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Bonsái

Literatura mínima

Directorio

Editores
Miréia Anieva
Herson Barona

Consejo editorial
Belinda Ortiz
Graciela Romero
Bonsái. Literatura mínima. Año 1.
Jezreel Salazar
Número 1. Julio 2011. México.
Rafael Zamudio

Asesores
Alberto Chimal
Bonsái es una publicación electrónica independiente
Cristina Rivera Garza de periodicidad mensual sin fines de lucro.
Blanca Rodríguez Gaona
Liliana Weinberg El contenido de esta publicación puede ser dis-
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El fruto es
el resumen
del árbol.

Roberto Juarroz

Contenido
POESÍA CUENTO ENSAYO

Flores, 9 Sigues, 24 Scrittore traditore, 18


El hombre de arena, 11 Eva Rivera La vanidad de
Yaxkin Melchy subrayar, 20
Origen, 26 El círculo perfecto, 22
Alguien que no soy tú, 13 Brianda Pineda Fabio Morábito
Del tacto nadie queda
intacto, 15 Zoológico de animales
Continuidad de la piel, 16 muertos, 29
Frank Lozano Gabriel Rodríguez

La vida me coge, 27 Cuerpo con cuerpo, 73


Ashauri López Graciela Romero

Por el puerto, 43
Adiós, 45
Deshojando, 46
Juan Luis Mora

El alambrado, 49
Alejandro Zambra

La mujer del muelle, 59


Nínive, 61
Pavel Andrade
CRÓNICA TUITS RESEÑA

Región X, Los Lagos, 64 Triacontaedro sobre la Los esclavos, de


Diego Olavarría lectura, la escritura y Alberto Chimal, 40
otras magias, 37 Guso Macedo Pérez
Martín Quintana
Como un árbol
Espejo roto en crecería, 50
dieciséis pedazos. Herson Barona
Diálogos imaginarios, 47
Belisa Bartra

La medida de mis
posibilidades, 54
Marco Colín

Espera, 70
José Luis Martínez
PRESENTACIÓN

La literatura es presente: creación y, más to-


davía, lectura presentes. Lo que se escribe y
se lee ahora. Los textos del pasado siguen ahí,
en caso de que tengamos suerte, pero ningu-
no termina de existir ni de completarse por sí
mismo: son semillas, o bombas, que germinan
o estallan (o viceversa, claro que viceversa)
pero sólo cuando leemos. Si es que leemos.
Ahora.
Siempre ha sido así, pero en otras épocas
teníamos más fe o éramos más inocentes: creí-
mos que los confines de la página eran todo
lo existente y creímos también que lo escrito,
lo fijo más allá de la memoria humana, podía
existir con independencia de nosotros. Ya no
nos queda nada de estas dos ilusiones.
Todavía conservamos, por otra parte, una
tercera: la ilusión de que el lenguaje nos habla.
No es poca cosa: mientras lo creamos podre-
mos seguir sondeando, con la ayuda del len-
guaje, nuestras vidas de adentro y de afuera,
para entenderlas o para vislumbrar, al menos,
su tamaño verdadero y tremendo. Es un efecto
mágico: la creencia en poder del lenguaje es el
poder del lenguaje.
Y, por lo menos, ese poder no ha disminuido,
aunque se encuentre disperso por todas par-
tes y aparezca en todos los géneros, en notas
banales y en proyectos de obra completa, en
libros ob(s)esos y en tuits intangibles.
Bonsái se abre desde aquí a este presente, y
sobre todo a su parte más rápida: la que está
hecha de lo más breve. El futuro que tienen los
lectores a una página o dos de distancia está a
punto de llegar.
Ahora:

Alberto Chimal
POESÍA

Yaxkin Melchy

Flores

Todo en el mismo poema


en el mismo poema abandonado
crecen algas y animales florecientes

Una cinta, la lectura que se enrosca


una serpiente de trenzas
es la lectura quien lee las trenzas
como rayos negros

Corren las prosas de los vagones 9


se separan los muslos del poema
el poema está en lilear el campo
y nuestra vida se repitió en las flores

Tú paseas por un campo


que te envuelve con tinta seca

no entiendo sino que la noche es una flor ya abierta


y lejos en el horizonte
se asoma el botón de su muerte
POESÍA

Una flor de rayos naranjas


y por fin lo ves, al mismo poema recostado
con las letras de otro día:
omnia iam vulgata

Virgilio dijo hace dos mil años: Todo está dicho

Y sembré 2000 flores nuevas por los años


y 730 000 flores por los días
10
que me he tardado en escribir este poema
POESÍA

El hombre de arena

un muchacho maya dijo hace 2000 años, todo está dicho


así que este poema lo escribí antes de nacer

Antes cuando yo no existía Miraba el Universo Me sacaba la


ropa La corbata que me puso mi madre La camisa húmeda
Antes cuando yo no existía y el Universo era de mariposas Y
los soles de gelatina y los fantasmas de los que vienen también
estaban plegados en una semilla Antes cuando cada palabra
estaba pegada en mi hombro y cada árbol estaba en cada pa-
labra Cada árbol de lenguaje Antes cuando todo pasaba entre 11
mi pene y mi boca Cuando la Vía Láctea aún era un punto
cómico Y las cortinas de las auroras no se habían levantado
Antes cuando era nuevo el espacio y recién cortado el tiempo
Antes que Dios cayera y aparecieran las montañas Cuando yo
no existía Ni la palabra amor ni su reflejo de vampiro en el
mar Cuando todo era una trampa y los gitanos corrían des-
nudos y se arrancaban los cabellos Cuando la célula era más
grande que mi pensamiento Y mi cerebro giraba en un carru-
sel de dinamita Cuando yo no existía y habitaban los esquele-
tos sin mandíbula y sin cabeza Y miraba arañas oscuras que
POESÍA

iban tejiendo el cuerpo de esta red de pesca llamada espacio


Yo no sabía mucho Casi nada Y los peces dorados me lleva-
ban a la morgue Y entonces pensaba Aunque sea un niño des-
nudo el mundo me desatará la lengua y Escogía mi cuerpo Y
me vestía de los animales y las plantas Alzaba mis brazos que
aún no existían Alzaba mi poema muerto entre las preguntas

12
POESÍA

Frank Lozano0

Alguien que no soy tú

Hay alguien enfrente. Alguien está enfrente de mí. Yo estoy


enfrente de alguien. Yo soy alguien.
(¿Se elige ser alguien, o al ser algo, ser alguien es un re-
galo, una añadidura?
¿O alguien te regala su alguien y te hace alguien en al-
gún lugar, o un no lugar?)
Entre nosotros hay una mesa de madera. Debajo de nosotros
el piso es de madera. Quizá por dentro también llevemos un
Roble. Tal vez las manos se tornen ramas. Quizá las plantas
de los pies añoren volverse leños. 13
Estamos en el tercer piso de un edificio singular. Es un
edificio que casi es una mujer. Es una mujer que se curva.
Es una curva que juguetea con el aire. Es el aire que da vuelta por
la calle Vertiz.
Nuevamente, es esta ciudad de las penurias.
Hablamos. Nos miramos. Por alguna razón ese alguien
que está frente a mí viene y va de adentro hacia fuera en una
suerte de flujo escénico. Por razones distintas, mi propio
alguien responde y se desdobla, se vuelve una antena, un
pararrayos, un receptor parabólico de señales que el otro

0
Fragmentos de El libro de Alaciel.
POESÍA

alguien emite de forma no solo insospechada, sino también


nítida.
Sus ojos hablan. Habla su piel. Hablan sus cejas. Habla su
cabello. Habla su boca. Cada molécula cuenta una historia.
Cada poro narra su versión de los hechos. Las uñas su-
surran, los vellos del cuerpo relatan. Frente a mí, acontece
una crónica de lo inacabado.
Yo mismo soy una crónica inacabada. Flecha rota. Espejo
fragmentado. Noción de astilla.
No cuento. No narro. Guardo silencio y permito que por
14
dentro las hormigas devoren mi nombre. Son rojas y son
millones. Están furiosas. Las hormigas no saben detenerse
a pensar.
Elevan sus antenas y siguen un rastro. Avanzan por mi
cuerpo desde el corazón a los confines del pelo y la uña. No
puedo matarlas sin matarme. No puedo vomitarlas sin que-
dar exangüe. Me hacen ser alguien: alguien que quizá no
soy, alguien que quizá seré, alguien que tal vez ya fui; al-
guien que pudo ser.
Alguien contigo.
Alguien sin ti.
POESÍA

Del tacto nadie queda intacto

Ahí está la trinchera, corre, arrójate. Es un lengua, una nube,


una mano, un torso lleno de filamentos. Es un ojo abierto. Es
el oído de las cosas que nadie quiere escuchar. Es el centro
del universo. Es una piedra de sacrificio. Es un mundo aden-
tro del mundo que está en el mundo que solo tú habitas.
Llega ahí, yo ya llegué. Quédate un poco, aunque quedar-
se sea ir demasiado lejos. Yo estoy ahí sin haber llegado del
todo. Yo estoy ahí a modo de penumbra humana. Yo estoy ahí
desprendiendo ese olor a travesura que el musgo extrae del
corazón seco de la roca. 15
Llega. Tiéndete. Sé también una lengua que habla del ori-
gen de la guerra y del comienzo de la paz. Acuéstate sobre la
nube y llueve. Échate como mano que golpea la mesa porque
quiere más.
Cobíjame.
La música comenzó: llegó tu pelo, llegó tu cuerpo.
Mis manos terminan donde comienza tu gemido. Las llevo
más adentro hasta que encuentren su propia asfixia y mueran.
POESÍA

Continuidad de la piel

Calla. Aunque no hables, calla. Aunque calles, calla. Yo callo.


