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C O N C ILI U M

Revista internacional de Teología

LA EXPERIENCIA DEL ESPÍRITU

Número especial en homenaje a


EDWARD SCHILLEBEECKX

MADRID
Noviembre 1974
Edward Schillebeeckx, belga de lengua flamen-
ca, dominico y profesor de teología en la Univer-
sidad de Nimega, cumple sesenta años en este
mes de noviembre de 1974.
Estudió en Le Saulchoir y la Sorbona, de Pa-
rís. De 1943 a 1957 enseñó dogmática en el
Estudio Dominicano de Lovaina y desde 1958
lo hace en la Universidad de Nimega. A lo largo
del Concilio fue asesor del episcopado holandés.
Dirige desde hace años la «Tijdschrift voor Theo-
logie» y ha sido desde sus momentos iniciales
una de las cabezas orientadoras de la revista
«Concilium», en unión con Rahner, Congar,
Küng y Metz. En 1952 publica su primer libro:
De sakramentele heñseconomie (La economía
sacramental de la salvación), y el postrero, Jezus,
het verhaal van een levende, apareció el pasado
mes de octubre. Entre ambos se ha venido suce-
diendo una ininterrumpida cadena de libros y de
artículos en revistas y enciclopedias, que le co-
locan entre los primeros teólogos de nuestros
días.
Tal ha sido el externo caminar del padre Schil-
lebeeckx hasta su sesenta cumpleaños, que le co-
loca en la plena madurez del vir sapiens de la
antigua Roma. Sus rasgos personales e íntimos
son un fiel trasunto de esa sapientia. Sencillo,
afectuoso, con aire juvenil, pese a sus prematuras
canas, y hasta con una ligera apariencia de timi-
dez, cuando habla públicamente o en amistoso
diálogo manifiesta una asombrosa madurez de
pensamiento. Un pensamiento anclado en la más
sólida tradición teológica y, al propio tiempo, en
la circunstancia histórica que le ha tocado vivir.
Tal vez ningún otro teólogo actual haya logrado
fusión tan íntima del pasado y del presente. Su
teología es tradicional, pero plenamente viva, pal-
pitante y actual.
Al cumplir su sesenta cumpleaños, «Conci-
lium» le consagra este homenaje, en el que se han
dado cita sus más importantes y fieles colabora-
dores para hablar de un tema que ha llenado su
vida entera: La experiencia del Espíritu.
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esta revista, o extracto del mismo, en nin- COMITÉ DE DIRECCIÓN
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Paul Brand Ankeveen-Holanda
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Christian Duquoc OP Lyon-Francia
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Claude Geffré OP París-Francia
Andrew Greeley Chicago, IIl.-Estados Unidos
Norbert Greinacher Tubinga-Alemania Occ.
Gustavo Gutiérrez Merino (consejero) Lima-Perú
Peter Huizing sj Nimega-Holanda
Bas van leisel SMM Nimega-Holanda
Jean-Pierre Jossua OP París-Francia
Walter Kasper Tubinga-Alemania Occ.
Hans Küng Tubinga-Alemania Occ.
Rene Laurentin (consejero) París-Francia
Johannes Baptist Metz Münster-Alemania Occ.
Alois Müller Lucerna-Suiza
Roland Murphy o. CARM. Durham, N. C.-Estados Unidos
Jacques-Marie Pohier OP París-Francia
David Power o MI Roma-Italia
Karl Rahner sj (consejero) Münster-Alemania Occ.
Edward Schillebeeckx OP Nimega-Holanda
Hermán Schmidt sj Roma-Italia
Roberto Tucci sj (consejero) Roma-Italia
Bruce Vawter CM Chicago, Ill.-Estados Unidos
Antón Weiler Nimega-Holanda

CONSEJO CIENTÍFICO
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August Wilhelm von Eiff Bonn-Alemania Occ.
Paulo Freiré Ginebra-Suiza
José Luis L. Aranguren Madrid-España
Paul Ricoeur París-Francia/Chicago-EE. UU.
Barbara Ward Jackson Nueva York-Estados Unidos
Harald Weinrich Colonia-Alemania Occ.

SECRETARIADO GENERAL

Depósito legal: 1.399.—1965 Arksteestraat, 3-5, Nimega (Holanda)


CONTENIDO DE ESTE NUMERO

P. Brand: Para Edward Schillebeeckx 5 PARA EDWARD SCHILLEBEECKX,


J. Lescrauwaet: Fidelidad a la comunidad de fe 9 DE PAUL BRAND
T. J. van Bavel: Ventéeosles y la transición del Jesús histórico al Cris-
to de la proclamación 16
W. Kasper: Espíritu, Cristo, Iglesia 30 A muchas personas les asalta la curiosidad de saber cosas acer-
J.-P. Jossua: La teología, ¿carisma del espíritu? 48 ca de un escritor, sobre todo si se sienten cautivados por lo que
P. Schoonenberg: El bautismo con Espíritu Santo 59 escribe. Muchas veces sus preguntas quedan sin respuesta: recons-
E.-P. Siman: La dimensión pneumática de la eucaristía según la tra- truir la persona a base únicamente de su obra es, sin duda, en el
dición siria de Antioquía 82 caso de los teólogos que se ocultan fácilmente tras los profundos
H. Küng: La confirmación como culminación del bautismo 99 pliegues de su túnica, una empresa casi estéril, incluso peligrosa.
K. Rahner: Experiencia del espíritu y decisión existencial 127 Pero yo tengo el privilegio de conocer personalmente a Schille-
Y. Congar: La blasfemia contra el Espíritu Santo 138 beeckx, no como teólogo, sino a través de nuestra estrecha colabo-
A. Vergote: El espíritu como poder de salvación y de salud espiritual. 152 ración en «Concilium» desde sus mismos comienzos.
L. Gilkey: El Espíritu y el hallazgo de la verdad a través del diálogo. 167 ¿El privilegio? Sí, porque he conocido a un Schillebeeckx bri-
M.-D. Chenu: Despertar evangélico y presencia del Espíritu en los si- llante y original en el trato cotidiano, como colaborador y animador
glos XII y XIII 181 asombrosamente incansable en el marco de «Concilium», al que,
H. Berkhof: El Espíritu como anticipo 185 junto con otros, entrega desde hace doce años lo mejor de sus
B. Lonergan: Misión y espíritu 203 fuerzas.
Obras de E. Schillebeeckx traducidas al castellano 216 Para mí irradia de su persona —y no sólo externamente— algo
Colaboradores de este número-homenaje 217 juvenil, a pesar de sus prematuras canas, y sospecho que en él la
persona y la obra están tan intrísecamente ligadas que tanto la una
como la otra nos sorprenden por su juventud.
Conozco a algunas personas que vuelven de una visita a Amé-
rica como si se hubieran sometido a una cura de rejuvenecimiento.
También Schillebeeckx estuvo allí, y volvió tan rejuvenecido
que resultaba irreconocible. Y no se trataba de un rejuvenecimiento
artificioso al estilo tradicional: allí trabó conocimiento tanto con la
contracultura como con las fuerzas revolucionarias que hacen inclu-
so de Europa, desde los años sesenta, un lugar «inseguro».
Llama la atención la gran tranquilidad y facilidad con que se
mueve Schillebeeckx en terreno peligroso para teólogos. Las limi-
taciones intraeclesiales no han sido para él obstáculo, institucional
o teórico, en su atención profunda, intensa y consecuente a todo
6 P. Brand Para E. Schillebeeckx 7

cuanto ocurre fuera de su ámbito dominicano. Siempre ha compren- coherencia; y ello no sólo a nivel de totalidad, sino también al de
dido que para los teólogos existe mucha más tierra por conocer la vida personal. El ideal de Schillebeeckx como teólogo sigue
que territorio conocido. siendo incluido en una síntesis totalizadora de la salvación a este
Probablemente no sabía Schillebeeckx al abrir las esclusas de mundo de hoy que tantas veces parece perdido. En mi opinión, le
la Iglesia, mucho antes del Vaticano II, en qué tipo de aguas profa- preocupa en cuanto teólogo la reconciliación definitiva de este mun-
nas se iba a adentrar, pero se atrevió, con gran honestidad, a arries- do en Jesucristo; para mí, que no soy teólogo, el sentido práctico
gar las posiciones propias y someterse a una confrontación con ten- de semejante teología de la reconciliación procede sobre todo del
dencias que existen en la sociedad actual y ante las cuales optan dolor de esos hombres a quienes, como a Schillebeeckx, no asustan
otros por inhibirse. los conflictos.
Con razón se ha escogido «el Espíritu» como tema para este
número de homenaje. El espíritu, que sopla donde quiere, se apo- P. BRAND
deró pronto de Schillebeeckx y lo llevó por sendas en las que [Traducción: GILBERTO-A. GUTIÉRREZ]
los servicios curiales de señalización de caminos no habían puesto
aún ninguna indicación. ¿Significa esto que Schillebeeckx se aban-
dona al espíritu de nuestro tiempo? ¿Que gira según sople el
viento? ¿Son su obra y su persona víctimas de la moda y las ten-
dencias y un peligro para muchos teólogos que han dejado de ate-
nerse firmemente al dogma de la Iglesia?
Lo asombroso no es sólo que Schillebeeckx haya sido capaz de
seguir teóricamente con gran facilidad la tormentosa evolución que
han sufrido tanto la Iglesia como la sociedad desde los años sesenta,
en la confianza de que los engaños del mundo serán puestos de ma-
nifiesto por la verdad de la teología; ha experimentado igualmente
en su propia carne los cambios prácticos que han tenido lugar en
la Iglesia, en la sociedad y, como consecuencia, también en el
terreno de la relación vital directa entre los hombres. Que en
medio de estos cambios haya permanecido Schillebeeckx fiel a sí
mismo es una muestra del profundo equilibrio que caracteriza a
su persona. Nunca será demasiado viejo para darse cuenta de
cuándo es la vida misma la que está en juego. Si Schillebeeckx se
mantiene firme en medio de la vida de la sociedad actual no se
debe a una sabiduría profana ni a una ingenuidad teológica. No es
ni un estoico hastiado ni un joven teólogo que aún se restriega los
ojos por acabar de descubrir «el mundo». Más bien mezcla la
antigua sabiduría de una tradición teológica clásica, sobre todo
tomista, con una experiencia intensa desde dentro del mundo de
nuestros días; un mundo que a muchos, Schillebeeckx incluido,
se les presenta tan caótico que parece haber desaparecido toda
I'

ii

EDWARD SCHILLEBEE
PRESENTACIÓN

FIDELIDAD A LA COMUNIDAD DE FE

Theology rests on fidelity

No es que él mismo se imponga, pero todo el que se haya ocu-


pado de la Iglesia de una manera u otra en los últimos veinte años
ha tenido que encontrarse con Edward Schillebeeckx. Se trata de
un teólogo comunicativo, tanto al nivel de su labor científica como
al de las instructivas vigilias parroquiales, tanto en las notas que
redacta para asesoramiento del gobierno diocesano como en sus
cuidadosas respuestas a quien acude a él en demanda de consejo.
Acepta una invitación para recorrer los grandes centros del mundo
occidental, pero no rechaza, si está en su mano, la invitación a visi-
tar pequeñas localidades provinciales de su propio país. Ocasional-
mente es posible encontrarlo tanto en la mesa de un gran congreso
como en el pulpito de una iglesia.
De hecho, su teología la hace in medio eccleúae, por recoger
con el Commune doctorum de la liturgia la caracterización vetero-
testamentaria del sabio inspirado (Ecl 15,5), aunque dejando apar-
te, por supuesto, todo intento de canonización. Schillebeeckx no da
la impresión de buscar la publicidad, pero no oculta la gran estima
en que tiene la comunicación de la fe en la Iglesia. Da a entender
de muy diversas maneras su convicción de que nadie puede tener
fe a solas. Se muestra comunicativo y pronto para escuchar, porque
tanto creer como hacer teología son posibles únicamente gracias a
la participación consciente en lo que una comunidad pretende hacer
con la presencia activa de Dios en medio de ella y en su historia.
Israel debe su origen a un proceso de experiencia colectiva de la
fe. La Iglesia se configuró como una asamblea de «convocados»,
como una reacción comunitaria de fe ante lo que el Espíritu daba
10 J. Lescrauwaet
Fidelidad a la comunidad de fe 1i

a conocer en el acontecimiento Cristo al corazón de cada uno. La biar su cátedra de Nimega por otra en un país distinto 1. Admitien-
Iglesia comunicó su nacimiento a su entorno como un testimonio do que «la teología es hoy una profesión fatigosa», desde su llegada
recíproco de fe entre los hombres a los que había tocado el Espíritu a los Países Bajos en 1958 se ha venido ocupando de una serie
y como un testimonio colectivo de su experiencia del Espíritu ante impresionante de «lugares teológicos» que ha encontrado en su
aquellos para quienes aún no había temblado el lugar en el que se camino. El anuncio del Concilio Vaticano II le hizo estudiar los
encontraban reunidos (Hch 4,31). Debido a este rasgo comunitario distintos temas en los que la provincia eclesiástica de los Países
fundamental de la fe en el sentido judío y cristiano, ese creyente Bajos tendría un particular interés, a la vista de la carta pastoral
que se interroga y reflexiona sistemáticamente —el teólogo— al respecto, en la que, además, colaboró el propio Scliiilebeeckx de
queda necesariamente orientado a la experiencia del Espíritu, que manera decisiva (Navidad de 1960). Participó planamente como
muchos tienen con él y que muchos han tenido antes que él. asesor episcopal —escuchando, enseñando y publi.ando— en las
La teología o «el discurso sobre Dios» no trata de otra cosa sesiones del Concilio en Roma, para luego explicar regularmente
más que de la palabra de Dios recibida en la comunidad de fe, y el su significación a los lectores de su patria. En los años que siguie-
teólogo sólo puede hallar esta palabra en el contexto de la res- ron al Concilio se ocupó de los problemas que, uno tras otro, tu-
puesta de esta comunidad. Cuanto más profundamente sepa ser vieron consecuencias perturbadoras: las sugerentes diez cuestiones
asumido en medio de la Iglesia que responde, tanto más útil puede del cardenal Ottaviani en 1966-1967 sobre «opiniones singulares
serle para esclarecer la palabra acerca del Dios que se revela a sí y peligrosas», el movido asunto del «Nuevo Catecismo», la discu-
mismo. Al mismo tiempo queda orientado hacia la resonancia de sión sobre el celibato de los sacerdotes, la confusión acerca de la
sus hallazgos en sus hermanos en la fe, de modo que pueda ser interpretación de la presencia de Cristo en la eucaristía y la nece-
confirmado, estimulado o corregido en su labor teológica. sidad de un nuevo enfoque del matrimonio a propósito de las
El teólogo Schillebeeckx no permanece, sin duda, alejado de cuestiones que a este respecto se plantean hoy día. Reaccionó tan
los lugares en que los fieles se ocupan de dar —o de buscar— su tajante y rápidamente «contra un comienzo de integrismo demasiado
respuesta, en los que piden la luz de la palabra de Dios en las evidente», que en 1966 solicitó, por medio de un «memorial», la
nuevas circunstancias de la vida. No busca la palabra de Dios «en directa intervención del Papa, mientras al mismo tiempo colaboraba
la orilla de enfrente», sino en medio de la corriente de cuanto nos con consejos realistas en la preparación del Sínodo Pastoral 2 . De
acontece a los hombres. En una entrevista de 1968 caracteriza la forma menos incidental, pero en respuesta a las actuales necesidades
aportación neerlandesa a la renovación de la teología principal- de la comunidad de fe, llevó a cabo estudios sobre el significado del
mente como una especial sensibilidad por lo actual y por la premura proceso de secularización, sobre nuestros caminos hacia la toma
de hacer algo lo más rápidamente posible. Esta actitud pragmática de conciencia de la presencia activa de Dios, sobre las cuestiones
la considera unilateral y, al mismo tiempo, excitante para activar cristológicas y hermenéuticas que se han suscitado. En resumen,
nuestra fe. Esta actitud se ve por ello fuertemente influida por las Schillebeeckx acudió con su capacidad científica dondequiera que
perspectivas actuales de las ciencias del hombre, que obligan a la se hacía necesario señalar y analizar problemas, necesidades y pe-
teología a matizar su enfoque de los problemas con que se encuen- ligros en la Iglesia. De esta suerte ha entregado la segunda parte,
tra. Aunque Schillebeeckx presta una ininterrumpida atención a la nunca escrita, de su Economía sacramental de la salvación: ocupán-
investigación bíblica e histórica —materias en las cuales depende- dose ininterrumpidamente en las realidades terrestres concretas,
mos de los especialistas extranjeros—, reconoce en la misma en-
trevista la deformación profesional que debe al enfoque neerlandés 1
Cf. Richard Auwerda, Dossier Schillebeeckx - Theoloog in de kerk der
y, al mismo tiempo, los estímulos que de él ha recibido en su pen- conflicten (Bilthoven 1969) resp. 113 y 27.
samiento teológico, hasta el punto de que no sería capaz de cam- 2
«Katholiek Archief» 21 (1966) 1305.
Fidelidad a la comunidad de fe 13
12 J. Lescrauwaet
Espíritu nos sostiene en su verdad, sabe, sin embargo, al mismo
consideradas como «signos de los tiempos», para exponer a la
tiempo, que aún no hemos llegado a la última palabra. Puesto que
consideración de los fieles la realidad de las acciones salvíficas de
Dios otorga su gracia a la comunidad de fe en una historia humana,
Dios.
la Iglesia debe saberse siempre reformable. En su historia con
Aun cuando se expresa en términos claros sobre los problemas
Dios, que es fidelidad, la Iglesia permanecerá fiel a sí misma al
actuales y propone nuevas formas para enjuiciarlos, no por ello
resulta provocativo. Puede a menudo decir las cosas de manera permitir que le sean recordadas sus limitaciones, que a veces son
desconcertante, pero jamás concita las pasiones con títulos provoca- también consecuencia del pecado. Es aquí donde comienza a de-
tivos sobre el inminente fin de la Iglesia, de la confesión de fe mostrar su utilidad a la Iglesia la función crítica de la teología.
o del propio Dios. Es partidario de cambios necesarios e incluso Esta función crítica no se alimenta tan sólo de la labor mera-
importantes, pero siempre en el sentido de una continuidad diná- mente científica. El teólogo ha de buscar otra manera de entrar en
mica. Es incapaz de proferir consignas revolucionarias no sólo por- comunicación con la comunidad de fe de hoy y de ayer, a saber:
que piensa que con ello no se ayuda verdaderamente a la comuni- por su participación vivida en la propia experiencia de fe de la
dad contemporánea, sino también porque su idea de la comunidad comunidad. Georg Picht hace notar con razón lo siguiente: «Si
posee una dimensión histórica bien informada. nosotros mismos no entendemos ya lo que significan amor, gracia,
Para situar una cuestión actual del creyente suele Schillebeeckx salvación, reconciliación, pecado y redención en toda su fuerza real,
comenzar buscando la significación propia de las respuestas dadas tampoco la investigación erudita será capaz de descubrir esa fuerza
con anterioridad. Para ello profundiza en las problemáticas ante- en los textos bíblicos; [...] el problema no consiste en saber si
riores y en las posibilidades de respuesta que les ofrecía su época, comprendemos exactamente el concepto hebreo o griego, sino si
empezando por la comunidad neotestamentaria. Esta evocación de seguimos viendo la realidad que la traducción tiene que transmitir;
lo que la comunidad de fe realizó con la actividad del Espíritu de quizá sin darnos cuenta, las palabras de la traducción se nos han
Dios en el pasado y, al mismo tiempo, de la manera humana como convertido en gritos» 3 . Schillebeeckx no nos precede únicamente en
esta comunidad resolvió dicha experiencia es la que mantiene la valoración efectiva y creciente de la hermenéutica científicamente
palpitante en él el típico sentimiento de la continua movilidad de correcta, sino que nos advierte de la necesidad de una afinidad
la vida en la fe. La vida significa un cambio de lo mismo, ya se personal con aquello que es preciso interpretar como experiencia
trate de una persona, del cosmos o de una comunidad. La atención de fe de la comunidad. Estará así de acuerdo con la caracterización
del teólogo no se centra, por tanto, únicamente en el proceso de que se hace del teólogo en el ámbito anglicano: «One whose
evolución histórica que registran las ciencias positivas ni tampoco prayer is true»*.
en el desarrollo psicológico al que se limitan los filósofos, sino tam-
bién, y particularmente, en la dinámica que el Vivificator Spiritus El teólogo tiene necesidad de esta implicación en la vivencia
y el Verbum vivens imprimen en y por medio de los procesos men- concreta incluso para poder interpretar de la manera más pura
cionados. El Espíritu del Señor provoca de forma creadora e ince- posible el pasado en cuanto tal. En la misma línea de la opinión
sante una nueva obediencia y una nueva experiencia de fe en la antes citada añade Picht que la hermenéutica de los textos profa-
medida en que la historia se desarrolla o que el futuro se acerca nos ha de atenerse conscientemente a la regla según la cual «en
y se realiza en el presente. Su conocimiento de la historia —de una la interpretación de una fuente histórica también es preciso prestar
historia en la que tanto el pasado como el futuro hacen valer su atención a la historia de su posterior influencia». Por esta razón
presencia— brinda a Schillebeeckx la posibilidad de relativizar el considera insuficiente toda exégesis que interprete un texto deter-
presente y criticarlo cada vez que olvida sus limitaciones. Siempre 3
Georg Picht, Theologie en kerk in de twintigste eeuw (Baarn 1972) 20.
a la búsqueda de una palabra verdadera, y contando con que el 4
A. M. Allchin, The Place of Anglicanism: «Oecumenica-Jahrbuch für
okumenische Forschung» 1966 (Gütersloh-Minneapolis) 81.
Fidelidad a la comunidad de fe 15
14 J. Lescrauwaet
George Tavard, intenta expresar el valor de esa actitud eclesial de
minado con ayuda de todos los datos científicos, pero que no tenga fe, tan motivadamente crítica y al mismo tiempo tan fiel. Por ello
en cuenta las consecuencias posteriores de lo escrito. Análogamente ofrecemos aquí el texto en su conjunto: «La teología se basa en
puede decirse que sólo nos ayuda verdaderamente con su informa- la fidelidad. [... ] La fe de un teólogo debe ir mucho más allá del
ción histórica aquel teólogo que participa plenamente en la existen- mero compromiso cristiano básico. No hay teología sin visión, no
cia actual de la Iglesia como tradición viva. Sólo podrá interpretar hay visión sin carisma, no hay carisma (en el sentido de gracia
óptimamente la anterior Expérience de l'Esprit quien mantenga divina, no de capacidad natural) sin oración, no hay oración —en
ahora cuidadosamente viva su sensibilidad para la experiencia actual el contexto católico— sin conformidad con el pasado por medio
de ese Espíritu, teniendo presente que se hace sentir «donde están de la tradición y con el presente por la comunión con la masa total
todos reunidos en el mismo lugar» (Hch 2,ls). de la Iglesia. Esta continuidad se experimenta y se expresa en la
El teólogo Schillebeeckx dialoga en cualquier caso de múltiples fidelidad» 6.
maneras: busca el contacto con oyentes y lectores, primero en la
«Tijdschrift voor Geestelijk Leven», luego en la «Tijdschrift voor J. LESCRAUWAET
Theologie» y, por último, en «Concilium». En estas publicaciones,
[Traducción: GILBERTO-A. GUTIÉRREZ]
lo mismo que en sus libros, no se trata de una circulación en sen-
tido único, ya que en los estudios más recientes sobre un tema
ya tratado por él con anterioridad es evidente que recoge las
observaciones que otros entre tanto le han hecho, lo mismo que en
las discusiones orales comienza su respuesta asimilando el nuevo
dato. Declara francamente la gradual evolución de sus convicciones,
por ejemplo, en la cuestión del proceso de secularización y en la
relación entre la intención de fe y su expresión. En Aggiornamento
confiesa a su íntimo colaborador T. Schoof que ha rechazado diver-
sas solicitudes para que se escribiera un libro sobre él mismo, por-
que «una cosa así le parecía como una especie de congelación»5. No
se dedica a redactar textos apodícticos, sino que presenta única-
mente «sondeos teológicos»; no forma ninguna escuela teológica,
pero hace partícipes a no pocos alumnos no sólo de su saber cien-
tífico, sino también de su vivencia de la fides ecclesiae.
La persona a quien se ofrece este número de homenaje se ha
dedicado plenamente a reflexionar allí donde el Espíritu es objeto
de experiencia. Por ello su teología se pone conscientemente al
servicio de la comunidad viviente de la fe, al igual que ha demos-
trado también ser capaz de soportar muchas cosas de esta comu-
nidad, aun cuando pudiera habérselo ahorrado.
El lema colocado al comienzo de esta presentación, tomado de
6
5
T. M. Schoof, Aggiornamento - De doorbraak van een nieutve katholieke G. H. Tavard, The Bxit of American Catholic Theologians: «Journal
theologie (Baarn 1968) 154. of Ecumenical Studies» 7 (1970) 311.
Del Jesús histórico al Cristo de la proclamación 17

Lo que hizo Jesús históricamente es comprensible desde interpreta-


ciones totalmente contradictorias. Sus palabras podían ser inter-
pretadas como la intervención de Dios, pero podían serlo igual-
mente como palabras seductoras que socavaban el auténtico ser-
PENTECOSTÉS vicio de Dios. Cabía ver sus hechos como obras del verdadero
Y LA TRANSICIÓN DEL JESÚS HISTÓRICO Dios, pero también como obra de las potencias demoníacas. La
AL CRISTO DE LA PROCLAMACIÓN actuación histórica de Jesús no garantizaba aún fe alguna.
También en la interpretación que hace la fe de las palabras
y hechos de Jesús existe evidentemente una evolución. Los más
Los autores del Nuevo Testamento proclaman al Jesús en el importantes de entre los títulos nobiliarios de Jesús —«Hijo de
que creen: Jesús es «el Cristo». El sujeto de esta frase tiene un David, Cristo, Hijo de Dios, Señor, Logos, Sabiduría»— sólo se
único nombre para el creyente: Jesús. Este nombre significa un le atribuyeron después de la resurrección. Únicamente entonces
sujeto inconfundible con una concreta historia propia. Pienso que se comprendió plenamente la significación salvífica universal de
sólo pocos teólogos estarán de acuerdo con la opinión de Tillich, Jesús. Sólo acerca del título de «Hijo de hombre» resulta verosímil
según la cual habría podido Jesús tener otro nombre. Los autores que haya sido usado por el propio Jesús. Pero la identificación
del Nuevo Testamento no narran ninguna historia de Jesús al de Jesús con el Hijo de hombre que habría de venir no tuvo lugar
margen de su visión de fe. Aparte de su fe, Jesús queda fuera ciertamente de manera inmediata. Para la sensibilidad de los pri-
de nuestro alcance. Pero tampoco predican ninguna ideología des- meros fieles, el poder del Jesús terrestre era claramente distinto
vinculada de la actuación histórica de Jesús. No en vano los evan- del poder que atribuían al Hijo de hombre. Se comprueba, por
gelios sinópticos son también un relato de recuerdos. Para los tanto, la existencia de una diferencia de contenido y una discon-
primeros fieles, el Jesús resucitado es el mismo Jesús crucificado tinuidad entre la fe que se concedió a Jesús durante su vida y
que habían conocido. Un Cristo sin el rostro concreto de Jesús la confesión de Cristo después de su muerte. Tiene que haber
habría sido una ideología exangüe e idealizada. Sin el Jesús te- habido una transición entre un estadio y otro. No tengo noticia
rrestre, el Señor resucitado habría podido ser una ilusión o una de que haya exegeta alguno que ponga en duda que Jesús reco-
abstracción acerca de la cual poco en realidad cabe decir. Por eso rrió Palestina y proclamó la cercanía del Reino de Dios. Este
la fe cristiana sabe que depende de la actuación terrena de Jesús mensaje del Dios cercano para el hombre con las manos vacías,
en nuestra historia y se apoya sobre esta historia de Jesús. Pero para el que tiene conciencia de culpa, para el pobre, el oprimido,
así como esto constituye la estructura de nuestra fe, también la el paria, es, sin duda, el núcleo más original de la actuación de
teología debe seguir interesándose por el Jesús terrestre. Debemos, Jesús de Nazaret. Pero apenas se pretende precisarlo, comienzan
pues, afirmar que la historia de Jesús ha sido asumida, en el pleno las dificultades. Así lo expresó un colega: el teólogo sistemático
sentido de la palabra, en la interpretación de la fe. Vistas así las se siente como uno que está trabajando en lo alto de una escalera
cosas, no hay lugar para alternativas: o historia o fe. y se siente constantemente amenazado por los exegetas que una
y otra vez se la retiran.
1. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA Las dificultades que entraña reconstruir la predicación del Jesús
terrestre son de doble naturaleza. Residen tanto en el plano doc-
Si no existe alternativa, ¿cómo es que surge el problema? De trinal como en el cronológico. En primer lugar están las cuestiones
hecho, el problema está expresado en la palabra «asumida»: la acerca del contenido de fe de la predicación de Jesús. ¿Qué as-
historia está asumida en el acto de fe. Esto alude a una distinción. pecto presentaban las formas iniciales de la predicación de Jesús?
2
18 T. J. van Bavel Del Jesús histórico al Cristo de la proclamación 19

¿Qué elementos son originales del propio Jesús y cuáles fueron También son distintas las motivaciones de un acto de fe y
formados por las primeras comunidades? Y si se logra establecer las de una convicción científica. El acto de fe se orienta a unos
una diferencia entre los temas más antiguos y los de fechas más valores; la adhesión científica se encamina al juicio racional. No
recientes, ¿es posible demostrar que los primeros se remontan sin puede reducirse toda verdad a las verdades históricas, que sólo
interrupción a la predicación del mismo Jesús? O, en forma más son una parte de la realidad. Incluso los relatos de milagros, for-
atenuada, ¿cuáles de entre esos temas presentan alguna probabili- mulados sin fundamento histórico, poseen una verdad de fe pro-
dad de haber sido enunciados por él mismo? La reconstrucción pia. Por ello, el conocimiento de la fe no se expresa únicamente
histórica del contenido de la actuación terrena de Jesús es un en el relato de acontecimientos históricos, sino también en la
asunto extremadamente complicado. narración de reflexiones personales, de mitos, leyendas o sagas,
Sobre el propio problema doctrinal incide otro de cronología. sin que quiera esto decir que se puedan mezclar entre sí los dis-
¿Puede hablarse ya de una auténtica fe en Jesús durante la vida tintos métodos. El método histórico, por su propia naturaleza,
de Jesús? O ¿se limitaba entonces la fe al tema de la predicación tiene que ser usado en forma puramente científica, so pena de
de Jesús —el Reino de Dios—, con lo que la persona del propio dejar de ser un método histórico. Esto no quita que los resultados
Jesús quedaba totalmente en un segundo plano? ¿Es posible ha- de una investigación científica puedan resultar posteriormente
blar ya de fe en la persona de Jesús antes de la resurrección y antes fructíferos para la actitud vital o para el acto de fe de una persona.
del envío del Espíritu? O ¿surgió esta fe sólo después de la resu- Por lo que atañe a la investigación en torno al Jesús histórico,
rrección y del don del Espíritu? ¿Significó la muerte y la resurrec- existe toda una serie de criterios válidos y, al mismo tiempo, el
ción de Jesús una ruptura o cesura absoluta en la vida de los pri- aparato científico va siendo constantemente afinado. En este mo-
meros fieles? ¿Puede hablarse de cristología únicamente después mento me parece que los criterios más importantes se pueden fijar
de la experiencia pascual, o ya incluso antes de ella? de la forma siguiente:

a) El principio de contraste. Una expresión o acción original


2. LIMITES DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
de Jesús sólo puede reconocerse como tal si difiere del pensamiento
y de la práctica tanto cristianos como judíos.
A primera vista, parece que h. solución de las cuestiones pre- b) El principio de testimonio múltiple. Si un mismo relato,
cedentes debería esperarse de una investigación estrictamente his- hecho por diversos autores, aparece en diversas tradiciones o en
tórica. Pero la cosa no es tan simple. Es preciso seguir teniendo formas diversas, dicho relato presenta mayores probabilidades de
conciencia de que la investigación científica y el acto de fe son ser original.
dos cosas distintas. Cada una de ellas domina su propio terreno,
posee su estructura y su método propios y persigue su propia fina- c) El principio de coherencia. Una parte sólo puede aspirar
lidad. La investigación histórica en sí misma no conduce al acto a ser juzgada como auténtica si está de acuerdo con el conjunto
de fe. El acto de fe cristiano incluye un acto de entrega. Creer total. El propósito de remontarse hasta el propio Jesús ha de en-
significa dejarse influir en la propia actividad vital por aquello marcarse siempre en el conjunto de las intenciones y concepciones
en lo que se cree. La investigación histórica no implica este úl- de las palabras y los hechos de Jesús. Sólo podrá considerarse como
timo paso: conduce a un convencimiento científico, pero la pro- auténtico el material que se muestre coherente con otro material
pia praxis vital queda al margen. Por esta razón, la investigación auténtico.
histórica no puede fundamentar ni justificar el acto de fe. En este
punto hay que dar la razón a Bultmann. d) El principio filológico. Determinadas peculiaridades lin-
20 T. } . van Bavel Del Jesús histórico al Cristo de la proclamación 21

güísticas podrían hacer referencia a la lengua que el propio Jesús perspicacia histórica 2 . Los juicios históricos absolutamente ciertos
habló (semitismos, arameísmos)'. no se dan con tanta frecuencia. También se encuentra el historiador
ante hechos profanos a menudo impotente si se eleva un poco el
La aplicación de tales criterios proporciona, sin duda, buenos nivel de exigencias. Además, en toda ciencia existe una buena parte
resultados. Pero existen razones para suponer que dichos criterios de «aproximación», que no carece de importancia; con determi-
no pueden aportar ninguna prueba históricamente concluyente. nadas aproximaciones se pueden elaborar estructuras que se man-
Y por esta razón dejan abiertas demasiadas cuestiones. No es im- tienen, pero con otras todo se hunde. Existe, al igual que en los
posible que el conjunto de la predicación de Jesús presentase una enunciados históricos, una gran escala de posibilidades que van
notable semejanza con la predicación judía o con la de las primeras desde la radical negación hasta la afirmación rotunda. Entre ambos
comunidades. No se excluye, por tanto, que lo verdaderamente extremos aparecen innumerables matices, cada cual con su valor
característico de la predicación de Jesús, que la distinguía de las propio. Esta escala puede representarse más o menos así: cierta-
otras, fuera algo que no se advertía directamente. Su originalidad mente no - probablemente no - no es probable - dudoso - posible -
puede haber consistido en la creación de una nueva combinación probable - altamente probable - completamente cierto.
de elementos que no eran totalmente desconocidos y a los cuales Evidencias auténticas acerca del Jesús terrestre poseemos más
habría otorgado acentos propios. Pero también podemos equivo- bien pocas. En conjunto, se considera históricamente cierto lo si-
carnos en materia de coherencia. Lo que para nosotros forma guiente: Jesús fue un hombre que vivió en Palestina, que proclamó
actualmente un conjunto coherente no tenía por qué exhibir ne- la proximidad del Reino de Dios, que fue exorcizador de demo-
cesariamente esa coherencia en tiempos de Jesús. Como hombres nios y taumaturgo, llamó la atención por su trato con gentes social
modernos equiparamos fácilmente lo «histórico» con lo «verda- y religiosamente desclasadas y murió en una cruz. Se tiene la sen-
dero»: lo que no es histórico tampoco es verdadero. Otorgamos sación de que estas certezas revelan poco del «misterio» de Jesús.
gran importancia a la investigación de las formas más primitivas
de la predicación; pero ¿no perdemos a veces de vista que anti-
güedad no equivale a autenticidad? De esta forma es posible hacer 3. SENTIDO DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA
anotaciones críticas al margen de cada uno de los criterios. ACERCA DEL JESÚS TERRESTRE

Desde un punto de vista cronológico, tampoco es posible sal-


¿Carecen la historia y la fe de relaciones entre sí? ¿Depende
var por completo el hiato existente entre la predicación de las co-
totalmente la fe de la investigación histórica? También pueden
munidades primitivas y el Jesús terrestre. Siempre queda entre
formularse estas cuestiones en forma que afecte a la dogmática.
ambos la laguna de un número desconocido de años. Desde un
¿Carece el Jesús terrestre de toda significación teológica? ¿Signi-
punto de vista estrictamente crítico, en la inmensa mayoría de los
fican algo para la fe, en cuanto fenómenos históricos, la predica-
casos no disponemos de ninguna certeza científica.
ción de Jesús del Reino de Dios, su exégesis crítica de la Tora,
¿Es forzoso entonces que caigamos en el extremo contrario, sus milagros, su comunidad con desclasados social y religiosamen-
o sea, en un escepticismo total? Algunos dudan sobre la posibili- te? O ¿hay que decir más bien que la historia del cristianismo
dad de salvar del escepticismo histórico algo acerca del Jesús te- resulta inexplicable sin Jesús, como la del Islam sin Mahoma y
rrestre. Pero, a mi entender, el escepticismo extremo revela poca la del pitagorismo sin Pitágoras?

2
1 P. Carnley, The poverty of historícal scepticism, en S. Sykes y J. P. Clay-
N. Perrin, Was lehrte Jesús wirklich? (Gotinga 1972) 22-42 = Redis-
ton, Christ, faith and history (Cambridge 1972) 165-189.
covering the Teacbing of Jesús (Londres 1967).
22 T. J. van Bavel Del Jesús histórico al Cristo de la proclamación 23
Si la fe cristiana es fe en una figura histórica, entonces la fe probación que no constituye la totalidad del contenido de fe en la
y la historia se relacionan entre sí. La dificultad consiste en saber muerte de Jesús, pero que, en cuanto actitud vital de Jesús, forma
en qué consiste esa relación. Querría hacer una distinción entre el el marco dentro del cual pudo surgir la fe en él.
método histórico y su objeto, que no es otro que la historia en En el caso de las palabras, lo que importa es siempre algo más
cuanto realidad en vías de realización. La realidad histórica es mu- que el hecho de haber sido pronunciadas. Las palabras poseen
cho más amplia que el método histórico, que se ocupa de la per se un contenido. Las palabras significan algo, crean una rea-
realidad en la medida en que ésta es comprobable. El acto de fe lidad 3 . Además, las palabras son una constante llamada a creer.
no es en sí mismo comprobable, pero sí lo es su expresión. Esta Aquí no es posible separar totalmente historia y fe. En el propio
es la razón por la cual la demostración histórica de que Jesús pro- tema de investigación están ya entretejidas y forman un complejo
nunció verdaderamente una determinada palabra o realizó una de- conjunto concreto.
terminada acción (una curación, o sus sufrimientos en la cruz, por El Jesús terrestre se hurta en inmensa parte a la mirada del
ejemplo) nunca puede mover a nadie a creer. Comprobar que un historiador. Aunque en menor proporción, éste es también el caso
hecho se ha realizado nada dice aún acerca de su significado. En de las primeras expresiones de fe en él. La investigación histórica
este sentido, el conocimiento histórico no coincide con el cono- puede prestar importantes servicios sobre todo en relación con las
cimiento de fe. fórmulas más primitivas de la fe. Puede señalar en la evolución de
En nuestros días se busca la relación entre historia y fe en la la fe estructuras y configuraciones, progresos y regresiones, que
dirección del contenido de la fe. La investigación histórica tendría nos pondrá en condiciones de discernir mejor el núcleo de la pe-
relación con lo que el hombre debe creer; debería ofrecer un con- riferia. Asimismo se hace posible establecer una jerarquía de valo-
tenido concreto a la fe. Así, el Jesús histórico se convierte en el res que, sin duda, puede influir en el contenido del acto de fe. Una
criterio objetivo de nuestra fe. Pero me parece que esta tesis sólo investigación de este tipo guarda relación con la interpretación
resulta concluyen te bajo determinadas condiciones. Ante todo, es y la reinterpretación. ¿Cómo se acomodaron los núcleos funda-
necesario distinguir en la vida de Jesús entre acontecimientos y mentales del mensaje de fe a las situaciones siempre cambiantes
palabras. El historiador puede comprobar que la cruz fue la eje- de la vida? ¿Cómo hemos de hacerlo nosotros por nuestra parte?
cución de un inocente. Pero este hecho brutal es algo completa- ¿Cómo debemos permanecer en el relato de Jesús sin cerrar los
mente distinto de la confesión de que la cruz significa la salvación ojos a nuestra época? En una reinterpretación de esta clase importa
y liberación para toda la humanidad. En este punto, el historiador saber qué interpretaciones fueron más esenciales y cuáles menos,
alcanza algo más que la mera facticidad. Los hechos y las acciones y aún lo son. El descubrimiento de cierta pluriformidad de maneras
no ocurren al margen de toda vinculación. Están integrados en un de creer en Jesús puede además redundar en un enriquecimiento
conjunto mayor, en un relato vital. Los hechos tienen una historia actual de nuestra fe.
del proceso por el que han llegado a ocurrir y requieren una inter-
pretación. No importa comprobar tan sólo que Jesús llevó a cabo
curaciones milagrosas; también es importante saber que no lo 4. LA TRANSICIÓN DEL JESÚS HISTÓRICO
hizo por afán de lucro, por sensacionalismo o por adquirir fama. AL CRISTO 0 E LA F E
A esto se añade aún la interpretación de la fe: la curación mila- Es imposible reconstruir con certeza la forma precisa en que
grosa como signo del Reino de Dios. Nos encontramos, por tanto, tuvo lugar la transición del Jesús terrestre al Cristo glorificado.
situados ante un triple nivel: el hecho en sí, la interpretación
3
histórica y la actitud de fe. De este modo, también es importante J. Ladriére, Théologie et langage de l'interprétation: «Revue Théolo-
comprobar que Jesús no se resistió a Dios ni a su muerte, com- gique de Louvain» 1 (1970) 241-267, y P . Ricoeur, Evénement et sens, en
E. Castelli, Révélation et histoire (París 1971) 15-34.
Del Jesús histórico al Cristo de la proclamación 25
24 T. J. van Bavel
rienda pascual o transición? Tal vez lo que sigue pueda ayudar
Tampoco puede nadie precisar la magnitud de dicha transición.
a comprenderlo 7 :
En relación con esto último no resulta indiferente la opinión que
se sostenga sobre la posibilidad de hablar de una fe en Jesús y de a) Palabras de Jesús. No se transmiten como el testamento
una cristología implícita desde su propia vida terrena. Yo personal- de un muerto, sino como palabras del Jesús que vive junto a Dios.
mente opto en favor de una cristología implícita, por dos razones: Para la comunidad no se trata simplemente de repetir palabras
a) la proclamación del Reino de Dios por parte de Jesús, y b) el de Jesús, sino que ella misma las escucha de forma nueva. Si antes
hecho bastante probable de que Jesús se atribuía a sí mismo un de la Pascua era ya Jesús considerado como un profeta extraordi-
papú! personal en la manifestación del Reino de Dios 4 . Por ello, nario, después de la Pascua es sin más el profeta escatológico.
no excluyo que los discípulos hayan llegado a tener conocimiento
de la significación salvífica de Jesús desde antes de la resurrección, b) Autoridad. A lo largo de su existencia terrestre alegó
aunque fuera de manera imperfecta y superficial. Si Jesús tomó Jesús poseer cierta autoridad y cierta misión recibidas de Dios.
parte en discusiones religiosas de su época y fue una figura contro- No es fácil precisar los límites de tal aseveración. Se manifestaba
vertida con personalidad propia, es forzoso pensar que la trascen- en su propia doctrina o en la interpretación de la Tora, que vincu-
dencia de su persona fue advertida mucho antes de su pasión y laba a su persona. Pero la resurrección es mucho más que la legi-
muerte. timación del Jesús terrestre, más que la reincorporación a la co-
Esto no quita que la experiencia pascual haya poseído una munidad que había convivido con él. Ahora se trata de un poder
elocuencia propia que no es posible subestimar. Aunque la resurrec- omnímodo que Dios le concede. El poder de Jesús se convierte
ción no implicaba una ruptura, significó, al menos, una transición en el poder del propio Hijo de hombre. La identificación del Jesús
y un salto. Pero este salto tuvo lugar sin romper la continuidad terrestre con el Hijo de hombre escatológico se ha cumplido.
con lo que había precedido a la resurrección. Y esta continuidad
residía en la propia persona de Jesús; no en algo distinto, como, c) Perdón de los pecados. El Jesús terrestre exhortó a la con-
por ejemplo, la apocalíptica o la escatologías. La resurrección versión, al cambio de vida. No puede excluirse que asimismo per-
significó la comprensión plena del ser de Jesús; significó entender donara los pecados en nombre de Dios. Tras la Pascua, el perdón
su «nuevo ser», aunque no estuviera desvinculado del «antiguo». de los pecados tiene lugar por la intervención activa del Cristo
Por esta razón es preciso no entender la «experiencia pascual» de- glorificado en la vida de los cristianos. El perdón de los pecados
masiado unilateralmente como «resurrección». Los primeros fieles es el poder, concedido por Cristo, de prolongar los efectos de la
emplearon diversas expresiones para definir su experiencia pascual: propia misericordia de Dios.
exaltación, levantamiento, resurrección, vivificación, asunción a los
d) Muerte de cruz. Nunca puede considerarse la muerte de
cielos, ascensión, envío del Espíritu 6 . Todas estas expresiones están
dogmáticamente vinculadas entre sí. alguien completamente al margen de su vida precedente. Esto es
particularmente cierto en el caso de la muerte de Jesús. Pero sólo
¿Cómo debemos representarnos la naturaleza de esta expe-
después de la Pascua pudo surgir la interpretación que la fe hace
4
de la muerte en cruz. Desde la perspectiva del Jesús terrestre no
W. Thüsing, Erhóhungsvorstellung und Parusieerwartung in der ¿¡¡testen
nachósterlichen Christologie (Stuttgart 1969) 30-36; J. Moltmann, Der ge-
se comprende el carácter redentor de esa muerte. El estudio de la
kreuzigte Gott (Munich 1972) 102-103, y N. Perrin, op. cit., 153. tradición revela que la cruz se integró tardíamente en la imagen
5
Cf. P. Hoffmann, Studien zur Theologie der Logienquelle (Münster 1972) del Cristo resucitado.
100-101.
6
A. Votgle, Wie kam es zur Artikulierung des Osterglaubens?: «Bibel
und Leben» 14 (1973) 243. 7
W. Thüsing, op. cit., 52-82.
26 T. J. van Bavel Del Jesús histórico al Cristo de la proclamación 27

e) Comunidad con Jesús. El trato de Jesús con publícanos y el Espíritu, conjuntamente con Cristo, se convierte en principio
pecadores, como expresión de una nueva relación de Dios con las de uña nueva creación. El Espíritude_Yahvé se convierte (sin dejar
«ovejas perdidas», se convirtió después de la Pascua en el factor de ser tal) en el Espíritu"de CristoTEl Espíritu, en cuanto don de
decisivo del amor cristiano. De este amor dependerá entrar o no Dios, se vuelve, por asi decir, mas~concreto; concreción que parece
en el Reino de Dios. estaFTigacIa al hecho de que el Espírítuse convierte en el don^He
f) Llamada a la imitación. Es probable que el Jesús terrestre Cristo.
haya enviado ya a sus discípulos a predicar su mensaje, con lo Incluso en las primeras comunidades palestinenses, el Espíritu
que ellos participaron en el camino del Maestro. Esto no era posible era la rue^za~motriz. Este Espíritu les^ había sido dado por el Hijo
sin una identificación con él. Después del envío del Espíritu, sin deTiombre glorifícado/Tésus. No fue Yahvé ni la Sabiduría quie-
embargo, la imitación se convierte pura y simplemente en sinónimo nes "enviaron el Espíritu, sino Jesús. El jjspíritu era, pues, el signo
de la condición de creyente. De lo que se trata entonces es de la y la prueba de la permanente presencia de Jesús. La Pascua había
plena identificación vital con el resucitado. suscitado un entusiasmo apocalíptico a causa de la certeza de la
fe de que Jesús de Nazaret no había permanecido en la muerte,
g) La plenitud del Espíritu. No es del todo cierto que en la
sino que había sido exaltado a Dios y había enviado al Espíritu
cristología más primitiva fuera ya presentado el Jesús terrestre
de los últimos tiempos. Esto era algo muy distinto al envío por
como el portador del Espíritu. (Véase, no obstante, Le 11,20 = Q:
Yahvé de un profeta lleno del Espíritu. Los profetas del Antiguo
por el dedo de Dios = por el poder de Dios expulsa Jesús a los
Testamento sólo estaban llenos del Espíritu"de manera provisional;
demonios). En los textos posteriores del Nuevo Testamento el es-
Jesús, por el contrario, l o estaba de manera definitiva. El envío
píritu actúa pura y simplemente en el Jesús terrestre. Pero cuan-
del Espíritu por~parte~de Jesús signiücaba la presencia directa~del
do se trata del Cristo resucitado no hay ninguna cristología que no
resucitado y la inspiración inmediata por el Señor glorificado. Esta
confiese a Jesús como dador del Espíritu. Nadie piensa que está
teología del Espíritu era, según S. Schulz, el rasgo fundamental de
vinculado a un hombre muerto, sino al único hombre Jesús que
la fuente de los logia (Q) 8 . Lo que llama la atención en ella es que
ahora —en unidad de naturaleza con Dios— dispone personal-
dicha fuente misma no hace mención expresa de una teología de la
mente del Espíritu. El resucitado está lleno del pneuma, ha acce-
Pascua o del Espíritu (como tampoco de una teología de la cruz).
dido al propio poder creador de Dios. Todas las expresiones sobre
El lugar del kerigma de la resurrección lo ocupa en Q la exaltación
Cristo subrayan el hecho de que en él se encuentra Dios mismo acti-
de Jesús a la condición de Hijo de hombre. Pero la concepción
vamente presente como en ninguna otra parte.
de fe según la cual el Jesús terrestre es el Hijo de hombre glorifi-
cado no se elaboró al margen de la influencia del Espíritu.
5. EL CRISTO RESUCITADO Y EL ESPÍRITU En los demás textos del Nuevo TgjtjmentQ puede distinguirse
claramente una doble función del Espíritu: la de portador de la
Existe un notable paralelismo entre el desarrollo de la cristo- revelación y la deTTuerza capaz de modificar la vida. La tunción
logía y el de la pneumatología. También en relación con el Es- reveladora del Espíritu se encuentra tanto en Pablo como en Juan .
píritu sería posible hablar de una transición, que debe igualmente
situarse en la experiencia pascual. El poder vivificador de Dios
8
estaba, sin duda, ya presente antes de la venida de Jesús. El Espí- S. Schulz, Q. Die Sprucbquelle der Evangclisten (Zurich 1972) 64.
9
ritu era considerado como la intervención misteriosa y espontánea H. D. Betz, Geist, Freiheit und Gesetz. Die fíotschaft des Paulus an
die Gemeinden in Galatien: «Zeitschrift für Tbcologie und Kirche» 71
de Dios en la historia y en el corazón del hombre. Este poder_divi- (1974) 78-93, y U. B. Müller, Die Parakletenvorstellung im Johannesevange-
no también actuaba en el Jesús terrestre. Pero después de_laJEascua, lium: «Zeitschrift für Theologie und Kirche» 71 (1974) 31-77.
28 T. J. van Bavel
Del Jesús histórico al Cristo de la proclamación 29
«Nadie puede decir 'Jesús es el Señor' si no es por el Espíritu San-
to» (1 Cor 12,3). «Y yo rogaré al Padre y os enviará otro Paráclito para la vida cotidiana. La comunidad cristiana esperaba ciertamente
(«proclamador» es aquí una traducción mejor que «auxiliador» o del futuro la realización perfecta de la salvación, peto esta espe-
ranza no era un obstáculo para que considerara que la salvación ya
«consolador») ... el Espíritu de la verdad... El os enseñará todas
estaba presente en ella. Esta actitud se manifestaba en una radical
las cosas» (Jn 14,16.26). El Espíritu de Dios es presentado aquí
disposición para escuchar —obediencia— a\_ Espíritu, y esta obe-
como la prueba de que Jesús era el profeta enviado por Dios y
diencia~sé traducía a su vez en una vivencia profunda 3eTT3eal de
lleno de su autoridad10. El Espíritu revela a Jesús¿_su revelación
vida de Jesús. Dejarse conducir por el Esplntii_.de_J¿gs^gñigcab a
se sitúa a continuación de liTrevelación que Jesús trajo. Él Espí-
para los primeros fieles liberarse de la esclavitud de las potencias
ritu rfiafiteñdrá vívala revelación de Jesús, protegerá "su identidad
de este mundo. La libertad de los hijos de Dios ncTera una palabra
y hará~que sea~^omprendida.""EI Espíritu, por tanto, revela la plena
vacmT Por fidelidad al Espíritu intema^n_t¿mbiénabolir todas las
verdad que ocultan las palabras de Jesús. Después de la revelación discriminaciones religiosas, sociales y culturales. ProcuTSc^añuEr
hecha por el Espíritu ya no se puede entender equivocadamente la distinción entre judíc^y_gríe^s^^iudadanos libres y esclavos,
a Jesús. La blasfemia contra el Cristo que se entrega en el Espíritu hombres^ mujeres. Tan fuerte era su motivacióiTpoF"eTEspíritu
(por medio de la proclamación de la comunidad) es el único pecado que se mostraban dispuestos a renunciar a sus propios privilegios
que no tiene remisión (Le 12,10; Mt 12,32). El Espíritu no se sociales para edificar una nueva sociedad humana. Conceder la
presenta como un sustituto de Jesús: no es portador de una reve- libertad a los esclavos y considerar jurídicamente iguales al hombre
lacióñ~lñctépénctíéHterStifunción^^ propia xonsiste^enxontintrar-rea-^ y a la mujer era entonces algo mucho menos evidente que en nues-
lizancTcTenlos íieTéiTc^qúé^élús'IíeTO^^cabóT^^Espírilü^perma- tros días. Pero la nueva experiencia espiritual del «ser-en-Cristo»
nece orientado al acontecimiento Cristo. Esta orientación a Cristo hizo que las primitivas comunidades soñaran con nuevas relaciones
aparece además como norma para Juzgar del valor de las actüácio- interpersonales y con otro tipo de sociedad. La función propia del
nes'^slngulares -del Espíritu,. en los fieles, tal como se Teé~~en los Espíritu radica en la iluminación y fuerza divinas que nos han
textos de. Pablo. El Espíritu se manifiesta sobre todo en la rela- sido dadas.
ción tanto entre Cristo y los fieles como de los fieles entre sí. Cuando Schillebeeckx u afirma que, además de la muerte y
El Espíritu es también una fuerza que modifica la vida. No es resurrección__o^Te^s:_debieron de existir otrosTactor'es"eñ T a p r F
únicamente luz e inspiración, sino también ánimo y vigor.vElto mitiva~Tglesia que significaron un punto de inflexión y una muta-
salta a l a vista en PeátecqstesTlosF"fieles son enviados a dar tésti- ción en la fe en Cristo, ¿no podemos pensar en el Espíritu? ¿No
monío; EITEspíritu es ía fuerza de Cristo en nosotros. Por esta fue él quien, como fuerza y gracia divina, llevó a los hombres a la
razón es también' nueva vida^ que ha de manifestarse sobre todo auténtica fe en Jesús? Que el Espíritu desempeñó esta función
en él amor. Podría decirse que la iluminación aumenta con el amor. es algo cierto para el período que siguió a la Pascua. Pero no
Nó en T)alde la tradición representa al Espíritu unas veces como querría limitar a la Iglesia la presencia del Espíritu. ¿Acaso no
iluminación y otras como amor. El entusiasmo, el saberse llenos pudo este mismo Espíritu llevar a los hombres a la fe en Jesús
del Espíritu, de las primeras comunidades cristianas resulta difícil también durante su vida terrena?
de imaginar para nuestra mentalidad de sobrios hombres modernos.
En cualquier caso podemos_aprenderjde ellas que la experiencia T. JAN VAN BAVEL
del Espíritu iba estrechamente ligada a una redoblada atención [Traducción: GILBERTO-A. GUTIÉRREZ]

