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I. INTRODUCCIÓN DOCTRINAL
Cristo Servidor
Jesús, el Hijo de Dios, quien por su encarnación puso “su morada entre nosotros”
(Jn 1, 14) y no retuvo ávidamente su condición divina “sino que se despojó de sí
mismo, tomando condición de siervo” (Flp 2, 6-7), asume los dolores humanos (Is
50, 4-9) y acepta la voluntad del Padre entregándose por amor hasta la muerte, a
fin de redimir a los pecadores (cf. Mc 14, 36; Jn 15, 13). Su vida entera es una
donación total como el que ha venido no a ser servido sino a servir (Mt 20, 28).
Gracias a ello el Padre lo exalta en la resurrección (Hch 2, 32-36; Flp 2, 9-11) y la
humanidad puede entrar en su Reino que se caracteriza por ser comunión con
Dios y con los hombres en paz y en justicia y que tiene como una de sus
manifestaciones el que los hombres son curados de sus dolencias (Lc 7, 18-23).
Este espíritu de servicio ha de ser también la característica principal de sus
seguidores: a ellos les ordena hacer lo mismo que El hace: servir a los demás (Jn
13, 1-6) y amarse unos a otros como El los ama (Jn 13, 34), sin limitaciones ni
excepciones.
La Iglesia servidora
La Iglesia como comunidad de los seguidores de Jesús “sólo desea una cosa:
continuar bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo
para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no
para ser servido”1. Colocada al servicio del hombre, tiene la misión de salvarlo
“todo entero cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad” 2 en sus
dimensiones personal y social. Por eso se identifica con los gozos y las
esperanzas, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren 3, y reconoce en sus
rostros los rasgos sufrientes de Cristo que cuestiona e interpela 4.
Consciente de que su misión es esencialmente de carácter religioso (no político,
económico o social) y de esta misma misión 5 está atenta a interpretar los signos
de los tiempos a la luz del Evangelio y del Magisterio 6 y aporta a la humanidad un
conjunto de orientaciones doctrinales, normas de juicio, criterios de acción y obras
1
G.S., 3
2
Id. Ibid.
3
G.S., 1
4
Puebla, 31-39
5
G.S., 42.
6
Puebla, 472 y 473
1
de amor que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana 7.
Por ello, junto con la dimensión profética y litúrgica, la Iglesia se ocupa del orden
social como de una dimensión esencial e integral de la obra evangelizadora, y
considera las tres áreas, de la Palabra, la Celebración y la Vida como aspectos
necesarios e inseparables de su misión única (Mt 28, 18-20). 8
La dimensión social de la misión de la Iglesia se hace especialmente concreta y
visible en la diócesis y en la parroquia, con lo cual contribuye, sin duda, a crear en
la sociedad actual un orden más humano, inspirado en la ley divina.9
La pastoral social de la Iglesia se realiza a través de una presencia efectiva, que
comprende la actitud de servicio y el conjunto estructurado de actividades cuyo fin
es que la Iglesia se haga operante en la sociedad, en las personas e instituciones
para orientar y promover el desarrollo integral del hombre, de acuerdo con los
principios del Evangelio.10
La parroquia debe asumir esta misión evangélica y de servicio con el dinamismo,
la firmeza y la esperanza que brinda la fe y contando con la riqueza de los talentos
humanos que hay en cada uno de sus miembros como verdaderos agentes de
comunión y participación11. Especialmente los laicos deben ser los primeros
servidores, no como “pasivos ejecutores” sino como “activos colaboradores” 12
El hombre servidor
Según la visión cristiana, el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,
26), no en solitario sino como hombre y mujer, es “por su interna naturaleza un ser
social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los
demás” 13. Esta sociabilidad no es solo una capacidad, sino también una tarea por
cuyo cumplimiento se alcanza la plenitud de la liberación y de la salvación, ya que
así se establecen las justas relaciones con el mundo, con los hermanos y con
Dios14. Solo en la medida en que el hombre se entrega sinceramente a los demás
encuentra su propia realización15; sólo en la medida en que por su trabajo
humaniza el mundo, por su generosidad contribuye a la fraternidad y por la ruptura
del egoísmo acepta el plan amoroso de Dios, el hombre se hace verdaderamente
libre.
7
O.A., 4; L.C.L., 72
8
G.S., 42; E.N., 29; J.E.C., 132-136; cf. Supra, nn. 166-167
9
E.N., 29
10
I.A.C., 43
11
Puebla, 658 ss.
12
Puebla, 473; L.C.L., 80
13
G.S., 12
14
Puebla, 322
15
G.S., 24.
2
La dignidad de los hombres se realiza en el amor fraterno “entendido con toda la
amplitud que le ha dado el Evangelio y que incluye el servicio mutuo, la aceptación
y promoción práctica de los otros, especialmente de los más necesitados” 16. El
hombre nuevo está llamado a servir a Cristo también en los demás con miras a la
construcción del Reino17.
La servicialidad se realiza tanto en los contactos interpersonales como en los
intergrupales y en general en las estructuras sociales, puesto que el servicio, para
que sea humanizador, requiere la regeneración de condiciones políticas,
económicas y culturales que lo expresen y lo potencien. 18
2. Criterios
Los criterios propios para la pastoral social surgen del objeto, orientaciones y fines
de la enseñanza social de la Iglesia19. Dichos criterios son, principalmente:
2.1 Primado de la caridad
La caridad como virtud teologal que une a los hombres con Dios y a las personas
entre sí, es la raíz de todas las formas de servicio cristiano: si no se ama a los
demás como hermanos difícilmente se les sirve (1 Jn 4, 20). Sólo este amor es
capaz de engendrar actitudes positivas duraderas y es garantía de auténtico
servicio, con un profundo respeto a la dignidad humana, puesto que él sólo
permite descubrir en cualquier hombre a un hijo de Dios y a un verdadero
hermano. La pastoral social es esencialmente pastoral de la caridad, como
muchos prefieren llamarla (Mt 22, 34-46; 1 Co 12, 31; 13, 1-13).
La caridad en todas sus formas es, por tanto, el criterio fundamental para orientar
y organizar la pastoral social, de modo que ésta será un modelo explícito del
primado del amor en la práctica de la justicia y de las obras de misericordia 20
2.2 Salvación y liberación integral del hombre
Puesto que el fin principal de la Iglesia es procurar por todos los medios de
salvación y liberación del hombre, la pastoral social debe pensarse y organizarse
con una clara dirección a la salvación, y, en concreto, dirigirse a la liberación
integral del hombre.21
Para ello se requiere impulsar y acompañar un proceso que debe fundamentarse
en la liberación de la servidumbre del pecado personal y social y de toda
16
Puebla, 324
17
L.G., 36
18
Puebla, 1232
19
Puebla, 472-479
20
Instrucción sobre la Libertad cristiana y liberación. (L.C.L), Congr. Para la Doctrina de la fe, marzo de 1986,
1971 y 1980.
21
E.N. 30-32; J.M. , pág. 145; J.E.C., 153-161; Puebla, 480-486; L.C. L. 63.
3
esclavitud, y dirigirse al crec imiento en el ser, por la comunión con Dios y con los
hombres, hasta llegar a la perfección de toda la existencia 22.
La liberación auténtica debe tener como base las tres grandes verdades acerca de
Jesucristo, de la Iglesia y del hombre 23, se va realizando en la historia y abarca
todas las dimensiones humanas: lo económico, lo cultural, lo político y lo
religioso24.
