—Y dado que los tipos malos aún podrían estar en alguna parte en el
parque creo que deberíamos irnos —dice Leo—. Suerte que tenemos la
furgoneta de huida. Es legítimo llamarla furgoneta de huida ahora, porque la
usaremos para escapar de Malcolm.

—Lo entiendo, Leo. —También tengo la sensación de que está cambiando


de tema, lo que me hace sentir más curiosidad acerca de los quinientos dólares,

174 así que le pregunto de nuevo.

—Ya te lo dije, los necesitaba para mi abuela.

—¿El tinte azul subió de precio? —pregunta Dylan.

—Mi abuela podría contigo en una pelea, así que cállate. —Es cierto, así que
Dylan hace lo que le dijo. Leo se gira hacia mí—. Beth me dijo que te dijera que
te esperará en el lugar, a las cinco de la mañana. Quería quedar antes. Le dije
que estabas ocupado.

—Genial. Ella piensa que estoy ya sea con una chica o robando en algún
lugar.

—Estás con una chica y robando en algún lugar. —Saca sus llaves y las hace
girar—. Así que yo estaba pensando. Solo es las una y media. Tenemos una
hora o más para matar antes de llevar a las chicas a casa. ¿Cuál es el nombre de
la bruja que tu madre fue a ver al casino? La Dama Jazz adora los fenómenos
psíquicos.
—¿Tenemos secretos saliendo de nuestros culos y quieres llevarlas a una
vidente?

—Habla por ti. No hay secretos saliendo de mi culo.

—Solo mierda —le digo, y Dylan retrocede un poco.

—De acuerdo —dice Leo—, ¿Cuál es tu problema?

Mi problema es que fui atacado por su culpa y Lucy casi fue atacada por su
culpa y él no me dirá por qué necesitaba quinientos dólares. Pero ha sido al
revés muchas veces y Leo nunca ha tenido un problema conmigo.

—Ninguno —le digo—. Me duele la oreja. Y aunque quisiera ir a ver a


María, no tengo dinero para un billete.

Saca cincuenta dólares.

175 —Toma.

—¿De dónde sacaste eso?

—Jake me dio un poco de dinero para la gasolina.

Yo no lo cojo porque si lo hago cogeré dinero del trabajo y eso significa que
no hay manera de salir y espero que la haya. Me imagino una pieza que pueda
hacer, un árbol con dinero goteando de las hojas y un chico recogiéndolo.
Pongo una chica a su lado y ella se parece mucho a Lucy y el chico se parece
mucho a mí y cuando se besan el dinero cae suavemente sobre sus hombros.

Leo mete los cincuenta en mi bolsillo.

—Relájate. Ni siquiera crees en los psíquicos. Hacemos una breve parada en


el casino. Lejos de Malcolm. Conseguimos algo para comer allí. Dejamos a las
chicas en casa.

—¿Quién va a casa? —pregunta Jazz, caminando con Daisy y Lucy.


—Ed pensó que iba a necesitar un suéter—les dice él.

—Hace más de 30 grados.

—Le dije que se estaba preocupando por nada.

Ella señala con el dedo

—Déjalo ya. Estás tramando algo.

—Relájate —dice Leo—. No estamos tramando nada.

Jazz nos señala con dos dedos. Uno de cada mano.

—Si Daisy tiene que patear a alguien para averiguar qué está pasando
entonces lo hará.

Daisy da golpecitos con su pie y me pongo delante de Dylan. La he visto en

176 acción y una patada manda a la verdad a derramarse por su boca.

—Estábamos planeando una sorpresa —dice Leo—. La madre de Ed está


viendo esa psíquica que esta toda la noche en el casino y pensamos en llevarlas.
—Él me mira. No hay manera de salir ahora.

—Maria Contessa —les digo.

—¿Maria Contessa? Es la mejor en el negocio. Los policías la utilizan para


resolver crímenes. Mi madre la ha visto. Ella viene de Australia como una vez
cada cinco años...

Jazz sigue hablando de la gran María y soy consiente que vamos con todos
nuestros secretos a ver una clarividente que trabaja con la policía.

Leo sonríe.

—A la furgoneta de huida. —Él va delante hacia la carretera con su brazo


alrededor de los hombros de Jazz.
—Entonces, ¿de verdad no tramas algo? —le pregunta ella.

—No tramo nada.

—Prométeme que no tramas nada— dice ella.

—¿Estáis tú, Leo y Dylan tramando algo? —pregunta Lucy mientras estoy
esperando a que responda Leo.

Vuelvo a pensar en la noche en que Leo me habló desde el suelo,


diciéndome que no le gustaba dormir porque es cuando soñaba. Contándome
porque en la oscuridad parecía que no estábamos despiertos, ni siquiera éramos
reales.

—Lo prometo —le dice Leo a Jazz.

—Puedes contármelo —dice Lucy, y caminamos cerca de la carretera donde

177 los coches bañan de luz la noche. Estoy a punto de decir, soy yo el que has
estado persiguiendo ¿qué piensas de eso? ¿Todavía quieres hacerlo con
Shadow? Pero antes de que las palabras salgan Leo arranca la furgoneta y me
distraigo.

Él está sonriendo y acelerando el motor mientras me aproximo.

—Dime que esta no es la furgoneta de huida —le digo en voz baja,


inclinándome en la ventanilla del conductor.

—No te preocupes. Es mejor de lo que parece.

Dejo de preocuparme de que los demás escuchen.

—Parece rosa. Parece a una furgoneta Volkswagen rosa con Amor Libre
escrito en el lateral con letras enormes.

—¿Y?

—Y llamaremos la atención de la gente. —Llamaremos la atención de la


policía.
—La gente nos está observando ahora —dice, mirando a las chicas—. Sube
tranquilamente y hablaremos de esto más tarde.

Es Jake y el Jaguar de nuevo. Sólo que esta vez Leo, Dylan y yo somos los
que estamos siendo capturados y no saldremos fácilmente. Serán los policías los
que nos lleven de las orejas y no su abuela.

No me muevo.

—Entra —articula con su boca a través de la ventana. Camino por donde ha


ido Lucy—. Tiene una moqueta de color rosa en las paredes —dice ella—. Y no
hay asientos atrás.

—Te sientas en el suelo —dice Daisy—. Y te aferras a los lados así. —Ella se
lo muestra—. ¿Ves?

Lucy asiente, entra y se aferra firmemente al pelaje de color rosa de la


178 furgoneta del amor libre. Dylan y Daisy están en el mismo lado de ella así que
dejo la bicicleta frente a ellos. Me quedo afuera, pensando bien las cosas. Si yo
fuera un buen chico no la llevaría a este paseo. No la lleves a este paseo, diría
Bert. Si ella es arrestada después perderá sus posibilidades en la universidad.
Perderá sus posibilidades en el estudio del vidrio. Dile que salga de la
furgoneta y que se marche a casa.

—¿Ed? —pregunta ella. Vete a casa ahora, pienso. Vete a casa y olvídate de
mí y Shadow. Vete a casa y siéntate delante del televisor, levántate por la
mañana, haz cristal con tus recuerdos, estudia para los exámenes y entra en la
universidad.

Pero entonces ella sonríe y pienso en estar sentado a su lado, así que entro y
cierro la puerta.

—Bueno, ¿de quién es esto? —pregunta ella, pasando las manos por las
mullidas paredes rosadas.

—Es de David el Loco —dice Dylan antes de pensar en ello.


—¿Llevaste a las chicas a lo de David el Loco? —pregunto.

—Esperamos en la esquina —dice Jazz—. Leo no nos dejó ir a la casa.

Al menos Leo está actuando como si tuviera dos dedos de frente. Espera un
minuto.

—¿Esta camioneta es de David el Loco? —trato de mantener la calma, pero


la calma no viene.

—¿Quién es David el Loco? —pregunta Jazz.

—Un tipo —dice Leo—. Nadie. Un amigo de mi hermano. —Él me mira por
el espejo, sus ojos me dicen que me calle. Lucy me mira también, y ahora es el
momento de decir detén la furgoneta y lárgate. Pero si digo eso entonces no
podré tocar ese lunar en su cuello, nunca.

179 —Ellos simplemente lo llaman loco porque una vez se comió cinco
cucarachas —digo, y todos se ríen y hablan de leyendas urbanas como sabía
que harían. No miro a Lucy porque ella me está mirando y si la miro entonces
tal vez le cuente la verdad.

Leo gira en una esquina y nosotros brincamos y su pierna toca la mía.


Apoyo mi cabeza hacia atrás y mis oídos zumban y las luces a través del
parabrisas delantero parpadean y todo se mezcla y quiero salir pero estamos en
la autopista y no hay escapatoria hasta que Leo tome la salida y tal vez no haya
escapatoria ni siquiera entonces.

Cierro los ojos y pulverizo una obra en mi cabeza, una pared con la sombra
de un chico y una carretera oscura frente a él. Siento a Lucy a mi lado y quiero
decírselo en este momento, contarle todo. Pero esas sombras se ríen y me
preguntan, ¿de qué serviría? ¿En qué piensas? No puedes ir de nuevo al fondo
de esa colina y quedarte con ella allí. Tienes que subir hasta la cima tarde o
temprano y la gente como Malcolm siempre estará esperándote.
Tuve una oportunidad cuando Bert estaba vivo. Tenía un lugar donde ir
todos los días. Tuve a Beth, que alejaba las sombras de mi vida. Pero ahora soy
sólo yo, deambulando por las galerías y tratando de completar solicitudes de
empleo llenas de faltas de ortografía. Solicitudes de empleo para cosas que no
quiero hacer de todos modos.

Daisy le dice a Dylan que se pierda y abro los ojos para verlo apuntando
una almohada a su cabeza, pero falla y golpea a Lucy.

—Ups —dice Dylan, y Daisy se centra en él y los dos entran en ello,


agachándose y enviando golpes y está claro que tienen suficiente amor para
asesinarse el uno al otro.

Lucy los está mirando y de vez en cuando tratan arrastrarla a la pelea pero
ella simplemente se encoge de hombros y sigue observándolos como un partido
de tenis, de ida y vuelta y de ida y vuelta.
180 —Podrías haberle hecho daño —dice Daisy.

—Es un corazón suave y esponjoso. No le hace daño a nadie.

—Como los huevos, ¿no? —pregunta.

—Eso es de lo que se trata todo esto, ¿no? ¿De los huevos?

—No lo digas como si fuera estúpida. Lanzaste una caja de ellos en mi


cabeza.

—Exactamente. Una caja entera. Utilice mis últimos huevos en ti. —Él se
cruza de brazos—. Fue una celebración.

—¿Sabes qué? Mantente alejado de mí en mi cumpleaños.

—Cuenta con ello. ¿Sabes qué? Se acabó. A-C-E-B-O.

Daisy se ríe de él.

—Lo deletreaste mal, idiota. Es A-C-A-B-Ó.


—Eso es lo que he dicho.

—No, no lo ha sido, ¿Verdad Lucy? —pregunta ella.

—No estoy muy segura. ¿Podemos quizás abrir una ventana? Estoy
sintiendo un poco de malestar en esta furgoneta.

—Eres un idiota —le dice Daisy a Dylan—. He estado saliendo con un


idiota.

—Leo —le grito—. Abre tu ventana. Rápido.

—No me puedes llamar idiota si ya no estamos saliendo. Tengo algo de


dignidad.

—Eso es un alto punto de referencia que estableciste para ti mismo. Sólo tus
novias llegan a llamarte idiota.

181 —¿Por qué estás tan enojada conmigo? Nos estábamos besando detrás del
cobertizo la semana pasada. —Se vuelve hacia Lucy—. ¿Sabes por qué está tan
enojada?

—¿Por qué debe saberlo Lucy? —pregunta Daisy—. ¿Por qué no me


preguntas a mí?

Todo el rato mientras Dylan y Daisy están gritando, Lucy se está poniendo
más blanca, pero no se dan cuenta, simplemente continúan.

—¿Podéis callar los dos? ¿No veis que se siente mal? —pregunto.