10
K. Berger, Zum traditiongeschichtlkhen Hintergrund christologischer 11
E. Schillebeeckx, Ons heil: Jezus' leven of Christus de verrezene?:
Hobeitstitel: «New Testament Studies» 17 (1970-71) 396. «Tijdschrift voor Theologie» 13 (1973) 148-161.
Espíritu, Cristo, Iglesia 31

de un cristomonismo unilateral y un descuido de la dimensión


pneumatológica. Se dice que en ellos el Espíritu es una simple fun-
ción de Cristo, que su papel se reduce a procurar una eficacia uni-
versal y una apropiación subjetiva a la palabra y la obra de Jesu-
ESPÍRITU, CRISTO, IGLESIA cristo. Las consecuencias de esta concepción unilateral, se añade,
aparecen particularmente en la doctrina y en la praxis de la Iglesia.
La Iglesia es entendida unilateralmente como institución de Cristo,
rígidamente vinculada a su ley. En suma, resalta en primer plano
I. NUEVO INTERÉS POR EL ESPÍRITU
el aspecto institucional, quedando en penumbra los aspectos caris-
mático y profético.
Hasta hace poco, el campo teológico estaba dominado por la
Y. Congar 2 ha señalado que no es justo semejante reproche de
teología de la desmitologización y de la secularización en sus di-
unilateralidad. H. Mühlen, G. Philips, Ch. Moeller, H. Cazelles,
versas modalidades. El interés de esta teología se centraba en la
A. M. Charue y otros han intentado dilucidar las declaraciones
justificación racional de la fe cristiana ante la nueva situación his-
pneumatológicas del Concilio. Pero el descontento persiste. Se ve
tórica. Tal preocupación no ha encontrado todavía una respuesta
que en esta cuestión, como en otras muchas, los textos conciliares
suficiente. Como ha advertido repetidas veces E. Schillebeeckx, la
son más un impulso y un comienzo que una resolución y respuesta
«fides quaerens intellectum» es la preocupación fundamental de
definitiva. La teología posconciliar ha destacado expresamente la
toda teología digna de tal nombre. Pero la inteligencia que interesa a dimensión carismática de la Iglesia, si bien no ha logrado deter-
la teología, como a todas las demás ciencias, por ser una inteligencia minar satisfactoriamente su relación con las estructuras institu-
humana, constituye una magnitud absolutamente histórica. De ahí cionales.
que la teología científica haya de afrontar hoy un reto: el creciente Si nosotros abordamos este problema partiendo de la relación
interés por la experiencia inmediata que se expresa en la irrupción existente entre cristología y pneumatología no es sólo por una
de movimientos espirituales, fenómeno inesperado y un tanto ex- preocupación intraeclesial o intrateológica ni simplemente espiri-
traño, pero cargado de promesas. tual. No en vano la teología trinitaria de Occidente halló su culmi-
Ante esta nueva situación, la teología se halla, sin duda, bas- nación magisterial en el Concilio IV de Letrán (1215), en la última
tante perpleja. No ha cambiado sustancialmente el triste panorama confrontación con los movimientos entusiastas, a propósito de la
que, ya a comienzos del siglo pasado, denunciaba J. S. Drey en teología de la historia que defendía Joaquín de Fiore. Este autor
su artículo Revisión del estado actual de la teología', y que Hegel preconizaba una era del Espíritu y un progreso en la historia de
analizó con una agudeza no superada hasta el presente: el distan- la salvación después del tiempo de Cristo. Esta doctrina trinitaria
ciamiento entre el elemento dialéctico y el místico. La relación en- de orientación histórica, aunque rechazada en la Iglesia, se con-
tre cristología y pneumatología es uno de los aspectos de este pro- virtió luego en base del pensamiento histórico moderno, de la fe
blema. en el progreso y del mesianismo intramundano. La plenitud de la
La pneumatología es un campo ampliamente descuidado en la historia se busca hoy y se persigue activamente en un intento de
teología católica. Incluso los textos del Concilio Vaticano II sus- emanciparse de Jesucristo y de la prehistoria cristiana. Desde el
citaron, por parte de algunos observadores no católicos, el reproche punto de vista cultural, la trayectoria va del pietismo de Würt-
2
Cf. J. S. Drey, Revisión des gegenwdrtigen Zustandes der Theologie, Cf. Y. Congar, Pneumatologie ou «christomonisme» dans la tradition
en J. R. Geiselmann (ed.), Geist des Cbristentums und des Katholizismus latine?, en Ecclesia a Spiritu Sancto edocta (Hom. a G. Philips: Bibl. ETL 27
(Maguncia 1940) 83-97. [Gembloux 1970]) 41-63 (con bibliografía).
32 W. Kasper Espíritu, Cristo, Iglesia 33

temberg, pasando por la filosofía de la cultura y de la historia del en un sentido marcadamente antientusiástico7. Pablo, en efecto,
idealismo alemán, hasta el marxismo. Desde el punto de vista po- advierte: «Nadie que hable movido por el Espíritu de Dios dice:
lítico, se prolonga a través de Cola di Rienzo hasta llegar al fas- '¡Maldito sea Jesús!'. Ni nadie puede decir: "J esu s es el Señor' 1
cismo (el duce como el novus dux de Joaquín de Fiore) y al espan- sino movido por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). La profesión de I
toso sueño de un Tercer Reich en el nacionalsocialismo alemán 3 . fe en Cristo se convierte así en criterio decisivo para el «discerní- I
Esto nos indica ya por dónde debe empezar una teología que miento de espíritus». De este modo se excluye de raíz cualquier |
quiera afrontar con profundidad la discusión con las fuerzas cultu- cristología separada de una pneumatología. Para Pablo está claro
rales y sociales de nuestro tiempo: por determinar de nuevo la también que no es posible una cristología sin pneumatología. Hay
relación que existe entre cristología y pneumatología. La teología que hablar de Jesucristo «en el Espíritu»: pretender lo contrario
ha de tener en cuenta a este propósito las decisiones sobre la reno- sería, según la Escritura, un intento vano.
vación intraeclesial y las relaciones entre la Iglesia y la sociedad. La compenetración de cristología y pneumatología, que a me-
Es sencillamente falsa la afirmación de Kant en el sentido de que nudo llega a una no distinción entre ambas, subsiste en los Padres
la doctrina trinitaria «no tiene nada que ver con lo práctico» 4 . de la Iglesia. En ellos encontramos una explícita cristología pneu-
Como ha mostrado E. Peterson, esta doctrina fue también desde mática. Según F. Loofs 8 , se trata del modelo cristológico más an-
el principio un problema eminentemente político 5 y no lo es menos tiguo. Pero pronto se vio desplazado por la cristología —cada vez
en la actualidad. más precisa— del Logos, que consideraba sospechosa la cristología
pneumática del adopcianismo. Esto se puede ver perfectamente en
la decreciente importancia que, después del Concilio de Nicea (325),
II. PERSPECTIVAS HISTÓRICAS fue teniendo para la cristología la perícopa del descendimiento del
Espíritu en el bautismo de Jesús 9 . Desde entonces fue adquiriendo
Es necesario empezar con unas observaciones históricas, dado mayor importancia la interpretación de la perícopa bautismal que
que la historia de la pneumatología ha sido estudiada mucho me- aparece ya en uno de los primeros representantes de la cristología •
nos a fondo y es menos conocida que la cristología. Las obras clá- del Logos, Justino: el descendimiento del Espíritu fue simplemente
sicas de historia de los dogmas se suelen limitar a unas referencias una manifestación pública del Espíritu que Jesús ya poseía en \
muy generales sobre el tema 6 . Es mucho el trabajo histórico que virtud de la encarnación del Logos 10.
queda por hacer. De todos modos es evidente una razón decisiva Un segundo punto de vista es el que resulta de la evolución
del desarrollo —o más bien subdesarrollo— histórico. La contro- 7
Cf. E. Kásemann, Die Anjange cbristlicher Theologie, en Exegetiscbe
versia con los movimientos entusiastas puso muy pronto en primer Versuche und Besinnungen 2 (Gotinga 1964) 82-104, y Paulus und der
término el problema de los criterios objetivos de la fe, en especial Frühkatholizismus, en ibíd., 239-252.
s
la profesión de fe en Cristo. Esto resulta claro en el mismo Pablo. Cf. F. Loofs, Theophilus von Antiocbien Adversus Marcionem und
Su teología, si podemos seguir a E. Kásemann, debe entenderse die anderen theologischen Quellen bei Irenaeus (TU 46, 2; Leipzig 1930),
especialmente cap. 2, y Leitfaden zum Studium der Dogmengeschichte (Tu-
3
Cf. K. Lowith, Weltgeschichte und Heilsgescbehen. Die theologischen binga 61959) § 21s; cf. también J. Betz, Die Eucharistie in der Zeit der
Voraussetzungen der Geschichtspbilosophie (Stuttgart 41961) 136-147. griechischen Viiter 1/2 (Friburgo 1955) 290s, y H. Mühlen, El acontecimiento
4
I. Kant, Der Streit der Vakultaten, en Werke (ed. W. Weischedel) VI, Cristo como obra del Espíritu Santo, en Mysterium Salutis III/2 (Madrid
303. 1969) 529-560.
9
Cf. E. Peterson, El monoteísmo como problema político, en Tratados Cf. A. Orbe, La unción del Verbo. Estudios valentinianos (Anal.
teológicos (Madrid 1966) 27-63. Gregor. 113; Roma 1961), y J. G. Davies, Der Heilige Geist, die Kirche
6
Cf. Th. Rüsch, Die Entstehung der Lehre vom Heiligen Geist (Stud. und die Sakramente (Stuttgart 1958) 29-37.
10
Dogmengesch. u. syst. Theol. 2; Zurich 1952). Justino, Dialogus cum Tryphone 88: PG 6, 686s.
3
34 W. Kasper Espíritu, Cristo, Iglesia 35

de la doctrina trinitaria. La definición de la consustancialidad del tituyen las diversas personas de la Trinidad y su actividad en la
Padre y del Hijo (DS 125) en el Concilio de Nicea (325) llevó historia de la salvación, sino la naturaleza única de Dios, que es
ciertamente a un conocimiento más claro de la consustancialidad en sí trinitaria. El símbolo correspondiente a esta noción de la Tri-
del Espíritu. En efecto, si el Espíritu no fuera Dios, no podría nidad es el círculo: el Padre engendra al Hijo, y el Espíritu es
reconciliarnos con Dios —como subrayan Atanasio y Basilio— el amor común del Padre y del Hijo (Filioque). Así, pues, en el
ni configurarnos con la imagen del Hijo u . Pero la profesión de fe Espíritu se cierra el círculo de la vida intratrinitaria. El Espíritu
en el Espíritu como «señor y vivificador» (DS 150), que formuló es, por así decirlo, lo más íntimo y arcano de Dios. De acuerdo
el Concilio I de Constantinopla (381), es mucho menos precisa con esta doctrina, toda operación «hacia fuera» es común a las
que las correspondientes formulaciones cristológicas de Nicea. En tres divinas personas. Tal concepción hizo que la significación de
la teología patrística posterior no hallamos mayor precisión en la la Trinidad se desplazara de la historia de la salvación a la meta-
doctrina sobre el Espíritu. En Oriente y en Occidente se configu- física.
raron teologúmenos distintos. Así, mientras los griegos afirmaban
Así se llegó, como precisa J. Ratzinger, «a una metafísica teo-
preferentemente que el Espíritu procede del Padre por el Hijo, en
lógica por una parte y a una teología de la historia por otra». «Esto
Occidente prevaleció la afirmación de que procede del Padre y del
ha perjudicado tanto a la doctrina sobre la Iglesia como a la doc-
Hijo (Filioque). Nadie se escandalizaba de esta diversidad de
trina sobre el Espíritu Santo. La Iglesia ya no fue entendida de
lenguaje. La ruptura a este respecto llegó mucho más tarde por
manera pneumática y carismática, sino exclusivamente desde la
culpa de múltiples malentendidos 12 y de una creciente incompren-
perspectiva de la encarnación, en forma demasiado terrena, y ter-
sión para las diversas mentalidades que subyacían a las diversas
minó por ser explicada desde las categorías de poder del pensa-
fórmulas13. Hoy sabemos de nuevo que, en realidad, las dos fórmu-
miento secular. De este modo, la doctrina sobre el Espíritu Santo
las no se diferencian gran cosa. Pero es significativo que, a juicio
quedó desplazada: en parte llevó una existencia pobre en el ámbito
de los orientales, el Filioque latino y la vinculación del Espíritu
de la vida devota y en parte fue absorbida en la especulación gene-
al Hijo que en esa fórmula se manifiesta sean responsables del uni-
ral sobre la Trinidad, quedando así prácticamente sin función para
lateral cristocentrismo de Occidente y del marcado carácter insti-
la conciencia cristiana16.
tucional de la eclesiología occidental, incluida la pretensión del
No sucede lo mismo con la doctrina trinitaria oriental. Su punto
papa como vicario de Cristo u.
de partida no es la naturaleza de Dios, sino el Padre. Sólo él es
Siguiendo a Tertuliano, Agustín y luego Pedro Lombardo, el ho theós. No sólo el Hijo procede directamente de él, sino también
punto de partida de la doctrina trinitaria occidental1S no lo cons- el Espíritu, si bien la procesión del Espíritu está condicionada por
11
la del Hijo. El Espíritu es, de jlgúya modpj.Jo que desborda y rebosa 1
Atanasio, Ep I ai Serapionem 24: PG 26, 585, y Basilio, Ep. 8 ad del amor revelado""eñ~él Hijo; de este modo es la revelaciótTdel j
Caesarienses 10: PG 32, 884.
12
Esto lo aceptan hoy algunos teólogos ortodoxos, en contraste con las
exageraciones de V. Lossky a propósito de las célebres tesis de B. Bolotof.
Cf. S. Boulgakof, Le Paracleí (París 1946) 97ss, 123ss; P. Evdokimov, L'Esprit (París 1892ss). Un buen resumen es el de M. Schmaus, Die psychologische
Saint dans la tradition: «Bibl. Oecuménique» 10 (París 1969) 69ss. Trinit'átslehre des Heiligen Augustinus (Münsterische Beitr. z. Theol. 11;
13
Cf. Y. Congar, Zerrissene Christenheit. Wo trennten sich Ost und Münster 1927) 10-22. No obstante, tanto De Régnon como Schmaus advier-
West? (Viena-Munich 1959) 56s, 102. ten que no es posible hacer una distinción «pura» entre latinos y griegos.
14
S. Boulgakof, op. cit., 125, 137, y E. Benz, Geist und Leben der Ost- Según Schmaus, en Agustín domina un interés explícito por la historia de la
kirche (Hamburgo 1957) 52. salvación, que pasa a segundo término en la tradición occidental posterior;
15
La distinción entre la doctrina trinitaria occidental y la oriental se re- cf. el epílogo a la reedición de 1967.
monta a Th. de Régnon, Études de théologie positive sur la Sainte Triníte 16
J. Ratzinger, Einführung in das Christentum (Munich 1968) 276s-
36 W. Kasper
Espíritu, Cristo, Iglesia 37
ser del Padre 17 . El amor revelado en el Hijo tiende en el Espíritu
a*ír más allá de síf^jen el Espíritu es donde es impulsado hacia consagración de las ofrendas; era, _ según_e&ta.,cQncepri nn, obra del
füeFaTháciá una ulterior revelación de Dios. El Espíritu es así, por Espíritu SantoTTero esta visión espiritual fue desvirtuada en las
expresarnos 3e~algaii moda, 7o~ externo deDiosTTor medio de él controvB?s&S"eroíaTl"S'tícas"~ae"15"Alta ElIaT'Medía en un sentido
actúTT)iosTamBlén enja creaciónjr en la historia. puramente espiritualista. El mismo Humberto ~ dé "Silva CariHícli,
Ambai"íóñcepciones tienen sus peligros específicos 18. El «filio- que éír 1054 consumó la ruptura con Constantinopla, introdujo
quismo» de Occidente puede llevar a un cristocentrismo unilateral. una noción estrictamente cristológica de la eucaristía. Ahora se
Y así la Iglesia será entendida, desde la sola perspectiva de la en- ponía el acento en las palabras de la institución: «Este es mi cuer-
carnación, como el «Christus prolongatus», el «Christ répandue» po», «ésta es mi sangre». Se subrayaba la eficacia objetiva de tales
(Bossuet), el «Cristo que pervive» (J. A. Mohler). Su objetivo será palabras ex opere operato; se insistía en que Cristo se hace obje-
enraizarse en el mundo, penetrar en él e incluso intentar dominarlo. tivamente presente por obra del sacerdote ministerial w . Todo esto
La concepción oriental, en cambio, puede llevar a una relativa condujo al cambio indudablemente más grande que jamás experi-
autonomía del Espíritu frente al Hijo, a una mística que, sin ser mentó la eclesiología católica: el paso del mundo de los Padres
antimundana y antiinstitucional, se muestra muy a menudo indife- —para quienes los sacramentos eran acciones del Espíritu de Dios,
rente a la Iglesia como institución y al mundo. Si la Iglesia católica misteriosamente condicionadas a unos signos visibles— a la Iglesia
romana corre el peligro de una apoteosis mundana, de una theologia y la teología de la época medieval y moderna, cuya mayor preocu-
gloriae secular, la Iglesia oriental puede caer en la apoteosis em- pación por la estructura de los signos sacramentales llevó a una
pírea de una gloria del cielo en la tierra. De ahí que la liturgia especie de ¡uúdizaáón y cosiñcación ™.
oriental se considere menos como una actualización de la obra sal- Lo que era consecuencia de la ruptura entre Roma y Constan-
vífica de Cristo que como actualización de la liturgia celeste. Y esto tinopla desembocó ulteriormente en una ruptura entre Roma y
hace que la doctrina trinitaria de la Iglesia oriental corra el peligro Wittenberg. La teología de la Reforma protestaba contra toda
de ser concebida no en términos de historia de la salvación, sino theologia gloriae y proclamaba una radical theologia crucis. Pero el
en términos suprahistóricos. solus Christus proclamado en la doctrina de la justificación, opues-
Las consecuencias de la ruptura entre Oriente y Occidente se to como crítica a toda arbitrariedad humana y eclesiástica, entraña
manifiestan con toda claridad en la doctrina sobre los sacramentos el peligro de que el cristocentrismo se convierta en cristomonismo.
y, más tarde, en la Reforma protestante. Esto nos lleva a un tercer El Hijo y el Espíritu pasan a ser modos de manifestación del único
motivo en el desarrollo histórico. La Iglesia antigua, incluida la Dios. Este peligro modalista aparece ya en Lutero 21 , se da hoy
de Occidente^jpantenía una explícita concepción pneumatológica
19
de los sacramentos_._jespecialmente dg la eucaristía. 1.a ppir-]psisJ Sobre este cambio, cf. J. R. Geiselmann, Die Abendmahlslehre an der
súpllca^lñvocación del Espíritu_sobrg las ofrendas del p a n v del Wende der christlichen Spátantike zum Frühmittelalter (Munich 1933); H. de
Lubac, Corpus mysücum. Eucharistie und Kirche im Mittelalter (Einsiedeln
vino, es un importante testimonio litúrgico a este respectoLa 1969); A. Gerken, Theologie der Eucharistie (Munich 1973) 103, nota 10
(bibliografía); Y. Congar, Vneumatologie ou «chñstomonisme», 43-54.
20
17
Cf. S. Boulgakof, op. cit., 71ss, 171ss; P. Evdokimov, op. cit., 56ss. Esta gran transformación fue analizada por R. Sohm, Das altkatholiscbe
Th. de Régnon y luego Schmaus (op. cit., 19) señalan que esta concepción Kirchenrecht und das Dekret Gratians (Darmstadt 1967). Entre los estudios
griega está más cerca de la Escritura y de la tradición primitiva que la de recientes destaca Y. Congar, Die Lehre von der Kirche von Augustinus bis
Occidente. zum abendlandischen Schisma (Handbuch der Dogmengeschichte III/3a;
18
Cf. E. Przywara, Logos. Logos-Abendland-Reich-Commercium (Dus- Friburgo 1971).
21
seldorf 1964) 155ss. Przywara convierte las diferencias en oposiciones y lleva Sobre el doble peligro de monofisismo y modalismo en la cristología
algunos planteamientos hasta el extremo. de Lutero ha llamado particularmente la atención Y. Congar, Regards et
réflexions sur la christologie de Luther, en Chalcedon III, 457-486. Es de
38 W. Kasper Espíritu, Cristo, Iglesia 39
como tendencia en K. Barth y se intensifica en Schleiermacher y y el objetivo de todo cuanto acontece. El Padre se revela en la
en numerosos teólogos protestantes, que le siguen ahora más que venida de su Hijo. El amor de Dios, que se comunica en el Hijo,
hace diez años n. La tradición occidental llega así al extremo. La se derrama sobre nosotros en el Espíritu Santo (Rom 5,5). Las
pneumatología protestante apenas si ofrece una solución al dilema. ocasionales fórmulas trinitarias que aparecen ya en la Escritura son
Lutero insiste contra Roma en la libertad del Espíritu, y contra sencillamente una descripción sintética de esta experiencia histórica
los entusiastas, en la vinculación del Espíritu a la palabra extrínseca de salvación. Ahora bien: si nos preguntamos más precisamente
de Dios y al sacramento. La Reforma nunca pudo explicar clara- por la relación existente entre Cristo y el Espíritu, hallaremos en
mente su posición entre Roma y los entusiastas. La historia de la la Escritura dos series de afirmaciones aparentemente opuestas, de
teología y de la Iglesia protestante oscila y se agita entre estos suerte que el arduo problema de determinar la relación objetiva
dos polos. que se da entre cristología y pneumatología se reduce a la cuestión
Por lo dicho se puede ver la gran trascendencia ecuménica que de qué relación tienen entre sí esas dos series de afirmaciones25.
entraña un nuevo planteamiento de la pneumatología. No en vano La primera serie, que aparece principalmente en los Evangelios,
L. Vischer proponía recientemente, como elemento primordial está influida por la noción veterotestamentaria de Espíritu. El Es-
para el acercamiento de las Iglesias separadas, la reforma de la epi- píritu es la fuerza divina que actúa en la creación y en la historia;
clesis en todas ellas 23 . La epiclesis no sólo implicajm_prQblema es cóTñcTeThálito divino que anima y vivifica, que penetra toda la
litúrgico, sino que refleja una"concepción de la Iglesia y de sus creación y, desde el primer comienzo (Gn 1,2), ordena, dirige y
minisTeTÍc^<rerr-e1''T^lhüFTLT'^osiaSñ protestante tiene sus anima todas !as__cosas. La teología patrística, tanto oriental como
razones y su peso como correctivo crítico. Su solus Christus y su occidental, subraya continuamente esta actividad del Espíritu en la
consiguiente sola Scriptura nos fuerzan, por encima de toda es- creación. Por medio de su Espíritu, Dios actúa especialmente en_la
peculación, a volver a los orígenes y preguntarnos por el modo his- historia; el Espíritu suscita a ciertos hombres y los capacita_con
tórico de la revelación de Dios por Cristo en el Espíritu Santo dones carismáticos para obrjisjgxmiord,inarias- «Oni locutus est per
a fin de intentar desde él un nuevo planteamiento. propKetas!». El Mesías esperado aparece como el portador del
Espíritu por antonomasia (Is 11,2). Para el final de los tiempos se
III. ENSAYO DE UN NUEVO PLANTEAMIENTO BÍBLICO espera una efusión general del Espíritu (Joel 2,28; Hch 2,17s). El
Espíritu es el poder y la fuerza de donde surge la nueva creación,
Si queremos hallar una solución al dilema deberemos partir el nuevo corazón y el hombre nuevo (Ez 36,26s; Sal 51,12). Por
de la revelación de Dios en la historia de la salvación. La Escritura su medio se cumple entre gemidos la expectación y el ansia de la
denomina ho theós solamente al Padre 24. El es el punto de partida creación, que se dilata hacia la venida del reino de la libertad de
los hijos de Dios (Rom 8,19-28). Según el Nuevo Testamento, este
notar que Lutero no se propone formular una doctrina sistemática; por tanto,
no sería justo trasladar sus principios al horizonte de la cristología tradicional Espíritu reposa en especial sobre Jesucristo. Jesús es engendrado
y sacar las correspondientes consecuencias. por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18.20; Le 1,35); con ocasión
22
Cf. F. Schleiermacher, Der cbristlicbe Glaube §§ 170-172; K. Barth, del bautismo es constituido en su ministerio mesiánico (Me 1,
Kirchliche Dogmatik 1/1, § 9, y H. Berkhof, op. cit., 137s, con su definición 10 par.); actúa con la fuerza del Espíritu (Me 1,12; Mt 12,28;
de las tres personas divinas como tres «modos de ser».
23
Cf. L. Vischer, Epiklese, Zeichen der Einheit, der Erneuerung und des
Le 4,14.18, etc.); en la cruz se entrega en el Espíritu Santo al
Aufbrucbs: «Oecumenica. Jahrbuch für ükumenische Forschung» (1967) 25
302-312. Cf. especialmente H. Berkhof, Theologie des Heiligen Geistes (Neukir-
24
Cf. K. Rahner, «Theos» en el Nuevo Testamento, en Escritos de teolo- chen-Vluyn 1968) 18ss. Sobre la noción bíblica de Espíritu, cf. en particular
gía I (Madrid 1961) 93-167. Cf. supra, nota 17. íívevfia: ThWNT VI (1959) 330-450, y K. H. Schelkle, Theologie des Neuen
Testaments II (Dusseldorf 1973) 235-248.
40 W. Kasper Espíritu, Cristo, Iglesia 41

Padre como víctima (Heb 9,14); finalmente es resucitado por el (Rom 8,9; cf. Flp 1,19) o el Espíritu del Hijo (Gal 4,6), e incluso
poder del Espíritu (Rom 1,4; 8,11) y así viene a ser él mismo un «el Señor es el Espíritu» (2 Cor 3,17). El Espíritu es la realidad
«Espíritu vivificante» (1 Cor 15,45). presente, el resplandor de Cristo glorificado28. Por el Espíritu y
En estos pasajes la cristología parece ser casi una función de «en el Espíritu» estamos «en Cristo» (las dos expresiones son inter-
la pneumatología. El Espíritu es aquí el poder creador y recreador cambiables en Pablo); «en el Espíritu» somos «cuerpo de Cristo»
^Í25_ e n e^ m u n d o , un poder que aKürajEjáflcanza a~fod~ás las (1 Cor 12,13). La tarea del Espíritu es recordar la palabra y la
cosas, que suscita también a Jesucristo como nuevo Adán y con obra de Jesucristo (Jn 14,26; 16,13s) y por el recuerdo hacer pre-
cuya fuerza éslelíeaBza su obra de salvacíóñTEsta cristología~pneu- sente a Jesús.
mática puede^antelíe7~corrTó3a facilidad la conexión entre crea- Según estos pasajes, el Espíritu ha de recordar la significación
ción y redención y, por tanto, la significación universal de Cristo. única y definitiva de Cristo. Así es posible mantener de manera
_ Puede hacer comprensible en la fe cómo el Espíritu de Cristo actúa convincente la singularidad absoluta de Jesucristo. Pero ahora se
de forma «anónima» en todas partes: en todas las religiones y tam- corre el peligro contrario. La pneumatología_se_presenta. al menos
bién en la cultura, el arte y la ciencia. Así puede «explicar» menos a primera vista, casi como una tuncioñ de la cristología. El Espíritu
forzadamente cómo Dios quiere de verdad la salvación de todos parece~^=yTio~poí6s'lntéfpretes procedentes de la historia de las
los hombres, incluidos los no cristianos. En calidad de exegeta, religiones así lo han entendido— una especie de fuerza impersonal,
W. Thüsing ha señalado con razón que el intento de K. Rahner un fluido o medio envolvente, unaTürlcioñ'ó, con una visión filo-
de dar a la cristología, con ayuda de su método trascendental, un sóficapün principio. Pero es claro que la Escritura no lo entiende
alcance universal para hacer «comprensible» la pretensión cristo- de ese modo. Según la Escritura, Jesús se hace presente por el Es-
lógica de un carácter absoluto ^ tiene su correspondencia bíblica en píritvTno ^ a manera de la letra muerta, sino libremente (2 Cor 2,
la pneumatología.
6-18); no de manera legalista, sino profética y carismática. Y el
Es cierto que la cristología pneumática puede mantener la uni- Espíritu no sólo recuerda a Cristo: también manifiesta lo futuro
versalidad de la pretensión y significación de Jesucristo, pero tam- (Jn 16,13) y nos enseña a realizar obras todavía^mayores que las
bién corre el peligro de perder de vista la absoluta singularidad realizadás"pof"Cffs'to^(JñT4,12)7Er Espíritu es la promesa (Le 24,
de su persona y explicar su entidad única haciendo de él un por- 49, etETy~ras"arTáiráe esa"pYc^Já72"^FTT22TETT."r4). Tamhién
tador y símbolo especial de un principio «crístico» general27. Así podemos deaFqué'por"CristoTía llegado lo definitiva e insuperable-
se comprende que esa cristología, tan pronto como se inició el des- mente nnevrTy que el Kspíntn lo pone constantemente a nuestra
arrollo de la doctrina cristológica en la Iglesia antigua, pareciera disposición en su" novedad, pues él es elespacio abierto de lo
sospechosa de adopcianismo y fuera desplazada por la cristología
siempreliuevo*2^
del Logos. Entonces entró en acción la segunda serie de afirma-
Mirando las cosas con mayor ..rigor, se^advierte que los dos
ciones bíblicas sobr^e lá relación entre cristología y pneumatología.
planteamientos bíblicos constituyen jun solo, y gran movimiento
Desde esta segunda perspectivaTel Espíritu es el Bspiritu de~Cristo
que parte de Dios y alcanza su punto culminante en la_plenitud
26
Cf. W. Thüsing, en K. Rahner y W. Thüsing, Christologie - systematísch de losüémj5üs~por Jesucristo. JJióTesen Cristo ya ahora «todo en
und exegetisch (Quaestiones disputatae 55; Friburgo 1972} 100-103 (edición todas las Irosas» (2 Cor 15,28). La ulterior actividad del Espíritu
española en Ed. Cristiandad 1974).
Este peligro apareció particularmente en la renovación de la cristología
sólo puede consistir en unlversalizar la realidad de Jesucristo, es
pneumática dentro de la teología protestante liberal. Cf. J. Ternus, Chalkedon 28
und die Entwicklung der protestantischen Theologie, en A. Grillmeier y Cf. J. Hermann, Kyrios und Pneuma. Studien zur Christologie der
H. Bacht (eds.), Chalkedon. Geschichte und Gegenwart III (Würzburg 1954) paulinischen Hauptbriefe (Stud. AT u. NT 2; Munich 1961).
29
344s, 556s. Cf. H. U. von Balthasar, Geist und Zukunft, en Spiritus Creator. Skiz-
zen zur Theologie III (Einsiedeln 1967) 153.
42 " W. Kasper Espíritu, Cristo, Iglesia 43
decir, en integrar toda la realidad en él. restaurándola de acuerdo añadir lo que falta en Hegel: la inacabable sobreabundancia de li-
coi>4rtmlgTñ"deT3Ios"manifestada en Cristo. Todo esto acontece bertad que el amor significa. Esta sobreabundancia impide llegar
según la ley de la plenitud sobrepujante, de la creación en Jesucristo —como sucede en Hegel y en Marx— a una identidad de libertad
y de la realidad de Cristo en la actividad del Espíritu. El tema de y necesidad, de idea y realidad M. La consideración de la dimensión
la superabundancia es el auténtico tema de la historia de la salva- pneumatológica rompe los moldes de la pura lógica y dialéctica,
ción (J. Ratzinger)30. pero sin que todo se diluya en una embriagadora exaltación dioni-
Fijémonos en ese tema con mayor detenimiento. Del carácter síaca. En el Espíritu queda superado el Logos, es decir, alcanza su
escatológico de esta revelacióri_deLDiosJiqr;^Jegucristo en el Espí- plenitud de manera insuperable.
ritu se sigue por necesiHad que Dios se manifiesta en ella de. ma-
nera^Hefínítíva_e_^isj¿erffle jal_corno_es 31. En este sentido dice
la Escritura: «Dios es el amor» (1 Jn 4,16). Y Dios se ha mani- IV. UNA NUEVA CRISTOLOGIA PNEUMÁTICA
festado definitivamente por Cristo como este amor autocomunica-
tivo. EcT cual 'significa "qüe"Dios" es "désele la eternidad tal amor y
Las reflexiones que hemos hecho hasta aquí muestran cómo una
que este amor en el Espíritu es consciente desde la eternidad de
pneumatología seria podría ayudar a resolver varias aporías de la
su propia sobreabundancia y libertad. E^nel Espíritu «descubre»
cristología tradicional. En efecto, una vez que se haya entendido
Dios la posibilidad de una historiajque lesjupera y trasciende a él
la «analogía de la caridad», según la cual el amor es libre precisa-
mismo. Por así decirlo, el Espíritu es en Dios la condición"trascen-
mente cuando está totalmente en otro, se entenderá también cómo
dental Ife'TXJsibiKdaTt'a'é'Ta creación y de la historia. El Espíritu ei,
por tanto,~eTalñoFqueje trasciSick.y„sóE^l5Í.,.a_sí mismo. Es la Jesús puede ser ese hombre único, concreto, singular y al mismo
alegría"desbordante y el deleite, la fascinación^(H^JvIühlenXdel tiempo el Cristo universal, que es el mismo «ayer, hoy y por siem-
Padre erFsu'HijbT Es a un tiempo la naturaleza íntima (tradición pre» (Heb 13,8). Se entenderá cómo Jesús puede dar cumplimiento
latiríáXy lo~externo de Dios que se excede y desborda (tradición —de manera muy particular— al camino de Israel, enviado tan sólo
griega)32. Esto no supone en realidad una oposición excluyen te, a la casa de Israel (Mt 15,24), y al mismo tiempo mostrar —de
sino una unidad interna que se podría formular así: la libertad, la manera totalmente universal— el camino a todos los pueblos
i alegría y el resplandor del amor consiste precisamente en que éste (Mt 28,19). Se entenderá cómo Jesucristo puede estar frente a su_
se realiza cuando existe en otro y para otro. Iglesia como Señor y^abe^"~3e~é^t"a"y^ al mismo liempo, seguir
viviefldory actuando en ella v~por medin de ella. Todo_estr7_es
Para desarrollar esta fórmula habría que reflexionar con una
posible «en el Espíritu».
actitud crítica y creativa sobre lo que Hegel quiere decir cuando
Y si profundizamos más en esta cristología pneumática, nos
habla de idea concreta y de dialéctica del amor. Pero habría que
encontraremos con dos términos, fundamentales en la teología
30
J. Ratzinger, op. cit., 214. escolástica, que corresponden a las dos series de afirmaciones neo-
31
Sobre la unidad de la Trinidad histórico-salvífica y la Trinidad inma- testamentarias sobre la relación entre el Espíritu y Cristo: gratia
nente, cf. K. Rahner, El Dios trino como principio y fundamento trascendente unionis y gratia capitis. El primero se refiere a la constitución de
de la historia de la salvación, en Mysterium Salutis I I / l (Madrid 1969) 359-
la realidad divino-humana de Cristo por la fuerza del Espíritu Santo,
445. Me da la impresión de que P. Schoonenberg, a pesar de las protestas en
contra, ha renunciado a esa unidad; cf. últimamente Trinitat - der vollendete mientras que el segundo alude a la universalización de la realidad
Bund. Thesen zur Lehre vom dreipersonlichen Gott: «Orientierung» 37 de Jesucristo en cuanto cabeza de su cuerpo M.
(1973) 115-117. 33
32
Cf. H. U. von Balthasar, Der Unbekannte jenseits des Wortes, en Cf. W. Kasper, Krise und Neuanfang der Christologie im Denken Sche-
Spiritus Creator, 97s. lüngs: «Evangelische Teologie» 33 (1973) 366-284.
34
H. Volk, Das Wirken des Heiligen Geistes in den Glaubigen, en Gott
44 W. Kasper Espíritu, Cristo, Iglesia 45

Partimos de que la unión con la naturaleza divina significa para El Espíritu crea, pues, en un nuevo acto creador, la naturaleza
la naturaleza humana una gracia única, que es también prototipo destinada al Logos. Y da a esa naturaleza una apertura que le per-
y principio de toda gracia. Esa gracia presente en la naturaleza mite ser receptáculo de la autocomunicación de Dios. Gracias a la
humana en virtud de su unión con Dios recibe en la teología patrís- actividad recreadora del Espíritu, Dios encuentra en Jesús al inter-
tica el nombre metafórico de «unción». La teología tradicional sue- locutor que no había encontrado entre los hombres 37 . Por tanto,
le atribuir tal unción al Logos. En realidad, sólo el Logos se hace la santificación de la humanidad de Jesús por el Espíritu no es
hombre. Pero la Escritura y muchos Padres hablan de una unción —como imagina la teología escolástica— una consecuencia acciden-
de Jesús por medio del Espíritu (Is 61,4; Le 4,21; Hch 10,30) 35 . tal de la santificación por el Logos, sino el presupuesto de la misma.
Es claro que estas dos cosas son inconciliables si no determinamos Ahora no podemos entrar en la historia interna que la relación
rigurosamente qué relación existe entre el Logos y el Espíritu. Si del Logos con el Espíritu describe en el bautismo, la transfigura-
concebimos al Espíritu como la libertad desbordante y restallante ción, la muerte y la resurrección de Cristo. Pasamos sin más a la
de Dios en su amor autocomunicativo, entonces el Espíritu está misión del Espíritu. La santificación de la humanidad de Jesús
orientado dentro de la Trinidad a la generación del Hijo, pero en es prototipo y principio de la santificación de toda la humanidad.
la historia de la salvación es el presupuesto y el fundamento de Esta universalización de la realidad de Jesucristo se efectúa, según
posibilidad o, si se prefiere, el preparador de la encarnación del la Escritura, por medio del Espíritu. Y no basta decir que la tarea
Logos. En el Espíritu y por el Espíritu, Dios lleva la creación, a su del Espíritu cojgistg_en_hg_cer presente"la~p"efsoñá jTIi~obrTVle
consumación escatológica, la cual ya se ha iniciado en Jesucristo. Jesús .""So pena de convertir al Espíritu en funcionario de Cristo,
El Espíritu es así quien configura en Dios al nuevo Adán y la hay quellecír aj menos que el Espíritu hace presente a Jesús en
nueva imagen de Dios. Lucas formula este hecho con máxima pre- su plenitud y operatividad espiritual. Pero esto significa, en última
cisión: Jesús será llamado Hijo de Dios porque María lo concibió instancia, que la gracia de Cristo es el Espíritu mismo . Sin em-
de manera incomparable por obra del Espíritu (Le 1,35)3é.
bargó, la mayoria de los teólogos se han apresurado a precisar que
alies in dlem (Maguncia 1961) 90-95, 108-111, ha destacado en especial estos esta actividad gratificante es simplemente atribuida (apropiada) al
dos aspectos, distinguiendo entre la actividad santificadora y consecratorial Espíritu. Sólo unos cuantos teólogos han admitido, con grandes
del Espíritu y la consiguiente coordinación del Espíritu y la institución. esfuerzos especulativos, una inhabitación personal (no apropiada)
35
A este propósito, cf. H. Mühlen, Der Heilige Geist ais Person. Beitrag del Espíritu (Petavio, Thomassin, Passaglia, Scheeben, Schauf).
zur Frage nach der dem Heiligen Geiste eigentümlichen Funktion in der
Ahora bien: no es posible poner de relieve la relativa independencia
Trinitát, bei der Inkarnation und im Gnadenbund (Münsterische Beitráge
zur Theologie 26; Münster 1963) cap. 3. Pese a sus notables esfuerzos es- de la apropiación de la obra de Cristo, a menos que el mismo Es-
peculativos y a sus importantes reflexiones, H. Mühlen, Die epochale Not- píritu, en su individualidad personal, sea la gracia de Cristo. Sólo
wendigkeit eines pneumatologischen Ansatzes der Gotteslehre: «Wort und así el Espíritu es el que libera, precisamente por su vinculación
Wahrheit» 28 (1973) 275-287. Otro planteamiento de una pneumatología des- a la persona y la obra de Jesucristo. Y sólo así es el «Desconocido
de abajo es el de P. Tillich, Systematische Theologie III (Stuttgart 1966)
134-323. que está más allá de la Palabra» (H. U. von Balthasar), cuya acción
36
Una cristología pneumática puede, por tanto, dar al testimonio de la no lleva de la mano a nadie, no le proporciona recetas ni itinerarios
Escritura y a la declaración del Símbolo Apostólico sobre la maternidad vir-
ginal de María su puesto orgánico dentro de la fe en Cristo. No basta en 17
Esta concepción pneumatológica de la encarnación es propuesta, entre
absoluto decir que Dios podría haberse encarnado de muy distinta manera, otros, por S. Boulgakof, op. cit., 236-238, 259s; P. Evdokimov, op. cit., 86s,
pero que de hecho lo hizo así y, por tanto, nosotros debemos limitarnos a y L'Orthodoxie (Neuchatel-París 1959) 144, 146; J. G. Davies, op. cit., 30s;
creerlo. Es curioso que J. Ratzinger y K. Rahner me hayan incluido entre H. Berkhof, op. cit., 20s. El problema es analizado con gran claridad por
los adversarios del nacimiento virginal por haber criticado esta argumentación H. Volk, op. cit., especialmente 87s, 89, nota 3.
positivista, que además se opone a Le 1,35. >s
Cf. Y. Congar, Pneumatologie ou «christomonisme», 54ss.
46 W. Kasper
Espíritu, Cristo, Iglesia 47
que pueda consultar, sino que lo sitúa en el ámbito de la libertad39,
ministerio, sino como realización tipológica del Espíritu de Cristo,
Por consiguiente, en el Espíritu también la Iglesia se puede en-
«forma facta gregis ex animo» (1 Pe 5,3). El simple ministerio, la
tender como institución de libertad.
simple autoridad y estructura existen tan sólo como caso extremo
extrínseco. Para Pablo se trata solamente de una eventualidad y
amenaza (Flm 8; 2 Cor 13,2.10). Y lo mismo hay que decir de
V. LA IGLESIA EN EL ESPÍRITU SANTO
los sacramentos. La tradición hablaba de una recepción espiritual.
Pero generalmente se limitaba a atribuir (apropiar) esta recepción
A propósito de este tema, y como conclusión, hemos de limi-
fructuosa al Espíritu como fruto de los sacramentos. Así, el fruto
tarnos a formular dos tesis sin razonarlas en particular:
de la redención resultaba notablemente abstracto y falto de vida.
/R La dimensión prismática de la Iglesia nn ha HP buscara
Se hablaba de nuevo nacimiento, de justificación y santificación;
en el marco de"Tas~estructuras institucio^aJ^_ajit^s^knsonestas
pero ¿se agota con esto lo que la Escritura llama «estar lleno del
estructuras las que hay que entender como consecuencia, como
Espíritu Santo»? Si queremos hacer justicia al alcance de las afir-
signos y'matenálizácione^ La dimensión
maciones bíblicas sobre el Espíritu debemos tomar en serio también
carismática es baseyraíz de la Iglesia como institución.
la sobrélbliñ~dañfé~y~ desbordañfe díméñ^Óñ~"cáHsm^fÍcárTS-este
"Podemos ilustrar esta tesis recurriendo a los comienzos de la
punto radica, sin duda, un justificado desécTcie los entusiastas, los
Iglesia. Hoy se da un amplio acuerdo en admitir que la formación
cuales piden a las iglesias que no apaguen el Espíritu (1 Tes 5,19),
de la Iglesia no se puede remontar directamente a unas palabras
pues'los que se dejan guiar por el Espíritu son hijos de Dios
institucionales del Jesús histórico. La agrupación que desembocó
(Rom 8,14). Sin esta dimensión carismática, la Iglesia carecería de
en la Iglesia tuvo lugar después de Pascua «en el Espíritu», pero
algo esencial para su plenitud.
de modo que el Espíritu actuaba en continuidad con la palabra y
La renovación de la Iglesia tiene que ser espiritual. La teología
la obra del Jesús histórico y con el grupo prepascual de discípulos.
debe contribuir a ello haciendo comprender la riqueza del Espíritu.
Por tanto, la continuidad entre Cristo y la Iglesia se efectúa pri-
La realidad es que todavía carecemos hasta cierto punto de las
mariafnente a través 3el Espíritu; la sucesión histórica es un signo
categorías adecuadas para entender qué es el «pneuma» a diferencia
de ello, n o l i realidad misma. De~ahT se deducen la justificación y
del «logos» y del «nous». Las precedentes reflexiones, más que
los límites de los elementos institucionales de la Iglesia. Evidente-
formular una solución se proponían señalar una tarea. En el me-
mente, esto podría tener consecuencias para el modo de entender
jor de los casos habrá quedado claro que la teología del Espíritu
la «sucesión apostólica» y para el problema del mutuo reconoci-
puede hallar ciertos principios de solución si tiene en cuenta, con
miento de los ministerios.
sentido crítico, la filosofía hegeliana del espíritu. Todo avance en
(?) El Espíritu no es sólo base y raíz^„sinajambién fruto de
este campo constituiría una aportación a una nueva espiritualidad
la actividad de la~TgIesfá7~de sus sacramentogj ministerios. La
radicada en el hecho de que el Espíritu que vive en el corazón de
dimensión caTismafica""ñó es un apéndice accidental, deseable quizá
Jesús es la sobreabundante plenitud del Espíritu que, entre gemi-
—si es que no se le considera peligroso por principio—^"pero no
dos y ansias, entre búsquedas y preguntas, vive en nuestros cora-
absolutamente necesario, ya qu£jajmbj^_ksj^sj™
zones. No nos impulsa a salir del mundo ni a refugiarnos en la
funcionan en caso de" necesidad. Sin fecundidad espiritual, las es-
altura o en el porvenir; el Espíritu, que actúa en toda la creación,
tructuras de la Iglesia están muertas.
nos impulsa a ir al encuentro, junto con el mundo, del reino de la
L T representación He Cristo no se realiza en virtud del simple
libertad de los hijos de Dios.
W. KASPER
Cf. H. U. von Balthasar, op. cit., 100.
[Traducción: A. DE LA FUENTE]
La teología, ¿carisma del Espíritu? 49

Por lo que a Jünger se refiere, varios indicios atestiguan en


este pasaje, al igual que en el contexto, que no se trata aquí de
ese «aristocratismo» que constante y neciamente se le imputa: las
dos últimas de esas cuatro llamadas de atención, por ejemplo, y en
LA TEOLOGÍA, ¿CARISMA DEL ESPÍRITU? particular la evocación de Sonia; pero también la insistencia en el
hecho de que todo hombre puede llegar a convertirse en ese rebelde
refugiado en los bosques ancestrales e interiores, cuando sólo queda
«Infundir en el hombre de hoy día la sospecha de lo que se ha ese modo de protesta en beneficio de todos contra la violencia
dejado arrebatar —incluso en la perfección de su ser y de las fuer- universal (no olvidemos a Hitler, recién vencido en ese momento,
zas que en él residen—, tal es la tarea del teólogo. Y es teólogo ni a Stalin, que dominaba gloriosamente todavía). De igual modo,
todo aquel que conoce, además de los órdenes inferiores, la ciencia la conjunción de la primera llamada (la experiencia espiritual) y de
de lo trascendente, el misterio de los manantiales eternos, inago- la última (el diagnóstico exacto que se hace de la época para serle
tables y siempre cercanos. Consideramos teólogo a aquel que sabe útil) prueba con claridad que no se trata de una percepción pura-
—ciencia que posee, por ejemplo, Sonia, la joven prostituta que mente «religiosa», sino de una invitación dirigida (también) a nos-
descubre en Raskolnikov el tesoro del ser y sabe recogerlo para otros los teólogos modernos que asociamos la interioridad y la
devolvérselo. El lector comprende que este nuevo hallazgo del historia. En este breve trabajo, por lo demás, no faltan las alusio-
talento escondido se ha efectuado no sólo para la vida, sino dentro nes a Cristo, ese «fundador supremo [...] que sigue siendo con
de la trascendencia». Así se expresaba Ernst Jünger, poco después razón el punto de referencia de nuestros datos, el punto de inflexión
de la Segunda Guerra Mundial, en el Tratada del rebelde (Der del tiempo», aun cuando se rechace a las iglesias «en cuanto insti-
Waldgang) con que inicia el Ensayo sobre el hombre y el tiempo 1. tuciones [ . . . ] , organizaciones humanas [ . . . ] , amenazadas constan-
Este hermoso texto que nos viene desde fuera de la comunidad temente de esclerosis»2.
teológica, tal como solemos entenderla, nos regenera, sin embargo, Lo mismo ocurre en Heliopolis, algo posterior. No ignoro, sin
recordándonos una parte de nosotros mismos que tendemos siem- embargo, que algunos escritos más recientes llevan la señal de una
pre a olvidar. Necesitamos más que nunca oírla en este tiempo en especie de fascinación ejercida en el novelista por las potencias más
que proliferan dañosamente los escritos atropellados y en este elementales, de una especie de retorno de los dioses paganos (Visi-
ambiente, a la vez clerical y universitario, en el que la palabra ta a Godenholm).
directa es todo —desde el sermón hasta el tratado «científico»— Se ha despertado nuestra atención hacia un conjunto de acti-
y en el que continúa íntegra la ilusión de su eficiencia. Nos recuer- tudes que pertenecen al orden de las inspiraciones más profundas
da, en efecto, que el teólogo nada será sin una larga experiencia del acto teológico, de sus condiciones más necesarias o de sus
de esas fuentes de vida que sólo brotan en el silencio; nada sin compromisos más decisivos, en cuanto constituye un acercamiento
un lenguaje personal que él crea o renueva cuando la necesidad al discurso reflexivo y crítico. Decir esto y afirmar por primera
le urge a exponerse diciendo lo que sabe y lo que vive; nada sin vez de una manera incompleta, pero segura ya, que la teología es
una continua atención a la píedrecita blanca que lleva en sí cual- un carisma del Espíritu Santo es para el cristiano la misma y única
quier ser que encuentre en su camino; nada sin una penetrante cosa. Para nosotros, en efecto, todo acceso a lo divino es gracia
percepción de los tiempos con su feliz novedad y con sus olvidos venida de lo divino; para nosotros, toda fecundidad de la palabra
y angustias. que proclamamos o sugerimos nace de aquella que juntamente se
1
Edición alemana 1951; trad. francesa, Monaco 1957. Texto citado, p. 86. 2
Op. cit., 71-72 y 76-77.
4
50 J.-P. Jossua La teología, ¿carisma del Espíritu? 51

coloca en nuestros labios o se desliza en nuestras palabras; para dirección del camino perdido. Pero si la tentación es la misma, la
nosotros, todo presentimento del secreto de los seres es fruto de reflexión que permite vencerla es diferente, y aquí es preciso volver
la caridad, única que sabe esperar contra toda esperanza que de de nuevo al teólogo.
cada uno de ellos aún podrían brotar la dignidad y el amor; para Lo que nosotros consideramos y estamos experimentando como
nosotros, toda interpretación de «los signos de los tiempos» —en carisma teológico en nada se parece a esa vocación de detentor de
el sentido modesto de un discernimiento de las experiencias de la la sabiduría o de mago. Ya he dicho en qué podíamos estar de
vida humana en un momento de la historia, partiendo del mensaje acuerdo con la definición propuesta por Jünger, pero la teología
de las bienaventuranzas, fuera de toda especulación acerca de su como carisma del Espíritu no es sólo un don imprevisible en la
desarrollo o su porvenir— depende de la «profecía» en el sentido actualidad viva del tiempo, en el seno de una experiencia rica y
que las Escrituras otorgan a este término. profunda. Tenemos que caracterizarla por segunda vez —exegética-
Una vez recordada esta economía de don que no parece total- mente y luego con referencia a nuestra situación actual—, y ahora
mente desconocida para Ernst Jünger, ¿podemos quedarnos aquí? lo haremos como un servicio realizado en y para la comunidad
¿Podemos comprometernos sin reticencia alguna en la perspectiva cristiana. Toda ella está en acto de vida y de reflexión para Dios,
que ha evocado? Ciertamente, esta descripción del inspirado soli- para su propia alegría y en beneficio de la sociedad humana. ¿No
tario seduce poderosamente al teólogo en su situación actual. No sería esto un remedio para la soledad del teólogo que evocaba
puede, en efecto, dejar de sufrir cuando tiene que reconocer que antes? ¿No debe preocuparse de ser servidor de sus hermanos en
su palabra nunca es oída por los hombres en las plazas de la ciu- la fe más que de convertirse en testigo completamente excepcional
dad. Excepto, claro está, si se convierte en «profeta» político, en del evangelio? Testigo lo es como cualquier cristiano, y ya es eso
el sentido exacto de la palabra, y lo hace como teólogo —pero esto bastante difícil, hoy más que nunca. Pero la responsabilidad espe-
es una especie de estafa, ya que en ese caso se presenta con el cial que tanto le pesa (como pesa al «sacerdote» que se llama «mi-
nombre de evangelio una ideología, abusando no sólo del mensaje sionero») se la arrogó y reservó al principio como un poder. Esta
de Jesús (que\no puede esclarecer directamente una determinada referencia eclesial del carisma teológico es, por lo demás, lo más
situación política), sino también de las percepciones o análisis claro que puede secarse del estudio del Nuevo Testamento; el
humanos modestos y arriesgados que se sacralizan allí. resto es impreciso, que es lo menos que puede decirse.
Experimentará, por tanto, la tentación de convertirse en un Si se examina la cuestión del carisma teológico en el corpus
sabio. Conocemos los diferentes tipos, desde los habitantes de las paulino (las grandes epístolas y las llamadas de la cautividad), se
nuevas «lamaserías» imitadas del Oriente cristiano o del Japón encuentran, como se sabe, cuatro listas de carismas {x<tpba\WL'za:
hasta el filósofo que se mueve por los parajes claros del ser. Mos- Rom 12,6-8; 1 Cor 12,4-11, y Ef 4,11-12, donde falta el término
trará el frescor de las fuentes ocultas a los escasos seres perspica- técnico, pero no el vocabulario del don, 'é8w%zv, igualmente caracte-
ces que sepan llegar a él... A mi juicio, este sueño del teólogo es rístico). Existen además algunos pasajes complementarios: 1 Cor 7,
paradigmático de la actual situación de todos los testigos de la 7 sobre el matrimonio y el celibato como x^píova^a, lo mismo
fe en un tiempo de fracaso de la «misión», ineficacia de los es- que 1 Cor 13,1-2 y 14,1, que responden a 12,31 sobre la compa-
fuerzos de comunicaciones, reconocida impotencia de las palabras ración de los dones con la caridad. Llama la atención que el con-
y desvalorización del «silencio». Cada uno de nosotros los cristia- texto de cada una de las listas es el de la construcción del único
nos tiene la tentación de pensar que ya no pasaremos nunca de un cuerpo (awiwt.) de Cristo (Rom 12,5; 1 Cor 12,12.27; Ef 4,12),
número reducido, que en adelante la verdad será considerada sólo que es la Iglesia (1 Cor 12,28), gracias a unos dones, a propósito
como nuestra verdad personal, que la única responsabilidad del diferentes y complementarios, atribuidos al Espíritu por 1 Cor.
testigo evangélico es señalar con el dedo, a quien le pregunte, la A primera vista podemos tener la tentación de pensar que esos
52 J.-P. Jossua ha teología, ¿carisma del Espíritu? 53

carismas son unas «funciones» (TcpaS;i<;, pero el alcance del tér- 12,28-31, uniendo el versículo 29 al 28 para el último término);
mino es algo dudoso, pues se toma de su punto de comparación, apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y encargados de la ense-
que es el cuerpo humano, Rom 12,4), o en todo caso unos minis- ñanza (Ef 4). Dos tipos de carismas nos interesan aquí: por una
terios (Swxxoviai, en paralelo con x^píopaTa, 1 Cor 12,3, pero parte, el que corresponde a las tareas de enseñanza (8i8aa"xd)V,
también utilizado en Ef 4,12) estables, distintos y definiendo un Rom 12,7; Si&áaxakoi, 1 Cor 12,28-29 y Ef 4), y por otra, los
servicio bien determinado. Tal es, sin duda, el caso de algunos de que dan lugar a palabras de sabiduría (<roq)ía) y de ciencia
esos carismas enumerados entre los otros, por ejemplo, «apóstoles» (yvCiínc;), citados y diferenciados en 1 Cor 12,8.
de 1 Cor 12,28 y de Ef 4,11, en el sentido en que lo usa Pablo, Continuando todavía con cuestiones de orden general, podemos
a la vez restringido y más amplio que los «Doce». Pero si se exa- preguntarnos cuál es en 1 Cor 12,12 la relación exacta que existe
minan las listas con más atención, se ve que la mayoría de los entre los carismas y la santidad, a fin de comprender a qué corres-
dones mencionados son de una naturaleza menos funcional y que ponde la idea de «carismas mejores» (T<X xapíopxzTa. TO jxEÍ£ova,
además son variables (el único que no falta nunca es «profeta», 12,31). Evidentemente, la caridad no es un «carisma» (es «infinita-
don que se cita en el breve pasaje de 1 Tes 5,19-20). Se ve que, mente superior», xá0' úrapPoM], a los carismas «mejores»), como
aunque todo el mundo no tiene todos los dones, nada impide que tampoco lo son la fe ni la esperanza, que «permanecen» también
un hermano posea varios de ellos 3. En resumen, no es muy clara (13,13), puesto que, como sabemos, el carisma «de fe» de 1 Cor 12,
la relación entre don o servicio y función o ministerio en un sentido 9 tiene una nota propia manifestada por 13,2. ¿Cuáles son esos
estable o definido, si no institucional, y, suponiendo que el ca- dones mejores a que debemos aspirar (£r]XoÜT£, 12,31)? Son, sin
risma teológico se encuentre en ella, es difícil precisar, partiendo duda, esos TCVEiipcraxá que debemos desear también (el mismo
de ahí, su estatuto en la comunidad: se trata de afirmar un prin- verbo), según 14,1, por ejemplo, la profecía, explícitamente men-
cipio de complementariedad para regular unos conflictos e imponer cionada aquí, oponiéndola al don de lenguas. Pero, como el
una noción de unidad orgánica (incluso en Efesios); eso es todo*. término está en plural, podemos pensar que incluye también
Por añadidura, las listas se corresponden entre sí bastante mal, a los demás que figuran con la profecía en 12,28 en la primera
y parece que no constituyen unas enumeraciones deliberadas y ten- mitad de la lista (apóstoles, profetas, encargados de la enseñanza,
dentes a exhaustivas. Más aún: los términos con que mencionan designados todos numéricamente), separada de la segunda (mila-
no parecen siempre del mismo tipo y, sea por descuido del autor, gro, etc., simple serie que acaba con el don de lenguas) con la
sea por ignorancia nuestra, algunos quedan bastante imprecisos. expresión «además hay» (ETOvra). Consideremos, por tanto, la
Para probar esto basta citarlos, conservando la forma gramatical tarea de enseñar como un carisma de primer orden, pero sin exa-
de las expresiones: profecía, servicio, enseñar, exhortar, dar, pre- gerar la certeza que podemos tener respecto a ello...
sidir, ejercitar la misericordia (Rom 12); mensaje de sabiduría, Hay que reconocer que los textos que nos conciernen más di-
mensaje de ciencia, fe, curar, hacer milagros, profecía, discernimien- rectamente no son muy esclarecedores. Se comprende bastante
to de espíritus, las lenguas, interpretación de lenguas (1 Cor 12, bien —teniendo en cuenta lo que se sabe por otros lugares de la
4-11); apóstoles, profetas, hombres encargados de la enseñanza, SiSoxrxiakioL o de los StSácncaXoT. en el Nuevo Testamento— a
milagros, curar, asistencia, gobierno, lenguas, interpretar (1 Cor qué puede referirse la enseñanza mencionada en 1 Cor 12,28-29 y
en Rom 12,7: se trata indudablemente de algo muy modesto. Pero
3
Cf. H. Schurmann, Les charismes spirituels, en L'Église de Vadean II, el estatuto de los que practican esta formación catequética superior
tomo II (París 1966) 555. no se distingue bien del de los responsables de iglesia, como lo
* Al menos tal como lo tratamos nosotros aquí. Para un discernimiento prueba Ef 4,11: «en fin, como pastores» (Troi.iJi.evac;) y «encargados
más exacto del Sitz im Leben de las listas de los carismas y su relación con
las funciones, cf. V. Brockhaus, Cbarisma und Amt (Wuppertal 1972). de la enseñanza», función pastoral que puede relacionarse con la
54 J.-P. Jossua
La teología, ¿carisma del Espíritu? 55
5
de «exhortar», «presidir», «gobierno», de otras listas . No plantea
tólica, sobrepasa ampliamente lo que se puede afirmar y hasta
menos problemas la segunda serie. Es verdad que se sabe bastante
imaginar. «En tercer lugar nombra Pablo a los doctores: su misión
bien lo que Pablo entiende por «sabiduría», ese misterioso designio
es oír e interpretar el mensaje de Cristo, explicar sus proposiciones
de Dios, oculto en otro tiempo y hoy manifestado a los «perfectos»
de fe y sus preceptos, exponer el Antiguo Testamento con el
(TEXEÍOI) (1 Cor 2,6). Pero ¿por qué se opone aquí a «ciencia»?
espíritu de la Iglesia naciente; también ellos, como los profetas,
¿Qué quiere decir yvwaic, en este contexto? 6. ¿Cómo considerar
hablan apoyándose en el testimonio apostólico original para el
un servicio y un trabajo teológicos en el sentido en que podemos
presente y el porvenir de la comunidad; pero no lo hacen como
entenderlo, partiendo de lo que aquí es sólo un mensaje (kóyoc,)
directamente inspirado? Finalmente, ¿hay que relacionar las dos una proclamación intuitiva, sino más bien por medio de un des-
series de 1 Cor 12,8 y 12,28 uniendo sabiduría con profecía y arrollo teológico sistemático» 8.
ciencia con enseñanza? Parece que el versículo 2 del capítulo 13 Cedo a la satisfacción de citar aquí un pasaje del Diario de
nos lo desaconseja al enumerar profecía, conocimiento de los mis- Kierkegaard —que no es el más feroz— sobre los «profesores de
terios y de toda la ciencia, o al incluir los dos últimos términos en teología» 9 . Confieso que tengo la tentación de pensar que se le
el primero; igualmente, el versículo 6 del capítulo 14, que detalla objetaría sin razón la presencia en el Nuevo Testamento de aquellos
revelaciones, conocimiento, profecía y enseñanza. De esto a enfren- que han recibido el don de SiSácncakov. Ciertamente, en el Nuevo
tarlos, como hacen algunos, que ven en la segunda lista una réplica Testamento se encuentran pasajes para probar que es justo tener
de Pablo a otra lista corintia, hay, sin embargo, un paso que no obispos, pastores y diáconos (aunque los nuestros se asemejan bien
conviene franquear 7 . poco al diseño original). Pero ¡que vayan a buscar una línea donde
se nombre a los profesores de teología! ¿Por qué se reiría uno
Por eso me parece que sería gran imprudencia buscar en esos
a pesar suyo si en el pasaje donde leemos que Dios escogió a unos
textos un fundamento, un juicio, una luz respecto a lo que será
como profetas, a otros como apóstoles, a otros como «ancianos»
la teología cristiana después de Orígenes, por ejemplo, y con más
de la comunidad se leyese además: a otros como profesores de
razón respecto a esa concepción de la teología como «ciencia» in-
teología? ¿Por qué no se podría entonces leer igual o casi igual:
coativa a que se llegará después de Agustín, de una doctrina inte-
lectualista de la fe, en la que ésta (credere) se sitúa epistemológica- Dios escogió a algunos como empleados de oficina? El «profesor»
mente como «opinión», por debajo de la «ciencia» (intelligere) que es un invento cristiano más bien tardío [ . . . ] , porque se fabricó
el hombre anhela. Y esto sin hablar de las tentativas hechas para cuando el cristianismo empezaba a retroceder, y el punto culmi-
colocar a la teología del lado de las modernas «ciencias» univer- nante de la era profesoral ha coincidido precisamente con nuestra
sitarias. Creo que H. Küng, al final de un texto en que reúne
8
hábilmente lo que puede decirse de la enseñanza en la Iglesia apos- El subrayado es mío. H. Küng, L'Église I, 258. Trad. francesa (París
1698; trad. española: La Iglesia, Barcelona 1970).
9
5 Papirer XII A 633. Trad. francesa del Diario III (París 1955) 404-405.
¿Debe verse aquí una evolución, confundiendo lo que se había distin-
Cf. también la continuación de ese mismo número, al igual que XIII A 122
guido antes? Cf. H. Schlier, Der Brief an die Epheser (Dusseldorf 51965),
(tomo IV, 43-44) y XIII A 186 (tomo IV, 63). En este último texto dice
sobre todo 196-200. Para la «enseñanza», cf. Gal 6,6; Hch 13,1; 1 Tim 4,13;
lo que podría ser la auténtica tarea de un «profesor»: «Puede percatarse de
Heb 5,12; Sant 3,1.
6 que no es posible comprender la fe, aunque esto lo puede conseguir con el
Cf. Col 1,9; Ef 1,9. ¿Tenemos que insistir en la diferencia entre 6iu
poder de la piedad, capaz de colocar de rodillas a todos los espíritus recal-
toO JtvEÜixatoc; (por la sabiduría) y JOTTO TÓ ntvev\m. (por la ciencia)? ¿De-
citrantes obstinados en no comprender, y que pretenden negociar en forma
bemos considerar en la «ciencia» un aspecto más práctico o una iniciativa
altiva con Dios en condiciones distintas de la fe, que cree contra la razón».
humana mayor? No está claro. Acerca de la yvwoig, cf. el libro ya algo
Le dejo la responsabilidad de la expresión contra rationem, pero ya se sabe
antiguo, pero siempre útil, de Dom J. Dupont, Gnosis (Lovaina 1949).
7 que en él está unida a la categoría de la paradoja y que en realidad es más
H. Schurmann, op. cit., 559-560 y 564.
sutil y moderado de lo que puede parecer a primera vista.
56 J.-P. Jossua
La teología, ¿carisma del Espíritu? 57
época, en la que el cristianismo está totalmente suprimido. ¿Qué
de grupos diversos de cristianos, estables u ocasionales, insertados
expresa el término «profesor? El profesor significa que la religión
en la Iglesia o marginados, funcionales (equipos nacionales de mo-
es cuestión de ciencia, el profesor es la imagen más satírica del
vimientos, por ejemplo) o amistosos, muy comprometidos en ac-
apóstol. ¿Profesor de qué? ¡De lo que un puñado de hombres
introdujo en el mundo! ¡Qué hermoso epigrama! Que el cristia- ciones comunes en la ciudad o dedicados a una sencilla reflexión.
nismo fuese capaz de vencer al mundo, eso sí lo predijo el fundador Haber descubierto que adoctrinar sabiamente a unos adultos es
mismo y lo creyeron «los pescadores». Pero esa baladronada de tarea poco fructuosa, que las mismas cuestiones «resueltas» cien
que el cristianismo triunfaría hasta el punto de engendrar profe- veces por los teólogos vuelven a presentarse indefinidamente, su-
sores de teología, eso no lo predijo el fundador. A menos que giriéndonos la sospecha de que si no se ha «respondido» es quizá
no se trate del lugar en que se dice que vendrá «la apostasía». porque primero no se ha escuchado, quizá también porque no se
tiene una «respuesta» —esa respuesta que se podía buscar con
En realidad, como ya dije, el único punto seguro en esta apor-
ellos o que sólo ellos pueden hallar (porque lo político, la sexua-
tación del Nuevo Testamento es la constante referencia eclesial
lidad, la formación de los jóvenes son cuestiones suyas... y rara vez
que se hace a toda actividad intelectual en Cristo. Esta se concibe
de los teólogos). Haber tenido la alegría de ayudar a una de esas
a la vez como don del Espíritu y como servicio, cualesquiera que
puedan ser para nosotros hoy día. Hans Küng lo expresa lapidaria- comunidades a expresar lo que ya llevaba en sí, pero le faltaban
mente para todos los dones del Espíritu: «El carisma es relativo el estímulo, la confianza, la técnica de trabajo, el lenguaje (aunque
a la comunidad. A cada uno se le otorga la manifestación del Espí- a veces, al contrario, lo inventa para nuestro provecho), más fre-
ritu con vistas al bien común, 1 Cor 12,7» 10. Se impone un cotejo cuentemente la capacidad de sintetizar, de confrontar. Tener la
con 1 Pe 4,10 para que no nos acusen de «paulinísmo»: «Poneos valentía de interpelar a ese grupo, de criticar eventualmente su
al servicio (•8u¡cxovoüv*rc£) unos de otros, cada uno según el don elaboración, la competencia para proporcionar los instrumentos in-
(X'ápicrua) que ha recibido», y el autor aduce como ejemplos «ha- telectuales de una búsqueda ulterior, los conocimientos necesarios
blar», «servicio», lo cual recuerda bastante las listas de Pablo. para aportar unos complementos que serán aceptados porque uno
mismo ha empezado por escuchar y ha consentido en dejarse ins-
Esta es nuestra opinión. También la tan prestigiosa de E. Schil-
truir.
lebeeckx, que se presenta en las múltiples facetas de su actividad
como un teólogo ligado a un pueblo. Desde sus funciones teológicas Tarea modesta, he dicho, pero tarea que exige más trabajo y
más especializadas —y ya sabemos cómo se preocupa de conservar disciplina de lo que parece, infinitamente más de lo que se necesita
su rigor— hasta su participación en la reflexión de grupos de base, para hacer unos cursos o unos discursos. La inteligencia y la crí-
pasando por una colaboración formal con los responsables eclesiales, tica de una experiencia dentro de una confrontación interpretativa
trabaja al servicio de la iglesia de Holanda, que a su vez le pro- con la palabra de Dios y el recuerdo de la Iglesia ponen en juego
porciona un «lugar» real, un clima para su experiencia, la oportu- todos los recursos de la actividad teológica más técnica u . Esto
nidad y la sanción de una praxis. ocurre tanto más cuanto que no se trata aquí únicamente de una
Algo parecido puede decirse de nosotros los teólogos. Quisiera experiencia «espiritual» —aunque hay que saber discernirla desde
hacer constar aquí una experiencia y una tarea modesta, auténtica-
mente teológicas, a mi juicio, en las que muchos se han compro- " Conocimiento de los tratados exegéticos, dominio de las secuencias
históricas que se encuentran en los orígenes de los problemas actuales, capa-
metido estos últimos años debido a una coyuntura eclesial muy cidad de valorar las consecuencias en algunos campos de las opciones com-
movida y bastante crítica. La de comadrón, en el sentido socrático, prometidas en otros, etc. He intentado mostrarlo con más precisión para
otro tipo de trabajo, realizado también partiendo de la experiencia, en Théo-
Op. cit., I, 253. logie et expérience chrétienne: «Le Service Théologique dans l'Église» (Ho-
menaje a Y. Congar [París 1974] 113-123).
58 J.-P. Jossua