Este criterio supone conocer profundamente la persona 25, las diversas
comunidades26 y las variables condiciones culturales, religiosas, morales y
sociales del mundo contemporáneo 27; exige que se analicen aquellos elementos
que puedan generar situaciones de división, desigualdad y esclavitudes; que se
capte en la misma realidad el llamado de Dios a la conversión 28 y al testimonio
personal y comunitario29, y hace ver la necesidad de revisar continuamente los
organismos de la pastoral social para no apegarse a formas, estructuras y
esquemas anacrónicos u obsoletos de vida o de acción 30
2.3 Comunión y participación
La línea de comunión y participación, necesaria para toda la renovación pastoral,
ha de tener especial significación y aplicación en el campo de la pastoral social: la
parroquia toda debe ser una comunidad participativa, en la que se viva una
experiencia de solidaridad, fraternidad y justicia, que le permita convertirse en
signo e instrumento de una sociedad nueva y busque para ello cambiar las
actitudes, situaciones y estructuras que dividen a los hombres entre sí 31.
2.4 Opción preferencial por los pobres
El compromiso evangélico de la Iglesia debe ser como el de Cristo: un
compromiso preferencial con los más necesitados, ya que los pobres son los
primeros destinatarios de la palabra de Dios y su evangelización es clara señal y
prueba de la misión de Jesús (cf. Lc 7, 18-23).
22
P.P. 14, 15, 21; Puebla, 482, 485.
23
E.N., 25; Puebla, 484
24
Puebla, 483.
25
G.S., 12-22
26
G.S., 23-32
27
G.S., 4-11; cf. L.C.L., 72
28
Cf. Supra, n. 172, 178.
29
J.M., p.148.
30
J.M., pág. 149; J.E.C., 348-351
31
Puebla, 212-218; cf. Supra, n.73 y 121.
4
La opción preferencial por los pobres anuncia a Cristo Salvador quien en su
condición humana eligió un estado de pobreza y de desprendimiento para mostrar
que la verdadera riqueza consiste en la comunión de vida con Dios; afirma que la
dignidad del hombre no puede ser destruida o menguada por ninguna situación de
miseria, de rechazo o de impotencia a la que un ser humano se vea reducido, y
continúa la actitud de la Iglesia que desde sus orígenes no ha cesado de trabajar
por aliviar a los oprimidos. Por ello esta opción, que no es exclusiva, “no puede
expresarse en categorías sociológicas e ideológicas reductivas” que harían de ella
“una opción partidista y de naturaleza conflictiva” 32. La parroquia ayuda
decididamente a los más necesitados en sus esfuerzos por liberarse de todas las
carencias y esclavitudes para llevarlos a la comunión con el Padre y con los
hermanos mediante la vivencia de la pobreza evangélica. 33 Por ello el compromiso
con el pobre no se queda en la ayuda compasiva, sino que busca su promoción
que lo capacite para ser constructor de la nueva sociedad y ejercer su potencial
evangelizador34
2.5 Coherencia entre fe y vida
El ejercicio de la caridad y la práctica de la justicia son exigencias de la fe (St 2,
14-17; 4, 14) y una forma de realizar los compromisos inherentes a los
sacramentos.
Para ello la pastoral social, partiendo de una visión evangélica de la dignidad de la
persona como imagen de Dios y de los derechos que allí derivan 35, hace tomar
conciencia del valor y la necesidad de la justicia 36, y se manifiesta en signos de
comunión y en obras de misericordia exigidas por la situación de los más
necesitados37. En esta forma se realiza la coherencia entre la fe y la vida, que es
una de las necesidades más sentidas y urgidas en la Iglesia 38
2.6 Para la construcción de la paz en la justicia
De la predicación y de la vivencia del Evangelio brotan luces y energías capaces
de contribuir decisivamente en la construcción de una sociedad nueva, más justa,
humana y fraterna39; hacia ella tiende la pastoral social para construir “la
civilización del amor”40. Esta meta se designa en la Biblia como la “paz”, que es
fruto de la justicia, pero entendida ésta no solo en el sentido jurídico de respeto a
los derechos del otro (jus-tuitio), sino principalmente como fidelidad a la Alianza
32
Cf. L.C.L., 68 y 22; Puebla, 1141-1142. 1145
33
Puebla, 1153
34
Puebla, 1147
35
Puebla, 475; L.C.., 73
36
J.E.C., 196
37
J.E.C., 115; cf. L.C.L, 68; P.P., 12-46; Puebla, 476
38
Cf. G.S., 43, 39; C.E.C., Mensaje Pastoral, 1981.
39
J.M., pág 145-146; J.E.C., 106, 107, 108; L.C.L., 54
40
Puebla, mensaje a los pueblos de América Latina; L.C.., 81.
5
por la cual Dios ha llamado a los hombres a conformar una comunidad de amor
con El y con todos los demás.41
La vida personal y comunitaria, la experiencia viva de la fe que se proclama, se
celebra y se vive y del amor que se comunica, constituyen el núcleo de la
auténtica justicia y la forma primera de la pastoral social 42. A la parroquia
corresponde dar de todo ello un vivo y permanente testimonio.
El compromiso cristiano exige no solo el respeto a los derechos de la otra persona
(derechos humanos), sino también una fidelidad y entrega para buscar el bien de
la comunidad (ser fieles a la Alianza) y la disponibilidad para sacrificarnos por el
bien de los demás, a fin de que a nadie falten los medios necesarios para vivir en
consonancia con la dignidad humana. Solo en esta forma nos realizaremos como
Pueblo de Dios dentro del “orden” que es la base de la paz 43
La construcción de este orden supone:
La defensa de la vida44 y, al mismo tiempo, la promoción y defensa de la
dignidad humana45 como don insustituible y fuente de todos los demás
derechos46. La presentación y vivencia de los derechos y deberes humanos es
elemento base de la verdadera justicia.47
Asegurar la prioridad de la persona sobre las cosas; prioridad de la ética sobre
la técnica; y prioridad del espíritu sobre la materia48
Lograr que, a partir de la concepción cristiana y por medios eficaces, se haga
realidad el destino universal de todos los bienes creados por Dios y
producidos por el hombre49, puesto que, “sobre toda propiedad privada grava
una hipoteca social”50, más aún, la propiedad de los bienes de producción se
justifica solo como fruto del trabajo y en función del trabajo 51.
Lograr que los intereses y necesidades de la comunidad estén por encima de
los intereses individuales y que cada uno se considere como miembro vivo de
un mismo cuerpo (cf. 1 Co 12, 12-20) al cual debe aportar generosamente sus
capacidades y cualidades (carismas).
41
J.E.C., 76-78
42
Cf. G.S., 26
43
Medellín, pág 14; cf. G.S. 26
44
J.E.C., 143-152
45
Juan Pablo II, Puebla, Discurso Inaug. Parte III.
46
Puebla, 1223; cf. L.C.L., 73.
47
Puebla, 475; J.M., pág. 140-141; J.E.C., 16-32
48
G.S., 6. 9. 10; J.E.C., 164; cf. L.C.L, 75, 84, 87.
49
G.S., 69; J.E.C., 196; L.C.L. 87.
50
Juan Pablo II, Puebla, Discurso Inaug. III; Puebla, 1224; G.S., 71.
51
Cf. L.E. 12-14.
6
3. Tareas imprescindibles
Partiendo siempre de las líneas señaladas por los Obispos diocesanos y por la
Conferencia Episcopal, el párroco y los demás agentes de pastoral social deberán
trabajar de manera específica en los siguientes campos:
3.1 Conocimiento de la realidad social, que implica necesariamente el análisis
pastoral de la verdadera y concreta situación social 52
3.2 Conocimiento y difusión del pensamiento social de la Iglesia, es decir, del
conjunto de principios doctrinales, criterios y modos de acción que se vienen
llamando, con toda razón, “doctrina social de la Iglesia” 53
3.3 Formación socio-política en su sentido amplio que busca la renovación de
actitudes y criterios para la consecución del bien común en lo nacional y en lo
internacional, y define los fundamentos, fines y medios de las relaciones sociales
en una dimensión claramente ética y teológica 54.