—Déjame salir. Sácame —ella dice.

—Para la furgoneta, Leo —le grito.

Daisy la mira.

—Está a punto de vomitar. Detén la camioneta.


—Estoy en una autopista por el carril de la derecha.

—Detén. La. Furgoneta—gritamos, y Lucy baja su cabeza y pongo mi mano


en su espalda y la abrazo para que no se balancee. Me gusta mucho sostenerla,
lo que parece un poco patético considerando la situación.

—Agarraos, todos —dice Leo, y la furgoneta se sacude y la agarro con más


fuerza. Nos detenemos y ella sale y cae de rodillas. Ella no vomita. Ella se
arrodilla allí, pero no vomita.

—Susceptible, ¿no es así? —pregunta Daisy.

Pongo su pelo hacia atrás y veo ese lunar en el cuello y pienso en cuanto me
gustaría estar más cerca. Tendrías que ser un tipo diferente para que eso
suceda, dicen las sombras. Tal vez podría serlo. Tal vez haya una manera de
que pudiera ser un tipo diferente. De qué manera, preguntan las sombras, pero

182 no tengo una respuesta.

Los demás se van al otro lado de la carretera a la gasolinera a por comida.


Miro a mi alrededor buscando un lugar donde Lucy y yo pudiéramos esperar,
otra escena que no sea donde casi vomita.

—Tengo una idea —le digo y trepo por la cerca junto a la furgoneta. Estoy
al nivel del techo, pero necesito estar más alto. No hay manera de llegar sin
colocarse en la parte superior de la cerca y creo que gritar mientras me caigo
probablemente arruinará mi buena imagen.

—Tendrías que ser Superman para conseguirlo —dice ella.

—¿Y no lo soy?
Ella sonríe y abre la puerta del conductor un poco. Luego se sube a la valla
y usa la puerta abierta para subirse al techo.

La sigo.

—Algunas chicas dejan que los chicos parezcan geniales —le digo.

—¿Que chicas? —pregunta.

Yo no tengo una respuesta.

—No soy tan genial —dice ella, recostándose en el techo—. Sigo casi
vomitando.

Me acuesto a su lado y trato de hacerla reír contándole la historia sobre mí


vomitando mi almuerzo en el coche cuando tenía nueve años. Le cuento cada
detalle humillante como lo del autobús lleno de colegialas mirando.

183 —Me marcó de por vida.

—Y apuesto que ellas también —dice, moviendo la pulsera—. No me sentía


mal por el viaje.

—¿Todavía pensando en la sangre? —pregunto, volviendo la cabeza para


mirarla. Estamos lo suficientemente cerca para tocarnos pero no lo hacemos.

—No es eso.

Fijo la mirada en ella y ella se queda mirando al cielo pero en realidad, está
viendo aquella cosa en su cabeza de nuevo.

—Mi madre y mi padre pelean así. Casi como Dylan y Daisy. De ida y
vuelta sobre cosas estúpidas. Ella le dijo una vez que se metiera el control
remoto en la úvula.

—Eso suena mal.

—Es el pequeño colgajo al fondo de la garganta.


—No es tan malo como yo pensaba, entonces.

—Él le dijo que se lo meta en su gracia.

—Tus padres parecen un poco extraños —le digo.

—Lo son a veces. Generalmente son geniales. Sólo pelearon así como dos
meses y luego se detuvieron. No pelearon más. Dylan y Daisy me hicieron
recordar cómo era, eso es todo.

—Me alegro de no tener padres que pelean —digo—. Incluso si eso significa
que estamos sólo mi madre y yo.

—Jazz dice que mis padres se van a divorciar.

—¿Y tú que dices?

Piensa un poco.
184
—Diría que probablemente tenga razón.

Quiero cogerle la mano y no estoy seguro de si puedo o si debo hacerlo. Me


siento como si estuviera en una escalera tambaleante en una de esas pinturas
surrealistas. Esta noche surgió de la nada y flotando en el aire, a medio
terminar.

Desde el otro lado de la carretera oigo a Daisy gritarle a Dylan.

—¿Por qué está tan enojada? —pregunto.

—Él olvido su cumpleaños.

—¿Eso es todo? Se lo diré y que le compre una tarjeta.

—No creo que sea así de simple —dice, y levanta sus brazos, agarrando las
estrellas.
Lucy
—No creo que sea así de simple —le digo a Ed.

Si tratas el vidrio correctamente no se agrieta. Si conoces las propiedades


del vidrio puedes hacer las cosas del color del crepúsculo y de la noche y el
amor. Pero no puedes controlar a la gente así y realmente, realmente deseo que
se pudiera. Me gustaría que el mundo fuera de vidrio.

Creo que lo supe en cuanto vi a papá beber su limonada en la parte

185
delantera del cobertizo que no volvería. Creo que lo supe cuando vi la
tranquilidad que siguió después de hacerlo. No sé por qué se están divorciando.
Sé que todavía se aman, pero supongo que el amor es como un malvavisco en
un microondas a máxima potencia. Después de que explota, aun así, es un
malvavisco. Pero, ya sabes, ahora es un malvavisco complicado. En esos dos
meses cuando estaban peleando, antes de que papá se fuera, explotaban mucho.

La razón por la que me encanta tanto la pintura de Rothko, es porque, como


dijo Ed, no tengo que poner lo que siento en palabras. La veo y mientras la
estoy mirando entiendo algo sobre el amor. No es rosa. Es de rojos diferentes
sangrado unos a otros. Mamá y papá están en algún lugar de esos rojos.
Estaban más cerca del carmesí cuando peleaban, pero desde que papá se mudó,
hay esta tranquilidad para mamá. Ella está a punto de terminar su libro y no
enloquece por cosas pequeñas, a veces la pillo extendida en la cama como una
estrella de mar y suspirando. Ella está haciendo eso mientras él está clavando
nuevos números en la puerta del cobertizo. Así que ¿por qué no siguen adelante
y se divorcian? Creo que tal vez están permaneciendo juntos por mí.
Ese es el pensamiento que me hace sentir enferma. Traté de tener una
experiencia extra-corporal en la parte trasera de la camioneta, pero no fue nada
bueno. Una chica no puede levitar para alejarse de la verdad. Incluso si pudiera,
tarde o temprano caería de nuevo en el mundo tal y como es.

Y mamá y papá cómo son, divorciados o no, están bien. Claro que son un
poco raros y el gran amor terminó en patatas que no pueden ser rehidratadas,
pero la forma en que me aman, es duradera. Nunca me trasladarían al
cobertizo.

Miro hacia arriba y dibujo unos pocos deseos en el aire. Dibujo a papá en un
lugar que tenga una bonita vista y una buena tienda de café en la esquina, que
no esté demasiado lejos de mí. Dibujo un cobertizo vacío de él. Pongo un
escritorio allí, así que mamá puede utilizarlo de oficina. Son dibujos
complicados, así que dibujo algo sencillo también.

186 Me dibujo besando a Ed.

—Ha sido una noche larga —dice—. Estamos casi en la parte final.

—Y todavía tenemos que volver a la furgoneta rosa e ir al casino.

—Ni siquiera tuviste la oportunidad de conocer a Shadow.

—Sabes —le digo—, estoy perdiendo interés por todo eso de Shadow.

Me vuelvo a mirarlo y él me está mirando, nuestras narices casi se están


tocando. Tiene pequeños puntos de pintura blanca en las orejas.

—¿Quieres decir que ya no quieres hacerlo con un chico que le gusta el


arte? —La forma en que dice «hacerlo» me gusta bastante.

—A otros chicos les gusta el arte. A ti te gusta el arte. —Vamos, pienso.


Acércate y dame un beso.

—Lucy, hay algo que tengo que decirte.


Te mueres por besarme, lo sabía.

—¿Qué?

—Se trata de Shadow. Acerca de Shadow y yo.

Basta de hablar, señor. Agarra mi culo.

—Lo conozco. Quiero decir, yo lo he visto. Nunca te lo dije porque pensé


que podrías decepcionarte. De él. No es lo que piensas. No es un mal tipo. Sin
embargo, perdió su trabajo hace un tiempo y su madre no es muy buena
pagando las cuentas. Todo ese romance que deseas, ese hombre perfecto que
tienes en tu cabeza. Él no es eso.

—No necesito el hombre perfecto. Eso fue estúpido de mi parte, pensar eso.
—No estoy hablado de Shadow ahora. No quiero que Ed piense que no lo
quiero porque nuestra primera cita no fue perfecta. Pienso en esa pareja con los
187 ojos vendados besándose. ¿Quién puede decir lo que es perfecto y lo que no es
perfecto? En este momento, estaría dispuesta a besar a Ed a través de una bolsa.
Así que es verdad lo que dicen de las hormonas adolescentes. Parece que estoy
descontrolándome. No es muy Jane Austen de mi parte, pero se siente
agradable.

El problema es que Ed está actuando todo Jane Austen conmigo y no para


de hablar. Cállate, quiero decir. Todo el tiempo conversando y nada de acción
es realmente frustrante.

—No está ni siquiera cerca de ese tipo que quieres —dice Ed, y se sienta.

—De acuerdo, lo entiendo. Shadow malo. —Ed bueno. Lucy estúpida. Todo
es mucho más sencillo de lo que pensaba que era. Ahora vuelve a acostarte.

—No, no lo entiendes. —Se apoya con los codos en las rodillas y las manos
tocando sus botas—. Shadow está planeando robar algunas cosas más tarde. De
tu escuela. Del bloque de Materiales.
—¿El bloque de La señora J? ¿Está robando cosas de otros artistas? —Me
incorporo. Pienso en ello—. ¿Les está robando? es un delincuente.

—Bueno, eso ya lo sabías. Es un grafitero.

—Eso es diferente de ser un ladrón.

Ed asiente lentamente, sus ojos perdidos en todos los coches de la autopista.

—Es diferente. —Miro los coches también. Los miramos durante mucho
tiempo. Sólo dos personas atrapadas en un lado de la carretera, solos en el techo
de una furgoneta del amor libre. No estoy segura de lo que está pensando Ed,
pero estoy pensando en lo equivocada que una persona puede llegar a estar.

—Mucha gente va a alguna parte —dice Ed finalmente—. Ese azul. ¿A


dónde crees que se dirige?

188 He jugado a este juego antes.

—Al desierto. Hacia el polvo rojo y la cálida quietud.

—El desierto es desagradable. Está casi muerto, ¿no? —pregunta Ed.

—No cuando sabes dónde buscar. —Doy tres vueltas a la cinta para tener
suerte y valor antes de decir lo que estoy pensando—. Está bien. Que no me
hablaras acerca de Shadow. —La giro de nuevo—. Entiendo por qué. De todos
modos, las cosas son diferentes ahora. —Me muevo para que mi brazo esté
contra de su brazo. Él se mueve, también.

Nos sentamos en este lugar que es algo real y no algo que he inventado
para seguir adelante. Shadow puede robar en la escuela, él puede pintar
océanos. Él puede hacer lo que quiera. Yo estoy rozando el brazo de Ed.

Rasco la pintura de la camioneta con mis uñas y parte de ella se desprende.

—Sabes —le digo—, creo que en otra vida, esta camioneta podría haber
sido azul.
Ed
Estoy mirándola fijamente. Hay un movimiento entre ese lunar y yo, y
podría inclinarme y comenzar todo este asunto entre nosotros.

—Lucy, hay algo que necesito decirte. —Ella me pregunta qué y yo le digo
que se trata de Shadow—. Acerca de Shadow y yo.

Las palabras han salido finalmente. Estoy pintando una pared para
nosotros, Shadow volviéndose en la persona que es, y solidificándose. No

189
puedo pensar en las palabras lo suficientemente rápido como para decírselas,
sin embargo, ella está completando el esquema por mí y en algún lugar del
relato y la audiencia me estoy sentando en vez de acostarme junto a ella.

—Es un delincuente —dice ella.

Y lo soy pero no lo soy y quiero ponerla en pausa y pintar un muro donde


explicarlo todo. Un muro que comienza años atrás y llega hasta ahora.