También he caído. Afuera, la ciudad de las penurias es otro
silencio.
No me dejo engañar por el grito, por el maullido de un
auto, ni por la falsa algarabía que sale de la boca de la glo-
rieta. Tampoco te engañes, el silencio de la ciudad no es un
silencio, es un ofrenda. Nace en nuestros pechos, ahora su-
dados. De nuestras bocas que ahora susurran. De las manos
que se tocan. De los hombros que sacan breves chispas.
16 Calla. Cállate. Está hablando el aroma a sexo. Dice cosas;
dice que la música nos inunda; que la música no sabe callar.
Pero cállate y cállame. Este momento se tramó hace millones
de siglos. Este instante nació de la cauda de un cometa que
surcaba en silencio el silencio mismo del espacio.
Callémonos. En otro momento tendremos que hablar de
aquel momento donde callamos, de aquel páramo en el que
nos tendimos a desmembrar la piel como continuidad del
silencio.
Del sortilegio, del azar y la penumbra.
Siempre habrá una excusa para hablar o escribir, pero este
POESÍA

momento, que ya es pasado, dice y dice bien: aprendamos


a callar. Piel adentro, en la membrana de las cosas, en la
molécula adormilada del tiempo, un coro de memorias en-
saya el canto de una noche de mayo.
Dejémosle en paz.

17
ENSAYO

Fabio Morábito

Scrittore traditore

A los siete años me enamoré de un compañero del colegio.


Me habría podido enamorar de una niña, pero en mi escuela
los niños y las niñas estaban separados, así que me enamoré
de la única niña que estaba a mi alcance, y esa niña era Mas-
simo P., un niño tímido de facciones delicadísimas que no
hablaba con nadie. Era el primer día de colegio, estábamos en
el recreo y Massimo se acercó a pedirme que le amarrara los
cordones de los zapatos. Se veía desvalido entre tantos niños
que gritaban correteando en el patio, y quedé prendado de
18 su hermosura y de su fragilidad. “Pareces una niña”, le dije,
y él, quizá acostumbrado a oír eso, se limitó a sonreír. Acabó
el recreo y regresamos al salón de clase. Su lugar estaba sepa-
rado del mío por dos hileras, nunca volteó a verme y pensé
que se había olvidado de mí. Llegó la hora de la lectura. Cada
uno debía leer en voz alta algunos trozos de un cuento que
venía en el libro. Leyeron unos cuantos niños antes de que el
maestro señalara a Massimo. Él puso su dedo sobre el inicio
del párrafo y pronunció la primera palabra; mejor dicho, la
balbuceó; en la segunda palabra volvió a atorarse, y también
en la siguiente. Leía tan mal, que no pudo concluir la frase, el
ENSAYO

maestro perdió la paciencia y le dijo a otro que siguiera ley-


endo. Acepté la triste verdad: Massimo P., a pesar de su apa-
riencia angelical, era un burro redomado. Entonces llegó mi
turno. Tomé una decisión repentina: leer peor que Massimo.
Pienso que, de haberlo hecho, ahora sería un hombre dife-
rente del que soy, sin duda mejor. Si hay episodios decisivos
en la infancia, ése fue uno de ellos, porque después del primer
trastabilleo adrede, me di cuenta de que no podría seguir es-
tropeando una palabra más, y me solté a leer con una fluidez
que el maestro aprobó con gesto de admiración. Esto es leer 19
bien, dijo, y creo que fue entonces cuando vislumbré que mi
vocación sería escribir libros, casi al mismo tiempo que con-
ocí el sabor de la traición. Siempre he pensado que son dos
vocaciones estrechamente unidas.
ENSAYO

La vanidad de subrayar

Un amigo mío, al que ya no veo, no abría un libro sin tener


un lápiz a la mano para subrayar lo que le gustaba. Era in-
diferente el género del libro: poesía, novela, historia, ensayo
político o científico. Leer y subrayar para él eran casi sinóni-
mos. Tardé cierto tiempo en entender por qué me producía
tanta incomodidad esa ansia suya por dejar alguna marca
visible en las páginas de sus libros. Él aspiraba a escribir,
tenía un indudable talento para ello, pero algo lo bloqueaba
secretamente. Bastante mayor que yo, no había publicado
20 una sola línea. Ahora creo que su manía de subrayar fue una
de las causas de su esterilidad. Para empezar, era la coartada
perfecta para no tener ningún libro prestado, pues se supone
que uno no debe subrayar un libro que tiene que devolver.
Así, en su vasta biblioteca no había un solo libro ajeno, todos
eran suyos y, como eran suyos, podía subrayarlos libremente.
Pronto entendí que había caído en un círculo vicioso y que
no los subrayaba porque eran suyos, sino que, al ser suyos,
tenía que subrayarlos. En cierto modo, no eran verdadera-
mente suyos hasta que no tuvieran algún subrayado. Llegó a
confesarme que habría sido capaz de reconocer sus subraya-
ENSAYO

dos en medio de miles de otros, no sólo por el carácter de las


rayas que hacía, que en verdad no tenían nada de particular,
sino por el tipo de cosas que le gustaba destacar. Pero cuando
le pregunté qué eran esas cosas tan peculiares, sólo hizo un
gesto vago e intuí que ese hombre varios años mayor que yo
era un ser vanidoso e inseguro, que nunca publicaría nada.
Subrayaba de manera compulsiva, como un sustituto de la
escritura misma. Al subrayar tanto, se defendía de los libros,
los mantenía a raya con sus rayas, y por eso nunca se animó a
escribir uno. Jamás habría soportado que alguien subrayara 21
un libro escrito por él, pues aspiraba a escribir un libro per-
fecto, un libro subrayable desde la primera a la última pa-
labra, y encontrarse con un lector que sólo hallara algunas
partes dignas de subrayarse, lo habría sumido en una pro-
funda consternación.
ENSAYO

El círculo perfecto

Es muy conocido el apólogo chino en el que un rey le pide al


pintor más famoso de su reino que pinte un círculo perfecto.
El pintor acepta el encargo, pero le pide al rey diez años para
realizarlo, además de un palacio lleno de sirvientes y de toda
clase de lujos. Durante ese tiempo no toma una sola vez el
pincel y se dedica a disfrutar la vida palaciega. El último día,
cuando el mensajero del rey toca a su puerta para pedirle el
cuadro prometido, se acerca a la tela y delante de los ojos del
mensajero dibuja con un solo gesto un círculo perfecto. Es
22 a todas luces una parábola sobre el talento: el que lo tiene
sabrá expresarlo en cualquier momento sin esforzarse. Pero
imaginemos una variante de la historia: el rey le advierte al
pintor que, a cambio del palacio, tendrá que matarlo si no
logra pintar el círculo. Merced a esa amenaza de muerte en-
tendemos que durante los diez años de aparente holgazanería
el pintor no hizo más que trabajar en su cuadro y que la to-
talidad de ese tiempo confluyó en los cuatro segundos que le
tomó trazar con pulso impecable el círculo solicitado por el
monarca. Entendemos también que el palacio es una jaula de
oro. El pintor nunca sale de él, no porque le esté prohibido,
ENSAYO

sino porque se resentiría su dedicación al cuadro prometido,


echando a perder el resultado. El pintor vive literalmente en
cautiverio, y todo por un simple círculo. Entiende al final de
su vida la trampa que le tendió el rey. Éste, celoso de su fama,
lo encerró en aquel círculo y, dándole un palacio suntuoso,
lo hizo esclavo de un trazo de pincel de la duración de unos
pocos segundos. Durante los diez años que duró su esplendo-
roso exilio el pintor no sólo dejó de pintar sino, sobre todo, de
vivir, pues su mente estaba absorbida día y noche por el cír-
culo. Lo que ignoran ambos, el pintor y el rey, es que la fama 23
del primero ha trascendido los siglos gracias a ese cuadro. Su
obra que le diera tanta fama yace olvidada junto con la de to-
dos sus contemporáneos y hoy gracias a ese círculo sabemos
de él, del rey y de aquel reino.
CUENTO