3.4 Comunicación cristiana de bienes, no solo materiales sino también
espirituales que posean tanto las personas físicas como los grupos y las personas
jurídicas55
3.5 Organización de la pastoral social en la parroquia que incentive y coordine
la participación activa de todos, responsa a las necesidades de los más pobres y
genere un amplio proceso de comunión y participación, tanto en la comunidad
parroquial como en el conjunto social56.
52
Puebla, 1255-1256
53
Puebla, 472-475; L.C.L., 72
54
Puebla, 513, 521-531
55
Secretariado Nacional de Pastoral Social, Hacia una teología de la comunicación cristiana de Bienes,
Bogotá, 1982.
56
Puebla, 476-479; cf. Infra nn. 669-677
7
4.1 Formación de conciencia y difusión del pensamiento social de la Iglesia
La formación o educación en la justicia y para vivir la justicia constituyen el primer
contenido y acción de la pastoral social. Es la base para el proceso de la
búsqueda de la liberación integral57. Esto implica:
Una formación en la fe que haga comprender el sentido cristiano de la
justicia y suscite el compromiso por ella que conlleve a conocer activamente la
dignidad humana y el respeto de los derechos y deberes que le son ajenos 58,
el valor de la vida en comunidad y sus exigencias 59, el sentido y valor de
trabajo como construcción del mundo, realización de la persona y servicio a la
comunidad60 y la necesidad de la responsable participación política. Toda la
estructura y organización de la pastoral social debe ser una continua
formación para el compromiso por la justicia, un esfuerzo para realizar los
cambios necesarios, tanto en actitudes como en instituciones 61 y una generosa
y continua actitud de conversión personal y comunitaria 62 que se hace posible
porque el Espíritu Santo habita en nuestros corazones 63
Todo el proceso formativo ha de tener como guía necesaria y punto de
referencia continua la Doctrina social de la Iglesia, sobre todo el estudio de los
documentos del Concilio Vaticano II ( en especial la Constitución sobre la
Iglesia en el mundo moderno), los pronunciamientos pontificios, los
documentos del Episcopado Latinoamericano (Medellín y Puebla) y de la
Conferencia Episcopal Colombiana (en particular “La Iglesia ante el cambio”,
“Justicia y Exigencias Cristianas” e “Identidad cristiana en la acción por la
justicia”).
En esta doctrina social la Iglesia “ofrece un conjunto de principios de reflexión, de
criterios de juicio y de directrices de acción para que los cambios en profundidad
que exigen las situaciones de miseria y de injusticia sean llevados a cabo de una
manera tal, que sirva al verdadero bien de los hombres” 64
Es una enseñanza orientada esencialmente a la acción, que se basa en principios
siempre válidos y que comporta también juicios contingentes y apertura a nuevas
cuestiones porque se desarrolla en función de las circunstancias cambiantes de la
historia65
57
J.M. pág. 149-152; J.E.C., Parte III, 212-346; L.C.L., 81.
58
J.M. pág. 148-149; Puebla, 1254, 1293; G.S., Parte primera, cap.1; L.C.L., 73.
59
G.S., parte primera, cap. 2.
60
G.S., parte primera, cap. 3; L.E., cap. 1; L.C.L., 82-83
61
J.E.C., 349-353
62
J.E.C. 142.
63
Cf. L.C.L. 53 y 53.
64
L.C.L. 72; cf. O.A., 4; M.M., 235.
65
Cf. L.C.L., 72
8
Los principios fundamentales de esta Doctrina que es preciso resaltar son:
a. La dignidad de todo hombre como imagen de Dios, cuya prerrogativa
esencial es la libertad y que debe llevar a las personas a ser sujetos activos
y responsables de la vida social.
66
Id., 3
67
Cf. Supra, nn. 597-600.
68
Cf. L.E., cap. V y n.3; L.C.L, 82-83
69
Cf. L.C.L., 75
9
g. El valor y la relatividad de las estructuras económicas y socio-políticas.70
10
Cuaresma: Comunicación cristiana de bienes.
Marzo 19: Jornada del migrante.
Septiembre: Semana por la Paz, Jornada de los reclusos.
11
necesidad de presentar las diferencias entre católicos y no católicos, hágalo con
cuidado de no lastimar a los otros. Asuma con fortaleza la defensa de la dignidad
de aquellos que son considerados o tratados como inferiores o inútiles. Más aún,
esmérese la parroquia en manifestar, en sus instituciones y programas, en los
grupos, movimientos y pequeñas comunidades, que los pobres son destinatarios
privilegiados de sus solicitudes fraternales, asumiendo el riesgo que esto pueda
comportar.78
Es necesario también crear un ambiente propicio para hacer frente a la
desconfianza, el miedo y la inseguridad social, sobre todo en la parroquia urbana,
en donde el hombre experimenta “una nueva sociedad” o habita en suburbios “en
condiciones de vida inhumana”, afrontando al mismo tiempo el desafío de
“construir la ciudad”79.
La fraternidad suele ser el cambio normal para que los hombres se vinculen a un
grupo, mientras que la ausencia de fraternidad es causa de la disolución del
mismo, como parecen mostrarlo muchas deserciones católicas (especialmente las
fugas hacia otras confesiones religiosas), el abandono de las asambleas culturales
y aún la misma falta de participación de los fieles en el sostenimiento de las obras
de la pastoral.
78
Cf. Supra, n. 134-136
79
O.Z., 10-12
80
S.C., 5; L.G., 1, 48
12
participación en la vida social y política” (P.P., 30). Tal situación exige
transformaciones globales, audaces, urgentes y profundamente renovadoras” 81.
Merecen y piden atención particular aquellas personas que por alguna
circunstancia se encuentran en situaciones especial de marginación. Para ello es
preciso conocer bien las características de su marginalidad y diseñar con ellas un
programa de trabajo, en el que, a partir de su situación y de sus valores, se les
faciliten las posibilidades y recursos básicos para su propia promoción. El
programa de trabajo debe consultarse con personas de esos mismos grupos y
ejecutarse con su activa participación.
Promuévanse centros parroquiales para la capacitación y la formación humana
y cristiana de todos los fieles, pero especialmente de los más necesitados. Ya
capacitados podrán ayudarse a sí mismos evitando erogaciones, y entrarán con
mayores probabilidades de éxito al difícil campo del trabajo. A la capacitación ha
de ir siempre unida la formación que ilumine la realidad con los criterios del
Evangelio, desarrolle la personalidad, mejore la vida familiar y lleve a crear
comunidad cristiana por el compromiso en la promoción y liberación integral.
Por otra parte se necesita urgir a las instituciones gubernamentales para que
aseguren- especialmente en los sectores más pobres- los medios de educación
formal y capacitación técnica necesarios, lo mismo que las facilidades
administrativas y los recursos necesarios para los programas de promoción
económica y mejoramiento de las condiciones de vida.
En la medida en que estos programas de promoción directa motiven a las
personas para organizarse establemente, habrá una mayor estabilidad en el
mismo proceso, se irá pasando de actitudes individualistas y de competencia a
actitudes de colaboración y participación y todo el trabajo tendrá una mayor
protección social.
En aquellas zonas donde se dan situaciones especiales de conflicto por la
presencia de grupos de guerrilla, por la acción de los cultivadores y negociantes
de marihuana o coca o por la presencia de bandas armadas que aterrorizan y
explotan a la población, hay que ayudar a las personas para que no resulten
implicadas en el conflicto y defender los derechos de la población civil, que
generalmente es la que resulta más afectada en la confrontación. En estas
difíciles condiciones, todo el esfuerzo por la unión de las comunidades y el
mejoramiento de sus condiciones socio-económicas, serán pasos hacia la
consecución de una verdadera paz basada en la justicia. Es necesario tener en
cuenta que estos problemas exceden generalmente el nivel local y exigen, por lo
mismo, la activa solidaridad interparroquial e interdiocesana.
