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J. J.

Justel
B. E. Solans
J. P. Vita
J. Á. Zamora
(eds.)

Las aguas primigenias


El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización

Actas del
IV Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo
(Zaragoza, 17 a 21 de Octubre de 2006)

SEPARATA

Centro mixto entre las Cortes de Aragón,


el Consejo Superior de Investigaciones Científicas
y la Universidad de Zaragoza

Zaragoza 2007
Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo (4º. 2006. Zaragoza)

Las aguas primigenias: el Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización / ed. de
Josué Javier Justel Vicente; Bárbara Eugenia Solans Gracia; Juan Pablo Vita Barra; José
Ángel Zamora López. – Zaragoza: Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente
Próximo, 2007

ISBN 978-84-95736-72-7

I. Oriente Medio – Civilización – Hasta 622 II. Oriente y Occidente III. Biblia A. T.
IV. Humanidades – Proceso de Datos V. Egipto – Civilización – <....-<0332 VI. Justel
Vicente, Josué Javier VII. Solans Gracia, Bárbara Eugenia VIII. Vita Barra, Juan Pablo
IX. Zamora López, José Ángel X. Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente
Próximo (Zaragoza)

931(5-011)

Primera edición, Noviembre de 2007

Edición
Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo
Centro Mixto entre las Cortes de Aragón, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Zaragoza

Editores
Josué Javier Justel Vicente, Bárbara Eugenia Solans Gracia,
Juan Pablo Vita Barra, José Ángel Zamora López
Diseño de la colección
Víctor M. Lahuerta
Maquetación
Digitalia Scripta & Enrique N. Vallespín
Impresión
ARPIrelieve
ISBN
978-84-95736-72-7

Depósito legal : Z-3780/07

© de la presente edición, Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo, 2007


C/ de los Diputados 19-21, 50004 Zaragoza www.ieiop.com

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tratamiento informático.

Hecho e impreso en España – Unión Europea


Made and Printed in Spain – European Union
Índice General
(Volúmenes I y II)

Volumen I

Presentación .......................................................................................................... 9

Índice General (Volúmenes I y II)......................................................................... 11

Sesión Inaugural
Marco Simón, F., Ex Oriente magia: adaptación y cambios rituales en el mundo
helenístico-romano.......................................................................................... 17

Oriente Indoeuropeo
García Trabazo, J. V., Ahhiyawafrage y cuestiones conexas. ¿Podemos extraer
más datos de las fuentes hititas? ..................................................................... 43
Álvarez-Pedrosa Núñez, J. A., Mensaje, iconicidad y prestigio en los sellos
hititas de época imperial ................................................................................. 69
Bernabé Pajares, A., La mujer en las leyes hititas................................................. 85
González Salazar, J. M., Sanar el cuerpo y purificar el espíritu en los rituales hititas..... 99
Lozano Velilla, A., La Liga Licia: antecedentes y modelos federales minorasiáticos.. 115
Molina Valero, C., Contactos griego-licio: las inscripciones bilingües................ 127
Pelegrín Campo, J., Lenguas, escrituras y poder: el caso de las acuñaciones
bilingües indogriegas ...................................................................................... 143

Nuevas Tecnologías
Fernández Jurado, J. – Álvarez Abellán, A. C., Huelva Arqueológica y las
publicaciones electrónicas de la Sección de Arqueología de la Diputación
de Huelva ........................................................................................................ 163
Cervigón Moreno, R., AMU. Analizador Morfológico Ugarítico ......................... 173
Barés Gómez, C., La Hermeneumática y la filosofía del lenguaje ........................ 183
Siabra Fraile, J., El módulo sintáctico del Ugaritic Data Bank – UDB................. 189
Zamora López, J. Á., Algunas notas técnicas sobre el Corpus Inscriptionum
Phoenicarum necnon Punicarum (CIP) – Phoenician Data Base (PhDB) ............... 203

Mesopotamia
Sanmartín Ascaso, J., Antes y después de Gilgamesh............................................ 221
Belmonte Marín, J. A., El paisaje hidrográfico del Medio Éufrates según la
documentación de Hana y Emar ..................................................................... 241
Caramelo, F., Las profecías en el reinado de Asurbánipal.................................... 281
Gil Fuensanta, J. – Crivelli Montero, E., ¿Existió un “Período” Uruk en el norte
de Mesopotamia? (Investigación en la zona de Biredyik-Karkemish,
Éufrates turco) ................................................................................................ 289
Montero Fenollós, J. L., Aspectos territoriales del reino sirio-mesopotámico de
Mari. Nuevas evidencias arqueológicas para la reconstrucción de la
frontera septentrional...................................................................................... 311
Oliva Mompeán, J., Qatna, Yamhad y el Orontes en época tardo amorrea .......... 327
Ramos dos Santos, A., O sector “privado” nos arquivos Babilónicos (626-339 a.C.) 335

Índice del Volumen I............................................................................................. 347

Volumen II
Índice general (Volúmenes I y II).......................................................................... 359

Siria – Palestina
Molist Montaña, M., Prácticas funerarias y primeras sociedades agrícolas del
Próximo Oriente: caracterización y discusión como variable arqueológica
de análisis ....................................................................................................... 365
Egea Vivancos, A., Agua y religión. El santuario de Atargatis en Hierapolis (Siria).. 383
Estebaranz i Sánchez, F. – Martínez Martínez, L. M. – Anfruns Llobet, J. –
Martínez Pérez-Pérez, A., Estudio preliminar del esqueleto postcraneal del
yacimiento neolítico de Tell Halula, Siria....................................................... 401
Fernández-Tresguerres Velasco, J. A., La casa 77 dentro del conjunto del
“Templo de las Serpientes” de Jebel al-Mutawwaq (Jordania) ..................... 421

12 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización


Justel Vicente, J. J., El divorcio del rey <Ammittamru II de Ugarit en el contexto
matrimonial de Siria en el Bronce Tardío....................................................... 439
Moreno Resano, E., El destino de los cultos tradicionales semíticos:
Constantino y la destrucción de templos en Palestina, Fenicia y Cilicia........ 457
Pardo Mata, P., Historiografía de las investigaciones prehistóricas del Neolítico
en el Próximo Oriente durante los siglos XX y XXI ........................................ 479
Torija López, A., El Otro y el Pasado: etnoarqueología del Oriente Próximo ..... 497
Vidal Palomino, J., Pervivencias en las formas de explotación agrícola en el
Levante. Las alquerías palatinas..................................................................... 517