Eva Rivera

Sigues

Ayer fui al lugar donde alguna vez vivimos. Ahí siguen nuestros
recuerdos, aunque ahora están llenos de polvo y soledad. Ya
no hay quién los revise ni quién se preocupe por recordar qué
cosa u olvidar esta otra.
Es increíble cómo pasa el tiempo y todo sigue siendo igual.
Que no te olvido y que te extraño, pero ya no te lloro tanto.
Pude ver de nuevo tu letra y acordarme de cuando escribiste
mi nombre en mi espalda. Pude ver tu ropa desordenada, tus
cosas cubiertas por oscuridad y un velo de suciedad.
24 Prendí las velas con las que te despedí e inspeccioné los
rincones para encontrarte en ellos de nuevo. Pude ver todo
con ese aire de nostalgia que antes no había. Encontré tu lin-
terna con la que alguna vez jugamos, aunque ya éramos adul-
tos. Quise jugar, pero ya no era divertido.
Siguen ahí nuestros besos y caricias, aunque ya no gritan
nuestros nombres. Todavía está el calendario que te regalé
para que recordaras nuestras fechas importantes, aunque
siempre lo olvidabas. Julio es el mes donde lo dejaste.
Aún entra viento por la ventana rota, aunque ya no me da
frío como antes. Sigue estando ahí el lugar donde nos perdi-
CUENTO

mos y muchas veces nos encontramos. Donde está tu barco


con el nombre de ella. Ahí sigue, aunque no quisiera.
Cerré la puerta que siempre está abierta por una extraña
razón que desconozco cuando paso a visitar el lugar. Ya no
hay fotos tuyas, pero te sigo viendo en todas las habitacio-
nes, en todas las esquinas. Un sin fin de imágenes mentales
tuyas: una donde te lavas los dientes frente al lavabo, otra
donde cocinas arroz rojo en la cocina, otra donde te sientas a
la orilla de la cama a amarrarte los zapatos, una más donde
cuelgas tu ropa en el cuarto que era tu armario, otra donde te 25
ajustas el nudo de la corbata para que quede acuerdo con tu
traje, otra donde estás sentado a la mesa escribiendo cartas
de disculpa y una última en el pequeño espacio que teníamos
como jardín, donde miras sin mirar.
Cuando entro, todos tus tú me saludan y les sonrío. Paso
tiempo con cada uno de ellos, aunque no diga nada; me gusta
verte hacer tus actividades. Que me mires y me preguntes en
qué pienso, con una dulce sonrisa y una mirada desconcer-
tante. Y a todos tus tú les doy la misma respuesta: en que te
fuiste.
CUENTO

Brianda Pineda

Origen

Se perdieron los recuerdos a través de los años, la arena se


escapó del reloj y llegó hasta mi puño.
Enterré mi primer sonido,
mi primera palabra,
mi primera invención.
¿Qué fue lo que me hizo olvidarme del abismo de las entra-
ñas de mi madre? ¿Qué olor del mundo entró por primera
vez en mis fosas nasales? ¿Mi llanto primigenio fue de triste-
za, de enojo, o de confusión? ¿Supe por instinto quiénes eran
26 mis padres o tuvieron que enseñármelo?
No logro recordar el origen.
El fruto se olvidó de la semilla, la tierra se piensa sin agua,
esto que soy ahora, un despojo, un reniego del pasado, se pasa
la tarde llorándole a un niño muerto, sin rostro, cubierto con
un manto tejido por las manos del olvido.
POESÍA

Ashauri López

La vida me coge

La vida me coge como si no me fuera a dar propina. Soy un si-


lencio embarrado en el último ocaso que miraron mis abuelos
mientras que la vida me coge y el cielo retumba, las máquinas
se deshacen sobre el pavimento y nada se cuela, nada se es-
tima, nada roza mi rostro en las noches después de que el sol
me discrimina. Una rima al sol en silencio, el cigarro devo-
rando su propia colilla y todo estalla de nuevo; las banquetas
truenan, los árboles se retuercen y rozan mis pantorrillas, el
cielo es un mar siniestro donde se sumergen todos los que
tienen miedo. Dejo atrás el miedo. Recuerdo a mi madre, re- 27
cuerdo al perro que me lamió la mano en la calle y me burlo
de las piernas abiertas. Es el juego de llegar corriendo al lugar
donde nadie te espera. Al lugar donde la vida se alza la falda
y la aspiro como si fuera una blanca colegiala. Al lugar donde
estallo, donde observo cómo el universo gesta nuestras entra-
ñas hasta que mis abuelos se besan de nuevo y renazco como
flor solitaria que lucha contra el pavimento. La vida me coge
como si quisiera despertar a mi lado cada año nuevo, cada
noche de calor donde desnudos le cantamos al fuego, cada
martes, cada jueves, cada instante en que respiro, me tiro y
POESÍA

derrito con el tiempo creciendo como helecho de sueños. La


vida me coge y yo sigo enamorado del cielo.

28
CUENTO

Gabriel Rodríguez

Zoológico de animales muertos

De vez en cuando se aprecia vida en el Zoológico de Animales


Muertos. Son los buitres devorando. Quién sabe desde dónde
vienen, con sus antojos urgentes y sus tétricas caras de ro-
dilla. Parecen ancianitas tejiendo con maestría una prenda
de hilos rojos. En una misma jornada las aves de rapiña al-
muerzan, comen, cenan y mueren empachadas, volviéndose
parte de la muestra. Dos veces por semana se repite la ceremo-
nia con parvadas renovadas y copiosas.
Y justo cuando piensas que dentro de las jaulas prevalece la
inercia, otro movimiento casi imperceptible domina las pri- 29
siones, dotándolas de una sutil dinámica rutinaria que bien
podría ser confundida con necios achaques de vida. Basta
con observar los dioramas detenidamente para que de pronto
“algo” se agite milimétricamente (como observar un tramo de
césped o mojar música). Criterios entusiastas jurarían que es
debido a que los animalitos fallecidos están eligiendo en qué
otra especie reencarnar. Más bien se trata del movimiento
continuo de las innumerables moscas que se frotan las manos
formulando planes y sobrevolando con insistencia de amor
no correspondido por entre las vísceras, los tejidos rotos, los
CUENTO

químicos internos goteando, la carne pudriéndose y los anos


aún con mierda. Regimientos de bichos lisonjeros rentan do-
micilio en cada uno de los bellos animales fenecidos que, por
sólo cuarenta pesos de martes a domingo, entre las nueve de
la mañana y las seis de la tarde, son visitados por familias
enteras, turistas, poetas, periodistas, morbosos, niños, niñas,
adolescentes y adultos.
El zoológico es un éxito y su misterioso dueño se está haci-
endo millonario. La gente abarrota las taquillas con premura,
30 temiendo que tarde o temprano la exhibición sea declarada
desperdicio. Los espectadores humanos se pasean en lentos
turnos visitando cada cadáver encerrado. La descomposición
de los animales evoluciona con constancia, provocando que la
travesía siempre esté dotada de novedades y olores distintos
al del día anterior, además de innegables detalles macabros
que sólo un ocioso podría especificar sin tener que contener
el vómito. Así pues, resulta encantador darle satisfactorio
seguimiento a dicho bestiario del fin del mundo.
La señalética informativa del zoológico todavía ilustra el
paseo común y corriente que los animales vivos brindaban
CUENTO

apenas hace unos cuantos meses. Aquel burdo pormenor


provoca entre los visitantes un inconsciente pesar silencioso.
Es como habitar transitoriamente a lo largo de un extenso
“minuto de silencio” susurrado entre todos y para la salvación
de las almas de aquellas bestias momificándose y hediendo.
Un despacho de diseño ya se encuentra ideando los nuevos
panfletos y guías. Además se tienen planeados diferentes sou-
venirs que extiendan la experiencia del visitante adinerado.
Una línea de muñecos de peluche saldrá a la venta a finales
de mes. Los juguetes representan adorables animales muer- 31
tos con la lengua de fuera y ojos de tache. Estampas, llaveros
y cuadernos para colorear se venderán en cada una de las tres
tiendas de recuerdos ubicadas al inicio, al final y en medio del
traslado. Si las cosas siguen como hasta ahora, se tiene pen-
sado lanzar una página web que atraiga visitantes lejanos.
No es raro que los veladores asignados comenten entre
ellos: “Por las noches aquí espantan”. De día el viaje trans-
curre así:
Entre las primeras atracciones se encuentra la jaula del
rinoceronte. Poco queda ya de su imponente fuerza, aquella
CUENTO