Cada comunidad parroquial deberá escoger y formular los estilos de promoción
humana que, de acuerdo con las respectivas situaciones sociales, sean más
81
CELAM, Medellín. Doc. Paz, n. 16.
13
necesarios y convenientes. Entre ellos pueden mencionarse la concientización, la
organización, la educación básica, la capacitación técnica o profesional y la
formación de líderes. La creatividad y la experiencia generarán formas cada vez
más eficaces y pertinentes.
b. Organización y asesoría de grupos
La formación de conciencia social cristiana y la promoción de las personas
resultan insuficientes e ineficaces si no se enmarcan en un proceso que incluye la
conformación y el funcionamiento de grupos que le den continuidad, permitan el
desarrollo de las capacidades de las personas e influyan en las circunstancias
para dinamizarlas o cambiarlas.
Urge, por tanto, asesorar las organizaciones y, si es necesario, promoverlas: solo
en la unión está la fuerza capaz de empujar los cambios profundos y urgentes
que Colombia necesita. Además, la participación de las personas en grupos
organizados facilita la motivación y formación continuadas y favorece el influjo
efectivo dentro de la comunidad eclesial y en la sociedad en general, para la
auténtica convivencia humana en la que se respeten efectivamente los derechos
humanos.82
Por eso la parroquia debe preocuparse por prestar asesoría a las comunidades
humanas, como forma de presencia personal e institucional que aporta algo
propio en la vivencia cristiana y en la orientación del cambio social. Esta asesoría
se da como servicio desinteresado y libre que respeta la autonomía de los grupos
y de las instituciones.83
Importa mucho que los asesores sean personas competentes y preparadas en
estos aspectos para que su acción sea un servicio eficaz que manifieste el amor
de la Iglesia.
En la comunidad parroquial pueden darse varios tipos de grupos para animar:
Movimientos apostólicos que actúan en el campo social; grupos no confesionales
de servicio social (Cruz Roja, voluntariados, clubes cívicos …); grupos surgidos
del mismo proceso de pastoral social que no son propiamente movimientos
apostólicos; grupos de carácter gremial autónomos de la Iglesia (sindicatos,
organizaciones campesinas, acción comunal …); grupos o agremiaciones de
carácter económico (cooperativas, empresas comunitarias, microempresas,
mercados campesinos…); grupos de carácter cultural, artístico o deportivo;
grupos políticos.
Para el trabajo con estos grupos es importante tener en cuenta algunos criterios
generales cuya aplicación depende de las características propias de cada uno:
82
Cf. Juan XXIII, Pacem in terris, primera parte
83
Secretariado Nacional de Pastoral Social, Curso de Pastoral Social por correspondencia., pág 249
14
Los grupos deben surgir de las necesidades reales de la comunidad y tratar de
responder a ellas, según el campo propio que les corresponde;
El grupo debe contar con el esfuerzo de la comunidad y reclamar justamente y
sin violencia los aportes del Estado y demás entidades responsables;
Todos los integrantes han de tener conciencia del derecho y el deber de
participar en la marcha de la sociedad;
Los grupos deben elaborar un plan orgánico de trabajo que les permita
coordinar sus esfuerzos y responder de manera efectiva y continuada a las
necesidades de la comunidad;
En los grupos el sacerdote tiene carácter de asesor o de acompañante que
respeta la autonomía de los laicos y favorece la consolidación y
autosuficiencia de los movimientos; para ello se requiere dar importancia
grande a los procesos de formación, tanto de los dirigentes como de las
bases, y a la efectiva participación de todos en las decisiones y en el trabajo;
La parroquia, por su parte, debe dedicar sus mejores esfuerzos a la formación
sistemática y continuada de líderes cristianos, agentes de pastoral y
servidores de la comunidad que sean fermento del Evangelio en las diversas
organizaciones;
Téngase en cuenta también lo que se realice en este Directorio sobre la
pastoral con los dirigentes y líderes de la comunidad. 84
Los grupos en particular pueden promoverse según los siguientes criterios:
En otra parte del Directorio se dan orientaciones sobre el trabajo con los
movimientos apostólicos y con los grupos de servicio de carácter
cristiano85; teniendo en cuenta esas orientaciones, para ellos vale lo que se
dice aquí según los diferentes tipos de trabajo que ejerzan en la parroquia.
Los grupos no confesionales de servicio social se caracterizan por su
buena voluntad y su sentido filantrópico que facilitan una amplia colaboración
con ellos; es preciso respetar su autonomía y conocer con claridad los puntos
de coincidencia y las diferencias de enfoque en otros aspectos. Para la
adecuada colaboración, han de señalarse con claridad desde el comienzo los
criterios de trabajo, las áreas de la acción conjunta, la forma de realizarla y el
papel corresponde a cada una de las partes. Como esta acción se desarrolla
generalmente en el campo asistencial, téngase en cuenta lo que más adelante
se dice sobre asistencia social86
Grupos surgidos del trabajo pastoral. La parroquia ha de buscar que del
trabajo pastoral surjan grupos en forma de movimientos apostólicos
especializados por sectores humanos, o como organizaciones de base con
inspiración cristiana, que aseguran la estabilidad del trabajo y una mayor
participación y autonomía laical.
84
Cf. Infra, n. 650; 789-796
85
Cf. Infra. N. 789-796
86
Cf. Infra., n. 653-659
15
A tales grupos la parroquia, como instancia eclesial, debe darles su apoyo e
integrarlos con su carácter laical, de modo que ellos mismos, con espíritu de
discernimiento, encuentren la forma de participar en la evangelización de la
realidad social en que actúan.87 Cada grupo debe ir precisando su propia
identidad y su tipo de trabajo, que les facilite la integración orgánica en el
conjunto, evitando paralelismos, competencias y conflictos. Se debe alentar la
coordinación con otros grupos semejantes en nivel regional y nacional, que les
permita consolidarse y madurar, tener una perspectiva más amplia y una mayor
eficiencia en su trabajo.
c. Presencia activa en la sociedad
La animación de la comunidad humana implica también la presencia de la Iglesia
en los ámbitos de la cultura, la economía, la política, para colaborar, “por el
anuncio de la Buena Nueva y a través de una radical conversión a la justicia y el
amor, a transformar desde dentro las estructuras de la sociedad pluralista” 88
Esta presencia se diferencia de las anteriores formas de animación por su carácter
enteramente dialogal y testimonial. Con ella los miembros de la comunidad
eclesial muestran “que la Iglesia, aún por su sola presencia, portadora de todos
sus dones, es fuente inagotable de las virtudes de que tan necesitado anda el
mundo de hoy”89. Por ello los agentes de pastoral social- que deben ser todos los
miembros de la comunidad parroquial, en razón de su bautismo- deben
capacitarse para participar en el diálogo con el mundo y con los hombres de
cualquier opinión.90. En comunión con el Obispo, la parroquia debe permitir y
fomentar el natural encuentro con los constructores del orden temporal para
“iluminarlos con la visión cristiana, estimularlos con gestos significativos y
acompañarlos con actuaciones eficaces”91
Esta presencia significa que la parroquia entre en relaciones con los organismos
de tipo social, cultural, político o económico que inciden el proceso vital y con
quienes, sin perder la identidad cristiana, se puede colaborar en la búsqueda del
bien común. Es conveniente y plausible, por tanto, realizar acciones conjuntas con
alcaldías, juntas de acción comunal, asociaciones, grupos económicos,
instituciones culturales, grupos políticos y otros organismos oficiales o privados. La
experiencia enseña que los logros son inmensos, ya que allí siempre hay
personas con muchos valores humanos y cristianos que intentan un trabajo muy
generoso de ayuda a los más necesitados y de construcción de condiciones más
humanas en la sociedad.