Oriente en Occidente
Blázquez Martínez, J. M., El agua en los santuarios fenicios de la Península
Ibérica y sus prototipos mediterráneos ..................................................... 531
Cañas Reíllo, J. M., Problemas de adaptación de realidades y conceptos
semíticos en el mundo grecorromano: el testimonio de las traducciones
de la Biblia al griego y al latín ................................................................. 557
Carbó García, J. R., De Siria al Danubio: consideraciones sobre las formas de
difusión de los cultos sirios en la Dacia romana ...................................... 567
Celestino Pérez, C. – Salgado Carmona, J. Á., Fenicios e indígenas a través del
tesoro de Aliseda....................................................................................... 587
Enjuto Sánchez, B., Importancia y pervivencia del mundo oriental entre la
aristocracia senatorial romana del s. IV d. C. .......................................... 603
Escacena Carrasco, J. L., El dios que resucita: claves de un mito en su primer
viaje a Occidente....................................................................................... 615
Ferrer Albelda, E. – García Fernández, F. J., El fenómeno de la polis en el
mundo púnico occidental .......................................................................... 653
Niveau de Villedary y Mariñas, A. M.ª, Acerca de ciertos cultos semitas
extremo-occidentales ................................................................................ 669

Egipto
Pérez-Accino, J. R. – Pérez Díe, M. C., En el principio era el río. Agua, poder y
mito en el Egipto Antiguo................................................................................ 707

Índice del Volumen II............................................................................................ 725

Autores participantes ............................................................................................. 727

Índice General 13
Antes y después de Gilgamesh

J. Sanmartín Ascaso

La antropología puede ser entendida bien desde una perspectiva fisiológica,


o bien desde una perspectiva pragmática.1 El conocimiento fisiológico trata de
explorar lo que la naturaleza hace del hombre; el conocimiento pragmático lo
que el hombre, ser libre, hace, o puede y debe hacer de sí mismo. A falta de
fuentes auténticas, disponemos, por lo que se refiere a la antropología
pragmática, de auxiliares: la historia universal, las biografías, e incluso las
obras de teatro y las novelas. Así escribía el Kant de la época post-crítica en su
en 1798. Añadamos a estas fuentes de la antropología kantiana el mito. Hablar
de Gilgamesh es hablar de un mito, por tanto de los mitos, es decir, del mito
como categoría semiótica y antropológica.2
Cuenta la prensa que, en California y Arizona, las cabezas y cuerpos de
unas docenas de ciudadanos flotan desde hace unos años en tanques de
nitrógeno líquido esperando la resurrección científica. Y que, en varios
institutos de investigación médica, se experimenta seriamente –de momento
con cerdos, perros o ratones– la suspended animation: se desangra totalmente
un cuerpo en vida y se rellenan sus vasos sanguíneos de una solución salina
fría para rebajar la temperatura corporal. Su corazón deja de latir, sus
pulmones de respirar y su cerebro de trabajar. Al rato, se reanima al paciente;
el muerto reabre los ojos y despierta a la vida.
Por decirlo con De Dijn (2002: 20)
“Por primera vez en la historia, la idea de que vamos a poder
mejorar o alterar la naturaleza humana es una perspectiva realista. […]

1 El texto conserva el tono ligeramente coloquial de la conferencia, que fue preparada en el


marco del Proyecto HUM 2005-02223, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia.
2 Muy aprovechable, todavía, el capítulo “Le mythe, aujourd’hui”, en Barthes (1957): 191-247.
Evidentemente, no estamos todavía en ello (Of course we are not
there yet).”
La idea de alcanzar la inmortalidad es consustancial a los pensantes
mortales. George Bernard Shaw trató de este tema en su parábola socio-
biológica Back to Methuselah, de 1921. Juan Ponce de León se había
empeñado en encontrar la fuente de la eterna juventud cuatrocientos años
antes. Cortamos aquí –qué aburrimiento– la lista de etcéteras.

1. Sin-leqi-unninni
Hará ahora unos 3.200 años –aún faltaban 1.200 para que Jesús de Nazaret
nos hiciera una muesca en el calendario– que un personaje, sin duda de
aspecto severo y mirar fino, decidió dedicar unos días a la filosofía (que no
todo lo inventaron los griegos). Era un escriba babilonio de mano hábil y
perito, además, en conjuros. Le había tocado vivir una época que él, mayor y
amargado, consideraba difícil: muy lejos quedaban ya los días en que el rey
Hammurapi había hecho de Bábil la capital y dueña de los cuatro rincones del
mundo. Muchísimo más lejos, todavía, las épocas doradas de los divinos
monarcas Sargón y Shulgi, cuando los bardos les sugerían a los escribas de la
corte baladas en la milenaria y ya arcana lengua sumeria. Los tiempos habían
cambiado; la gente ya no hablaba correctamente la lengua de sus madres, ni
era temerosa de sus padres y de los Grandes Dioses. En pleno siglo XII antes de
Cristo, y en Babilonia, uno se podía permitir el lujo de hacer chistes sobre el
chocho y baboso dios Anu –el Cielo– o sobre su hija Ishtar, patrona de las
rameras y Ramera Mayor, o de criticar la arbitrariedad de Enlil –el “ejecutivo”
divino–, o de admirar las artimañas no siempre honestas de Ea, el más agudo
de los divinales. Sentía quizás el desengañado exorcista que el día del
encuentro con su muerte se iba acercando, y creyó necesario hacer testamento.
El docto escriba no firmó su obra, como tampoco firmó Homero las suyas
siglos más tarde. Parece que se llamaba Sin-leqi-unninni, si hemos de tomar en
serio (¿por qué no?) una tablilla-catálogo del I milenio antes de nuestra era en
que se lee esta entrada (Lambert 1962: 66 y s.):
(10) Serie Gilgame≈: según Sin-leqi-unninni, exorcista [...]
Le encargó, pues, Sin-leqi-unninni a su aprendiz once tablillas vírgenes de
arcilla fina, y él mismo se talló un cálamo anguloso de caña vieja. Las riberas
del Éufrates divino eran generosas con los conjuradores y escribas. Arropó la
primera tablilla sobre un lienzo húmedo –sudario de la escritura– y sus dedos
veloces comenzaron a inscribir constelaciones de cuñas minúsculas, mientras
canturreaba (I: 1):
‰a nagba ı$muru [...]
“El que vio lo más hondo ...”

