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Justel
B. E. Solans
J. P. Vita
J. Á. Zamora
(eds.)
Actas del
IV Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo
(Zaragoza, 17 a 21 de Octubre de 2006)
SEPARATA
Zaragoza 2007
Congreso Español de Antiguo Oriente Próximo (4º. 2006. Zaragoza)
Las aguas primigenias: el Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización / ed. de
Josué Javier Justel Vicente; Bárbara Eugenia Solans Gracia; Juan Pablo Vita Barra; José
Ángel Zamora López. – Zaragoza: Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente
Próximo, 2007
ISBN 978-84-95736-72-7
I. Oriente Medio – Civilización – Hasta 622 II. Oriente y Occidente III. Biblia A. T.
IV. Humanidades – Proceso de Datos V. Egipto – Civilización – <....-<0332 VI. Justel
Vicente, Josué Javier VII. Solans Gracia, Bárbara Eugenia VIII. Vita Barra, Juan Pablo
IX. Zamora López, José Ángel X. Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente
Próximo (Zaragoza)
931(5-011)
Edición
Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo
Centro Mixto entre las Cortes de Aragón, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad de Zaragoza
Editores
Josué Javier Justel Vicente, Bárbara Eugenia Solans Gracia,
Juan Pablo Vita Barra, José Ángel Zamora López
Diseño de la colección
Víctor M. Lahuerta
Maquetación
Digitalia Scripta & Enrique N. Vallespín
Impresión
ARPIrelieve
ISBN
978-84-95736-72-7
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las
leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el
tratamiento informático.
Volumen I
Presentación .......................................................................................................... 9
Sesión Inaugural
Marco Simón, F., Ex Oriente magia: adaptación y cambios rituales en el mundo
helenístico-romano.......................................................................................... 17
Oriente Indoeuropeo
García Trabazo, J. V., Ahhiyawafrage y cuestiones conexas. ¿Podemos extraer
más datos de las fuentes hititas? ..................................................................... 43
Álvarez-Pedrosa Núñez, J. A., Mensaje, iconicidad y prestigio en los sellos
hititas de época imperial ................................................................................. 69
Bernabé Pajares, A., La mujer en las leyes hititas................................................. 85
González Salazar, J. M., Sanar el cuerpo y purificar el espíritu en los rituales hititas..... 99
Lozano Velilla, A., La Liga Licia: antecedentes y modelos federales minorasiáticos.. 115
Molina Valero, C., Contactos griego-licio: las inscripciones bilingües................ 127
Pelegrín Campo, J., Lenguas, escrituras y poder: el caso de las acuñaciones
bilingües indogriegas ...................................................................................... 143
Nuevas Tecnologías
Fernández Jurado, J. – Álvarez Abellán, A. C., Huelva Arqueológica y las
publicaciones electrónicas de la Sección de Arqueología de la Diputación
de Huelva ........................................................................................................ 163
Cervigón Moreno, R., AMU. Analizador Morfológico Ugarítico ......................... 173
Barés Gómez, C., La Hermeneumática y la filosofía del lenguaje ........................ 183
Siabra Fraile, J., El módulo sintáctico del Ugaritic Data Bank – UDB................. 189
Zamora López, J. Á., Algunas notas técnicas sobre el Corpus Inscriptionum
Phoenicarum necnon Punicarum (CIP) – Phoenician Data Base (PhDB) ............... 203
Mesopotamia
Sanmartín Ascaso, J., Antes y después de Gilgamesh............................................ 221
Belmonte Marín, J. A., El paisaje hidrográfico del Medio Éufrates según la
documentación de Hana y Emar ..................................................................... 241
Caramelo, F., Las profecías en el reinado de Asurbánipal.................................... 281
Gil Fuensanta, J. – Crivelli Montero, E., ¿Existió un “Período” Uruk en el norte
de Mesopotamia? (Investigación en la zona de Biredyik-Karkemish,
Éufrates turco) ................................................................................................ 289
Montero Fenollós, J. L., Aspectos territoriales del reino sirio-mesopotámico de
Mari. Nuevas evidencias arqueológicas para la reconstrucción de la