Un chico con pensamientos golpeando en el interior de su cabeza sin


posibilidad de escapar. Un chico con las puertas de su mente abiertas al mundo,
pero cerradas para él. Un chico sentado en el borde de la carretera, mirando
pasar un coche azul.

Ella me dice que el coche se dirige al desierto. Que no es un lugar


desagradable. Que si yo buscara vería señales de vida. Estoy cansado de buscar.
Quiero algo que sea fácil. Quiero estar en uno de esos coches e ir a algún lugar
donde pueda pintar en el aire y que la gente sepa lo que pienso sin tener que
decirlo.
Ella se acerca y yo me acerco y vuelvo a esa pared, pintando ese fantasma
en un frasco. La estoy rozando. Ella me sonríe y estoy perdido. Me dice que la
furgoneta en la que estamos sentados era de color azul en otra vida. Quiero
creerlo.

Leo y los muchachos vuelven por la carretera y bajamos del techo y de


nuevo nos amontonamos en la furgoneta. Leo se aleja y hablo para volver a
escucharla hablar.

—El rosa es un color de mierda.

—Depende —dice ella—. El año pasado, la señora J nos llevó a la


190 exposición de una artista llamada Ángela Brennan. Estaba lleno de obras que
eran tan intensas: rosa, verde y rojo. Creo que te habría gustado.

—No soy realmente una clase de chico de color rosa.

—Te hubiera gustado el título. Se llamaba Todo es lo que es y no otra cosa.

—Sería más fácil si todos llamáramos a las cosas por lo que realmente son.

—¿Qué harías si no estuvieras en la tienda de pintura? —pregunta ella.

—Probablemente trabajaría en McDonalds.

—No, no lo harías —replica.

—No, no lo haría. Estudiaría arte, supongo. Pero no tengo el Curso 12.

—En la Universidad de Monash puedes hacerlo, es como el Curso 11, pero


si lo haces bien te pasarán a la universidad. Al me lo contó cuando estaba en el
Curso 10.
—¿Así que hay que hacer toda la materia práctica?

—Supongo que también algunos ensayos, pero sobre todo práctica. ¿Por
qué no lo solicitas? —pregunta.

—No hay dinero para hacer un curso.

—Puedes conseguir subvenciones y podrías continuar trabajando en la


tienda de pintura, a tiempo parcial.

—Tal vez —le digo, y pillo a Leo mirándonos en el retrovisor.

Pero como la dama dice, todo es lo que es y no otra cosa. No puedo


escribir ensayos y no tengo un puesto en la tienda de pinturas. No tengo
opciones. Tal vez las cosas habrían sido diferentes si hubiera oído hablar del
curso cuando Bert estaba vivo. «Sin agallas no hay gloria», habría dicho antes
de ayudarme a seguir adelante con ello.
191 Leo se detiene en un aparcamiento cerca del casino. La noche es sofocante
y bulliciosa aquí, a pesar de estar cerca de las dos. Nos acercamos caminando y
observamos a la gente ir precipitadamente al resplandor.

La cola para María recorre todo el camino junto a la parada de taxis.


Supongo que hay un montón de gente en la ciudad que busca la magia. Mi
madre le dará sus últimos cinco dólares a esa mujer por un poco de esperanza,
y cuando una persona tiene esa ardua esperanza está mal coger su dinero.

—Tengo un mal presentimiento sobre esto —le digo a Leo y Dylan


mientras que las chicas están en el lavabo—. Yo no quiero entrar.

—Has dicho a tu madre que esto es una estupidez desde hace años ¿y
ahora de pronto te lo crees? —pregunta Leo—. María Contessa no nos va a
delatar delante de las chicas.

—No puedo explicarlo. Pero no quiero ir allí.


—Quiero ir allí —dice Dylan—. Quiero saber por qué Daisy está tan
furiosa.

—Se te olvidó su cumpleaños —le digo.

Sus pupilas se dilatan un poco.

—Yo sabía que había algo que quería conseguir con los huevos. No entres
sin mí. Diles a las chicas que estoy en el baño o algo así. —Él corre hacia las
puertas y desaparece en el casino.

—Lo digo en serio, no voy a entrar —le digo a Leo mientras esperamos—.
Le preguntaré a Lucy si quiere comer algo conmigo antes de llevarla a casa. Nos
veremos aquí a las dos y media. Media hora es tiempo suficiente para dejarlas y
volver a la escuela.

—Sé que estás enfadado conmigo —dice Leo—. Y sé por qué.


192 —Olvídalo. Me preocupa ser descubierto, eso es todo.

—Yo no sabía que la furgoneta era de David el Loco. Jake me dijo que
fuera a la calle Montague y cuando me di cuenta ya estaba en su casa, era
demasiado tarde para echarse atrás. Pero le dije a Jazz que ella no podía entrar
ahí conmigo.

—Lo sé.

—No soy un idiota total. No estoy completamente fuera de control.

—De verdad te gusta, ¿eh?

—Ella come muchos caramelos —dice—. Más de lo que yo como


hojaldritos de salchichas.

—Esos son bastantes caramelos, entonces.


—Bastantes. —Él sigue observando las puertas, esperando a que ella salga
por ellas—. Ojalá no hubiera cogido prestado ese dinero. Si pudiera pensar en
cualquier otra forma de conseguirlo que yendo a la escuela a...

—Entonces tendremos que pensar en algo. Nos ocuparemos de Malcolm


de alguna otra manera.

—No hay otra manera —dice—. He estado pensando toda la noche,


mientras ella bailaba a mi alrededor. Es en lo único que podía pensar. Pero no
debes venir conmigo. Es mi problema.

—Si tú vas, yo voy.

Parece como si observáramos esas puertas durante horas, esperando que


las atraviese lo que realmente queremos. Una luz se enciende y apaga sobre
nuestras cabezas convirtiéndonos en sombras temblorosas. Después de un rato

193 Leo dice:

—Quiero decirle que soy Poeta. No para alardear. Sólo para que lo sepa.

—Situación sin salida —le contesto—. Una vez que se lo digas, no habrá
ningún alarde.

—Sí —dice—. Tranquilo.

Asiento con la cabeza.

—¿Cómo quieres decirlo? ¿Serás totalmente sincero?

—Ese es el plan —dice, y entonces las vemos salir por la puerta. —Eso es
malo.

—Ajá.

Todo es lo que es, pienso, observando a Raff, Dylan y las chicas caminar
hacia nosotros. Me gustaría que fuera algo más.
Lucy

El casino es todo chispa y entusiasmo, absolutamente todo lo que hay


dentro de mí. En los baños nos apretujamos en el cubículo de la verdad.

—Ed es el indicado. Es Ed —le digo—. No Shadow. Ed tiene un cabello


fabuloso. Me escuchó mientras hablaba de mamá y papá. No parecía dejarse
intimidar por mi vómito.

—Todas las cualidades importantes a tener en cuenta —dice Jazz—. ¿Pero


lo más importante?
194
—Estática. Definitivamente estática.

Jazz sonríe.

—Lo sabía. Tuve un presentimiento.

—¿Tienes un presentimiento sobre mí? —pregunta Daisy—. ¿Sobre mi


estática?

—Lo tengo. Creo que vas a conocer a alguien que ofrezca una mayor
estática que Dylan.

—¿En serio?

—Absolutamente —dice Jazz—. Lo que tienes que hacer es escribir una lista
de todas las cosas que quieres y luego se lo dices al universo y eso es lo que
consigues.
—Bien, ¿quién es el universo? —pregunta Daisy—. Me refiero a que la
gente siempre está hablando de ello, pero el universo debe tener mejores cosas
que hacer que espiar a tres chicas en un cubículo del baño.

—El truco con la teoría del universo es no pensarlo demasiado—le dice


Jazz.

—Muy bien. —Daisy saca su lápiz de labios y comienza a escribir una lista
en la pared del baño.

—Así que tú y Ed —dice Jazz—. Leo y yo. Todo está resultando incluso
mejor de lo que planeé.

—Parece un poco estúpido que estuviera persiguiendo a Shadow todo este


tiempo. ¿Crees que fui una estúpida?

—Esa es la manera que es. La mayoría de la gente no sabe lo que quiere


195 hasta que está justo delante de su cara.

—Me gusta Ed estando justo delante de mi cara.

—Parece que a él también le gusta estar justo delante de tu cara.

—Ya he terminado —dice Daisy, mirando fijamente su lista—. Ese es el


chico al que quiero conocer.

Leo la lista.

—Es una lista interesante. Nunca conocí a un chico que me alisara el pelo
mientras que está viendo fútbol.

—Sin embargo, sería muy útil —dice Jazz—. Los mechones de la espalda
son tan difíciles de alcanzar.

—Sip. También sería útil tener un chico que hiciera un buen sándwich de
queso tostado y tomate. —Leo más abajo—. Y que vaya a trabajar a la
verdulería de tus padres el sábado sin quejarse a pesar de tenerle algo de miedo
de tu madre.
—Y un chico que todavía te quiera recuperar, incluso cuando lo llamaste un
idiota en una furgoneta rosa en la autopista, sería un buen partido —dice Jazz.

—También lo sería un chico que besa exactamente cómo te gusta porque le


enseñaste cómo. Todas estas son cualidades importantes —le digo.

—Lo son —dice Daisy.

—¡Daisy! —Dylan llama y golpea su puño contra la puerta del baño—. ¡Sé
que estás ahí! Ven aquí, tengo un regalo para ti.

Jazz abre el cubículo de la verdad.

—No te emociones demasiado, pero creo que podría ser el hombre de tus
sueños de la pared del baño llamando a la puerta.

—El universo debe tener una noche tranquila —dice Daisy.

196 Salimos y Dylan le entrega un ramo de flores.

—Feliz cumpleaños —dice, y ella sonríe. Ella no tiene por qué saber que Ed
probablemente lo informó.

—Tengo un buen presentimiento —dice Jazz.

—Yo también.

—Feliz cumpleaños —le dice un tipo al lado de Dylan a Daisy.

—Gracias Raff. —Ella hace las presentaciones—. Lucy, Jazz, ellos son Raff,
Pete y Tim. Chicos, ellas son Lucy y Jazz.

Salimos del casino, de vuelta hacia Ed y Leo. Daisy le pregunta a Dylan


cómo lo recordó.

—Tu grito en la furgoneta me refrescó la memoria —le dijo—. Me


preguntaba por qué me gritaste que me mantuviera alejado en tu cumpleaños.
—Así que, ¿vosotras dos vais a la escuela con Daisy? —nos pregunta Raff a
Jazz y a mí.

—Sip. Estamos celebrando la última noche del Curso 12 con Ed y Leo. Ellos
están afuera —le digo.

—Pete, Tim y yo estamos celebrando también —dice él.

—¿A qué escuela vas? —pregunta Jazz, y yo sé que ella está pensando en
extraer de estos chicos información acerca de Leo. Ella lee mis pensamientos y
sonríe.

—Al Instituto Delaware —dice Raff.

—Entonces, ¿cómo conoces a Dylan? —le pregunta Jazz.

—Él, Leo y Ed están en nuestro equipo de fútbol.

197 Leo y Ed nos miran desde la cola. Ellos están de pie bajo un cartel
intermitente que los ilumina un segundo y dificulta el verlos al siguiente. Lo
provoca el destello. Es la cara de Ed en la luz y la sombra. Es la forma en que
me mira, nervioso y triste, los hombros hacia abajo como nadando en ese mar
decepcionado. La forma en que está iluminado de azul por la luz encima de él.
Parece acorralado, perdido y totalmente abatido. Él me saluda y la luz convierte
su mano en un pájaro.

—¿Sabías que él es Shadow? —Le pregunto a Raff, esperando que él me


diga que soy tonta y Ed pueda volver a estar justo delante de mi cara.

—Sí —dice—. Yo pensaba que nadie excepto yo y Dylan lo sabía. Sus cosas
y las de Leo son las mejores que hay por aquí.

La luz sobre Ed y Leo se prende y apaga.

Jazz mira hacia delante también.