87
Puebla, 786-805
88
Puebla, 1206
89
G.S., 43
90
G.S, 43
91
Puebla, 1226; cf. O.A., 4
16
Estas relaciones han de estar dirigidas por los criterios presentados en Puebla
para América Latina92 y han de entablarse como un testimonio de servicio sincero
y desinteresado que no reclama para la Iglesia ningún privilegio 93, pero donde se
defienden con firmeza los derechos de la Iglesia y de las demás instituciones y
organismos intermedios.
4.3 La asistencia social y la comunicación cristiana de bienes
4.3.1 La asistencia social
La asistencia social debe ser entendida y vivida con el espíritu de la “comunicación
cristiana de bienes”. Esto pide que la comunidad parroquial conozca y profundice
tal espíritu94.
La “comunicación cristiana de bienes” consiste en compartir con los hermanos los
bienes espirituales y materiales (Hch 4,32), para vivir unidos, teniendo en cuenta
las necesidades de cada uno (Hch 2, 44-45); se funda en la comunión de los
santos: todos somos uno en Cristo Jesús (Ga 3, 28) y miembros los unos de los
otros (Rm 12, 5; 1 Co 10-17).
En este sentido la asistencia es una exigencia de la caridad (Hb 13, 1-3). Asistir es
reconocer en el otro al hermano en necesidad, a quien es preciso socorrer de
manera inmediata y eficaz, tanto en lo material como en lo espiritual (Lc 10, 29-
37).
Es preciso afirmar que las obras de misericordia siguen teniendo vigencia: existen
necesidades que requieren respuestas inaplazables; proceder de modo contrario
resulta injusto e inhumano. Por eso las obras de misericordia corporales y
espirituales deben ser expresión ordinaria y permanente de la vida de los
creyentes, en las diversas comunidades y variadas circunstancias de la existencia.
(Mt 25, 31-46; St 2, 14-17; 4-17).
La atención asistencial debe realizarse de manera que quien la reciba no se
sienta en situación de inferioridad, ni se sitúe en una actitud de dependencia
permanente. Por el contrario, la persona debe sentirse amada y valorada como tal
en su dignidad de hijo de Dios y motivada para asumir su propia promoción con la
asistencia y apoyo de la comunidad; esto supone un especial interés en la
atención espiritual y en el acompañamiento de estas personas que reciben
ayudas.
También es necesario estimular la acción de la misma comunidad afectada por los
problemas, para que afronte las situaciones de los más pobres y marginados, en
lo cual juegan papel importante los grupos organizados de la misma comunidad,
92
Cf. Puebla
93
Puebla, 1212
94
Cf. Secretariado Nacional de Pastoral Social, Hacia una teología de la comunicación cristiana de bienes,
982; cf. Id., Publicaciones anuales con ocasión de la campaña nacional
17
por la inserción e influjo que en ella tienen. Las instituciones y grupos de servicio
social hacen posible la respuesta efectiva a las necesidades con el aporte de los
recursos y elementos que cada uno tiene. La participación de la comunidad debe
propiciarse también en las actividades, los programas e instituciones de servicio
social que vayan naciendo.
La comunidad debe capacitarse para reclamar con altura de los organismos
oficiales y de las entidades privadas correspondientes la puesta en marcha de
programas e instituciones asistenciales que respondan a las necesidades de los
más pobres, particularmente en lo atinente a la salud, nutrición, atención a los
niños, promoción de los minusválidos … El primer responsable de brindar estas
soluciones es el Estado, sin embargo, en las actuales condiciones de
desprotección de muchos sectores marginados urbanos y campesinos, la Iglesia
tiene que ejercer un papel supletorio y la comunidad debe expresar en diferentes
formas su sentido de solidaridad.
En todos estos programas e instituciones – privados, oficiales o de la Iglesia- se
debe buscar que la comunidad participe activamente no solo en la ejecución sino
también en el proceso directivo; de este modo las eventuales actitudes
paternalistas o asistencialistas se transforman en proceso de promoción y
organización de la comunidad, a partir de sus mismas necesidades, y las obras
asistenciales son expresión comunitaria de solidaridad y fraternidad con los
hermanos necesitados.
18
El párroco y la comunidad parroquial deben mirar la campaña de comunicación
cristiana de bienes no sólo como colecta, sino como labor de concientización y
animación de la vida comunitaria por la que la parroquia estrecha la fraternidad y
colabora en el cambio hacia una sociedad más humana.
Esta campaña debe realizarse con verdadero entusiasmo en todas las parroquias,
de forma que sea también una preparación para la celebración pascual al
manifestar el sentido de solidaridad inherente a la penitencia cuaresmal.
Adminístrense con especial cuidado los fondos recolectados. Entréguese
oportunamente al señor Obispo la parte que corresponde a la diócesis y al Fondo
Nacional de Emergencia y destínese a ayudar a los más necesitados lo que se
asigne a la parroquia. Dese informe al Obispo y a la comunidad de lo recolectado,
de su asignación y de su distribución. La campaña debería continuar a lo largo del
año a través de obras, proyectos y campañas de solidaridad.
Cuando estos fondos resulten insuficientes para atender a los programas sociales
de la parroquia, solicítese la asesoría del Secretariado de Pastoral Social para
diseñar los proyectos de trabajo y gestionar por otras fuentes la consecución de
recursos complementarios.
El sentido de la comunicación cristiana de bienes debe estar muy presente
también en la administración de los bienes de la parroquia, que deben dedicarse al
sostenimiento de las obras de evangelización, la honesta sustentación de los
ministros del Evangelio y la asistencia a los pobres.
19
Esta integralidad dentro de la parroquia apunta también a la necesaria vinculación
con la vida cristiana que le viene de la diócesis. La pastoral social parroquial solo
se entiende y es efectiva en la medida en que es expresión y concreción de la
acción diocesana y de la Iglesia universal.
5. Centros de la Pastoral Social en la Parroquia
Para que la pastoral social en la parroquia sea efectiva y con participación
comunitaria es necesario contar con una estructura organizativa y unos programas
de acción, que respondan a las necesidades concretas y vayan hasta las causas
que están a la raíz de los problemas y necesidades.
5.1 El comité parroquial de pastoral social 95
En muchas parroquias funciona con gran eficiencia pastoral el COPPAS (Comité
Parroquial de Pastoral Social), importante organismo parroquial que une las
fuerzas dispersas y da a muchas personas la oportunidad de desarrollar más
ampliamente el dinamismo de su caridad. Es un equipo constituido por el párroco,
religiosos y laicos que a título personal o institucional (como representantes de
organismos, grupos apostólicos o CEB) se encarga de animar y coordinar la
pastoral social en la parroquia y con la diócesis).
En todas las parroquias se debe promover la creación y desarrollo de este comité,
ya que la magnitud y complejidad de los problemas sociales, la frecuente escasez
de recursos y la necesidad de lograr la mayor participación de la comunidad
exigen la existencia de un organismo que coordine e impulse el trabajo integral a
la luz de objetivos y criterios comunes.
Es importante que el Comité funcione en estrecha coordinación con los de las
parroquias de la misma vicaría y cuente con la asesoría del respectivo
Secretariado diocesano de pastoral social para afrontar las situaciones y
programas que superan el ámbito parroquial.96
En su trabajo, el comité encontrará entidades y organizaciones que actúan en los
mismos lugares y problemas, a veces con criterios muy diferentes, con las cuales
las relaciones serán unas veces de colaboración y otras de conflicto. Es
importante prever estas situaciones en el plan de trabajo para que el Comité sepa
analizarlas y manejarlas bien.