frontera septentrional...................................................................................... 311
Oliva Mompeán, J., Qatna, Yamhad y el Orontes en época tardo amorrea .......... 327
Ramos dos Santos, A., O sector “privado” nos arquivos Babilónicos (626-339 a.C.) 335
Volumen II
Índice general (Volúmenes I y II).......................................................................... 359
Siria – Palestina
Molist Montaña, M., Prácticas funerarias y primeras sociedades agrícolas del
Próximo Oriente: caracterización y discusión como variable arqueológica
de análisis ....................................................................................................... 365
Egea Vivancos, A., Agua y religión. El santuario de Atargatis en Hierapolis (Siria).. 383
Estebaranz i Sánchez, F. – Martínez Martínez, L. M. – Anfruns Llobet, J. –
Martínez Pérez-Pérez, A., Estudio preliminar del esqueleto postcraneal del
yacimiento neolítico de Tell Halula, Siria....................................................... 401
Fernández-Tresguerres Velasco, J. A., La casa 77 dentro del conjunto del
“Templo de las Serpientes” de Jebel al-Mutawwaq (Jordania) ..................... 421
Oriente en Occidente
Blázquez Martínez, J. M., El agua en los santuarios fenicios de la Península
Ibérica y sus prototipos mediterráneos ..................................................... 531
Cañas Reíllo, J. M., Problemas de adaptación de realidades y conceptos
semíticos en el mundo grecorromano: el testimonio de las traducciones
de la Biblia al griego y al latín ................................................................. 557
Carbó García, J. R., De Siria al Danubio: consideraciones sobre las formas de
difusión de los cultos sirios en la Dacia romana ...................................... 567
Celestino Pérez, C. – Salgado Carmona, J. Á., Fenicios e indígenas a través del
tesoro de Aliseda....................................................................................... 587
Enjuto Sánchez, B., Importancia y pervivencia del mundo oriental entre la
aristocracia senatorial romana del s. IV d. C. .......................................... 603
Escacena Carrasco, J. L., El dios que resucita: claves de un mito en su primer
viaje a Occidente....................................................................................... 615
Ferrer Albelda, E. – García Fernández, F. J., El fenómeno de la polis en el
mundo púnico occidental .......................................................................... 653
Niveau de Villedary y Mariñas, A. M.ª, Acerca de ciertos cultos semitas
extremo-occidentales ................................................................................ 669
Egipto
Pérez-Accino, J. R. – Pérez Díe, M. C., En el principio era el río. Agua, poder y
mito en el Egipto Antiguo................................................................................ 707
Índice General 13
Antes y después de Gilgamesh
J. Sanmartín Ascaso
1. Sin-leqi-unninni
Hará ahora unos 3.200 años –aún faltaban 1.200 para que Jesús de Nazaret
nos hiciera una muesca en el calendario– que un personaje, sin duda de
aspecto severo y mirar fino, decidió dedicar unos días a la filosofía (que no
todo lo inventaron los griegos). Era un escriba babilonio de mano hábil y
perito, además, en conjuros. Le había tocado vivir una época que él, mayor y
amargado, consideraba difícil: muy lejos quedaban ya los días en que el rey
Hammurapi había hecho de Bábil la capital y dueña de los cuatro rincones del
mundo. Muchísimo más lejos, todavía, las épocas doradas de los divinos
monarcas Sargón y Shulgi, cuando los bardos les sugerían a los escribas de la
corte baladas en la milenaria y ya arcana lengua sumeria. Los tiempos habían
cambiado; la gente ya no hablaba correctamente la lengua de sus madres, ni
era temerosa de sus padres y de los Grandes Dioses. En pleno siglo XII antes de
Cristo, y en Babilonia, uno se podía permitir el lujo de hacer chistes sobre el
chocho y baboso dios Anu –el Cielo– o sobre su hija Ishtar, patrona de las
rameras y Ramera Mayor, o de criticar la arbitrariedad de Enlil –el “ejecutivo”
divino–, o de admirar las artimañas no siempre honestas de Ea, el más agudo
de los divinales. Sentía quizás el desengañado exorcista que el día del
encuentro con su muerte se iba acercando, y creyó necesario hacer testamento.