unas formas renovadas—, sino de un enfrentamiento interior entre


la fe y una cultura nueva en su componentes más prácticos y coti-
dianos, al igual que en sus instrumentos críticos más «duros» inte-
lectualmente.
Experiencia, brote de espíritu, contemporaneidad lúcida: he
aquí cómo por un camino diferente, el de una mayéutica de la
comunidad cristiana en la línea de esos ministerios teológicos ates-
tiguados por el Nuevo Testamento, hemos llegado a los temas des- EL BAUTISMO CON ESPÍRITU SANTO
cubiertos gracias a un escritor solitario. No voy a ceder al delirio
dialéctico, que llevaría a afirmar que en la comunidad se conserva
y acepta la intuición del individuo, en tanto que se evitan sus lími- En una serie de trabajos sobre la experiencia del Espíritu no
tes y sus riesgos de selección. No; el teólogo no puede prescindir puede faltar una consideración sobre el «bautismo con/en (el)
de ese resurgimiento comunitario que quizá represente una oportu- Espíritu Santo». Este término y la realidad que designa solicitan
nidad trascendental para el evangelio en nuestro tiempo, y que le nuestra atención por lo que llamamos en general el movimiento
otorga a él mismo un estatuto realmente eclesial diferente a un pentecostal. Dentro de este movimiento, con todas sus diterencias,
relevo del poder o a que se le juzgue un teórico del partido. Pero predomina una convicción común: el bauúsmo con Esjp_íritu_Santo
el teólogo debe apercibirse también de la fragilidad y las incerti- es un acontecimiento de extrema importancia y_Duede tener lu&ar
dumbres de ese fenómeno y sobre todo debe recordar que nada en la vida de todo cristiano. Es el fundamento de una plena «vida
reemplazará nunca la palabra personal dirigida a la persona, llamada en el Espíritu» para cada cristiano y para la Iglesia de Cristo en
a los contemporáneos y a veces, aunque raras, con la ayuda del conjunto; significa la base de la vida de oración y del testimonio
genio o del Espíritu, mensaje que desafía al tiempo. misional. El movimiento pentecostal apoya esta afirmación en el
Nuevo Testamento, sobre todo en los Hechos de los Apóstoles,
J.-P. JOSSUA y en su propia experiencia.
[Traducción: T. MUÑOZ SCHIAFFINO] La pregunta por el contenido del bautismo con Espíritu Santo
es una pregunta muy existencial. Para cada uno de nosotros puede
significar el que estamos dispuestos a abrirnos a él. Es también
una pregunta dirigida a la Iglesia en su conjunto en relación con
su vida interior y su testimonio ante el mundo. En mi opinión,

existencíalesTya la inversa: las cuestiones existenciales son no solo


aclaradas, sino también afinadas poTla^eflexíonteológica. En este
espíritu está escrito el presente artículo. Es un intento de com-
prender el bautismo con Espíritu Santo y la cuestión que a ese
respecto nos plantea el movimiento pentecostal desde la perspectiva
del Nuevo Testamento y del propio movimiento mencionado.
El bautismo con Espíritu Santo 61
I. EL NUEVO TESTAMENTO
— Hch 1,5: «Juan bautizó con agua, mas vosotros seréis bau-
El término tizados con Espíritu Santo dentro de pocos días».
— Hch 11,16 = Hch 1,5, sin «dentro de pocos días».
El dominico inglés Simón Tugwell ha dedicado varías publica- — Hasta aquí los textos habitualmente citados. Puede men-
ciones al bautismo con Espíritu Santo con el laudable propósito, cionarse además 1 Cor 12,13: «Porque con un solo Espíritu somos
por una parte, de poner de manifiesto el significado fundamental todos bautizados para formar un solo cuerpo... y sobre todos de-
de su contenido, y por otra, para desvincular la teología acerca del rramaron el único Espíritu».
mismo de un cierto anabaptismo'. Comienza haciendo notar que Las palabras «con Espíritu Santo» son casi siempre una traduc-
«el bautismo con Espíritu_S_anto no es en la Escritura un término ción de en pneumati hagiói (sólo Me 1,8 utiliza en la mayoría de
técnico» 2 . Sin embargo, el verbo «bautizar con Espíritu Santo» los manuscritos únicamente el dativo). La preposición en con el
aparece en todos"15s Evangeiio£^_en_JüsJEIe^c^^Jg¿_Agóstoles. dativo puede interpretarse aquí como instrumental, con lo que
En el cuarto Evangelio Jeius es llamado «el bautizador con Espíritu aparece cierta connotación local, como en el caso de «con/en agua»
Santo» (ho baptizon, 1,33, al igual que en 1,31; cf. Me 1,14; y «con/en fuego». Pero, sin embargo, la idea de una inmersión en
6,14.24). En todo caso, nuestro término hace referencia a dichos Espíritu Santo, como en aguas profundas, no aparece en nuestros
textos neotestamentarios y por ello puede ciertamente ser llamado textos: en ese caso emplearían preferentemente eis. Las imágenes
bíblico. Es incluso casi exclusivamente bíblico 3 . paralelas se encuentran, a mi entender, más bien en «ser salados
Esos textos que hablan de <lbmjrtiz£r_cMi_^spjritu Santo» J o a fuego» (Me 9,49) y «en todos derramaron el único Espíritu»
contraponen al «bautismo" con agua» de Juan. Son los siguientes: (1 Cor 12,13). Por eso he escogido en castellano la partícula «el».
— Me 1,8: «Yo os he bautizado con agua, pero él os bauti- En nuestros textos pneuma hagion figura sin artículo (excepto
zará con Espíritu Santo». cuando el Espíritu desciende sobre Jesús: Jn l,32s); por eso la he
— Mt 3,11: «Yo os bautizo con agua... El os bautizará con respetado en mi traducción (en contra de la mayoría de los tra-
Espíritu Santo y con fuego». ductores). Pero, aun prescindiendo de la ausencia de artículo, tanto
— Le 3,16 = M t 3 , l l . la preposición en como el paralelo con el agua y el fuego sugieren
— Jn 1,26.31.33a habla del bautismo con agua por Juan. que «Espíritu Santo» no es considerado aquí fundamentalmente
1,33b: «Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y se posa, como persona, sino más bien como don (Hch 2,38) y como fuerza
ése es el que bautiza con Espíritu Santo». (Le 24,49). Ciertamente, no es el Espíritu el que bautiza. 1 Cor 12,
13 no determina quién lo hace; en Hch 1,5 y 11,16 el uso del pa-
1
Simón Tugwell, Reflections on the Ventéeoste, Doctrine on Baptism in sivo en una palabra de Jesús sugiere que es Dios; en todos los
the Holy Spirit: «The Heythrop Journal» 13 (1972) 268-281, 402414, y demás textos queda claro que es el que viene después de Juan, el
Did You Receive the Holy Spirit? (Londres 1972). El estudio más extenso
sobre el bautismo con Espíritu Santo de los que conozco es el de Frederick Cristo.
Dale Bruner, A Theology of the Holy Spirit: The Pentecostal Experience and
the New Testament Witness (Grand Rapids, Michigan 1970). Bruner dice en
la p. 57: «...La pneumatología pentecostal no hace tanto hincapié en la Frontesa y cumplimiento
doctrina... del bautismo en el Espíritu Santo». También su propio libro está
dedicado casi exclusivamente a este tema. En Mt 3,11 y Le 3,16 —en la tradición Q, por tanto— el
2
S. Tugwell, Reflections, 269.
3
En la teología católica se emplea a veces el término baptismus flaminis, Mesías bautizará «con Espíritu Santo y con fuego»; los demás
pero éste designa únicamente al bautismo con Espíritu Santo, que precede textos hablan únicamente de bautizar con Espíritu Santo 4 . Con
al bautismo con agua (cf. Hch 10,44-48), y, por tanto, el «bautismo de deseo». 4
Para este párrafo, cf. E. Schweitzer en TWNT IV, 396s.
62 P. Schoonenberg
El bautismo con Espíritu Santo 63
toda probabilidad, los textos mencionados en primer lugar son más
de «bautizar con Espíritu Santo». Mientras Q contrapone al Bau-
originales. Es más comprensible la omisión de «con fuego» que
tista el Mesías como el «más fuerte» —un título que le correspon-
su adición. El Nuevo Testamento no habla claramente en ninguna
de sobre todo en virtud de su lucha definitiva contra las potencias
parte de que Jesús bautice con fuego (tal vez Le 12,49 y Hch 2,3
del mal (cf. Me 3,27 par.)—, el cuarto Evangelio, en cambio, aduce
lo sugieran de forma poco clara). Por esta razón, en la tradición Q
las razones intrínsecas por las que Jesús bautiza con el Espíritu:
nos acercamos al máximo a la ipsissima vox de Juan el Bautista.
«Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y se posa, ése es el
Para él este fuego era el fuego del juicio final que Dios llevaría a
que bautiza con Espíritu Santo» (1,33). En este Evangelio es en
cabo por medio de su Mesías. Esto lo ponen de manifiesto no sólo
el que se aplican a Jesús de manera más inmediata las palabras
los múltiples textos del Antiguo y el Nuevo Testamento y de la
del Bautista sobre el Mesías.
literatura judía, en los que el juicio y el fuego aparecen relaciona-
Así, al principio de cada Evangelio figura la promesa de que
dos 5, sino también el hecho de que Mateo y Lucas (a diferencia
Jesús bautizará con Espíritu Santo. Tugwell hace hincapié en el
de Marcos y Juan) presentan la predicación del Bautista como un
hecho sorprendente de que, inmediatamente después, Jesús no es
anuncio de la inminencia del juicio. Es incluso probable que el
presentado como bautizador, sino que, al contrario, es bautizado1.
Bautista no hablase originalmente de «Espíritu Santo», sino sólo
A esto se añade que el Evangelio de Juan quiere corregir la impre-
de rocach, viento, porque también el viento de tormenta era una
sión de que el propio Jesús hubiera bautizado durante su vida
imagen del juicio de Dios (Is 4,6; Jer 4,11). Por otra parte, no
terrena (4,1). Ante todo, él mismo se sometió a un bautismo, no i
puede olvidarse que también la comunidad de Qumrán, como lo
sólo al de Juan, sino también al de su propia muerte (Le 12,49s; l
reveía su Regia (í QS 4,13.21), esperaba para el finaí una purifi-
Me 10,38s), y en ambas ocasiones fue preciso que así fuera (Mt 3 , '
cación de todos los hombres: «El los purificará de todas sus malas
15; Le 24,26). El cuarto Evangelio lo dice de forma radical: «Aún
acciones con el espíritu de santidad». Es posible que Juan el Bau-
no había Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado»
tista hubiera recogido la expectación de un juicio final que tendría
(7,39). Pero lo que se había prometido al comienzo de la actividad
lugar por medio del fuego y del agua purificadora de este espí-
de Jesús se cumple en su glorificación: es él entonces quien bautiza
ritu 6. Contra esta interpretación se puede objetar la estrecha rela-
con Espíritu.
ción que existe entre «Espíritu Santo» y «fuego» en las palabras
Esto no aparece con tanta claridad en el Evangelio de Marcos.
que Q atribuye al Bautista. En contra también está la insistencia
Sólo en el apéndice se habla de la acción de Jesús en su Iglesia,
del kolom IV de la Regla de Qumrán en la purificación universal
incluso con una alusión a la glosolalia (16,17), pero no se menciona
y en el fin de la lucha entre los dos espíritus, de forma tal que
al Espíritu. Mateo habla al final de su Evangelio del poder uni-
no queda claro quién será aniquilado y quién purificado.
versal de Jesús (exousía) y de su permanencia con los discípulos;
Sea de ello lo que fuere, el caso es que la interpretación cris-
menciona al Espíritu, con el Padre y el Hijo, en la misión de bau-
tiana de la predicación de Juan insistió sobre todo en la relación
tizar que Jesús les encomienda, pero no habla del Espíritu como
del Mesías con el Espíritu. Esto puede verse principalmente en los
dado por Jesús. Esto sólo lo hacen Lucas y Juan. Al final del
Evangelios de Marcos y Juan, en los cuales únicamente se habla
Evangelio de Lucas habla Jesús de «la promesa del Padre» y de
5
E. Schweitzer, op. cit., 396, nota 417, remite a Is l,3l ; 30,30.33; 31,9; «la fuerza de lo alto», y será él mismo quien envía estas promesas
34,9s; 66,15s; Am 1,4; 7,4; Mal 3,2; PsSal 15,2; 4 Esd 13,1.10; sBar 48,39; (24,49). En el comienzo de los Hechos se recogen nuevamente
TestAbr 14; Me 9,34-39; 1 Cor 3,13; 2 Tes 1,8; 2 Pe 3,7; Ap 20,9; 1QH 3, estas ideas, especificándolas con las palabras de Jesús: «Juan bau-
28-31; 6,18; 1QS 2,8.15; 4,13. tizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo
6
J. A. T. Robinson, Twelve New Testament Sludies: «The Baptism of
John and the Qumrán Community» (Londres 1962) 11-27, sobre todo 19s. 7
Tugwell, Reflections, 269s.
64 P. Schoonenberg El bautismo con Espíritu Santo 65

dentro de pocos días» (1,5). Con esto se relaciona claramente la sos autores del Nuevo Testamento intentan, cada uno a su ma-
promesa contenida al principio de los Evangelios con el aconteci- nera, fechar el acontecimiento escatológico por referencia a Jesús 10.
miento pentecostal narrado en el capítulo 2, y que se atribuye al La versión que Lucas ofrece de una efusión del Espíritu cincuenta
propio Jesús: «Elevado a la diestra de Dios, recibió del Padre el días después de la primera experiencia pascual presenta, según el
Espíritu prometido y (o: lo) ha derramado lo que (o: como) vos- acuerdo actual de los exegetas, pocas posibilidades de ser histórica
otros veis y oís» (2,33). En Hch 10,47 y 11,15 se haceJbineapié (en el sentido que entendemos hoy lo histórico). Aunque algunas
en la semejanza entre este acontecimiento pentecostal yja-ba.iada veces los pentecostales distinguen Jn 20,22 y Hch 2 como venidas
del Espíritu sobre los~geñTÍlgi_ en la casa de Cornelio. También distintas del Espíritu sobre los discípulos, no hay fundamento exe-
se ve en ella un bautismo con Espíritu (11,16). En la teología de gético para hacerlo u . Estos textos ofrecen más bien dos versiones
Lucas la promesa de este bautismo se hace realidad en un aconte- distintas de un mismo suceso: el Cristo glorificado bautiza con
cimiento que no se limita a la festividad de Pentecostés, sino que Espíritu Santo. Y tanto para Lucas como para Juan este aconte-
se prolonga más allá. cimiento no se limita a un único día. Los cinco logia sobre el Pa-
El Evangelio de Juan ofrece la misma versión, aunque la metá- ráclito en Jn 14-16 expresan la creencia de que el Espíritu, como
fora no es desarrollada consecuentemente (tal vez a causa de los «otro Paráclito» (14,16), incluso como «otro Jesús» 12 , seguirá
diversos estratos en la tradición joánica). Las palabras «bautizar acompañando a los discípulos.
con Espíritu Santo» no reaparecen en el Evangelio. Alguna analogía
con el «bautismo» presenta la representación del Espíritu como
agua viva, que brotará en la glorificación de Jesús probablemente Contenido
de «sus entrañas» (7,37-39; cf. 4,10-14) 8 . Puede considerarse como
cumplimiento de esta promesa en el agua que brota del costado Hasta ahora hemos encontrado que la promesa de que Jesús
de Jesús muerto en la cruz (19,34), aun cuando en ninguna parte bautizará con Espíritu Santo la considera cumplida el Nuevo Tes-
se hace referencia a la promesa de Jesús ni tampoco los textos del tamento. En la teología de Lucas esto es evidente, dado que remite
Antiguo Testamento que se citan hablan directamente del Mesías de manera expresa a dicha promesa; en el Evangelio de Juan ello
como dador del Espíritu 9 . Más adelarit£^_jel_do^idel_Esgíritu por se sugiere al menos con insistencia. Resulta tentador pasar a des-
Jesús se representa con la imagenjieí^aliento. probablemente desde cribir el bautismo con Espíritu Santo a partir del Nuevo Testa-
su"misma muerte (19,30: paradoken to pne~uma^~eñaé%6 él Es- mento, pero aquí tropezamos con la diversidad de las teologías
píritu), pero, sin lugar a dudas^jma^vezjresuciíado (¿y ascendido neotestamentarias. En algunos escritos sólo se menciona esporádica-
a los cielos?, cf. 20,17), cuando comunica el Ej¡rjírjtu_soplando mente al Espíritu Santo: los Evangelios de Marcos y Mateo, la
(20,22). Este es el Pentecostés loanico o, meior dicho-Ja-plenitud
10
de la Pascui~]oanici, que incluye ya el don del Espíritu. Los diver- Raymond E. Brown, The Virginal Conception and Bodily Resurrection
of Jesús (Nueva York 1973) l l l s .
11
Así, por ejemplo, Howard M. Ervin, These are not Drunken as ye
!
Para la cuestión que se plantea en Jn 7,38s —si es Cristo o el creyente Suppose (Plainfield, Nueva Jersey 1968) 25-33. Erwin rechaza la teoría de
la fuente de agua viva—, cf. Raymond E. Brown, The Gospel according to dos versiones de un único acontecimiento alegando el control de los Apóstoles
John, I-XII (Nueva York 1966; en breve aparecerá en castellano en Ed. Cris- sobre la tradición. Ve en Jn 20,21-23 la institución de la Nueva Alianza, por
tiandad) 320-323. Cf. también Hugo Rahner, Flumina de ventre Christi. Die lo cual en los Hechos el Espíritu ya no se concede corporativamente a Israel,
patristische Auslegung von Joh 7,37-38: «Bíblica» 22 (1941) 269-302, 367- sino a los judíos individualmente.
12
403. Raymond E. Brown, The Gospel according to John, XIII-XXI (Nueva
9 York 1970) 1135-1144: Apéndice V: «The Paraclete», p. 1141: «Así, aquel
No obstante, Zac 12,9-13, a quien cita Jn 12,10, habla de un espíritu
de oración y de conversión y de una fuente de agua purificadora. a quien Jesús llama 'otro Paráclito' es otro Jesús».
5
66 P. Schoonenberg El bautismo con Espíritu Santo 67

carta a los Colosenses, la epístola de Santiago. Es, por tanto, posible entrada en el Reino de Dios y un don libre y sorprendente (3,3-8).
que la venida del Espíritu sea descrita en otros términos, por Puede verse cierta relación con este nuevo nacimiento en el poder
ejemplo, como la obra del Señor Jesús (Me I6,19s) o como «Cristo de perdonar los pecados que el Jesús resucitado concede a sus dis-
todo en todos» (Col 3,11-17). Además, en los pasajes en los que cípulos junto con el Espíritu (20,22s). Por otra parte, el Espíritu
se menciona al Espíritu o se trata de él con amplitud se manifiestan es, principalmente, en cuanto Paráclito, testigo ante «el mundo»
también concepciones diferentes o, al menos, diversos acentos. En con los discípulos (15,26s; 16,8; cf. Mt 10,19s; Hch 4,8; 7,55,
Hch 2, los discípulos fueron «llenos» del Espíritu, y como primer etcétera).
fesultado comienzan a hablar «en otras lenguas» (2,4: heterais Así, pues, si intentamos describir por sus efectos el bautismo
glossais), esto es, según la concepción hoy prácticamente general: con Espíritu~Santo, el Nuevo Testamento da pie para interpreta-
hablar en lenguas o glosolalia, que también en otros pasajes aparece ciones muy distintas. Pero existen algunos rasgos comunes a la
como don del Espíritu (10,46; 19,6). Este don de lenguas es en- venida del Espíritu (caracterizado o no como bautismo).
tendido por hombres «de todas las naciones bajo el cielo» (2,5: a) Ante todo, un cumplimiento, una plenitud, 1 i n a ""pf--
Lucas relaciona aquí los dones de glosolalia y de interpretación). abundancia. En los Hechos se habla a veces de «ser llenos» de Es-
Esto hace referencia a la acción misionera del Espíritu, de la que píritu Santo (2,4; 4,8.31; 7,55; 9,17; 13,9). Lo que en otras partes
da testimonio el conjunto de los Hechos. El don de lenguas es uno se dice sobre el amor y los carismas, encaja en esta imagen de
—sólo uno— de los dones o carismas que son concedidos por el plenitud: una plenitud de lo más profundo de nuestro corazón y
Espíritu —en la línea paulina—, pero también por Cristo o Dios de nuestras facultades.
(1 Cor 12,8-10; Rom 12,6-8; Ef 4,11; 1 Pe 4,11). Pablo habla de b) En segundo lugar, del conjunto del Nuevo Testamento
ser bautizados con el Espíritu «en un solo cuerpo» (1 Cor 12,13). queda clarc^qué" esta plenitud deblcjl~"al Espíritu _y Ja vinculación
Por esta razón, los carismas se ordenan «al provecho de todos» con_Cristp son algo consciente _y remnnrihlp Nosotros, los cris-
(1 Cor 12,7), «a la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4,12), al tianos actuales, vivimos a menudo de una doctrina que aceptamos,
servicio mutuo (1 Pe 4,10). Con esto no se excluye el testimonio que ponemos en práctica y que tratamos de hacer consciente. Pero
hacia afuera (1 Cor 12,24s), pero la actividad misionera no apa- para los cristianos de los escritos neotestamentarios debió de haber
rece aquí tan estrechamente ligada con la venida del Espíritu como ocurrido de manera muy distinta: la proclamación (que precedía
en los Hechos. Pero aún puede señalarse en Pablo otra línea dis- a la enseñanza) ejercía sobre ellos un poderoso influjo, y experimen-
tinta. En la epístola a los Gálatas, el fruto del Esjfojjri p g p1 •:>vnQr taban una fuerza renovadora en su vida personal y en su comunidad.
en todas sus formas, junto con el gozo y la paz (5,22). En 1 Cor A ello apelaba Pablo cuando escribió a los Gálatas: «¿Recibisteis
Pablo combina su reconocimiento condicional de los carismas con el Espíritu por haber observado la Ley o por haber escuchado con
su incondicional reconocimiento de la caridad, a la que llama el fe?... Aquel, pues, que os comunica el Espíritu y obra maravillas
don supremo (12,31). No va mucho más allá de una simple copu- entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la Ley o porque escucháis
lativa (14,1): el «cántico del amor» (c. 13) interrumpe el desarrollo con fe? (3,2.5). Algo tuvo que ocurrir cuando comenzaron a creer;
argumental. En cualquier caso, los carismas no significan nada si la recepción del Espíritu fue algo que podía experimentarse. Por
falta el amor (13,1-3); no queda claro si existe alguna relación ello también pudo Pablo considerar la efusión del Espíritu como
más positiva entre ambos. Esta duplicidad paulina acerca de los una prueba de nuestra condición de hijos (Gal 4,6) y como garantía
efectos de la acción del Espíritu encuentra cierto paralelismo en de la esperanza (Rom 5,5).
el Evangelio de Juan. Por una parte se habla de un nacimiento del c) Una_ característica de la_efusión deJJRspírjtn que guarda
agua y del Espíritu, un nacimiento que tiene lugar anothen, que relación con esto último es que sus efectos se extienden hasta el
significa, al mismo tiempo, «de nuevo» y «de lo alto». Es una propio cuerpo. Jbsto" es lo que~demuestra el hablar en lenguasTla
68 P. Schoonenberg El bautismo con Espíritu Santo 69

oración de alabanza que traspasa los límites de nuestra compren- neopentecostalismo nacido en 1967 dentro de la Iglesia católica,
sión. Aún más lo demuestran las curaciones y el don de servirse de y que actualmente se presenta sobre todo como el «movimiento
ellas. La persona encarnada entera, el soma, se convierte en templo carismático» u . Por lo demás, los términos «neopentecostalismo»
del Espíritu, el hombre se vuelve «un único espíritu con el Señor», y «movimiento carismático» se emplean indistintamente. Ambos
«el cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo» (1 Cor 6, movimientos son, en su actuación práctica, vigorosamente ecumé-
13.17.19). Con ello se nos anticipa el definitivo «cuerpo espiritual» nicos. En su reflexión teológica a veces difieren, dado que las tra-
(1 Cor 15,44; Rom 8,9-11). diciones en las que se hallan inmersos les plantean cuestiones dife-
d) Como ya se ha podido ver, todo esto_no_se destina en rentes, en particular acerca del lugar en que debe «situarse» el
exclusiva a cada uno personalmente, sino al provechgjjel4<cuerpd», bautismo con Espíritu Santo. El movimiento pentecostal se encuen-
la Tglesifl, a su edificador;. Pero los dones también están destinados, tra en algunas de las formas mencionadas prácticamente en todas
sobre todo en los Hechos, a la proclamación a todos los hombres partes donde hay cristianos y de manera en particular vigorosa en
de las grandes obras de Dios. El Espíritu rompe las barreras de la ambas Américas. La forma católica es la que se encuentra más débil-
comunidad judeocristiana e impide que Pablo se limite al Asia mente representada en Europa occidental, aunque Francia comien-
Menor (16,6-10). za a convertirse en una excepción. Donde más intensamente vive
e) Por último, no hax^uaiahddajLflue jo&donss -son un yiá- es en Norteamérica14. Es allí principalmente donde he tenido oca-
tico, una expectación deldía .del Señor: no son la saciedad plena, 13
La máxima autoridad en materia de historia pasada y actual del movi-
corñoToTiace ver Pablo a los Corintios (1 Cor 1,7; 4,8). Las pri- miento pentecostal es Walter Hollenweger, autor de Enthusiastisches Chris-
meras comunidades cristianas ofrecieron también el espectáculo de tentum: Die Pfinsterbetvegung in Geschichte und Gegemvart (Zurich 1969)
la defraudación de Ananías y Safira y las tensiones entre Pedro y y de un Handbuch der Pfinsterbetvegung en 9 volúmenes del que sólo existen
Pablo. En Corinto había individuos poco maduros y existían pre- algunos ejemplares mecanografiados. Un compendio del mismo en un solo
sunciones y partidismos, y ni siquiera la Cena del Señor estaba a tomo es The Pentecostds: Tbe Charismatic Movement in the Churches (Min-
neapolis 1972). Véase también Bruner, A Theology, 19-55: «The Contempo-
salvo de su influencia. El Espíritu nos guía en el camino (Jn 16, rary Place and Significance of the Pentecostal Movement». Para la historia
13: hodégesei) hacia la verdad total y hacia la verdadera integridad, del movimiento pentecostal católico en los Estados Unidos, véanse Kevin
y este camino es y ha sido siempre gozoso y a la vez doloroso. y Dorothy Ranaghan, Catholic Pentecostds (Paramus, Nueva Jersey 1969),
y Edward D. O'Connor, The Pentecostd Movement in the Catholic Church
(Notre Dame, Indiana 1971). La mitad de este libro está dedicada a theolo-
gical reflections. En cuanto a informes sobre el pentecostalismo católico, tengo
II. EL MOVIMIENTO PENTECOSTAL conocimiento de los siguientes: a) el del Committee on Doctrine de los obis-
pos católicos de los EE. UU., 1969 (véase O'Connor, Pentecostd Movement,
U« intento de comprensión 291-293); b) una conferencia internacional en Roma, 1973 (véase «New
Covenant» [Ann Arbor, Michigan 1974] 21-23); c) el que se redactó para
los obispos católicos de Inglaterra y Gales, compilado por Peter Hocken
La cuestión radica ahora en saber cómo entiende el bautismo (véase «The Heythrop Journal» 15 [1974] 131-143; la segunda parte aún
con Espíritu Santo el movimiento pentecostal. Por «movimiento no ha aparecido). Una descripción neerlandesa del pentecostalismo es la de
pentecostal» entiendo diversos grupos que pueden agruparse en Walter Smet, Ik maak alies nieuw. Charismatische beweging in de Kerk
tres categorías: (a) el pentecostalismo clásico, que surgió a comien- (Tielt 1973).
14
La literatura pentecostal católica se encuentra en su mayor parte en
zos del siglo xx y que, por lo general obligado a ello, ha consti- lengua inglesa (procede de los EE. UU. e Inglaterra). Una excepción que
tuido iglesias aparte, como, por ejemplo, la Asamblea de Dios; confirma esta regla es el número especial de «Vie Spirituelle» (enero-febrero
Qy el neopentecostalismo dentro de las iglesias existentes —lute- 1974): Le rénouveau charismatique, en el cual dos artículos tratan de los
ranos, reformados, anglicanos—, que surgió en los años 50, y0 el Estados Unidos y otros tres han sido traducidos del inglés.
70 P. Schoonenberg El bautismo con Espíritu Santo 71

sión de entrar en contacto con él, tanto consultando sus publica- hasta ahora ningún Schillebeeckx ni tampoco ningún cristiano al
ciones como por mi contacto personal con ellos. (Astilo de Martín Lutero King o la Madre Teresa. Tampoco son
Para una plena comprensión del movimiento pentecostal es ellos quienes han inventado la «teología de la liberación» (pero
evidente que se necesita un estudio de su historia, así como una tal vez algunos de entre ellos buscan a su modo prácticas para
investigación sociológica y psicológica. Para ello hace falta mucha liberar a los demás, personal y socialmente). Tampoco quieren los
más teología de la que se dispone actualmente. Yo trato aquí de pentecostales distanciarse de los demás. No se encuentran en el
entender el movimiento pentecostal principalmente a partir de las cristianismo como se encontraba Qumrán en el judaismo de su
consideraciones bíblico-teológicas precedentes. Si uno se da cuenta época 1S. Si la revista mensual del movimiento carismático en Nor-
de lo que significaba en el Nuevo Testamento el bautismo con Es- teamérica se llama «New Covenant», con este nombre se designa
píritu Santo, percibirá una gran diferencia con la vida de la Iglesia la misma Nueva Alianza de la que viven todos los cristianos. Los
en la actualidad y desde hace ya muchos siglos. Los cristianos del pentecostales tampoco son hombres puros, como no lo fueron los
Nuevo Testamento accedían en su mayor parte" a la fe mediante primeros cristianos. Todos los pecados de Corinto pueden presen-
una elección personal, por medio de una auténtica conversión. En tarse entre ellos. Y también toda inmadurez. Sobre esto querría
nuestra época, la mayor parte de los cristianos lo son (aún) «por insistir cuanto fuese necesario, como lo hace uno de sus líderes
nacimiento», esto es, merced al bautismo que recibieron recién norteamericanos, al que dentro de poco voy a citar. Para mí per-
nacidos. Por esa razón, para los primeros cristianos, tal como ya se sonalmente estos últimos puntos han tenido una enorme impor-
ha destacado anteriormente, la experiencia del Espíritu o del Señor tancia. Desde mi primer contacto con el movimiento carismático en
era algo normal y común en su vida. En muchos días, por el con- Ann Arbor (Michigan) quedé sorprendido por la profunda alegría
trario, semejante experiencia no es ciertamente algo común y, por de estos hombres. Muy poco tiempo después me decepcionó la for-
ello, apenas si se considera normal. Pues bien: lo que todas las ma no tari~cristiana (más bien pseudobíblica) como lo manifestó
formas del movimiento pentecostal, así como tantos otros movi- un conflicto en Notre Dame (Indiana). Ahora comprendo que el
mientos de despertar (Reveil), tienen en común es que consideran Espíritu puede actuar de manera muy real, tanto allí como en otras
que ésta es una experiencia normal y desean que sea común en partes, en contra del pecado y de la inmadurez.
la Iglesia. Ya hemos indicado lo que son los pentecostales. Se trata de
Con ello, el movimiento pentecostal quiere ser una unión del cristianos que consideran normal la experiencia neotestamentaria
cristianismo consciente y experimentado. Pero, bien entendido: del Espíritu y del SéñoFylá desean para todos. Creen haber reci-
no de un süpercfistíanismo. Este término apenas ~sTes compren- bido esa experiéncia,~eJ bautismo con Espíritu Santo, e intentan^
didcTen el sentido teilhardiano por los pentecostales. En el sentido vivir de acuerdo con ella. Es posible que con esto entiendan haber
vulgar no es aceptado por ellos. Pueden sentirse tentados de con- sido bautizados con —o el haber recibido el— Espíritu J ^ n t o en
siderarse a sí mismos unos supercristianos, pero sus propios líderes un sentido mas determinado y, por tanto, más restringido que
les previenen en contra de ello. Yo quiero prevenir aquí contra el m^do - ^é"tíeñe déentenderlo el propio Nuevo Testamento. Por
esta tentación, sobre todo a aquellos que no pertenecen al movi- lo que se ha dicho anteriormente, parece quedar claro que no pre-
miento pentecostal. Quien opine que los pentecostales se consi- tenden ver realizados en ellos mismos todos los frutos del Espíritu.
deran a sí mismos unos supercristianos se compadecerá de ellos Creen, en primer lugar, haber^sido agraciados con carismas, y entre ¿
(y coffíazón, dado que ellos mismos han caído en esa tentación). ellos hay tres a los que prestan particular atención: el don de
El que espera que sean supercristianos se engañará, porque no lo 15
Una precavida comparación con Qumrán la ofrece Josephíne Massingberd
son. Esto_ realmente significa que ellos no representan todo cuanto Ford, Pentecostal Blueprint, en Baptism of the Spirit: Three Essays on the
e Pentecostal Experience (Techny, Illinois 1971) 31-77.
^ Espíritu trae~a~Ia~vida en la Iglesia actual. Entre ellos no hay
72 P. Schoonenberg

lenguas, eljde profecía y el de curar. Voy a limitarme aquí aldpn. Lugar del bautismo con Espíritu Santo
eje lenguas. Tugwell opina que es mucho más importante d é l o
que muchos pentecostales recientes admiten ,é . Se trata desuna Para los pentecostales, por tanto, el bautismo con Espíritu
facultad de orar desde lo más profundo de la persona, con sonidos Santo es una venidaHel Espíritu y, por ello, una unión con Cristo;
que para la propia persona orante carecen de todo significado defi- este bautismo viene a nosotros en forma efe don, es experimentado
nible. Estos sonidos no forman una lengua determinada que el y produce éTectos duraderos, sobre todo en forma de carismas, en-
orante desconoce, aunque puedan reconocerse en ellos reminiscen- tre los cüále3~el "don delenguas —o, en sentido más amplio, la
cias inconscientes de otras lenguas. El sociolingüista Samarin" oración infusa— es objeto de particular atención. Dado que los
llama a la glosolalia una pseudolengua, un lenguaje que coincide peñtécostales~"provienelñr de Un cristianismo en el que esta expe-
con la lengua por su articulación, por la formación de períodos, riencia no es general, se plantean la cuestión de situarla en el con-
etcétera. No es per se la consecuencia de perturbaciones emociona- junto de la vida cristiana. Las tres corrientes del movimiento pen-
les ni del éxtasis en el sentido habitual del término. El don de tecostal ofrecen respuestas parcialmente diferentes. Los pentecos-
lenguas puede ser actualizado por algunos como «uso de un caris- tales clásicos y los neopentecostales establecen por lo general una
, rna», incluso en momentos de aridez espiritual. Puede utilizarse clara diferencia entre la conversión o nuevo nacimiento y el bautis-
I correctamente o puede hacerse un mal uso de él, por ejemplo, para mo con Espíritu 20 . Las Asambleas de Dios dicen: «Esta maravillo-¡
llamar la atención. De alguna forma, el contacto con Dios en el sa experiencia es distinta de la del nuevo nacimiento, y sigue a
don de lenguas es tan profundo que nos lleva más allá de los lími- ella» 21 . El bautismo con Espíritu es un «segundo encuentro», una
tes del lenguaje comprensible y de la conciencia inteligible. Habría «segunda experiencia», una «segunda: bendición». A veces ocupa
que investigar si en la historia de la Iglesia el don de lenguas no incluso un tercer lugar, cuando se distingue, además, entre conver-
ha sido sustituido por otro tipo de manifestaciones, como, por sión y santificación, lo cual no suele apenas ocurrir entre los neo-
ejemplo, el don de lágrimas, el cual, según Symeon el Nuevo Teó- pentecostales. La diferencia temporal entre la conversión y el bau-
logo, es un signo del Espíritu, y que desempeñó un papel tan im- tismo espiritual se apoya en diversos pasajes de los Hechos n. No
portante sobre todo en la Iglesia oriental 18 . Aun prescindiendo de voy a entrar en esta argumentación, en primer lugar porque estos
ello, en mi opinión el don de lenguas es una de las manifestaciones argumentos son parcialmente objetables a partir de los mismos
de lo que podría llamarse «oración infusa». En mi contacto con Hechos, y porque otros textos del mismo libro presentan justa-
los pentecostales he quedado conmovido en algunas ocasiones por mente el orden inverso (10,47); en segundo lugar, porque, aparte
su plegaria, que brota del corazón, en mayor grado si lo hacen en
su propia lengua y no en glosolalia. No es de extrañar que los recogido en Baptism of the Spirit, 79-113). Stephen B. Clark habla de infused
pentecostales católicos, cuando vuelven la vista a su propia tradi- prayer en un texto que vamos a citar más adelante.
20
ción espiritual, relacionen el don de lenguas con la «contemplación Cf. Bruner, A Theology, 56-117: «The Baptism in the Spirit in the
infusa» 19. Pentecostal Movement». Véase también el informe sobre el pentecostalismo
protestante redactado por J. Rodman Williams y presentado al Secretariado
Católico para la Promoción de la Unidad Cristiana, publicado en su libro The
16
Tugwell, Reflections, 408, y Did You Receive, caps. 7 y 8. Pentecostal Reality: «Pentecostal Sprituality» (Plainfield, Nueva Jersey 1972)
17
William Samarin, Tongues of Men and Angels (Nueva York 1972). 57-84, en particular 61-68.
18 21
Tugwell, Reflections, 403-405 y 408s, y A. J. van der Aalst, Ambt en Citado según Rodman Williams, Pentecostal Reality, 63s.
22
Charisma bij Simeón de nieutve theoloog: «Het Christelijk Oosten» 22 (1970), Para la discusión a este respecto, cf. Bruner, A Theology, 155-208: «The
cuaderno 3, 152-172. Baptism of the Holy Spirit in the Acts of the Apostles: A Comparative Stu-
" Por ejemplo, J. Massingberd Ford, Toward a Theohgy of «Speaking dy»; Ervin, Not Drunken, 88-104, y Stephen B. Clark, Baptized in the Spirit
in Tongues»: «Theological Studies» 32 (1971) 3-29, p. 23 (este artículo está (Pecos, Nuevo México 1970) 45-58.
74 P. Schoonenberg
El bautismo con Espíritu Santo 7?
de los Hechos (que para los pentecostales viene a ser a veces un
de curar. Para muchos pentecostales esto significa que «el Espíritu»
«canon en el canon» 23 ), tenemos a Pablo, en quien esta distinción
o «el Señor» asumen nuestra actividad, aunque sus teólogos, in-
no aparece en absoluto clara; y, por último, porque, aun cuando el
Nuevo Testamento en conjunto hiciera tal distinción, esto podría cluso protestantes, indican a veces de forma más clara que se trata
estar vinculado a una determinada teología24. Mayor peso ofrece de la acción conjunta de Dios y el hombre 26 . En esta distinción
el hecho de que muchos pentecostales de nuestros días, incluso cualitativa encaja también la referencia de los pentecostales cató-
católicos, han tenido la experiencia de dos momentos distintos de licos a la contemplación o a la oración infusas. El ya mencionado
crisis en su vida. Pero en contra está el hecho de que son también Stephen Clark remite a la distinción clásica entre la vía purgativa,
muchos, y de todo tipo de corrientes, los que han experimentado iluminativa y unitiva. La opinión más común, aunque no la única,
conjuntamente la conversión y el bautismo espiritual. Por esta es que estas vías~son sucesivas. Es preciso atravesar todo un pro-
razón, en la actualidad no se hace tanto hincapié en la distinción ceso de crecimiento espiritual antes de participar en el contacto
íntimo con el Espíritu, que concede al hombre la oración infusa.
temporal. En los «movimientos de Jesús, nacidos en su gran mayo-

1
Esto puede ocurrir, y ocurre de hecho, en forma distinta en la
ría del pentecostalismo y del movimiento hippy, la coincidencia
experiencia pentecostal. «La diferencia entre lo que acaece de
de la conversión y del bautismo espiritual es un hecho normal 25 .
Pero el pentecostalismo clásico y el neopentecostalismo hablan forma nueva en la renovación carismática y lo que acaecía en algu-
de una diferencia cualitativa. La conversión, santificación o nuevo nas formas tradicionales de espiritualidad es que, en la renovación
nacimiento, aun siendo obra del Espíritu, no dan de suyo la plena carismática, los individuos son bautizados en el Espíritu al comien-
presencia de éste, que es la queUéha al hombre. Para ilustrar esta zo de su crecimiento espiritual. Con anterioridad a la renovación
diferencia puede uno remitirse, por ejemplo, a Jn 14,17, donde se carismática no era corriente que se experimentase el don del espí-
habla de la presencia del Espíritu «conejos di^cígulps y «en» ellos. ritu y la oración infusa antes de haber pasado algunos años de
Esta última, la «presencia-en», penetra nuestras; facuÍtades71o~cual crecimiento espiritual. Es cierto que los autores tradicionales de
se aprecia especialmente en el don de lenguas, el de profecía y el espiritualidad siempre han sabido que no era necesario que trans-
curriesen muchos años. Sabían que podía darse en cualquier mo-
25
A veces se afirma con insistencia que los Hechos son el único libro que mento. Pero no esperaban que ocurriese normalmente hasta que
narra la vida de la primitiva Iglesia: W. Basham, Ministering the Baptism la persona no hubiese empleado muchos años en su crecimiento
in the Holy Spirit (Monroeville, Pensilvania 1971) 17s, y Rodman Williams,
Pentecostal Reality, 23, nota 5. En contra de esta afirmación hay que tener en espiritual. Ahora sabemos que el Espíritu puede ser libremente con-
cuenta que los datos de la vida de la primitiva Iglesia recogidos en los Hechos cedido incluso a los principiantes en esa vida interior, que era, sin
fueron compuestos en forma de libro casi medio siglo después, mientras que duda, la forma en que era concedido en la época del Nuevo Tes-
la teología de las epístolas neotestamentarias, en particular las proto-paulinas, tamento. Muchos de los individuos que fueron bautizados en el
se encuentra más próxima y está sometida a la influencia de la experiencia
cristiana. Espíritu, en los Hechos acababan de oír el Evangelio por primera
24
Es importante señalar que el don del Espíritu, vinculado a la imposi- vez. Y los corintios y los gálatas, que experimentaban las múltiples
ción de manos y a la oración de los Apóstoles enviados de Jerusalén, proba- obras del Espíritu, se habían convertido hacía sólo breves años.
blemente haya impedido una escisión y, sin duda, puso de manifiesto la Eran 'cristianos nuevos'. La mayoría de las personas de su comu-
restauración cristiana del cisma samaritano. Aquí y en otros pasajes en los
que entre el encuentro con Cristo y la recepción del Espíritu media un nidad habían iniciado su vida espiritual sólo después de haber sido
tiempo real, Lucas pone el acento en la oración que precede al último de ellos bautizados en el Espíritu» 27.
(Hch 1,14; 9,9.11); lo mismo entre el bautismo de Jesús y el descendimiento
del Espíritu sobre él (Le 3,21).
25
Véase Glenn D. Kittler, The Jesús Kids and Their Leaders (Nueva
York 1972). Véase, por ejemplo, Rodman Williams, Pentecostal Reality, 12.
Clark, Baptized, 67s.
El bautismo con Espíritu Santo 77
Algunas consideraciones
de la persona— con una vida cristiana aún no completamente t^
madura. Una primera respuesta es que, si no nos engañamos (dejan-
Voy a detenerme en esta última cita, que expresa con mucha
do un margen abierto para posibles pseudocarismas), así ocurre de
claridad cómo se interpreta hoy por muchos pentecostales el bau-
hecho. En su primera carta a los Corintios reconoce Pablo haber
tismo con Espíritu Santo y, en mi opinión, también cómo puede
sido enriquecido en Cristo con determinados dones (1,6), en tanto
ser interpretado. Los no americanos se vuelven inmediatamente
que, por otra parte, califica su actitud de carnal y pueril (3,1-4).
suspicaces ante el «rápido» don del Espíritu Santo. ¿Acaso en el
Para comprender que una cosa así no es imposible hay que tener
país del instant breakfast y del instant chicken iinner también se
en cuenta que tanto los carismas como las virtudes echan sus raíces
pueden conseguir los carismas «al minuto»? Las sixty seconds
en lo más profundo del hombre, pero no pertenecen completamente
conversions en los grupos del «movimiento de Jesús» refuerzan
a la misma esfera. Los carismas invaden nuestra persona en cuanto
esta suspicacia. Para ayudar a disiparla es preciso recordar que no
ser corpóreo y arraigan fuertemente en aquella zona de la conciencia
se trata de una madurez concedida rápidamente, sino de un carisma
y de la corporeidad que nuestra libertad no ha asumido y dominado
en el camino hacia la madurez y la santidad. No se trata de una
plenamente. Pueden atribuirse a nuestra naturaleza espiritual-cor-
instant sanctification2S. Lo más importante es que aquí se intenta
poral, que está dada previamente a nuestra persona31. Las virtudes,
con toda seriedad borrar cualquier traza de magia. Todo don de
por el contrario, centradas en el amor, son la respuesta que brota
Dios es posible únicamente merced a nuestra apertura (aunque lo
de nuestra propia persona libre. Un ejemplo concreto tomado de
contrario también es verdad). Es preciso impetrar el don no sólo
insistente llamada al mismo. Así, tampoco es la oración infusa un
por medio de la comunidad circundante (con imposición de manos
profundo enamoramiento y un amor maduro. Un enamoramiento
o sin ella), sino sobre todo por aquel que. espera recibirlo. Son
no es aún el amor que no se desilusiona, pero es ciertamente una
necesarios un deseo manifiesto y una total apertura. Estas consi-
insistente llamada al mismo. Así, tampoco es la oración infusa un
deraciones condujeron al movimiento carismático católico en Norte-
amor maduro de Dios (que incluye el amor al prójimo), pero im-
américa a que precediesen unas seis semanas de instrucción y de
pele a la maduración. La comparación entre la oración infusa y
oración a la petición directa del bautismo con Espíritu Santo29,
el enamoramiento no está aquí totalmente fuera de lugar, ya que
y tengo entendido que otros grupos poseen prácticas semejantes.
también en la primera el hombre se da por vencido ante una atrac-
Por supuesto, siempre habrá tentaciones motivadas por un carisma
ción que es al mismo tiempo «sensible»: la profunda humanidad
prematuramente recibido, al igual que existirán en relación con la
de Jesús, la libertad y la alegría que parece regalar a los demás en
«santidad madura» 30.
su Evangelio y en una comunidad, etc. Si se quiere hablar de «su-
Otra dificultad es la que plantea el saber si es posible la con-
gestión» no debe olvidarse que existe un elemento de sugestión
comitancia de un carisma —concebido como una vida de oración
oculto en toda entrega humana. El criterio para discernir la suges-
más ardiente, íntima y, por tanto, procedente de lo más profundo
tión buena consiste en ver si abre el camino hacia una libertad y
un amor verdaderos, lo cual se manifiesta en la reconciliación, la
21
Rodman Williams, Ventecostd Reality, 12. Cf. O'Connor, Penlecoslal integridad y una paz profunda (contra la pacificación superficial,
Movement, 171s: «No Instant Sanctity». cf. Fil 4,7).
29
Team Manual for the Life in the Spirit Seminars, revis. por Stephen
Clark (Notre Dame, Indiana: Charismatic Renewal Services). Si resulta posible comparar el don de oración en el bautismo
30
En alguna parte he leído esta observación de una religiosa francesa con Espíritu Santo con el enamoramiento, se plantea entonces una
sobre una hermana de religión: «Elle aura un long purgatoire á cause de ses 31
vertus». La más profunda descripción de la tentación sutil de la virtud heroica Debo a Karl Rahner esta distinción entre naturaleza y persona, sobre
la ofrece Gertrud von Le Fort en su novela La última en el patíbulo. todo en Sobre el concepto teológico de concupiscencia, en Escritos de teo-
logía I (Madrid 31967) 381-419.
78 P. Schoottenberg
El bautismo con Espíritu Santo 79
nueva cuestión, que es de gran importancia para el movimiento
pentecostal y para la apreciación que podamos hacer de él. El ena- santos mencionados hacia las manifestaciones emocionales del fruto
moramiento pasa; todo matrimonio y toda amistad atraviesan una de Dios estaba determinado por su situación histórica, pero que
noche en la que está presente la tentación de la separación, pero existen bastantes pasajes, sobre todo en Teresa de Jesús, en los
en la cual precisamente ha de madurar el más profundo amor per- que se valoran positivamente el don sensible de Dios y sus mani-
sonal 32. Los autores espirituales nos han hablado extensamente del festaciones. De esta forma los pentecostales y los partidarios de
desierto de la aridez espiritual; para san Juan de la Cruz todo nues- la espiritualidad carmelitana tienen mucho que aprender unos de
tro camino espiritual transcurre en la noche, que sólo es interrum- otros. Por una parte, la oración infusa no tiene que aguardar a la
pida con el alba; Jesús fue tentado después de su bautismo; sus madurez espiritual; pero, por otra, aquélla cambia con nuestra ma-
discípulos no pudieron construir ninguna tienda en el monte de la durez e invita precisamente a una madurez ulterior.
transfiguración, sino que tuvieron que escuchar inmediatamente Pero retornemos a mi ejemplo: con el crecimiento del amor
después la premonición de la Pasión; Pablo advierte a sus nuevos personal el enamoramiento no se pierde, propiamente hablando,
cristianos de que «es menester que por muchas tribulaciones entre- del mismo modo que la belleza de una mujer no tiene por qué
mos en el Reino de Dios» (Hch 14,22). También entre los pentecos- perderse al envejecer. Ambos se transforman, hasta el punto de
tales se señalan las tentaciones características de su situación33. Una que el pelo gris y las arrugas pueden dar origen a un enterneci-
de ellas es el afán de aferrarse al don de oración buscado por sí miento. Así, pues, tampoco tiene por qué perderse la oración in-
fusa, aun cuando desaparezcan las lenguas y las lágrimas. Incluso
( mismo. Josephine Massingberd Ford escribe una «palabra de sabí-
j duría» sobre el intento de suscitar nuevamente el «fruto sensible» la propia espera en la aridez puede ser un carisma (si el carisma
por medio de cánticos, música de guitarra y batir de manos. Con es únicamente prestación, en mi manera de pensar carece de valor),
' esto puede uno cerrarse a la acción del Espíritu, que puede con- el efecto sostenido del bautismo con Espíritu Santo.
ducir, a través de la aridez, a la oración de quietud. La doctora Existe aún una última cuestión relacionada con este bautismo y
Ford se muestra de acuerdo con las cautelas de Teresa de Jesús con el lenguaje religioso de los pentecostales. Ellos hacen especial
y Juan de la Cruz 34 . A su artículo en «Spiritual Life» sigue otro hincapié en el libre don de Dios. El Espíritu es el que obra el
de una carmelita, el cual forma una unidad dialéctica con el pre- bautismo; el Señor es quien bautiza; no se trata de una obra hu-
cedente 35. Esta religiosa demuestra que la actitud negativa de los mana. J. Rodman Williams dice: «El Espíritu viene de fuera y
con poderoso impacto» 36 . Y Clark: «Siempre supe que la expe-
riencia del Espíritu Santo para los primeros cristianos y para los
32
J. Walgrave, Dialecfiek van het huwelijk: «Kultuurleven» 25 (1958) grandes santos implicaba mucho más que la mera interpretación
165-176.
33 de lo que les había ocurrido como obra del Espíritu. Se trataba de
Donald Gee, Temptations of the Spirit-Filled Christ (Springfield, Mis-
souri 1966). Las tentaciones de Jesús en el desierto, según el orden que sigue una experiencia distinta y precisa»37.
Lucas, son: egoísmo, compromiso, fanatismo. ¿Qué puede decir en nuestros días un teólogo sobre esta expe-
34
J. Massingberd Ford, Fly United-But Not in Too Cióse Formation: riencia de la acción de Dios y sobre el lenguaje pentecostal, en el
Reflections on the Catholic Pentecostal Movement: «Spiritual Life» 17 (1971) que «el Señor» lo hace todo? La respuesta a esta pregunta pone
12-20. Véase también su artículo Tongues-Leadership-Women: Further Reflec-
tions on the Neo-Pentecostal Movement: ibíd., 186-197. Una consideración de manifiesto que este artículo no sólo tiene algo que ver con
asimismo crítica y que procede de la propia Notre Dame es la de Henry
Nouwen, Intimacy (Notre Dame, Indiana 1969) 77-90: «Pentecostalism on and Saint John of the Cross: «Spiritual Life» 17 (1971) 21-33. Cf. O'Connor,
the Campus». Además, también O'Connor señala en Pentecostal Movement, Pentecostal Movement, 210-215.
36
225-231, el peligro de charismania y paraclericalism. Rodman Williams, Pentecostal Reality, 14. Pero véase, no obstante,
35
Teresa del Monte Sol, Pentecostalism and the Doctrine of Saint Teresa nuestra nota 26.
37
Clark, Baptized, 8s.
80 P. Schoonenberg El bautismo con Espíritu Santo 81

el homenaje en que aparece, sino con aquel a quien va dedicado. añadir que el hombre no realiza una parte o un aspecto (el habla,
Mi colega Schillebeeckx se mostró en cierta ocasión enojado por el la acción) y el Espíritu Santo la otra (la lengua, el mensaje, el
hecho de que los pentecostales ven la acción de Dios por todas poder de curar). En absoluto: todo es del hombre, pero en este
partes 38 . Pero el propio Schillebeeckx se pregunta en la «Tijdschrift hombre actúa la energía del Espíritu, que abre al hombre a nuevas
voor Theologie» si es cierto que Dios sólo actúa a través de las posibilidades de sí mismo. Se trata de una interpretación, pero no
criaturas39. Esta última pregunta se me pudo formular a mí, en sólo una interpretación, porque toda interpretación que lleva a
particular por lo que respecta a mi estudio Dios o el hombre, un Dios nace de alguna experiencia, aunque sea en forma de «intuición
falso dilema*0. En él he argumentado que Dios siempre actúa ha- implícita». Pero a veces esta experiencia oculta puede convertirse
ciendo actuar a sus criaturas, incluso con los dones de su gracia. en una experiencia reconocible. Estoy convencido de que la expe-
Por otra parte, en ese estudio me preocupé en extremo por dejar riencia del bautismo con Espíritu Santo es auténtica en muchos
bien claro que en todo esto es Dios quien tiene la iniciativa, más pentecostales, que el Espíritu les habla verdaderamente al corazón
aún: que él es la iniciativa. En mi opinión, no creo haber logrado y hace íntegros a los hombres, aun cuando no sólo no excluyo, sino
sintetizar plenamente esta última afirmación con la primera. Al ha- que incluyo, factores humanos y psicosomáticos. Estoy persuadido
blar de la gracia, por ejemplo, afirmo que ésta no sólo es mediada de que los pentecostales nos pueden devolver la conciencia de la
por otros, sino que también puede ser concedida inmediatamente a mano conductora de Dios, aunque no me obligue con ello a repetir
una persona, para que pueda servir ella de mediadora para otras constantemente «Praise the Lord». Pero, hablando de un modo
personas41. En otra parte habla Schillebeeckx de una «inmediatez general, por medio de la desmitificación del lenguaje del movimien-
mediada»42, y yo querría añadir: una inmediatez que lleva a la me- to pentecostal, podrá el teólogo mostrarse sensible a lo que el
diación. Dios no está nunca tan inmediatamente junto a nosotros Espíritu dice a las Iglesias (y a él mismo) por medio de ellos.
como para que podamos incorporarlo a nosotros. Su actividad no
es concurrente, no suplanta ni sustituye a la nuestra. Pero, sin P. SCHOONENBERG
duda, es preciso concebir la actividad de Dios como «previa» (aun- [Traducción: GILBERTO-A. GUTIÉRREZ]
que no con prioridad temporal) o, en categorías más personales,
como vivificadora, dadora y convocadora. «Dios nos concede nues-
tra actividad como actividad propia nuestra», dice Schillebeeckx43.
A la inversa, nuestra actividad es también un don de Dios. En la
obra de Rodman Williams, que varias veces hemos citado, este
pensamiento es formulado de forma excelente44. A esto querría
3!
E. Schillebeeckx, De ondergrondse kerk in Katholiek America (inter-
viú): «De Tijd» (20-1-1968), cit. en «SpeUing» 22 (1970) 275s.
35
E. Schillebeeckx, Het nieuwe Godsbeeld, secularisatie en politiek:
«Tijdschrift voor Theologie» 8 (1968) 44-65, 63s, nota 16.
40
P. Schoonenberg, Hij is een God van mensen ('s-Hertogenbosch 1969)
9-48.
41
P. Schoonenberg, God van mensen, 38-41.
42
Recuerdo estas palabras de una conferencia seguramente no publicada
todavía.
43
También cito aquí de memoria.
44
Véase supra nota 26.
6
La eucaristía según la tradición siria