222 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Tal sería su testamento. La vida y milagros de Gilgamesh, el rey gigantesco
de la ciudad de Uruk que edificó sus murallas y el templo santo E-Anna, la
“Mansión del Cielo”, apenas seca la tierra tras el Diluvio universal.
El testamento de Sin-leqi-unninni sería la historia del rey que se encontró a
sí mismo cuando, derrotado y solitario, pero no vacío y de nuevo en su patria,
Uruk, se aceptó como era, había sido y sería (I: 9):
Volvió de un largo camino.
Estaba rendido, pero en paz.
El escriba exorcista Sin-leqi-unninni (su nombre Sîn-le$qi-unninnı$
significaba “Luna divina, acepta mi plegaria”) puso el colofón a la última
tablilla y salió al sol de Babilonia. No había leído a Agustín de Hipona ni a
Heidegger, pero sabía de los engranajes del Ser y del Tiempo. Sin-leqi-
unninni, en plena crisis de valores (como San Agustín, como Heidegger, como
nosotros), quería legarnos su idea de que la temporalidad, la historicidad
(Geschichtlichkeit), es la dimensión más esencial del ser; que el ser es puro
potencial y pura búsqueda –por tanto, futuro– y que la potencialidad más
obvia, más inmediata y más esencial es la muerte. Para Sin-leqi-unninni, es
ella quien da sentido a esa multitud de trazos inconexos que son nuestros
quehaceres. La muerte es puro saber implícito, la “dimensión tácita” de la
realidad –por citar a Michael Polanyi (1967)– que hace, de los rasgos sueltos
de la vida, un semblante. Así como, al reconocer un rostro a partir de la
síntesis de una serie de rasgos múltiples e individuales, sabemos que estos
rasgos no son entidades sustantivas sino relativas, elementos de una forma
(Gestalt) congruente y semánticamente significante, del mismo modo el saber
implícito de nuestra temporalidad es quien re-escribe los datos y momentos
inconexos de la vida en un contexto totalizador y ulterior. Este saber implícito
transcribe nuestros actos, palabras sueltas de un diccionario arcano, para
construir un lenguaje sintácticamente ordenado y semánticamente explícito.
No hace falta sacarse el carné de platónico para entender que todo
conocimiento es, en el fondo, un recuerdo. Conocer es re-conocer, re-escribir,
y es siempre un saber implícito –el de la temporalidad, el de la historicidad– el
que anuda los dos cabos del pasado y del futuro. Un saber implícito que hace
que los detalles adquieran coherencia.
La ciencia dedica hoy esfuerzos colosales a comprender la materia – o las
materias, que hay varias al parecer. Uno, que en estas cosas es mero
observador, tiene la impresión de que el infinito catálogo de verdades y
progresos con que se nos consuela se parece bastante al muestrario de ojos,
narices y barbas que nos enseñan en las comisarías con la esperanza de que
reconozcamos el rostro del caco. Es urgente que, en nuestra civilización, actúe
ya el saber implícito –y, por implícito, ineludible– que dote de sentido a tal
muestrario. La materia, inerte y por lo tanto inmortal, sólo tiene sentido como
anticipación de la vida que surge de ella. La vida es el semblante coherente de

J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 223


la materia, como el rostro es sentido de los rasgos. Con la vida, claro, aparece
en el universo impoluto de las constantes físicas un riesgo nuevo, la muerte. Y
el saber que vivir implica morir.
Como escriba profesional, Sin-leqi-unninni sabía que la escritura es lo que
queda del lenguaje cuando cesan los sonidos; lo que queda del diálogo cuando
ya no hay hablantes. La técnica de perpetuar el lenguaje –código sonoro–
mediante un código gráfico, visual, estaba en uso desde hacía ya por entonces
unos dos mil años. Astronomía y astrología; geometría, aritmética y álgebra;
metrología y cronología; lexicografía y gramática; comercio y banca;
futurología, farmacopea y medicina: cientos de miles de tablillas se guardaban
en los archivos y bibliotecas, escritas y copiadas en las escuelas por escribas
hábiles en perpetuar en arcilla los sonidos de todas las lenguas de Babilonia.
Pero Sin-leqi-unninni echaba en falta un aviso que pusiera orden en ese
laberinto de palabras y saberes. Él se encargaría de que el umma$nu “la gente” o
la ma$tu “el país”, es decir: reyes, sabios, pastores, viejos, jóvenes, mozas
casaderas, cazadores, prostitutas, taberneras, barqueros – se dieran todos
cuenta de la gran implicación que suponía, simplemente, vivir. De ahí sus
tablillas: el barro cocido no callaría jamás.
El método elegido por Sin-leqi-unninni para meter a la muerte en la vida de
sus paisanos era el único adecuado: escribir la “biografía” –en verso– de un
“famoso”; de alguien que tuviera madera de héroe y gozara del fervor popular.
Ya se encargaría él de ponerlo en su sitio. Como escriba, Sin-leqi-unninni
tenía acceso a las bibliotecas y, como profesional del conjuro y exorcista,
conocía bien el alma de sus paisanos. No necesitó mucho tiempo para
encontrar el personaje: Gilgamesh.
A Gilgamesh no se lo inventó Sin-leqi-unninni. De Gilgamesh, viejo rey de
Uruk, semidivino y juez del Submundo por más señas, se contaban ya locuras.
Había construido las murallas y templos de su ciudad (una de las ciudades de
mejor pedigrí desde los tiempos más remotos), guerreado contra sus regios
colegas, explorado los bosques más frondosos y escalado los montes más altos,
matado a los ogros más feroces, flirteado con las diosas, degollado toros
celestes y conocido los recovecos más sombríos del Submundo infernal. Sus
hazañas se cantaban en sumerio y acadio –las lenguas escolásticas básicas–, y
además en hitita y hurrita. Era la figura ideal para hacer de pimpampún
literario; toda vez que ciertas tablillas paleobabilónicas, viejas ya de quinientos
años y que él conocía bien, parecían aludir a cierta midlife crisis del personaje.
En todo caso, seis o siete siglos antes de que los mayores trágicos griegos
articulasen sus obras en la secuencia de “error” (hamartía), “peripecia”
(metabolé, peripéteia) y “reconocimiento” (anagnórisis), el poema de
Gilgamesh, en la versión de Sin-leqi-unninni, se nos presenta ya como un
tríptico de gloria, trauma y miseria. El fin que persigue el escriba babilonio al
convertir la gloria en vanagloria es idéntico al de los poetas trágicos: purificar