El docto escriba no firmó su obra, como tampoco firmó Homero las suyas
siglos más tarde. Parece que se llamaba Sin-leqi-unninni, si hemos de tomar en
serio (¿por qué no?) una tablilla-catálogo del I milenio antes de nuestra era en
que se lee esta entrada (Lambert 1962: 66 y s.):
(10) Serie Gilgame≈: según Sin-leqi-unninni, exorcista [...]
Le encargó, pues, Sin-leqi-unninni a su aprendiz once tablillas vírgenes de
arcilla fina, y él mismo se talló un cálamo anguloso de caña vieja. Las riberas
del Éufrates divino eran generosas con los conjuradores y escribas. Arropó la
primera tablilla sobre un lienzo húmedo –sudario de la escritura– y sus dedos
veloces comenzaron a inscribir constelaciones de cuñas minúsculas, mientras
canturreaba (I: 1):
‰a nagba ı$muru [...]
“El que vio lo más hondo ...”
222 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Tal sería su testamento. La vida y milagros de Gilgamesh, el rey gigantesco
de la ciudad de Uruk que edificó sus murallas y el templo santo E-Anna, la
“Mansión del Cielo”, apenas seca la tierra tras el Diluvio universal.
El testamento de Sin-leqi-unninni sería la historia del rey que se encontró a
sí mismo cuando, derrotado y solitario, pero no vacío y de nuevo en su patria,
Uruk, se aceptó como era, había sido y sería (I: 9):
Volvió de un largo camino.
Estaba rendido, pero en paz.
El escriba exorcista Sin-leqi-unninni (su nombre Sîn-le$qi-unninnı$
significaba “Luna divina, acepta mi plegaria”) puso el colofón a la última
tablilla y salió al sol de Babilonia. No había leído a Agustín de Hipona ni a
Heidegger, pero sabía de los engranajes del Ser y del Tiempo. Sin-leqi-
unninni, en plena crisis de valores (como San Agustín, como Heidegger, como
nosotros), quería legarnos su idea de que la temporalidad, la historicidad
(Geschichtlichkeit), es la dimensión más esencial del ser; que el ser es puro
potencial y pura búsqueda –por tanto, futuro– y que la potencialidad más
obvia, más inmediata y más esencial es la muerte. Para Sin-leqi-unninni, es
ella quien da sentido a esa multitud de trazos inconexos que son nuestros
quehaceres. La muerte es puro saber implícito, la “dimensión tácita” de la
realidad –por citar a Michael Polanyi (1967)– que hace, de los rasgos sueltos
de la vida, un semblante. Así como, al reconocer un rostro a partir de la
síntesis de una serie de rasgos múltiples e individuales, sabemos que estos
rasgos no son entidades sustantivas sino relativas, elementos de una forma
(Gestalt) congruente y semánticamente significante, del mismo modo el saber
implícito de nuestra temporalidad es quien re-escribe los datos y momentos
inconexos de la vida en un contexto totalizador y ulterior. Este saber implícito
transcribe nuestros actos, palabras sueltas de un diccionario arcano, para
construir un lenguaje sintácticamente ordenado y semánticamente explícito.
No hace falta sacarse el carné de platónico para entender que todo
conocimiento es, en el fondo, un recuerdo. Conocer es re-conocer, re-escribir,
y es siempre un saber implícito –el de la temporalidad, el de la historicidad– el
que anuda los dos cabos del pasado y del futuro. Un saber implícito que hace
que los detalles adquieran coherencia.