En cambio, en el misterio de la eucaristía, que culmina la ini-


ciación cristiana, solemos ver únicamente el aspecto cristocéntnco
de la presencia real del Salvador, de su sacrificio expiatorio, de la
comunión con su cuerpo y su sangre. Esto es justo, pero insufi-
ciente. En efecto, la conciencia eclesial expresada en la tradición
LA DIMENSIÓN PNEUMÁTICA DE LA EUCARISTÍA viva no limita la eucaristía, fundamento de la realidad cristiana,
SEGÚN LA TRADICIÓN SIRIA DE ANTIOQUIA a esta visión cristocéntrica. Ve también en ella una dimensión
pneumática: también el Espíritu está presente en la eucaristía.
Esta es denominada con frecuencia «fuego y espíritu», para desig.
Se impone una advertencia antes de abordar la dimensión pneu- nar precisamente este aspecto pneumático. Por eso cuando los
mática de la eucaristía según la tradición expresada por las Padres bautizados comulgan, al recibir el cuerpo y la sangre del ResuciJ
y por la liturgia de la iglesia siria. Esos Padres legaron una litera- tado reciben juntamente el Espíritu. Esta afirmación puede resul-
tura inmensa, cuya mayor parte sigue manuscrita y, por tanto, tar extraña. Constituye, sin embargo, un dato constante de la tra-
accesible solamente a las personas que conocen la lengua siríaca dición oriental en general y de la siria en particular. Lo confirman
y frecuentan las grandes bibliotecas. Sin embargo, la liturgia, que los testimonios siguientes:
se compone casi exclusivamente de textos patrísticos que van del Efrén de Nísibe (siglo iv) subraya en su Himno sobre la fe la
siglo iv al viir, puede ayudarnos y darnos la visión de esos Padres presencia del Espíritu no sólo en el bautismo cristiano, sino tam-
sobre el papel y la presencia activa del Espíritu en la eucaristía'. bién en la eucaristía. Se considera que esta presencia es igual en
los dos misterios: «El fuego y el Espíritu están en nuestro bautis-
mo; en el pan y en el cáliz también están el fuego y el Espíritu»2.
I. LA EUCARISTÍA NOS DA AL ESPÍRITU SANTO El doctor sirio es aún más explícito en su cuarto Sermón de la
Semana Santa. Trata de la institución de la eucaristía: «Al principio
Se acepta sin dificultad hablar de una dimensión pneumática Nuestro Señor Jesús tomó en sus manos pan ordinario. Lo bendijo,
en el bautismo y la crismación. Se afirma, y con razón, que el le hizo la señal de la cruz, lo consagró en el nombre del Padre y
Espíritu nos hace renacer por el bautismo. Nos da un modo nuevo del Espíritu, lo partió y, por su bondad, lo distribuyó poco a poco
de existir injertado en la humanidad nueva de Cristo a la que a sus discípulos. Llamó al pan su cuerpo vivo, lo llenó de sí mismo
hizo resurgir del sepulcro en la mañana de Pascua. La crismación y del Espíritu, tendió su mano y les dio el pan que su mano derecha
actualiza el acontecirnieiUa_¿£__P^ntecostés. Por eflaelEspíritu había consagrado: Tomad, comed todos lo que mi palabra ha con-
se derrama sobre elneófito para consagrarlo a fin de que pueda sagrado... Tomad, comed con fe y no dudéis de que esto es mi
difundir en torno suyo el buen olor del Resucitado. Como los Após- cuerpo. Y el que lo come con fe, come por él el fuego y el Es-
toles, el neófito «se reviste» del Espíritu y «el Espíritu lo reviste píritu. .. Tomad y comed todos: y comed por él al Espíritu Santo.
a él». Se convierte en «asociado» suyo por la comunidad de vida Es verdaderamente mi cuerpo, y el que lo coma vivirá eternamen-
y de intereses, que cristaliza en el testimonio de Cristo juzgado y te» 3. En este texto atribuye Efrén a Cristo unos gestos litúrgicos
rechazado por el mundo. que no se hallan en el Nuevo Testamento y que serían el reflejo
2
1
Respecto a esto, remito a mi libro L'expérience de l'Esprit par l'Église E. Beck, Le baptéme chez Saint Ephrem: «L'Orient-Syrien» I (1956)
d'apres la tradition syrienne d'Antioche (París 1971) 70-110 y 214-244. 115.
3
A través de él citaré los textos litúrgicos que aparecen en el artículo, indicán- T. Lamy, S. Ephraem Syri, Hymrti et Sermones I (Malinas 1882) 389,
dolo con la sigla S. 415-417.
84 E.-P. Siman La eucaristía según la tradición siria 85

de la anáfora eucarística de su época. Además de la bendición, Volvemos a encontrar esta visión pneumática en los oficios de
Cristo signa con la cruz el pan, lo consagra en el nombre del Padre los domingos que siguen a Pascua y Pentecostés. Se llama al Espí-
y del Espíritu y lo llena de sí mismo y del Espíritu. Advirtamos ritu «fuego oculto que rodea al sacerdote que ofrece el sacrificio»,
que las dos dimensiones, la crística y la pneumática, están enérgica- o también «fuego que en forma de paloma vuela sobre el altar», y
mente subrayadas. Los Apóstoles, al comer el cuerpo de su Maes- que a la invocación del sacerdote irrumpe en las ofrendas como
tro, comen también al Espíritu Santo. sucedió antiguamente en el sacrificio de Elias: «¿Cuáles son las
El Testamento de Nuestro Señor Jesucristo, obra que puede características de ese fuego que rehusa descender sobre el sacrificio
ser de la época de Efrén o anterior, afirma claramente esta recep- del pueblo impío que crucificó al Hijo de su Señor? Moisés lo
ción del Espíritu por la comunión: «Todo el pueblo, como antes llamó y descendió volando sobre su sacrificio; Elias lo invocó y
se dijo, recibirá la eucaristía diciendo: Amén. Los diáconos llevarán consumió sus ofrendas. Los justos lo han llamado a lo largo de
flabelos y, como se dijo antes, el que da la comunión dirá: el cuerpo los siglos y he aquí que hoy vuela sobre los altares en forma de
de Jesucristo, el Espíritu Santo para la curación del alma y del paloma ¡aleluya! ¡aleluya!» (S. p. 224). Y tras la irrupción de ese
cuerpo. El que lo recibe responderá: Amén»4. La construcción fuego divino, la presencia del Espíritu en la eucaristía y su unión
gramatical de la frase subrayada pone al Espíritu Santo en aposición a ella son llamadas también «fuego», pero un fuego más intenso.
al cuerpo de Cristo. Sin duda, quiere indicar con esto el autor que Un Himno de maitines del segundo domingo después de Pente-
se trata de una misma realidad, o sencillamente desea mostrar la costés los compara a la presencia del fuego en el horno: «Mirad,
íntima afinidad entre el Espíritu y la eucaristía. El bautizado, na- el sacerdote en pie con temor ofrece el sacrificio. Un fuego sagrado
cido del Espíritu, recibe un alimento espiritual adecuado a su nueva lo rodea y la gracia lo protege... El cuerpo y la sangre son un
vida de resucitado. Esta misma verdad la formula también Isaac de horno en el que el Espíritu es el fuego al cual se acerca el que está
Antioquía (siglo v), exhortando a los fieles a acercarse a la mesa puro y del cual se aleja el que es disoluto...» (S. p. 224).
de vida: «Venid a beber, comed la llama que os convertirá en Estos testimonios, entre otros muchos, expresan una clara
ángeles de fuego, y gustad (con vuestra boca) el sabor del Espí- toma de conciencia eclesial de la presencia dinámica del Espíritu
ritu para que vuestros nombres sean inscritos entre las potencias en la eucaristía. Esta presencia se describe en términos que desig-
espirituales» 5. Pero Isaac no ignora la dimensión crística de la nan la realidad física del fuego y de sus propiedades naturales.
eucaristía. En su Himno XVII, 30 dice que «el Espíritu es el que ¿Qué debemos entender por esto? Es evidente que la palabra
exhorta a los fieles (en el momento de la comunión) a adelantarse fuego, utilizada aquí, designa al Espíritu Santo, al que la tradición
para recibir a Cristo y abrazarlo». siria llama frecuentemente «fuego devorador y purificador», o a
las fuerzas divinas que emanan del campo de su actividad dinámica
y vivificadora. Por eso puede afirmarse que los términos «fuego-
II. EL FUEGO DIVINO Espíritu» de que hablan los textos son pleonásticos y se refieren
a la acción del Espíritu sobre las ofrendas y sobre la asamblea de
Estos testimonios afirman, pues, la recepción del Espíritu por los bautizados en el momento de la concelebración eucarística. Esto
la comunión. Subrayan con claridad la presencia eficiente del Es- nos invita, por tanto, a rebasar la realidad física del fuego y de
píritu en la eucaristía, memorial de la muerte y de la resurrección sus propiedades designadas por los términos calor, fermentación,
del Salvador. Esta presencia dinámica está expresada con términos cocción, incandescencia..., pues esos términos son meras imágenes
como «llama», «fuego»... para hacer inteligibles las verdades del misterio cristiano. No se
4
E. Rahmani, Testamentum Domini nostri Jesu Christi (1899) 132. trata de exponer aquí un panorama bíblico y patrístico sobre el
5
G. Bickell, Isaac Antiocheni, Docioris Syrorum (1873) 8 y 32. simbolismo religioso del fuego. Me contento con decir sencillamen-
86 E.-P. Siman

te que en los escritores sirios, lo mismo que en la Biblia, el fuego 1. Paralelo entre la eucaristía,
es un elemento purificador que abre a la criatura el acceso al mundo el bautismo y la crismación
divino de la inmortalidad dichosa. Destruye en ella lo que es car-
nal, impuro y mortal, para vivificar y dilatar lo que tiene de espi- Toda reflexión cristiana sobre la eucaristía, para serjverckdera,
ritual e inmortal. Por esta razón, para los Padres sirios, decir que no la puede separar del bautismo "y de la_ crismación. Estos tres
el Espíritu está presente en la eucaristía como el fuego en el horno, misterios, en efecto, forman la totalidad v la unidad de la inicia-
o decir que es un fuego oculto y devorador que rodea al sacerdote ción cristiana. Los tres están consagrados por una epiclesis en idén-
cuando hace el sacrificio y se adueña de él, es tener en cuenta la tica^ forma? Los tres, aunque cada uno a su nivel, son la reactua-
eficiencia, la obra de vida, de resurrección e inmortalidad que rea- lización y el memorial de la Pascua. Por eso la tradición siria
liza el Espíritu en la concelebración eucarística. En efecto, al hacer establece un paralelo entre ellos cuando quiere explicar su sentido
suyas unas ofrendas que representan a Cristo muerto en su carne para la vida cristiana y la acción del Espíritu, que actúa en ellos
y sepultado, el Espíritu de vida las hace pasar del mundo de la de idéntica manera.
muerte y de la corruptibilidad al Dios trino en la inmortalidad Este paralelismo entre los tres misterios se encuentra claramente
gloriosa, destruyendo en ellas lo que hay de débil y mortal. De formulado por Filoxeno de Mabbug (siglos v-vi). En su Tratado de
este modo las ofrendas, aun conservando su ser, se hacen transpa- la Santísima Trinidad y de la Encarnación subraya que los tres
rentes al Espíritu, según la comparación de los Padres sirios, como misterios, antes de venir el Espíritu Santo, son simplemente «co-
el hierro incandescente, y capaces de destruir la muerte de los que s a s » , ^ decir, agua, aceite, _p_an y vino. Pero los tres adquieren una
participan de ellas, de conferirles la inmortalidad y de insertarlos virtud sobrenatural gracias a la irrupción del Espíritu: «Estos
en la dinámica del misterio pascual, incorporándolos a Cristo resu- aparecen ante nosotros como simples cosas, pero por la irrupción
citado y hecho espiritual en su misma humanidad. del Espíritu reciben una virtud sobrenatural; el agua se convierte
en el seno materno que engendra seres materiales a la vida del
Espíritu; el aceite recibe una virtud santificante que unge y con-
III. LA EPICLESIS O LA RESURRECCIÓN REACTUALIZADA sagra juntamente el alma y el cuerpo; el pan y el vino se transfor-
man en cuerpo y sangre del Hijo de Dios hecho hombre». Filoxeno
Esta obra d£_resurrección, que luego _explicaré, se realiza por se pregunta luego: «¿Cómo puede ser posible que el seno figurado
una epiclesis consecratoria g u e ^ n cuanto aja_estructura, es idén- por el agua realice un segundo nacimiento del hombre; que el aceite
tica a las epiclesis_del bautismo y d? la cr»"sagrarinn_rjp1 myron. se convierta en fuerza, el pan en cuerpo y el vino en sangre?»
Sería esclarecedor hacer un cuadro comparativo de las tres epicTesis Y responde: «El pan y el vino no se convierten en cuerpo y sangre,
para mostrar la concordancia y^finidad existentes entre los tres ni el agua en seno materno por una transformación, sino que por
grandes misterTós~qúela tradición siria pone con frecuencia en para- su unión con el Espíritu han recibido esa virtud en la que nos-
lelo cuando trata de comprender la acción del Espíritu, que actúa otros creemos»6. No es Filoxeno el primero que hace este para-
en ellos de idéntica manera. Dado los límites de este artículo, per- lelo y da esta respuesta para explicar cómo se realizan los misterios.
mítaseme remitir al lector a mi libro ya citado (pp. 226-229). Sin Antes que él Efrén de Nísibe en su Himno sobre la fe (40,9-10)
embargo, quisiera recordar aquí dos puntos que se completan mu- compara con el calor la presencia y la acción del Espíritu —en la
tuamente y me parecen esenciales para una seria investigación teo- eucaristía y en el bautismo—. Para él la eficacia de los misterios
lógica sobre la eucaristía.
6
G. de Vries, Théologie des sacrements chez les syriens monophysites:
«L'Orient-Syrien» VIII (1963) 266.
88 E.-P. Siman La eucaristía según la tradición siria 89

dimana de la unión del Espíritu al elemento material del misterio: símbolo de la divinidad y de la humanidad de Cristo, contiene
«El calor es el símbolo y la figura del Espíritu Santo, que se mezcla al mismo Espíritu Santo y es consagrado únicamente por el sumo
con las aguas para que se hagan purificación y está unido al pan pontífice... 9 . Esto, sin embargo, es una desviación respecto al
para que se convierta en oblación»7. En otro himno citado anterior- myron que no constituye una regla: en Occidente existe una des-
mente, Efrén considera iguales la presencia eficiente del Espíritu viación simétrica concerniente a la eucaristía. ¿Es esto asimilar
en la eucaristía y en el bautismo. Su contemporáneo Cirilo de pura y simplemente la eucaristía a los otros misterios? Cierta-
Jerusalén (siglo iv), efl su tercera Catequesis mistagógica, establece mente, el Espíritu jctúa en forma idéntica en los tres misterios que
un paralelo entre la eucaristía y la crismación en lo que concierne réactualizan en la asamblea cristiana el acontecimiento pascual.
a la eficiencia del Espíritu y de la epiclesis. Impulsado por pre- Pero esta reactualización se hace a tres niveles distintos, corres-
ocupaciones análogas # las de Filoxeno de Mabbug, el autor quiere pondentes a los cafaíteresrpropios de los tres misterios. De ahí
; convencer al neófito de que el aceite, que a la vista parece un se deriva el estatuto pró^óyTá'HnaTídaJespecífica^e^la eucaristía,
simple perfume antes de la venida del Espíritu Santo, ya no es eso por ejemplo, estatuto "que Ja diferencia___de los otros misterios y
después de esta intervención divina, del mismo modo que el pan finalidad que le 3a~su verdadero sentido y no la reduce a la consa-
después de la venida del Espíritu ya no es simplemente pan, sino el gración por la Palabra y el_Esoíritu 10. Los puntos siguientes acla-
cuerpo de Cristo: «Ten cuidado de no imaginarte que hay aquí un raran y completarán estas últimas consideraciones.
simple perfume. Pues lo mismo que el pan de la eucaristía después
de la epiclesis del Espíritu Santo ya no es simple pan, sino cuerpo
de Cristo, así este santo perfume con la epiclesis no es ya puro 2. Importancia y sentido de la epiclesis
y simple perfume, vulgar, podríamos decir, sino que es un don de
Cristo, convertido pof la presencia del Espíritu en signo eficaz de La iglesia siria da gran importancia a la epiclesis eucarística. Se
su divinidad» 8. encuentra ésta en sus setenta anáforas y en algunos oficios de los
De este modo, el Espíritu artiía^dp forma idéntira pn 1ns tres domingos después de Pentecostés. En la mayoría de estas epiclesis
mistericg^ValórarT"por~e)emplo, el óleo d ^ k j ^ m a c i á n a u ^ e b a j a el sacerdote ruega a Dios que envíe su.Espíritu sobre la asamblea
a la eucaristía, como joj?rueba Japjáctkadela^igkáa^silia. Esta, y sobre las ofrendas para convertirlas en el cuerpo de Cristo. Es
en~erecto, estima y venera sumamente el myron, o sea, el óleo de verdad que algunas epiclesis son menos explícitas, pero en ellas hay
la crismación. Lo llama «divino», «causa y perfección de todos los que tener en cuenta la proclamación diaconal que se realiza en
dones», «misterio muy grande y muy noble». Siguiendo al Pseudo ese momento. Esta proclamación es la misma para las epiclesis del
Dionisio, lo declaia igual a la eucaristía en dignidad y en podes. bautismo y de Vi. consagración del myron. Anuncia & los, fieles, la
Y esta valorización del myron no disminuye en nada el valor de intervención del Espíritu que actúa de idéntica manera en los tres
la eucaristía, fundamento de la Iglesia. Es cierto que en el curso misterios. El texto es el siguiente: «¡Qué terrible es esta hora y qué
de la historia algunos teólogos, como Bar-Hebreus (siglo XIII), temible este momento, amadísimos, en que el Espíritu Santo viene
Rabban Daniel ibn-al-Hattab de Mardin (siglo xiv) y un monje del
9
siglo xvi, tenderán a preferir el myron a la eucaristía. Se justifica- P. Hindo, Disciplina Antiochena Antica Siri III. Textos concernientes
rán alegando que la eucaristía es figura de la humanidad de Cristo a los sacramentos (Fonti, serie II, fase. XXVII, Roma 1941) 33-35.
10
y es consagrada por un simple sacerdote, en tanto que el myron es Esta concepción de los misterios se distingue de una teología de los
sacramentos demasiado centrada en la consagración o exclusivamente cristo-
7 céntrica y que tiende a desvalorizar la analogía existente entre bautismo,
E. Beck, op. cit., 114-115
* A. Piedagnel, Cyritte de Jérusalem, Catéchéses mystagogiques (París myron y eucaristía. Cf. A. Tarby, La priére eucharistique de l'Église de
1966) 125. Cf. también la nota 1. Jérusalem (París 1972) 164-165.
90 E.-P. Siman
La eucaristía según la tradición siria ')!
de las sublimes esferas celestiales; desciende sobre esta eucaristía
(en el bautismo: sobre estas aguas; en el myron: sobre este óleo) como comunidad de resucitados. Esta misma finalidad predomina
y la consagra. Estad correctamente y orad en silencio y temor» en la consagración del myron utilizado en la unción, que reactuali-
(S. p. 230). Esta declaración destaca la eficiencia del Espíritu en za el misterio pascual en su dimensión pentecostal. Corresponde
la eucaristía. Eficiencia que es capital. Sin embargo, se plantea una al estatuto social y adulto del neófito en la Nueva Alianza. Resu-
cuestión: ¿qué lugar ocupan las palabras de Cristo: éste es mi citado por el bautismo, recibe «el sello de la fe verdadera» como
cuerpo, ésta es mi sangre? Para responder a ella pueden proponerse señal de pertenencia a esta alianza, como exigencia y vigor para
diversas consideraciones u . Pero éstas, aun siendo justas, quedan participar en la misión confiada a la Iglesia el día de Pentecostés.
encerradas, como la pregunta a que responden, en una problemática Se halla el mismo principio de explicación y de finalidad al
latina clásica en Occidente y en las iglesias de Oriente unidas a considerar la eucaristía. Es normal, puesto que se considera para-
Roma. La teología romana ha separado la eucaristía de los mis- lela a esos dos misterios y, como ellos, realiza en la comunidad su
terios que constituyen la inciación cristiana. Incluso ha construido realidad pascual. El elemento material es dinamizado y consagrado
una teología del sacrifico, de la transustanciación, de la presencia por el Espíritu. Es difícil considerarlo en sí mismo haciendo abs-
real independientemente de la finalidad eclesial que reside en la tracción del conjunto de la concelebración eucarística, que forma
comunión por toda \a asamblea y que constituye el punto culmi- un todo, y especialmente de la comunión por toda la comunidad
nante de la liturgia eucarística. Ahora bien: esta visión occidental en quien reside y culmina la finalidad de este acto litúrgico. Sólo
es ignorada por la tradición siria, para la cual existe un estricto la comunión permite ver la causa y la realidad de la intervención
paralelismo entre I os tres misterios; éstos poseen una dimensión del Espíritu sobre las ofrendas y la asamblea. Resucitado por el
que es comunitaria p 0 r ser espiritual. bautismo, sellado con «el sello de la alianza» como signo de per-
Hay que precisar más: en el bautismo y la crismación la tra- tenencia a la realidad social de la comunidad de los resucitados, el
dición siria nos sitúa ante la concepción de una energía fecunda- neófito necesita un alimento adecuado a su nueva vida que le for-
dora y deificadora comunicada y unida a un elemento material. El tifique y le rejuvenezca en su tarea de testigo de la resurrección:
agua y el aceite se hacen por la venida del Espíritu transparentes «(El sacerdote) —dice Narsai— sepulta a los hombres en el seno
al mundo divino y adquieren cada uno por su parte una virtud de las aguas como en una tumba, vivifica y hace volver a la vida
sobrenatural, una eficacia propia. Esta eficacia, sin embargo, no nueva a los muertos por la iniquidad. Por el poder del Creador,
tiene su razón de ser en sí misma ni en el elemento creado en que sepulta a los muertos y los vivifica y, como en el seno, engendra
está concretizada. Nunca se la considera por lo que es en sí misma. a los hombres espiritualmente. Por el poder del Espíritu hace crecer
Su finalidad se sitúa fuera de la materia consagrada, en su utiliza- a los hijos espirituales, y cuando son adultos, les ofrece el alimento
ción por la comunidad cristiana para su expansión eclesial. Así, por de la perfección. Sacia a unos hombres carnales con el alimento del
ejemplo, en el bautismo e l Espíritu consagra y fecunda el agua Espíritu: a tal nacimiento (espiritual), tal alimento. Prepara conti-
para reproducir nuamente una víctima viva a los que comen, dispone y hace beber
e11
esa comunidad la muerte y la resurrección de al cuerpo y al alma el poder de la vida. Pone ante sus ojos la mesa
Cristo, recreando al neófito. Lo que reclama toda la liturgia bau- de la vida, y con el pan y el vino representa el misterio de la muerte
tismal es que en la persona del neófito se inserte esa comunidad y de la vida» n. «El alimento perecedero» y carnal no puede hacer
en el misterio pascual. Por consiguiente, la dimensión eclesial es vivir al «hombre nuevo» y «espiritual». «La carne no sirve para
la que domina. En Ja persona del bautizado, recreada por el Espí- nada. El Espíritu es el que vivifica» (Jn 6,27.63). Por tanto, sólo
ritu a imagen del Resucitado, la Iglesia se multiplica y rejuvenece el alimento purificado de todo elemento mortal, y que ha adquirido
" Cf. E.-P. Siman, op C¡L> 231.
12
A. Mingana, Narsai Doctoris Syri II (Mossul 1905) 148-149.
92 E.-P. Siman La eucaristía según la tradición siria 93

el vigor que confiere la vida nueva de la Pascua, puede ser manjar las ofrendas que representan a Cristo sepultado y realiza en ellas
apto para la comunidad de los resucitados. Esto es precisamente lo una recreación semejante a la que en la mañana de Pascua se efec-
que domina y unifica toda la liturgia eucarístíca. En esto reside el tuó en el cuerpo del Maestro: unción de inmortalidad y de gloria.
motivo y el sentido de la venida del Espíritu sobre las ofrendas Las ofrendas se transforman en una fuente de vida capaz de vivi-
y sobre la asamblea. Viene, como en los dos misterios precedentes, ficar y divinizar a la comunidad que participa de ellas por la
a reactualizar la resurrección en la asamblea. Esta es la función comunión.
propia de la epiclesis eucarística atestiguada por los Padres sirios. Este papel del Espíritu se realza en un Himno de los maitines
Voy a tratar de presentarla y explicarla. de los Pontífices, atribuido a Efrén de Nísibe: «La dignidad de
los sacerdotes es superior a la de los ángeles, que no se atreven a
a) Resurrección de Cristo. entrar allí donde entra la palabra del sacerdote. Esta penetra, se
En el momento de la epiclesis el Espíritu actúa no sólo sobre instala junto al Padre y ante el Hijo e invoca al Espíritu para que
las ofrendas, sino también sobre la comunidad concelebrante. Su descienda a descansar y representar la resurrección en el digno altar
acción se ejerce simultáneamente y de la misma manera en estas del santuario» (S. p. 234). Es una epiclesis eucarística, como lo
dos dimensiones. Pero, aunque sea una e idéntica, para más claridad confirman las estrofas siguientes. Ahora bien: lo que se pide al
hablaré primero de la acción sobre las ofrendas. Espíritu es precisamente actualizar la resurrección del Señor en el
La eucaristía es un memorial: «Haced esto en memoria mía», altar, es decir, conferir la vida y la gloria al cuerpo del Señor
dijo Jesús. Y san Pablo añade: «En efecto, cada vez que comáis sepultado y convertirlo así, según la epiclesis de la anáfora de
ese pan y bebáis de ese cáliz anunciaréis la muerte del Señor hasta Santiago, en el cuerpo vivificante, el cuerpo celestial... que da la
que él venga». Los sirios no conmemoran únicamente la muerte del vida eterna a los que lo reciben. Teodoro de Mopsuesta y Narsa'i
Señor, sino también su glorificación, como lo prueban sus anáforas manifestan bien esta idea. En su Homilía XVI, 11-12 Teodoro
y los textos de sus Padres. La anáfora de Santiago dice, en efecto, explica así la epiclesis: «Por consiguiente, cuando el pontífice dice
en la anamnesis: «Haced esto en memoria mía, pues cada vez que que (ese pan y ese vino) son el cuerpo y la sangre de Cristo, revela
comáis este pan y bebáis este cáliz recordaréis mi muerte y con- claramente que se han convertido en ellos por la venida del Espí-
fesaréis mi resurrección hasta que yo vuelva» 13. Y bajo este as- ritu Santo y que por él se han hecho inmortales, porque también
pecto de doble conmemoración se va desarrollando la liturgia euca- el cuerpo de Nuestro Señor, cuando fue ungido y recibió el Espíritu,
rística, que se divide en dos tiempos: la muerte del Señor y su se manifestó claramente así. De igual modo todavía hoy, cuando
resurrección. La muerte es recordada en la primera parte de la viene el Espíritu Santo, el pan y el vino presentados recibieron
liturgia, que comprende desde la procesión de las ofrendas hasta por la gracia, según creemos, una especie de unción. Y creemos
la epiclesis. Esto hace que la tradición siria vea en las ofrendas, que desde ese momento son el cuerpo y la sangre de Cristo, in-
después del relato de la cena, la figura (toufso = tupos) del cuer- mortales, incorruptibles, impasibles e inmutables por naturaleza,
po y de la sangre de Cristo, muerto y sepultado en el altar. Este como sucedió al cuerpo de Nuestro Señor a causa de la resurrección»
representa el sepulcro. El velo es la piedra que se puso en él. Al (op. cit., pp. 551-556). Narsa'i es aún más explícito que Teodoro,
rogar el celebrante, el Espíritu vivificador viene a reposar sobre en el que se inspira. Veamos este pequeño extracto sacado de su
Homilía XVII sobre la interpretación de los misterios: «El sacerdo-
13
E. Rahmani, Missale juxta ritum Ecclesiae Apostolicae Antiochenae te dice: representamos y conmemoramos la muerte y la resurrección
Syrorum (1922) 70. Para los Padres, cf. Théodore de Mopsueste, les Homélies de Nuestro Señor Jesús... El sacerdote levanta sus ojos y llama al
catéchétiques (Roma 1949) 497, 505-507ss, y A. Mingaría, Narsai Doctoris I, Espíritu para que venga a perfeccionar los misterios que él ofre-
citado, 272-273, 279, 289ss. ce... El Espíritu acude volando no por la dignidad del sacerdote,
94 E.-P. Siman La eucaristía según la tradición siria 9.5

sino por los misterios depositados en el altar. Cuando él pan y el purificadora que destruya en ellos la muerte y los haga dignos del
vino son colocados sobre el altar, representan el misterio de la manjar que obra en ellos la resurrección. Teodoro desarrolla esta
muerte y de la resurrección del Hijo. De este modo, el Espíritu idea en su Homilía XVI, 13: «El pontífice ruega también que la
que resucitó (al Hijo) de entre los muertos, desciende ahora y gracia del Espíritu Santo venga sobre todos los que están reunidos,
realiza los misterios de la resurrección de su cuerpo (del Hijo)...» para que así como por el nuevo nacimiento fueron perfectamente
(op. cit., pp. 288-290). integrados en un solo cuerpo, ahora sean consolidados también
Por tanto, para Teodoro y Narsa'i la epiclesis es el momento como un solo cuerpo por la comunión del cuerpo de Nuestro Señor
litúrgico que conmemora y reactualiza la resurrección. El Espíritu y que, en la concordia, la paz y la aplicación al bien, lleguen a ser
interviene para efectuar en las ofrendas que representan a Cristo una sola cosa, a fin de que todos nosotros, mirando a Dios con un
muerto una transfiguración radical, destruyendo en ellas la muerte corazón puro, recibamos la participación del Espíritu Santo no para
y la corruptibilidad. Esta transfiguración es análoga a la de Pascua. castigo nuestro, estando divididos en nuestros juicios e inclinados...
Es una unción de inmortalidad y de gloria. Así, de una manera a la envidia, a los celos, despreciando las buenas costumbres, sino
misteriosa, Jesús, el Resucitado y Señor, vuelve por la virtud del que nos mostremos dignos de recibirlo, porque en concordia... y
Espíritu al encuentro de los suyos como en la mañana de Pascua. con un corazón puro se dirigen a Dios las miradas de nuestra alma.
Y vuelve para convertirse él mismo de nuevo en el hoy de la cena Y de este modo nos uniremos en la comunión de los santos miste-
eucarística, invitado a su mesa a fin de celebrar con ellos el me- rios y por ella estaremos ligados a nuestra cabeza, Cristo Nuestro
morial de su Pascua. El en persona les ofrece en el alimento de Señor, del cual —así lo creemos— somos el cuerpo y por el cual
su Ágape (1 Cor 11,17-34) las riquezas de su Pascua: su «cuerpo- conseguimos la comunión con la naturaleza divina» (op. cit., pá-
entregado» y su «sangre-derramada», pero recreados por el Espí- gina 555). Por consiguiente, el Espíritu viene a efectuar una puri-
ritu, hechos inmortales y divinizadores. De este modo, la obra ficación en la asamblea, despojándola de su «hombre viejo» y de
salvadora del Resucitado encuentra su coronamiento y concretiza- sus comportamientos carnales. Destruye en ella las fuerzas de la
ción en el proceso temporal de una humanidad que, bajo la moción muerte, que engendra las divisiones, el odio... y libera las de la ju-
del Espíritu, se esfuerza en hacer suya la resurrección liberadora. ventud y la vida que brotan del sepulcro.
Tal es el sentido de la intervención del Espíritu en el momento de
la epiclesis.
c) La comunión, manifestación del Resucitado a los fieles.

b) Resurrección de los fieles. Esta vivificación por el Espíritu tiene como finalidad lograr
que los comensales sean conscientes de la presencia de Cristo que
También se invoca al Espíritu para que actúe sobre los comen- viene a ellos, hacerlos dignos de «recibirlo y abrazarlo» en el mo-
sales reunidos en el amor eucarístico. Realiza en ellos la misma mento de la comunión. En efecto, en ella se manifiesta el Señor
obra pascual reproducida en las ofrendas. Es cierto que por el a los «hijos de la Iglesia» como se manifestó la mañana de Pascua
bautismo son ya esos comensales unos seres nuevos, resucitados, a los Apóstoles para darles su paz y su inmortalidad. Narsa'i, en su
conducidos por el Espíritu que los hace hijos de Dios y miembros Homilía XVII sobre la interpretación de los misterios, destaca vigo-
del cuerpo de Cristo. Pero esta realidad pascual no es en ellos sino rosamente esta toma de conciencia de la presencia del Resucitado
un germen que es preciso expansionar. Para lograrlo deben luchar entre los suyos. Después de comentar el padrenuestro, añade: «En
contra el «hombre viejo», que, con sus antagonismos, su odio..., este momento dice el sacerdote 'Paz a vosotros', y nos recuerda la
corre el riesgo de ahogar este germen vital y romper la unidad de resurrección de Nuestro Señor de entre los muertos. 'Paz a vos-
los miembros con su cabeza. De ahí nace la necesidad de una fuerza otros', dijo Nuestro Señor a sus amigos, porque yo he resucitado a
96 E.-P. Siman La eucaristía según la tradición siria 97

todo el género humano... Esta es la paz que el sacerdote da a los que da sentido a la eucaristía y explica el motivo de la intervención
hijos de la Iglesia y los confirma en el amor, la esperanza y la fe. del Espíritu en el momento de la epiclesis.
Y como los hijos de la Iglesia se preparan para recibir los misterios, Además de este don de la inmortalidad, la comunión confía una
el sacerdote exclama: 'Las cosas santas son para los santos'... Las misión a los comensales. Como en la mañana de Pascua, hoy tam-
cosas santas colocadas en la patena y en el cáliz salen del santuario bién el Resucitado envía a los suyos a divulgar la buena nueva.
con esplendor y majestad, acompañadas por sacerdotes y una gran Así lo declara Efrén de Nísibe: «La Pascua (Cristo), el día de su
procesión de diáconos... Todo el pueblo se regocija al ver salir el Pascua estableció el misterio de su inmolación, invitó y convocó a
Cuerpo del santuario. Como los Apóstoles se alegraron en el Señor los suyos al sacrificio de la reconciliación para que se deleiten con
después de la resurrección, así se apodera la alegría de todos los el manjar divino, vivan del misterio de la vida sin corrupción, sean
fieles cuando lo ven» (op. cit., pp. 293-294). La experiencia pas- ante los hombres testigos de la resurrección y proclamen la buena
cual de los Apóstoles se prolonga y se renueva en la comunidad nueva de la reconciliación» (S. p. 242). La eucaristía, por ser me-
eucarística de hoy. Cristo está en ella en medio de los suyos, se
morial del misterio pascual, impulsa a los convidados a caminar
manifiesta a ellos con su humanidad «espiritualizada» para salvarlos
por las rutas de los hombres para proclamar la buena nueva y
y conferirles el Espíritu de vida. Entonces se disipa el temor, la
divulgar cada día con la propia vida el gesto liberador del amor
alienación y el fracaso desaparecen, la muerte se aleja. Y en un
total, que no perdona nada para lograr que la vida del Espíritu
ambiente de extraordinaria dicha brota una oleada irresistible de
triunfe sobre la muerte. Esta es una exigencia de la cual depende
alegría, libertad y vida para anunciar la buena nueva de la Resurrec-
la autenticidad de la eucaristía y de la comunidad que participa en
ción. Mucho antes que Narsaí, Efrén describió este clima festivo
ella. Esto lo comprendió perfectamente la primitiva Iglesia, que,
que proclama su gozo y su esperanza incluso en lo más profundo
de la incomprensión y del fracaso: «Cuando en todas las fiestas frente a las persecuciones, nunca dejó de proclamar su gozo por la
de Cristo los fieles comen el cuerpo del Hijo, unos a otros se comu- victoria del Rey de la vida sobre la muerte. Es imposible, en efecto,
nican la buena nueva de que ya están dadas las prendas de la vida, ser «testigos de la resurrección ante los hombres» sin aprender a
como en la hora en que el ángel dijo a María: 'Cristo ha resucitado'. vivir cada día como resucitados, sin una fe profunda de que la
También ahora se da la vida y la resurrección a aquel que recibe última palabra pertenece a la vida, sin una esperanza en la libera-
a Cristo» (S. pp. 240-241). ción del hombre que destruye los límites del odio para dar lugar
a la reconciliación, sin una alegría contagiosa por los caminos del
Como en la mañana de Pascua, hoy también «se da la vida y hombre que proclama su entusiasmo por pertenecer a un Dios
la resurrección a aquel que recibe a Cristo». Esta es la fuente del Salvador.
gozo que reina en la comunidad. En lo más íntimo del «hombre Es necesario constatar que hay una fe en la resurrección de
viejo», en lo más hondo de la experiencia de impiedad, de esclavitud Cristo como fuerza vital que falta hoy día entre los cristianos. Están
y muerte se inscribe otra experiencia radicalmente distinta: una tristes, no poseen la alegría de vivir la resurrección liberadora.
vida nueva corre por las venas de hombres de todas clases y cul- Quizá sea porque les falta el sentido profundo del Espíritu, un
turas. Los hace hermanos y libres. Por encima de la diversidad de Espíritu creador que hace nuevas todas las cosas. Quizá también
su origen los une en la comunión única y universal del cuerpo porque en la eucaristía se ha insistido demasiado en la muerte de
eclesial. Esta es la vida del Resucitado que deifica y hace inmortal.
Cristo y su sacrificio, en el pecado del hombre, con detrimento de
Tal es la causa de esa alegría desbordada. Tal es también, y sobre
la resurrección que el Espíritu realiza en las ofrendas y en los
todo, la finalidad eclesial y antropológica que domina toda la con-
comensales... En efecto, dar escasa importancia a la dimensión
celebración eucarística. Siendo mortales, nos hacemos inmortales y
pneumática de la eucaristía es pararse a mitad del camino en la
partícipes de la naturaleza divina. Esta verdad fundamental es la
búsqueda del verdadero sentido y la verdadera naturaleza del acon-
7
98 E.-P. Siman

tecimiento eucarístico. Es no llevar a sus últimas consecuencias la


fe en el poderío de Cristo y su actuación en el hoy de la historia
de la salvación. Reconocer el papel del Espíritu en la eucaristía es
considerarla como el misterio en el cual el Señor como Espíritu
viene al encuentro de su Iglesia para implantar en ella los bienes
del Reino, darle su inmortalidad y hacerla ante los hombres fer- LA CONFIRMACIÓN
mento y testigo de la Vida. COMO CULMINACIÓN DEL BAUTISMO

E.-P. SIMAN
[Traducción: T. MUÑOZ SCHIAFFINO] En este artículo se aborda uno de los temas más difíciles de
la teología sacramentaría; a este tema ha hecho Edward Schille-
beeckx más aportaciones que ningún otro 1. Como es lógico, en
este breve artículo únicamente se pueden formular e interpretar
algunas tesis que quizá podrán parecer demasiado abreviadas a
quien esté familiarizado con la compleja problemática exegética,
histórica, sistemática y práctica. Pero estas explicaciones compen-
dian lo que se ha tratado y discutido detenidamente en diversos
* cursos 2 . Aparecerán en breve una monografía sobre la confirma-
ción 3 y un estudio general sobre los sacramentos4, en los que el
1
Cf. E. Schillebeeckx, De sacraméntele Heilseconomie. Theologische be-
zinning op S. Thomas' sacramentenleer in het licht van de traditie en van
de hedendaags sacramentenproblematiek (Amberes 1952); id., Vormsel, en
H. Brink, Theologisch Woordenboek III (Roermond 1958) 4840-4869; id.,
Christussakrament der Gottesbegegnung (Maguncia 1960).
2
Este artículo está basado en los cursos sobre los sacramentos que he
dado en la Universidad de Tubinga (primer semestre 1964-65; segundo se-
mestre 1966-67; segundo semestre 1968-69) y en la Facultad de Teología
Protestante de Basilea (segundo semestre 1968-69) y en el Seminario Teoló-
gico de Princeton (1970). Di una conferencia sobre la confirmación al Consejo
diocesano de Basilea el 14 de junio de 1969 en Olten, cuyo texto se distribuyó
a los asistentes.
3
La compleja problemática fue examinada a fondo desde el punto de vista
t exegético, histórico y sistemático, y expuesta claramente por mi discípulo
I J. Ampugou-Atangajia, Ein Sakrament des Geistempfangs? Zum Verhaltnis
R von Taíife und Firmung (Fribürgo 1974). Para la documentación, bibliografía
l\y afgumentácioríEs particulares remitimos a dicho libro, que en esta labor
me ha prestado a mí una gran ayuda, sobre todo, desde el punto de vista
histórico.
* El debate de la infalibilidad, que no ha llegado todavía a su fin, me ha
impedido hasta ahora concluir un estudio sobre la doctrina sacramentaria
que está en conexión con mi libro La Iglesia.
100 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 101

lector encontrará una exposición más completa y documentada de ción de manos y mucho menos de una confirmación. Por eso ha
este tema. sido erróneo llamar a Pentecostés «confirmación originaria».
4) Frente a esta situación general aparecen como excepción
dos textos de los Hechos de los Apóstoles, sobre los que se ha
I. LA CONFIRMACIÓN, ¿UN SACRAMENTO ESPECIFICO? querido fundamentar la existencia de la confirmación como sacra-
mento independiente; tales textos, precisamente por su irregulari-
La perplejidad de la teología con respecto al sacramento de la dad, aluden a la vinculación entre bautismo y recepción del Es-
confirmación es muy grande desde hace tiempo: es enigmático su píritu: lo mismo según la narración de la imposición de las manos
origen, variable su rito, contradictoria su interpretación. Los nume- por los Apóstoles en Samaría (8,14-17) que según la narración sobre
rosos problemas culminan en la pregunta siguiente: ¿Es posible los discípulos de Juan en Efeso (19,1-7), un bautismo que no con-
distinguir del bautismo, que otorga ya el Espíritu Santo,'un sacra- fiere el Espíritu, en el fondo, no es un verdadero bautismo, sino
mento especifico de la comunicación;del Espíritu? Parece que a que tiene que ser completado con la recepción del Espíritu (según
la confirmación le faltan para ésto 'todos los elementos importantes: la narración sobre el centurión Cornelio y sobre la recepción del
institución por Cristo, un signo externo constante, el efecto espe- Espíritu por los gentiles —Hch 10,44-48—, que Dios conceda
cífico junto al bautismo, la necesidad para la salvación; son pro- el Espíritu significa, a la inversa, que no se puede negar el bau-
blemáticos el ministro y su potestad, el sujeto y su edad. No se tismo al agraciado: la comunicación del Espíritu y el bautismo es-
puede superar esta incertidumbre sin una pregunta retrospectiva tán vinculados).
sobre los orígenes y la tradición (apart. I). Sin esta pregunta, la 5) Estos dos textos, que se salen del cuadro general y cuyas
nueva definición teológica y la reforma práctica (apart. II) están oscuridades históricas y contradicciones discuten detalladamente los
expuestas también hoy a una plena arbitrariedad y, con ello, a una comentadores, sólo se pueden entender partiendo de su finalidad
inconsistencia. y desde la concepción teológica general de los Hechos de los Após-
toles (cf. E. Kasemann, H. Conzelmann y E. Haenchen): interesado
por la unidad de la Iglesia, amenazada por gnósticos y herejes y
A) ¿Un sacramento específico en el Nuevo Testamento? por la continuidad de la historia de la salvación, el mismo Lucas
ha modificado notoriamente las narraciones primitivas para poder
1) En todo el Nuevo Testamento no hay un solo texto ni una introducirlas en su concepción, determinada teológicamente, de la
sola palabra o signo de Jesús que digan que la confirmación fue historia de la comunidad primitiva:
instituida por él. Ni parece que en el Nuevo Testamento haya alu-
siones indirectas que permitan concluir la existencia de tal aconte- a) De los discípulos de Juan, que ignoraban realmente el ca-
cimiento. rácter precursor de la misión del Bautista y que nada sabían del
2) En todo el Nuevo Testamento —y con especial claridad Espíritu, resultó aquella extraña especie de cristianos («discípulos»,
en Pablo y Juan—, la comunidad del Espíritu está vinculada al «creyentes»), que, incomprensiblemente, nada saben del Espíritu
bautismo. y que son recibidos en la Iglesia apostólica mediante la imposición
3) Esto vale también para Lucas y para los Hechos de los de las manos, de modo que en adelante ya no pueden aparecer
Apóstoles (cf. 1,5; 2,38; 9,17s; 11,16). La misma narración de como concurrentes de los discípulos de Jesús (análoga es la modi-
Pentecostés —que los Apóstoles conciben como un bautismo del ficación de la historia de Apolo en Hch 18,24-28).
Espíritu— vincula, para los creyentes venideros, la comunicación b) La Iglesia de Samaría, misionada realmente por Felipe sin
del Espíritu con el bautismo, sin hablar para nada de una imposi- mandato expreso y relativamente autónoma, tuvo que ser recibida
702 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 103

en la comunión con la Iglesia apostólica y con Jerusalén como cuando comienzan a aparecer, en conexión con el bautismo, ritos
centro de su unidad mediante la visita de los Apóstoles; según de los que se formó más tarde la estructura del rito de la confir-
Lucas, sólo entonces se le otorga el Espíritu (también está deter- mación: imposición de manos, unción, signación con la cruz e in-
minada teológicamente la historia de Cornelio: en virtud de la cluso, en Roma, una segunda unción posbautismal de origen des-
previa comunicación del Espíritu, se atribuye enfáticamente a la conocido, pero sumamente importante para el desarrollo del rito
voluntad de Dios la misión entre los gentiles). posterior de la confirmación. Sin embargo, constituiría una petitio
principa deducir de la mera existencia de tales ritos un sacramento
6) Tales textos aspiran, por consiguiente, a incorporar a sece- específico.
sionistas de Samaría y Efeso a la única Iglesia, que está bajo la 3) Ni Tertuliano ni Hipólito se refieren a las imposiciones de
supremacía de Jerusalén y del círculo de los Doce. Su núcleo no manos de los Hechos de los Apóstoles. El primero que lo hace es
es la idea del bautismo, sino la idea de la Iglesia, vista sobre el Cipriano, en quien, sin embargo, el bautismo de agua continúa
trasfondo de una historia de salvación que, desde el Antiguo Tes- donando el Espíritu con su plenitud y en quien no hay diferencia
tamento, se dirige hacia Jerusalén y, en el centro del tiempo, parte alguna entre «bautizados» y «confirmados». Si se prescinde de estay
de Jerusalén. imposición de manos que comunica el Espíritu, atestiguada por'l
7) Estos dos textos, inteligibles teológicamente, pero histó- Cipriano, el siglo n i no testimonia en ninguna parte que la unción, \
ricamente problemáticos, permiten así considerar ilegítima de ante- la imposición de manos y la signación confieran, solas o formando í
mano una separación entre el bautismo y la comunicación del una estructura total, un don posbautismal del Espíritu. El término
Espíritu. A la vista del unánime testimonio neotestamentario res- conjirmatio ni siquiera se usa en este contexto antes del siglo n i .
pecto a la unión de la comunicación del Espíritu con el bautismo, 4) También en la época patrística posterior continúa conce-')
tales textos no pueden constituir un fundamento en favor de un diéndose el Espíritu con el bautismo, a pesar del perfeccionamiento 1
sacramento específico que comunica el Espíritu. Y tampoco fueron de los ritos posbautismales, donde están en uso. Los ritos posbau-/
entendidos así en la primitiva historia de la Iglesia. tismales se realizan junto con el bautismo y no conceden ningún ¿
don especial ni ningún efecto sacramental específico. Esto vales
también para Ambrosio, que atestigua ya visitas episcopales con;
B) ¿Un sacramento separado en imposición de manos, o también para Agustín, que acentúa la doc-
la tradición eclesiástica primitiva? > trina del pecado original y con ello el bautismo de los niños. Los
ritos posbautismales siguen siendo parte integrante del bautismo
1) Los datos neotestamentarios permiten explicar el silencio como uno y único sacramento de inicación. La teología de la inicia-
total de las fuentes inmediatamente posteriores sobre un sacramento ción continúa siendo esencialmente teología del bautismo.
específico que comunica el Espíritu: la jradidón_del_j:/¿¿a_LLílo 5) Partiendo de aquí se puede entender perfectamente por
sabe nada sobre j^a^ institución por Cristo ni sobre la confirmación qué en las Iglesias orientales no hay hasta hoy un rito específico de
com^Ticramejitp_e_specifico. En estricta continuidad con el Nuevo confirmación (sólo unción posbautismal en conexión inmediata con
Testamento, el bautismo de agua —y sólo él— es también en esta el bautismo) ni, consiguientemente, una teología específica sobre
época el sacramento de la recepción del Espíritu. El «sello del la confirmación (prescindiendo de acomodaciones tardías a los des-
Espíritu» se confiere mediante el baño de agua y no mediante una arrollos occidentales). Los orientales se atienen sencillamente a la
imposición de manos posterior al bautismo, sobre la que no posee- tradición antigua: el presbítero administra el bautismo junto con
mos ni un solo testimonio de este siglo. los ritos posbautismales.
2) En el siglo III (sobre todo en Tertuliano e Hipólito) es
La confirmación como culminación del bautismo W)

C) Origen del rito occidental de la confirmación mente conocida sólo en Roma (signación con el crisma). Las
oraciones de introducción y conclusión, que en conjunto están con-
1) Sólo en el Occidente latino se encuentra, como un desarro- figuradas por la liturgia bautismal, suministran los motivos teo-
llo especial, aquella separación, inicialmente fáctica (tanto temporal lógicos de este rito, que continúa siendo contemplado en conexión
como local), de los ritos posbautismales y, como consecuencia de con el bautismo, pero que ahora se ha hecho independiente.
aquella independización práctica del rito, finalmente una teología 5) La teología ratifica finalmente lo que la liturgia venía prac-s
de la confirmación, distinta de la teología sobre el bautismo, que ticando desde mucho antes: la teología de la Alta Edad Media esj
justifica a posteriori dicha evolución. la primera en desarrollar una teología específica, la teología de la
2) Influyó decisivamente en la formación de un rito especial confirmación, para justificar con posterioridad el rito ahora autó-
(naturalmente, sobre el trasfondo de la teología agustiniana acerca nomo, y que sólo ha de administrar el obispo. Esta intenta deter-
del pecado original y de la necesidad del bautismo; del mismo minar la diferencia, tan difícil de precisar, de esta «confirmación»
. trasfondo forma parte la praxis, ahora general, del bautismo de los con el bautismo, la función específica, la necesidad para la salva-
> niños) el privilegio, usado de hecho en Occidente, reservado a los ción y el signo de este rito especial.
obispos, de ser ministros de los ritos posbautismales. Estos ritos 6) Es sintomático que una homilía constituya el principio de
se retardan cada vez más: se exige que los niños sean bautizados esta teología de la confirmación: en la homilía Advertamus (de
lo más pronto posible, generalmente por un presbítero, y que un Fausto de Riez, al parecer) se fundamenta por primera vez en la
obispo les administre, también lo antes posible, los ritos posbautis- historia de la teología una distinción del bautismo y de la confir-
males: el mismo día o al menos dentro de la misma semana o, mación como dos magnitudes autónomas. Sin conexión con la
finalmente, cuando se encuentre un obispo, cosa que podía pro- tradición patrística —esto es importante—, se defiende aquí que
longarse. El obispo venía a los bautizados (punto de partida de las la confirmación robustece al cristiano para la lucha (la confirma-
posteriores «visitas pastorales»). ción como la acción de armar al soldado de Cristo). Por tanto, un
3) Así, pues, el otorgar a los obispos el privilegio de ministros aumento de gracia para esta vida, que Amalario de Metz convertirá
de los ritos posbautismales no presupuso la existencia de dos sacra- más tarde en un aumento de gloria en la vida del más allá.
mentos independientes, sino que la creó: inicialmente, la desmem- 7) Esta teología embrionaria, creada por la evolución fáctica,
bración del rito bautismal no se tiene en absoluto como normal. entra en el Decreto de Graciano, modelo y fundamento de todo
Durante mucho tiempo se busca con ahínco que al bautismo del el derecho canónico medieval, bajo la forma de una serie de cá-!
niño siga lo más rápidamente posible —lo mismo que en Oriente— nones sobre la confirmación, que se atribuyen erróneamente a dis-
su «confirmación». La oposición no comienza a cesar hasta el si- tintos papas; tales cánones tratan incluso la confirmación como un
glo xin; entonces se comienza también a justificar oficialmente la sacramento superior al bautismo, porque está reservada al obispo.
situación concreta: en el año 1280 el Concilio provincial de Colonia En esta misma línea, Pedro Lombardo, el teólogo más comentado
aplaza la «confirmación» al menos hasta los siete años. En vez de de la Edad Media, caracteriza luego la confirmación como don del
un límite máximo se pone ahora un límite mínimo. Pero los adul- Espíritu «para el robustecimiento» (ad robur, en contraposición'
tos han de seguir recibiendo los ritos posbautismales inmediata- del don bautismal del Espíritu, ad remissionem): una fórmula que
mente después del bautismo, según la antigua tradición. sigue siendo clásica en los libros de texto actuales, pero que no
4) Los ritos posbautismales habían sido al principio suma- se funda en la liturgia y en la teología del primer milenio. Final-
mente simples, aproximadamente como se hace la actual unción mente, Tomás de Aquino da a esta teología de la confirmación su
bautismal. Sólo a partir del siglo ix se estructura en un rito de forma clásica, justificando especulativamente este rito especial na-
confirmación específico aquella segunda unción bautismal, inicial- cido en la praxis, aclarándolo y cimentándolo. Hace todo esto
106 H. Küng ha confirmación como culminación del bautismo 107

sirviéndose de la analogía, desconocida antes, con la vida corporal: desde el siglo x n ; sin embargo^ precisamente en la época en que
al nacimiento y a la maduración del hombre tienen que corres- se independizan teológicamente como confirmación los ritos pos-
ponder en la vida espiritual dos sacramentos: en virtud de los bautismales de inicación, pasa a primer plano la signación con el
dos diferentes caracteres indelebles (carácter del bautismo y de crisma como gesto propio de J a confirmación; y cuando Inocen-
la confirmación) tienen que ser dos sacramentos independientes cio" VIII en el siglo xv impone de modo general el Pontifical de
con dos efectos distintos (gracia bautismal y gracia de la confir- Du1:ando,Taimposición de manos desaparece en favor de la unción.
mación). En el Decreto para los Armenios, el Concilio de Florencia Coiño^afa~Tomási de Aqüinó, también para el Concilio de Floren-
fija más tarde (1439) de modo definitivo esta distinción medieval cia (1439) (cf. D 697) —autoridad decisiva para Trento contra
de los dos sacramentos; el Concilio de Trento (1547) la confirma Lutero— es la unción «materia» de la confirmación. Tomás había
contra Lutero sin ulterior reflexión teológica; en ambos casos ocupa sostenido, cambiando el sentido de los textos de los Hechos de los
el primer plano la distinción de los dos ministros ordinarios del Apóstoles, que los Apóstoles ungían ya cuando imponían las manos.
sacramento (el presbítero, para el bautismo; el obispo para la Ya en el siglo x v m intenta Benedicto XIV resolver la dificultad
confirmación). mediante un compromiso qué en la Iglesia católica tiene valor legal
hasta hoy: se restaura la imposición de manos individual, pero de
modo que la mano derecha se imponga sobre la cabeza del confir-
D) Indeterminación del rito occidental de la confirmación mando durante la signación con el crisma; tal acumulación de ritos
contradice incluso formalmente al rito de los Hechos de los Após-,
1) Está indeterminada la materia del sacramento de la con- toles (¡imposición de ambas manos!). Esto pone de manifiesto quej
firmación: cambia según el lugar y según el tiempo. No hay con- es imposible el intento, repetido muchas veces, de encontrar en los!
tinuidad alguna entte_£l_rito_de_la imposición de manos en los Apóstoles el origen de la imposición de manos posbautismal. En
Hechos de los Apóstoles y los primeros testimonioT'de la imposi- este punto no se puede hablar de una tradición ininterrumpida.
c i ó n " ^ manos episcopal en conexión con el bautismo. El rito 3) La unción posbautismal es posiblemente, en la historia de
actual de la confirmación no se funda originariamente en los He- la liturgia, más antigua que la imposición de manos posbautismal.
jchos de los Apóstoles, sino en los ritos bautismales que atestiguan A diferencia de lo que ocurre con la imposición de manos, se en-
.•Tertuliano e Hipólito (imposición de manos, unción, signación con cuentra también en Oriente. Dos hechos determinan su evolución
! la cruz), de tal modo que, con posterioridad, se llega a una con- en Occidente: de una parte, la praxis, específicamente romana, de j
currencia, todavía no resuelta en la actualidad, entre la imposición la doble unción y su imposición en la liturgia no romana; por otra,
de manos y la unción (con signación). el privilegió de los obispos para administrar sólo ellos aquella se-
2) La imposición de manos posbautismal para comunicar el gunda unción, cosa que se convierte en núcleo del rito independi-
Espíritu es absolutamente desconocida en la Iglesia oriental du- zado. En la Alta Edad Media la unción aparece como única materia
rante los primeros siglos. «La imposición de manos» que aparece esencial. Cuando se introduce de nuevo la imposición de manos
en Occidente (no antes del siglo ni) en relación con el bautismo individual en el siglo x v m , como queda indicado, no se suprime ;
pudo ser una extensión de la mano derecha sobre los bautizados en absoluto la unción. Así, pues, ésta goza de mayor continuidad
en conjunto (acompañada de una plegaria por los neófitos), tal como que la imposición dejnanos. Sólo que aquí hay mucho menos apoyo
se encuentra también más tarde y hasta en nuestro mismo siglo. en el Nuevo Testamento. La unción espiritual mencionada en el
El Pontifical del obispo Durando (f 1296), importante para la Nuevo- Testamento sé" refiere al bautismo y no hace alusión a un
época" siguiente, manda que se extiendan ambas manos; es cierto separado don del Espíritu. De todo esto se deduce, que no se puede
que éñ Roma se impone la mano sobre cada bautizado en particular fijar inequívocamente la materia de la confirmación y que, en todo
108 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 109

caso, no se puede atribuir a Jesucristo, tal como exige la teoría ra parecido absurda la reserva (que llegó a ser corriente en la
tradicional de los sacramentos. Edad Media a consecuencia de la evolución descrita) de este tér-
4) Está indeterminada la forma del sacramento de la confir- mino para una confirmación, separada del bautismo, que cualifica
mación: la fórmula, conocida ya por Tomás de Aquino, pero que como «no adultos» en la fe a quienes «sólo» han recibido el bau-
sólo se impone en el siglo xvi por decreto papal, nada dice de una tismo. La teoría medieval que propugna un «carácter» propio de
imposición de manos: «Signo te signo crucis, et confirmo te chris- la confirmación tampoco puede invocar la interpretación patrística
mate salutis, in nomine Patris et FihTét Spiritus Sancti». En la de lá sphragis (signaculum), puesto que este «sello» se refiere al
Edad Media se creía en el origen apostólico de esta fórmula. Pero Espíritu, que se comunica en el bautismo. Sin embargo, no es sólo ,
este importante concepto «confirmo» entró relativamente tarde a la interpretación de la confirmación como sacramento de la madurez, \
formar parte de la fórmula y circunscribe, como término técnico de la mayoría de edad, de la consagración de la juventud, de la
de procedencia romana, los ritos posbautismales en conjunto. Por pubertad, de la armadura como caballero lo que contradice la in-
lo demás, la fórmula se remonta realmente a la época de la patrís- terpretación del bautismo en la antigua Iglesia, sino también la
tica primitiva. Sólo que allí no implica ningún don especial del determinación, surgida igualmente en la Edad Media, de un sacra-
Espíritu (nada de fuerza, de madurez o de crecimiento), sino .que mento autónomo, junto al bautismo, ad robur, para robustecernos
confirma indirectamente que el Espíritu se recibe en el bautismo. en la lucha contra enemigos de dentro y de fuera, para confesar
Se puede preguntar justificadamente si esta fórmula no fue al prin- valerosamente la fe en público, para el martirio. La Iglesia antigua,
cipio una simple fórmula bautismal. En todo caso, esta fórmula, que en los tiempos de persecución no hubiera silenciado segura-
unitaria y, sin embargo, sorprendentemente indeterminada, con- mente un sacramento especial, junto al bautismo, para tales fines,
cuerda fácilmente con la circunstancia, por más que el rito actual une todo esto al mismo bautismo. A dicha Iglesia le hubiera pare-
de la confirmación constituya un conglomerado de diferentes mo- cido todavía más ininteligible un «sacramento propio de los segla-
tivos y gestos concurrentes: su origen se debe a la desvinculación res», «del sacerdocio común», «de la ordenación de laicos», «del
con respecto al bautismo, a consecuencia de aquel privilegio epis- apostolado seglar», «de la Acción Católica», temas sobre los que la
copal sobre la segunda unción, cosa que, en el curso del tiempo, teología de la confirmación ha planteado tantos interrogantes en
se ha acentuado más incluso en la fórmula (Ego signo...). los últimos decenios. El hecho de que sin un criterio claro sobre
5) Siendo tan indeterminadas la materia y la forma sacramen- la única y sola confirmación se pueda coleccionar semejante mezco-
tales, lo es también, lógicamente, el efecto específico de la con- lanza de significados y efectos diferentes, todos los cuales, pres-
firmación: a pesar de los esfuerzos más intensivos, la teología no cindiendo de los más recientes, se pueden afirmar ya del bautismo,
ha logrado hasta ahora identificar una «gracia» sacramental espe- confirma la impresión de que aquí no se trata de un sacramento
cífica de la confirmación de modo que se distinga inequívocamente, autónomo junto al bautismo. _
como don de la confirmación, del don bautismal. Cierto que son 6) Está indeterminada la ¡écíad del^sujem' que recibe la con-
numerosas las denominaciones e interpretaciones de la confirma- firmación: en Oriente, los ritos posbautismales se siguen adminis-
ción; pero si no son arbitrarias, todas se pueden aplicar al bautis- trando junto con el bautismo; esto es, por regla general, a los niños.
mo: «plenitud», «sello», «armadura de la fe», «plenitud del Es- En Occidente ha predominado igualmente hasta el siglo xm r .,al
píritu» son expresiones que la Iglesia antigua usa no para un rito menos de manera oficial, la «confirmación» de los niños. Pero una
separado, sino para el bautismo de agua en cuanto rito de inicia- vez ^úlTetTv^oncüo de Letrán (1215Lap_rpbó inelfcitamente la
ción; era ocioso un nombre propio para designar los ritos adicio- costumbre, que" se estaba imponiendo, de aplazar la primera co-
nales, diversos según el tiempo y el lugar, que se administraban munión ad Oññósdiscretionis (a los siete-doce años: eventualmente.
junto con el bautismo. En los siglos del bautismo de adultos hubie- a los catorce o quince) (cf. D 437), se impuso oficialmente una
110 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 111