armadura finamente soldada ahora luce más como un tirade-


ro de ollas, cazos y cucharas oxidadas y oxidándose. Pobre
tanque tristemente inútil. Al cadáver le han crecido precipita-
das flores encima de la macilenta escala de grises que escurre
de sus huesos. Alguien hurtó el cuerno.
La jaula de los pandas es una película violenta en blanco y
negro y rojo. A los niños les encanta.
Si viras a la izquierda te topas con el aviario. Todo ahí den-
tro es la redundancia última de un eco formado por gritos
32 alegres de ave colorida. En el suelo se despliega un tapiz de
pájaros pisoteados y aplastados como hojas de otoño y mone-
das. En algunas secciones del macabro tapete se alcanzan a
esbozar las marcas concatenadas de un insistente neumático.
A los visitantes se les incita a que utilicen la cámara fotográ-
fica de sus celulares para retratarse al lado de los ángeles de
sangre que quedaron marcados en las paredes cuando las
aves comenzaron a estrellarse desesperadas.
Allí a un lado está la plaza ocupada por los avestruces. No es
sencillo encontrar las palabras para describir la forma en que
se exhiben sus humillantes muertes. Un pésimo pintor venía
CUENTO

cada dos o tres días, se sentaba al frente del matrimonio de


pajarracos y bosquejaba lo que terminó siendo un cuadro que
nada tiene que ver con la realidad: plumas volando suspen-
didas y dos avestruces con la cabeza metida en la tierra del
suelo. Sólo un detalle nos permite afirmar que los animales
han perdido la vida: una procesión de hormigas entra y sale
por el hueco donde los polluelos gigantescos depositaron su
cara. Deltas de hormigas entran y salen removiendo trozos de
merienda.
A la derecha se ubica la jaula que congrega más personas. 33
Un letrero dice: “Favor de no arrojar comida a los animales”.
Otro dice: “León”. Pero el león muerto no aparece. Los niños
pasan horas esperando a que surja uno, pero, como a veces
sucede en los zoológicos de animales vivos, no hay rastro al-
guno de la fiera. Dicen que son tres. Un chiquillo grita: “Ahí
está”. Pero no. Se trata de las vísceras de una rata metiche
que en paz descansa.
Con el tigre ocurre algo muy distinto. Murió al centro de su
cajón y rodeado de sus cachorros. Recién nacidos que nunca
ingirieron alimento y, por lo tanto, carecen de flora bacterial
CUENTO

que los descomponga. Desabridos, rodean a su madre solici-


tando teta. Pasado el mediodía, a la tigresa se le forma una
aureola circular que le rodea la cabeza. Los religiosos se ex-
altan y la hija del misterioso dueño propone que al animal
se le inserten varias flechas de utilería justo al centro de sus
manchas más bonitas.
El oso murió de pie y con prisa se va transformando en
un irreconocible cuerpo carnoso al que acaban de rapar. En
breve quedará reducido a huesos, ya que el sol le pega de
34 frente. Se prevé que su equivalente en peluche sea el más
vendido. Quien analice su cadáver con malicia notará cierto
detalle: parece que fue torturado. Grasiento, su esqueleto
lucha por permanecer erguido o saludando. “Rufo”, lo llama-
ban. “Rufo”, dice el collar morado de estrellas y lunas que le
cuelga del desfasado cuello.
Dios estallaría en rabia e hipos al ver cómo exhiben aquí a
su animal favorito y privilegiado: la jirafa.
Allá a lo lejos está la rotonda del elefante, pobre globo
desinflado. Saqueado por roedores de diferente índole y co-
ladera, mantiene su bofa prepotencia con ayuda de muletas
CUENTO

y poleas de brillante gris. Un gracioso sistema de ductos le


ayuda a disparar agua por la trompa retorcida. El agua lo
asea renovándose y la gente puede descansar los pies en las
banquitas alrededor de dicha fuente.
Más allá está el acceso al serpentario, cementerio de letras
que no existen. O bien víboras que comieron víboras que co-
mieron víboras hasta concluir en un embutido de pellejos y
texturas, rombos de diez o doce lados. Huele a zapatos moja-
dos, a sexo y a veneno venido a menos.
La cebra es el animal que más sufrió. La quemaron. No 35
queda nada de su piel de prisionero, nada de su escrupuloso
tatuaje falso, nada de sus enigmas en vivo cuneiforme.
El hipopótamo flota involuntariamente en su estanque,
como cuando un bebé es arrojado a una alberca. Chapotea mi-
moso y caricaturesco, incluso tierno. A veces se atasca en una
de las esquinas y entonces hay que esperar a que perezosamente
gire la panza, se hunda y regrese zarandeando el agua puerca.
Falleció con el hocico abierto. La gente aplaude porque parece
como si aún después de muerto siguiera tragando. Le arrojan
pescaditos de goma, bolsas de fritangas vacías y pañales.
CUENTO

“¡Mira, papá!”, grita una niñita y señala a un abandonado


fulano que llora cabizbajo. Es el entrenador de las focas.
En las jaulas de los simios, tres en total, se dispusieron
varias vitrinas donde se pueden colocar quincenalmente dife-
rentes anuncios publicitarios. Esta semana: una crema
antiedad, una pasta de dientes ultrafresca y varios jugos a
base de néctar ciento por ciento natural. El vidrio que prote-
ge las lonas promocionales devuelve un reflejo quisquilloso:
humanos calvos, obesos y preevolucionados reunidos con
36 mirada de asombro. Los cadáveres de los changuitos reposan
después de la masacre. O acaso después de la orgía.
¿Cómo murieron los animales?, se pregunta más de uno.
Los guías instruidos saben que la respuesta es sencilla: “No
sabemos pero conviene comprar el pase semestral, lleno de
convenientes descuentos y beneficios. Además, cada jueves
los adultos mayores entran gratis”.
Claro. Los ancianos, material de carroña, rara vez vienen.
TUITS

Martín Quintana @fragmentario

Triacontaedro sobre la lectura,


la escritura y otras magias
1. Primer mandamiento. La lectura y la escritura son, ante
todo, formas de juego.
2. (Una mujer leyendo desnuda.)
3. Cada lectura es una nueva obra. Cada edad de relectura es
también una lectura diferente.
4. (En la habitación entra un hombre con una libreta. Él está
vestido. El hombre mira a la mujer. La mujer no lo ve.)
5. Principio de no correlación. Escritores geniales con una
historia de pésimas lecturas. Grandes lectores que jamás es-
cribieron una línea. 37
6. (El hombre, sin hacer ruido, se ubica en un ángulo que le
permite ver el libro.)
7. Se escribe a lápiz para sacarle punta al mundo.
8. (El libro es La broma, de Milan Kundera. Saciada su cu-
riosidad, el hombre se sienta en la cama y hace garabatos en
la libreta.)
9. El conocimiento es un efecto secundario de la literatura.
Se lee para encontrar placer. El aprendizaje viene enredado.
10. (El hombre describe a la mujer. Su cuerpo se convierte en
la palabra cuerpo.)
TUITS

11. La moral de la escritura es la belleza.


12. (En medio de los dos sucede algo inaprensible. Sucede
también la lluvia, el canto de las ranas.)
13. Las verdaderas marcas de lectura están más en las elec-
ciones de vida que en los párrafos subrayados.
14. (La mujer lee algo sobre una habitación con una mujer
desnuda y un hombre vestido.)
15. Los ensayos se escriben en piedra. Los cuentos, en la
madera. La poesía, en el agua.
38 16. (El hombre recuerda un cuento de parques continuos. Re-
cuerda un personaje que lee de espaldas a la puerta.)
17. Leer es dormir siempre en la intemperie.
18. (La mujer escucha el sonido de la ropa que cae al piso. Su
respiración se acelera. No deja de leer.)
19. La escritura aparece cuando el autor se esconde.
20. (Se abren despacio, hasta caer rendidas, las páginas del
libro.)
21. Como en la borra del café, como en las manos, en las pa-
labras también hay un futuro por leerse.
22. (El lector sabrá si en este momento se detiene o no la lluvia.)
TUITS

23. Escribimos sobre el mundo para recordarnos, todos los


días, cómo era el mundo.
24. (Se muerden, se buscan con urgencia en el cuerpo ajeno.)
25. Excurso: el cuerpo de este texto también se lee entre
líneas.
26. (Ahora es ella quien lo arroja. El lápiz yace en el piso,
junto a la libreta.)
27. El acto de escritura es a la vez inauguración, finalización,
derrota.
28. (Un furor contenido estalla en dos geografías.) 39
29. Después de todo, a quién le importan las historias.
30. (Alguien escribe una historia.)
RESEÑA