El pastor y la comunidad se encuentran aquí en terreno fronterizo donde las
definiciones exactas son menos posibles, los límites entre lo claramente cristiano y
lo puramente político e ideológico no son de fácil delimitación y donde los
esfuerzos conjuntos pueden presentar riesgos para la fe. Todo ello exige que
quienes actúan en estos campos precisen cada vez mejor lo original del aporte
95
Cf. Supra, n. 915-917
96
El Secretariado Nacional de Pastoral Social publicó el folleto COPPAS que contiene elementos para la
adecuada organización y funcionamiento de estos Comités.
20
cristiano, admitan un sano pluralismo de opciones 97, dispensen gran comprensión
a quienes buscan encarnar el Evangelio en el campo de la vida social y política, y
estén adornados de un profundo espíritu de oración y de sentido eclesial 98.
5.2 La familia está llamada a dar un aporte específico en este aspecto pastoral:
“la oración, el trabajo y la actividad educadora de la familia, como célula social,
deben orientarse a trocar las estructuras injustas por la comunión y la participación
entre los hombres y por la celebración de la fe en la vida cotidiana … Por eso,
denuncia y anuncia, se compromete en el cambio del mundo en sentido cristiano y
contribuye al progreso, a la vida comunitaria, al ejercicio de la justicia distributiva,
a la paz”99. Oriéntese, pues, la pastoral familiar de manera que la familia descubra
su importancia y papel en la reestructuración de la sociedad y en la creación de la
civilización del amor. Por otra parte, la pastoral familiar está íntimamente ligada
con la pastoral social en el trabajo, la recreación, la cultura y el apostolado 100.
97
L.C.L. 72
98
Cf. Supra, n. 185
99
Puebla, 587
100
Puebla, 598.
101
Cf. Infra, n. 779-783.
102
Cf. Puebla. 629
103
Cf. Infra, nn. 789-793
21
6.1 Sectores más necesitados
De acuerdo con la opción preferencial por los más pobres, es deber especial de la
parroquia promover la liberación integral de quienes se encuentran en situaciones
de mayor marginalidad social.
6.1.1 Pastoral carcelaria
La parroquia debe preocuparse por atender pastoralmente, con gran caridad
cristiana, a todos los que por cualquier razón han sido privados de la libertad en
alguna cárcel, presidio o institución similar. Esta atención ha de darse en
coordinación con el capellán, donde éste exista, y tendrá en cuenta especialmente
a los que no tienen recursos para defenderse, a los más jóvenes, los que han sido
detenidos por primera vez y los que pueden considerarse como injustamente
recluidos (v.gr. por motivos meramente políticos, por razones de conciencia).
Criterios pastorales para este campo conformado por los presos, sus familiares y
sus guardianes, pueden ser los siguientes:
Tener coordinación con el organismo nacional de capellanes penitenciarios
para proceder con iguales líneas de acción;
Animar cuanto suscite la conversión y cambio de vida y cuando esté dirigido a
la conveniente rehabilitación del recluso y su posterior inserción en la vida
civil;
Luchar para que, dentro de las naturales limitaciones, la vida del recluso no
sufra menoscabo en su dignidad; esto requiere buscar caminos para evitar o
disminuir ciertos vicios como la drogadicción y la homosexualidad y fomentar
la educación del recluso y el trabajo productivo con su correspondiente
comercialización;
Hacer que la comunidad parroquial sienta su responsabilidad frente a la
población carcelaria y a las víctimas inocentes de los delitos de otro
(v.gr.cónyuge e hijos de los reclusos).
Procurar que se mejore la formación del personal carcelario (guardianes,
empleados) para que en el cumplimiento de sus deberes respeten la dignidad
y los derechos de los reclusos y lo hagan sin arbitrariedades o malos tratos;
Educar y organizar a la sociedad de manera que todos contribuyan a eliminar
las causas objetivas y subjetivas del delito y se creen la mentalidad y los
mecanismos jurídicos y prácticos que garanticen tanto la rehabilitación y la
verdadera liberación humana del delincuente como la seguridad ciudadana.
En circunstancias específicas puede ser necesario que el párroco y/o el capellán
tengan la obligación grave de denunciar la violación de alguno de los derechos
humanos por parte de cualquier autoridad carcelaria respecto a algún detenido.
Es clara doctrina evangélica y del magisterio de la Iglesia que la tortura es inmoral
22
en todas sus formas y por cualquier motivo 104, que siempre el reo tiene derecho a
su defensa y que se le presuma inocente mientras no le demuestren la comisión
de un delito o haya sido detenido “in fraganti”; además las leyes y garantías
procesales no se pueden pretermitir y son de obligatorio cumplimiento. En estos
casos el párroco y/o el capellán deben ser muy prudentes, ya que existe el peligro
de la manipulación o el engaño; pero ante la clara violación de un derecho
humano no puede faltar la firmeza y la denuncia. En casos dudosos o de especial
gravedad consúltese antes al Obispo y síganse sus orientaciones.
Los hermanos perseguidos por causa de la justicia, encarcelados, torturados
síquica, física o moralmente, los que sufren por el Reino, exigen de una manera
apremiante la fraternidad cristiana; la comunidad debe ponerse en su lugar y
acudir sin vacilaciones en su apoyo.
Organícense también en la parroquia grupos apostólicos que tengan el carisma
de evangelizar a los delincuentes y a los reclusos, a fin de apoyar las iniciativas
pastorales encaminadas a “ganar al hermano” (cf. Mt 18, 16). Con el mismo
criterio, procúrese la estructuración parroquial de la pastoral para los alcohólicos,
drogadictos, prostitutas y homosexuales, a sabiendas de que se trata de una
labor difícil y compleja, como complejo y difícil es el problema humano que se
afronta.
23
Impulsen las parroquias campañas de educación y programas destinados a la
prevención de las enfermedades de manera que se puedan atacar los problemas
en sus causas y no solamente en sus consecuencias. Fomenten igualmente en
todos los niveles la formación sobre temas como el aborto, la esterilización y los
métodos anticonceptivos, para que los cristianos tengan clara conciencia de la
gravedad de estas prácticas y de las manipulaciones que tras ellas se
encuentran, y puedan denunciar cuanto atente contra la vida y la dignidad del ser
humano.
En el ámbito parroquial o vicarial deberían organizarse actividades encaminadas
a la formación de los trabajadores de la salud que les hagan conocer y respetar
el sentido cristiano de la vida y descubrir el valor salvífico que tiene su trabajo
específico que tantos sacrificios y dedicación requiere.
6.1.3 Pastoral de la movilidad humana
Los desplazados y migrantes ponen a prueba la fraternidad cristiana solicitando,
en primer lugar, hospitalidad. La parroquia debería contar con un servicio de
acogida a los que llegan (a escala de barrios, pequeñas comunidades, sectores
de la parroquia); este servicio es necesario en las parroquias a las que, por
razones de violencia, éxodo campesino o nuevas fuentes de trabajo, afluye
mucha gente. La pastoral de la migración o de la movilidad humana trasciende de
ordinario los límites de la parroquia y pide una organización diocesana y nacional;
sin embargo, cada párroco tiene clara responsabilidad pastoral con los migrantes
que viven en su territorio. Es importante, además, encaminar debidamente a los
que parten y, si fuera posible, recomendarlos a la comunidad a la que se dirigen.
Procúrese también brindar alguna atención adecuada a los vagos.
Los migrantes temporales, generalmente durante el tiempo de cosecha, deben
ser acogidos pastoralmente y se les debe mover a que conserven los vínculos
con su propia familia y no malgasten el dinero percibido.
Celébrese con solemnidad, especialmente en los lugares afectados por estas
situaciones, la jornada del migrante (19 de marzo o el domingo más cercano).
6.1.4 Pastoral rural y de la Tierra
El párroco de las zonas rurales o que tenga dentro de su parroquia algunas
veredas considere a los campesinos como una “fuerza dinamizadora en la
construcción de una sociedad más participada 107 y ayude a que los grupos
organizados con ellos logren:
Conservar y purificar los valores de religiosidad popular, práctica sacramental,
tradiciones cristianas populares, respeto a la institución familiar, rectitud de
conciencia, fidelidad a los compromisos, honradez, solidaridad.