224 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
al destinatario del texto mediante la homeo-patía, la con-dolencia. Es curioso:
hasta la estructura fuertemente dialogal del texto acadio huele a escena y
declamación. Es, desde luego, un relato, pero un relato en el que los segmentos
narrativos –que mueven la trama– no son sino marcos por los que asoma la
voz de los personajes. La analogía con el género dramático es evidente.
Once son, como se dijo, las tablillas que compuso Sin-leqi-unninni. Si se
nos permite trasladar el discurso narrativo a la terminología escénica,
podríamos dividir el poema en dos actos, encadenados por una peripecia.
El primer acto –que bien merecería el subtítulo de “El Poder y la Gloria”–
tendría por argumento la búsqueda de esa gloria por parte del héroe y de su
amigo (o amante), Enkidu, y abarcaría las Tablillas I a la V. Éros, el
enamoramiento, es el motor de toda la acción.
El comienzo de la Tablilla I es una especie de Obertura, o presentación del
personaje principal (I: 1-8; 35-48):
El que vio lo más hondo,
los cimientos del País;
...
el sabio perfecto
que lo entendió todo;
...
Vio lo secreto,
descubrió lo escondido:
nos trajo noticias
de antes del Diluvio.
...
Morlaco de Lugalbanda,
–Gilgamesh–
prototipo del vigor;
cría de la vaca excelsa,
de la Vaca Salvaje Ninsun.
Alto era Gilgamesh,
magnífico, terrible;
abrió pasos
de montaña,
cavó pozos
en las laderas del monte
y cruzó el océano:
los vastos mares hasta el Sol de levante.
Escudriñó los confines del mundo
en busca de la vida,
llegó, a costa de esfuerzos,
hasta el remoto Uta-Napishti;

J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 225


restauró los santuarios
en ruinas por el Diluvio,
y les renovó los ritos
a nubes de gente.
¿Quién hay que se le iguale
en realeza?
¿Y quién que, como Gilgamesh, pueda decir:
“Sólo yo soy el rey?”
Gilgamesh: el día que nació
ya le pusieron el nombre.
Dos tercios, dios;
y sólo un tercio, hombre.
Prosigue el relato, en las Tablillas I y II: Gilgamesh, rey de Uruk, dos tercios
“dios” y un tercio “sólo hombre” (I: 48), es en realidad un tirano insoportable,
amigo de la juerga y de la bronca, un chulo con corona (I: 63-72):
Acosa a los mozos de Uruk
sin razón;
no le deja Gilgamesh
un hijo tranquilo a su padre.
De día y de noche
va armando bronca:
Gilgamesh, el rey: ¡guía de un tropel de gente!
¡Él, que es el solo pastor
de Uruk, el Corral!
Gilgamesh no le deja
hija tranquila a su madre.
Hartos sus súbditos –y muy en especial la súbditas– del rufián de palacio,
abroncan a los dioses y éstos recurren a diosa Aruru, la Gran diosa Madre.3 La
matrona divina decide crear una especie de Anti-Gilgamesh, alguien capaz de
sujetar al rey: el encargado de que Gilgamesh muerda el freno se llama
Enkidu, una criatura animalesca, peluda pero cándida, cuyas greñas son signo
seguro de fuerza y de potencia y que vive en lo más remoto de la estepa,
apartado y a revueltas con cabañeros y bestias (I: 107):
No sabe qué es gente
ni, menos, qué es patria.
Pero un cazador lo avista y, por consejo de su padre, propicia el encuentro
del noble salvaje con una servicial y cultivada prostituta. El ardiente y
sostenido encuentro sexual –un coito de siete días– de la cultivada furcia y el

3 I: 93-98, a completar con la tablilla babilónica media Nippur(1) A 29934 (2N-T 79). Para
detalles sobre este documento véase Sanmartín (2005): 95 y s.

226 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
silvestre Enkidu tiene unos efectos no por deseados menos sorprendentes. Al
levantarse del semanal seminario, Enkidu ya no es una animal sino un ser
civilizado y, en opinión de su “tutora”, hermoso (I: 207):
–“Eres hermoso, Enkidu;
estás como un dios”.
¿Es el sexo introito de las Humanidades? (¿Ideas babilónicas para un
nuevo currículum?). Como anota el primero Moran (1991), este mensaje
resuena luego en Ovidio, donde –por cierto– la sobreabundante fogosidad del
encuentro amoroso babilónico se transforma en blanda voluptas. En el alba de
un mundo recién salido del amasijo desordenado e indefinido (confusa sine
ordine moles) –dice el de Sulmona– y una vez puestas las cosas en su sitio,
llegó, al fin, la hora de culminar lo humano (Ars amatoria 2, 473-480):
Tum genus humanum solis errabat in agris:
idque merae vires et rude corpus erat.
Silva domus fuerat, cibus herba, cubilia frondes,
iamque diu nulli cognitus alter erat.
Blanda truces animos fertur molisse vopultas:
constiterant uno femina uirque loco.
Quid facerent, ipsi nullo didicere magistro;
arte Uenus nulla dulce peregit opus.
Vagaba entonces el género humano por campos solitarios:
era sólo mera fuerza y cuerpo sin gracia.
Habían sido los bosques su casa, la hierba el sustento, su lecho el follaje,
y, por mucho tiempo, nadie conoció a nadie.
El amor suave –dicen– ablandó los corazones salvajes:
Varón y hembra hicieron alto en un sitio.
Lo que había que hacer, lo aprendieron solos, sin maestro alguno.
Venus hizo su dulce trabajo. No hubo más arte.
Enkidu deja de ser bestia. Mientras, en Uruk, Gilgamesh tiene unos sueños,
cuyo sentido le explica su madre, la diosa Ninsun, en los que se prevé la
llegada de Enkidu. Una vez éste en la cuidad, se enzarza con Gilgamesh en un
combate singular cuyo sorprendente resultado es la amistad entre ambos.
Desde este momento, los destinos de Gilgamesh y Enkidu están unidos.
Contra el parecer de Enkidu, Gilgamesh –ávido de gloria y
emocionalmente satisfecho– prepara una expedición al Bosque de Cedro para
matar al ogro guardián, Khumbaba. Ello supone romper el orden decretado por
los dioses, en especial por el dios supremo Enlil. Tal es el contenido de las
Tablillas III y IV. Los dos amigos (¿o amantes?) hollan el Bosque prohibido;
Gilgamesh, insolente, tala un cedro y, para redondear la hazaña, le corta la
cabeza a Khumbaba, el sagrado y monstruoso guarda. Con sus trofeos de
madera y sangre, los dos amigos vuelven a Uruk.