Guso Macedo Pérez

Los esclavos, de Alberto Chimal

Dada la generación a que pertenezco,


quizá debería avergonzarme porque
no conocía la obra de Alberto Chimal.
Pero pasó que algún amigo me dio a leer
Grandes hits, vol.1: nueva generación de
narradores mexicanos, compilado por
Tryno Maldonado y editado por Almadía;
y entre cuentos cortos y fragmentos de novelas —unos mara-
villosos, otros olvidables, otros más deplorables— sobresalió
40 ante mis ojos la porción mostrada de Los esclavos de Chimal.
Lo que el compilado exhibía de la novela se leía turbio, obsce-
no, viscoso y perturbador; tanto, que en tres días ya tenía mi
copia de la obra completa, con su sobrecubierta en cartón ne-
gro, bella y austeramente editada por Almadía (2009).
Chimal narra dos historias de sumisión absoluta, la de
Marlene y Yuyis y la de Mundo y Golo. Ambas “realidades”
(porque Chimal dice que Nabokov dice que la palabra “realista”
debe entrecomillarse siempre) se presentan lo conveniente-
mente alejadas como para no amenazarnos, pero con la
cercanía suficiente para incomodarnos. En la primera historia,
RESEÑA

Marlene crea a su esclava, quien no conoce otra realidad que


no sea vivir para su ama. En la segunda, Mundo se entrega
como esclavo, accede.
Las tramas se van desdoblando a través de las 136 pági-
nas, de pronto marcando una línea muy clara, de pronto
zigzagueando, pero siempre a altas velocidades y con ese
efecto “sostengo la respiración durante todo el párrafo” que
a veces se logra. El lenguaje de Chimal varía entre ambas
historias, como dos chimales tratando el mismo tema en dife-
rentes tiempos: uno narra la historia de Yuyis y Marlene con 41
parquedad y diálogos, el otro la de Golo y Mundo con amplias
descripciones y close-ups a las reflexiones de los personajes.
En Los esclavos no hay malos ni buenos. Se viven situa-
ciones sórdidas —Yuyis creciendo con un dildo como único
juguete—, humillantes —Mundo orinado por otra esclava— y
francamente decadentes —los amos ofreciendo libertad a sus
esclavos, quienes se horrorizan ante la idea—. Pero se brin-
dan pistas que develan no una ausencia de moral, sino una
relatividad de la misma. Así, vemos como Golo y Mundo se
enorgullecen de su relación y tachan de hipócritas a quienes
RESEÑA

las ocultan; mientras que Marlene es la madre tuerta en la


tierra de las madres ciegas.
Los cinco capítulos de la novela están conformados por 101
secciones concisas (no las conté, vienen numeradas) que van
marcando un compás en la lectura. Se aspira profundo, se
atraviesa una sección de quince líneas y luego se levanta la
mirada unos segundos… antes de meterse en la siguiente sec-
ción, de siete o quizá veinte líneas. Cada sección es concreta,
centrada en la historia, sin dar espacio a adornos o apéndi-
42 ces, siempre arrojando información nueva o, para mayor
dramatismo, desmintiendo la ya dada.
A pesar de lo denso de la “realidad” abordada, Los esclavos
es una obra de rápida lectura, no de esas que requieren mas-
ticarse y digerirse, sino más como aquellos licores que se
empujan de un solo trago y aturden en minutos. Cerrar el
libro brinda alivio, devuelve la cadencia a la respiración. Y
dan ganas de volverse a enervar.
POESÍA

Juan Luis Mora

Por el puerto

por el puerto se asoma


una barca a lo lejos
viene de la memoria
no es de este tiempo

ya se acerca la barca
no trae remeros
que vengan a contarte lo que te quiero

por el puerto se asoma 43


una barca a lo lejos
viene de la nostalgia
no es de este tiempo

en la madera lleva
tu nombre escrito
para que sepas lo que te necesito

por el puerto se asoma


una barca a lo lejos
POESÍA

viene de la esperanza
no es de este tiempo

se despide la barca
en la orilla un niño
se divierte en el agua con tu cariño

por el puerto se pierde


una barca a lo lejos
44 viaja hacia nuestro amor
no es de este tiempo
POESÍA

Adiós

cuando nuestros silencios


no sean los de ahora
(silencios de sábana, luna y compañía)
sino que sean presagio
de ausencia de besos
palabras muertas
o salas de espera de algún hospital
habrá que decir algo

adiós, por ejemplo 45


POESÍA

Deshojando

y así vamos deshojando las mañanas,


los amores y las luces,
las semanas,
el enemigo y las sombras
y los meses,
el cansancio y el dolor,
pasan los años,
la memoria y el olvido
y la vida
46 deshojándonos a golpe de segundo

y no nos damos cuenta


TUITS

Belisa Bartra @soybelisa

Espejo roto en dieciséis pedazos.


Diálogos imaginarios
1. En el primer acto hay un leve movimiento, un pedazo de
ficción resquebrajado. No se abrió el telón: te insinuabas en
mi espejo.
2. Patiné en el espejo hasta hundirme en él. Dejé la puerta
abierta, pero invisible, sólo la huella deleble en el vaho pulido.
3. A media luz dibujé la mitad de tu contorno en el reflejo de
la media luna.
4. El sueño —que no es más que la otra cara de mi espejo— te
contiene.
5. Amor, no tengo otra forma de vivir más que esta: detrás del 47
espejo.
6. ¿Es el amor imaginario del amor imaginario más real que
él mismo?
7. ¿Y si nos imaginamos hasta perdernos en la inexistencia?
8. Más te vale que seas real, me costó mucho imaginarte.
9. Me invento partes de ti que ni siquiera sabes que tienes.
10. Estoy segura de que si dejo descansar mi cabeza en tu
pecho, podría escuchar el mar.
11. Eres mar adentro en la luna de mi espejo. Tu beso de agua
me hace aguas.
TUITS

12. Se llama naufragio si llego hasta tus orillas, si me dejo


llevar por la embestida de tus olas.
13. La muralla te contiene,
te aprisiona el espejo,
se deslizan mis dedos,
te difuminas entero.
14. No cabes en mi memoria, por eso te reinvento.
15. No te espero, sólo destejo cada día nuestra historia.
16. Último acto: un brusco movimiento, una grieta en tus mu-
48 rallas. No se cierra el telón: se rompe el espejo donde estás.
POESÍA

Alejandro Zambra

El alambrado

En todo caso el árbol continúa


Su absurdo crecimiento en los alambres
Incluso si su forma se detiene
Un árbol es un golpe de raíces
Que rompen la costuras del bolsillo
Incluso si sus ramas se detienen
Y hacen la figura sospechosa
Del tiempo acomodado en su maceta
El árbol continúa en los alambres
Creciendo como un árbol crecería. 49
RESEÑA

Herson Barona

Como un árbol crecería

1. Raíces
Alejandro Zambra (Santiago, 1975). Co-
laboraba en diversos periódicos como El
Mercurio, La Tercera, The Clinic y Las
últimas noticias, donde mantuvo la colum-
na de crítica literaria Hoja por hoja. Fue
conocido como poeta (Bahía inútil, 1998 y
Mudanza, 2003) hasta 2006, cuando saltó a la narrativa con
su primera novela, Bonsái (Anagrama).
50
2. Maceta
De un puñado de semillas que originalmente eran poemas,
Bonsái creció para sublimarse en algo que parece una novela,
un cuento largo, una nouvelle. A Zambra no le interesaba
ceñirse a un género; para él, su libro es ante todo —y acaso
solamente— el resumen de sí mismo: “una historia liviana
que se pone pesada”.