tendencia paralela también para la confirmación (el citado Concilio tución sobre la Iglesia, n.° 26). El Vaticano II corrigió además la
provincial de Colonia, en 1218, exige como mínimo siete años; lo apodíctica definición de Trento, que funda en la «ordenación di-
mismo enseñó después el influyente Catecismo del Concilio de vina» la existencia de una jerarquía de ministerios integrada por
Trento). obispos, presbíteros y diáconos (D 966; cf. D 960), en el sentido
Pero en el siglo xix aparece en diversos países la costumbre de de un condicionamiento histórico: «desde antiguo» (n.° 28). En
no administrar la confirmación no sólo hasta que no se han cum- virtud de los datos exegético-históricos abordados aquí indirecta- /
plido doce años, sino hasta después de la primera comunión. El mente, hoy es inevitable constatar lo siguiente: en el Nuevo Tes-1
Decreto de Pío X sobre la comunión a edad temprana (1910) co- tamento, obispos y presbíteros se distinguen de otro modo o no
rrobora la separación de bautismo y confirmación, aunque circuns- se distinguen en absoluto. La jerarquía de los tres ministeriqsno
cribe a los siete años, aproximadamente, la aetas discretionis se encuentra en el Nuevo Testamento,jsino, por primera vez, en
(cf. D 2137-2144). Sin embargo, en nuestro siglo se han robuste- Ignacio' de* Ariticqufa, y, He este modo, se funda en un desarrollo
cido decididamente las tendencias a administrar otra vez la con- histórico que al" principio se efectúa en la región siria. No se ve
firmación antes de la primera comunión y de volver así al orden una diferencia esencial entre la ordenación del obispo y la del '
antiguo de la iniciación. Un Decreto de Pío XII sobre la confirma- presbítero. El obispo actual se diferencia sin duda del presbítero
ción complicó más aún la situación: en 1946 concede en caso de porque preside una región mayor de la Iglesia (jurisdicción). Una
necesidad confirmar a los niños pequeños para que no pierdan el delimitación disciplinar y jurídico-canónica es posible y razonable;
augmentum gloriae por morir sin confirmación. A la vista de esta en cambio, una delimitación teológico-dogmática es ilegítima e
evolución tan contradictoria parece imposible indicar una «edad imposible. Por tanto, el privilegio episcopal de confirmar consti-
normal» para la confirmación. tuye una norma puramente jurídico-canónica (como se percibía
7) Finalmente, no está determinado^/ ministró* del sacra- todavía perfectamente en la primitiva Iglesia).
mento de la confirmación: reservar a los obispóslFségunda unción De este modo, el fin ha alcanzado al comienzo en nuestros días:
posbautismal originó el aplazamiento y luego la separación tempo- el progreso de la teología y de la Iglesia han puesto de manifiesto,
ral y local entre una «confirmación» y el bautismo. Desde este por fin, lo problemático de la evolución que condujo a desmembrar
aspecto se puede comprender el énfasis con que los Concilios de del bautismo una «confirmación» con todas sus consecuencias para
Florencia y Trento definen que el obispo, y sólo él, es el ministro «materia», «forma», «efecto», «ministro» y «sujeto». Con esto
ordinario. Pero ha sido precisamente el Decreto de 1946, que con- está definitivamente libre el camino para una nueva reflexión y
cede a los párrocos y a sus representantes correspondientes la po- quizá también para un nuevo ordenamiento.
testad de administrar la confirmación en casos de necesidad, el que
ha "Vuelto á actualizar la cuestión,.siempre: discutida, de si el pri-
vilegio episcopal de confirmar es sólo una norma de derecho canó- II. LA CONFIRMACIÓN COMO DESARROLLO
nico (y no un derecho divino) y si, consiguientemente, no tiene CORROBORACIÓN Y CULMINACIÓN DEL BAUTISMO
todo presbítero fundamentalmente (aunque como potestas ligata)
la potestad de confirmar. La reflexión sobre la praxis Hela Iglesia Si aquí se ha de llegar, por fin, a una solución teológicamente
oriental (y casos particulares también en la primitiva Iglesia latina) limpia, consecuente y convincente de las dificultades que se arras-
hizo que el Vaticano II corrigiera la frase de Trento puesta bajo tran desde hace tanto tiempo, es necesario que la teología y la pra-
anatema (D 967): el obispo es no el ministro ordinario, sino„el xis tomen en serio y los hagan fructificar, en vez de ocultarlos
ministro ^originario de la confmnación, de modo que también el apologéticamente, los datos exegéticos apuntados con brevedad. En
presbítero puede ser ministro ordinario de la confirmación (Consti- tal caso se imponen diversas ideas que aquí sólo se pueden expre-
112 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 113

sar otra vez con brevedad y en forma de tesis. También para la cuestión de si fue instituida por Cristo; ello pone también de ma- .
solución positiva remitimos al libro de J. Amougou-Atangana, que nifíesto, nuevamente, el carácter análogo (si no equívoco) del con-
investiga hasta los últimos detalles los problemas que aquí sólo cepto de sacramento usado en Trento. Entonces, hablando diferen-
se esbozan. ciadamente, se puede llamar a la confirmación ü"n sacramento sub-
ordinado que participa 3£lEautismo]^= sacramento principal, junto
con la eucaristía).
A) Nueva vinculación de la confirmación al bautismo 4) Por eso frente a la distinción, empleada a veces como esca-
patoria, «bautismo en Cristo-confirmación en el Espíritu» frente
1) Los datos exegéticos e históricos apuntados permiten la a distinciones artificiales de la misma clase hay que decir con énfa-
siguiente conclusión fundamental: el rito actual de la confirmación sis: en el bautismo como en la confirmación se trata del único y
se ha desarrollado a partir del bautismo. El rito de la confirmación el mismo Cristo, del único y el mismo Espíritu, de la única y la
es, histórica y objetivamente, una parte, un elemento, una fase d e ; misma gracia, pero también de la única y la misma fe.
la única iniciación, que en la Iglesia se realizó desde el principio \ 5) Por tanto, si la confirmación ha de tener un sentido, ha
con el bautismo. ¡Sin bautismo no hay confirmación! Pero nos de ser comqjaseconclusiva del único rito de iniciación. Es decir,
ocurre lo mismo a la inversa: el bautismo era y es posible sin la) vinculada" lo más claramente posible, incluso temporalmente, al
confirmación, incluso según la doctrina más tradicional. Para elf bautismo; en cualquier caso, administrada antes de admitir a la
cristiano individual, la confirmación no es necesaria para salvarse,] eucaristía. La admisión a la celebración y comunión eucarísticas
esto incluso según la doctrina tradicional. presupone la iniciación, hágase en una fase o en dos. Tanto desde
2) Por consiguiente, si la confirmación ha de tener todavía el íJüñtof cle~vTsta histórico como en el orden objetivo y en el plano
hoy un sentido —cosa que se habrá de discutir—, ello sólo es po- pastoral sólo es admisible el orden que se conservó hasta el si-"
sible en conexión estricta con el bautismo, vinculada al bautismo, glo xix: bautismo, confirmación, eucaristía. Quien entiende de
como desarrollo, corroboración y culminación del bautismo. Si se modo sano y~cóTíérente la relación de la teoría con la praxis no
pierde la conexión con el bautismo, la interpretación y la confi- puede afirmar primero en teoría la vinculación de la confirmación
guración práctica de la confirmación están expuestas a cualquier con el bautismo (la confirmación es fase conclusiva y culminación
arbitrariedad, cosa que confirman de sobra las diferentes explica- de la iniciación) y negar luego en la práctica esta vinculación fijando
ciones e intentos de reforma medievales y actuales. Sin embargOT--^ arbitrariamente el orden del sacramento. Si la eucaristía es un¡
la teoría teológica y la praxis pastoral deberían ser categóricamente sacramento de iniciados, cosa que nadie discute, y si, por otra
coherentes. parte, la confirmación pertenece a la iniciación, cosa que parece
3) Así, pues, no es posible en modo alguno entender la con- irrefutable, es contrario a toda lógica no administrar la confirma-
firmación como un sacramento absolutamente separado: no es un ción hasta después de la eucaristía.
sacramento autárquico_y autónomo; esto es, independiente del bau- 6) Mas no es lícito presuponer^omo_cosa_obyia que la con-
tismo. Ni el testimonio del Nuevo Testamento^ ni la relación con firmación tiéñé liñleñtido; sobre todo en las circunstancias actua-
la predicación y la actividad de Jesús, ni la claridad y fijeza del les^"éT~ol5tÍgacío"Téfléxionar de modo _nueyo^ sobre este, Jema. Si
¡contenido y sentido permiten poner la confirmación al mismo nivel fuera "rioy,~co"mo áritlgüámeníe, caso normal el bautismo de adul-
Pque el bautismo. A pesar de los interrogantes de Lutero, en el tos, el problema se plantearía de modo diverso: en tal situación
Concilio de Trento no se llegó a tener conciencia de los datos exe- difícilmente habría un fundamento para separar el bautismo y de-
géticos e históricos. Pero cuando se contempla la confirmación en terminados ritos posbautismales; la iniciación se podría efectuar
su relación originaria con el bautismo, se resuelve por sí misma la en un solo acto, como en la Iglesia antigua o, incluso hoy, en las
8
114 H. Küng
La confirmación como culminación del bautismo 115
Iglesias orientales. Lo mismo valdría en caso de que las Iglesias
se apartaran alguna vez del bautismo de los niños en el sentido de los niños, en analogía con el bautismo judío de los prosélitos
de bautismo de lactantes y se decidieran por un bautismo de niños y con la circuncisión. Pero, por otra parte, en todo el Nuevo Tes-
en sentido amplio (en los primeros años de escuela) o por un ver- tamento no se ordena ni se atestigua en parte alguna un bautismo
de niños. 1 Cor 7,44, que llama «santos», en razón de su ascen-
dadero bautismo de adultos. Pero, al menos por ahora, esto parece
dencia y sin mencionar un bautismo, a los hijos de padres cristia-
inverosímil. Y en todo caso no se deben resolver precipitadamente
nos, parece que deja abierto, en el mejor de los casos, el bautismo
los problemas de pasado mañana cuando todavía no se ve salida para
para IQSJbiJQs^de quienes se incorporan a la Iglesia. Un~bautismo
?los de hoy. Así, pues, hará bien quien hoy reflexione sobre la con-
de todos los niños, se argumenta, no se habría impuesto hasta fina-
firmación bajo el presupuesto del bautismo de niños en sentido les del siglo II, cuando se insistió en el bautismo de los lactantes.
Restricto (bautismo de lactantes), que, a pesar de todas las críticas, Por lo que respecta al Nuevo Testamento, la cuestión decisiva no „
continúa siendo uso común en todas las grandes Iglesias. La historia es, naturalmente, determinar si en la época neotestamentaria hubo
sugiere también este enfoque: no era obligado que del bautismo de hecho bautismo de niños, sino precisar si tal bautismo es justi- •
de niños se siguiera la independización de los ritos posbautismales, ficable desde la perspectiva del Nuevo Testamento.
como muestra con claridad la evolución en las Iglesias orientales;
pero tal independización pudo seguirse del bautismo de niños, 4) Un argumento falso en favor del bautismo de niños, aun-
que usado durante mucho tiempo, es el siguiente: ¡Sin bautismo de
cuando los obispos se reservaron determinados ritos. Causa de la
niños no hay salvación! La tradición eclesial no es unánime en este
confirmación autónoma fue la reserva hecha porJb^objspos^Rro
punto. Los Padres griegos desconocen, al igual que los latinos másf
presTipüéstonFáctíco de tal reservaTue el bautismo de niños.
antiguos, un limbo de los niños y se inclinan por la salvación de¡
los que mueren sin bautismo. El Agustín tardío es el primero que,
en razón de su controversia con Pelagio y de su nueva doctrina
B) El bautismo de niños como bautismo inacabado sobre el pecado original, condena al infierno a los niños no bauti-
zados. Desde la temprana Edad Media se suaviza progresivamente
1) En la época de la Reforma ya advirtieron con razón los esta concepción rigurosa (desde san Anselmo a santo Tomás), dej
anabaptistas que el bautismo de niños es problemático; la misma modo que este infierno pasa a ser un preinfierno y, finalmente, el
sensación se tiene hoy (sobre todo a partir de la crítica de Karl preinfierno se convierte en un precíelo (felicidad natural sin visión
Barth), porque a los niños pequeños parece faltarles precisamente de Dios). La mayoría de los teólogos rechaza hoy semejante limbo
lo que para el bautismo es condición indispensable: el acto de fe. de los niños porque lo considera una solución teológica sin funda-
Quien no es capaz de escuchar la palabra tampoco puede responder mento alguno en el Nuevo Testamento y contraria a la voluntad
a ella con la fe. Con la exigencia de una fe actual está unida la salvífica universal de Dios; y, en el proceso de revisión de la doc-
exigencia de una Iglesia voluntaria y libre (en contraposición a una trina agustiniana sobre elpécado original, también se acepta común-
Iglesia sociológica o de masas). mente una posibilidad de salvación para los niños sin bautismo.
2) Frente a la exigencia de la fe actual no son argumentos 5) Si se suprimiera el bautismo de niños habría que arrostrar
convincentes, sino hipótesis difícilmente demostrables la tesis esco- graves dificultades, que no se pueden afrontar con facilidad, tra-
lástica sobre la infusión de un hábito inconsciente de fe ni la sen- tándose de una tradición importante, que cuenta con una antigüe-
tencia de Lutero sobre una fe de los niños. dad de milenio y medio y es común a la cristiandad tanto oriental
3) La controversia no se puede dirimir con los datos del como occidental:
Nuevo Testamento: es cierto que el bautismo de «casas» enteras
a) Aplazar el bautismo hasta la edad adulta haría que pasara
(familias), atestiguado en el NT, puede haber incluido el bautismo
116 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 117

a segundo plano la importancia fundamental del bautismo para la a) La llamada de Dios precede a la fe del hombre: el bautismo
vida del cristiano y para la comunidad y que, en vez de esto, ocu- de los niños atestigua que Dios tiene ya su mano sobre este peque-
paran el primer p l a n o k fe personal auténticajr la reflexión sobre ño ser, que lo ha llamado a la salvación y que la decisión de fe
ella, ' •-.-—-- — sólo se puede entender como respuesta a la actuación divina.
b) En la práctica sería difícil determinar cuándo un joven es b) El niño no está sólo, sino en el contexto vital de la fami-
bastante creyente para ser bautizado, lo que de nuevo exigiría una lia: con el bautismo de niños se pone de relieve cómo los niños
normativa general. Habría que dejar, probablemente, que los psi- pertenecen a sus padres también en el aspecto espiritual y, así,
cólogos determinasen si la capacidad de creer es suficiente ya a los llamados con ellos a la misma meta, están ya «santificados». La
( siete o sólo a los treinta años. Iglesia no bautiza a niños en abstracto y considerados en sí mismos
c) Una sola decisión de fe para el bautismo, en el sentido de manera individualista, sino como a hijos e hijas de estos padres
de los antiguos cristianos, presupone una auténtica situación de cristianos (de lo que es obligado, naturalmente, deducir consecuen-
conversión que, en una sociedad todavía externamente cristiana, cias prácticas con respecto a la voluntad, preparación y disposición
sólo se podría producir de modo artificial: en familias (más o me- de los padres para educarlos cristianamente).
nos) influidas por el cristianismo, hacerse cristiano tampoco se c) El bautismo de niños destina a la fe y a la confesión de
efectúa hoy como un paso único consciente, sino como tránsito la misma: en el bautismo de niños se expresa la unión necesaria
progresivo de una fe no independiente ni refleja a una fe personal de fe y bautismo, que no tiene que significar necesariamente una
e independiente. coincidencia temporal, mediante el hecho de que el bautismo está
d) En el bautismo de adultos una gran parte de los asistentes destinado a la fe, tiende a la fe y espera a la fe. El sí de Dios al
al culto, es decir, los adolescentes, serían no bautizados (paganos), hombre exige el sí del hombre a Dios. Si la fe no se apropia Jel
que, como tales, tendrían que quedar excluidos quizá durante más sentido del bautismo, queda infructuoso el bautismo de niños. Este
tde diez años, si no del culto mismo, sí de lo esencial del culto bautismo no logra su objetivo más que cuando el creyente com-
cristiano; esto es, de la participación en el banquete eucarístico: prende su sentido. Hasta que esto llega, representan al niño los
asistentes de segunda clase al culto de una Iglesia que desde el prin- padres (también los padrinos, pero sólo en segunda línea), que, en
cipio quiso ser esencialmente comunidad eucarística. Esta penosa lugar del niño, desean el bautismo, hacen la profesión de fe y pro-
situación ha llevado a ciertas comunidades baptistas a crear un meten una educación cristiana, de modo que, al menos desde este
rito para sustituir el bautismo de los niños (bendición, etc.), cosa aspecto, se da una cierta coincidencia temporal entre fe (de los
que redunda a su vez en detrimento del bautismo como sacramento representantes) y bautismo. Pero sólo cuando el mismo bautizado
principal y sacramento de la iniciación cristiana. se pronuncia por el bautismo-que los~pa3re& han deseado por él
e) Por consiguiente, el hecho de que hasta ahora no se haya encuentra el_bautismo aquella totalidadjr plenitud que es propia
podido imponer en las Iglesias la existencia del bautismo de adultos del bautismo de adultos.
como única forma legítima de bautismo no se debe exclusivamente
a la concepción de uua Iglesia de masas. 7) De todo esto se sigue que, aun cuando el bautismo de niños
se puede justificar, en principio, desde el Nuevo Testamento y es .
6) Partiendo del Nuevo Testamento, no se puede sostener la solución práctica preferible, sin embargo tal bautismo no es/'
que es injustificable de antemano un bautismo de niños fundamen- en modo alguno el tipo de bautismo que el Nuevo Testamento con-
tado de modo correcto. Con razón se alude aquí a tres puntos de sidera ideal. Desde el punto de vista teológico, es un caso límite,
vista, que se han de entender, naturalmente, como tres elementos aun cuando en la práctica sea un caso normal. Sin la fe realizada
de una respuesta única: actualmente, el bautismo de niños queda incompleto: un derecho
118 H. Küng
La confirmación como culminación del bautismo 119
civil en la comunidad, otorgado cierta y realmente, pero no usado.
en la fe expresa y en la actuación del joven; el Espíritu, que fue
Así, el bautismo de niños es una forma deficiente de bautismo,
infundido eficazmente en el bautismo, pasa a ser ahora una realidad
un bautismo inacabado, incompleto, que clama por una terminación,
que determina existencialmente la fe y la vida del joven; la admi-
por una culminación en la fe actual y en la confesión del mismo
sión en la Iglesia, que en el bautismo se prometió esencialmente al
[ neófito. Y precisamente aquí podría tener su puesto la confirma-
niño pequeño y se consumó de manera formal, se ratifica ahora con
¡I ción,- tanto en razón de la tradición como de la situación actual.
la aceptación expresa del joven, y se concreta con la admisión a la
i celebración de la Cena (habría que repensar desde esta perspectiva
las consecuencias sobre la pertenencia a la Iglesia, sus derechos y'
C) Sentido de la confirmación deberes).
3) Este enfoque de la confirmación evita tanto un sacramen-
1) Histórica y objetivamente, el sentido de la confirmación taüsmo medieval-objetivista, que espera"" f^uitacloTTHaTavfflósos
consiste, sin duda, en el desarrollo, corroboración y culminación paráfsfá "vida o ]para~Ta «otra», de una «gracia específica de la
del bautismo. Desde un punto de vista fenomenología), la confir- confirmación» y que, por este motivo, pide una confirmación es-
mación marca el momento, en una evolución naturalmente larga y pecial de los niños lactantes. Pero, a la vez, supera aquel intelec-
compleja, en que el niño, que fue bautizado a petición de sus pa- tualismo ilustrado-subjetivista que, en virtud de su tendencia mora-
dres y bajo su garantía, se pronuncia públicamente por su bautismo, lizante, ve"erTla coHfífrñación, ante todo, el final de una instrucción
.después de una catequesis básica adecuada a su edad, y hace pro- (escuela dominical, conocimiento de la vida) y algo así como un
7 fesión de su fe ante la comunidad para que los representantes de rito civil de mayoría de edad o una consagración cristiana de la
Sésta, mediante un rito especial, lo reconozcan como miembro pleno juventud y de la virtud. Así, pues, en la confirmación, al igual que
•(de la comunidad eclesial y lo admitan al convite eucarístico. Con- en el mismo bautismo, es necesario contemplar siempre a la vez el
/firmación y primera comunión tendrían lugar en la misma cele- aspecto objetivo (la concesión real de la salvación como aconteci-
íbración. miento del Espíritu) y el aspecto «subjetivo» (su correspondencia
2) Una confirmación entendida así salvaguarda la vinculación humana). Considerándola después del bautisino^ólo se hace jus-
fundamental al bautismo y, sin embargo, tiene frente al bautismo ticia a la confirmación sí seTye en" ella la apropiación personal del
(bautismo de niños) su significado y su función propios: ni se único ácontecimjento del Espíritu.
resta importancia al bautismo ni se declara superflua la confirma- 4) En esta visión sintética (objetivo-subjetiva) se puede com-
ción. Al contrario, se remedia la notoria deficiencia fundamental prender también mejor la palabra «confirmación» (con-firmatio),
del bautismo de niños y, a la vez, se da a la confirmación un con- dando acogida a numerosos elementos tradicionales: a) como co-
tenido inequívoco: rroboración («subjetiva») de la fe, a la que obliga el bautismo y
La llamada de Dios, que se proclamó en el bautismo para el que el bautizado asume ahora, responsabilizándose personalmente
niño, es ahora aceptada conscientemente y respondida de manera y obligándose libremente, y confiesa en forma pública; b) como
pública por el joven; la fe, que habían anticipado los padres en fortalecimiento («objetivo») del bautizado, que ahora cree y con-
representación del niño y que en el bautismo del niño sólo fue fiesa públicamente, gracias al Espíritu que ha recibido en el bau-
invocada y esperada, existe ahora de modo real, como una decisión tismo y que ahora evidencia de modo nuevo, su eficacia en la fe
del joven, libre, responsable y confesada públicamente, de orientar actual.
su vida según los módulos del evangelio de Jesucristo; el bautismo, 5) Así podría quedar esclarecido lo que se quiere expresar
recibido al principio por el niño en actitud puramente pasiva, cobra explicando el sentido de la confirmación como desarrollo, corrobo-
ahora eficacia mediante la aceptación activa de la oferta de gracia, ración y culminación del bautismo:
120 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 121

a) Desarrollo: La confirmación no es un sacramento autóno- adultos y niños, tomadas del bautismo de niños: especialmente, la
mo al lado del bautismo. Es, más bien, histórica y objetivamente, repetición de las preguntas y respuestas bautismales y de una sen-
una prolongación y explanación del bautismo: la fase conclusiva de cilla confesión de fe que aluda al seguimiento de Cristo («renova-
la inicación bautismal. Por eso es irrepetible como el mismo bau- ción de las promesas bautismales»).
tismo: no en virtud de un carácter sacramental de confirmación, b) Durante la confirmación, los padres deberían estar al lado
; sino de una participación en el bautismo y su irrepetibilidad. de los niños; los padrinos del bautismo deberían ser también pa-
(
b) Corroboración: Mas la confirmación, en cuanto desarrollo drinos de la confirmación.
del bautismo, no es un complemento o una repetición ni menos c) La referencia que exige el bautismo a la práctica de la
una superación de un bautismo incompleto en sí. Es, más bien, vida cristiana (indicativo-imperativo, don-tarea, recepción del Es-
un recotjQdrriiento y una ratificación del bautismo efectuado: está píritu-vivir espiritualmente) debería impregnar todo el rito de la
promulgada la vocación de Dios, está otorgado el Espíritu, es válido confirmación: ordenación concreta al seguimiento vivido de Cristo.
el bautismo, irrevocable la admisión por parte de la comunidad
eclesial; y sobre esto pronuncia su sí y su amén libre y público 2) Edad: Las propuestas oscilan entre uno y treinta años. Sin
quien fue agraciado en el bautismo. embargo, el problema de la edad de la confirmación sólo es contro-
vertido porque no se dilucidan antes las premisas teológicas y
c) Culminación: Como desarrollo y corroboración del bautis-
porque se busca sustituir los fundamentos teológicos con prejuicios
mo, la confirmación no sólo es una ceremonia formal de reconoci-
miento o un proceso burocrático de admisión. Es, más bien, una dogmáticos (medievales o modernos), con argumentos psicológico-
renovación (cuya eficacia se expresa en la aceptación consciente, pedagógicos, con sentimientos personales y con opiniones subjeti-
en la fe actual, en la confesión pública) del acontecimiento_del Es- vas. Con respecto a la edad de la confirmación, la prudencia pasto-
píritu acaecido en el bautismo y, como tal, punto final de la fundít ral tiene obviamente cierta libertad. Pero si la teoría y la práctica
mentación de la existencia cristiana cifrada en el seguimiento. Por no han de caer en contradicción, hay que observar lo siguiente:
tanto, una culminación tanto con respecto al mismo acontecimiento a) Supresión de la confirmación de niños lactantes: Contra
bautismal como con respecto a la fe que abraza de manera defini- la confirmación de los lactantes se pueden poner las mismas obje-
tiva y pública el acontecimiento bautismal. Una culminación, por ciones que se han puesto contra el bautismo de lactantes, incluso
tanto, que sólo puede ser el principio, y no el fin, de aquella vida con mayor razón, porque la deficiencia de la confirmación de lactan-
cristiana que, también después de la confirmación, está en peligro tes potencia más la deficiencia del bautismo de lactantes. Además,
por la debilidad, la duda, la tentación, la incredulidad, pero que, tal confirmación insinuaría, de modo injustificado teológicamente,
a pesar de todos los peligros, puede ser vivida con la fuerza del que la confirmación es necesaria para la salvación o postularía un
Espíritu de Cristo Jesús. «aumento» de «gracia» o de la bienaventuranza celeste. Con esto
no se condena la praxis oriental, ya que la unción posbautismal
D) La praxis de la confirmación administrada con el bautismo jamás tuvo allí el significado de un
sacramento separado, independiente (con «gracia» específicamente
1) Referencia explícita al bautismo: La renovada vinculación distinta, en sentido latino).
de la confirmación al bautismo, fundamentada histórica y teológica- b) Confirmación antes de la admisión a la eucaristía: Esto se
mente, tiene que expresarse también en la configuración práctica deduce inequívocamente de todo lo dicho sobre la coherencia entre
del rito. Habría que pensar en lo siguiente: teoría y praxis y sobre la confirmación como última fase de Ifl
iniciación bautismal, que, por su parte, tiene como meta la admisión
a) Repetición de determinadas fórmulas, inteligibles para a la eucaristía. Su vinculación al bautismo sugiere que la confirinu-
122 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 123

ción se efectúe poco después del bautismo y, en todo caso, antes d) Aconsejan administrar la confirmación durante los prime-
de la admisión a la eucaristíaTSí la confirmación se despoja de la ros años de escuela (antes de la admisión a la eucaristía) no sólo
vinculación "retrospectiva al bautismo y de su orientación a la la vinculación teológica de la confirmación al bautismo y su mutua
eucaristía, entonces - es posible fljaiTeíria"práctica cualquier edad conexión temporal, sino también razones de psicología evolutiva:^
para-la -confirmación y, naturalmente, justificarla luego ideológica- a esta edad, el niño es ya capaz de aprender, de manera propor-1
mente! pensólo la edad de la madurez («sacramento de la madu- cionada a él, qué significa Cristo para él. A la vez, está todavía
réz»)7sino también la mayoría de edad civil («sacramento de la en una fase de apertura sin complicaciones que le confiere una
adultez»), los años del climaterio («sacramento de la plena madu- gran receptividad para la información religiosa y la extensión de
rez»), la edad de la jubilación («sacramento de la situación de reti- conocimentos y, sobre todo, para el testimonio, el ejemplo y los
ro») o la hora de la muerte («sacramento de la perseverancia»)! hechos. El Nuevo Testamento hace sorprendentemente del niño
Desde el punto de vista teológico, como tal vez han puesto de ma- (un hombre completo, a su modo, como acentúa hoy la psicología
nifiesto las reflexiones precedentes, todos estos intentos constitu- evolutiva) el modelo ideal de una actitud creyente.
yen otras tantas soluciones ilusorias. Desde el aspecto psicológico-
pedagógico, apenas está también mejor fundada una solución que 3) Necesidad de una catcquesis básica adaptada a la edad: El
las otras. Aquí no se puede postular sólo subjetivamente apelando niño sólo puede ingresar vitalmente en la fe (no se trata sólo de
a uno^mismo, sino que es obligado fundamentar con argumentos. una decisión aislada) cuando se le presenta el mensaje cristiano de
(cy Pubertad y adolescencia son poco apropiadas para la con- modo correcto y acomodado a su capacidad infantil. Los padres,
firmación psicológico-pedagógico-pastoralmente: Tienen que bastar su actitud y todo su comportamiento tienen aquí, desde la más
pocos epígrafes para describir las dificultades concretas: eclosión temprana infancia, una decisiva función transmisora, como pone
de la sexualidad; introversión (experiencia de la conciencia del yo) de manifiesto el psicoanálisis. En las condiciones indicadas, la ca-
y actitud de oposición (edad de la terquedad, experiencia de con- tcquesis infantil tendría, en cambio, la tarea de introducir en el
flictos) frente a autoridades externas (casa paterna, escuela, Iglesia); cristianismo de manera didáctica y refleja. Esto tendría que efec-
interiorización de la religiosidad y aversión a las confesiones reli- tuarse no mediante una instrucción aislada, al estilo de las antiguas
giosas y a los ritos formales; sobrecarga con las grandes decisiones sobre la confesión y la comunión, ni tampoco preparando y pregun-
tando de manera teórica «artículos de fe» memorizables, sino me-
I vitales en la profesión y en la formación, en el matrimonio y en
diante una catequesis básica, fundada en el Nuevo Testamento y
la familia (junto, muchas veces, con cambio de residencia); difi-
referida a la vez al contexto vital, que, con los métodos y medios,
cultades pastorales con el registro personal; exclusión práctica de
de la didáctica moderna, pueda transmitir al niño cuál es el camino
la confirmación de gran parte de los adolescentes y, con ello, el
del hombre, qué pueden decir para su vida Dios y Jesús, cómo se
peligro de un cristianismo de segunda clase, etc. En este contexto
puede vivir y actuar, pero también sufrir y morir, con pleno sen-
se han de sopesar con mucha seriedad no sólo las preocupaciones
tido según el modelo de Jesús, sostenido siempre por Dios y en
y las experiencias negativas de nuestros pastores con la antigua
favor de los hombres. Así, después de uno o dos años de cate-
«doctrina cristiana» (algo equivalente sería necesario, en tal caso,
quesis básica, el niño estaría preparado finalmente para dar un sí
para preparar la confirmación), sino especialmente los notorios in-
público y defintivo a «la doctrina de Jesús», para ser recibido
convenientes implicados en la práctica protestante de confirmar
como miembro pleno en la comunidad eclesial y para ser admitido '
/cuando se llega a la madurez: se efectúa demasiado tarde la admi-
a su comunión en el banquete eucarístico. En tal caso, la primera
sión a la Cena; no se logra la incorporación de los bautizados a la
comunión debería seguir inmediatamente a la confirmación.
comunidad; la consecuencia ulterior es un cristianismo no comuni-
tario (¡«confirmación = confirmar sacando de la Iglesia»!). 4) Nueva estructuración del rito:
124 H. Küng La confirmación como culminación del bautismo 12?

a) Dada la concurrencia histórica esbozada entre imposición en relación con la nueva fijación del derecho, concepciones vincu-
de manos y unción, tal vez habría que dar (ají_Due^b_decirsejhora ladas tradicionalmente a la confirmación como, en concreto, la del
con brevedad) a la imposición de manos una primacía inequívoca parentesco espiritual entre el confirmado y su padrino.
en la, estructura del rito, aunque no por ello haya que suprimir
necésañamente la unción, El gesto de kJmjposiciórl^elnanQs. que 5) El ministro:
el NuevoTestamento toma djCSntlguo (cf. Moisés en Nm 27,
a) El problema del ministro no es, como hemos visto, funda-
18-23), entre otras cosas para la ordenación, es, justo con la ora-
mentalmente dogmático, sino una cuestión de conveniencia pastoral
ción de súplica, el signo visible del Espíritu Santo, cuya bajada
y de la regulación canónica correspondiente.
sobre el hombre se implora. Así, corresponde perfectamente a
nuestra interpretación de la confirmación como un desarrollo, b) Ahora bien: es por desgracia un hecho que las «visitas
corroboración y culminación del acontecimiento espiritual del bau- pastorales» por una diócesis grande, que duran con frecuencia se-
tismo y es, también hoy, absolutamente inteligible. A la vez expresa manas, apartan al obispo de obligaciones más importantes, del cui-
la dimensión eclesial, y en este sentido empalma significativamente dado pastoral de los sacerdotes y de la visita propiamente pastoral
con los conocidos pasajes de los Hechos de los Apóstoles: la re- de las comunidades, y, en ciertas circunstancias, son causa de que
cepción, reconocida definitivamente, en la comunidad cristiana. se haga la ilusión de tener «contacto con el pueblo».
Frente a este gesto, la unción (con signación simultánea) podría c) Por la importancia del rito de la confirmación rectamente
posponerse y estar reservada sólo para el rito bautismal. entendido, y para destacar el contexto de Iglesia universal (incor-
b) La fórmula que acompaña a la imposición de manos de- poración no sólo a la comunidad particular, sino a la Iglesia de
bería expresar con claridad el significado de la confirmación y, una ciudad, región, diócesis), la confirmación tampoco debería ser
especialmente, su referencia al bautismo (por ejemplo: «Recibe en administrada, como regla general, por el párroco de Ja comunidad
el Espíritu Santo la culminación de tu bautismo y sé, en la fe respectiva. Se ha de representar significativamente ante los confir-
/ en Cristo Jesús, un miembro de su comunidad»). Habría que con- mandos la~ígfesia qué sobrepasa a la comunidad particular.
siderar parte integrante del rito la confesión de fe hecha previa- d) Normalmente será, pues, lo más conveniente que adminis-N
mente por el confirmando. tre la confirmación un ministro que esté entre el obispo de la dió-
c) Además habría que purificar el rito de la confirmación, cesis y el párroco de la comunidad y que tenga funciones pastorales
en la medida en que no está hecho ya, de elementos extrabíblicos, y litúrgicas. Si en vez de la creación problemática de obispos auxi-
superados históricamente y extraños a la realidad; esto vale, de liares en la sede episcopal volviera a haber, como en la Iglesia
una parte, para ciertas fórmulas y muletillas de las oraciones con antigua, obispos locales en cada centro regional que, bajo la direc-
poco fundamento teológico, y de otra, para ciertos ritos comple- ción del obispo diocesano ( = metropolita), coordinaran la pastoral
mentarios como la bofetada, en uso desde el siglo XIII y suprimida de la región (o comunidad ciudadana) y ejercieran determinadas
ahora, por fin; este gesto procedía de la simbología germánica y funciones litúrgicas, estos obispos locales podrían administrar la
debía grabar en la memoria acontecimientos y hechos importantes; confirmación una vez al año. Con la organización actual, el arci-
en nuestro caso, la irrepetibilidad de la confirmación (nada tenía preste podría ser el más indicado, por su situación, en la mayoría
que ver originariamente este recordatorio espiritual con un beso de las diócesis. En cualquier caso, habría que dar importancia a
de paz transformado ni con la acolada espiritual). Adernás, habría que fuera solemne la forma de la celebración. "
que sustituir por la imposición de ambas manos el rito surgido En este artículo se ha intentado desarrollar consecucntcmc-ntc
por acumülacTon, Ta~lmposición de unalñaño'oolmiblnadOgola. una determinación teológica de la función de la confirmación; qtiizii
unción y la signacloñTPbr último, habría que abandonar o corregir, es discutible en los detalles, pero en conjunto, eso esperamos, st*
126 H. Küng

basa en sólidos fundamentos exegéticos e históricos; se ha hecho


con respeto a las constantes decisivas de la gran tradición católica,
en respuesta a las objeciones críticas de la Reforma, con la mirada
puesta en soluciones justificadas teológicamente y practicables en el
presente eclesial.
EXPERIENCIA DEL ESPÍRITU
H. KÜNG Y DECISIÓN EXISTENCIAL
[Traducción: J. LARRIBA]

En diversas ocasiones me he pronunciado ya sobre temas que


(Aparecerá este artículo en la «Theologische Quartalschrift» 153 [1974] podrían titularse sencillamente como el presente artículo. Por tanto,
cuaderno 1). no sé si me será posible decir algo realmente nuevo y original
sobre la cuestión. Pero como este número en homenaje de Edward
Schilíebeeckx se refiere a la «experiencia del espíritu», intentaré
aportar alguna novedad a mi viejo tema o, al menos, exponerlo
con mayor claridad y concisión.
En rigor, se trata de un tema inmenso. A primera vista se ve
que es casi una variante del tema «trascendencia e historia». Pero
en nuestro caso damos por iüpuesto que "¡se¡ha entendido previa-
mente (cosa que todavía dista mucho de ser obvia en la teología
escolar al uso) que el don del Espíritu divino en cuanto tal, como
A verdadera autocomunicaciónde Dios, tiene su lugar primario en
la trascendentalidad_del hombre y no en una realidad categorial
—interna o externa— del hombre mismo y de su conciencia, ma-
terial donde se dan las decisiones humanas libres. Es evidente que
aquí no podemos tratar de manera adecuada el problema de la
trascendencia y la historia ni tampoco suponerlo esclarecido en
todas sus facetas. Por ello, en atención a nuestro propio tema, hare-
mos un par de observaciones —que desembocan rápidamente en
la oscuridad—, aunque no sea posible desarrollarlas hasta el fin.
Comencemos por señalar dos peculiaridadesjde la decisión exis-
tencial que son de particular importancia para nuestras reflexiones,
sT bien no describen plenamente la importancia de tal decisión.
Entendemos por decisión existencial (en el marco de la teología^
cristiana) una acción libre del jiombre en la que éste dispone de sí
ante~Dios con carácter definitivo. Poco importa, en último término,
que ese «a_ñte"Diós», es decir, su aceptación o repulsa, se exprese
en formajeniatizada-ynexhaL Si no se da auténtica libertad frente
128 K. Rahner Experiencia del espíritu y decisión existendal 129

a un objeto categorial y un valor finito (o supuestamente finito) sin tenezca a la revelación cristiana, esto no significa que porjrmncipio
una «anticipación» (Vorgriff) dirigida al ser y al bien absoluto (y no" solo históricamente) derive exclusivamente deja revelación
(tesis evidente para cualquier tomista), quiere decir que en toda cristiana verbalizada. Pero si existe una experiencia del espíritu, si
decisión realmente .libre —tematizada o no—se daLÍ£ajce£erencia esa experiencia —tal como se entiende por los cristianos— se da
del "sujeto libre a Dios; esto es, se adopta una postura libre no también fuera de un cristianismo reflejo, verbalizado e institucio-
sóIónfreñtFál" objeto categorial explícito, al cual se refiere jsiempre nalizado, y si en cualquiera de sus manifestaciones es ya un verda-
la libertad en su concreción histórica y por cuyo medio ella llega dero hecho de revelación, lo que se designa como «trascendentalidad
a ser lo que es, sino también frente al horizonte trascendental de dotada de gracia» no deja de ser una realidad revelada y sigue
la libertad misma, frente a su ilimitada «anticipación>>_con_jespecto teniendo en el cristianismo explícito su mejor y más pura expresión
al bien absoluto, es decir, a Dios. En todo caso, la antropología temática, de la que dimana probablemente toda ulterior claridad
cristiana está convencida de que el hombre es libre no sólo ante refleja. Sin embargo^Ja_<<_tras£eiidentalidad dotada de gracia» no es
el objeto categorial y finito de su libre elección o ante un concepto un concepto que_ sólo_j>od3loos introducir en una reflexión antro-
de Dios en su conciencia objetiva, sino ante Dios mismo. La tras- pológica de manera muy marginal y recurriendo a datos teológicos
cendentalidad de la libertad no consiste simplemente eñ hacer positivos. Cuando, hablando de trascendentalidad ilimitada sin
posible una elección categorial (que, mediante ulteriores estructuras miedo a iErmár tal ilimitación, el hombre se entrega sin reservas
de pensamiento, es dotada de consecuencias morales sobre la base a la absolutez fáctica de su trascendentalidad, entonces experimenta
de que Dios actúa como custodio de una ley divina entendida por la trascendentalidad que, elevada por la gracia, desemboca en la
nosotros de manera conceptual), sino en el objeto propio_de la auténtica inmediatez de Dios, aunque esto no se efectúe de manera
libertad. Una acción limitada al campo categorial no se da vínica- refleja," aunque eí individuo no sea capaz de llevar a cabo tal re-
mente en el horizonte de la trascendentalidad con relación al abso- flexión sin recurrir a la que de hecho ha tenido lugar en lo que
luto, sino que transforma ese horizonte de manera tan radical que los cristianos llamamos historia explícita de la revelación.
; una de las dos posibles situaciones, libremente fijadas, de la tras- Esta libre disposición (en forma de aceptación o de protesta),
cendentalidad debe considerarse como salvación, por haber acepta- que tiene lugar en una decisión existencial y que afecta a la tras-
do libremente la autocomunicación divina, y la otra como verdadera cendentalidad del hombre elevada por la gracia, se da siempre e n ,
, perdición, por haber malogrado de manera permanente esa auto- un material categorial, históricamente finito, en el que se realiza
comunicación. la libertad y el sujeto llega a ser él mismo.
En este punto debemos hacer una observación incidental. Esta- Ahora bien: ¿cuál es la relación de la libertad como libertad
mos hablando conscientemente de la trascendentalidad del hombre con respecto al objeto categorial y de la libertad como libertad del
elevada por la gracia, trascendentalidad que, en virtud de esa gra- sujeto para consigo mismo y, por tanto, con respecto a Dios? Se
cia, se halla orientada hacia la inmediatez de Dios en sí mismo. trata de una relación muy compleja. Tengamos en cuenta el hecho
Existe, ciertamente, un legítimo concepto de «naturaleza pura», es —no tan evidente como hoy se suele creer— de que hay decisiones
decir, de una trascendentalidad en el conocimiento y en la libertad objetivamente equivocadas que no destruyen la relación positiva
que no puede prometer ni exigir una unión inmediata con el fun- del hombre con Dios: los «pecados objetivos», pero «subjetiva-
damento •—perseguido siempre de manera asintótica— de la tras- mente» no culpables. Este hecho muestra que se da una relación
cendentalidad ilimitada del hombre. Pero se trata, en realidad, de absolutamente fija entre el contenido categorial y el significado
un concepto límite que no nos permite convertirlo en punto de trascendental de una decisión libre, si entendemos solamente como
partida para arbitrarias deducciones antropológicas. Aunque el con- «contenido» de la misma su objeto tematizado y verbalizado y la
cepto explícito de una trascendentalidad elevada por la gracia per- materia que en ella puede ser captada empírica e históricamente y
9
230 K. Rabner Experiencia del espíritu y decisión existencial 131

juzgada de manera refleja, es decir, si no incluimos también lo que anterioridad a la cuestión de si la libertad acepta o rechaza tal
en un acto de esa índole se «sabe» por implicación trascendental, experiencia) no consiste en una particular intervención de Dios
lo cual se da siempre y no admite naturalmente esa discrepancia realizada_«desde fuera» sobre el espíritu del hombre —entendien-
entre el juicio del acto ante Dios y por Dios y el acto como tal. do este espíritu como algo ya plenamente constituido—, sino en
Pero esto significa que la mencionada transformación de la con- el hecho de que Dios, por medio de st£ autoa^unicación («gracia
ciencia trascendental elevada por la gracia no tiene siempre, en increada»), se convierte siempre por la gracia en coprincipio cons-
virtud de la decisión categorial, una relación determinable de ma- titutivo del espíritu humiñ¿5ñju_txaiC£nderrlalidad.
nera clara y refleja con respecto al contenido categorial. Es lo que La experiencia del espíritu es una experiencia de la insoslaya-
afirma la doctrina católica cuando dice que nadie puede «juzgarse» ble radicalidaá de la trascendencia humana, que trasciende Jiasta
con seguridad absoluta, que nadie puede saber con certeza refleja Dios en sí, dado que está siempre sustentaba por la jimgcgrnunica-
si se halla en estado de gracia, que nadie puede decidir con inequí- ción divina. Esta íntima radicalidad de la trascendentalidad del
voca certeza a propósito de otra persona cuál es su relación con hombre puede darse en él como «naturaleza», si por naturaleza
Dios. De la trascendentalidad del hombre elevada por la gracia, se entiende todo lo que es previo a la propia disposición existencial
dado que la conocemos tematizada en palabras (y sólo así pode- de la libertad humana en cuanto condición de su posibilidad, al
mos emplearla para una decisión refleja), no es posible derivar margen de que todo eso sea una simple realidad creada finita o bien
deductivamente un determinado objeto de elección, siempre dis- algo peculiarmente indebido con respecto a tal realidad, es decir,
tinto del fundamento de la trascendentalidad elevada por la gra- con respecto a la «esencia» del hombre. Dicha radicalidad puede
cia. Y viceversa (de lo contrario sería inexacto lo que hemos dicho), darse, por una parte, en forma de libre aceptación o de protesta
un determinado objeto categorial de elección, aunque sea objetiva- negativa. La experiencia trascendental de la radicalidad del espíritu
mente correcto, es decir, aunque esté de acuerdo con las estruc- por la autocomunicación de Dios se efectúa, como cualquier otra
turas del hombre y del mundo, no por ello constituye una prueba experiencia, por medio de un_ objeto categoriaLal .menos normal-
inequívoca de que en la elección se establece una relación positiva mente^ (prescindimos de si es concebible en esta vida una mística
con la trascendentalidad del hombre y con el fundamento de la en la que esa experiencia trascendental de la elevación del espíritu
misma. por obra de la gracia tenga realmente lugar desde fuera, sin media-
Digamos de paso que el problema de si existe una moral mate- ción alguna de un objeto categorial y aposteriórico), pues la espi-
rial específicamente cristiana podría situarse en el punto a que aca- ritualidad finita del hombre no es consciente de sí misma sino
bamos de referirnos. Pero ahora no nos es posible abordarlo. cuando se encuentra con el otro, el cual es siempre —dicho sea
Antes de ahondar en la problemática de nuestro tema —en el de paso^—últimamente de carácter personal.
que propiamente ya hemos entrado— conviene decir algo sobre el ~ E s claró que esta experiencia.trascendentalpuede_ser,X!biet.ÍYada,
se
§undo término que incluye el título del presente artículo: la ex- como nosotros la objetivamos ahora, y convertirse así en un objeto
P e r i ^ ^ d e l esjnntu. Como presupuesto" fundamental de nuestras particular dentro de la conciencia humana; pero no son lo Jnismo
reflexiones proponemos la tesis —que aquí no cabe presentar con la experiencia^ascendental ysujabjetivación conceptual, no se las
detalle— de que la auténtica experiencia del espíritu no implica en' debe confundir, ni tampoco debe prevalecer calladamente la opi-
esencia un particular objeto experimental en el terreno dé la con- nión de que la experiencia trascendental radicalizada por la gracia
ciencia, sino que^consiste en la experiencia de la graciosa radicalidad se da únicamente cuando se da también su objetivación conceptual
% J atoasceñcTéntaTicladídel hombre_(con_ conocimiento y libertad) en forma de objetos categoriales o cuando un objeto explícitamente
co
?. YH tas a la inmediatez de Dios mediante la autocomunicación «religioso» sirve de mediación en la conciencia a la experiencia
divina al espíritu dotado de gracia. La experiencia del espíritu (con trascendental. A este propósito hemos de contentarnos con lo dicho
132 K. Rahner Experiencia del espíritu y decisión existencial 133

sobre el presupuesto fundamental de nuestras reflexiones. La refe- Además, un objeto de elección correcto en el orden intramundano
rida tesis se basa últimamente en la idea de que todo objeto cate- tampoco garantiza inequívocamente el recto ejercicio de la decisión
gorial y la experiencia del mismo son de carácter finito, no habien- existencial, pues ésta se refiere a la experiencia trascendental del
do entre tales objetos categoriales —procedan o no particularmente espíritu y a Dios. Es posible, en efecto, que en una decisión exis-
de Dios— ninguna diferencia absolutamente esencial que permita tencial se ofrezcan a la libertad en una situación concreta varios
presentar a uno como producido especial e inmediatamente por objetos categoriales elegibles, de modo que todos parezcan en sí
Dios y negar a los demás tal predicado: pensar lo contrario sería prácticamente posibles desde el punto de vista objetivo y, sin
en el fondo una concepción mitológica de las relaciones entre Dios embargo, que sólo uno deba ser elegido como querido por Dios,
y el mundo. es decir, como el material concreto requerido de hecho para una
Y, por fin, llegamos a nuestro tema: ¿qué relación.existe entre actitud positiva ante la experiencia del espíritu y de la relación
la ext^fleñm j3ÉI^s£Íritui_y_Ja_dedsió_n trascendental? Al hablar existencial con Dios.
en ésíéTcóntexto de decisión existencial nos referimos a la decisión Por supuesto, no es evidente ni mucho menos la opinión de
que se vuelca sobre un determinado objeto categorial: por ejemplo, que, a la hora de elegir entre varios objetos correctos («buenos»),
una profesión" concreta^ una actitud precisa hacia otra persona, un la decisión no sea indiferente para la relación con Dios. Aquí pre-
contrato IñáTrirhoñiál, una exacta actitud religiosa categorial, etc. suponemos tal opinión como convicción de quienes tienen una prác-
Naturalmente, una decisión existencial implica siempre una con- tica realmente espiritual y, en consecuencia, están persuadidos de
cretísima" relaHSñ positiva con la trascendentalidad ya elevada por que lo que Dios quiere en concreto implica y presupone la rectitud
la gracia y, por tanto z con Dios en sí mismo. Pero precisamente objetiva de lo querido (su conformidad con los «mandamientos de
por eso surgela pregunta sobre qué relación exacta existe entre el Dios», su carácter humano y eclesial, etc.), si bien esto sólo no lo
objeto categorial que se elige en la decisión existencial y aquello constituye todavía de manera adecuada. Con esta opinión es per-
que se ventila últimamente en tal decisión: aceptar o rechazar al fectamente compatible el caso hipotético de que el sujeto que elige
Dios que, al comunicarse, se ofrece como dinamismo último de sea remitido, en cierta manera, por Dios a la indiferencia de los
nuestra trascendentalidad, esto es, determinar la concreción de nues- objetos elegibles inherentes a la libertad humana. Por eso, sin duda,
tra trascendentalidad en la libertad. es también imposible apelar contra la mencionada experiencia espi-
Esa relación entraña obviamente un difícil problema. Como ritual aduciendo otra experiencia, pues ésta puede explicarse como
hemos dicho, un objeto categorial de elección puede ser opuesto ese mismo caso hipotético, es decir, no se opone a que sea Dios
al orden real y, sin embargo, admitir una relación positiva con quien decida últimamente cuando se trata de objetos objetivamente
Dios. Y viceversa: el hecho de que un objeto de elección sea co- buenos.
rrecto, según criterios intramundanos, en el orden real y personal, Pero ¿cómo concebir una decisión existencial que ha de elegir
estando así dentro del ámbito de las normas sancionadas por Dios, entre diversos objetos buenos, y esto no arbitrariamente, sino de
no significa necesariamente que en esa elección se instaure una acuerdo con una elección hecha por Dios y, por tanto, desde la
relación efectivamente positiva con Dios mismo en su verdadera perspectiva de Dios? Los fieles ingenuos no suelen hallar grandes
autocomunicación. Y no significa tal cosa porque la libertad psico- dificultades en este punto ni tampoco conviene crearles problemas.
lógica de elección y su ejercicio frente a un objeto categorial no Tienen la impresión de que en tales elecciones Dios les «dice» qué
implican por fuerza una auténtica autodisposición existencial del objeto deben elegir entre los posibles y los «ilumina» e «inspira»
sujeto en cualquier caso; de ser así, resultaría inconcebible el caso para que sepan claramente cuál es en concreto la «voluntad divina».
de un «pecado venial» ex imperfectione actus y de una «acción li- Pero la teología no admite «nuevas revelaciones», ni siquiera cuan-
bre insignificante» que responda positivamente al pecado venial. do están en juego las decisiones supremas en la vida de la Iglesia,
134 K. Rahner Experiencia del espíritu y decisión existencial 135

y en nuestro caso no sirve de nada alegar que se trata «solamente» ni disfraza la experiencia trascendental, sino que permite que ella
de la esfera privada del hombre (la cual, a fin de cuentas, es tan y la experiencia comprobante subsistan sin menoscabo. Claro que
importante como la vida «pública» de la Iglesia); por tanto, no esto no es evidente sin más, pues se presupone que el objeto cate-
cabe pensar que la determinación del objeto correcto en un caso gorial es moralmente positivo y elegible por el hombre solo. Pero
dado tenga lugar merced a una intervención puntual de Dios. Eso resulta clara la experiencia de que, en el caso de un hombre deter-
equivaldría a una verdadera «revelación privada»; y ésta, por más minado, no se puede incorporar por las buenas un objeto concreto
que sea posible, no puede servir de presupuesto necesario a todas de elección, aunque sea moralmente positivo, a aquel movimiento
las decisiones a que aquí nos referimos. ¿De dónde, pues, proce- del conocimiento y de la libertad humana que va implicado en la
derá en una decisión existencial la elección entre varios objetos experiencia trascendental del espíritu.
igualmente —o casi igualmente— correctos, de los que Dios quiere El hombre que reflexiona, que se guía por normas y principios
e impone uno solo? Suponiendo que esta determinación de la deci- generales y mide con ellos el objeto de elección, no encuentra ob-
sión existencial sea posible en las referidas condiciones sin expli- jeción alguna contra la posibilidad de elegir un objeto categorial;
carlas de forma mitológica, sólo podrá tener lugar en una síntesis sin embargo, este objeto no le «gusta», refrena y oscurece el libre
de la experiencia trascendental del espíritu y del encuentro con el impulso del espíritu trascendental, a diferencia de lo que sucede
objeto categorial que se ofrece a la libertad en cada caso. con otro objeto en el que no se perciben tales obstáculos y oscuri-
Antes de preguntarnos cómo es posible concebir esa síntesis, dades. Puede muy bien suceder que hay varios objetos igualmente
en la que un objeto moralmente posible se presenta frente a otros susceptibles de esa síntesis y que ninguno de ellos oscurezca la
objetos también posibles como querido por Dios para nosotros, experiencia trascendental del espíritu. En tal caso, la compatibilidad
debemos tener en cuenta lo que sigue. La experiencia trascendental de todos estos objetos proviene de Dios y no simplemente de la
de Dios mediante la autocomunicación divina por la gracia no se legitimación racional intramundana: la voluntad de Dios se dirige
dirige a una cosa ni a una entidad simplemente necesaria, sino a entonces más bien a la libre elección entre tales objetos y no a un
una realidad personal y Ubre, a la que el hombre se entrega cuando objeto determinado; lo que se elige de hecho no tiene, si se com-
se abandona —con la libertad propia de la fe, la esperanza y el para con la elección de otro objeto posible, ninguna significación
amor— al Dios dado en una experiencia trascendental necesaria. privilegiada para la experiencia del espíritu y ante Dios.
Y cuando se realiza la libertad del hombre, ella misma se percibe Puede —y, sin duda, debe— suceder que la síntesis querida
(de manera temática o atemática) como una donación del Dios libre por Dios entre el determinado objeto categorial y la experiencia
y como continuación de su acción creadora para la plena realiza- trascendental del espíritu se perciba de un modo todavía más po-
ción de la criatura, la cual se debe constantemente a Dios no sólo sitivo. Se puede percibir, en efecto, que la libre experiencia tras-
por su ser sustancial, sino también por su libre realización. Desde cendental del espíritu no es realmente viable más que optando
esta perspectiva es perfectamente concebible esa síntesis de tras- libremente por un determinado objeto entre varios, de suerte que
cendentalidad y categorialidad. El elemento categorial libremente esto no sólo no entorpece ni menoscaba la experiencia del espíritu,
querido se puede percibir como algo establecido por la libertad de sino que le ofrece la única posibilidad de realizarse en tales circuns-
Dios en el orden de la creación. tancias. Según lo que hemos dicho antes, es perfectamente posible
Pero, según esto, ¿cómo podemos entender esa «síntesis» de que también un objeto intramundano opuesto al orden real (no
trascendentalidad y categorialidad en la que debe darse, con fun- de acuerdo con las normas de la ley moral) facilite de hecho la
damento en Dios, una elección entre diversos objetivos posibles? libre aceptación de la experiencia trascendental del espíritu. Pero
En primer lugar cabe decir al menos que una síntesis que signifique está claro que, cuando se percibe y se quiere positivamente esa opo-
tal elección no queda excluida cuando el objeto categorial no oculta sición intramundana, no es posible la experiencia de una síntesis
136 K. Rahner Experiencia del espíritu y decisión existencial 137

entre la experiencia trascendental del espíritu y el objeto categorial dental. El hecho de que no se suela dar lo segundo en la vida
de la elección. Aceptar lo contrario significaría que la voluntad de diaria dista mucho de probar que allí esté ausente la experiencia
Dios como creador no tiene absolutamente ninguna relación con trascendental del espíritu. A lo que añadimos una segunda pregun-
las estructuras del mundo creado y que sería indiferente frente a ta: si alguien afirmara que él nunca ha experimentado esa síntesis
ellas. Pero, por principio, en la experiencia trascendental se percibe entre la experiencia trascendental del espíritu y el objeto de una
también la voluntad de Dios con respecto a su mundo. Por tanto, decisión existencial, habría que preguntarle si es necesario, para
querer consciente y libremente algo que, en un momento dado, y que las tesis expuestas sean correctas, que tales síntesis se den a
desde una perspectiva intramundana, se opone al orden objetivo y menudo en la vida y sean percibidas con una clara posibilidad de
pretender así una síntesis entre un objeto categorial de esas carac- reflexión, o bien si cabe pensar que esas auténticas opciones y deci-
terísticas y una libre experiencia trascendental del espíritu equival- siones fundamentales sean relativamente raras en cuanto a su po-
dría a una negativa absoluta contra la experiencia del espíritu. Se- sible localización en el tiempo y en el espacio, pero determinantes
mejante síntesis es imposible. para el resto de la vida humana.
Todo lo dicho resulta todavía demasiado abstracto y genérico
para explicar cómo y por qué la experiencia del espíritu y la deci- K. RAHNER
sión trascendental frente a un objeto concreto están relacionadas y [Traducción: A. DE LA FUENTE]
mutuamente condicionadas. Sin duda que se podría exponer con
más claridad y detalle lo que hemos apuntado al respecto. Pero aquí
no nos es posible añadir nada más sobre la psicología de la expe-
riencia trascendental del espíritu en gracia ni sobre una lógica de la
decisión existencial, una lógica de la libertad como tal, que no se
puede reducir a la lógica de la razón teórica. Tampoco es posible
apelar a los testimonios de la tradición teológica, en la que se habla
con más o menos claridad de esa unidad entre la experiencia tras-
cendental del espíritu libre (de Dios y del hombre) y de la decisión
existencial.
En particular, no hemos podido ni querido aludir expresamente
a los Ejercicios de san Ignacio de Loyola, porque ello nos habría
obligado a entrar en la controvertida interpretación de unos textos
que, a nuestro juicio, se refieren a esa unidad de experiencia del
espíritu y decisión existencial. Y si alguien pensara que lo dicho
en este breve artículo son meras especulaciones y devaneos cere-
brales ajenos a la realidad concreta de la vida humana, debería
permitir que se le hicieran unas cuantas preguntas. En primer lu-
gar convendría preguntarle si ha ponderado bastante la diferencia,
que ciertamente existe, entre una experiencia trascendental ate-
mática, efectuada con un objeto concreto de la conciencia sin que
constituya un objeto categorial por sí mismo, y una representación
temática, objetivante y verbalizante de esa experiencia trascen-
LA BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO

(Me 3,20-30; Mt 9,32-34; 12, 22-32, Le 11,14-23; 12,8-10)

Reproducimos ante todo los textos en sinopsis, según la traducción!' de J. Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad, 1974

Me 3,20-30 Mt 9,32-34 Mt 12,22-32 Le 11,14-23

20. Jesús fue a casa y se juntó de


nuevo tanta gente que no lo dejaban
ni comer. •
21. Al enterarse sus parientes, fue-
ron a echarle mano, porque decían
que no estaba en sus cabales.
32. Apenas salieron los ciegos, le 22. Le acercaron entonces un ende- 14. Estaba Jesús echando un demo-
presentaron a un endemoniado mudo. moniado ciego y mudo, él lo curó y nio que dejaba mudo y, apenas salió
33. Echó al demonio y el mudo el mudo hablaba y veía. el demonio, el mudo habló. La mul-
habló. La multitud decía admirada: 23. Toda la multitud decía asom- titud se quedó admirada.
—Jamás se ha visto en Israel cosa brada:
igual. —¿No será éste el Hijo de David?
22. También los letrados que habían 34. En cambio, los fariseos decían: 24. Pero los fariseos, al oír esto, 15. Pero algunos de ellos dijeron:
bajado de Jerusalén decían que te- —Echa a los demonios con poder dijeron: —Echa los demonios con el poder de
nía dentro a Belcebú y que echaba del jefe de los demonios. —Si éste echa los demonios no es Belcebú, jefe de los demonios.
los demonios con poder del jefe de más que con el poder de Belcebú, 16. Otros>-cpn mala idea, le exigían
los demonios. el jefe de los demonios. una señal que viniera del cielo.
23. El los llamó y les puso estas 25. Jesús, sabiendo lo que pensaban, 17. El, calando sus intenciones, les
comparaciones: les dijo: dijo:
—¿Cómo es posible que Satanás eche —Todo reino en guerra civil queda —Todo reino en guerra civil queda
a Satanás? asolado, asolado
24. Si un reino se mete en guerra
civil, ese reino no puede mantenerse
en pie;
25. si una familia se divide, esa fa- y ninguna ciudad o familia dividida y se derrumba casa tras casa.
milia no podrá mantenerse en pie. podrá mantenerse en pie.
26. Pues si Satanás se levanta con- 26. Pues si Satanás echa a Satanás, 18. Si también Satanás está en gue-
tra sí mismo para hacerse la guerra, es que está en guerra consigo mismo; rra, ¿cómo va a mantenerse en pie
no podrá mantenerse en pie, está y entonces, ¿cómo podrá mantenerse su reino?...,
perdido. en pie su reinado?
27. Además, si yo echo los demo- ya que decís que echo los demonios
LA BLASFEMIA CONTRAl
EL ESPÍRITU SANTO (Cota.)
(Me 3,20-30; Mt 9,32-34; 12j
22-32; Le 11,14-23; 12,8-10)
Me 3,20-30 Mt 9,32-34
Mt 12¿2-32 Le 11,14-23

nios por arte de Belcebú, vuestros con el poder de Belcebú, vuestros


adeptos, ¿por arte de quién los adeptos, ¿con poder de quién los
echan? Por eso ellos mismos serán echan? Por eso, ellos mismos serán
vuestros jueces. vuestros jueces.
28. En cambio, si yo echo los de- 20. En cambio, si yo echo los de-
monios con el Espíritu de Dios, señal monios con el dedo de Dios, señal
de que el reinado de Dios os ha que el reinado de Dios os ha dado
27. Nadie puede meterse en casa de dado alcance. alcance.
un hombre fuerte y arramblar con su 29. ¿Cómo podrá uno meterse en 21. Mientras un hombre fuerte y
ajuar si primero no lo ata; entonces casa de un hombre fuerte y arramblar bien armado guarda su palacio, sus
podrá arramblar con la casa. con su ajuar, si primero no lo ata? bienes están seguros.
Entonces sí podrá arramblar con la 22. Pero cuando otro más fuerte
casa. lo asalta y lo vence, le quita las ar-
mas en que confiaba y después re-
parte el botín.
30. El que no está conmigo, está 23. El que no está conmigo, está
contra mí; y el que no recoge con- contra mí; y el que no recoge con-
migo, desparrama. migo, desparrama.