La ciencia dedica hoy esfuerzos colosales a comprender la materia – o las
materias, que hay varias al parecer. Uno, que en estas cosas es mero
observador, tiene la impresión de que el infinito catálogo de verdades y
progresos con que se nos consuela se parece bastante al muestrario de ojos,
narices y barbas que nos enseñan en las comisarías con la esperanza de que
reconozcamos el rostro del caco. Es urgente que, en nuestra civilización, actúe
ya el saber implícito –y, por implícito, ineludible– que dote de sentido a tal
muestrario. La materia, inerte y por lo tanto inmortal, sólo tiene sentido como
anticipación de la vida que surge de ella. La vida es el semblante coherente de
224 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
al destinatario del texto mediante la homeo-patía, la con-dolencia. Es curioso:
hasta la estructura fuertemente dialogal del texto acadio huele a escena y
declamación. Es, desde luego, un relato, pero un relato en el que los segmentos
narrativos –que mueven la trama– no son sino marcos por los que asoma la
voz de los personajes. La analogía con el género dramático es evidente.
Once son, como se dijo, las tablillas que compuso Sin-leqi-unninni. Si se
nos permite trasladar el discurso narrativo a la terminología escénica,
podríamos dividir el poema en dos actos, encadenados por una peripecia.
El primer acto –que bien merecería el subtítulo de “El Poder y la Gloria”–
tendría por argumento la búsqueda de esa gloria por parte del héroe y de su
amigo (o amante), Enkidu, y abarcaría las Tablillas I a la V. Éros, el
enamoramiento, es el motor de toda la acción.
El comienzo de la Tablilla I es una especie de Obertura, o presentación del
personaje principal (I: 1-8; 35-48):
El que vio lo más hondo,
los cimientos del País;
...
el sabio perfecto
que lo entendió todo;
...
Vio lo secreto,
descubrió lo escondido:
nos trajo noticias
de antes del Diluvio.
...
Morlaco de Lugalbanda,
–Gilgamesh–
prototipo del vigor;
cría de la vaca excelsa,
de la Vaca Salvaje Ninsun.
Alto era Gilgamesh,
magnífico, terrible;
abrió pasos
de montaña,
cavó pozos
en las laderas del monte
y cruzó el océano:
los vastos mares hasta el Sol de levante.
Escudriñó los confines del mundo
en busca de la vida,
llegó, a costa de esfuerzos,
hasta el remoto Uta-Napishti;
3 I: 93-98, a completar con la tablilla babilónica media Nippur(1) A 29934 (2N-T 79). Para
detalles sobre este documento véase Sanmartín (2005): 95 y s.
226 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
silvestre Enkidu tiene unos efectos no por deseados menos sorprendentes. Al
levantarse del semanal seminario, Enkidu ya no es una animal sino un ser
civilizado y, en opinión de su “tutora”, hermoso (I: 207):
–“Eres hermoso, Enkidu;
estás como un dios”.
¿Es el sexo introito de las Humanidades? (¿Ideas babilónicas para un
nuevo currículum?). Como anota el primero Moran (1991), este mensaje
resuena luego en Ovidio, donde –por cierto– la sobreabundante fogosidad del
encuentro amoroso babilónico se transforma en blanda voluptas. En el alba de
un mundo recién salido del amasijo desordenado e indefinido (confusa sine
ordine moles) –dice el de Sulmona– y una vez puestas las cosas en su sitio,
llegó, al fin, la hora de culminar lo humano (Ars amatoria 2, 473-480):
Tum genus humanum solis errabat in agris:
idque merae vires et rude corpus erat.
Silva domus fuerat, cibus herba, cubilia frondes,
iamque diu nulli cognitus alter erat.
Blanda truces animos fertur molisse vopultas:
constiterant uno femina uirque loco.