3. El árbol vivo
Julio conoce a Emilia. Mantienen una relación amorosa
RESEÑA

basada en los libros: en ellos encuentran el erotismo, el ro-


mance y la satisfacción de sentirse personajes literarios. “Al
final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura”,
leemos en el primer párrafo. El resto es Bonsái, una pieza
narrativa miniaturizada, un libro en el que más que contarse
una historia, se sugiere.
Esta obra puede leerse como el viaje iniciático de dos es-
tudiantes de literatura. Una novela sobre dos jóvenes tristes
que se refugian en una habitación a leer novelas, fumar
marihuana, coger (porque no se sienten tan chilenos para cu- 51
liar y no tienen edad para hacer el amor), prodigarse alguna
mentira de vez en cuando y a esperar que lo suyo durara por
lo menos el tiempo necesario para terminar los siete tomos
de En busca del tiempo perdido. Pero no, el amor —si era
amor— se les termina antes.
En este sentido, Zambra escribe en realidad una historia,
no de iniciación, que ya hay bastantes, sino de despedida,
de elaboración de un duelo, una suerte de homenaje. Ju-
lio, muchos años después, sin saber qué hacer de su vida y
sin haber olvidado nunca a Emilia, termina escribiendo una
RESEÑA

novela que se titula Bonsái y al mismo tiempo decide hacer


un bonsái; compra manuales y revistas, consigue las herra-
mientas y lo hace. “Escribir es como cuidar un bonsái, piensa
Julio”.
Bonsái es, entonces, la historia de un hombre que busca
darle forma a una historia que no pudo tener un final, de
alambrar el lenguaje para hacerlo decir, por una vez, algo
claro, de la misma manera en que se alambra un árbol para
darle su forma breve de bonsái: una novela podada (Zambra
52 ha declarado que el texto no llegaba a las cuarenta páginas y
que, de ser una novela, es “una novela que desconfía de las
novelas”).
Un bonsái es una réplica artística de un árbol en miniatura,
dice uno de los manuales que lee Julio. Bonsái es una réplica
artística de una historia en miniatura.

4. Crecimiento
Escribir es aprender a elegir qué no escribir. Escribir es
contar la historia del árbol narrando solamente los huecos
del follaje por donde se filtra la luz. Alejandro Zambra sabe
RESEÑA

que las historias ocurren después y que también son sólo un


pretexto. Que la majestuosidad de un árbol grande puede
contenerse en la brevedad de un bonsái, sólo es necesario
hacer un acercamiento. Que las historias, así como los árbo-
les, también continúan en el cielo y en lo subterráneo.

53
TUITS

Marco Colín @MarcoColin

La medida de mis posibilidades

1. La noche es un silencio largo y artificial, como si esto fuera


un foro gigantesco y cinematográfico. Pero no, es un bosque
de verdad.
2. Y en el bosque hay escondido un vecindario y encajado en
él hay una casa. Y en esa casa hay un hombre que escribe en
silencio.
3. El hombre que esto escribe —o el de la historia, porque es
imposible diferenciar entre uno y otro— cuenta la historia de
otro hombre.
54 4. “Esto es un pinche origami del infierno”, dice una mesera
en un café de chinos muy lejos del vecindario. La mesera se
llama Estrella.
5. Un hombre en la mesa contigua a la que atiende Estrella
dibuja una calaca en una servilleta. “Yo quisiera que ya fuera
martes”, piensa.
6. El hombre en la casa que escribe esta historia no entiende
la historia del café de chinos ni conoce a Estrella. No entiende
nada.
7. “Debo seguir escribiendo”, piensa mientras observa un
incendio lejano en la montaña. “Algo se quema y no soy yo,
TUITS

vamos de gane”.
8. Son las once de la noche y el fraccionamiento en el bosque
se hace profundamente oscuro: el silencio es su cueva. “Algo
anda mal”.
9. La mesera del café de chinos le dice al policía: “No me lla-
mo Estrella”. El policía toma una hormiga del tazón de azúcar
y la come.
10. El policía mira detenidamente al hombre que escribe y le
pide una historia. El hombre se esconde y el policía amenaza
a Estrella. 55
11. Estrella y el policía salen del café y abordan un Valiant
color caca. Huele a nuevo. La mesera se excita. El policía es
idéntico a ti.
12. Cruzan la ciudad inundada por un aguacero que no para.
Han entrado empapados al coche y ella percibe el olor agrio
de él. Se acercan.
13. “Esta película no es para niños”, dice la vecina mientras
lee con desgano la caja de un cereal del que sus hijos comen
a puños.
TUITS

14. “Y esto no es cereal, esto es la muerte”. La madre toma


una cuchara y le saca los ojos a sus hijos cuidadosamente con
ella.
15. Los hijos se someten a la ceremonia en silencio y sin
dolor. “No podremos ver caricaturas nunca más”, piensan.
Estrella toca la puerta.
16. El policía la espera afuera mientras ella sube. La madre y
la mesera pelean. Un vecino prepara la pequeña alberca in-
flable y el lodo.
56 17. El hombre que escribe escucha una manguera en el jardín
del vecino. Escucha gemidos de mujeres y golpes. Piensa que
es Wimbledon. La TV.
18. El hombre deja de escribir y sale al jardín trasero de su
casa y entra al del vecino. A través de la ventana mira a un
niño sin ojos.
19. El policía, en la calle, escucha al hombre en el jardín y
decide investigar. Uno de los niños ciegos canta una canción
de José José.
20. Arriba, la lucha sube de intensidad y las mujeres se han
despojado de su ropa. Pero no hay problema porque los niños
TUITS

son ciegos.
21. El policía mira la espalda del hombre, indefenso y miran-
do una ventana amarilla en un segundo piso. La noche es azul
y fría y hermosa.
22. “Esto es una locura”, piensa el hombre que escribía
probablemente esta historia. “No sé dónde termina”, dice. Y
decide salir a caminar.
23. En el jardín de su casa, el hombre mira a un policía que
está acercándose a otro hombre que mira pelear a unas mu-
jeres desnudas. 57
24. “Habrá muertes y heridos si no intervengo”, piensa el
hombre que escribía mientras recita un poema que calma a
las mujeres.
25. El policía intenta evitar al hombre que escribe pero el otro
hombre lo detiene con un acto de mímica prehistórico. Los
niños bailan.
26. Las mujeres se visten y bajan. Los niños recogen sus ojos
y los insertan en sus cuencas. Los perros ladran. El policía
llora. Amanece.
27. Las mujeres ponen la mesa en el jardín. En una sencilla
TUITS

ceremonia se casan, una con el policía, la otra con el hombre.


Hay baile.
28. Las mujeres ayudan a los niños a hacer la tarea. El policía
y el hombre hablan del futbol. El hombre que escribe observa
el cielo.
29. Estrella y la madre hablan de novelas. Los niños juegan.
El policía y el hombre beben cerveza light. El escritor decide
volver a casa.
30. El hombre se vuelve a sentar frente a su computadora y
58 piensa: “Tengo que escribir una historia”.
POESÍA

Pavel Andrade

La mujer del muelle

Tomar por la cintura a una mujer


a la orilla de un muelle
cubrirle el pecho con un brazo
adorar la caída del sol
sobre su insistencia de niña
amarle la piel desnuda
el húmedo correr de la sal bajo su cuerpo
la tibieza de la espalda contra el viento
amarle los pies descalzos
y las piedras que los sostienen 59
el libre albedrío de los cabellos
amarle la respiración que crece
los hombros que simulan horizonte
de mar y luz
amarle por el resto de la tarde
de pie por un segundo
sostener su mano de peregrino
amarle ciegamente, indistintamente
la seca longitud del cuello
erigida en suave curvatura
POESÍA

amarle más allá de la frente


luminosa de sudor y de agua
la boca del vientre cálido
los hijos que no vendrán
los que no volverán a nacer
amarle el temblor de las piernas
la dureza de las rodillas
las pupilas frágiles como la espuma
amarle las líneas del rostro
60 la unión, la coyuntura de los labios
roja, empapada de grana
amarle por un instante
infinitamente
y después partir
un poco más allá
a aquel lugar donde la gente
se sienta a alimentar a las gaviotas.
POESÍA

Nínive

En la cima de Nínive hay ruinas


olvidadas por su belleza
un paso entre oriente y occidente
donde nacen calles y bibliotecas
un río desteñido de sangre
un muro vivo
no del arrepentimiento
ni de los clicios
Nínive tallada en piedra
de jardines de agua 61
que bañan hombres y mujeres
ciudad de Ishtar y Senaquerib
de palacios, acueductos y murallas
levantados por manos de barro
con nombre y rostro
ciudad de niños heridos
por un capricho de dios
Nínive se levanta en un cúmulo de nubes
que no ha sido tocado por el fuego
es naciente y es eterna
POESÍA

sus ruinas son las ruinas de su tiempo


sus palabras las palabras de sus muertos
Nínive vuelve a nacer
sin arrepentimiento y limpia de pecado
vestida de hierro y bronce
el nombre libre de polvo
las manos blancas de tierra
Nínive, cuando vengan con largos dedos
hablando de tu idolatría
62 sabré besar tus cicatrices
sabré mirar tu suelo fértil
hasta que otra vez a ti llegue la guerra
entonces la guerra haré contigo
mi mano firme a un costado de la tuya
así desaparecerás un día
por mano del tiempo y su destino irremediable
no por las palabras de un loco
no por las entrañas de un pez
ese día vas a renunciar al nombre
y a esta historia hecha de ruinas
POESÍA

dirás, Este es mi verdadero nombre


este es mi cuerpo
este mi brazo izquierdo
soy aún porque seguí siendo
entonces cruzaremos las murallas
de este mundo.