—Una pregunta rápida. ¿Somos las chicas más estúpidas del mundo?
—Es posible —digo, ahora lo suficientemente cerca para ver la
preocupación en la cara de Ed.

198
Ed

Veo el momento en que Raff se lo dice a ellas. El pie de Lucy se detiene


durante medio segundo y luego lo baja y sigue caminando. Ella no aparta los
ojos de mí.

—Shadow —dice cuando está lo suficientemente cerca como para tocarla.

No me molesto en mentir.

Leo se aleja arrastrando los pies. Los arrastra, los arrastra.


199 —No te muevas, Poeta —dice Jazz. Leo le ofrece una sonrisa como la que le
dirigió a su abuela ese día que ella lo sorprendió orinando en las rosas.

Daisy es más lenta reflexionando que Lucy y Jazz, pero ella lo entiende
ahora.

—Mentiroso —dice, y deja caer las flores en el suelo.

Me quedo mirando a Lucy. Ella me mira fijamente también.

—Todas esas cosas que te dije sobre Shadow —dice ella—. Debes haber
pensado que eran bastante divertidas.

—No pensé que eran divertidas —le digo, y me muevo hacia ella.

—Sin embargo, te reíste. Bastante. Por lo que debes haber pensado que algo
de lo que dije era gracioso.

—No fue idea de Ed —le dice Leo—. Fui yo quien pensó que sería gracioso.
Jazz piensa en eso durante un rato.

—¿Tú pensaste que mentirnos toda la noche sería gracioso? —Ella lo piensa
un poco más—. ¿Todo el tiempo en que estábamos hablando de poesía y me
recitabas versos pensabas que era gracioso? ¿Todo el tiempo que estuvimos
bailando, en realidad te estabas riendo de mí?

Leo se ve cómo esa noche en la casa de Emma. Se queda mirando a Jazz,


casi toca su pelo, pero luego retira su mano y hace algo que sorprende a todos.

Él corre.

Se da la vuelta y corre, empujando a la gente fuera del camino, cayendo


entre la multitud. El más de un metro ochenta de él. Parece que es bastante
evidente que no es apropiado para una vida de delincuencia. Dylan tampoco
parece que lo sea porque él mira a Daisy y corre también. Raff y sus amigos
también corren. Jazz y Daisy empiezan a correr tras ellos.
200 Yo no corro. Lucy no se mueve. Ella está de pie allí, delante de mí. Toda
boca, toda ojos.

—Supongo que estamos a mano ahora —dice.

—Yo no lo hice para vengarme de ti —Mierda, yo no lo hice por eso—. Tal


vez al principio. Antes de la fiesta, no lo sé. Pero después. —No le estoy dando
mucho sentido, pero sigo adelante porque ella me está clavando sus ojos.

Ella sabe ahora que yo soy él, que he perdido mi trabajo. Que tengo la
intención de robar en la escuela más tarde. Ella lo sabe todo, pero no sabe por
qué.

—En tu cabeza, Shadow era esa gran persona y no soy nada. —Sus ojos
siguen sujetándome—. Apenas puedo leer.

Siento todos estos años corriendo y jamás alcanzando a cada uno dentro mí.
Estoy de vuelta en la autopista como ese tipo en la pintura, de nuevo en el lado
de la carretera con el hormigón extendiéndose alrededor y no hay manera de
hacer que la gente escuche o entienda, ya que tendrían que estar dentro de mi
cabeza para que eso suceda.

Lucy deja de mirarme. Se queda allí sin mirar, ni hablar y pienso en aquel
ensayo de Arte, en payasos masturbándose, en Fennel y aquellas aves en mis
paredes, aleteando en los ladrillos. Pienso en ese fantasma en un frasco. Pienso
en la esperanza que Bert me daba y que acabó con él tumbado boca arriba en el
pasillo tres, sus manos agrietadas, su rostro viejo y hundido, y su anciano
corazón detenido. Pienso en Leo y en los sueños en los que está demasiado
asustado para tener. Y pienso en lo mucho que deseo que Lucy me diga algo
que cambie lo que pienso de mí mismo. Quiero pintar una pared en este
momento y poner las palabras en su boca, pero no sé cuáles serían esas
palabras.

Leo estaciona la furgoneta en la parada de taxis y grita:

—Si vas a venir, entra. Ya es hora. Ya es más que hora.


201 —¿No vas a decir nada? —le pregunto, pero ella es una pared en blanco.
Leo hace sonar la bocina repetidas veces y grita, pero no puedo irme hasta que
ella diga algo—. ¿Acaso eso importa?

Ella abre la boca y Leo suena la bocina y si ella dice lo que deseo que diga,
entonces no entraré en la furgoneta.

—Sí importa —dice ella.

Y todos los pájaros en esa pared se caen del cielo. Los veo caer tumbados
boca arriba. Una nevada de ellos cubriendo el suelo. Más tarde pintaré ese cielo
vacío y las aves abajo. Los pintaré sabiendo que lo que es peor que ser atrapado
en un frasco es no estar en ninguna parte.
Lucy

—Shadow —le digo, y sé por su cara que es él. Lo miro y toda la noche
cobra sentido. La pintura en sus manos, su ropa y sus botas. Cómo sabía dónde
encontrar las paredes. Las miradas entre Leo, Dylan y él. Yo diciendo que lo
haría con Shadow y él riéndose. Yo diciendo que lo haría con Shadow y él
riéndose. Esto último continúa repitiéndose y no se detendrá.

—Todo eso que te dije acerca de Shadow. Debiste pensar que era bastante
divertido. —Él me dice que no pensaba eso, pero yo lo recuerdo riéndose de mí,

202 de todas mis ideas sobre el amor y el romance.

Él sigue mirando fijamente e intento verle como Shadow, el chico pintando


en la noche. Lo veo solo en la oscuridad con todo lo que piensa apareciendo en
torno a él: pájaros pintados, puertas pintadas y olas monstruosas. Un fantasma
atrapado en un frasco.

Jazz también ha caído en la cuenta. Ella ha estado hablando con Poeta toda
la noche. Su chico real era ficticio. Mi chico ficticio era real. Los taxis se detienen
y se marchan y me hacen pensar en papá. Sobre cómo nada es lo que crees que
es. Acerca de cómo el amor es más difícil de resolver que un enigma sudoku.

Sabía que Dylan estaba ocultando algo, desde el principio, pero yo realidad
no quería saber. Quería encontrar a Shadow. Quería encontrar aquello que ha
estado ausente de mi casa desde que papá se mudó al cobertizo. Quería flores
colgando del techo. Yo quería hacerlo con Shadow. Oh, Dios mío, cuando tenga
tiempo tengo que poner eso en una botella de recuerdos y destruirla con el
martillo más grande que pueda encontrar. Tengo la chispa y el entusiasmo
opuesto. Es como si alguien me hubiese metido en un plástico y me enterrase.
Todo está apagado.
Jazz le grita a Leo y ese momento se ve como aquella vez cuando gritó
mientras estaba mirando El Cuaderno de Noa. Supongo que ahora ella ya conoce
la jugada y aquellos días de dominó están cayendo. Leo ni siquiera trata de
explicarse. Él corre. Esa es la jugada. Leo cero. Dylan tiene también cero,
corriendo como un cobarde detrás de Leo. Se olvida del cumpleaños de Daisy,
le lanza huevos y miente para divertirse. Jazz y Daisy corren tras ellos.

—Supongo que estamos a mano ahora —le digo a Ed cuando estamos solos.
Sus palabras resbalan de sus labios, pero no tienen sentido y no estoy segura de
si es él o si soy yo que no estoy oyendo bien por el enterramiento de antes.

Lo miro fijamente, tratando de verlo como realmente es, no todos los


pedacitos que han sido esparcidos esta noche. Sin embargo, nada encaja.
Shadow, Ed, robando en la escuela, con Beth, sin Beth, empleado, desempleado.
No sé la verdad de él.

—Apenas puedo leer —dice él y entonces conozco la verdad. Luego él se da


203 cuenta de todo y lo veo. Su rostro se ladea durante un segundo como si
estuviera tratando de seguir unido, mantenerse en la forma en que se muestra
al mundo, pero no puede más, y todo en él está resbalando hacia fuera. Yo
aparto la mirada porque es más sencillo mirar hacia las luces que a él.

Leo estaciona la furgoneta en la parada de taxis.

—Si vienes, entra. Ya es hora. Ya es más que hora.

—¿No vas a decir nada? —me pregunta Ed —. ¿Acaso eso importa?

He oído todo lo que alguna vez haya pintado en su voz. Oigo esa persona
en la playa, mirando las olas. Escucho los corazones sacudidos por terremotos y
mares decepcionados. Me obligo a mirarlo porque él necesita ser mirado. Él
tiene que ser visto. Detesto que haya estado solo durante tanto tiempo,
pintando grafitis de lunas y pájaros en ladrillos y guardando silencio sobre
quién es en realidad.

—Sí importa —le digo.


Él sube a la furgoneta y se marcha.

—No he terminado —le grito tras la furgoneta—. ¡Para ti! ¡Me refería que es
importante para ti! —No me importa ni no puedes leer. Me importa la mentira
y el robo en el colegio. No me importa que no tengas trabajo.

La furgoneta rosa desaparece por la calle como un invertido atardecer para


que coincida con mi invertido entusiasmo. Los veo marchar y pienso en la
primera vez que hice algo de cristal y se rompió porque no lo traté bien. En
realidad ya son dos veces que he golpeado a Ed en la cara. Me la jugaré y diré
que un chico no puede regresar para una tercera.

Me siento en un banco fuera del casino, balanceando mis piernas adelante y


204 atrás mientras espero a Jazz y Daisy.

Las luces del puente parpadean mensajes. Ve a la escuela. Busca a Ed. Dile
todas las palabras importantes que faltan e impide que robe el lugar. Dile que es
demasiado bueno para eso. Demasiado inteligente. Demasiado talentoso.
Llévalo a lo de Al y enséñale cómo el vidrio se convierte en algo diferente
cuando tú lo calientas correctamente. Cuando se enfría correctamente.

Durante todo el tiempo que estoy esperando, el impulso de correr tras él se


está fortaleciendo. Desearía tener mi bicicleta. Rodaría directamente hacia allí,
pero está en la parte trasera de la furgoneta.

¿Dónde estáis, Jazz y Daisy? Por favor, por favor, por favor, permíteme
llegar a tiempo. Antes de que Ed sea arrestado, déjame decirle que no importa
si no tiene trabajo. Decirle que sigue siendo inteligente y divertido. Decirle que
algunas de mis piezas de vidrio más bellas están llenas de fisuras y me gustan
de todos modos por los colores.

Vamos, Jazz y Daisy. Tenemos que llegar a tiempo. Por favor, por favor, por
favor permíteme llegar a tiempo.
Finalmente, después de muchos «por favor», doblan la esquina.

—Los hemos perdido —dice Daisy—. Probablemente han ido a Barry´s ya


que está abierto toda la noche. ¿Qué tanto quieres vengarte?

—Quiero una hamburguesa y patatas fritas —dice Jazz—. Así que creo que
no tanto.

—No han ido a Barry´s. Se han ido a robar a la escuela. Ed me lo dijo.

—¿Cómo es posible que no vi venir nada de esto? —pregunta Jazz—.


Tendré que renunciar a mi empleo adivinando el futuro en la cafetería. No
puedo seguir cogiendo el dinero de la gente.

—Hay cosas que son difíciles de ver —le digo.

—Todo es difícil de ver cuando tienes los ojos cerrados. Siento haberte

205 metido en esto, Lucy. Pensé que mi noche de acción sería menos completa, ya
sabes, de acción.

—Quiero ir a la escuela. —Miro hacia el taxi que queda en la parada—.


¿Tienes algo de dinero? Sólo tengo quince dólares.

—No lo sé, Lucy. Si nos atrapan en la escuela con ellos…

—Será adiós universidad, hola prisión —dice Daisy—. Dylan ni siquiera


necesita dinero. Sus padres le pagan todo. —Ella piensa un poco—. Excepto
nuestras vacaciones. —Sonríe—. Él no quiere que yo tenga una cita con un
surfista.