Quid facerent, ipsi nullo didicere magistro;
arte Uenus nulla dulce peregit opus.
Vagaba entonces el género humano por campos solitarios:
era sólo mera fuerza y cuerpo sin gracia.
Habían sido los bosques su casa, la hierba el sustento, su lecho el follaje,
y, por mucho tiempo, nadie conoció a nadie.
El amor suave –dicen– ablandó los corazones salvajes:
Varón y hembra hicieron alto en un sitio.
Lo que había que hacer, lo aprendieron solos, sin maestro alguno.
Venus hizo su dulce trabajo. No hubo más arte.
Enkidu deja de ser bestia. Mientras, en Uruk, Gilgamesh tiene unos sueños,
cuyo sentido le explica su madre, la diosa Ninsun, en los que se prevé la
llegada de Enkidu. Una vez éste en la cuidad, se enzarza con Gilgamesh en un
combate singular cuyo sorprendente resultado es la amistad entre ambos.
Desde este momento, los destinos de Gilgamesh y Enkidu están unidos.
Contra el parecer de Enkidu, Gilgamesh –ávido de gloria y
emocionalmente satisfecho– prepara una expedición al Bosque de Cedro para
matar al ogro guardián, Khumbaba. Ello supone romper el orden decretado por
los dioses, en especial por el dios supremo Enlil. Tal es el contenido de las
Tablillas III y IV. Los dos amigos (¿o amantes?) hollan el Bosque prohibido;
Gilgamesh, insolente, tala un cedro y, para redondear la hazaña, le corta la
cabeza a Khumbaba, el sagrado y monstruoso guarda. Con sus trofeos de
madera y sangre, los dos amigos vuelven a Uruk.
228 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Enkidu (...) le arrancó un anca al Toro del Cielo
y se la tiró a la diosa:
– “¡Tú–! ¡Si llego a agarrarte a ti,
habría hecho lo mismo contigo!
¡Te habría colgado la tripas del brazo!”
Rara vez nos ha transmitido la historia de la literatura una serie de
frescuras tales. La libertad de espíritu babilónica –en todo caso la de Sin-leqi-
unninni– es asombrosamente moderna. Pero Nietzsche y la Muerte de Dios
estaban aún muy lejos, y los dioses se vengan. Quede claro que lo que Sin-
leqi-unninni quiere no es tanto abrumarnos con una Genealogía de la Moral
cuanto encontrar un mecanismo narrativo que justifique el cambio de dirección
de su poema. Porque todo, absolutamente todo, va a ser distinto desde ahora.
Tras la peripecia de la Tablilla VI –el desplante a Ishtar– da comienzo el
segundo acto, que podríamos llamar “Gilgamesh y la Muerte”. Si en el primer
acto el motor era Éros, desde aquí será Thánatos, la Muerte, en vez de Enkidu,
la compañera de Gilgamesh.
Los dioses, hartos de la ilegal pareja, decretan pena capital. Como son
arbitrarios –si no, no serían dioses– sólo se le aplica la pena a uno de los dos: a
Enkidu, que –en la Tablilla VII del poema– enferma gravemente y muere. En
la Tablilla VIII, Gilgamesh llorará la muerte de su inseparable –¿inseparable?–
amigo y ofrece por él grandiosos funerales.
La muerte de Enkidu hace que la gloria descubra su verdadero rostro y se
revele en los colores lúgubres de la vanitas. En un texto babilónico del siglo
XVIII antes de Cristo, anterior en quinientos años a la epopeya babilónica
clásica y precursor suyo, Gilgamesh justificaba ante Enkidu su vocación
heroica apelando precisamente a la urgencia derivada de la brevedad de la vida
(tablilla Yale, 140):4
–“¿Quién hay, amigo mío,
que pueda subir al cielo?
¡Sólo los dioses moran
por siempre al Sol!
Pero la humanidad
tiene contados sus días:
haga lo que haga,
no es más que aire.”