107
Puebla, 1245
24
Coordinarse para enfrentar la migración del campo a la ciudad 108 y superar los
flagelos del subdesarrollo, la violencia, el caciquismo, los cultivos de
alucinógenos. Para ello se requiere mayor promoción, mejor educación y
capacitación, sustitución de técnicas agrícolas anticuadas por otras modernas,
mejor distribución y aprovechamiento de “tierras a veces improductivas que
esconden el pan que a tantas familias falta” 109.
Formar líderes cristianos que lleven la labor evangelizadora de la Iglesia a
todas las veredas y contrarresten en lo posible el efecto de la
descristianización y la proliferación de sectas.
En los grupos campesinos debe insistirse en la conservación y recto uso de los
recursos naturales, especialmente árboles, aguas, pesca, animales de caza, a los
cuales tienen derecho las generaciones del futuro. 110
6.1.5 Pastoral Urbana
La pastoral de la ciudad requiere que se suscite una amplia reflexión pastoral
para encontrar las estructuras, caminos y criterios más adecuados en nuestras
circunstancias concretas111, en la que los marginados urbanos tengan atención
prioritaria.
Procuren la parroquia colaborar con las entidades que se interesan por la
problemática de los marginados urbanos para velar por los intereses de los más
necesitados y aportar todo lo que esté de su parte con miras al desarrollo integral
de las personas.
En comunión con el Obispo denuncien sin temor y solidariamente las injusticias,
la manipulación y todo tipo de situaciones de engaño a las que pueden ser
sometidas las personas por parte de organismos estatales o privados o por
politiqueros irresponsables.
Foméntese el espíritu de solidaridad cristiana entre los mismos marginados de
manera que con fraternidad humana y cristiana puedan enfrentar con mayor
eficacia sus problemas y colaborar en el anhelado cambio. Foméntese igualmente
la comunicación cristiana de bienes entre parroquias o sectores parroquiales
señalando e intentando atacar las causas mediatas e inmediatas de los
problemas.
6.1.6 Pastoral indigenistas y afro-americana
En el trabajo con los indígenas y afro-americanos es preciso respetar y apoyar
sus propias organizaciones, como parte que son de su misma cultura, instrumento
de identidad y de unión en la comunidad y medio de defensa ante quienes tratan
108
Cf. Supra, n.46
109
Puebla, 1245
110
Cf.supra.n.24.
111
Puebla, 441
25
de irrespetar sus derechos. El equipo parroquial haga un esfuerzo especial para
que la evangelización se encarne en la riqueza de la cultura indígena, fortalezca y
purifique sus valores propios y ayude al crecimiento integral de la persona y de
sus grupos. Los miembros de la parroquia han de reconocer la dignidad de los
indígenas y afro-americanos, el valor de su cultura y las obligaciones que desde
la fe tienen para descubrir en los rostros de los “más pobres entre los pobres” los
rasgos sufrientes de Cristo.
6.1.7 La niñez desamparada
El niño debe ser objeto de preocupación especial de la comunidad, dada la
desprotección en que se encuentra y los efectos que las carencias en la niñez
ejercen en toda la vida posterior. Particular importancia tienen los programas de
atención al preescolar por su incidencia en la estimulación temprana del niño, en
su socialización y en su adecuada nutrición. Tales programas, así como los
restaurantes escolares, hogares infantiles o juveniles, hogares sustitutos, no
deben mirarse solo como acciones institucionales, sino ser signos de fraternidad y
solidaridad con el más débil, por la efectiva participación de la comunidad
interesada y de los grupos de servicio social.
6.1.8 La mujer
La promoción de la mujer es urgente en nuestra cultura, por lo que ella y por su
especial incidencia en la formación del hogar y en la educación de los hijos. La
Iglesia debe tener cuidado especial en esta promoción 112 y luchar contra cualquier
forma de machismo y de marginación de la mujer 113. En las diferentes actividades
parroquiales ella ha de tomar parte de modo que no sea ni se sienta marginada
por un falso feminismo (que sería otra forma de discriminación), sino integrada al
proceso social y ayudada en el desempeño de su misión en la familia y en la
sociedad.
6.1.9 Los mendigos o habitantes de la calle
No debe faltar la amorosa, inteligente y eficaz ayuda a los realmente necesitados,
pero evitando a la que vez que se lastime su dignidad y que la mendicidad
negocio prospere a la sombra de la parroquia.
6.1.10 Las emergencias
Las emergencias sociales producidas por la naturaleza o por el ser humano han
de ser iluminadas con clara doctrina acerca de la paternidad misericordiosa de
Dios, y la acción de recuperación y rehabilitación debe alimentarse con la fuerza
de la fe y del amor cristiano.
112
Puebla, 443, 841-846
113
Puebla, 834-840
26
Es importante que las comunidades parroquiales realicen acciones destinadas a
prevenir las situaciones de emergencia que faciliten y agilicen la salvación de
vidas y la atención a los damnificados. La organización y educación de la
comunidad, la formación de líderes, la destinación de lugares claves para el
refugio y la atención social, la creación de centros de reserva de droga y
alimentos, la instrucción sobre primeros auxilios y normas de acción en caso de
emergencias, son factores para tener en cuenta en este campo.
En caso de emergencia en la parroquia dése aviso inmediato al Secretariado
Diocesano de Pastoral para que, por su medio, se pueda brindar la ayuda
necesaria y, si es el caso, mover la solidaridad de otras comunidades cristianas
en el ámbito nacional e internacional. Conviene que los párrocos y los miembros
de los COPPAS estén previamente capacitados para suministrar los datos
necesarios a fin de que la ayuda sea oportuna y eficiente.
6.2 Formación en Cultura política
La acción de la Iglesia es imprescindible en el campo de la política, entendida
como la búsqueda conjunta del bien común, y los cristianos deben formarse para
que su participación en ella sea enfocada como deber de conciencia y ejercicio de
la caridad114. En este campo hay que proceder con prudencia y sencillez (Mt 10,
16) según los criterios de la Doctrina Social de la Iglesia 115 y con valentía para la
denuncia y el rechazo de la manipulación.116
Los partidos o grupos apostólicos tienen importancia grande en la marcha de la
sociedad y de la comunidad local. Teniendo en cuenta nuestra situación en este
aspecto117 se requiere:
Motivar la participación de los cristianos con actitud crítica y sentido del bien
común, como parte integrante de su compromiso de fe 118. Esta motivación
abarca también a quienes por alguna circunstancia se encuentran marginados
de la política.
Formar en el discernimiento para que en las elecciones- que son expresión
importante de participación política- los cristianos tomen sus decisiones y
elijan a las personas que mejor puedan servir al bien de la comunidad, sin
buscar ventajas o intereses personales o de grupo.
Los sacerdotes y el equipo parroquial como tal deben conservar una real
independencia ante los partidos, que les permita ejercer su papel de
constructores de la unidad eclesial, realizar su misión profética de anuncio y
denuncia, sin inclinar su autoridad pastoral hacia partidos o ideologías 119.
114
Cf. Medellí, Doc. Justicia, 16
115
Cf. Puebla, 513-557
116
Cf. Puebla, 558-561
117
Cf. Supra, n. 39-43
118
Puebla, 530; cf. Supra. N.488
119
Puebla, 527-529; supra, 487
27
6.3 El campo del trabajo
Los jóvenes trabajadores del campo y la ciudad conforman uno de los sectores
humanos más desprotegidos de la sociedad y que enfrenta situaciones más
difíciles120; por ello se impone una atención pastoral que:
Desarrolle su fe de modo que ella les oriente en los esfuerzos por su
realización personal y comunitaria. El método de revisión de vida suele dar
buenos frutos;
Complemente su formación y tenga en cuenta las inquietudes y necesidades
propias de la etapa juvenil;
Favorezca la capacitación, la vinculación al trabajo y la participación en
organizaciones (sindicatos, organización veredal, acción comunal) y en el
campo de la producción (cooperativas, empresas comunitarias,
microempresas ..);
Tenga preferencia por los trabajadores no sindicalizados, los desempleados,
los que trabajan en el llamado sector informal, los mal remunerados o que
están en alguna situación de inferioridad o discriminación.