—No quiero que Ed sea arrestado. —Miro a la gente pululando alrededor.


En cualquier momento ese taxi se irá y si tenemos que esperar a otro puede ser
que no lleguemos a tiempo—. Tú no tienes que venir conmigo. —Por favor, ven
conmigo.

—¿Y si intento llamar a Leo? —pregunta Jazz

—Lo intentaré con Dylan —dice Daisy.


Las veo marcando. Por favor, por favor, por favor.

—Leo debe tenerlo apagado o no lo coge.

—Lo mismo —dice Daisy.

Camino rápido hasta el taxi, para no cambiar de opinión. No quiero pensar


en la cara que pondrá la Sra. J si me arrestan bajo sospecha de robar en la
escuela.

Daisy se sienta en la parte delantera del taxi y da la dirección mientras yo


me siento en la parte trasera con Jazz.

—Lucy —dice ella—. No quiero que mi anotación de mañana en mi diario


sea: Permaneció fuera toda la noche. Fue a la cárcel. Tengo este impulso de volver a
casa y ver la televisión con mis padres y estar completamente aburrida.

206 —Tengo el mismo impulso —le digo. Y después, porque necesito decírselo
a alguien, digo—. Sólo que no quiero ver la televisión con mis padres. Quiero ir
a casa, pasar el rato con ellos, y decirles que está bien si van a divorciarse.
Tengo la sensación de que tal vez mi padre no estaría viviendo todavía en ese
cobertizo viejo si yo no le hubiera hecho sentir como si no pudiera dejarme.

—Eso es estúpido —dice Jazz—. Tú no tienes el control de tu padre. Él


puede hacer lo que quiera.

—Entonces, ¿por qué no siguen adelante con ello? Mi familia es extraña,


¿verdad?

Me da una piruleta.

—Es un poco rara. Pero mi madre adora a la luna durante las noches de los
viernes. Los padres son un poco raros si me lo preguntas.

—¿Y si nos volvemos como ellos? —le pregunto.


—De ninguna manera adoraré a la luna en una noche de viernes. Debes
preguntar a tus padres para que te den una explicación, Lucy. Puede que te
sientas mejor.

—¿Tienes uno de esos caramelos para mí? —Daisy se da la vuelta en el


asiento delantero.

—¿Tu padre vive en el cobertizo? —pregunta Jazz.

—No. Vive en la casa. Tengo que verle a él y a mama darse un beso cada
mañana.

Jazz dispersa en abanico las piruletas para Daisy.

—Elije el sabor que desees.

El conductor se detiene frente a la escuela y nosotras pagamos y salimos. Le

207 doy un abrazo a Jazz por estar aquí.

—Gracias —dice ella—. Pero voy a necesitar algo más cuando me estén
tomando las huellas dactilares. Me gustaría que hubiera más claridad. ¿Qué
hora es?

—Dos cuarenta y cinco —le dice Daisy—. No habrá más claridad por lo
menos hasta las cinco. Supongo que es por eso que están robando el lugar
ahora.

—Son tan estúpidos —susurra Jazz—. ¿Por qué me gusta un chico tan
estúpido?

—Me lo pregunto todos los días —dice Daisy—. En realidad, sabes, Dylan
no es estúpido. Él obtuvo calificaciones más altas que yo en todos sus exámenes
de práctica.

—Siendo sincera, Leo tampoco es estúpido. Me recitó su poesía esta noche.


¿Conoces alguna revista que acepte publicar su trabajo?

—De ninguna manera —dice Daisy—. Realmente es un poeta.


—Ed es inteligente —le digo.

—Ed es súper inteligente —responde Daisy—. Él dejó a los sheddies


hablando cuando salió de la escuela. Imaginamos que él y Leo debieron haber
hecho algo malo para no regresar.

—De acuerdo —dice Jazz, enderezando su vestido—. Tenemos que


salvarlos. Así que recordad. Permanecer unidas y correr si vemos a la policía.

Yo no soy psíquica, pero no hace falta decirlo.

208
Poeta

El Casino
02,15 a. m.

209

Huyendo de mi chica.

Pasando el resplandor del casino.

Pasando la fila en el cajero automático.

Pasando mi reflejo en el espejo.

Luciendo asustado.

Pasando el cartel que dice Retrocede Camino Equivocado.

Pasando las bolas de fuego rasgando el cielo.

De regreso pasando el resplandor.

De regreso pasando la fila en el cajero automático.


De regreso pasando mi reflejo en el espejo.

Todavía Luciendo asustado.

De regreso pasando el cartel que dice Retrocede Camino


Equivocado.

De regreso pasando las bolas de fuego rasgando el cielo.

Hasta que la he perdido.

210
Ed
Me meto en la furgoneta y Leo se pone en marcha, convirtiendo a Lucy en
nada más que un punto. Un punto con el que nunca tendré oportunidad.

—Apaga tu teléfono, Dylan. —Leo le lanza su móvil—. Apaga el mío


también. No queremos cometer ningún error estúpido.

—¿Así que todavía vamos a ir? —Tengo el impulso de saltar de la furgoneta


del amor libre hacia el carril contrario.

211 —¿Quieres que te deje salir? —pregunta Leo. Él no está enojado. Es una
pregunta simple. Yo digo la palabra y él parará. A través de la ventana
delantera el mundo no es más que un resplandor enmarañado rebotando y
moviéndose delante de nosotros.

—Tú tampoco quieres hacer esto. Crees que es estúpido. Es estúpido.

—Sé que es estúpido. Y entonces Malcolm Palomo irá a mi casa y le hará


algo malo a mi abuela. Y luego a ti y a mí.

—Tarde o temprano, tendrás que parar —le digo—. Enfrentar las tonterías
que hemos hecho, sin hacer más cosas estúpidas para deshacerlas.

La furgoneta frena y supongo que Leo realmente me escuchó.

—El motor se ha calado —dice él, empujando su pie en el acelerador


mientras las bocinas suenan a nuestro alrededor.

—¡Sal de la intersección! —grita un tipo desde el coche de atrás.


—No puedo hacer nada, idiota —grita Leo.

—Tal vez sea la junta —dice Dylan.

—No soplé la junta.

—Tal vez sea la transmisión —dice Dylan.

—No es la transmisión.

—¿El aceite?

—No.

—Leo, ese dinero que Jake te dio para la gasolina. Lo llenaste antes de
ofrecerme los cincuenta ¿no? —Leo permanece en silencio y no puedo evitar
reírme—. Maestro del crimen trabajando. Te olvidaste de ponerle gasolina a la
furgoneta de huida.
212
—Dylan, ven aquí y sostén el volante. Ed y yo empujaremos.

Salto fuera y me apoyo detrás de la furgoneta.

—Qué suerte que pasemos inadvertidos —digo.

—Solo empuja.

—Sabes, cuando lo informen en Alto al Crimen la mitad de los habitantes de


la ciudad nos recordará.

—¿Vas a empujar? —pregunta.

—Estoy empujando. No vamos a ninguna parte.

—Vamos a alguna parte. Esto tomará un rato porque esta cosa pesa una
tonelada, eso es todo.

Los coches pasan y las personas nos gritan cosas desagradables.


—¿Todavía tienes un buen presentimiento sobre esta noche? —pregunto
mientras nos damos la vuelta y tratamos de empujar la furgoneta con nuestras
espaldas. Más coches pasan y más gente nos grita—. La opinión general parece
ser que somos perdedores —digo.

—Bueno, no lo somos. ¿Puedes creer que nadie se ha ofrecido a ayudarnos?

—Es una noche de treinta grados y la ciudad se está volviendo loca.


¿Ayudarías a dos chicos a empujar una furgoneta rosa?

—Sí —dice—, lo haría.

—Sí, lo harías —estoy de acuerdo—. Eres un buen chico, Leo.

—Extraño momento para decírmelo, pero como quieras. Dirígete a aquella


isleta.

213 Nos las arreglamos para llevar la furgoneta a la isleta y nos apoyamos en la
parte de atrás, recuperando el aliento.

—Realmente he arruinado las cosas con Lucy.

—Bienvenido al club. Yo realmente he arruinado las cosas con Jazz. No hay


más caramelos para mí. Quería disculparme y estaba dispuesto a hacerlo y
luego mis piernas salieron corriendo. —El mueve la mano rápido a través del
aire—. En un abrir y cerrar de ojos.

—¿Te atraparon?

—Dylan y yo las perdimos en la multitud.

—No has tenido una novia desde Emma. Tal vez te asustaste.

—Golpee a una pequeña anciana y ella derramó sus monedas. Es prudente


decir que me asusté.
—Entonces dile que lo sientes. Explícale que tu última novia casi hizo que te
arresten. —Observo mientras se desliza hasta el suelo y apoya la cabeza contra
la puerta de atrás—. ¿Leo?

—Te mentí —dice—. No he estado cortando el césped durante los últimos


diez sábados. Necesitaba los 500 dólares para un curso de poesía. Mi abuela
quería que realizara un curso de poesía en TAFE los sábados por la mañana.

No dije nada porque no sabía qué decir. Me sorprende y no lo hace.

—Yo estaba escribiendo poesía. Le debo a Malcolm, porque quiero escribir


poesía. Fuiste atacado en el parque por poesía. —Es como si una vez que Leo
empieza a decir poesía no puede parar—. Principalmente trabajo con el verso
libre. Sin embargo, hice un haiku7 la semana pasada—. Estoy en serios
problemas. Debo mucho, mucho dinero. Malcolm me va a matar.

214 No puedo parar de reír sobre el haiku de Leo, sobre el tipo que nos quiere
matar.

—Mi maestra dijo que era grosero. —Leo la imita—. La mayoría de las
mujeres de mi curso son de la edad de mi abuela. Me gustan—. Él me mira—.
Deja de reír.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunto, pero yo sé por qué—. No querías


hacerme sentir como un idiota porque tú puedes leer y yo no.

—Estás tan equivocado —dice—. Puedes leer, solo que te cuesta más
tiempo. He oído lo que Lucy estaba diciendo. Acerca de ese curso de Monash.

—No voy a hacerlo.

7 Haiku - es una forma de poesía tradicional japonesa. Consiste en un poema breve,


generalmente formado por tres versos, de cinco, siete y cinco moras respectivamente.
Comúnmente se sustituyen las moras por sílabas cuando se traducen o componen en otras
lenguas. La poética del haiku generalmente se basa en el asombro y el arrobo que produce en el
poeta la contemplación de la naturaleza.
—Sé que no lo harás. Si Bert no hubiera muerto te hubieras quedado allí con
él, más aburrido que una ostra, por que estabas a salvo.

—Me gustaba trabajar con Bert.

—Querías a Bert —dice él.

Me enojaría, solo que sé que tiene razón y lo mismo ocurre con él, así que
no tiene sentido. Saco el cuaderno de bocetos y lo ojeo un rato. Bert sonríe y
saluda con la mano, como si estuviera de acuerdo con Leo—. Era un buen
hombre.

—Era un gran hombre —dice Leo—. Él te hubiera dicho que dejes de


quejarte y solicites el curso.

Miramos el tráfico durante un tiempo, yendo y viniendo, los pensamientos


de Lucy y el curso del que me habló van y vienen. Los pensamientos sobre el
215 curso de Leo van y vienen también.

—Entonces, ¿por qué no me contaste lo de la poesía? —le pregunto.

—Porque yo estaba escribiendo haikus los sábados por la mañana con las
viejitas —dice—. Es diferente a escribir en un vagón de tren. Me sentí un poco
estúpido.

—No eres un estúpido.

Se encoge de hombros.

—Ya no me importa. Me gusta la poesía. A quien no le guste puede


largarse.

—Y tú eres lo suficientemente grande como para hacer que se larguen.

—Exactamente —dice.

Miramos más tráfico y escuchamos a la gente gritarnos más cosas


interesantes y luego Leo dice:
—Bert te hubiera dicho que fueras a ver a Beth.