Hoy creemos estar mejor informados que Gilgamesh: leemos en la prensa
sobre las primeras vacunas contra el cáncer. Pero el rey de Uruk, que no lee
periódicos y ha visto tan de cerca la muerte, queda obsesionado por la
perspectiva de su propia mortalidad, y emprende un viaje peligroso que es, a la
4 Para detalles sobre este documento, véase Sanmartín (2005): 342 y ss.
230 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
mujer práctica, intenta frenar las fantasías del malhadado peregrino y
devolverle al terreno de la realidad. Carpe diem! Un texto babilónico más
antiguo, del siglo XVIII antes de Cristo, nos ha conservado sus consejos
(tablilla ‘Sippar’ III: 1-13):5
– “Gilgamesh, ¿a dónde vas correteando?
¡La vida que buscas no la vas a encontrar!
Cuando los dioses
crearon la humanidad,
le asignaron la muerte a la humanidad
y se reservaron la vida en sus manos.
Tú, Gilgamesh –
¡Que esté tu panza llena;
que día y noche estés de buen humor, tú!
¡Día tras día
córrete una juerga,
de día y de noche
baila y canta!
...
¡Disfruta mirando al niño
que se agarra a tu mano;
que la esposa goce
sin cesar de tu abrazo!”
Un Gilgamesh paranoico rechaza estos consejos. La tabernera termina por
indicarle la ruta hacia el remotísimo Uta-napishti, el único ser inmortal de
origen humano.
La Tablilla XI del poema de Sin-leqi-unninni es, en realidad, un relato del
Diluvio universal; relato que tiene una versión más antigua, de época
paleobabilónica,6 y que sirvió, por cierto, de modelo al que nos cuenta la
Biblia en el libro del Génesis (Ge 6-8:14). Según propia confesión, Uta-
napishti –el Noé babilónico– había escapado a la mortífera catástrofe
refugiándose con los suyos en una nave cúbica construida de acuerdo con las
instrucciones del sabio y agudo dios Ea. Pero se trataba de un caso irrepetible:
ni habría otros diluvios ni los dioses estban dispuestos a que se escape otra vez
mortal alguno. Nadie más, incluido el propio Gilgamesh, se libraría de la
muerte. A modo de premio de consolación, Uta-napishti le confió el secreto de
una planta milagrosa que, si bien no proporciona la inmortalidad, sí que, al
menos, rejuvenece un poco (XI: 279-300):
5 Para detalles sobre la tablilla ‘Sippar’ (o tablilla Meissner / Millard) véase Sanmartín (2005):
367 y ss.
6 Sobre la llamada ‘Epopeya del Supersabio’ (Atram∆ası$s) véanse Lambert – Millard (1969).
232 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
Fin de la Tablilla XI, y fin del poema de Sin-leqi-unninni: Gilgamesh llega
a su Uruk, y, orgulloso de ella, le hace de cicerone al barquero que le
acompaña.
Alguien, un par de siglos más tarde, quizás sobre el VIII a. n. e., añadió al
texto de once tablillas compuesto por Sin-leqi-unninni un epílogo fantasmal: la
llamada Tablilla XII. Esta tablilla, que, por lo tanto, no formó parte del poema
clásico, no es ni siquiera una composición original, sino simple traducción de
una vieja composición sumeria que había sido copiada desde finales del s. XXI
a. n. e. por los escribas de Nippur y Ur, de título EN AQUELLOS DÍAS, EN
AQUELLOS DÍAS LEJANOS (citada en las bibliografías con el título, menos
sugerente, de Bilgamesh, Enkidu y el Submundo infernal).7 Pero el texto de
esta traducción tiene cierto morbo, toda vez que sitúa a Gilgamesh en un contexto
fantasmal y es levemente crítico con los más diversos estamentos sociales, todo
ello muy del gusto de los lectores babilonios de finales del s. XII a. n. e.