J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 227


Hasta aquí, lo que podríamos denominar acto primero. Con la Tablilla VI,
el relato da un giro e introduce inesperadamente a la diosa Ishtar, patrona –
ciertamente– del éros estéril pero –también– del thánatos bélico. Los
mecanismos de la peripecia se ponen en marcha. Enamoradiza, ávida y
previsible (VI: 7-13),
de la hermosura de Gilgamesh
se encaprichó la princesa Ishtar:
– “¡Venga, Gilgamesh,
sé mi novio!
¡Regálame a mí tus frutas,
regálamelas;
tú serás mi marido
y yo tu mujer!
(… … ...)
¡Entra en nuestra casa
perfumada de cedro!”
Gilgamesh, saciado de gloria y de su Enkidu, no sólo desdeña la oferta sino
que le echa en cara a la divinal pretendiente su currículum de infidelidades y
crímenes (VI: 32-43):
“¡Quién quieres que se case contigo!
Tú: helada que no cuaja en hielo;
puerta a medio hacer
que no corta ni aires ni corrientes;
palacio que aplasta a sus propios defensores;
elefante que se arranca los jaeces;
asfalto que embadurna a quien lo lleva;
odre que moja a su porteador;
(… … ...)
zapato que muerde
el pie de su dueño.
¿Cuál de tus novios
duró para siempre?
¿Cuál de tus caballeros
logró subir al cielo?”
Gilgamesh se está pasando. Primero pisoteó el Bosque sagrado de Enlil,
taló el cedro más frondoso y degolló al sagrado monstruo guardián. Ahora deja
plantada a una mujer lasciva y rencorosa, pero diosa. La acción se precipita en
esta ominosa Tablilla VI: Ishtar manda a la tierra el Toro sagrado propiedad de
su padre, el dios Cielo, para que acabe con Gilgamesh. Y –lo que faltaba–
Gilgamesh, con ayuda de su amigo del alma Enkidu, da muerte al Toro y le
saca el corazón. Para rematar la faena (VI:155 y s.),

228 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Enkidu (...) le arrancó un anca al Toro del Cielo
y se la tiró a la diosa:
– “¡Tú–! ¡Si llego a agarrarte a ti,
habría hecho lo mismo contigo!
¡Te habría colgado la tripas del brazo!”
Rara vez nos ha transmitido la historia de la literatura una serie de
frescuras tales. La libertad de espíritu babilónica –en todo caso la de Sin-leqi-
unninni– es asombrosamente moderna. Pero Nietzsche y la Muerte de Dios
estaban aún muy lejos, y los dioses se vengan. Quede claro que lo que Sin-
leqi-unninni quiere no es tanto abrumarnos con una Genealogía de la Moral
cuanto encontrar un mecanismo narrativo que justifique el cambio de dirección
de su poema. Porque todo, absolutamente todo, va a ser distinto desde ahora.
Tras la peripecia de la Tablilla VI –el desplante a Ishtar– da comienzo el
segundo acto, que podríamos llamar “Gilgamesh y la Muerte”. Si en el primer
acto el motor era Éros, desde aquí será Thánatos, la Muerte, en vez de Enkidu,
la compañera de Gilgamesh.
Los dioses, hartos de la ilegal pareja, decretan pena capital. Como son
arbitrarios –si no, no serían dioses– sólo se le aplica la pena a uno de los dos: a
Enkidu, que –en la Tablilla VII del poema– enferma gravemente y muere. En
la Tablilla VIII, Gilgamesh llorará la muerte de su inseparable –¿inseparable?–
amigo y ofrece por él grandiosos funerales.
La muerte de Enkidu hace que la gloria descubra su verdadero rostro y se
revele en los colores lúgubres de la vanitas. En un texto babilónico del siglo
XVIII antes de Cristo, anterior en quinientos años a la epopeya babilónica
clásica y precursor suyo, Gilgamesh justificaba ante Enkidu su vocación
heroica apelando precisamente a la urgencia derivada de la brevedad de la vida
(tablilla Yale, 140):4
–“¿Quién hay, amigo mío,
que pueda subir al cielo?
¡Sólo los dioses moran
por siempre al Sol!
Pero la humanidad
tiene contados sus días:
haga lo que haga,
no es más que aire.”
Hoy creemos estar mejor informados que Gilgamesh: leemos en la prensa
sobre las primeras vacunas contra el cáncer. Pero el rey de Uruk, que no lee
periódicos y ha visto tan de cerca la muerte, queda obsesionado por la
perspectiva de su propia mortalidad, y emprende un viaje peligroso que es, a la

4 Para detalles sobre este documento, véase Sanmartín (2005): 342 y ss.

J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 229


vez, huida de esa muerte y peregrinaje en busca de una receta de vida inmortal
(X: 53-72, 126-148):
– “A mi amigo, al mulo en fuga,
al asno montaraz, a la pantera de la estepa;
a Enkidu, a mi amigo, al mulo en fuga,
al asno montaraz, a la pantera de la estepa;
a mi amigo, a quien yo tanto quería,
al que conmigo pasó
tantos trabajos;
a Enkidu, mi amigo, a quien yo tanto quería,
al que conmigo pasó
tantos trabajos –
le dio alcance el destino de la humanidad.
Seis días y siete noches
lloré por él;
no dejé que lo enterrasen
hasta que un gusano
no le cayó de la nariz.
Me asusté (… … …);
le cogí miedo a la muerte
y ando errante por el monte.
Lo sucedido a mi amigo
pesa mucho sobre mí;
por la senda más lejana
ando errante por el monte.
Lo sucedido a Enkidu,
mi amigo, pesa mucho sobre mí;
por la senda más lejana
ando errante por el monte.
¿Cómo voy yo a callarme,
cómo a quedarme en silencio?
¡Mi amigo, a quien yo tanto quería,
se me ha vuelto barro;
Enkidu, mi amigo, a quien tanto quería,
se me ha vuelto barro!
Y yo, ¿no seré como él mismo?
¿No tendré que tumbarme
para no levantarme por nunca jamás?”
Obsesionado, Gilgamesh atraviesa los montes que enmarcan el mundo,
sigue la ruta nocturna del Sol y amanece en un paraíso fantástico. En los
confines de la tierra –Tablilla X– se encuentra el rey con una tabernera que,