63
CRÓNICA

Diego Olavarría

Región X, Los Lagos

¿Qué tanto es posible ver a través de un cristal empañado?


Afuera, la lluvia no cesa de estrellarse contra el asfalto, con-
tra el pasto y el agua de los lagos. Afuera, la lluvia diluye la
claridad, la convierte en una semioscuridad confusa. ¿Dónde
estoy? La pregunta no podría ser más honesta que ahora que
me enfrento a un mundo irreconocible. Con el calor de mi
mano he dibujado un círculo en una ventana para borrar la
ceguera e intentar ver más allá de la cortina de lluvia, pero el
paisaje siempre pasa como borrones.
64 Apenas ayer había sol. Apenas ayer el cielo azul y claro per-
mitía mirar las montañas, la nieve acumulada por milenios
en los volcanes. Apenas ayer nos sentamos en un bosque
silencioso a mirar las reverberaciones del agua en un lago.
Pero hoy es como si me hubiera mudado de planeta. ¿Qué
me rodea? No sé. El autobús de Puerto Varas a Puerto Montt
avanza en un mundo gris. En Puerto Montt habremos de
despedirnos. Aún no asimilo lo que ocurre: estás en el asiento
junto al mío, jugamos con nuestras manos ateridas, las ar-
ticulaciones dolidas y la piel mojada. Y mañana ya no.
Apenas anoche: bajo las sábanas de una cama encontrada
CRÓNICA

de último minuto, con un vino comprado en el último minuto


(entré de contrabando al supermercado, por la puerta de
salida, pero es que ese vino lo tenía que comprar), masti-
camos aceitunas y queso de cabra. Apenas anoche, sabor a
vides en el paladar, el olor de una recámara en el sur de Chile,
un refugio en el que podríamos evitar la lluvia, el frío, la soledad
que empezó a gestarse desde el segundo en que nacimos.
Apenas anoche: me quitaste la ropa y te quité la tuya. Con
ternura, me sujetaste, acercando tu piel a la mía. Como lo
hemos hecho todo este tiempo, hasta hoy, cuando todo cam- 65
biará. Apenas anoche me sentí ligeramente acostumbrado a
tu cuerpo, a pesar de todo lo que vendría. A pesar de que tu
cuerpo estaría a punto de convertirse en una sensación del
pasado.
¿Qué tanto ocurre allá afuera? La lluvia inmoviliza el paisaje.
Las montañas se aburren, las tormentas están en guerra con
la visibilidad, ganan las primeras. Del bosque patagónico que
alguna vez llenó los campos, queda apenas madera aniqui-
lada que decora fachadas que la lluvia flagela. Un recuerdo
que llora el momento en que lo convirtieron en casas y bar-
CRÓNICA

cos. Unos lagos, unos kilómetros de tierra triste, un poco de


quietud chilena bajo la melancólica lluvia de Chile.
Apenas anoche: cubiertos por las sábanas, por un techo
y paredes que alejan la niebla húmeda y nocturna, la carne
como un refugio contra el destino. Nuestros movimientos son
cadenciosos y rítmicos, como los de un navío a la zozobra.
Las costillas son como puñales que amenazan con atravesar-
nos, con acuchillarnos. Mordemos nuestros labios en busca
de respuestas, de un entendimiento. Y de pronto, entre sus-
66 piros, lentamente, como si una marea dentro se retrajese y
luego golpeara, se acaba. Tú sollozas, recibes mi semilla en
tu vientre estéril por obra de los químicos. Un vientre, que al
igual que esta recámara, es sólo para nuestro placer.
¿Qué me esperará cuando lleguemos a Puerto Montt? Un
último beso y un adiós incierto. Despedirme de ti en una ter-
minal de autobuses, allí junto al mar donde Chile se termina y
se despedaza en solitarios trozos de tierra y hielo. Unos minu-
tos después, subirme a un autobús incómodo y atravesar los
baldíos de un país en busca de un avión que me regrese a otro
sitio, mientras tú sigues por las carreteras, por las regiones
CRÓNICA

que podrán tener nombre y número pero que ambos sabemos


que no son ninguna parte.
Apenas hace unas horas: dormimos entrelazados, nuestras
manos acomodadas en las partes más tibias de nuestros
cuerpos. Jugamos otro poco, pero te sientes desgastada. Te
acomodas de rodillas sobre la cama, el tórax erguido. Con el
dedo recorro el camino entre tus pechos y tu pubis como si
fuera una carretera recta y no hubiera marcha atrás.
No olvidaré este instante, te digo, registrándote: la suavi-
dad de tu vientre, las líneas que tus pechos marcan, los vellos 67
de tu pubis como la punta de una flecha.
Me concentro y tatúo esta última imagen tuya en mi mente.
Ya en la estación, colocamos las mochilas sobre el suelo.
Las personas se desparraman por todas partes. Estamos en
la época de vacaciones, el verano en todo su esplendor. Pero
eso resulta difícil de creer si miramos por la ventana: el color
del cielo es una variante del cemento. Entonces descubro que
me miras a los ojos. Y me doy cuenta que duele. Que tus ojos
son la única parte de tu cuerpo que me resulta insoportable
mirar.
CRÓNICA

Así que busco algo más. Entre baldosas sucias y heladas,


me concentro en otra cosa que no sea la luz: en la risa de un
niño que atraviesa pasillos, en los murmullos pesados de los
pasajeros, en el olor de la lluvia mezclada con zapatos sucios.
Allá atrás de la ventana, pienso con ojos cerrados, el mundo
no ha cambiado, ni cambiará. Y aunque se supone que hay
unos lagos y hay vida, deben ser grises también. Como la
muerte.
No me amas, ¿o sí?, preguntas.
68 Mañana sabremos qué sentimos. Mañana sabremos qué
buscamos. Mañana, cuando ambos estemos lejos el uno del
otro, sabremos de qué se trató. Y sabremos qué sigue, te digo,
sin responder tu pregunta.
Pero en el fondo sé que esto es el final.
¿Qué tanto es posible ver a través de un cristal empañado?
Al lado de la carretera, y por el círculo que dibujé en la ven-
tana, por ese ojo de cristal, veo cómo pasamos velozmente
junto a un letrero con un mapa dibujado. En la parte superior
dice: Región X, Los Lagos. ¿Eso responde a alguna interro-
gante? No, a ninguna.
CRÓNICA

Un último beso y unos pasos que se alejan. Me siento en


el suelo a esperar. Sollozos sin lágrimas y la distancia que
comienza a fraguarse: un pulso que se expande circular y
concéntrico. Como la sangre que los latidos bombean, como
las ondas que recorren la superficie de un lago hasta trasto-
carla toda.
No te amo, pero eres lo más parecido al amor que tengo,
respondo en mi cabeza. Lo pienso. No te lo digo. Sólo lo pienso.

69
TUITS

José Luis Martínez @JoseJardinero

Espera

1. Un trago. Suspiro. Ojos cerrados y cabeza hacia atrás.


Silencio. Otro trago. Espera. Se abre la ventana.
2. Después de muchos tiempos caen las primeras gotas.
Apenas aprendía a vivir sin ser fértil.
3. La última persona que pasó por aquí quedo enterrada.
Encima le puse recuerdos inventados y arena.
4. Si no fuera por el viento y el crujir de los insectos, esta
canción eterna no se habría inventado.
5. Maldito horizonte, está por todos lados.
70 6. ¿Qué pasaría si la luz se apaga? La de tu mano. La de tu
dedo. La de tu uña. La de la mugre bajo ella.
7. Antes tenía pies, pero los enterré. Y al verlos cubiertos de
arena decidí regalárselos al desierto. Los necesita más que yo.
8. Estúpido tiempo, se disfraza de arena y cree que nadie lo
ve.
9. Volví a echar la cabeza hacia atrás, lo más lejos que pude.
10. Traté de recordar cuando era niño, pero hace tanto que ya
no es hoy por la mañana.
11. Además, pensar sin cabeza no me ayudará a encontrarla.
12. Me quité una mano. La que no dejé entre tus piernas. La
TUITS

aventé lejos para que fuera a buscar cosas, espero que no re-
grese con mi otra mano.
13. Cómo saber si tú te vuelves desierto o el desierto se vuelve
tú.
14. Quiero ver tu ombligo. Quizá así recuerde dónde dejé la
cabeza.
15. Traté de imaginar mi muerte, pero dicen que los desiertos
no mueren.
16. Maldito viento, cree que un puñado de arena y palabras
secas va a derrumbar lo poco que soy. 71
17. Querida cabeza: Donde quiera que estés te pido que le
digas a mis manos que se agarren fuerte, donde quiera que
estén.
18. Después de que mis brazos se desprendan del cuerpo,
pienso donarlos a alguien que esté más solo que yo.
19. Ser desierto es algo que no acabaría de explicarte ni con
toda la arena del mundo.
20. Increíble, soy un pedazo de pecho abandonado en la are-
na que sigue esperando que llegues.
21. Ahora que soy de arena me dedicaré a contar historias
TUITS

sobre tiempo.
22. Se cierra la ventana. Llega. Beso. Se abren los ojos. Silen-
cio. ¿Un trago?