2. Rilke
Todas las lecturas del Gilgamesh son re-lecturas contingentes, siempre
provisionales, de un texto inagotable, perpetuamente abierto. Cuando, en 1872,
George Smith constató las coincidencias literarias entre fragmentos del
Gilgamesh babilónico y el libro bíblico del Génesis, el revuelo sacudió
cátedras y púlpitos. Rainer Maria Rilke, siempre al acecho de novedades y no
exento de cierto dandismo literario, le escribía a Katharina Kippenberg el 11
de diciembre de 1916:8
“¡Gilgamesh es tremendo (ungeheuer)! – Yo lo conozco por la
edición original9 y lo considero una de las cosas más grandes que le
puedan pasar a uno. De vez en cuando se lo cuento a éste o a aquél, el
argumento completo, y todas las veces tengo oyentes asombradísimos.
El resumen de Burckhardt [una tradución libre, de 1905; J.S.] no es del
todo feliz; le falta grandeza y significado – Tengo la sensación de que
yo lo cuento mejor. Y, a mí, me conmueve (Und mich gehts an).10”
Rilke rechazó una sugerencia de Katharina Kippenberg, que –unos días
más tarde– contestaba animándole a publicar una revisión de la traducción –
234 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
justificación de poetizar el Gilgamesh exclusivamente desde la palabra
hablada; desde el sonido, la entonación, la suprasegmentalidad (Von Bomhard
1954: 198):
“Ah, no: el Gilgamesh no lo contaré jamás más que oralmente; es
allí donde yo encuentro cada vez más expresividad.”
Y es que, lo intuyera Rilke o no, la historia de Gilgamesh oscila, desde sus
orígenes, entre los códigos visuales y sonoros. Viejas baladas de sugerentes
íncipits (LOS MENSAJEROS DE AKKA, EL REY A LA MONTAÑA DEL VIVIENTE,
VALIENTE EN LA BATALLA y la ya mencionada EN AQUELLOS DÍAS, EN
AQUELLOS DÍAS LEJANOS) 13, acompañadas de flauta, lira y pandero,
encontraron sus primeras versiones canónicas en los talleres de los escribas
sumerios. Las melodías de Gilgamesh se hicieron letra dos mil años antes de
Cristo, y letra siguieron siendo en el acadio babilónico –la “lengua de la
armonía” (li≈a$n mit∆urtim)– que domesticó esas anécdotas, las ensartó y las
convirtió en epopeya: otro nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la
música. Milenios antes de que Nietzsche lo dijera, las escuelas babilónicas
practicaban ya lo que la paleoantropología ha demostrado: que la música
precede al lenguaje, y la melodía al mito. Los archivos babilónicos y asirios
acogieron esas estrofas, y lo que una vez fue coro y danza se convirtió en
caligrafía y silencio. Luego vino el polvo, que sepultó archivos y textos
durante otros dos mil años. La letra se escondió, hasta que, en los dos últimos
siglos, se abrieron los yacimientos y reapareció el Gilgamesh fragmentario,
arqueológico y libresco de los asiriólogos. Nada quedaba por hacer, creyeron
algunos, si no era cribar más escombros para hallar otros fragmentos.
Rilke percibió quizás que, una vez alcanzadas las fronteras arqueológicas
de la Historia, y ante la constatación de que más picos y más palas sólo traen
más polvo, conviene confiar en el sonido y seguir el ejemplo los músicos.
3. Martinu#
En el año 1954 (de nuestra era), el checo Bohuslav Martinu# había cumplido
sesenta y cuatro años y compuesto una docena de óperas, seis sinfonías, tres
corales, varios poemas sinfónicos, numerosos conciertos para piano y otros
instrumentos, música de cámara, suites jazzísticas. Moriría cinco años más
tarde. Martinu# es un compositor inquieto, con un pie en Dvorák y otro en
Gershwin. Merry old Europe, american football, blues –o lo que ellos
llamaban blues–, todo se entrelaza en esta huida de los cánones germánicos
13 Más conocidas respectivamente bajo sus títulos modernos de Bilgamesh y Akka de Kish;
Bilgamesh y Huwawa; Bilgamesh, Enkidu y el Toro del Cielo, y Bilgamesh, Enkidu y el
Submundo infernal. Véase Sanmartin (2005): 309-330.