—Le conté todo a Lucy esta noche. Grafitero desempleado que dejó la
escuela antes de terminar el Curso 10. Ella no esperaba que entrara en la
furgoneta. Beth no será diferente.

Leo tarda un rato en responder.

—Ella lo sabe, se lo dije. No le importa una mierda.

Pienso en eso. Pienso en ella de pie frente a mí con la caja de mis cosas,
esperando que yo dijera algo. Ella ha estado esperando durante meses. Pienso
en ella esperando esta noche en el árbol, en cómo se sentirá si no me presento.
Un taxi frena y se detiene delante de nosotros.

—¿Necesitáis que os lleve? —pregunta el conductor.

216 —Todavía podemos llegar a la escuela —dice Leo.

Pero tienes que dejar de hacer cosas estúpidas alguna vez.

—No voy a hacer el trabajo —le digo.

Saluda al taxi para que siga adelante.

—Eres un chico inteligente —dice—. Sabes, Emma me dejó porque yo había


descendido por esa ventana y me dijo que tenía que crecer o eso era todo. Le
dije que crecería cuando lo sienta así. Emma me dejó porque yo no elegí crecer.
—Niega con la cabeza—. Así que para recuperarla estropeé el lateral de su casa.

—Técnicamente, yo lo destrocé y tú me dirigiste artísticamente.

Él se ríe.

—El curso me hizo pensar un poco, sabes. Que somos lo suficientemente


inteligentes como para salir de aquí. Sólo somos demasiado estúpidos para
encontrar la manera.
—Ese curso realmente valía los quinientos dólares.

Se ríe de nuevo.

—Robar la escuela no era una de mis ideas más brillantes.

—¿Tú tampoco vas?

—Mañana nos inscribiremos en Maccas. Seré claro con Jake y mientras


tanto pediré ayuda.

Dylan sale de la furgoneta y se sienta junto a nosotros.

—Estamos solicitando puestos de trabajo en Maccas —le digo.

—Te daré una buena recomendación. Todavía tenemos que llenar esta cosa
con gasolina y devolvérsela a David el Loco. Él nos hará comer cucarachas si no
lo hacemos.
217
Ninguno de nosotros se mueve.

—No puedo creer que le lanzaras huevos a Daisy en su cumpleaños —le


digo.

—Vosotros dos habéis estado saliendo desde el Curso 10. La conoces desde
la escuela primaria. ¿Cómo no recordaste su cumpleaños? —le pregunta Leo.

—Trato de no prestarle demasiada atención. Me imagino que si lo hago ella


lo superará y no querrá salir conmigo.

—Esa es la cosa más estúpida que he oído —dice Leo y escucho mientras él
le cuenta sus secretos sobre mujeres a Dylan—. Nunca le vuelvas a tirar nada.
De vez en cuando, dile algo que estés pensando, incluso si es sobre la lluvia.
Escríbele algo de poesía. Y crece.

—No puedo escribir poesía.

—Te daré una de las mías —dice Leo.


Tengo este sentimiento afortunado apoyado contra esta averiada furgoneta
rosa del amor libre escuchando poesía. Tengo a Dylan y Leo como amigos. Tuve
a Bert. Trato de no pensar en que no tengo a Lucy. Al menos Beth no me odia.
Eso cuenta como algo.

—Será mejor llamar a Jake y decirle que la jodimos. A ver si puede venir
aquí con gasolina. —Leo enciende el teléfono—. Mierda. —Él revisa sus
mensajes—. Él me envió mensajes como unas cincuenta veces. Aléjate de la
escuela. No hagas el trabajo. Malcolm está haciendo el trabajo. Le dije el código. ¿Estás
ahí, idiota? Creo que mi teléfono está lleno —dice Leo y marca el número de
Jake.

—Soy yo. —Leo escucha y hace una mueca—. Lo siento, Jakey. Te lo


compensaré. ¿En serio? No, no la pongas. No lo hagas. Abuela, hola —Él se
estremece de nuevo—. Tuve que pagar las clases de poesía de alguna manera.

218 Tú no tienes el dinero, estás viviendo de la pensión. Bueno, tendría que haber
preguntado. No, no voy a ir a casa todavía. Estaré en casa cuando esté listo.
Bien. Estaré en casa cuando digas que estoy listo. ¿Cuándo es eso? Bueno, eso es
justo. Yo también te quiero, abuela. ¿Puedes decirle a Jake que venga con
gasolina hasta la esquina de la calle Flinders y Swanson? Él me vera. Es difícil
no verme.

—¿Buenas noticias? —pregunto después de que colgara.

—No exactamente buenas. No es exactamente mala. Pero tus pezones están


a salvo. Resulta que Malcolm le hizo una visita a la abuela. Ella lo sorprendió
husmeando alrededor la casa con sus chicos malos y le golpeó en la nariz con su
bastón. Los gritos despertaron a Jake y sus amigos. Malcolm les dijo que le debo
quinientos dólares y Jake le habló a Malcolm sobre el trabajo como prueba de
que le pagaré después.

—¿Recibiremos las buenas noticias pronto? —le pregunto.


—Jake llevó a la abuela al cajero automático y ella le pago a Malcolm
quinientos dólares. Jake le dio a Malcolm el código de alarma cuando ella no
estaba escuchando para asegurar que las cosas estén realmente en paz entre
nosotros. Mi deuda está pagada. Suerte que nos quedamos sin gasolina, ¿eh?

—Todavía estoy endeudado.

—Sí, pero tenemos un futuro brillante en Maccas y, de todos modos, tú


nunca quisiste hacer el trabajo.

—No, no quería —digo, y tengo esa sensación de suerte de nuevo.

—¿Por qué no le pediste a tu abuela el dinero desde el principio? —


pregunta Dylan.

—Porque no sabía que tenía quinientos dólares en su cuenta de ahorros. Y


si lo hubiera sabido, no habría querido cogerlos de ella.
219 —Vas a tener que devolverlos —le digo.

Él asiente con la cabeza.

—Después de que Jake traiga la gasolina podemos parar en Barry´s y coger


algo de comer antes de regresar a la furgoneta.

Espero allí. Hablamos un poco. Gritamos cosas a los coches que pasan hasta
que llega Jake. Sin embargo, no voy a Barry´s. Leo me deja en lo de Beth en el
camino.

—Llegas temprano —dice.

—Puedo esperar si tengo que hacerlo.

No tengo que hacerlo. Salto la cerca y me dirijo al árbol y ella ya está allí. El
sol todavía no ha salido pero lo hará pronto. El mundo ha disminuido a
silencio. Me apoyo en el árbol y las aves se dispersan.

—Las hice marcharse —digo.


—Volverán.

—Quiero decirte algunas cosas. Sé que Leo ya te lo ha contado, pero quiero


que lo escuches de mí. —Cualquier otra cosa es la manera fácil y estoy cansado
de eso—. Nunca he leído el libro de Vermeer. Sé todo acerca de él porque fui a
las exposiciones y vi los documentales, pero nunca he leído sobre él. Dejé la
escuela porque se puso difícil. No tengo trabajo. No tengo dinero. Soy Shadow.
Y siento haber terminado contigo de la forma en que lo hice.

Ella se inclina y susurra que ella lo sabía, que me extrañaba, que a ella no le
importa si tengo dinero o no. Traza el azul que hay en mis manos, traza los
pedacitos de cielo que quedan allí.

220
Lucy

Daisy, Jazz y yo nos tumbamos en los arbustos cerca de la sala de Arte.

—¿Qué hora es ahora?

—Las cuatro en punto —dice Daisy, con los ojos cerrados—. Un minuto
más tarde que la última vez que me preguntaste.

—Hemos estado esperando aquí durante casi una hora. Ellos no vendrán.
—Jazz se levante y estira sus piernas.
221
Miro más allá de ella y veo algunas sombras salir de una furgoneta,
caminando por el césped y arrastrándose a través de una ventana.

—Ya están aquí.

Silenciosamente nos movemos y siento un estremecimiento que estoy


bastante segura que procede del pensamiento en Ed, y no del pensamiento de la
actividad ilegal. Nos paramos en la ventana abierta y Jazz mete su cabeza por
ella y susurra.

—Sal de ahí, Leo. —Él no responde—. Leo —dice un poco más fuerte. Él
sigue sin contestar—. Deben estar desenchufando cosas en el aula de
informática. No quiero entrar allí a menos que tenga que hacerlo. Intentaré
llamar a su teléfono otra vez.

Continuo vigilando mientras ella marca.

—Leo —susurra ella—. Respondiste. —Ella sostiene el teléfono y todas nos


amontonamos y escuchamos.
—Sip, respondí. Lamento haber corrido antes. También lamento haber
mentido.

—Hablaremos de eso después. Pero ahora, sal del bloque de Materiales


antes de que venga la policía.

—No estoy en el bloque de Materiales —dice él—. Estoy en Barry’s


comiendo una hamburguesa.

—Si estas en Barry’s, entonces ¿quién está en el bloque de Materiales? —


pregunta ella.

—Jazz —dice Leo—, sal de ahí. Ya vamos pero tienes que correr, ahora
mismo.

—Hola, Lucy —dice Malcolm, recostando sus brazos en la ventana. Miro en


sus dos ojos negros.
222 —¡Corred! —grito.

Tomamos el atajo por los baños de chicas y pasamos la sala de profesores.


Estoy corriendo más rápido porque he tenido experiencia con Malcolm y, a
juzgar por su cara, no puedo descartar que no quiera matarme.

—¿Están detrás de nosotras? —grita Jazz. Y le digo que no lo sé; no voy a


desperdiciar tiempo mirando.

—¡Vamos, Vamos! —grita Daisy, y toma la delantera—. Creo que están


detrás de nosotras. —Ella continua corriendo y mira hacia atrás y no hay
tiempo para advertirla. Ella se estrella directamente contra el guardia de
seguridad y se cae—. Vale —dice ella, sacudiendo su cabeza—. Eso ha sido
inesperado.

El guardia de seguridad nos mira y nosotros lo miramos a él y mi futuro se


presenta sombrío y luego Jazz dice en su voz más inocente.
—Gracias a Dios que lo encontramos. Estábamos tomando un atajo por la
escuela y vimos a unos hombres robando en el bloque de Materiales. Les
dijimos que íbamos a llamar a la policía y ellos comenzaron a perseguirnos.

No es exactamente una actuación digna de un Globo de Oro pero él lo cree.

—Quedaos aquí —dice él—. Puede ser necesario que declaréis.

Tan pronto como lo perdemos de vista, corremos otra vez. He visto


suficiente de Malcolm Paloma para que me dure el resto de mi vida. No
dejamos de movernos hasta que estamos a un par de manzanas más allá de la
escuela.

—Al menos decidieron no hacer el trabajo —dice Jazz, la carrera todavía se


nota a través de su voz—. Las cosas podrían haber terminado muchísimo peor
esta noche.

223 —Conseguiste tu acción y aventura. —Daisy se apoya contra la cerca—. Y


algo más.

—No me hubiera importado algo de romance —mientras Jazz dice eso un


punto rosado aparece al final de la calle, moviéndose a través de la noche como
un punto de amanecer avanzando rápidamente. Son ellos, pienso. Es Ed.

Es Ed y finalmente tendré la oportunidad de hacer las cosas bien. De decirle


que es inteligente y que si no puede leer entonces alguna razón habrá. Y si no
hay una razón sigue sin importarme. Le diré que nunca he tenido una mejor
noche que esta, riéndonos y hablando detrás de nuestras manos. Le diré que
quiero salir con él hoy y mañana y al día siguiente. Y uno de esos días quiero
llevarlo al estudio de Al y mostrarle todas las cosas que he hecho. Mostrarle
cómo funciona el vidrio, como puedes calentarlo y cambiarlo. Como puedes
agregarle color. Mostrarle como cuando ya está terminado y frío, se convierte
en esta cosa hermosa que has hecho.

—¿Hey, sientes eso? —pregunta Jazz—. El cambio está aquí.

—Al fin —dice Daisy—. Estoy harta de sudar.