230 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
mujer práctica, intenta frenar las fantasías del malhadado peregrino y
devolverle al terreno de la realidad. Carpe diem! Un texto babilónico más
antiguo, del siglo XVIII antes de Cristo, nos ha conservado sus consejos
(tablilla ‘Sippar’ III: 1-13):5
– “Gilgamesh, ¿a dónde vas correteando?
¡La vida que buscas no la vas a encontrar!
Cuando los dioses
crearon la humanidad,
le asignaron la muerte a la humanidad
y se reservaron la vida en sus manos.
Tú, Gilgamesh –
¡Que esté tu panza llena;
que día y noche estés de buen humor, tú!
¡Día tras día
córrete una juerga,
de día y de noche
baila y canta!
...
¡Disfruta mirando al niño
que se agarra a tu mano;
que la esposa goce
sin cesar de tu abrazo!”
Un Gilgamesh paranoico rechaza estos consejos. La tabernera termina por
indicarle la ruta hacia el remotísimo Uta-napishti, el único ser inmortal de
origen humano.
La Tablilla XI del poema de Sin-leqi-unninni es, en realidad, un relato del
Diluvio universal; relato que tiene una versión más antigua, de época
paleobabilónica,6 y que sirvió, por cierto, de modelo al que nos cuenta la
Biblia en el libro del Génesis (Ge 6-8:14). Según propia confesión, Uta-
napishti –el Noé babilónico– había escapado a la mortífera catástrofe
refugiándose con los suyos en una nave cúbica construida de acuerdo con las
instrucciones del sabio y agudo dios Ea. Pero se trataba de un caso irrepetible:
ni habría otros diluvios ni los dioses estban dispuestos a que se escape otra vez
mortal alguno. Nadie más, incluido el propio Gilgamesh, se libraría de la
muerte. A modo de premio de consolación, Uta-napishti le confió el secreto de
una planta milagrosa que, si bien no proporciona la inmortalidad, sí que, al
menos, rejuvenece un poco (XI: 279-300):

5 Para detalles sobre la tablilla ‘Sippar’ (o tablilla Meissner / Millard) véase Sanmartín (2005):
367 y ss.
6 Sobre la llamada ‘Epopeya del Supersabio’ (Atram∆ası$s) véanse Lambert – Millard (1969).

J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 231


Uta-napishti le dijo a él,
–a Gilgamesh–:
–“Gilgamesh: has llegado
agotado, casi a rastras.
¿Qué te he regalado yo
antes de que te vuelvas a tu país?
Voy a revelarte, Gilgamesh,
algo muy oculto,
y un secreto de los dioses
quiero confiarte a ti:
Es una planta:
su aspecto es como el de un espino;
su púa, como la rosa silvestre,
se clava en la mano.
Si tu mano se hace con esta planta,
podrás, con ella, recobrar tu brío.”
Al oír esto Gilgamesh,
abrió un hoyo [… … …]
Se ató piedras pesadas en los pies,
y le hundieron en el Apsû […]
Él agarró la planta
y la arrancó [… … …;]
Se quito las piedras pesadas de los pies;
el Océano lo relanzó a su orilla.
Le dijo Gilgamesh a él
–a Ur-shanabi, el barquero–:
–“Ur-shanabi: esta planta
es ‘Planta del Latido’:
el hombre, con ella, recobra su brío.
Me la voy a llevar
a Uruk, el Corral;
se la haré gustar a un viejo
y ensayaré la hierba.
Su nombre es : ‘El Viejo Se Vuelve Mozo’.
yo mismo la probaré también
y así me volveré como era cuando joven.”
Gilgamesh se hizo con ella buceando en el mar y –algo es algo– emprendió
el regreso a Uruk. Por el camino, Gilgamesh, el eterno caprichoso, tomó un
baño. Mientras se refrescaba en el agua, una serpiente (¿la serpiente?) se le
comió la planta. Mejor para ella, que así aprendió a mudar de piel, y peor para él.

232 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Fin de la Tablilla XI, y fin del poema de Sin-leqi-unninni: Gilgamesh llega
a su Uruk, y, orgulloso de ella, le hace de cicerone al barquero que le
acompaña.
Alguien, un par de siglos más tarde, quizás sobre el VIII a. n. e., añadió al
texto de once tablillas compuesto por Sin-leqi-unninni un epílogo fantasmal: la
llamada Tablilla XII. Esta tablilla, que, por lo tanto, no formó parte del poema
clásico, no es ni siquiera una composición original, sino simple traducción de
una vieja composición sumeria que había sido copiada desde finales del s. XXI
a. n. e. por los escribas de Nippur y Ur, de título EN AQUELLOS DÍAS, EN
AQUELLOS DÍAS LEJANOS (citada en las bibliografías con el título, menos
sugerente, de Bilgamesh, Enkidu y el Submundo infernal).7 Pero el texto de
esta traducción tiene cierto morbo, toda vez que sitúa a Gilgamesh en un contexto
fantasmal y es levemente crítico con los más diversos estamentos sociales, todo
ello muy del gusto de los lectores babilonios de finales del s. XII a. n. e.

2. Rilke
Todas las lecturas del Gilgamesh son re-lecturas contingentes, siempre
provisionales, de un texto inagotable, perpetuamente abierto. Cuando, en 1872,
George Smith constató las coincidencias literarias entre fragmentos del
Gilgamesh babilónico y el libro bíblico del Génesis, el revuelo sacudió
cátedras y púlpitos. Rainer Maria Rilke, siempre al acecho de novedades y no
exento de cierto dandismo literario, le escribía a Katharina Kippenberg el 11
de diciembre de 1916:8
“¡Gilgamesh es tremendo (ungeheuer)! – Yo lo conozco por la
edición original9 y lo considero una de las cosas más grandes que le
puedan pasar a uno. De vez en cuando se lo cuento a éste o a aquél, el
argumento completo, y todas las veces tengo oyentes asombradísimos.
El resumen de Burckhardt [una tradución libre, de 1905; J.S.] no es del
todo feliz; le falta grandeza y significado – Tengo la sensación de que
yo lo cuento mejor. Y, a mí, me conmueve (Und mich gehts an).10”
Rilke rechazó una sugerencia de Katharina Kippenberg, que –unos días
más tarde– contestaba animándole a publicar una revisión de la traducción –

7 Para detalles, Sanmartín (2005): 295 y ss., 322 y ss.


8 Von Bomhard (1954): pp. 191 y s. Sobre la recepción de Gilgamesh en Rilke véase muy
especialmente Moran (1980).
9 A. Ungnad (y H. Gressmann) habían publicado su Das Gilgamesch-Epos. Neu übersetzt und
gemeinverständl. erklärt en Göttingen (editorial Vandenhoeck & Ruprecht), el año 1911.
10 Agradezco a Luis Gago su excelente sugerencia de traducción de la expresión alemana
original.