72
CUENTO

Graciela Romero

Cuerpo con cuerpo

Cuánto tu nombre. De alguna forma no más sueños y en


cambio escalofríos y el perturbador sonido hueco de un solo
corazón. Sobre la cama el cuerpo, y en el cuerpo, agazapado
entre las piernas, el sexo que se piensa olvidado pero se des-
cubre siempre latente. Sobre la mente el rostro deforme, té-
trica caricatura de la fealdad con hermosos labios de color in-
cierto. Otra vez escalofrío pero tu nombre. Al sexo lo penetran
deseos, y de pronto, sobre el cuerpo: un cuerpo. Ahora sudor
entre los pliegues que forma la carne de los enormes senos.
Ojos abiertos nada contemplan en el dibujo de las sombras. 73
Jadeos. Cuánto tu nombre. El cuerpo en incontrolable
necesidad de sentir un cuerpo dentro.
Antes que los labios de trazo perfecto dibujen sonrisa que
deforme el grotesco ceño, sobre la cama el cuerpo, sobre la
cama sangre y un objeto afilado.
Hay pasos. Hay un cuerpo que se aleja sin actitud culpable.
Al menos ya no escalofríos, ya no deseo, ya no tu nombre: un
cuerpo. Extraño dolor que se disipa al goteo de los segundos
y, al fin, silencio.
Ya ni siquiera silencio.

Colaboradores
Pavel Andrade Ashauri López tualmente radica en Saltillo,
México, DF, 1985. Hizo la li- México, DF, 1988. Coahuila, donde se dedica a la
cenciatura en Estudios Lati- Narrador postapocalíptico, Publicidad y la Imagen Corpo-
noamericanos en la UNAM. Ha twittero frenético y poeta rativa. Como personaje, José
impartido clases de Historia de imprevisto. Su vida y obra Jardinero nace de una con-
América Latina en el siglo XX. transcurre en la urbe, entre fusión y es, entre otras cosas,
Escribe poesía y cuento. Se le las tocadas clandestinas y los silbador profesional y perdedor
puede leer en: deleitables horrores de la vida de objetos valiosos.
memoriadesimpleshechos. cotidiana. Su primera nove- Se le puede leer en:
blogspot.com la, Hiroshima, una suerte de josejardinero.blogspot.com
Herson Barona telenovela-manga sobre los Yaxkin Melchy
México, DF, 1986. Estudió últimos días de la Ciudad de México, DF, 1985. Escribe un
simultáneamente Lengua y México, está pronta a salir del libro que se llama El Nuevo
Literaturas Hispánicas y Es- laboratorio para hacer florecer Mundo, del cual ha publicado
tudios Latinoamericanos, am- un jardín de estallidos en la dos partes: El Nuevo Mundo I
bas en la UNAM. Ha obtenido mente de sus lectores. (2008), El Sol verde (2010) y
premios de cuento, ensayo y Frank Lozano un libro satélite en órbita: Los
poesía. Textos suyos han sido Jalisco, México, 1974. poemas que vi por un telescopio.
publicados en revistas como El Filósofo, atlista, gestor cultural Ha publicado en fanzines, re-
Tímpano, Periódico de Poesía, involuntario y colaborador de vistas y libros cartoneros algu-
Literal Magazine, La palabra Milenio Jalisco. Ha hecho de nos compendios como: Nada
y el hombre, entre otras. las letras su estilo de muerte. en contra, Las pequeñas
Belisa Bartra Vive en sus ratos libres y tam- galaxias y ADN Digital. Ha
Nació en Inglaterra y vive en bién deja vivir. Escribe en participado como editor nó-
Barcelona. Desde siempre frank-lozano.blogspot.com mada de la revista Trifulca y
imagina historias, se inventa el Guso Macedo Pérez fue coordinador del portal de
mundo a cada paso y, cuando Chihuahua, México, 1978. poetas, libros y movimientos
aprendió a hacerlo, también Psicólogo social dedicado a emergentes: Red de los poetas
comenzó a reescribirlo. En la museología. Muy lector, salvajes.
la actualidad cuenta con un poquito escritor. Obstinado Juan Luis Mora
proyecto de microliteratura y usuario de las redes sociales Madrid, España, 1973. Se ini-
escribe en su blog personal: y devoto de la música de van- cia en la escritura a edad tem-
www.soylasalamandra.com guardia y las bicicletas. Publica prana, dedicando la mayor
Marco Colín sus apuntes en: parte de su obra a la poesía.
Monterrey, México, 1967. gusopuntocom.blogspot.com En la última etapa participa
Publicista. Escribe, lee, dibuja, José Luis Martínez activamente en redes sociales
hace palíndromos, persigue la Monclova, México, 1978. orientando dicha participación
felicidad y aprende a ver todos Diseñador Industrial y MA en hacia la microliteratura, pre-
los días. Diseño y Comunicación. Ac- para un libro de relatos cortos
y ultima la grabación de un dis- ca, cuento y ensayo. Sus tex- y la novela Balas en los Ojos
co con canciones propias. tos han aparecido en diversos (Ediciones B, 2011).
Tiene dos libros de poemas au- medios impresos de México y Graciela Romero
topublicados, La luz sin som- España (La Tempestad, Punto Guadalajara, México, 1982.
bras (2004) y La muerte en de Partida), así como digitales Estudió Letras Hispánicas en
vida, la mosca en el espejo y (Distintas Latitudes, BME- la Universidad de Guadala-
otros silencios (2010). zine). Actualmente, además de jara y ha publicado cuento en
Fabio Morábito escribir, trabaja como intér- el Periódico Público (Milenio
Alejandría, Egipto, 1955. Poe- prete y traductor. en Guadalajara) y la revista El
ta, narrador, ensayista y tra- Brianda Pineda perro, y artículos en Palabras
ductor. De padres italianos, fue Xalapa, México, 1991. Xalapa Malditas y Blink. El resto de lo
llevado a Milán desde niño y todavía conserva las ruinas que escribe es todo en internet,
más tarde a la Ciudad de Méxi- de su infancia en sus parques. antes en blog y ahora Twitter.
co, donde escribió los poe- Estudia Lengua y literatura Alejandro Zambra
marios Lotes baldíos (Premio hispánicas en la facultad de Santiago, Chile, 1975. Poeta,
Carlos Pellicer 1995), De lunes letras de la Universidad Vera- crítico y narrador elegido en
todo el año (Premio Aguas- cruzana. 2010 por la revista británica
calientes de Poesía, 1991) y Martín Quintana Granta entre los 22 mejores
Alguien de lava. En 1997 ob- Chaco, Argentina, 1985.Ahora escritores de lengua española
tuvo el Premio Internacional vive en Corrientes. Es profe- menores de 35 años. Entre su
White Raven por su novela sor de literatura en la escuela obra como poeta están Bahía
Cuando las panteras no eran pública. Le gustan las ventanas Inútil (1998) y Mudanza
negras. En prosa, también es- que tienen paisajes y las manos (2003). En 2006 salió a la luz
cribió Caja de herramientas, que se levantan para decir que su primera novela, Bonsái,
La lenta furia, La vida orde- no. Se le puede leer en editada por Anagrama y tra-
nada y Grieta de fatiga (Pre- http://fragmentario.com.ar ducida al inglés para Melville
mio de Narrativa Antonin Ar- Eva Rivera House. En 2007, publica la
taud, 2006). En 2009, publicó México, DF, 1991. novela La vida privada de los
su segunda novela, Emilio, los Estudiante de Psicología, mamá, árboles y en 2011, Formas de
chistes y la muerte y en 2011, el papá, pseudoescritora lectora, volver a casa, ambas también
poemario Delante de un prado y sobreviviente de un tornado en Anagrama.
una vaca. llamado vida. Ella es tragedias,
Diego Olavarría no mujer. Se le puede leer en:
México, DF, 1984. Nació en oleosobrehojuelasdemaiz.
México, pero pasó casi toda blogspot.com
su infancia viviendo en países Gabriel Rodríguez
centroamericanos y en Estados Tepito, México, 1980. Ha es-
Unidos. crito el libro de cuentos El De-
Ha ganado concursos de cróni- monio Perfecto (BUAP, 2008)

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