Le 12,8-10
28. Os aseguro que todo se les po- 31. Por eso os digo: A los hombres 8. Y os digo que, con todo el que
drá perdonar a los hombres, los pe- se les podrá perdonar cualquier pe- se pronuncie por mí ante los hom-
cados y cualquier blasfemia que di- cado o blasfemia, pero la blasfemia bres, también este Hombre se pro-
gan; contra el Espíritu no tendrá perdón. nunciará por él ante los ángeles de
29. pero el que blasfema contra el 32. Es decir, al que hable en con- Dios.
Espíritu Santo no tendrá perdón ja- tra del Hombre se le podrá perdonar; 9. Y si uno me niega ante los hom-
más, carga con un pecado perpetuo. pero el que hable en contra del Es- bres, será negado él ante los ángeles
píritu Santo no tendrá perdón ni en de Dios.
esta vida ni en la futura. 10. A todo el que hable en contra
del Hombre se le podrá perdonar,
pero el que blasfeme contra el Espí-
ritu Santo no tendrá perdón.
142 Y. Congar La blasfemia contra el Espíritu Santo /4 S

Los versículos que hablan de la blasfemia contra el Espíritu que nos interesa. En Marcos, a diferencia de Mateo y Lucas: 1.° La
Santo se consideran con razón difíciles de interpretar. Refiriéndose familia de Jesús cree que ha perdido el juicio. Ni Mateo ni Lucas
a ellos decía san Agustín: «In ómnibus Sanctis Scripturis nulla afirman esto... 2° Se perdonarán todas los pecados y blasfemia*
maior quaestio, nulla difficilior invenitur»'. No vamos a hacer excepto la blasfemia contra el Espíritu Santo. No hay referencia
la historia de la exégesis, aunque la hemos tenido en cuenta, sea a la blasfemia contra el Hijo de hombre. 3.° No puede haberla
porque la blasfemia contra el Espíritu se explica por el hecho de
siguiendo a J. Knabenbauer 2 , sea investigando personalmente.
que los escribas venidos de Jerusalén pretendían que Jesús tenía
Como es obvio, hemos aprovechado también los trabajos más re-
un espíritu impuro y expulsaba a los demonios en virtud del jefe
cientes 3.
de los demonios. Por tanto, esta blasfemia atañe a Jesús, no a los
Los textos hablan de blasfemia, es decir, de una palabra contra
discípulos ni a la Iglesia. Las palabras «Quien no está conmigo»
una realidad sagrada que encierra una prerrogativa divina. Varios
de Mt y Le se encuentran en Me en otro lugar y con otra forma,
autores hablan de pecado contra el Espíritu Santo o pasan de blas-
9,40. Sin embargo, en Me nuestra perícopa va inmediatamente des-
femia a pecado. Y es que esa blasfemia es un pecado respecto al pués de narrar la vocación de los Doce, a quienes Jesús concede
cual nuestros textos hablan de (no) perdón o de (no) remisión: el poder de arrojar a los demonios. De este modo, la atribución
«No tendrá perdón jamás: carga con un pecado perpetuo». Este de la blasfemia a Jesús mismo como supremo exorcista queda
pecado es el de haber blasfemado no contra el Hijo de hombre, abierta a una atribución a los discípulos y a la Iglesia.
sino contra el Espíritu Santo. Según la legislación judía que cons-
ta en el Levítico, la blasfemia contra Dios se castigaba con la Por motivos diferentes, Lagrange y W. Manson en sus comen-
muerte 4 . tarios, al igual que Bultmann, H. B. Swete y H. Leisegang, conside-
ran la versión de Marcos como la más primitiva y auténtica 5 . Pero,
Nuestra perícopa no tiene paralelo en Juan, exceptuando quizá
según Leisegang, no hay referencia al Espíritu en las palabras de
la alusión de 1 Jn 5,16-17, de la que volveremos a hablar en su
Jesús: él expulsaba a los demonios en nombre de Dios, no del
sitio. Los tres sinópticos presentan de manera diferente el pasaje
Espíritu; al blasfemar de Jesús, los escribas blasfemaban del nom-
1
bre de Dios... Esta idea de Leisegang no ha encontrado más que
Sermo 71,8 (PL 38,449). críticas 6 .
2
J. Knabenbauer, De peccato in Spiritum Sanctum quod non remittetur:
«Rev. Biblique» I (1892) 161-170. Extracto del comentario sobre san Mateo Generalmente se atribuye a Q lo que es común a Mt y Le y
del famoso Cursus Scripturae Sacrae. no se encuentra en Me: la ocasión del enfrentamiento, es decir, la
3
Como E. Mangenot, Blasphéme contre le Saint-Esprit: «Dice. Teol. curación de un endemoniado mudo, la declaración que hace Jesús
Cat.» II (1905) col. 910-916; H. Leisegang, Pneuma Hagion (Leipzig 1922); de arrojar a los demonios en virtud del Espíritu de Dios (Mt) o
A. Fridrichsen, Le peché contre le Saint-Esprit: «Rev. Hist. Philos. Relig.» 3
(1923) 367-372; A. Michel, en «Ami du Clergé» (1924) 813, (1936) 276-278, 5
(1955) 123-124; H. von Baer, Der Heilige Geist in den Lukasschriften (Stutt- La razón que aduce Bultmann es que va contra el título de «Hijo de
gart 1926); Pl. Roulin, Le peché contre le Saint-Esprit: «Bible et Vie Chré- hombre», que se encuentra en Mt y Le.
6
tienne» n.° 29 (sept.-oct. 1959) 38-45; L. LSvestam, The logion on blasphemy A. Fridrichsen, p. 372: 1) Si Jesús expulsa a los demonios por la misma
against the Holy Spirit (Me 3,28s; Mt 12,31s; Le 12,10: «Svensk Exeg. fuerza que los judíos, ¿cómo puede añadir «si yo arrojo a los demonios por
Ársb.» 33 (1968) 101-117, y Spiritus Blasphemia. Eine Studie zu Mk 3,28 par., el nombre de Dios, el Reino de Dios ya ha venido a vosotros»? 2) Esto no
Mt 12,31f.; Lk 12,10 (Lund 1968); H. B. Swete, The Holy Spirit in the explica el origen de la redacción Q; F. Büchsel, Der Heilige Geist im Neuen
New Testament. A Study of the Primitive Christian Teaching (Londres 1909), Testament (Gütersloh 1926) 179 n.° 6 (esto procede^del prejuicio de Leise-
en general tan valioso, es aquí decepcionante; en p. 118 asemeja el enunciado gang, según el cual uveí^a depende de la mística griega); H. von Baer,
de Mt y Le, en que se encuentra el secreto de las palabras de Jesús, al de Me. p. 142 (no existe ningún apoyo textual para reemplazar «espíritu» por «nom-
4
Lv 24,10-16; cf. 1 Re 21,13; Ex 20,7; 22,27, de donde procede Me 14, bre». Si Jesús hubiera exorcizado en el nombre de Dios, no se comprende
64 par.; cf. Jn 19,7. qué reproche hubieran podido hacerle los escribas).
144 Y. Congar La blasfemia contra el Espíritu Santo 145

de su dedo (Le), que significa la llegada del Reino de Dios; en discípulos». Lucas, que redactó un primer libro sobre el tiempo
fin, la afirmación de la diferencia entre hablar contra el Hijo de prepentecostal de Jesús y de sus discípulos y otro sobre su tiempo
hombre, que será perdonado, y blasfemar contra el Espíritu Santo, pospentecostal, introduce de nuevo en esta perícopa unas palabras
que no será perdonado. Marcos se contenta con decir: «El que que él mismo (8,17) y los otros sinópticos (Mt 10,26; Me 4,22)
blasfema contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás». No refieren también en otro lugar: «Nada hay oculto que no deba
establece diferencia entre blasfemia contra el Hijo de hombre y descubrirse, ni nada secreto que no deba saberse o hacerse público.
blasfemia contra el Espíritu Santo. En ve2 de «Hijo de hombre» Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día...». Esto orienta
dice «los hombres», y éstos para él no son el objeto, sino el sujeto nuestra búsqueda del sentido de la distinción hecha por Mt y Le
de las palabras malignas. W. Manson se pregunta cuál es la pala- entre palabra contra el Hijo de hombre y palabra contra el Espíritu
bra original que cada uno de los sinópticos ha reproducido más o Santo hacia la diferencia de situación entre el tiempo del ministerio
menos exactamente 7 . Podemos suponer, afirma, un original arameo terrestre de Jesús por un lado y el tiempo del Espíritu que se ha
que contenía estos tres elementos: pecados o palabras malignas, otorgado y actúa poderosamente en la palabra y en los signos del
hijo de hombre, perdonar. La tradición seguida por Marcos ha apostolado por otro.
establecido esta conexión: «Pecados o palabras malignas (proce- En Lucas no se trata, como en Marcos, de una blasfemia contra
dentes de todo) hijo de hombre serán perdonados». La tradición el espíritu (Espíritu) por el cual Jesús expulsaba a los demonios 8 ;
subyacente en Q: «Pecados o palabras malignas (contra el) Hijo no se trata del Hijo de hombre, sino del Espíritu. Durante el mi-
de hombre serán perdonados». Pero blasfemar contra el Espíritu, nisterio terrestre de Jesús, él sí tenía el Espíritu, pero sus discí-
dice Mateo la primera vez, contra el Espíritu Santo dice después, pulos y oyentes no. Podían, pues, ignorar, no entender. Cristo se
nunca será perdonado. Mateo como Marcos coloca esta palabra mostraba con su debilidad humana, tan poco glorioso, tan parecido
dentro de la enseñanza dada a la multitud durante el ministerio en a los demás hombres... Como advierte san Jerónimo: «Aquel a
Galilea. Lucas la sitúa en otro contexto y otro lugar, es decir, quien mi carne escandaliza y me considera únicamente como un
dentro de la perspectiva de una situación en la que los discípulos hombre por ser el hijo del carpintero, un hombre glotón, bebedor
se verían obligados a confesar a Jesús públicamente y sin temor de vino: ese juicio y esa blasfemia, aunque son falsos, tienen, sin
(Le 12,10). embargo, una disculpa (veniam), debido a la bajeza del cuerpo» 9 .
Parece que Marcos ha conservado la versión histórica de las Es cierto que existieron unas «señales», pero a los judíos que le
palabras de Jesús. Mateo ha completado con esas palabras otra pedían una que procediese claramente del cielo (Me 8,11; Mt 16,
pronunciada dentro de un contexto diferente: el de una exhortación 1; Jn 16,30), respondió Jesús con una negativa: no se daría otro
dirigida a los discípulos para el momento, previsto por Jesús, en
que serán colocados in statu confessionis. Los tres sinópticos cono- 8
El pecado cometido con la blasfemia (consistente en atribuir a Belcebú
cen esta exhortación. La reparten por diferentes momentos, que lo que procedía del Espíritu en el exorcismo de Jesús) podía ser sin remisión
la sinopsis de Benoit-Boismard reagrupa en su n.° 204, tomando a si procedía del endurecimiento culpable del corazón, si se resistía a la evi-
dencia; ahora bien, era evidente que no se podía arrojar a los demonios por
Le 12,1-12 como punto de apoyo lógico del discurso. Es muy
el príncipe de los demonios...
probable que Jesús volviera sobre el tema muchas veces, pero 9
In Mt: PL 26,81. Se alude a Mt 13,55 (Le 3,23; Jn 6,42); Mt 11,19;
sobre todo, como lo presenta Marcos, durante la última subida a 9,11; Le 15,1-2; 19,7. Knabenbauer cita como continuadores del mismo sen-
Jerusalén. Cf. Mt 10,17-33; Me 8,38 y 13,9-13; Le 9,26; 21,12-18; tido al Crisóstomo, Cirilo de Alejandría, Beda, Pascasio Radberto, Bruno de
12,1-12, que Lucas introduce precisando: «Comenzó a decir a sus Segni, Alberto Magno, Dionisio el Cartujo, Cayetano, Jansenio, Cornelio a
Lapide, Calmet y diversos autores del siglo xix. Añadamos: O. Procksch, en
7
«Theol. Wb. z. NT» I, 105; la Biblia de Jerusalén sobre Mt 12,32; la tra-
W. Manson, The Gospel of Luke (Londres '1955) 152. ducción ecuménica sobre Le 12,10.
10
146 Y. Congar La blasfemia contra el Espíritu Santo 147

signo más que el de Jonás, es decir, una predicación de llamada a prometido: «Cuando venga el abogado que os voy a enviar de parte
la conversión10. De modo que el tiempo del ministerio de Jesús, de mi Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él será
el tiempo del Hijo de hombre no glorificado aún —Le 12,8.10 testigo en mi causa; también vosotros sois testigos, pues habéis
implica una distinción entre esos dos estados— podía haber sido estado conmigo desde el principio» (Jn 15,26-27, que responde
un tiempo de ignorancia disculpable. Lucas insiste especialmente a Le 24,48-49; Hch 1,8).
en esto. A las últimas palabras de Jesús, que sólo él cita: «Padre, De hecho, la predicación apostólica estuvo acompañada, tanto en
perdónalos porque no saben lo que hacen» (23,24), responden las los enviados como en los creyentes, de una manifestación del poder
que pone en labios de Esteban (Hch 7,60). Y también las que del Espíritu: cf. 1 Tes 1,5-6, el primer texto cristiano; 1 Cor 2,4-5;
atribuye a Pedro después de curar a un lisiado en el templo: «Sé 1 Pe 1,12; Pablo, que no conoció a Cristo según la carne: «Si cono-
que lo hicisteis por ignorancia, y vuestros jefes lo mismo» (Hch 3, cimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así» (2 Cor 5,16).
17; cf. 13,27, agnoesantes). Si hubieran conocido la sabiduría de En adelante, el plan salvífico de Dios se revela y realiza claramente,
Dios, dice por su parte san Pablo, «no hubieran crucificado al y surgió de la resurrección y de Pentecostés. Oponerse a él es blasfe-
Señor de la gloria» (1 Cor 2,8), y refiriéndose a sí mismo: «En mar del Espíritu 13 . Es tomar de nuevo la postura de rechazo y
mí, antes un blasfemo, perseguidor e insolente. A pesar de eso, oposición a las obras de Dios que tantas veces adoptó el pueblo ju-'
como lo hacía con la ignorancia del que no cree, Dios tuvo miseri- dio. Isaías en su destierro se lo reprochaba: «Yahvé fue su salvador1
cordia de mí» (1 Tim 1,13, agnoon) n. en todas sus angustias... Pero ellos se rebelaron y contristaron a su
En adelante ya no encontramos a Jesús en su condición mortal. Espíritu Santo» (63-8-10). También Esteban, «lleno de Espíritu
La controversia que se abrió a causa de su misión permanece abier- Santo», les repite: «¡Hombres duros de cerviz, incircuncisos de co-
ta, pero en condiciones distintas. «Este Jesús que vosotros habéis razón y de oídos! Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo. Como
crucificado, Dios lo ha constituido Señor y Cristo», resucitándolo fueron vuestros padres, así sois vosotros» (Hch 7,51). Existe una
y glorificándolo (Hch 2,24.36; 3,15; 4,10; 5,30-32; 10,39-40; 13, posibilidad de conversión; los Apóstoles no cesan de mostrarla y
30). Y Pedro proclama. «Nosotros somos testigos de estas cosas ofrecerla. Pero una oposición obstinada y fundamental a la obra de
y también el Espíritu Santo» (5,32; cf. Rom 1,4). De hecho, a lo Dios coloca arque se aferra a aquélla fuera del don escatológico del
largo de los Hechos y en las epístolas de Pablo vemos que el perdón de los pecados. El punto de vista del Nuevo Testamento,
Espíritu .coopera con los Apóstoles, guía y confirma su actuación, de Lucas en particular, no es el de una teología de la gracia y de
concelebra, por así decir, con los testigos del Señor n. Jesús había la penitencia, ni el de una ampliación del poder de las llaves, puntos
de vista excesivamente predominantes en las explicaciones de los
10 Padres y teólogos. Es el de las condiciones concretas en que se
Mt 12,41; 16,4; Le 11,29-32 (Mt 12,40 orienta el signo de Jonás hacia
el de la resurrección). Acerca de este sentido del texto, cf. E. Klostermann, encontraban, sea los discípulos, sea los oyentes de la predicación
Das Mattháus-Evangelium 21927 in loe; W. G. Kümmel, Verheissung und apostólica, en la situación nacida en Pentecostés, que respondía
Erfüüung (21953) 61ss; A. Vbgtle, Der Spruch vom Jonaszeichen, Hom. a
A. Wirkenhauser (1953) 210-211; O. Glombitza, Das Zeichen des Joña (zum Christ: «Rev. Scienc. Philos. Théol.» 36 (1952) 613-625, y 37 (1953) 24-48,
Verstandnis von Mt 12,3842): «New Testament Studies» 8 (1961-62) 359- que reproduce Esquisses du mystére de l'Église (París 21953) 129-179.
13
366; J. Howton, The Sign of Jonah: «Scottish Journ. of Theol.» 15 (1962) Según E. LSvestam, la blasphemia Spiritus es idéntica a la «oposición
288-304. a Dios en sus actuaciones escatológicas» (op. cit., p. 62). Cf. H. W. Beyer,
11
El Antiguo Testamento conocía la diferencia entre faltas cometidas por art. jttaotpijfiía: «Theol. Wb. z. NT» I, 620-623, p. 623, 17-25: «En Mt 12,
inadvertencia y faltas deliberadas, que merecían la muerte: Lv 4,2ss; 5,15; 32 debe verse el rechazo de una manera consciente e impía del poder y de la
Nm 15,22-31. Cf. también H. von Baer, op. cit., 141, que remite al libro gracia de Dios, que se ofrecen a salvar y curar al hombre. Sólo el que se
de los Jubileos. opone al perdón es excluido del perdón». Cita 1 Tim 1,20: «Pablo entrega
12
Cf. Le Saint-Esprit et le Corps apostolique, réalisateurs de l'oeuvre du al poder de Satanás para enseñar a no blasfemar más».
148 Y. Congar La blasfemia contra el Espíritu Santo 149

a lo que los Profetas habían anunciado para la era mesiánica, a en su kenosis semejante a los hombres es el que, glorificado desde
saber: una efusión del Espíritu de santidad I4 . ahora, es el objeto de la fe y de la confesión de los discípulos:)
Se ve muy bien cuando se buscan fuera de los sinópticos algu- numerosos textos lo afirman o lo suponen15. Traicionar esta fe /
nas huellas de nuestro tema. Ya Jesús anunciaba en los sinópticos cuando ya se han recibido los dones del Espíritu sitúa en el camino
un tiempo en que los discípulos se verían obligados a confesarle: de la perdición. Así lo afirman los conocidos pasajes de la Epís- i
la sinopsis Benoit-Boismard, n.° 204, tomando a Le 12 como hilo tola a los Hebreos y de la primera de Juan: «Es imposible, en
conductor, reagrupa los textos de la manera siguiente: efecto, que unos hombres que han sido una vez iluminados, que han
gustado el don celestial, que han sido partícipes del Espíritu Santo,
Mt 10,26 Me 4,22 = Lc 8,17 = Le 12,2 han saboreado la santa palabra de Dios y las maravillas del mundo
Mt 10,27-29 = Le 12,3-6 venidero y que, a pesar de ello han caído, es imposible que en-
Mt 10,30-32 = Le 21,18 = Le 12,7-8 cuentren por segunda vez la renovación de la conversión, puesto
Mt 10,33 Me 8,38 = Le 9,26 = Le 12,9
Mt 12,32 Me 3,29 = Le 12,10 que en lo que está de su parte crucifican de nuevo al Hijo de Dios
Mt 10,19-20 Me 13,11 = Le 21,14-15 = Le 12,11-12 y lo exponen a las injurias» (Heb 6,4-6). «Pues si pecamos deli-
beradamente después de haber recibido el conocimiento pleno de
Se considera a los discípulos in statu confessionis. Su confesión la verdad, ya no queda ningún sacrificio que ofrecer por los pe-
concierne a su fe en Jesús, que renegará delante de su Padre de los cados, sino una terrible espera del juicio y del fuego abrasador que
que le hayan negado delante de los hombres. Es la inversa de la devorará a los rebeldes [ . . . ] . ¡Cuánto más riguroso castigo mere-
confesión de Pedro en Mt 16,16-19. Que los discípulos no se pre- cerá el que pisotee al Hijo de Dios, el que profane la sangre de la
ocupen ni teman: el Espíritu les enseñará lo que deban decir. alianza por la cual fue santificado, el que ultraje al Espíritu de la
Lucas no vio ninguna falta de lógica al escribir unas tras otras gracia! [ . . . ] . Acordaos de vuestos comienzos: apenas fuisteis ilu-
estas palabras: «Con todo el que se pronuncie por mí ante los minados, cuando sufristeis un grande y doloroso combate...»
hombres, también este Hombre se pronunciará por él ante los (Heb 10,26-32).
ángeles de Dios. Y si uno me niega ante los hombres, será negado Sin duda, es el pecado de apostasía o, con más probabilidad y f
él ante los ángeles de Dios. A todo el que hable contra el Hombre precisión, el negarse a confesar a Jesucristo venido en la carne 16
se le podrá perdonar, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo lo que Juan llama «el pecado que conduce a la muerte» (1 Jn 5,
no tendrá perdón» (Le 12,8-9). 16-17). Antes de ser eventualmente el pecado de los discípulos a
Lo que se perdonará es la palabra dicha contra el Hijo de quienes su culpa excluye de la oración de la Iglesia, fue el pecado
\ hombre sin el Espíritu Santo, antes del don del Espíritu. Pero negar del mundo por el cual Cristo no oró (Jn 17,9). Pero el Espíritu
i al Hijo de hombre cuando se tiene la ayuda del Espíritu para reco- Santo fue enviado par dar testimonio con los discípulfs (15,26-27)
| nocerlo y confesarlo, eso merecerá ser negado por el Hijo de hom- y dar testimonio ante la conciencia de los discípulos de la justicia
1 bre en el cielo. Cf. 2 Tim 2,12; Ap 3,5: «Si alguno no ama al de la causa de Cristo, del pecado del mundo que rechazó su luz,
Señor, sea anatema» (1 Cor 16,22); en cambio, «ningún hombre de la derrota del demonio n . Es el Paráclito, el abogado, el defen-
que habla inspirado por el Espíritu de Dios dice 'maldito sea Jesús',
15
y nadie puede confesar que Jesús es el Señor sino por el Espíritu Cf., por ejemplo, Flp 2,10-11; 1 Cor 12,3; 1 Jn 4,3; Hch 2,36; 3,6.
16
Santo» (1 Cor 12,3; cf. 1 Jn 4,2-3; Ef 1,17). Es notable que Pablo Cf. 1 Jn 4,2-3: versión que cuenta con el apoyo de Policarpo, Ad
Philipp, 7,1.
y Juan hablen de «Jesús» (venido en la carne). El que se manifestó 17
Jn 16,7-15. Sigo la interpretación de F. Berrouard y de los autores que
14
Cf. Is 11,2; 42,1; 61,ls (Le 4,18-19); Joel 3,1-5 (Hch 2,17-21). Cf. H. von cita: Le Paradet défenseur du Christ devant la conscience du croyant: «Rev.
Baer, op. cit., 142, que remite también a Henoc 49. Sciences Philos. Théol.» 33 (1949) 361-389.
150 Y. Congar ha blasfemia contra el Espíritu Santo l5/

sor, el que llama y consuela. El Apocalipsis muestra suficientemente Añadamos que entre los Padres, y ya en 2 Pe 2,2, la herejía,
que los discípulos eran perseguidos «por el testimonio de Jesús». por equivaler a traicionar la verdad del Dios-Salvador, es calificada
Pero no nos aporta ningún texto decisivo para esclarecer nuestro con frecuencia de blasfemia 21.
Y. CONGAR
tema.
[Traducción: T. MUÑOZ SCHIAFFINO]
Ni la Epístola a los Hebreos ni Juan hablan de «blasfemia».
El Apocalipsis lo hace al referirse a la Bestia (13,1.5.6) y a la
prostituta de Babilonia (17,3). Para hablar de blasfemia no es
preciso pronunciar explícitamente unas palabras, como afirman al-
gunos comentarios: existen comportamientos blasfemos o que pue-
d e n suscitar la blasfemia 18. H. W. Beyer (est. cit., n.° 13) prueba
que hay blasfemia cuando alguien se levanta contra Dios, que obra
por la salvación de su pueblo (cf. Re 19,4.6.22); cuando se atribuye
a alguien que no es Dios sus intervenciones de gracia o su papel
salvador: es la acusación que los judíos formularon contra Jesús 19.
Desde el punto de vista cristiano, en cambio, existía blasfemia cuan-
do se rehusaba atribuir a Jesús el poder mesiánico y su título de
Señor que le correspondía como enviado del Padre: durante el
ministerio terrestre de Jesús, cuando se atribuía a Belcebú su poder
de expulsar a los demonios, siendo así que lo hacía en virtud del
Espíritu que se le había otorgado; después de Pentecostés, cuando
rehusaban reconocer la acción del Espíritu en el apostolado y en
la vida de la Iglesia. Esto podían hacerlo los judíos (Hch 13,45) o
los paganos. También los discípulos en medio de la persecución
y colocados in statu confessionis, como Pablo un día los obligó a
estar (Hch 26,11) y como lo previeron los Evangelios, las epístolas
\ e incluso el Apocalipsis. Para eso se dio el Espíritu a los discípulos,
e 'Traicionar el testimonio de Jesús es traicionar la acción salvadora
de Dios, es blasfemar del Espíritu 20 .

1!
Cf. H. "W. Beyer, art. cit., p. 623, 11-16, remitiendo a 1 Tim 6,1;
Sant 2,7; Rom 2,24 y Tit 2,5.
" Me 2,7 par.; Jn 10,33-36; Me 14,64 y Mt 26,65.
20
A. Fridrichsen (cf. n. 3) propuso una interpretación de Mt y de Le
(fuente Q) distinguiendo palabra contra el Hijo de hombre y blasfemia del
Espíritu, como fórmula de una máxima misionera de la Iglesia primitiva,
diferenciando dos categorías de lapsi: los que simplemente reniegan de Jesús
y aquellos que confiesan que, entregándose a la acción del pneuma, estaban
en contacto con el diablo. '-, 623-624, ofrece algunas referencias representativas.
El Espíritu como poder de salvación 153

Si en la fe no intervinieran más que el mero discurrir y el puro


querer, no se entiende por qué habría de ser sanada. Pero lo cierto
es que la fe se mueve en el seno de la oscuridad humana, jque se
impregna de ella y que de ahí obtiene sus fuerzas, aunque el .resul-
tado es también quedar expuesta a los fallos humanos, por lo que
EL ESPÍRITU COMO PODER DE SALVACIÓN necesita ser autentificrda por él Espíritu. Por otra parte, los térmi-
Y DE SALUD ESPIRITUAL nos de la plegaria son tan básicos y universales que vienen a en-
globar toda la existencia. Expresan la condición y la realidad del
hombre en todos los ámbitos en que éste compromete su existencia
La idea cristiana de que el Espíritu es un poder de salud espi- personal. El creyente que pronuncia esta plegaria habla desde el
ritual nos invita a reflexionar en términos concretos sobre las re- núcleo íntimo de su ser, consciente de que, a pesar de la fragmen-
laciones entre la realidad humana y Dios, de forma que esta idea tación de las diversas zonas de su ser, por encima de sus querencias
resulte inteligible. Se trata de conocer cómo el Espíritu, que ha dispares, tiende a realizarse una unidad concreta. En lo profundo
sido dado para la divinización del hombre, se inserta eficazmente de su corazón se siente abierto a una inspiración y a un poder esen-
en la vida del espíritu, lo transforma y lleva a plenitud, pero sin ciales que se le muestran capaces de regenerarlo, unificarlo, ilumi-
anular su actividad propia. narlo y comunicarle un impulso que podría llevarle más allá de sus
Para articular esta convergencia íntima de Dios y de la exis- posibilidades actuales. Ciertamente, la experiencia pastoral y clínica
tencia concreta hemos de recurrir a los datos antropológicos que demuestra que esta plegaria también puede convertirse en una
nos permitirán su formulación. Una conceptualización teológica trampa, pues no hay una creencia en torno a la cual no puedan
que se detuviera en los límites de la antropología nunca llegaría aglutinarse las más secretas ilusiones del deseo; en efecto, las ex-
»a incidir en la realidad concreta del creyente, sino que permanece- presiones simbólicas de una plegaria como ésta pueden sugerir la
r í a en el dualismo del espíritu humano inerte y del poder divino promesa ilusoria de suprimir las deficiencias humanas en una ple-
exterior a la existencia viva. Pero la revelación del Espíritu viene nitud cuasi divina. Pero en el cristianismo se han dado figuras y)
precisamente a suprimir ese dualismo, que reaparece, sin embargo, acontecimientos que certifican por encima de todo los efectos sig-1
una y otra vez cuando aquella revelación se desvanece de la con-
nificativos de ese acontecimiento que la fe cristiana ha entendido ••
ciencia cristiana. Así lo atestigua la más remota tradición cristiana:
como la efusión del Espíritu.
Sel Señor «ha introducido a Dios en el hombre mediante el Espí-
ritu» '. Por de pronto no dejará de intrigarnos la forma en que Cristo
se ha presentado, al menos si procuramos no oscurecer su figura
y su actividad al interpretarlas, de un modo casi docetista, como
I. EL ESPÍRITU COMO PODER SALVIFICO
manifestaciones milagrosas de una divinidad en la tierra. Lleno del s
Espíritu de Dios, anuncia la palabra con la autoridad personal de<
La conciencia cristiana ha reconocido siempre al Espíritu una
quien habla directamente en nombre del Padre, y con la misma/
eficacia regeneradora. En su admirable plegaria dirigida al Espíritu
Santo, la Iglesia le pide que ilumine el corazón y sane lo que autoridad ordena al demonio que salga del poseso que se presenta]
yace herido, que enderece lo que se torció, que haga fecundo lo con ocasión de su primera intervención profética en la sinagoga'
que se volvió estéril... ¿Se trata únicamente de la vida de la fe? (Me 1,21-28); con la misma palabra poderosa, Jesús limpia al le-
proso y sana al paralítico (Me 1,40-45; 2,1-12). Merece la pena
1
San Ireneo, Adv. Haer., V, 6.6. que reflexionemos sobre un dato muy importante para nuestro pro-
pósito, y es que, con toda verosimilitud, Jesús comparte la creencia
154 A. Vergote El Espíritu como poder de salvación / 55

antigua, especialmente viva entrg los judíos, en que ciertas enfer- una fe llena de confianza que le permite, a imitación de Jesús,
medades son causadas por los poderes del mal. La creencia pos- invocar a Dios con el nombre de Padre.
veterotestamentaria afirma, en efecto, que donde la fe viva en Dios Para san Pabl^, por consiguiente, el Espíritu es un poder sal- >,
^se debilita o desaparece, irrumpen las potencias demoníacas y toman vífico~qülTresTiura en el hombre la unidad y la libertad perdidas. I
/posesión de los hombres. La idea de la posesión diabólica ha sur- El hombre no recupera su integridacTTeplegándose sobre sí mismo,
gido probablemente al observar la quiebra del yo en esos enfermos sino mediante la interiorización del Espíritu, que lo pone en armo-
cjue, dominados por un poder desconocido, pronuncian palabras nía con el ser auténtico del Dios manifestado. Bajo el imperio de la .
extrañas a su propia personalidad. Por el contrario, el hombre que ley, el hombre busca en vano cómo coincidir con su propia volun-/
^permanece unido a Dios se siente unido también en sí mismo. tad. El Espíritu lo libera de la clausura en que lo tenía encerrados,
(Porque el hombre no se pertenece: o se orienta hacia Dios o se su propio deseo de responder perfectamente a la voluntad legislante'
i pierde y cae en manos de las potencias demoníacas. Ante estos de Dios. Al acoger el mensaje de Cristo, el hombre deja que su
) enfermos, Jesús se presenta como el hombre carismático que, lleno intimidad personal se abra al Otro que habla en él, sale de sí al
del poder del Espíritu, reconcilia al hombre con Dios y vence así encuentro de la relación que se le ofrece. También, según san
a las fuerzas caóticas y destructoras 2. Pablo, esta liberación regenera toda la existencia, con los frutos
Al margen de la idea que pueda tener cada cual sobre la rea- que el Apóstol señala en otros textos, por ejemplo, cuando describe
lidad personal de las potencias del mal, cuya existencia e influjo los resultados de la intervención del Espíritu, que son paz, gozo,
aceptaba Jesús, es innegable en todo caso que la actividad salvífica benignidad,-— - -.
del Señor se inscribió en una concepción del hombre y del mundo Los(movimientos_ carismáticós" que se propagan como un incen-
que relaciona estrechamente la salud psíquica y aun la corporal con

I
dio a través de las iglesias contemporáneas pretenden recuperar la
la pertenencia al Reino de Dios. La fe auténtica en Dios, restau- fuerza vrva~y eficaz del Espíritu. No los tendremos por sospechosos
rada por el mensaje mesiánico, actúa como un poder salutífero en a prlóri de ilusión mística ni aceptaremos sin más su testimonio,
todo el hombre. sino que trataremos de analizar sus experiencias y sus principios
En Rom 7-8 nos presenta san Pablo al hombre como expuesto de interpretación. Lo que más nos sorprende en los grupos caris-
a las potencias que lo poseen. El pecado significa el poder anónimo máticós que actúan dentro de las iglesias es la seriedad con que
del mal que domina el universo antes de Cristo. El pecado penetra toman todo aquello que las Escrituras nos dicen sobre la eficacia
en el corazón del hombre a través de la carne, el elemento permea- pluriforme del Espíritu, aun a riesgo de caer en el fundamentalis-
ble, débil y falible, e incide en su voluntad, hasta el punto de mo. Para"estos grupos, el poder del Espíritu en orden a comunicar
hacerle sentirse desgarrado en una contrariedad conflictiva, pues el significado del discurso y manifestar los signos de la revelación
desea amoldarse a la ley divina que estima buena, pero al mismo no es un principio abstracto; asumen el cristianismo tal como apa-f
tiempo actúa en contra de ese asentimiento y no es capaz de hacer rece en sus mismos comienzos y reavivan la figura del Cristo glori- /
lo que quisiera. Orientado al cumplimiento de la Ley, pero incapaz ficado hasta darle una presencia tan salvífica y actual como la que
de lograr esa meta, ya que se siente arrastrado por la potencia tenía para sus contemporáneos. En virtud de este mismo realismo
extraña del mal, el judío viene a ser el prototipo de una conciencia de fe, están convencidos de que el Espíritu de Dios que llenaba a
religiosa enferma. El Esgíritu es el poder divino que sustituye al Jesús prosigue hoy su acción liberadora frente a los poderes del
.poder anónimo del mal y al mismo tiempo libera al hombre de su mal, cuya opresión inhibe la salud psíquica igual que el impulso
¿polarización con respecto a la Ley, impulsándolo con la fuerza de de la fe, y nos plantean la misma cuestión, antropológica y teo-
2
Nos inspiramos aquí en W. Grundmann, Das Evangelium nacb Marcus lógica, que el Jesús de los evangelios: ¿Hasta dónde llega la eficacia
(Berlín 1959) 42-45. espiritual y psíquica del Espíritu?
El Espíritu como poder de salvación 157
II. ADECUACIÓN DEL ESPÍRITU Y DEL SER HUMANO
ponen en juego los vínculos que mantienen con las potendasjcuasi)
Si Dios actúa libremente como potencia inmanente al mundo, divinas en que creen.
no es concebible que desprecie o quebrante las leyes de lo humano, La cultura ha ido diferenciando progresivamente los diversos
las del cuerpo, del psiquismo, del lenguaje o de la comunidad social. ámbitos de la existencia: el cuerpo, el psiquismo, el espíritu, la
Por el contrario, si el Espíritu es una fuerza de salvación, hay que sociedad, la comunidad religiosa. Ha reconocido las leyes peculiares
afirmar por principio que se inserta en las potencialidades del hom- que rigen cada uno de estos dominios y, en consecuencia, ha distin-
bre y que las libera desde dentro, a partir de ellas mismas y con- guido diversos conceptos de salud. Los problemas relativos a la
forme a las posibilidades que le son inherentes. ¿Acaso no ha salud física, mental, social o religiosa habrán de ser abordados
tomado Dios carne humana para hacerse ver y oír en la historia sin perder de vista el ámbito peculiar en que se sitúan; el juicio crí-
del hombre? Con esto queremos decir que la antropología ha de tico se formulará por referencia a las normas específicas que rigen
<• estar en condiciones de explicar los testimonios sobre la acción del la actividad de cada uno de esos niveles. En consecuencia, se ha de
Espíritu y de sentar unos criterios de valoración. Pero, por otra afirmar que, en principio, la autenticidad_de lafe„no_depende de
parte, estos mismos testimonios imponen a la antropología la tarea la salud físicjijumental y que las enfermedades corporales o las
de enfocar el ser humano como susceptible de la acción salvífica perturbaciones psíquicas no son consecuencia de una situación de
del Espíritu. pecada. No es necesario estar sano físicamente para ser santo. Por-j
"En la actualidad, el término «salvación» evoca ante todo un que el Espíritu sopla donde quiere, y no hay diagnóstico psiquiá-j
cumplimiento de la esperanza humana en virtud de una intervención trico capaz de medir el grado de libertad que incluso los individuos<
divina escatológica. Pero la misma etimología del término nos dice profundamente perturbados son capaces de ejercer en el nivel deji
que la salvación deseada afecta en primer término a la existencia la fe religiosa.
humana actual. En efecto, la salvación es la condición del hombre Una idea más exacta de Dios, junto con siglos de exploración
que ha sido salvus, restaurado en la integridad de sus potencias. científica, nos permite hacer estas distinciones, mientras que la
Las lenguas germánicas conservan aún el parentesco entre «salva- mente primitiva asociaba estrechamente la rectitud ético-religiosa
ción» y restauración de la integridad física y espiritual; en ellas, y la salud física y mental Uña confusión semejante equivaldría hoy
el término religioso que designa la salvación (Heil) pertenece aún a una regresión religiosa^ hacia~ü5L|3ffividencialismo de sabor gnós-
a la misma familia semántica que designa el acto de sanar (to heal, tico y supondría al mismo tiempo una total ignorancia de las teo-
heilen, helen). La explicación es que las religiones siempre han rías científicas-mas^segurasT-Sin effiblifgo, en nuestros días vuelve,
tenido conciencia de que cualquier herida supone un detrimento a plantearse ía cuestión de la unidad del hombre. El psicoanálisisjr _
del hombre, de la sociedad y aun del cosmos, cuya integridad per- la medicina pskosomática nos obligan a superar la frajírientación ai
dida o nunca poseída les restituyen los ritos religiosos. Como afir- que había llegado la diversificación_de: las_disciplinas científicas,/
ma E. Durkheim, «la religión nunca es solamente un sistema de favorecida también por un dualismo^ filosófico. Los estudios socio-
jieas, sino ante todo un sistema de fuerzas» 3. Los ritos religiosos lógicos y antropológicos han venido a demostrar la interdependen- /
; se entienden en todas partes como acciones simbólicas capaces, de cia que hay entre el bienestar individual y los ambientes humanos |
v producir un cambio de situación. La antropología moderna nos que son la familia, el trabajo, la sociedad; más aún: todo el ámbito
j hace comprender cuál es el poder terapéutico individual y_ social de la cultura. Los mismos movimientos de protesta, incluso cier-*
de esos ritos; en efecto, mediante ello, los pueblos que los practican tas tendencias «antipsiquiátricas», tienden a establecer entre la 1
salud psíquica y la cultura un vínculo caracterizado por cierta di- \
3
L'Avenir de la Religión, en La Science Sociale et VAction (París 1970) mensión mística que tanto las iglesias como la civilización exclusiva-
306-307. mente funcional habrían reprimido y eliminado. A este tipo de
158 A. Vergote El Espíritu como poder de salvación 159

i corrientes pertenecen los movimientos llamados carismáticos que influencia circular entre los órdenes parciales y la unidad humana
| pretenden regenerar a los hombres y a las iglesias fomentando sis- que integran es lá~lü5ertadl También la idea de libertad, por otra
\ temáticamente el ejercicio de los dones del Espíritu. parte, está subsumida en la de salvación, que siempre implica una<"
La salvación religiosa, la integridad espiritual, la salud psíquica, liberación de aquello que disminuye al hombre y una liberación <
el bienestar físico... implican unos datos tan complejos y funda- para aquello que lo engrandece. Cristo, lleno del Espíritu, libera
mentales que nuestras ideas sobre sus mutuas vinculaciones nunca al hombre del mal —físico, psíquico y religioso—, de forma que
llegarán a tener una seguridad absoluta. Sin embargo, poseemos su íntima aspiración sea correspondida con el don del Reino de
ciertos puntos de referencia esenciales que nos permitirán evitar Dios. Según san Pablo, el Espíritu libera de la ley, del poder del
confusiones fantásticas y dualismos. Hoy sabemos que todos los pecado y de la muerte física y moral, de forma que el hombre pue-
factores que componen la entidad humana se mantienen en una da entrar en relaciones con Dios con la seguridad gozosa de que
cierta" interacción, pero tampoco ignoramos que esos factores con- es Padre. La libertad en y por el Espíritu, en consecuencia, se ,
servan su autonomía relativa. Para emitir un juicio equilibrado orienta en un doble sentido, uno negativo, que consiste en alejarse)
hembs~de respetar esas dos afirmaciones complementarias. Sin em- de las potencias opresoras, y otro positivo, que implica la instau-'
bargo, resulta imposible determinar el peso exacto que tienen los ración de un vínculo nuevo con Dios.
diversos factores en la situación concreta de la persona o de la
sociedad.
El hecho de reconocer que el Espíritu constituye un poder de III. LA FE EN EL ESPÍRITU COMO
/salvación y de salud espiritual nos orienta hacia la afirmación de la FACTOR DE SALUD ESPIRITUAL
/ unidad psíquica, espiritual, cultural y religiosa del hombre. Con ello
\ habremos restituido al término «salvación» su plenitud existencial. En este título tomamos el término «espiritual» en su sentido
•Ello implica que la presencia eficaz del Espíritu regenera al hombre amplio y básico. Una de sus manifestaciones es lo espiritual reli-
i en todas sus dimensiones, de forma que la salvación cristiana ven- gioso, y ahora es nuestra intención examinar bajo qué condiciones
ídría a ser efectivamente una mutación escatológica, pero activa y desfigura el espíritu o lo libera. Por «espíritu» entendemos aquí la
¡con plena eficacia en la existencia humana y en la cultura. EJ Es- capacidad humana para penetrar en el universo simbólico de los
|píritu actúa libremente, pero siempre desde la intimidad de lo hu- signos; de abrirse, a través de éste, a las posibilidades que le ofrece
mano y, por consiguiente, de acuerdo con el orden humano, cuyos un futuro que está por hacer, y al encuentro con el prójimo en
principios nos han dado a conocerlos estudios antropológicos. El la verdad. La salud espiritual, por tanto, depende a la vez del
Espíritu actúa en conjunción con el espíritu_ humano, nunca en con- entorno cultural y de la capacidad subjetiva para asumirlo activa-
tra o aTmargen del mismo. Incluso ocurre que la unidad relativa mente.
del hombre actúe también en sentido inverso. Si bien es cierto ' X a salud espiritual implica una fe natural. No se trata aún de
,que el Espíritu puede actuar saludablemente sobre la totalidad de la fe religiosa o teologal, sino de la seguridad de que la existencia
o humano, su eficacia se halla condicionada y limitada por las rea- está abocada a una superación siempre posible, por encima de los
Í idades humanas. La tradición cristiana siempre ha tenido en cuen-
ta estos dos datos, a pesar de que su armonización conceptual re-
fallos, los obstáculos y las alienaciones. En virtud de esta fe capaz
de escuchar la voz discreta de los signos, de captar sus significados
sulte enigmática. En efecto, el Espíritu sopla donde quiere, pero a desarrollar y sus verdades a realizar, el hombre se salva del des-
las circunstancias personales y culturales apoyan o frenan su acti- aliento y supera el nihilismo abrumador, incluso si no es aún reli-
' vidad. gioso. Participa así en la lenta ascensión de la humanidad, y en
Lo que realmente está en juego a través de esta relación de unión con los demás, por encima de la brutalidad y de la impo-
I(>() A. Vergote El Espíritu como poder de salvación 161

tcncia humanas, potencia el impulso del espíritu que se realiza pro- valoración es la conciencia viva, de moverse ¿n y por el japíritu.
gresivamente. Sosegando la voluntad crispada que quisiera poseerlo ' Por ncTteñer encuenta al Espíritu surgen las desviaciones reli-
todo, renunciando al deseo ilusorio de una plenitud del ser, la fe giosas que podemos señalar analizando la estructura de la relación ¡
satura de sentido y de gozo la existencia mediante la adhesión con Dios. Cuando la fe en el Espíritu no es otra cosa que un culto
activa al espíritu que se manifiesta y despliega en las creaciones localizado, la Iglesia se inclina hacia un régimen religioso empa- V
humanas. _ rentado con lo que san Pablo llamaba el dominio de la ley. Se
La fe cristiana, pof su parte, al asumir la fe natural, se encuen- hace autoritaria, dogmática y ritualista. Las estructuras de la auto- {
tra en condiciones de sostenerla, salvarla del agotamiento y estimu- ridad se anquilosan e imponen a toda la vida cristiana sus normas
lar incesantemente sus nuevos impulsos. Ello se explica por el uniformes. Se aspira a fijar el mensaje cristiano en conceptos in-
hecho de que la fe cristiana polariza la existencia en torno a un mutables, identificando el contenido con su expresión contingente, ;
Dios que es presencia manifiesta y futura, responde también al como si se tratase de una colección de sustancias perfectamente
deseo de mutua aceptación y comunicación sin límites y establece identificadas. Se liga la participación en la vida divina a una prác-
como foco de atención un futuro en que será acogido todo lo pre- tica sacramental cuyos signos quedan estrictamente codificados.
sente. La fe supone también una seguridad de que no se frustrará Semejante congelación de la vida cristiana responde a una lógica. "
ningún esfuerzo ni se perderá en la noche ningún camino. La fe en Por no tener en cuenta al Espíritu, la fe se remite a un Dios que
DÍos~Tonfirma la fe natural mediante la certidumbre de la espe- viene a ser pura trascendencia sobrenatural al margen de la historia
ranza, pues todo destello de verdad prepara la iluminación divina humana. Dios no cuenta entonces para el hombre sino como una
y toda generosidad pide la manifestación de la gloria de Dios. La instancia que le impone una verdad cerrada y una ley radicalmente ,
fe cristiana, por tanto, fomenta la salud espiritual al percibir la exterior. Al amparo de una pretensión de cumplir un servicio de
contingencia relativa de los acontecimientos mundanos; exorciza amor, la autoridad eclesiástica actúa realmente como un lugar-
la pasión que se imagina todopoderosa y quisiera realizar en la teniente de ese Dios.
tierra una utópica Jerusalén celeste. Positivamente, la fe cristiana Las consecuencias de5 semejante desviación son incalculables,
confiere a la praxis contingente una dignidad y un valor supremos, tanto piralaTe como para la cultura. Pues la fe cristiana, que nunca
como maduración del futuro Reino de Dios. es una fe natural, constituye de por sí un desafío a la inteligencia
Pero la fe cristiana no puede desarrollar esta función salvadora y a los deseos del hombre. Sin embargo, las desviaciones de las
sino a condición de ser fe en y por el Espíritu^ fe que cree que iglesias, a que acabamos de aludir, dan pábulo y virulencia a unas
Dios no está únicamente por encima del hombre y en un futuro oposiciones que la fe debería ayudar a superar. En lugar de eviden-
poshistórico, sino fe que, en virtud del Espíritu, cree también en ciar su carácter imaginario y fantástico, las iglesias legalistas co-
la presencia inmanente de Dios que actúa en la historia y en los laboran a darles consistencia en la realidad histórica y social. En
hombres. El cristiano sabe que le ha sido dado el Espíritu. Pero este caso, el cristianismo no representa ya en la cultura occidental
si no vivejconscientemente de esta presencia interior del Espíritu, el fermento de libertad mística que debería romper la costra de un
su fe quedará truncada, ya que su fe, en tal caso, experimentará positivismo reductor y profanador. Por encima de todas sus ambi-
desviaciones nocivas para él mismo y peligrosas para la salud es- güedades, las experiencias de misticismo salvaje y los brotes de
piritual de la comunidad. La fe cristiana, por consiguiente, se com- orientalismo han venido a dar a Occidente ese plus de espiritualidad
porta como un factor ambivalente con respecto a la fe natural que que no ha sido capaz de ofrecer un cristianismo excesivamente ol-
exige la salud espiritual, ya que puede dilatarla o bien oponerse a vidado del Espíritu.
ella. Ello dependerá de la adecuación de la fe concreta a su natu- El cristianismo occidental, por supuesto, nunca ha renegado
raleza auténtica. Creemos que, en este caso, el criterio esencial de del Espíritu. Pero tampoco ha captado suficientemente que la fe
11
162 A. Vergote

se autentifica por la dialéctica entre los tres componentes del Cre- IV. SALUD ESPIRITUAL Y SALUD PSÍQUICA
do: la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. La dog-
mática ha hecho enormes esfuerzos intelectuales para formular La salud espiritual de una comunidad humana no basta para
conceptualmente la Trinidad divina. En algunas épocas esta pre- garantizar la salud psíquica de todos sus miembros. Por otra parte,
ocupación por la exactitud de las ideas ha servido para apartar la la fe religiosa, de por sí, no es una terapéutica de las perturba-
atención de lo que era aún más importante: el equilibrio de la ciones «mentales», de las que pueden ser responsables ciertos fac-
vida cristiana y de la comunidad eclesial de acuerdo con la triple tores orgánicos aún muy enigmáticos; y por otra, ciertas repre-
Preferencia al Dios trascendente, histórico e inmanente al destino sentaciones inconscientes, por haber sido rechazadas cuando nacía
'humano. El hecho de que numerosos cristianos, a imitación de la vida psíquica, ejercen su influjo determinante sobre el compor-
J. J. Rousseau, juzguen el dogma de la Trinidad contrario a la tamiento, las ideas y las relaciones afectivas de los hombres. Estas
razón e inútil para la vida moral y la salvación indica una grave oscuras potencias interiores pueden escapar en gran parte al es-
distorsión de la conciencia cristiana. Esto viene a ser el corolario fuerzo deliberado y al pensamiento consciente. La misma expe-
de un desequilibrio en la institución y en la vida eclesial, indicio riencia psicoanalítica nos enseña que el inconsciente levanta a veces
de un ajuste imperfecto de la Iglesia a la historia humana. Precisa- obstáculos infranqueables delante de la fe en algunos individuos que,
(inente por su calidad de religión bíblica, en que se reconoce la por otra parte, desearíañ""creér7 Ue trata de verdaderos enfermos
santidad de Dios, su alteridad radicalmente distinta, el cristianismo en los que el Espíritu no puede en modo alguno reemplazar mila-
está más amenazado que las otras religiones por una trascendencia grosamente aTordén psiqülco. Pero tampoco puede decirse que
aplastante y fomentadora del autoritarismo, a menos que respete esos"pslqüiimos excluyan la acción del Espíritu. En la manera
¡todas las consecuencias de la revelación de la paternidad divina y de soportar sus sufrimientos y_de aceptar sus incapacidades, estos
¡viva plenamente la infinitud divina comunicada por el Espíritu. individuos pueden lograr una cierta salud espiritual en la que
Porque el Espíritu es el elemento divino en lo humano, la delega- el creyente reconoce la acción del Espíritu en un psiquismo de-
ción terrestre de Dios, el testimonio de su actividad que opera en ficiente.
la humanización del hombre e inserta el Reino de Dios en este pro- Por otra parte, es necesario que la salud espiritual del ambiente
ceso. Por el Espíritu, Dios se sitúa en lo más íntimo del hombre, asegure las condiciones necesarias para la salud psíquica de los
incluso en su fase precristiana. Por ser el elemento divino que individuos y, más aún, que la promueva en el hombre psíquica-
presta voz divina a todas las cosas, el Espíritu es a la vez el ele- mente hendóT Creemosí que la antropología contemporánea está en
mento de gozo y de amor. Un cristianismo consciente de la inma- condiciones de explicar —y nosotros de comprender hasta cierto
? nencia divina a través del Espíritu es a la vez el elemento de gozo punto— cómo el Espíritu puede actuaran calidad de potencia li-
jy de amor. Un cristianismo consciente de la inmanencia divina a beradora y sanadora en el orden propiamente psíquico. Para ello
'través del Espíritu que le ha sido otorgado halla en él la justifi- no es necesario recurrir a una eficacia sobrenatural extraordinaria.
cación de una actitud ilimitadamente positiva de renovación y de Y aun sin excluir en principio la acción transformante cuasi mila-
esperanza. La fe en el Espíritu sustituye a la institución y a la letra grosa del Espíritu, no nos parece correcto invocarla para explicar
dogmática con su relatividad, y a impulsos de la libertad espiritual un fenómeno humano. En el caso de que alguna vez se dé esa
moviliza sus potencialidades quiescentes o anquilosadas. La fe en intervención extraordinaria, será a modo de añadidura, como algo
el Espíritu libera de la crispación autoritaria y de la angustia ante inesperado y que nunca se podrá detectar en definitiva. Nos limi-_
el mal y se amolda al ritmo del Espíritu en sus impulsos genera- taremos, por consiguiente, a explicar la eficacia humana del Espí-,
dores. ritu, y para ello examinaremos los caminos normales de su acción.
. Una fe viva en el Espíritu es capaz de liberar al hombre, incluso
164 A. Mergote El Espíritu como poder de salvación 165

en lajdensidad de su elemento afectivo, y puede vigorizar su vita- rabie: la tendencia a un goce sin medida ni orden y, por otra parte,
lidad original a través delina adecuación entre su humanidad total la tentación obstinada de amordazar los impulsos primarios. Dejan-
y eTTÍelñcTde DíosT En electo, si el hombre~vive conscientemente do que su imaginación y su afectividad se manifiesten y expresen,
la verdad revelada de que el Espíritu se inserta en el espíritu hu- pero polarizándolas al mismo tiempo en torno al Dios que le
mano para darle a conocer al Padre, el hombre estará entonces en llama, el hombre sabe que en su fe hay mucho más de lo que él I
condiciones de asumir libremente toda la vida que el espíritu des- mismo concibe y descubre. Aprende a prestar oído al Espíritu que
arrolla en él. Esta vida, por otra parte, desborda los límites de las le inspira a través de los surcos que abren en él las intuiciones
decisiones voluntarias y de los razonamientos premeditados. El creadoras y los deseos titubeantes.
espíritu hunde sus raíces en la trama de los afectos y en los im- Creemos que los dones del Espíritu a que se remiten los movi-
pulsos carnales. Al esforzarse por dominar y espiritualizar ansiosa- mientos carismáticos ilustran las profundidades a que se conjugan
mente el humus significante de su corporeidad emocional y de su el Espíritu y el espíritu humano. Nos parece que lo esencial en
i imaginación espontánea, el cristiano puede tener la impresión de esos movimientos es el hecho de que crean el ambiente y el clima
j que purifica su religión. Pero un mínimo de conocimientos psico- de confianza_en_que^surge la^píegaria espontánea y gozosa. Aun
lógicos es capaz de detectar en esa misma espiritualización otro en el caso de que la atención de la fe sea apoyada mediante ciertas
l tipo de impureza, tanto más grave cuanto que pasa más inadver- fórmulas casi ritualmente murmuradas o cantadas como melodías
Itída, y tanto más nociva cuanto que agota las energías del espí- reiterativas, esas fórmulas vienen a ser como la respiración de una
|ritu; es la impureza narcisísta de una pureza que se complace secre- intención afectiva multiforme y flotante. Sin dirigirlas intenciona-
tamente en su propia imagen. Se trata también del hombre viejo al damente, esas plegarias recogen los significados y los deseos dis-
que es preciso morir para vivir con Dios. Sólo la fe en el Espíritu persos y alumbran la serie indefinida de las emociones que brotan
que actúa en la totalidad del espíritu humano podría liberarnos del en el abandono del recogimiento. Estas potencias latentes del hom-
enclaustramiento puritano. Esta fe admite que Dios actúe y hable bre se liberan de este modo, sin por ello dejar de permanecer con-
en la intimidad del hombre y también en la espontaneidad del.psi- juntadas por el hecho de que, más allá de sí mismas, se orientan a
quismo. En el saber que nosotros creemos poseer ya la esponta- expresar y hacer realidad la obra del Espíritu.
neidad psíquica provoca unas fisuras por las que pueden irrumpir Es normal que se interpreten como dones del Espíritu las di-
nuevas significaciones, y las ideas que ya poseíamos nos afectan más
versas manifestaciones que nacen en el seno de estos movimientos,
profundamente con tal de que permitamos que incidan en nuestra
así como las actividades concretas que a partir de ellos se inician.
historia emocional. La plegaria litúrgica afirma que el Espíritu es
En efecto, el Espíritu es el dinamismo interior que ordena hacia
el que nos hace s^oi&&x( sqpere) las cosas de Dios. Y saborear
el Reino todo lo humano, llenando de ese nuevo sentido manifesta-
no es otra cosa que adherirnos con toda nuestra capacidad de frui-
do por Jesús toda la vida. Sin embargo, ha de tenerse en cuenta
ción. Por otra pafte7~ésta capacidad de fruición no reside en el
que el discurso teológico acerca de los carismas no carece de ries-
espíritu desencarnado, sino en la totalidad del hombre, ser que se
gos. En efecto, tiende a considerar exclusivamente sobrenatural
mueve a golpes de impulsos y deseos tanto como de razonamientos
y decisiones. Una espiritualidad organizada en torno al Espíritu, por todo aquello que germina en la naturaleza y que el Espíritu asume,
consiguiente, acoge favorablemente las capacidades afectivas del ser orienta y llena de sentido cristiano. Ahora bien, el sobrenaturalis-
humano y las santifica al ordenarlas a Dios, pues el Espíritu nos mo dualista corre siempre el peligro de desembocar en la convul-
enseña que Dios se manifiesta en la creación y en Jesús para po- sión caótica o en el espiritualismo represivo. Una espiritualidad
tenciar erdeserxy ei-gozo.~De estamanera son conjuradas las poten- carismática que no permite ser regulada por una antropología se
cias que amenazan con bloquear al hombre en un conflicto insupe- deslizará hacia un naturalismo que sofoca el espíritu en el pathos
privado o hacia un sobrenaturalismo que vuelve a dejar nuevamente
!(>(> A. Vergote