236 Las aguas primigenias. El Próximo Oriente Antiguo como fuente de civilización
invocación (mejor: ¿evocación?) de Enkidu y sus aires reivincativos le debió
de gustar a Martinu#, que pasó su infancia en el campanario de Policka y fue
expulsado del conservatorio por “incorregible negligencia”, cosas ambas que
dejan huella. En todo caso, Martinu# se basa en la Tablilla XII neoasiria para
transcender la dimensión simbólica del poema y efectuar, mediante la música,
una re-lectura alegórica, discontinua, de la mortalidad.
Los motivos del poema de Gilgamesh –la búsqueda de la amistad, la
temporalidad del ser y la ominosa presencia del no-ser infernal– resonaron con
fuerza en alguien que, como él, estaba ya de vuelta de todo tras los sucesivos
exilios (París, Portugal, los EE.UU., Francia y Suiza) que siguieron al éxodo
primordial de su patria checa en 1923, a la que no conseguiría ya volver.
Martinu# revivió a Gilgamesh de la única manera posible. Rescató el texto y lo
devolvió a sus primigenios orígenes musicales: de la tragedia, a la música. Lo
sacó de “la sociedad necesaria y suficiente del solitario” lector –en frase de
George Steiner (1971: 122)– para devolverlo al arte de la pura temporalidad: a
la música maternal – al tiempo audible. El Gilgamesh de Bohuslav Martinu# es
la vuelta del texto –monólogo– al diálogo, al ritual, a la ceremonia, aunque
sólo sea al ritual o a la ceremonia del concierto.
Las sucesivas y ocasionales recuperaciones del Gilgamesh, como la de
tantos clásicos –víctimas no tanto de su vejez cuanto de la amnesia decretada
por ciertas “políticas científicas”– es señal de que la conciencia cultural no se
cala. Las modas peculiares a cada generación son signos de las percepciones
estéticas y de los operadores ideológicos de las sociedades en cuestión. En una
carta escrita en 1896 a Fliess, un Freud apenas cuarentón explicaba la afasia
como un fallo ocurrido en los procesos de re-trascripción (Umschrift) o
traducción (Übersetzung) del material psíquico. Este material consistiría en
una serie de “registros” (Niederschriften) progresivos, coherentes cada uno de
ellos con las épocas sucesivas, de la vida psíquica. Si no se respeta la
secuencia, o si se producen alteraciones en ella –debido al desagrado
(Unlustentbindung) que implica esta traducción–, se origina un
“anacronismo”, un fallo de traducción (Versagung der Übersetzung), y reviven
los fueros o residuos de estadios psíquicos que se supondría superados: es la
“represión” (Masson 1999: 217 y s.). Si se nos permitiera aplicar esta etiología
psíquica al ámbito social diríamos que los diferentes y sucesivos procesos y
esfuerzos de recuperación y revisión de “registros” históricos son las defensas que
nos impiden caer en la afasia (Heller-Roazen 2005: 129-147) personal y colectiva.
O sea, que Gilgamesh no está sólo. Nunca lo ha estado. Hubo muchos
Gilgamesh antes que él, y los había de haber después. ¿Cómo va a estar solo,
si todos somos Gilgamesh? En el afán por alcanzar la gloria y escapar de la
muerte somos todos hermanos suyos. La biomedicina surgida en el último
cuarto del siglo XX es como la tabernera que dirigió al rey de Uruk hasta el
lejano Uta-napishti: la fecundación in vitro, la fabricación de clones y las
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