J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 233


poéticamente mejorable– de Burckhardt. Frau Kippenberg le escribe a Rilke
que, a su juicio, tal traducción
“podría haberse hecho mejor, y [que] la próxima edición será
poéticamente rehecha por Rilke (wird nachgedichtet von Rainer Maria
Rilke).”11
El entusiasmo de Rilke por Gilgamesh era auténtico. En otra carta, esta vez
a Helene von Nostitz , escrita en la Noche Vieja de 1916, su prosa epistolar es
todo un arrebato de admiración. En los “gigantescos pedazos” (gigantische
Bruchstücke) del texto, Rilke ha vivido
“moles y formas [...] que se cuentan entre lo máximo que haya
producido, en cualesquiera de las épocas, el embrujo de la palabra (das
zaubernde Wort). [...]
“Hay en los [...] fragmentos un acontecer, y un estarse, y un temer
realmente gigantescos (ein wirklich riesiges Geschehen und Dastehen
und Fürchten)[...]. Aquí está la epopeya del terror a la muerte, surgida
en tiempos inmemoriales (entstanden im Unvordenklichen) entre seres
humanos a los que la separación entre la vida y la muerte les resultaba
ya algo definitivo y fatal. Estoy seguro de que su esposo [el jurista y
diplomático Alfred von Nostitz, J.S.] tendrá también el muy intenso
gozo de hojear las páginas. Yo hace semanas que vivo casi totalmente
en esta sensación.”12
Pese a todo este fervor, y la invitación expresa de Katharina Kippenberg
que hemos mencionado más arriba, Rilke no se animó a “re-poetizar”
(nachdichten) la epopeya de Gilgamesh. Sabemos, sin embargo, por
testimonio propio, que sus versos la glosaron en más de una ocasión oralmente
en los salones berlineses, ante la admiración de sus tremendamente
asombrados oyentes (die erstaunendsten Zuhörer).
¿Por qué rehuyó esta escritura? La razón de su negativa a versificarla por
escrito hay que buscarla, como sugiere muy acertadamente W.L. Moran (1980:
209 y s.), en su propia concepción de la poesía y del arte en general. En todo
caso, parece que Rilke estaba profundamente impresionado tanto por “el
auténtico poder del poema, viejo de cinco mil años” como por su peculiar
carácter fragmentario (Rilke: “las vastas lagunas textuales [que] actúan en
cierto modo constructivamente, manteniendo aparte las superficies de
fractura”; Von Nostitz 1976: 99). El texto del Gilgamesh, tal y como él lo
conoció, se le apareció como una especie de dinosaurio poético o quizás, en
opinión de Moran (1980: 210), como un Stonehenge literario: en todo caso,
pedazos gigantescos, pero residuales, de un algo recuperable solamente a partir
del pathos que envuelve a los relictos monumentales del pasado. De ahí su

11 Von Bomhard (1954): 194 y s.


12 Von Nostitzt (1976): 99.

234 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
justificación de poetizar el Gilgamesh exclusivamente desde la palabra
hablada; desde el sonido, la entonación, la suprasegmentalidad (Von Bomhard
1954: 198):
“Ah, no: el Gilgamesh no lo contaré jamás más que oralmente; es
allí donde yo encuentro cada vez más expresividad.”
Y es que, lo intuyera Rilke o no, la historia de Gilgamesh oscila, desde sus
orígenes, entre los códigos visuales y sonoros. Viejas baladas de sugerentes
íncipits (LOS MENSAJEROS DE AKKA, EL REY A LA MONTAÑA DEL VIVIENTE,
VALIENTE EN LA BATALLA y la ya mencionada EN AQUELLOS DÍAS, EN
AQUELLOS DÍAS LEJANOS) 13, acompañadas de flauta, lira y pandero,
encontraron sus primeras versiones canónicas en los talleres de los escribas
sumerios. Las melodías de Gilgamesh se hicieron letra dos mil años antes de
Cristo, y letra siguieron siendo en el acadio babilónico –la “lengua de la
armonía” (li≈a$n mit∆urtim)– que domesticó esas anécdotas, las ensartó y las
convirtió en epopeya: otro nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la
música. Milenios antes de que Nietzsche lo dijera, las escuelas babilónicas
practicaban ya lo que la paleoantropología ha demostrado: que la música
precede al lenguaje, y la melodía al mito. Los archivos babilónicos y asirios
acogieron esas estrofas, y lo que una vez fue coro y danza se convirtió en
caligrafía y silencio. Luego vino el polvo, que sepultó archivos y textos
durante otros dos mil años. La letra se escondió, hasta que, en los dos últimos
siglos, se abrieron los yacimientos y reapareció el Gilgamesh fragmentario,
arqueológico y libresco de los asiriólogos. Nada quedaba por hacer, creyeron
algunos, si no era cribar más escombros para hallar otros fragmentos.
Rilke percibió quizás que, una vez alcanzadas las fronteras arqueológicas
de la Historia, y ante la constatación de que más picos y más palas sólo traen
más polvo, conviene confiar en el sonido y seguir el ejemplo los músicos.

3. Martinu#
En el año 1954 (de nuestra era), el checo Bohuslav Martinu# había cumplido
sesenta y cuatro años y compuesto una docena de óperas, seis sinfonías, tres
corales, varios poemas sinfónicos, numerosos conciertos para piano y otros
instrumentos, música de cámara, suites jazzísticas. Moriría cinco años más
tarde. Martinu# es un compositor inquieto, con un pie en Dvorák y otro en
Gershwin. Merry old Europe, american football, blues –o lo que ellos
llamaban blues–, todo se entrelaza en esta huida de los cánones germánicos

13 Más conocidas respectivamente bajo sus títulos modernos de Bilgamesh y Akka de Kish;
Bilgamesh y Huwawa; Bilgamesh, Enkidu y el Toro del Cielo, y Bilgamesh, Enkidu y el
Submundo infernal. Véase Sanmartin (2005): 309-330.

J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 235


post-románticos que, en compañía de Stravinsky, Bernstein, Poulenc,
emprenden Martinu# y la música de la primera mitad del siglo XX.
La esposa de Jean Sacher, director de la Orquesta de Cámara de Basilea,
acababa de volver de Londres muy impresionada por la visita a las salas del
Museo Británico dedicadas a las Western Asiatic Antiquities. Toros alados
majestuosos, bajorrelieves cuajados de cuñas misteriosamente silenciosas,
puertas gigantescas de cedro y bronce, torsos asirios, tablillas babilónicas. El
impulso entusiasta de los Sacher revive en Martinu# la vena “orientalizante”
que, apenas terminada la Gran Guerra, había aflorado ya en su ballet sinfónico
I≈tar. Esta vez sería un “oratorio” –Gilgame≈ (Epos o Gilgame≈ovi)– para
orquesta, coros, bajo, barítono, tenor, soprano y recitado.14 De mente abierta –
por ser lector ávido y buen conversador–, Martinu# era conocedor sin duda, al
menos de oídas, del importante papel que la Asiriología checa (con Bedrich
Hroznyv a la cabeza) había desempeñado en el estudio del poema babilónico.
El oratorio Gilgamesh de Martinu# es una obra tardía y, por ello, clara, en la
que la orquesta –a pesar de tratarse de una orquestación reducida– crea una
envolvente sonoridad en la que cobres y vientos no les roban su papel ni a la
percusión ni al piano.El texto checo (preklad “traducción”) del Gilgame≈ , por
Ferdinand Pujman, se basaba en la traducción inglesa The Epic of Gilgamish:
A New Translation, publicada por el prestigioso asiriólogo británico Reginald
Campbell Thompson en 1928.15 En los años treinta del siglo XX, las tablillas
III-VI (que incluyen la peripecia del encuentro de Ishtar y Gilgamesh) y IX (el
trabajoso viaje de Gilgamesh hacia la morada de Uta-napishti) eran muy mal
conocidas por los asiriólogos, debido a su estado fragmentario. De ahí que el
oratorio Gilgamesh haya prescindido de ellas: Martinu# articula su oratorio en
tres partes: I: Gilgamesh (Gilgame≈), II: La muerte de Enkidu (Smrt
Enkiduova), y III: Conjuro (o, como suele traducirse: “Invocación”,
Zaklínaní). Ésta última sección se basa en la Tablilla XII de la edición
neoasiria; tablilla que, como se vio más arriba, no perteneció, probablemente, a
la edición babilónica de Sin-leqi-unninni. Desde el punto de vista
musicológico no hay nada que objetar: el contexto infernal del conjuro /