la fe vacía de su sustancia humana. En el primer caso, el Espíritu


queda absorbido en lo que le es inferior; en el segundo, se aniqui-
lan las potencialidades del espíritu al pretender sustituirlas por el
Espíritu.
Si quisiéramos resumir nuestras reflexiones en una sola frase,
diríamos que el poder salvífico del Espíritu consiste en aclimatar EL ESPÍRITU Y EL HALLAZGO DE LA
a Dios en el espíritu humano y en divinizar a éste mediante la in- VERDAD A TRAVÉS DEL DIALOGO
manencia divina. Mediante su inhabitación en toda la amplitud del
espíritu humano, tal como la antropología moderna nos lo ha dado
a conocer, Dios se hace salvación para todo lo humano. El Espíritu Como ponen de manifiesto las fuentes bíblicas y tradicionales
actúa sobre la totalidad de lo humano precisamente porque actúa de nuestra fe, el Espíritu es la actividad de Dios, dentro de la!
a través de lo humano y porque otorga al hombre la posibilidad de comunidad cristiana y de cada creyente, que nos permite conocer!
asumirse libremente en la fe. la verdad del evangelio y encarnarlo en una vida nueva. A Dios le
conocemos a través de Dios en cuanto Espíritu; y nos amamos
A. VERGOTE unos a otros mediante el amor que Dios ha infundido en nuestros
[Traducción: J. VALIENTE MALLA] corazones (Agustín). El Espíritu es el principio interior de la unidad
divina con propio entendimiento autónomo y lo que nos convertirá
en conocedores y realizadores de la verdad; según la feliz expresión
de Tillich, el Espíritu es la profundidad teonómica de nuestro es-
píritu en todas sus funciones creadoras.
Mi propósito es estudiar esta «doctrina» del Espíritu, común
a las tradiciones clásicas de católicos y protestantes, en relación
con la nueva situación histórica en que nos encontramos. Porque las
implicaciones de esa situación nueva, que todos admitimos, tienen
a su vez otras implicaciones para nuestra concepción del Espíritu
y de las formas en que obra dentro de la comunidad cristiana. Pre-
tenderé demostrar que estos dos tipos de implicaciones entrañan
una nueva concepción del Espíritu en cuanto que se manifiesta
en y a través del diálogo: por una parte, del diálogo de la Iglesia
con la cultura, y por otra, del diálogo dentro de la Iglesia. No es
preciso afirmar la conveniencia de estudiar este tema del Espíritu
en cuanto que se manifiesta en el diálogo en un ensayo escrito en
honor del padre Edward Schillebeeckx, OP; él más que ningún
otro cristiano contemporáneo, ha encarnado con valentía y justifi-
cado con creatividad en su pensamiento y en su vida estas nuevas
implicaciones dialógicas relativas a la obra del Espíritu en la Iglesia.
El Espíritu y el hallazgo de la verdad 169
I. EL ESPÍRITU Y EL DIALOGO CON LA CULTURA
social y política, pone claramente de manifiesto esta compenetración
de los temas tradicionales de la ética cristiana y de la esperanza
La nueva situación histórica en la que se encuentran la comu-
cristiana con la teoría social contemporánea, con una nueva filosofía
nidad cristiana y, por tanto, también sus teólogos tiene desde luego
del ser humano y de la obligación humana de carácter social, con
muchas facetas. Para nuestro propósito es capital la nueva reali-
una nueva interpretación de la historia, del paso temporal y de
zación de la historicidad del ser humano en su totalidad y, por
consiguiente, la historicidad del pensamiento y de la acción del hom- su relación con las estructuras sociales y el cambio social. Podría-
bre y también de las comunidades que forma. Aljhablar de historici- mos añadir, como rasgo final de nuestras afirmaciones, que nuestra
dad en^ste_sentido, me refiero a la localización de todo pensamiento conciencia teológica de nuestra historicidad es en sí misma un
y acción dentro de una época cultural; concebimos todas nuestras ejemplo del efecto de la cultura en la teología, porque tal conciencia
,,idea"s~ügun~Ias formas culturales de nuestro tiempo, es decir, nació en la comunidad cristiana a través de los desarrollos cultu-
j según la autointerpretación del hombre y de su mundo, que com- rales del Modernismo, y también que la identidad corriente de la
j partimos con la comunidad de nuestro tiempo y lugar. Como admite reflexión teológica y de la praxis es «un don de la cultura» que
'cualquier teólogo contemporáneo, una consecuencia de esto es que procede directamente del pensamiento marxista, al igual que del
cualquier comprensión contemporánea del evangelio —nuestra com- pragmático e instrumentalista.
prensión actual de su verdad— está inevitablemente dentro de las La primera consecuencia inmediata de esta conciencia actual de
formas particulares de nuestra experiencia y de nuestra reflexión la compenetración de las formas culturales con los símbolos cris-
sobre esa experiencia y, por tanto, en relación con la ciencia, la tianos, tanto en la reflexión teológica como en la praxis, es que
psicología, la sociología, la literatura, las artes y la filosofía, que para nosotros la comprensión teológica o ética —la doctrina y la
son expresión de la autointerpretación de nuestro ser en el mundo ley cristianas— no son ya absolutas o autónomas a se e inmuta-
característico de nuestra vida cultural presente. La teología católica bles por encima de los cambios y de las formas relativas de la
contemporánea, en su valiente intento de luchar a brazo partido historia cultural. Al igual que la cultura, la teología y la ética cris-
con la filosofía poskantiana y de reconsiderar muchos símbolos teo- tianas cambian, y deben hacerlo si han de ser significativas, perti-
lógicos tradicionales en términos modernos, ilustra esta conciencia nentes y fundamentales para la gente que vive dentro de esa cul-
de la compenetración inevitable de la reflexión teológica sobre tura. La relatividad de la reflexión teológica y ética a su lugar
nuestra tradición con las formas reflexivas de la autointerpretación cultural es la primera implicación de la conciencia de nuestra his-
característica de nuestro tiempo. Según eso, cualquier praxis del toricidad; esto nos enfrenta con el arduo problema —sentido por
evangelio, o cualquier interpretación teológica de tal praxis, se todos los teólogos y moralistas modernos— de la relación de nues-
expresa igualmente dentro de la autocomprensión de nuestra vida tras verdades teológicas relativas y de nuestros principios y leyes
cultural, es decir, según su comprensión social y política, y, por éticos relativos con la verdad divina y con las normas divinas a las
tanto, en relación con la teoría social crítica, la comprensión econó- que ambos se refieren. No es preciso decir que este punto consti-
mica y política, así como, según nuestra interpretación moderna de tuye el núcleo del debate en torno a la autoridad e infalibilidad de
lo que implica la obligación auténtica y, por consiguiente, nuestros la Iglesia: ¿hay un locus en la Iglesia, dondequiera que se encuen-
conceptos de libertad, de responsabilidad y su relación con la comu- tre, que esté por encima de la relatividad cultural, del cambio y
nidad auténtica. El hombre realiza^Leyangelio en su situación s o - / de la crítica? Por tanto, nuestro problema se dirige al núcleo de
cial e histórica, evangelio que_así_£s^ praxis interpretada reflexiva- las cuestiones eclesiásticas contemporáneas y de las que se refieren
mente" pollos hombres^ según su forma de entender _el ser humano y al status de la doctrina, del dogma y del derecho canónico.
su entorno social. La ética católica actual, que recalca la liberación El espectro de la relatividad última de nuestras perspectivas
teológicas y éticas, en cuanto que reflejan más nuestros prejuicios
170 L. Gilkey
El Espíritu y el hallazgo de la verdad 171
temporales que la voluntad y verdad divinas, persigue a toda teo-
logía y ética contemporáneas. Si la Iglesia habla de teología y nuestra autointerpretación cultural; del diálogo surge para nos-
derecho con una voz cultural, ¿cómo se oirá la palabra de Dios otros el mensaje divino, lo recibimos y se comunica a través de
entre los hombres? Si todas las concepciones son inevitablemente nosotros.
históricas, ¿puede haber relación alguna con la verdad divina y Esto siempre ha sido así, como manifiestan claramente los ele-
eterna? Es claro que la agudeza e incomodidad de estos problemas mentos helénicos de los períodos patrístico y medieval. Pero sólo
son motivo de la resistencia continua de las fuerzas conservadoras en los tiempos modernos se ha visto con claridad que esto era
presentes en todas las Iglesias, fuerzas que pretenden hacer frente una parte ineludible de nuestra finitud y, por consiguiente, un
al espectro del relativismo afirmando que poseen una verdad abso- aspecto de la intención divina sobre nosotros como criaturas finitas
luta y una guía inequívoca del obrar. El hecho innegable e innega- en el tiempo. Si hay una respuesta al problema de la relatividad
do de la historicidad suscita así un problema de relatividad dentro que implica necesariamente este carácter dialógico de la teología
de la vida de la Iglesia y exige una reinterpretación del Espíritu y de la predicación, debe encontrarse dentro de una reinterpretación
en cuanto se relaciona con la historicidad del pensamiento humano. de la obra del Espíritu Santo, por el que se conoce la verdad divi-
La segunda implicación de la historicidad de todo pensamiento na en el continuo deslizarse del tiempo histórico. Podemos estar
y, por tanto, de todo pensamiento religioso es que la teología seguros de que el Espíritu es consciente de la finitud y, por tanto,
de la historicidad de la mente —aun de la mente más fiel—, que
sólo puede descubrir su propia verdad en diálogo explícito con su
nos ha dado Dios como creador nuestro. Así, podemos estar segu-
entorno cultural. Si somos históricos, sólo podemos apropiarnos de
ros de que el Espíritu pronuncia su palabra en y a través del diálogo
una verdad teológica expresada en términos que reflejen nuestra
entre la Iglesia y la cultura, del que surge la reflexión teológica.
historicidad, es decir, en las formas conceptuales de nuestro tiempo,
En ningún otro fundamento podemos basar nuestra confianza en
que expresan nuestra autointerpretación y la interpretación de
las tradiciones, que conservamos como tesoros, porque nos trans-
nuestro mundo, pero que por el mismo motivo son críticas y trans-
miten la verdad divina, una vez que todos hemos visto la relativi-
formadoras de dicha interpretación del yo y del mundo. Cualquier
dad del evangelio en cuanto fue interpretado en esas tradiciones
versión distinta de la verdad del evangelio carecerá de significado atendiendo a la circunstancia cultural en que surgieron esas inter-
para nosotros; será acrítica y así no nos transformará. De todos pretaciones. La promesa de que el Espíritu siempre estará con la
modos, es general el convencimiento de que una afirmación «acul- comunidad y de que la guiará a la verdad incluye, por tanto, la
tural» y, por lo mismo, absoluta del evangelio es en realidad una promesa'"ele" que iluminará continuamente con la verdad la vida de
afirmación cultural de ese evangelio procedente de otro tiempo, que ese grupcren su historicidad y, por consiguiente, en su relatividad
pasa ante nuestros ojos modernos como afirmación eterna, inmu- cultural. Este es un significado de la frase crucial, fundamento de
table y, por tanto, definitiva. La actual teología escato lógica cató- toda la certeza de la fe y de la teología cristiana: «Creo en el Es-
lica, expresada en términos de reconstrucción y liberación sociales píritu Santo», en cuanto me ilumina en mi situación presente y en
y en una ontología de permanente movimiento histórico hacia un cuanto nos ilumina en nuestra situación cultural común. Esta es la
nuevo futuro sociohistórico, ilustra esta reconsideración de la esca- . única respuesta al problema del relativismo histórico; pero, como
tología bíblica según las modernas concepciones del tiempo, de W todas las respuestas de Dios, es una respuesta plenamente sufi-
historia y del cambio social. Así resulta otro ejemplo de la relación ciente.
dialógica con los conceptos culturales para expresar hoy un símbolo
| bíblico y tradicional. Si somos históricos en nuestro pensamiento La Iglesia católica siempre fue consciente de la relación intrín-
y en nuestra vida, la verdad del evangelio sólo puede ser apropiada seca de la reflexión teológica con la sabiduría cultural aquí esboza-
y transformada en nuestro propio ser por medio del diálogo con da, y a la luz de esta seguridad adoptó la filosofía estoica, platónica
y aristotélica y las teorías estoicas de la ley natural como instru-
172 L. Gilkey
El Espíritu y el hallazgo de la verdad 173
mentos de expresión de su evangelio y de su ley. Sin embargo,
este diálogo con la cultura —hecho que reviste bastante interés— Por lo que, si una vez tuvo que reconocer correctamente la Igle-
se legitimó, si así podemos expresarlo, mediante el símbolo del sia la presencia universal del Logos en la existencia para legitimar
Logos divino, conocido en parte por toda verdadera filosofía y su propia autocomprensión y construcción teológica en diálogo con
encarnado en Cristo. Así, al representar al mismo Logos, la refle- la filosofía, por los mismos motivos, al reconocer la historicidad
xión filosófica y la teología pudieron unirse en la expresión de la tanto del pensamiento cultural como teológico, debemos afirmar la
única verdad divina. Creo también que la participación en el Logos, obra universal del Espíritu en la cultura humana. El Espíritu obra^
Ja estructura racional y el significado de la realidad que esto lleva en el mundo en donde se conoce la verdad y se forma comunidad \
consigo es esencial a todo conocimiento y configuración de nuestro y, por tanto, en cualquier lugar en que el hombre logra una auto-j
mundo, y que de esta forma el uso de este símbolo es necesario interpretación coherente de sí mismo, de su comunidad y de su'i
para comprender la legitimidad del diálogo entre la fe y la teología mundo. Sólo pensando así podemos dar un motivo teológico a
con la cultura. Sin embargo, nuestra nueva conciencia de la histo- nuestro asentimiento al uso en teología de las ciencias naturales, |
ricidad de nuestra vida y pensamiento culturales otorga nueva im- sociales y psicológicas, de la filosofía y las artes en sus ámbitos
portancia al Espíritu nuevamente por ser el enlace mediador y apropiados. Toda la Trinidad, como razón divina de nuestro ser
el principio de legitimidad de nuestro diálogo con la cultura. Por- finito, del logos finito y del espíritu creador finito, obra donde-
que ahora comprendemos que nuestro pensamiento —y la vida quiera que haya existencia, comprensión y significado, dondequiera
cultural producida por el espíritu creador— no es simplemente que haya un orden social creador. El Espíritu divino, reflejado
reproducción de una estructura objetiva atemporal; antes bien, sa- oscura y parcialmente en la vida cultural, da testimonio del Espíri-
bemos que a través también de la actividad creadora del espíritu tu, principio de verdad y de comunidad dentro de la Iglesia, y lo
humano en su encuentro con la realidad, la creatividad de su vida interpreta para su tiempo. Así, nuestro diálogo con la cultura se
produce un «mundo» cultural. Así, sabemos en ese sentido que la legitima a través de la obra doble del Espíritu. Y, sobre todo, el
filosofía, la teoría social, la antropología y las ciencias no son tanto relativismo de ambos lados del diálogo, que nuestra fínítud no
reflejos de una estructura objetiva eterna cuanto producciones «his- puede evitar, se rescata así para la fe por la participación del mismo
tóricas» del espíritu creador —en diálogo, por así decirlo, con la Espíritu en la vida cultural y en la vida de la Iglesia. Donde haya
realidad— a través de su lenguaje, sus estructuras «preontológicas» verdad en la vida cultural, allí actúa el Espíritu; y donde se cree
y sus normas y su reflexión sobre las mismas, a medida que éstas que esa verdad ilumina el sentido del evangelio para nuestra exis-
se desarrollan en el tiempo. Los mundos culturales que descubre la tencia, allí actualiza el Espíritu, a través de nuestra libertad, nuestro
fílosofía y con los que dialoga la teología son productos del espíritu presente, que permanece por el Espíritu dentro de la vida de la
humano en sus encuentros históricos continuos, aunque variados, comunidad de fe. De la misma manera que en la Iglesia primitiva
con la realidad. De este modo, si el diálogo entre la vida espiritual el criterio para el uso universal del logos fue el Logos encarnado,
que se conserva en la cultura y aquella otra que interpreta el evan- así para la Iglesia actual el criterio del Espíritu que obra en el
gelio y se conserva en la tradición y en la doctrina han de legiti- mundo es y debe ser el Espíritu revelado en y a través de los
marse y asegurarse —asegurarse contra la amenaza del relativismo símbolos originantes de la vida de la Iglesia; el Espíritu dentro
y de la duda debilitadora—, ha de ser según el Espíritu en cuanto de la vida de la Iglesia es el criterio del Espíritu que obra en el
profundidad divina de todas las funciones espirituales creadoras y, mundo.
por tanto, en cuanto recurso divino interno de verdad, así como, No es preciso afirmar que los mismos principios se aplican con
según el Logos, a medida que avanza la estructura objetiva de la urgencia creciente a nuestro diálogo con otras religiones, cuyo poder
realidad. y verdad, frente a las muchas cosas muertas de nuestra vida reli-
giosa y eclesial, son cada vez más evidentes para nosotros. Podemos
174 L, Gilkey El Espíritu y el hallazgo de la verdad 175

iniciar un diálogo constructivo con ellas reconociendo la validez y es en realidad, un índice de libros considerados en un momento
el poder que en ellas reside, con apertura y, sin embargo, con dado como antitéticos para la fe, no «salva» en modo alguno a la
confianza, porque sabemos que el mismo Espíritu que nosotros Iglesia; de hecho, amenaza excluir de nuestro diálogo creador mu-
conocemos obra en ellas según sus propios caminos, aunque con cho de lo que el Espíritu extraña y ocultamente está haciendo para '
frecuencia nos resulten extraños. De lo contrario nos enfrentare- remodelar y, por tanto, para redimir a la Iglesia.
mos con ellas con orgullo o con temor, actitudes que no son ni 2) Si toda autointerpretación teológica surge, y sólo puede
sabias ni cristianas, sino claramente inapropiadas en nuestra situa- surgir así, de un diálogo serio con su tiempo y circunstancia cultu-
ción presente. ral, entonces no existen ipso jacto afirmaciones definitivas —uni-
De esta relación dialógica de la teología con su mundo cultural versales, absolutas e inmutables— sobre la fe y la moral posibles
y de la presencia del Espíritu en ambos se siguen otras dos impli- para la Iglesia. Cada comunidad cristiana, y cada período de su
caciones: vida, refleja inevitablemente —por ser todo nuestro pensamiento
1) Ni siquiera en principio puede haber ya un concepto como histórico y relativo— una perspectiva de toda la verdad. Por tanto,
el índice, una lista de obras culturales excluidas de la conciencia una afirmación definitiva de la fe tiene dentro de sí misma no sólo
cristiana. Si de hecho surge la interpretación teológica del diálogo la «criptoherejía» a la que se refería KarI Rahner, sino que al adop-
creador con la cultura, será fatal para la teología como expresión tar como parte de sí misma la relatividad de su cultura comparte
que refleja la fe —y, por tanto, será fatal para la fe vívente— también la relatividad de toda concepción humana. Por tanto, la
cerrar los oídos cristianos a la voz cultural. Y si el Espíritu obra, certeza de fe de que nuestro compromiso y comprensión se refieren
aunque sea ocultamente, en la cultura, entonces los extraños mo- a algo que trasciende la relatividad de todo lo que pensamos, que-
dos con los que el Espíritu juzga, testifica y remodela la verdad remos y hacemos no se basa en lo absoluto de nuestras propias
cristiana pueden quedar bloqueados por nuestra falta de confianza afirmaciones teológicas, doctrinales y dogmáticas, sino en la con-
en la unidad del Espíritu. Porque, si es verdad lo que hemos afir- fianza de que el Espíritu está presente en las formas culturales con
mado, debemos estudiar las voces extrañas y muchas veces «escan- las que pensamos y en la concepción que con su ayuda logramos
dalosas» de la cultura no sólo para combatirlas o convertirlas, sino formarnos del evangelio, y de que a través del consenso de la co-
para aprender de ellas y para aprender de ellas algo sobre nuestro munidad sobre nuestras interpretaciones teológicas manifestará el
evangelio. En este sentido, nuestra historia teológica reciente esta- Espíritu su verdad para nosotros y para nuestros hijos cuando esa
blece incuestionablemente la presencia latente u oculta del Espí-
verdad llega a proceder de la obra del Espíritu tanto en el mundo
ritu en muchas de las voces más anticlericales e incluso «anticris-
como en la comunidad cristiana. A pesar de nuestro relativismo
tianas», de la misma manera que una vez se dijo que el Logos
—en ambos lados del diálogo— podemos confiar en nuestra verdad
estaba presente en los filósofos precristianos y, por tanto, «pa-
relativa —como siempre confiaron los cristianos— por la promesa^
ganos». ¿Puede dudarse de que nuestra comprensión más profunda
que tenemos de la presencia del Espíritu en el mundo y en la
y actual de nuestro propio evangelio, tanto en la teología como
Iglesia. ¡Quizá a través de su extraña obra en la cultura moderna, /
en la praxis, no puede quizá concebirse sin los temas que nos pro-
que genera la conciencia de la historicidad de todos nosotros, haya l
pusieron Spinoza, Voltaire y la Ilustración, Marx, Nietzsche, Lyle
"y Darwin, Freud, Jung, Dewey, Heidegger y Bloch? —¡la mayoría traído el Espíritu «ocultamente» a nuestra conciencia una com-
de los cuales no se consideró en su tiempo entusiasta precisamente prensión de los caminos del Espíritu en la comunidad mejor que
de la Iglesia!—. Sin embargo, en la actualidad los honramos (o de- la que esa comunidad pudo lograr antes!
bemos hacerlo) como cofundadores de lo mucho que hay de creador
en nuestra actual comprensión teológica. Si esto es así, como lo
El Espíritu y el hallazgo de la verdad 177

II. EL ESPÍRITU Y EL DIALOGO DENTRO DE LA IGLESIA encarnadas en «iglesias» o formas de la única Iglesia, más que «aso-
ciaciones religosas» sinceras, aunque equivocadas. El ecumenismo
Si todo nuestro pensar, experimentar y obrar es histórico, una se ha desarrollado tanto a partir del efecto de la conciencia cultural
perspectiva situada en el tiempo y lugar del mundo en que vivimos de nuestra historicidad (¡derivada, irónicamente, de la Ilustración
y del yo que se encuentra con ese mundo y la «parcialidad» o «im- anticlerial!) como de un renacimiento de la caritas cristiana entre
perfección» y lo «unilateral» endémico de nuestra finitud y tem- nosotros^}--una renovación del conocimiento bíblico.
poralidad caracterizan también nuestras diversas interpretaciones Un protestantb,se da perfecta cuenta de esta parcialidad de pers- .
comunitarias del evangelio. La forma en que una comunidad par- pectivá" y, por tanto, de esta imperfección —a pesar de la «sufiJ
ticular encarna la fe en su existencia, en su piedad, en sus prácticas ciencia» de cada perspectiva mediante la gracia divina— al ver^
y en su comprensión será una perspectiva del evangelio y no toda que su perspectiva del evangelio necesita la riqueza de las verdades J
la verdad completa del mismo. Para todos nosotros esto es evidente esenciales católicas: la presencia sacramental de lo divino, el sen-
históricamente a lo largo del correr de los tiempos. Sabemos que tido profundo de la tradición, la experiencia y el amor de la comu-
el cristianismo patrístico es una concreción grecorromana de la fe, nidad, de ser un «pueblo», y la presencia del amor en común, ele-
diferente en muchos puntos importantes de la medieval y clara- mentos esenciales católicos que toda comunidad protestante nece-
mente diferente de las formas de la Iglesia católica en los siglos xvii sita desesperadamente para su plenitud. Los movimientos creadores
y x v m —una comprensión del cambio y relatividad a lo largo del y liberales del catolicismo representan, si los he entendido bien,
tiempo, que se expresa parcialmente (aunque sólo parcialmente) un intento por parte de la comunión católica de incorporar a su
en la frase «evolución del dogma». Lo mismo cabe decir —aunque vida de una forma genuinamente católica aspectos de lo que se ha ,-
esto es más difícil de asimilar— del espacio que ocupan en cual- llamado «el principio protestante», intento que, a mi juicio, ha /
quier momento histórico las diversas comuniones: los ortodoxos, tenido mayor éxito que los esfuerzos correspondientes de los pro-/
los católicos, los anglicanos y las formas de protestantismo expre- testantes por incorporar a su vida elementos católicos. Las comu-
san cada uno interpretaciones y perspectivas históricas y relativas niones dentro de toda la Iglesia y los diversos puntos de vista den-
sobre la infinita riqueza de la fe, y cada uno realiza la verdadera tro de las diferentes comuniones se necesitan mutuamente para su
Iglesia a su modo, pero de forma fragmentaria, parcial e histórica. plenitud. El diálogo —esta vez dentro de la Iglesia como un todo—
Ninguna de ellas es un absoluto concreto dentro de la estructura es una vez más el camino que conduce a la plenitud de la verdad
del tiempo, como trató de considerarse cada una antes de la llegada divina.
de la conciencia de nuestra historicidad. La alternativa a esta impli- Con la historicidad, sin embargo, parece que el espectro del
cación de nuestra historicidad es considerar estas diferencias —que relativismo total se nos presenta nuevamente. Si todas las comu-
son innegables— no como algo que procede de diferencias de pers- niones y todos los puntos de vista teológicos de las diversas comu-
pectiva sobre un misterio que nadie encarna plenamente, sino niones son históricamente relativos y meras perspectivas desde el
como una interpretación eternamente recta y diversas interpretacio- punto de vista religioso, ¿cómo nos relacionamos, cómo podemos
nes eternamente erróneas de la fe. Pero ¿quién puede afirmar en relacionarnos de algún modo con la verdad divina, que por su
serio que la Ortodoxia representa una interpretación eternamente misma naturaleza es global, única, universal e inmutable? ¿No nos
errónea del cristianismo, una manifestación última del error impor- separan inexorablemente de lo que trasciende el tiempo, el espacio
tante? Hoy día no podemos decir esto, aunque tanto protestantes y la parcialidad, la finitud y temporalidad de cada una de nuestras
como católicos lo afirmaron en el pasado con bastante frecuencia. verdades? ¿Cómo podemos salvarnos de algún modo sin encarnar
Así surgió y se desarrolló el movimiento ecuménico y así todos en nosotros, en nuestras instituciones, la única verdad divina total?
nosotros reconocemos otras interpretaciones del evangelio en cuanto Observemos que el origen del dogmatismo excesivo, por no decir
12
El Espíritu y el hallazgo de la verdad 179
178 L. Gilkey
puntos de vista opuestos. Entre los seres históricos, la verdad apa-
fanatismo, de elementos de cada una de las comuniones debe enten- rece en el diálogo, surge dialécticamente de la confrontación de
derse como reacción ansiosa a la amenaza de relativismo y, por opuestos, y el consenso nuevo y más rico que puede aparecer en
consiguiente, de error total, más que a la influencia de la certi- el Espíritu nace de esa confrontación y sólo de ella.
dumbre racionalista, puesto que una respuesta —una respuesta La implicación inmediata de esta verdad de nuestra finitud
pobre, peligrosa y en último término inútil— a la ansiedad del
histórica y de la actividad del Espíritu Santo en medio de nosotros
relativismo es afirmar el carácter absoluto de nuestra propia posi-
—el nuevo significado de la antigua promesa sobre la que se funda
ción. Sin embargo, todos nos damos perfecta cuenta de que la
la Iglesia— es que la condición esencial de la verdad dentro de la
• esencia de la fe cristiana es que somos salvados por la gracia, que
comunidad es la libertad del debate teológico y, por tanto, paradó-
(obra en y a través de nuestra finitud y parcialidad, y no porque
jicamente, la aparente tolerancia del error. Suprimir el debate no
nuestra encarnación de la voluntad y verdad divinas sea absoluta.
es hacer que persista toda la verdad —si todos los puntos de vista
Así, la conquista de nuestra historicidad se realiza —al igual que
son históricos—, sino sólo conservar lo unilateral, fragmentario y
toda salvación cristiana— a través de la promesa divina de que
relativo de la verdad que poseemos. Es transformar la verdad rela-
el Espíritu estará presente entre nosotros redimiéndonos, creándo-
nos de nuevo y completando nuestras perspectivas finitas y frag- tiva en error congelado. Es indudable el papel creador de la desvia-
mentarias. De forma completamente nueva vemos que la Iglesia, ción en la historia doctrinal; la consecución de la ortodoxia en
entendida ahora como algo histórico, depende profundamente de cada etapa es históricamente inconcebible sin el debate entre posi-
esa promesa y que sin ella no puede ser Iglesia. Esa promesa, que ciones desviadas que la precedieron. Pero, por el mismo motivo,
es crucial para la Iglesia, no significa que la perspectiva y verdad la «ortodoxia» representa un consenso histórico que después ha
que posee cualquier comunión es absoluta, sino precisamente lo de ser equilibrado, criticado y corregido por el debate subsiguiente
. contrario, a saber: que dentro de la finitud, de la imperfección y cuando cambien las situaciones culturales y las interpretaciones del
4 de la relatividad de lo que somos, el Espíritu obra relacionándonos evangelio y cuando se haga manifiesta la relatividad incluso de
con la verdad divina que buscamos y que queremos encarnar. dicho consenso. La ortodoxia sólo es «ortodoxa» en la actividad
Si por parte divina —y la Iglesia siempre es una institución del Espíritu Santo a través de las perspectivas variantes de toda
divino-humana, una continuación por especial camino de la encar- la Iglesia, y no en lo absoluto de una perspectiva dentro del todo.
nación— la promesa del Espíritu dentro de nuestras perspectivas Además, esta elaboración libre y abierta de puntos de vista
fragmentarias nos relaciona con la plenitud de la verdad, por parte divergentes —esenciales para la verdad teológica— debe incluir el
humana tal relación se consigue a través de la realidad de nuestro debate sobre todos los niveles doctrinales, sobre lo esencial y lo
diálogo mutuo. Allí donde todas las expresiones de la verdad son periférico, sobre las doctrinas fundamentales y las subsidiarias,
históricas, fragmentarias y parciales, la relación creadora con la sobre eclesiología y cristología y sobre cuestiones metódicas o de
verdad sólo se consigue por el diálogo, por el encuentro de una la fe y la razón. De lo contrario, la parcialidad y el anacronismo se
posición parcial con la crítica y el complemento de otro y no por convierten en las autoridades ocultas en las que se basa nuestra
el aislamiento y la perpetuación congelada de una perspectiva frag- interpretación, y la criptoherejía intrínseca a todo fundamento par-
', mentaría. Un protestante también se da perfecta cuenta de que la ticular infecta, por no ser crítica ni, por tanto, transformada, los
j parcialidad protestante se convierte en error protestante si no logra demás aspectos de la labor teológica. Si el Espíritu obra a través de
I complementar o completar su perspectiva con la realidad polar todo nuestro pensar y, por consiguiente, de todas nuestras interpre-
"del testimonio católico. Según eso, una posición teológica cambia taciones teológicas, el único modo en que puede obrar a través de
su unilateralismo meramente finito por el error serio si no da la historicidad es por medio de un diálogo fundamental e ilimitado
la bienvenida al equilibrio, juicio y corrección que recibe de los en el que se presentan abiertamente y se discuten con libertad las
180 L. Gilkey

posiciones divergentes. A través del encuentro dialógico dentro de


toda la comunidad, y sólo a través de él, puede juzgarse y remode-
larse la parcialidad de cada uno y conseguirse una verdad más plena.
Es interesante que esta comprensión del modo en que los seres
, históricos se relacionan con la verdad sea en sí misma un ejemplo
de un don que el Espíritu concede a la Iglesia en cuanto que obra
«ocultamente» en la cultura, puesto que esta comprensión de la DESPERTAR EVANGÉLICO Y PRESENCIA
verdad como aproximación, más que como posesión, y como apro- DEL ESPÍRITU EN LOS SIGLOS XII Y XIII
ximación que crece a través de la crítica y del debate, es una in-
terpretación de la verdad que a todos nos ha dado la comunidad
científica. Sin embargo, también es intrínseca —aunque se ha os- El tema determinado por este título «Despertar evangélico y
curecido mucho más— a una religión basada en la gracia y en el presencia del Espíritu en los siglos x n y x m » reclamaría evidente-
Espíritu: la base de nuestra confianza, el principio de la conquista mente múltiples investigaciones como estudio histórico y análisis
de nuestra finitud y de nuestro pecado no es nunca lo que posee- doctrinal, como observación de las diversas manifestaciones del
mos, expresamos o encarnamos en la fe o en las obras; la razón espíritu y definición de la conexión entre la economía de Cristo y
de nuestra confianza y certeza es más bien la actividad divina en la misión del Espíritu. Pero aquí sólo queremos proponer en una
y a través de nuestra parcialidad y voluntariedad. Esto es seguro nota concisa una reflexión metodológica acerca de las fuentes vivas
lo mismo para la relación de nuestra comunidad con la verdad que que una praxis cristiana proporciona a la teología. En esta perspec-
para nuestra existencia personal. Nuestra historicidad, como nues- tiva, la fe concreta en el Espíritu Santo presenta un caso sobresa-
tro pecado, se redime y completa por la presencia del Espíritu, que liente. La teología nocional, especulativa, del Espíritu es débil,
obra dentro de nuestras divergencias y actúa para mantener la ver- según santo Tomás, por carecer de un vocabulario técnico capaz de
dad entre nosotros; de esta forma, como se nos prometió, el Espí- enunciar las operaciones no reductibles a conceptos del amor tanto
ritu estará con nosotros hasta el final de los tiempos. Como creen en Dios como en los hombres. En este caso, la experiencia es un
tanto los católicos conservadores como los protestantes, la parcia- precioso recurso para la inteligencia y la expresión. Las formula-
lidad del punto de vista y la libertad del debate no niegan la pre- ciones conceptuales de la ortodoxia (por ejemplo, las discusiones
sencia del Espíritu, sino que lo exigen y encarnan su actividad. sobre el Filioque) tienen ciertamente su necesidad y su valor, in-
Ni tampoco prescinden de la autoridad dentro de la comunidad cluso espiritual; pero las ortopraxis tienen una densidad de expre-
eclesial, sino que le atribuyen un papel nuevo y creador: el de sión, de significación, de conocimiento vivo, de secreta lucidez, que
expresar el consenso de la comunidad cuando una discusión teo- no comporta la intelectualización de las disputas ortodoxas. Esta
lógica llega a su término, de tal forma que a partir de un debate es la gran riqueza de la praxis.
nuevo y abierto puedan emprenderse en el Espíritu nuevas inter- Para ilustrar este principo enumeraremos, sin más erudición,
pretaciones que superen dicho consenso. algunos hechos que —en los siglos x n y x m , en el momento en
que la evolución de las estructuras socioculturales imponían a la
L. GILKEY Iglesia un despertar del evangelio— comportan en sus implicacio-
[Traducción: J. L. DOMÍNGUEZ VILLAR] nes una viva sensibilidad hacia la importancia y la presencia activa
del Espíritu. Se trata de empresas sociales motivadas por los cam-
bios de la sociedad a partir de sus bases económicas: colocadas
bajo el patronato del Espíritu o, mejor, bajo su inspiración, son
182 M.-D. Chenu Presencia del Espíritu en los siglos XII y XIII 183

testigos aptos para ser interrogados, por lo que —dicho en lenguaje Inocencio III, siempre abierto a este «evangelismo». Habría que
técnico— constituyen «lugares teológicos». hacer, como ya se ha hecho para muchas regiones, el mapa geo-
Al hacer la reseña de un trabajo sobre la historia de Pont-Saint- gráfico de este sinnúmero de cofradías, de cofradías-comunidades,
Esprit, pueblo situado junto al Ródano, Marc Bloch hace la refle- de «caridades», y observar en él la estrechísima unión —que excede
xión siguiente: «Una cofradía para la construcción de un puente a la existente en grupos piadosos— entre la socialización de las
se puso bajo la advocación del Espíritu Santo, lo que parece haber necesidades elementales y la fe espontánea en la inspiración del
sido familiar a muchas cofradías urbanas, que a veces, como en Espíritu.
Marsella y Genova, se tornaban fácilmente revolucionarias; sería La misma inspiración anima los Montes de Piedad, como los
interesante investigar por qué causa» («Revue de Synthése» [junio llamaríamos hoy, en un tiempo en que el comercio del dinero y
1936] p. 174). Es la siguiente: la interferencia de las exigencias el crédito no podían encontrar fácilmente su equilibrio: la «Banca
de la circulación, entonces en pleno desarrollo, y del despertar del Espíritu Santo» se encargaba de hacerlo. Es inútil relatar esa
evangélico que se manifestaba en las cofradías. «Cofradías»: no historia significativa, cuyas huellas perduran en la misma Roma.
devotas asociaciones de piedad, sino corporaciones de oficios, en Estos son únicamente los casos de matiz económico de esa
las cuales la solidaridad profesional (profana) era el soporte de la referencia mística que incluye numerosas fundaciones, desde el
«fraternidad» (cristiana). Estas corporaciones, fuera del marco ya famoso monasterio del Paráclito de Abelardo hasta la filial de la
caducado de la vida feudal, tomaban a su cargo las nuevas necesida- abadía de Santa Genoveva de París en Escandinavia, debida a la
des, en particular la urgencia de procurar, frente al inmovilismo súplica del obispo Absalón (f 1202), y la casa vicarial de los
rural, unas rutas fáciles tanto para los comerciantes de las nuevas Dominicos en la Universidad de Upsala. También la iconografía
ciudades como para los devotos peregrinos. La libertad de circula- ofrece, a su modo, un testimonio muy significativo.
lación es considerada y practicada como una condición de la liber- De estos hechos individuales o colectivos, surgidos de la vida
tad del espíritu. Los puentes sobre los ríos eran una de esas urgen- concreta de los hombres de este tiempo, destaquemos ahora las
cias, como también la conservación de las calzadas, como el camino implicaciones que comportan en cuanto a inteligencia de la fe.
de Santiago desde París a España. Primeramente, según nuestra intención metodológica, el gran
Ya en el primer tercio del siglo x n (san) Raimundo Gayrard, valor de esta praxis, no sólo en cuanto a generosidad caritativa, sino
animado —sin detrimento de su vida conyugal— por la inspira- en cuanto a verdad de fe. No se trata tanto, en efecto, de actos de
ción de Roberto de Arbrissel y movido por su ejemplo, se consagró virtudes personales cuanto de solidaridades colectivas consagradas
en la región de Tolosa a los pobres y a la predicación popular y al amor fraterno. Incluso en esas estructuras económicas es donde
emprendió la construcción de un puente sobre el río Hers y otro el pueblo de Dios se manifiesta como pueblo; los lazos establecidos
después sobre el Durance. Raimundo era de la región en la que no son solamente interpersonales y subjetivos, sino que forman
aparecieron las cofradías de los «hermanos pontífices». una red en la que se hace objetiva la presencia del Espíritu de amor.
Los casos de construcción de hospicios y hospitales son aún El despertar del evangelio no se reduce a una reforma de las cos-
más frecuentes por las exigencias cada vez mayores de las necesi- tumbres dentro del régimen establecido; provoca el examen crítico
dades que hay que satisfacer. También aquí hallamos a menudo la de las estructuras más legítimas. Es la radicalidad de una acción
inspiración y advocación del Espíritu Santo: los fundadores y admi- que abarca al hombre y al mundo, más allá de la distinción de lo
nistradores son «los hermanos del Espíritu Santo», y la regla de sagrado y lo profano, según la ley de una encarnación total de la
sus diversas fundaciones se llama «regla del Espíritu Santo». Guy vida divina en Cristo. De este modo, la praxis, al ser concreta, com-
de Montpellier ( t 1208) fundó una verdadera federación de hospi- promete todo el ser cristiano.
tales, que llegó a su máximo apogeo en 1204 gracias al apoyo de Segunda implicación, en consecuencia: en los comportamientos
184 M.-D. Chenu

sugeridos y animados por el Espíritu la cualidad decisiva es la fra-


ternidad; más que cualidad es la realidad misma del ser cristiano
en cuanto que exige la comunión con el otro como garantía de la
comunión con Dios. La única ley absoluta del evangelio es el amor
fraterno, que, incluso en su dimensión política, es el signo de la
presencia del Espíritu. Cuando las mutaciones socioeconómicas re- EL ESPÍRITU COMO ANTICIPO
plantean las relaciones tradicionales, la sustancia misma de esa
fraternidad se modifica profundamente. Francisco de Asís recreó
en cierto modo la palabra «hermanos» en un estilo totalmente dife- ALTIBAJOS EN LA PNEUMATOLOGIA DEL SIGLO XX
rente al de la fraternidad monástica. En los siglos x n y x m la fra-
ternidad se encarna en unas redes de relaciones desconocidas al Las teologías dominantes a lo largo del siglo xx, pese a su gran
paternalismo inmóvil de la vida feudal: encuentran materia y dig- esfuerzo de reflexión y elaboración, no han logrado determinar de
nidad en la vida colectiva de los ayuntamientos, las corporaciones, forma convincente qué lugar le corresponde a la pneumatología.
la economía del mercado, la producción técnica, la circulación, las Esto es comprensible hasta cierto punto, pues nuestro siglo (que en
formas democráticas, la distribución de las ganancias, el manejo del lo teológico comenzó inmediatamente después de la Primera Guerra
dinero. En estos sectores sociales nuevos es precisamente donde Mundial) hubo de empezar en este punto prácticamente de nuevo
en adelante se manifiesta la toma de conciencia de la presencia del y tenía muy poco a donde volver la vista. La tradición liberal del
Espíritu. Se puede sobreponer el mapa del Espíritu Santo al mapa siglo xix había insistido en el tema del Espíritu, pero resultaba
de estas redes de la vida colectiva. difícil distinguirlo del «Geist» del idealismo alemán. En la tradición
Finalmente, la tercera implicación: el despertar del Espíritu católica, la pneumatología coincidía prácticamente con la eclesio-
es homogéneo al descubrimiento del movimiento de la historia. logía. Y en el protestantismo ortodoxo, tan fuertemente influi-
O, mejor dicho, la fe en un cristianismo que sea una economía en do por el pietismo, Espíritu se agotaba prácticamente en sus
la historia está favorecida por el sentimiento de que el hombre efectos sobre el individuo renacido: arrepentimiento y conversión,
mismo es un ser histórico. El progreso de la historia, que es un justificación y santificación. Aunque personalmente pertenezco a
factor de promoción, en su conciencia y en su capacidad terrestre, la generación que se formó teológicamente en el período de entre-
es un lugar favorable para comprender a un Dios que ha venido guerras, aún recuerdo bien cuánto nos hartaban todas estas formas
en la historia. Está presente en la historia precisamente por el Es- de teología experimental, en la que, bajo el nombre de «Espíritu»,
píritu Santo enviado por Cristo. Anselmo de Havelberg (f 1158), el hombre se encontraba a sí mismo en la esfera individual o social.
uno de los más famosos del nuevo equipo de canónigos (Premostra- Vivíamos la creación de forma casi marcionita, y en todo caso como
tenses), es al mismo tiempo el reivindicador de las novedades en un vacío extraño a Dios, en el que buscábamos llenos de tensión
la Iglesia y el doctor de la economía trinitaria. señales de lo alto, huellas de una presencia que contradijera y pe-
El teólogo más especulativo encuentra en esta experiencia po- netrara el cerrado mundo de nuestra experiencia psicológica y social.
pular una magnífica expresión de la fe. Esto explica la enorme influencia de la Carta a los Romanos de
K. Barth en su segunda edición. En ella se daba un testimonio
M.-D. CHENU antiempírico del acontecimiento de la Palabra y, por tanto, de un
[Traducción: T. MUÑOZ SCHIAFFINOI Espíritu que —«de repente», «como un rayo», «ubi et quando
visum est Deo»— toca, como la línea tangente, en un solo punto
matemático el cerrado círculo de nuestra existencia. La revista de
186 H. Berkhof El Espíritu como anticipo 187

los llamados teólogos dialécticos se llamó, en parte por esta razón, y Van Ruler. Ya en 1934 Noordmans había protestado contra los
«Zwischen den Zeiten», porque vivimos en la experiencia del vacío aspectos discontinuos y puntuales de la pneumatología de Barth *,
que media entre la primera y la segunda venida de Cristo y, tam- y en las páginas finales de su pequeño y genial tratado de teología
bién, entre el recuerdo de una previa iluminación del Espíritu y dogmática, Herschepping (1934), había esbozado los rudimentos de
la espera de otra que ha de venir. una nueva problemática. Pero fueron sus meditaciones, publicadas
Pero, a la larga, este clima ideológico resultó demasiado árido en «In de Waagschaal», entre 1949 y 1954, las que dieron a su
para hacer justicia a las nociones centrales del evangelio. Al trazar pneumatología una dimensión casi revolucionaria. Los artículos
el nuevo plan de su dogmática, Barth convirtió aquel punto de tan- fueron reunidos, junto con otros trabajos, bajo el título Gestalte
gencia en centro cristológico de un círculo cada vez más amplio, en Geest (1954). En ellos reacciona contra la influencia de Newman
que llegó a abarcar, en los años cuarenta, la doctrina de la creación y descubre nuevas posibilidades dentro de la Iglesia católica con
y, diez años después, también la pneumatología. Pero entre los formulaciones que hoy nos parecen proféticas. Sus razonamientos
discípulos de Barth esta evolución fue más lenta. Por este motivo, parten de una concepción en la que el Espíritu no está vinculado
W. H. van de Pol, al justificar su conversión al catolicismo, carac- en forma cristocéntrica (como en Barth) ni tradicional (como en
teriza el contraste pneumatológico entre ambas confesiones me- Newman), sino que es más bien el libre «intérprete» de Cristo,
diante los términos «revelación de la palabra» y «revelación de la al cual traduce en formas que se renuevan sin cesar, que surgen
realidad» 1. Poco después matizó esta contraposición en su discurso y se desvanecen en el curso de la historia. Esto no se inspira en el
inaugural de Nimega: la palabra remite al protestante a un pasado pensamiento retrospectivo de Pedro, sino en el del «apóstol del
y a una realidad futura, mientras que para el católico remite «a la Espíritu», Pablo s .
verdadera presencia sacramental de Cristo en el Santísimo Sacra- En Van Ruler, Cristo y el Espíritu actúan a contrapunto. Cristo
mento del altar..., al santo sacrificio de la misa..., a la santa Igle- reemplaza al hombre, y el Espíritu lo restaura. La obra del Espíritu
sia..., al santo bautismo y a los demás santos sacramentos», con- presenta al menos tres aspectos: el sacramental (en la Iglesia), el
cebidos como una realidad «en sentido místico-óntico»2. vivencial (en el corazón), el teocrático (en el mundo). Para Van
Los teólogos protestantes no quedaron en absoluto satisfechos Ruler, el Espíritu abarca más que Cristo. Cristo es un rodeo que
con la forma en que Van de Pol había definido la diferencia con- permite al Espíritu tender nuevamente el puente entre el Reino
fesional en lo tocante a la pneumatología. Aunque se remitieron de Dios y el mundo de los hombres 6 . De esta forma se produjo
a los escritos confesionales (como Berkouwer y Cornelia de Vogel), un cambio radical en los frentes pneumatológicos durante los años
su argumentación no resultaba demasiado convincente, porque en cincuenta y sesenta. La pneumatología protestante había abandona-
el pensamiento teológico dominante la presencia actual de Dios do ya las posiciones que ocupara a los ojos de Van de Pol. Prueba
quedaba excesivamente confinada a un segundo plano. de ello lo eran los estudios de H. Berkhof, De leer van de Heilige
En los años cincuenta se produjo un cambio. Ya hemos aludido Geest (1964) y de G. J. Hoenderdaal, Geloven in de Heilige Geest
a la evolución del pensamiento de Barth; pensamos sobre todo en (1968).
su Kirchliche Dogmatik IV, 1, 2 y 3 3. Pero también debemos men-
cionar dos teólogos holandeses muy independientes: Noordmans 4
Cf. O. Noordmans, Het Kerkelijk dogma, ahora en la colección de ar-
tículos Zoeklichten (Amsterdam 1949) 30-58.
1 5
W. H. van de Pol, Het christelijk dilemma Katholieke Kerk Reformatie Cf. O. Noordmans, Gestalte en Geest (Amsterdam 1954), espec. las par-
(Roermond-Maaseik 1948) 207-212. tes III y IV, libro I.
2 6
W. H. van de Pol, Geloof en Werkelijkheid in het Reformatorisch Pro- Cf. A. A. van Ruler, Theologisch Werk (Nijkerk 1969) art. VIII, y
testantisme (Nimega-Utrecht 1948) lOs. Theol. Werk VI (Nijkerk 1973) el primer artículo: Hoofdlijnen van een pneu-
3
Cf. especialmente los §§ 64.4, 69.4; 71; 72.2. matologie (escrito en 1957).
188 H. Berkhof El Espíritu como anticipo 189
Y en los años sesenta, a partir del Vaticano II, también la
Posteriormente, Moltmann se defendió contra quienes le reprocha-
pneumatología católica abandonó, o al menos no mantuvo exclusi-
ban vaciar el presente en beneficio del futuro. Pero su defensa no
vamente, las posiciones eclesiales y místico-ónticas que había venido
fue pneumatológica, sino exclusivamente cristológica: el Dios del
ocupando, a los ojos de partidarios y detractores, durante tanto
futuro está presente en el Cristo crucificado. «Así, pues, el futuro
tiempo. El propio Noordmans encontró en ella audiencia, y pudo
de Dios, que asumió en sí al Crucificado, adquiere en éste su real
ejercer influencia gracias a la disertación de Frans Haarsma, Geest
configuración en el mundo del pecado y de la muerte, de las tinie-
en kerk (1967). Se anunciaba el alba de una pneumatología ecu-
ménica. blas y del gran frío». «En él y en su obediencia está presente la
nueva vida misma bajo las relaciones de la alienación». «No hay que
entender el acontecimiento crístico únicamente como inauguración
del futuro de Dios, sino también, a la inversa, como encarnación
PNEUMATOLOGÍA OPRIMIDA: MOLTMANN
de ese mismo futuro en la miseria de la historia» 7 . En estas citas
vemos insinuarse ya, aunque en forma vaga, la silueta de la segunda
Pero no llegó a nacer, al menos de momento, una pneumato-
obra importante de Moltmann, Der gekreuzigte Gott (1972). Te-
logía ecuménica. De pronto, la teología en casi todas las iglesias
niendo en cuenta la disposición trinitaria que da en esa obra a la
quedó sorprendida por el auge de la segunda (o tercera) Ilustra-
cruz de Cristo, el lector espera encontrar en ella un nuevo impulso
ción. Mientras unos teólogos buscaban una nueva formulación de
para la pneumatología. Pero apenas si se toca este tema. El libro
la presencia activa de Dios en el Espíritu, comenzó a hablarse de la
produce una impresión más binitaria que trinitaria. Sobre el Espí-
«ausencia de Dios», para terminar hablando de la «muerte de
ritu se dice de paso: «Lo que surge de este acontecimiento entre el
Dios». Bajo la presión de un nuevo empirismo, la experiencia cris-
tiana de la proximidad de Dios (en el sacramento del altar, en la Padre y el Hijo es el Espíritu, que justifica al impío, llena de amor
palabra predicada, en la vivencia del corazón, en la experiencia de al abandonado e incluso resucitará a los muertos». En otro lugar
la vida) decayó rápidamente, dejando lugar a una duda radical o, habla del «acontecimiento entre el Padre amante y el Hijo amado
por lo menos, a una búsqueda radicalmente nueva de un apoyo en el Espíritu presente del amor vivificante». Y también: «El
para la fe en lo que aún quedaba de realidad. Padre amante se corresponde en el Hijo amante y crea en el Es-
píritu correspondencias de amor en el hombre rebelde» s . Todo ello
La respuesta que, de momento, causó una impresión más am-
presenta un aspecto bastante tradicional. Sin embargo, el tema de
plia fue la que ofreció Jürgen Moltmann en su Teología de la
Moltmann daba mucho más margen para el desarrollo de una pneu-
esperanza (1969; ed. alemana 1964). Moltmann apelaba tanto a
matología. Basta con escuchar sus propias palabras. «Entonces la
la experiencia de la ausencia de Dios en la existencia como a la
Trinidad no es un círculo cerrado sobre sí mismo en el cielo, sino
orientación hacia el futuro que se desarrollaba en aquellos años
en sentido futurológico. De su respuesta se desprendía que, si no un proceso escatológico abierto a los hombres en la tierra y que
existe ninguna presencia de Dios en la vida se debe a que Dios arranca de la cruz de Cristo». Habla incluso dos veces de la theo-
es precisamente futuro. El nos llama desde y hacia su futuro. La poiesis o theosis como meta de la historia trinitaria de Dios. Dios
resurrección de Jesús es una señal que apunta hacia ese futuro. comienza ya, en el sufrimiento, a ser todo en todas las cosas en
La fe es esencialmente esperanza. La Iglesia es la comunidad del forma panenteística. Pero todo esto sólo se insinúa 9 . Aún hoy la
éxodo que, partiendo del presente, tiende hacia el futuro. En este pneumatología queda completamente situada a la sombra de la
orden de ideas queda muy poco margen para una pneumatología. 7
Así, en Diskussion über die «Theologie der Hoffnung», ed. Wolf-Dieter
Leyendo a Moltmann se tiene a menudo la impresión de que nos Marsch (Munich 1967) 225-227.
8
hallamos ante un retorno a los tiempos de «Zwischen den Zeiten». Así, en Der gekreuzigte Gott (Munich 1972) 231, 232 y 235.
. ' Op. cit., 233-235s, sobre todo 266.
190 H. Berkhof El Espíritu como anticipo 191

cristología y, en especial, de la cruz. Podríamos preguntar si hay a la pneumatología. Pero, a mi entender, termina por ofrecer aún
algo que se oponga a ello. Es posible que la presencia de Dios en menos que Moltmann. Para Metz, todo se resuelve en el aspecto
un mundo como el nuestro no pueda presentar otro rostro más contingente, pertinaz, racionalmente residual, inherente al recuerdo
que el del dolor. de la pasión de Jesús, aspecto que ninguna reflexión es capaz de
eliminar. Por esta razón resulta esencial para este recuerdo la forma
de relato. Y por ello Metz ha de rechazar la tendencia de Der
«ETHOS» Y DOLOR CONTRA LA PNEUMATOLOGIA: METZ gekreuzigte Gott. «La no identidad de la historia humana del su-
frimiento no puede ser 'asumida' en una dialéctica teológica de
En los ocho años que median entre la aparición de las dos la historia trinitaria de la salvación sin que pierda su carácter de
grandes obras de Moltmann pasaron muchas cosas. Se produjeron historia». «Desconocer esto conduce a la eternización dualista y
las revueltas estudiantiles en todo el mundo y descargaron tormen- gnóstica del dolor en Dios o a la reducción del mismo dolor al
tas sobre las estructuras de la sociedad. Junto a la «teología de la concepto de dolor» 10 . Considero peligroso en este asunto el tener
esperanza» se desarrolló una «teología de la revolución», alimen- que optar necesariamente entre Moltmann y Metz, aunque no me
tada en parte por aquélla. Pero el clima de la segunda fue todavía detengo a argumentar mis razones por no desviarme del tema. No
menos propicio para el despliegue de una pneumatología. También obstante, debo hacer constar que la apertura pneumática que ad-
en ésta el presente es vivido como un vacío que implica distancia- quiere en Moltmann el acontecimiento trinitario del dolor (véase
miento de Dios y (principalmente) alienación de sí mismo. El hom- supra) es suprimida en Metz. Queda muy poco a pesar de la di-
bre tiene que liberarse. Para ello posee el mandato del Dios liber- mensión eclesial que introduce. Porque la categoría de recuerdo
tador que le inspira y le señala el camino de la libertad, la justicia está de tal manera orientada cristológicamente hacia un aconteci-
y el amor. Dios está con nosotros en su ethos liberador, y nosotros miento imposible de encajar y la eclesiología correspondiente con-
debemos realizarlo. Todo esto es concebido en términos más pela- vierte de tal forma a la Iglesia en un depósito de recuerdo peli-
gianos que predestinacianos. Por predestínaciano entendemos la idea groso que el Espíritu pierde su arraigo en nuestra realidad y se
según la cual Dios —en palabras de san Agustín— no sólo manda limita a atravesarla transversalmente. En lo pneumatológico tam-
bién Metz nos hace pensar en la segunda edición de la Carta a los
lo que quiere, sino que también y ante todo da lo que manda. El
Romanos de Barth y en el período de «Zwischen den Zeiten».
ethos puede fundamentarse tanto sobre una base pelagiana como
predestinaciana. En el primer caso se funda en el hombre libre y
obediente. En el segundo es fruto de una presencia activa y actual
de Dios y, por tanto, parte integrante de una pneumatología. En CONTEMPLACIÓN, DOLOR Y PRAXIS:
la teología de la revolución se da el primer caso. ¿UN COMPROMISO ESCATOLOGICO EN SCHILLEBEECKX?
En relación con eso merece atención especial Johan Baptist
Metz, en cuyo pensamiento se produce un compromiso peculiar Todo esto resulta tanto más sorprendente cuando se considera
entre la esperanza, el dolor y la revolución. En este compromiso que, por lo menos desde mediados de la década de los sesenta, se
funciona como concepto aglutinante la «memoria passionis, mortis ha producido en todas las iglesias y en todos los países una serie
et resurrectionis Christi», tal como es celebrada en la comunidad. 10
Esta última precisión nos revela ya que el católico Metz hace mucho J. B. Metz, Breve apología de la narración: «Concilium» n.° 85 (1973)
222-237. En el resumen de la argumentación de Metz debo mucho a J. T. Bak-
más hincapié que Moltmann en la mediación de la Iglesia. Lo co- ker, Doorvertelde bevrijding. Be memoria-these van J. B. Metz, en Septuagé-
munitario, lo cultual y lo sacramental son objeto de una particular simo Anno. Theologische opstellen aangeboden aan Prof. Dr. G. C. Ber-
atención. Parecería lógico esperar que Metz aportase mucho más kouwer (Kampen 1973) 9-40.
192 H. Berkhof El Espíritu como anticipo 193