Los obreros adultos, sindicalizados o independientes, requieren y esperan
adecuada evangelización, puesto que son “principales artífices de las prodigiosas
transformaciones que el mundo conoce hoy” 121. Esta labor debe inspirarse en el
pensamiento social de la Iglesia, especialmente en la Encíclica Laborem
Excercens de Juan Pablo II sobre el trabajo humano 122.
Entre los medios que la parroquia puede organizar o fomentar para la adecuada
pastoral con los gremios están los siguientes:
Convivencias, dirigidas a la formación integral, incluida la educación religiosa;
Semanas o jornadas sobre el sentido cristiano del trabajo o aspectos sociales
conexos, siempre en coordinación con la pastoral diocesana;
Campañas para crear mayor conciencia de servicio comunitario o para hacer
justos reclamos frente a injusticias o violaciones de los derechos de los
trabajadores, siempre con previa consulta al Ordinario o, al menos, al
sacerdote encargado de la pastoral social en la diócesis;
Formación de equipo que asesore, anime, acompañe y oriente el proceso de
la pastoral obrera y campesina en el nivel parroquial y que tenga participación
activa en el comité parroquial de pastoral social.
120
Cf. Supra, n.206
121
Vaticano II, Mensaje a los trabajadores, 6
122
Cf. L.C.L, 82-86
28
Las agremiaciones, que son características de nuestro tiempo y factores
decisivos de cambio, necesitan también de la preocupación pastoral de la
parroquia.
Aquí se nombran solo algunas y se presentan los criterios para el trabajo pastoral
con ellas.
Con los sindicatos y las organizaciones campesinas es preciso:
Conocerlos y valorarlos como concreción del derecho de asociación y como
medio para conseguir relaciones justas en el ámbito de la producción y del
trabajo123, sin olvidar la posibilidad que tienen de distorsionarse por una
“politización exasperada”124, por lo cual requieren esmerada asesoría.
Respetar su autonomía y reconocer que el sacerdote asesor tiene allí función
de animación y acompañamiento, no de dirección.
123
Puebla, 1163; Juan Pablo II, discurso en la O.I.T., Juan Pablo II, discursos sobre los obreros en el segundo
viaje a Polonia; L.E., 8 y 20; L.C.L, 85-86
124
Puebla, 45
29
favorezcan las expresión y la acción conjuntas. El respaldo y estímulo de la
parroquia, dados según la doctrina social de la Iglesia, son factores decisivos para
lograrlo.125
La inmensa mayoría de los funcionarios públicos son bautizados, llamados por
su trabajo al servicio del bien común y obligados de modo especial a ser fermento
de honestidad, de responsabilidad y de generosidad en el servicio. La parroquia
debe ofrecerles asesoría y formación para que descubran la espiritualidad del
trabajo126 y los enormes males que ocasionan el burocratismo y la corrupción
administrativa.
Las parroquias deben prestar sus servicios pastorales a los miembros de las
fuerzas armadas. Insístase en su misión propia de garantizar las libertades
políticas de los ciudadanos127. Reflexiónese con ellos sobre la inutilidad de la
violencia y de las relaciones de fuerza que “no han logrado, jamás establecer
efectivamente la justicia de una manera durable y verdadera” 128. Colabórese para
que todos los miembros de las fuerzas armadas reciban la formación humana y
cristiana – respetando la libertad de cultos- que garantice su desarrollo como
personas, su crecimiento en la fe y su preparación para la participación libre y
responsable en la vida social. Esta labor ha de realizarse en colaboración e
integración con los capellanes castrenses.
125
Medellín, Doc. Paz, 27
126
L.E., 24; L.C.L., 83
127
Puebla, 1247; Medellín, Pastoral de Elites, 20.
128
O.A., 43.
129
G.S., 68
130
L.E., 6
131
L.E, 11-15; cf. L.C.L, 83
30
se conformen mecanismos que incidan en la toma de decisiones de los
empresarios indirectos.132
Las angustias y esperanzas de los obreros y empleados han de serlo también en
la parroquia133, puesto que son parte mayoritaria de ella. Por eso en los planes
pastorales deben incluirse programas con los obreros – rurales y urbanos- y los
empleados que los lleven a valorar efectivamente sus derechos humanos, a
cumplir sus responsabilidades en la construcción de la sociedad y a orientar su
labor con la dimensión salvífica.
Foméntese la presencia activa de los organismos y movimientos católicos que
desarrollan actividades especialmente vinculadas a estos sectores, como pueden
ser CETRAC, J.T.C., HERMANDADES DEL TRABAJO, J.O.C., y procúrese que
su acción se realice con auténtico sentido apostólico.
Especial atención merecen los que son víctimas del desempleo que es una de las
manifestaciones del flagelo de la pobreza 134. Favorézcase su organización y la
búsqueda de soluciones mediatas e inmediatas con todos los sectores de la
comunidad.
La opción preferencial por los más pobres implica real preocupación por los
marginados de la economía que no disponen de los recursos necesarios para
sobrevivir y desarrollarse integralmente. Foméntese iniciativas económicas como
empresas comunitarias, cooperativas, micro-empresas, con la asesoría de laicos
bien formados que evite el desorden o los abusos que desmotivan a los
integrantes, los apartan de los procesos organizativos, pueden conducir al fracaso
y aún comprometer a la misma parroquia.
6.5 En el campo de la cultura
Las comunidades parroquiales, que deben encarnarse y asumir la cultura 135 y las
subculturas presentes en nuestra nación, están llamadas a promover la formación
de la cultura para consolidar sus avances y superar las fallas existentes. El criterio
de acción será el de encontrar un sano mestizaje cultural en el que se unan las
grandes vertientes originales (indígena, europea y africana) y la nueva cultura
urbano-industrial. En este aspecto son ayudas valiosas: el diálogo con grupos
influyentes en el proceso cultural del país (intelectuales, artistas, científicos,
profesionales, universitarios, comunicadores sociales) según las líneas de la
enseñanza social de la Iglesia 136, el buen uso de los medios masivos de
comunicación social y el fomento de las expresiones culturales de carácter
132
L.E., 17
133
G.S., 1.
134
Puebla, 29
135
Puebla, 400; L.C.L, 96
136
Cf. Puebla, 385, 443, 1237, 1243
31
popular (música, teatro, escultura, pintura), cuando se los conduce a asumir los
valores cristianos, plasmarlos artísticamente y transmitirlos convenientemente.
Las líneas pastorales presentadas en el Directorio Nacional de Pastoral
Educativa han de asumirse también en todo su valor.
Especial atención merecen las asociaciones de padres de familia que mueven
a la unión alrededor de un mismo interés sentido como es la educación de los
hijos. Ellas facilitan, además, que la escuela se integre en la comunidad y
amplifique sus posibilidades formativas, y unen el trabajo escuela-familia-
parroquia en la educación de niños y jóvenes. 137
Los grupos artísticos, culturales y deportivos cultivan y defienden los valores
propios en la comunidad y son capaces de mover a mayor participación
comunitaria. Ellos requieren y esperan que la parroquia, respetando la identidad
y autonomía que le corresponde, les dé un apoyo decidido y desinteresado dentro
de la línea pastoral de evangelización de la cultura. 138
137
Cf. Supra, n. 236
138
Puebla, 513-520
32