Extiendo mis brazos y dejo que el cambio flote a través de mi piel. El rayo
nunca llega. Solo la brisa. Me siento como esa escultura Victoria Alada de
Samotracia que la señora J me enseñó. Es de mármol, se encuentra en el Museo
del Louvre, Paris. Una estatua de la diosa alada, Victoria. Perdió su cabeza en el
camino pero igual se ve triunfante. Mitad ángel, mitad humana, con las alas
totalmente abiertas. Me giro hacia Jazz.

—Voy a besar a Ed —le digo, y ella sonríe.

La furgoneta se detiene y Leo y Dylan salen de la parte delantera. Leo se


acerca a Jazz y sonríe y en su sonrisa veo lo que no vi al principio. A él
realmente le gusta ella. Ella le muestra el dedo severo.

—No salgo con chicos que tienen antecedentes penales.

Lo veo coger una de sus trenzas y girarla suavemente.

224 —No iré a prisión —dice él—. Estoy pensando en madurar.

Abro la puerta trasera de la furgoneta, mi entusiasmo da marcha atrás.

—Está vacío.

—Porque decidimos no robar el lugar —dice Leo, aun retorciendo la trenza


de Jazz.

—¿Pero dónde está Ed?

Leo deja de retorcerla y me mira. Sin que él diga nada, sé que Ed está con
Beth.

—Me alegro por él. —Me siento en la cuneta—. Me alegro por él. —Me
tumbo en la acera—. Me alegro por él.

Jazz se recuesta a mi lado en el hormigón.

—Estoy mirando las estrellas —digo.


—¿Estás haciendo esa cosa en la que tratas de sentirte pequeña para que tus
problemas no parezcan importantes?

—Nop. Las estoy mirando solo porque no están cubiertas en humo. No


quiero nada más de ellas solo que sean claramente visibles.

—¿Estás teniendo una crisis?

—Nop. Estoy molesta. Pero al menos se la verdad acerca de Shadow. Estoy


bastante segura de saber la verdad acerca de mis padres. Al menos, lo estaré
cuando les pregunte acerca del divorcio esta mañana.

—Lamento haberte presionado esta noche —dice Jazz—. Soy una amiga
insistente. Siempre estoy haciendo comentarios sobre tu madre y padre cuando
ni siquiera los conozco lo suficiente.

—Aun así, tienes razón. La realidad es mejor. La verdad es mejor. —


225 Dolorosa, pero mejor.

—¿Está bien ella? —pregunta Leo.

—Ella está bien —dice Jazz. Ven y únete a nosotras en la acera. Estamos
mirando las estrellas. —Nos recostamos uno al lado de otro y escuchamos a
Dylan y Daisy hablando al fondo.

—Siento haberte lanzado huevos en tu cumpleaños —dice él.

—Solo escribe la fecha en algún lado para que no se te olvide el próximo


año.

—Vale. ¿Qué fecha fue ayer?

—El diecinueve de octubre —gritamos todos.

—Entonces, ¿esto significa que todavía estaremos juntos el próximo año? —


pregunta él.
—Significa que puedes tener esperanza —le dice Daisy—. Pero no puedes
mentirme otra vez.

—Si no puedo mentir, tú no puedes llamarme estúpido —dice él.

—Eso es justo.

Él saca un pedazo de papel de su bolsillo y lee.

—Si mi gusto por ti fuera una hinchada de futbol, estarías sorda por el
estruendo. Y si mi gusto por ti fuera un boxeador, habría un tipo muerto tirado
en el suelo. Y si mi gusto por ti fuera azúcar, habrías perdido los dientes antes
de cumplir veinte. Y si mi gusto por ti fuera dinero, solo digamos que estarías
gastando bastante.

—No escribiste eso, ¿verdad? —pregunta Daisy.

226 —Son mis ideas. Leo hizo que rimaran.

—Suficientemente bueno —dice Ella, y pone el papel en su bolsillo.

Me levanto después de un rato y saco mi bicicleta de la parte de atrás de la


furgoneta. Está un poco destartalada pero todavía funciona bien. Desato mi
casco y me lo pongo. Pedaleo despacio por las calles, un viento fresco en mi
piel. La oscuridad vidriosa desaparecerá pronto y el día empezará. Las aves se
vuelven locas y el mundo les pertenece a ellas por ahora. Y a mí. Me paseo de
un lado del camino al otro. No estoy pensando en anoche como el momento que
me dejaron por Beth. O el momento en que casi beso a Shadow. Pienso en ello
como una aventura. El comienzo de algo real.
Poeta
05,30 a. m.

í
Ella dice que me perdona.

227 Ella dice que sólo por esta vez.

Ella dice sigue adelante y bésame.

Ella dice haz eso que hace girar mi cabello.

Ella dice que eso era exactamente lo que buscaba.

Dice que está contenta de que el fresco cambio haya llegado.

Yo digo que la veré mañana.

Ella mira su reloj y dice:

Ya está aquí.
Ed

Mientras que los pájaros vuelan sostengo la mano de Beth. Deja de susurrar
en mi oído porque sabe al igual que yo que hay algo que es diferente. Que he
venido aquí a pedir perdón y decirle que hemos terminado. No puedo estar con
ella si estoy pensando en Lucy.

—Al menos conseguí decir adiós. Fuiste tan horrible cuando me dejaste.

—Pensé que ibas a estar con uno de los chicos de tu escuela.

228 —Deseaba estar contigo. —Ella suena tan triste que me mata.

Nos sentamos bajo el árbol durante un rato más y hablamos. Luego dice:

—Tienes que irte ahora. —Ella suelta mi mano.

Porque ella es una chica muy genial, me presta su bici y me da dos cervezas
de su padre. Ella es muy jodidamente genial, estaría diciendo Bert, y yo tengo
una sonrisa por la mirada que tendría en su rostro mientras lo dice.

—Ed —dice Beth antes de que me vaya—, no hagas lo mismo con ella.

Me dirijo a la esquina de su calle y me detengo para saludar. Pero ella ya no


está allí parada.
Pedaleo hasta los muelles y encuentro a Bert donde lo dejé. Abro las
cervezas, y tenemos una charla sobre anoche. Acerca de los lugares a los que
podría ir.

—Tienes un lugar más para ir —dice, y lo sé. Lucy tal vez no quiera estar
conmigo, pero tengo que terminar las cosas con ella. Intentarlo, tal vez. Sin
agallas, no hay gloria.

Me detengo en casa en el camino para conseguir un poco de pintura. Mamá


está sentada a la mesa, escribiendo sus deprimentes números. La beso en la
mejilla.

—¿Cómo estuvo María?

—Un montón de basura —dice, sonriendo—. ¿Dónde has estado?

—Fuera en la ciudad. Celebrando la última noche de Leo del Curso 12. —


229 Cojo un pedazo de su tostada—. ¿Sabes que ha estado estudiando poesía?

—No. Pero no estoy sorprendida. Mis chicos tienen talento. —Ella revuelve
mi pelo.

—Entonces, ¿cómo está la suma de números?

Ella mira su libro y dirige su lápiz bajando por las columnas.

—Podemos pagar el alquiler. El lobo está lejos de la puerta este mes.

Le preparo una taza de té antes de partir de nuevo. El lobo posiblemente


está con nosotros ahora, pero no estará con nosotros para siempre. Pienso en
una pared, con perros callejeros corriendo, yo persiguiéndolos con un uniforme
de McDonald. Por lo menos no es un uniforme naranja.
Lucy

Mamá y papá están sentados en las tumbonas de la parte delantera del


cobertizo cuando paso con mi bicicleta por la puerta. Están tomando café y
hablando.

—Son las seis de la mañana ¿Están esperándome?

—Estamos disfrutando el cambio fresco — dice mamá—. Y felicitándonos a


nosotros mismos por algunas cosas. Como haber criado a una hija que terminó
ayer el Curso 12.
230
—Felicitaciones, Lucy Dervish —dice papá—. Lo conseguiste.

—Todavía tengo exámenes y mi entrevista con el organizador del curso de


arte.

—Lo superarás. —Mamá sonríe—. Fuimos a lo de Al anoche. Él llamó para


preguntar si queríamos ver tu diseño antes de embalarlo y llevarlo a la escuela.

—¿Qué os pareció? —Me siento en el suelo entre ellos.

—Pensé que era la cosa más espectacular que he visto nunca —dice
mamá—. Mi hija la artista.

—Tú me pusiste en una botella. ¿Cómo me metiste ahí?—pregunta papá.

—Te hice plegable. Te puse dentro y te hice crecer con una cuerda y te fijé
ahí con masilla.

—Caramba. Te tomaste muchas molestias.


—Eres importante para mí, papá. ¿Cuáles son las otras cosas que estáis
celebrando?

—Bueno, yo terminé mi novela.

—Eso es grandioso, mamá.

—Y tu padre está casi terminado su nueva actuación. No voy a revelar


nada, pero la interpretó para mí anoche y es buena. Triste y divertida.

Papá sonríe.

—El humor sin tristeza es sólo un pastel en la cara.

No me importaría un pastel en la cara si eso significa que estábamos todos


contentos.

231 —No puedo esperar a verlo, papá.

—Por nosotros —dice mamá y levanta su taza de café.

—Se te olvidó una cosa. Se te olvidó decir que os estáis divorciando. Está
bien —le digo mientras ella niega con la cabeza—. Tengo casi dieciocho años.
Puedo afrontarlo.

—No vamos a divorciarnos, Lucy. Te lo he dicho un millón de veces. Amo


a tu padre. Él me ama.

—Él vive en el cobertizo.

—Tal vez me traslade al cobertizo para escribir mi próximo libro —dice


mamá—. A lo mejor papá va a vivir a la casa. O podría irme durante un mes o
dos. Tú eres mayor ahora, así que creo que estaría bien. ¿Eso estaría bien?

—Bueno, sí. —Y entonces no puedo guardar nada dentro porque está a


punto de reventar—. Vosotros sois raros. Eso es raro. Estáis casados. Deberíais
querer estar juntos todo el tiempo.
Mamá se ríe.

—Hemos criado a una hija muy conservadora. Demasiado Orgullo y


Prejuicio.

—Eso podría cambiar —dice papá—. Todavía hay tiempo para llevarla por
Margaret Atwood.

—Gracioso. Divertidísimo. Voy a entrar en el mundo de las relaciones


adultas. Necesito un consejo sólido.

—Lo único que puedo decirte es que tengas la relación que sea buena para
ti. Necesito escribir. Lo mismo sucede con tu padre. —Mamá se encoge de
hombros—. Ya sabes cómo nos peleamos cuando no tenemos tiempo para eso.
Pero te queremos. Lo entiendes, ¿verdad, Lucy?

—Lo entiendo. —No entiendo un montón de otras cosas, pero siempre


232 entendí eso—. Es todavía extraño.

—Por la familia Dervish —dice mamá, alzando su taza de café otra vez—.
Fabulosa, y un poco rara.

Supongo que es como el arte. Lo que vi en papá y mamá era más acerca de
mí que de ellos. Los veo charlando y riendo. ¿Quién dice que el romance está
muerto? No lo está. Está simplemente viviendo en el cobertizo. Me rio un poco
de mi misma en ese pensamiento.

—¿Qué te parece encender tu estufa de acampar y me preparas unas


tortitas?

—Magia —dice mamá.

Me quito la pulsera y se la devuelvo a papá.

—Para que tengas suerte en tu nueva actuación. Aunque después de


anoche, tengo serias dudas acerca de la capacidad de esa cinta.
Mi teléfono suena mientras papá está cocinando y es Al. Shadow está aquí.
Ahora mismo. Pienso en Ed pintando una pared y espero que sea diferente de los
repartidos por la ciudad. Pero yo sé que aunque una parte de eso será
esperanzador porque ha vuelto con Beth, todavía hay un rincón que me
pertenece. El rincón donde le estoy diciendo lo importante que es que no sepa
leer, que esté sin dinero, que no tenga trabajo. Yo no quiero que me pinte así.