de fenómenos muy claramente concentrados en la experiencia del es en nuestro mundo un recuerdo provocador, en cuanto invita-
Espíritu, y que constituía una protesta pneumática contra la ausen- ción a todos los que carecen de esperanza... La praxis histórica
cia de Dios en el presente a la que los teólogos parecían haberse cristiana es el horizonte dentro del cual la revelación de Dios crea
fácilmente resignado. Muchas universidades americanas se dividie- el espacio necesario para elaborar una teología coherente... La con-
ron entre convencidos del «Dios ha muerto» y partidarios de unos sumación escatológica, el futuro definitivo, sólo se manifiesta his-
estallidos pentecostales de glosolalia y curaciones de fe. Luego apa- tóricamente, como en un signo profético (signum prognosticum),
reció el «Jesús people» con propensión a entregarse a la droga. en la praxis cristiana consecuente que ofrece un futuro a los des-
Todo esto se extendió a Europa y a otras partes. Inmediatamente ahuciados; esta misma praxis contemplativa y liberadora del mundo
después brotaron formas de misticismo cristiano y oriental, junto es la señal concreta y prometedora que indica el camino hacia el
con otras manifestaciones de contracultura religiosa. Psicólogos Dios escondido y el ésjaton oculto» n .
destacados (el grupo de «Being Psychology») tomaron inmediata- En mi opinión, Schillebeeckx ha estado particularmente acer-
mente en serio estos fenómenos. Los teólogos «oficiales», que en tado al introducir el concepto de «anticipo». Alude con él al tér-
otros casos reaccionan tan rápidamente ante lo que ofrece la época, mino griego arrabón con el que Pablo designa tres veces al Espíritu
no han hecho casi nada esta vez, al menos que yo sepa. ¿Por qué Santo. Se trata de un término comercial que puede ser traducido
no? Mis conjeturas al respecto son bastante desagradables para por «fianza», «entrada», pero mucho más exactamente por «anti-
mis colegas y demasiado insignificantes en nuestro asunto como cipo». Esta palabra establece una relación entre el futuro y la ex-
para escribirlas aquí. periencia de la fe en el presente, en la cual ambos elementos son
Pero en el congreso celebrado en Nimega sobre Futuro de la tomados completamente en serio, aunque reconociendo la prepon-
religión, ¿religión del futuro? Schillebeeckx hizo un intento im- derancia del futuro. En la actual discusión el concepto de «anticipo»
presionante para poner en relación la protesta mística con la tríada puede resultar de gran fecundidad para abrir una nueva vía. Mi
esparanza-política-dolor, a la que se orienta el pensamiento de objeción contra la argumentación de Schillebeeckx es que no uti-
Metz y de Moltmann. Schillebeeckx considera el dolor como me- liza suficientemente la fecundidad de este término. En primer lu-
diador entre la actitud contemplativa y la activa. Cuando habla gar reduce los aspectos metaéticos de la obra del Espíritu a la
de dolor piensa en las contrapuestas experiencias que se originan contemplación. Pero hay muchos más: la profecía, la sabiduría,
al considerar la ausencia de felicidad, humanidad e integridad en toda la amplia escala de aspectos latentes en el trato oculto con
cuanto valores sobre los que está construida la identidad humana; Dios. Además, me parece demasiado precipitada la relación que
experiencias que obligan al hombre a oponerse a dicha ausencia. se establece entre la contemplación como experiencia de un sen-
(Por esta razón le parece insuficiente la tesis de Metz acerca del tido y el dolor como resistencia ante la falta de sentido. Partiendo
recuerdo sí éste no es actualizado por la praxis de la Iglesia). Los de la actitud vital receptiva, puede también llegarse —y se ha
lectores ae este artículo no necesitan una exposición extensa de llegado la mayor parte de las veces a lo largo de los siglos— a
los argumentos de Schillebeeckx a este respecto. Me limito a in- una forma de sufrimiento mucho más pasiva, como queja silenciosa,
dicar una serie de formulaciones en las que el autor parece buscar como oración humilde, como resignación. Incluso el mismo diario
una profundización pneumatológica de su pensamiento. «... Cierta- de Bonhoeffer apareció con el título de Resistencia y sumisión.
mente se dan en nuestra historia y sobre todo en las comunidades Al no tomarse en consideración estas otras posibilidades, se llega
cristianas unos signos, un 'anticipo' de esta promesa escatológica inevitablemente a ver en la praxis el auténtico anticipo del futuro.
de sentido y de reconciliación universal... La praxis de la comuni- 11
E. Schillebeeckx, Naar een «definitieve toekomst»: belofte en menselijke
dad cristiana ocupa un lugar central bajo estos signos, que son el bemiddeling, en Toekomst van de religie: religie van de toekomst? (Actas
primer destello del luminoso ésjaton que ha de venir; esta praxis del Congreso de marzo de 1972) 52s.
13
194 H. Berkhof El Espíritu como anticipo 195
Como único momento metapráctico destaca «la celebración litúrgico- aquí, cuando él quería hacer justicia a las nuevas experiencias de
contemplativa»; ésta «sobresale por encima de tales mediaciones la realidad actual de Dios, no debía haber dejado el peso de lo
(aunque no está al margen de ellas), dado que es la anamnesis litúr' ético sin un fuerte contrapeso. Porque esto es justamente lo que
gica de la reserva escatológica» n. Pero en el anticipo, la praxis de nos quieren decir los grupos de «contemplación» y de «mística»:
la comunidad cristiana ocupa un lugar central. que sólo el hombre previamente liberado puede actuar como libe-
Yo me pregunto si todo esto, situado de forma tan aislada y rador. Nosotros sabemos muchas cosas acerca de esta segunda parte.
en una posición tan central, no sobrecarga en exceso a la comuni- Ellos dan testimonio acerca de la forma en que se lleva a cabo la
dad. La Iglesia se convierte entonces en una especie de san Cris- primera. Tienen necesidad de nosotros para la dirección en que
tóbal, que con la fuerza de su praxis tiene que llevar a cuestas a habrá de aplicarse la fuerza del Espíritu. Nosotros tenemos necesi-
su Señor, a través de las aguas del absurdo y de la injusticia, hacia dad de ellos para descubrir la fuente y para hallar la experiencia de
la orilla escatológica. ¿Puede hacerlo? Responde Schillebeeckx: «La Dios que nos mantiene en la vida sobre el exiguo plano de la ex-
causa principal de la bancarrota de las Iglesias oficiales a los ojos de periencia y el experimento. Pero al mismo tiempo nos horroriza
muchos jóvenes hay que buscarla, en mi opinión, en el hecho de su mundo por el exceso de emoción y la escasez de reflexión. ¿Cómo
que esta invitante praxis cristiana está ausente o permanece invi- podemos aprender de ellos integrando su fuerza en el Espíritu,
sible. En lugar de una praxis de fe no ven a menudo más que un sin aplastarla y sin abandonar nuestra «existencia teológica» crítica?
sistema ideológico» 13. Pero estas frases van entre paréntesis; no
influyen en la ulterior demostración. Tal vez no convenga decir
que así la Iglesia resulta sobrecargada. Si se la considera desde la PABLO EN 2 COR 4,7-5,10
perspectiva de su origen y de su vocación, jamás podrá ser excesiva
la carga que soporte. Pero echo de menos el contrapeso del indica- Como teólogo protestante que soy no veo necesidad de discul-
tivo, la gracia, el consuelo del perdón, ese contrapeso que es lo parme por recurrir a la Biblia en este desconcierto, buscando en
único que hace posible, en la fe cristiana, el imperativo, el mandato, ella alimento y guía para proseguir en una experiencia pneumática
la invitación de la vocación. Creo que Schillebeeckx estará de y en una reflexión pneumatológica. Los busco en la sugestiva pa-
acuerdo con esto. No volvería yo sobre ello si se tratase únicamente labra «anticipo», que aparece tres veces en los textos paulinos:
de una corrección y complementación teórica. Cuando Schillebeeckx 2 Cor 1,22; 5,5; Ef 1,14. En ninguno de los tres casos existe
pasa con relativa rapidez por encima de la «contemplación» y hace un contexto claramente ético. Se trata siempre de un acontecimiento
que todo culmine en la «praxis», parece que su corazón está del indicativo y de un futuro que se extiende hacia nuestro presente.
lado de las teologías de la esperanza y de la política. Digo «parece» Esta situación es ejemplificada en el primero y el tercero de los
porque a este teólogo extraordinariamente receptivo y creador le textos con el uso del concepto «sellar». Algunos intérpretes se
he oído cosas que desvanecen esta impresión H. Pero precisamente muestran inclinados a dar un sentido sacramental a este término;
pero la adición «en nuestros corazones» en el primer texto apunta
12
Op. cit., 54. hacia una experiencia personal de fe. De estos textos no se obtiene
13
14
Op. cit., 52. mayor luz acerca de la palabra «anticipo».
Pienso en particular en su estudio de 1970 Het correlatie-criterium: En 2 Cor 5,5 las circunstancias varían, sobre todo si situamos
christelijk antwoord op een menselijke vraag, incluido ahora en Geloofsver-
staan: interpretarte en kritiek (Bloemendaal 1972) 120-143, con esta formu- esta palabra en el contexto más amplio de 2 Cor 4,7 a 5,10. En
lación característica: «La realidad humana que —a pesar de todo— es pre- él encontramos reunidos todos los motivos que Schillebeeckx quiso
ciso considerar como dotada de significación... recibe del cristianismo una
especie de superabundancia de sentido: el propio Dios vivo, que es en defi- nitiva la sobreabundancia a la que todo sentido mundano debe su propia
significación mundana» (p. 138).
1% H. Berkhof El Espíritu como anticipo 197

relacionar entre sí: la actualidad de Dios aquí y ahora, la esperanza, El Espíritu dice que esta tribulación «produce» gloria (v. 17), no
el sufrimiento, el ethos y la praxis. Pablo llena de contenido estas en virtud de un sentido interno de purificación, mística del sufri-
palabras y las relaciona a su manera. En mi opinión es de la máxima miento o algo semejante, sino porque el Espíritu nos conforma a
importancia para nuestra temática analizarlos del mismo modo que Cristo, que llegó a la resurrección y a la glorificación por el camino
Pablo. de una praxis obediente, de dolor y muerte. Por esta razón, el pro-
En primer plano aparecen los sufrimientos del Apóstol. En pósito del capítulo 5 se orienta plenamente hacia la espera del
este caso no se trata de sufrimientos internos, sino externos: es futuro ( w . 1-8). No es necesario profundizar en este fragmento
perseguido y amenazado de muerte; por esta razón se encuentra exegéticamente difícil. Pero en medio de este pasaje sobre la es-
en un estado de postración física (y quizá también psíquica). No peranza aparecen las siguientes palabras: «Dios es el que nos pre-
es éste un sufrimiento del que nazca una praxis, sino un sufrimiento paró para ello (es decir, para que lo mortal sea absorbido por la
que nace de una praxis. Esta praxis no es principalmente una opo- vida) y el que nos ha dado como fianza el Espíritu» (v. 5). La re-
sición contra lo existente, sino que es lo existente lo que se opone lación con lo que viene a continuación la establecen las palabras
a esta praxis, causando con ello sufrimiento. La praxis del Apóstol siguientes: «Por eso estamos siempre de buen ánimo» (v. 6). El
se encamina a inscribir en lo existente un nuevo modelo de hombre Espíritu anticipa en nuestros corazones la resurrección futura. En
que se conforma a Jesús como Señor, y que por ello se caracteriza la fe podemos degustar ya algo de ella. La alegría por lo que ha de
por la conciencia de culpa, por la fe en el perdón y la gracia, por venir es el antídoto contra lo absurdo del sufrimiento presente.
la imitación, el amor al prójimo, la humildad y el servicio. A la De este modo hacemos acopio de valor para asumir nuevamente la
larga, esta praxis parece contraponerse a las reglas de juego de la praxis que lleva al sufrimiento, porque sólo así permanecemos en
existencia social. Pero Pablo no se asombra de ello. Más bien el camino que conduce al futuro (v. 9s).
se asombraría de lo contrario, pues éste fue también el camino de su
Señor, que le llevó a ser rechazado por la organización social y re-
ligiosa. De aquí sus extrañas y vigorosas palabras: «Llevo siempre PABLO EN ROM 8
por todas partes la muerte de Jesús en el cuerpo» (v. 10), en las
que emplea el término nekrosis: El proceso de extinción paulatina El paralelo más cercano de esta argumentación dentro del cor-
que experimenta en sí mismo a través de los golpes que ha de pus paulino, a veces incluso hasta en la terminología, lo ofrece la
soportar es análogo a la pasión y a la muerte de Jesús. segunda parte de Rom 8 15. Antes de llegar a unas conclusiones glo-
En este contexto también se habla de la esperanza y del Es- bales vamos a detenernos en este punto brevemente. En la primera
píritu. Ambos se complementan mutuamente. En medio del sufri- mitad la praxis ocupa un lugar central. El Espíritu está directa-
miento Pablo conserva el ánimo porque la crucifixión de Jesús mente referido a la praxis (sobre todo vv. 4-10); se trata de matar
condujo a la resurrección y ésta es la garantía de la resurrección las praxeis (!) ton somatos (v. 13). Pero ello sólo puede tener
futura de los que creen en él (v. 14). El Espíritu es la fuerza para lugar en la perspectiva de la esperanza (v. 11). El Espíritu y la
seguir creyendo en medio del sufrimiento (v. 13). El Espíritu tam- esperanza están íntimamente relacionados (v. 11). El Espíritu está
bién ofrece un signo prometedor en una señal visible: en la existen- ciertamente comprometido en la praxis, pero no se identifica con
cia, la edificación y la expansión de la comunidad (v. 15). Pero no 15
Otro paralelo es también Rom 5,1-5, donde nuevamente la esperanza,
es lo visible, sino lo invisible que ha de venir, la verdadera fuente
el sufrimiento y la paciencia están unidos con un vínculo pneumático. Lo
de la que el Espíritu abastece de gozo, de valor y de renovación al que en 2 Cor 5,5 se denomina «anticipo» y en Rom 8,23 «primicia», se
creyente (vv. 16-18). Gracias a esta fuerza del Espíritu Pablo es define aquí de esta manera: «Porque el amor de Dios ha sido derramado en
capaz de hacer frente a la dureza y a lo absurdo del sufrimiento. nuestros corazones por el Espíritu Santo» (v. 5).
198 H. Berkhof El Espíritu como anticipo 199

ella. El ethos es un fruto de una realidad pneumática metaética: la sino algo que nos sobreviene. En los vv. 16 y 26s Pablo emplea
condición de hijo, la adopción, el testimonio a nuestro espíritu de un lenguaje casi místico para hablar del Espíritu que da testimonio
que ya somos hijos de Dios. Es esto lo que primariamente significa a nuestro espíritu y que, con gemidos indecibles en nuestro corazón,
la inhabitación del Espíritu (v. 15s). intercede por nosotros ante Dios. Y en el punto culminante de este
Directamente, a propósito de lo que precede, viene el tema del capítulo el anticipo del Espíritu se expresa con el lenguaje de lo
sufrimiento (vv. 17b-23). Lo mismo que en 2 Cor 4, tanto la praxis que Pablo en otra parte llama el «gloriarse», un lenguaje de con-
como el sufrimiento brotan de la adopción anticipada por el Es- fianza, imperturbabilidad y audacia casi sobrehumanas en presen-
píritu. Pero el sufrimiento es aquí (vv. 19-22) concebido súbita- cia del dolor: «... Nos cuentan entre las ovejas que van al mata-
mente de forma mucho más profunda. Pablo tiene conciencia de dero. Pero en todo esto vencemos más que de sobra gracias a aquel
estar vinculado, en su dolor específico causado por su imitación que nos amó» (vv. 31-39).
de Cristo, con el sufrimiento universal de la humanidad doliente.
Toca aquí por excepción el tema, que tan incomprensible nos re-
sulta, del sufrimiento inocente de tantos y tantos millones a causa
EL ANTICIPO DEL ESPÍRITU
del dolor, la enfermedad y la injusticia. En sus gemidos, Pablo les
COMO CRITICA Y PROMESA
oye dar testimonio de que estamos hechos para otro mundo, el
mundo de la salvación, de la filiación, de la libertad y de la gloria
( w . 21-23). Expresa aquí nuevamente (también por excepción) una Ahora podemos ver qué relación guarda Pablo con la contro-
idea que nos es muy familiar: el hombre como ser destinado a la versia actual sobre la conexión del Espíritu con la tríada esperanza-
superación de sí mismo. dolor-praxis y, en consecuencia, con los grupos polarizados en torno
El mundo y la comunidad están destinados a la libertad de los a la contemplación y la acción. Somos conscientes de la distancia
hijos. Ambos carecen aún de ella. Ambos suspiran por ella. Pero el que separa su lenguaje apostólico y nuestra búsqueda teológica. No
mundo lo hace desorientada e inconscientemente. La comunidad se puede apelar directamente a su autoridad en esta cuestión. El
puede interpretar estos gemidos del mundo, porque ella misma lo no tuvo conocimiento de nuestra polarización. «Dolor» y «praxis»
hace conscientemente. Esto lo debe a que ha recibido el Espíritu no significaban para él lo mismo que para nosotros. Pero no a
como anticipo de la plena condición de hijos. En este caso no se pesar de esta distancia, sino precisamente a causa de ella, su pa-
emplea arrabón, sino aparjé, «primicia» (v. 23), que es usado por labra llega vigorosa hasta nosotros.
Pablo como sinónimo del primero. En primer lugar es evidente que Pablo participa de nuestro
Pablo va aquí más lejos que en 2 Cor 4 y 5, dado que no con- «pensar desde la esperanza». También para él la vida en este mun-
sidera al Espíritu en cuanto «anticipo» únicamente como la fuerza do, tanto la vida en general como la vida cristiana en particular,
que sirve de contrapeso al sufrimiento, sino también como la fuer- en cuanto vida de sufrimiento, ofrece un agudo contraste con el
za que hace más agudo el dolor. Precisamente quien ha pregustado futuro que se espera. Y la contraposición entre el ahora y el des-
un anticipo de la condición de hijo, quien se atreve a llamar «Padre» pués tampoco significa para él un motivo de quietismo, sino un
a Dios y se sabe heredero (vv. 23.16.17), ése es quien padece un poderoso motivo de acción.
dolor más intenso en su existencia, la cual por todas partes se Pero el núcleo que aglutina a todos estos elementos en mutua
opone a esa anticipación y ese destino. tensión no es el dolor, ni la acción, ni siquiera la esperanza, sino
No empleamos aquí arbitrariamente las palabras «anticipación» el anticipo del Espíritu. Y este anticipo no es en sí y por sí una
y «anticipo» de forma indistinta. En efecto, el anticipo es ante norma, una inspiración, un mandato o una función, sino —me atre-
todo una fe y una experiencia de la fe. No es algo que hacemos, vo a llamarlo así— una realidad místico-óntica. Observo que de
200 H. Berkhof El Espíritu como anticipo 201

mi pluma brota la misma expresión con la que Van de Pol quiso traducirse, por el esfuerzo de la praxis, y bajo la presión del sufri-
ofrecer una alternativa (católica) al vacío pneumático (de los pro- miento, en «perseverancia» y «buen ánimo», conceptos que se en-
testantes). Pero en Pablo esta realidad no es de índole objetivo- cuentran repetidas veces en los textos donde Pablo habla del anti-
sacramental. Por supuesto, la sacramentalidad está en él relacionada cipo. Pero esas realidades no existirían si no existiese antes la
con el pneuma, pero como instrumento dirigido a una realidad que alegría, el gozo extático de la condición de hijo. Por eso me gusta
en sí misma es de naturaleza personal, mística o vivencial. La recep- la sorprendente interpretación que propone el Catecismo de Heidel-
ción y la apropiación del anticipo del Espíritu sólo se produce en berg sobre el último artículo del Credo: «¿Qué consuelo obtenéis
el acto de fe. En la fe se establece nuestra relación con la resurrec- de este artículo de la vida eterna? Que ya siento en mi corazón el
ción de Jesús en el pasado y con nuestra propia resurrección y la comienzo del gozo eterno, que después de esta vida poseeré la plena
del mundo en el futuro. Ambas nos resultan de tal manera reales bienaventuranza».
que en cierto modo nos encontramos ya trasplantados al futuro. Con esta cita no quiero en absoluto sugerir que debamos situar-
Somos ya todo cuanto llegaremos a ser: hijos de Dios y herederos nos en la tradición de la Reforma para comprender mejor el carácter
de la gloria. de anticipo del Espíritu. La Reforma desarrolló tal fijación en torno
No se trata de una concepción ética (aunque implica un ethos a la doctrina de la justificación y concibió tal espanto por los «mo-
de la fe, de la esperanza y del amor). Tampoco se trata de una vimientos entusiastas», que en este tema no avanzó más que la
praxis crítica de la sociedad (pero como se actúa desde la base del Contrarreforma con su marcado interés por el sacramento y la jerar-
anticipo, esta actuación se convierte en sufrimiento bajo la presión quía. Pero en los siglos xvn y xviu se desarrolló una forma de pie-
de este mundo y adopta la forma de la cruz). ¿Qué es, pues, la dad interconfesional, alimentada por la mística y el pietismo, den-
vida en el anticipo? Ya hemos hablado de una realidad místico- tro de la cual este carácter de anticipo del Espíritu pudo ser vivido
óntica. ¿Es posible definirla con más precisión? Se trata de una y elaborado.
relación, de la relación más íntima del hijo con el Padre. Pero en Ahora que la teología comienza a dar los primeros pasos en el
nuestra «sociedad sin padre» no podemos contentarnos con tal campo de la pneumatología, no hemos de cerrarnos orgullosamente
definición. Para nosotros esta relación resulta muy ambivalente. ante unos movimientos y concepciones que hasta el presente han
En cuanto anticipación del ésjaton es, sin embargo, puramente po- merecido muy escaso aprecio por parte de las teologías eclesiásticas
sitiva. Expresa un sentimiento de seguridad y de protección, de ser oficiales. Esto es algo muy distinto de precipitarse en pos de todo
poseedor, de ser capaz de vivir la vida. De nuevo me ha brotado tipo de místicas orientales. Donde Cristo no ocupa un lugar cen-
una palabra que suelo evitar: la palabra «sentimiento». Sin embar- tral no podemos ir en busca de una pneumatología. Como reacción
go, no la borro. Tenemos que aprender de una vez que nuestro a nuestro excesivo énfasis en el aspecto intelectual y la acción se
enfoque moderno de la fe, tan unilateralmente dirigido a nuestro está desarrollando un movimiento pentecostal ecuménico que la
entendimiento y a nuestra voluntad, no es capaz de ponernos en teología no puede obstinarse en negar, del cual podríamos aprender
contacto directo ni con la base ni con la cumbre del espíritu. Por algo esencial. Me expreso de forma dubitativa porque la distancia
supuesto que este sentimiento no es un sentimentalismo o emoción entre nuestras habitaciones de estudio y sus asambleas es demasiado
fugaz. Hemos de pensar en el Gefühl de Schleiermacher, que tras- grande. Tendrían que expresarse de manera más teológica para que
ciende el entendimiento y la voluntad y proporciona a ambos orien- su voz llegara hasta nosotros. Lo importante es que no pongamos
tación y meta. No es tampoco contemplación pura. Esto resulta en peligro nuestra apertura existencial a unas experiencias que tan
demasiado pasivo. Hay mucho más en esta relación: está plena de ajenas son a nuestra mentalidad contemplativa y objetivante e in-
acción por nuestra parte, en el sentido de re-acción. Y esta reacción cluso le pongan límites. En mi libro De leer van de Heilige Geest
es ante todo espontánea y consiste en la alegría, alegría que puede he intentado «situar» estos movimientos en el contexto de las
202 H. Berkbof

categorías pneumatológicas establecidas 16. El puente que con ello


traté de tender apenas si ha servido para algo, posiblemente debido
a su escasa potencia intelectual y existencia!. Tal vez un intento
semejante, hecho desde la otra orilla, puede alcanzar un éxito
mayor17. Tengo la firme esperanza de un entendimiento recíproco
más profundo y, como consecuencia, de un enriquecimiento mutuo MISIÓN Y ESPÍRITU
y de una mutua corrección.
Todo esto es sólo un aspecto, y no el más importante, de una
pneumatología renovada y más profunda. Y esta pneumatología Como el ser humano es ser-en-el-mundo, su autocomprensión
prestaría un servicio decisivo. Serviría para que nuestra cristiandad, no debe versar sólo sobre sí mismo, sino también sobre su mundo.
con su fe occidental en la acción, organización y manipulación, se Así, los escritores sagrados no sólo emplearon la cosmología babi-
dé cuenta de que la fuente de su actividad y creatividad se encuen- lónica, sino que la reinterpretaron. Los filósofos árabes, siguiendo
tra en su receptividad en relación con aquello que viene a ella, un camino similar, refundieron el universo de Tolomeo, y Tomás
desde fuera y desde lo alto, en forma de don: la «efusión» del de Aquino volvió a formular a su vez los puntos de vista de éstos
Espíritu Santo. Tenemos que aprender nuevamente a «esperar en sobre el orden del universo. En nuestros días, cuando a la confi-
Dios». El encuentro con el Espíritu no puede ser manipulado. guración de las cosas se le llama evolución, Karl Rahner ha escrito
Esta espera de la iniciación y de la impleción necesarias es un es- sobre La crístología dentro de una concepción evolutiva del mun-
cándalo para el espíritu occidental. Pero este escándalo es el acceso do1.
a la fuerza de Dios, una fuerza con la cual la Iglesia no tendrá que En su exposición, Rahner omitió prudentemente la larga serie
ir en pos de las aspiraciones y de los programas del mundo, sino de discontinuidades que van desde las partículas subatómicas a la
que habrá de bendecir al mundo con aquello que el mundo no humanidad. Pero la omisión sólo sirve para dar mayor realce a la
puede dar y que es al mismo tiempo lo que más necesita. No hay discontinuidad más grande, a saber: la transición de lo natural a
camino de Marta hacia María, sino a la inversa. lo sobrenatural. En efecto, para Rahner esta transición es especial-
mente ardua, porque él se ocupa del cambio antropológico, y, según
H. BERKHOF esta opinión, la naturaleza da paso al espíritu, lo sobrenatural es en
[Traducción: GILBERTO-A. GUTIÉRREZ] su raíz autocomunicación divina en el amor y la potencia obeden-
cial de una ontología formal tiene que traducirse en términos de
conciencia.
He aludido a la opinión de Rahner para exponer el problema
que quiero estudiar, y que puede expresarse así: ¿Qué es la tran-
sición de lo natural a lo sobrenatural según la conciencia humana?
Por el momento me ocuparé sólo de este problema. Sin género de
16
De leer van de Heilige Geest (Nijkerk 1964) 92-103. dudas, son muchos los problemas relacionados con él, pero en este
17
No tengo ningún resumen de estas tentativas. Considero de importancia artículo los dejaré en el olvido.
la publicación del teólogo dogmático presbiteriano J. Rodman Williams, The
Era of the Spirit (Plainfield 1971) y The Pentecostal Reality (Plainfield
1972). Véase también la bibliografía del segundo libro. En los Países Bajos,
1
la revista «Vuur», bajo la redacción de W. W. Verhoef y otros, ha dedicado Karl Rahner, Theological Investigations (Londres-Baltimore 1966) V,
atención expresa a los aspectos teológicos. 157-192 (trad. española: Escritos de teología V [Madrid 1964] 181-219).
I. FINALIDAD VERTICAL
II. PROBABILIDAD Y PROVIDENCIA
Por «finalidad» no entendemos el fin mismo, sino la relación
al fin; distinguiremos además entre finalidad absoluta, finalidad
Cuando un teólogo piensa en la evolución recurre a la provi-
horizontal y finalidad vertical.
dencia divina. Cuando lo hace un científico moderno piensa en
La finalidad absoluta se dirige a Dios, porque todo fin es un
las probabilidades. Los cambios de suerte acumulados por Darwin
bien y todo bien tiene su fundamento y meta en la bondad absoluta.
merecieron respeto como probabilidades de nacimiento. Su idea de
La finalidad horizontal se orienta hacía el fin proporcionado,
la supervivencia de los mejor adaptados se convirtió en probabili-
al fin que resulta de lo que una cosa es, a lo que de ella se sigue
dades de supervivencia. Lo que afirmamos de los seres vivos puede
y a lo que puede exigir.
aplicarse también a la naturaleza inanimada. La teoría cuántica
La finalidad vertical se dirige a un fin superior al proporcio-
puso fin al largo reinado del determinismo mecánico y entronizó
nado. Supone una jerarquía de entidades y fines y una subordina-
la ley estadística.
ción de lo inferior a lo superior. Tal subordinación puede ser sola-
mente instrumental, participativa o ambas cosas, en cuanto que lo En una primera aproximación, una concepción evolutiva del
inferior sólo sirve a lo superior, entra en su ser y función o en un universo sería una secuencia condicionada de conjuntos. Cada con-
aspecto sirve y en otro participa 2 . junto sería un entorno con sus especies constituyentes. Funcionaría
La concepción clasicista del universo admitía la jerarquía y el sobre la base de la ley clásica y, en consecuencia, seguiría funcio-
tipo instrumental de finalidad vertical. Las concepciones evolutivas nando hasta que se desarticulasen sus factores interdependientes
añaden el tipo participativo: las partículas subatómicas entran de a causa del deterioro interno o de la interferencia externa.
algún modo en los elementos de la tabla periódica; los elementos Desde un conjunto al siguiente habría una secuencia acumula-
químicos en los compuestos químicos, éstos en las células y éstas tiva de elementos, en la que cada uno de ellos tendría su propia
en la constitución de la vida vegetal y animal en combinaciones y probabilidad de aparición a partir de la probabilidad de supervi-
configuraciones innumerables. vencia de los conjuntos y elementos realizados previamente.
Sin embargo, no se obtiene la concepción evolutiva admitiendo Hasta cierto punto, partiendo de un comienzo mínimo, las lis-
simplemente la jerarquía y los tipos instrumental y participativo tas de probabilidades de los elementos enlazarían la aparición de
de finalidad vertical. Una concepción evolutiva es una concepción conjuntos sucesivos de factores interdependientes que se soportan
del universo. Sólo puede comprenderse plenamente atendiendo a mutuamente. Suponiendo cantidades grandísimas e intervalos de
la causa del universo, porque lo inferior, mientras es inferior, sólo tiempo muy largos, el teorema de Bernoulli de los grandes números
puede originar la constitución de lo superior y participar en ella o, mejor, la teoría límite de De Moivre-Laplace haría casi cierta
como instrumento que opera superando su proporción propia; sólo alguna aproximación estrecha a cada fase del proceso.
la causa de todo el universo puede hacer surgir sucesivas especies Los hombres hacen planes cuando operan sobre una escala pe-
superiores a partir de las especies inferiores. queña y toman en consideración todas las eventualidades. Recurren
a la ciencia estadística cuando son excesivamente numerosos los
factores pertinentes, demasiado complicadas las combinaciones de
2
Sobre la finalidad vertical, véanse mis artículos Finality, Love and Mar- agentes y muy difíciles las enumeraciones y medidas de precisión
riage y The Natural Desire to See God, en F. E. Crowe (ed.), Collection. suficiente. Sin embargo, la causa omnisciente y omnipotente del
Papen by Bernard Lonergan (Nueva York-Londres 1967) 16-53 y 84-95. universo no obra ciegamente. Planea allí donde los hombres recu-
206 B. Lonergan
Misión y Espíritu 207
rren a las probabilidades. Ningún agente que pueda interferir su la finalidad en cuanto evolutiva y esta finalidad evolutiva en cuanto
designio global nace al margen de su plan 3 . entra en la conciencia humana.
La finalidad vertical se orienta al fin no como algo inevitable,
sino como posibilidad. Los fines pueden conseguirse; no es precise
III. LO SOBRENATURAL obtenerlos; los fines pueden o no pueden conseguirse.
La finalidad vertical es polivalente. No es menester que haya
De ordinario, el uso contemporáneo inglés asocia lo sobrena- un fin detrás de una proporción propia dada. En efecto, cuanto
tural con lo fantástico. Pero el término tiene un significado mucho más inferior es un ser en una escala jerárquica, tanto más numero-
más antiguo, al que ya nos hemos referido al hablar de la finalidad sos son los fines superiores que trascienden su propio alcance.
vertical. En efecto, en una jerarquía de seres, cualquier orden supe- La finalidad vertical es oscura. Podemos saber cuándo se ha
rior está más allá de la proporción de los órdenes inferiores, y de realizado en plenitud. Durante su proceso de realización podemos
esta forma es relativamente sobrenatural respecto a ellos. Pero lo conocer lo que se ha logrado, pero permanece oscuro lo que todavía
infinito trasciende absolutamente lo finito. De ahí se colige que el no se ha conseguido. Cuando el proceso no ha comenzado todavía,
orden divino supera la proporción de toda criatura posible y que prevalece la oscuridad y abundan los problemas. ¿Se insinúa de
de esta forma es absolutamente sobrenatural. alguna forma? ¿Es fugaz la insinuación? ¿Toca nuestras aspiracio-
Nuestro estudio se ocupa de lo sobrenatural en sentido abso- nes más profundas? ¿Puede suscitar tales esfuerzos y gemidos que
luto. Estudia la finalidad vertical del hombre hacia Dios. Considera anuncien un nacimiento nuevo y superior?
tal finalidad vertical en el sentido más estricto, de forma que el La finalidad vertical hacia Dios no sólo es oscura, sino que está
hombre no es solamente un ser subordinado a Dios, sino que de envuelta en el misterio. En esta vida no podemos conocer a Dios
alguna manera entra también en la vida divina y participa en ella. cómo es en sí mismo, sino sólo mediante una analogía deficiente.
Cuando Rahner escribe sobre cristología desde una perspectiva Dios sigue siendo misterio. La potencia se conoce por su acto y la
evolutiva da a entender muy explícitamente que hay una triple relación por su término; de ahí se deduce que la finalidad vertical
autocomunicación personal de la divinidad con la humanidad: pri- hacia Dios mismo sólo puede conocerse en la medida en que se
mera, cuando en Cristo la Palabra se hace carne; segunda, cuando conoce a Dios, que sólo puede revelarse en la medida en que se
los hombres se convierten por medio de Cristo en templos del revela Dios mismo, que quizá sólo pueda insinuarse difícilmente
| Espíritu y en hijos adoptivos de Padre, y, por fin, cuando en la de una forma ambigua, porque la finalidad vertical es polivalente
| consumación final los santos conocen al Padre como éste les y oscura, y las insinuaciones no sirven para esclarecer qué posibi-
conoce. lidad, entre muchas, está al alcance.
Esta triple autocomunicación personal de la divinidad es el La finalidad vertical entra en una perspectiva evolutiva, en
fin. No es preciso recordar aquí todo lo que se ha escrito sobre cuanto la aparición, el desarrollo, la evolución y la madurez siguen
. este fin, porque no estudiaremos el fin, sino la finalidad hacia él, la analogía del proceso evolutivo. Dicho proceso ha de entenderse
según las probabilidades de aparición y bajo el designio y acción
3
divinos. Por analogía de ese proceso no entendemos una cierta
Para la investigación estadística, véase B. Lonergan, Insight (Londres- base de predicción a priori, sino sólo una base de interpretación
Nueva York 1957) 53ss; sobre la probabilidad resultante, cf. ibid., 121ss,
259ss. Para la concepción de Aristóteles y Tomás de Aquíno del orden del a posteriori. También aquí, al igual que en otros puntos, las cosas
mundo, véase mi trabajo en J. Patout Burns (ed.), Grace and Freedom. Ope- se conocen en cuanto que están en acto.
rative Grace in the Thought of St. Thomas Aquinas (Londres-Nueva York
1971), cap. 4. Sobre los orígenes de la noción de sobrenatural, cf. ibid., 13-19.
Misión y Espíritu 209

IV. EL SUJETO HUMANO plicaba una prioridad del entendimiento sobre la voluntad, porque
la voluntad se concebía como apetito racional, y de la prioridad
Aristóteles admitió en un pasaje célebre que su ideal de la vida del entendimiento sobre la voluntad se dedujo en cierto modo una
teórica era demasiado elevado para el hombre, y que si uno lo prioridad del entendimiento especulativo sobre el práctico.
vivía no lo haría como hombre, sino como ser que en su interior El análisis de la intencionalidad ofrece un cuadro de contrastes
tiene algo divino. Sin embargo, continuó exhortándonos a rechazar del sujeto. Junto con el resto de la ciencia moderna, evita la depen-
todo aquello que nos resignase a nuestra suerte mortal. Aristóteles dencia de la metafísica, porque los metafísicos no se ponen de acuer-
insistió en que nos esforzásemos para conseguir lo más elevado do. Una metafísica elaborada críticamente presupone una teoría de
para convertirnos en seres inmortales y para vivir lo más sublime la objetividad, una epistemología. La epistemología tiene que distin-
que hay en nosotros. Porque lo más sublime, aunque se estima guir entre el conocimiento en cuanto ilustrado por cualquier ope-
poco, supera en poder y valor a todo lo demás 4 . ración cognoscitiva y el conocimiento humano adulto, que está
No es difícil discernir en este pasaje un reconocimiento de la constituido por un conjunto de operaciones cognoscitivas que sa-
polivalencia y oscuridad de la finalidad vertical. Su polivalencia, tisfacen un modelo normativo. De ello se colige que la operación
porque en el hombre hay algo muy sublime que supera en poder cognoscitiva única no es ni un hecho psicológico meramente inma-
y valor a todo lo demás y que ha de ser válido hasta el fin. Su nente ni tampoco una consecución cognoscitiva propiamente obje-
oscuridad, porque ¿qué es lo divino en el hombre y qué debería tiva. Tiene el status intermedio de un acto intencional; como dado,
ser válido hasta el fin? se refiere a algún otro; pero queda por determinar la naturaleza y
Sin embargo, es suficiente pasar del corpus aristotélico al de validez precisa de dicha referencia; además, tal determinación se
la tradición cristiana para reconocer en la posición de Aristóteles alcanza mediante otras operaciones intencionales que se requieren
un signo de las cosas venideras. Así, los humanistas cristianos ha- para completar el modelo constitutivo de plena objetividad. En una
blaron de la praeparatio evangélica del mundo pagano y san Pablo palabra: la fenomenología pone entre paréntesis la realidad para
dijo a los atenienses con mayor franqueza aún: «A ese que adoráis estudiar los actos en su intencionalidad. En la medida en que pres-
sin conocerle es al que os anuncio yo» (Hch 17,23). cinde de los problemas de la objetividad, prepara con mayor efica-
Aunque la tradición patrística griega convirtió la theoria en la cia el camino a una epistemología convincente.
designación de la oración contemplativa; aunque los teólogos me- El análisis de la intencionalidad, al igual que el resto de la cien-
dievales dedujeron de los principios de Aristóteles un argumento cia moderna, parte de lo dado. A diferencia del resto de la ciencia
de que el hombre deseaba naturalmente conocer a Dios en su esen- moderna, que se ocupa ampliamente de los electrones y de los virus,
cia, sigue siendo cierto que el pensamiento de Aristóteles ofrece puede quedarse con lo dado, con las operaciones humanas inten-
un terreno más bien pedregoso para la objetivización de la vida del cionales relacionadas dinámicamente en su modelo automontante.
espíritu. Porque la prioridad concedida al objeto atribuyó a los En sus líneas generales este dinamismo descansa sobre agentes
metafísicos un papel dominante. La psicología tuvo que pensar en que promueven su actividad desde un nivel al siguiente. Los agen-
potencias o facultades, que no figuraban entre los datos de la con- tes, y sólo ellos, son a priori. Su contenido es siempre una anticipa-
ciencia, y, lo que es peor, como la psicología consideraba tanto la ción del nivel próximo de operaciones y por ello no se encuentra
vida vegetal como la animal y humana, la relación de operación en los contenidos del nivel previo.
al objeto se concibió no precisamente como intencionalidad, sino Tales agentes son problemas para la inteligencia: con respecto
vagamente como causalidads. Además, la prioridad de objetos im- a los datos preguntan por qué, qué, para qué, cómo y con qué
4
Aristóteles, Eth. Nic, X, 7, 1177b 26 y 32. frecuencia. Estos son también los problemas de la reflexión: con
5
Tomás de Aquino, In II de Anima, lect. 6, 305. respecto a las suposiciones, invenciones y descubrimientos del en-
14
220 B. Lonergan Misión y Espíritu 211

tendimiento humano preguntan: ¿Es así? ¿Estás seguro? En tercer autoactualizante6 forma las imágenes que permiten la inteligencia;
lugar son problemas para deliberar: preguntan si los cursos de recuerda las pruebas que se pasan por alto; desconcierta la vigi-
acción sugeridos son factibles, dignos, verdaderamente buenos o lancia cuando perturba el sueño con el espectro, el shock y la
buenos sólo aparentemente. vergüenza de las malas obras. Cuando lleva a la conciencia nuestras
Los tres tipos de agentes ofrecen cuatro niveles de operación. aberraciones, según los discípulos de Jung manifiesta sus arquetipos
Cada nivel inferior es un ejemplo de finalidad vertical, y dicha fina- a través de símbolos para presidir la génesis del ego y para guiar
lidad se realiza ya cuando funcionan los niveles superiores. Según el proceso de individualización desde el ego hasta el yo 7 .
eso, el nivel inferior prepara el superior y queda eliminado por él. Cuando apuntala, también acompaña las operaciones intencio-
Experimentamos la posesión de los materiales del conocimien- nales y conscientes del sujeto. Allí es la masa y el momento de
to, y el entedimiento, lejos de entumecer la experiencia, la orga- nuestras vidas, el color, el tono y el poder del sentimiento, que
niza, amplía su alcance, refina su contenido y la dirige a una meta descarna y da sustancia a lo que de lo contrario no sería sino «un
más elevada. Creemos y afirmamos ser capaces de juzgar, pero el pálido reflejo del pensamiento», según la expresión de Shakespeare.
juicio siempre exige una experiencia más plena y un conocimiento Como apuntala y acompaña, también aboveda la intencionalidad
consciente. Es el cuasi agente superior que por la intersubjetividad
mejor, y esa exigencia nos hace esclarecer, ampliar y aplicar nues-
prepara, por la solidaridad seduce y por el amor nos constituye
tras distinciones entre astronomía y astrología, química y alquimia,
miembros de la comunidad. Dentro de cada individuo la finalidad
historia y leyenda, filosofía y mito, hecho y ficción. Experimenta-
vertical se dirige a la autotrascendencia. En un agregado de indi-
mos, comprendemos y juzgamos para hacernos morales, para hacer-
viduos autotrascendentes está el agregado significativo coincidente
nos morales prácticamente, porque nuestras decisiones afectan a las
en el que puede surgir una nueva creación. La posibilidad cede
cosas; para hacernos morales interpersonalmente, porque nuestras
al hecho y el hecho da testimonio de su originalidad y poder en la
decisiones afectan a otras personas; para hacernos morales existen-
fidelidad que forma familias, en la lealtad que constituye pueblos,
cialmente, porque nuestras decisiones constituyen lo que hemos
en la fe que funda religiones.
de ser.
Nos hallamos aquí, sin embargo, ante la ambigüedad de la fina-
Tal finalidad vertical es otra forma de designar la autotrascen- lidad vertical humana. Es natural que el hombre ame con el amor
dencia. Por la experiencia atendemos a los demás; por el entendi- doméstico que une a los padres entre sí y con sus hijos, con el
miento construimos gradualmente nuestro mundo; por el juicio amor civil que puede enfrentarse a la muerte en bien de sus com-
discernimos su independencia de nosotros mismos; por la libertad patriotas, con el amor que todo lo abarca, que ama a Dios sobre
deliberada y responsable superamos el mero hecho de considerarnos todas las cosas8. El hombre, sin embargo, vive de hecho bajo el
normas y nos hacemos seres morales. reino del pecado, y su redención no está en lo que es posible a la
El desinterés de la moralidad es plenamente compatible con el naturaleza, sino en lo que realiza la gracia de Cristo.
apasionamiento del ser, porque éste tiene una dimensión propia: * Sobre la deficiencia y motivación adulta, véase Abraham Maslow, To-
apuntala, acompaña y supera al sujeto en cuanto consciente expe- wards a Psychology of Being (Princeton 1962) cap. 3.
7
rimental, inteligente, racional y moralmente. Erich Neumann, Ursprungsgeschichte des Bewusstseins (Zürich 1949)
(trad. inglesa: The Origins and History of Consciousness [Princeton 1970]);
Su apuntalamiento es el cuasi agente que preside la transición Gerhard Adler, The Living Symbol. A Case Study in ¿he Process of Indivi-
de lo nervioso a lo psíquico. Comunica a la conciencia no sólo las duation (Nueva York 1961).
8
exigencias de la vitalidad inconsciente, sino también las de la fina- Tomás de Aquino defiende que el hombre, independientemente de su
naturaleza corrompida, ama naturalmente a Dios sobre todas las cosas: Sum.
lidad vertical. Obstruye las necesidades de deficiencia. En el sujeto Theol, I-II, q. 109, a. 3c y*ad lm.
212 B. Lonergan Misión y Espíritu 213

Antes de pasar a este gran tema observemos que un análisis de situaciones dan origen a intuiciones; las intuciones a nuevos cursos
la intencionalidad puede ofrecer un vehículo apto para la autoobje- de acción; éstos a situaciones cambiadas y éstas a ulteriores intui-
tivización de la persona humana. Observemos también que se eli- ciones, acción y cambio de situaciones. Sin embargo, tal progreso
minan los antiguos problemas de la prioridad, del intelectualismo y es sólo una primera aproximación al hecho, porque está viciado y
voluntarismo y otras cuestiones análogas, y que en su lugar aparece desfigurado por el pecado. Existe el egoísmo de los individuos, el
en seguida algo más sencillo y claro. Los niveles de operación infe- egoísmo más firme de los grupos y la miopía excesivamente confiada
riores tienen prioridad en cuanto los presuponen los superiores, en del sentido común. Así, la inteligencia del progreso se falsifica en
cuanto preparan para ellos materiales y en cuanto les suministran la objetivización de prejuicios irracionales. Peor aún: a los pecados
un soporte y en tal sentido su fundamento. Pero los superiores tie- simplistas de la codicia se añade la organización más arrogante de
nen una prioridad propia. Eliminan los inferiores, los mantienen de la falacia. Debemos atender a los hechos. Debemos tratarlos como
hecho en su propia perfección y significado, pero también los usan, son en realidad, y cuando son irracionales, obviamente los meros
les prestan un significado nuevo, más pleno y superior y de esta dictados de la razón nunca llegan a obrar. La racionalización entra
forma los promueven a fines que superan su propio alcance. así en la ciudadela interna. Se abre un abismo entre la libertad
Además, cuando se entienden así, las prioridades pierden su esencial que tienen todos los hombres y la libertad efectiva que
rigidez. Podría concederse necesidad metafísica a adagios como ejercen en realidad. El hombre, impotente en su situación y en su
ignoti nulla cupido y nihil amatum nisi praecognitum. Pero, mien- alma, necesita y puede buscar la redención, la liberación y la sal-
tras afirman la prioridad de conocimiento cuando se asciende de lo vación. Pero cuando ésta llega, viene como la caridad que disuelve
inferior a lo superior, tienden a pasar por alto la prioridad inversa la hostilidad y las divisiones de la injusticia pretérita y del odio
por la que lo superior elimina a lo inferior. De esta última forma presente; llega como la esperanza que se opone a los determinismos
la ortopraxis tiene un valor superior a la ortodoxia. Y con toda psicológicos, económicos, sociales y culturales; llega con la fe que
seguridad la prioridad de lo inferior no establece ninguna norma puede liberar a la razón de las racionalizaciones que la ciegan9.
que Dios deba observar cuando en lo íntimo de nuestros corazones En segundo lugar, el nuevo orden (2 Cor 5,17) llega en la
infunde su amor por medio de Espíritu Santo que nos ha dado misión invisible del Hijo. En él se presenta: 1) el objeto absoluta-
(Rom 5,5). mente sobrenatural, porque es Dios; 2) el objeto para nosotros,
porque es hombre, y 3) para nosotros que hemos de ser redimidos,
porque muere para resucitar. En cuanto visible, es el sacramento
V. MISIÓN DEL HIJO Y DON DEL ESPÍRITU del encuentro del hombre con Dios. Por morir y resucitar, muestra
el camino que conduce a la nueva creación. Por ser Dios mismo, es
El misterio divino, mantenido en secreto a lo largo de los siglos, ya Emmanuel, Dios con nosotros.
pero ahora revelado (Rom 16,25), se ha concebido como la auto- En tercer lugar, además de la misión visible del Hijo existe una
comunicación de la divinidad en el amor. Reside en el envío del misión invisible del Espíritu. Además de la fides ex auditu hay
Hijo, en el don del Espíritu, en la esperanza de llegar a la unión fides ex infusione10. La primera se remonta por los niveles suce-
con el Padre. El problema que estudiamos se cifra en cómo enten- sivos de la experiencia, entendimiento, juicio y deliberación. La
der esta economía de gracia y salvación en una perspectiva evolu- segunda desciende desde el don del amor de Dios a través de la
tiva y, más en concreto, cómo entra en la conciencia humana.
Yo creo, en primer lugar, que hay una conciencia de una nece-
' En este párrafo resumimos lo expuesto en Insight, 214-242, 619-633,
sidad de redención. El progreso humano es un hecho. Hay una 688-703, 718-730.
rueda que, al mismo tiempo que gira, se mueve hacia adelante. Las 10
Sum. Theol., II-II, q. 6, a. 1.
214 B. Lonergan Misión y Espíritu 215

conversión religiosa a la moral, y a través de la conversión religiosa ciones, rompen los determinismos, reconcilian lo enajenado y alie-
y moral a la conversión intelectual n . nado y se recoge la cosecha del Espíritu que es «... amor, alegría,
Estos tres aspectos se acumulan. La revulsión desde el reino paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez y dominio
objetivo del pecado y desde la propia impotencia moral de la per- de sí» (Gal 5,22).
sona realza la finalidad vertical. Sin la misión visible de la Palabra,
el don del Espíritu es un estar enamorado sin objeto propio; no es B. LONERGAN
sino una orientación al misterio que espera su interpretación. Sin [Traducción: J. L. DOMÍNGUEZ VILLAR]
la misión invisible del Espíritu, la Palabra viene a los suyos, pero
los suyos no la reciben.
Tales orígenes cristianos son ejemplares. Como el Padre envió
al Hijo, así el Hijo envió a los discípulos con una misión que ha-
brían de continuar hasta el fin de los siglos. Como el Padre y el
Hijo enviaron el Espíritu a los discípulos, así éstos siguen infun-
diendo el Espíritu a los miembros de Cristo que se agregan con-
tinuamente. Así, la autocomunicación del Hijo y del Espíritu pro-
cede, a través de la historia, por una comunicación que es a la vez
cognoscitiva, constitutiva y redentora: es cognoscitiva, porque reve-
la en quién hemos de creer; es constitutiva, porque hace cristalizar
el don interno del amor de Dios en abierta comunidad cristiana;
es redentora, porque libera la libertad humana de la esclavitud del
pecado y guía a los liberados al Reino del Padre.
Así, pues, la experiencia de la gracia es tan amplia como la
experiencia cristiana de la vida. Es experiencia de la capacidad del
hombre de autotrascendencia, de su apertura ilimitada a lo inteligi-
ble, a lo verdadero, a lo bueno. Es experiencia de una frustración
doble de esa capacidad: la frustración objetiva de la vida en un
mundo desfigurado por el pecado; la frustración subjetiva de la
propia capacidad para abandonar los personales caminos malvados.
Es experiencia de una transformación que uno no realiza, sino que
más bien sufre cuando la providencia divina deja que el mal siga
su curso y que tome realce la finalidad vertical, cuando permite que
cambien las circunstancias y las disposiciones propias, que tengan
lugar nuevos encuentros y que sea tocado suave y tranquilamente el
corazón de la persona. Es la experiencia de una nueva comunidad,
en la que la fe, la esperanza y la caridad disuelven las racionaliza-

" B. Lonergan, Method in Theology (Londres-Nueva York 1972; de próxi-


ma publicación en Ed. Cristiandad) 122, 243.
OBRAS DE E. SCHILLEBEECKX
TRADUCIDAS AL CASTELLANO

Cristo, sacramento del encuentro con Dios, 393 págs., San Sebastián 1964.
Síntesis teológica del sacerdocio, 124 págs., Salamanca 1965,
Revelación y teología, 446 págs., Salamanca 1968.
Dios y el hombre, 362 págs., Salamanca 1968,
El matrimonio, realidad terrena y misterio de salvación, 359 págs., Salamanca
1968. COLABORADORES DE ESTE HOMENAJE
El celibato ministerial, 151 págs., Salamanca 1968.
El mundo y la Iglesia, 258 págs., Salamanca 1968.
La Iglesia de Cristo y el hombre moderno según el Vaticano II, 284 págs., JOS LESCRAUWAET MSC
Madrid 1969.
Dios, futuro del hombre, 221 págs., Salamanca 1970. Nació el 19 de junio de 1923 en Amsterdam (Holanda) y fue ordenado
Los católicos holandeses, 200 págs., Bilbao 1970. sacerdote en 1948. Estudió en la Universidad de Nimega, donde obtuvo el
La presencia de Cristo en la eucaristía, 198 págs., Madrid 1970. doctorado en teología. Es profesor de teología dogmática en la Facultad de
La misión de la Iglesia, 578 págs., Salamanca 1971. Teología de Tilburgo (Holanda) y miembro de la Comisión Internacional
María, Madre de la Redención, 269 págs., Madrid 1971. Teológica de la Comisión Mixta nombrada por la Iglesia católica y la Alianza
Interpretación de la fe. Aportaciones a una teología hermenéutica y crítica, Mundial de Iglesias presbiterianas. Podemos mencionar entre sus publicaciones
248 págs., Salamanca 1973. De Bijbel over de christelijke eenheid (La Biblia y la unidad cristiana), 1961;
Compendium van het Oecumenisme (Compendio del ecumenismo), 1962,
y Einheit der Qkumene (Unidad de la oikumene), 1969.
TRADUCCIONES AL CATALÁN

Jesucrist, sagrament entre Deu i l'home, Barcelona 1965. TARSICIUS JAN VAN EAVEL OSA
María, Mare de la Redempció, 200 págs., Barcelona 1966.
L'Esglesia i l'home segons el Vaticá II, 224 págs., Barcelona 1968. Nació en 1923. Estudió teología en Friburgo (Suiza) y luego en el Centro
Tempteigs Teologics, 219 págs., Barcelona 1970. de Estudios Eclesiásticos de Lovaina y en el Instituto Teológico de Eindhoven.
Deu i l'home, 256 págs., Barcelona 1970. Se especializó en Cristología y Patrología latina, temas que enseñó hasta 1969
El mon i l'Esglesia, 258 págs., Barcelona 1970. en la Universidad Católica de Lovaina. Pertenece a la redacción de «Tijdschrift
Revelado i Teología, 320 págs., Barcelona 1970. voor Theologie» y dirige el Instituto Histórico Agustiniano de Heverlee.
L'Esglesia enviada, 304 págs., Barcelona 1971. Entre sus publicaciones mencionaremos Répertoire bibliographique de saint
Augustin (1963); Eenheid en liefde: Auguslinus' Prekenover de Eerste Brief
van Johannes (1969); Augustinus: van liefde en vriendschap (1970); De
kern van het religieuze leven (1973), y numerosos artículos sobre cristología
y la vida espiritual en Agustín.

WALTER KASPER

Nació en Hildenheim el 5 de marzo de 1933 y se ordenó en 1957. Estudió


en las Universidades de Tubinga y Munich. Es doctor en teología y profesor
de esta materia en la Universidad de Tubinga. Publicó, entre otras, las si-
guientes obras: Das Absolute in der Geschichte. Philosophie und Theologie
der Geschichte in der Spatphilosophie Schelling (Maguncia 1965), Dogma
unter dem Wort Gottes (Maguncia 1967) y Die Methoden der Dogmatik
(Munich 1967).
JEAN-PIERRE JOSSUA OP KARL RAHNER

Nació en Boulogne-sur-Seine (Francia) en 1930 y se ordenó en 1962. Es- Nació el 5 de marzo de 1904 en Friburgo de Brisgovia. Pertenece a la
tudió en la Facultad de Medicina de París, en la Facultad de Teología de Compañía de Jesús, donde se ordenó sacerdote en 1932. Estudió en las Uni-
Saulchoir y en la Universidad de Estrasburgo. Es doctor en teología (1968) versidades de su ciudad natal y de Innsbruck. Es doctor en teología y actual
y profesor desde 1965 en las Facultades de Saulchoir y desde 1971 en el mente profesor de la materia en la Universidad de Münster. Su producción
Instituto Católico de París. Mencionamos entre sus publicaciones La liturgie escrita es enorme. Citaremos algunas obras: Handbuch der Pastoraltheologie,
aprés Vatican II (en colaboración); Le salut. Incarnation ou mystére pascal? 4 tomos (Friburgo de B. 21971-1972); Sacramentum Mundi, 4 tomos (Fri-
(1968); Christianisme de masse ou d'élite? (1968), y Une foi exposée (1972). burgo de B. 1969; en la edición española serán 6 tomos); Herders Theologi-
scbes Taschenlexikon, 8 tomos (Friburgo de B. 1972); Scbriften zur Theologie,
9 tomos (Einsiedeln 1954-1970; en la edición española de Escritos de teología
PIET SCHOONENBERG SJ
han aparecido 7 tomos); Hórer des Wortes (trad. española: Oyente de la
palabra [Barcelona 1967]), Das Dynamische in der Kirche (trad. española:
Nació en 1911 en Amsterdam y estudió filosofía, teología y exégesis en las Lo dinámico en la Iglesia [Barcelona 1968]), Kirche und Sacramente (trád
Facultades de su orden en Holanda y en el Pontificio Instituto Bíblico de española: La Iglesia y los sacramentos [Barcelona 1964]), Über die Schrift-
Roma. Se doctoró en teología en 1948 en Maastricht y enseña la asignatura inspiration (trad. española: Inspiración de la Escritura [Barcelona 1970]),
desde 1964 en la Universidad Católica de Nimega. Mencionamos, entre sus Christologie (1972) (trad. española: Cristología. Estudio teológico y exegético
múltiples publicaciones, Het geloof van ons doopsel, I-IV (1955ss); Gods [Ed. Cristiandad, Madrid 1974]) y Strukturwandeln der Kirche (trad. es-
wordende wereld (1962) y Hij is een God van mensen (1969). Desde 1970 ha pañola: Cambio estructural de la Iglesia [Ed. Cristiandad, Madrid 1974]).
dado cursos de verano en Estados Unidos y desde 1974 enseña durante
un semestre anual en Canadá.
YVES CONGAK OP

AMANOUIL ( = EMMANUEL) SIMAN OP Nació el 13 de abril de 1904 en Sedan. Ingresó en la Orden de Predica-
dores en 1925, donde se ordenó en 1930. Enseña en la Facultad de Teología
Nació en 1933 en Karakouch (Irak) y se ordenó en 1960. En 1963 se hizo de Saulchoir y forma parte de la Comisión Internacional de Teólogos. Men-
dominico. En 1967 se licenció y en 1970 se doctoró en teología, con una tesis cionaremos entre sus múltiples trabajos La Tradition et les traditions, 2 vols.
sobre L'expérience de l'Ésprit faite par l'Église d'aprés la Tradition Syrienne (1960-63); Jalons pour une Theologie du Laicat (hay trad. española, Barce-
D'Antioche (publicada en 1971). Enseña historia de las religiones en el Cole- lona 1961), L'Ecclésiologie du Haut Mogen Age (1968), L'Église de saint
gio Stanislas de París. Actualmente prepara una edición crítica, con traduc- Augustin a l'époque moderne (1970) y Ministéres et Communion ecclésiale
ción francesa, del texto sirio de cinco homilías de Narsa'i sobre las parábolas (1971).
evangélicas de Lázaro y el rico malvado, el hijo pródigo, las diez vírgenes,
los obreros de la viña y el buen grano y la cizaña.
ANTOON VERGOTE

Nació en 1921 en Kortijk (Bélgica). Se doctoró en teología (1950) y en


HANS KÜNG filosofía (1954) en la Universidad de Lovaina. Estudió en París filosofía,
psicología y psicoanálisis. Desde 1962 enseña filosofía y psicología religiosas
Nació el 19 de marzo de 1928 en Sursee (Suiza). Es profesor de teología en la Universidad de Lovaina. Forma parte de numerosas asociaciones inter-
dogmática y ecuménica y director del Instituto de Estudios Ecuménicos de la nacionales (Belgische Ver. voor Psychologie, Internationale Gesellschaft für
Universidad de Tubinga. Entre otras obras ha publicado Die Kirche, Friburgo Religionspsychologie, École Freudienne de París) y ha colaborado en gran can-
1967 (trad. española: La Iglesia, Barcelona 1969); Unfehlbar? (¿Infalible?), tidad de congresos y revistas internacionales. Publicó, en colaboración con
Zurich 1970; Menschwerdung Gottes (La encarnación de Dios), Friburgo Huber y Pirón, La psychanalyse, science de l'homme (1964, "1970) (trad.
1970; Wozu Priester?, 1971 (trad. española: Sacerdotes, ¿para qué?, Barce- española: El conocimiento del hombre por el psicoanálisis [1967]), Psychologie
lona 1973); Fehlbar? (¿Falible?), 1973, y Christ sein. Einführung ins Chris- religieuse (1966, "1972) (trad. al holandés, alemán, inglés, italiano y español),
tentum, Munich 1974 (en breve aparecerá en Ediciones Cristiandad). Het huis is nooit af. Gedachten over mens en religie (1974), La Teología
220 Colaboradores de este homenaje Colaboradores de este homenaje 221

e la sua Archeologia. Vede teológica e scienze umane (1974), Interprétation de Roma y en la Harvard University, de Cambridge. Ha publicado, entre
du langage religieux (1974). otros, los siguientes libros: Insight (1957, '1970), Doctrinal Pluralism (1971),
Grace and Freedom in Aquinas (1971), Method in Théologie (1972; en breve
aparecerá en Ed. Cristiandad la traducción española) y Philosophie of God
LANGDON GILKEY and Theology (1973).

Nació en Chicago en 1919. Estudió en los Estados Unidos en el Colegio


de Harvard, en la Universidad de Columbia y en el Union Theological Se-
minary. Es doctor en filosofía y enseñó religión en el Vassar College y teo-
logía en la Vanderbilt Divínity School de Nashville, Tennessee. En 1963
recibió el profesorado de teología en la Universidad de Chicago, Ha publi-
cado, entre otros, los siguientes libros: Maker of Heaven and Earth (Nueva
York 1959), Hoto the Church can Minister to the World without Losing
Itself (Nueva York 1964), Schantung Compound (Nueva York 1966), Nam-
ing the Whirlwind: The Renewal of God-Language (Nueva York 1969) y
Religión and the Scientific Future (Nueva York 1970).

MARIE-DOMINIQUE CHENU OP

Nació en 1895. Fue rector de las Facultades de Saulchoir (París) y pro-


fesor en la Facultad de Teología Católica de París; es miembro de la Sociedad
de Filosofía de Lovaina y de la Medieval Academy of America. Publicó,
entre otros libros, una IntroducHon a l'étude de saint Thomas (1950), ha
théologie au XII' siécle (1957) y L'Évangile dans le temps (1964).

HENDRIKUS BERKHOF

Nació en 1914. Estudió en Amsterdam, Leiden y Berlín. Su tesis doc-


toral versó sobre La teología de Eusebio de Cesárea (1939). Actuó como
predicador de la Iglesia Reformada Holandesa en Lemele (1938-1944) y en
Zeist (1944-1955) y fue rector del Seminario Teológico de Driebergen entre
1950-1960, y desde 1960 es profesor de teología dogmática y bíblica en
Leiden. Publicó, entre otros libros, los siguientes: Christus de zin der ge-
schiedenis (Cristo, meta de la historia), 1958; De mens ondertueg (El hombre
en camino), 1960; De katholiciteit der Kerk (La catolicidad de la Iglesia),
1962; De leer van de heilige Geest (La doctrina sobre el Espíritu Santo),
1964; Gegronde verwachting (Esperanza fundada), 1967, y Christelijk geloof
(La fe cristiana), 1973.

BERNARD LONERGAN SJ

Nació en 1904 y se ordenó en 1936. En 1930 se licenció en la Universidad


de Londres y en 1937 en la Gregoriana, de Roma, donde se doctoró en 1945.
Ha sido profesor de teología en Montreal, Toronto, Universidad Gregoriana

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