14 Mencionamos, entre otras versiones discográficas, la excelente analógica de 1976 por la


Orquesta Sinfónica de Praga dirigida por Jiri Belohávek, con Marcela Mchotková, Jiri
Zahradnnícek, Václav Zítek, Karel Pru##≈a, Otakar Brousek, y el Coro Filármónico Checo
dirigido por Josef Veselka, del sello Supraphon 1976 (AAD; Supraphon 11 1824-2 211); o la
más reciente, digital, de 1989, por la Orquesta Filarmónica Eslovaca bajo la dirección de
Zdenek Ko≈ler, con el Coro Filarmónico Eslovaco e Ivan Kusnjer, Stefan Margita, Ludek
Vele, Eva Depoltová y Milan Karpísek, distribuida por el sello Naxos (DDD; 8.555138). El
Gilgamesh de Martinu# fue interpretado por la Orquesta Nacional de España y el Coro
Nacional Checo, bajo la dirección de Maximiano Valdés (Concierto 12 del Ciclo “Música y
Mito”) en febrero de 2006, en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Madrid.
15 El mismo Thompson, publicaría, algo más tarde The Epic of Gilgamesh, en copia y
transliteración, que sería durante decenios la edición normativa del texto acadio original
(Thompson 1930).

236 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
invocación (mejor: ¿evocación?) de Enkidu y sus aires reivincativos le debió
de gustar a Martinu#, que pasó su infancia en el campanario de Policka y fue
expulsado del conservatorio por “incorregible negligencia”, cosas ambas que
dejan huella. En todo caso, Martinu# se basa en la Tablilla XII neoasiria para
transcender la dimensión simbólica del poema y efectuar, mediante la música,
una re-lectura alegórica, discontinua, de la mortalidad.
Los motivos del poema de Gilgamesh –la búsqueda de la amistad, la
temporalidad del ser y la ominosa presencia del no-ser infernal– resonaron con
fuerza en alguien que, como él, estaba ya de vuelta de todo tras los sucesivos
exilios (París, Portugal, los EE.UU., Francia y Suiza) que siguieron al éxodo
primordial de su patria checa en 1923, a la que no conseguiría ya volver.
Martinu# revivió a Gilgamesh de la única manera posible. Rescató el texto y lo
devolvió a sus primigenios orígenes musicales: de la tragedia, a la música. Lo
sacó de “la sociedad necesaria y suficiente del solitario” lector –en frase de
George Steiner (1971: 122)– para devolverlo al arte de la pura temporalidad: a
la música maternal – al tiempo audible. El Gilgamesh de Bohuslav Martinu# es
la vuelta del texto –monólogo– al diálogo, al ritual, a la ceremonia, aunque
sólo sea al ritual o a la ceremonia del concierto.
Las sucesivas y ocasionales recuperaciones del Gilgamesh, como la de
tantos clásicos –víctimas no tanto de su vejez cuanto de la amnesia decretada
por ciertas “políticas científicas”– es señal de que la conciencia cultural no se
cala. Las modas peculiares a cada generación son signos de las percepciones
estéticas y de los operadores ideológicos de las sociedades en cuestión. En una
carta escrita en 1896 a Fliess, un Freud apenas cuarentón explicaba la afasia
como un fallo ocurrido en los procesos de re-trascripción (Umschrift) o
traducción (Übersetzung) del material psíquico. Este material consistiría en
una serie de “registros” (Niederschriften) progresivos, coherentes cada uno de
ellos con las épocas sucesivas, de la vida psíquica. Si no se respeta la
secuencia, o si se producen alteraciones en ella –debido al desagrado
(Unlustentbindung) que implica esta traducción–, se origina un
“anacronismo”, un fallo de traducción (Versagung der Übersetzung), y reviven
los fueros o residuos de estadios psíquicos que se supondría superados: es la
“represión” (Masson 1999: 217 y s.). Si se nos permitiera aplicar esta etiología
psíquica al ámbito social diríamos que los diferentes y sucesivos procesos y
esfuerzos de recuperación y revisión de “registros” históricos son las defensas que
nos impiden caer en la afasia (Heller-Roazen 2005: 129-147) personal y colectiva.
O sea, que Gilgamesh no está sólo. Nunca lo ha estado. Hubo muchos
Gilgamesh antes que él, y los había de haber después. ¿Cómo va a estar solo,
si todos somos Gilgamesh? En el afán por alcanzar la gloria y escapar de la
muerte somos todos hermanos suyos. La biomedicina surgida en el último
cuarto del siglo XX es como la tabernera que dirigió al rey de Uruk hasta el
lejano Uta-napishti: la fecundación in vitro, la fabricación de clones y las

J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 237


lecturas genéticas se han introducido con fuerza en nuestro horizonte vital y
nos empujan hacia lo que creemos nuestra onmipotencia o, al menos,
pluripotencia. Pero, contrariamente a lo que se nos quiere hacer creer, no es a
partir de la biología como nos podremos hacer una cierta idea del hombre; por
el contrario, es partir de una cierta idea del hombre como se puede utilizar la
biología al servicio suyo (Gros – Jacob – Royer 1979). El lejano Uta-napishti,
prototipo de la razón crítica, se reencarna hoy en el ceño fruncido de la
Bioética e intenta enseñarnos, si no lo que no podemos hacer, al menos sí lo
que no podremos ser.

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J. Sanmartín Ascaso, Antes y después de Gilgamesh 239

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