Me pongo el casco y cojo mi bicicleta.

—Volveré pronto.

—¿Dónde está el fuego, Lucy Dervish? —pregunta papá.

En mí. Bajo mi piel. Me imagino que tengo lo suficiente como para darle un
poco a Ed. Salgo bajo un cielo oscuro desvaneciéndose y volviéndose rosa. Le
debo algunas palabras. Para ti. Es importante para ti.

233 Pedaleo por Rose Drive donde los camiones de basura están recogiendo
contenedores y cubriendo el olor a jazmín. Los enredados jardines sostienen las
somnolientas casas a lo largo de la calle. Por favor, déjame hacerlo a tiempo.
Déjame llegar a Ed antes que la noche termine oficialmente y que pinte ese
rincón de la pared conmigo en ella, diciéndole que es menos de lo que es.

Las luces moteadas de las estrellas de la fábrica se están desvaneciendo. En


el fondo la ciudad se eleva, edificios grises apuntando al cielo. Me gusta este
sitio, a la luz como en la oscuridad. Me gustan las cajas apiladas en los muelles
y los viejos edificios. Me gusta la calle de Al, toda la industria amontonada. Me
gusta como su taller de cristal y las paredes de Shadow me sorprenden en
medio de todo. En la cima de la colina aparto mis manos de los frenos y me dejo
ir.
Ed
Pulverizo el cielo rápidamente. Los ojos delante y detrás. La pintura fluye
por toda la pared y lo que hay en mi cabeza fluye del bote al ladrillo. Mira esto,
Lucy. Mira, tú y yo desahogándonos sobre una pared. Míranos tan grandes que
no te lo puedes perder, incluso si llegas aquí cuando me haya ido.

El jefe de Lucy se sienta en su escalón, mirando y mandando un mensaje de


texto. De vez en cuando me doy la vuelta para comprobar si Lucy viene y ver si
él todavía está allí.
234 Termino y doy un paso atrás para examinarlo y sé que es mi mejor muro.
Oigo sorber detrás de mí. El viejo me da un café.

—Me gusta tu trabajo —dice—. Shadow, ¿no?

—Correcto. Para ser exactos es Ed.

—Al. —Me da su mano y la agito—. Es diferente de tus otras piezas. —Dice,


señalando a la pared.

—Estoy trabajando en un nuevo estilo.

—Me gusta.

—Me gustan tus cosas, también. Las flores de techo. Creí que eran
trompetas pero Lucy me corrigió. Le has enviado un mensaje de texto, ¿no?

Él sólo parece sorprendido durante un segundo.


—Un par de veces. —Él le manda un mensaje de nuevo—. Supongo que
aparecerá corriendo por la colina en cualquier momento. Estás trabajando
temprano hoy.

—No he ido a dormir todavía. No estoy trabajando temprano ni tampoco


tarde.

—Yo siempre trabajo así de temprano —dice—. El sol apareciendo es el


mejor momento para hacer vidrio. Ningún otro momento tiene colores tan
estupendos.

Ya veo por qué a Lucy le gusta Al. Me recuerda un poco a Bert. Le pregunto
acerca del curso que ella mencionó y le digo que no sé leer muy bien y dice que
las universidades pueden ayudar con eso.

—Tal vez reúnes los requisitos para un escriba. Alguien que escribe las

235 cosas. ¿Alguna vez has tenido a alguien así?

—Leo solía escribir para mí, cuando yo estaba en la escuela. Me fui en el


Curso 10. No tengo portafolio.

Al sorbe su café y mira a la pared.

—A lo mejor si lo tienes. Lucy toma muy buenas fotografías. Tú y ella


podríais pedirme prestada mi cámara. Tomar algunas fotos de tus pinturas.

—¿Y eso podría ser un portafolio?

—No estoy seguro. Pero hay una mujer que conozco, Karen Josepha. Podría
preguntarle.

—La señora J.

—La señorita J, para ser exactos —dice—. Ella es la profesora de Arte de


Lucy del Curso 12.

—Yo la conozco. Ella es genial.


—Ella es genial —dice.

Nos fijamos en la colina, esperando a Lucy, que se está tomando su tiempo


dulce, como Bert diría.

—Me gusta Vermeer. ¿Le gusta Vermeer? —pregunto un poco después.

—Sí —dice Al—. ¿Fuiste a la exposición a principios de año?

—Fuimos un amigo y yo. Mi antiguo jefe de la tienda de pintura. Perdí mi


trabajo, después de su muerte.

—Estoy buscando un limpiador. ¿Tienes referencias?

—Ajá. Tengo referencias.

Y simplemente así, él me ofrece un trabajo. Nos vamos dentro de su taller y


me lo enseña entero. Yo le doy el número de Valerie.
236
—Puedes preguntarle a la señora, quiero decir, a la señorita J también. Ella
te dirá que haré un buen trabajo.

—Estoy seguro de que lo harás.

Vago alrededor, mirando el cristal.

—La flota de la Memoria —digo cogiendo una de sus botellas. Son algo
alucinante. Recuerdos puestos en masilla. Es como si el interior de su cabeza
estuviera ahí sobre la mesa. La última botella de la serie tiene una pequeña
pared de Shadow. Es la que hice de un cielo azul sobre ladrillos—. Nunca ves
azul como ese por aquí —le digo a Al—. Ese azul es exactamente perfecto.

Dejo un mensaje para Lucy con Al y me voy. Estoy al final de la calle


cuando la veo, ese casco con el relámpago en el lateral volando hacia mí. Me
detengo y espero a que llegue.

—Hola —dice ella.


—Hola —le contesto—. Conocí a tu jefe. Me ofreció un trabajo de limpieza
en su taller. —Quiero que sepa de inmediato, que yo no soy el tipo con el que
estuvo anoche.

No sé quién soy, pero yo no soy ese tipo.

—Eso es genial, realmente genial —dice ella, quitándose el casco y


colgándolo sobre el manillar.

—No pareces muy feliz. Luces así. —Hago su cara.

—¿En serio? Quería verme feliz por ti —dice—. ¿Estás seguro de que me
veo así?

—Ajá.

—Tal vez sería más fácil si me cubrieras la cara.

237 —Sigues siendo un romántica, ya veo.

Se cubre la cara.

—Antes de salir del casino, quise decir que es importante para ti. Todas esas
cosas como salirte de la escuela y no tener trabajo y no ser capaz de leer, todo
eso es importante para ti, no para mí.

Tengo algo dentro de mí ahora. No es mucho, pero es más de lo que tenía.

—No robé en ese lugar.

—Ya lo sé. Fui a salvarte.

Miro a ese lunar en su cuello y hago algunos planes de viaje.

—¿Crees que tendré que huir de Malcolm toda mi vida? —pregunta.

—Nop. El hermano de Leo se encargó de ello. Pero yo me alejaría de los


parques oscuros.
—No deberías haberme mentido toda la noche —dice—. Me siento muy
tonta ahora por todas las cosas que he dicho sobre Shadow. Deberías haberme
dicho la verdad. Eso importa un poco.

—Lo sé. —Sigo mirando ese lunar. Le debo algo por lo que hice. Pienso en
esa pintura de Vermeer con la balanza. Tienes que sopesar algo, al final. Incluso
si no es mucho—. Me gustas. No quería que pensaras que soy un estúpido, por
eso mentí. Traté de contártelo cuando nos detuvimos en la autopista.

Ella se queda en silencio durante mucho tiempo.

—Ahora sería un buen momento para decirme que no soy tonto —digo.

—¿Por qué has vuelto con Beth si te gusto? —pregunta ella.

—Yo no he vuelto con Beth.

238 —¿En serio?

—Muy bien, quita tu mano de la cara, es muy extraño.

Ella se la quita y sonríe. Y pienso en pared tras pared tras pared. Errantes
laberintos verdes y dos personas vagando por ellos. Puertas que conducen a
alguna parte. Cielos del tipo exacto de azul que he estado buscando.
Lucy

Escucho a Ed con los ojos cerrados. Hay algo en su voz que no estaba allí
antes. La verdad, tal vez. Yo le gusto. Tres palabras que colisionan.

Él no volverá con Beth.

—¿En serio?

—Muy bien, quita tu mano de la cara, es muy extraño.

239 Lo hago y nos sonreímos el uno al otro durante un rato y no es incómodo.


Ed no volverá con Beth. Mis padres están enamorados, pero no quieren vivir
juntos todo el tiempo. Dylan y Daisy se pelean, pero seguirán juntos, al menos
hasta su próximo cumpleaños. Leo es un poeta y le gusta Jazz y eso es lo que
cuenta.

No sé nada sobre el amor. Pero sé que quiero besar a Ed. Sé que quiero que
sea feliz. Él es más feliz de lo que era, lo veo, ahora que no tengo mi mano sobre
mi cara.

—Fui a verme con ella —dice él—. Resulta que fui a despedirme. —Él
vuelve a sonreír. Sonrío—. Tienes una sonrisa maravillosa —dice.

—Mi padre vive en el cobertizo, pero mis padres no se están divorciando.

—Muy bien.

—Quería contártelo. Ya que estamos siendo honestos.


—De acuerdo —dice, y se acerca más y la electricidad corre por mi cuerpo y
estoy tan nerviosa, tan, tan nerviosa.

—¿Estás bien? —pregunta.

—Estoy bien. No te detengas. Continua.

Su boca baja hasta esa peca en mi cuello. Gracias, sol. Gracias, gracias, sol.
Él recorre el camino de vuelta a mi boca y mi sangre es vidrio caliente,
acaramelado y brillante, moviéndose con su respiración. Yo ni siquiera tengo
que intentarlo. Tengo un montón de levitación.

—No vuelvas a mentirme otra vez —digo, y él afirma que ese es el plan. Y
yo digo—: Tú dejaste la escuela porque no podías leer —y él dice que por eso y
por una chica que rompió su nariz. Yo digo—: Tu obra es lo que más me gusta
de la ciudad.

240 Y él dice:

—Hice una pared para ti. Tal vez la última por un tiempo.

—¿Por qué la última?

—Estoy pensando en ese curso que has mencionado. Pensando en trabajar


sobre papel.

—¿Los chicos como tú no viven por la adrenalina?

—Ese siempre fue Leo —dice—. Entonces, ¿quieres verlo?

Nos desplazamos con nuestras bicicletas bajando la colina hacia lo de Al y


miro su pintura.

—¡Guau!

—Gracias —responde.
Es el sol. Una bola de vidrio ardiente conquistando toda la noche. Él no la
ha firmado. Pero sé quién es. Sé quién soy. No sé exactamente lo que somos
juntos, todavía. Ed saca un bote y pinta un pequeño pájaro amarillo. No es
como aquel pájaro dormido, panza arriba hacia el cielo.

Está despierto.

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Sobre la Autora

Cath Crowley
Es Australiana, nació en 1971 y creció en
una zona rural de Victoria (Australia SE)
con tres hermanos y un perro.
Actualmente vive en Melbourne.

Ella no siempre iba a ser una escritora.


Contaba historias todo el tiempo, pero
nunca escribió ninguna de ellas. Luego se

242
trasladó a Europa y comenzó a escribirle
cartas a su hermano, Anthony Crowley.
Sus cartas eran una especie de diario e
incluso le escribió "No le digas esto a
nadie" en la parte superior de ellas.
Anthony no prestó mucha atención a su
petición. Cuando regresó a casa a
Australia, descubrió que él había utilizado sus cartas para crear un musical!
The Journey Girl se realizó en tres teatros de Melbourne. Esa experiencia, fue lo
que la convenció de que quería ser escritora.

Su primer libro, The Life and Times of Gracie Faltrain, fue publicado en el 2004
y tuvo bastante éxito. Ha escrito otros cinco libros desde entonces, dos de los
cuales son parte de la serie Gracie Faltrain.
é
Traductoras
Taly Fabi Danny
Andrea Cherry.lips
Esther Yami
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Corrección y Revisión
Fabi & Taly

Revisión Final y Diseño


Taly
¡Visítanos!
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http://moonlightvampireclan.blogspot.com/

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